Laberinto No.1027 (18/02/2023)

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Las familias perfectas y otras criaturas mitológicas

Entrevista con Carlos Saura, último genio del cine español

Suplemento cultural de MILENIO LABERINTO
Luis Martínez/ El Mundo/ FOTOGRAFÍA: LIONEL BONAVENTURE/ AFP SÁBADO 18 DE FEBRERO DE 2023 AÑO 19 - NÚMERO 1027 HOMBRE DE CELULOIDE FERNANDO ZAMORA La infancia recobrada de Linklater Foto: Netflix EL ATLAS DE PANDORA IRENE VALLEJO Ilustración: Román

Palabras finales

¿Cómo empezar una novela? Durante siglos se consideraba que el inicio de una novela debía presentar un espacio y un tiempo, del tipo “Érase una vez, en un país lejano…”, algo que la novela hizo hasta el siglo XIX. El inicio de Papá Goriot es uno de los ejemplos más notables: en las primeras páginas sabemos que estamos en Paris, en 1819, entre el Barrio Latino y el de Saint-Marceau, en una calle con una pendiente tan brusca que “rara vez suben o bajan por ella los caballos”. Es allí donde está la pensión Vauquer, por donde pasea un sórdido gato, y la también sórdida señora que lleva su nombre. Con Balzac ya sabemos dónde estamos antes de que la acción empiece.

No ocurre lo mismo con la novela del siglo XX que va de frente a la acción desde que en 1915 Gregorio Samsa, “después de una noche de sueños intranquilos”, despierta convertido en lo que todos sabemos. La novela moderna va directo a la acción y con frecuencia usa lo que puede llamarse la “apertura inmediata”.

Empezar una novela o un relato puede ser más fácil que terminarlo. No hay tantas fórmulas sobre lo que debe ser un buen final. Para acabar de contar su historia, la novela decimonónica con frecuencia daba cuenta del destino de todos los personajes involucrados. En el final de muchas de estas novelas el círculo de la historia se cerraba: unos se mueren, otros se casan, otros se casan y se mueren, y en Madame Bovary el miserable Homais “acaba de recibir la Cruz de Honor”. En el siglo XX eso es infrecuente. Hay en cambio algunos finales reflexivos que proclaman una maldición como el de Cien años de soledad y otros sobre el pobre futuro de un personaje como el de Ambrosio en Conversación en La Catedral. Me fascina el final de Los papeles de Aspern, cuando el protagonista se queda en su escritorio mirando la foto del gran poeta que le recuerda el tesoro perdido. Pero de todos los finales del siglo XX quizá el de El proceso sea el más trágico, la ejecución que termina con una exclamación de una culpa incomprendida: “¡Como un perro¡ —dijo. Y era como si la vergüenza debiera sobrevivirlo”. Entre los finales, el diálogo de Gisors y May, hablando de Kyo, frente a una bahía magnífica, se queda en el corazón de los lectores de La condición humana de Malraux.

Pero es muy difícil encontrar las razones por las que un final es bueno o adecuado. Alguna vez, Mario Vargas Llosa dijo que uno descubre un buen final de la novela mientras la está escribiendo y no hay una razón para explicarlo. A propósito de finales, recuerdo dos famosas frases finales en las vidas de escritores. Una de ellas es la de Victor Hugo: “Veo una luz negra”. La otra es de Voltaire. Según la leyenda, cuando en su lecho de muerte, un sacerdote le sugirió que rechazara al demonio, el filósofo contestó con voz débil: “No es el momento de hacer enemigos”. _

HOMBRE DE CELULOIDE

El niño que se fue

Desde que en 1973 Fellini generó ese universo al que llamó Amarcord, apareció en el cine una suerte de género. Es cierto, Fellini se representó a sí mismo antes, en 8½, y el autorretrato es tan viejo como el dibujo, pero ese universo de amores y recuerdos (justo eso que significa Amarcord) ha ido cobrando poco a poco el carácter de tradición en el cine de autor. Y es que ¿cómo resistir la tentación de hacer que la vida propia se eleve a la altura del arte? En Roma, de 2018, Cuarón consiguió un autorretrato tan logrado como el de Bergman en Fanny yAlexander. El pálido niño que jura ser incapaz de mentir por su honor de ciudadano sueco se transforma en la obra de Cuarón en un niño mexicano que abraza con ternura a una mujer indígena que, como si fuese su madre, le ha dado la vida. El cine es memoria, pues. Memoria amorosa en que también incursionó Branagh cuando decidió narrar sus primeros escarceos con la literatura en Belfast (2021).

Lo hizo también (en 2021) Paul Thomas Anderson con LicoricePizza. Lo anterior no significa, claro, que cualquier vida esté a la altura del arte. El Parnaso (como sabían los griegos) es una fiesta en la que se vale exagerar y mentir, pero pasarse de listo suele resultar de muy mal gusto. No es

lo mismo el retrato de la Comunión de los Santos que se inventa Terrence Malick en Elárboldelavidaque el Bardode Alejandro González Iñárritu: un más allá en el que las sirvientas siguen siendo sirvientas. Pero, en fin, que en esta ya añosa tradición de memorias y nostalgia hay en Netflix una pequeña joya que es necesario recomendar. Se llama Apolo 10 ½: Una infanciaespacialy ha sido escrita por Richard Linklater.

