Apuntes
TEDI LÓPEZ MILSDiez o quince pájaros negros vuelan hacia el tinaco de la ca sa frente a mi ventana siempre a la misma hora: las 2:50 de la tarde. Son tordos, según veo en el cartel “Aves comunes de la Ciudad de Méxi co” pegado en la pared de mi estudio. Algunos llegan con retraso y se colocan en la orilla del techo. El “siempre” me pertenece a mí tanto como a ellos: no es una coincidencia sino una rutina. Estoy sentada al comedor con la servi lleta extendida en las piernas y sostengo, con la mano izquierda, una revista a contraluz, lo cual dificulta mi lectura y me obliga a ir mo viendo ligeramente la cabeza para esquivar la sombra en la página. Los pájaros me distraen. Varios se trasladan al árbol más cercano que, por las mañanas, suele estar lleno de ardillas. La actividad en el aire es constante y ocurre al mismo tiempo sin que haya colisiones. Lo gro percibirla si dejo de pensar, pero los sen timientos se entrometen como insectos y prefiero entonces retomar mi lectura: hoy, jueves, acerca de una reciente biografía del es critor Joseph Roth: “hombre peripatético, lle no de contradicciones y fabricaciones”; agre sivo con sus colegas y jefes; amigo difícil, bebía en exceso y “la situación de sus nervios” era desagradable. Estaba obsesionado con el me canismo de los relojes y quería “diseccionar a los seres humanos y examinar cada compo nente”. Me detengo en la frase como si fuera una consigna. Fin jo que estás en la silla delante de mí. Hay dos manteles, dos tenedores, dos cuchillos y dos cu charas. Te cuento de la prueba de in teligencia que to mé por internet y reprobé desde la pregunta inicial. “Si un gallo pusiera un huevo en la cima de un monte, ¿ha cia dónde caería el huevo? ¿Este, oeste, nor te, ninguna parte?” Elegí “oeste” por aquello del sol y empezó a parpadear una luz roja: “¡la respuesta correcta es ‘ninguna parte’! Los ga llos no ponen huevos”. Te cuento del poema de C. D. Wright que leí ayer, “ShallCross”, y de los sonidos que enumera y yo nunca oigo: la abeja en el instante en que penetra un mem brillo, la hormiga cuando trepa por una rama, la caída en aleteo de una toalla hacia el piso. ¿Cuáles serán las “palabras viejas”? Te pido de broma que me cantes la canción del día que atravesamos una cordillera en un tren de alta velocidad. Te pido que vengas mañana y pasado mañana. Tu libro del Renacimiento no tiene índice y debo subrayar los nombres: Paolo Bóscoli, Gianpaolo Baglioni, Luca della Robia. Por un error de imprenta, aparece en trozos un acertijo acerca del poder de los tira nos: una araña anciana diría a joven cuan dohayascazadouna enorme chuparle la sangre quitarlelafuerza norompalatela alimentarte de ella mejorteacomode. En el Canto XXII de mi Comediaapócrifame peleo con una representante de la cultura: me exige una carta de motivos. “Usted es una persona grosera”. Volveré a revisar la lista de mis de fectos. Los pájaros no transcriben narrativas en la franja del cielo. Sería demasiado poético y no estarías de acuerdo. _
Esta semana se estrena en cines Ojos que no ven, ópera prima de Alfonso Zárate. El hecho de que Zárate sea de Ciudad de México y haya vivido en Nueva York interesa pues Ojosquenovenparece inspirada en el indie estadunidense, ese cine que, si bien es producido con un presupuesto relativamente bajo, se interesa en historias pequeñas y urba nas que, más que una reflexión, bus can entretener. El indiees cine que se mueve entre el mainstream y el cine de autor; como si no pudiera decidir se a ser una cosa o la otra. Unamujer bajolainfluenciade John Cassavetes (estrenada en 1974) es la gran repre sentante de esta clase de cine y com parte con Ojosquenoven el interés por la sensibilidad femenina.
La obra de Zárate parece girar en torno a los problemas existenciales de Elena quien, interpretada por Ar celia Ramírez, es una mujer inesta ble que trabaja en una primaria. Ahí aparece Matías. Elena siente por este niño una atracción que, al principio, resulta natural. Ambos están solos y él acaba de regresar de Estados Uni dos. Extraña a sus amigos y tiene di ficultad para adaptarse a esta nueva realidad. Pero poco a poco el interés de Elena comienza a volverse inquie tante y uno comienza a develar el interés de Zárate por ir más allá del
HOMBRE DE CELULOIDEUna voz
cine de autor para introducir el sus penso. En una secuencia, Elena pide a Matías que guarde un secreto; en otra, que le permita tomarle una fo to. El niño accede y sonríe. Entonces aparece su mamá y nosotros hemos comenzado a sentirnos nerviosos. No se trata solo de que pareciese que Elena quiere abusar de Matías. Uno se pregunta: ¿hacia dónde nos está llevando este director? En es ta pregunta radica el suspenso. Por eso es importante subrayarla. No se trata solo de que el realizador haya conseguido intrigarnos; ha comen zado a influir nuestra parte más vis ceral. Se trata de un logro que, ade más, permite distinguir, en Zárate, tres influencias: Birth, La maestra de kínder, película israelí de Nadav Lapid cuya adaptación estaduniden se se estrenó en 2018, y el clásico hollywoodense de Alejandro Ame nábar Los otros. Todas ellas tienen un protagónico femenino y las dos primeras consiguen generar sus penso a causa de la inquietud que produce en el espectador no saber
qué es lo que desea una mujer con el niño al que está tratando de cau tivar. La influencia de la tercera es más sutil. Y es que, a decir verdad, el inicio de Ojosquenoven se arrastra un poco, pero cuando Elena, su ex marido y el niño se encuentran solos en una cabaña tienen lugar los me jores momentos de la película. No se trata en absoluto de que la trama se mueva en la misma dirección que Los otros. De hecho, la resolución es completamente distinta. La simili tud estriba en cierto estado de áni mo que el director consigue generar y que en realidad es lo más valioso en una película. Se llama empatía. Y la empatía no consiste solo en que el público se identifique con tal o cual protagonista, sino que establezca un vínculo con el creador. Y sucede. El director y la guionista, Sandra Flo res, alcanzan muy buenas escenas cuando han conseguido llevar todo el drama hasta el encierro en esta ca baña en que el niño, extrañamente, pide perdón.
