Margo Glantz: escribir, viajar, seguir viviendo
El enemigo es igual a mí
ALONSO CUETOAfines del siglo pasado y bien entra do éste, pensamos que no habría más guerras. En alguna entrevista un economista afirmaba que nun ca podría haber guerras entre dos países que tuvieran locales de empresas trans nacionales. El problema con los razonamientos optimistas es que ignoran una verdad que la his toria se ha cansado de repetir. Lo dijo alguna vez Orson Welles en una entrevista: “El ser huma no es un animal enloquecido”.
La literatura ha insistido en lo mismo. En unos pocos años se cumplirá el centenario de una novela que en su momento se convirtió en la más famosa historia antibélica. Sin no vedad en el frente (1929) del escritor alemán Eric Maria Remarque contaba la historia de Paul Baumer, un soldado de 20 años, que va a la Gran Guerra henchido de fervor patriótico. Durante un bombardeo, Paul se pierde en un hueco donde apuñala a un soldado francés. Mientras lo ve morir, le ofrece agua y trata de curar la herida que él mismo ha infligido. Una vez que el soldado francés ha muerto, Paul encuentra una foto de su esposa y de su hijo. Muy pronto ha aprendido la lección. Las guerras son enfrentamientos entre des conocidos que no tienen ninguna razón pa ra hacerse daño. Luego, uno de los soldados alemanes va a decir: “En el ejército francés, la mayor parte de los soldados son trabajadores, obreros o empleados. ¿Por qué un herrero o un zapatero fran cés nos querría ata car? Son los gober nantes”. A lo largo de la historia, Bau mer comparte el te rror de la trinche ra con sus amigos. Una de las escenas más conmovedoras del libro es el encuentro de Paul con su ma dre agonizante la noche antes de su retorno al frente. Es allí que pronuncia una de las fra ses famosas de la novela: “Tenemos tanto que decirnos y nunca nos lo diremos”.
Sin novedad en el frente está basada en las experiencias del mismo Remarque que fue a la Gran Guerra a sus 18 años. Cuando apareció, la novela vendió un millón y me dio de ejemplares en un año. Tuvo decenas de traducciones. Sin embargo, también tuvo muchos detractores, entre ellos el naciente partido nazi que la acusó de atentar contra el orgullo alemán. Fue por eso que sus jerarcas quemaron ejemplares del libro en una hogue ra. Remarque y su esposa Julia encontraron refugio en Estados Unidos. Después de su separación, el escritor mantuvo relaciones amorosas con Hedy Lamarr, Dolores del Río y Marlene Dietrich. El romance con Dietrich duró varios años, y se publicarían sus cartas. Luego el escritor se casó con la famosa actriz Paulette Goddard, que había tenido una rela ción larga con Charles Chaplin, y que seguiría su exitosa carrera.
La actualidad de Sin novedad en el frente acaba de traducirse en una estupenda pelí cula dirigida por Edward Berger, en Netflix. Muchas de sus frases podrían ser dichas por soldados rusos en Ucrania. Las guerras si guen su curso. Ya lo explicaba muy bien Or son Welles.
HOMBRE DE CELULOIDE
Conversión
Hay que meditar el cine mexicano. Sobre todo ahora que Bardo ha puesto sobre la mesa una visión particular de lo que el cine mexicano debe ser. Elnortesobreelvacío(disponible en Amazon Prime) es una pequeña joya que hay que meditar por lo escueto de una trama que, sin embargo, produce tantos significados. Como toda obra con aquel espíritu que el cine nacio nal heredó del neorrealismo italiano, Elnortesobreelvacíodeja de lado la grandilocuencia y se concentra, por convicción, en una historia simple. Lo hace porque la directora y su guio nista, en la simplicidad de la vida coti diana, son capaces de encontrar una profunda reflexión existencial. Que la austeridad en la historia es una con vicción de Márquez Abella lo demues tra lo complejo del diseño sonoro a cargo de Pablo Betancourt y los movi mientos de la cámara de Claudia Bece rril Bulos, que resultan espectaculares a pesar de lo escaso de los recursos de producción. Márquez Abella solo ne cesita de un rancho en el norte de Mé xico y un grupo de buenos actores para hacer cine y contar, más que una his toria, una parábola.
Ganadora en este año del Festival Internacional de Cine de Morelia, El norte sobre el vacío se concen tra en dos arquetipos: don Rey es
un hombre de ciudad y Rosa repre senta al campo o, mejor, al desierto que aquí descubre a la naturaleza humana. Un par de veces la cámara transita desde la cara adusta de Ro sa hasta los insectos venenosos que habitan el desierto. Ella es el desier to, el sitio en el que habita el diablo y habita dios. Y Raimundo, claro, es solo un hombre de Monterrey, un millonario que se ha apegado a su rancho pues sueña con la histo ria mítica de que aquí, su padre, un día, cazó a un puma, símbolo del mal. ¿Es Rosa una traidora? Tengo la impresión de que la directora y su guionista, Gabriel Nuncio, la piensan más bien como una víctima que, sin embargo, tiene la entereza de cam biar. Y de eso trata la película, de una metamorfosis que se produce no en Rey sino en Rosa. Es necesario subrayarlo porque parece que este personaje, Rosa, se ha escapado de las manos de sus creadores. Y lo ha hecho para bien. El trayecto narrati vo de Rey es más o menos evidente: es un hombre que, enfrentado a la
decadencia física, se encuentra dis puesto, por primera vez en su vida, a enfrentar al mal, a estos chantajis tas que se aparecen un día en una fiesta familiar para pedirle eso que con cinismo llaman los criminales “derecho de piso”. El trayecto de Ro sa es más complejo. Por eso vale la pena, antes de mirar esta película, hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué Rosa decide volver?
