Annie Ernaux: la voz de la exclusión social
Melina Balcázar Moreno/ FOTOGRAFÍA: EFEEsquemas
TEDI LÓPEZ MILLSLa experiencia se repite. Camino a una tienda de telas en aveni da Universidad. Llevo nuestras cortinas rasguñadas por el sol en una bolsa de plástico. El emplea do me mira con desconfianza: “es que usted quiere mucha tela… de ésta aquí no tenemos tanta”. Elijo otro material: “Aires de marfil”. El empleado suspira y anota cifras en un pa pelito: sumas, restas, porcentajes. “Uy… Está difícil. Va a tener que esperar como un mes o hasta más”. Acepto las condiciones y pago en la caja, donde una señorita me advierte que se me entregarán las cortinas sin pre vio aviso y a cualquier hora. Firmo al calce de la factura y la señorita sella mi copia va rias veces, como si estuviera aplanando una masa resistente. En la calle me doy cuenta: pesa más lo que siento que lo que pienso y, sin duda, se ha de notar: los ojos inquietos, la sonrisa forzada, la voz titubeante, los dedos nerviosos o torpes. La doctora me dijo hace dos semanas que tuviera mucho cuidado con los hoyos: “se abrirán al menor descuido. Es fundamental que no parezca usted loca”. El silencio se repite. Lunes y martes elaboro documentos claros, pero a la vez abstractos, según me indicaron en una notaría. Me man dan ejemplos en archivos adjuntos, con fle chas y círculos en rojo. Escribo párrafos bre ves y abro una sección de incisos. A cada uno le corresponde su propio color. No hay res puesta a mis preguntas. Cuando insisto, se me pide otro do cumento con ca racterísticas casi idénticas, pero tal vez un poco más elusivas. El miedo se repite. Empie zan a obsesionar me las diferencias entre lo trágico y lo patético. Estoy segura de que el dinero es determinante a la hora de las definiciones. En mi panorama de arquetipos nunca dejo de percibir los trapos húmedos y viejos que cuelgan de los barrotes en la cocina. ¿Quién los amontona? Ha de haber trincheras o de siertos donde se mitigan las circunstancias que los especialistas llaman “extraordina rias”. Siempre queda a la mano el recurso de lo poético, por decirlo de algún modo. No hay casualidad, además, que no venga bien arro pada por el tiempo: si la mariposa nocturna entra a la casa por la tarde, como lo hizo ayer, quizás entonces ya no represente ningún presagio. Está escondida en un rincón junto al librero de la sala. A un lado puse la esco ba. Casi todos los déspotas en tu libro del Re nacimiento eran ilustrados: se entretenían conversando con hombres de letras, cons truían edificios públicos, levantaban uni versidades, elegían sabiamente a sus maes tros. Gian Galeazzo Visconti, primer duque de Milán en 1385, quiso desecar las lagunas de Venecia. Fue tímido y violento. “Jamás dio un paso sin calcular antes lo que había de costarle. Se preocupaba por las reliquias de los santos con una pasión supersticiosa”, co mo un rey medieval. En el Canto XIX de mi Comediaapócrifavoy a subir los 59 peldaños de la escalera. Tú lo hacías a diario quince ve ces y yo te esperaba en el pasillo. Cuando ha blo conmigo, hablo contigo. Los desenlaces pueden ser injustos. _
HOMBRE DE CELULOIDE
El iconoclasta
FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA NETFLIXEn El asesinato de Jes se James (disponible en Apple TV), Andrew Do minik y su cinefotógrafo Roger Deakins han con seguido algunas de las imágenes más pujantes del cine de nuestros tiem pos. Un tren penetra la niebla y hom bres con caras cubiertas asaltan a los viajeros. El maquinista sangra de pies a cabeza, la historia de Estados Uni dos se vuelve un horror. Con el mismo virtuosismo, Dominik embiste contra otro icono del pop estadunidense, Ma rilyn Monroe. Lo hace en Rubia(dis ponible en Netflix), una obra hermosa y siniestra. Dominik parece empeña do en destruir los ídolos de este país. Lo hace con martillazos certeros, para que los fetiches resuenen. No se crea, sin embargo, que el director se ensaña con Monroe. Quien eso piense no ha visto bien la película. Los iconos que lanza Dominik a la basura son un pre sidente y un deportista. Ahora bien, para ser iconoclasta en el arte hay que producir extraordinarias imágenes.
Por eso el director echa mano de todo el lenguaje del cine. Y aquí hay desde mascarillas que recuerdan al cine mu do hasta una majestuosa secuencia en que la sábana de los amantes se trans forma en las Cataratas del Niágara.
Cada fotograma en Rubiaes una obra de arte. Solo así es posible desenmas carar, durante el clímax, a este presi
dente que utiliza todo su poder para abusar de una mujer que está droga da. En efecto, Dominik demuestra que Kennedy tiene los pies de barro. Y to do el sistema de estudio hollywooden se. Pero, lo dicho, para denunciar esta clase de injusticias es necesario que la imagen esté a la altura de aquellos re tratos, películas y portadas con los que Norma Jeane Mortenson se volvió el icono en la serigrafía de Andy Warhol.