Y sucede
Más allá de influencias y adscrip ciones a corrientes fílmicas, Ojosque no ven confirma que el cine mexica no sigue encontrando su propia voz. Y es algo que hace treinta años pare cía imposible. Que el cine nacional produjese propuestas que van de la grandilocuencia de Bardo hasta la sencillez de Ojos que no ven _
La empatía consiste en que el público establezca un vínculo con el creador.Ojos que no ven. Dirección: Alfonso Zárate. México, 2022.
Te pido de broma que me cantes la canción del día que atravesamos una cordillera
POESÍA
Guárdame en ti
RAÚL ZURITAEntonces guárdame en ti en los torrentes más secretos que tus ríos levantan y cuando ya de nosotros sólo quede algo como una orilla tenme también en ti guárdame en ti como la interrogación de las aguas que se marchan Y luego, cuando las grandes aves se derrumben y las nubes nos indiquen que se nos fue la vida entre los dedos guárdame todavía en ti tenme en ti, en la brizna de aire que aún ocupe tu voz dura y remota como los cauces glaciares en que la primavera desciende
Este poema inédito forma parte de un libro en preparación. Su autor fue uno de los participantes en el XV Festival Internacional Letras en San Luis, que concluyó el pasado viernes en la capital potosina.
Noche esvástica
ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @SobreperdonarLa ciencia ficción y el relato de an ticipación han sido géneros procli ves a la lucha de género: antes de que muchas reivindicaciones fe ministas pudieran ser planteadas en el terreno de la política, eran esbozadas de manera “afable” en el campo de la ficción. Un libro de aguda crítica política y marcado enfo que feminista, paradójicamente publicado ba jo el pseudónimo masculino de Murray Cons tantine, apareció en 1937 y se debe a la autoría de Katharine Burdekin (1906-1963). Este libro (al que mucho deben clásicos como George Orwell y Margaret Atwood) es una cruel disto pía que pone el acento tanto en la locura y la barbarie política, como en la dominación de género. Prácticamente borrada de la historia literaria, Burdekin fue una escritora que pu blicó una decena de novelas y que mantuvo un vigoroso alegato en favor de las libertades per sonales y la equidad de género. SwastikaNigth (que se puede bajar gratuitamente en inter net) es una auténtica novela de anticipación, pues fue escrita cuando el régimen de Hitler apenas se estaba consolidando en Alemania y antes de la pesadilla bélica y los actos de exter minio masivo. En esta novela, Burdekin ima gina la “evolución” del régimen nazi, siete si glos después de su victoria. En esta fábula, co mo en 1984 de Orwell, el mundo se ha dividido en bloques enfrentados y en el territorio nazi se han instaurado el militarismo, el patriar cado más despótico y el culto a la divi nidad de Hitler. Las mujeres ocupan un lugar subordinado en la estructura so cial y, como en el ca so de El cuento de la criada, de Margaret Atwood, solo sirven para reproducirse. Para Burdekin, el régimen nazi representa el punto más alto y demencial del “culto a la masculinidad” y en su distopía las mujeres han sido reducidas a la categoría de animales. La violación, por ejemplo, se ha legalizado y, aunque las afinidades sentimen tales se establecen solamente entre hombres, este atentado constituye una práctica consue tudinaria para confirmar la supremacía mas culina. De hecho, para evitar el contacto con el temperamento femenino y su posible conta minación, poco después de su nacimiento los niños son arrebatados a sus madres, a fin de que crezcan únicamente rodeados por hom bres. Las mujeres son criadas aparte y, desde la infancia, son despojadas de cualquier iden tidad y sentimiento de valía y adoctrinadas en su único papel social de reproductoras. Por lo demás, todos los rasgos de la cultura han sido borrados, no existen libros ni discos; la memo ria histórica comienza con el ascenso del régi men nazi, en lo político opera un neofeudalis mo y Hitler es concebido como un ser semidi vino, gigantesco y rubio, que brotó de la frente de un dios. En esta circunstancia, un hombre inglés, Alfred, viaja a Alemania y, de manera incidental, se entera de que Hitler era un hom bre común y corriente. Esta revelación, sin embargo, no es liberadora y el dramático fin del protagonista introduce un sesgo pesimista a esta tan sombría como lúcida fabulación.
