Laberinto No.1012 (05/11/2022)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

ENSAYO

FERNANDO ZAMORA

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA

Regreso al neorrealismo italiano

Gabriel Zaid: el poeta como traductor

Foto: Stayblack Pictures

SÁBADO 5 DE NOVIEMBRE DE 2022 AÑO 19 - NÚMERO 1012

Ecos y vislumbres de un canto védico Aurelio Asiain/ FOTOGRAFÍA: A. A./ CINCO PATOS EN UN CUADRO DE OTOÑO

Ilustración: El Colegio Nacional


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ANTESALA

5 DE NOVIEMBRE 2022

EN EL BANQUILLO

Maqueta

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TEDI LÓPEZ MILLS

n el Canto XXI de mi Comedia apócrifa son las 5:32 de la mañana del 28 de octubre y estoy escribiendo una novela o, para ser más precisa, elaborando el bosquejo de una novela. Todavía no decido si yo seré personaje o narradora omnisciente, aunque dadas mis circunstancias cotidianas —en las que por lo pronto no ahondaré— bien puedo desempeñar ambos papeles, lo cual me facilitaría el asunto espinoso de la verosimilitud y el manejo de ciertas dosis de caos. Es posible que la novela sea factual y contrafactual; que se construya alrededor de lo que ocurrió y narre también las alternativas de lo que hubiera ocurrido con otra sucesión de acontecimientos, aunque dentro de las mismas coordenadas. No incurriré en la fantasía o en las soluciones surrealistas, salvo si me encuentro de repente en un callejón sin salida. Suena hueco, lo admito, pero apenas estoy vislumbrando la forma. Habrá personajes de tiempo completo —tú, claro, nosotros, él, ella, los disfraces, las máscaras— y otros de una sola, breve aparición, que servirán para ir marcando una especie de cómputo dramático, por decirlo de algún modo. Tendré cuidado con los sentimientos y las descripciones. “A cada episodio, a cada suceso real o imaginario, le corresponderá su propio pasado, lo cual significa” —señala el instructivo— “que se abrirá otra puerta, se cavará otra brecha, se desencadenará otra serie de textos, digresiones, temas”. Estableceré con nitidez la diferencia entre maldad y bondad, caracteres y arquetipos. Habrá fechas determinantes, ciclos ineludibles: los 111 días, los 45 días, los siete días. Introduciré con naturalismo “irónico” la secuencia de los miércoles y la secuencia de los viernes. No podré rehuir nuestras costumbres. Al encono le opondré sucedáneos pertinentes, anécdotas adecuadas, hasta parábolas en caso de que me convenga aligerar el peso incómodo de las desavenencias. Será clave la frase inicial; aún la estoy buscando: el famoso íncipit. Mientras tanto, sigo con la lectura de tu libro del Renacimiento. Voy en la historia de los papas. Inocencio VIII fue el primero en reconocer públicamente a sus numerosos hijos. Fundó un banco “para la venta de bulas y absoluciones. Cada pecado tenía su precio y se daban al pecador todas las facilidades necesarias para pagar”. En 1492 el sultán Bayaceto le regaló la lanza de Longino, e Inocencio VIII ordenó que su tumba se colocara cerca del altar que erigió para la reliquia. También estoy leyendo los Diarios de John Cheever, pero de atrás para adelante: de su muerte en 1982 a 1952, cuando empieza la escritura de los 29 cuadernos de esta obra póstuma. “¿Qué me hizo pensar que viviría para siempre?”, les pregunta Cheever a sus perros en la cocina. Alguien me pone pies, manos; me coloca la cabeza en su lugar. ¡Es la doctora! Además de capítulos, la novela contendrá secciones: correspondencia, crónicas, cuentos, bibliografía. La imagino como una caja llena de cajas. De ninguna manera nos voy a lastimar. Colecciono finales.

Habrá personajes de tiempo completo y otros de una sola, breve aparición

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Trilogía calabresa. Dirección: Jonas Carpignano. Italia, 2015-2022.

HOMBRE DE CELULOIDE

Verdad y ser

E

FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA STAYBLACK PRODUCTIONS

n 1952, Satyajit Ray vio Ladrones de bicicletas durante un festival de cine en Londres. El nuevo estilo le impactó tanto que dejó su carrera de publicista y se dedicó a producir la Trilogía de Apu. Aquella muestra contagió a decenas de artistas que viajaron a sus patrias llevando un espíritu que adquirió toda clase de formas. El neorrealismo había trascendido las fronteras italianas. La Trilogía calabresa de Carpignano (disponible en Mubi) hereda de la India el neorrealismo al modo hindú. Y es que este estilo resulta tan versátil y cosmopolita que Carpignano debe por igual a Ray y a Zavattini. Así como Satyajit Ray en la Trilogía de Apu, Jonas Carpignano desarrolla en la Trilogía calabresa un tríptico de más de seis horas que es, en realidad, una sola película. Como se sabe, André Bazin distinguía en el cine las corrientes que privilegian la imagen de las que privilegian la realidad. De acuerdo con el crítico, el realismo soviético y el expresionismo alemán son productos del imperio de la imagen, mientras que en el neorrealismo impera la realidad. Así es en la obra de Carpignano. La amistad entre un niño y un inmigrante es el hilo conductor de estas tres obras, si bien a veces ellos tienen que retirarse al fondo para que jueguen

otras voces en una suerte de contrapunto musical. La Trilogía calabresa inicia con Mediterránea, de 2015. Seguimos a un joven africano que cruza el mar hasta el sur de la península italiana donde se hace amigo de un niño romaní. Pío vive en un caserío. A Ciambra no entran ni los policías ni los italianos; es un peligroso arrabal que da nombre a la segunda película del tríptico. A Ciambra, de 2017, narra la transformación de Pío. Ha dejado de ser un niño. Es ahora un joven pero adorable criminal. De las tres películas, A Ciambra es la que corresponde mejor con otra derivación del neorrealismo italiano, esto es, el realismo mágico. Las primeras imágenes de la película exponen un cielo tan azul que tiñe el pelaje de un caballo que simboliza al pueblo romaní. Entretejida con sueños y la intemperancia de un chico que está por iniciarse en la sensualidad erótica, A Ciambra es ante todo una historia de amor de amigos, la de Pío y este inmigrante africano que ahora