Para contar la historia de su familia, de su país, de la Guerra Fría y de ese momento en que los estadunidenses de buena voluntad estaban convencidos, gracias a la propaganda de su gobierno, hay que decir, de que ellos eran los héroes del mundo libre, Linklater ha decidido retomar una técnica muy llamativa con la que ya experimentó antes con gran éxito. Lo hizo cuando adaptó la novela de Philip K. Dick Una mirada a la oscuridad y que dirigió en 2006. Dicha técnica consiste en filmar cada escena con actores de carne y hueso que más adelante (ya en el

cuarto de edición) se transforman en una suerte de caricatura o, mejor, animaciones: obras de arte en que la frontera entre lo real y lo verosímil se rompe del todo. Como debe ser. El método de Linklater tiene, además del atractivo estético, una cualidad que vale la pena subrayar: ofrece a esta historia de amor por un tiempo y un país particular (Estados Unidos en 1969) una cierta objetividad, una distancia que, de otro modo, hubiese caído en el más fallido patrioterismo. Incluso en la propaganda. Pero no, la mezcla entre animación y realidad (si es que puede hablarse de “realidad” cuando se habla de cine) permite a Linklater filmar una suerte de documental lleno de añoranza; nostalgia por una inocencia que ya no existe, melancolía por un muchacho que alguna vez soñó con ser astronauta pero que, como a todos nos sucede, creció. Apolo 10 ½ no es una película de tres actos en el sentido más convencional; es el recuento íntimo, entrañable, de un hombre que ha llegado a ser lo suficientemente sabio como para mirar al pasado y sonreír, con cariño, es cierto, pero también con un poco de esa tristeza de quienes saben que ni el arte ni el cine, ni Cuarón ni Bergman, son capaces de volver a dar vida al niño que fuimos y que se fue. _

-02- 18 DE FEBRERO 2023 ANTESALA
FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA NETFLIX
La mezcla entre animación y realidad permite filmar una suerte de documental
Apolo 10 ½. Dirección: Richard Linklater, Estados Unidos, 2022.
LA GUARIDA DEL VIENTO ALONSO CUETO
Empezar una novela o un relato puede ser más fácil que terminarlo

POESÍA

Historia de un desorden

Las botellas están en la despensa, la ropa en el armario, las horas en sus días, los coches circulando por las calles con un sentido regular del tráfico, más precisos que nunca los recuerdos, cada uno en su año y su ciudad, las tierras y los mares en los mapas, la pantera en la selva, la luna en sus poemas, las ideas, las dudas, las pasiones hechas a resistir consigo mismas, por géneros los libros, los números por orden alfabético en las agendas del teléfono, las letras como cifras en los ordenadores, las dos almohadas en la cama, las zapatillas simulando espera con su tranquilidad de buen rebaño… Que todo esté en su sitio es el mayor desorden que pueda imaginarse.

El fabulador convaleciente

El 7 de febrero, Salman Rushdie posteó una instantánea en su cuenta de Twitter, acompañada de una explicación de menos de cien caracteres: “esta foto parece haber desaparecido de mis tweets. Aquí está otra vez, solo para el registro”. La imagen es un retrato, no una selfie, de Rushdie frente al obturador. Su expresión no es animada pero tampoco de disgusto. No sonríe. Esboza ese gesto ambiguo con que solía mostrarse en las tapas de sus libros. Luce más delgado pero el detalle diferente es el vidrio derecho de sus gafas, un lente negro que encubre el ojo que el tal Hadi Matar se ocupó de destruir la mañana del 12 de agosto de 2022, en el auditorio de la Chautauqua Institution de Nueva Jersey. Sobre eso, las secuelas, Rushdie le comentó al periodista David Remnick en una entrevista publicada en The New Yorker (“El desafío de Salman Rushdie”, a propósito de la nueva novela, VictoryCity, que escribió antes del atentado), que, aparte de la ceguera parcial, perdió la sensibilidad en tres dedos y la mitad de la palma de una mano, lo que le dificulta fluir en un teclado. Sin embargo, los daños permanentes, como las heridas que se curan poco a poco, no son su auténtica desgracia. Sus tribulaciones son de otra índole: la parálisis creadora, un embotamiento que Rushdie se niega a catalogar como “bloqueo del escritor”, ya que sí ha podido concebir bosquejos de algo, aunque, como el borracho que al otro día se encuentra con cosas ajenas, ese material siempre termina en la basura. La segunda adversidad son las pesadillas. Si en todo ese tiempo en el que vivió a salto de mata después de la fatwaque ordenó el ayatola Jomeini un San Valentín (14 de febrero de 1989), Rushdie aprendió a cohabitar ocasionalmente con monstruos oníricos, ahora esas quimeras se instalaron casi de tiempo completo. “Me gustaría tener una segunda habilidad, pero no la tengo. Siempre envidié a escritores como Günter Grass, que tenía una segunda carrera como artista visual. Pensaba en lo magnífico que debe ser pasar el día lidiando con las palabras, y luego levantarse y caminar por la calle hasta el taller y convertirte en algo distinto por completo. Yo no tengo algo así. Lo único que puedo hacer es esto. Mientras haya una historia a la que valga la pena dedicarle el tiempo, lo haré. Cuando tengo un libro en la cabeza, es como si el mundo se mantuviera en la forma correcta”, le dijo a David Remnick. Ese lamento por la parálisis creativa, en efecto, no es un bloqueo común sino una especie de intoxicación, como si el oscuro Maestro del Culto de Harúnyelmardehistorias se hubiera liberado para verter veneno en el océano de sus relatos: quizá, cuando Rushdie escribió esa novela para su hijo Zafar, nunca pensó que alguna vez iba a estar en las mismas circunstancias que el cuentista Rashid Khalifa, a quien  Harún salvó del silencio, del estío de la imaginación.