Basado en una novela de Joyce Carol Oates, el director cambia el punto de vista pasando no solo del blanco y negro al color sino también la relación de aspecto, es decir, la proporción entre ancho y largo pa ra conseguir un contrapunto entre lo que vive la protagonista y lo que recuerda. En cierto momento, Do minik utiliza incluso lentes anamór ficos que deforman los cuerpos de la estrella y dos amantes con los que, según el guion del propio Dominik, ella pudo tener una felicidad pasajera. Visto pues el despliegue de recursos puestos al servicio de documentar desde diversos puntos de vista la
vida de Monroe, uno encuentra que Dominik ha producido una suerte de cuadro cubista que superpone las máscaras de Monroe y Norma Jeane, las de su madre abusiva, su padre ausente y esos hombres que la miran como deseando un trozo de carne. Así lo dice DiMaggio, a quien el guion llama El Atleta. Henry Mi ller es El Dramaturgo y Kennedy El Político. Todos se han vuelto arque tipos de un sistema que permite abu sar de esta mujer que se llama Nor ma Jeane y a la que ellos, necios, le dicen Marilyn Monroe, un nombre con el que la actriz nunca consiguió identificarse y que la cubana Ana de Armas interpreta de modo porten toso. Y resulta que este papel, para dójicamente, la está volviéndo todo aquello que critica Andrew Dominik, una estrella de cine hollywoodense. De Armas es aquí el martillo con que el artista destruye el mundo ideali zado del cine y la política de Estados Unidos. Ella presta su imagen para dar vida a una mujer atribulada. Y regresa la voz inocentona y provo cativa de la Monroe, pero también el hambre y la sed que documenta Truman Capote en Músicaparaca maleones. Ana de Armas ha conse guido que se entienda a Rimbaud cuando dice que, si uno tiene ham bre y sed, siempre habrá uno que viene para acosarte.
No se crea que el director se ensaña con Monroe. Quien eso piense no ha visto bien la películaRubia. Dirección: Andrew Dominik. Estados Unidos, 2022.
El miedo se repite. Empiezan a obsesionarme las diferencias entre lo trágico y lo patético
Antes de tirar la basura POESÍA
DAVID HUERTAFrente al papel de estaño y un torbellino orgánico— frente a la lechuga que amarillea o pardea y las infames colillas de la Noche Que Pasó, antes de tirar la basura conviene mirar el mundo con una paz de atardeceres y una dulzura de adagios, rodeándose una o uno, de ser posible, con los perfumes de la serenidad y los acentos de un noble impulso evangélico, entender con franciscanismo que la materia así depositada (pues debe ser depositada, no arrojada) es, sí, mal que nos pese, nuestra también, y que el hecho de desecharla o sacarla de la Casa no significa nada, nada, nada— pues seguirá en el mismo planeta donde padecemos con esta materia nuestra, el cuerpo, las lágrimas, las manos extendidas y abiertas que alguna vez serán basura y no deberán ser arrojados sino depositados otra vez en el mundo para las celebraciones, las mutaciones, la maravilla de ser, aun en el fondo de los basurales.
Con este poema, que forma parte de Lápices de antes (1993), recordamos al escritor, editor y traductor, quien murió el pasado 3 de octubre.
Incurable
En 1987 un autor mexicano publicó un poema desafiante, de 389 ce ñidas páginas de versículos, que buscaba ambiciosas síntesis, mez claba tradiciones e incorporaba a la lírica nuevos y subversivos elementos. En efecto, además de generar poderosas imágenes poéticas, esbozar historias o alcanzar momen tos de lograda musicalidad, Incurable incluía innumerables juegos intertextuales y comple jas alusiones en materia de psicoanálisis, teoría literaria y filosofía. Su autor, David Huerta, ya era muy conocido: había crecido inmerso en el ambiente literario y había demostrado su pre coz maestría desde su memorable primer li bro, Eljardíndelaluz; sin embargo, esta mix tura planteaba renovados retos capaces tanto de desconcertar como de seducir. Casi instan táneamente, esta invocación poética, feria de citas, despliegue de erudición y rompecabezas literario fue reconocido como referente inelu dible de la más osada experimentación poética en idioma español. Pueden pensarse en varias razones que explican la magnitud y dificultad deliberada de este gigantesco ensayo poético. Por un lado, es un recuento panorámico y en ciclopédico del clima intelectual de la época y recoge, desde la poesía, el eco de las corrien tes literarias y filosóficas que se preguntaban sobre las posibilidades de conocimiento, ver dad y lenguaje. Por otro lado, es sintomático de una emancipación personal, pues, al ser hijo de uno de los mayores poetas del siglo XX, el cé lebre Efraín, Da vid Huerta sin du da experimentaba en carne propia la llamada “angustia de las influencias” y este esfuerzo so brehumano de diferenciación implicaba una respuesta a ese dilema. Lo cierto es que Incu rable constituye una ofrenda insuperable a la creación y reflexión poética por su fuerza y su subrepticia ironía. Se trata de una inmersión fí sica en la materia del lenguaje, de una reflexión sobre los límites del significado y de un recorri do febril por los íntimos infiernos. A sus lecto res, nos brindó un paradigma, tan estimulante como inalcanzable, de las posibilidades del len guaje poético en un tiempo de escepticismos.
