Laberinto No.921 (06/02/2021)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

CIENCIA

FERNANDO ZAMORA

GERARDO HERRERA CORRAL

La ópera prima de Darius Marder

¿Cuánto cuesta la antimateria? Foto: Caviar Films

SÁBADO 6 DE FEBRERO DE 2021 AÑO 17 - NÚMERO 921

Susan Sontag: vida

y libertad de pensamiento Guadalupe Alonso Coratella/ FOTOGRAFÍA: DOMINIQUE NABOKOV

Foto: EFE


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ANTESALA

6 DE FEBRERO 2021

DOBLE FILO

La adicción por el viaje FERNANDO FIGUEROA

A

lberto Lati es autor de Latitudes. Crónica, viaje y balón (2013), la novela Aquí, Borya (2018), 100 genios del balón. De niños a cracks (2019), 100 dioses del Olimpo. De niños a superhéroes y 20 pelotazos de esperanza en tiempos de crisis (2020). Habla doce idiomas y ha radicado en Tokio, Atenas, Múnich, Beijing, Johannesburgo, Londres y Río de Janeiro, además de visitar cien países. Fan de las Chivas, cubre el Super Bowl para Fox Sports y juega pingpong con Laberinto. ¿Qué es viajar? Una adicción. ¿Qué es leer? Otra forma de viajar. Un libro de viajes. Si se puede llamar de viajes, Ébano , de Kapuściński. Kapuściński en tres palabras. Viajar para contar. ¿Qué se siente estar en Chernóbil? Una alucinación. El libro autografiado que más atesoras. Terra Nostra, de Carlos Fuentes. Dos libros en una isla desierta. Tu rostro mañana de Javier Marías y Diario de un mal año de J. M. Coetzee. Un libro de Cortázar. Historias de cronopios y de famas. Y uno de Pérez Reverte. El pintor de batallas. Una frase de Oscar Wilde. “Puse todo mi genio en mi vida y solo mi talento en mis obras”. Un gusto literario culposo. Los diarios sensacionalistas británicos. Una palabra en español, otra en portugués y una en zulú que te fascinen. Español: desahogo; portugués: saudade (nostalgia); zulú: Unkulunkulu (Dios). ¿Fue una premonición la japonesa con cubrebocas en Aquí, Borya? Los japoneses siempre los han usado. Del cero al diez, el trato de México a los migrantes centroamericanos. Reprobado con cinco. Dos discos en una isla desierta. Ok Computer de Radiohead y Temple of the Dog (de la fugaz banda homónima). ¿Cambiarías todo por ser El Chicote y meterle tres goles al América en liguilla? Muy tentador, pero no. ¿El futbol americano es un deporte bestial practicado por bestias? No hay deportes bestiales. Tom Brady en una palabra. Líder. ¿No debería estar Mahomes en reposo? Por supuesto que sí. ¿Qué le preguntarías hoy a Pistorius? Acerca de lo que guardaba dentro de sí. Algo que te haya dicho Djokovic. Que se quería llevar la red cuando ganó Wimbledon por primera vez. El deportista más culto que conoces. Pau Gasol. Y el más arrogante. Sin que la arrogancia sea necesariamente mala: Cristiano Ronaldo. Tu epitafio. “Fue feliz”.

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El sonido del metal. Dirección: Darius Marder, Estados Unidos, 2020. Disponible en Amazon Prime.

HOMBRE DE CELULOIDE

El porqué de todo el universo

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA CAVIAR FILMS

ace tiempo que no se disfrutaba de una ópera prima tan bien acabada como El sonido del metal de Darius Marder, director y guionista nacido en 1974. Lo primero que hay que resaltar en esta magnífica película es el guion. La historia del baterista Rubén es contada en un cerradísimo punto de vista que permite entrar en algo aún más profundo que su visión del mundo. En efecto, el guion de El sonido del metal nos introduce en su modo de escuchar. Y llegados aquí vale la pena hacer una pequeña digresión: desde tiempos de Aristóteles se ha tenido a la visión como el más privilegiado de los sentidos. Sin embargo, Santo Tomás, en la Edad Media, llegó a la conclusión de que el sentido capital para el alma del ser humano es el oído pues remite a lo más espiritual del universo. No se trata solo de que gracias al oído estemos a la escucha en un sentido literal (a la escucha del otro, de la naturaleza o de Dios); es que solo con el oído aprehendemos la verdad espiritual que está incluso más allá de los sentidos. Al polo opuesto del oído están, por supuesto, el gusto y el tacto pues con ellos aprehendemos solo la realidad material. Y así parece entender el mundo Rubén, este baterista metalero que aparece en la primera

secuencia de El sonido del metal en una suerte de trance, golpeando los tambores y los platillos de su batería en un concierto de heavy metal. Rubén lleva en el pecho un tatuaje que dice en inglés: “mátame, por favor”. Tiene los ojos abiertos, como si al escuchar a su mujer, que canta, fuese capaz de sentirla más allá de lo evidente. Ella, Lou, canta. O mejor, grita. O mejor, se desgarra. Ambos lanzan al público su “sonido del metal”, la estética del ruido, el sonido desaforado de una historia de amor que a lo largo de la película iremos descubriendo. Y el guion está narrado en un cerrado punto de vista, no solo gracias a la delicada mezcla de sonido (que, según el sitio IMDB, se realizó en México en el estudio de Carlos Reygadas). Durante las primeras secuencias iremos perdiendo el oído junto con el protagonista y, además, conforme se desarrolla el drama iremos viviendo con él sus propios engaños. Porque en las primeras secuencias Rubén se presenta como un músico