La amistad entre un niño y un inmigrante es el hilo conductor de estas tres obras

es italiano, si bien no ha podido perder su condición de marginal. En la tercera parte del tríptico (A Chiara, de 2021) aparece un nuevo personaje. Ella es el mundo italiano que se resiste a digerir a estas personas que todos piensan inferiores. Chiara es una chica frívola que un día descubre que su padre es mafioso y que ha tenido que refugiarse entre negros y gitanos para huir de la policía. Durante una escena pregunta: pero si tienen el dinero que se han robado, ¿por qué no cambian de modo de vivir? No ha entendido nada. Su personaje corresponde perfectamente con lo que Zavattini definía como elemento primordial del cine militante: la oposición entre la narrativa analítica que muestra la realidad social y el retrato narcisista de lo que llamaba síntesis del burgués. Carpignano ha producido un clásico del neorrealismo italiano, un espíritu que de Satyajit Ray incorpora este concepto hindú: la satya que significa verdad. Pero la palabra satya está emparentada con otro vocablo que ilumina este tipo de arte: ser. En efecto, el cine neorrealista pretende dejar de imitar a la vida y volverse verdad en sí mismo. Cuando lo logra produce obras como estas trilogías, arte que nos regala el placer puro de quien contempla al ser, la verdad.

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ANTESALA

5 DE NOVIEMBRE 2022

ESCOLIOS

POESÍA

No hay nadie IDEA VILARIÑO (MONTEVIDEO, 1920-2009)

No estoy no esperes más hace tiempo me he ido no busques no preguntes no llames que no hay nadie. Es una loca brisa de otros días que gime es un pañuelo al viento que remeda señales. No llames no destroces tu mano golpeando no grites no preguntes que no hay nadie no hay nadie. Este poema forma parte de la antología Poesía feminista del mundo hispánico, de Ángel Flores y Kate Flores, publicada por primera vez en 1984 y reeditada por Siglo XXI. Incluye autoras de la Edad Media hasta el siglo XX.

EX LIBRIS

Entropía/ EKO

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La brevedad como virtud ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

A

@Sobreperdonar

urelio Asiain es un personaje con una presencia discreta, pero determinante, en la vida cultural mexicana: durante alrededor de tres lustros fue editor de la revista Vuelta, de Octavio Paz, y, en ese papel, participó de primera mano en la tempestuosa configuración de una de las agendas artísticas, culturales y políticas más ambiciosas, brillantes y polémicas que se han impulsado en Hispanoamérica. Asiain también dirigió la revista literaria Paréntesis, una apuesta editorial de efímera pero memorable existencia. Además de editor, Asiain es un artista, que ha cultivado la poesía, el ensayo, la fotografía y otras modalidades que caen en el terreno de lo inclasificable. La relativa brevedad de la obra de Asiain (que resulta atípica en una época en que se impulsa la maquila de títulos) se contrapesa con su concentración y su calidad. En ensayo, por ejemplo, ha reunido algunos de sus textos en Caracteres de imprenta, un delicado catálogo de rarezas y afinidades, y también ha escrito Octavio Paz en Japón, un documentado recuento de la estancia del escritor mexicano en esa nación. Igualmente, ha sido traductor de diversos poetas de lengua inglesa y francesa y, en particular, ha abierto un horizonte único con sus traducciones de poesía japonesa, país en el que se ha avecindado fecundamente desde hace cerca de dos décadas. En todas sus facetas, Asiain muestra paciencia, pulcritud y una pausada inspiración, que contrasta con la prisa actual por producir, publicar y figurar. Su poesía es un paradigma de concisión que bordea entre la búsqueda de la revelación en lo mínimo y la tentación del silencio. Por un lado, su contención representa una conciencia crítica con respecto a las ambivalencias de la palabra y un respeto wittgensteniano en torno a la posibilidad de nombrar; por otro lado, este autor que con tanto tiento considera el lenguaje, posee una musicalidad nata (que ha educado esmeradamente) y una aguda mirada. Asiain practica un artesanado de la miniatura, que busca la precisión y la transparencia, tanto en el canto meticulosamente trabajado como en la imagen más depurada. Por eso, en sus libros recorre las más distintas posibilidades de la brevedad: ya sea el verso medido, habitualmente corto; el hai-ku; el aforismo o el juego de palabras. En la poesía de Asiain escasean las abstracciones y sus poemas remiten a escenas y situaciones concretas, que expresan una serena melancolía ante la fugacidad. Sus temas suelen ser los elementos del paisaje o determinados momentos irrepetibles de conversación y conexión humana, es decir, se trata de una poesía estrechamente ligada a la naturaleza, al cuerpo y a la percepción del instante. Así, frente a la obsesión de mucha poesía contemporánea por parecer “actual”, la escritura de Asiain transmite una sensación de atemporalidad y denota la loable voluntad de hacer de la escritura no solo un refinado artefacto verbal, sino también una experiencia de contemplación, comunión y ascetismo.