El título de esta obra ha sido to mado del libro de Job que, como se sabe, en la Biblia reflexiona en torno al misterio del mal. Y el mal, apren demos allí, es una oscura invitación a convertirse, a cambiar de rumbo y mirar hacia el bien. A pesar de las humillaciones, a pesar de la mise ria económica y espiritual de Rosa en este desierto en el que a veces se aparecen los patrones para “vestirse de monte y gastar bala” (como dice ella), el personaje, interpretado por Paloma Petra, tiene la oportunidad de transformarse. La directora y el guionista han dicho que su película “denuncia al heteropatriarcado”, pero yo creo que va más allá. Porque cuando Rey le regala a Rosa lo que más quiere, el rifle que perteneció a su papá, ella deja de ser la misma. Como muestra Victor Hugo con Jean Valjean en Los miserables, un gesto de amor cambia la vida. Invita a la metamorfosis, a la conversión.._
La directora solo necesita de un grupo de buenos actores para contar una parábolaEl norte sobre el vacío. Dirección: Alejandra Márquez Abella. México, 2022.
La actualidad de Sin novedad en el frente acaba de traducirse en una estupenda película
POESÍA
El carro
VERÓNICA VOLKOW
Carro solitario avanza el tiempo en los espejos; un cielo hipnotizado sobre el muro conduce lentamente.
Ojos que fueron rienda y rostro que un fin empeña. La tarde a pique, en sol todo se quema. Clepsidras invisibles desmoronan las cosas.
El tiempo es el río de los espejos la levedad otorga del olvido, y cosas que no son entre las manos. Somos por dentro voz y tiempo, o mundos deshojados que giran como un cielo: espejo humeante, central ficción, interno soplo de la nada.
Silenciosos gramófonos del día, poleas desasidas, los espejos, las noches allí giran y renacen los soles, ruedas envueltas de caminos, ciñen el tiempo, nos acercan destinos. Cáliz para el mundo hay en la imagen y vacío del tiempo en la materia, espíritu mordaz errante. ¿Inspiración del verbo etérea?
Junto a Ida Vitale, Raúl Zurita y Forrest Gander, entre otros escritores, Verónica Volkow participará en el XV Festival Internacional Letras en San Luis, entre el 14 y el 18 de noviembre. EX LIBRIS
El tiempo lo destruye todo
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGasconQué sabia es la rola “Help The Aged”, de la extinta banda inglesa Pulp. En 4:28 minutos, Pulp interpreta, en voz de Jarvis Cocker, un agrio recordatorio del declive, la advertencia del ocaso, y hace un exhorto a no abandonar o repeler a los ancianos porque ellos son nuestro propio espejo del futuro: “ayuda a los ancianos, alguna vez ellos fueron como tú. Bebieron, fumaron cigarrillos e inhalaron pegamento. No basta con que los lleves a un asilo, no es nada divertido que estén solos. Tú también serás viejo algún día, posiblemente necesites de alguien que te apoye… Mientras tanto, tratamos de olvidar que nada dura para siempre. No es gran cosa, solo nos da una idea de lo gracioso que es cómo todo se desvanece”. Esos son unos cuantos fragmentos del track número 4 del álbum This Is Hardcore (1998), una canción cruel pero con mucho de ironía, pues el tiempo se encargará de confirmar que “puedes teñirte el pelo pero hay algo que no puedes cambiar. Huir de ti mismo”, ya que sí, los años pasan, y “si observas las arrugas de su rostro, verás hacia dónde te diriges, a ese sitio que es tan solitario”.
Gaspar Noe dedica su filme Vortex (2021) “a los que cuyos cerebros se van a descomponer antes que sus corazones”. Título puntual de la decadencia y la extinción (vórtice: torbellino, remolino, centro de un ciclón), porque en su relato la existencia, como el agua que corre a la coladera, hace una espiral antes de desaparecer en el oscuro agujero que la lleva al caño: él (Dario Argento) y ella (Françoise Lebrun) son una pareja de ancianos que marchan cuesta abajo a una velocidad inimaginable, dejando tras de sí solo un es pacio que concentra sus biografías, el departamento que comparten, y las reduce a una miserable colección de fotos; una ingente cantidad de libros, diarios y re vistas; un mobiliario marchito, y lo poco que conser van de recuerdos, tan frío pero rotundo como en La vida instrucciones de uso, la novela de Georges Perec.
Ella, devastada por la demencia, y él por su preca ria condición cardiaca, no tienen a qué aferrarse. Su hijo es un ex yonqui mal rehabilitado que no suele vi sitarlos, mientras que su nieto es tan pequeño que no puede comprenderlos. En dos planos visuales, Vortex muestra las agonías paralelas que sufre cada quien, sin un ápice de sentimentalismo ni condenas mora les, porque el realismo con que expone la irremisible fatalidad del porvenir, simplemente es la tormenta repentina que administra sus naufragios.
