Nicola Lagioia y las sinrazones del Mal
EN EL BANQUILLO
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TEDI LÓPEZ MILLSNo es necesario explicar o des cribir lo obvio: todo era dife rente cuando estabas tú. Pero sí tiene cierto sentido personal y también impersonal recalcar lo, establecerlo como un principio, un lema, un estribillo, una forma de vida, un ambien te, “un falso silencio, hecho de exceso de rui do,” como escribe Rilke, un estado irrevoca ble por más que la sombra en la esquina de la recámara donde está colgada tu foto sirva de altar y yo te narre las peripecias de algunos días, desmenuce las decisiones, los errores, me lamente o me queje, susurre los nume rosos apodos y diminutivos del amor mien tras asusto con un movimiento de la mano a los moscos que en la noche tienden a posarse detrás de ti, en el librero, junto a la cortina, entre la tela y el tubo de madera que la sos tiene con argollas. Los hilos son una incóg nita. A veces los jalo y no sucede nada; otras, se enredan y el tiempo se atora en un nudo y la cuenta se torna regresiva sin números co rrespondientes, aunque los busque en el ca lendario para ir aclarando mis dudas acerca de los meses negros o grises, azules o verdes, y vuelva a decirme: “esto de veras pasó, de ve ras está pasando”. No hay metáforas válidas para la ausencia: “un hacer sin imagen”, un ser sin conjugaciones o consecuencias. La peor tristeza es la abstracta. Intento trazarla en el aire encima de mí: un animal sin cuerpo que lo contenga. Oso, jirafa, elefante, bison te, venado, conejo. Un trípode en lu gar de una perso na. Mira: estoy en el Canto XXIII de mi Comedia apó crifa y empieza a no haber nadie, y nadie es inofensi vo. Las huellas son simbólicas y van en sentido inverso. Se han quedado dos frases: “a fin de que no se des borde tu gratitud cual río blanco de espuma, por tu bien te pediré algo a cambio”; “se trata de un sistema de equivalencias, toma y daca: un aprendizaje moral”. Leo el capítulo sobre Savonarola en tu libro del Renacimiento. Su voz era aguda y sus ayunos “iban seguidos de trances y los trances traían consigo tempes tades de intensa improvisación”. Sus sermo nes provocaban terror, llanto; la gente “cru zaba las calles sin despegar los labios, más muerta que viva”. En pleno siglo XV —afirma Addington Symonds con extraño entusias mo— Savonarola decretó que los filósofos se irían al infierno y que “cualquier viejo cre yente sabía más que Platón de la salvación de la fe”. Luego de que lo ejecutaron el 23 de ma yo de 1498 a las 10 de la mañana, un niño vio su corazón aún entero en las cenizas arroja das al Arno. Los fantasmas no se disuelven en el agua. El viento los mueve hacia las orillas en pequeñas ondas que mezclan las burbujas con las piedras. Son remolinos minúsculos. Si de mí depende el equilibrio de nuestra me moria tendré que calcular los riesgos que se acumulan en cada cosa que pierdo o que olvi do. No hay similitudes entre lo que veo aden tro y ocurre afuera. Un taxista me pregunta “¿qué música le pongo, madrecita?” durante el viaje de San Ángel a la Colonia del Valle. Es un ejemplo: no una anécdota. _
HOMBRE
DE CELULOIDEEl brillo de la verdad
FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA AGENCIA BENGALAUn hombre construye una cuna. Esta imagen ofrece la visión idílica de un mundo antiguo; el de una cultura que imaginaba que para que un matrimo nio fuese feliz era necesario un bebé. El gran acierto de Territorio, de An drés Clariond (disponible en Ama zon Prime), estriba en que a golpe de imágenes construye un discurso que transita del antiguo mundo de la mo nogamia hasta la idílica sociedad po liamorosa que propone el Occidente de hoy. Manuel es carpintero y capa taz en una fábrica. No parece desear otra cosa que un hijo que corone su felicidad de tarjeta postal. Todo va bien hasta que se entera de que no po drá tener hijos pues es infértil. Aquí, él y Lupe, su esposa, comienzan a plantearse posibilidades que desem bocan en eso que hoy llaman “una fa milia alternativa”. Y es que, ante los costos de la inseminación artificial, el matrimonio debe buscar un candida to que haga niños al modo tradicional. Lupe quiere a un hombre inteligente, pero Manuel le ha echado el ojo a un obrero grande, blanco y entrón. Es Rubén y con él ha surgido una amis tad en la que atisbamos cierta, discre ta, tensión homosexual. Por ejemplo, durante una secuencia, Rubén le está enseñando a manejar a Manuel y por un instante ellos tienen que tocar
se las manos. En otro momento, ya cuando viven todos juntos, Manuel mira, entre curioso y sobresaltado, el enorme bulto que, debajo de las sába nas, luce Rubén por las mañanas. To do esto pareciese querer dirigir el dis curso de la película hacia una suer te de apología del desapego afectivo. Después de todo, a Lupe el amigo de su esposo le resulta también bastan te atractivo y el comportamiento de él comienza a volverse extrañamente ambiguo. Manuel, el capataz de la fá brica, empieza a interesarse en el bri llo de la ciudad y lo que era felicidad de dos parece abierto a ir más allá de eso que llaman “familia tradicional”.
