Dolor
TEDI LÓPEZ MILLSAnoto lo siguiente en un trozo de papel: “ejemplo de Raymond Carver; la ‘escritura plana’ de Annie Ernaux; los adjetivos de Anne Carson”. Mi propósito casi académico sería trazar paralelos, establecer vínculos o al menos descubrir contradicciones; me digo, pretenciosamente, que la genealogía de un estilo es quizá modesta, una forma íntima de resignación: se acaba haciendo lo que se puede, no lo que se quiere. A partir de ahí, según las dotes retóricas de cada quien, se arma una teoría, una poética a veces persecutoria. En un ensayo de Incendios, Carver declara: “Odio los trucos. Al primer asomo de un truco o una artimaña en un texto narrativo, un truco fácil o incluso un truco elaborado, tiendo a buscar cobijo”. Cuando un compañero de un taller literario le manda su novela, Carver se disculpa por la pedantería y procede a tachar: “se recargaron de espaldas en un taxi, monopolizando toda la sombra disponible” se convierte en “se recargaron contra el taxi, en la sombra”. Creo que repetir “truco” equivale a un truco; el tono titubeante, calculadamente ingenuo, a una artimaña. Creo que si estuviera disponible yo ocuparía tu sombra. La clavaría con tachuelas a la mía y caminaría “contigo de modo contiguo”, una proeza sin duda melodramática para seguir postergando lo que llaman los sicólogos de mi barrio “rituales del desprendimiento”. En una entrevista, Ernaux señala que ella nunca experimentará
“el placer de los malabarismos con metáforas” ni se entregará a “los juegos estilísticos”. Ella es solo alguien que transmite cosas. Algunas frases en su libro Los años parecen versos: “escribir es beberse sin sed”. Creo que malabarismos es una metáfora que se incluye a sí misma como elemento de semejanza. Creo que “la cadera clara de la costa” se va a romper tan pronto logre yo cumplir al pie de la letra con las instrucciones que me absuelvan de cualquier estrategia que no se conjugue en condicional. “Usted no decide nada”, me advierte la doctora: “es portavoz, mensajera”. En un mundo alternativo yo te colocaría en mi lugar: mi persona con tu persona encima. No tendríamos que tomar decisiones porque, a falta de lógica, siempre habría tiempo de sobra. “¿Y si las pesadillas fueran grietas del infierno?” pregunta Borges. Tú y yo escaparíamos por una de las grietas. Y yo te describiría la “luz de la mañana”: blanca, nítida, austera. Según Carson, los adjetivos atan a los sustantivos: “son los cerrojos del ser”. Quizá lo único peor que el pesimismo es el optimismo. Todos los días te veo en alguna parte y todas las noches sueño contigo. No elijo mis recuerdos. El domingo pasado, en el Canto XXV de mi Comedia apócrifa, puse Moon Shaped Pool de Radiohead: “True love waits” a todo volumen. El lunes leí tu libro del Renacimiento: al copiar las elegías de Ovidio, los escribas se esforzaban por hacerlas edificantes, “enmendándoles un poco la plana”. Creo que mis salidas son en falso. Hoy se termina el año en el que aún estuviste vivo: tu cuerpo presente _
HOMBRE DE CELULOIDE¿Cuál es la mejor película de 2022?
FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA NETFLIXLa ruptura brechtiana al inicio y al final de la película El prodigio (disponible en Netflix) demuestra que la intención de su director es trascender el cine que se hace con la intención de adormecer. El prodigio busca más bien hacernos pensar. Lejos del cine frívolo, ésta es la mejor película disponible en streaming este fin de 2022. Su director nos plantea una ficción que obliga, a quien lo quiera, a reflexionar. “No somos nada sin historias”, se nos dice al inicio de la obra. Y resulta justo preguntar: ¿es esto verdad? El prodigio nos conduce hasta lo más propio del cine, esto es, la imagen. El cuadro de colores brillantes al inicio de la ficción nos introduce en una caja de sorpresas que se abre para producir toda clase de sentidos. Comienza el filme y la voz en off nos lleva desde el set donde se filma esta obra hasta un barco en el que viaja una enfermera inglesa que ha sido contratada para certificar (o negar) un milagro. El prodigio del título. Florence Pugh interpreta a una enfermera que llega a Irlanda. Este país verde, como todos constatan. Y en la película, el vestuario, las paredes y el moho en las habitaciones son de este color. Solo ella, Pugh, viste de azul. Como para demostrar que Sebastián Lelio, el director chileno que nació en Argentina,
retrata el siguiente conflicto: el de la oposición entre el campo y la ciudad, entre Irlanda e Inglaterra, entre la ciencia y la fe. El prodigio es la historia de una mujer que aprende a amar en la niña que ha decidido salvar, una fe en Dios que ella no comparte. Pero la reflexión que se nos plantea al inicio del filme, esto es, la importancia de las historias, se aplica también a aquellas fábulas que nos contamos en torno al amor y en torno al método científico. “Es necesario detener el experimento”, afirma la enfermera que quiere salvar a la víctima de esta película. Ella se ha dado cuenta, como los sabios cuánticos, de que cuando uno observa algo definitivamente está interfiriendo con su objeto de estudio. Y, sin embargo, es posible que el espectador no esté interesado en semejantes sutilezas. Que quiera quedarse tan solo en la historia lineal,
desnuda de interpretaciones. El prodigio trata entonces del fanatismo de la fe. Florence Pugh, la enfermera, ha venido hasta Irlanda para desenmascarar un falso milagro. En el arco dramático se enfrenta con sus propias miserias, un bebé que ha perdido, tal vez. Sebastián Lelio muestra que es el director que, con Gloria, aquella hermosa película chilena de 2013 y con Una mujer fantástica, de 2017, es el hombre que se ha dado a la tarea de entender la sensibilidad de las mujeres. Tal vez por eso Lelio consigue llevar a sus personajes hasta los extremos necesarios para producir en el espectador respuestas emocionales pues El prodigio es, ante todo, una película que, más que ver, es necesario sentir. No solo por lo eficiente que resulta la fotografía para narrar esta historia, tampoco por la extraordinaria (y elogiada) actuación de Florence Pugh sino, sobre todo, por una narración que coloca frente a nuestros ojos la disyuntiva entre creer en la historia que nos cuenta la ciencia y la historia que nos cuenta la fe. Puede que, en este sentido, el final sea un tanto previsible, pero no lo suficiente como para que El prodigio no sea una de las mejores películas del año, la obra de un director a quien se le han abierto las puertas de Netflix para que investigue aquello que él quiere explorar:
