LABERINTO
EL ATLAS DE PANDORA IRENE VALLEJO
El callejón de los cuentos
Héctor de Mauleón: asombro por la Ciudad de México
Detectives indecentes
ALONSO CUETOTodo escritor es un detective frustrado que hubiera querido buscar la verdad en el mundo real. Escribir es hurgar tras aquello que se esconde debajo de las apariencias. Por eso, al igual que un detective, un escritor es por definición un ser inquieto y desconfiado. Sin embargo, los escritores sienten que los criminales también son sus colegas. Como cualquier criminal, un escritor siempre está al margen de la ley. La primera historia policial, luego del jardín del Edén, fue EdipoReyy en ella el detective y el criminal son la misma persona.
Leonardo Padura, que ha vivido a la busca de las verdades de la historia de Cuba y de América Latina en novelas tan fascinantes como El hombre queamaba a los perros,Herejes, y en la serie protagonizada por Mario Conde, vuelve a encarnar a su héroe detective en su reciente Personas decentes (Tusquets). El título irónico señala precisamente aquello que define a sus personajes: cuestionar la presunta decencia marcada por una sociedad. Todas las historias policiales de Padura son también novelas sociales. En la búsqueda de los transgresores podemos explorar los lados oscuros de una comunidad.
Personas decentes se desarrolla como dos historias paralelas. En una estamos en La Habana en el año 2016 cuando la ciudad está a la expectativa de aquello que parecía imposible: la visita del presidente Barack Obama, un desfile de modas de Chanel y el concierto de los Rolling Stones. Es en esos momentos de novedades políticas y musicales cuando ocurre el evento más antiguo de todos: un asesinato. La víctima es Reynaldo Quevedo, un antiguo dictador cultural que se cuidaba de que las obras artísticas cubanas se alinearan con la ideología imperante. El cuerpo de Quevedo aparece con semen en el recto, castrado y tres dedos mutilados. Este es un trabajo para Mario Conde. La otra historia de la novela está ambientada en 1910, cuando el cometa Halley va a pasar sobre la isla. Uno de los grandes personajes de la vida cubana aparece retratado magníficamente por Padura. Se trata de Alberto Yarini, el proxeneta más famoso de su historia. Es un “guayabito”, conocido como “el gallo de San Isidro”. Tiene a un gran enemigo, el francés Louis Lotot. En las páginas dedicadas a la vida de Yarini, Padura retrata de un modo ejemplar a algunas prostitutas: elegantes, finas y escandalosamente atractivas. Yarini es un hombre solvente, distinguido, carismático (fue quien logró que se instaurara el día de la madre en Cuba), que ha hecho una fortuna con sus burdeles y es adorado por las mujeres a su servicio. Cuando muere acribillado, estaba a punto de iniciar su carrera como político. Yarini había cometido un solo error. Este será un trabajo para el inspector Saborit.
Al usar el género policial, Padura explora las dependencias del amor, los dictados de la ambición y las humillaciones de la vejez. La exploración de sus detectives nos lleva al destino indecente de los más poderosos. Están condenados a la soledad y la violencia. _
HOMBRE DE CELULOIDEEntre el Blockbuster y el cine de culto
FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA UNIVERSAL PICTURESAveces hay que ir más allá de las apariencias y encontrar el modo en que una obra de aspecto frívolo encarna una importante crítica social. Es el caso de ¡Nop!(disponible en Cinépolis Klic), filme para adolescentes que teje en torno a los clichés hollywoodenses de modo que, si a uno Hollywood lo deja helado, esta película se le desplomará con tanto ruido como el monstruo que, claro, el héroe consigue destruir. Pero pensemos con Jordan Peele, autor de ¡Nop!, el modo en que la crítica social estadunidense ha cambiado en los últimos treinta años. Para ello hay que contrastar ¡Nop!con la joya del cine militante de ese país: DoTheRight Thing, dirigida, en 1989, por Spike Lee. Cuando Jordan Peele saltó a la fama con ¡Huye! (disponible en Prime) muchos supimos que Lee había encontrado a su sucesor, a un artista joven que ha conseguido llevar al cine que lucha por la igualdad racial en Estados Unidos a la siguiente generación. Quitémonos, pues, los prejuicios, tal y como hace Peele, y démonos cuenta de que hoy la denuncia no puede hacerse desde el sitio en que la dejó Spike Lee. Un par de cosas han cambiado. Y aunque la tensión racial está siempre a punto de explotar en Estados Unidos, también es cierto que la cultura
afroamericana se ha impuesto por méritos propios. Por eso, la ironía de ¡Nop! tiene que ser más sutil. Tanto que, digámoslo de una vez, el enemigo no puede estar ya representado por un grupo de rubios empoderados que humillan y esclavizan a todas las otras etnias, como sucede en Do The Right Thing, sino el capitalismo salvaje que queda simbolizado en esta película de Peele por un hombre que, para tener éxito en los negocios, se pone a alimentar a un monstruo extraterrestre en su patio trasero. El discurso, pues, se ha transformado así: en 1989 Spike Lee consiguió una denuncia muy concreta: un barrio negro se levantaba en armas de modo abrupto contra una pizzería dirigida por una familia de italianos racistas no porque tuviera muy clara la importancia de la dignidad sino más bien porque estaba harto de ser tratado como basura. En ¡Huye! la historia va de un hombre negro cuya novia rubia lo invita a conocer a su familia. Las divertidas truculencias comienzan
cuando el hombre se da cuenta de que ha sido escogido por un grupo de viejos que se apoderan de cuerpos jóvenes y negros para vivir eternamente. Peele denunciaba así el racismo que se enmascara detrás de una aparente admiración. Como quien nos dice en Estados Unidos: ¡Ay, los mexicanos, tan trabajadores los pobrecitos!