La cosa parece tan simple como esto: Manuel debe dar el salto más allá de sus prejuicios y atreverse a reconocer que hay muchos modos de tener hijos y criarlos. Sin embar go, no debemos olvidar que, en la habitación del fondo de esta casa, hay una cuna que él construyó con sus propias manos. Cierta crítica ha señalado que lo que detona el clímax en Territorio es la “masculinidad
tóxica”. Puede que, en efecto, nin guno de los protagonistas de esta película se atreva a entrar en con tacto con las ideas que la cultura occidental está proponiendo y que la vida perfecta que Manuel y Lupe pareciesen estar teniendo al inicio de la película no pueda finalmente liberarse de atavismos y volverse una relación de poliamor. Es más, pareciera que Clariond tuvo la opor tunidad de que Territorio fuese un manifiesto en contra del modelo dominante de amor y familia, pero en su título, Territorio ofrece la cla ve de lectura. Manuel, como todos los seres humanos, es territorial.
¿Atavismo? Puede que sí, pero dudo que Occidente llegue a ofrecer una educación en que los enamorados (Manuel y Lupe lo son) dejen de de sear cierta exclusividad. Nos guste o no, en las sociedades hasta ahora acontecidas, los amados exigen que el otro se vuelva extensión de su yo, de su cuerpo y su territorio. Puede que esté mal, pero es una discusión pertinente que la película de Cla riond invita a iniciar. Si el clímax de dolor y deseos homicidas en Terri torio es un atavismo de masculini dad tóxica es algo que cada uno de nosotros debe pensar por sí mismo. Más allá de las ideas y los gestos hay algo excepcional que brilla en esta película: la realidad.
Nos guste o no, los amados exigen que el otro se vuelva extensión de su yo, de su cuerpoTerritorio. Dirección: Andrés Clariond Rangel. México, 2019.
Los fantasmas no se disuelven en el agua. El viento los mueve hacia las orillas
POESÍA
Mecánica cuántica
LAURA GARAVAGLIAAlgunas cosas pasan y basta no se puede saber por qué. No le toca a la alquimia nuclear explicar los seis grados de separación que nos atan a los demás.
Verano
El olor a alquitrán en el fondo del muelle, dientes de perro se incrustan en la quilla. La burbuja iridiscente del verano sube con las corrientes ascensionales no sabe en qué dirección viaja el corazón. De toda aquella luz que dilataba el día ha quedado el tejido desteñido de la almohada, el alga seca rizada en el escollo, los ojos de Santa Lucía en la mesita de noche, el abrazo sangrante de una medusa en el cuello.
De Poemas escogidos, traducción de Emilio Coco (La Otra, México, 2022).
Las claves de Reyes
ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @SobreperdonarSobre los grandes escritores mexica nos abundan anécdotas y leyendas pe ro escasean biografías. En Solopuede sernosajenoloqueignoramos.Ensa yobiográficosobreAlfonsoReyes (El Colegio Nacional, 2022), el historiador Javier Garciadiego deshace varios mitos pertinaces en torno a Alfonso Reyes. Por un lado, la idea de que su vocación de escritor fue estimulada por su pa dre, el general Bernardo Reyes, quien habría si do un militar ilustrado y sensible a las letras. Por otro lado, el estereotipo de Alfonso Reyes como un becario diplomático que utilizó sus encargos para escribir y promoverse. Con variada docu mentación y conocimiento del contexto histó rico, Garciadiego justiprecia la labor diplomá tica de Reyes y las delicadas coyunturas que su oficio y arduo trabajo le permitieron solucionar. Igualmente, desmiente la socorrida imagen del Reyes apolítico y muestra a un hombre discreto y equilibrado, pero comprometido con su tiem po y que no duda en defender, con valentía, sus posturas, aun en las circunstancias más adversas (por ejemplo, durante la Guerra Civil española, su marcado activismo a favor del bando republi cano siendo embajador en la Argentina profran quista). Garciadiego se interna también en la aparentemente idílica vida doméstica de Reyes y revela las fracturas conyugales y familiares, así como los numerosos momentos de sufrimiento y desánimo.
