Laberinto No.923 (20/02/2021)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

RESEÑA

FERNANDO ZAMORA

FERNANDO FIGUEROA

Diario de una adolescente

Los fotógrafos de Octavio Paz Foto: Caviar Films

SÁBADO 20 DE FEBRERO DE 2021 AÑO 17 - NÚMERO 923

Irene Vallejo: mujeres, libros y bibliotecas Carlos Rubio Rosell/ Madrid/ FOTOGRAFÍA: JAMES RAJOTTE

Foto: Ricardo Salazar


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ANTESALA

20 DE FEBRERO 2021

DOBLE FILO

Actuar es su religión FERNANDO FIGUEROA

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aide Silvia Gutiérrez estudió Literatura Dramática y Teatro en la UNAM (titulada con mención honorífica) y un curso de dirección teatral en Nueva York gracias a la beca Fulbright. En 1983 estelarizó la cinta El norte, de Gregory Nava. Ha obtenido Diosas de Plata por sus actuaciones en Por si no te vuelvo a ver (Juan Pablo Villaseñor, 1999) y Ciudades oscuras (Fernando Sariñana, 2002), además de múltiples premios como actriz de teatro. Aparece en la serie de Netflix Madre solo hay dos (2021), pertenece al elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro y hoy juega ping-pong con Laberinto. ¿Para qué sirve el arte? Para ser feliz. ¿Qué es la actuación? Mi religión. ¿Qué es el escenario? Una página en blanco para la acción. Un libro en una isla desierta. El espacio vacío, de Peter Brook. Algo que no puedas enseñar en las escuelas de actuación. A verterte en el otro. Emilio Carballido en una frase. Joven eterno de la escena mexicana. Gregory Nava en otra. Grande, grande, grande. Un actor extranjero. Anthony Hopkins, siempre indescifrable. Una actriz mexicana. Ana Ofelia Murguía. ¿Qué ves en ella? Lo mejor de la mujer. ¿Shakespeare ya lo dijo todo? Sí, pero tal vez no lo hemos comprendido cabalmente. Una obra de él. Macbeth, y no soy supersticiosa. Un escritor mexicano vivo. Alberto Ruy Sánchez. ¿Cuántos libros tienes en tu casa? Como 3 mil 500. ¿Qué estás leyendo? Mindfulness para principiantes, del doctor Jon Kabat-Zinn. ¿Qué te ha enseñado la pandemia? A estar bien acompañada conmigo misma. Un pintor mexicano y otro extranjero. Tamayo y Picasso. ¿Qué aprendiste en Columbia University? A hacer tangible el pensamiento en escena. Tu día más feliz en Nueva York. Cuando me fui. ¿Cumples años el Día de muertos? Sí. Ese día siento mucha vida. ¿Qué se siente actuar en Bellas Artes? Algo sublime. Una frase de Sor Juana. La clásica: “Hombres necios…”. Stanislavski o Grotowski. Defiendo mucho la emotividad, pero Grotowski me atrae sobremanera. Un gusto teatral culposo. Ninguno, todos son gozosos. A qué se parece hacer un monólogo. Es como un doctorado. Una telenovela que harías otra vez. Para volver a amar. Tu epitafio. “La acción es lo que cuenta”.

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Diario de una adolescente. Dirección: Marielle Heller. Estados Unidos, 2015. Disponible en Amazon Prime.

HOMBRE DE CELULOIDE

Dos clases de amor

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA CAVIAR FILMS

onmovidos por la presencia escénica de Anya Taylor-Joy en Gambito de dama, pocos advirtieron la existencia de Marielle Heller quien hace de la madre adoptiva y agente de la estrella de ajedrez. Heller no solo es una magnífica actriz, es además la directora de Diario de una adolescente, ganadora del premio Generation 14plus en el prestigiado Festival Internacional de Cine de Berlín. Diario de una adolescente no se limita a ser una magnífica película para jóvenes; es una pieza poética que gira en torno a lo que significa el amor en dos planos: el sexual y el filial. Además, Diario de una adolescente se inscribe en la tradición de El guardián entre el centeno, una de las novelas más influyentes de la literatura estadunidense. “Acabo de tener sexo”, con esta frase inicia la película. Cámara muestra a una adolescente que recorre, feliz, un parque. Es de mañana y su cara transmite el estupor de haber descubierto el amor erótico. Hombres y mujeres revelan a Minnie que el sexo está en todas partes y parece señorear el mundo. Minnie es interpretada por Bel Powley, actriz que produce efectivamente los matices de la edad y todo lo que significa meterse a los 15 con un adulto. El affaire es contado desde el punto de vista de la

niña. Nos parece así inconsciente y hasta un poco inocente. Uno pensaría que Minnie está inspirada en la Lolita de Nabokov. Pero no. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que ella está, más bien, como el protagonista de El guardián entre el centeno, perdida en un mundo de adultos. Y en él tiene que encontrar su propio lugar. Por eso resulta tan importante el giro en que Minnie se pierde en la ciudad. Como Holden Caulfield en la novela de Salinger. Aquí Minnie se encuentra con un universo de drogas, sexo sin amor y prostitución que el autor de El guardián entre el centeno apenas pudo insinuar. Es en este universo donde tiene lugar el giro, la transformación causada por el encuentro de la protagonista con lo que realmente desea. Basada en la novela gráfica de Phoebe Gloeckner, Diario de una adolescente tiene el encanto transgresor del cómic underground. Para conseguirlo, la directora ha echado mano del arte de la animación. Así