Con toda su monumentalidad, Incurable es solo una fase en la creación de un polígrafo e intelectual público proteico que como poe ta cultivó, al lado de la abstracción, la limpi dez; que, como ensayista, ejerció una forma al mismo tiempo rigurosa y afable de apro ximación a la literatura y, particularmente, a la gran poesía (piénsese en su reciente, y prodigioso, Las hojas, editado por Fernando Fernández) y que, como maestro y conversa dor, practicó un magisterio formal e infor mal que influyó sobre las mejores plumas poéticas y ensayísticas de las generaciones ulteriores. Por lo demás, desde una irrepro chable prosapia y trayectoria de izquierda, el poeta mantuvo una actitud alerta y valiente hacia las manifestaciones de intolerancia y hacia el entorno enrarecido de la vida inte lectual y política. No abundan ni vocaciones, ni temperamentos como el de Huerta, y mu cho se resentirá su ausencia. _
ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar
Es una ofrenda a la creación y reflexión poética por su fuerza y su subrepticia ironía
La obra de la Premio Nobel de Literatura autobiográfica y el retrato de las periferias condenadas Annie Ernaux: contra todos
La autora de La otra hija, La mujer helada y Pura pasión, entre otros libros.
unca he dejado de experimentar el vínculo entre el acto de escribir y la injusticia del mundo, y creo que la literatura puede contribuir, como la acción política, a cambiar la so ciedad”. Así lo afirmaba ya en 1989 An nie Ernaux, en un breve texto donde re flexionaba sobre las relaciones entre literatura y política. Sin eficacia inme diata, lenta pero obstinadamente, nos dice, la escritura puede “a largo plazo, impregnar el imaginario del lector, sensibilizarlo a realidades que igno raba, conducirlo a ver de otro modo lo que siempre ha considerado des de el mismo ángulo. La literatura es revolución lenta y silenciosa en un primer tiempo, la de la lectura, secreta”. Y justamente en eso re side la originalidad de la obra de Annie Ernaux: en su manera de entretejer memoria individual y memoria colectiva, de dar ca bida en su escritura a esa len gua que dice la violencia de lo cotidiano, pero también la irrupción del deseo que trastoca lo establecido.
“Sin darme cuenta, al escribir, hice más profun do el abismo que me se para de mis padres, pero sigo necesitándolos y, por ellos, sería capaz de mu chas cosas, como si quisiera responder a todos los sufri mientos que padecieron, las humillaciones, y vengarlos”. De cierta manera, el Premio Nobel que hoy consagra su obra hace justicia a esa estirpe su ya, la de la Francia provinciana —periférica, como suele llamársele
Nhoy—, el desprecio Originaria mandía, que tenían entrada ante sin ocultarla, mos tirlo”, “desdicha ella nuevas giado becaria mar le asignaba: atreve no será su obra el silencio en particular Durante a la enseñanza escribir “profesionalizarse”. escritura de posición, al “orgullo bre todo, en sus cho de yos, ra me escribió”, de esa quien norancia”, mana a la que otra un aborto y cuya cimiento
“Lo escribir, vida. presente”. autobiográfico embargo, a Annie
2022 oscila entre la ficción condenadas a la exclusión social
Ernaux: la revuelta todos los silencios
hoy—, de clase trabajadora y que sufre desprecio de las elites.
Originaria de un pueblo rural en Nor mandía, al norte de Francia, de padres tenían una tienda y una cafetería, su entrada en la escritura le exigió vencer todo su vergüenza de clase, aunque ocultarla, ni olvidarla: “No entende el pasado sino al revivirlo, al repe tirlo”, y por ello vuelve sin cesar a esa “desdicha tan antigua” para extraer de nuevas fuerzas. El entorno privile giado en el que realizó sus estudios, al ser becaria en un colegio privado, la hizo to conciencia del lugar que la sociedad asignaba: el del silencio de quien no se atreve a tomar la palabra pues sabe que será escuchado. Podríamos decir que obra es eso, un largo combate contra silencio que la sociedad nos impone, particular a las mujeres.
Durante gran parte de su vida, se dedicó enseñanza media, lo que le permitió escribir sin presiones ni concesiones, sin “profesionalizarse”. Desde el inicio, la escritura de Annie Ernaux es una toma posición, una manera de dar cabida “orgullo de los humillados”; pero, so todo, un ejercicio de libertad tanto sus temas como en su estilo. Ha he de su vida, de la memoria de los su su materia principal. “La escritu me viene de mi madre, quien nunca escribió”, confiesa. Cada palabra surge esa memoria dolorosa, femenina, de quien pierde una hija por “pobreza e ig norancia”, víctima de la difteria, esa her mana que murió antes de que naciera y que dedica en 2011 L’autre fille (La hija). O de quien debe someterse a aborto clandestino, como fue su caso, cuya experiencia cuenta en El aconte cimiento (2000).