Como en su película emblemática, Irreversible (2002), en la que acuña el silogismo “el tiempo lo destruye to do”, Gaspar Noe vuelve sobre la insignificancia, la fra gilidad del cuerpo en contraste con lo que imaginamos o creemos que es el alma, y a su vez, medita sobre el duelo por medio del barullo que emana de la radio en la habitación conyugal, a manera de ruido de fondo. La génesis del sentido de pérdida del ser querido y el va cío que deja tras de sí; el simbolismo del sepelio; la in troyección de la permanencia de los muertos amados, esa teoría del psicoanálisis que postula la vida eterna a través de la reminiscencia.
El asunto de la vejez y sus tribulaciones, también exploradas en Amor (Michael Haneke, 2012) y El pa dre (Florian Zeller, 2020), no adopta otro matiz en el filme de Gaspar Noe, por supuesto, pero es un m e mento mori quizá más ingenioso al mostrar, en pan talla dividida, las tormentosas experiencias que una pareja sufre por cuenta propia. A fin de cuentas, el sufrimiento se padece a solas. Cada quien tomará el rumbo que le corresponda.
Qué sabia es la rola “Help The Aged”, de Pulp, la banda oriunda de Sheffield, Inglaterra. Tratamos de olvidar que nada dura para siempre, pero qué curio so es cómo todo se derrumba. Incluso la memoria. La evocación de lo que fuimos. _
El Premio Carlos Fuentes reconoce la obra de quien aquí hilvana algunos recuerdos y su visión “Prefiero morirme en un que estar en mi casa viendo
o desciendo del Génesis, no por soberbia sino por necesidad. Mis padres nacieron en una Ucrania judía muy diferente a la de ahora y mucho más diferente aún del México en que nací, este México, Distrito Federal, donde tuve la suer te de ver la vida entre los gritos de los marchantes de La Merced”. Así co mienza el prólogo a Lasgenealogías, libro escrito por Margo Glantz en 1981, en el cual rastrea las huellas de sus antepasados. En efecto, nació en La Merced, en el centro de la ciudad, un barrio al que llegaban a alojarse los emigrantes. La familia consiguió una casita en la calle de Jesús María, frente al convento, pero la memoria es vaga en esos años de la niñez. “Mi recuerdo es un poco ficticio. Había un tío, hermano de mi madre, que vi no a México mandado por mi abuelo para que cuidara de ella. Recuerdo las posadas en el patio de la vecindad. Había varias casas con gente católica y cantábamos Orapronobisy todo eso. Mi tío le pegaba a la piñata que llenaban de ceniza o de jitomates po dridos. Me acuerdo de unas gelatinas de rompope que vendían en la casa de enfrente. Luego nos mudamos, tan tas veces que no tengo memoria. Les iba muy mal a mis papás. Viví en mu chos barrios”.
Estamos en casa de Margo, en el corazón de Coyoacán, un espacio ín timo y acogedor. Cuando uno toca el timbre, el primero en asomarse es Fideo, su perro. Detrás de él, la voz de Margo que advierte: “Cui dado con el escalón, no te vayas a caer”. Enseguida sirve dos oportos y nos acomodamos en la sala. Margo volvió apenas de un viaje a España. Antes había estado en Buenos Aires y antes en Mérida y antes en Lima y así sucesivamente porque su vida transcurre entre viajes. “Mi padre viajaba mucho cuando trabajó en
Yuna organización internacional para recolectar fondos y ayudar a los judíos que habían sobrevivido el holocaus to. Anduvo por toda América Latina, fue a China, a Australia, y lo íbamos a esperar al aeropuerto, un pequeño aeropuerto muy destartalado, muy primitivo, pero yo soñaba con viajar.
Mi primer viaje fuera de la Ciudad de México fue a Veracruz, a los 13 años, con mi papá. Siempre, en mi imagi nario, estaba un futuro de viajes, cosa que se realizó”.
Como la mayoría de los hijos de pa dres exiliados, Margo tuvo que adap tarse a la vida entre dos culturas, la de una casa judía donde se hablaba en otro idioma, con costumbres diferen tes, gente con rasgos muy distintos, y un barrio de clase baja donde, según la tradición católica, cada sábado de Glo ria se quemaba a un Judas de cartón que colgaban del cable de la luz. “Me eduqué en colegios públicos mixtos.
El contraste con la vida en casa era enorme: la comida, el idioma... Con el tiempo todo se estabiliza, pero causa conflicto. Vivimos mucho tiempo en el pueblo de Tacuba, frente al convento de Popotla, y teníamos unas vecinas que sabían inglés. Mi mamá decidió que aprendiéramos con ellas, pero en lugar de enseñarnos el idioma nos convirtieron al catolicismo. Nos bau tizaron, nos catequizaron y luego hi cimos la primera comunión. Íbamos todos los domingos a confesarnos, a comulgar, luego al cine a ver las pelí culas de Flash Gordon. Llegábamos, casi con la ostia en la boca, a comer muéganos, y cuando masticaba y oía el crash, crash, sentía que el Niño Dios, que estaba sentadito en mi corazón, sufría con el ruido de los muéganos.