La película se inscribe en la tradición de El guardián entre el centeno

vemos a la protagonista cuando es devorada por el papel y la tinta de sus propios dibujos. En ellos, Minnie vaga por una ciudad asfixiante que pronto va a conocer en carne viva. Porque es en esta ciudad donde Minnie se dará cuenta de que su inocencia ha sido falsa, que la relación con el novio de mamá es un clavo ardiente y que lo que ella en realidad estaba buscando no era el amor sexual sino el amor filial. Es justamente entonces que entendemos por qué Diario de una adolescente es una película que vale tanto la pena ver. Su importancia va más allá de la idealización de la sexualidad adolescente, del retrato de una época que, con sus flores coloridas y sus consignas de amor, resulta tan discretamente perversa como Minnie al iniciar la película. “Mi mamá necesita de un hombre para ser feliz, yo no”, concluye la heroína hacia el final. En esta frase está contenida su metamorfosis. Minnie se ha transformado ya en una artista. Tiene sus dibujos, se tiene a sí misma y, lo más importante, tiene un amor propio que le ha dado su madre con un simple “te extrañé”. Diario de una adolescente es, como Gambito de dama, la historia de una joven mujer que, a pesar del machismo, llega a ser quien es.

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ANTESALA

20 DE FEBRERO 2021

POESÍA

La aquietada luz de tus inviernos DIEGO JOSÉ

A Joan Margarit

Recibo la dura noticia de que has muerto y mi impulso me lleva a escribirte como si aún pudieras recibir estas palabras y responder con la aquietada luz de tus inviernos a la repentina tristeza de perderte, al anclado silencio que detiene para siempre tu voz entre los vivos. Y, sin embargo, ya empiezan a resonar en el mar de la poesía, tus versos, y a recordarnos con la humilde solidez de su íntima arquitectura, que: “sin el dolor no habríamos amado”. En recuerdo de Joan Margarit, el poeta español y Premio Cervantes en 2019, quien murió el pasado 16 de febrero.

EX LIBRIS

Lectura: el vicio que se hereda/ EKO

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LOS PAISAJES INVISIBLES

El bibliófilo infrecuente IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

o solo fue un lector infrecuente al mejor estilo de la especie que exaltaba George Steiner sino un bibliófilo obsesivo y un parlanchín acostumbrado a divagar con anécdotas oscuras y ficciones creadas de improviso, por lo que charlar con él seguramente fue una experiencia surrealista, y aquí el término surrealista no es exagerado porque, al escribir sus guiones, Jean–Claude Carrière apostaba por las infinitas posibilidades del acto indeliberado, ese instinto que dotaba a sus personajes de existencia propia. Es claro en Séverine (Catherine Deneuve) de Bella de día o en Mathieu (Fernando Rey) y las Conchitas (Carole Bouquet y Ángela Molina) de Ese oscuro objeto del deseo, ambos filmes de Luis Buñuel, en los que Carrière dio rienda suelta a los calamitosos enredijos de la psique, por no hablar de otros personajes a los que dotó de vida (y delirio) en las películas de Volker Schlöndorff, Philip Kaufman, Milos Forman, Jean–PaulRappeneau oMichael Haneke. Pero volviendo a la descripción inicial, el Carrière lector, bibliófilo, conversador y fabulador también fue un erudito, por ejemplo, en poesía francesa barroca del siglo XVII. Jean de Lacèpéde, Jean– Baptiste Chassignet, Claude Hopil y Pierre de Marbeuf son autores que podía citar de memoria aunque nadie haya escuchado nunca aquellos nombres, sencillamente porque hace siglos que nadie los publica e, inclusive, fueron desterrados de la república de las letras por el crítico Nicolás Boileau, el temible legislador del Parnaso. Carrière aseguraba que Lacèpéde y compañía eran superiores a Lamartine y a Musset, las eminencias de la historia oficial de las letras francesas, porque como buen bibliófilo, se empeñó en conseguir libros sobrevivientes a las catástrofes del tiempo: la ignorancia o el menosprecio injustos, el olvido. En esa espléndida conversación con Umberto Eco, publicada en 2010 con el título Nadie acabará con los libros, Jean–Claude Carrière exhibió sus fascinaciones y flaquezas, sus vaticinios y certezas con respecto al libro y la biblioteca personal, objeto–espejo y espacio–museo de uno mismo, porque somos los libros que leemos y también los libros que no leímos y los que leeremos. Sí, aquello de lo que no hicimos en contraste con lo que haremos suena absurdo, pero, coinciden Eco y Carrière, en las estanterías conviven ejemplares que alguna vez serán atendidos u hojeados por el dueño, y otros que jamás llegarán a descubrirse. No obstante, entre los libros leídos o revisados y los tomos que nunca se abrirán, se produce un raro fenómeno, digamos, contemplativo. “A menudo voy a una habitación en la que tengo libros y simplemente los miro, sin tocar siquiera uno. Me produce algo que no sabría decir. Es intrigante y al mismo tiempo tranquilizador”, dijo Carrière, y contó una curiosa anécdota: cuando se ocupaba de la Fémis (escuela nacional de cine en Francia), le permitió a Godard montar su nueva película en los talleres de la escuela. Lo que hizo Godard para editar el filme fue acomodar en los estantes las cajas de colores que contenían las diversas secuencias del relato, y se ponía a mirarlas tal como uno hace al contemplar su biblioteca. Sin abrir las bobinas, sin tocarlas, Godard observaba los colores tratando de recordar o hallar un orden, buscar inspiración. Y eso, los libros y su magia, son un bálsamo transitorio que no nos pertenece pues, para finalizar la charla, Carrière le confesó a Eco que al morir, imaginaba que su esposa y sus hijas venderían su biblioteca pero eso no le entristecía porque “cuando libros antiguos vuelven al mercado, se dispersan, se van quién sabe dónde, hacen felices a otras personas, alimentan la pasión por la bibliofilia”. Ahora mismo, tal vez algunos de sus libros vuelan en busca de un nuevo anaquel.

