Laberinto No.922 (13/02/2021)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

IN MEMORIAM

FERNANDO ZAMORA

ENRIQUE AGUILAR R.

La excavación: encuentro con el futuro

Entrevista inédita con JeanClaude Carrière

Foto: Netflix

Foto: AFP

SÁBADO 13 DE FEBRERO DE 2021 AÑO 17 - NÚMERO 922

La estela luminosa de Antonieta Rivas Mercado Tayde Acosta Gamas/ FOTOGRAFÍA: EMILIO AMERO/ LA MECENAS Y ESCRITORA JUNTO A FEDERICO GARCÍA LORCA EN NUEVA YORK, 1929


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ANTESALA

13 DE FEBRERO 2021

EN EL BANQUILLO

Recuento TEDI LÓPEZ MILLS

Q

ue los lidios inventaron el juego de los dados y de la pelota para distraer el hambre en una época de gran penuria: “jugaban un día entero a fin de no pensar en comer, y al día siguiente se alimentaban descansando… y de este modo vivieron hasta dieciocho años”. Que los caunios, arrepentidos del culto a dioses extranjeros, golpearon el aire con sus lanzas hasta echarlos de su tierra. Que los persas eran muy aficionados al vino y se les prohibía orinar o vomitar delante de otros; escupir o lavarse las manos en los ríos. Que los asuntos de negocios los debatían cuando estaban borrachos, luego sobrios repasaban sus decisiones y “lo que hubieran resuelto sobrios, lo deciden de nuevo hallándose borrachos”. Que a las deidades no les concedían figura humana y a todo el orbe del empíreo lo llamaban Zeus. Que sus hijos debían aprender tres cosas desde los cinco hasta los veinte años: “montar a caballo, tirar al arco y decir la verdad”. Que no enterraban ningún cadáver persa antes de que hubiera sido arrastrado “por un ave de rapiña o por un perro”. Que las egipcias orinaban de pie y los egipcios, sentados. Que ellas compraban y comerciaban mientras ellos se quedaban en casa tejiendo. Que el Nilo no emitía brisas. Que las bendiciones se reparten a súbditos o ciudadanos conforme se indica en un calendario. Que estamos en tiempo y forma y nos hablan recio en el país de las transformaciones —“¿no que no?”—, pues nuestra tozudez nos limita y nos rezaga. Que cualquier escepticismo es conservador; cualquier deslinde, corrupto. Que no fue un cambio de gobierno, sino de régimen, y se vale entonces retirar cada obstáculo, cada piedra en el camino hacia un mundo nuevo para todas y para todos. Que si desaniman las ceremonias del señor hay que hundirse en la noche hasta que se despierte una o uno del otro lado y reconozca la bondad del territorio. Que las costumbres reales o irreales apaciguan y los números jamás mienten si los divulga o interpreta la persona adecuada. Que no hace falta entrar en minucias cuando se afirma: “el hallazgo de diecinueve calcinados no es un San Fernando”. Que a los entendidos no se les escapa el meollo de los enigmas o de las contradicciones porque descifran con rapidez el futuro que contienen. Que la razón es simple, aunque haya que repetirla: hoy no es igual que ayer; somos diferentes. Que las versiones de la historia son flexibles y se adaptan o se parasitan. Que el señor no se va a cubrir la cara: hombre honesto, activo, enfático, no contagia; solo vitupera iracundo y señala enemigos: “quieren seguir robando”. Que su amor propio es una dádiva y la humildad les queda chica a su destino y leyenda. Que no hay espacio para el parloteo, los rumores, los chismes, las mezquindades, y antes bien conviene juzgar “lo desconocido por lo manifiesto”. Que me incluyo en la caricatura de los tres personajes sonrientes que comunican las palabras de la Pitia a domicilio: golpe y contragolpe suena, y sobre el daño está el daño.

Que las versiones de la historia son flexibles y se adaptan o se parasitan

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La excavación. Dirección: Simon Stone, Gran Bretaña, 2021. Disponible en Netflix.

HOMBRE DE CELULOIDE

Descubrir el futuro

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA NETFLIX

n Suffolk, al este de Inglaterra, hay una serie de túmulos. Y hay también una terrateniente que quiere saber qué hay en ellos. Con esta premisa arranca La excavación, del australiano Simon Stone. Basada en la novela The Dig, de John Preston, editor y crítico de televisión para el Sunday Telegraph, La excavación ha tenido una entusiasta recepción tanto de público como de crítica. Y con razón. La película no necesita muchos elementos para resultar inteligente y conmovedora. De hecho, una de sus principales cualidades estriba en la eficiencia en el manejo de los recursos basilares del cine, los fundamentos del arte. A saber: actuación, montaje y narración. En el primer rubro es necesario destacar a Ralph Fiennes, un actor que consigue efectivamente pasar de los papeles más frívolos (Voldemort en Harry Potter, por ejemplo) hasta los más demandantes y profundos (Coriolano, de Shakespeare, en 2011). En La excavación, Fiennes interpreta a un arqueólogo aficionado que acude al llamado de la hacendada Edith Pretty para investigar lo que terminará por volverse el equivalente del descubrimiento de la tumba de Tutankamón en Inglaterra. A la terrateniente la interpreta Carey Mulligan quien, a decir verdad, no ha