Un día mi mamá nos estaba bañando y no nos dimos cuenta de que le ha bíamos dejado puesto un escapulario a mi hermana chica. Así se enteró de que éramos católicas. Así fue como terminaron las clases de inglés, tam bién el catolicismo, pero creo que se me quedó muy grabado porque luego me dediqué a Sor Juana. En fin, todo eso fue formando un imaginario muy confuso, muy híbrido, que luego se tran quilizó cuando me di cuenta de quién
era yo, cuando entré a la universidad y empecé a tener amigos. Me integré y creo que soy mucho más asimilada que otros judíos”.
La casa familiar fue terreno fértil para su formación. El padre, poeta, la acercó a los libros. Desde niña co menzó a leer novelas de folletín, pero sobre todo a Julio Verne. En la ado lescencia se acercó a Thomas Mann, a John Dos Passos y otros escritores estadunidenses. Margo siempre quiso hacer una carrera en Letras, desde la prepa, donde entró al área de huma nidades, en San Ildefonso; luego fue a la Facultad de Filosofía y Letras, en la UNAM, e hizo el doctorado en la Sor bona de París. “Pensaba que algún día iba a escribir, pero me costaba mucho trabajo, era muy tímida. Por ejemplo, Paco López Cámara, mi primer marido, me pedía que hiciera reseñas para El Espectador, que habían fundado Car los Fuentes, Luis Villoro, Víctor Flores Olea y Jaime García Terrés, un periódico político muy impor tante en la época de López Mateos. A mí me daba terror, en tonces él las redacta ba y yo ponía puntos y comas. Luego me di cuenta de que escribía bien, así de repente. Por lo general eran ensayos. Publiqué en revistas como El corno emplumado, Revista de la Universi dad, DioramadelaCultura, Siempre!, pero eran atisbos de literatura que se juzgaban muy mal, como mal escri tos. Llevaba textos y Agustín Yáñez, que fue mi profesor, me decía que les faltaba engarce, como a un collar. Es taba muy insegura, hasta que en 1976 me fui a La Joya a dar un curso en la Universidad de San Diego y escribí Lasmilyunacalorías, novela dieté tica, un libro que publiqué a cuenta de autor con pequeños textos y de ahí pal’ real, me lancé”.
Con más de 50 publicaciones entre narrativa y ensayo, Margo ha reunido una obra polifacética, de gran origi nalidad, marcada por ciertos temas que la distinguen como una intelec tual atenta a las batallas y exigencias
de su tiempo. Por ejemplo, comenzó a indagar en el cuerpo mucho antes de que estuviera en el centro de las agendas feministas o de género. Su alianza con la causa de las mujeres comienza por su particular modo de desafiar el statu quo, la elección de lecturas y temas en el ámbito acadé mico, la cercanía con distintas gene raciones en la lucha, además de ser un tema que permea buena parte de su literatura. Destaca, por ejemplo, su interés por el estudio de dos mu jeres: la Malinche y Sor Juana Inés de la Cruz. “Sor Juana luchó por que las mujeres tuvieran un campo dife rente, tan valioso como el de los hom bres, al grado que quería vestirse de hombre para ir a la universidad. Re cuerdo que cuando entré a Filosofía y Letras, en 1958, no había casi profeso ras, eran hombres los que enseñaban. Una vez me presenté con pantalones y me dijeron que si me creía George Sand porque las mujeres solo debían llevar falda. Ahora, lo que está pasan do en Irán me parece fundamental. Es la concreción de lo que puede ser la revolución femenina, es decir, las mujeres políticamente transforman el mundo. No sé qué vaya a pasar. En Argelia, por ejemplo, las mujeres pe learon por la libertad de una manera impresionante, fueron básicas en su independencia de Francia, pero luego las reprimieron brutalmente y volvie ron al mandato religioso que empieza por la opresión, como si les tuvieran terror. Estamos viendo una revolu ción fundamentalmente femenina a pesar de la represión a las mujeres. Los hombres, los estudiantes, los obreros, se están uniendo a ellas, pero fueron las mujeres quienes dieron el paso por ser las más oprimidas, porque no te nían derecho a tener cuerpo. Ahí está el problema del aborto. Las nortea mericanas ya no tienen derecho a su propio cuerpo porque las autoridades han aniquilado una ley que permitía abortar. Me parece importante hablar del aborto porque nos concierne a las mujeres. Ahí creo que hay una cosa esencialista. La diferencia de cuerpos, la fisiología masculina y la femenina, eso plantea una especie de poder que
es evidente contra la superioridad, ver la obeliscos, tiene labra varón, pueda hombre Alguna niña se las estrellas Bette Davis... suyo, larga”. descubrió vista po fue consciente. empecé con mis la relación bre lo sobre mirada prescindir monjas santas. enraizada dan que es preponderante les. Para trabajé las monjas, María Hacemos un sorbo ojos de za, tampoco que esta te pantalones moda muy curiosa, chas cosas, eso me vivir, problema cen: ‘¿Para morirme casa viendo posible, cuerpo dar conferencias, gresos, El
“El cuerpo fue un interés inmediato. Se hizo consciente cuando empecé a escribir ensayos”
de Margo Glantz , visión del futuro un avión viendo la tele”
evidente y produce cierta violencia contra lo otro. El pene es el símbolo de superioridad, la erección. Hay que arquitectura, los minaretes, los obeliscos, todo eso es fundamental y que ver con la virilidad. La pa virtud viene de virilidad, de vir, varón, ¿Te imaginas que la mujer no pueda tener virtud porque es solo el hombre quien la posee?”