Durante las primeras secuencias iremos perdiendo el oído junto con el protagonista

deportista que no come carne. Sano, pues. Sin embargo, y gracias a la pérdida del oído, Rubén se encuentra más adelante encerrado en una comunidad de adictos en recuperación. Son adictos que, como parte de su programa, ayudan en una escuela a niños que no pueden oír. La historia da un vuelco y así nos va mostrando la realidad de Rubén. Como si fuésemos él mismo. Y con él descubrimos que su vida no ha sido tan sana como él pensaba. Y que su vida perfecta, vagando por Estados Unidos en un magnífico cámper, era solo la fachada de algo que en realidad estaba corrupto. Es aquí donde entra el otro elemento digno de mención en El sonido del metal: la actuación. Durante el clímax, Riz Ahmed, nominado por El sonido del metal al Globo de Oro, descubre que su novia, la encantadora Lou, la solidaria Lou, ha dejado de hacerse daño. El descubrimiento de esta realidad da un vuelco por completo en el modo de oír de Rubén. Y entonces él, por primera vez en su vida, sabe escuchar. Sale a la calle y, entre ruidos, mira a los niños que juegan. De pronto, ¡otro sonido de metal! Es una campana. En ella, el protagonista escucha lo absolutamente otro. Eso que algunos llaman “El Reino”. El porqué de todo el universo.

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ANTESALA

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POESÍA

e. e. cummings: Yo no lo sabía Edward MYRIAM MOSCONA

el muerte la dice odio al humanidad porque siempre estás haciendo poemas en el regazo del muerte yo también te odio aunque te tanto lea porque vi que no eras tan buen eras anti y me dio shock saberlo ¿p (de verdad me jodió) or qué carajos tú? Este poema forma parte de La muerte de la lengua inglesa, publicado recientemente por Almadía y la UNAM.

EX LIBRIS

Enemigo público/ EKO

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LOS PAISAJES INVISIBLES

Orwell y Disney IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

n el artículo “Semanarios juveniles” que escribió en 1939 (incluido en el volumen El león y el unicornio y otros ensayos), George Orwell señaló el oscuro cretinismo que transmitían los sesgos políticos y los patrones culturales de los cómics y magazines que se expendían en los quioscos de las barriadas londinenses. Gem, Magnet, Modern Boy, Triumph, Wizard, Rover, Skipper, Hotspur, Adventure y algunas otras revistillas, compartían más similitudes que diferencias, fundamentalmente en el discurso moral y los estereotipos. Orwell resalta la despreciable representación que Gem y Magnet ofrecían de las razas y de los extranjeros. Por ejemplo, el francés era irascible, barbado y gesticulaba mucho; el español o el mexicano eran siniestros o traicioneros, igual que el árabe, el afgano y el chino, solo que este último, además, llevaba coleta, mientras que el italiano iba armado con una daga, el sueco era amable y estúpido, y el negro, cómico y muy fiel (a fin de no herir susceptibilidades o incurrir en la paradoja, debo aclarar que Orwell usó el apelativo negro en su artículo), aunque ahí no quedaba la cosa: la clase obrera se mostraba como una panda de chistosos o de cuasi villanos. El sindicalismo, las huelgas, la guerra civil o el fascismo eran asuntos que no se integraban a la línea editorial de esas publicaciones, no obstante que pronto estallaría la guerra. Así que tras un largo repaso de pasquines, Orwell dispara con ironía: “La mentalidad que se inculca en estos semanarios es la de un integrante excepcionalmente estúpido de la Navy League en 1910”. A través de su plataforma de streaming, Disney ha reclasificado y retirado de los perfiles infantiles algunos de sus filmes clásicos como Dumbo, Peter Pan, Los aristogatos o La dama y el vagabundo por “mostrar representaciones negativas o estereotipos incorrectos de personas o culturas”, como explican en la página stories matter de su sitio web. La intención es positiva, nunca es tarde para corregir, mas lo cierto es que en este mundo bárbaro por dentro y polarizado por fuera, parafraseando a la cándida Lula de Sailor’s Holiday de Barry Gifford, es imposible subsanar las fracturas socioculturales que las representaciones negativas han forjado por generaciones y, de hecho, se siguen sembrando en las cabezas ya no solo a través de lo mediático sino en las arengas políticas y las ideologías radicales. Disney hace lo suyo, sí, pero hay que reconocer que los estereotipos son indelebles en el imaginario, son una especie de virus como el que, proclamaba William Burroughs, pulula en las palabras. Basta recordar la definición de estereotipo de la Real Academia Española: “imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable”. En el adjetivo final se halla el anatema. Reclasificar, prevenir sobre los abyectos detalles narrativos (la sátira xenófoba, la caricatura racial) fue mejor que eliminar los materiales del catálogo, pero cabe preguntar si bloquearlos (que en la práctica es prohibir o censurar) de los perfiles infantiles fue una buena decisión. Orwell, por supuesto, respondería que sí: “La medida en la que las personas toman sus ideas de la ficción es cuando menos discutible. Yo personalmente creo que la mayoría de las personas recibe una influencia mayor de la que reconoce en las novelas, los seriales, las películas, etcétera, y que desde este punto de vista los peores libros son a menudo los más importantes, porque son por lo común aquellos que se leen a una edad más temprana. Es probable que muchas personas que se consideran sofisticadas y ‘avanzadas’, en realidad porten a lo largo de la vida un trasfondo imaginario que han adquirido a lo largo de la niñez”. Yo aún tengo mis dudas. Prefiero volver a la cita exacta de la cándida Lula de la novela de Barry Gifford: “el mundo es salvaje por dentro y extraño por fuera y a veces resulta difícil no dejarse llevar por estos defectos”.