Finalmente, en ¡Nop! la denuncia va contra el sistema en su conjunto. Por ello resulta ejemplar la escena en que un simio enloquece en un set televisivo. Lo que parece decir Peele con esta secuencia (la más loca de toda la película) es que el sistema de entretenimiento hollywoodense, en sí mismo, está corrompiendo el alma de quienes trabajan para él. El alma de un simio y el de los caballos del protagonista, pero también el del ser humano que, por fama, es capaz de cualquier cosa. Así pues, el mal no es ya el racismo sino aquello que posibilita que un hombre, sea de la etnia que sea, pueda apropiarse de lo que pertenece a otro. ¡Nop! es una película compleja. Tanto que uno lamenta que pueda verse tan frívolamente; sin caer en cuenta de que, como ciertas películas de zombis, lo que hay detrás es cine para adolescentes listos. Esos que, en el futuro, podrán llevar la denuncia en el cine hasta su siguiente nivel. _
Hoy la denuncia no puede hacerse desde el sitio en que la dejó Spike Lee¡Nop! Dirección: Jordan Peele. Estados Unidos, 2022.
Leonardo Padura vuelve a encarnar a su héroe detective en su reciente Personas decentes
POESÍA
Puerta abierta
RICARDO SOLÍS
Hayunmundoalotroladodelapuerta. Derek Walcott
Justo ahora, el mundo es una mala fotografía. Un perro aparece y desaparece.
Una bicicleta lleva un hombre a no sé dónde. La ciudad, allá lejos, descansa bajo el sol su geometría. El cielo es apenas un pedazo de sí mismo. La mitad de un árbol se mece al viento.
Un gato tras el umbral, recostado, es un dios.
Poema tomado de la antología Decir como palpar (Mambo Rock, 2022). Ricardo Solís nació en Navojoa, Sonora, en 1970. Entre otros reconocimientos, obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde y en 2007 el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta.
El artista en la cocina
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGasconEste año se cumplen cinco décadas desde que André Parinaud publicó en París Comment On Devient Dalí (Dalí. Confesiones inconfesablesen la edición española), una amplia conversación en la que el artista catalán profundizó sobre las ideas y evocaciones que, años antes, había narrado en Diariodeungenio(1964).
Confesiones inconfesables (libro que Ian Gibson comenta con cierto escepticismo en su inmensa biografía La vida desaforada de Salvador Dalí, debido a que, según él, adolece de una falta de rigor metodológico), contiene la máxima que Dalí anotó para esclarecer las urdimbres de su pasión escatológica: “la repugnancia es el centinela apostado a las puertas de las cosas que más se desean”, quizá porque el frenesí que le inspiraban las miasmas, las viscosidades, los detritos y las oquedades más tenebrosas de los cuerpos, era como una recreación especular de su universo transido por relojes derretidos.
A manera de prontuario daliniano para sobrevivir en el mundo real, Parinaud ordenó cada capítulo como un recetario de lecciones ejemplares, donde Ávida Dollars (anagrama con que André Breton se refería a Dalí, por su incontrolable voracidad por los billetes verdes) discurrió sobre su personalidad lúdica, cínica y perversa, partiendo del adverbio interrogativo cómo: cómo vivir con la muerte, cómo deshacernos de nuestro padre, cómo conquistar París, cómo hacer el amor con Gala, ser superesnob, rogar a Dios sin creer en él, etcétera.
De todos los apartados, “Cómo ser erótico y permanecer casto” resulta el más revelador y divertido, por ser un recuento delirante de sus peripecias en las marismas de la sensualidad, la morbidez, la inhibición, la megalomanía y la repulsión, elementos que moldearon las fantasías del pintor en ciernes.
Dalí revela, con lujo de detalles, la lúbrica inquietud que le provocaban las cocineras de su casa, hembras robustas, sudorosas, que mezclaban sus hedores con los aromas vaporosos de las cacerolas y sartenes, en una especie de collage donde la imagen perdurable eran las axilas pilosas y los rostros empapados de esas féminas bañadas en el jugo de sus carnes, oscuras siluetas del deseo que ocuparían, tiempo después, un sitio privilegiado en la remembranza paranoio–crítica, una técnica que Dalí inventó para explicar su laberinto cognitivo y emocional.
