Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE
CIENCIA
FERNANDO ZAMORA
GERARDO HERRERA CORRAL
Baudelaire anticipó el cine de Tarkovski
Cien años de la quinta dimensión
Foto: Mosfilm
Foto: SCI-Innovación
SÁBADO 10 DE ABRIL DE 2021 AÑO 17 - NÚMERO 930
El mundo y la poesía antes y después de Baudelaire Roberto Saviano/ Ilustración: BOLIGÁN
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ANTESALA
10 DE ABRIL 2021
EN EL BANQUILLO
Retórico TEDI LÓPEZ MILLS
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amas y caballeros: veamos a los alegres súbditos, los discípulos, los feligreses recorrer las calles de costumbre como si fueran caminos de oro o al menos rutas pintadas de blanco para resaltar las numerosas huellas. Miremos la arena, el polvo, la ceniza, los manantiales, incluso nuestro alto surtidor tras la trinchera. Admiremos las filas, las parejas abrazadas cruzando el umbral de la luz en el punto exacto donde se divide por tres, por cinco, por siete, por once. Se regalan pancartas, pasquines, ropa, sin discernimiento. Alguien me invita a ser parte del mundo. ¿Cuánta libertad me queda? Gasto un cartucho, luego otro, y escarbo el fondo de la cuestión como si fuera una bolsa vacía, una caja sin contenido, una visión del último desierto bajo el sol, bajo la nube, bajo la tolvanera; manos atadas por detrás, la boca repleta de palabras que pescan sinónimos con el anzuelo de la nostalgia en un embalse cuyo nivel disminuye hora con hora, los bordes secos, las lanchas encalladas, los perros en las orillas húmedas persiguiendo sombras. Ha de ser la vida contemplativa puesta al revés. Las analogías de la libertad no equivalen a definiciones, pero cuánto sorprenden por su perspicacia; frases cortas porque el pensamiento no dura más allá de la reja que interpone entre su llamado estilo y el silencio que se va engarzando con las espinas en un hueco donde no cabe ni una persona más, ni una cara más. “Libre es aquel que vive como quiere”, según Epicteto. Yo lo hago entre ejes y las cosas que pasan en los ejes: “mujer propina golpiza a anciano”. Cachetadas y patadas. Mujer gasta su libertad con una rodilla en el cuello de otra mujer. La mata. Mis monedas de cambio son las afinidades que reciclo. “No tengo convicciones”, escribe Baudelaire, “porque no tengo ambición”. A 200 años de su nacimiento —el 9 de abril de 1821— me declaro “hipócrita lectora”: fíjense en la naturaleza que es un templo, los largos ecos que se confunden, la tenebrosa y profunda unidad: ¡por fin los perfumes, los colores y los sonidos se responden! Fíjense en el dandy que vive y duerme ante un espejo. Se aceptan sugerencias. Se aceptan fórmulas. “La política es compatible con la libertad solo en tanto que garantice una posible libertad de la política”, afirma Hannah Arendt. ¿Dónde nos escondemos? El señor planea realizar visitas sorpresa en regiones del país durante la veda: por el bien de la democracia. Los seres humanos, dice, somos seres humanos, no dioses. Nadie parece picarse los ojos. Sin duda ha de ser ejemplo de un uso pleno de la libertad la travesía de los niños de la frontera sur hacia la frontera norte. ¿O alguien se encarga? En La cruzada de los niños de Marcel Schwob, voces “llamaban a todos los pequeñuelos. Eran como las voces de los pájaros muertos durante el invierno”. Los senderos llenos de zarzas no representan un percance conceptual. Aquí está el cuerpo de un texto. Aquí termina. Las “líneas de la bondad” se enredan con las intenciones.
Fíjense en el dandy que vive y duerme ante un espejo. Se aceptan sugerencias. Se aceptan fórmulas
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El espejo. Dirección: Andrei Tarkovski. Unión Soviética, 1975. Disponible con subtítulos en español en Youtube.
