Laberinto No.892 (18/07/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

ENTREVISTA

FERNANDO ZAMORA

ADRIANA CORTÉS KOLOFFON

El virtuosismo de Viggo Mortensen

Joumana Haddad: contra el patriarcado

Foto: New Line Cinema

SÁBADO 18 DE JULIO DE 2020 AÑO 17 - NÚMERO 892

Ángeles y congales para Francisco Toledo Araceli Mancilla Zayas, Sylvia Navarrete/ FOTOGRAFÍA: AFP

Foto: Fundación Al Fanar


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ANTESALA

18 DE JULIO 2020

EN EL BANQUILLO

Al revés TEDI LÓPEZ MILLS

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ota la correa el perro se dispara por la calle. No enfrena el coche. Oigo el aullido y pienso en la diferencia entre la suerte que se dilapida y el destino que se cumple. Veo la correa rota. Imagino el bulto cubierto de sangre que fue un cuerpo. Si logro concebir lo inconcebible —“un ser mayor que lo cual nada puede pensarse”— se comprueba entonces que ese ser existe: dios o el instinto que lo dibuja con puntas de luz en los dedos de cada mano; como si hubiera intenciones en la imagen: tronco y torso lo mismo según el día y la proporción de bondad que le corresponde. “El poeta nunca olvida una metáfora”, escribe William H. Gass sobre Rilke. Lo opuesto también funcionaría: una metáfora nunca olvida a un poeta. El cuenco de rosas de Rilke de 1907 y el de Eliot de 1936. Los pétalos de Rilke se besan; los de Eliot están cubiertos de polvo. “Si la rosa no es un poema, el poema seguramente es una rosa”, o lo son los ojos que la miran como flores miradas a lo largo de un sendero. “Rosa es una rosa es una rosa es una rosa”, aclaró Gertrude Stein en 1913 en su poema “Sacred Emily”. La mía se despinta por necesidad. Piso la calle. Una rama intermitente sostiene a un pájaro sin entusiasmo. No significan nada el pico al aire, el desdén de mi interlocutor cuando se calla sin explicarme los hechos. Aprendo que importa la versión de la muerte, no la muerte; aprendo a distinguir los muertos que valen de los que no valen. La “rosa del tacto en las tinieblas” de Villaurrutia en 1938; su “negra rosa de carbón diamante”. Mezclo metáforas donde no debo: piedras en el lugar de los huesos. Se llama parteaguas la nueva verdad. Es nuestra y la vamos a compartir. Somos las mismas personas. Nos consuela estar de acuerdo. Me hago a un lado. Pasa el coche, pero ahora en la cronología de los tiempos perfectos. No hace falta frenar. No se atraviesa ningún cuerpo. En vez del aullido hay fanfarrias. “Háblame del señor”, me pide mi amiga. Precaria la cara que lo solapa, dulce el régimen de los elogios. Voy palomeando las verdades; son tantas que compiten entre sí. Se prefieren los 800 metros más allá que el río o el basurero. Algo en la tragedia se amortigua con la distancia. Se prefiere ya no informarnos detalladamente como antes porque todo lo confundimos y tergiversamos. Se agradece nuestra comprensión. Se agradece nuestra paciencia. Rosa sumisa que pongo en un vaso. La diatriba es inútil. No se apegan las líneas a los puntos que las originan. Me cuentan que la narrativa de ayer posee una gran perfección ética y estructural. Me asusta la hipérbole. Me cuentan que la mujer de los jitomates en el tianguis murió el lunes pasado. Son bruscos mis recuerdos. Al de ella lo rescata una sonrisa en un espacio intermedio. “Vínculo ciudadano” suena tan solemne que parece una burla. Pero así es: la gente que uno frecuenta más que a las amistades y se vuelve cercana. Hola, nos vemos pronto, cuídese y gracias durante 20 años. Va la rosa de mi tributo.

Me cuentan que la narrativa de ayer posee una gran perfección ética y estructural

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Una historia de violencia. Dirección: David Cronenberg. Puede verse a través de Amazon Prime y HBO.

HOMBRE DE CELULOIDE

Infancia es violencia

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA NEW LINE CINEMA

abiéndose cancelado el Festival de Cannes, algunas de las películas que más se esperaban en el 2020 tendrán que ser vistas en otro momento. Es el caso de Falling, ópera prima de Viggo Mortensen. Uno puede, mientras tanto, ver algunos de los filmes que han llevado a este actor al nivel del artista de culto. Una historia de violencia, por ejemplo, marca el inicio de la relación profesional entre Mortensen y Cronenberg. El actor y el director han explorado en tres películas este sentimiento a veces explosivo y a veces interiorizado hasta volverse masoquismo. Así, a Una historia de violencia en 2005 siguió Promesas del este en 2007. La relación Mortensen-Cronenberg culminó en 2011 con Un método peligroso, la única de las tres en que el actor no es el ejecutor de la violencia sino el analista. La capacidad histriónica de Mortensen se pone en evidencia desde los primeros diez minutos de Una historia de violencia. Tom es el estadunidense promedio. Un hombre que, sin embargo, trae adentro algo reprimido. Igual que su hijo, un muchacho a punto de estallar. El país más violento del mundo tiene una historia larga con personajes así. Los hemos visto en toda clase de series.