La vida de Alfon so Reyes es paradig mática pues no solo alude a la gesta de un individuo, sino que representa los dile mas de una genera ción marcada por los designios históricos. La biografía de Gar ciadiego reconstruye las principales etapas de la formación intelectual y moral de Reyes: sus años de juventud en los que goza de una ventajosa situación social y económica, pero en los que también debe defender su voca ción ante la incomprensión de un clan ena jenado por la política; la catástrofe familiar y política de 1913 y la partida a Europa en un modesto puesto en Francia representando al gobierno de Victoriano Huerta; el traslado a Madrid donde aprende heroicamente a sobre vivir de su pluma con el periodismo a destajo y forja, por necesidad, su estilo literario afa ble y sintético; su ingreso a la diplomacia y sus misiones en Argentina y Brasil; su regreso a México, su consagración cabal a la literatu ra, el asentamiento de su vasta obra y el ple no despliegue de su faceta de “civilizador” y animador de instituciones culturales, como El Colegio de México y El Colegio Nacional. Garciadiego apunta los dilemas entre vida ac tiva y vida contemplativa o la paradoja de un escritor con la mejor prosa de su tiempo que, sin embargo, carece de una obra definitiva. La biografía es rica en detalles y rigurosa en su interpretación, pero no excluye los aspectos pintorescos, o hasta escabrosos, y el humor. Por lo demás, este relato vital se despliega en una prosa fluida, elegante y risueña y con una fina penetración humana, lo que hace que se lea con la emoción y fruición de una de esas añoradas novelas de formación. _
Garciadiego apunta los dilemas entre vida activa y vida contemplativa
En La ciudad de los vivos, una novela de
Nicola
dosjóvenes incapaces de hallar una motivación
Lagioia narra el brutal asesinato dos
“Es un error negar que el Mal está en nosotros”
JOSÉ JUAN DE ÁVILA FOTOGRAFÍA ÁNGEL SOTOEque quiero mucho, y este asesinato me pareció una herramienta para acercarme a ella y conocerla más”, asegura el narrador.
l escritor Nicola Lagioia (Bari, 1973), autor de Laferocia, Premio Strega 2014, el mayor de Italia, y hasta hace unos días director del Salón del Libro de la Feria de Turín, visita por primera vez México para promocionar Laciudaddelosvivos
La novela narra el asesinato perpetrado en marzo de 2016 por dos jóvenes romanos de nivel socioeconómico alto, Manuel Foffo y Marco Prato, quienes después de una juerga de varios días con cocaína, pastillas y alcohol, torturaron por horas y masacraron a cuchilladas y martillazos a Luca Varani, un veinteañero humilde.
Nacido en el sur de Italia, en la región de Apulia, la novela le sirvió también a Lagioia como pretexto para hablar de su ciudad adoptiva, Roma, adonde llegó en 1998 y que ama a pesar de sus problemas. “Los tres chicos involucrados viven en tres puntos de la ciudad, tres barrios muy diferentes, vinculados a tres niveles sociales diferentes. Uno de ellos (Prato) pertenece a la alta burguesía de la ciudad; el segundo asesino (Foffo) es hijo de comerciantes que se la pasan bastante bien. La víctima (Varani) es el hijo adoptivo de una pareja que vive del ambulantaje. Son tres aspectos diferentes de Roma, una ciudad que, como la de México, produce muchas historias. Roma es una ciudad
¿Cambió su manera de escribir después de ganar el Premio Strega? Una cosa muy interesante. El premio nos da una gran visibilidad y publicidad, pero eso genera emociones contrastantes. El día anterior a que gané el Strega todo mundo hablaba muy bien del libro (La ferocia, Einaudi, 2014); pero una vez que gané el premio, los comentarios se dividieron en dos categorías: unos hablaban bien y otros mal. El éxito produce esto. Si uno gana un premio importante no debe sentir demasiada presión bajo el perfil literario, yo creo haberlo logrado. Si ganas el Strega, tu editor te pide de inmediato otro libro y que lo publiques en un año o año y medio para aprovechar el momento. Pero mi libro posterior a la Strega lo publiqué seis años después, me tomé mucho tiempo. La literatura es el único lujo que me tomo. La fecha de entrega no existe, puedo tardarme un año, diez, en escribir un libro.
Primero, me llamó la atención la violencia extrema del asesinato. Este chico fue torturado durante horas antes de ser asesinado, lo que me pareció algo terrible. Los mismos policías, que están acostumbrados a ver violencia sobre los cuerpos, al entrar al departa-
mento donde ocurrió el crimen dijeron que era la primera vez que veían una masacre así: más de cien puñaladas, martillazos sobre el cuerpo de Luca Varani. El segundo elemento que me intrigó fue la falta total de móvil. No hay ningún motivo, ninguna razón, ningún beneficio que pudieran tener los asesinos para matar a este chico. Uno apenas lo conocía y el otro no sabía ni quién era. O sea, no había dinero, droga, celos, poder, no había una razón. El tercero es que los asesinos eran considerados gente normal, no eran criminales. El criminal, tú sabes que lo es, y él mismo lo sabe, y tarde o temprano se encuentra en un contexto de violencia o termina en la cárcel. Pero si a estos dos una semana antes les hubieras dicho: “Ustedes van a matar a un joven de forma tremenda y van a terminar en la cárcel”, no lo habrían creído porque se consideraban unos chicos normales. Mis preguntas fueron entonces: ¿qué es la normalidad?, ¿existe la normalidad?, ¿qué tan extenso es el concepto de normalidad?
Pero lo que más me llamó la atención, más que las otras razones, es que los asesinos, por un lado, sabían que habían cometido un crimen —tanto que uno va de inmediato a entregarse a la policía y al segundo lo agarran al día siguiente; ni siquiera intentaron huir—, pero al mismo tiempo no logran atribuirse a ellos mismos la responsabilidad de lo que hicieron. Su narrativa avanza como si fueran asesinos sin darse cuenta, eso dicen, que evocaron a una fuerza que luego no lograron controlar. Durante el interrogatorio, Manuel Foffo dice al fiscal: “Sí, yo
El escritor italiano, Premio Strega 2014 por La ferocia.