“Lo único que me gusta realmente es escribir, porque es una manera de asir la El pasado es necesario para amar el presente”. Su obra de explícito carácter autobiográfico no debe reducirse, sin embargo, a la autoficción. Pues lo que Annie Ernaux le importa no es solo
Nada le parece más peligroso que el elitismo en el mundo literario francés
contar su historia, sino ir más allá e in dagar en lo social: “No podemos separar lo íntimo, lo individual de lo general o colectivo, ya sea desde el punto de vista histórico, sociológico o de la cultura. Se trata de una convicción de la que no te nía del todo conciencia cuando comen cé a escribir. En un principio se trataba de una especie de introspección, pero incluso en lo que parecía más íntimo como en Pura pasión (1992) o Perderse (2001), análisis de una pasión que nun ca presenté como mía a pesar de que era mi experiencia, quería más bien obser var cómo la pasión nos atraviesa y des estabiliza. Intentaba objetivar todos los indicios, los síntomas, en los que des de luego hay un aspecto social”. Un yo que en realidad es un nosotros, como lo muestra su magnífico relato Los años (2008), cuya forma híbrida —entre fic ción, diario colectivo y crónica— cues tiona la noción misma de literatura. O con Memoria de chica (2016) donde, casi sesenta años después, vuelve a sus 18 años, al verano de 1958, cuando tuvo sus primeras relaciones sexuales: “La gran memoria de la vergüenza, más mi nuciosa, más intratable que cualquier otra. Esa memoria que es, en suma, el don de la vergüenza”.
De ahí su rechazo por la frase “litera ria”, que se quiere bella y “bien escrita”. “No me gustan los libros que pretenden ser solo escritura. En la época de Apos trophes, el célebre programa literario de Bernard Pivot, cuando se quería elo giar un libro se decía “¡qué bien escrito está!”. Pero ¿de qué sirve que un libro esté bien escrito? De eso no se trata, lo que cuenta es el efecto que provoca en la gente, lo que cambia en su percepción,
las imágenes nuevas que suscita”. Ya que, para decir su experiencia, le parece fundamental no ceder a la tentación de lo emotivo y buscar una lengua directa e incisiva que dé un espacio al lector: una frase trabajada de tal forma que pese a su complejidad sea accesible a todos. Nada le parece más peligroso que el elitismo que predomina en el mundo literario e intelectual francés, ese mismo que me nospreció y se negó a entender el movi miento de los Chalecos Amarillos, que ella supo valorar desde sus inicios en 2018. “El lugar de donde surge la contes tación tiene un sentido político y social, incluso cultural. La revuelta actual no proviene de París, sino de las llamadas provincias, y hoy los barrios ricos de la capital son el campo de batalla de quie nes no pueden vivir ahí, que nunca van ahí, de los provincianos o los habitantes de los suburbios. Y el Eliseo es un poco el Versalles del Antiguo Régimen. Tal vez se debe al origen heterogéneo, provin ciano de la ira, de su manifestación en ocasiones brutal que pocos intelectuales, escritores y artistas se declararan soli darios del movimiento, de esa gentuza, como he oído llamarlos”.
Siempre se ha mantenido cerca de ese universo, de su imaginario, de su lengua je. Así, quien desee visitarla deberá dejar los elegantes barrios parisinos, alejarse de los míticos cafés de Saint-Germaindes-Près, tomar un tren de cercanías y casi una hora después se encontrará an te ese paisaje urbano que Annie Ernaux fue una de las primeras en describir: las masivas construcciones de cemento, ca rentes de gracia, cuyo descuido patente dibuja un paisaje de exclusión social.
Aunque quizá la revuelta más deter minante en la obra de Annie Ernaux es la del deseo, la de quien se deja perturbar por él y lo vive hasta sus últimas conse cuencias. Pues el goce sexual, que exige un arduo trabajo de liberación, es ante todo comprensión: de sí misma, del otro, de la manera en que la sociedad nos cons truye como sujetos
Una escritora comprometida CARLOS RUBIO ROSELLAnnie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022, es una autora con un estilo que ha marcado a varias generacio nes de escritores y en cuya literatura puede reconocerse cualquier lector actual. “Es una escritora compro metida con las causas sociales más impor tantes de nuestro tiempo”, afirma Lidia Vázquez, traductora de su obra a nuestro idioma; una autora, agrega, “que refleja eso que en su momento representaron es critoras como Simone de Beauvoir, quie nes entendían la literatura como un com promiso. Annie Ernaux es heredera de esa manera de pensar la literatura como una forma de transformar la sociedad”.
Vázquez, quien ha vertido al español casi toda la obra de Annie Ernaux, pu blicada por Cabaret Voltaire, sostiene que la prosa de la escritora francesa “es sencilla solo en apariencia. Ha sido pro fesora de literatura y tiene una cultura enorme que se amplía aún mucho más a nivel de vocabulario, así que cuida ca da palabra. Como traductora, tengo esa dificultad: encontrar sus equivalentes justos, aunque la suerte que he tenido es que he podido hablar mucho con ella y comentar las traducciones, lo que me ha permitido pulirlas”.