Asiain practica un artesanado de la miniatura, que busca la precisión y la transparencia

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DE PORTADA

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Este canto védico celebra el nacimiento de la poesía y es el testimonio pedagógico más antiguo de la India

El himno de las ranas (Rig Veda, Mandala 7, Himno 1031) AURELIO ASIAIN FOTOGRAFÍAS A. A.

1.

Nueve meses inmóviles yacieron, brahmines entregados a sus votos, las ranas cuyas voces ya se alzan, las voces inspiradas por Parjanya.

2. Cayó el caudal del cielo en las yacientes, piel reseca en el lecho del estanque,

y fue un croar unísono de ranas como vacas llamando a sus becerros. 3. La estación ha llegado y cae la lluvia sobre las anhelantes, las sedientas,

que ya croan y acuden y se pegan, como el hijo a su padre, una a la otra. 4. Una recibe a otra en regocijo y en el curso del agua se deleitan;

salta la rana húmeda y se unen las voces de moteadas y verdosas. 5. Repite cada cual la voz de otra, tal siguiendo al maestro en la lección,

cada cual una con su voz y unísonas las voces en el canto de la lluvia. 6. Muge una en vaca, bala otra en becerro; esta es moteada y es verdosa aquella,

su nombre es uno y varia su figura, y diversas modulan cuando croan. 7.

Cantan en torno al ánfora de soma, en la noche del rito, los brahmines, y en torno del estanque honran las ranas el primer día en la estación de lluvias.

8. En el rito del soma los brahmines hablaron y dijeron sus plegarias,

y, calientes, sudando, aparecieron los oficiantes: no quedó uno oculto. 9. Fieles los hombres a los doce meses, orden divino, y a las estaciones,

vuelven las lluvias al final del ciclo, lo que ardía se alivia y se relaja. 10. Dones de la que muge y la que bala, la verde y la moteada: nuestros dones.

Don de las ranas son cientos de vacas, y en el rito prolongan nuestras vidas.

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a composición de los himnos védicos se remonta, con incertidumbre, a 1500 años a. C. O mejor dicho, su escritura; porque la historia del vasto corpus textual es desde luego mucho más breve que la tradición oral en que se gestó. A la historia de su lectura precede la noche de su escucha. Eso, “escucha”, es precisamente lo que significa la palabra que designa el género de los himnos védicos en sánscrito: śruti. Son cantos que reclaman una escucha atenta, y para suscitarla dependen de su poder rítmico. El verso ara en el oído antes que en la página, y su arado está en el juego de acentos y en la vuelta del verso. Eso significa Rg: verso. Antes que el soporte de la página, es el ritmo lo que le da asidero al canto en la memoria, y ese ritmo se mueve sobre una regularidad métrica. En el caso que nos ocupa, y prescindiendo del primer versículo, se trata de estrofas de cuatro versos endecasílabos, distribuidas en dos líneas. El primer versículo, en cambio, es una estrofa de dos versos de cuatro pies de ocho sílabas, poco frecuente en los Vedas pero la más usada en la literatura sánscrita clásica; en mi versión mide lo mismo que el resto. El Himno de las ranas cuenta algo que ocurre en primer lugar en el oído. Un fenómeno natural: el clamoroso despertar de las ranas que, tras largos meses de sequía, sienten aproximarse el monzón y salen a tierra, en un escándalo que es imposible ignorar y no puede sino tomarse como la voz del cosmos. Pero el poema es ambiguo y admite simultáneamente la lectura contraria y complementaria: son las ranas las que llaman a la lluvia. Parjanya, que aparece en el primer versículo y solo en tres de los himnos védicos, es la deidad de la lluvia, el trueno y el rayo, que fertiliza la tierra. El himno es una invocación y, como el rito que describe, un acto propiciatorio. Un acontecimiento cíclico en manifestación rítmica. Al mismo tiempo, el poema describe un acto ritual, el canto de los brahmines en éxtasis sagrado. Cada uno de los versos se refiere al mismo tiempo a los sacerdotes y a los animales. En cada uno, la disciplinada espera corresponde al

En el jardín del musgo, el infinito.

ciclo de la gestación y el despertar extático equivale a la llegada de la lluvia, como el surgimiento de la voz al despertar de la sexualidad. Al fervor religioso corresponde el hervidero animal. Las ranas despiertan de su prolongado letargo para entregarse al apareamiento, los brahmines cumplen su ciclo y se entregan al canto. Ranas y sacerdotes asimilados, es posible leer en el poema una descripción del surgimiento de la poesía como manifestación del ritmo cósmico. Pero también es posible leer algo más: una descripción del modo en que ese surgimiento no solo ocurre una vez in illo tempore, sino que se repite una y otra vez en cada voz. El Himno de las ranas es, entre otras cosas, el testimonio pedagógico más antiguo de la India. Los versículos centrales (3-5) describen cómo el discípulo acude al maestro para aprender el canto. Y ese aprendizaje —erótico, pues el maestro fertiliza al discípulo— consiste esencialmente en la repetición del sonido, pero no en la transparencia sino en la oscuridad del sentido. No es que quien repite el canto no sepa lo que canta, sino que lo sabe como sabe el cuerpo lo que baila. El hijo discípulo que repite el canto del padre maestro lo hace sin saber el sentido, pero asido al mismo anhelo. Ocurre así con el novicio que entona desde otra lengua las sílabas sánscritas de un sutra, con el niño que aprende el padrenuestro, con el enfermo cuya glosolalia corre curso en octosílabos, con el poseso por cuya boca “el demonio habla en metro” (Nevius, Demon Possession and Allied Themes), pero también con el poeta que sigue el ritmo que le dicta el poema. Quien haya jugado, en la infancia, a repetir muchas veces una palabra hasta vaciarla de sentido y convertirla en una mera cosa hecha de aire, ¿no estaba en realidad tocando los orígenes de