”Vivimos en una época en la cual es muy fácil identi carnos con las víctimas”
¿Qué le sedujo del crimen de Foffo y Prato?
de no cción, cometido por motivación
hice esta cosa terrible, pónganme en la cárcel, denme cadena perpetua, pero explíquenme lo que hice porque no lo entiendo”. El hecho de que los asesinos no entiendan lo que han hecho, que hayan perdido totalmente contacto, que estén despegados del homicidio, me interesó mucho.
En esta obra pasó de la ficción de sus anteriores a la realidad, de nota roja. Usó incluso herramientas del periodismo. ¿Cómo fue transi-
tar a la no ficción?
Fue la primera vez que escribí sobre algo que sí había pasado. Siempre había escrito ficción, novelas que no trataban hechos reales. Y me encontré cosas muy diferentes. Escribí una novela literaria, no de fantasía, es evidente, no es ficción. ¿Cómo lo logré? No soy un periodista de crónica roja, para mí fue muy complicado. Aunque bajo el perfil humano fue muy emotivo salir a la calle y entrar en contacto con toda esa gente. Pasé los primeros años que trabajé en el libro encontrándome con los papás de los asesinos, los papás y amigos de la víctima y con los asesinos. Foffo y yo nos hemos escrito durante dos años. Fue bastante complicado: ir con ellos y ganarme su confianza, que después se creó. Se dio una relación, no digo de amistad, pero sí de confianza, bastante intensa. Humanamente, fue una experiencia muy fuerte.
de crónica roja, para mí fue muy complicado. Aunque bajo el perfil
hicieron algo malo es complicado. Al relatar el homicidio, Foffo y Prato hablan más de ellos mismos que de la víctima. Entonces, la pregunta es: ¿qué es el Mal dentro de nosotros? Si negamos que el Mal existe dentro de nosotros cometemos un error porque estamos cancelando algo que tenemos adentro. Eso sí nos hace daño. Esta violencia originaria está presente en cada ser humano. Es la manera en la cual estamos hechos, también por una razón de biología histórica. La violencia, por muchos siglos, fue una garantía para la sobrevivencia de la especie. Teníamos que ser violentos para no sufrir la violencia de los demás, teníamos que ser cazadores para no ser presas. Gracias a la civilización, nos alejamos de la violencia. Ahora no tenemos que ser violentos para sobrevivir, pero una parte de esta violencia sigue con nosotros.
otro subterráneo, implícito, otro nivel de comunicación en el cual ellos, sin siquiera saberlo, están planeando un asesinato. Luego lo entienden, tanto que Marco, cuando empieza a golpear a la víctima, piensa: sí, está pasando en la realidad.
¿Cómo se encontró después de haber estado tan cerca del Mal en su estado más puro?
hay móvil. A nivel social, ¿a qué atribuye este tipo de asesinatos? Manuel Foffo y Marco Prato, los ferentes entre sí. Prato es extroverreservado, más tímido, frágil, más
una cosa en común, una gran difiusan como un espejo. No re-
tratan como una cosa. Están dad, respecto a ellos mismos.
Los asesinos incurren en un error al pensar que estas zonas oscuras no existen, y cuando éstas salen a la luz es complicado para ellos controlarlas y analizarlas, verlas de manera más racional. Uno se suicidó en la cárcel (Prato); el otro (Foffo) sigue en prisión y de vez en cuando nos intercambiamos cartas. Hoy en día no admite haber sido una persona malvada. Encuentra siempre como excusas que estaba bajo el uso de drogas o que fue manipulado por Prato. No quiere enfrentarse a lo que hizo, se considera una víctima, una víctima de las circunstancias por haber encontrado un amigo tan malvado. Aún no logra relacionarse con lo que hizo. Este conjunto de elementos fue la causa de que estos jóvenes no pudieran evitar lo que pasó. Sí, hay una serie de elementos: la droga o la relación complicada con sus familias. Sí, estaban llenos de cocaína, la cocaína produce agresividad, pero no todos los que se drogan con cocaína se transforman en asesinos. Hay elementos que juegan un papel pero ninguno fue el detonante.
Fue una cosa muy extraña, yo me sentía muy involucrado en este caso. Durante cuatro años, porque fueron cuatro años de gestación, cada noche me acostaba pensando en esos tres chicos, y cada mañana despertaba pensando en esos tres chicos. Eran la presencia más fuerte de mi vida. Claro, estaban mi esposa, mis amigos más queridos, pero yo pensaba constantemente en Foffo, Prato y Varani. Tenía como una sensación, un sentimiento, una percepción diferente, dos eran los asesinos, uno la víctima, y nunca hay que confundirlos, pero me daba pena por ellos, porque era la primera vez que contaba una historia de chicos más jóvenes que yo, por primera vez contaba historias de una generación posterior. Y me parecía que ellos estaban en un contexto de soledad, que vivían en una realidad, en un mundo muy triste, más complicado del que mis papás o yo habíamos vivido. Esos chicos viven en una modalidad más dura, más difícil respecto a la realidad en la cual vivió la generación anterior.
terminaron en una espiral les realidad.