La teoría paranoio–crítica no era otra cosa que la fusión de las tesis lacanianas sobre la paranoia y la personalidad, la inteligencia crítica y la irracionalidad, con que Dalí intentaba esclarecer (más para sí que para otro) a la condición humana y a la condición creadora, ya que su ego funcionaba a partir de estos supuestos: “Introducir un fermento de conciencia en un río de deseos es crear erotismo; en un impulso paranoico, es provocar el genio; en una psicosis, es curarla transmutando la luz en láser”.
Pero eso es otra historia, ya que lo sustancial de “Cómo ser erótico y permanecer casto” es el relato de las primeras incursiones plásticas del amo de Cadaqués (en la infancia, Dalí pintaba a Helena de Troya y modelaba a la Venus de Milo con cualquier tipo de material); la crónica sobre la génesis de dos creaturas imaginarias que se alojaban en su propio cuerpo (Galuchka y Dulita, hembras que ornamentaban su tendencia bisexual y soslayaban su tremebunda soledad); la recreación de un curioso juego de escapismo con una túnica vieja y una corona de latón, el disfraz con el que merodeaba el templo de las estufas para contemplar, furtivamente, los pechos, las nalgas y las piernas de las cocineras, quizá porque el holograma de una mujer sudorosa en la cocina podía ser un holograma de insospechadas combinaciones amatorias; una imagen que nunca se extinguiría de sus recuerdos porque era como un cuadro que conjugaba a la belleza y sus humores con el antojo y la avidez. Esa codicia que, curiosamente, fue el peor de sus defectos. _
En los tomos III y IV de La ciudad oculta, Héctor de Mauleón elabora un retrato memorioso
en que concurren a una vez el terror y la fascinación
“La pérdida es el destino de la Ciudad de México”
GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA JESÚS QUINTANAResde hace tiempo, Héctor de Mauleón comparte su labor periodística con la exploración del pasado de la Ciudad de México. En 2018, rumbo a los 500 años de la caída de Tenochtitlan y la fundación de la Ciudad de México, publicó La ciudad oculta, dos volúmenes en los que rescata, a través de la crónica, una extensa variedad de historias guardadas durante cinco siglos. Hacia finales de 2022 comenzaron a circular la reedición de su novela El secreto de la noche triste y los tomos III y IV de La ciudad oculta, escritos durante la pandemia y publicados por Planeta. “El confinamiento me ayudó a escribir”, comenta Héctor de Mauleón, sobre estos dos últimos trabajos, durante una conversación en línea desde la biblioteca de su casa, “porque andaba metido en la vorágine del periodismo, haciendo investigaciones de violencia, de narcotráfico, y había dejado de lado los libros, cosas que había hallado en la hemeroteca o guías de la ciudad que me hubiera gustado explorar. Con la pandemia, por primera vez en una década me quedé en casa. Empecé a rescatar los libros que se habían quedado en el librero, me metí a la hemeroteca digital, donde puedes ver periódicos de principios del siglo XIX hasta 1914, revisé libros, revisé mis apuntes. Me di cuenta de que la ciudad me seguía contando cosas”.
Parte de mi quehacer es la crónica de la violencia y de las obras negras de México, pero siempre ha ido de la mano de ese otro lado. Tengo una crónica negra y luego entro en una zona luminosa, fascinante. Empiezo a rasguñar el pasado, que también fue negro pero ya se ve con otros ojos, y la forma en que puedes acercarte a él para investigarlo es absolutamente placentera.
Además de la investigación, en estos relatos hay una mirada personal y un ejercicio de memoria.
Desde los otros libros había una mirada personal de la ciudad, la intención de contarla no desde la perspectiva de Artemio de Valle Arizpe sino de cómo la ve alguien que vive, ha crecido en ella y tiene lugares entrañables en la memoria, lugares que ya desaparecieron. Mi incursión en la ciudad comenzó con mi abuelo. Me sacaba al Centro o a visitar determinados lugares, siempre bañado por la nostalgia porque en sus relatos hablaba de lugares que ya no estaban. Caminar por el Centro, por la parte vieja de la ciudad, era un doble viaje: el que hacíamos caminando y el que ya solo existía en su memoria. Me inculcó un tinte de nostalgia que se ha acentuado porque la ciudad que conocí ya no es, ya murió, se fue en muchos sentidos. Desde el sismo de 1985 se metió en una carrera demencial hacia poblar cerros, cañadas, lo que todavía quedaba de los lagos, para volverlo todo cemento. También para devorarse a sí misma porque pasas a veces por un lugar que era un referente a lo largo de toda tu vida y ya no está.
Un cronista en la Nueva España decía: “aquel mudar de edificios”,
aquel tirar y levantar. Por el hundimiento de la ciudad, construida sobre un lago seco, sobre el fango, tenían que tirar los edificios cada treinta o cuarenta años. Ese perder constante de cosas quise también que estuviera en el libro y hacerlo desde una mirada propia.
Al parecer, quienes vivimos aquí estamos atados a ese destino, a la pérdida.