No sabem fue el aut himno, au deberíam “los autor


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DE PORTADA

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RETRATO

Mexicano en Japón

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la poesía, no estaba convirtiéndose en la rana que croa? El himno védico de las ranas canta el surgimiento de la poesía, que es ritmo en busca de sentido. En todas las traducciones inglesas, y en la japonesa de Tsuji, el periodo de inmovilidad con cuya mención se inicia el poema es “a year”. Esto carece de lógica: si el largo silencio ocupa todo el año, ¿en qué momento ocurre el estallido del canto? Pero Gautama V. Vajracharya aclara que el sánskrito samvatsara se refiere originalmente a los diez meses lunares del periodo de gestación. Es decir, nuestros nueve meses —que en realidad son nueve meses y una semana o diez días, más o menos—. Es lo que dura el voto de silencio de los brahmines y lo que dura el letargo de las ranas deshidratadas bajo tierra. La “piel reseca” del segundo versículo no es una metáfora. Naturalmente, no sabemos quién fue el autor del himno, aunque quizá deberíamos decir “los autores”, no solo porque hay quien cree que el primer verso, métricamente distinto de todos los siguientes, es una interpolación, sino porque sin duda muchas voces fueron puliendo el conjunto al repetirlo. De eso, de la repetición, es además de lo que habla sobre todo el poema: rito, ritmo y ciclo son repetición, como lo son enseñanza y aprendizaje. En el tercer versículo, el hijo se acerca al padre para aprender el canto; en el cuarto, sus voces son las de animales en celo; en el quinto, las ranas que se hacen eco unas a otras se asimilan a los discípulos que repiten el canto del maestro. En el siglo XIX, la asimilación del canto védico al croar de las ranas fue tomada

mos quién tor del unque quizá mos decir res”

por sus primeros lectores occidentales como una sátira. Detrás de esa lectura insensata hay una sordera milenaria. En el Éxodo, donde son una plaga que castiga al pueblo de Faraón, las oraciones de Moisés no se asimilan al canto de las ranas, como las de los brahmines en los Vedas, sino que se les oponen, para acallarlas, expulsarlas y hacerlas volver al agua. Según San Isidoro de Sevilla, (Etimologías, XII, 6, 58), las ranas “deben su denominación a su garrulería: en época de celo llenan con su estrépito las lagunas y dejan oír el sonido de su voz con un clamor importuno”. No conozco poema más antiguo dedicado a las ranas que este himno védico, ni tampoco más notable, sin excluir la comedia de Aristófanes ni la fábula de Ovidio ni el pasaje de Dante; pero, curiosamente, entre los muchos que recuerdo —cientos— solo el de André Frenaud, “La irrupción de las palabras”, parece provenir de su lectura (aunque el autor no lo dice en las líneas en que comenta su poema).

Qué risa, las palabras. ¡Y cuando se desatan, se aglutinan y las degluto, igual que cien gritos de ranas en desove! Saltan, se llaman, se dispersan, me llaman y se reúnen y no sé si soy yo quien responde o aún ellas, frescura insobornable de un tumulto sin duda voz de nuestros hondos labios, donde el agua del mundo me dio vida. Me desaguo alumbrado por dioses renacuajos. Me alivio y crezco en estas voces abrumadoras, de un más allá surgidas, casi ya preparadas. Voy luego por ahí, muy orgulloso, y casi no me reconozco en esa cara

que me mostraron y me asusta a veces, pues me dan comezón no sólo a mí.2 El poema de Frenaud se refiere, con sentido del humor, a la experiencia perturbadoradefeminizaciónqueimplicaparaelpoeta el momento de la escritura. Lo cual me hace reparar en algo que debí señalar arriba: la palabra que nombra en español al bicho es femenina; en sánscrito, masculina.

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1 Mi versión está basada en las inglesas de Ralph T. Griffith (The Hymns of the Rgveda, E. J. Lazarus, 1889), Arthur Anthony Mc Dowell (A Vedic Reader for Students, Clarendon Press, 1917), Wendy Doniger (The Rig Veda, Penguin, 1981), Stephanie W. Jamison y Joel P. Brereton (The Rig Veda, Oxford University Press, 2014). Me fueron particularmente útiles los libros de Gautama V. Vajracharya (Frog Hymns and Rain Babies: Monsoon Culture and the Art of Ancient South Asia, Marg Foundation, 2013) y Les Morgan (Croaking Frogs. A Guide to Sanskrit Metrics and Figures of Speech, Mahodara Press, 2011). Tuve a mano la de Naoshirô Tsuji (Rig Veda Sanka, Iwanami Shoten, 1970. 2 L’irruption des mots Je ris aux mots. J’aime quand ça démarre,/ qu’ils s’agglutinent, et je les déglutis/ comme cent cris de grenouille en frai./ Ils sautent et s’appellent, / s’éparpillent et m’appellent/ et se rassemblent et je ne sais/ si c’est Je qui leur réponds ou eux encore/ dans un tumulte intraitablement frais/ qui vient sans doute de nos profondes lèvres,/ là-bas où l’eau du monde m’a donné vie./ Je me vidange quand m’accouchent ces dieux têtards./ Je m’allège et m’accroîs par ces sons qui dépassent,/ issus d’un au-delà, presque tout préparés./ J’en fais le tour après, enorgueilli,/ ne me reconnaissant qu’à peine en ce visage/ qu’ils m’ont fait voir et qui parfois m’effraie,/ car ce n’est pas moi seul qui par eux me démange.