En el crimen de Foffo y Prato no hay móvil. A nivel social, ¿a qué atribuye este tipo de asesinatos? Manuel Foffo y Marco Prato, los asesinos, son dos personas muy diferentes entre sí. Prato es extrovertido, locuaz, brillante. Foffo es más reservado, más tímido, frágil, más callado, más introvertido. Y ambos se complementan. Pero sí tienen una cosa en común, una gran dificultad: solo hablan de ellos mismos, no logran ver a los demás, están ensimismados. Son muy solitarios, pero también muy narcisistas. No logran reconocer al otro, simplemente lo usan como un espejo. No reconocen en Luca Varani a la víctima, a otro ser humano; lo tratan como una cosa. Están alienados respecto a la realidad, respecto a ellos mismos. No logro dar una respuesta definitiva porque la literatura tiene que dejar espacios abiertos a la intuición. Ellos terminaron en una espiral de autorreferencialidad que les hizo perder el contacto con la realidad. Y también hay otro elemento: la relación con el Mal, algo muy común hoy en día. Vivimos en una época en la cual es muy fácil identificarnos con las víctimas, pero no logramos identificarnos con los asesinos o con los violentos sin tener que llegar a un asesinato. Para los asesinos, llegar a entender que
En su libro reproduce los mensajes de whatsapp entre Foffo y Prato. Leyéndolos, me da la impresión que el crimen sí fue premeditado. La víctima fue elegida al azar, porque toda la noche intentaron llevarse a alguien al departamento sin lograrlo. Buscaron primero rentar a un chico, a un prostituto. Las tres personas que entran a la casa antes de Luca Varani entienden que hay algo que no cuaja, que va mal, y se van. La última, Luca Varani, es la desafortunada. Pero sí, es cierto, si analizas todos los mensajes parece que están planeando un crimen, aunque entre ellos no lo dicen nunca explícitamente. Creo que ha habido un doble nivel de lenguaje: uno explicito, en el que ellos no dicen que están por matar a alguien; y
Otra cosa interesante es que una vez que terminé el libro, que lo publiqué, todo este involucramiento terminó, desapareció. Fue como si hubiera estado en un lago muy profundo y helado del que me hubieran arrojado al día siguiente de la entrega del libro. Me acuerdo del día en que decidí que había que desterrarlo. Cuando tú cuentas una historia real, verdadera, tu investigación puede durar diez, veinte años ¿Cuándo fue el momento en el cual pensé que ya había que cerrar? El día en que fui invitado a casa de los papás de Luca Varani a llevar flores a su tumba, y luego ellos me invitaron a su casa a tomar una copa, y su mamá me preguntó: ¿Quieres entrar en la recámara de Luca? Y el cuarto, la recámara estaba intacta, se había congelado en el tiempo, como si él tuviera que regresar. Más allá de esa dimensión tan íntima, no podía llegar. Así que desde aquel día desapareció. Desde luego, sigo involucrado en esta historia, pero ahora, desde aquel día, puedo mirarla hacia atrás. _
RESEÑA
La obligación de recordar
En su más reciente libro, Enrique Krauze incursiona en la autobiografía intelectual
El mito del dios egipcio Theuth, que discuten Sócrates y Fedro, advierte sobre los peligros del nuevo arte logográfico descubierto por Theuth: la escritura. La cara oscura, anversa, de sus virtudes no ha dejado de estar latente en la vida intelectual —y se ha vuelto palpable en el siglo del imperio audiovisual: la confianza en las letras (y ahora en la imagen) nos hace cada vez más desmemoriados, hijos del olvidado cultivo de nuestra memoria—. Contra la admonición platónica, la memoria dialogada de los libros leídos y vividos, guardianes de las ideas, sería un conjuro eficaz.
Una forma de esa premisa antigua encarna, además, en el mandamiento religioso de recordar, el cual Enrique Krauze dice cumplir desde el judaísmo al inicio de su más reciente libro, Spinoza en el Parque México. Otro precepto cierra la última página: el Jeshbon Hanefesh o “balance del alma”. Entre esos dos cabos morales se desata una extensa conversación autobiográfica de 728 páginas con el académico y expolítico José María Lasalle quien iba a ser, en realidad, el biógrafo de Krauze si las ansiedades del balance propio no hubieran alterado el curso de su investigación. Sorprende que un biógrafo intelectual como Krauze, tan dado a perfilar con rigor documental figuras y generaciones, haya optado por “tomar el control” del proyecto de Lasalle, sustituyendo la tarea historiográfica de cotejar, contrastar y verificar fuentes, reunir testimonios, confrontarlos, por su voz memoriosa. Basta consultar, por ejemplo, el recuento que hace Héctor Aguilar Camín en “Mi querella con Paz” para leer otra versión de los hechos: la “expulsión de la vida política” de los liberales de Plural desde La cultura en Méxicoen 1972 no parece haber sido tal; y menos una andanada de intolerancia izquierdista. Pero Krauze tira de ese hilo en un sentido único para proseguir el relato sobre la “soledad de Vuelta”, ínsula solitaria contra las corrientes
marxistas imperantes en los años 1980. Ese hilo, de varias madejas polémicas, podría contrastarse y reinterpretarse en manos de algún biógrafo o historiador intelectual.