Para purificar las aguas que Hadi Matar emponzoñó con la furia salvaje de su ignorancia (no ha leído una sola línea de Los versos satánicos, y ningún otro de los libros de Rushdie), el fabulador convaleciente quizá debía releer aquello que, también en torno de Grass, cuenta su alterego Joseph Anton: “Recordaba algo que en una ocasión le había dicho Günter Grass acerca de la derrota: que te enseñaba cosas más profundas que la victoria. Los vencedores llegaban a la conclusión de que ellos mismos y su visión del mundo estaban justificados y validados, y no aprendían nada. Los perdedores, en cambio, tenían que reevaluar todo aquello que creían que era verdad y por lo que merecía la pena luchar, y en consecuencia tenían una oportunidad de aprender, por el camino difícil, las lecciones más profundas que la vida impartía”. En este mundo, escribir es una de las pocas cosas por las que vale la pena luchar. _

-03- 18 DE FEBRERO 2023
Fragmento del libro Un año y tres meses (Tusquets Editores), © 2022, Luis García Montero. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México. EX LIBRIS Telón de carne a Carlos Saura/ EKO
ANTESALA

El cineasta aragonés nació el 4 de enero de 1932 y murió el 10 de febrero de 2023.

Un día antes de respondió la siguiente con autorización

“Nunca complacer

LIONEL

a débil y en vísperas de recibir el Goya de Honor y del estreno de Lasparedeshablan, Carlos Saura aceptó contestar las preguntas de Papel(revista del periódico ElMundo) por escrito. Cansado como estaba, no se veía con fuerzas para hablar más que lo justo y a su ritmo. A las pocas horas teníamos las respuestas de vuelta en el correo, el jueves 9 de febrero. Fue su última entrevista.

Francisco de Goya, Luis Buñuel y Carlos Saura. ¿Qué diría que une a los tres aragoneses además de su tozudez?

La imaginación. De Goya y de Buñuel aprendí a utilizar la imaginación. La imaginación es algo maravilloso que te permite viajar a cualquier lugar y, sobre todo, te permite crear. A veces pienso que la imaginación es lo único que es más rápido que la velocidad de la luz. Yo he usado la imaginación y la uso en todos mis proyectos. Intento siempre innovar, dar un paso más, hacer algo diferente.

Lasparedeshablan, de algún modo, describe en Goya y Buñuel una forma similar de mirar el mundo. Como decía en la respuesta anterior, su mirada es sobre todo una mirada imaginativa hacia el mundo. Y esa mirada es la que nos hace humanos. Las paredeshablanahonda en la esencia del ser humano, en por qué el ser humano crea y de dónde nace la pulsión artística. Eso que nos mueve a crear es, al fin y al cabo, lo que tenemos en común todos los artistas. Como dice Pedro Saura en el documental, “somos colegas de los pintores del Paleolítico”.

Lasparedeshablan une las pintu-

YEn 2001, menaje al su admirado ylamesa ción lúdica Calanda, Salvador busca de cuenta la se puede el futuro Ingeniosa cos, en el y hasta en des que nista principal un crítico las “bazofias” con Jorge es una perla película fue, sa de su ingente de cincuenta Saura confeccionó en el que de sombras: sadilla del

ras rupestres poráneo. En ción, ¿dónde que al cineasta motivación en las paredes?

Desde luego. hombre a pintar cuevas y a hacer artística, que nos lleva a crear ne es el arte todos los artes: ratura y la pintura.

Me gustaría atrás y me con la pintura ya muy en particular. yó en su forma

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de su muerte, Carlos Saura siguiente entrevista, que publicamos autorización del periódico El Mundo

hice cine para complacer a nadie”

BONAVENTURE/ AFP

El Hombre Cine

2001, Carlos Saura rindió hoal surrealismo a través de admirado Luis Buñuel: Buñuel mesadelreySalomón, una ficlúdica en la que el genio de Calanda, Federico García Lorca y Salvador Dalí, recorren Toledo en la mesa de marras pues, la leyenda, a través de ésta atisbar al pasado y mirar de todas las generaciones.