recibido una crítica tan entusiasta. Se le culpa, sin embargo, de algo sobre lo que tiene poca responsabilidad: sus años. Y es que, en efecto, el personaje original de esta historia “basada en hechos reales” era mucho mayor. Iba a ser interpretada por Nicole Kidman. Como sea, la actuación de Mulligan se articula bien con la de Fiennes. Juntos, la hacendada inglesa y el arqueólogo aficionado, consiguen producir la delicada tensión que necesita la relación entre dos personajes que, interesados en un asunto aparentemente local, condujeron al descubrimiento de un barco funerario que cambió todo lo que se sabía sobre los antiguos reinos anglosajones. Pero antes de entrar en la apreciación de la historia, vale la pena detenerse en eso que, decía Eisenstein, es el sentido del cine: el montaje. Durante la secuencia más relevante en este rubro, el arqueólogo inglés sufre un accidente que termina por cubrirlo de pies a cabeza. El director cuenta la peripecia y, con

El vestigio se expone con miras a entendernos. Y ligar el pasado con lo que está por venir

extraordinaria intuición, salta en el tiempo en torno al hecho. Así, vemos al hombre cuando lo llevan hacia la casa, pero lo vemos también cuando lo están desenterrando; cuando está despertando y cuando parece muerto. Dicha desarticulación en el tiempo nos permite entrar en la confusión de quien vive un accidente de esta naturaleza; cuando el tiempo se fragmenta y nosotros nos sentimos en la proximidad de la muerte. No es, como veremos, un recurso estilístico nada más. A lo largo de toda la película hay pequeños cortes de este tipo que echan luz sobre lo que significa en realidad un descubrimiento de esta naturaleza. Porque desenterrar el pasado no implica nada más hacerse con un barco anglosajón. El vestigio se expone con miras a entendernos. Y ligar el pasado con lo que está por venir. La excavación habla de ello: de cómo un hallazgo arqueológico se parece tanto al hallazgo de nosotros mismos, de nuestros prejuicios, nuestros afectos y nuestros miedos. Cada uno de los personajes en torno a este olvidado trozo de historia desentierra para sí mismo algo de lo que cree que es necesario conservar. Estamos en 1939 y este descubrimiento arqueológico simboliza todo lo que Occidente tiene que defender en la guerra que está por comenzar.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Virus Killer LEÓN PLASCENCIA ÑOL

En este lugar del mundo, silencioso como un estornino muerto por la bala que disparó un niño en North Carolina, mis pies descansan desnudos sobre unas telas húmedas que contienen unas láminas delgadas de metal: lanzan a intervalos regulares pequeñas descargas eléctricas. Mi cuerpo quiere limpiarse, arrojar lo malo que contiene, su singularidad. Me gusta la palabra “singularidad”, su deslavada imagen, su desprendimiento. Mi cuerpo es un refugio derruido, pero antes pudo ser cualquier cosa. Aquí en esta isla, en este lugar del mundo, nado en la orilla izquierda de mis muertos. Hay una forma de ignorancia en el dolor. No hay pérdidas. Intento mantenerme en forma de muchas maneras. Nos acercamos peligrosamente a la quietud del fuego que arde a un lado del teléfono. Mi cuerpo se limpia. Es una maquinaria que susurra de manera saludable. No hay conclusión en ello. Este poema forma parte de Animales extranjeros (ERA/ Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas), que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2019.

EX LIBRIS

La memoria buscando el olvido/ EKO

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De amistades ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

or la fuerza de las afinidades estéticas y la identificación vital, la amistad entre creadores tiende a alcanzar altos grados de intensidad; pero también suele ser afectada por la competencia. Harold Bloom en La angustia de las influencias y George Steiner en Lecciones de los maestros han abundado en torno a la fatalidad del choque de carismas entre grandes artistas. Cierto, en este tipo de relaciones florecen sentimientos contradictorios de admiración y celos, entrega y desconfianza, cooperación y antagonismo: el amigo al que se admira y emula, pero al que también se quiere superar; el mentor y compañero que es al mismo tiempo un contrincante y un obstáculo; los triunfos del otro, que son vividos con genuina alegría, pero a la vez con una secreta sensación de menoscabo. En fin, la relación entre artistas muestra todas las virtudes, pero también todas las fisuras del sentimiento de la amistad y plantea profundos dilemas éticos y psicológicos. La literatura del siglo XX está plagada de encuentros y desencuentros legendarios desde el de Sartre y Camus hasta el de Theroux y Naipul pasando por el de Vargas Llosa y García Márquez. Octavio Paz y Carlos Fuentes se conocieron exactamente a la mitad del siglo pasado en París. Paz ya era un escritor de culto que labraba su camino en Europa y causaba controversias y entusiasmos en México; Carlos Fuentes era un joven torbellino, lleno de talento, pujanza y ambición. El flechazo fue inmediato: había una simpatía personal (ambos eran inconformistas que desafiaban su ambiente), afinidad intelectual y coincidencias políticas (ambos aspiraban a ser omnívoros, cosmopolitas y libertarios). El libro de Malva Flores, Estrella de dos puntas (Ariel, 2021), ofrece una exhaustiva y devota investigación e indaga en los vericuetos de la amistad entre estos dos escritores. Las primeras etapas se caracterizan por el magisterio informal de Paz y por la presencia indeleble de sus principales temas (su análisis de lo mexicano, su configuración pionera de una escena literaria global y su perfilamiento de la originalidad de la literatura latinoamericana) en la obra narrativa y ensayística de Fuentes. Cuando Fuentes comienza a despuntar como una luminaria narrativa y Paz reanuda su exilio diplomático, la relación se pausa tanto por pequeños roces, como, sobre todo, por distintos matices en la actitud política (por ejemplo, el entusiasmo desbordado de Fuentes y la reserva de Paz ante el régimen de Fidel Castro). La relación se reaviva a partir del 68, cuando el magnetismo de la historia los imanta, pero se va enfriando gradualmente, otra vez por posturas políticas divergentes, hasta su conocida ruptura en 1988. Con un aparato de referencias muy valioso, Malva Flores reconstruye el afecto y las querellas, los momentos de efusión y de tensión entre estas dos figuras y, al mismo tiempo, va trazando una impactante comedia humana con el recuento de las pasiones políticas e intelectuales que marcaron la segunda mitad del siglo XX.

