Laberinto No.1006 (24/09/2022)

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La literatura rusa conquista el espacio

Suplemento cultural de MILENIO LABERINTO
SÁBADO 24 DE SEPTIEMBRE DE 2022 AÑO 19 - NÚMERO 1006 HOMBRE DE CELULOIDE FERNANDO ZAMORA Jorge Fons: maestro del melodrama Foto: CC News RESEÑA JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. J. M. Coetzee y su novela El Polaco Foto: AFP

EN EL BANQUILLO

Obra

Leo en tu libro sobre el Renaci miento que “los gibelinos ponían se las plumas del gorro a uno de los lados, los güelfos al otro. Los güelfos, en la mesa, cortaban la fruta en sentido horizontal, los gibelinos en sentido vertical… Los güelfos bebían en vasos cincelados, los gibelinos en vasos lisos. Los gi belinos prendíanse rosas blancas, los güelfos rosas rojas”. Se les podía distinguir por el mo do de bostezar, de cruzar la calle, de arrojar los dados. En Bérgamo asesinaron a unos calabre ses cuando descubrieron que eran enemigos por su manera de cortar ajos. Hay numerosas ilustraciones en tu libro; vistas panorámicas de Florencia, Siena, Pisa, Milán. Debajo de los puentes, el Arno tiene el mismo color gris del cielo que lo cubre y el Gran Canal de Venecia está provisto de cuatro góndolas en puntos equidistantes, como si alguien las hubiera co locado con maña artística después de tomar la foto. Voy apenas en el tercer capítulo de tu li bro, el origen de los déspotas. Son dos tomos: de 1089 páginas el primero y 1000, el segundo. El autor es John Addington Symonds. Nació en Bristol en 1840 y murió en Roma en 1893; está enterrado cerca de la tumba de Shelley. Por lo que he ido coligiendo, Symonds era más bien partidario de los gibelinos, a diferencia de Dante y Petrarca, güelfos moderados. Subrayo los temas que me habría gustado comentarte. Por ejemplo, cómo Abelardo en el siglo XII in tentó demostrar que el pleito in terminable “entre las entidades y los nombres se basaba simplemente en un error”. Tú y yo, jactanciosos, ha bríamos propues to otra disyuntiva: no son errores sino hipótesis falsas. O cómo durante la fase inicial de los estudios huma nistas en el Renacimiento —que Symonds lla ma la del “deseo apasionado”— Petrarca es cudriña un texto de Homero que no es capaz de entender y Boccaccio estudia griego en su edad madura para beber directamente “en los manantiales de la inspiración poética”. Me habrías mostrado el retrato de Dante que hizo Rafael, la nariz a punto de rozar el labio supe rior, o la Puerta del Paraíso tapada por la som bra de tu dedo índice. Terminaste el primer tomo en noviembre de 2021 y te quedaste en la página 278 o 279 del segundo. Quizá la últi ma frase que leíste la noche del 20 de febrero pasado fue sobre la recepción de las comedias plautinas en 1502, similar según Symonds a “lo que ocurre hoy con el público no educado musicalmente y condenado a escuchar la Pa sión de Bach sin atreverse a expresar su des contento”. Alguna vez nos salimos de un Ora torio de Bach; dimos vueltas alrededor de una plaza, fumando y discutiendo acerca del ruido de las voces en esa cripta. Un amigo me dice que tu libro del Renacimiento será mi barco para pasar de un borde al otro. Prefiero imagi narlo como un esquife, nave ligera. En el Can to XVIII de mi Comediaapócrifa estudiaré el agua figurativa a través de tus ojos. “El proble ma con la dulzura”, escribe Diane Seuss en un soneto, “es la muerte”. Supongo que aprender equivale a no olvidar. _

Jorge Fons y el arte del melodrama

Poco importan los barro cos adjetivos con los que Jorge Ayala Blanco ca lifica a la película Rojo amanecer (disponible en Claro Video); poco importa que diga que es telenovelera, truculenta, herrumbrosa y sentimentalmente ra dical; la verdad es que tanto el hecho histórico, la Matanza de Tlatelolco, como el modo en que lo retrata Fons, son parte de la historia nacional y, vis ta la importancia que ha adquirido el cine mexicano, no podemos dejar de recordar con respeto y admiración a este hombre que murió en la madru gada del 22 de septiembre de 2022. Si fuese necesario hacer apología de la obra de Fons yo usaría el fragmento que dirige en Fe,EsperanzayCaridad (disponible en Filminlatino). Si bien la película, estrenada en 1974, adole ce ciertamente de eso que Jorge Ayala Blanco llama “sentimentalismo radi cal” (y que puede atribuirse a una épo ca de turbulencia política y de polari zación en el marco de la Guerra Fría), el cortometraje Caridad es una pe queña joya. Además, es la única en es te ómnibus de películas que reflexiona en torno al significado del amor desde el punto de vista teologal. Fons consi gue oponer en un extraordinario gol pe de escena la caridad mal entendida, repartir riquezas a diestra y siniestra, con el acto afectuoso de entregarse