Ingeniosa en sus saltos cronológiretrato de los personajes en las hilarantes vicisitule acontecen al protagoprincipal (la escena en la que crítico le echa en cara a Buñuel “bazofias” que hizo en México Jorge Negrete y sus mariachis perla del humor negro), esa fue, quizá, la menos exitoingente filmografía, más cincuenta películas en las que confeccionó un universo que gravitaba una multitud sombras: la guerra civil; la pedel franquismo; la miseria

rupestres con el grafiti contemEn esta, digamos, evolu¿dónde queda el cine? ¿Diría cineasta lo mueve la misma motivación que al artista que pinta paredes?

luego. Al final lo que mueve al pintar las paredes de las hacer grafitis es la pulsión que en definitiva es lo que crear y a hacer cine. El ciarte total porque aúna casi artes: la fotografía, la litepintura.

gustaría que echara la vista hablara de su relación pintura en general y con Goparticular. ¿Cómo influforma de ver el mundo y en

suburbana de Madrid; el claustrofóbico ambiente de las familias conservadoras; el odio irreconciliable entre clases; los crímenes de la intolerancia y la xenofobia; el martirio del espíritu creador y la desdicha del ocaso físico y mental, pero, asimismo, una filmografía en la que la imagen era el timonel de la belleza, mientras que la música y la danza se acoplaron al lenguaje visual y sus eslabones narrativos.

Difícil, en verdad, elegir la mejor de sus películas. ¿La caza (1960), esa fábula violenta que tanto gustó a Buñuel? ¿Críacuervos (1976) o el destino a la deriva de tres huérfanas cautivas en la casa de la abuela? ¿Antonieta (1982), inspirada en la novela de Andrés Henestrosa y el libro de la propia Antonieta Rivas Mercado, o La noche oscura (1989), su versión del ascetismo de San Juan de la Cruz, o Goya en Burdeos (1999), la recreación de los últimos años del pintor, enfermo

su manera de entender el cine?

La pintura ha sido esencial para mí. Mi hermano Antonio pintaba desde muy pequeño y siempre me ha fascinado la facilidad con la que lo hacía.

La pintura está presente en mi cine y en mi carrera. Goya es una inspiración. Es un artista adelantado a su época, un visionario, un inconformista... En todo eso me veo.

Tuvo un hermano pintor y una hermana escritora. ¿Cómo ha sido su relación con cada uno de ellos en tanto que los tres han sido creadores?

Fue una relación buenísima. Los dos eran personas excepcionales con los que tuve una relación muy estrecha. Por desgracia los dos están muertos, es una pena. Ángeles, aunque no ha

y sordo, en su exilio del reinado de Fernando VII? ¿O ¡Ay,Carmela!, Taxi, Pajarico?

El cine de Carlos Saura, según sus partidarios, no ha sido apreciado cabalmente, quizá porque otros realizadores conquistaron con más ímpetu a los grandes públicos. Los primeros veinte años de su carrera, fue situado un paso atrás de la obra de Buñuel (decían que sus películas tenían claves permanentes del maestro surrealista) y, en adelante, Pedro Almodóvar lo desplazaría en crítica y taquilla. Sin embargo, lo cierto es que su obra no tiene comparación con la de otros directores, porque Saura se empeñó en forjar una especie de mosaico en la que es posible asomar a todas las expresiones del arte. Danza y música, decíamos, pero también artes plásticas y fotografía. Nada quedó fuera de la mirada de quien, seguramente, se asumía como un Hombre Cine.

tenido tanta fama, era una grandísima escritora y vivió su vida dedicada a escribir y estudiar. Tenía no sé cuántas carreras, era una maravilla de persona. Y de Antonio, qué le voy a contar, tuvimos una relación muy estrecha, incluso trabajamos juntos. Hicimos la ópera en Stuttgart. Él hizo la escenografía y yo la dirección. Nos admirábamos mucho mutuamente.

Ahora se habla mucho de que el cine vive un momento de crisis. ¿Diría que esta crisis es mayor o menor que cualquiera de las infinitas crisis por las que ha pasado el cine desde siempre?

Yo no hablaría de crisis. Hoy en día hay más cine que nunca. La tecnología ha revolucionado todo. Aho-

dedicación absoluta. Todas las películas que he tenido la suerte de hacer han sido experiencias muy gratificantes. Seguramente las más importantes fueron las primeras porque fueron las que, gracias a los festivales internacionales, impulsaron mi carrera y me permitieron seguir adelante.

¿Es verdad eso de que el arte cura del paso del tiempo?

Pues no lo sé, lo que sí sé es que el arte, la creatividad y la imaginación son lo mejor que existe.

¿Cuál es su relación con su legado, con la filmografía que deja y que ya forma parte de la historia del cine y de la memoria (y vida) de tantos espectadores?

ra mismo con un móvil y una buena historia cualquiera puede hacer una película. El tema es encontrar esas buenas historias; el problema es encontrar esas buenas películas. Eso es lo realmente complicado, pero existen. Hoy se hace muchísimo cine, hay nuevas miradas y nuevas narrativas. Hay directores y directoras que hacen un cine muy interesante, aunque siempre habrá opiniones contrarias y gente que crea lo contrario, pero eso siempre será así.

¿Qué le mueve a seguir rodando y a hacer una nueva película como ésta?