Octavio Paz y Carlos Fuentes se conocieron a la mitad del siglo pasado en París

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DE PORTADA

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A 90 años de su suicidio, revisitamos a la escritora y mecenas, cuya obra literaria no sucumbe a su agigantada figura pública

Antonieta: ángel audaz y caído en Notre-Dame

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TAYDE ACOSTA GAMAS FOTOGRAFÍAS ARCHIVO INBAL/ TINA MODOTTI

uando alguien escucha por primera vez la historia de Antonieta Rivas Mercado es inevitable la curiosidad: mujer adinerada que financió a decenas de artistas y creadores, que iluminó los primeros pasos de los Contemporáneos, precursora de la Orquesta Sinfónica Nacional, quien eligió la catedral de Notre-Dame, en París, para suicidarse en la más absoluta miseria. Con más detalles sobre este relato, la curiosidad da paso a una atmósfera de misterio que termina casi siempre en fascinación por el personaje. Sucede siempre, lo he comprobado muchas veces durante dos décadas de interactuar con hombres y mujeres, mexicanos y extranjeros, fascinados por esta historia, y de analizar la vida y obra de este gran pilar de la cultura mexicana del siglo XX, que no termina de entrar por derecho propio en el olimpo de las letras nacionales. El primer acercamiento con ella es también un momento prodigioso. Mi conclusión después de tanto tiempo de estudiar a Antonieta es que logra hechizar a las personas por su perfil de mujer adelantada y a contracorriente de todo: su familia, su matrimonio, su tiempo político y su muerte cuando no vio otra salida. Décadas después de su partida, la fascinación por el personaje se mantiene, pero el efecto que genera en quienes se han acercado a su obra en los tiempos recientes ha cambiado. Felizmente, como muchas mujeres

emblemáticas del pasado siglo, la historia de Antonieta oscila ya entre lo real y lo mítico. Hoy es grato saber, después de tantos años, cómo se le ha dejado de ver solo como “mecenas” de grupos artísticos, de escritores, pintores, fotógrafos, músicos, dramaturgos, actores, críticos de arte y hasta “personas ociosas”, que solo deseaban conocer, aprender y dejarse llevar por su “entusiasmo desbordado”. También resulta ocioso, a estas alturas de la historia, identificarla únicamente como la “amante” de José Vasconcelos, porque Antonieta fue mucho más que eso: escritora, creadora, mujer de teatro, profesora y pieza clave de movimientos políticos

de su época, como su participación en la campaña presidencial del primer secretario de Educación Pública que tuvo México. Ahora es necesario concederle un peso real como artista, precursora, mujer independiente y, sobre todo, intelectual, porque Antonieta fue uno de esos “ángeles ápteros” que iluminaron la convulsa década de 1920. Contemporáneos Más allá del mito que se ha formado en torno a ella, fue una mujer de varias facetas. Figura genial de su tiempo, manifestó desdoblamientos en diversas etapas de su vida. Uno de ellos fue su participación en el grupo artístico y li-

Antonieta Rivas Mercado con Gilberto Owen y Xavier Villaurrutia durante la representación de Orfeo (1928).