Lo terrible es que esta ciudad no debió existir porque su destino es la destrucción, la desaparición, la desintegración. Fue una necedad de Cortés. Todos le dijeron que no convenía hacerla ahí. Después de la inundación de 1629 el virrey dijo: “Váyanse a Coyoacán, a Tacuba, a Toluca”, pero no le hicieron caso. Hemos estado pagando las consecuencias a lo largo de los siglos: inundaciones cíclicas, terremotos devastadores. Ante esa destrucción, lo que la ciudad nos está diciendo es: “Yo no tendría por qué estar aquí”.
Además, en los últimos tiempos, tres terremotos en una misma fecha, 19 de septiembre. Eso ya te deja un poco inquieto. ¿Qué misterios guarda esta ciudad en el subsuelo?
Es una ciudad que todo el tiempo te da sorpresas. Todo el tiempo está irrumpiendo en el presente, trayendo sus mensajes, otras insignias que no son las de la cruz que trajeron los españoles. Me sorprende porque me tocó ver en la adolescencia cómo levantaban una alcantarilla y aparecía la Coatlicue. Luego el Templo Mayor y, unos años después, mientras cons-
truían las oficinas de lo que hoy es el SAT, frente a la Alameda, apareció el Tejo de oro, una prueba de lo que Bernal Díaz del Castillo contaba sobre la Noche Triste, sobre cómo habían fundido el oro y se lo habían repartido. Es una ciudad mágica en el sentido de que tiene cosas escondidas, una ciudad que está llena de la carga de su pasado y esa carga la vuelve, para mí, absolutamente fantasmal, fantástica, misteriosa. Es como un libro de piedra donde cada generación va poniendo un capítulo, y andar cazando esas historias, esos secretos, se me ha vuelto una de las grandes, si no la mayor, fascinación de mi vida. Mi primer libro de crónicas de la ciudad es de 1999. Ya llovió algo.
Es una ciudad de claroscuros, fascinante y, al mismo tiempo, aterradora.
El terror y la fascinación están en el principio y se ha repetido todo el tiempo. La Conquista es el momento más onírico de la historia de México porque los mexicas y los españoles se guiaron por augurios. Creo que ahí empieza el realismo mágico porque cuando los conquistadores bajan de los barcos lo primero que les cuentan son historias de fantasmas, de cosas que se aparecen. Sahagún dedica uno de sus libros a las
cosas cían a noches, a orinar daban Son verdaderos tos de impresionante mo hoy, plo, en tales, blando del uniforme una enfermera quien los enfermos. Es la yenda de la México. ra es na, que prehispánico. sas le la ciudad. dio en peluda”, contaba esos relatos los frailes ciudad Estos lugares, que van generaciones seos la mano se ha Nuestra tante. cosas, ron. Las tán paradas conexión dad, ya años, ces, juega Mediante devuelve
“Mediante el gozo y la nostalgia, la crónica te devuelve datos y hechos desconocidos”
D¿Qué han representado estas crónicas, otro registro en tu labor periodística?
Héctor en el fascinación destino México”
cosas que se les aparea los mexicas en las noches, cuando salían orinar o cuando andaban en los caminos.
verdaderos relade fantasmas y es impresionante cóhoy, por ejemen los hospitales, se sigue hablando del crujir uniforme de enfermera a quien solo ven enfermos.
última leyenda fantasmal la Ciudad de México. La primela de la Lloroque tiene un origen prehispánico. Todas esas cole dan una carga maravillosa a ciudad. Hubo un programa de raen la década de 1990, “La mano peluda”, al que la gente llamaba y contaba historias. Quiere decir que relatos que oyeron Sahagún y frailes siguen vivos en la misma ciudad que ya es otra.
Estos libros dejan un registro de lugares, personajes e historias van a sorprender a las nuevas generaciones porque aquellos papor el centro de la ciudad de mano de los padres o los abuelos perdido.
Nuestra generación ya perdió bastante. No preguntamos muchas cosas, no nos interesaron y se fueLas nuevas generaciones esparadas en una especie de desconexión entre la memoria y la ciuya no hay relación desde hace años, décadas. La crónica, entonjuega un papel fundamental. Mediante el gozo y la nostalgia, te devuelve datos desconocidos o in-
El periodista y narrador, autor de La perfecta espiral y El secreto de la Noche Triste, entre otros libros.