uno mismo: dos niños que han pelea do se abrazan y comparten un pan. No es necesario más para hablar de amor. Sin embargo, la obra más celebra da de Jorge Fons es El Callejón de los Milagros (disponible en Vix). Y lo es con justa razón. Acostumbra do a la disciplina del set televisivo, Fons acepta cual guion de hierro un extraordinario libreto de Vicente Leñero quien consigue adaptar la novela del Premio Nobel Naguib Mahfuz para conducir a estos per sonajes pícaros y coloridos desde un barrio en El Cairo hasta el Centro Histórico de la Ciudad de México. ElCallejóndelosMilagros culmina un periodo en el cine nacional en el que no parecía poder hablarse de otra cosa que no fuese prostitución. Desde Santa y La mujer del puerto hasta Las ficheras. Antes de la apa rición de voces nuevas, como las de Del Toro y Cuarón, el cine mexica no parecía condenado a hablar de la mujer buena que termina mal. Es gracias a que Fons supo respetar el guion de Vicente Leñero. Pudo

concentrarse en dirigir actores, en encontrar el lugar más llamativo para emplazar la cámara, para mo verla con virtuosismo. Y sí, Salma Hayek termina en un burdel, como sabemos, pero el derrumbe estrepi toso de su vanidad está rodeado de un extraordinario sentido del hu mor. El de don Ru, encarnado por Ernesto Gómez Cruz gozando de amoríos homosexuales y dándose tiempo, además, para pontificar desde la cátedra del buen padre; el de Delia Casanova en el papel de la esposa atribulada que no conoce el término de “amor griego” pero sí el de “jotería”; y el hijo en malos pa sos, Juan Manuel Bernal, que ter mina por volver al buen camino en cuanto ve la sonrisita de su bebé. El Callejón de los Milagros está lleno de guiños al melodrama mexicano. Ese que, sí, llega al arrebato en la telenovela, un género que cultivó Jorge Fons y que tanto desprecio le produce al crítico por excelen cia, Jorge Ayala Blanco. Pero el arte nacional es lo que es y así está bien. Con sus personajes albureros, sus fiestas de barriada y la muerte es cénica en la que uno no sabe si reír o llorar. Todo ello se transforma en arte gracias a Jorge Fons, quien ha muerto dejándonos El Callejón de losMilagros, una de las mejores pe lículas del cine nacional. _

FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA IMCINE
No podemos dejar de recordar con admiración a este hombre que murió el 22 de septiembre
El Callejón de los Milagros. Dirección: Jorge Fons, México, 1994.
Hay numerosas ilustraciones en tu libro; vistas panorámicas de Florencia, Siena
-02- 24 DE SEPTIEMBRE 2022ANTESALA

Hija del viento

Han venido.

Invaden la sangre. Huelen a plumas, a carencias, a llanto.

Pero tú alimentas al miedo y a la soledad como a dos animales pequeños perdidos en el desierto. Han venido a incendiar la edad del sueño.

Un adiós es tu vida.

Pero tú te abrazas como la serpiente loca de movimiento que solo se halla a sí misma porque no hay nadie. Tú lloras debajo del llanto, tú abres el cofre de tus deseos y eres más rica que la noche. Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan.

ESCOLIOS

ANTESALA Mirar lo perdurable

Mañana se cumplen 50 años del suicidio de Alejandra Pi zarnik (1934-1972), autora que forjó su visionaria poe sía con un depurado oficio y una amarga y mortuoria lucidez. Su figura trasgresora y su desgarrador final generaron una leyenda en la que es difícil discernir entre realidad y ficción. El libro AlejandraPizarnik, biografíadeunmito, de Cristina Piña y Patri cia Venti (Lumen, 2022), ofrece una amplia inmersión en los hechos de su vida; en su en torno social e intelectual, en sus fantasmas interiores y en sus mecanismos creativos. Con empatía y delicadeza, pero también con ánimo de verdad en la pesquisa de intimida des; con equilibrio entre datos e  interpreta ción y con una aguzada sensibilidad y juicio li terario, este libro presenta un retrato realista de la poeta y justiprecia las distintas dimen siones de su obra. Por lo demás, este trabajo, impecablemente académico, tiene un aire de tragedia, pues narra meticulosamente la gra dual, y acaso inevitable, caída de un espíritu predispuesto al abismo.

Alejandra (en realidad Flora) Pizarnik es hija del matrimonio de Elías y Rosa, dos emi grantes judíos de origen ucraniano que llegan a Argentina en los años treinta. Alejandra es una niña un poco regordeta, tartamuda, ocu rrente, alegre y precozmente excéntrica. Su perfil anti-convencional, desde lo físico a lo intelectual, le suscita una temprana sensación de mar ginalidad. De adolescente, es una ávida, avezada y omnívo ra lectora, hace estudios de letras y periodismo, aspira a pintar, publica muy joven su primer libro y cultiva su francofilia y, en especial, su devoción al surrealismo. La novel autora asume la imperiosa necesidad de trasladarse a París, el espacio por excelencia para la formación y consagración de escrito res. En esa ciudad sufre un vagabundeo por refugios fríos y malolientes, así como una época de estrecheces. Sin embargo, este duro bautismo tiene sus recompensas y conoce a una pléyade de autores hispanoamericanos, como su compatriota Julio Cortázar y Octa vio Paz, y algunos franceses. Por lo demás, aparte del rico catálogo de experiencias y co nexiones que logra, los años parisinos son de liberación personal, y de una dolorosa, pero fecunda producción, en la que se madura su voz y se origina  lo mejor de su obra. Cuan do la escritora decide regresar a Argentina, ya es reconocida como una de las voces más notables de la poesía hispanoamericana, aunque sus hábitos autodestructivos y sus demonios la acosan cada vez más severamen te hasta que, en 1972, la orillan a su postrera decisión. Pizarnik ha generado un intenso culto porque su trayectoria encarna la pro verbial inadecuación del artista a un mundo moderno desacralizado: en efecto, su hiper sensibilidad, su rico y oscuro fuero interior y su sentimiento de sacrificio a una religión estética generan una mirada poética única, de extremado desprendimiento e inocencia, que renuncia a fijarse en lo contingente de la vida y solo quiere observar lo perdurable. _