Alguna vez Margo contaba que desde se impresionó con los cuerpos de estrellas de cine: Joan Crawford, Bette Davis... Los comparaba con el “medio jorobada, con la nariz larga”. Más adelante, en sus lecturas, descubrió cómo la figura femenina era con ojos masculinos. “El cuer fue un interés inmediato, pero no consciente. Se hizo consciente cuando empecé a escribir ensayos. También mis clases porque trabajé mucho relación de la mirada masculina so femenino y la mirada femenina sobre lo femenino, naturalmente la mirada sobre el cuerpo. No podemos prescindir del cuerpo, eso lo saben las monjas por más que se quieran hacer santas. La mística está profundamente enraizada al cuerpo, aunque preten que está en el espíritu. El cuerpo preponderante en todos los nive Para mí ha sido importante, lo trabajé mucho en mis ensayos sobre monjas, la Malinche, Sor Juana, María de Zayas”.
Hacemos una pausa. Margo le da sorbo al oporto. Sonríe con sus de niña. No ha perdido la agude tampoco la memoria. Nadie diría esta mujer alta, delgada, que vis pantalones ajustados y zapatos de moda tiene 92 años. “Soy una mujer curiosa, voraz, me interesan mu cosas, quisiera abarcar mucho y me mantiene viva, hay un deseo de no he perdido el deseo. Tengo un problema de corazón, entonces me di ‘¿Para qué viajas?’ Pues prefiero morirme en un avión que estar en mi viendo la tele. En la medida de lo posible, quiero hacer todo lo que mi cuerpo me permita: escribir, viajar, conferencias, participar en con gresos, ver a mis amigos, a mi familia”. día que murió el poeta David
Huerta, Margo tuiteó: “Pongo mis barbas a remojar”. Le pregunto cómo cambia la noción del tiempo cuando se rebasan los 90 años. “Me da mucho miedo”, confiesa, “me doy cuenta de que me está costando trabajo. Subo y bajo escaleras perfectamente, pe ro tengo la conciencia de que puedo caerme, y si te caes te lleva la trampa. De la mente estoy muy bien y estar lú cida es fundamental”.
De sus libros, a Margo le interesan mucho Lasgenealogíasy Saña, un libro de textos cortos. “Me gusta Yotambién me acuerdo, pero en Saña los textos son más intensos, más específicos. Aparentemente es un libro disperso porque hablo de muchas cosas, pero lo fundamental, la médula textual es la saña, la violencia, la crueldad, la ira, la invalidez, la enfermedad y también el trabajo que uno hace para conseguir algo, el encarnizamiento que haces para lograr una obra, para avanzar en la vida. Ahora estoy pensando mu cho y creo que ese pensamiento va a concretarse en una escritura, en mis memorias. He hecho cosas y partici pado en acontecimientos importan tes: estuve en la Revolución cubana, en la nicaragüense, en la de Irán, en la tecnológica, en terremotos, en la pos guerra. Todo eso lo he vivido”.
Margo tuitea: “Siempre he pensa do que soy una reliquia arqueológi ca: lo he comprobado”. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, con más de una treintena de premios y distinciones —el más reciente, el Premio Internacional de Literatura Carlos Fuentes—; viajera, amante de las Variaciones Goldberg, de Bach; apasionada del cine y de la India, “ese lugar donde todas las experiencias vi tales están a flor de piel, en la intem perie: la invalidez, la enfermedad, la crueldad, la belleza; ves la inmundicia, ves la caca en la calle, la lepra, y ves los saris y los ojos divinos de los niños. Lo que me impresiona es la vitalidad y la mortalidad en todos sus niveles”.
Margo tuitea: “Anhelar es un de seo vago, constante pero impreciso”. ¿Qué anhela? “Escribir un buen li bro, viajar, ver crecer a mis nietos. Seguir viviendo” _
Alas de cera
La sabiduría antigua concedía a los seres humanos la capacidad de resurgir tras caer por los aires
IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁNQuien lo vivió, lo sabe. El temblor del teléfono que rompe el sueño en la madrugada. Esa angustia muda en la sala de espera del hospital, donde ca llamos con un silen cio roído por los mie dos. Un accidente, un duelo, un diagnóstico, un despido, una soga económica, la asfixia repentina. Hay ins tantes sin retorno, sa cudidas que nos arrojan en mil pedazos contra el suelo.
Nuestras caídas y alas rotas nos con vierten en herederos de Ícaro. Se cuenta que Dédalo, arquitecto ate niense, fue encarcela do con su hijo Ícaro en el famoso laberinto de Creta que él mismo había construido. Afli gido, el padre observaba a los pájaros surcar libres el cielo sin muros. Así ideó unas alas de cera y plumas que, me diante un arnés, permitían huir como las aves. Su hijo se elevó ca da vez más alto, en atrevido vuelo. Entonces el sol empezó a derretir la cera y las alas se deshicieron suavemente, pluma a pluma, has ta dejar al joven, como en una es cena de dibujos animados, agitan do los brazos desnudos en el aire. Cayó en picado y las aguas azules lo engulleron.