Pueblan el imaginario de Steven Spielberg y Stephen King. Adolescentes como el hijo de Tom a menudo sufren el abuso de un bravucón. Y el cine violento sirve como espejo ideal en el que pueden identificarse con Mortensen, quien una mañana revienta una taza de café hirviente en la cara de un par de cretinos. Cronenberg y Mortensen han creado en Una historia de violencia a uno de los personajes más acabados en la exploración de este ímpetu que rige al mundo. El virtuosismo de Mortensen estriba en la capacidad para retratar al ciudadano común que es una bomba de relojería a punto de explotar. Basada en una novela gráfica, la película parece destinada a un público de adolescentes, pero poco a poco comienza a revelarse como una pequeña joya disfrazada de cine comercial. Más allá de las apariencias, Tom tiene algo en el pasado. Y es a ese algo a lo que refiere el título. No es solo la violencia de un hombre que se defiende justamente de un par de

El virtuosismo de Mortensen estriba en la capacidad para retratar al ciudadano común

matones; tampoco la justa defensa de un muchacho que un día, fastidiado, decide por fin enfrentar a los bravucones de la escuela. No es ni siquiera la violencia sexual que estalla entre Tom y su mujer cuando ella le reclama y le pregunta quién es. La violencia a la que están refiriendo Mortensen y Cronenberg se explica durante una secuencia en que un hombre le dice a su hermano que siempre ha querido matarlo. Supongo, confiesa, que todos los hermanos hemos tenido deseos semejantes. Y puede que sí. Lo interesante en todo caso estriba en que durante la charla los hermanos muestran al público dónde está la génesis de la violencia que cargan: “recuerdo que después de que traté de matarte mi madre me dio una paliza que no olvidaré nunca”. En este primer trabajo entre Cronenberg y Mortensen la violencia se gesta así, poco a poco, desde la infancia. Es parte de una historia familiar, una historia de violencia que es tan natural en el ser humano como la necesidad sexual. Además, Una historia de violencia es hermosa. No solo porque toca temas profundos en forma ligera, sino porque tiene también escenas que muestran por qué Viggo Mortensen goza de la fama que, a puño limpio, se ha ganado.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

El árbol, el pájaro THEODORE ROETHKE

Florecieron, los campos pedregosos florecieron, Y cada caracol sumergía en mí su cuerno puro. La dulce luz me acogió mientras caminaba hacia Una pequeña voz clamando desde una nube a la deriva. Yo era un dedo apuntando a la luna, A gusto con la alegría, un hombre encantado. Pero cuando suspiré, me quedé fuera de mi vida, Una hoja invariable en la medianoche, Parte de un árbol oscuro todavía, mortalmente calmo, Montando el aire, un sauce con su especie, Cargando con toda su vida, un sonido doble, Cercano al viento, y a la sombría lluvia sibilante. El sauce con su ave creció fuerte, más fuerte aún. No podría soportar su canto, esa variación Con cada cambio de aire, esas alas batientes, El zumbido solitario detrás de mis ojos de medianoche; —¡Cuán profunda es la raíz de aquello que todavía llora! El presente cae, el presente se desvanece; Qué puro el vuelo del día naciente, El mar blanco esfumándose en una orilla lejana. El pájaro, el pájaro palpitante, extendiendo las alas—, Así soporto este último tramo puro de alegría, La dimensión nefasta del final. Versión de Miguel Ángel Zapata Este poema pertenece a The Far Field, por el cual Roethke recibió póstumamente el National Book Award en 1965.

EX LIBRIS

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Curar por la palabra ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

as enfermedades indescifrables o las epidemias ponen a prueba la medicina y la remiten a sus orígenes más antiguos. La curación de las enfermedades y congojas, amén de su faceta protocientífica, tuvo un aspecto sapiencial, poético y chamánico. Como señala Pedro Laín Entralgo en La curación por la palabra en la antigüedad clásica (Antrophos, 2005): “Frente al hecho aflictivo de la enfermedad, el hombre homérico empleó, industriosa o creyentemente, fármacos, intervenciones quirúrgicas, remedios dietéticos, ritos catárticos y palabras”. Una parte fundamental del consuelo del enfermo pasaba por esas palabras escogidas que afinaban la conciencia, guiaban las acciones reparativas, reconstituían el ánimo, avivaban la esperanza y ayudaban a expulsar el mal. En la Ilíada, por ejemplo, la peste que aquejaba a los aqueos solo se revirtió cuando, tras consultar a un adivino, estos resarcieron su injusticia y se excusaron con los dioses. Por lo demás, en las numerosas batallas y peripecias homéricas los heridos eran aliviados tanto con prescripciones médicas y dietéticas como con fórmulas mágicas, ensalmos y decires placenteros. Aun ahora, al lado de los exámenes de laboratorio, los sofisticados medicamentos y las modernas intervenciones con tecnología de punta, la empatía y la buena comunicación entre médico y paciente juegan un papel importante en muchos tratamientos. Por eso, algunos médicos no dejan de considerar su disciplina como un arte. En Catarsis. Sobre el poder curativo de la naturaleza y el arte (Acantilado, 2010), Andrzej Szczeklik evoca la dimensión integral y arcaica de la medicina y la compara con muchos de los nuevos avances. Se trata del análisis de un profesionista actualizado de la medicina, pero también de un hombre con agudo sentido de las proporciones y de la fragilidad de lo humano. La medicina, sugiere el autor, está lejos de ser una ciencia exacta y si bien en su ejercicio hay certezas y regularidades, también hay numerosas excepciones. Por eso, pese a la evolución del conocimiento médico, en ocasiones diagnosticar una enfermedad tiene mucho de adivinación y más cuando se trata de un mal insidioso y cambiante. Así, allende las hazañas recientes en materia de descubrimientos y tratamientos, hay un amplio territorio de zonas grises y la respuesta del médico ante muchas enfermedades suele ser de azoro e impotencia. Frente a los arcanos de las enfermedades incurables o de las plagas arrasadoras, hay poco qué hacer, quizá para disminuir el dolor se acuda a sedar al paciente, lo que limita el sufrimiento onomatopéyico, pero no cambia la postración, vulnerabilidad y casi segura extinción del enfermo. Como dice Szczeklik: “Cuando detrás de la puerta yace un enfermo a quien no hay mucho que ofrecer, la mano se retrae instintivamente antes de girar el pomo. Sin embargo, siempre queda una cosa: la presencia. La presencia como muestra de simple solidaridad humana. La presencia: el último deber del médico”.