Otro aspecto que Vázquez destaca es la temática que Ernaux aborda en cada una de sus obras: “El recorrido que Er naux hace en su obra es muy especial. Se trata de una especie de rompecabe zas o adivinanza en la que nos hace ser investigadores de su propia vida, pero sobre todo de la nuestra. Gracias a lo que ella cuenta de su vida, el lector o la lectora se identifica muchísimo, por que habla de cuestiones como su matri monio fallido, los años que pasó junto a un marido que ella creía igualitario y que al final resultó ser machista, de sus sacrificios como esposa y madre, de su divorcio traumático, de su abor to clandestino, de su cáncer de pecho, del Alzheimer de su madre, y otras co sas que con seguridad no hay quien no haya sufrido. Cada uno de los libros de Annie Ernaux es la pieza de un mosaico que va conformando la epopeya de una persona que nos representa a todos y a todas, pero sobre todo a todas, además de que ella ha vivido una vida dilatada que cruza buena parte del siglo XX y lo que va del XXI. Es como nuestro pasado y nuestro presente contado a través de la vida cotidiana de los humildes, por que ella viene de una familia humilde, de una mujer que luchó con todo, y que con sus obras construye un macrotexto personal que representa a las mujeres de nuestro tiempo”.
Lea la versión completa de esta entrevista en la edición digital de Laberinto: www.milenio.com/ cultura/laberinto.
¿Qué caracteriza la obra de Annie Ernaux? Su traductora para Cabaret Voltaire habla de ello
Miguel Hernández y el agua de Garcilaso
Recordamos al autor de Lashojas con esta ponencia inédita que hermana la erudición y la sensibilidad poética
Este ensayo inédito, leído por su autor en el Congreso Miguel Hernández y la pobreza, organizadoporlaUACMylaFundaciónMi guelHernándezdeOrihuela,formapartedeun libroenpreparaciónquesaldráenMéxicoedi tadoporlaUACMylaUANLyenEspañaporla DiputacióndeJaénylafundaciónquellevael nombredelpoetade Viento del pueblo, quien murióel28demarzode1942,alos31años.
[Enestosrenglones,amalgamoalgunospá rrafosescritoshacetiempoconobservacio nespreparadasexprofesoparaestaocasión.]
En el gran poema Muertesinfin, José Gorostiza escribe sobre el agua:
Pobrecilla del agua, ay, que no tiene nada, ay, amor, que se ahoga, ay, en un vaso de agua.
En versos anteriores a esa estrofa, el poeta se ha lamentado de la falta de cualidades del agua: no huele a nada, no luce a nada, no sabe a nada. El agua inodora, translúcida, el agua insípida; es una imagen de la pobreza fundamental, elemen tal, del agua, ilustrada con la estrofa citada. Y sin embargo, el agua es la protagonista principalísi ma del descomunal drama metafísico del poema gorosticiano. El agua del universo contenida en el vaso con el cual el poeta identifica a la divini dad es el tema imponente del canto panteísta en cuyos versos las cosas todas y los seres regresan pausada o violentamente a su propio origen.
La pobreza del agua y su potencia infinita: he aquí la paradoja. Un poeta ruso, Joseph Brodski, ha dicho del agua lo siguiente: es el principal rasgo, la característica distintiva, en el diseño de nuestro planeta. Los poetas lo han entendido siempre. Por ejemplo, Gar cilaso de la Vega: el agua del río Tajo rodea como un marco silencioso, espléndido, a las cuatro ninfas mientras bordan sus historias de amor en lienzos a modo. La Égloga Ter cera del gran toledano es el poema del agua fluvial enlazada con los mitos y con el amor humano. Esa égloga fue objeto de la admi ración activa de Miguel Hernández; el en comio del poeta moderno al poeta antiguo quedó en un poema singular, extraordina rio, titulado sencillamente “Égloga”. Lo leo y me maravilla la convergencia de los poetas (Garcilaso, Gorostiza, Hernández); me gus taría añadir otro nombre a esa tercia: el del cubano José Lezama Lima. En un ensayo ti tulado “El secreto de Garcilaso”, de 1953 —en el libro Analectadelreloj—, Lezama diserta precisamente sobre el agua y la poesía. Le zama exploró el agua de los mitos: el espejo de Narciso, en primer lugar; un río egipcio,
la figura de Dánae y la lluvia transforma da en tiempo dorado y vertical forman el prodigioso principio del poema de 1937, “Muerte de Narciso”.
El agua multiforme se identifica con Proteo de una manera natural. Cambia de forma y asume la forma del vaso en el cual está contenida como el durmiente adopta la forma de la pesadilla donde se atormen ta y aflige. El agua es un lugar y es todos los lugares, ningún lugar: fluidez continua, se escapa y reposa al mismo tiempo. Es la ci fra de la simultaneidad, de la invisibilidad, de la transparencia y del devenir, siempre trágico, siempre gozoso. El agua forma la súper-metáfora del mundo natural. El agua de Garcilaso atrajo a Lezama, hom bre de isla, es decir: rodeado de agua por todas partes. El agua de Garcilaso es el agua fluyente del río Tajo; el agua del Danubio durante su exilio, ordenado por su empe rador; el agua del mar Mediterráneo, mar europeo, mar latino y helénico, en torno del cual libraría algunas batallas en las fi las del ejército de Carlos V.