HOMBRE DE CELULOIDE
El Baudelaire de Tarkovski
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA MOSFILM
l espejo, la obra de arte que dirigió Tarkovski en 1975, es culmen de una búsqueda que inició Baudelaire, el poeta que vagaba por París produciendo estampas terribles y hermosas, esas que quedaron plasmadas en Las flores del mal. En este libro, Baudelaire propone un manifiesto artístico. Tarkovski lo conoció y se lo apropió. Así lo demuestra una entrevista que ofreció el director a la revista El arte del cine en 1989. En esa ocasión, uno de los entrevistadores preguntó por el título de la película El espejo. ¿Acaso es una referencia a Stendhal? (hay que recordar que Stendhal dijo que la novela “es un espejo que se pasea por el camino”). Tarkovski respondió diciendo que más que un espejo el cine es como un mosaico. Está hecho de partes distintas con diferentes colores y texturas que, fuera de contexto, carecen de sentido. Nada existe como símbolo, afirma. Existe, como partícula en un mundo unificado. En esta respuesta pareciera evidente que Tarkovski tiene en la memoria el poema “Correspondencias” de Baudelaire: “La naturaleza es un templo de vivos pilares/ que a menudo dejan salir palabras confusas./ Por ahí pasa el hombre a través de bosques de símbolos/ que lo observan con miradas familiares”. No son los símbolos
quienes ofrecen sentido, más bien extravían. Porque son: “como prolongados ecos que se confunden/ […] en una unidad vasta como la noche/ […]. Más bien lo que ofrece sentido son los perfumes, los colores, y los sonidos/ […] que se responden”. El poema de Baudelaire anticipa el cine de Tarkovski, un cine que no está hecho de símbolos sino de fragmentos de una memoria nostálgica. Justo como propone este famoso poema con base en el cual se ha desarrollado la teoría de las correspondencias: la sinestesia. La entrevista citada no es solo un apunte que permite relacionar de modo casual a Baudelaire con Tarkovski. Es un manifiesto que revela el modo de mirar del poeta y el cineasta. No es casual, por ello, que el primer título del libro que conocemos como Esculpir el tiempo originalmente se llamase en ruso (cuando se publicó en colaboración con Olga Surkova) El libro de las correspondencias. En efecto, más que Tiempo capturado (como
El cineasta llevó la teoría de las correspondencias hasta sus últimas consecuencias
se llamaría el libro si el título fuese una traducción textual) Esculpir el tiempo teoriza en torno al modo en que Tarkovski llevó este modo poético, esta teoría de las correspondencias, de Baudelaire, hasta sus últimas consecuencias. Al respecto, se han escrito un par de tesis doctorales y un libro de Jeremy Mark Robinson quien, en The Sacred Cinema of Andrei Tarkovsky, da cuenta de cómo la rebelión poética que inició Baudelaire en 1857 cuando, en Las flores del mal, escribe que el poeta debe ser un héroe que busca y vaga por las ciudades que ha llenado de oprobio la modernidad, culmina con el “cine sagrado” de Tarkovski. Y sí: el gran maestro ruso corresponde perfectamente con el artista de la tradición de Baudelaire. Ambos han visto en lo sagrado una necesidad. La diferencia estriba, quizá, en que Baudelaire era ateo, mientras que Tarkovski era un creyente que, no por ello, dejaba de interesarse, como el poeta francés, en la muerte, lo oculto, lo sensual. Además, tanto el poeta como el cineasta han producido imágenes opuestas al espíritu de este tiempo. Ese que produce películas que exaltan la ironía y el cinismo. Ese en que no cabe el héroe-poeta que mira morir a un albatros o a un niño que construye una campana.
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ANTESALA
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ESCOLIOS
POESÍA
Un hemisferio en una cabellera CHARLES BAUDELAIRE VERSIÓN DE MARCO ANTONIO CAMPOS
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éjame respirar largo rato, largo rato, el olor de tus cabellos, y sumergir mi rostro, como un sediento en el agua del manantial, y agitarlos con mi mano como pañuelo fragante, para sacudir recuerdos en el aire. ¡Si pudieras saber todo lo que veo, todo lo que siento, todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume como el alma de los otros en la música. Tus cabellos contienen un sueño lleno de arboladuras y velámenes; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a encantadores climas, donde el espacio es más azul y profundo, donde la atmósfera está aromada por frutos, por hojas y por la piel humana. En el océano de tu cabellera entreveo un puesto donde hormiguean cantos melancólicos, hombres vigorosos de todas las naciones y navíos de todas formas que recortan sus arquitecturas finas y complejas en un cielo inmenso donde se pavonea el calor eterno. En las caricias de tu cabellera reconozco las languideces de largas horas pasadas sobre un diván en el camarote de un bello navío, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto, entre floreros y botijos refrescantes. En el hogar ardiente de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azúcar; en la noche de tu cabellera veo esplender el infinito del azul tropical; sobre las orillas vellosas de tu cabellera me embriago en los olores mezclados del alquitrán, del musgo y del aceite de coco. Déjame morder largo rato tus trenzas negras y pesadas. Cuando mordisqueo tus cabellos, rebeldes y elásticos, me parece que devoro recuerdos.
EX LIBRIS
Flores de Baudelaire/ EKO
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Flores para Baudelaire ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
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@Sobreperdonar
n 9 de abril de 1821, el sesentón François Baudelaire y su segunda esposa, la muy joven Caroline Dufays, celebraron el nacimiento de Charles, su primer hijo como pareja. Cuando el niño tenía 6 años, el padre murió y la madre volvió a casarse, lo que significó la primera traumática ruptura para el futuro poeta. Charles no resultó especialmente brillante ni disciplinado en los estudios, mantuvo una relación turbulenta con la madre y con el padrastro, un adusto militar, y en la adolescencia su afán de ser “autor” agravó la fractura familiar. Baudelaire rehusó seguir la carrera de Leyes y comenzó su prolongada trayectoria, plagada de contagios venéreos, paraísos artificiales y derroches, en la bohemia artística. Escribió ensayos proféticos de crítica de arte, tradujo y promovió con el mayor altruismo a su hermano desconocido Edgar Allan Poe, fue construyendo lentamente su obra maestra Las flores del mal y consolidó el poema en prosa en francés en El spleen de París. Ninguno de estos trabajos le permitió vivir de la literatura. Sin embargo, la aparente falta de rumbo de su obra y su orgullosa marginalidad, le brindaron total libertad y originalidad. En 1857, se publicó Las flores del mal y, a diferencia de Madame Bováry de Flaubert que ese mismo año fue sujeto a juicio, absuelto y objeto de una gran celebridad, el poemario de Baudelaire resultó condenado, mutilado y, pese al escándalo, no logró la notoriedad esperada por el autor. Nada parecía depararle la literatura al escritor prematuramente envejecido y amargado: su actitud era cada vez más errática, imploraba reconocimiento, intentó hacer fortuna en Bélgica y terminó escribiendo un panfleto contra ese país. La enfermedad, siempre latente, lo invadió y ya casi ciego y hemipléjico volvió a los brazos de la madre, de nuevo viuda, para sufrir una larga agonía. Estos son los hechos de una vida desventurada; sin embargo, en la compacta obra del escritor se opera el vuelco más radical de la época moderna en torno a los conceptos de poesía, belleza y moral. Su carisma transgresor, su lucidez para mirar las tendencias estéticas y sociales emergentes y su dúctil y refinada expresión lo vuelven, acaso, el poeta más influyente de la modernidad, como lo sugiere su peso en la historia cultural y su multitud de seguidores e ilustres exégetas. Sus tópicos apuntan a la exaltación del pecado, al dolor sin redención, a la soledad en multitud, al azote del tedio y a la sensación de vacío y, para plasmar esta nueva sensibilidad, dispone, al mismo tiempo, de un depurado oficio y de una descarnada sinceridad. El herético y voluptuoso poeta reniega de lo religioso, pero, como sugiere Ives Bonnefoy, busca restituir esos mismos misterios en lo más sórdido. Este cronista de la calle y lo efímero brinda una nueva dimensión al dolor, que se aparta de sus pretensiones de trascendencia ultramundana y se convierte en un medio visceral de conocimiento, una desgarrada y terrenal pedagogía.