El cine es mi vida, es mi pasión y es a lo que he dedicado casi toda mi existencia. No entiendo la vida sin cine y no entiendo la vida sin hacer lo que más me gusta. Este proyecto en concreto me llegó hace unos años por José Morillas, guionista, y fue María del Puy la que lo levantó. El documental ha cambiado desde esa idea original, ha ido evolucionando a raíz de ir rodando, de ir investigando, de ir montando hasta llegar al resultado final, con el cual estoy muy satisfecho.

Lo del Goya de Honor... ¿cómo se lo toma?

Me lo tomo muy bien, ¿cómo me lo voy a tomar? Es una gran alegría que todos los compañeros de profesión hayan decidido otorgármelo. Estoy muy agradecido a la Academia y en especial a Fernando Méndez-Leite, gran amigo y compañero, por este reconocimiento. Aunque, como siempre digo, los premios no son más que un aliciente para seguir trabajando, no hay que creérselos mucho. Pero bueno, a la vejez… viruelas.

Con motivo del Goya de Honor me gustaría que echara la vista atrás.

¿Cuál cree que es la película suya que mejor le define?

No podría escoger una película porque todas las he hecho con el mismo cariño, la misma pasión y la misma

Es algo que no me preocupa en absoluto. No he hecho cine para agradar a nadie ni para recibir reconocimiento, lo he hecho porque me gusta, porque a través de él puedo contar las historias que se me ocurren, porque puedo jugar con la música. Pero, desde luego, siempre es un halago que el trabajo que uno hace lo vea la gente, que le haga pensar y que lo aprecie. Yo intento no ver mis películas, no me gusta. Una vez hechas... ¡a otra cosa!

¿Qué es la vejez para usted?

¿Una nueva edad, una enfermedad, un privilegio, una nueva forma de ver el mundo...?

Una putada, con perdón de la palabra, porque ves cómo tu cuerpo empieza a funcionar peor, cómo tu mente es menos ágil... ¡Juventud, divino tesoro!

¿Se aprende del paso del tiempo o estamos condenados a cometer los mismos errores por los siglos de los siglos?

Siempre he sido optimista conmigo mismo y pesimista con los demás. He vivido los bombardeos. He visto muertos en la calle y una casa derrumbarse delante de mí. Veo que el ser humano no aprende nunca. Incluso en la prehistoria sucedía esa cosa tan elemental de que una tribu se creía mejor que otra. El hombre tiene que superar esa cosa que tiene de animal, de posesión, de celos. Llevamos dentro un ADN que nos marca desde hace millones de años. Somos animales territoriales y ese es el gran problema. Solo hay que ver cómo está el mundo.

Y la última: pensando en su anterior trabajo, ¿cree que la nueva Ley de Memoria Democrática es necesaria? ¿Qué opina de la memoria histórica?

Creo que, aunque sea tarde, es necesario poner fin a la gran barbarie e injusticia que fueron la Guerra Civil y el franquismo, que hay que devolverles a las familias lo que es suyo, hacer justicia. También creo que nos tiene que servir para aprender y no volver a pasar por lo mismo. Yo tengo un enorme miedo a que se produzca una nueva guerra civil, lo digo siempre, pero es que es muy fácil y las consecuencias son terribles _

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“Nunca

ATLAS DE PANDORA

Las familias perfectas y otras criaturas mitológicas

Audacia y tolerancia hacen falta para educar a los hijos del imprevisible género humano

Nunca miraste a los adultos como gigantes todopoderosos. Cuando eras pequeña, tu madre te preguntaba —en momentos de preocupación y perplejidad— si lo estaba haciendo bien. Así descubriste que las personas mayores también dudan. Ante los niños, aparentan conocer todas las respuestas, pero en realidad les habitan enjambres de preguntas. Lo sabes bien porque el día que nació tu hijo aprendiste todos los miedos. A su salud, a su futuro, a tus errores. Este es el equipaje de todas las épocas. Jamás la paternidad fue un triunfal ejercicio de poder: como ahora, las voces del pasado hablan de ansiedad, vacilaciones y desaciertos. En una de las parábolas bíblicas más conmovedoras, un joven reclama al padre su parte de la herencia. Quiere viajar, ver mundo. El padre cede, y el hijo se lanza a malgastar el dinero a su gusto. Cuando ya ha derrochado todo, el hambre aprieta y el chico acaba cuidando cerdos. Entonces añora la finca paterna, donde hasta el último de los jornaleros está mejor alimentado que él. Decide volver a casa, pedir perdón y recibir un alud de “ya te lo dije”. El relato es bien conocido, aunque el giro final resulta totalmente anómalo en una fábula tradicional. De un patriarca a la antigua usanza esperaríamos una cara pétrea y una regañina mítica. Pero no. El anciano se alegra, lo abraza y prepara al hijo pródigo un banquete de bienvenida. No falta quien critica esa actitud blanda: el mismísimo hermano mayor, que nunca abandonó el hogar, protesta ante tanto festín y agasajo. Cuestionar las decisiones de los padres es un deporte muy antiguo.