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DE PORTADA

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Vida y obra concurren en la biografía escrita por Benjamin Moser, una galería de miedos infantiles, activismo político y amores difíciles

Susan Sontag: la verdad detrás de la máscara

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GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA DOMINIQUE NABOKOV

enjamin Moser nunca tuvo oportunidad de conocer a Susan Sontag, pero leyó sus novelas y ensayos mientras era estudiante de Letras e Historia en la Universidad de Texas. Adentrarse más en su obra estaba en su lista de pendientes. Tras haber dedicado veinte años a escribir la biografía de la narradora brasileña Clarice Lispector, recibió la propuesta de David Rieff, el hijo de Sontag, para escribir la biografía de una de las mujeres más influyentes del siglo XX. “Me quedé un poco espantado —afirma Moser— porque en Estados Unidos es una figura monumental. Sabía que iba a ser difícil aproximarse a ella, pero no podía desaprovechar la oportunidad. Es una vida fantástica, tan rica, en todos los sentidos, que ha sido un placer tener eso en mis manos, aunque también un desafío”. Moser no desaprovechó la oportunidad. Las 700 páginas que conforman Sontag. Vida y obra, Premio Pulitzer de Biografía, proponen un viaje exhaustivo que recorre la historia y el pensamiento de la escritora, descubriendo así la ecuación entre vida y obra. Destaca, además, el valor literario que logra el autor mientras describe a un personaje fascinante en toda su dimensión. “No tenía idea de la magnitud de lo que había hecho porque si estamos hablando solo de los libros, hay una amplitud de novelas, teatro, cine, ensayo, y cuanto más te adentras en su obra, más te impresiona lo que consiguió. Además, está la política, las relaciones privadas, el activismo. La mujer literalmente no dormía, por eso hizo todo lo que hizo”.

La biografía consigna que, en buena parte, esa energía provenía de las anfetaminas. “En esa época no se sabía lo malo y lo adictivo que eran. Utilizó drogas, no para ir a una fiesta, sino para escribir más, para trabajar mejor. Le costó mucho alejarse de ese vicio”. Era una mujer de carácter fuerte, hermosa e inteligente desde muy joven, pero con una autoestima muy baja, alguien que nunca se sentía valorada ni amada. “En Estados Unidos era como la Estatua de la Libertad, una cosa tan fuerte que nadie sospechaba lo que había detrás. Creó una fachada para protegerse, para proteger a la niña vulnerable que no tenía padre, ni nadie que le hiciera caso. Se creó una máscara, una imagen. Lo dice en sus diarios: ‘Ahora me pongo una máscara para esconderme en mi obra’. Si se hubiera quedado tal cual, no me habría interesado. No me interesan las santas, las personas perfectas. ¡Qué fastidio!” Podemos leer a Susan Sontag y deslumbrarnos con su obra, sin embargo, para entenderla a profundidad, es necesario entrar en su vida, en los procesos que la llevaron a desarrollar ciertos temas. “Hay una conexión muy fuerte entre vida y obra. Cuanto más entendemos sus preocupaciones personales e intelectuales, más luz tenemos de la obra. Me interesaba que el libro alentara al lector a ver lo que está detrás”. Muestras a una mujer fascinante, pero también revelas su lado oscuro. Vemos a una Susan egoísta, despótica, implacable, descuidada en su aspecto, en su aseo. Todo eso me encanta porque es una persona tan extrema y tan lúcida que raya en la locura; una mujer de gran simpatía y de una suciedad total. Como escritor, cuanto más extremo es el personaje, más interesante me resulta. Quise retratarla con toda su huma-

nidad, instigar a la gente a conocerla, que el libro fuera una puerta para entrar a la obra e inspirar a la gente. ¿Dónde dirías que está el núcleo de las reflexiones de Sontag? Básicamente en una cosa: cómo reunir al cuerpo con la cabeza; a la realidad con la imagen de la realidad; al objeto con la palabra que describe a ese objeto. Estamos en un mundo dividido, las personas no dicen lo que quieren decir, hay una separación entre realidad y lenguaje. ¿Cómo superar eso? Es algo presente en su obra y en su vida: sentirse dividido entre cuerpo y mente, entre la realidad que ves y la realidad interior. Es un trauma que me dolió porque sentí que tenía esa necesidad y no alcanzó a superarla. ¿Cómo explicarse que una mujer con esa inteligencia, esa fuerza y ese poder de reflexión no haya logrado conciliarse con su homosexualidad? Ella nació en 1933. La homosexualidad era ilegal, podías ir a la cárcel por tener una relación homosexual, te podían quitar a tus hijos, perder tu trabajo. La gente escondía ese hecho, aun si lo aceptaba en su interior. El libro permite ver esa evolución de las ideas y cómo cambia la vida de las personas. La revolución feminista, la revolución gay, son enormes. Ella creció en una sociedad donde eso estaba prohibido, se quedó con la idea que tenía cuando era niña. Es una tragedia que no haya podido vivir de una forma más libre y feliz. Hablemos de su activismo, su cruzada en defensa de la cultura, el arte y los valores políticos para garantizar la dignidad de las personas. Es un lado muy interesante porque