La vida es vaivén, hay que con vivir con sus altibajos: nos fabrica mos alas —ilusos—, creemos volar, pero la adversidad nos despeña. Las consignas que escuchamos a diario —decide tu suerte, el éxito depen de solo de ti— intentan embridar el miedo con promesas de poder, pero no somos dueños del futuro ni capitanes de nuestro destino. Quienes llaman oportunidades a las crisis terminan por acusar a los más desvalidos de su naufragio. No
se puede estar totalmente a salvo, menos aún cuando la incertidum bre, la oscuridad y las dificultades se precipitan sobre nosotros. Se gún Homero, el dios Zeus poseía dos vasijas y repartía su contenido entre los huma nos: de una saca ba bienes y de la otra males. Para algunos desgra ciados todo son calamidades, pe ro nadie recibe solo beneficios.
En El rey pes cador, el director Terry Gilliam creó una insólita comedia de héroes ma gullados. El arrogante Jack es una estrella de radio que vive en un
lujoso apartamento de Manhattan, hasta que, involuntariamente, sus afiladas palabras instigan un tiroteo en un restaurante. En plena espiral de autodestrucción, entabla amis tad con un mendigo, Perry, que so brevivió a la misma masacre, pero vio morir a su mujer en sus brazos. Desde entonces sufre una alucina ción recurrente donde un temible caballero rojo envuelto en fuego lo persigue. Jack y Perry, esa pareja de Ícaros cochambrosos y chamus cados, se obsesionan por revivir la leyenda artúrica en la Nueva York eufórica de los años noventa, entre coros de vagabundos y pacientes de psiquiátrico, bailes en Central Station y pudorosas declaraciones de amor en la sección porno de un
mugriento videoclub. Solo estos dos descalabrados héroes podrán encontrar el Grial. En su descenso a la marginalidad, el cineasta pare cía advertir las alas de cera que sostenían en el aire aquel espe jismo de efíme ra prosperidad. Nuestros an cestros pensa ban que las caídas y cumbres retratan dos caras inherentes a la vida. Por eso imagi naron también mitos de redención y renacimiento, como la búsqueda del Grial o el ave Fénix, un pájaro milagroso que, al intuir su propia muerte, se envolvía en mirra, cina momo, canela, áloe y nardo. Súbi tamente el sol prendía fuego a ese nido de aromas, el animal ardía y así renacía de sus cenizas.
Fénix es un símbolo universal que, además de dar nombre a la ciudad estadunidense de Phoenix, emparenta con otras criaturas mágicas del folclore tradicional: la Bennu egipcia, la Anqa árabe, la Fenghuang china, la Quetzalcóatl mexicana. Esas aves legendarias simbolizan la tenacidad humana al alzar el vuelo tras cada batacazo. Como escribió Emily Dickinson, la esperanza es ese ser de pluma que entona su melodía sin pala bras, en la ventisca. La sabiduría antigua, tan ajena al pensamiento positivo, nos recuerda que lo habi tual no es el éxito, sino estrellar nos y levantarnos del suelo con rasguños y olor a chamusquina; conocer las dos vasijas, las alas derretidas, los caballeros rojos o los heraldos negros; caer por todo lo alto para después intentar re surgir. El futuro nunca se somete a recetas infalibles, es un enigma: nadie sabe cuántos nacimientos tenemos por delante _
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© Irene Vallejo.
Quienes llaman oportunidades a las crisis acusan a los más desvalidos de su naufragio
NARRATIVA, ENSAYO
La plaza del Diamante
Los diarios de la anguila
Advertencia razonable
Edhasa/ Madre Editorial México, 2022 235 páginas
Aunque narra una historia de amor, esta novela carece de sentimentalismo. Fue escrita en 1960 y representa una cumbre de la literatura catalana. Se concentra en los años posteriores a la Guerra Civil y en Colometa, una mujer que renuncia a su personalidad para hacer llevadero su matrimonio hasta que sobreviene un golpe de fortuna.
La escuela de canto
Paula Bonet
Anagrama España, 2022 s/ p páginas
La escritura y sobre todo el dibujo y la fotografía son el alma de este volumen que conjuga la experiencia personal y la de aquellos personajes que atrae el azar. Transcurre en Santiago de Chile, más que un refugio temporal, aunque de pronto se desplaza hacia Valparaíso, Los Andes, Jerusalén. La autoafirmación le otorga poderío a cada trazo.
Balas divinas
Alianza de Novelas México, 2022 388 páginas
El conocimiento del genoma humano impulsa la mente de un asesino de mujeres del que la policía de Los Ángeles desconoce todo. Tal es el argumento de esta novela protagonizada por un viejo periodista que trabaja para un sitio de noticias. Connelly estira al máximo las posibilidades que ofrece el género negro.
Lem
Sexto Piso España, 2022 218 páginas
Ambientada en la Inglaterra rural de finales del siglo XVI, esta novela narra las fatigas de una niña por ingresar a una escuela de canto, único reducto de la belleza pero solo reservado a los hombres. El espíritu de rebelión y desmesura sustenta sus acciones y conduce el propósito de hacerse pasar por un niño.
Libros del Marqués México, 2022 184 páginas
A Martín, un joven mexicano, su abuelo, enfermo de cáncer, le encarga ir a París para recuperar un icono milagroso. El objeto lo conserva un tío con mala fama entre la familia pues lo culpa de la bancarrota del abuelo. Martín conoce así a una mujer que trabaja en una galería y sabe de la tarea que se le encomendó.