En el 50 aniversario de su suicidio, ocurrido el 25 de septiembre de 1972 en Buenos Aires, recordamos a Alejandra Pizarnik con este poema tomado de su Poesía completa (Lumen, 2022). EX LIBRIS
Pizarnik encarna la inadecuación del artista a un mundo moderno desacralizado
-03-24 DE SEPTIEMBRE 2022
Rapto de Europa/ EKO

Ofrecemos un pasaje de la más reciente novela de una ofrenda a la literatura rusa, la libertad

El peso de vivir en la tierra

EHabía pedido dos dosis de guerasimina; una para él, otra para el tísico. Ciertamente Antón lucía más sano en cada jornada, y Guerásim ya planeaba patentar su milagroso medicamento.

staban de vuelta en el Sályut. Al fin había llegado la noche en que Marfa Petrovna haría su caminata espacial. Una aventura a la que ni Valentina Tereshkova se hubiese lanzado. A diferencia de Laika, apreciada por ser una callejera, las mujeres del programa espacial soviético fueron elegidas entre paracaidistas. A los cosmonautas que estaban en lista de espera para viajar al espacio no les entusiasmó la aparición de esas mujeres. Ellos eran militares, pilotos, tenían años entrenándose, y he aquí que llegaban unas damitas improvisadas a ocupar el asiento de la nave Vóstok porque al general Kamanin se le ocurrió que la Unión Soviética debía enviar una mujer al espacio antes que los Estados Unidos. El astronauta que más directamente se vio desplazado por Valentina Tereshkova se dio a la bebida y se echó kareninamente al paso de un tren. Otro de ellos quedó prendado de la belleza obrera de Tereshkova y acabaría casándose con ella.

“Si no viajas al espacio”, Griboyédov dio a Guerásim una palmada en la espalda, “¿te quitarías la vida?”

“Voy a ir”, respondió Guerásim.

Cuando despertó en el lote baldío, recostada la cabeza sobre una lechuga, con el rostro ardiendo de piquetes, no sospechó de sus amigos. Se trataba del destino de un beodo: amanecer en cualquier sitio sin recuerdos de la noche anterior. A veces sin camisa, alguna vez sin zapatos, casi siempre sin cartera; ahora con el rostro vejado. “Creo que fueron hormigas”, dijo a sus compañeros.

De las cuatrocientas mujeres propuestas para entrenar como cosmonautas, quedaron tres finalistas. La elección fue un concurso de belleza. El general Kamanin describió a Tereshkova como “una Gagarin con falda”.

La noticia llegó al mundo entero. Hombres y mujeres por igual celebraron las órbitas de Valentina en el espacio. Tan solo la novelista Bárbara Cartland, tan acostumbrada a escribir asnadas, declaró: “A menos que vaya a tener un bebé en el espacio, no veo el sentido de enviar a una mujer”.

Marfa estaba bebiendo más que de costumbre. Nikolái le dijo que a Valentina le hubiesen prohibido abordar la nave con cualquier grado de alcohol; en cambio ella debía ser como esos soldados que enfrentaban las misiones más temerarias gracias al elíxir de la valentía. Le sirvió un poco más. “El último”, le dijo. “O pasarás del amor a la rapiña”.

Llegó la hora de los preparativos finales. Hubo una cuadrilla que vistió a Valentina Tereshkova con su traje espacial color naranja.

Habían optado por ese color porque era el más llamativo para que el equipo de rescate localizara a los cosmonautas luego de aterrizar colgados de sus paracaídas. Debía ser el lance más emocionante del viaje. Salir de la nave a siete mil metros de altura y verla precipitarse al suelo a velocidad mortal. Para vestirse, Marfa se había bastado sola. Solo tendría que quitarse la bata estampada para mostrar su atuendo de caminata espacial. También había elegido un vestido naranja para hacerse visible. La prensa había escrito sobre Valentina Tereshkova: “Sus curvas femeninas estaban ocultas por un tosco traje espacial y su cabellera se hallaba sujeta por

un casco blanco”. Muy distinto se habrían expresado sobre el vestido de Marfa. Tanto una como otra llevaban botas, pero las de Valentina carecían de tacón.

Marfa hizo una seña a Nikolái. Él fue al baño. Apresuró a un hombre que lo estaba utilizando. Marfa fue para allá. Por primera vez el propietario consideró la idea de instalar un baño de mujeres. A los pocos minutos salió debidamente peinada, maquillada, con aretes de fantasía, y un aire de mujer de mundo que no podía emitir bajo la bata floreada. El silencio fue inmediato.