esperados, la conexión con una calle, un edificio, una zona; con personajes que ya no están pero por lo menos pueden seguir viviendo en un libro. Pedro Infante o Tin Tan, por ejemplo, ya no les dicen nada a los jóvenes, son cosas de otro mundo. La maravilla de esta ciudad es que varios cronistas se han dedicado a contarla, desde Francisco Cervantes de Salazar, en 1554, hasta Carlos Monsiváis. Cada década de la ciudad está registrada en libros. Se ha perdido mucho, pero hay una estirpe, una familia de hombres de letras que se han dedicado a la ciudad. En esas crónicas encuentras maravillas a través de los siglos. Amado Nervo y Maradona; la memoria del Teatro Blanquita y el desfile de los ovnis en 1965; la muerte de María Félix y los asesinatos de Goyo Cárdenas; la epidemia de viruela de 1920-21 y la de covid en 2020. Los capítulos de estos volúmenes, reunidos en seis ejes temáticos, no guardan un orden sucesivo, más bien proponen un recorrido por la ciudad y lo que vamos encontrando al paso. En el Centro no hay una sucesión cronológica. Empiezas por la Torre Latinoamericana y lo siguiente es la Casa de los Azulejos. La idea es que se pudiera reproducir ese abigarramiento de épocas. La ciudad te da esa posibilidad: una amplitud de caminos. Todas las ofertas de lo que ha tenido a lo largo del tiempo te aparecen de pronto. La primera vez que la gente salió a celebrar un triunfo de la selección en el Ángel de la Independencia me pareció maravillosa, o encontrar en un viejo periódico la primera salida de la selección mexicana a un Mundial, en 1930. Está la historia de la primera máscara de un luchador, un tesoro guardado en el aparador de una tienda de deportes en Avenida Río de la Loza. Ahí se abre una historia maravillosa de la ciudad desconocida, olvidada: cómo en los años treinta apareció un luchador gringo que no quería que supieran quién era. Fue con un zapatero que hacía zapatos de beisbol y de box y le encargó una máscara de cuero para que no le vieran la cara. Subió al ring y la gente enloqueció. Había firma-
do contrato con el nombre de “La maravilla enmascarada”. A la fecha seguimos diciendo “se cree la maravilla enmascarada” sin tener idea de cuál es el origen de esta locura. La ciudad está llena de cosas de todas las épocas que la han atravesado; basta con hacerle las preguntas correctas. Es como una esfinge a la que hay que interrogar y te contesta.
¿Cómo ha jugado el azar en estos recorridos?
Hay gente que me ve pasar, abre la puerta y dice: “Aquí abajo de la escalera está el túnel que llevaba al Palacio de la Inquisición”. Entonces empiezas a ver esa ciudad fantástica. La leyenda de los túneles sigue viva en el Centro y viene de tiempos de la Inquisición. Decían que conectaban a Santo Domingo con las casas de los inquisidores, con Palacio Nacional, con Catedral. La gente dice haber estado en esos túneles. A mí me sorprende que alguien tan serio como Luis González Obregón afirme que de muchacho encontró uno de esos túneles, se asomó, bajó con su padre y vio un corredor largo donde ya todo estaba lleno de fango y medio hundido. La ciudad te abre la puerta para que te metas a hablar con ella. Recorriendo una exposición en el Museo de Bellas Artes me encontré con la foto de la primera señorita México, quien mató a su marido a tiros en 1929. Eso provocó que me pasara la semana siguiente buscando noticias en los periódicos. Es una historia de película porque hubo un juicio que duró seis meses y se transmitió por radio. Había tal interés que pusieron altavoces en Avenida Juárez, San Juan de Letrán y Balderas para que la gente pudiera oírlo. El juicio final duró doce horas y ella fue absuelta porque había actuado en defensa de su honor pues el marido era bígamo. Hay miles de historias así y todo forma parte del mural de lo sucedido en la Ciudad de México desde hace 500 años.
Una ciudad que seduce, lo mismo a chilangos que a extranjeros. Tiene un poder de atracción muy fuerte. Desde el relato de Bernal Díaz del Castillo sobre cómo los españoles vieron Tenochtitlan a lo lejos, y no sabían si estaban soñando, si se trataba de un encantamiento o de algo real. Esa misma fascinación se repite en las crónicas de Madame Calderón de la Barca tres siglos y medio después o en los relatos de Humboldt. Y sí, algo tiene la ciudad que en una mañana limpia, con los volcanes y el cielo azul, vuelves a reconciliarte con ella. Además, fue una ciudad bellísima. Esa ciudad de casonas de tezontle era única en el mundo; tenía una cosa que enamoraba. Lo que queda ahora no son ni veinte viejos palacios y nos siguen despertando un inmenso orgullo. Haber visto una ciudad así debió ser alucinante.