Para Burdekin, el régimen nazi es el punto más alto del “culto a la masculinidad”
Al machismo de los hiperiones, la escritora contrapuso las fuentes profundas de la violencia contra la María Elvira Bermúdez y su losofía de la mexicana
JOSÉ MANUEL CUÉLLAR MORENO* @Jmcuellarm FOTOGRAFÍA AUTOR ANÓNIMOaría
Elvira Bermúdez nació el 27 de noviembre de 1916 (estamos festejando su cumpleaños número 106) y falleció el 7 de mayo de 1988. Hoy se le reconoce unánimemente como pionera del género policíaco en México. Lo que no se ha dicho, todavía, es que también fue filósofa, si no de profesión, sí de oficio, y que la suya no fue una filosofía cualquiera. Estamos nada menos que ante una “filosofía de la mexicana” (acaso la primera y la única).
Volvamos al año de 1951. Un fenómeno acaparaba los reflectores. Se hacían llamar el Grupo Hiperión: un grupo de “buenos y malos amigos” que rondaba por los pasillos de la vieja Facultad de Filosofía (la Casa de los Mascarones) y por los cafés de Bucareli, escandalizando a los incautos con sus tesis existencialistas sobre la precariedad y la contingencia de la condición humana. Eran lectores asiduos de Sartre, Camus, Merleau-Ponty, Marcel, pero de ningún modo les prendían incienso. Criticaban duramente a aquellos profesores de torre de marfil que dedican su vida a comentar los libros del canon occidental y que desdeñan los problemas nacionales urgentes. A semejanza de Diógenes, estos filósofos existencialistas buscaban en la plaza pública, a mediodía, con las lámparas encendidas, al hombre mexicano. Era la pregunta del momento. ¿Qué es el mexicano? Los hiperiones reformularon la pregunta: ¿qué puede ser? Evitaron deliberadamente cualquier definición patriotera y folclorista.
MA principios de 1951, los hiperiones, con el apoyo irrestricto del director de la Facultad (Samuel Ramos), organizaron un ciclo de conferencias sobre “el mexicano y su cultura”. La cantidad de ponencias fue abrumadora. Más de 40, del 15 de enero al 15 de marzo. A María Elvira Bermúdez se la vio puntual y tomando notas en el aula José Martí. Se habló de todo en esas sesiones. De la “sintaxis ocultadora” de Cantinflas, de sus bamboleos de cadera, del significado psicológico del traje de charro. Se desempolvaron los nombres de Ezequiel A. Chávez, de Julio Guerrero, de Antonio Caso, del conde de Keyserling. Nadie quería quedar fuera del convite.
Tras oír a todos estos capitostes de “lo mexicano”, María Elvira Bermúdez no pudo menos que preguntarse por la mujer mexicana. “Es de suponerse que así como se habla del hombre cuando se alude a la humanidad, el término mexicano abarque los dos sexos. Sin embargo, nuestros pensadores no aclaran ese punto”. María Elvira Bermúdez sabía por experiencia propia que la situación del hombre y de la mujer distaba de ser la misma. Para 1951 la mujer mexicana ni siquiera tenía derecho al voto. Era una espectadora muda del desarrollo nacional.
Una abundancia de muchachas hermosas “dulcificaba el ambiente” de la Casa de los Mascarones: Jacqueline Pivert, Hilda Espinoza, Alicia Rodrígez, Vera Yamuni, Beatriz Caso Lombardo (cuyos ojos color turquesa eran comparados con las joyas de Monte Albán descubiertas por su padre Alfonso). Cada año se coronaba a la Reina de la Facultad entre aplausos y silbidos lúbricos. Las estudiantes eran admiradas por su gracia corporal, su porte,
la simetría de su rostro, el brillo límpido de su mirada, pero poca cosa se esperaba de ellas luego de la tesis y de la titulación (si es que llegaban a titularse). Todo mundo daba por sentado que contraerían matrimonio y que éste sería el fin irreversible de su participación en la vida académica. ¿Se podía ser mujer y al mismo tiempo habitar el “mundo de la cultura”? ¿Para ser filósofas tenían que suprimir el instinto materno, renunciar a la feminidad, masculinizarse? Rosario Castellanos hizo de este dilema el hilo conductor de su tesis de maestría (1950). Concluyó que sí, que tristemente había que elegir entre la trascendencia de la escritura o la trascendencia de la maternidad. “El mundo que para mí está cerrado tiene un nombre”, escribió, “se llama cultura. Sus habitantes son todos ellos del sexo masculino. Ellos se llaman a sí mismos hombres y humanidad a su facultad de residir en el mundo de la cultura y de aclimatarse en él”.