GABRIEL ZAID

os esritores mexicanos que hacen obra son los que salen del país —dijo, hace muchos años, Max Aub—. Tenía razón. Lo más común entonces era publicar un libro y dejar de escribir. Además, la experiencia de sumergirse en otras hablas del español o en otras lenguas aviva la conciencia literaria. Los miles de mexicanos que hoy tienen becas en el extranjero ignoran que ese privilegio era excepcional, que las becas y empleos culturales no existían. Que Reyes y Borges escribieron, cuidaron, pagaron y repartieron sus primeros libros. No existía el aparato cultural. Los empleos diplomáticos fueron la primera forma de apoyo a los escritores, aunque sin liberarlos de tareas burocráticas. Así llegaron a Japón los poetas y ensayistas José Juan Tablada, Octavio Paz y Aurelio Asiain. La obra de Asiain es amplia y admirable. Ha publicado una veintena de libros. Su interés en otras culturas recuerda a Reyes, Tablada y Paz. Sus versiones de poemas croatas, recientemente publicadas en Letras Libres, son extraordinarias. Quienes no lo han leído pueden empezar por Urdimbre (FCE, 2012), de venta en Amazon, donde hay media docena de libros suyos (y dos que le atribuyen, pero no lo son: sobre bibliotecas y tojolabales). Lo primero que llama la atención de sus poemas es la perfección. Generalmente breves (el caso extremo es de dos versos: “Si fueras ola/ no sabrías caer.”), son de una intensidad nada estridente. Los temas son variados: el amor, la hierba, las nubes, los árboles, la lluvia, la luna, los grillos, los poemas y hasta episodios urbanos eternizados:

Como un perro empapado que entrara en el vagón medio vacío donde viaja la novia y al cerrarse las puertas se sacudiera felizmente.

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Desde 2007 es profesor de español y estudios latinoamericanos en la Universidad Kansai Gaidai de Osaka. Ha publicado antologías de poesía mexicana en japonés y de poesía japonesa en español. Además, cultiva el arte de la fotografía, que aprendió con Manuel Álvarez Bravo.

Homenaje, Don Manuel, a Julio Ruelas.


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LITERATURA

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ENSAYO

Gabriel Zaid: la eternidad fugitiva En su libro más reciente, el poeta y ensayista concilia su propia galaxia lírica con la de los otros

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a relativa pequeñez de la obra de Gabriel Zaid nos podría llevar a pensar que no solo es fácil comprenderla sino que su lectura fluida y amable, su capacidad para comunicarse, su indudable transparencia, nos ofrece una literatura necesaria, pero a la vez de carácter ligero. Pensar así no sería del todo equivocado. Las piezas individuales, o la suma de todas ellas, están tocadas por el don de la concisión y la perspicuidad. Sin embargo, nos engañaríamos al concebir de modo apresurado y parcial esta asombrosa y clarividente poética de la brevedad. La llaneza y lucidez de Zaid, su increíble síntesis de lo interior y lo exterior —esencial y evidente en sus poemas—, nos llevan de forma irremediable a lo plural, a lo complejo y, lo más sobresaliente, a la salud de la sorpresa. Los lemas “La claridad furiosa” o “Todo tan claro/ que da miedo”, contraseñas entretejidas en sus poemas, representan ese momento de concentrada luz total en la que todo hierve, todo está animado, todo adquiere limpidez y todo surge, forzosa y contradictoriamente, de la ambigüedad y de la oscuridad inevitables. Y así, de pronto, salimos del lugar común o la metáfora trillada y abrimos los ojos en otra luz. La poesía, los ensayos, las antologías y las inventivas y puntuales investigaciones del autor del poema “Circe” y su hermoso alejandrino “No quiero más corona que el laurel de tus brazos”, si bien es cierto que poseen la expresión del lenguaje común y directo, observados con detenimiento brillan por su insólita singularidad y no los comprendemos, de forma cabal, con la primera lectura. Nos piden, eso sí, detenernos y aclarar desde el inicio nuestros pensamientos —ordinarios, oscuros, caóticos— para seguir un camino en el que todo guarda, al abandonar la obviedad, una pulcra correspondencia rigurosa y en el que la sobriedad radical nos hace descubrir la

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

minuciosa contemplación ebria del entendimiento de la poesía. A esta minuciosidad pertenece el análisis de la moderna poesía católica en México; o el estudio sobre el Progreso improductivo, en una sociedad obsesivamente economicista y burocrática; o el ejercicio enciclopédico de las Mil palabras, prueba de cómo —muchas veces— los mejores y más escrupulosos diccionarios son la aventura apasionada de un hombre entregado a sus diversiones. Y a esta minuciosidad compete también la lectura y la traslación, desde otras lenguas a la nuestra, de sonetos, canciones, coplas y delicadas piezas.