La empatía entre médico y paciente juega un papel importante en muchos tratamientos

Entre la inmortalidad y el olvido/ EKO

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DE PORTADA

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Celebramos 80 años del pintor oaxaqueño con dos evocaciones en las que destacan su sentido del humor y su pasión por Paul Klee

Un ángel para Francisco Toledo

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ARACELI MANCILLA ZAYAS ILUSTRACIÓN AUTOR ANÓNIMO

l 17 de julio, el artista Francisco Toledo habría cumplido 80 años. Tristemente, murió diez meses antes de llegar a esta fecha. Quienes durante largo o corto tiempo tuvimos la oportunidad de verlo trabajar y pensar en sus proyectos no lo olvidamos. Su vida estuvo entregada con pasión al arte y a la defensa de los derechos humanos, ambientales y culturales de México, y, sobre todo, de Oaxaca, el lugar de sus orígenes. Los siguientes testimonios quieren recordarlo con motivo de los 80 años de su nacimiento. ••• Hay un esténcil con la efigie de Francisco Toledo en blanco y negro, que se repite en las paredes de las calles de Oaxaca. En él aparece su rostro de perfil, como mirando a la distancia. Su cabeza porta una especie de penacho al estilo punk y en lo bajo se delimitan los años de su nacimiento y muerte (1940-2019). En la parte superior de la imagen se inscribe con mayúsculas el lema “Dios nunca muere”, título de la composición del músico oaxaqueño Macedonio Alcalá. Al mirar la imagen, que sale al paso del transeúnte por distintas partes de la capital de Oaxaca, confirmo el cariño anónimo, palpable, de cientos de personas hacia el maestro Toledo. Es verdad que muchos veían en él a un guardián de lo que más ha importado a los habitantes de la ciudad; entre otras cosas, el respeto a los espacios y a los monumentos públicos, la preservación del entorno natural, amenazado por la urbanización desmedida, y el rescate de los acervos históricos, bibliográficos y documentales.

Un amigo escribió en las redes sociales, un par de días después de la muerte de Francisco Toledo, que el sol había salido, brillaban las hojas de los árboles en la calle de Alcalá, donde se encuentra el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, y él, médico de profesión, montaba en bicicleta, como era su costumbre en fin de semana. Se imponía el silencio pero, pareciendo la de siempre, la ciudad despertaba al primer domingo sin Toledo, y claramente se sentía, y se decía con pena por todos lados, que ya no era la misma. Sí, la ciudad es otra desde la partida de Toledo, como otro es también el mundo en este 2020, y ninguna nueva normalidad nos logra sacar del desconcierto. A partir de la pandemia por el covid-19 el tiempo se volvió algo que se disuelve entre un abrumador contacto virtual y una desesperada necesidad de vida presencial. El IAGO, fundado en 1988 por Toledo, que estuvo abierto solidariamente incluso en los días difíciles del movimiento social de 2006, permanece cerrado. Su patio de bugambilias, lugar de encuentros, las salas de lectura de su magnífica biblioteca, su sala de exposiciones, son de los espacios que más hemos extrañado durante el confinamiento. Fue precisamente en el patio del IAGO donde se celebraron, durante varios años, los cumpleaños del maestro. La dirección, los bibliotecarios y sus colaboradores más cercanos acostumbraban organizarle un almuerzo o una comida. Al lado de ellas, de ellos, con quienes compartía su trabajo cotidiano, partía su pastel. A veces, algún funcionario cultural de la Ciudad de México o algún amigo llegaban para acompañarlo. Quiero recordar, para honrar esta fecha en la que él hubiera cumplido 80 años, un cumpleaños suyo. En aquella ocasión pude platicar con él durante