La mexicana de a pie comenzaba a percibir un leve cambio en la dirección del viento. Se erguían frente a ella las imágenes idealizadas de la maestra rural y de la sacrosanta madre mexicana: dos imágenes de abnegación total y de callada sumisión. Pero también podía hallarse la presencia ígnea y arrebatadora de una María Félix, una Ninón Sevilla, una Pita Amor. Mujeres que se bastaban a sí mismas y que se negaban a ser
la
¿Se podía ser mujer y al mismo tiempo habitar el “mundo de la cultura”?
contrapuso la mujer Bermúdez mexicana
caja de resonancia de algún hombre. ¿El aplomo y la desfachatez de estas mujeres lograrían derrocar al “jorgenegretismo”? El filósofo Leopoldo Zea (otro patrocinador de los hiperiones) rodaba los ojos cada vez que un colega venezolano o chileno se asombraba de que no portase un sombrero charro y de que no soltara disparos al aire. “Lo más grave”, se lamentaba Zea, “es que a esta leyenda contribuyen algunos mexicanos, a quienes agrada, de seguro, esta fama de machismo”. ¿Zea no había parado mientes en que la “filosofía de lo mexicano” de los hiperiones podía ser, en el fondo, una filosofía machista? Un machismo más sofisticado, sin balas de por medio, pero igual de bravucón y opresivo.
La única filósofa de esos años que podía calificarse de existencial era Laura Mues (1928-2008). Laura leía y traducía el alemán con mayor soltura que ningún hiperión, pero no gozaba, ni remotamente, de la misma publicidad. Si nos fijamos en el programa de conferencias de 1951 no encontraremos el nombre de una sola mujer (esto cambió, por fortuna, en 1952). El análisis del ser del mexicano estaba gobernado por voces enteramente masculinas.
la belleza) tenía que ser inmediatamente exorcizado. Ya en la adolescencia y en la adultez, el mexicano adoptaba para sí las cualidades paralelas de Don Juan y de Otelo. La fidelidad femenina era considerada un axioma. El mexicano, en cambio, poseía el “derecho natural” de “vacilar” con múltiples mujeres y de “satisfacer su ondulante pasión” frente a las narices de su comprensiva esposa. “La esposa [no] llega a ser a la larga dueña de los afectos más profundos del marido; llegará a poseer, en el mejor de los casos, su cansancio y su hastío; pero la solidaridad que es nota típica e irremplazable de todo afecto está ausente en las relaciones conyugales de los mexicanos. El mismo hombre que exhibe veneración por la madre se burla constantemente de la suegra; no se cuida de educar ni de guiar a sus hijos; deja, en una palabra, toda la responsabilidad de las relaciones familiares en manos de la compañera. Las otras mujeres, las de la pasión ondulante y fugaz, reciben todas las atenciones y el cariño de que la esposa carece, son las que ayudan al ‘incomprendido’ a sobrellevar la horrenda carga del matrimonio”.
macho oscila entre la sustancialización de la madre-esposa y la accidentalización del resto de las mujeres. A la madre-esposa se le dispensa un trato de fundamento “grave e inconmovible”. Las demás —escribe María Elvira Bermúdez parafraseando a Emilio Uranga, el cabecilla de los hiperiones— tienen su ser constantemente amenazado, son frágiles y quebradizas, no tienen asegurado ningún derecho a la persistencia y se ven constantemente amagadas con el espectro del abandono. “En sus relaciones amorosas y familiares, el mexicano está indudablemente nepantla”.
un muerto ensayo familiar del
En este contexto cayó la pregunta de María Elvira Bermúdez. “¿Y la mujer qué?” No podía taparse el sol con un dedo y fingir que el hombre y la mujer mexicana compartían rasgos psicológicos. Una madre de 1951 difícilmente disponía de tiempo para hundirse en soledades o zozobras metafísicas. “Toda su angustia”, sentenció Bermúdez, “gira alrededor de los hijos”. Doña Gracia Cataño, la madre de Una familia de tantas (ganadora del Ariel a la mejor película en 1950), se queda pasmada de felicidad ante un refrigerador de 2500 pesos. Ya no tendrá que caminar al mercado cada día. ¿En qué empleará las horas libres? Era evidente que esta “madre de tantas” no se ajustaba a la tesis del resentimiento (Agustín Yáñez) o al complejo de inferioridad (Ramos). “[La mexicana] no es una resentida porque de antemano acepta un destino oscuro y doloroso; pero no por saberse resignada, se siente inferior”.
María Elvira Bermúdez nos recuerda que el varón mexicano, desde una edad muy temprana, aprendía a ser despiadado, batallador, irreflexivo, descuidado y feo. No había peor insulto para un niño mexicano que el de ser marica. Cualquier elemento femenino (como la prudencia, la elegancia,
Sostenía que el varón, desde una edad temprana, aprendía a ser despiadado
Hojeando los libros del doctor Ramos, María Elvira Bermúdez se daba cuenta de que la hipervirilidad del macho mexicano bien podía ocultar un vergonzoso sentimiento de debilidad ante los obstáculos de la vida adulta y un sentimiento de autodenigración e impotencia ante el rechazo de la mujer amada. Préstese atención —apremia Bermúdez— al corrido de Rosita Alvírez, una muchacha de Saltillo cuya única culpa fue desairar a Hipólito frente a toda la gente. Hipólito echó mano a la cintura, sacó una pistola y a la pobre Rosita “nomás tres tiros le dio”. Los machos mexicanos berreaban con las notas de este corrido y daban rienda suelta a su despecho. El crimen de Hipólito —de este y de otros Hipólitos— había sido detonado por el resentimiento. En el resentimiento, decía María Elvira Bermúdez haciendo un guiño a la conferencia de Agustín Yáñez, “se da una situación de dependencia, de inferioridad del resentido respecto al ofensor”.