Ni los dioses han sido tan sabios como Chéjov para revelar lo que acontece en el corazón de un hombre cuando ve pasar una belleza que no le pertenece. “Lo que despertaba Masha en mí no era deseo, ni entusiasmo, ni deleite, sino una pesada aunque grata tristeza. Tal tristeza era de carácter indefinido, vaga como un sueño. Sin saber por qué, sentía lástima de mí mismo, del abuelo, del armenio y de la pequeña armenia. Experimentaba la sensación de que los cuatro habíamos perdido

algo que nos era necesario en la vida y que no volveríamos a recobrar. El abuelo se puso también triste. Ya no hablaba de cereales, ni de ovejas, y permanecía callado y pensativo, mirando a Masha. Y cuantas más veces su belleza pasaba rauda ante mí, tanto más honda se hacía mi tristeza. ¿Acaso tenía yo celos de su belleza, lamentaba que esta muchacha no fuera mía, que no llegara a serlo nunca? ¿O intuía que su rara belleza sería pasajera, innecesaria, perecedera como todo lo terreno? ¿O era mi tristeza sencillamente el sentimiento singular que despierta en el hombre la contemplación de la belleza auténtica?”

Marfa volvió a la mesa. El más triste de todos era Guerásim. Era difícil decir algo. Nikolái lo intentó: “¿Sabes cuál era el nombre clave de la Tereshkova durante su viaje?”. Como no era una pregunta que esperara respuesta, él mismo dijo: “la Gaviota”.

“De nuevo aparece Chéjov”, dijo ella. “Aunque ahora siento que voy de la mano de Dostoyevski”.

La primera voz de mujer que llegó del espacio exterior declaró:

La cosmonauta soviética Valentina Tereshkova. DAVID TOSCANA FOTOGRAFÍAS SHUTTERSTOCK, AGE FOTOSTOCK “Soy Tereshkova cuarentaiocho rra sin Había que ya ber vuelto caba radio, sí misma, bó por paracaídas”, veces to, “no desobedeció la nariz tal que la cápsula el gran sido el significado cial. Grandioso Tereshkova Nina la Gaviota. cío, vacío! tes desaparecieron materia en agua, almas sola.
-04- 24 DE SEPTIEMBRE 2022DE PORTADA
¡Los

novela del autor de Olegaroy. Se trata libertad y la vida que imita al arte  tierra

la Gaviota. Soy la Gaviota”. Tereshkova había completado cuarentaiocho vueltas a la Tiesin decir nada memorable. Había cometido tantos errores ya resultaba un milagro havuelto a la Tierra. Se equivoen los botones, apagaba el radio, se enfermó, vomitó sobre misma, dormía a deshoras, acapor desmayarse. “Al saltar en paracaídas”, le habían dicho mil veces durante el adiestramien“no voltees hacia arriba”. Ella desobedeció y se ganó un tajo en nariz por un fragmento de meque se había desprendido de cápsula Vóstok. Según Nikolái, gran defecto de ese viaje había que la cosmonauta no captó significado de su nombre espaGrandioso hubiese sido que la Tereshkova citara unas líneas de Mijailovna Sarechnaia, alias Gaviota. “¡Frío, frío! ¡Vacío, vavacío! ¡Miedo, miedo, miedo! cuerpos de los seres viviendesaparecieron en lo vano, y la materia los transformó en piedra, agua, en nubes, mientras sus almas se unían hasta formar una Esta alma total del universo

¡soy yo! ¡Yo! En mí vive el alma de Alejandro el Grande, de César, de Shakespeare, de Napoleón y de la última sanguijuela”.

Marfa Petrovna se puso de pie. Agravó la admiración y la tristeza que pesaba en los vientres de los parroquianos. El tísico mató la solemnidad con un ataque de tos. Guerásim nunca había leído a Chéjov, pero daba lo mismo. Con los codos en la mesa, miraba a esa beldad, y su rostro mostraba una expresión de ternura y tristeza profunda, como si en Marfa descubriera a un mismo tiempo “esperanza, sobriedad, limpieza, mujer, hijos; como si, profundamente arrepentido de toda su vida, tuviera conciencia de que esta mujer no era suya y que su propia torpeza, grasienta fisonomía y prematura vejez, le

alejaba tanto de la felicidad vulgar, humana y terrestre, como del cielo”.

Ella: la mujer, la diosa, la chiquilla, la beldad se dirigió lentamente a la puerta. Allá afuera estaban las estrellas y el infinito. El silencio. “Soy la Gaviota”, se dijo Marfa.

Tereshkova había venido a México junto con Gagarin. Los hombres que habían ido al espacio hablaban del espacio. Ella tenía que hablar de la mujer. “Los científicos han encontrado más resistente el cuerpo femenino en las pruebas espaciales”, dijo. También decía que la presencia de las mujeres “es indispensable en el gobierno de los países, en las fábricas y en el mismo cosmos”. Y aunque todos le daban la razón, pasarían veinte años antes de que la segunda mujer fuese al espacio.

Exceptuando a Marfa.

Abrió la escotilla. Cortó toda comunicación con el centro de control espacial. Sin tanque de oxígeno se lanzó al vacío, donde los aerolitos, donde las constelaciones y el zodiaco; flotó en ese cosmos que según la ciencia tenía un origen pero no un final.