terario Ulises, antecedente principal de Contemporáneos, donde destacó como escritora, traductora, actriz y creadora. En 1926, conoció al pintor Manuel Rodríguez Lozano, quien la puso en contacto con Salvador Novo y Xavier Villaurrutia. A partir de ese momento se encontró con un grupo de intelectuales con los que se conectó de forma instantánea y se convirtió en parte fundamental de la aventura de Ulises. Junto al grupo, Antonieta tuvo un periodo de experimentación y le sedujo la idea de hacer teatro. Realizaron algunas lecturas dramatizadas que resultaron simples ensayos. También la música fue muy importante y estuvo empeñada en crear una orquesta sinfónica. El primer proyecto concreto de Ulises fue publicar la revista homónima del grupo. Salvador Novo solicitó el patrocinio de José Manuel Puig Casauranc, ministro de Educación, quien aceptó la propuesta y pagó el primer número de Ulises. Revista de Curiosidad y Crítica, que se presentó en mayo de 1927. A partir del segundo número, el financiamiento quedó en manos de Antonieta. Fue la única mujer que participó con un ensayo sobre el libro En torno a nosotras, de Margarita Nelken. El grupo mantuvo su idea de hacer teatro e introducir en México un repertorio moderno. Esta fue una preocupación constante de Antonieta, quien quedó maravillada con las innovaciones dramáticas que vio en Europa. En enero de 1928, con gran polémica por su aspecto innovador, fue inaugurado el Teatro de Ulises. El último proyecto del grupo fue


DE PORTADA

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La autora de Crónica de la campaña política de José Vasconcelos (28 de abril de 1900-11 de febrero de 1931), inspiración de los movimientos feministas.

la edición de obras literarias de sus integrantes. En mayo de ese año apareció Novela como nube, de Gilberto Owen, y en junio, Dama de corazones, de Xavier Villaurrutia, e Hipótesis, de Samuel Ramos. Contemporáneos. Revista Mexicana de Cultura apareció en junio. Los editores fueron Bernardo J. Gastélum, Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo y Jaime Torres Bodet. Antonieta prestó nuevamente ayuda para el proyecto y, al igual que en Ulises, fue la única mujer que participó con la traducción del ensayo De la velocidad, de Paul Morand. Antonieta se alejó un tiempo del grupo y se dedicó de lleno a la conformación de un patronato para la

creación de una orquesta sinfónica. Trabajó algunos meses con Carlos Chávez en el proyecto, hasta que en septiembre de 1928 la Orquesta Sinfónica Mexicana celebró su primer concierto. Vasconcelos y García Lorca En 1929, Antonieta Rivas Mercado se integró al grupo de la Universidad Nacional de México. El rector Antonio Castro Leal le ofreció impartir la clase de Práctica Escénica en la Escuela Nacional de Música, Teatro y Danza. Lo más relevante como profesora ocurrió cuando organizó a su grupo de alumnos y montó una adaptación de la novela Los de abajo, de Mariano Azuela. Antonieta dirigió la obra,

que se estrenó en marzo en el nuevo teatro de la Secretaría de Educación Pública. En esa época conoció a José Vasconcelos, quien la invitó a participar en su campaña política. Antonieta se integró totalmente en esa aventura. Durante meses participó en giras, mítines, escribió discursos, apoyó económicamente a la causa y fue recogiendo impresiones para escribir una crónica de la campaña. En octubre viajó a Nueva York, donde se reencontró con otros

Su hermano le hizo creer que la familia había quedado en la ruina y dejó de enviarle dinero

compañeros del grupo: Emilio Amero, Francisco Agea, Gabriel García Maroto y Gilberto Owen. Comenzó a trabajar, escribía constantemente y se daba tiempo para difundir la campaña de Vasconcelos. Tenía el propósito de traducir Los de abajo al inglés y albergaba la posibilidad de montar su adaptación en Nueva York. Fue en ese momento cuando conoció a Federico García Lorca, con quien Antonieta se identificó muy pronto y en unos cuantos días sellaron una amistad profunda. En diciembre viajó a Los Ángeles, donde se reencontró con Vasconcelos. En esa ciudad, Antonieta prosiguió su trabajo teatral y en febrero de 1930 presentó finalmente su adaptación teatral de Los de abajo. La huida a Europa Problemas personales la obligaron a regresar a México en abril, pero solo volvió para preparar su salida nuevamente, ahora con destino a Europa. Estaba enferma, padecía una profunda depresión y al perder la patria potestad de su hijo, en un acto desesperado, decidió escapar con él. Primero viajó a Londres, después a París y al final se estableció en Burdeos. En Francia, su situación empeoró. Su hermano Mario la engañó diciéndole que, por un revés, la familia había quedado en la ruina y dejó de enviarle dinero. En realidad buscaba obligarla a regresar y a entregar a su hijo. Vasconcelos llegó a París en febrero de 1931. Antonieta albergaba la esperanza de que pudiera ayudarla con algún trabajo en su revista La Antorcha, pero no ocurrió. El exsecretario de Educación sabía que la única solución era que ella regresara a México; enferma y desesperanzada, lo descartó. Escribió una carta para el cónsul general de México en París, Arturo Pani, que las personas que recogieron su cadáver en la catedral de Notre-Dame encontraron en su bolso junto con una fotografía de su hijo Donald Antonio: “Le ruego que cablegrafié (no lo hago yo porque no tengo dinero) a [Albert] Blair y a mi hermano para que recojan a mi hijo”, decía el mensaje. Un día antes del suicidio había escrito en su diario: “Ya tengo apartado el sitio, en una banca que mira al altar del crucificado, en Notre-Dame. Me sentaré para tener la fuerza de disparar”. Antonieta Rivas Mercado falleció el 11 de febrero de 1931. Se disparó en el pecho con un arma que sustrajo de la maleta de Vasconcelos. El sacerdote que la auxilió supo que se trataba de una mexicana porque Antonieta portaba una medalla de la virgen de Guadalupe.