Los viejos romanos convirtieron estas angustias familiares en material para sus comedias. Los personajes habituales son tipos severos y gruñones con un pasado juerguista y unos hijos desobedientes que se salen con la suya compinchados con un esclavo marrullero. El conflicto generacional viene condimentado con enredos, engaños, mentiras y desastres varios. Nuestros antepasados togados acudían al teatro a reírse y exorcizar juntos sus sentimientos de

culpa, porque hasta en las mejores casas impera el desbarajuste. Terencio retrató en Los hermanos a Mición y Demeas, dos paterfamilias con estilos educativos opuestos. El primero opina que conviene confiar en los hijos, perdonar sus faltas y darles dinero para gastos, apelando a su responsabilidad. En cambio, el segundo defiende la disciplina y los castigos, porque la “inconveniente blandura y cobarde indulgencia” echa a perder a los jóvenes. Demeas afirma con convicción: “tal como uno quiere que sea su hijo, así es”. Al final del vodevil se descubre que ambos retoños han desobedecido y desbarrado a escondidas. Empeñados en defender sus

Y, además, en nuestra edición digital:

respectivos métodos, los hermanos han perdido el tiempo discurseando y sermoneándose. Sus hijos no son como habían planeado, pero asumen que es ley de vida y se reconcilian superando el chasco con estoicismo. Hacen falta dosis de audacia para educar a una criatura de la imprevisible especie humana. Por eso, nuestros relatos familiares suelen reflejar la incomprensión mutua. En la película BigFish, Tim Burton muestra a un padre parlanchín, seductor y fantasioso, a punto de morir. Por reacción a sus mil y un cuentos, su hijo se ha convertido en un adulto serio y pragmático que, harto de palabrería, ha dejado de hablarle. En la última visita al hospital, cuando el gran fabulador es solo un pobre diablo enfermo, el joven comprende que todos, quien más quien menos, necesitamos embellecer la vida contándonos la mejor versión de nosotros mismos. Padre e hijo, con sus caracteres opuestos, se reconcilian al compartir un relato, imaginando juntos uno de esos cuentos imposibles.

Educar —como crecer— significa tomar decisiones, equivocarse casi siempre, acertar a veces. Marco Aurelio, preocupado e insomne por los disgustos que le causaba su hijo Cómodo, escribió en sus Meditaciones un alegato contra estas culpas: “Instrúyele cariñosamente, pero si no lo consigues, no le recrimines a él, ni siquiera a ti mismo”. Incluso el más sabio de los poderosos emperadores romanos sufrió este desasosiego: criar implica dudar, eso es lo único seguro. _

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-06- 18 DE FEBRERO 2023 LITERATURA
Alberto Blanco: Pasado • Jorge Esquinca: El niño y los libros • José Juan de Ávila: Entrevista con Alonso Cueto • Avelina Lésper: BADA. Feria de Arte • Andrea Serdio: Fotógrafos legendarios • Guillermo Levine: Bad Bunny • Fernando Figueroa: Las tablas de Nailea Norvind y Hernán Mendoza • Moisés Castillo: La mirada traviesa de Juan Ponce • J. M. Servín: Las hice felices • Gerardo Herrera Corral: Anticuerpos monoclonales IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN EL
Como ahora, las voces del pasado hablan de ansiedad, vacilaciones y desaciertos

NARRATIVA, ENSAYO

La arquitectriz

Brooklyn Follies

La felicidad cabe en una taza de café

A FUEGO LENTO

Estamos en la Roma del esplendor barroco, la de los papas licenciosos y la peste. En tal escenario hallamos a Plautilla Bricci, la primera arquitecta del mundo moderno, que la historia recuerda como la artífice de la villa Il Vascello. La novela reconstruye una atmósfera de contrastes y lo hace con un señorial andamiaje de investigación.

Todos los jóvenes tristes

Paul Auster Seix Barral México, 2022 346 páginas

No es la más reciente novela del escritor neoyorkino pero sí una de las más emblemáticas. El azar, la búsqueda del padre y la ciudad como santuario, la misma a la que celebró Walt Whitman, se encadenan para dar consistencia a una historia sobre la búsqueda de la felicidad y el regreso purificador a los años de la infancia.

Vida contemplativa

Las leyes de la herencia

Una insólita hostería es el epicentro de los cuatro relatos que reúne este volumen: los comensales pueden viajar al pasado en el tiempo en que se enfría su taza de café. El propósito no es otro que mostrar el camino que lleva al conocimiento de uno mismo y a la reconciliación con nuestros semejantes, tal como prescribían los antiguos oráculos.

Vecinos

LeóndeLidia(Tusquets) es un libro insumiso, renuente a cualquier clasificación. No es el único de sus encantos. Además de resguardar una sensibilidad, la de un pasado distante y a la vez dolorosamente cercano, ofrece un cuadro vigoroso de lo que significa lidiar con la más anárquica fragilidad. La protagonista y narradora (¿acaso la misma Myriam Moscona?) se dibuja tan vulnerable a las leyes de la herencia familiar que termina por arrastrarnos a un estado de repentina melancolía. En qué momento, y mediante qué conjuro, sentimos el aguijón de la orfandad y el exilio.

Publicado después de ElgranGatsby, estos relatos hacen referencia a la generación inmediatamente anterior al crackde 1929. Los jóvenes tristes del título son tanto aquellos emprendedores que quieren hacer fortuna como los ricos espiritualmente frágiles. Como prefacio se incluye el texto “Cómo sobrevivir con 36 mil dólares al año”.