Además de Miguel Hernández, hubo otro poeta de la generación de 1927 admirador de Garcilaso de la Vega: Rafael Alberti. Los dos poemas de Alberti sobre Garcilaso se oponen nítidamente a la garcilasiana Égloga de Miguel Hernández. Un breve poema de aires popularistas de Marineroentierrace lebra al Garcilaso militar; el otro poema, de Sermonesymoradas, llora al poeta muerto, en la forma de una elegía sacada del filón surrealista. Miguel Hernández, en cambio, compuso un poema extraordinario lleno de admiración, de amor y de conciencia poé tica; su Égloga se sumerge en los versos de la Égloga Tercera y luego saca la cabeza del agua para mostrarnos un paisaje.
Los dos poemas de Alberti corresponden a etapas muy diferentes, y aun diferencia das, de su obra: el primero es de Marinero entierra(1924) y el segundo de Sermones ymoradas (1930); pero al margen de esas diferencias, Alberti está en un mismo lugar ante Garcilaso en las dos piezas: en los dos poemas celebra a Garcilaso como caballe ro y como soldado. Miguel Hernández, en
cambio, se ocupa del agua de Garcilaso, tan a menudo identificada con el llanto, como en el soneto XI, de donde está tomado el epígrafe de la Égloga hernandiana.
Lezama toma partido abiertamente por la visión garcilasiana de Miguel Hernández: mejor el agua, siempre, el agua de las formas infinitas, el agua fresca y las lágrimas y el rocío, el agua por encima de la guerra, de la política y de la cortesanía. No sería exagera do decir lo siguiente: el poeta cubano siente cierta repugnancia por los poemas de Alberti.
El poema de Hernández presenta como epígrafe los versos finales del soneto XI de Garcilaso: “…o convertido en agua aquí llo rando,/ podréis allá despacio consolarme”, inflexión común de la metáfora por medio de la cual los poetas identifican el agua con el llanto. Todo el poema está tocado por el agua. Veamos sin entrar en muchos deta lles, algunas palabras de la primera mitad y su relación real o metafórica con el agua o con cualquier líquido, en la primera mitad de la Égloga: rocío, relente, Tajo, río, trans parente, fluye, sudor, agua (en el magnífico
verso “el agua lo preserva del gusano”), otra vez agua siete versos más adelante, sangre, diamante (aguaendurecida), pez, gota, vidrio, agua una vez más (“garbilla el agua, selecciona y tañe”), diá fano, humedad… El poema concluye con estas palabras: “y quiero ahogarme por vivir contigo”. Vuelvo a Lezama Lima. En un memorable pa saje de su ensayo, Lezama escribe lo siguiente:
Ya sabemos que la poesía no es cosa de exquisi tos ni de acuario impresionista, sino de íntimo, entrañable centímetro taurobólico, de diluir lo marmóreo y objetivo para que penetre por nuestros poros, de disolver nuestro cuerpo para que llegue a ser forma.
“Centímetro taurobólico”: he aquí a Lezama en ple nitud, a los 27 años de edad. El taurobolio era una ce remonia de la antigüedad, ligada o perteneciente a los cultos del mitraísmo, consistente en un baño de sangre de toro recién sacrificado. Es decir, Lezama toma partido decididamente por la “poesía de la san gre”, a la manera de algunos arrebatados de nuestro tiempo y de todos los tiempos; pero él lo complica todo de inmediato. Y lo complica con el ingrediente acuático, evidente en las expresiones “diluir lo mar móreo y objetivo”, “que penetre nuestros poros”, y sobre todo en esa disolución del cuerpo “para que llegue a ser forma”. Disolverse algo para “llegar a ser forma” es un proceso sublime en un medio acuático: sumergidos, los cuerpos se transforman.
El baño sangriento del inmenso centímetro taurobólico se encuentra, en nuestras imagina ciones en torno de los poemas obsesionantes (MuertedeNarciso, la Égloga tercera… la Églo ga de Miguel Hernández, desde luego), con el “rectángulo de agua” de la célebre definición lezamiana de la poesía (“Un caracol nocturno en un rectángulo de agua”). Lezama aprendió en las aguas fluviales y mediterráneas de Gar cilaso a descifrar el secreto de la poesía. El agua predomina al final sobre la sangre: “mezcla de las impurezas del agua y del fuego”. Y Lezama escribe al final de su ensayo portentoso esta recomendación acerca de lo digno de conser vación en Garcilaso: debemos quedarnos con estas formas del “agua clarísima de su amis tad, de su hermosa cabeza, de su colección de vihuelas; agua clarísima y quemada también, la del dogma eterno de su muerte”.
No el yelmo sino la cabeza. No la sangre: el agua. No la cortesanía sino la amistad. La poesía en lugar de la batalla teñida de polvo y sangre y de sudor. Es un alegato en favor de las “po tencias unitivas”: las mismas fuerzas capaces de juntar, a través de los siglos y los mares, a los poetas de la misma lengua, habitantes de ambos lados del Océano Atlántico. _
julio de 2022.
Y, además, en nuestra edición digital:
Jorge Esquinca: Navegación de David • Ángel Soto: Entrevista con Carlos Manuel Álvarez • Roberto Pliego: Destino: a la deriva • Jorge Pech Casanova: Casandrase desvanece• Alberto Hernández: Testamentum, de Efraín Bartolomé • Alma Gelover: Con Cuba por todas partes • José Juan de Ávila: Para salir del canon: poesía de mujeres en lenguas originarias • Enriqueta Lerma Rodríguez: ¿Qué pasó el día de las desapariciones en Pantelhó?