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DE PORTADA

20 DE FEBRERO 2021

Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco, reflexiona sobre la escritura y los libros como custodios de la memoria

“La literatura con nombre propio empieza con una mujer”

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CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID FOTOGRAFÍA JORGE FUEMBUENA

a épica del conocimiento y de la transmisión del saber que contienen los libros es lo que Irene Vallejo ha plasmado en El infinito en un junco (Siruela, 2020), que ya alcanza su vigésimo sexta edición. Nacida en Zaragoza en 1979, filóloga de formación y autora de las novelas La luz sepultada (2011) y El silbido del arquero (2015), y de las antologías de artículos periodísticos Alguien habló de nosotros (2017) y El futuro recordado (2020), Vallejo expone en entrevista con Laberinto algunas de las claves de este ensayo, cuya columna vertebral es mostrar la épica cultural oculta, paralela a la épica de la guerra, del poder, del conflicto y del dinero, que refleja la historia del libro y que se ha contado muy por debajo de esos relatos, conjugando el amor al conocimiento como uno de los principales resortes de nuestras vidas, porque el conocimiento, como dice Vallejo, es algo emancipador y tiene una veta milenaria de aventuras, riesgos y búsquedas que encierran una de las grandes historias de la humanidad. El infinito en un junco es una historia sobre los esfuerzos por preservar la maravillosa creación técnica, espiritual y sobre todo cultural que es el libro. Tengo la impresión de que la historia de la literatura se ha enfocado desde el punto de vista de los creadores, quienes cobran el protagonismo y, sin embargo, han eclipsado la historia de la transmi-

sión, que es importantísima. Todas esas obras literarias no habrían llegado hasta nosotros sin esa cadena de personas que hicieron esfuerzos, mejoras técnicas, hallazgos, que fundaron bibliotecas, viajaron con los libros, los ocultaron cuando eran perseguidos por la censura o los fanatismos, personas en su mayoría anónimas que han hecho posible la comunicación entre los siglos y las generaciones. Así que de alguna forma quería enfocar e iluminar esa tarea silenciosa sin la cual las grandes obras, los clásicos que seguimos leyendo, no habrían llegado hasta nosotros. Usted señala que la invención del libro ha sido tal vez el mayor triunfo en nuestra lucha contra la destrucción. ¿Qué implican ese triunfo y esa lucha? Reflexiono sobre nuestra condición humana, pues somos la única especie que guarda memoria del pasado. Los animales no saben cómo era el mundo antes que nacieran; no saben las peripecias, cuáles fueron sus hábitats originales, cómo fueron trasladados, cómo se reprodujeron, cómo se aclimataron a nuevos continentes; no saben nada de eso, solo saben lo que ha sucedido en el espacio de sus vidas. En cambio, los seres humanos estamos en contacto con nuestro pasado, con generaciones previas. Somos capaces de hablar con los muertos, que dicho así suena un poco fantasmagórico, pero es el milagro que nos permiten los libros: escuchamos voces desde el pasado con sus propias palabras. El olvido lo engulle todo: lo que hemos creado, sentido, pensado, descubierto, nuestros hallazgos y todos los rastros de nuestra vida si no luchamos contra él, si no le ponemos un dique. Y el dique contra el olvido ha sido primero el lenguaje,

después la escritura y finalmente los libros, que se han proyectado a las actuales revoluciones tecnológicas. El infinito en un junco aborda esa historia de los avances hacia la simplificación de la lectura, los cuales, según apunta usted, han sido lentos, indecisos y graduales. Sin embargo, tengo entendido que tuvo que reducir la idea original que tenía de contar esa historia y en este libro solo se centra en el mundo griego y romano. ¿Por qué? Es lo que pasa cuando uno investiga una cuestión de tan largo alcance. Me di cuenta de que todo tenía derivaciones en otros asuntos y cuestiones. Y vi que estaba escribiendo un libro interminable. Así que mi editor, con buen criterio, me propuso centrarme todo lo posible en la antigüedad grecolatina y en los orígenes de la escritura, el tránsito de la oralidad al libro, y cómo se pusieron los cimientos de todas estas revoluciones progresivas y cómo se fueron mejorando los formatos en aquellos primeros balbuceos. Y a través de saltos y conexiones entre el presente y el pasado pude extender el alcance de esos primeros momentos y decisiones. Por otra parte, me centré en la cultura europea y sus conexiones con el mundo oriental antiguo, con las primeras civilizaciones, Egipto y Mesopotamia, y dejé fuera toda la enorme aportación oriental (China, Japón, la India), y al moverme por la época antigua también quedó fuera América y los territorios que en aquel momento no for-