Quizá se trató menos de “tomar el control” que de una preferencia formal, esa sí en beneficio del lector. No hay duda de que la conversación es un acierto que ameniza el espeso recorrido, descentrado en realidad de su personaje principal, en cerca de la mitad de esta asumida autobiografía a dos voces. El diálogo —no exactamente socrático, sino más bien una entrevista entre dos eruditos afines que debaten poco— discurre desde la infancia y formación de Krauze a partir de las raíces culturales y cosmopolitas judías, su tránsito de ingeniero a historiador, del socialismo al liberalismo, su papel editorial en Vuelta y su participación en algunas querellas intelectuales, hasta mediados de los años 1980 en que publica Una democraciasinadjetivos
Ahora bien, si esto fuera el verdadero meollo del libro tendríamos una
autobiografía dirigida y conversada —sin más adjetivos—, que aprovecharía bien la plasticidad de un género en el que cabe la memoria, la anécdota, el ensayo, el chisme y un sinfín de materiales a disposición del autor (fotografías, cartas, postales, poesía, música, cuento, etcétera). En esto Krauze y Lasalle, el segundo autor del libro, abrevan de una rica variedad. Pero la polifacética autobiografía del historiador mexicano ostenta tantas bifurcaciones que por largos trechos perdemos de vista su vida y su obra, así que el género acaba demoliendo sus propias demarcaciones. Toda la tercera y cuarta parte (“El libro que no escribí” y “Biblioteca personal”) son menos el recorrido intelectual y profesional de Krauze que borradores —a veces casi acabados— de ensayos, prolongaciones de una historia (o “teatro”) personal de las ideas, retazos de biografías hiladas. Me pregunto si, de nuevo, la soltura de la forma conversada o bien el temor de nunca concluir fueron las razones por las que Krauze y sus editores no desgajaran esas partes en otro libro, en alguna recopilación de
ensayos, por más personales y dialogados que fueran. O incluso en una biografía coral de “judíos no judíos”. Algo llamado quizá Heterodoxosjudíosyotrosdisidentescentroeuropeos (continuación de aquella otra galería viva: Redentores) Las vidas encarnadas en las ideas de Spinoza, Heine, Marx, y más adelante Gershom Sholem, Isaiah Berlin o Hannah Arendt, entre otros, hubieran valido otro libro. En cambio, al estar enmarañadas en una autobiografía la obra incurre en ciertos usos (o abusos) del relato memorioso, inocuos pero no menos relevantes a la hora de autorretratarse como intelectual público: la memoria como entronización del individuo en la democracia universal a la manera de Walt Whitman: “yo contengo multitudes”; y como genealogía artística y anacrónica a la Borges, postulando que cada quien crea a sus precursores. Así, Krauze se delinea, sin auto-examinarse del todo, como liberal heterodoxo y cosmopolita, que contiene a una selecta multitud de pensadores. Así resolvió mostrarnos su plasticidad biográfica. _
Y, además, en nuestra edición digital:ÁLVARO RUIZ RODILLA FOTOGRAFÍA ARIEL OJEDA El autor de Spinoza en el Parque México junto a Rafael Pérez Gay en la FIL de Guadalajara.
NARRATIVA, ENSAYO
El silbido del arquero
La vida, después
Todo es personal
Irene VallejoPenguin Random House México, 2022 256 páginas
A un libro de ensayos, Elinfinitoenun junco, la autora española debe su fama, pero también es novelista. Esta es la segunda que publica y en ella reelabora un pasaje de la Eneidade Virgilio, cuando Eneas y los hombres que lo siguieron tras la caída de Troya naufragan en Cartago. Se trata de una admirable obra coral.
Gorilas en el techo
Abdulrazak Gurnah
Salamandra España, 2022 352 páginas
En su novela más reciente, el ganador del Premio Nobel 2021 mantiene sus intereses; el más inmediato: la denuncia del colonialismo que padeció su región —África Oriental—, por parte de los alemanes. Abre con la vida de Jalifa, un joven africano con raíces indias que lucha por superarse. Denuncia, sí, pero con mucho arte.
Narra la piedra
Malú Huacuja del Toro Malpaso España, 2021 192 páginas
Este thrillertiene como trasfondo el ambiente telenovelero; su título remite a un culebrón que en su momento obtuvo celebridad: Nadapersonal El director de narconovelas Santiago Parral es asesinado mientras se filma una escena en la que el protagonista es herido por una bala de verdad. El asunto debe maquillarse.
Atlas de las emociones humanas
Tenoxtitlan deseada
ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com¿Moctezuma tan melancólico por la presencia de Cortés y su pequeño ejército de apestosos e iluminados que solo atina a estar en un viaje de hongo para contradecir los augurios de los sacerdotes colhuas? ¿El palacio de Axayácatl transformado en un laberinto de espejismos y sueños habitados por plastas de sangre, manojos de flores y dobleces y traiciones? ¿Una Tenoxtitlan que es un brillante mecanismo arquitectónico y también la proyección de un infierno exacto, un paraíso sin borrachos ni mendigos pero también una prisión higiénica? ¿Un capítulo de la historia mexicana escrito por un narrador endiabladamente irrespetuoso de las imágenes patrias, el mismo que en 1519 sacrifica una paloma y en el marasmo de sus visiones se mira escribiendo, 500 años después, Tusueñoimperioshansido (Anagrama)?