Su dúctil y refinada expresión lo vuelven, acaso, el poeta más influyente de la modernidad
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Para celebrar el bicentenario del natalicio del poeta f recorrido por su vida y los significados de su obra ma
Baudelaire el revolu ROBERTO SAVIANO FOTOGRAFÍA CARJAT, 1865
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ecía Baudelaire: “Mi libro enfurece a los imbéciles, por eso es bello”. Baudelaire è vivo (Baudelaire está vivo), de Giuseppe Montesano (Giunti, 2021), va a ser calificado como un libro definitivo. Se utiliza la palabra definitivo para decir que no se puede escribir mejor y más sobre un tema. Yo creo que este es un libro definitivo porque el camino que ha trazado es definitivamente indeleble. Tener en la mano Baudelaire è vivo significa la posibilidad de abrir un ataúd. Giuseppe Montesano es uno de esos escritores, rarísimos, capaces de acceder a un conocimiento amplio y profundo, y cuando uno se topa con sus obras ensayísticas —que en realidad en su ADN siempre tienen una hélice poética que lleva lejos— se tiene la impresión de estar leyendo a Toynbee, Spengler, Gibbons, los grandes historiadores visionarios que te restituyen un universo entero. Para intentar invitarte a leer este libro, simplemente quiero decir que quienes renuncien a su lectura perderán la oportunidad única de explorar el sentido de la vida teniendo como guía a Charles Baudelaire. Baudelaire escribió una obra poética que le valió juicio y condena: Las flores del mal. Una obra cuyo nombre pronuncio con prudencia, timidez y conciencia porque con demasiada frecuencia se abusa de él, y es vendido para rellenar cualquier cosa. Las flores del mal es una obra tan importante, tan vital que no es posible invocarla en vano. Casi se correría el riesgo de consumirla. Cuando Baudelaire la entregó a la imprenta, en el fondo estaba convencido de que no lo llevarían a juicio. Le escribe a su madre diciéndole que el gobierno tenía otros asuntos más importantes que atender como las elecciones de París, y que no tendría tiempo para sentenciar a un loco. Sin embargo, se equivocaba: fue condenado exactamente como lo fue Flaubert. Se le acusó de realismo: “Esa fiebre malsana que lleva a pintar todo, a escribir todo, a decir todo”. Ya en la época de Napoleón III era asunto muy deplorable que los escritores se tomasen
la molestia de decir todo. Ese todo no se decía, era acallado. Existe el mundo antes de Las flores del mal y el mundo que Las flores del mal generó. Toda la crítica se ensañó, como si se pusiesen del lado del gobierno diabólico del dictador. Mauron escribió: “Nunca un hombre más violento ha cantado cosas más vacías en una lengua más imposible”. Bodin dijo: “Acumula alegorías ambiciosas para disimular la ausencia de ideas”. Menard parloteó: “Su mal real es el de haber vivido en un mundo fantástico todo poblado de sombras malsanas”. Otros dijeron: “No es ni dulce ni tierno ni humano” —las tres virtudes que se pretendían de la poesía. Pero Las flores del mal cambia todo. Interrumpe dramáticamente el curso milenario de la Poesía. Y Montesano deviene historiador y luego novelista de esta increíble vicisitud, pidiendo ayuda a Alberto Savinio para el cual Baudelaire, como Copérnico y Darwin, había matado a un Dios: el suyo es un libro de poesía que ha tenido el impacto de El origen del hombre de Darwin y del De Revolutionibus Orbium Coelestium de Copérnico. Pero, ¿qué hace la poesía de Baudelaire para ser tan peligrosa? “El gran libro baudelaireano —escribe Montesano— lleva el signo del fin de toda ceremonia de inocencia, de toda belleza que no quiere ver el horror del que está hecha”. Es una poesía que anticipa la idea que Adorno tiene del arte como “magia liberada de la mentira de ser verdad”. Así, Las flores del mal decreta un nuevo acceso a la verdad. Y precisamente, como epígrafe en su libro, Baudelaire cita, para recordar la herida abierta de la derrota de la revuelta de 1848, a un poeta del siglo XVII francés: “Se ha dicho que hay que dejar correr las cosas execrables./ En el pozo del olvido y en los sepulcros clausurados / Y que en los escritos el mal resucitado/ Infectará las costumbres de la posteridad./ Pero el vicio no tiene como madre la ciencia,/ Y la virtud no es la hija de la ignorancia”. Por eso la verdad solo puede estar dentro de la herida que no teme mostrarse, y el arte solo puede vivir en el enfrentamiento con la realidad, no en la evasión de ella. No existe otro camino. Baudelaire, en sus escritos, parece llegar a la narración del mundo exactamente como los raperos de
hoy en día. Sexo, dinero, poesía, amor, libertad. Quiero todo —decía—. Todo. Baudelaire no siente temor, pudor, vergüenza al narrar el deseo mortal. Y Montesano nos narra a un Baudelaire frágil, humano, violento, contradictorio. Amaba a su madre, pero le tenía recelo y la detestaba por ser conformista, vivía con Jeanne, llamada por todos “La Negra”, y la ponía por encima de cualquier otra mujer. La narración que Montesano hace del amor de Charles por Jeanne, que duró toda la vida, a pesar de la oposición de todos, es desgarradora. Igualmente, desgarradora es la narración de la profunda depresión que derrumbó a Baudelaire, de veinte años de edad, cuando es enajenado de su herencia paterna y puesto bajo