“Creo que el acto creativo siempre tiene algo de memoria y deuda con el pasado”

maban parte de la visión del mundo que tenían los griegos y los romanos. En ese sentido, creo que la función de los ensayos es sobre todo fomentar el interés sobre una cuestión, y quizá el esfuerzo porque ahora miremos los libros de otra manera después de haber leído El infinito en un junco, porque tenemos los libros como objetos cotidianos, rutinarios, y no pensamos la fascinante aventura que hay detrás de estos inventos. No los miramos como tecnologías, como destinatarios de pasiones, esfuerzos, búsquedas, expediciones, viajes y creaciones. La intención de este ensayo es precisamente que la visión de ese objeto cambie y contemplemos todo el trayecto que han recorrido y lo asombroso que es en el fondo que esos objetos tan frágiles y cotidianos hayan podido protagonizar una historia de supervivencia milenaria como la que cargan a lomos. En esa larga historia, que es un apasionado compendio de anécdotas e hitos, ¿cuál es el hecho que más le ha impactado del universo que ha sacado a flote? Tengo la sensación de que quizá una de las mayores aportaciones de El infinito en un junco, que en otros aspectos es un compendio o una síntesis de conocimientos, es incorporar a las mujeres, el papel que han tenido en esta historia, el cual es difícil de rastrear porque quedan muchas menos huellas de su paso o son más borrosas. Para mí, el descubrimiento de que el primer texto firmado con nombre propio de la historia lo escribió 1500 años antes de Homero una mujer, Enheduanna (hija del rey Sargón I de Aacad), quien toma la palabra y dice “yo” y firma un texto con su nombre, me pareció un hecho de incalculable


importancia y me pareció asombroso que no se hablara apenas de este personaje, que sea casi un desconocido para la mayoría del público e incluso para mí misma que estudié una especialidad en literatura antigua y que atravesé esa formación sin que nadie me hubiera siquiera mencionado el hecho de que la literatura con nombre propio empieza con esta mujer, Enheduanna. Esto me pareció un hallazgo que había que modular y poner en el lugar de importancia y consideración que merecía. Y a través de eso empecé a replantearme la posición de las mujeres, porque normalmente se dice que en aquella época las mujeres tenían más dificultad para escribir, para acceder a la educación, y por eso no hubo mujeres o no se puede rescatar su legado. Pero el hecho es que las que hubo han caído en el olvido y al día de hoy siguen estando arrinconadas. Así que acometí el intento de reivindicar el papel de las mujeres y buscar al menos los nombres, las huellas, las menciones, aunque fuesen tangenciales, de esas mujeres, y allí donde había una referencia intenté recogerla e incorporarla. Al final terminé descubriendo que eran

Irene Vallejo se presenta este sábado a las 14 horas en la edición virtual de la Feria Internacional del Libro de Minería.

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DE PORTADA

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muchas más de las que había pensado, aunque muchas menos que sus colegas varones. Y ellas, las que fueron capaces de desafiar las prohibiciones, las dificultades y la censura, esas mujeres son reivindicadas y reconocidas en este ensayo, de Enheduanna y Safo a Aspasia, las mujeres filósofas de la Antigüedad, Sulpicia o Hipatia, entre otras, para que no vuelvan a caer en el olvido, pues para ellas conseguir dejar huella de su labor y pensamiento fue mucho más difícil. En su libro hace una serie de observaciones sobre el fenómeno literario y expone asuntos como el de los clásicos o el canon, y en un momento aborda la tradición, la norma y la originalidad. ¿Cuál es su perspectiva al respecto? Es muy interesante. Es un debate que desde una perspectiva histórica gana en profundidad. Creo que el acto creativo siempre tiene algo de memoria y deuda con el pasado, y en ese sentido los griegos consideraban que Mnemósine, la diosa de la memoria, era la madre de las Musas, y siempre había que leer, que conocer, que haberse iniciado con las palabras

de otros escritores antes de encontrar tu propio lenguaje. En definitiva, somos deudores de todo lo que nos ha precedido, de los libros leídos, del impacto estético que nos han producido los antepasados. En sus formulaciones más radicales se puede decir que no hay nada absolutamente nuevo bajo el sol y que muchas veces lo que no se reconoce como tradición es muchas veces olvido. Otros temas que toca en su ensayo son los del revisionismo y la censura. Usted afirma que tratándose de los libros lo importante es enfrentarse a ellos. ¿Qué le parece el momento de revisionismo del pasado y censura que vive el mundo? Vivimos esa tendencia a edulcorar los relatos, algo que empezó con la literatura infantil alegando que los relatos tradicionales eran demasiado duros y que podían afectar la sensibilidad de los niños. Luego eso ha saltado a los libros que se utilizan en la educación y ha llegado hasta la universidad. En este tema mi posición es que debemos aprender a leer con perspectiva crítica los textos tal y como fueron escritos. Tenemos que aprender que cuando leemos no tenemos por qué estar de acuerdo con todo ni mirarlo con ad-