De igual forma podían aprovecharse los estudios de Leopoldo Zea (sobre la irresponsabilidad), de Octavio Paz (sobre la dialéctica de lo abierto y lo cerrado), de José Alvarado (sobre las contradicciones históricas de México) para dilucidar la lógica y los retruécanos del machismo.
Sin embargo, en opinión de María Elvira Bermúdez, la categoría que mejor nos permitía comprender y, por consiguiente, superar el machismo era la de “nepantla”. El
Nepantla y zozobra eran las categorías insignia de Emilio Uranga (1921-1988). La segunda, “zozobra”, es de abierta inspiración lopezvelardeana y designa ese estado de ánimo o esa situación existencial en que el individuo no sabe a qué acogerse. Nepantla, en cambio, procede del náhuatl y nos permite pensar “el estar en medio”, la neutralidad, el desarraigo, la oscilación incesante “entre un absorberse y un desasirse”; una oscilación que, en contra de la síntesis dialéctica, no se resuelve en ninguna unidad de rango superior.
María Elvira Bermúdez hizo pasar la “filosofía de lo mexicano” por una criba muy personal: la de ser mujer. No brincó a la conclusión de que esta filosofía era una racionalización o una mustia apología del machismo. Se convenció de lo contrario: la filosofía mexicana poseía al fin las pinzas conceptuales para llevar a cabo su crítica integral. ¿Qué son las vaciladas del macho mexicano —concluye Bermúdez— si no “máscaras triviales de su íntima zozobra”?
María Elvira Bermúdez desarrolló su filosofía en futuras conferencias y en un libro titulado La vida familiar del mexicano (1955). Este fue, de hecho, el único libro escrito por una mujer que se incluyó en la famosa colección “México y lo mexicano” coordinada por Leopoldo Zea para la editorial Porrúa y Obregón y más tarde para la Librería Robredo (en esa colección Alfonso Reyes publicó La x en la frente y Emilio Uranga su Análisis del ser del mexicano).
Diferentes razones teníamos para volver la vista a María Elvira Bermúdez. Y a estas razones se añade, ahora mismo, una más: ella escarbó en las fuentes profundas de la violencia en contra de la mujer mexicana. Su vigencia está fuera de discusión. _
*Maestro en Filosofía por la UNAM y la Universidad de Barcelona. Autor, entre otros libros, de La Revolución inconclusa. La filosofía de Emilio Uranga, artífice oculto del PRI (Ariel, 2018). Editor y compilador del libro La exquisita dolencia. Ensayos de Emilio Uranga sobre Ramón López Velarde (Bonilla Artigas, 2021).
RESEÑA
Admiración y compañía
En Intimidades, Adriana Malvido reúne las voces de algunas parejas emblemáticas de nuestra vida cultural
Las periodistas Adriana Malvido y Christa Cowrie emprendieron, hace unos años, la misión de indagar en los procesos creativos de parejas que comparten o se complementan en su quehacer artístico e intelectual. El resultado es Intimidades. Másalládelamor. Encuentroscon parejasdelarteylaculturadeMéxico. Con prólogo de Patricia Cardona, las diez duplas incluidas en esta edición de Paralelo 21 abrieron su espacio, sus casas y talleres, hablaron de sus relaciones íntimas y de la interacción profesional como proyecto de vida. Historiadores, sociólogos, escritores, pintores, cineastas, dramaturgos, músicos, una variada muestra de creadores emparejados y apasionados por su labor, comparecen en este libro.
Intimidades permite acercarse a estas conversaciones desde diferentes ángulos; por ejemplo, el hecho de que cada pareja se asume como un equipo, con un objetivo, tanto artístico como ideológico. Ahí están Rina Lazo y Arturo García Bustos inmersos en el movimiento muralista; Elva Macías y Eraclio Zepeda, juntos en la exploración de la lengua y en la militancia, o Alberto Ruy Sánchez y Margarita de Orellana en la batalla por un proyecto editorial y estético. La compenetración de la pareja, la colaboración, en muchos casos funciona como acicate de la relación amorosa. “El trabajo te saca de la opresión que puede ser la vida cotidiana”, comenta Héctor Aguilar Camín; mientras que para Rafael Cauduro, en la relación con Carla Hernández “hay un proyecto que funciona, que ha sido exitoso, entonces eso nos mantiene juntos”. Otro matiz en estas relaciones es la admiración como disparador del deseo. Sara Sefchovich dice de su relación con Carlos Martínez Assad que desde el primer día no han dejado de discutir: “nuestra vida consiste en eso, ese es un eje muy importante. Los otros dos
ejes son el sexo y los hijos. La parte íntima, física, corporal, erótica, nos gusta mucho y no vamos a contarla”. Alberto Ruy Sánchez refiere que, en su obra, “el esfuerzo por comprender el deseo femenino está, en gran parte, movido por el deseo de seguir compartiendo la vida, la vida sexual y la vida en general”, por supuesto con Margarita. El libro también puede leerse desde la perspectiva de género. No porque abrace una intención feminista, pero sí porque hay un acuerdo tácito de respeto y equidad. Ya no es la mujer apoyando el trabajo del marido y diluyéndose; no es el marido que menosprecia el talento de la mujer o se aprovecha de este.