Más que la incapacidad para disfrutar el reposo, la infelicidad del hombre de nuestros días radica en su deseo de moverse de un lado a otro. Este elogio de la inactividad del filósofo coreano se opone al dictamen del capitalismo que considera que el ser humano tiene la obigación de estar haciendo siempre algo “productivo”.

Leonardo Curzio Turner México, 2022 320 páginas

¿Cuáles son los desafíos de la relación México-Estados Unidos, siempre tan compleja? Este ensayo arriesga algunas respuestas considerando cuatro ejes fundamentales: la economía y el comercio, la migración y la dinámica demográfica, la gestión de las zonas fronterizas y la seguridad. El futuro se avizora como un estira y afloja.

Porque León de Lidia trata de Bulgaria, o de los padres que abandonaron esa patria en 1948, o de una abuela como piedra en el zapato, o de una tía con fama de adúltera, o de una lengua, el judeoespañol, que parece condenada a la extinción, o de la escritura en pie de lucha contra la muerte. Myriam Moscona recupera todo esto mientras avanza a salto de mata. Va del ensayo al registro de un sueño, de la montaña de Thomas Mann al diván de Freud aunque no a las estepas heladas de ese otro búlgaro, Elias Canetti, del álbum fotográfico a la estampa poética, del cuaderno de viaje a la alucinación, de antiguas leyendas a la punta afilada de un minicuento realista. En ese carácter fragmentario adivinamos el humor de la protagonista: igual de aquí que de allá, es decir, muy lejos de plantar los pies en la tierra.

“Mientras más lejano es un recuerdo recobrado, más reverberaciones traza alrededor. Recordar es respirar el mismo aire, pero en tiempos distintos”, leemos en las primeras páginas de León de Lidia. Siguiendo este dictado, Myriam Moscona interroga a los guardianes de la memoria hasta alcanzar una inesperada revelación: el inconsciente escupe verdades que nuestro juicio racional no ofrece. Quizá por ello, por la libre irrupción de un mundo interior, creemos habitar una zona de ensueño donde los fantasmas —amados o despreciables— reproducen los gestos y las palabras de los vivos.

Pues vida es lo que León de Lidia exhibe con mayor fuerza. A las preguntas quién y por qué soy lo que soy, no duda en invocar una historia resistente al paso del tiempo: aquella que celebra la disposición de nuestra identidad para dividirse y hacer posible la regeneración. _

-07- 18 DE FEBRERO 2023
León de Lidia México, 2022 Toshikazu Kawaguchi Plaza Janés México, 2023 240 páginas Han Taurus México, 2022 144 páginas Melania G. Mazzucco Anagrama España, 2022 608 páginas
www.librotea.com
F. Scott Fitzgerald Malpaso España, 2022 240 páginas
El placer de leer

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO

EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO

ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

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HUSOS Y COSTUMBRES

El futuro

No sé por qué se me quedó ese recuerdo un poco desolado: a los doce años, parada en el camellón de avenida Revolución esperando el tranvía para regresar a mi casa de la secundaria, vi el esmog. Apenas se empezaba a hablar de él, pero ese mediodía pude constatar la nata gris que lo cubría todo, la calle que parecía moverse detrás del humo de los autos como en las películas, y sospeché que el futuro no sería como el que los niños de mi rodada habíamos visto en la televisión: tan limpio y automático como en Lossupersónicos, Viajealasestrellas, Perdidosenelespacio y en esos mismos años, en el cine, Barbarellay 2001: Odiseadelespacio. Al año siguiente me cambiaron de secundaria y, como tenía buen nivel de inglés, la maestra me dio a leer 1984en clase, con lo que mi confusión aumentó. En esos años setenta el futuro se me terminó de borrar entre horrendas canciones de protesta, pro-

ductos naturistas contra aquel plástico de apariencia limpia que todo lo contaminaba y el eje vial que arrasó con mi tranvía. ¿Cómo sería el año 2000? Imposible imaginarlo a esas edades.

En 1982 La película Blade Runner nos resolvió parte del enigma: el futuro iba a ser tan cochinón como ya empezaba a ser, de hecho tan sucio y tóxico que habría que emigrar a otro planeta de manera irremediable, pero eso sí, todo tenía un aire bellamente trágico. Además, en el futuro actuaban Harrison Ford, Edward James Olmos y unos androides perfectos. Un futuro así no era tan difícil de concebir en esas circunstancias, y ciertas generaciones nos podíamos entregar al fatalismo encontrándole hermosura a los estacionamientos abandonados, las calles grises y los grafitis que invadían todo. Eso sí, había que olvidarse para siempre del señor Spok y los bonitos trajes espaciales porque el futuro, de alguna manera, había llegado.

Y así de nuevo nos engañábamos, pues nunca imaginamos el papel que las computadoras llegarían a tener en nuestras vidas, ni el peso del mundo virtual. De alguna manera, supongo, eran cosas difíciles de representar en ese entonces. Además, tener hijos le quita cualquier atractivo al fatalismo; la vida, el trabajo, el futuro que se convierte en unas poquitas certezas y muchas dudas, y deja de aparecerse como representación. Eso sí, ahora que lo pienso, 1984 estaba más cerca de lo que creía.