la feminidad _
Elprodigio es la historia de una mujer que aprende a amar en la niña que ha decidido salvar, una fe en Dios que ella no comparte
En un mundo alternativo yo te colocaría en mi lugar: mi persona con tu persona encimaEl prodigio. Dirección: Sebastián Lelio. Irlanda, Reino Unido, 2022. POESÍA
Entonces guárdame en ti
RAÚL ZURITAEntonces guárdame en ti en los torrentes más secretos que tus ríos levantan y cuando ya de nosotros solo quede algo como una orilla tenme también en ti guárdame en ti como la interrogación de las aguas que se marchan Y luego: cuando las grandes aves se derrumben y las nubes nos indiquen que la vida se nos fue entre los dedos guárdame todavía en ti tenme en ti, en la brizna de aire que aún ocupa tu voz dura y remota como los cauces glaciares en que la Primavera desciende.
Rebosantes de libros
ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @SobreperdonarEste desfalleciente 2022 trajo el 50 aniversario de Los demasiados libros, de Gabriel Zaid, cuya primera edición apareció en 1972 en la legendaria editorial de Carlos Lohlé en Buenos Aires. Desde entonces, este discreto clásico ha alcanzado 15 ediciones y 11 traducciones. Este conjunto de ensayos pioneros sobre la naturaleza y la función del libro, que ha sido continuamente reescrito y rejuvenecido, hablaba de la situación del libro frente a los medios masivos, de los tirajes óptimos, de la sobrepoblación de volúmenes y de las diversas formas de impostación académica y simonía que se podían generar alrededor de este objeto. Sin embargo, pese a advertir estos peligros, el autor documentaba su optimismo: sustentaba la capacidad de supervivencia del libro y, sobre todo, hacía una apología de la capacidad de la lectura para propiciar ese acto fundacional de la civilización que es la conversación. En efecto, el libro permite que la conversación supere la finitud de los interlocutores y conecte las más diversas épocas y caracteres humanos. Por lo demás, la variedad del libro y la individualidad de la lectura ayudan a contrapesar los relatos únicos y a limitar las servidumbres intelectuales.
Hoy, a 50 años de distancia y en el marco de una de las etapas más dinámicas de cambio tecnológico (en esos años, la televisión era, para algunos teóricos, el medio que podría propiciar la desaparición del libro y el retorno a una nueva oralidad), la perspectiva esperanzada de Zaid se ha confirmado. A diferencia de otros productos, el avance tecnológico no ha generado la monopolización en la producción del libro, sino que, al contrario, ha ayudado a su descentralización e independencia. Más que nunca, es posible imprimir con escalas adecuadas y buscar los públicos idóneos para un libro. De modo que, como señala el autor, si bien la concentración e influencia de los grandes consorcios crea una farándula millonaria que explota mercados masivos, no impide el florecimiento de millares de pequeñas empresas que buscan interlocutores específicos. Igualmente, la aparición (y desaparición) de tecnologías y plataformas de interacción social no ha desplazado el interés por el libro impreso, ni logra competir con sus muchas ventajas. Ciertamente, persisten y se han agudizado muchos fenómenos paradójicos que observaba Zaid: la sobre oferta de libros y la escasez de lectores (por la pulsión del credencialismo académico a publicar, o por las simples ganas de figurar, existen multitudes que no leen pero sí aspiran a ser leídas). Igualmente, persisten los problemas y altos costos de transacción para conectar a los libros con sus destinatarios naturales. Con todo, pese a la profusión de ruido y basura, la posibilidad de que se publiquen demasiados libros es benéfica para la calidad de la vida y la cultura moderna. Leer sigue provocando ese prodigioso azar de encontrar, en un libro y un autor remoto, ecos significativos que son capaces de revelarnos y cambiarnos. _
Esta
carta dirigida al autor de El mundo alucinante muestra los primeros desencuentros entre dos víctimas del exilio latinoamericano
Reinaldo Arenas y el exilio cubano*
ÁNGEL RAMA FOTOGRAFÍA ESPECIALWashington, 30 de noviembre de 1981
Mi querido amigo, He recibido los ejemplares del Mariel y el ejemplar El Central, que ya había tenido el gusto de ver en Barcelona, este verano, junto con Termina el desfile. Te agradezco el envío y no puedo decirte lo que me preocupó el tono y los términos de tu carta. Creo poder comprender bien la situación de quienes como tú han padecido mucho en los años de Cuba; he conversado largo con Heberto [Padilla], cuando salió y vivió aquí en Washington, y he leído su reciente novela En mi jardín pastan los héroes, que da una visión dramática de su vida allí; he visto a [Edmundo] Desnoes también y he leído sus escritos en el exterior. No es por lo tanto eso lo que me preocupó en tu carta, sino la desesperación (y aún más, la extrema subjetivación) con la que sigues viviendo, aun desde fuera, todo ese tiempo, cosa que ya también había registrado en un par de artículos que publicaste y que merecen mi categórica reprobación, sobre García Márquez y Cortázar. No creo, Reinaldo, que llamar a Cortázar senil o pueril sea una forma adecuada de discutir posiciones y mucho me temo que ese tono y ese léxico reducen la eficacia de tus mismos argumentos. He tenido bastantes discrepancias con Cortázar (las últimas, justamente, a consecuencia del artículo que escribí sobre ti) pero soy consciente de que me haría daño a
mí mismo y no persuadiría a nadie de mis ideas, si en vez de debatir con datos objetivos y probados una posición, me limitara a insultarlos.