U
EL ATLAS DE PANDORAEl callejón de los cuentos
XIX, Saturnino
Calleja y Segundo de Chomón cambiaron la manera de acercarse a la ficción
IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN
n buen día le contaste a tu hijo el primer cuento antes de dormir. Desde entonces, noche tras noche, exploráis juntos un atlas interminable de aventuras y fantasías. En vuestro ritual nocturno, con sus ceremonias y su liturgia repetida, querrías llevarle a recorrer los pasajes más íntimos de tus propios paisajes, tus autores amados, tus queridos mitos. Pero el niño reclama una y otra vez sus historias preferidas, vigilando que no cambies ni una sola palabra: su libertad está aprendiendo a hablar.Durante siglos, la niñez fue una edad sin voz, un tiempo de silencio. La palabra latina infantia significaba “sin habla”. Había poco interés por el mundo interior de los niños, a los que consideraban seres incompletos, bocetos del futuro. Con frecuencia, los artistas los representaban como hombres y mujeres en miniatura. Los investigadores afirman que esa indiferencia se debía a la altísima tasa de mortalidad infantil: era una estrategia para evitar el apego. Esa mentalidad cambió con los avances de la higiene, la medicina y la pedagogía ilustrada. Los pintores Chardin y Goya empezaron a reflejar los juegos y las miradas infantiles sin gestos encorsetados. Dickens denunció en sus novelas la crueldad contra los más pequeños, y Freud subrayó la trascendencia de esos primeros años en nuestra personalidad. Tras un largo movimiento pendular, hoy está bien visto afirmar que mantienes vivo al niño que llevas dentro. En una vieja caja metálica guardas la única posesión que conservas de tus bisabuelos. A través de los desgarros de la guerra y los años de privaciones, tu abuela protegió como un tesoro la colección de cuentos de la editorial Calleja. Desde esos libritos en miniatura, del tamaño de tu meñique, te hablan zorros con gafas, hijas de molineros y habitantes de Jauja. Cada historia incluía ilustraciones y la biografía de un personaje célebre. Sus páginas popularizaron aquel “fueron felices y comieron perdices”, un desenlace glotón que
Durante siglos, los niños eran vistos como seres incompletos, bocetos del futuroAllí había nacido un joven delineante que, en 1899, tuvo la estrafalaria idea de emigrar a París y enrolarse en la enloquecida tripulación del gran invento de la época: el cinematógrafo. Segundo de Chomón, que aunaba el espíritu del ingeniero con la fascinación de un mago, se convirtió en el maestro internacional de los efectos especiales, contratado en su época por los mejores cineastas europeos. Deslumbrado por los cuentos de Calleja, Chomón los adaptó a películas protagonizadas por demonios y duendes saltimbanquis, donde los objetos se movían solos o donde Gulliver descubría boquiabierto gigantes y liliputienses. A partir de esas narraciones tradicionales creó prodigiosas fantasmagorías, cimentó un trabajo pionero en la animación y nos legó ilusiones inolvidables. En aquellos primeros tiempos, el cine era mudo —como debían serlo
también los niños—, y, tal vez por eso, muchas voces lo despreciaron por considerarlo un espectáculo pueril e insustancial. Intelectuales como Unamuno y Antonio Machado criticaron aquellas primeras películas sin ser capaces de ver en ellas, como Chomón, la llamada al asombro, la magia y la maravilla que late desde siempre en los relatos susurrados alrededor de la hoguera. Saturnino y Segundo confiaron en el poder de la imaginación: sus innovaciones cambiaron el paisaje de nuestras ficciones. Contar cuentos cada noche sigue siendo hoy un rito mágico y crucial: en la vigilia del sueño, los niños descubren las palabras, la infancia sale del silencio. _
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.
nuestra edición digital:En el siglo
todavía sobrevive. A finales del siglo XIX, en un país que pasaba hambre y donde aún pocos niños sabían leer, Saturnino Calleja quiso llegar a todos los bolsillos y a todas las escuelas. Lanzó larguísimas tiradas abaratando los precios para divulgar la lectura y regaló ejemplares a los colegios más pobres. Reclutó a los mejores ilustradores y a escritores como Zenobia Camprubí o Juan Ramón Jiménez. En esas minucias, que caben en la palma de tu mano, latía una revolución: la letra entraría, no con sangre, sino con sueños. Quizá, por eso, la fábrica de sueños se interesó pronto por los cuentos. Uno de los más asombrosos encontró su “érase una vez” en Teruel.
NARRATIVA, ENSAYO
El canon ignorado
Eva, Alfa y Omega
Los demonios 1
Tiziana Plebani
Ampersand Argentina, 2022 480 páginas
La escritura asociada al género femenino es el hilo conductor de esta fascinante exploración que inicia en el siglo XIII y concluye a fines del siglo XX. El centro es Europa y se desplaza en dos direcciones: por territorios sin ánimo estético, caracterizados por la necesidad, y por expresiones de la más alta calidad literaria.
Luciérnagas
Aurora Venturini
Tusquets México, 2022 257 páginas
Por su filiación peronista, Venturini tuvo que esperar varias décadas para que su figura fuera justamente apreciada. En la primera de las dos obras que recoge este volumen (la segunda es Pogromdelcabecitanegra), elabora un retrato de Eva Perón construido a partir de la amistad, la admiración y cierta mirada impresionista.
El poder de las palabras
Tryno Maldonado Edición de autor México, 2022 470 páginas
Una cuadrilla de mineros, las malas prácticas de una compañía extranjera y el testimonio de un paramédico son los ingredientes de esta novela. La atmósfera asfixiante, a la que se suman los cuerpos muertos o heridos por omisión o infortunio, sirve de escenario y, sobre todo, tiene la consistencia de un personaje.
El cuenco vacío
Seix Barral México, 2022 302 páginas
La lucha social y la lucha feminista son los ejes sobre los cuales gira este libro que intenta hallar razones a la sinrazón que significa el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua: una tiranía más cruel que la de la familia Somoza. De esta manera, vamos de los símbolos sandinistas al erotismo, de la farsa política al “machismo narrativo”.