Pero el domingo pasado, viendo el show del medio tiempo del Super Bowl con Rihanna cantando en esas plataformas flotantes, acompañada de un ejército de bailarines disfrazados como los espermatozoides de aquella vieja película de Woody Allen, no pudimos sino exclamar: ¡mira, el futuro! En medio del caos, a fin de cuentas, este futuro sí se ve como el futuro _

Leonora Carrington vuelve a España

La primera vez que Leonora Carrington vino a España fue en 1940. Franco había ganado la Guerra Civil, mientras el resto de Europa se tambaleaba con la Segunda Guerra Mundial, y la pintora surrealista buscaba desesperadamente un salvoconducto para su amado Max Ernst, acusado de manera infundada de ser filonazi en Francia, para poder irse con él al otro lado del Atlántico. En eso andaba cuando un día, al salir de una cafetería del centro de Madrid, cuatro militares la metieron a empujones a un coche y se la llevaron a una casa ubicada a las afueras de la ciudad. Allí le arrancaron la ropa y, uno tras otro, la violaron hasta que se cansó. Luego le vaciaron todo lo que llevaba en el bolso, le empaparon la cabeza con un frasco de colonia y, finalmente, la soltaron en el Parque del Retiro.

Con la intención de que la artista superara el trauma de lo ocurrido, su padre la ingresó en un sanatorio psiquiátrico de Santander. Ahí estuvo casi ocho meses bajo un tratamiento médico que le provocaba ataques epilépticos, a veces amarrada a su cama, aunque pintando de vez en cuando.

Pensaban trasladarla a Sudáfrica pero ella logró escaparse a Lisboa y de ahí, con ayuda del mexicano Renato Leduc, se fue a Nueva York. Más tarde se instaló en México y permaneció ahí hasta su muerte, en 2011. El cúmulo de acontecimientos de su tremenda vida (el nazismo, la persecución, el desarraigo, el desamor, la violencia sexual, la enfermedad mental, el exilio) se convirtió en la materia prima de toda su obra que ahora puede verse, por primera vez en este país que la trastornó, dentro

del edificio madrileño de la Fundación Mapfre.

Así que podríamos decir que Leonora Carrington ha vuelto a España.

O, por lo menos, su “universo artístico y personalidad proteica”, como dicen los curadores de Revelación, la retrospectiva de “la novia del viento” que permanecerá abierta al público hasta el próximo mes de mayo. Son 188 obras, entre cuadros, dibujos, fotografías, esculturas, tapices y documentos, procedentes de más de 60 “prestadores” (del Thyssen al

Museo de Arte Moderno de México, pasando por el MoMA de Nueva York, el Art Institute de Chicago o la Galleria Nazionale di Roma). Cada pieza habla de aspectos tan humanos como el miedo, el dolor, la alegría, la extrañeza o la felicidad, de una forma tan directa que nos interpela a cuestionar nuestras propias certezas e incertidumbres.

En realidad, la muestra se centra en los motivos que cruzan un discurso complejo y arcano ante el cual uno puede sentir tanta fascinación como desconcierto: la elaboración del trauma, la introspección en los orígenes personales y sus relatos fundacionales; su implicación con figuras femeninas de carácter ancestral y sagrado; su identificación con el mundo animal; su absorción de elementos culturales de los lugares

por los que pasó, desde la pintura renacentista en Florencia hasta el arte mesoamericano en México; o su interés por formas no canónicas de pensamiento y espiritualidad, como la alquimia, la magia, el tarot o las mitologías de la historia. Varios de los cuadros de Leonora Carrington son muy conocidos, y también buena parte de su vida (gracias, sobre todo, a sus Memorias de abajo o a Leonora, la biografía novelada que escribió Elena Poniatowska), pero sus primeras acuarelas quizá no tanto. Las pintó en Florencia, cuando comenzó a estudiar arte, después de haber sido expulsada de varias escuelas católicas por su rebeldía y su carácter “ineducable”. En ellas hay principalmente tonos azules y naranjas, mujeres, brujas, hadas y una claridad que no volverá a encontrarse en el resto de su obra. Porque la Carrington más joven pintaba desde la fantasía de un mundo posible, influida por la cultura celta que le inculcó su madre irlandesa y las lecturas de mundos encantados y del género gótico. Así nació, por ejemplo, la serie que se titula Hermanas de la luna. Después está la observación de sí misma y su interés por los mundos no visibles: la alquimia, la magia, las diversas mitologías o el sincretismo religioso, así como su fascinación por el tránsito de la vida a la muerte, de la locura a la cordura y de la lucidez a la oscuridad, escenarios imaginarios u oníricos relacionados con cultos ancestrales que, a su vez, envuelven a personajes o a animales fantásticos, hadas, brujas, hienas o caballos, que fueron su alter ego _

18 DE FEBRERO 2023
LABERINTO
CAFÉ MADRID
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA CHEMA BARROSO Sala del Museo Thyssen, donde se exhibe la retrospectiva Revelación.
La muestra se centra en los motivos que cruzan un discurso complejo y arcano
BLADE RUNNER Fotograma de la película dirigida, en 1982, por Ridley Scott. ANA GARCÍA BERGUA

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