Planetas, soles, asteroides, galaxias y, entre todas esas luminarias, era Marfa la más brillante, la más eterna. Porque hasta la eternidad tenía grados. La Tereshkova se sintió adalid de las mujeres porque se sentó a dar vuelta y vuelta a la Tierra hasta marearse. “Soy la Gaviota”, decía, “soy la Gaviota”, sin la menor idea de lo que significaba tal cosa. “No, mi querida Valentina”, Marfa alzó la vista al cielo, “la Gaviota soy yo. La mujer soy yo. La eterna soy yo. La divinidad soy yo”. Khrushchev dijo a Tereshkova: “Le deseo feliz viaje. Nos alegraremos mucho reuniéndonos con usted en nuestra maravillosa tierra soviética”. Ella le respondió: “Estoy profundamente conmovida por sus palabras de aliento, por su paternal preocupación. Me siento muy bien. De todo corazón doy las gracias al pueblo soviético por sus buenos deseos. Le aseguro, Nikita Serguéievich, que se cumplirá la honorable misión de la patria”. Marfa sintió náuseas. ¿De veras se llega a un momento único en la historia para pronunciar esas frases sin sabor? Pero el servicio espacial soviético había reclutado paracaidistas, no poetas. Debieron mandar al espacio a Ana Ajmátova. La humanidad se hubiese ahorrado multitud de lugares comunes. “¿Puede usted describir esto?”, alguien le habría susurrado señalando el cielo. “Puedo”, habría respondido ella, y a Khrushchev le habría dicho: “Las estrellas de la muerte pendían sobre nosotros. Y la inocente Rusia se retorcía bajo las botas manchadas de sangre”. Más adelante, cuando su Vóstok escapara de la órbita terrestre, se acurrucaría en ese espacio mínimo que surcaba el espacio infinito, esperaría largamente, y por fin, lejos de las amenazas, persecuciones, prisiones, torturas y ejecuciones, habría pronunciado cuando ya las señales de radio fueran una tibia interferencia: “Llevo el universo por delante, como carga ligera sobre la palma extendida de la mano, y en las entrañas germina en secreto la semilla de lo que queda por venir”. Marfa volteó hacia atrás. Ahí estaba la estación Sályut, con sus luces brillantes, la música que escapaba por la puerta entornada, sin que por eso se escapara el oxígeno hasta que murieran todos de asfixia. Reanudó su marcha. Por delante se tendía el universo que se tendió delante de Ajmátova, junto a lo mucho o lo poco que restara al porvenir. Marfa Petrovna remontó el vuelo en ese mundo ingrávido. “Soy la Gaviota”, dijo una vez más y enfiló por las calles negras con la entereza de un cometa que con su estela va desconsolando a los hombres que lo ven pasar.

La beldad se dirigió a la puerta. Afuera estaban las estrellas y el infinito
-05-24 DE SEPTIEMBRE 2022 DE PORTADA
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RESEÑA

“Los seres humanos no siempre saben lo que quieren”

Antes de ser publicada en inglés, El Polaco, la nueva novela de J. M. Coetzee, circula en español bajo el sello de El Hilo de Ariadna

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. FOTOGRAFÍA EFE

El Polaco es el título del nuevo libro de J. M. Coetzee, publicado por la editorial argentina El Hilo de Ariadna.

Es una novela breve, una historia de amor fallido entre un pianista polaco, intérprete de Chopin, que “ronda los setenta”, y una elegante española “de cuarenta y tantos”. Se conocen en Barcelona y se comunican en inglés, que ella habla mucho mejor que él.

Se trata de una “variación moderna e irónica de la historia de Dante y Beatrice”, se lee en la contraportada, escrita por la traductora Mariana Dimópulos, en la que todo está contado desde la perspectiva “precisa, sincera y aguda” de la protagonista.

El autor de Desgracia decidió que la novela se publicara primero en español y en una editorial independiente, antes que en inglés. ¿Por qué?, le pregunto por correo electrónico.

“Varios de mis libros recientes se han publicado primero en traducción al español por El Hilo de Ariadna, en Buenos Aires —responde desde Australia—. Soy una persona que proviene del hemisferio sur, del sur de África y Australia. No le debo gran lealtad a los centros intelectuales y culturales del hemisferio norte. Ha sido una de mis ambiciones que los lectores del hemisferio sur se acerquen a sus escritores. Publicar primero en Argentina es una pequeña contribución a ese proyecto”.

Soledad Costantini, fundadora y directora de El Hilo de Ariadna, también por correo electrónico, sobre lo mismo comenta desde Buenos Aires: “Esta es una decisión radical del autor. Aunque, como escritor, Coetzee ha utilizado el idioma inglés, no pertenece cultural ni históricamente al mundo anglófono, y se ha vuelto suspicaz con la sospechosa rapidez en que la cultura anglófona se ha diseminado en el mundo. Su actitud es característica de un pensamiento crítico, pues ve a la lengua inglesa como la

manifestación de una visión del mundo, que hoy necesita transformarse. Se trata de una conciencia geopolítica y de sus implicaciones culturales”.

El Polaco es una historia sobre el deseo incumplido de un hombre por atraer a la mujer de la que se ha enamorado. En algún momento, le pide vivir con él toda la vida, o una semana, o un día.

“Un minuto es suficiente —le dice descorazonado—. ¿Qué es el tiempo? El tiempo es nada. Tenemos nuestra memoria. Y tú, quizá tú también me recuerdes”.

“Por supuesto que te recordaré, hombre extraño”, le responde ella, aunque no está convencida de sus palabras, como no está convencida de tantas otras cosas que, sin embargo, realiza dejándose llevar por las circunstancias.

En la novela se menciona con frecuencia a Chopin, a quien el pianista, llamado Witold, interpreta con pulcritud, pero sin romanticismo; le

falta pasión, y ella —cuyo nombre es Beatriz— lo advierte en sus conciertos y en sus grabaciones.

¿Cuál es la relación que sostiene con la música y en especial con Chopin?

“Pienso que Chopin es uno de los más grandes creadores que emergieron durante la era romántica —comenta Coetzee—. Su música es además amada por los pianistas porque él entendió muy bien las posibilidades expresivas del pianoforte”.