A lo largo de la historia abundan los ejemplos de mujeres pisoteadas por sus cónyuges. Y no es que hoy pueda afirmarse que estas prácticas se hayan eclipsado. Sin embargo, el libro de Malvido y Cowrie tiene la virtud de presentar escenarios donde el respeto, la libertad y el empeño por alcanzar un ideal rebasa cualquier cuestionamiento relacionado con la igualdad de género. Todas las mujeres que figuran en estos retratos de pareja, se asuman o no feministas, reivindican su derecho a pensar por su cuenta, a desarrollar su talento. Asimismo, todos los hombres que las acompañan son feministas, aunque algunos no lo hayan hecho patente. Le dice Bárbara Jacobs a Vicente Rojo: “Hay una cosa que tú me diste y que ha funcionado más allá de tener un estudio como el que me hiciste en Cuernavaca. Y es que crees en mí”. Sobre el trabajo de Ángeles Mastretta, Héctor Aguilar Camín comenta: “Me gustan mucho la calidad, la precisión de la escritura de Ángeles”. Y más adelante sentencia: “En esta casa no manda nadie, mandamos los dos, pagamos los dos y tenemos los mismos derechos”.
Lo que se concluye sobre estas relaciones de creadores es que el
La escritora, quien recibió el Homenaje de Periodismo Cultural Fernando Benítez en 2019.
ímpetu por llevar a cabo sus proyectos y la admiración mutua son ingredientes sustantivos para sobrevivir. Del cuestionario guía que se aplicó a todos los convocados hay una pregunta básica para comprender el círculo pasional de estas vidas. ¿Qué los mantiene juntos? “Ver que nuestro trabajo es valioso, bueno, importante y necesario. Esa comunidad de intereses y de inquietudes, la admiración a su talento”, dice Arturo García
Bustos. Para Jesusa Rodríguez: “la compatibilidad ideológica es muy importante”. Paz Alicia Garciadiego afirma que “con nadie me siento tan cómoda como con él; sé que cuando empiezo a germinar una idea estoy pensando en el cine de Ripstein”. Miguel León-Portilla confirma: “Nuestra ideología es semejante y tenemos un concepto de la historia bastante parecido”. Y Ángeles Mastretta apunta: “Héctor todavía me sorprende después de tantos años. Leo un artículo suyo y digo: ‘¡este cabrón!’ ”.
Persiste, pues, en estos binomios una actitud solidaria y una compenetración absoluta. Cómo imaginar una película de Arturo Ripstein sin un guion de Paz Alicia Garciadiego; o una obra de Jesusa Rodríguez sin la música de Liliana Felipe. Cómo no sentir empatía con la historia de Carla Hernández, compañera de Rafael Cauduro en la vida y en el arte; enterarnos de cómo sortearon Ángeles Mastretta y Héctor Aguilar Camín el sexenio de Carlos Salinas de Gortari o ser testigos de la magia que salvó del abismo a Bárbara Jacobs y Vicente Rojo. Así, cada par tiene su relato, su modo de estar, su rutina, sus rituales y acuerdos, sus proyectos propios o en común. En el conjunto, “estas conversaciones” —afirma Malvido— “dejan un testimonio único acerca de episodios clave en la historia del arte y la cultura en México”.
Finalmente, las imágenes de Christa Cowrie hacen más acogedora la conversación, invitan a mirar el entorno en el que tuvieron lugar los encuentros, dónde están sentados cada uno, cómo van vestidos, qué llevan en las manos, cómo se miran. Así, podemos concluir que la intimidad, tanto en las imágenes como en el texto, es la sustancia que atraviesa las páginas de este libro. _
Y, además, en nuestra edición digital:
Pura pasión
NARRATIVA, ENSAYO
Yo, Tituba, la bruja negra de Salem
Annie ErnauxTusquets México, 2022 80 páginas
Unas cuantas páginas le bastan a la Premio Nobel de Literatura 2022 para explorar los mecanismos de la pasión amorosa traducida en arrebatado deseo sexual. Su protagonista, una mujer madura, pierde la compostura cuando conoce a un diplomático extranjero que gusta de la buena vida. Nada se oculta a la vista del lector.
Emocional
Maryse CondéImpedimenta España, 2022 304 páginas
Anota la autora que esta novela nace de las “interminables conversaciones” con la protagonista a lo largo de un año. Esto es solo una licencia para contar su historia. Una parte importante de lo narrado se refiere a lo que anuncia el título, pero lo que muestra mejor las habilidades de Condé es su conocimiento de la vida de la población negra.
La droga
Planeta México, 2022 856 páginas
El biógrafo de la familia real de Inglaterra entrega una obra monumental que combina la amplia visión de la historia y el relato íntimo. Su retrato proviene de los testimonios del personal de palacio y de los archivos que guarda la casa de York. El resultado es no menos intrigante que la relación entre escándalo y poder.
Siempre estuve en riesgo
A FUEGO LENTO
Paidós México, 2022 272 páginas
No todo pasa por la razón. También existe eso que los psicólogos han llamado “inteligencia emocional”, objeto de este ensayo que, entre otras cosas, explora los caminos para conectarnos mejor con nuestros semejantes y dar sentido a la frustración, el miedo y la ansiedad. Mlodinow procede de manera didáctica.
Benjamin T. Smith Debate México, 2022 480 páginas
Smith es muy preciso en cuanto a su objetivo: contar la historia (de 1910 hasta hoy) de la demanda de drogas en Estados Unidos y cómo esto afectó a México. Cuatro, señala, son sus hallazgos: el narco y la circunstancia económica, la relación tráfico de drogas-autoridades, las deficientes políticas antidrogas y la guerra contra las drogas.