miración por el mero hecho de que un autor sea un clásico. Dicho esto, es muy importante que los leamos y aprovechemos el testimonio de barbarie que nos ofrecen, porque si la historia nos puede enseñar algo es precisamente cuando tenemos una imagen real y no falsificada de nuestro pasado. Incluso los acontecimientos más terribles pueden ayudarnos a conocerlos, porque de esa manera podemos anticipar o prevenir nuevos brotes de prejuicios o discriminaciones porque ya los conocemos, ya sabemos cómo funcionaron esas mentalidades en el pasado. La idea de que tenemos que preservar una especie de sociedad intacta donde a los niños y jóvenes no hay que ponerles en contacto con ninguna mala idea, no sea que se les contagie, es absurda, porque el mundo es violento, hay peligros y la historia está llena de barbarie. Todos los intentos de censura provocan que esos niños y jóvenes se refugien en los videojuegos, donde ahí sí la violencia no tiene restricción ni ninguna relación con la realidad, porque es una violencia impune y sin consecuencias. La literatura es un lugar donde tenemos que enfrentarnos con los desafíos del mundo y de la historia. Me parece que fue George Steiner quien hacía la diferencia entre instrucción y educación. ¿Qué elementos considera que hacen falta para una buena pedagogía de la lectura? ¿Por qué parece que los jóvenes se alejan de los libros? Hay un pesimismo general en todo lo que se refiere a la lectura. Muchas veces, cuando se afirma que cada vez se lee menos, yo pregunto que menos que cuándo. A lo largo de la historia leía muy poca gente, aunque solo fuera porque el acceso a la educación, a la alfabetización y a los libros era muy reducida. La generalización de la lectura es un fenómeno muy reciente, de finales del siglo XX en términos globales, y tampoco hemos tenido tiempo de hacer una comparativa y anunciar constantemente este hundimiento y apocalipsis de los libros. Por otro lado, en distintos momentos de la historia la gente ha pronosticado que los libros se acaban, y que estos seres con mala salud de hierro se están muriendo, pero quizá por eso resucitan mejor que nadie. Así que lo pongo en cuestión: ¿cuándo hemos leído mejor que ahora, cuando tenemos más alternativas para el ocio y hay más gente que nunca capaz de leer? Me llama la atención que lleven tantos años diciendo que se acaba el mundo de los libros, que están obsoletos, que pertenecen a otra época y son un anacronismo, y, sin embargo, cuando llega de verdad una catástrofe como la pandemia, han aumentado los índices de lectura. Por otro lado, es cierto que el ritmo que vivimos en la sociedad y las pantallas, los móviles, de alguna manera conspiran contra la tranquilidad, la serenidad, el ritmo lento y la concentración que necesitan y cultivan los libros. En ese sentido, hay que ser conscientes de lo importantes que son los libros para equilibrar o compensar esas tendencias. Pero, por otra parte, la lectura gusta a cierto tipo de personas y no deberíamos imponerla ni sentirnos superiores a los que no leen, porque eso crea rechazo.

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Lea la versión íntegra de esta entrevista en la edición digital de Laberinto.


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EN LIBRERÍAS

20 DE FEBRERO 2021

RESEÑA

Los rostros sucesivos de Octavio Paz En un bello libro, Rafael Vargas ofrece la iconografía definitiva del poeta y ensayista FERNANDO FIGUEROA FOTOGRAFÍA XAVIER QUIRARTE

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a iconografía definitiva de Octavio Paz debía hacerla un poeta y así sucedió. A Rafael Vargas se debe Octavio Paz. Iconografía (Fondo de Cultura Económica/ Universidad Autónoma de Querétaro, 2020), una especie de carta amorosa no de 388 páginas en papel couché sino de igual número de hojas de un árbol cuyas raíces se adentran en quien toca, mira y lee el volumen. Si en el poema “Los fieles difuntos” Rafael Vargas dice que sus ancestros “a veces abren la puerta de algún sueño” para conversar con él, en Octavio Paz. Iconografía el Premio Nobel parece que se asoma sobre el hombro del compilador para verse a sí mismo desde la niñez hasta casi sus últimos días. Vargas llevó a cabo la investigación iconográfica y seleccionó los textos de Paz y de otros autores que contextualizan las imágenes; además, escribió el prólogo y las notas que, con información puntual y cierto aliento poético, llevan de la mano al lector. Una cronología, a cargo de Diana Ylizaliturri Garza, enriquece sobremanera el estupendo paquete en el que solo se extrañan las sonadas querellas del Nobel con varios intelectuales, al menos alusiones a las mismas. Medio centenar de fotógrafos profesionales y amateurs aportaron imágenes para el volumen, mientras que los archivos, agencias y diarios consultados llegan a cuatro decenas. La lista de agradecimientos a quienes colaboraron en la cristalización del volumen es larga y concluye con el nombre de la ya fallecida Marie-José Paz, “cuyo consejo y guía fueron invaluables para dar forma a esta cinta silente”. Un buen porcentaje de las fotografías fueron tomadas por Marie-Jo, la compañera inseparable de Octavio Paz en México y en los países donde residieron. También hay instantáneas realizadas por profesionales de la lente como Manuel y Lola Álvarez Bravo, Sara Facio (incluyendo la portada), Rogelio Cuéllar, Antonio Gálvez, Rafael Doniz, Héctor García, Alicia D’Amico, Paulina Lavista, Nadine Markova, Juan Miranda y Ricardo Salazar. En 2010, para conmemorar 20 años de la obtención del Premio

Con Rubén Bonifaz Nuño, el 9 de octubre de 1977 en el Palacio de Minería.