un buen rato, en una tarde limpia, cálida, como son las de julio en Oaxaca. El convivio se realizó el viernes 15 de ese mes, en 2016, y él llegó a las 14:30 horas, puntual. Se sentó en una de las mesas que estaban dispuestas en forma de herradura alrededor del patio. Había aguas frescas, tamalitos, quesillo y platillos de la comida local, que le gustaban. Al entregarle los dos libros que llevaba de obsequio, se rio cuando le conté que los había adquirido en una de las librerías de viejo del centro. Regresaron, dijo, pues se sabía que algunos de los libros extraviados en la biblioteca terminaban ahí. Los libros eran las Leyendas de las calles de México y los Evangelios apócrifos. En esos días el maestro andaba en busca de fábulas y leyendas para los proyectos de traducción al zapoteco, y si bien estas que le di quizá no sirvieran para ese propósito, tal vez le interesarían. Durante la plática, Toledo estuvo animado y, entre otras anécdotas, compartió que conoció a Alejandra Pizarnik en París. Como la poeta en aquel momento no había leído aún a Borges, Octavio Paz le hizo ver con seriedad la urgencia de hacerlo. Era una maravilla estar con Paz, pues fue una máquina de pensar que sabía todo, dijo el maestro. Al comentarle que un libro sobre Elena Garro se presentaría en esos días en el IAGO, recordó que la escritora fue una mujer muy divertida, loca y generosa con sus amigos. Sobre cómo lo festejaban en su niñez, dijo que de niño no le hacían fiestas. A su padre, comerciante y ahorrador, no le gustaba dilapidar. La conversación transcurrió pasando por un breve retrato de Guadalupe Marín, a la cual el maestro conoció cuando ella era mayor, porque cosía la ropa

Obra en esténcil que adornó las calles de Oaxaca unos días después de la muerte de Francisco Toledo (17 de julio de 1940-5 de septiembre de 2019).

En el patio del IAGO se celebraron, durante varios años, los cumpleaños del maestro

de una buena amiga suya. Al parecer, quien fue esposa de Diego Rivera era muy buena para la alta costura. Quienes lo escuchábamos realmente disfrutamos la ligereza, el buen humor y la memoria con que Toledo recordaba a personajes o amigos. Sin embargo, el instante más emotivo fue cuando habló de Paul Klee y de la obra del artista suizo de la que Walter Benjamin fue dueño: Angelus Novus. Toledo mencionó que con ella Benjamin pudo haber comprado su escapatoria del régimen nazi. También recordó que el principal coleccionista de Klee había sido un hombre que extrajo de una planta negra, con forma de caparazón de tortuga, la sustancia base para la creación de los anticonceptivos femeninos. Era claro que esta acuarela, que había pertenecido a Benjamin, conmovía a Toledo. Ya unos años antes, a instancias suyas, un primer número especial de la revista Comején, en 2011, se había dedicado a los ángeles. El punto de partida fue el Angelus Novus, que apareció en la portada. De hecho, todo el número fue ilustrado con diversos ángeles de Klee, y en su entrada aparece


DE PORTADA

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MEMORIA

Oaxaca, 1993

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SYLVIA NAVARRETE FOTOGRAFÍA JESÚS QUINTANAR

n las noches de inauguración del MACO, Francisco Toledo se escondía tras una columna del patio. Cuando llegué a dirigir ese museo, me advirtió que por ningún motivo hubiera discursos y que solo serviríamos aguas frescas. Acaté la primera norma, la segunda la ignoré. Preparamos juntos una retrospectiva de Gunther Gerzso, individuales de los fotógrafos Nacho López y Éniac Martínez, un rescate de los saqueados fondos bibliográficos de la Uabjo (con María Isabel Grañén), exposiciones de herrajes y de mapas antiguos de la región, un proyecto sobre el juego de pelota mixteca, conferencias sobre arte alternativo, performances de encuerados y trastornados que aceptaba a regañadientes que yo programara (“¡por tu culpa me van a correr!”, decía revolviéndose el pelo, de por sí despeinado). De guaraches y camisa de cuello y puños deshilachados, Toledo pasaba todas las mañanas al MACO, a resguardarse del sol africano, consultar algún libro en la biblioteca —¡la mejor del país!, todavía no se trasladaba al IAGO—, y repasar conmigo los pendientes. Cuando el agua escaseaba, él mismo traía la cubeta para que los baños se mantuvieran limpios. A veces cenábamos enmoladas en el Topil, un modesto merendero frente a Santo Domingo. Platicábamos de artistas injustamente olvidados (Germán Cueto, Francisco Gutiérrez, Armando García Núñez…), de literatura, de vivencias parisinas, del árbol talado sin permiso en la acera de un vecino, de grillas y contenciosos locales. Me explicaba la brava idiosincracia oaxaqueña y sus tradiciones étnicas.

Toledo bebía poco y tenía buen diente. Yo, al revés. Él no usaba desodorante ni loción, su delgada piel bruñida despedía un olor muy tenue, como de bicho joven. Odiaba viajar. Cuando muy a pesar suyo tenía que ir a la Ciudad de México, se echaba en un petate en la camioneta del museo y esperaba, contrariado, la llegada. Lo animaban las excursiones, a un cementerio de lápidas monolíticas con Graciela Iturbide, a la ruinosa hidroeléctrica La Soledad en San Agustín Etla, que él convertiría en CASA… Un día me envió en misión a Juchitán, en un camión destartalado; caí en plena temporada de velas, fue una de las experiencias más singulares de mi vida. Una noche fuimos en bola, Toledo, Rodolfo Morales y varios pintores de aquende, a un congal en las afueras de Oaxaca. Conforme nos íbamos acercando por la carretera, divisé terrenos baldíos y focos rojos, oí cumbias saliendo de bocinas diabólicas, olí sanitarios pestilentes y me topé con machos briagos y querendones: un ambiente chundo y sudoroso que se espesó al calor del baile, el humo y los mezcales. Dejé de sentirme turista. La pizpireta Rubí, máxima fan de la lentejuela entre las ficheras, cual vieja conocencia se sentó a nuestra mesa para distribuir mimos y albures hasta la madrugada. Yo salí de allí con un solo tacón y un póster en la mano: “Con mucho AMOR para Silvia la güera, de su amiga RUBI”. Lo perdí en alguna mudanza. Antes de volver cada cual a su casa, engullimos tlayudas con asiento en un puesto de mercado. Ese día falté al museo. Supongo que Toledo también.