“Se convirtió en un símbolo de la libertad de pensamiento en todo el mundo”

no le era muy natural. Lo desarrolló cuando ya era más vieja. En su juventud se inclinó hacia una política de izquierda; era lo que se esperaba de una intelectual. Luego comulgó con algunas causas en Latinoamérica. Siempre fue la primera en llegar a los lugares más candentes del mundo. Fue a Cuba pocos meses después del triunfo de la revolución porque tenía una novia cubana. Participó en las protestas contra la guerra de Vietnam. Eso no rindió porque una escritora no puede parar una guerra. En los años ochenta hizo algo muy interesante: apoyó causas de izquierda pero menos llamativas para proteger la palabra libre. Por ejemplo, en el caso de Salman Rushdie logró que la intelectualidad americana adoptara una postura a su favor. Protegió a escritores durante la dictadura en Corea, Cuba, Polonia. Recibió a esa gente en su casa; dormían en su sofá. Se convirtió en un símbolo de la libertad de pensamiento en todo el mundo. En el libro refieres que desde la infancia, a partir de la lectura de Los miserables y las primeras imágenes del Holocausto, se interesó por la injusticia, por cómo enfrentarla. Reflexionó también sobre el papel del intelectual. De hecho, fue la primera en plantear que lo sucedido en Bosnia, en 1993, era un genocidio. Fue el clímax de todo esto. Fui a Bosnia, a Sarajevo, para homenajearla en la plaza que lleva su nombre, frente al Teatro Nacional. Ahí protestó de una manera muy sencilla: montó una obra de teatro, a Beckett. Le decía a la gente: “Eres un ser humano, no eres una causa, ni una religión, ni una etnia, eres una persona”. Pensaba que el arte, el teatro, los libros, que le habían salvado la vida cuando se convirtió en una niña abandonada, era algo por lo que valía la pena morir por los valores que incorpora a la cultura. La gente de Bosnia percibía en ella generosidad, simpatía,


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La escritora neoyorquina en su estudio (década de 1970).

humanidad, no a la Susan monstruosa que veían en Nueva York, donde fue atacada con mucha violencia verbal. ¿A qué se debían esos ataques? Al principio fue por Notes on Camp, un ensayo cuyo trasfondo era la homosexualidad. La gente le escribía cartas, decían: “Esa señora es el fin de la nación, es la tumba de la patria, de la religión”. Pretendía reformar a la jerarquía que imperaba en Estados Unidos y en el mundo, el hombre por encima de la mujer, la heterosexualidad impuesta, los negros por debajo de los blancos, la homosexualidad como una enfermedad de gente loca. Estaba amenazando a toda esa estructura social. Mucho se debió a que era mujer, una mujer brillante y más guapa que las otras. Cómo no detestarla. Sobre la enfermedad escribe dos libros fundamentales: La enfermedad y sus metáforas y El sida y sus metáforas. A los 42 años se descubre con un cáncer en la cuarta fase, justo antes de lo terminal. Debió haber muerto, pero lo superó, con mucho dolor y esfuerzo. En La enfermedad y sus metáforas describe cómo el lenguaje puede deformar la experiencia de la enfermedad, asociarla a un problema moral. Hasta los años setenta se creía que te enfermabas de cáncer porque no habías expresado tus emociones, porque habías vivido sexualmente reprimida. Después vino el sida, asociado a la homosexualidad,

con una carga de pecado, de castigo, de alienación de la sociedad: “Te vas a morir porque te lo mereces, porque ya te había dicho que no seas maricón”. Ella quiso mostrar los vínculos del lenguaje con las experiencias reales, con los cuerpos reales, el sufrimiento real de la gente. En su archivo, en Los Ángeles, hay cantidad de cartas de agradecimiento. Una señora con cáncer terminal, le dice: “Por el momento me puedo morir sin pensar que fue por mi culpa”. Además de los diarios, las cartas, su computadora y otros documentos en el archivo, están las entrevistas con familiares y amigos. Acaso el testimonio más interesante es el de Annie Leibovitz, su última pareja. Durante muchos años ella no quiso hablar conmigo porque pensó que yo era amigo de David, el hijo de Susan, y entre ellos se había dado un rompimiento radical cuando Susan murió. Me costó cinco años convencerla. Una tarde, estando en París, en la calle, me llamó una señora que trabajaba con Annie. Me dijo: Benjamin, Ella —no dijo su nombre— quiere hablar contigo. Me dio una dirección en Nueva York. Fui casi directamente al aeropuerto y pasé un día entero con ella. Era una relación muy difícil la de Susan y Annie, seguramente las dos lesbianas más famosas de Estados Unidos. Se peleaban, siempre estaban exhibiéndose en público. Annie me recibió con ternura, con simpatía y una apertura total. Fue una de las relacio-