Textofilia México, 2022 168 páginas
Nacida en Guatemala, la autora evoca en esta novela de tintes autobiográficos los últimos días en su país antes de que su familia se viera obligada a emigrar, debido a la violencia, a Israel. La frase del título alude al grito, en inglés, que una maestra de su escuela lanzó cuando las clases se vieron suspendidas: “Guerrillas on the roof”.
Los libros del perro México, 2022 86 páginas
Más que catalogar los cuentos reunidos en este delgado volumen como de terror, es preferible considerarlos surrealistas por la sensación constante de absurdo que se crea. En “Imperios molares”, por ejemplo, un niño entra a una muela de cemento que está a mitad de la cuadra que previsiblemente es un consultorio dental.
Ti any Watt Smith Blackie Books España, 2022 352 páginas
La tradición psicológica establece que existen seis emociones básicas; con el tiempo se hizo necesario ir aumentándolas. El presente volumen reúne 156 “que has sentido, que no sabes si has sentido o que nunca sentirás”. Los investigadores ingleses, como la autora de este atlas, señalan que el origen moderno de la emoción se remonta al siglo XVII.
El placer de leer
Esta es la empresa que Álvaro Enrigue acomete con la inspiración de un antiguo chamán y el arrojo del creador insumiso que, en vez de inclinarse ante las evidencias del pasado, prefiere imaginarlo. No estamos, pues, padeciendo otra de esas novelas históricas cuya obsesión por la verdad no atrae sino una descarga de bostezos. Vamos de las intrigas palaciegas al embrujo que los caballos provocan en la mente atolondrada de Moctezuma, del arte de la política personificado por el cihuacoatl Tlilpotonqui a la desnudez mancillada de Malinalli, de la pestilencia emanada de los cuerpos europeos a la hediondez de los emisarios ungidos por Huitzilopochtli, de Jesús a Quetzalcóatl, y todo nos parece tan familiar y a la vez tan irreal, pues todo eso, y los pasajes subterráneos y las fuentes y las cámaras y las plazas solo existen por el poder reanimador de la escritura. Así que bienvenidos a la otra Tenoxtitlan, la de Álvaro Enrigue, no la misma que trazan las crónicas memoriosas sino la que es posible desear.
Pero no se trata únicamente de aquella metrópoli encantada. Se trata, por supuesto, de Moctezuma y Cortés (y eso que se ha dado en llamar la Conquista). Por igual, son ambiciosos, sanguinarios, astutos, tenaces, débiles cuando su razón se tambalea. Es decir: cuánta humanidad ofrecen a nuestros ojos. Pero no serían de esta manera si no fuera porque han sido imaginados, y llevados al límite descomunal de sus empresas, por un gran escritor. _
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TOSCANADASEmpiyamados
DAVID TOSCANACuando Pablo dicta su carta a los corintios, utiliza una exhortación con más aire griego que judío: “¿No sa ben que en la carrera en el estadio, todos corren, pero uno solo se lleva el premio? Corran de tal manera que lo obtengan”. La frase lleva una su til paradoja que dejo al lector que la des cubra. Ahora solo quería decir que para los judíos el deporte ha tenido menos relevancia que las labores intelectuales. En futbol solo asistieron al mundial de 1970, y fueron coleros de su grupo.
Los historiadores marcan dos razo nes por las que los antiguos judíos no practicaban deportes olímpicos; las mismas dos por las que tanto gustaban a los griegos: se competía en honor de los dioses y las pruebas se realizaban en bonita desnudez.
A Orsipo se le achaca el inicio de esta tradición: “En la decimocuarta olimpiada… aconteció que Orsipo, uno de los que corrían con taparrabos el
MARIO ALBERTO KEMPESestadio en los juegos olímpicos, entor pecido por el taparrabos, cayó al suelo y murió. Por eso los oráculos prescri bieron que compitiesen desnudos”.
Especialmente atractivo resultaba el pancracio, y el mañoso de Platón pro puso “que las mujeres hagan gimnasia desnudas en la palestra junto con los hombres”. Aunque esto en griego es redundante, pues la raíz gymnos sig nifica desnudez.
También Platón describe a Sócrates en uno de esos sitios con sus amigos, admirando a los niños y muchachos chirundos. En especial les atrae un chico de trece años llamado Lisis. “Si llegas a conseguir un muchacho de es ta clase”, dice Sócrates a su compañe ro, “serás tú quien salga favorecido”.
La vestimenta deportiva ha evolu cionado, sumado y restado en distintas épocas. Los futbolistas ya no son tan bellos como lo fueron en los años seten ta. En aquel entonces se recortaron los cortos a su mínimo nivel y las mujeres
BICHOS Y PARIENTES
tenían a sus favoritos de acuerdo con las piernas. Las gambas del Matador Kempes y Émerson Leão levantaban suspiros y no por eso los jugadores se sentían cosificados. Con tal tendencia, se pronosticaba que el futbol femenil sería más popular cuando les llegara el momento de jugar en bikini.
La imagen del Mundial Femenil de México en 1971 era una chica sexy en hotpants; la de la próxima competi ción en Australia y Nueva Zelanda es un avechucho sin atractivo.