El país de las hormigas rojas
NARRATIVA, ENSAYO
Charlotte
La gran ola
Gabriel Trujillo Muñoz
Lectorum México, 2022 389 páginas
Aunque con un evidente halo histó rico, esta novela transita por los te rrenos de la ficción. Narra la rebelión de los yumas, habitantes sin amo del actual estado de Colorado, contra el avance de los colonizadores españo les a finales del siglo XVIII. Su líder es Salvador Palma, un hombre partido entre dos mundos.
Las palabras que confiamos al viento
David Foenkinos
Alfaguara México, 2022 216 páginas
Con una asombrosa delicadeza, el es critor francés traza un retrato en cla ve novelística de la pintora alemana Charlotte Salomon, quien fue ejecu tada en Auschwitz a los 26 años. Ese retrato se compone de rápidas pince ladas y pensamientos breves que re flejan una sensación de apremio ante la inminencia de la muerte.
Bacanalia
Albert PijuanSexto Piso España, 2022 240 páginas
Que la vida no es un hotel de lujo en marcado por fiestas, paisajes exóticos y alcohol a todas horas es el veredicto de esta historia, tan apocalíptica como carnavalesca, en la cual tres jóvenes luchan para sobrevivir al tsunami que devastó el sureste asiático. Tras un hu mor irreverente se oculta una crítica a las elites financieras.
Homo emoticus
Laura Imai Messina
Salamandra España, 2022 272 páginas
Esta novela cuenta cómo los persona jes superan el duelo que les dejó el tsu nami de 2011. Yui, locutora de radio, descubre por un escucha de su progra ma que en la ladera de un monte hay una cabina de teléfono abandonada. Ese teléfono a la deriva les permite a los miles de visitantes hablar con los seres que perdieron.
Pedro Ángel FernándezEspasa México, 2022 416 páginas
Hija de un campesino que fue a la gue rra con las tropas de Aníbal, Hispala nació mientras su madre pisaba las uvas. Anuncio de su destino, ella for mará parte de los rituales báquicos. Por complacer a su amante, cuya ma dre quiere su fortuna, le cuenta acerca de los rituales; pero el cónsul también quiere conocer esos secretos.
Richard Firth-GodbehereSalamandra España, 2022 400 páginas
La cultura y la biología importan a la hora de intentar definir el escurridizo concepto de “emoción”, dice al autor de esta fascinante historia de la huma nidad desde una perspectiva distinta a la racional. Hablamos de una cons trucción moderna que se inscribe en la manera en cómo debemos compor tarnos frente a nuestro entorno.
El placer de leer
Los poemas eran malos
Hace tres meses resolví hacer algo que nunca había hecho: leer los ensayos de Montaigne ordenadamente de pe a pa. Antes los había leído a partir del ín dice, a lo largo de los años, eligiendo por título el que me interesara en cada mo mento. Le sacaba la vuelta al larguísimo “Apología de Ramón Sibiuda”.
MICHEL DE MONTAIGNEDAVID TOSCANAAsí las cosas, había algunos que ya llevaba leídos varias veces y otros que, por pecado de omisión, no conocía. Co mienzo cada mañana con Montaigne. Avanzo las páginas solo mientras me tomo el café. Voy en la página 969 de la hiperbuena edición de Acantilado, apenas pasando la mitad del libro. Más o menos diez páginas al día.
Es una obra para masticar lenta mente y digerir el resto del día o de la vida. Para leer las notas y buscar los textos originales. O bien para recordar los textos originales, pues quien haya leído los clásicos de Gredos hallará el
grueso de las referencias de Montaigne.
Hoy avancé el ensayo titulado “La presunción”. Podría escribir varios ar tículos sobre lo que me hizo pensar. Ha bla sobre el emperador Constancio, un tipo tan estirado que no osaba escupir ni sonarse la nariz delante de la gente. Con la libertad que entonces se goza ba, menciona los problemas de ser feo o bajo de estatura. No sé con cuánta sinceridad escribe que “me considero del tipo común, salvo por considerarme así”. Dice que en la poesía no hay lugar para los mediocres; y en esto todos están de acuerdo, ante todo los poetas medio cres que no perciben su mediocridad.
Hoy me ocuparé de una historia sa brosa que narra en su ensayo, pero que viene de otras fuentes.
Es sobre el tirano Dionisio de Si racusa, que se creía gran poeta y pro curaba la compañía de gente como Platón. El historiador Diódoro de Si cilia es quien lo cuenta. En la antigüe dad parte importante de los Juegos
Y PARIENTESZaid y la poesía popular
Olímpicos eran los certámenes de poe sía. Así es que el tirano envía todo un aparato de carruajes, declamadores y músicos para que reciten sus poemas.
“Al principio acudió una gran mul titud, atraída por la bella dicción de los intérpretes, y todo el mundo es taba extasiado; pero después se die ron cuenta de que los poemas eran malos, por lo que Dionisio fue obje to de burlas, y lo despreciaron hasta tal punto que algunos se atrevieron a destrozar sus tiendas”.