Debolsillo México, 2022 230 páginas
Diez mujeres narran sus experiencias con la violencia, una manera de exorcizar la impunidad y el silencio. Los testimonios se extienden por los micromachismos, la cultura de la violación, la maternidad no deseada, la sextorsión y los feminicidios. Son experiencias de las que se habla poco pues sus víctimas suelen reservarlas para ellas.
El placer de leer
Otra de narcos
ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.comApesar de sus esfuerzos por maquillar la realidad documental mediante el flujo irregular de alucinaciones y ensoñaciones y ciertas dosis de lirismo, Alejandro Paniagua Anguiano no puede eludir una de las mayores fatalidades de este tiempo: escribir otrahistoria de narcos. Trescruces(Textofilia) nos condena a escuchar el mismo sonsonete que desquicia nuestras mañanas: dos grupos delincuenciales se enfrentan por el control de un territorio.
Las tres cruces representan a los tres protagonistas de la novela: un sicario, Ponzoña; una joven abuela alcohólica, Estela; una niña casi púber, Lúa. A su manera, y no sin patetismo, tienen tratos íntimos con la muerte. Pues, parece sugerir Paniagua Anguiano, ¿de qué otra cosa debe escribirse en México? Dejemos la imaginación a los fugitivos de esta seductora realidad.
Los tratos con la muerte incluyen la fascinación por lo morboso, como si la muerte fuera solo la maestra de ceremonias de la nota roja. A Ponzoña lo vemos descuartizando a una víctima, a Estela describiendo las moscas adheridas al cofre de su automóvil después de atropellar a su hija y a Lúa jugando con los cadáveres insepultos que esperan la hora de ser disueltos en ácido. Se pensaría que semejantes cuadros alentarían un sentimiento de piedad o indignación pero no es así. No pasan de remitir a las estampas didácticas con que algunas almas parroquiales pretenden infundir pavor en su rebaño. Es decir: Paniagua Anguiano procede como si el lector no estuviera obligado a poner algo de su parte, de modo que le hace todo el trabajo y le entrega la consabida papilla de colgados, descabezados, quemados en vida para que siga cómodamente instalado en su apreciación de la realidad. Así que mejor prescindir de la ambigüedad, la conjetura, la venerable complejidad; esas nimiedades también están bien muertas.
El final de Tres cruces se resuelve —¿acaso podría ser de otra manera?— con un grupo de matones encapuchados y a balazos. No puedo entonces dejar de pensar que Paniagua Anguiano nunca tuvo en mente a la literatura. No, claro que no. Para qué hacerlo cuando ahora no hay nada más prestigioso que ver cómo el libro ese que por descuido ocupó un sitio en una librería ha llegado al paraíso prometido por las series para internet y la televisión.
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TOSCANADAS
Leer nos hace peores
TOSCANALeer no nos hace mejores. Acaso, si elegimos leer clá sicos, historiadores serios, aceptable filosofía, ensa yos sesudos y cualificados textos científicos, seremos más letrados, ampliaremos ciertos tipos de inteligen cia, andaremos por el mundo con mayor dignidad, tendremos conversaciones más sabrosas, amaremos la libertad por sobre todas las cosas y aspiraremos a de gustar la vida como gourmets, pero esos atributos no nos hacen mejores.
La palabra “mejor” no tiene sen tido si la usamos aislada. Ahí donde alguien aprecia virtudes: dignidad, inteligencia, pensamiento propio, libertad y aspiraciones, otros ven de fectos o estorbos o amenazas.
Por algo existió durante siglos un índice de libros prohibidos. Por algo la religión y el poder mandaron des truir incontables obras y quemar a algunos autores y traductores. Aún hoy, quienes romantizan la Unión
Soviética disfrutan el balazo en la nu ca a Isaak Bábel, la muerte de ham bre de Ósip Mandelstam o la Noche de los Poetas Asesinados, mientras miden con otra vara el asesinato de García Lorca, como si no fuese idén tico el gatillo que se oprime con la izquierda o la derecha.
Los regímenes totalitarios de hoy no tienen empacho en censurar li bros y perseguir escritores: los hay en Europa, África, Asia y América. Los gobiernos con careta democrá tica prefieren maleducar y denigrar.
El punto más bajo de la filosofía griega lo hallamos en el segundo libro de la República. Platón o Sócrates o ambos pretenden instaurar una es tricta censura para que los niños no reciban opiniones “opuestas a aque llas que pensamos deberían tener al llegar a adultos”. Tomando en cuen ta que mucha literatura era oral, ha bían de aleccionar a madres y nanas sobre lo que se les permitiría contar.
BICHOS Y PARIENTES
Para alcanzar sus fines: “Solicita remos a Homero y a los demás poe tas que no se encolericen si tacha mos los versos que hemos citado y todos los que sean de esa índole, no porque estimemos que no sean poé ticos o que no agraden a la mayoría, sino, al contrario, porque cuanto más poéticos, tanto menos conviene que los escuchen niños y hombres que tienen que ser libres y temer más a la esclavitud que a la muerte”. Aquí, cuando se habla de libertad, significa obediencia al propio Estado; la inde pendencia es con respecto a otros.