Su delgada piel bruñida despedía un olor muy tenue, como de bicho joven

el siguiente texto de Benjamin, tomado de Tesis sobre la historia y otros fragmentos (Ítaca, 2008):

Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.

Con Benjamin y Klee en mente y, sobre todo, con el Angelus Novus en el pensa-

miento, Toledo sugirió, poco antes de despedirse, aquella tarde de su cumpleaños, que había que hacer algo con eso para la nueva revista del IAGO, El Espulguero. Al volver a la imagen del Angelus Novus, y recordar el interés que provocaba en Toledo, alcanzo a ver cómo la lectura que daba Benjamin a esta obra se relaciona con algunos temas que visiblemente preocupaban al maestro: el desconocimiento del pasado, la devastación de la naturaleza, y la violencia. Observándolo desde esa perspectiva, me parece notable que este ángel, de trazo tan esencial, pueda alertarnos sobre la vorágine imparable del mundo. Que logre transmitir, con sus tonos ocres, sutiles, aparentemente inocuos, la fragilidad de la vida. Por lo que pude apreciar aquel día de su cumpleaños, Angelus Novus es una obra a la que el maestro volvía continuamente, reflexionándola. Puede ser que su fuerza simbólica debiera potenciarse aún más en estos duros tiempos. Remirarla en Comején, con motivo de los 80 años que Toledo hubiera cumplido, le ha dado un nuevo sentido. Quizá como a él le habría gustado.

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LITERATURA

18 DE JULIO 2020

JOUMANA HADDAD

“El monstruo del patriarcado está en todas partes”

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a revista Arabian Business la seleccionó como una de las mujeres más influyentes del mundo árabe por su activismo social y cultural. Fundadora de Jasad, revista cultural y erótica, primera en su estilo en lengua árabe, Joumana Haddad (Beirut, 1970) es periodista, conferencista y activista en derechos humanos. Ganadora de diversos premios, entre otros el Premio de la Carrera Poética otorgado por la Fundación Archicultura en Italia, es autora, entre otros libros, de Yo maté a Scherezade: confesiones de una mujer árabe furiosa, El retorno de Lilith, Supermán es árabe. Acerca de Dios, el matrimonio, los machos y otros inventos desastrosos, y La hija de la costurera (Lumen, 2019). ¿Qué le dejó Las mil y una noches? Cuando leí por primera vez este libro maravilloso yo era muy joven, me dieron una edición corta y censurada. Después lo releí sin censura en mis veinte. En ambos casos me fascinaron los relatos, la forma en que cada uno de ellos nacía de otro me parecía un milagro sin fin. No me siento capaz de describir a qué grado este libro alentó mi imaginación y creatividad. ¿Por qué decidió matar a Sherezade en uno de sus libros? Este “crimen” se debe a que hice una interpretación personal distinta del personaje de Sherezade: consiste en una crítica a la mujer que para obtener lo que le corresponde por derecho debe sobornar al hombre con sus relatos. Aunque la cultura y la imaginación sean buenas vías de escape, pienso que es tiempo de pasar a otro modelo de emancipación, a otra Sherezade que narre sus relatos por el placer de contarlos, en vez de negociar con alguien a cambio de su vida y libertad. En este último caso, la responsabilidad de la mujer se vuelve un compromiso, o bien una autovictimización o, aún peor, la comodidad pasiva de la mujer oprimida. ¿Cómo influyó en usted la lectura del Marqués de Sade? Me obligó a cuestionarme sobre muchos conceptos que fueron la base de mi educación. Como mujer, comprendí que era mejor tomar en lugar de esperar a que se nos dé. Las mujeres que hemos crecido en una sociedad injusta hemos tenido que levantarnos, avanzar, extender los brazos hacia lo que queremos y tomarlo. Sade también me ha enseñado a comprender las prácticas y los gustos como son y no desde un a priori que los clasifica entre “nor-

ADRIANA CORTÉS KOLOFFON FOTOGRAFÍA FUNDACIÓN AL FANAR

La escritora libanesa, autora, entre otros libros, de La hija de la costurera (Lumen).

males” y “anormales”. Los opositores a Sade lo comprenden únicamente en un primer nivel, el de la crudeza y violencia sexuales, cuando se trata de mucho más. Ha sido hasta nuestros días el más grande explorador del alma humana, el que se ha aventurado a ir más lejos. Es, sobre todo, el primero en haber considerado que la imaginación erótica no depende solo de un género masculino o femenino. La lectura de Sade me ha infundido también la valentía para expresar mi cólera contra los radicales de todo tipo, trátese de los musulmanes que practican crímenes de honor y se casan con jovencitas, casi niñas, de los cristianos que cierran los ojos ante la pedofilia de la iglesia, o de los ultraderechistas que, en Occidente, quieren controlar los cuerpos de las mujeres en nombre de un poder ejercido solo en contra del género femenino. ¿Por qué le gusta el poema “Libertad” de Paul Éluard ? Porque la libertad ha sido y siempre será el primer motor de mi búsqueda interna en este mundo que se parece demasiado a una prisión.