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CINE

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IN MEMORIAM

El arte de Jean-Claude Carrière Recordamos al guionista con esta entrevista inédita en la que admite su fracaso en la película Antonieta ENRIQUE AGUILAR R. FOTOGRAFÍA EFE

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n 1987 conocí a JeanClaude Carrière en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de La Habana, a la que fue invitado a dar una conferencia sobre sus experiencias cinematográficas. Autor de guiones de películas como Diario de una camarera, Bella de día, La Vía Láctea, El discreto encanto de la burguesía y Ese oscuro objeto del deseo, dirigidas por Luis Buñuel, escribió también los guiones de Cyrano de Bergerac, El tambor de hojalata y Los fantasmas de Goya, entre otras historias ahora clásicas. En esa ocasión me concedió una larga entrevista, de la que he seleccionado el siguiente fragmento a manera de homenaje con motivo de su muerte, ocurrida en París el 8 de febrero. Hablamos, entre otras cosas, del guion que escribió para Antonieta (1982), basado en un texto de Andrés Henestrosa sobre Antonieta Rivas Mercado, interpretada por la actriz francesa Isabelle Adjani y dirigida por Carlos Saura. Carrière reconoció que era una película fallida, también una de las más difíciles que le había tocado escribir “porque se trataba de una historia auténtica, y porque la Rivas Mercado es un personaje histórico, y en torno de ella es muy poco lo que se podía inventar, y por lo tanto había que decir lo que pasó. Respecto de ella se sabe casi todo. Otro elemento que colaboró para que fallara es que su historia es la del fracaso de una vida. Ella salió derrotada de sus aventuras amorosas y políticas. No se puede escribir una buena historia a partir de una vida débil. Esto no lo vi con antelación”. Sin embargo, agregó: “Lo que sí podría ser interesante filmar, a partir de la vida de esta desdichada mujer, es una serie de televisión larga, de cinco o seis horas de duración, pero con un director y una actriz mexicanos, lo cual fue una de las condiciones que puse cuando acepté hacer el guion, y que al final no se cumplió por una auténtica tontería. El que Antonieta haya sido hecha por un director español y con actores extranjeros fue un error. Y lo digo pese a que Saura es mi amigo y lo quiero mucho, pero es que antes de esa filmación él jamás había estado en México y por lo tanto no podía dirigir a los actores mexicanos. Un guionista, un productor y una actriz franceses, un director español y la señora Margarita

El genio prolífico del cine de la segunda mitad del siglo XX, quien murió el pasado 8 de febrero.

López Portillo, que se metió a fuerza a escribir porque según ella ‘lo sabía todo’, era imposible que hiciéramos una buena película mexicana”. Para Carrière, “con un punto de vista mexicano, y con la intención de apreciar la historia de México durante el primer cuarto del siglo XX, para televisión, insisto, y en varias horas, la historia de Antonieta Rivas Mercado podría ser muy interesante. ¡Ah!, pero también, solo hasta que huye del país con Vasconcelos, porque lo que le pasa después ya no es tan importante”. Desde luego, le pregunté por su relación con Buñuel. “Hace más de 30 años que estoy escribiendo. Empecé haciendo novelas. La primera la escribí a los 23 años y la publiqué al poco tiempo de que la terminé. El editor de ese mi primer libro fue quien me presentó al director de cine Jacques Tati. Con él y con el dibujante Pierre Étaix, quien era su asistente, aprendí todo lo referente al cine en cuanto al

“Supe que a don Luis Buñuel le atraía mucho el cine cómico estadunidense”

montaje, el manejo de la moviola y todo lo que a técnica se refiere. Durante esa labor, Étaix y yo nos descubrimos gustos comunes respecto del cine cómico norteamericano de la gran época: Buster Keaton, Laurel y Hardy, Chaplin, y a partir de esa coincidencia escribimos los guiones para cuatro cortometrajes cómicos que no pudimos producir antes de 1961, porque era el tiempo de la guerra en Argelia y por la que me tuve que ir tres años. Cuando regresé a París tenía 30 años, una novela publicada, había hecho periodismo y publicado varias reseñas, pero ya estaba casado y no tenía dinero. Fue entonces, en 1961, cuando surgió la posibilidad de hacer, junto con Pierre, dos de los cortometrajes que habíamos escrito. El primero se llamó Rupture y el otro Feliz aniversario, que obtuvo el Oscar al mejor cortometraje. Después de eso filmamos nuestro primer largometraje, en 1962, llamado El suspirante, en el que Étaix fue el director y también el actor principal. “Esta cinta fue un éxito fenomenal. En Francia obtuvo el premio LouisDelluc y recibió una excelente respuesta comercial, lo cual nos dio los