A la minuciosidad compete la lectura y la traslación desde otras lenguas a la nuestra

Con la publicación de Poemas traducidos (Colegio Nacional, 2022) podemos ahora articular una imagen más completa de la galaxia Zaid. Este nuevo volumen, del que ya conocíamos varias partes por publicaciones fragmentarias anteriores (en 1992, en Sonetos y canciones leímos las “Canciones de Vidyápati” y “Coplas al gusto popular de Fernando Pessoa”, y, en 2019, en Letras Libres, “Quince poetas”), nos hace comprender, mediante una imagen refleja, la manera intensa como Zaid concibe la eficacia lírica, tanto la suya propia como la de otros. Si miramos con cuidado los poemas traducidos, todos muy distintos en apariencia —tanto por la época que representan como por la variedad de los tonos—, nos llama la atención un rasgo que podría parecer secundario: en muchos de estos poemas dominan los versos cortos, los versos de arte menor y, además, en todos ellos hay una materia translúcida, de tal forma que si no los leemos con el debido esmero se nos puede escapar esa honda levedad que los caracteriza. Esta predominancia de la expresión fugaz y diáfana, del poema-instante, no del poema-río, no del poema en secuencia, ni siquiera del poema de impulso creciente que se resuelve a lo largo de veinte o treinta líneas; esta preferencia, pues, por lo que habla en la velocidad de los segundos, ¿qué nos dice? Muchas cosas difíciles de expresar, pero que podemos intentar aludirlas empleando las propias palabras de Zaid: “Navego por tu sonrisa/ borracho de eternidad”. Es decir, en el gesto o las figuras más efímeras vive un infinito. Zaid ha encontrado en esas formas súbitas y perentorias la mejor expresión o, mejor dicho, su mejor expresión. Quizá por esta razón él, en sus trabajos de traducción, ha puesto el acento en la búsqueda de esta misma clase de “forma”. Después de releer sus traducciones, parece evidente que hay una

correspondencia fuerte, sustancial, entre muchos de los textos que él ha traído al español y sus propios poemas. En los dos hallamos una “narrativa” esencial y en ambos hay un uso diestro de la brevedad y la nitidez. Tanto las versiones del poeta chino Po Chu Yi o los de Vidyápati, como las traducciones de Geoffrey Hill, Janos Pilinszky, Georges Bataille o Fernando Pessoa, nos ofrecen versiones distintas de lo mismo: la composición veloz que no deja de dilatarse en una claridad avasalladora. También muestran estos rasgos muchos de los poemas de la lírica indígena del Norte de México que él nos ofrece. Por otro lado, a este modo de proceder pertenecen las piezas de estructura clásica, como el poema de Voltaire, en cuatro cuartetos, y los sonetos de Shakespeare y Nerval, en donde hallamos, en realidad, otra forma de síntesis. Vale la pena señalar que en el soneto de Shakespeare constatamos la manera rigurosa, pero al mismo tiempo muy libre, de enfrentarse a un texto de otra lengua. La solución del “Soneto LXVI” es notable y muy atrevida. Zaid, sin abandonar el sentido profundo del poema, lo trastoca con un nuevo giro alegórico y, a la vez, prosaico. En este giro aparece una paráfrasis, pero en realidad ha cobrado vida un nuevo poema. El fino y agudo soneto renacentista de Shakespeare resurge, a través de un acendramiento lírico, en una composición simbolista y coloquial. El texto ha dado un salto en el tiempo. Lo sorprendente del trabajo de Zaid es la capacidad para encontrar obras muy interesantes y esencializarlas en nuestra lengua, por medio de su transformación, en otras obras de carácter moderno. Así, pues, en este nuevo volumen, el número 6 de la obra completa de Zaid, volvemos a encontrarnos con esa insólita forma consumada de superar el lugar común, “popular” o “democrático”, y el rebuscamiento, “lingüístico” o “barroco”, gracias a la difícil claridad extrema.

Y, además, en nuestra edición digital: Irene Vallejo: El silbido del arquero • Ana Gabriela Fernández: Mi encuentro con María João Pires: una experiencia inolvidable • Alma Gelover: Pioneras de la ciencia ficción: • Silvia Herrera: Entrevista con Jorge Comensal • José Juan de Ávila: Entrevista con Nadine Sierra • Laura Cortés: Entrevista con Javier Senosiain

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NARRATIVA, ENSAYO Fuego que no muere

El mar interior

A FUEGO LENTO Memorial

Bisturí México, 2022

Claudia Marcucetti Pascoli Planeta México 480 páginas

Matías Capelli Sigilo España, 2022 185 páginas

Bryan Washington Anagrama España, 2022 352 páginas

Viajando entre 1923 y 1983, esta novela no es solo resultado de una laboriosa investigación sino de la imaginación al servicio del arte de fabular. Aunque Tina Modotti brilla como un astro rey, no es ella quien conduce la trama. Sus protagonistas son un joven fotógrafo y el oscuro Vittorio Vidali, un agente encubierto a las órdenes de Stalin.

Un periodista argentino se instala en Ámsterdam con el deseo de disfrutar su nueva faceta de desempleado. No está solo: su novia, que estudia en el conservatorio, le hace compañía. Pero lo que parece una experiencia cercana al turismo se vuelve un encuentro con todo lo que significa habitar un país receloso y extraño.

Una pareja gay es la llave de entrada a la intimidad de la familia en tiempos de amores líquidos. Mike debe emprender un viaje a Japón para asistir a su padre consumido por el cáncer mientras Benson lidia con la soledad. La distancia pone a prueba la relación pero funciona también como combustible para redefinir el significado del amor.