Siempre ha habido modelos de mujeres fuertes y combativas cerca de mí. Mujeres como mi madre

¿Cómo describe a las mujeres de su familia? Aunque me crie en el seno de una familia tradicional, mi manera de pensar y de vivir es muy diferente a la de otras mujeres de mi entorno. Pero siempre ha habido modelos de mujeres fuertes y combativas cerca de mí. Mujeres como mi madre, quienes pese a tanto sufrimiento y dolor no se dan por vencidas y se levantan una y otra vez. La hija de la costurera trata acerca de las guerras en Siria, Palestina, el genocidio armenio, la violencia contra cuatro generaciones de mujeres y cómo asumen de manera distinta su sexualidad. Y lo más triste es que esta violencia continúa. Fuera de algunos avances que se han obtenido en cuanto a las leyes aquí y allá en el mundo, el monstruo del patriarcado y del sexismo se encuentra en todas partes y arruina las vidas, las oportunidades, los derechos y, sobre todo, los cuerpos de las mujeres. Se le ha recriminado que critica la falta de libertad entre las mujeres de religión islámica cuando proviene de un entorno familiar católico. Cuando critico a las religiones monoteístas a propósito de las mujeres

no lo hago desde una postura de excatólica sino como una mujer indignada. Y en este sentido mis críticas se dirigen lo mismo a la religión católica que al islam. No creo que solo los musulmanes tengan el derecho de criticar al islam ni solo los católicos al cristianismo. Donde se comete una injusticia se pone el dedo en la llaga. La hija de la costurera: ¿crónica ficticia o novela sin ficción ? Una novela en la que la parte de ficción es muy grande si bien es cierto que me inspiré en algunos personajes de mi familia, sobre todo en mi abuela materna, quien, como Qayah, sobrevivió al genocidio armenio cuando tenía tres años y más tarde se suicidó en Beirut. Pero fuera de estos pequeños detalles de inspiración el asunto del libro es totalmente ficticio. ¿Vislumbra un mejor futuro después del covid-19? Lo espero con toda mi alma pues necesitamos aprender por fin la lección sobre nuestro comportamiento, tan irrespetuoso lo mismo hacia esta tierra que nos alimenta y protege como hacia los unos con los otros. Deseo que esta crisis sea una alarma y un punto de inflexión, pero debo admitir que no tengo fe en el género humano.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Mujeres que no perdonan

Cuentos completos I

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A FUEGO LENTO Las memorias de Sherlock Holmes

Caballo fantasma México, 2020

Camilla Läckberg Planeta México, 2020 195 páginas

Philip K. Dick Minotauro México, 2020 651 páginas

Arthur Conan Doyle Alma España, 2020 288 páginas

Tres mujeres comparten un mismo infierno aunque pertenecen a mundos distintos: el desdén y la brutalidad de sus maridos. Alternando sus experiencias, Läckberg va moldeando su deseo de abandonar ese infierno mediante la planeación y la consumación del crimen perfecto. Los hechos transcurren en Suecia y cobran velocidad a medida que la rutina da paso a un thriller en el que la psicología de los personajes va imponiéndose a la realidad hostil.

Inmejorable puerta de entrada para ingresar al mundo del creador de Minority Report y ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, entre algunos clásicos de la ciencia ficción, que concibe a una sociedad que no existe pero se basa en una sociedad real. Los 25 relatos que recoge este volumen fueron escritos entre 1951 y 1952 y ofrecen una concepción descolocada de la locura, la alienación, la muerte, la realidad en estado latente, la cambiante naturaleza humana.

El detective más famoso de todos los tiempos nació en 1887 y protagonizó cuatro novelas y 56 relatos, la mayoría publicados en The Strand Magazine. Seis años después, Conan Doyle decidió ponerle fin a su carrera para dedicarse a la escritura de novelas históricas. Este volumen reúne ese relato final (que despertó el enojo de los lectores, quienes exigían traer a Holmes de vuelta al mundo de los vivos) y doce historias más. Las ilustraciones son de Fernando Vicente.

No habrá final feliz

El conocimiento perdido de la imaginación

El dilema del puercoespín

Paco Ignacio Taibo II Joaquín Mortiz México, 2020 160 páginas

Gary Lachman Atalanta España, 2020 242 páginas

Leandro Karnal Taurus México, 2020 208 páginas

Cuarta novela protagonizada por el detective independiente Héctor Belascoarán Shayne. El cadáver de un hombre disfrazado de romano aparece en el baño del piso donde tiene su despacho. Tres son sus vecinos: el plomero Gilberto, el tapicero Carlos y el ingeniero apodado Gallo. Carlos encontró al muerto. Luego le llegó la foto de otro hombre asesinado y la petición de que no se involucrara. Belascoarán investigará, aunque en su vida personal pasa por un difícil momento.