Las mujeres ocupan un lugar destacado en la literatura del sudafricano, entre ellas, de manera sobresaliente, Elizabeth Costello. ¿Cómo surgen estas mujeres, cómo les va dando forma?

“Ellas salen de mi mente, supongo, mezcladas con personas con las que me encuentro en la vida real. Pero ese es solo su principio. Conforme las historias se desarrollan, estos personajes femeninos adquieren su propia vida”, dice el autor de Esperando a los bárbaros, quien actualmente, señala, está dedicado a sus proyectos académicos en Australia.

¿Y Beatriz? “Ella es una persona inteligente pero no reflexiva. Una parte de su inteligencia consiste en saber que un exceso de reflexión puede paralizar la voluntad”, se lee en las primeras páginas de la novela. Y también: “Ella es una persona inteligente, bien educada, culta, una buena esposa y madre. Pero no la toman en serio”. Mantiene una intensa actividad social y una relación cordial con su esposo, un próspero banquero, pero nada más. Entre ellos, sin darse cuenta cómo ni cuándo sucedió, se ha extinguido el amor.

Parece que Beatriz actúa un poco azarosamente. Está rodeada de amigos y conocidos, pero al mismo tiempo se presiente su soledad. Le pregunto sobre esto a Coetzee.

“Una de las cosas que sabemos acerca de los seres humanos es que no siempre saben lo que quieren y, como consecuencia, son guiados a través de sus vidas por fuerzas que apenas comprenden —responde—. Es interesante que digas que Beatriz es solitaria. Ciertamente ella no se piensa solitaria. Pero quizá nosotros, los lectores, podemos ver aspectos suyos que son invisibles para ella. Quizá vemos que la ocupada vida social que lleva no la satisface por completo”.

No, evidentemente Beatriz no está sola: está rodeada de gente y llena de actividades, pero en ella se adivina un vacío —una soledad— que de alguna manera se revela en un par de cartas que le dedica al polaco cuando éste ha muerto, dejándole un libro con poemas muy malos, que ha escrito lejos de ella. Él nunca se atrevió —le reclama en la primera— a cortejarla ni mucho menos a seducirla, y pregunta: “¿Por qué no me bombardeaste con súplicas? ¡Nopuedovivir sin ti! ¿Por qué nunca pronunciaste esas palabras?”

El Polaco es una novela sobre un “amor a medias” —como dice Marina Dimópulos—, pero también sobre lo que significan las barreras de todo tipo en una relación, entre ellas las que nos imponemos nosotros mismos. _

El Premio Nobel de Literatura 2003.
-06- 24 DE SEPTIEMBRE 2022 Mauricio Montiel Figueiras: Robert Aickman: la extrañeza espléndida • Carlos Chimal: Severo Ochoa: el laboratorio como un santuario • Alma Gelover: El don de las lágrimas • José Juan de Ávila: Entrevista con Humberto Mussachio • Óscar Garduño: Entrevista con Adolfo Castañón • Ángel Soto: Entrevista con Antonio Ortuño • Ricardo E. Tatto: Apostillas en el 90 aniversario de Juan García Ponce Y, además, en nuestra edición digital: LITERATURA

El cazador de secretos

NARRATIVA, ENSAYO

El resto del mundo rima

Las mil naves

Enrique Berruga Filloy

Espasa México, 2022 296 páginas

La historia se mueve entre la especu lación y algunos hechos conocidos. Un agente vigila a un individuo, Lee Harvey Oswald, señalado por sus po sibles nexos con Cuba y la Unión So viética en el tiempo más candente de la Guerra Fría. Más que respuestas, solo hallamos preguntas: ¿el asesina to de Kennedy se orquestó en México?

Desayuno de campeones

Carolina Bello

Literatura Random House México, 2022 219 páginas

Un accidente de tránsito une a dos personas opuestas: un prófugo y una bióloga sin lugar en el mundo. A par tir de este hecho, sus viejas identida des serán archivo muerto. La novela se instala así en ese territorio donde la memoria de uno se vuelve la certeza del otro, como en un juego de suplan taciones hecho de retazos de sueños.

El Quijote anda en burro

¿Y qué si existiera una versión alter nativa a la guerra de Troya? Este es el reto que asume esta novela coral en la cual la musa Calíope toma la voz para narrar las vicisitudes de las mujeres que fueron víctimas de la arbitrarie dad de los dioses. Hécabe, Andróma ca, Pentesilea, Casandra… desplazan de la escena a Ulises y a otros héroes.

Diálogos entre personalismos

Blackie Books España, 2022 312 páginas

Publicada en 1973, esta es la novela que contiene todas las obsesiones del autor de MataderoCinco. Puede con siderarse una historia abreviada de Estados Unidos en el siglo XX o una sátira de los pasos erráticos tomados por la humanidad. Nada está a salvo de la irreverencia: ni el sexo, ni la familia, el arte o la política.

Cristian Valencia

Tusquets México, 2022 336 páginas

Uno de los más agudos observadores de la realidad colombiana, sobre todo de aquella que se expresa en las regio nes más apartadas, ofrece estas cróni cas más cercanas a la literatura que al registro periodístico. A ellas acude una diversidad de geografías y personajes tan extraordinarios como una casa se ñorial en mitad de la selva.

Beuchot y Burgos Gedisa México, 2022 128 páginas

Conectado con la fenomenología, el personalismo es una corriente filo sófica “que pone al ser humano en el centro de su reflexión”, en palabras de Beuchot. Paul Ricoeur es uno de sus representantes más destacados. Esta corriente tiene dos facetas: la analógi ca, defendida por el mexicano, y la in tegral, encabezada por Burgos.