Capitalismo y pulsión de muerte

Indagaciones

Elsa

Byung-Chul Han Herder México, 2022 152 páginas

Moisés Harari Louzieh Libros del Marqués México, 2022 148 páginas

Elsa Rubinskis Libros del Marqués México, 2022 136 páginas

Catorce artículos y dos conversaciones se dan cita en este volumen que analiza la expansión autodestructiva del capitalismo. Su argumento central apela a Freud y su noción de “pulsión de muerte”: el crecimiento ha dejado de ser productivo y ha dado paso a una suerte de avidez descontrolada a la manera de los tumores cancerígenos.

Poeta, el autor ofrece en este volumen su faceta de ensayista. Entre los escritores a los que se acerca se encuentran Gerardo Deniz, Julio Verne, Amos Oz, y personajes como Gilgamesh y Odiseo muestran su actualidad. De temas como “Leer y escribir” y “Por qué estudiar literatura”, tratados infinidad de veces, saca aún mucho partido.

La hija del actor, luchador y empresario argentino Wolf Rubinsky, quien cimentó su carrera en México, tardó quince años en contar su vida. Más que por la escritura, la demora se debió a que necesitaba tiempo para entender ciertos episodios. Su personalidad se ve marcada por los constantes cambios: físicos y emocionales.

El placer de leer www.librotea.com

Un plato de frijoles ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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onsideremos las frases siguientes: “mi madre me pidió de favor que fuera en su lugar”; “mi padre me indicó que de no tener inconveniente fuera a la farmacia a comprarle dos botellas de suero”; “mi madre nos dio la instrucción de que nos fuéramos a dormir”; “le indiqué a la recepcionista que si era tan amable de anunciarme con el doctor”; “mientras la observaba deglutir el pollo en salsa verde”; “le pregunté que si estaba aduciendo a regresarla al lugar de donde la había sacado”. Podrían pasar por la diligente manifestación de la prosa de un secretario de actas pero resulta que provienen de una obra presuntamente literaria: Bisturí (FCE), de Rogelio Guedea. Así, mediante fórmulas de cortesía, la jerga de los expedientes judiciales y una confianza ingenua en el registro de trivialidades como trasunto de la vida, llegan hasta nosotros las tribulaciones de un joven aprendiz de músico, con privilegios y bien portado, que decide asesinar al médico a quien culpa de la muerte de su padre. Él mismo narra y se desgañita y tampoco pierde oportunidad para describir sus malestares físicos, tan irrelevantes como esas indicaciones geográficas con las que a menudo ensucia su relato. Como la escritura, la trama encabalga un descuido tras otro. La venganza se resuelve con rapidez (por supuesto: con un bisturí abriendo el cuello del médico de dos tajos) y a otra cosa: el lamento por la inoperancia de las autoridades ministeriales, las bondades turísticas de Paracho y muchos tacos de carnitas y coca-colas. Llegados al punto en donde el qué y el cómo son dos espantajos ya solo queda sospechar que Bisturí puede llegar a ser (porque siempre hay que imaginar el peor de los mundos posibles) el evangelio de los talleres de escritura creativa que pregonan: “anímese, usted también puede escribir una novela”. Si Rogelio Guedea quiso describir los mecanismos de la impunidad en México, y su estela de corruptelas, injusticias y violencia hogareña, si quiso únicamente levantar el dedo flamígero, no hay duda de que lo consiguió. Produjo un entuerto sociológico, y nada más. ¿O de qué hablamos cuando en las páginas finales de Bisturí presenciamos al protagonista confrontando a su madre luego de que a la mesa llega “mi porción de chilaquiles con mi ración respectiva de frijoles”?

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

5 DE NOVIEMBRE 2022

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TOSCANADAS

Los ricos van al cielo DAVID TOSCANA

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ada Día de Todos los Santos celebramos a quienes cumplieron su estancia en el purgatorio y les dan su visa para ir al cielo. Supongo que habrá alguna ceremonia de recepción. Estarán contentas las buenas mujeres que ya llevaban en el paraíso algunos siglos esperando a los bribones de sus maridos. Gran fiesta habrán armado las seis esposas de Enrique VIII. Millones de almas en purga han de ponerse nerviosas cuando algún papa dice que el purgatorio no existe. Tal como las autoridades soviéticas negaban la existencia de los gúlags. Más contentas estarían con papas como Julio II o León X que lucraban bellamente con las indulgencias. Con ellos había certeza legal. Más fácil era que un rico fuera al cielo que aquello del camello. Se suele rezar “perdona nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Pero las deudas humanas se borran cuando se perdonan.

PURGATORIO

Representación de Ludovico Caracci.

En cambio Dios es peor que el buró de crédito; con él siempre hay que someterse a una temporada de latigazos y caminatas sobre carbones candentes. Por eso es poca la gente que va al cielo sin hacer escala en el purgatorio. Dimas fue. O eso parece, puesto que Jesús le dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lo curioso es que a Jesús le faltaban algunas jornadas para ir al paraíso. Primero debía bajar a los infiernos, luego resucitar, mover la piedra, andar por la calzada de Emaús, encontrarse con sus once discípulos, aguantar que Tomás le rascara el costado con una uña sucia, y remontarse a las alturas hasta que se le congelara el cuerpo a los ocho mil metros de altura. Un primero de noviembre ocurrió el famoso terremoto de Lisboa. Creó inquietudes ideológicas, pues ¿cómo era posible que cuando la gente estaba rezando con devoción, Dios les echara encima el techo de la iglesia del

Convento do Carmo? Quizá no era castigo sino premio para que las almas se fueran en primera clase al cielo; pero así no lo entendieron los lisboetas que se lanzaron a quemar judíos. San Alonso de Orozco, estudioso de la justicia divina, aseguró que en el purgatorio se sufrían castigos más crueles que los que podían padecerse en vida, y que estos llegaban a durar “mil años o dos mil, según la justicia de Dios les tasa”. Con semejantes cuentas, este Día de Todos los Santos celebraríamos la redención de gente como Caifás o Poncio Pilatos. Y aquel abuelo que pensábamos que Dios lo tenía ya en su gloria, no lo veremos en la patria celestial sino hasta pasado el año 4000. Orozco el santo asegura que la oración es muy útil para reducir la condena, aunque no tan útil como enviar “diez mil dracmas de plata” al jefe en Roma. Vayamos, pues, echándole monedas a la alcancía.