tutela judiciaria, obligado a limosnearle su propio dinero a un notario, incluso para comprar un puro. Heridas, todas ellas, que ingresarán en su poesía, haciéndola vibrar de amor y terror. Heridas que también están conectadas a la derrota de sus ideas de transformación de la sociedad, pero que fecundan el poder visionario de su poesía. Baudelaire è vivo nos hace descubrir a un hombre entero, revolucionario y no reaccionario, y derriba la idea arcaica del poeta que tiene como único objetivo los paraísos del opio. Al contrario, Baudelaire es una especie muy particular de anarquista. Se une al grupo de Auguste Blanqui, de los extremistas. Participa en los motines de 1848, tanto en los más burgueses de febrero, como en los
francés, ofrecemos este ayor: Las flores del mal
ucionario
El autor de Las flores del mal (9 de abril de 1821-31 de agosto de 1867).
más populares y radicales de junio. Se encuentra con ese pueblo que, como dirá Tocqueville aterrorizado, “sin líderes, sin banderas, sin gritos, quería alterar el orden de la sociedad”. Esta es la tarea de su poesía. No entretener. No hacer cosquillas. Sino alterar el orden de la sociedad: “Estoy entre los rebeldes, nunca seré un lameculos”. Y no son solamente palabras —las que escribe en dos números de Salut public, el periódico revolucionario que funda— porque en juego está su propio cuerpo, que se enfrenta, en las barricadas de la revuelta, con la gran desilusión del fracaso. Eso es lo que lo apesadumbra, lo que le hace asumir la mueca que se lee en todas sus fotografías. Es la decepción de ver al pueblo que, con
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el voto plebiscitario masivo, consagra al Segundo Imperio. Y eso le llevará a desconfiar del pueblo, lo que le hará decir que Monarquía y República, fundadas sobre el sufragio universal, son construcciones absurdas y frágiles. Es por la impactante desilusión que Baudelaire defiende la fórmula de Proudhon, según la cual el sufragio universal es el gobierno a través de masas de ignorantes, y se convence que la solución reside solo en la ausencia de gobierno y declara despectivamente: “Nada más ridículo que buscar la verdad en el número”. Y Baudelaire llega a comprender, y a afirmar en su poesía-pensamiento, que los dictadores solo son los sirvientes del pueblo. Es profética la desilusión de
Baudelaire en la época de Napoleón III, que, al tomar posesión del gobierno, establece una dictadura mediática generalizada. El tirano toma el poder solo si se adapta a la estupidez nacional; una frase baudelaireana que hoy suena siniestra. Baudelaire ya entiende que sin telégrafo y periódicos es imposible ganar. Odia a los directores de periódicos, detesta a los periodistas. Analiza cómo la manipulación mediática es el origen del Mal. Y a menudo, cuando habla de opinión pública, parece predecir la deriva actual, ciertamente imposible predecir las redes sociales, pero las dinámicas que desencadenan son eternas. Fue precisamente durante el periodo del poder de Napoleón III cuando nació la estrategia contraria a los intelectuales. Cualquier reflexión libre o crítica era castigada con el arresto y con la censura. Solo era permitido que los intelectuales alabasen al poder. Nace entonces el así llamado arte por el arte, que Baudelaire atacó con virulencia. Un arte que no se ocupa de la realidad, que no toma posición, que debe ser juzgada solo por el trámite del arte. La hermosa frase, el hermoso cuadro, el deleite estético. Una forma de confinar la poderosa herramienta del arte y debilitarla, castrarla, impidiéndole germinar el peligroso fruto de la revuelta y del cambio. En Baudelaire è vivo, Montesano hace hablar a la biografía de Baudelaire, sus versos y la historia del tiempo para narrar la vida auténtica de un hombre, con sus contradicciones. Después de las derrotas, Baudelaire se asemeja a todo ser humano que es arrastrado por la realidad, que se disgusta, que se desanima, y quisiera echar el ancla en un puerto seguro. Como Flaubert, que en una carta reivindicó el derecho del artista al egoísmo: “En la época en la que todos los nexos comunes se rompen y la sociedad no es más que un vasto bandolerismo más o menos bien organizado, cuando los intereses de la carne y del espíritu se alejan, como lobos, y aúllan aislados, es necesario, por lo tanto, como todos los demás, inventarse un egoísmo más bello y vivir en nuestra propia madriguera”. Un refugio ilusorio. El mismo Flaubert, muchos años después, dirá: “Siempre busqué vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda golpeteó tanto sobre sus muros que la hizo caer”. Pierre Dupont fue amenazado con ser enviado a Cayena —“un lugar donde únicamente se puede morir”—, pero siguió vociferando por todos lados que el pueblo que había expulsado a tres reyes se había dejado engañar por Napoleón III. Sin embargo, cuando se enteró que habían mandado a Cayena a muchos de sus amigos, dijo: “seré un proscrito interno, me ocuparé del arte, haré versos al igual que se hacen círculos sobre el agua para pasar el tiempo”. Y también el Dupont poeta y amigo revolucionario tan amado por Baudelaire, el Dupont que sostenía que la sociedad debía darles pan a todos, a un cierto punto decidió hacer arte por el arte, la elección castradora del arte de entretenimiento, del arte que juguetea, del arte como pasatiempo y de la excusa de la Belleza, que salva al mundo sin luchar por el mundo.