Mariano Sigman
Debate Debate, 2022 352 páginas
El subtítulo, Cómo cambiar tu cerebro(ytuvida)conversando, muestra el objetivo de este ensayo. Un episodio ilustra el poder reflexivo de la conversación: el presidente John F. Kennedy tomó una mala decisión cuando estaba en un enorme grupo de trabajo y una correcta cuando escuchó a grupos pequeños.
Sergio Stern
Gedisa España, 2022 642 páginas
Este libro trata del budismo desde la práctica psicoanalítica. El material proviene de las pláticas que Stern ha dado en el centro de estudio y meditación al que pertenece. En su opinión, la época de descontento en la que vivimos puede dejar de ser una fuerza destructiva y convertirse en un “impulso sagrado de emancipación”.
El placer de leer
Lo que ya sabemos
ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.comDespués de incursionar en el cuento, la poesía y el ensayo, de sus trabajos como editora y antologadora, Gabriela Jauregui ha publicado su primera novela: Feral(Sexto Piso). Para no defraudar a los tiempos iracundos que corren, y sobrevuelan por igual la política y las expresiones artísticas, ha ideado la historia de un feminicidio que es a su vez una defensa del testimonio como arma de lucha.
Una suerte de coro, de voz comunitaria venida del subsuelo, refiere los altibajos amorosos, familiares y vocacionales de cuatro amigas que comparten un departamento en el centro de la Ciudad de México… hasta que una de ellas, Eugenia, muere asesinada durante los trabajos de excavación en una zona oculta de Teotihuacán. Quién más sino un hombre, advierte el coro. Ya tenemos la indignación. Luego viene el sentimiento de pérdida y los rituales autodestructivos que las tres sobrevivientes practican con celo profano.
Feral se despeña una vez que inicia el diario peregrinaje a la Fiscalía en busca de respuestas. La caída es ruidosa porque Gabriela Jauregui no puede hacer otra cosa que propaganda. Pocas definiciones más irritantes que la novela como asalariada del lugar común. Los policías ministeriales acarician con la mirada las piernas de las madres de todas las desaparecidas, violadas, ultrajadas… y, por supuesto, han sido corrompidos por los grandes intereses económicos. Quienes deben procurar justicia son cómplices de la injusticia. Las mujeres tatuadas con la pérdida tejen chambritas o bufandas o lo que sea; no importa, tejen. ¿De modo que se trata únicamente del aplauso del respetable? La novela que en verdad golpea y estremece, la que debería importarnos, pertenece al reino inconforme donde 2 x 2 nunca es igual a 4.
La irritación alcanza su nivel superior cuando damos con frases que parecerían rendir homenaje a los merolicos de la locución: “a Saratoga le preocupaba el tema de cerrar la puerta”; “Tal vez el tema del picaporte se había difuminado” (los subrayados son míos y expresan la obligación de encontrar en la realidad del lenguaje una libertad radical, una cualidad inesperada, no una jerga deforme).
Feral puede convencer a los seguidores de la “experiencia directa”. Que así sea. Hay quienes buscan en otra parte. _
http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto
HUSOS Y COSTUMBRES
Humanos
ANA GARCÍA BERGUAEl año pasado pude ver en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) una exposición muy amplia y prodigiosa sobre el cerebro, que abarcaba muchísimos aspectos de ese órgano misterioso que a fin de cuentas rige nuestra vida. Formaba parte de la exposición un Robothespian, un robot que canta y actúa emociones. Desgraciadamente estaba fuera de servicio (máquina al fin), pero me hubiera gustado poder hablar con él o verlo recitar Hamlet, como leí que hacía. Igual sentí un poco de vértigo al encontrarme frente a la creatura de grandes y expresivos ojos azules, uno de los cuales, creo, ya estuvo también en México. Es inevitable la fantasía de ver en el robot a otroque piensa y siente de manera autónoma. Desde la obra R.U.R de Karel Capek, el escritor checo que junto con su hermano acuñó la palabra “robot” hace casi un siglo, hasta la
CAFÉ MADRIDserie sueca RealHumansde 2014, pasando por tantas obras de ciencia ficción de distinta índole como Metrópolisde Fritz Lang, los robots siempre despiertan el miedo a que se rebelen y actúen por sí mismos, como esas computadoras que empezaron a crear un lenguaje propio con el que se comunicaban y hubo que desconectarlas, no fuera a ser. Ser imprevisibles y reaccionar de maneras complejas es, a fin de cuentas, una característica humana, por decir así, nuestra prerrogativa y nuestra libertad; por ello, los robots no podrían ser tan humanos o considerarse a la misma altura porque adquirirían derechos sobre nosotros, no de balde robotaen checo significa esclavo. “Un hombre es algo que se siente feliz, toca el piano, disfruta de dar un paseo y, de hecho, quiere hacer muchas cosas realmente innecesarias”, afirma un personaje de Capek. Aun así, Real Humans propone la equivalencia entre la esclavitud de
El gigante de titanio que transformó una ciudad
Hace tres décadas, cuando Mamá Unión Europea seguía imponiendo y financiando la modernización de España, a Bilbao (País Vasco) le seguía costando dejar atrás su imagen de ciudad industrial, gris, sucia y aburrida. El hollín de la siderurgia y el terrorismo etarra, además, parecían determinar el carácter cotidiano de los bilbaínos y, a ambos lados de la ría del Nervión, la vida se estancaba. El impulso que necesitaba esta villa portuaria llegó desde Nueva York, de la mano de la Fundación Guggenheim, que eligió abrir aquí uno de sus museos.