El placer de leer

POESÍA EN SEGUNDOS

Idea Vilariño

En las lecturas actuales, domina das por la autobiografía confe sional y por las composiciones documentales de los sucesos de nota roja, pasan inadvertidos los textos en los que un yo íntimo —y muchas ve ces puro— nos propone mirar la realidad de otra manera, con sorpresa, refinamiento y exactitud. La exhibición de los dramas per sonales, casi siempre ruidosos y repetitivos, y la fascinación, “ineludible”, por la violen cia descontrolada y espectacular, menguan o acaban por borrar poemas, cuentos o nove las que no están al servicio de las causas o ne cesidades del momento presente y que han logrado, con un lenguaje riguroso y original, traspasar lo vano y lo obvio.

La reimpresión de Poesía completa (Lu men, 2022) de Idea Vilariño tiene un gran valor no solo porque nos hace volver los ojos hacia poetas fundamentales como Blanca Varela, Olga Orozco, Ulalume González de León, Marosa de Giorgio e Ida Vitale sino también porque muestra la enorme perti nencia de una poesía esencial. Sin dejar de lado el carácter inmediato y vivo de las cosas y los seres, esta escritura asume la necesi dad de sumergirse en ellos y comprenderlos dentro de sí mismos. Desde esta perspecti va, la poesía de Vilariño, en su formato de pequeñas composiciones o de poemas muy breves, representa el don de transformar metáforas recurrentes y marchitas en rá pidas ecuaciones llenas de sentido e ino pinadas. En su condensada voz hallamos, si no una fuerza elegiaca, sí un tono mayor hacia adentro: “La noche no era el sueño/ era su boca/ era su hermoso cuerpo des pojado/ de sus gestos inútiles/ era su cara pálida mirándome en la sombra”. En una sucesión de sílabas donde dominan el sen tido ágil, conciso y límpido de los versos de arte menor y, a veces, el epigrama del endecasílabo o la demora del alejandrino, Vilariño rechaza la metáfora común “no che igual a sueño” y la sustituye por otra más dura y mucho menos evidente: “noche igual a boca” e igual a cuerpo que se ha des pojado de lo superfluo para observar en la oscuridad de la alcoba. En un espacio de tiempo híperconcentrado —trece líneas—, el poema salta a una hondura insondable, pero de una precisión asombrosa, y sal ta al movimiento: “La noche era su boca/ su fuerza y su pasión/ era sus ojos serios/ esas piedras de sombra/ cayéndose en mis ojos”. Así, al pasar de la simultaneidad de una mirada en otra, pasa a un cuerpo que entra en otro cuerpo: “y era su amor en mí/ invadiendo tan lenta/ tan misteriosamen te”. ¿Qué tiene esta física de la oscuridad, de la noche, de la boca, que nos cautiva? Tiene, a pesar de la intensidad del senti miento, el poder de la concreción y una alta precisión avasallante. No hay falsas asociaciones o vaguedades ¨líricas” o “su rrealistas”, con requiebros y falsa belleza. Sí hay la reconstrucción de un instante co mún en el instante único.

La poesía de Idea Vilariño es magnífica y posee una exactitud y una densa clari dad casi perdidas, como tantas cosas más, en los tiempos de la literatura pragmática y solícita. _

-07-24 DE SEPTIEMBRE 2022
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Tirano que se marcha

Me gusta celebrar los buenos libros y a sus autores. Pero con és te, que acabo de leer, sucede algo distinto: no puedo celebrar una radiografía que muestra un cáncer. Reconozco la pre cisión del diagnóstico y apuesto a que el doctor querría estar equivocado. La certeza es que estamos en un sexenio de enorme crecimiento en muerte, enfermedad, crimen, pobreza, igno rancia y mentiras. Y documentarlo más allá de las dudas llevó a Macario Schettino menos de 200 páginas, en Méxicoenelprecipicio(Ariel, 2022).

Abundan los libros de coyuntura que apilan opiniones y prenden alar mas; los que juntan chismes y argu mentos ideológicos; otros, patéticos, alaban y adoban la sexenal estatua de lodo. Éste no es de ésos. Está en otro ámbito, donde hallamos la estirpe de Raymond Aron: los liberales solitarios que se arriesgan a la impopularidad. A Aron, el siglo le quedó debiendo el reconocimiento de nunca haber ce jado en la verdad. A Macario Schetti no le toca un destino distinto: el crí tico de López Obrador, desde 1998, y principalmente en la campaña pre sidencial que arrancó en 2005, fue atacado, quesque refutado, aislado de entre periodistas e intelectuales biempensantes, pero poco a poco ha quedado en su sitio correcto: tenía razón. Hoy goza de dos formas salu dables del reconocimiento: el pres tigio de quienes leen y piensan, y el resentimiento de aquellos que obe decen a un autócrata pequeñito. Pe ro, a diferencia de Aron, ni a él, ni a nosotros, nos espera una Francia en reconstrucción y crecimiento. Nos toca un precipicio. Ni modo.

ioconda Belli publi có hace unos días en El País una columna en la que señaló que ha sido censurada por el gobierno de Daniel Ortega para participar en un evento literario en Madrid organizado por la Orga nización de Estados Iberoameri canos para la Educación, la Cien cia y la Cultura (OEI). Casualidad o causalidad, a los dos días aparece la noticia de que se giró una orden de arresto en Nicaragua contra su her mano, Humberto Belli.