Te doy un ejemplo de esta subjetivación que concluye por no ver lo que un texto dice. Terminas tu carta diciendo lo siguiente: “Veo, sin embargo, que en tu trabajo sobre Los contestatarios del poder no se me cita (siendo El mundo alucinante, por ejemplo, una obra eminentemente contestataria a todo poder, tanto religioso como político), ya veo que las predicciones de que yo vendría al ostracismo empiezan a cumplirse de una forma planificada y premeditada (no es este el único ejemplo). ¿Entra, pues, mi ‘ostracismo’ dentro del plan quinquenal del Partido?” Quedo sumamente perplejo al leer esta acusación contra mí. Primero: no es cierto que no esté citada tu novela, pues la cito como ejemplo de que tus “conflictos con el régimen” te llevaron a “vastas construcciones simbólicas alejadas en el tiempo”. Vuelve a leer el ensayo, por favor. Segundo: ese ensayo es el prólogo a mi antología de Novísimos narradores hispanoamericanos en marcha, donde estás incluido representando a Cuba y con el texto, simbólico también, que me mandaste, “Adiós a mamá”, cuyo mensaje anti-régimen es de sobra manifiesto. Tercero: parecería que me acusas de ser integrante del partido comunista y de participar de un plan contra ti, lo que es disparatado y fuera de la más obvia objetividad.
Por si acaso, Reinaldo: no he sido nunca miembro del partido, ni tal cosa absurda ha pasado nunca por mi cabeza. Soy y he sido siempre un socialista y, como tal, creo que el socialismo es un mejor sistema económico y social, que puede y debe garantizar la libertad del individuo
aún más plenamente que las presuntas formas del capitalismo. Por lo cual he tenido encontronazos con los comunistas y por lo cual he preferido distanciarme de Cuba desde enero de 1969 cuando les vi asumir el modelo soviético que entiendo dañino. Por lo tanto es grotesco que me recuerdes que “no estamos ninguno de los dos exiliados en Moscú”, pues jamás se me hubiera ocurrido semejante elección, vistas mis posiciones públicas sobre el régimen soviético. Pero que esté en Estados Unidos, donde existe un régimen de derecho y libertades públicas que sé apreciar, no me obliga a convalidar el capitalismo, la política exterior ni la expoliación de las multinacionales sobre nuestra América, cosa que tampoco nadie me ha exigido. Si hubiera tenido elección libre seguramente estaría aún en Venezuela, pero como dice un personaje onettiano: “la vida es más complicada”. ¿Estamos claros, Reinaldo?
Pero además siempre he actuado con la misma independencia, aun en el periodo en que visité Cuba y colaboré con la revista Casa. De eso procedió mi gran amistad con Virgilio [Piñera] y con Lezama [Lima], mi atención por quienes tenían problemas (como tú y Norberto [Fuentes]) y mi ecuanimidad para quienes después pasaron a apoyar el régimen pero entonces eran exiliados internos (como Cintio [Vitier] o Eliseo [Diego]). Dentro del mismo comité de Casa entablé pelea con posiciones que consideraba perjudiciales
El autor de Antes de que anochezca, figura sobresaliente de la diáspora cubana
y siempre hablé con claridad desde mi posición, entiende bien, la mía, la única por la que respondo y que no es la de los numerosos bandos enfrentados. Por eso en la reunión que procuró Fidel con los intelectuales en 1967, fui yo quien reclamó por la intolerable situación de los homosexuales en las famosas UMAP, cosa que ninguno de los allí presentes, ni siquiera Alfredo Guevara, se atrevió a respaldar, no digo a plantear. Y también yo quien escribió la serie de artículos en Marcha cuando el grotesco proceso a Padilla, sabiendo de su impopularidad en el momento. Fui yo quien, dado que ni a ti ni a Norberto les querían publicar libros en Cuba, los edité en mi pequeña editorial (ahora aventada por los militares) y quien reclamó a [Ambrosio] Fornet, entonces en la Editora Nacional, porque se negaban a publicar tu espléndida obra El mundo alucinante. Sobre ella he escrito posteriormente y puedes buscar en El Universal de Caracas mis artículos.