Nobel de Literatura por parte del autor de La llama doble, Rafael Vargas ideó el volumen Octavio Paz. Entre la imagen y el nombre (Conaculta), que incluye materiales de los fotógrafos mencionados. En la mayor parte de las fotografías de Entre la imagen y el nombre, Paz aparece a solas. Ahora, en la Iconografía se ve al personaje solo pero también rodeado de amigos, intelectuales, artistas y algún político: de Emilio Portes Gil a Nehru y del rey Juan Carlos a Indira Gandhi. Vargas señala que no existen fotografías de Paz con personalidades como Picasso, Braque, Benjamin Péret, Henri Michaux, Albert Camus, Jean-Paul Sartre o Claude Lévi-Strauss, pero es un hecho que convivió con todos ellos en París. Algo similar sucede con figuras mexicanas como Rodolfo Usigli, José Gorostiza, Jorge Cuesta, Salvador Novo y José Revueltas, entre otros. En la actualidad, cuando millones traen una cámara fotográfica en su celular, es difícil entender tales

ausencias, pero hubo un tiempo en que esas máquinas eran armatostes utilizados por muy pocas personas. En el prólogo se lee: “Pese a que Paz frecuentó a Breton durante los dos periodos en que vivió en Francia, parece que nadie los fotografió juntos. A lo largo de dieciocho meses el escritor y cineasta Alain-Paul Mallard revisó todos los archivos públicos y privados de Francia donde cabía la posibilidad de que existiera una imagen de ambos y no encontró nada”. Vargas se pregunta si en verdad una imagen vale más que mil palabras; responde que las fotos solo son pistas que requieren de palabras que les otorguen sustento. A partir de esa premisa, fotografías y textos conforman un caleidoscopio que muestra el paso de Paz por el mundo y, por añadidura, el reflejo de una época. Según el autor, Octavio Paz. Iconografía no intenta ser una biografía, pero lo es de algún modo. Imágenes y palabras corren paralelas para mostrar cronológicamente al niño con traje de marinero que a los 23 años ya es un intelectual que viaja a España al Congreso de Escritores

Antifascistas, donde alterna con Pablo Neruda, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Nicolás Guillén, Luis Cardoza y Aragón, Fernando Gamboa y Carlos Pellicer. Cargos diplomáticos llevan a Paz a Francia, donde aparece junto a José Bianco, Blanca Varela, Fernando de Szyszlo, Jacques Prévert y Jean Cocteau. En Japón con Elena Garro y Helena Paz. En Nueva Delhi con Cortázar, antes de renunciar por la masacre de Tlatelolco. De regreso en México con los teatreros de Poesía en Movimiento. En ruinas arqueológicas con André Pieyre de Mandiargues o con André Malraux junto a una cabeza olmeca perdida en París. En el vibrante auditorio Justo Sierra de la UNAM o en un plácido estudio de Televisa. Con Carlos Fuentes aquí, allá y acullá. En Madrid recibiendo el Premio Cervantes y en Estocolmo el Nobel. Con Efraín Huerta, Tamayo, Gabo, Borges, Ida Vitale, Sabines, Vargas Llosa, Julio Scherer, Monsiváis, La Doña y un largo etcétera, todos ellos en una primera edición de dos mil ejemplares que ya está a la venta.

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EN LIBRERÍAS

20 DE FEBRERO 2021

NARRATIVA, ENSAYO Qué fue de los Mulvaneys

El cuerpo. Cegador, 2

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A FUEGO LENTO Las cosas como son y otros fantasmas

El libro de Aisha México, 2021

Joyce Carol Oates Lumen España, 2020 768 páginas

Mircea Cartarescu Impedimenta España, 2020 528 páginas

Pau Luque Anagrama España, 2020 256 páginas

Esta novela de la inmensa escritora norteamericana puede leerse como una denostación del sueño americano y como el retrato de una época que anunciaba prosperidad y terminó siendo el asiento de la decadencia que trajo el siglo XXI. Versa sobre una familia próspera y feliz que inicia su caída una vez que un suceso funesto trastorna la vida de una de las hijas. Nos asomamos a su intimidad y también a las contradicciones de un país que solo aspira a los extremos.

Zona central de la trilogía que ha cimbrado las bases de la literatura europea. Estamos en Bucarest a mediados de la década de 1960, cuando los vientos de la Guerra Fría soplaban con fuerza, mientras un grupo increíble de personajes da cuenta de un país gris y al mismo tiempo alucinante: el joven que vivió a mediados del siglo XIX, la niña que mira cómo en su espalda crecen alas de mariposa, el vigilante nocturno que posee un cuadro que alberga al universo entero…

Libro ganador del Premio Anagrama de Ensayo 2020. Su asunto central no puede ser más urgente, sobre todo si atendemos a la campaña moralista que han emprendido algunos grandes museos: la diferencia entre libertad de creación y buenas costumbres. El investigador de la UNAM sostiene, a partir del análisis de la obra de Nick Cave, Lolita de Nabokov y El mar, el mar de Iris Murdoch, que la imaginación artística no admite la absolución ni la condena.

Cómo evitar un desastre climático

La edad de la piel

Contra la invisibilización

Bill Gates Plaza & Janés España, 2021 320 páginas

Dubravka Ugresic Impedimenta España, 2021 272 páginas

Ruiz, Sánchez y Bautista (coords.) Gedisa/ USUABJO México, 2020 304 páginas

“Hay dos números relacionados con el cambio climático que conviene conocer. El primero es 51 mil millones. El segundo es cero. Cincuenta y un mil millones es el número aproximado de toneladas de gases causantes del efecto invernadero que el mundo aporta cada año a la atmósfera. Cero es la cantidad a la que debemos aspirar”. Así arranca este llamado a revertir la mala salud de nuestro planeta. El buen uso de la tecnología, dice Gates, juega un papel relevante.