Dice el autor de este ensayo, quien fue bajista de Blondie y ahora se dedica a la escritura de tiempo completo, que “A comienzos del siglo XVII surgió en Occidente un nuevo modo de conocimiento que poco a poco fue dominando todos los campos del saber. La ciencia comprendía cada vez mejor la exterioridad física del mundo”. Al mismo tiempo, el mundo fue perdiendo su “interioridad”, que las obras de Owen Barfield, Goethe, Blake y Rudolf Steiner se empeñaron en conservar.

Para el autor, siguiendo a Schopenhauer, al intentar relacionarse con sus semejantes el ser humano se convierte en un puercoespín que pincha o es pinchado. Este hecho lo hace cuestionar qué tanto debe relacionarse o mantenerse solo para no lastimar o ser lastimado. Si bien la Biblia señala que no es bueno para el individuo estar solo, filósofos como Nietzsche rechazaron el gregarismo. Para Karnal, la soledad tiene un lado liberador.

La madre como ficción ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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na madre ausente que se ha convertido en un espejismo de la memoria, muerta al cabo de casi treinta años, es la figura sobre la cual se erige Caballo fantasma (Almadía), una novela tan dolorosa como deslumbrante. No hay más trama que los pensamientos y las notas sueltas que la narradora va acumulando para contrarrestar la soledad y la desidia profesional. Leemos y de nosotros se apodera la sensación de estar suspendidos en un presente que solo mira hacia atrás. Si algo sabe Karenina de su madre, además de un nombre y un lugar en el cementerio, es que amaba a los caballos. Así, mediante un desplazamiento, la ausencia se vuelca no hacia la estampa viva de ese animal de rumores guerreros y mitológicos sino hacia sus representaciones. La novela adquiere entonces la forma de una biblioteca donde conviven las experiencias personales y el arte de la glosa o de la cita. Este carácter híbrido hace de Caballo fantasma un artefacto mediante el cual la literatura termina declarándose la única materia capaz de producir literatura. Karina Sosa Castañeda invoca a Curzio Malaparte para referirse a la curiosidad infantil, a Chéjov para sugerir el tránsito del campo a la ciudad, a Von Humboldt para preguntarse por los misterios del mundo natural, a Leonora Carrington para confirmar los poderes de la muerte, a los cazadores de mitos para afirmar el valor de un héroe, a Tristan Tzara para llegar a Dada… y en cada invocación hay un caballo habitando una página. Cada descubrimiento literario es un encuentro, cada encuentro es una despedida, y cada despedida trae de inmediato sus inesperadas consecuencias que a veces se disuelven en una tarde oaxaqueña o en una visita al hipódromo para conversar con un desconocido. Entretanto, hasta nosotros llega el eco de frases concebidas por el desamparo, bellas y escarpadas como una torre: “Nunca conoceré la nieve. Soy una campesina. Una campesina que sueña con caballos y con su madre muerta”. Harto de las novelas inspiradas en la violencia criminal o en las cuentas bancarias de la clase política, y a la espera de los libros insufribles que sospecho traerá el paso del covid-19, abro de nuevo Caballo fantasma para repetir la ensoñación de sentirme feliz por un día.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

18 DE JULIO 2020

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TOSCANADAS

La misma gata DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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uando Dostoyevski supo que le habían perdonado la vida, a un paso del fusilamiento, se propuso no desperdiciar un solo minuto. Lo expresó en su novela El idiota: “¿Y si volviese a la vida? ¡Qué eternidad! ¡Y todo eso sería mío! Entonces yo convertiría cada minuto en un siglo, no perdería nada, a cada minuto le pediría cuenta, no gastaría ni uno solo en vano”. Podemos decir que cumplió con su propósito, y en el proceso nos entregó varias obras maestras. Mucho le agradezco que en vez de mirarse el ombligo se haya dedicado a crecer en humanidad. Algunos creímos que la pandemia sería un jalón de orejas para tantísima gente que desperdicia la existencia. Pero ocurrió justo lo contrario. La lectura de libros cayó a un mínimo histórico, a pesar de que, con museos y teatros cerrados, quedaba el libro como única fuente de alimento para

MADRID

Sus calles vuelven a la vida después de la emergencia sanitaria.

el alma. Vimos prosperar lo que Vargas Llosa llama “La civilización del espectáculo”, ese mundo en el que se banaliza la cultura y se vuelve supremo el pensamiento superficial, en el que la sandez del famoso tiene más peso que la razón de un sabio. Yo tengo que llamarle de otra forma, porque me parece muy bonachona la palabra “civilización” para algo que nos hace caminar hacia atrás, y antes que hablar de “espectáculo” habría que señalar al “espectador”. Creo que puedo ensayar el término “La barbarie del espectador”. Con frecuencia aparece en la prensa alguien que pronuncia la frase: “Volví a nacer”. Generalmente proviene de una persona que estuvo en peligro de muerte. Aunque el sentido literal de esas tres palabras se refiere a algo imposible, salvo que se crea en la reencarnación, su sentido de usos y costumbres las ha vuelto sinónimo de “Me salvé por un pelito”. ¿Pero

de qué sirve no morirse o volver a nacer si no se renace? Los optimistas que auguramos un renacimiento luego de la pandemia vemos con desilusión el uso y abuso del término “nueva normalidad”. La misma gata, pero con mascarilla. La misma gata, pero con cientos de librerías que ya no volverán a abrir. En estos días voy a echarle una relectura a La mente cautiva, de Czesław Miłosz. Creo que cambiando comunismo por capitalismo, puede hablarse de nuevo de las formas que tiene el poder para atrapar las mentes, no solo de cualquier ciudadano, sino también de los intelectuales, y así matar la individualidad. En el comunismo, el gran tesoro era esa individualidad, por eso se perseguía y se podía matar o morir por ella. En el capitalismo, la individualidad es tan barata que pierde su valor. Un sistema la reprime, el otro la adormece. La reprimida hierve; la adormecida es tan fría como un cadáver.