He actuado siempre con la misma independencia, Reinaldo: no sirvo a nadie, sino a mis ideas, las que trato de
Por si acaso, Reinaldo: no he sido nunca miembro del partido, ni tal cosa absurda ha pasado nunca por mi cabezaAReinaldo Arenas
Una vida en cartas. Correspondencia 1944-1983 (Estuario editora, 2022) es una muestra de la permanente comunicación que Ángel Rama mantuvo durante casi cuatro décadas con escritores latinoamericanos entre los que se encuentran Octavio Paz, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa, Idea Vilariño, Beatriz Sarlo y Eduardo Galeano.
Nacido en Uruguay en 1926 y muerto en el trágico accidente de aviación del 27 de noviembre de 1983 en las inmediaciones del aeropuerto español de Barajas, en el que también murieron su compañera, la crítica de arte Marta Traba; el escritor peruano Manuel Scorza y el mexicano Jorge Ibargüengoitia, Ángel Rama perteneció a la llamada Generación del 45
y fue director de la sección literaria de la revista Marcha y de la editorial Arca.
Con la edición de Amparo Rama y textos introductorios de Rosario Peyrou y Beatriz Sarlo, Una vida en cartas recuerda, entre tantas otras cosas, las desavenencias y la actitud de Reinaldo Arenas ante la expulsión de Rama y Traba de los Estados Unidos en 1982, acusados de “subversivos”. Defendidos por escritores como Arthur Miller, Cortázar y García Márquez, el autor de Antes de que anochezca —escribe Sarlo—, a quien Rama había apoyado en repetidas ocasiones en sus inicios, se sumó a sus detractores en artículos periodísticos rememorando su presunto pasado subversivo y su contubernio con el fascismo de Fidel Castro.
fundar con conocimiento cabal, con rigor, y, sobre todo, con objetividad. Ya no tengo edad para creer que sirve de algo el bullicio pasional y romántico. Por lo mismo, cuando tu amigo [Octavio] Armand me atacó en Escandalar por mis artículos sobre el exilio, le contesté con la mayor calma para explicarle que el exilio es un asunto de posiciones políticas, no de estar meramente fuera del país, y que si él no estaba de acuerdo con Batista (quien era tan exiliado y tan cubano como él) mal podía reprochar a un exilio sureño que no compartiera la posición “política” (no humana) de una buena cantidad de exiliados cubanos, aunque seguramente compartiré la de quienes sean socialistas en la forma en que yo lo soy. En ese mismo número de Escandalar estaba un artículo tuyo que Armand daba en su apoyo. No tengo que decirte que no lo comparto. En él atacabas con injurias y en bloque a los “intelectuales de izquierda”, sin hacer excepción. Por lo tanto también a mí, [alguien] que se preocupó de publicar tus obras, que escribió a favor de ellas, que cuando te echaron escribió para defenderte, provocando el escándalo de los “castristas”, quien te recomienda cálidamente a la Guggenheim y te publica representando a Cuba en un panorama de la joven literatura continental. Parecería que soy objetivo, atento a los valores artísticos y a los derechos humanos, sin anteojeras pasionales. Lo que me permite reclamar la libertad de [Armando] Valladares y también la de un eminente matemático y dirigente del partido comunista uruguayo, José L. Massera, acerca de cuya situación atroz en las cárceles uruguayas no he oído una palabra tuya, ni de Armand, ni una línea de la revista Mariel. ¿Quién está equivocado, Reinaldo?
Y ahora a mi artículo. Te rogaría que volvieras a leerlo. Está escrito en Washington, cuando acababa de producirse tu expulsión. Todos los datos que manejo responden, como digo con toda precisión en el artículo dando las que los estudiosos llamamos “fuentes bibliográficas”, a los artículos periodísticos que se publicaron en los diarios americanos: unos del corresponsal de Washington Post en La Habana, que es quien afirma que [Armando] Hart dijo que disponías de pasaporte para salir, y otros a tus declaraciones en Estados Unidos al llegar, publicados en el diario de Miami. Por lo tanto, no soy yo, como me dices en tu carta, quien cita “las declaraciones de un ministro de cultura para demostrar que allí la cultura marcha bien” agregando que es “como citar a Hitler para demostrar que en Alemania no se mataban a judíos”, es la periodista norteamericana, que utiliza el normal sistema periodístico de este país, que consiste en registrar las distintas posiciones sobre un punto para ofrecer un campo objetivo de elección al lector. Se puede discrepar con el Washington Post y con los demás diarios de USA, ¡pero no creo que nadie te reconozca que sus periodistas son servidores de Hitler!
Confieso que me divierten algo
las reacciones a mi artículo sobre ti. Levantaron una tormenta entre los intelectuales castristas, en México y en Venezuela, y no ha faltado el necio de turno que ha dejado de saludarme y se ha dedicado a decir que soy un agente del Departamento de Estado, la CIA y tutti quanti. Que promueva una parecida reacción entre los exiliados cubanos y que el propio aludido me coloque en la categoría de nazi o agente de los G2, no deja de ser paradojal, y no deja de comprobar lo difícil que, en este periodo pasional, es mantener una línea coherente, independiente y sensata. Lo que no me parece correcto, Reinaldo, es que, teniendo tal opinión de mí, propongas que se publique mi artículo en el número que el Center prepara en tu homenaje. He escrito, como antes dije, sobre tu literatura y con gusto puedo proporcionarte algún material de mi archivo de Caracas sobre ti.