medios para hacer otras películas y a mí la oportunidad de trabajar con varios directores. “Debido a eso, en 1963, conocí a Buñuel. Al hallar a don Luis ya había hecho también el guion para una película científica, Bestiario de amor, basado en un libro de Jean Rostand —hijo del autor de Cyrano de Bergerac—, filme producido por el Museo de Historia Natural de París, que también tuvo éxito en las salas comerciales. “A partir de estas, para mí, pocas referencias, Buñuel me preguntó: “—¿Cómo es posible que un hombre como usted, con una educación que le permitiría ser un profesor de historia, haga películas, y además tan diversas: una de estilo cómico y otra de tipo científico? “—Pues nada más porque los dos temas me gustaron —le dije. “Después supe que a don Luis le atraía mucho el cine cómico estadunidense —en particular el de Keaton—, y también la vida sexual de los animales porque durante su juventud estudió entomología. Se acordaba muy bien de la vida de los insectos. Sobre ellos lo sabía todo, incluso los nombres en latín de los animalitos. De este modo fue como Buñuel y yo tuvimos de entrada dos temas de conversación. “Quien me envió a ver a don Luis fue el productor de cine Serge Silberman. A mí y a otros guionistas franceses, porque para hacer El diario de una camarera Buñuel quería trabajar con un guionista de la misma nacionalidad que la película, y que conociera la vida de la campiña de ese país. Para mi suerte, en este caso, nací en el campo. Así fue como tuvimos otro tema en común, el mar Mediterráneo, a lo cual se le puede agregar la educación religiosa, el catolicismo, el gusto por el vino del sur francés, por el ajo y el pescado. “Después de la filmación de El diario de una camarera regresé a París, a trabajar con Étaix en la redacción del guion de Yoyo, y al mismo tiempo con Louis Malle para hacer Viva María y El ladrón de París”. Después vendrían muchas otras películas y varias visitas a México. En una de ellas, uno de los grandes guionistas de nuestro tiempo recorrió el barrio de Tepito.

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Consulte una versión más extensa de esta entrevista en www.milenio.com/ cultura/laberinto


EN LIBRERÍAS

13 DE FEBRERO 2021

NARRATIVA, ENSAYO Yoga

El manantial

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A FUEGO LENTO El instinto

Un virus sin corona México, 2020

Emmanuel Carrère Anagrama España, 2021 336 páginas

Ayn Rand Ariel México, 2020 860 páginas

Ashley Audrain Alfaguara México, 2021 336 páginas

Aunque la practica desde hace 20 años con magníficos resultados, el escritor francés no ha querido ofrecer un manual de yoga. Se trata, en cambio, de un testimonio desgarrador, salido de las tinieblas de la depresión, la misma que lo llevó a ser hospitalizado durante cuatro meses. Es también el repaso de una crisis de pareja, de la debacle sentimental y sus dolorosas consecuencias. Por si fuera poco, dirige también la mirada al terrorismo islamista y al drama de los refugiados.

Publicada en 1943, esta novela ilustra la doctrina filosófica que Rand llevó hasta sus últimas consecuencias: el objetivismo, que propone la búsqueda de la felicidad como único propósito moral en la vida, y la práctica de la razón egoísta como principio de toda acción humana. El protagonista sirve a estos ideales pues se dice dispuesto a enfrentarse al establishment de la arquitectura estadunidense, reacio a la innovación y dispuesto a complacer a las masas.

Nada es lo que parece ser en esta novela de aliento marcadamente ambiguo. En el primer cuadro, hay una madre, un padre y una hija, y, al fondo, un puñado de interrogantes. Blythe no sabe si su felicidad familiar es un espejismo, la calca de la vida sórdida que llevaron su madre y su abuela. No sabe tampoco si su marido es la pareja ideal o un tipo con una vida secreta, e ignora si su hija sufre de maldad congénita. Todo es según la circunstancia en que se mire.

Liberación

Siete mentiras

La hermana menor

Imogen Kealey Planeta México, 2020 496 páginas

Elizabeth Kay Planeta México, 2020 390 páginas

Mariana Enríquez Anagrama España, 2020 192 páginas

Novela escrita a cuatro manos por Darby Kealy e Imogen Robertson. En ella se cuenta la historia de Nancy Wake, quien salió de su natal Australia para irse a Europa en los años del ascenso de Hitler. Nancy terminará instalada en la Francia ocupada, en la que participará en la Resistencia. Salvo su estrecho círculo, nadie sabe que es “Ratón Blanco”, un activista buscado por los nazis. Cuando su esposo es capturado por el enemigo, se enfrenta a su reto más duro.

El sentido de esta novela podría contenerse en la siguiente frase arrancada de una de las protagonistas, quien está siempre dispuesta a esperar lo peor: “Las viejas amistades son como una cuerda llena de nudos, deshilachada por ciertas partes y gruesa y protuberante por otras. Temí que el hilo de nuestro amor estuviera demasiado pelado y raído para soportar el peso de mi verdad. Porque la verdad seguramente habría destruido nuestra amistad”.