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BICHOS Y PARIENTES

La ilusa Ilustración

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nos resentidos de un lado, machistas y violentos, feligreses de un poder que no acepta cuestionamientos de mujeres, gente de piel oscura o de sexualidad extraña. Del otro, pequeñas hordas histerizadas, muy encumbradas y preparadas, pero más susceptibles que un suspiro y más intolerantes que Savonarola, lo mismo lloran al oír ciertas palabras, que linchan a quien las pronuncie. Desde luego que está en juego el rezago de una justicia que existía en papel, pero negada de facto. Sabemos también que la humanidad es tonta, rejega y viciosa, pero progresa pese a sí misma: las exigencias actuales de esos que los tradicionalistas gringos llaman snowflakes (cristales de hielo tan delicados que no pueden ni tocarse sin que se deshagan en agua) dejarán su huella en el camino del progreso si logran asirse a una sensatez básica y a una lógica que parece alejárseles. Siempre habrá radicales, aunque cambien sus feligresías. Hace un siglo se trataba de pleitos locales, pero la globalización cambió el juego y ahora el mundo imita, como si las gozara, las más bajas disputas de los gringos, al grado de que 150 intelectuales hallaron necesaria una carta, publicada originalmente en Harper’s Magazine, que se ha reproducido en otros lados; en español, en Letras Libres. Es una extraña arenga en favor de la mesura argumental y la sensatez. Dicen: “Rechazamos cualquier falsa elección entre la justicia y la libertad, que no pueden existir una sin la otra”. Y está muy bien, porque justo ese parecía el divorcio entre las facciones políticas del siglo XX y no pocos asumían que

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA EFE

no era posible tener ambas al mismo tiempo y supusieron una simetría excluyente entre ambos conceptos. Si la violación de un derecho es injusticia, también la violación de la libertad es injusticia. De ahí, ingenuamente, creeríamos que la libertad existe dentro del ámbito de la justicia; pero no es así de simple: solo puede cometer injusticia una persona (moral o física) con voluntad propia, y eso supone una libertad real, de modo que la libertad precede a la justicia.

Si la violación de un derecho es injusticia, también la violación de la libertad es injusticia

La línea que parecía clara se transforma en una telaraña inextricable: una idea es necesaria para la otra. Los firmantes de la carta abogan por restaurar los principios básicos de la Ilustración: una voluntad autónoma, una responsabilidad personal sobre dichos y hechos, y asumir que los principios rectores deben ser enunciados bajo la forma de la universalidad. Y aquí se enloda el asunto para las nuevas generaciones, tanto los defensores de jerarquías y poderes como los snowflakes. Los ingredientes ilustrados son antiguos, pero la combinación es nueva; principios sacados de los libros de ética, convertidos en políticas. Nada fácil… porque las virtudes no hacen buenos principios jurídicos: se puede obligar a la gente a no cometer crímenes, pero no a la santidad.

Marcha contra el racismo y la violencia policial en Estados Unidos.

El libro reciente de Steven Pinker, En defensa de la Ilustración, porta al frente un epígrafe de Baruch Spinoza: “Aquellos que están gobernados por la razón no desean para sí mismos lo que tampoco desean para el resto de la humanidad”. ¿Por qué enunciarlo desde la negación? La Ilustración, como buena hija del Racionalismo, supo siempre que formular leyes opera de modo preciso cuando niega y brumoso cuando afirma. La enunciación por vía negativa es susceptible de convertirse en principio jurídico y vigilancia pública; la afirmación complementaria es el programa de una bondad inoperable. La Revolución francesa es primogénita de la Ilustración, pero aunque su triple divisa fuera gemela de la lógica ilustrada, el resultado fue catastrófico: Libertad, Igualdad, Fraternidad. ¿Cómo oponerse a objetivos tan nobles, a sentimientos tan humanos? Y sin embargo, el buen corazón desembocó en degollinas, cultivo de odio y resentimiento. Las definiciones, en general, deben ser afirmativas para ser válidas; pero la ley, aunque se vista de dádiva, es una prohibición, y su lógica halla lugar en la negación. Hay códigos mixtos: “no robarás” convive, en el decálogo judeocristiano, con “amarás a Dios”. Ambas son fallidísimas: la prohibición de robar ha existido desde milenios, y se mantiene verdadera a pesar de que no se cumpla. En cambio, amar a Dios es una expresión de voluntad salvadora, pero cuando algún gobierno ha intentado darle carácter de ley vigente, no quedan sino pilas de cadáveres. El caso es que la socorrida técnica jurídica no sirve para impulsar el bien. Solamente sirve en la prohibición del mal, y eso como técnica, no como práctica.

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