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BICHOS Y PARIENTES

Asiain se dice también en japonés

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os pesimistas adoran la forma”, me dijo un día Octavio Paz, porque yo objetaba una transición de un endecasílabo a un octosílabo, que a él le tenía sin cuidado en su aspecto métrico: el poema, no recuerdo de quién, estaba bien y resuelto, y yo lo sabía, pero me resistía a aceptarlo. Por aquellas fechas conocí a Aurelio Asiain, que era secretario de redacción de Vuelta. Otro obsesivo de la métrica y las técnicas, y a él también le molestaba el salto técnico del poema y también sabía que Paz tenía razón. La diferencia de Asiain, desde entonces, era su desapego personal. Fue el primero de entre aquellos jóvenes en usar primera persona del singular en sus críticas, reseñas y ensayos. Los demás usábamos un tímido plural. Y sin embargo, nada de su acontecer personal aparecía nunca en sus poemas: ni sus cuitas, ni sus enamoramientos, ni su historia. Formas: sus poemas eran un ejercicio de poesía, no de expresión personal. Tal vez esa era la ruta hacia Japón. Algunos han comparado a Asiain con Donald Keene. Hay que hacer un distingo: Asiain es mejor poeta. Y, aunque el conocimiento es su oficio, no persigue una divulgación de saberes literarios sino, de nuevo, la poesía tal cual. No se pasa directamente de una lengua occidental a la experiencia del japonés. Es otro universo de pensamiento, casi inimaginable, a menos que alguien como Asiain acompañe y guíe al lector. Tablada halló un mundo (para nosotros) nuevo, y con sus descubrimientos hizo magníficos poemas mexicanos, con sauces, risas y sandías. Paz dio varios pasos hacia una realidad velada por la lengua propia, y acercó un poco más el

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA CHA El poeta y fotógrafo Aurelio Asiain.

contacto. Intuiciones luminosas, aunque sin la sustancia primera: la lengua misma, el japonés. Pero cuando leo a Asiain, me queda algo más que una alusión: él puede tocar esa realidad; yo no, pero me lleva a ver el hecho de la poesía japonesa y su misterio. Antes de Luna en la hierba, la poesía japonesa era cartografía. Ahora es posible ir. Pese a la distancia: el japonés cuenta con un universo total de 126 sílabas, nada más. El español cuenta con más de 2500 iteraciones silábicas. Esto refuta impresiones e imprecisiones comunes. Cuando Wittgenstein dijo: “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”, hay quien piensa en un rango de vocabulario. Es una ingenuidad: no se trata del número de

elementos sino de su dinámica de combinaciones, sonoras y sintácticas. A fin de cuentas, la gran música occidental (la diatónica) tiene solo siete notas. Y 126 sílabas, que suenan a muy pocas, son un universo inagotable de combinaciones. Pero, además, que un número limitado de recursos pueda generar una combinatoria infinita, guarda una secreta felicidad: la repetición, las asonancias y consonancias, las aliteraciones y sorpresas. Y es que la repetición tiene dos casas. Puede ser el tedio, el aburrimiento, pero también la casa del ser: el reconocimiento. Los primeros europeos en América dieron con monstruos; por falta de capacidad poética, los redujeron a una falaz cotidianidad. Abundan ejemplos;

pongo un par: llamaron “piña” (nombre del semillero de los pinos y araucarias) a la ananá, y “plátano” (un nombre griego de un árbol europeo) a la banana. La realidad se achata si se le nombra mal. Y sospecho que cosa semejante venía sucediendo, ya de largo, con la poesía japonesa. Y es que traducir de una lengua indoeuropea a otra es salvar unos obstáculos formales, pero las traducciones del japonés requerían una actividad más que virgiliana. Pienso en Dante, que cuando entra al Paraíso ve solo luces, hasta que Beatriz le explica esas luces, y entonces el pequeño y pueblerino Dante se descubre que esos resplandores son seres verdaderos: ángeles y santos. Algo me hace sospechar que Asiain no halló en Japón otro mundo sino la casa original. Sus poemas, desde República de viento hasta Urdimbre buscan una forma de la imagen, distinta de la tradición. No una sorpresa, no una confirmación sino una realidad que no es predicado de un sujeto específico: “Por fin desde el olvido/ intacto y sin testigo”. Siempre es preciso y siempre claro. Pero no sencillo. Los poemas de Asiain, propios o apropiados por traducción, pueden ser tan diáfanos como misteriosos, con formas perfectas que no desembocan en simpleza sino en una complejidad que se resuelve en sí, en la contemplación, en la perplejidad; es decir: no son predicados de cosas en el mundo sino sujetos de su propia forma: “Esto que pasa/ y se va y no regresa/ es el poema”.

Sus poemas, propios o apropiados por traducción, pueden ser tan diáfanos como misteriosos

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