Baudelaire è vivo narra la contradicción de Baudelaire, que de todas las maneras posibles intenta refugiarse en el arte, sin lograrlo. En los últimos meses de su vida, en Bélgica, el que ya muchos consideran un reaccionario escribe que, como consecuencia de algunas decisiones del gobierno contra el pueblo y contra el exiliado Proudhon, se hubieran esperado barricadas y fusiles; en cambio el pueblo no se movió. Y comenta disgustado y profético: “si hubiese sido por los precios más altos de la cerveza que los droga, tal vez lo hubieran hecho”. Baudelaire, que luego del golpe de Estado de Napoleón III repite que ha sido “despolitizado”, no abandona nunca el enfrentamiento con el mundo; ni el arte y ni siquiera la afamada belleza logran ser un refugio para él. El sentimiento que Baudelaire tiene de la belleza no es el de los estetas del arte por el arte, precursores de los pequeños estetas de hoy, desde los intelectuales para los cuales compromiso y realismo mancillan todo y no son literatura, hasta el nutrido grupo de influencers que, por miedo a quemarse, tocan el mundo con guantes. Ciertamente, para Baudelaire la belleza es un consuelo extremo, pero también es incendiaria. Y la belleza debe ser para todos, incluso para los pobres de los suburbios, incluso para los suburbios falsamente multiétnicos de hoy, que comen fealdad y respiran injusticia. Leyendo Baudelaire è vivo, me invade la imagen de El tigre misterioso de William Blake, que veía a su tigre rebelde estallar de fulgor “en las selvas de la noche”, con una belleza que no quiere vivir a la sombra de la injusticia. Se dirá: ¡Este es el Baudelaire de Montesano! No, yo digo: es el Baudelaire decisivo para nosotros que no nos rendimos. Pero la verdadera maravilla de Baudelaire è vivo, que no sorprende en lo absoluto a aquellos que conocen Lectores salvajes y las novelas de Montesano, es que todo se origina con los poemas de Las flores del mal. Yo sé que Montesano tradujo durante años estos poemas, pero iba botando al cesto de la basura el trabajo realizado, hasta que encontró lo que Rimbaud llamó el lugar y la fórmula, que consiste en esto: machacar los poemas de Baudelaire casi palabra por palabra. Excavar con la pala. Trabajar con el buril. Abrir con la ganzúa. Sin tener miramientos con cualquier polvo falsamente poético, esta traducción desgozna las puertas que nos separan de la poesía de Baudelaire. Y así, la lengua italiana que hoy hablamos finalmente tiene sus Flores del mal. Y nosotros tenemos un Baudelaire para hoy, pero todavía más para mañana. Tenemos un mundo Baudelaire que podemos leer para profundizar más en nuestro tiempo. Para hacer lo que se hace con las palabras de los escritores: ir a contracorriente en la vida y gritar toda la verdad que logremos ver. Después de estas Flores del mal, que destellan oscuras e hipnóticas en Baudelaire è vivo, no hay vuelta atrás.
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Traducción de María Teresa Meneses. Texto tomado de Il Corriere della Sera, 21 de marzo de 2021.
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CIENCIA
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DESMETÁFORA
Cien años de la quinta dimensión Aunque no tenemos prueba de su existencia, los físicos la buscan con empeño y es fuente de inspiración artística GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA SCI-INNOVACIÓN
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ucho se ha comentado de la inquietud que Pablo Picasso (1881-1973) tenía por el significado de la quinta dimensión. Hay quien piensa que su interés provenía de las ideas que el matemático francés Henri Poincaré (1854-1912) había expuesto en esa época. El sabio francés decía que si uno se pudiese transportar por una quinta dimensión estaría en posición de ver a las otras contemplando simultáneamente todas las perspectivas de una escena. Esto en analogía con lo que ocurre cuando nos subimos a un edificio, escapando a las dos dimensiones de la superficie en que nos desplazamos. Si nos movemos por el plano con dos dimensiones hasta el elevador que nos transporta por la tercera dimensión para llevarnos a la azotea del edificio, desde lo alto veremos todos los aspectos de las dos dimensiones del suelo. Una vez en la tercera dimensión, que es la altura, contemplamos las otras dos. Si generalizamos podemos pensar que desde la dimensión adicional veremos todas las caras de las otras dimensiones. Algunos estudiosos del cubismo afirman que el dilema de Picasso fue entonces buscar la manera de proyectar todas las perspectivas de un objeto en un lienzo, plasmando al óleo nuestro mundo tridimensional visto desde la quinta dimensión. Este acertijo lo llevó a la creación del cubismo que se puede percibir como la mirada múltiple en que se asumen todas las perspectivas para describir la realidad. El cubismo es la observación de un espectador que ha dejado la línea, abandonado el plano, abdicado al volumen e incorporado al tiempo para, una vez dentro de la quinta dimensión, mirarlo todo de un solo vistazo y apropiarse de todas las perspectivas. Salvador Dalí (1904-1989) estuvo siempre bien informado de los avances de la ciencia. Ahí buscó y encontró inspiración para sus obras. En 1958, Dalí publicó “Antimatter manifesto” y escribió: “en el periodo surrealista quise crear una iconografía del mundo interior y el mundo de lo maravilloso, de mi padre Freud… Hoy el mundo exterior y el de la física ha trascendido al de la psicología. Mi padre hoy es el Dr. Heisenberg”.