Nueva edición de este libro de la ganadora del Premio Herralde de Novela 2019 por Nuestra parte de la noche. Subtitulado Un retrato de Silvina Ocampo, el volumen es una historia cultural y la crónica de una época de Argentina. Silvina fue la menor de las hermanas Ocampo; Victoria fue directora de la revista Sur y la mujer más influyente de la cultura de su país. Casada con Adolfo Bioy Casares, Silvina, tras un breve paso por la pintura, destacó en la escritura.

En el tiempo de la plaga ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

U

na vez que el covid-19 se instaló con descaró en nuestras vidas, la Coordinación de Difusión Cultural y Extensión Universitaria y Publicaciones de la UACM llamó a un concurso para premiar a las crónicas que dieran cuenta de esta edad de confinamiento y zozobra. El resultado es Un virus sin corona, 24 textos escritos entre marzo y agosto de 2020 (más 18 recomendados por los jurados para su publicación). Esas crónicas tienen lo mismo la forma de una confesión, un arrebato, un delirio, un grito, una llamada de auxilio, una reflexión o un doloroso adiós a todo lo que ya no es. Provienen mayoritariamente de académicos, profesores, estudiantes y aspirantes a poetas o narradores. Carecen de valor literario pero ostentan una cualidad que suele revelarse cuando nos preguntamos por el sentido de la vida: expresan un estado de ánimo en momentos en que casi nada está dado y casi nada encuentra justificación. Por su disposición periódica, consignan nuestros cambios de percepción y, aún más, nuestras reacciones frente al irremediable enfrentamiento con una realidad que a grandes tramos se volvió cada vez más estrecha e irrespirable. De esta manera, con calendario en mano, constatamos la desconfianza inicial de una viajera que atraviesa la frontera entre México y Estados Unidos después de una larga estancia en Hong Kong, y el saldo final del diagnóstico positivo que aguarda como un animal ponzoñoso bajo un almohadón de plumas. Entre una y otro, ante nosotros se proyectan algunas escenas que, no por conocidas o presentidas, dejan de mostrar el lugar que ahora ocupa la impotencia. Ahí están la mujer que descubre la música en sus largas sesiones de silencio, la vecina que accede a platicar con un vecino impertinente que habla de informes “politizados”, el testamento de quien se sabe un sobreviviente y ya solo puede olfatear las aceras, los fieles compañeros de la muerte y hasta los creyentes en la nueva escalada de los Sabios de Sión y los agoreros que invocan a Guillermo del Toro para que conduzca el apocalipsis. La tentación de explicar nuestro mundo enfermo o castigado guía los esfuerzos de quienes han sido convocados por Un virus sin corona. Esa mera tentación es suficiente para reservarle un lugar en nuestra memoria, tan maltrecha por las homilías edificantes que ignoran los temblores seculares.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

13 DE FEBRERO 2021

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TOSCANADAS

No vayas a decirle que es guapo DAVID TOSCANA

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tilicé un generador de números aleatorios para elegir uno de mis libreros, luego para elegir un estante, entonces para elegir un libro, luego una página y finalmente una línea. Supuse que encontraría una revelación tal como hacen los que abren la Biblia en caprichosa página. Pero la frase elegida por la providencia fue: “No hay que decirle que es guapo”. Pensamiento de una tal Elena Petrovna en la novela Saschka Yegulev. No supe para qué podía servirme tal frase, pues no tenía entre mis planes hacerle notar a nadie su guapura, así es que decidí tomar otro turno en la lotería. Ahora el azar me dio una frase más larga, de Juan de la Encina, que no Juan del Encina: “Cuando ya entraba Goya en la vejez, la historia calzó una vez más en España el coturno de la tragedia, y la única aristocracia que hubo digna de aquella hora

FRANCISCO DE GOYA

Los fusilamientos del 3 de mayo, cuadro que se encuentra en el Museo del Prado.

tremenda fue el pueblo, que dicen soberano y que nunca lo ha sido, ni parece que lo será, a pesar de los demagogos al uso, el cual, con su imponente espíritu de sacrificio, supo mantener enhiesta la dignidad de la nación española”. Esa frase sí me dio para pensar en la insurrección del 2 de mayo de 1808, el cuadro de los fusilamientos de Goya, los ecos que esa guerra tuvo en México con el asunto de Pepe Botella y Fernando VII. Sobre todo, reflexioné en las palabras del autor sobre el pueblo que nunca ha sido soberano, ni entonces ni ahora. Y recordé que en otro libro había leído ciertas palabras de uno de los inútiles Borbones, contento de que los franceses hubiesen aplastado la revuelta popular, ya que la realeza y la aristocracia prefieren someterse a un poder extranjero que a un pueblo sublevado. En tal ocasión, el hermano del rey de España le dijo al general

francés que había aplastado a los insurrectos: “Estamos muy satisfechos de que haya sucedido esto. Ya no se atreverá nadie a decir que un ejército puede ser derrotado por paisanos armados con palos y cuchillos”. Así, con más acomodo y traición que luces, los Borbones se han mantenido hasta la fecha en el trono. Al cerrar el libro, me dio curiosidad leer a Juan del Encina, que no De la Encina, llamado el padre del teatro español, y a quien bien se le daban los versos. Tomé la antología Mil años de poesía española. “Ojos garços ha la niña:/ ¡quién ge los namoraría!/ Son tan bellos y tan bivos/ que a todos tienen cativos,/ mas muéstralos tan esquivos/ que roban el alegría”. También compuso aquella canción que dice: “Comamos y bevamos tanto/ hasta que nos rebentemos,/ que mañana ayunaremos”. Y yo, con su permiso, tengo unas costillitas de cerdo en el horno. Salud.