Pero todo esto, tan largo y aburrido, estaba dirigido a llamarte la atención sobre una actitud que me parece te perjudica. Creo que desde que llegaste te escribí recomendándote que no te metieras en el ambiente pasional y te consagraras a tu obra. Heberto, que tiene tantos agravios como tú contra el régimen, ha preferido eso. Antonio Benítez y Desnoes están haciendo su obra; el primero me escribe aprobatoriamente sobre mi respuesta a Armand. Los ambientes que deciden en USA no tienen nada que ver con el estilo retórico y frenético de Granma, el cual por sus mismos rasgos carece de toda incidencia real en este medio. Una de las cosas que más ha perjudicado a Cuba es el ambiente emocional en que todo transcurre, el cual por momentos roza la paranoia, cosa que los mismos latinoamericanos amigos de Cuba que visitan la isla no dejan de reconocer, consternados. Creo que ese mismo clima se ha posesionado de una parte del exilio y creo que tampoco le hace bien.
Disculpa esta larga carta y acepta que la escribí tanto como para establecer mi línea de conducta como para ayudarte a ti. Pienso que tienes mucho talento y puedes hacer espléndidas obras, pero esa, que es tu real carta de triunfo, exige una administración inteligente y una concentración bien aprovechada. Por ti, por la literatura cubana, por la del continente, me gustaría que lo hicieras. Te mando un fuerte abrazo, iré a fin de año a Nueva York y me gustaría mucho verte, Ángel. _
Un abrazo.
[Copia de carta sin firma]
* Título de la Redacción. Texto tomado de Una vida en cartas, publicado con la autorización de Amparo Rama.
No sirvo a nadie, sino a mis ideas, las que trato de fundar con conocimiento cabal, con rigor
La vocación absoluta de Enrique Echeverría
En la antesala del centenario del artista mexicano, Ester Echeverría, su viuda, ha publicado en su memoria el libro Libertadpictórica
DABI XAVIER FOTOGRAFÍA ARCHIVO ESTER ECHEVERRÍAEl 25 de noviembre se conmemoró el cincuenta aniversario del fallecimiento de Enrique Echeverría y el 14 de julio de 2023 se celebrará su centenario, por lo que su viuda Ester Echeverría publicó el volumen Enrique Echeverría. Libertad pictórica
El libro es un retrato íntimo y académico acerca del artista, el cual reúne más de 300 imágenes de obra pictórica, acetografías (técnica de su invención), acuarelas, dibujos a lápiz, sanguinas y carboncillos, así como cartas y fotografías con textos de escritores, críticos e historiadores del arte y una semblanza escrita por Ester, además de una selección de publicaciones que abordan la estética de Enrique Echeverría en distintas épocas y al final una cronología. El volumen da cuenta de la importancia de su pintura y su aportación en la historia del arte mexicano de la segunda mitad del siglo XX.
Además de participar en el proceso editorial, entrevisté a Ester Echeverría, quien a lo largo de cincuenta años se ha dedicado a preservar, difundir y exponer el legado de Enrique y que ahora se materializa con la publicación del libro.
¿Quién es Enrique Echeverría?
Es uno de los grandes pintores de México. Su vocación fue absoluta desde el día en que el pintor Arturo Souto lo aceptó como su alumno. Durante esa época estudiaba Ingeniería Aeronáutica en el Instituto Politécnico Nacional y solamente necesitaba hacer tres exámenes para terminar su carrera, pero había decidido que si Souto lo aceptaba, rompería sus papeles de la carrera para entregarse por completo a la pintura.
¿Qué lugar ocupa en la historia del arte mexicano del siglo XX?
Ocupa un lugar fundamental, no solo por su estupenda y propositiva manera de pintar, sino porque siempre estuvo involucrado en todo lo que fuera bueno para el arte y sus compañeros, así como su aportación intelectual y económica en la formación de la Galería Prisse, en 1952.
Ya que mencionas la Galería Prisse, la figura de Enrique Echeverría es esencial en el origen de la Ruptura al ser uno de los fundadores. ¿Qué nos puedes compartir al respecto? En efecto, Echeverría formaba parte del grupo autodenominado “Los Independientes”, conformado por Héctor Xavier, Vlady, Alberto Gironella, José Bartolí, quienes decidieron abrir una galería en la calle de Londres, en la Zona Rosa, pagando la renta entre todos y de esa manera exhibir su obra —y la de otros, como el caso de José Luis Cuevas, que ahí expuso por primera vez—, ya que no encajaban en el grupo de la Escuela Mexicana de Pintura impuesta por los muralistas. Con la lapidaria frase de David Alfaro Siqueiros “No hay más ruta que la nuestra”, no había sede gubernamental, ni galería alguna que les permitiera exponer. La Prisse fue de corta vida por su inexperiencia en las finanzas, sin
embargo fue la punta de lanza para darse a conocer. En 1954, fundaron la Galería Proteo que dirigió María Josefa Montes de Oca Quijada, mejor conocida como Joc —única galera con maestría en Historia del Arte que yo conozco—, y posicionó a sus pintores con gran profesionalismo tanto en México como en el extranjero.