Pico della Mirandola proclamó que leer, educarse y filosofar haría que pa sáramos de ser bestias a convertirnos en seres casi divinos. En el proceso se le ocurrieron novecientas ideas. Desde Roma le mandaron decir que lo iban a chamuscar por pensar tan libremente.
Dios nos libre. Por eso, en los próxi mos días, sean buenos, no lean, sean bes tias, sean mejores, vean el Mundial. _
Valle-Inclán y su esperpento
ALFONSO
Luis Cernuda se equivo có: quiso hacer español el origen del modernismo. Quién sabe qué lo enoja ba con que fuera hechura de poetas americanos, y Rubén Da río, sobre todo. José Emilio Pacheco y Gabriel Zaid han mostrado con to da claridad su origen en Manuel Gu tiérrez Nájera y cómo se trata de una aportación americana. Se entiende la renuencia en los mayores, aquella ge neración del 98 tan herida en su his panidad, pero no en un escritor más joven, avecindado en México, y con la alta capacidad de Cernuda.
Los británicos recibieron a Emer son, Whitman o Twain, como nuevo brío, vitalidad robusta que enrique cía toda la lengua. Y por eso, de entre los españoles del 98, Ramón María del Valle-Inclán buscó primero en inglés y francés, antes de dar con lo mejor de su obra. Para nosotros, la modernidad de Valle-Inclán dejó de ser moderna, pero nunca se avejen tó. Simplemente, lo mejor de su obra se ha vuelto contemporaneidad, o simultaneidad de todas las formas del español. Así de grande.
A pesar de que su anecdotario y todo el jaleo y las intempestivas que acostumbraba, amenaza con tener más páginas que su literatura, resulta más notable lo que deja escrito que lo que hizo en vida. No es fácil des broce. Escribió también obras que se marchitaron pronto.
Como mero lector hedonista, hice caso a Darío Villanueva y a su resca te de una obrita pequeña y olvidada: Lamedianoche.Visiónestelardeun momentodeguerra (que se halla en la página de Cervantes virtual). Es el recuerdo, o testimonio, o algo, de su
experiencia, en 1916, sobre el campo de batalla. Llegó a Francia como pe riodista, trabó amistad con los pilo tos aviadores y, de pronto: pasajero en vuelo, con la vista completa del campo, de todo el campo: “el narrador que antes fue testigo da a los sucesos un enlace cronológico puramente accidental, nacido de la humana y geométrica limitación que nos veda ser a la vez en varias partes... Todos los relatos están limitados por la po sición geométrica del narrador. Pero aquel que pudiese ser a la vez en di versos lugares, de cierto tendría de la guerra una visión, una emoción y
una concepción en todo distinta de la que puede tener el mísero testigo, sujeto a las leyes geométricas de la materia corporal y mortal”. ¿No es eso el Guernica de Picasso?
Uno recuerda que, desde abajo, en las trincheras, mientras ValleInclán descubre una visión de vuelo que le requiere una escritura capaz de producir esa idea de simulta neidad, Apollinaire, en el lodo de la trinchera, canta a los aviones y sus bombardeos. En ambos es mu cho más fuerte el entusiasmo que la tragedia. Apollinaire celebra el “Obús color de luna”; Valle Inclán también: “los cohetes abren sus ro sas, tiembla la luz de los reflectores, y en la tiniebla del cielo bordonean los aviones que llevan su carga de explosivos para destruir, para in cendiar, para matar”.
Muy probablemente ahí, en aque lla búsqueda de simultaneidad, entre
El autor de Tirano Banderas en una imagen de 1930.
la belleza magnífica y la tragedia sin restañamiento, haya nacido el Esperpento como voluntad expre siva. Como género literario, el Es perpento y sus formas monstruo sas y admirables, sospecho, tiene su deuda con la poesía hispanoa mericana. Valle-Inclán conoció a Darío; ignoro si leyó los poemas de G. Nájera, aunque estuvo dos tem poradas largas en México, pero al go en las técnicas poéticas me hace creer que sí, porque el mexicano es el gran renovador de la rima insólita (“Kossuth” con “pschutt”; “Paul de Kock” con “five o’clock”) y Valle In clán es capaz de rimar “versolaris” con “pelotaris”. Ambos recurren a métricas novedosas y obtienen jugos raros y modernistas. Por ejemplo, tres eneasílabos y un tetrasílabo: “Quiero labrar mi eremitorio/ en medio de un huerto latino,/ latín ho raciano y grimorio/ bizantino”. No son ni Darío ni López Velarde, pero ignorarlos es pobreza innecesaria.
Un incauto supondría que se tra ta de juegos y nada más. No: les iba la vida en escribirla de modo nuevo, fresco, sorprendente. Las palabras no funcionan como apósitos sobre el mismo mundo ya visto: de la no vedad léxica, rítmica, expresiva de pende la veracidad del mundo. Un lenguaje envejecido es como colo carse telarañas sobre los ojos.
El resultado es Tirano Banderas Una Hispanoamérica que es todos sus países y ninguno; todas las va riantes de la lengua, todo el vocabu lario, todas las clases sociales. No es una yuxtaposición, ni una síntesis y ni siquiera un cálculo. Es un esper pento: el terror y la risa; la compasión y el odio. Simultáneos _
Las palabras no funcionan como apósitos sobre el mismo mundo ya vistoDAVID