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BICHOS Y PARIENTES

Un siglo de masas

U

n siglo desde que Sigmund Freud publicó Psicología de las masas y análisis del yo (1921), libro que rebasa los ámbitos psicoanalíticos. Es poco tiempo para un asunto histórico y político tan importante, pero es que no es sino en el siglo XX que el fenómeno de las masas se vuelve urgente, cuando los asentamientos urbanos y la participación política alcanzaron el orden de los cientos de miles. Lo adelantan dos sociólogos, Gabriel Tarde y Gustave Le Bon, de donde lo recoge Freud para poner el dedo en la llaga. Las pretensiones científicas del siglo anterior, incluida la suya, describieron el fenómeno: la alteración psicológica del individuo dentro de la masa. Pero los sociólogos no se ocuparon de averiguar qué unía a esos individuos, por qué elegían deponer su singularidad. Le Bon había insistido en que el sujeto de la masa se comportaba como bajo hipnosis, pero eso dejaba fuera las motivaciones. Freud aporta el punto central: la participación en la masa le permite al sujeto “echar por tierra las represiones de sus mociones pulsionales inconscientes”. Se suma a la masa quien lo desea, lo busca, lo quiere: el hombre masa quiere serlo y, de serlo, obtiene un goce. Diez años después, José Ortega y Gasset (La rebelión de las masas, 1930) asume lo mismo, desde un orden de ideas muy distinto: el hombre masa es voluntario y, por tanto, responsable de su acción. Es un sujeto que “no se sospecha a sí mismo”, que encuentra dentro de sí un repertorio de ideas que no ha pensado, y decide que está completo. No necesita mostrar por qué cree que hubo un fraude

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA EFE

electoral: ya sabe. No duda: lo suyo no es pensar sino irrumpir cuando algo irrita sus certezas compartidas y confirmadas por la cantidad, no por la razón. Llama rebelión de las masas “al hecho más importante en la vida pública”, que consiste en “el advenimiento de las masas al pleno poderío social”. Son dos elementos que, sumados, dan miedo: el hombre masa desea serlo y está convencido de saber todo lo que necesita para actuar públicamente y ante los demás de modo poderoso. Y aquí aparece el tercer gran autor, Elias Canetti, y ese libro

Hacer a un lado a un autor importante puede indicar algo más que unos malos sentimientos

de ensayos que exploran una realidad innominable y con frecuencia aterradora: Masa y poder (1960). Comienza con el propio cuerpo: los usos de la mano como apoderamiento, la boca y la incorporación de cosas exteriores, las metáforas de comer. De ahí, la supervivencia en sus dos costados: el miedo a ser tocado, a sucumbir, y la adquisición de fuerza y poder. En el avance de la marabunta no se puede ser más que hormiga o comida. Quien participa en la masa tiene acceso a un goce que consiste en perderse, disolverse, participar. El que no participa tiene miedo. Tres libros estupendos en una secuencia de acercamiento: la observación científica y objetiva en Le Bon y Freud; un Ortega que habla de las masas como si marcharan frente a su casa; Canetti y el miedo a un ser que puede tocarnos con las manos. De libro en libro queda

Acto de despedida del fallecido Fidel Castro en la Plaza de la Revolución.

la formidable crónica de un ascenso: psicología, rebelión y poder, que avanzan parejos a la observación, el horror y el terror. Los libros son un mismo hilván de un miedo creciente: el goce de la cantidad y el pensamiento depuesto. Es muy curioso que los autores se evadan. Solamente Freud cita a Le Bon; Ortega se salta a Freud, y Canetti no menciona ni a Freud ni a Ortega. ¿Por qué, si cada uno fue libro famoso y traducido? Ortega escribió un prólogo a la traducción española de las “obras completas” de Freud, en 1922. El libro de ensayos de Canetti se publicó en 1960, cuando los otros dos eran ya parte notoria de la cultura. Los tres autores conocían el alemán y el español. Solo por un azar sañudo, cada autor desconocería a los anteriores. Hacer a un lado a un autor importante puede indicar algo más que unos malos sentimientos; incluso al contrario: si me meto con este escritor no podré sino copiarlo, y el problema de las masas es tan presente en mi pensamiento que, mejor, me quedo a devanarme los sesos por mi cuenta. Sobre todo si se trata de elogiar el pensamiento independiente y el valor individual. Imagino un raro homenaje que consiste en mirar a otro lado. Y quizá de ese otro lado tenga que venir un nuevo trabajo, porque el fenómeno ominoso de las masas sigue presente y con mayor capacidad opresiva en las redes sociales. Conserva, en el mundo virtual, las características señaladas por Canetti: la masa siempre quiere crecer, ama la densidad, necesita una dirección y en su interior reina la igualdad.

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