¿Cuál es su aportación estética en la actualidad?
Para empezar, que toda obra esté bien realizada y con conocimiento absoluto del oficio. Se requiere pintar con el alma para hacer arte verdadero. Como decía Picasso, esa obra siempre tendrá “clavo”, encontrará uno en dónde ser colgada y ser apreciada.
Cuéntanos acerca del libro Enrique Echeverría. Libertad pictórica que acabas de publicar. ¿A qué se debe esta publicación?
Y, además, en nuestra edición digital:
Este libro hacía falta. Echeverría murió muy joven, a los 49 años, y tú sabes, nunca fue protagónico ni escandaloso. Cuando Felipe Garrido era director de Publicaciones en el INBA, en 2003, me llamó para proponerme hacerlo, pero fue un proyecto fallido, ya que renunció al cargo, y la persona que quedó en su lugar estaba abocada al llamado arte contemporáneo. Desde 2018 habíamos hablado de hacerlo. Pero fue hasta 2020, durante la pandemia, que lo empezamos a armar con la diseñadora Teresa Peyret. En un acto de fe, ustedes me apoyaron, por lo que les estoy profundamente agradecida. Además de ser muy talentosas, cada una en lo suyo, me siento muy afortunada con su amistad.
¿Quiénes escriben en el libro y por qué los seleccionaste?
Es una fortuna contar con textos de la calidad que tiene el libro, escritos por Arturo López, José María Espinasa, Juan Rafael Coronel Rivera, Salomon Grimberg, un texto inédito de Teresa del Conde y un artículo de Xavier Moyssén, todos de estupenda factura e interés. Los escogí porque admiro su talento y me quedé más que complacida con sus textos. La presentación es de Sylvia Navarrete e incluí una semblanza de mi autoría sobre la vida de Enrique.
Como promotora y galerista, ¿qué les dirías a los jóvenes artistas a partir de la obra de Enrique Echeverría?
Que sigan su ejemplo, que sean rigurosos, que se unan, como lo hicieron Echeverría y sus contemporáneos, a conversar sobre arte, que lean, que sientan pasión por lo que hacen.
¿Habrá exposiciones de Enrique Echeverría el próximo año? Si es así, ¿dónde y cuándo?
El 2023 es el aniversario del centenario del natalicio de Enrique Echeverría, razón por la que se le hará una exposición retrospectiva en el Museo de Arte Moderno en la Ciudad de México e itinerará a algunos museos de la República, de las que todavía no tenemos fecha definida. _
La panza del Tepozteco
NARRATIVA, POESÍA, ENSAYO
Colapso México
Lobo
José Agustín Alfaguara México, 2022 197 páginas
Con prólogo de Francisco Hinojosa, ilustraciones de Agustín Ramírez y textos, entre otros, de Agustín Ramírez, Andrés Ramírez y Jesús Ramírez-Bermúdez, la edición por el 30 aniversario de esta novela es una oportunidad para acercar a los jóvenes a la obra de uno de los grandes autores de la literatura mexicana.
Poeta de provincia
Mael Vallejo (coord.)
Grijalbo México, 2022 216 páginas
Aclara el coordinador del libro que las crisis que se tratan no tienen qué ver con el cambio climático ni el calentamiento global, sino con “la falta de regulación y el cumplimiento de las leyes”. Entre los problemas que se tocan están la lucha de Homún, Yucatán, contra una granja porcícola que contamina cenotes.
Marca de fuego
Mónica Rojas Nostra Ediciones México, 2022 253 páginas
El apodo del protagonista le da título a la novela: Lupe el Lobo Quezada, un boxeador de Tijuana de puños letales. “Lobo carece de todo, pero sus habilidades casi sobrehumanas para pelear le traerán dinero y fama, y también una vida que no termina de asentarse en la felicidad”, escribe Liliana Blum.
Historia de la hechicería y de las brujas
El mono gramático
VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mxUn libro que es un poema completo, un poema de amor que es un cuento de seres extraños, casi una novela de ruinas y monos —o de un mono, Hánuman— que pelan los dientes y cruzan el océano por el cielo; una historia-no historia de polvo, santos, árboles, miserables, periquillos, amantes, cuerpos en metamorfosis al abrir o cerrar los ojos, ayuntados y divididos, desmembrados, en la sombra cerca del fuego; un largo poema en 29 fragmentos que sucede aquí o allá, antes o después — ahora—, escribiendo en una mesa o andando en un camino, en la soledad arbolada de un centro universitario o en el sendero polvoso de Galta: un libro con un rumbo multívoco que es un ensayo, a la altura del deslumbramiento y en la profundidad de la especulación —el ir y venir desnudo de la filosofía—, que es, no de manera oblicua sino de modo central, autoconciencia y biografía en la mejor de las formas posibles, es decir, pura interioridad que en el lenguaje alcanza el eterno segundo visible. Todo esto hallamos en El mono gramático de Octavio Paz, escrito en Cambridge por encargo, después de 1968, y publicado por Edition D’Art, colección Les Sientiers de la Création, París, 1972, gracias a la traducción de Claude Esteban.
La poesía de Villarreal: “Con el faro de una vida dedicada al verso, (permite) mostrarnos su formación, una que proviene de su trayectoria por el mundo, pero siempre mediada por la ficción y la música”. El libro avanza desde el inicial Estatua sumergida (1981) hasta el reciente Los secretos engarces (2021).