Impedimenta España, 2022 472 páginas
A Stanislaw Lem, el mejor de los escritores de ciencia ficción para algunos lectores, lo define bien la frase que completa el título de esta biografía: Unavidaquenoesdeestemundo. El autor señala algunos de sus hábitos que, paradójicamente, lo hacen muy terrenal: se levantaba muy temprano a encender la calefacción.
El placer de leer
Rusia se fue a Monterrey
ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com¿Quién, pero quién, tiene la imaginación y el arrojo para trocar a Monterrey en Moscú o San Petersburgo, transformar una cantina miserable en la estación espacial Sályut y a una corte de alcohólicos y desheredados en orgullosos cosmonautas empeñados en nunca tocar tierra? ¿Quién es capaz de trasmutar a Alonso Quijano en un oficinista llamado Nicolás que renuncia a sus obligaciones más mundanas para convertirse a su vez en Nikolái Nikoláievich Pseldónimov? ¿Quién? Solo David Toscana, quien con Elpesodeviviren latierra(Alfaguara) ha hecho de la existencia humana un acontecimiento literario.
La vida siempre está en otra parte, o al menos no donde dispuso la biología o el azar. Siguiendo esta intuición, Nikolái resuelve viajar al lejano cosmos para liberarse de toda carga. Su empresa, cómo no, es quijotesca y convoca también a su esposa —ahora Marfa Petrovna—, un borracho en recuperación, un prestamista, un tísico, una viuda alegre y una joven idiota. La novela adquiere entonces la forma de un accidentado preparativo, y, sobre todo, de otra modalidad del viaje: la del homenaje a los grandes escritores rusos. Porque, como el lector ya habrá sospechado, de tanto leer a Gogol y a Dostoyevski y a Tolstói y a Chéjov y a Bábel…, la mente de Nicolás-Nikolái se ha rusificado.
Estamos en 1971 —cuando la Unión Soviética lanzó la nave Mars 3— pero de igual manera en 1904, asistiendo a la muerte de Chéjov, o en 1950, mientras la KGB arresta a Solzhenitzyn, o en 1837, viendo cómo una bala atraviesa el pecho de Pushkin, o en… La mente de Nikolái viaja libre de ataduras porque él mismo ha decidido ser un tránsfuga para ganarse la plena ciudadanía de la galaxia de la ficción. Y no hay que creerlo un loco; permanece tan cuerdo que puede distinguir la grandeza de Anna Ajmátova de la puerilidad de Gorki.
Los mundos de Toscana tienden cada vez más hacia la cancelación de la realidad en nombre de la razón superior de las palabras que se conjuran para crear hermosos sueños. Están habitados por seres cuya desmesura es tan grande como sus dones para fabular a costa de su cordura. Sabemos qué quimeras nombramos cuando decimos dostoyeskiano, kafkiano o faulkneriano. Ahora hay que aprender a decir toscaniano.
LABERINTO
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HUSOS Y COSTUMBRES
Jetlag
ANA GARCÍA BERGUAero qué afán de viajar tan rápido. Los marineros de los antiguos galeones pa decían náuseas, locura, escorbuto, se ahogaban en el alto oleaje de las tormentas y los atacaban tiburones y barcos enemigos, cosillas así, pero estoy segura de que nunca sufrirían el jetlag. A que nadie les decía: ganaste siete horas en la tra vesía a Guyana, pero de regreso a Sevi lla las perderás, si te libras de los piratas. Con llegar vivos ya estaban contentos, no se ponían a contar horas. En cambio nosotros, que arribamos sanos y sal vos, y tan rápido en comparación, nos lamentamos del tiempo robado por los husos horarios y el estado de embota miento en que aquello nos deja: por ca da hora, un día de despertar a las tres de la mañana y roncar a las dos de la tarde. El tiempo se ha convertido en una cosa muy extraña que atesoramos y perdemos con la misma arbitrarie dad. Lo ganamos en años de vida, lo
perdemos asomados a las pantallas mirando la vida de los demás. El tiem po eterno en la espera y tan escurri dizo en las ansias y las prisas, pues la realidad muchas veces nos escamotea el poco tiempo de que disponemos. ¿Quién no habla ahora de recuperar el tiempo de la pandemia? De alguna manera la sensación persiste: ya re gresamos de aquel viaje tan doloroso y sin embargo no parecemos haber vuelto del todo. El paréntesis no se cierra en el punto en que nos había mos quedado, la vida nunca retoma rá aquella textura, si acaso adquirirá otra distinta. Es un tiempo robado como el de las guerras, las catástro fes, lleno de huecos, y la expectati va de ese retorno pareciera desfasar nuestra percepción, como en un jet lag. El transcurso fantasmal de los días que podríamos haber vivido de no suscitarse aquella interrupción tan dolorosa pareciera imponer en nuestros cuerpos sus ritmos, sus
CAFÉ MADRIDhoras, mientras vamos abandonan do la esperanza de retornar a aquello para adaptarnos a lo que sigue. Pero quizá perdemos el tiempo hablando del tiempo. Solo Proust, en el tiempo suspendido de su lecho inmortal —se exhibirá por los siglos de los siglos en el museo Carnavalet— se dio a la tarea de recuperar el Tiempo que la memoria del cuerpo atesora. So lo Proust, que murió hace cien años. Mientras tanto en México se recu pera el tiempo que el horario de verano había, se dice, robado. Es el horario de Dios, afirman aquellos a quienes en la pandemia más pareció estarles aconse jando el diablo, pero en ese nos queda remos. ¿Estaremos entonces desfasa dos del mundo, padeceremos escorbuto temporal? Solo falta que alguien na cionalice nuestras horas —y recorde mos que los domingos se transmite la Hora de México— para que vivamos el retorno a un tiempo único y suspen dido, con su eterno jetlag _
El taller de la imaginación
AVilla Meona, la mansión de 1370 metros cuadra dos de Isabel Preysler, le dicen así por la cantidad de baños que posee (tre ce). Repleta de cuadros y alfombras carísimas, se ubica en uno de los com plejos residenciales más exclusivos de Madrid, Puerta de Hierro, y por su de coración, magnitud (44 habitaciones, 3500 metros de parcela) y personal la boral (cuatro sirvientas, una cocinera, tres doncellas, un chofer, un jardinero y cuatro guardias de seguridad) puede llegar a confundirse con un gran hotel. O por lo menos eso es lo que me pare ció a mí el otro día que fui a visitar a uno de mis maestros que, desde hace un lustro, vive ahí en calidad de con sorte (chismorreos aparte).