Así se refería a su relación con Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, y a Werner Heisenberg, uno de los padres fundadores de la mecánica cuántica que descubrió el principio de incertidumbre al que se someten los objetos microscópicos en el mundo interior de la materia. Salvador Dalí también se propuso pintar la quinta dimensión cuando realizó Corpus Hypercubus en 1954, cuadro en el que hizo levitar a Cristo en una cruz mística. Tampoco fue ajeno a la relatividad del tiempo cuando pintó La persistencia de la memoria, para luego decir: “Desde ellos soy históricamente aquel que ha sabido resolver la ecuación espacio-tiempo, pero todo mi arte traduce la calidad de la angustia más moderna, en cuanto expresión de un delirio que rebasa todos los dinamismos
Se estudia la manera en que se propaga la radiación, para ver algún detalle que delate su presencia
de lo real. El tiempo no se puede concebir sin el espacio”. Desde siempre las artes plásticas han contado con la presencia de las ciencias físicas, que se encuentran lo mismo en la técnica que hace posible al cuadro que habitando en la imagen de un óleo. Aparecen en el recuerdo de una espiral y en la paleta de colores de un iPad que resume en sus aplicaciones nuestra mejor teoría del color. Hace 100 años que el matemático Theodor Kaluza desarrolló una teoría en que introducía la quinta dimensión para entender de manera unificada a la fuerza gravitacional que nos resulta familiar y a la fuerza electromagnética que vemos actuando en los dispositivos de la vida moderna y que conocemos como electricidad y magnetismo. Las dos fuerzas parecen independientes una de la otra. Uno pensaría que no hay relación entre ellas, que lo que nos hace caer cuando nos tropezamos no tiene nada que ver con lo que hace que la lámpara se encienda alumbrando
la habitación, pero los físicos sospechamos que son dos aspectos de un mismo fenómeno. Con ayuda de la quinta dimensión Kaluza lo consiguió. Pudo entender a las dos como una sola fuerza; sin embargo, las consecuencias de tener una quinta dimensión tan invisible como imperceptible no resiste la revisión de otros fenómenos. Desde entonces, la quinta dimensión deambula en la mente de los físicos. Cien años después seguimos pensando en ella como una posibilidad de la naturaleza. Ahora se busca en el más grande acelerador de partículas que se ha construido: el Gran Colisionador de Hadrones. También se examinan fenómenos astrofísicos y se estudia la manera en que se propaga la radiación, con la esperanza de ver algún detalle que delate su presencia, pero los indicios no aparecen. Seguimos atrapados en las cuatro que conocemos mientras la imaginación produce más y nuevos escenarios para la quinta dimensión.
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EN LIBRERÍAS
10 DE ABRIL 2021
NARRATIVA, POESÍA, ENSAYO Ella entró por la ventana del baño
Los abismos
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A FUEGO LENTO
Estrella roja
Los confines del fuego México, 2020
Élmer Mendoza Alfaguara México, 2021 272 páginas
Pilar Quintana Alfaguara México, 2021 256 páginas
Alexandr Bogdánov UANL/ UAEM México, 2021 218 páginas
Vuelve el proverbial Zurdo Mendieta para enfrentar a quien tal vez sea su enemigo más peligroso: Sebastián Salcido, líder de un grupo de exmilitares dedicados al narcotráfico. Su tarea encuentra un obstáculo pues encima de todo debe encontrar al viejo amor de un empresario moribundo. Los lectores de Élmer Mendoza reconocerán, además, a Samantha Valdés, cabeza del cártel del Pacífico, quien, no por buenas razones, decide ayudarlo en ambas empresas. Acción en estado puro.
Mediante los juegos de la memoria, esta novela, ganadora del Premio Alfaguara 2021, revive las experiencias de una niña agobiada por las oscuridades y los silencios que se interponen entre sus padres. El tono es de despedida y de réquiem por la inocencia frente a la amenaza que representa la vida adulta. Una aparente simplicidad estilística es capaz de revelarnos la identidad convulsa de la maternidad y la naturaleza, un intrincado paisaje selvático.
Algunos lo consideran el padre fundador de la ciencia ficción en Rusia. Lo único cierto es que fue bolchevique y un hombre muy cercano a Lenin. Esta novela, publicada en 1908, tiene todos los ingredientes de una utopía. El protagonista recibe la orden de viajar a Marte para recabar noticias sobre la sociedad que allá prospera, una suerte de modelo socialista en el que solo hay cabida para la armonía, el papel benefactor del Estado y la extinción de la propiedad privada.
La prodigiosa vida del libro en papel
Prosa rescatada
Dolor y política
Juan Domingo Argüelles Cal y arena México, 2021 213 páginas
Elías Nandino UACM México, 2020 336 páginas
Marta Lamas Océano México, 2021 213 páginas
A pesar de las profecías apocalípticas y de aquellos que anunciaban su muerte tras la expansión de las plataformas electrónicas, el libro en papel sigue gozando de buena salud. Sobre esa condición versa este ensayo en el que conviven la sagacidad, la amenidad y el amor por la lectura. Juan Domingo no pierde la oportunidad para deplorar la banalización de la cultura y el triunfo de la estupidez como mercancía. El paseo se vuelve también una invitación al rigor intelectual.