Universidad
México, 2022 162 páginas
“Experiencias de escritores en torno a la lectura” es el subtítulo de este libro en el que se incluyen los testimonios de 27 autores. Entre ellos Sara Poot Herrera, Raúl Bañuelos, Carmen Villoro, Jorge Esquinca, Ernesto Lumbreras, Dante Medina, Luis Armenta Malpica, Martha Cerda, Nadia Arce y Gabriela Torres Cuerva.
Luis Bonilla Biblioteca nueva España, 2021 334 páginas
Con prólogo de Alejandra Guzmán Almagro, quien, al contextualizar este ensayo publicado originalmente en 1962, se pregunta: “¿Qué sentido tiene un libro sobre magia y brujería en la segunda década del siglo XXI?”
Ella misma se encarga de responder e invitar al lector a un universo fascinante, el de la hechicería.
Hace cincuenta años surgió esta incisiva, insistente, imprevista obra. Anticipada por la experiencia extrema de Blanco, en la que el texto es también, de otra manera, muchos textos en las lecturas paralelas o entrecruzadas, de acuerdo con la disposición gráfica de los versos. Pero la plasticidad de El mono gramático no reside en la organización visual de la escritura. O, si está en ella, es así porque el poema, al ocurrir bajo la forma de la prosa, subyuga y trastorna el orden más abierto —o más cerrado— del lenguaje pragmático y teleológico del habla y la narración en las medidas de la poesía (los encabalgamientos, las aliteraciones, las rimas, las anáforas, las anfibologías…, las sílabas). Más atrás están Ladera este y Hacia el comienzo con la confirmación de que “todo es irreal en su demasía” y, más lejos aún, Piedra de sol que también había sido una experiencia extrema de gran envergadura, en desbandada y síntesis, y una cavilación sobre el movimiento y la fijeza o sobre sus imágenes predilectas (el río y el árbol), bajo la presencia de lo remoto (la estrella de la tarde y la mañana, Hesperus/ Phosphorus), en el ritmo del verso y los cuasi hemistiquios del Polifemo… de Góngora.
El poema-ensayo-novela es la puesta en escena, de un modo fundacional —no en la repetición de un epígono—, del método mítico que describió T. S. Eliot al comprender a James Joyce y que él mismo puso en acción en La tierra baldía. El texto de Paz no solo tiene la misma textura ambigua y polimórfica sino que crea una escritura multidimensional al sobreponer tres espacios (Cambridge, Galta y, apenas, México); y al fundir en una pieza doble al hombre que escribe con el simio versado en textos, el rey de los monos, compañero y auxilio de Rama, el hijo del viento, Hánuman. Tiene razón Elsa Cross: ese ser también es, al mismo tiempo, el poeta del siglo XX —como Odiseo es Leopoldo Bloom—. Pero la originalidad del texto de Paz es tan grande que la podemos observar —ya— desde el instante único del comienzo en el oxímoron del título: El mono gramático _
http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto
TOSCANADAS
Llámame Euticles
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.comHoy se procura que los nombres viajen libremente de una lengua a otra. Si en libros de otra generación encontramos a Guillermo Shakespeare o Renato Descartes, hoy preferimos llamarles William y René. El antiguo Leonardo de Vinci, pasó a Leonardo da Vinci, con la pronunciación italiana; lo mismo ocurrió a Juan Bocacio. Ahora Tolstói se llama Lev y no León. Gogol dejó de ser Nicolás y Pushkin ya no se llama Alejandro.
No ocurre esto con otros personajes clásicos, como Miguel Ángel o Martín Lutero o Tomás Moro o buena parte de los reyes y papas que españolizamos. Enrique VIII, Juan XXIII, Isabel II.
Los nombres bíblicos pasan por una curiosa mutación. Aquel Iákobos en el original griego pasa a ser Santiago en español, Jaume en catalán, James en inglés y Jacques en francés. Jesús, o sea Yeshua, le llamó Cefas a Simón, a quien llamamos Pedro.
TALES
DE MILETO, uno de los siete sabios de Grecia .
En los bonitos nombres latinos se muda la terminación “us” para convertirla en “o”. Así el imperial Marcus Aurelius se vuelve un plebeyo Marco Aurelio; el imponente Lucius Septimius Severus, pasa a ser un ordinario Lucio Septimio Severo.
Entre los brasileños he hallado mejor inclinación por preservar ciertos nombres clásicos. Tenemos al escritor Euclides da Cunha, al compositor Marcus Vinicius de Moraes, a los futbolistas Amaury Epaminondas y Sócrates.
Para completar la tercia de grandes filósofos griegos, tenemos en México a Platón Sánchez y Aristóteles Sandoval; pero otros pensadores no han sido tan nominadores, como Tales, Pitágoras, Demócrito, Anaxímenes, Empédocles, Teofrasto o Epicuro.
La antigua cultura griega ofreció muchos nombres. Algunos han sido mejor aceptados. Entre los guerreros de la Ilíada, el más popular es Héctor, muy por encima de Aquiles. Áyax sirvió para un equipo de futbol y un
BICHOS Y PARIENTES
Oficio de preguntar
detergente. Elena prosperó entre las mujeres más que Hécuba o Andrómaca.
Hay en cambio nombres históricos y muy bellos venidos del mundo griego que no han servido para bautizar niños. Estrombíquides, por ejemplo. O Androclidas o Cefisódoto. Alguno pudo servir para nombrar un aparato de comunicación, como Tisífono; o al amante perfecto, como Pitodoro.