Pasamos la tarde en la paradisia ca biblioteca que mandó construir y luego equipó Miguel Boyer, uno de los ministros del felipismo que transformó a España y, a la sazón, tercer marido de la señora de la ca sa (chismorreos aparte). Los libros, del suelo al techo y de un extremo de la pared al otro, casi todos encua dernados en piel. Los sofás, en tonos marrón, mullidos pero elegantes. En el escritorio de madera, ante una computadora de pantalla enorme, la asistente argentina (léase “tirana obstaculizadora para llegar a su jefe”) del escritor anfitrión, que se demoró en dejarnos solos. Y, encima de una acogedora chimenea, presidiendo toda la estancia, el retrato al óleo de la reina del papel cuché. Entró mi maestro apoyándose en su coqueto bastón y enseguida pidió té y galletitas. A su asistente argentina (léase “tirana obstaculi zadora para llegar a su jefe”) le dijo
que me entregara su nuevo libro. Ella abrió la caja que tenía a mano y, resoplando, sacó un grueso y pe sado ejemplar de Elfuegodelaima ginación. Libros, escenarios, pan tallas y museos. Obra periodística I (Alfaguara) y me lo entregó. “Re cién parido”, agregó él, mientras yo me descubría sonriente pero abru mado con la obra de casi 800 pági nas entre mis manos. Se trata de la compilación de los artículos sobre literatura, teatro, cine y artes plás ticas que, a lo largo de seis décadas, ha ido publicando el autor (¿cuál?
Lo siento: esto es una columna cul tural, no el ¡Hola!).
El título proviene del célebre dis curso pronunciado por el galardo nado en 1967 con el Premio Rómulo Gallegos. Esa alocución fue signi ficativa no solo para la trayectoria del susodicho, sino para toda una generación de escritores latinoame ricanos: “Lentamente se insinúa en nuestros países un clima más hos pitalario para la literatura”, dijo en Caracas aquel año. “Es preciso, por eso, recordar a nuestras sociedades lo que les espera. Advertirles que la literatura es fuego, que ella significa inconformismo y rebelión, que la ra zón de ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica”.
El volumen lo ha confeccionado el ensayista colombiano Carlos Gra nés, para quien estas páginas son “el testimonio de un lector y espectador
apasionado y crítico”. Aquí están, ciertamente, sus influencias artís ticas y las lecciones que le han dado.
Tal vez por eso él me dijo, con una pequeña taza de té en la mano: “En realidad, este libro es mi taller. Es el reflejo de los materiales que me han servido para escribir a lo largo de todos estos años”.
Pues el taller de la imaginación de este reconocido narrador está com puesto por una ristra de gustos y ob sesiones, entusiasmos y radiografías que le han servido para alargar su vida y hacerla más intensa. Hay re señas, críticas, ensayos y diatribas, lecciones y “mentiras verdaderas”, como le gusta decir a él. Yo lo he em pezado a leer, saltándome algunos textos (porque ya me los he topado en otras ocasiones) y me he deteni do con especial interés en la con testación que un día escribió para un tal Ángel Rama, crítico literario que aplastó Historia de un deicidio, el libro en el que se ocupó de su en tonces amigo Gabriel García Már quez. Es tan mordaz como elegante.
A lo largo de la tarde no habla mos de política, aunque a él le dio por sacar cada tanto el tema, porque no puedo, de verdad que no puedo, con su ideología completamente antagónica a la mía (lo sé: tendría que ser más tolerante). Tampoco de los cotilleos en los que se ha visto inmiscuido este casoplón y su famo sa dueña y él mismo. Al final me vio medio absorto, mirando alrededor sin parar, y me preguntó que en qué pensaba. En que nunca me imaginé tomar el té en un lugar como este, le contesté. “¡Yo tampoco!”, soltó con mirada traviesa. Y los dos estalla mos en una carcajada _
Entró mi maestro apoyándose en su coqueto bastón y enseguida pidió té y galletitas