Ojalá tuviésemos hoy un público así, que diferencia el trigo de la paja, aun que le decoren la paja con abalorios.
En lo que no hemos cambiado, es en el final de la historia: “Cuando Dio nisio se enteró de que sus versos eran objeto de escarnio, los aduladores le dijeron que todas las obras maestras sufrían el ataque de los envidiosos antes de ser admiradas”.
Eso me hizo pensar en… Caray, se me acabó el espacio. _
El diccionario de la RAE dice que “popular” es, además de las obvieda des, “perteneciente o re lativo a la parte menos fa vorecida del pueblo” y “que está al al cance de la gente con menos recursos económicos o con menos desarrollo cultural”. Parece evidente que la Aca demia anda menesterosa de otra acep ción, que refuta y pone en reversa las que tiene. Somos inmensamente ricos porque Dante desafió al latín medieval y su pobre expresividad, con una vigo rosa lengua popular, llena de sueños, ideas geniales, enamoramientos y ar ticulaciones, en vez de elegantes de clinaciones. Ya desde entonces que daba claro que la pobreza era la marca de un latín de gente que se creía culta, sin serlo de veras, y que la vitalidad y las enormes riquezas residían en su mayor capital: las lenguas populares.
Al principio, la diferencia en el uso de una u otra lenguas dependía del objetivo de la escritura: el latín para las sabidurías y tratados; el castella no para la expresión del pueblo, sí, pero también para la expresión del alma propia: los amores, los rezos sinceros, la reflexión, el temor a la muerte; la idea del ser y del tiempo desde la perspectiva humana, pues.
Esto viene al caso por una inco modidad que me presenta el libro reciente de Gabriel Zaid, Poemas traducidos (Colegio Nacional, Mé xico, 2022), que recoge distintos re gistros y los articula en un libro muy peculiar: poetas que Zaid tradujo de otras lenguas, poetas que lo traduje ron a él a otras lenguas. En medio, los cantos de erótica espiritualidad de Vidyápati, las coplas populares de Pessoa y la “Poesía indígena del
norte de México” (una antología de la que hay que ocuparse de modo más extenso que este artículo, por que compone un universo donde no parecía haber nada sino apenas la pedacería de lenguas que ignoran su inexistencia). Muchas lenguas, muchos poetas, una variedad que debiera apuntar a la dispersión, pe ro hace lo contrario: articula. O, me jor: que este libro vuelve sinovial la articulación entre los ensayos de La poesía en la práctica, Leer poesía, y Reloj de sol, que reúne los poemas propios de Zaid. Poemas traducidos
es eso: es la práctica y es la lectura… y son poemas.
Pero dije que era una incomodi dad: no conozco poeta que se atre va a despreciar la poesía popular; conozco muchos que la envidian, y solo un puñado que puede hallar esa afinación.
A los barrocos, culteranos o con ceptistas, los perseguía lo popular. No sabemos de qué depende: no es solamente el talento, ni las capaci dades técnicas, ni la finura del oído, ni nada. Por raro que parezca, en ese registro, Góngora estuvo mejor afinado que el mismísimo Quevedo.
Como poeta, Zaid es impecable en la más limpia sonoridad; no hay idea suficientemente abstrusa que le requiera ruido ni arritmia. Si el con cepto o las imágenes de sus poemas son todo menos simples, su versifi cación jamás opone resistencia a la
Trovadores y juglares.
corriente de la prosodia. Y ese es so lo un elemento, lo otro es el misterio de la poesía, que nunca logra redu cirse a sus partes. Lo sabíamos por Reloj de sol y ahora lo constatamos en sus traducciones. Y no es este el rasgo más sorprendente, que más bien confirma lo leído. No: lo extra ño es la calidad de las versiones de “poesía popular”. La verdadera poe sía popular, dijo Alfonso Reyes, está hecha de cantos rodados: piedras y guijarros que el tiempo y el caudal del río pulieron y perfeccionaron: su forma no tiene aristas, salientes y es la que menor resistencia opone al curso y al flujo. Pero se trata de un registro no falsificable: “la falsa lite ratura popular consiste en fabricar cantos rodados en el taller. La simu lación puede ser perfecta” (“Marsyas o del tema popular”, IV).
Pero la simulación se acaba dela tando siempre. La autenticidad de lo popular, lo que parece no tener otro autor que la propia lengua, ha lló uno de esos lugares verdaderos en Poemas traducidos. Vidyápati y las lenguas del norte de México son antípodas geográficos y lingüísti cos, pero ambos cantos hallaron un rodamiento que, probablemente, no venga del arte de hacer versos sino de comprender las palabras en las prácticas de la vida: poemas de arrullo, de enamorados, de concep ción del mundo; cantos de oficios y trabajos, de poner las manos en el mundo, cuando el ritmo respirato rio y el esfuerzo de la voz se vuelven necesarios para sobrevivir, para pro ducir, para enterrar a los muertos... la poesía, deja ver este libro, no tiene utilidad, pero es indispensable para la práctica de la vida _
No hay idea suficientemente abstrusa que le requiera ruido ni arritmia