Como poeta, el jalisciense Elías Nandino formó parte de la constelación de los Contemporáneos, si bien aún se discute su pertenencia al grupo. Como director de la revista Estaciones apoyó a los escritores noveles de la época; queda como descubridor de Monsiváis y José Emilio Pacheco. En esta recopilación se muestra su faceta como ensayista y crítico con textos sobre sus compañeros Jorge Cuesta y Villaurrutia, y también sobre César Moro y Alí Chumacero, entre otros.
En el subtitulo Sentir, pensar y hablar desde el feminismo quedan clarificados los puntos desde los que Lamas aborda su tema. La cuestión emocional resulta fundamental pues ella desde siempre ha formado parte de la vida política, pero con las movilizaciones feministas ha adquirido otra notoriedad. Anota Lamas apoyándose en Sara Ahmed: “no hay que comprender las emociones solamente como estados psicológicos, sino también como prácticas sociales y culturales”.
Un enemigo de Juárez ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
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ay vida más allá de los grandes grupos editoriales y aun de los llamados independientes. Los confines del fuego (An-Alfa-Beta/ Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León) es una muestra refinada. Se trata de una novela que interroga al pasado y se encuentra lejos, muy lejos, de las taras que abruman a la “novela histórica”. El protagonista es Santiago Vidaurri, a quien el discurso oficial ha dado en llamar “traidor a la patria”: después de luchar por la causa liberal y batirse contra filibusteros y santanistas, después de combatir a los enemigos de la Constitución de 1857 y transformar a Nuevo León en un modelo de prosperidad económica, dio un vuelco para convertirse en presidente del Consejo y ministro de Hacienda del Segundo Imperio Mexicano. Como Hugo Valdés procede ante todo como novelista, nos hallamos a salvo de los ánimos inquisitoriales. A medida que confía sus razones y desvaríos, una vez que da cuenta de sus contradicciones y claroscuros, Santiago Vidaurri revela su majestuosa humanidad. Es justamente su voz la que narra y embruja. Los confines del fuego tiene la forma de dos diarios extensos: el primero está fechado en 1864, desde una hacienda confederada en Misisipi; el segundo proviene de 1867, desde la Ciudad de México, mientras somos testigos de la desbandada imperialista. Entre otras cosas, Hugo Valdés sabe que la literatura es la búsqueda y la materialización de un tono narrativo. Sin advertencia alguna, y como si se ocultara el laborioso trabajo de apropiación, la voz de Santiago Vidaurri suena tan decimonónica, tan siglo XIX mexicano, que por un momento creemos leer un testimonio inédito, guardado y luego rescatado de un viejo baúl, y no una ficción concienzudamente elaborada. El asombro no se limita a la resolución estilística. Los confines del fuego es una apasionada defensa de las aspiraciones autonómicas de Nuevo León frente al desdén del poder central, un vampiro de levita. Con la elocuencia del estadista que se sabe derrotado, Vidaurri exhibe a su voraz enemigo: “un oaxaqueño que se creyó Dios mismo y no dejó de comportarse como él: era el presidente y se creía el dueño del país”. Así la novela, parece advertirnos Hugo Valdés, es también un haz de luz proyectado sobre aquellas zonas de nuestra historia que se erigieron según el plano engañoso de las apariencias.
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.
10 DE ABRIL 2021
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TOSCANADAS
or estas fechas apareció un informe que declara a Finlandia como el país más feliz del mundo por cuarto año consecutivo. Esto es una mala broma, pues los criterios considerados son poco felices. En primer lugar, el ingreso per cápita, como si no supiéramos que los ricos también lloran. En segundo, la expectativa de vida, pero la suma de años aleja el divino tesoro de la juventud, y hace bajar el promedio de felicidad. Francis Macomber muere feliz porque su vida fue breve. Gulliver nos muestra que las vidas largas no son felices. Para distinguir a Finlandia se tomó en cuenta el bajo nivel de corrupción, sin considerar el derecho a la felicidad de los políticos; y se añadieron otros factores que parecen más de bienestar que de felicidad. No sé qué tan feliz se pueda ser leyendo a Sillanpää y escuchando a Sibelius mientras se come un pan negro
Al mismo cielo lo miro con otro color DAVID TOSCANA
FINLANDIA
Un informe de la ONU lo ha declarado el país más feliz del mundo.
y una salchicha, y se mira la nieve por la ventana, pensando en el acariciante sol de México y un mole poblano. Mejor beberse un Herradura Blanco que visitar el monopolio finlandés para adquirir a precio de oro una gris vodka Finlandia. Tampoco sé si las parejas se amen más allá que en otro sitio del mundo o quieran más a los pocos hijos que tienen o cojan más rico. Los filósofos tienen siglos indagando la felicidad, preguntándose si siquiera existe. Para Aristóteles era el fin al que se debía dedicar la vida; se alcanzaba con una perfección moral, no con una jugosa pensión. Pascal consideraba que la felicidad siempre se perseguía y nunca se alcanzaba. Schopenhauer la suponía aburrida. Los estoicos pensaban que no podía hacerse un balance sobre la felicidad de una vida sino hasta llegada la muerte. Los epicúreos no se amargaban la vida con cruces morales. Muchos religiosos se dicen felices al justificar
divinamente su tristeza. Los ateos la buscan aquí, no en el más allá. Para Maslow era una pila de necesidades satisfechas. Y para cada quien es algo personal, no nacional. Un gran novelista escribió: “La felicidad es una falacia aprendida en las telenovelas. Nadie puede ser feliz porque la alegría es algo momentáneo que de pronto aparece en una risa, con una buena noticia, con un buen trago, pero igualmente se esfuma en un momento y tarda en volver. La mayor parte del día uno no es feliz; tan solo se dedica a comer, dormir, trabajar, irla pasando en espera de que un amigo o el azar traiga como regalo otro instante preferible al resto”. Mientras no sepamos qué debe medir un felizómetro, la ONU haría bien en no desorientar con su Índice Global de Felicidad. Que Finlandia ostente su triste felicidad. Nosotros celebremos nuestra feliz tristeza.