La pareja que esté pensando en un nombre para su hijo, mejor no consulte el santoral, pues ahí hallará los de siempre. En un índice onomástico de la Grecia clásica hay joyas como: Esfodrias, Diopites, Galaxidoro, Sostrátidas, Leucolófides, Caléscro, Lampróteo, Asclepiódoto, Pirróloco y Ranfias.
Yo me llamo David porque era el nombre más popular en el año en que nací. Preferible hubiese sido el azar. Ahora mismo diseñé un generador de nombres griegos aleatorios. Si mi madre lo hubiese utilizado en 1961, yo me llamaría Euticles. Euticles Toscana. Mucho gusto. _
Hay conocimientos que pueden siempre ser teóricos; las herramientas, en cambio, son de aprendizaje y dominio prácticos. Nadie se convierte en maestro ebanista viendo videos ni leyendo libros sino con formones, cepillos y sierras. Los recursos teóricos ayudan mucho, pero son inútiles si no se meten las manos en las cosas: el uso y la práctica, para un aprendiz de carpintero, determina no solo la calidad de la pieza sino el tiempo, el esfuerzo y, sobre todo, el desperdicio: para mi primera silla tuve que hacer siete patas.
Hay todo un universo entre saber y conocer, entre know-how y knowwhat, entre oficio, profesión y ocupaciones, y no se precisa la misma forma de la inteligencia. Pero hay préstamos entre los distintos ámbitos.
Digamos que la filosofía seguía pareciendo una extensión de la religiosidad hasta que a Platón se le ocurrió el recurso teatral de reproducir a Sócrates como tábano preguntón, y dejar como filosofía al modo de inquirir, averiguar, indagar, más que a las sabidurías acumuladas o los saberes transmisibles. Es la pregunta… como oficio y práctica.
Y es que acabo de dar con una herramienta extraordinaria, que apenas me funciona como juguete porque no alcanzo a ver sus límites. Se trata del famoso Chat GPT, que apenas abrió en noviembre de este año.
Le pedí al propio Chat que se presentara, y escribió esto:
“ChatGPT es un modelo de procesamiento de lenguaje natural (NLP) desarrollado por OpenAI que permite a los usuarios comunicarse con una máquina de manera conversacional. El modelo fue entrenado en
un conjunto de datos de más de 8 mil millones de palabras y es capaz de generar respuestas similares a las humanas a una amplia gama de indicaciones.
“Una de las características clave de ChatGPT es su capacidad para comprender el contexto y mantener la coherencia en las conversaciones. El modelo puede realizar un seguimiento de las declaraciones anteriores y usarlas para informar sus respuestas, lo que ayuda a crear una conversación más natural y fluida.
“ChatGPT también puede realizar una variedad de tareas, como
responder preguntas, proporcionar información y generar respuestas a indicaciones. Esto lo convierte en una herramienta útil para una amplia gama de aplicaciones, incluido el servicio al cliente, la traducción de idiomas y más.
“Uno de los desafíos de usar ChatGPT es que aún no es capaz de comprender completamente las sutilezas y los matices de la comunicación humana y, a veces, puede generar respuestas que son inapropiadas o no están relacionadas con la conversación. Sin embargo, a medida que la tecnología NLP continúa avanzando, es probable que estas limitaciones se superen y ChatGPT se convierta en una herramienta aún más poderosa para la comunicación y el intercambio de información.
“ChatGPT es un desarrollo prometedor en el campo de la PNL que tiene el potencial de revolucionar la forma en que interactuamos con
ChatGPT es una herramienta extraordinaria cuyos límites aún no se vislumbran.
las máquinas y que la comunicación con ellas sea más eficiente, efectiva y similar a la humana”.
De pronto, buscar en la web se antoja primitivo. Ir a saltos entre información, publicidad, semejanzas indeseadas, contigüidades inútiles, y click aquí, click allá... Mejor que una sola línea produzca las cribas, elija las pertinencias, jerarquice. Después, uno corrige.
De entrada, el planteamiento lleva a los miedos comunes: la Inteligencia Artificial nos hará idiotas, o se apoderará del control y seremos sus esclavos o nos aniquilará. No es así. Se trata de una herramienta, y muchas veces la inteligencia consiste en el modo en que usamos las herramientas. Incluso podemos considerar al lenguaje como una herramienta. Es mucho más que eso, pero también “hace sentido”, aunque parezca anglicismo a los puristas, porque es mejor que “tener sentido”: el sentido se hace, más que se tiene.
En este caso, el lenguaje requiere de una precisión notable para formular las preguntas, los temas, los campos sobre los que inquirimos. A preguntas vagas, respuestas flojas. Saber preguntar es un arte y una disciplina mucho más compleja que la de aportar datos que respondan a esas preguntas. La interrogación lleva la carga de la inteligencia; la respuesta, la del saber o el conocimiento.
En todo caso, esta herramienta, de las primeras probaditas de Inteligencia Artificial, además de ser un salto cualitativo inmenso, abre una puerta al entusiasmo: es un recurso fantástico para desarrollar el oficio de preguntón. De otro modo: nos hace más inteligentes de lo que somos. _
La interrogación lleva la carga de la inteligencia; la respuesta, la del saber o el conocimiento