Nacida en Zagreb, la autora se exilió tras los conflictos en la desaparecida Yugoslavia. En este libro se reúnen ensayos en los que la situación de la Europa actual ocupa un sitio importante. Asimismo narradora, como ensayista se le compara con George Steiner y Wislawa Szymborska. Sus reflexiones, no exentas de humor y de humanitarismo, se detienen en películas como La la land, pero no dejan de lado circunstancias como la migración y la violencia.

Con el subtítulo de Organización sociopolítica y formas múltiples de expresión pública, este volumen reúne investigaciones que dan cuenta de la transformación del Estado que se vive en nuestro país y su efecto en las relaciones sociales. Se divide en tres apartados: “Más allá de la protesta: la invisibilización teórica y empírica de las luchas”, “Pueblos negros en movimiento: aproximaciones de América Latina” y “Organizaciones campesinas del sur de México”.

Antes rebelde, ahora sumisa ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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na hermana convertida al islam y sometida al control físico y emocional de su marido parecería materia jugosa para una novela; y más aún cuando esa hermana ha trocado la rebeldía por la sumisión, y hasta parece agradecida por llevar siempre la nariz molida a golpes. Pero, como demuestra El libro de Aisha (Literatura Random House), una materia jugosa no es suficiente para escribir una buena novela, no cuando la escritura proviene de uno de esos manuales para aprendices de novelista que solo enseñan a disponer gramaticalmente las palabras. Aisha fue alguna vez Patricia, la hermana mayor de quien a intervalos narra esta novela: una periodista —Sylvia— empeñada en recoger los fragmentos de la memoria conservados por familiares, amigos y espontáneos. Va con grabadora en mano registrando sus testimonios y dejando frases de este calibre: “veía a mi hermana y trataba de entender por qué se cubría la cabeza, por qué tenía otro nombre, por qué, por qué”; “con frecuencia escucho historias de cómo ella me traía de arriba para abajo, de cómo me cuidaba y consentía”; “todos podrían haber dicho cosas que realmente nunca ocurrieron”. Las voces entrevistadas tampoco alcanzan un registro decoroso: se expresan como invitadas a un psicodrama televisivo. Entre otras cosas, escribir consiste en tomar decisiones: quién cuenta, y cómo, por ejemplo. Como no quería llegar a ninguna parte, Sylvia Aguilar Zéleny ha elegido la confusión para hacernos creer que El libro de Aisha se alimenta del propósito de recuperar a una figura ausente. Quién cuenta: una y muchos, tantos que la búsqueda se vuelve extravío. Cómo: con ánimo introspectivo dotado de un arsenal muy pobre. En realidad, no ha tenido otro horizonte que el de ejercitarse en la página hasta quedarse finalmente sin aire. Por eso, porque tan solo aspiró a una “historia que toda familia tiene y que se siente digna de ser recordada”, sin tomar en cuenta los medios necesarios para conseguirlo, es que no pasa de momentos así: “Tu ausencia me obligó, ¿sabes? El papel que me tocó desempeñar en casa era el de aliviar las cosas, hacer que todo estuviera bien. Crecer, estudiar, ser. Sonreír. Reemplazar tu vida, la que no vimos”.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

20 DE FEBRERO 2021

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HUSOS Y COSTUMBRES

Sugerencias para el elogio contemporáneo ANA GARCÍA BERGUA

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eñor, señora, señorita, ¿siente usted que de tanto elogiar se le ha terminado la imaginación? ¿Cree que sus halagos han perdido el lustre de la ilusión sincera original, que la realidad le produce una nube en el entendimiento y las buenas intenciones, que entre sus elogios se cuela algún insulto, una fea palabrota? ¿Siente cómo el presente se va pareciendo demasiado al pasado, cuando usted no elogiaba a nadie, que se está pasando del lado de los pesimistas, que el cubrebocas de la fe se le va desacomodando de la desilusión y ni se le ocurre ajustarlo cuando ya lo trae de papada? ¡Deténgase ahí!, no baje la guardia. Sepa que lo suyo es mental; pensar en positivo es solo cosa de tener ideales. ¿O cree usted que Vicente Guerrero se desanimó cuando lo aprehendieron? No, ¿verdad? El pensó: fusiladme, pero tarde o temprano llegará la cuarta transformación y ya verán. Sabemos, sin embargo, que no es fácil. Tanto muerto, tanto hospital

COVID-19

Centro de atención temporal del IMSS.

lleno no permiten elogiar con el entusiasmo necesario, pero todo es cuestión de perspectiva, ¿o no? Primero que nada, hay que cambiar de mentalidad estética. ¿No ha pensado, por ejemplo, en lo bonito que combina su nueva KN95 de motivos selváticos con sus lentes oscuros rojos? ¿A poco no se ha mirado al espejo y ha pensado: “qué bárbaro, me veo igualito a Spiderman”, o “ese azul claro de la mascarilla es justo lo que necesita mi écharpe para lucir”? Bueno, en lugar de sentirse idiota, abrace el sentimiento, como dirían los gurúes de la autoayuda. Hay cosas que cambian, claro; la ética, la estética, las virtudes, pero no por eso dejemos de seguir elogiando y aplaudiendo que para eso nacimos y votamos, pero es muy importante adaptarse al espíritu de la época porque el pasado, ya sabe usted, fue pura corrupción. No es fácil, lo sabemos. Por eso aquí le ofrecemos unas pequeñas sugerencias para el

elogio contemporáneo, luego usted se entusiasma y se sigue de largo: • La delegada oxigena como una diosa. • Ni un virus desluce la gran inteligencia del preclaro líder. • En su pecho generoso no caben las flemas. • La fe inquebrantable en las gotas cítricas llevará muy lejos a nuestros funcionarios. • Al hablar, el subsecretario exhala puras gotículas de sabiduría intransmisible. • Sus decisiones son justas y perfectas, tanto como sus índices glucémicos. • Su IQ brillante y elevado se combina con una presión de 110-70 que lo convierte en un candidato inmejorable. • De su chamarra brotan, como maná del cielo, tanques de oxígeno. • ¿Vacunas?, las que lo adornan, señor secretario. ¿Ya ve? Todo es cosa de modernizarse. Esfuércese y elogie siempre, que algo le tocará. Le mandamos un estornudo de cortesía.