nes más importantes que tuvo Susan. Quince años, mucha pelea, mucho drama, pero duró hasta la muerte. ¿Hablaron sobre las fotografías de los últimos días de Susan? Ese fue el motivo del disgusto entre David y Annie, que había hecho fotografías de Susan mientras padecía, cuando se murió, después de muerta, y luego las publicó. Le pregunté a Annie su opinión y me dijo: “Yo soy fotógrafa, hice todo con el mayor cariño y respeto hacia Susan, no pensé que fuera a dolerle a nadie, estaba ejerciendo mi arte, conmemorando algo”. No quiero juzgar porque no es mi madre, pero me parece que Annie le hizo un homenaje. Eso muestra cómo la fotografía es una cosa emocional, no una cuestión teórica o abstracta, sino de carne y hueso; tiene que ver con el sufrimiento y la muerte de la persona. Quedará siempre la pregunta de si Susan había dado permiso para hacer las fotos y publicarlas. Resulta interesante dado que ella se ocupó de hacer una profunda reflexión sobre los límites en la representación del sufrimiento ajeno en su libro Sobre la fotografía. De alguna manera Susan había preanunciado eso treinta años antes: la relación entre la obscenidad y la revelación. La realidad que queremos mostrar y la crueldad con la que exponemos a la

gente. La foto de una persona desnuda puede ser muy bella, puede ser obscena en el sentido pornográfico, puede ser cruel en el sentido de un cuerpo muerto. ¿Tienes derecho a enseñar eso? Susan advierte esto en su obra y después su propio cuerpo se convierte en un teatro filosófico para ilustrar qué pasa cuando le sacas fotos a la gente, qué estamos haciendo cuando tomamos una foto, cuándo es una imagen apropiada, cuándo es obscena. No hay respuesta, pero Susan nos ayuda a hacer esas preguntas que necesitamos para vivir con más conciencia y dignidad. Desde tu perspectiva, ¿cuál es el legado más importante que dejó? Quizá la herencia moral, la obligación de utilizar la sabiduría, no como una lanza para destruir a la gente sino para invitarla a ser mejor. “No te quedes delante del televisor, lee un libro, sé más”. Creyó en la importancia del aprendizaje, del trabajo. Es una inspiración, sobre todo hoy, cuando vemos la idiotez que nos ahoga. Tenemos la obligación de mantener vivo ese legado; es lo que trato de hacer con este libro. El legado de Susan Sontag es su pensamiento, el ejemplo de una mujer sin temor, que se atreve a todo, que no le tiene miedo a nadie. Todavía necesitamos a Susan Sontag, necesitamos a esa mujer que lo sabe todo.

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CIENCIA

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DESMETÁFORA

La sustancia más cara del mundo El Centro Europeo de Investigaciones Nucleares prepara depósitos de antimateria “para llevar”

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l chocolate To’ak es considerado una reliquia de las vainas de cacao ecuatoriano cuyo origen puede ser trazado más de cinco mil años en el pasado (lo que se verifica con análisis de ADN de la planta) y puede costar hasta cinco dólares por gramo. Las trufas blancas del norte de Italia son caras por el hecho de ser raras, pero además difíciles de encontrar y muy laboriosas de cosechar. Su precio, de entre siete y ocho dólares por gramo, es casi tan alto como el del azafrán que se usa para dar color a la comida. Se dice que el té Da Hong Pao que crece en las montañas Wuyi, al norte de China, tiene una fragancia a orquídeas sin igual y un dulce sabor perdurable. Se debe preparar con agua purificada y todos los cuidados. El costo de este, el más preciado de los tés, ronda los 1500 dólares por gramo. No obstante, ante la pregunta sobre cuál es la sustancia más cara del mundo uno piensa de inmediato en metales o minerales. El platino, ese metal resistente a la corrosión que se emplea en la joyería o en materiales de laboratorio, puede llegar a costar 30 dólares por gramo. El iridio es más costoso, siendo un metal aún más resistente a la corrosión que el platino, incluso a muy altas temperaturas; un gramo puede llegar a valer más de 50 dólares, casi tanto como el oro, del que no es necesario decir mucho. El plutonio, del que hemos escuchado por su uso en bombas atómicas, es de producción controlada y su costo estimado sería del orden de 6 mil dólares por gramo. También hay piedras muy caras, y aunque el diamante es famoso no es el más costoso. La taaffeita, la benitoíta o la serendibita lo superan con mucho en precio. Un diamante puede llegar a costar 150 mil dólares por gramo, pero la painita, que solo se ha encontrado en Birmania, costaría el doble o más. Si ante la pregunta sobre cuál es la sustancia más cara del mundo usted considera la posibilidad de que se trate de una sustancia fabricada artificialmente, como los elementos químicos más pesados que se producen en cantidades muy pequeñas, entonces ya estamos en la línea correcta. El meitnerio, darmstadtio o el oganesón son de los elementos químicos producidos en el laboratorio con la ayuda de grandes inversiones, pero son extremadamente inestables.

GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA EFE

La tecnología que mide la actuación de una partícula cuando está en un campo magnético.

Viven milésimas de segundo cuando mucho. El californio, que contiene 98 protones en su núcleo, es también de origen sintético y se emplea como productor de neutrones para activar como fuente inicial algunos reactores nucleares. También se usa el californio en medicina para irradiar tumores cerebrales o el cáncer cervical. Este elemento tiene muchas aplicaciones, pero un gramo puede llegar a costar 25 millones de dólares. Así podemos seguir listando materiales de alto valor, sin embargo, entre todos ellos, lo más costoso es una sustancia antimaterial. La producción de antimateria ha sido el objeto de una inversión sin precedentes que eleva el costo de manera considerable. Por las dificultades que es necesario superar para producirla, la antimateria es

Para producir un gramo de antimateria hay que invertir más de 10 billones de dólares

hoy la sustancia más cara del mundo. Unos mil millonésimos de gramo de antimateria en la forma de antihidrógeno costarían algunos cientos de millones de dólares. El proceso de producción de antimateria es tan ineficiente que para hacer un gramo de antimateria se requieren 25 billones de kilowats hora de energía y un costo de más de 10 billones de dólares. El CERN no solo fabrica antiátomos de hidrógeno para estudiar las propiedades de la antimateria, también busca la manera de acumular antiprotones para luego transportarlos en valija. El proyecto BASE se ha propuesto producir antimateria para llevar. Ya se ha logrado conservar un poco de la sustancia en una botella magnética aun cuando la antimateria se desvanece casi instantáneamente al encontrarse con materia. En el recipiente debe evitarse que la sustancia toque las paredes porque al hacerlo se encuentra con átomos

que representan el final de su breve existencia. Es por eso por lo que se utilizan campos eléctricos y magnéticos que la mantienen suspendida y alejada de las paredes. Uno de los proyectos tecnológicos que están siendo desarrollados en la Fábrica de Antimateria del CERN es la posibilidad de conservarla por más tiempo y trasportarla en una botella especial. Se trabaja en el diseño de un contenedor donde se puedan atrapar mil millones de antiprotones para conservarlos por varias semanas. Para esto se necesita un recipiente a -270 grados Celsius y un alto vacío. Luego se quiere llevar estos antiprotones en flete a varios metros de distancia para ser usados en investigaciones científicas en un laboratorio aledaño. El desarrollo de la trampa portable tomará tiempo. Se espera que para el año 2022 se consigan hacer los primeros ensayos con experimentos que harán uso de la “antimateria para llevar”.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Enero sangriento

El caso Paternostro

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A FUEGO LENTO Obras completas. Tomo I

La novela del Cangrejo México, 2020

Alan Parks Tusquets México, 2020 330 páginas

Carlo F. De Filippis Alfaguara México, 2020 312 páginas

Juan Manuel Torres nieve de chamoy/ Universidad Veracruzana México, 2020 392 páginas

Tartan noir es el nombre que el thriller policiaco recibe en Escocia, donde transcurre esta novela. Los hechos remiten a la década de 1970 en Glasgow y a los desvelos del detective McCoy para revelar la telaraña oculta detrás del asesinato de una chica a manos de un joven que termina suicidándose. Las pesquisas conducen a una familia poderosa, entrenada en el chantaje, las drogas y el sexo a cualquier precio, y a los márgenes de una sociedad en ebullición. Imperdible.

La crítica se refiere a Carlo F. De Filippis como heredero de las glorias de Camileri, Lemaitre y Fred Vargas. No exagera. Sin renunciar a la atención por los detalles, construye una trama en la que conviven la investigación policial, el retrato de costumbres y la desconfianza ante el arte contemporáneo. Su héroe es el inspector Salvatore Vivacqua, un hombre metódico y amante del orden, quien debe resolver un crimen que tiene los ecos de El arte de la guerra.

Miembro de la Generación de Medio Siglo, Torres (1938-1980) publicó en vida solo dos libros: El viaje (relatos) y Didascalias (novela). Ante todo, es recordado como cineasta. Fue amigo cercano de Sergio Pitol, con quien coincidió en Polonia, donde realizó sus cursos de cine, y de José Emilio Pacheco. En este primer tomo de sus obras completas se reúnen sus cuentos y relatos, tanto los de El viaje como los dispersos en publicaciones. Se proyectan cuatro volúmenes.

La mancuerna discordante

Max Picard

Cómo comemos

Brian Connaughton UAM/ Gedisa México, 2020 385 páginas

Catalina Elena Dobre Gedisa México, 2020 144 páginas

Bee Wilson Turner México, 2020 424 páginas

La república católica liberal en México hasta la Reforma es la materia de este ensayo que proyecta la difícil relación entre la fe religiosa, el clero y los anhelos de construir un Estadonación. Destacan, por encima de todo, las crisis en el convulso periodo de la primera mitad del siglo XIX, que dieron paso a una solución para obtener la convivencia pacífica entre la nación creyente y la nación ciudadana. La Constitución de 1857 rompería la mancuerna religión y política.