La Fifa ordenó que la playera de bía ir bien fajada, pues cuando andaba suelta, parecían hombres en minifalda. Ya para los años ochenta no gustó a los futbolistas andar tan rabones porque en las barridas se raspaban. Así es que se metieron mallas o chores de ciclista bajo los cortos futboleros. Para resol ver el problema estético, la Fifa permi tió a los futbolistas jugar en piyamas y subirse las calcetas por encima de la rodilla como lencería de la abuela. _
Para no leer a Enzensberger
Murió Hans Magnus Enzensberger. Tenía 93 años y seguía son riendo como un niño.
Lo pierde, sobre todo, este mundo que se dedica a construir aversiones y enconos como si fuera un oficio necesario. “Polari zaciones”, las llaman. Mal nombre: polos son dos, y estas formas actuales apuntan a guerras civiles entre de cenas de militancias, cada una más idiota que las otras. Desde luego, ca da militancia se arroga la validez de una moral superior que no consiste sino en condenaciones persecuto rias contra los otros y algunas taras adquiridas: formas correctas de con denar, despreciar, modismos que se creen lenguajes nuevos. Esas cosas que pasan cuando a la gente la da por creer que la verdad está en ellos y es personal e interior. Luego andan creyendo que el mal les es ajeno, que las identidades son cambiantes, que la biología es voluntaria y, las mate máticas, racistas.
Y es que no han leído a Hans Mag nus Enzensberger. No un libro sino muchos: Detalles (1962), Migajas políticas (1982), Mediocridadydeli rio (1988), Lagranmigración (1992), Perspectivas de guerra civil (1993), para solamente hablar de sus ensa yos críticos. Ya habrá tiempo para dedicarle a sus poemas, relatos, li bros para niños y teatro.
Nació en 1929; contemporáneo de Günter Grass, Martin Walser, Jürgen Habermas, con quienes comparte circunstancias, pero no estilo. Es la generación siguiente de Heidegger, pero, a diferencia de sus coetáneos, Enzensberger quedó vacunado con tra la densidad y nunca confundió
ni lo turbio, ni la oscuridad, con lo profundo. Su actitud ante el pensa miento, ajeno y propio, es un salto salutífero respecto de las generacio nes que condujeron a las militancias facciosas o a la reclusión anarca de Jünger, impotente ante la marejada que fue transformando una idiotez en una atrocidad. Por edad y circuns tancia, también se vio reclutado en las Juventudes Hitlerianas, pero lo expulsaron: “soy incapaz de ser buen camarada. No me sé alinear. Quizá sea un defecto, pero no pue do remediarlo”.
Comparte con su generación
muchas de las preocupaciones cen trales: el peso del pasado, la estructura política y económica de la posguerra, la comunicación y sus formas, pero no la participación gremial de par tidos o academias. Y no es que fuera un solitario ni un misántropo; todo lo contrario: resultaba tan sencillo conversar con él, que sus entrevistas terminan pareciendo más un café, que una consulta al oráculo. Entendió, no como apotegma sino como forma de vida, que la conversación no solo es el ámbito necesario y primero de toda posible cultura sino también su objetivo. Pero no cualquier forma de interacción verbal es conversación; es necesario evitar “la indiferencia de un mercado pluralista al que le importa un bledo la diferencia en tre Dante y el Pato Donald”. No es matar el rato ni sumarse a un coro monocorde, sacado del convento a la plaza. La conversación es una crítica
El pensador alemán, quien murió el pasado 24 de noviembre.
que no tiene como objetivo el tropie zo del interlocutor, sino la mejoría de todas las partes y que son capaces de conversar las personas que no están sujetas a la obediencia, la militancia o la servidumbre; es decir, esta con dición moderna en que la libertad es posible y, en tanto libres, Enzensber ger nos halla responsables.
La modernidad es ineludible; no queremos volver a ningún pasado, ni resulta sensato comprar bole tos para un futuro de diseñadores políticos o económicos cuyo real objetivo es el poder. Ambas formas claudican ante la libertad, la respon sabilidad, la conversación y la críti ca, que exigen y producen el miste rio de la inteligencia. “En cualquier caso, todo aquel que quiera ser con siderado moderno debe ser, necesa riamente, inteligente” (El laberinto delainteligencia, Anagrama, 2009).
De nuevo: no se trata de una inteli gencia como capital o potencia, sino algo que sucede solamente en cada caso. Y se remite a lo que dijo Agus tín acerca del tiempo: “si nadie me pregunta, sé lo que es; cuando quie ro explicarlo, no lo sé”. Un heidegge riano ya se vería escribiendo cientos de páginas; Enzensberger arrostra el misterio (como matemático, sabe per fectamente que una incógnita puede seguirse operando sin despejarse) y simplemente la llama: la palabra con “i”. Como llamó palabra con “a”, a la anarquía, cercana a su voluntad, an te la cual supo siempre distinguir: la más alta guía moral y política, cuyo acto es siempre criminal.
Quienes creen que pueden vivir sin ser tocados por el mal, debieran evitar los libros de Hans Magnus Enzensberger
Quedó vacunado contra la densidad y nunca confundió la oscuridad con lo profundo