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CAFÉ MADRID

Lola Flores: patrimonio emocional

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na tarde de hace 30 años, Lola Flores llevaba un buen rato apostando “unas pesetillas” en el casino, cuando de pronto se dio cuenta de que se le había acabado el dinero en efectivo. Con ella estaba Juanito El Golosina, su inseparable asistente, encargado de tenerle listo el vestuario, el maquillaje, los boletos de avión y de tren “y todo lo que se ofreciera”, y se le hizo fácil mandarlo al cajero automático de la esquina por unos billetes para poder seguir jugando al bingo. Su confianza en él era total, así que le entregó su tarjeta bancaria y le dijo la clave. Juanito fue, introdujo el plástico en la máquina, tecleó el número y en la pantalla apareció en letras mayúsculas la palabra “error”. Desconcertado, probó otra vez y de nuevo sintió el escupitajo electrónico: “error”. Al tercer intento ocurrió lo mismo pero, además, el cajero se tragó la tarjeta. A Juanito El Golosina se le amargó el rostro y, mientras regresaba a la mesa de su jefa-amiga, pensó para sus adentros: “Vargame el Señó, voy sin dinero y sin tarjeta. ¡Que Lola me mata, no lo sabré yo!” y, compungido, le contó a la artista lo que acababa de pasarle. “¡Oy oy oy oy, Juanito! ¿Tú no te me habrás echao a perder, no? ¡Que esa es la clave, niño!”, le espetó Lola con ojos luciferinos pero, por si acaso, buscó en su enorme y elegante bolso de piel (“mi trabajito me ha costado”) el papel donde tenía apuntada la dichosa clave. Lola, a la vista estaba, se había equivocado. “Uy, pues un número está mal, sí. Pero hay que joderse con los bancos: ¡por un número, nomás por uno, no te dan dinero!” Entonces, con

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA EFE

los ojos enervados, recogió sus cosas, se dispuso a salir del lugar y con su santa boca sentenció: “¿Pues sabes lo que te digo, Juanito de mi arma? Que mañana por la mañana me voy al banco, saco todo mi dinero, lo meto en un calcetín y lo traigo aquí en el bolso cargando. ¡Que eso nunca falla, coño!” Lola Flores decía que era una marciana porque hacía cosas como esas. Cosas que, francamente, “no eran de alguien de este mundo” o, por lo menos, “de este mundo moderno”.

¿Qué dice más de España: los sesudos artículos de análisis político o sus revistas del corazón?

Pero lo cierto es que una multitud se identificaba con ella y, en consecuencia, no le fue difícil integrarse a un conglomerado de personajes que, a su vez, dieron forma al mínimo común denominador cultural de España. Lola —el barroquismo irresistible, la fiebre del arte— representaba, consciente o no de ello, aquella España irracional, feroz y fuera de toda norma que su impostura gitana y flamenca interpretaba con tanta convicción artística. Y todo indica que la única manera de gestionar ese pasado es fetichizándolo. Por eso ahora, con ayuda de la tecnología, han revivido a Lola Flores. En estos días apocalípticos uno enciende la tele en España y de repente irrumpe la histórica Faraona en un anuncio de la cerveza Cruz Campo. Resucitada a golpe de algoritmos, el

La Faraona, cantante, actriz y bailaora de flamenco.

llamado deepfake (la superposición del rostro de Lola sobre una modelo, gracias a la Inteligencia Artificial), le habla a una “niñata moderna” del poderío del acento andalú y todo acaba con un buen buche de la bebida en cuestión. La campaña publicitaria escala cada vez más rápido los peldaños del éxito. En Jerez de la Frontera (tierra natal de Lola) han apresurado la construcción de un museo en honor de la intérprete de “La Zarzamora” pero, sobre todo, se han desatado las explicaciones de la sociedad a través de personajes de la cultura popular como ella. Siempre me ha llamado la atención que, a diferencia del mundo anglosajón, en los países hispanohablantes la cultura popular sea considerada en primera (y casi única) instancia un mero entretenimiento y no se le reconozca como una seña de identidad. Por peligroso que sea, ¿acaso no es el Patrimonio Emocional de una nación (o de toda una región) lo que mueve a la masa de individuos viscerales que somos? ¿No son la música, el cine y la televisión (sus historias y personajes) lo que constituye la nostalgia que nos une? Y en este caso, ¿qué dice más de España: los sesudos artículos de análisis político o sus revistas del corazón? Sumergirme en la cultura popular me ha ayudado a darle sentido a esta sociedad, llena de narrativas, imágenes y referentes variopintos, pues a través de ella la percibo, sin complejos, más emocional que intelectual. Y, a riesgo de parecer reduccionista o superficial, la veo reflejada con nitidez en personajes como Lola Flores que, ya lo ven, a pesar de todo ha sobrevivido a sí misma.

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