En el subtítulo del volumen, La filosofía como renacer espiritual, se anuncia el talante del pensador suizo. Formado como médico, renunció a esta profesión para dedicarse por entero a la filosofía. Su pensamiento, anota Dobre, marcó a gente como Emmanuel Lévinas, Gabriel Marcel, Heidegger y Merleau-Ponty, entre otros. Su obra, opuesta al racionalismo cartesiano, cae en el ámbito del personalismo filosófico o del humanismo antropológico enfocado a lo sagrado.

El chef Anthony Bourdain solía decir que su cuerpo no era un templo sino un parque de diversiones. Este libro avanza en sentido contrario. Sostiene que la alimentación impacta en nuestra salud corporal y, sobre todo, en la del planeta. Puede, además, reflejar lo peor y lo mejor de nosotros mismos, y ofrecer un diagnóstico de la biodiversidad, el paisaje, la marcha de la sociedad, la economía. Wilson se apoya en un extenso abanico de investigaciones científicas.

Aquel que solo ve su ombligo ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

V

íctor Weinstock escribe en la “Advertencia” a La novela del Cangrejo (nieve de chamoy): “El lector puede leer el triplano como se presenta en esta edición —de forma consecutiva en el orden A, B, C— o leer todo C y luego elegir A para cerrar con B, por ejemplo. Cualquiera de estas variantes (hay seis en total) es eficaz a su manera”. ¿Un modelo para armar como Rayuela de Cortázar? No, por supuesto, sobre todo porque el imperdonable desacierto de Weinstock, quien ha hecho su carrera en el teatro, es el de la incontinencia verbal. La sección A tiene la voz y la estructura de un informe científico. Un narrador da cuenta de las acciones y las pulsiones de Bruno Newman, un descendiente del Bartleby de Melville, y de húngaros aldeanos, “una lesbiana atrapada en cuerpo de varón” que vegeta en Nueva York mientras intenta escribir una novela. B se mira desde el otro lado: Newman monologa y expone esas mismas acciones y pulsiones con un estilo que se hermana con el delirio: vuelve una y otra vez sobre lo ya contado, como si las palabras fueran borradas tan pronto son consignadas o leídas. A estas alturas, las de A y B, La novela del Cangrejo es un ejercicio decoroso de contrapunto. Allá está el narrador observando a su sujeto de estudio; acá ese sujeto corroborando las mediciones de su observador… y mientras tanto… las redundancias, las excesivas referencias astrológicas, artísticas y literarias, las demasiadas visitas al diván de la autoconmiseración terminan por causar indigestión. ¿Es que contar una historia carece ya de atractivo intelectual? Llegamos entonces a C bajo el signo de la fatiga y el desconcierto. ¿Qué nos espera? Una incontinencia potenciada mientras el narrador sigue a la fantasía amorosa creada por Newman en sus interminables cavilaciones y que se expresa de la siguiente manera: “¿Qué te pasa, chatilla, qué te pasa? Cantaba la nana. Cantaba la rana. Te dan ganas de dormir. Y despiertas en Mazunte. Qué horrible canción. Te cae mal Pedrito y su mochila azul”. Y así, siempre en picada, hasta que llegamos a la página 323 y respiramos hondo para recobrar algo de nuestro maltrecho optimismo. Si algo vale la pena son las páginas dedicadas al comportamiento de los cangrejos y a su fascinante morfología.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

6 DE FEBRERO 2021

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HUSOS Y COSTUMBRES

Meditación del pasillo ANA GARCÍA BERGUA

E

mación la hubiera dictado un guionista fantasioso, el guionista que escribe los sueños y que nosotros actuamos sin explicación. El guionista se coló en mi meditación y decidió que era otro el pasillo de mi casa; la verdad, me gustaría conocer ese lugar. Recupero en mi mente el pasillo que llega a nuestro departamento, las escaleras, el pequeño barandal, las plantas de la jardinera, las puertas que dan a los departamentos vecinos. Una tarde podría abrir la puerta y salir a la jungla, a un centro comercial o al espacio, como el agente Cooper al final de la serie Twin Peaks de David Lynch. Podría salir a un cuadro de Escher y perder la orientación. En realidad los pasillos no son un lugar, es decir, no pertenecen a nadie, nadie los habita excepto los despistados que perdieron las llaves. Por ellos transitan los vecinos, los mensajeros, los visitantes y los conserjes, así la vida

stoy meditando y trato de percibir el espacio que me rodea. Al evocar el pasillo y la escalera a la entrada, aparece en mi mente otro lugar, un pasillo similar al puente de la cubierta de un barco, con su barandal y unas escaleras al centro. Ese lugar me atrae y me aterra, es misterioso. Me aterra no poder traer a la mente el pasillo de mi casa, como si estuviera perdida adentro de mí cabeza, y a la vez, el lugar que surge en ella me interesa: no lo reconozco pero es interesante, bello y luminoso como un cartel art-déco. ¿De dónde vienen los lugares que aparecen en los sueños? Casas que uno recorre, edificios, pasillos largos e imposibles de cruzar o de recorrer hasta el final, calles que conducen a sitios desconocidos. La mente interpreta el espacio y crea territorios detallados, ajenos y a la vez propios. Estaba aquí en la casa, cuenta uno, pero no era mi casa, como si esa infor-

en el pasillo es breve, instantánea, y cuando alguien se instala en un pasillo es que las cosas andan mal. Como en los pasillos de los hospitales, por ejemplo, si los enfermos rebasan el cupo y es necesario acostarlos ahí, en el suelo o donde se pueda. O cuando los indigentes se refugian durante la noche en los pasillos. El presidente aparece en la televisión recorriendo un pasillo larguísimo del palacio donde resguarda sus secretos: la cámara parece huir conforme se acerca, un poco vacilante, y nos dice que está bien. Un pasillo muy largo, rodeado de macetas; a cada paso que da, la cámara se aleja un poco más, igual que si estuviera en un sueño, un poco perdido, o en una película de David Lynch. Nosotros estamos en una película de David Lynch quien, por cierto, es un gran practicante de la meditación trascendental. A la salida podría encontrarse el espacio sideral.