Con argumento punzante y ama ble, escribe Gioconda: “No es mi intención juzgar los compromisos diplomáticos de la OEI. Pienso que esto va más allá de ellos y de mí misma. Se trata de hasta dónde la diplomacia puede permitir que un dictador como Ortega use su mem bresía en un organismo multilate ral para impedir la participación

de una escritora de su país en una mesa en España donde se hablaría de creación artística”.

El evento es un grano de arena. El peñasco es que ni ella ni Sergio Ramírez tienen derecho a vivir en sus casas, en su patria, por la que mucho lucharon y arriesgaron.

Daniel Ortega y su señora, mejor que nadie en el mundo, encarnan aquellas poéticas palabras de José Emilio Pacheco: “Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los veinte años”.

Y pasando a la poesía, tiene Gio conda un poema titulado “Huelga”. Lo escribió hace algunas décadas, pensando en Anastasio Somoza, pe ro se puede leer como si lo hubiese escrito hoy. En los versos convo ca a una huelga de obreros, flores, mujeres y muchos más; que se de tengan relojes, fábricas, puertos y otras cosas. Y remata: “Una huelga de ojos, de manos y de besos./ Una

En el precipicio

huelga donde respirar no sea per mitido,/ una huelga donde nazca el silencio/ para oír los pasos/ del tirano que se marcha”.

Gioconda Belli y Sergio Ramírez se unen a una larga lista de escri tores perseguidos, desterrados, encarcelados, ejecutados, acuchi llados y cancelados por gobiernos, por viejas y nuevas inquisiciones. Alzo la copa por los dos, y por mu chos más que se hallan en el des tierro, geográfico o virtual.

Y hablando de acuchillados, que rida Academia Sueca, ¿el Nobel de Rushdie para cuándo? No le saquen. Las letras son para gente con agallas.

Alguna vez dije que mi única re ligión era la libertad de expresión; muy pronto me di cuenta del sin sentido, pues la esencia de una re ligión es coartar la libertad de pa labra y pensamiento. Mejor ateo, Sancho amigo. Mejor libre. _

Schettino ayudó a construir el aná lisis sensato con que hoy podemos ver el tamaño del desastre. Sin embargo, no pretende un lugar honorario en el Pritaneo: sigue siendo el mismo pen sador y escribe desde el mismo lugar civil que cualquier otro intelectual (es más, no le gusta que le digan intelec tual, prefiere “profesor”).

Tengo la sospecha de que el apego a los números es una suerte de apego a las letras, desde el lado de la preci sión. Y me resulta notable la cantidad de ingenieros mexicanos que han he cho humanidades de altísimo nivel

y estupendamente escritas: Alamán, Cosío Villegas, Ibargüengoitia (ade más de narrador y dramaturgo, hizo desopilante crítica política), Zaid, Krauze. Hay que sumar a Schetti no. Y no es que quiera celebrar este libro. No me gusta el regodeo en la derrota y la lectura me deja triste, enojado, acosijado por la impoten cia. Pero le agradezco su contención, que no hallo para mí en la lectura, porque sé que no hubiera termina do de leer el libro si el autor hubiera cedido a su emocionalidad. Como si fuera soportable que, al anunciar un mal terminal a su paciente, el médi co rompiera en llanto.

Pero es un libro necesario. Y, más que lamentar aquello de lo que trata, cosa evidente, hallo en Macario Schet tino un modo peculiar de tratar los problemas. Su trabajo lidia a diario con Big Data, los grandes números.

No es nada fácil escarbar, desempa car y trasladar los datos a explicacio nes que pueda entender un lector ca sual de periódicos; en segundo lugar, Schettino se cuida siempre de distin guir entre sus deducciones (necesa rias) y deja las inducciones para los aspectos inciertos de la ideología, la opinión, las interpretaciones psico lógicas. No se le mezclan las aguas. Además, tiene una rara capacidad para despejar y simplificar. Pongo un mero ejemplo: de un tiempo para acá, ha circulado mucho un estupen do librito: On Tyranny, de Timothy Snyder. Son veinte breves lecciones para reconocer el avance de un tirano y su régimen. Pero veinte es mucho para una mnemotecnia de paisano. Schettino reduce el principio diag nóstico a tres formas: como estra tegia electoral, el populista “ofrece a los votantes el regreso a un pasa do dorado”; en la economía, “gastar más en el presente, a costa de sufrir estrecheces en el futuro”; en políti ca, “podemos hablar de populismo cuando el líder decide desmantelar los mecanismos de intermediación para comunicarse directamente” con el pueblo. Y apuesto a que  Schettino ni siquiera se da cuenta de la preci sión de sus disecciones.

México en el precipicio es un li bro necesario, importante, amargo. Por fortuna, no es el único. Esa mis ma capacidad halla un mejor lugar cuando empata con el entusiasmo, el goce y la imaginación propositiva, y eso se halla en otros libros, o en sus conferencias y podcasts: la misma inteligencia, pero con la sonrisa de un ingeniero, economista, historia dor que, encima, habla y escribe con elegancia y sintaxis perfecta _

JULIO HUBARD  FOTOGRAFÍA WIKIPEDIA El ingeniero y economista Macario Schettino.
El apego a los números es una suerte de apego a las letras, desde el lado de la precisión
24 DE SEPTIEMBRE 2022 http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto LABERINTODIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.
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