Fue Frank Gehry, cabeza de una de las empresas de arquitectura más influyentes del mundo y Premio Pritzker, quien se encargó de diseñar el nuevo centro de arte. Él y su numeroso equipo tardaron un lustro en levantar un gigante de titanio que finalmente se inauguró en el otoño de 1997, hace 25 años, y se convirtió en un gran revulsivo de la vida cultural, económica, social y artística de Bilbao. Comenzaron a llegar turistas de todas partes del mundo, la zona se llenó de nuevos edificios, el casco viejo de la ciudad se revitalizó (con un toque gourmet) y sus habitantes se especializaron en ser grandes anfitriones.
Uno llega a la explanada de este recinto, que a lo lejos parece un enorme barco plateado, y lo recibe un perro floral grandulón. Se llama Puppy, es un cachorro escocés, tiene una altura de más de doce metros, su estructura de acero está cubierta con
unas 38 mil plantas naturales que cuentan con un sistema interno de irrigación y son cambiadas dos veces al año, y es la mascota oficial del Guggenheim. Unos pasos más allá, está el atrio que hay que atravesar para comenzar a adentrarse en la colección permanente del museo, que incluye obras de los artistas más importantes del último medio siglo
y se complementa con parte de los fondos de la Fundación Guggenheim.
Algunas salas están dedicadas a montajes monográficos y otras albergan obras realizadas expresamente para este lugar, donde el arte contemporáneo vasco y español también está representado. Además hay espacios para conciertos, conferencias, proyecciones y talleres. Pero aquí destaca la producción de personajes como Eduardo Chillida, Willem de Kooning, Robert Motherwell, Robert Rauschenberg, James Rosenquist, Clyfford Still, Antoni Tàpies y Andy Warhol. Y entre las obras que, en general, el público considera más atractivas se encuentran
esos robots perfectos que realizan todo tipo de tareas subordinadas y el racismo contra los inmigrantes. No sé por que, me cuesta pensar en robots y no relacionarlos con los animales, esos otros también extraños para nosotros; por más que los estudiamos, hay algo de su interior que sigue siendo sombra, por eso nos fascinamos tanto con la comunicación entre un hombre y un pulpo. Aunque ellos sí son imprevisibles y muy complejos: su belleza, sus distintas formas, desde la peligrosa bestia que encarna pesadillas hasta el tierno insecto colorido que cumple sus labores. Seguro fueron el primer juguete y el primer prodigio. Será que pienso en Corazón de perro de Bulgákov, escrita también en la década de los veinte, luego de que la Gran Guerra detona una gran pregunta sobre lo que significa ser humanos o no serlo. A estas alturas, cien años y muchas guerras después, quizá seguimos sin saberlo del todo _
La materia del tiempo, de Richard Serra, Instalación para Bilbao, de Jenny Holzer, Fuente de fuego, de Yves Klein, Mamá, de Louise Bourgeois, Tulipanes, de Jeff Koons, Arcos rojos, de Daniel Buren, o Escultura de niebla de Fujiko Nakaya.
Desde hace cinco años, además, este museo cuenta con una sala llamado Zero en la que, a través de una proyección inmersiva, el visitante experimenta un acercamiento sensorial a la historia del lugar y a los detalles del edificio diseñado por Gehry. Mediante el uso de la geometría y de la proyección sobre una gran pantalla curva, en una sala recubierta por espejos, uno se ve envuelto en un entorno caleidoscópico, mientras una visión de 300 grados multiplica catorce veces el espacio real de la galería. Es fascinante, pero… tal vez sería mejor ubicar esta experiencia al final del recorrido, porque abrumar y marear al principio quita parte de la energía necesaria para dedicarse a mirar toda la oferta artística que ofrecen las diecinueve galerías del recinto.
Para celebrar su 25 aniversario, se ha implementado un gran tríptico expositivo, compuesto por tres aproximaciones temáticas que dialogan entre ellas, permitiendo redescubrir las obras que han definido históricamente tanto el interior como el exterior del museo. Así, cada planta del edificio ofrece una presentación de la colección. Secciones/Intersecciones. La vida material, Desplegando narrativas y Marcando la historia constituyen los ejes temáticos que permiten tener por primera vez una visión panorámica del acervo que se ha ido adquiriendo desde su fundación hasta nuestros días.
Desde su inauguración, cada año el Museo Guggenheim recibe un promedio de un millón de personas. El otro día, sin embargo, me di cuenta de que hay quien prefiere no entrar y solo llega, se toma una foto en el atrio, le da la vuelta por fuera a sus 24 mil metros cuadrados y se conforma con admirar sus formas curvilíneas y retorcidas, recubiertas de piedra caliza, cortinas de cristal y planchas de titanio. _
La colección permanente incluye obras de los artistas más importantes del último medio siglo