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CAFÉ MADRID

Siempre en combate

V

ivo en un país cada vez más crispado y dividido (no desde hace un año, con la irrupción de la pandemia, sino desde antes. Aunque, claro, con la crisis sanitaria y económica todo se ha agravado). Un país en el que la ultraderecha se abre paso sin muchas dificultades y cuestiona los derechos sociales a punta de falacias o añora sin pudor la época franquista o criminaliza a los extranjeros o cuela sus explosivas noticas falsas sin ningún reparo. Un país con políticos que, cuando no son corruptos, se enzarzan en rabiosas e inútiles peleas o exhortan a los más desfavorecidos a disputarse entre ellos las migajas del sistema. Un país con medios de información en donde cada vez hay más columnistas-polemistas y menos reporteros (porque ofrecer opiniones es más barato que brindar los detalles y la investigación de los hechos), con canales de televisión y estaciones de radio en los que abundan los tertulianos gritones al servicio descarado de tal o cual ideología. Un país de polos tan opuestos que, si se lee la prensa madrileña, se tiene un panorama de los acontecimientos nacionales y, si se lee la prensa barcelonesa, se percibe otro muy distinto. Hacía 80 años, en fin, que los radicalismos en España no habían sido tan manifiestos y peligrosos. Reflexiono sobre todo esto después de leer La noche de la verdad (Debate), la antología de artículos que Albert Camus (1913-1960) escribió en Combat, el periódico de la Resistencia francesa frente a la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Es la primera vez que estos textos se publican en español y en cada uno de ellos (138

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA ARCHIVO ALBERT CAMUS

editoriales y 27 artículos) se aprecian las cuatro columnas que, según el propio Camus, sostienen al buen periodismo: lucidez, desobediencia, ironía y obstinación. Pieza tras pieza, uno se adentra en acontecimientos decisivos que dieron lugar al mundo contemporáneo pero, sobre todo, nos queda la sensación de que en realidad se nos está hablando de las situaciones por las que atravesamos últimamente, pues la tentación totalitaria amenaza cada vez más a la libertad y a la democracia.

El esfuerzo del Nobel fallecido en 1960 se centró en dejar claro que la moral era parte de la política

Combat empezó a publicarse de manera clandestina en 1941. Dos años más tarde, Albert Camus fue nombrado redactor jefe y, coordinando a un pequeño equipo y escribiendo, se consolidó como uno de los intelectuales más comprometidos de la época. Su esfuerzo se centró en dejar claro que la moral era parte de la política y que la sociedad no podía permanecer indiferente ante temas como las deportaciones, el proceso penal de los colaboracionistas y los prisioneros de guerra, la escasez de alimentos, la creación y el funcionamiento de instituciones internacionales que evitaran nuevos conflictos bélicos, la injusticia colonial en Argelia y las circunstancias de la prensa. También se propuso que, al tocar todos esos temas, no lo haría vociferando e insultando.

Albert Camus, quien en 1943 fue nombrado redactor jefe de Combat.

El 21 de agosto de 1944, por ejemplo, escribió: “Muchas cosas en este mundo trastocado no dependen ya de nosotros. Pero nuestro honor, nuestra justicia, la felicidad de los más humildes de entre nosotros, nos pertenecen como algo propio. Y será salvaguardando o creando esos valores como daremos al mundo y nos daremos a nosotros mismos la imagen y el ejemplo de una nación a salvo de sus peores errores”. Apartado de la mediocridad y el conformismo, el Nobel fallecido en 1960 en un accidente automovilístico veía en la suma del esfuerzo colectivo, siempre vigilante, ético y activo, el camino para llegar al Estado de Bienestar, con la prensa como aliada indispensable en este proceso. Al principio muchos le hicieron caso pero, con el paso de los años, sus ideas fueron cayendo en el olvido. Hoy, ya les digo, es difícil encontrar proyectos periodísticos comprometidos con la imparcialidad y la prudencia, recomendadas por Camus para enriquecer la vida ciudadana, en donde las opiniones infundadas y viscerales no proliferen y en donde no se reemplacen los hechos con los deseos propios. Como advierte el politólogo Manuel Arias Maldonado en el prólogo del libro: “el Estado no puede enseñar en las escuelas ‘verdades no reconocidas por todos’ y la prensa solo puede cumplir su papel si se rehúsa a abrazar ideologías particulares y proporciona una arena para el diálogo a lo largo del espectro político”. Pero aquí estamos, en esta España mía, sin dialogar e involucionando. Y, por lo tanto, siempre en combate.

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