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BICHOS Y PARIENTES
La fealdad como objetivo
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l arquitecto Louis H. Sullivan, constructor de grandes edificios, se le atribuye el mandato moderno de “la forma debe seguir a la función” (1896), aunque él mismo la refiere a Vitruvio. Unos pocos años después, el arquitecto austriaco Adolf Loos escribía su apasionado ensayo “Ornamento y delito” (1908): “Hemos vencido al ornamento. Nos hemos dominado hasta el punto de que ya no hay ornamentos. Ved, está cercano el tiempo en que las calles de las ciudades brillarán como muros blancos. Como Sión, la ciudad santa, la capital del cielo. Entonces lo habremos conseguido”. Por supuesto, ninguno dice que la belleza carezca de importancia. Todo lo contrario: son alegatos por un concepto distinto de belleza, solamente que hablan una lengua cuya sintaxis es inversa. Antes del ascenso de los estados políticos, el sujeto solía ser “la belleza” y “la función” el predicado; la modernidad invirtió: el sujeto es “la función”. La fealdad moderna no es buscada como propósito, pero pareciera. Y suele estar acompañada de una ideología no solo inconsciente sino que negarían abiertamente sus obreros; el objetivo primordial de una obra pública es la función que ha de cumplir, pero hemos pasado a una suerte de “odio de lo bello” que, según Roger Scruton, comienza con el ascenso de las masas y los demagogos a las posiciones gobernantes (Beauty, Oxford, 2009, un magnífico libro, muy conservador; y véase el documental Why Beauty Matters, de Louise Lockwood, BBC). Según Cornelius Castoriadis comienza con Stalin: “a partir de entonces ha
JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA GLOBAL LOOK PRESS
reinado la fealdad vacía”, una fealdad no como propósito directo sino como resultado de una ideología que identificaba la búsqueda de belleza con las clases pudientes, la burguesía, los ricos. Una ideología ciega que comparte con el lúcido Loos el odio al ornato, pero que no es capaz ya de hallar lo bello ni como condición, ni como objetivo. “Ya se conocían sociedades humanas de una injusticia y una crueldad casi ilimitadas. Pero no se conocían las que no hubieran producido cosas bellas. No
Las ilustraciones en un libro pueden ser imaginativas, pueden representar conceptos complejos
se conocía ninguna que solo hubiera producido Fealdad” (Ventana al caos, FCE, 2008). En México, cada régimen ha intentado sus cambios y algunos han intuido la capital importancia de las formas en la trascendencia de sus objetivos; otros no han sido sino charadas, ornatos y cursilería, pero nunca habíamos visto un desprecio tan activo por la belleza. Nos las vemos con una brutalidad de amplio rango. Desde las obras de infraestructura: un aeropuerto repugnante, un tren que arrasa selvas para insertar maquinaria pesadísima y deterioro, una refinería… a estas alturas de la historia. La Fealdad, brutalidad, contaminación llegan hasta asuntos que parecen menores, y no lo son: la decisión de la SEP de tratar despótica y despectivamente el trabajo y el talento de los ilustradores para los nuevos libros de texto
Edificio de la Academia Rusa de las Ciencias en Moscú.
escolares no es un mero detalle; es el mismo mecanismo de una ideología no enunciada pero paulatinamente visibilizada. Desde las mayores inversiones hasta los detalles menudos de la oferta estatal son una búsqueda activa de la fealdad y de pauperización de las formas. Como si los animara la suposición de que la belleza es superflua; como si fuera algo que se pone encima, un detalle en el terminado, en vez del origen de la concepción misma de las cosas. Junto, ese despotismo que supone que las cosas de los pobres han de ser pobres. No es solamente una concepción equivocada de la economía: es concepción equivocada de la naturaleza humana. Hacer cosas precarias porque el país es pobre implica la idea de que la pobreza no es una condición accidental sino esencial. Y distingo: hay una serie de ideas geniales (Paul Polak, Gabriel Zaid, Bunker Roy) de diseños baratos para pobres: baratos, no precarios, y además magníficos en su estética. Nadie hace herramientas de ornato. Sin embargo, las buenas herramientas suelen ser un triunfo estético: ese goce que se da cuando función, materia y forma son perfectas. Justo esa idea de la belleza como adición, superposición o mero adorno es, además de cursi, dispendiosa. Las vías férreas de un tren no son menos feas si se pintan de colores, ni contamina menos el combustóleo si le ponen esencias de aromaterapia. Las ilustraciones en un libro pueden ser imaginativas, pueden representar conceptos complejos con agudeza cognitiva, o pueden ser pegotes espantosos y distractores, que desbalaguen la comprensión, en vez de ser parte misma de la enseñanza.
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