Laberinto No.912 (05/12/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

ENSAYO

FERNANDO ZAMORA

LUIS XAVIER LÓPEZ FARJEAT

Buñuel y el laboratorio de Los olvidados

Un manual lleno de buenas intenciones

Foto: Sygnatia

SÁBADO 5 DE DICIEMBRE DE 2020 AÑO 17 - NÚMERO 912

Clarice Lispector: una estrella solitaria Carlos Rubio Rosell/ FOTOGRAFÍA: ACERVO PAULO GURGEL VALENTE

Foto: Gobierno de México


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ANTESALA

5 DE DICIEMBRE 2020

EN EL BANQUILLO

Urdimbre TEDI LÓPEZ MILLS

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n la paradoja de Bertrand Russell el peluquero de algún villorrio en Inglaterra les corta el pelo exclusivamente a aquellas personas que no se cortan su propio pelo. ¿Quién le corta el pelo al peluquero? El asunto, explica Wolfram Eilenberger en su libro Tiempo de magos, no puede resolverse sin caer en una contradicción: si el peluquero no se corta su propio pelo, forma parte del grupo de personas cuyo pelo corta. Pero si se corta su propio pelo contradice la premisa inicial de que solo les corta el pelo a los que no se cortan su propio pelo. El catálogo de los catálogos no está incluido en el catálogo. El mundo de los hechos, argumenta Wittgenstein, no contiene al mundo como parte de los hechos. ¿Entonces? El chiste de la calvicie del peluquero no funciona; tampoco el silencio que propone Wittgenstein al final de su Tractatus… Seguir el hilo de las contradicciones no representa ningún peligro. Mi peluquera (o estilista) en la colonia del Valle me pregunta si creo en Dios. Le respondo que no descreo. Ella sonríe apaciguada: Dios nos está cuidando. Me abstengo de señalarle la falta de constancia: a veces sí y, cuando no, es porque ejercemos el libre albedrío que él bondadosamente nos concede. Habría lugar para una paradoja: ¿quién le concede la libertad de conceder la libertad? Sobran los trucos en los dilemas insidiosos de la fe. Según Wittgenstein, los acertijos no existen. “Si la respuesta no puede expresarse con palabras, tampoco la pregunta puede expresarse con palabras”. Lo cual es cierto en términos lógicos, pero falso en términos gramaticales. Siempre es posible preguntar lo que no es posible: ¿claudican las ranas de lunes a viernes frente al montículo de ceniza sin que nadie lo anuncie hasta el domingo?; ¿se arrumban las olas de sal en la bodega de mi vecino donde los peces se iluminan con los focos?; ¿se cuentan charcos desde las aspas de un helicóptero?; ¿queda agua para las pipas de agua cuando no queda agua? Concibo el cuadro de Wittgenstein como una imagen. Jugar a la filosofía dentro del cuadro no significa nada. Las tres transformaciones del espíritu en Nietzsche van del camello al león y terminan en el niño. “Ahora soy ligero; ahora vuelo; ahora me veo debajo de mí; ahora un dios baila a través de mí”. Alguien le dará una pelota al niño. Yo apareceré justo en el instante en que el niño la avienta hacia tierra de nadie. Notaré que la inocencia se desprende del espíritu: una piel postiza. “No se preocupen, sé que nunca lo van a entender”, les dijo Wittgenstein a sus sinodales en Cambridge en 1929, cuando presentó el Tractatus... Lo que es equivale a lo que hay, enumerativamente: dos caras, tres vasos, cinco tenedores, siete cuchillos, seis platos, un banco. Juntos son el caso de una coincidencia. La vida auténtica —la historia de amor— ya está sucediendo sin que se interponga el famoso cristal opaco del escepticismo. Menciono que el miedo se ha convertido en nuestro nuevo objeto de culto. Nunca deberá olvidarse.

¿Claudican las ranas de lunes a viernes frente al montículo de ceniza sin que nadie lo anuncie?

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Buñuel en el laberinto de las tortugas. Dirección: Salvador Simó. España, 2018.

HOMBRE DE CELULOIDE

Arte para cambiar el mundo FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA SYGNATIA

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Qué tienen en común Metrópolis, de Lang, El mago de Oz, de Fleming, y Los olvidados de Buñuel? Son tres de las pocas películas que la Unesco considera dignas de ser custodiadas como Memoria del Mundo. Los olvidados es famosa en México, pero pocos conocen a su antecesora: Las Hurdes, un falso documental en que Buñuel llevó por primera vez al surrealismo más allá del arte, hasta la esfera de la denuncia social. El tema viene a cuento pues Buñuel en el laberinto de las tortugas está por ser estrenada. Es una animación española dirigida por Salvador Simó que trata de la filmación de Las Hurdes. La película inicia con una charla de café en que diversos artistas discuten su misión. En este grupo está Buñuel quien, ante la enorme pregunta ¿para qué sirve el cine?, nos conduce hasta su infancia y nos explica, de modo elegante, aunque relativamente obvio, que el arte se hace con manos que sangran. Buñuel en el laberinto de las tortugas sigue al maestro tratando de levantar un proyecto después de La edad de oro. Pero las puertas se han cerrado. El papa tiene amenazado a todo aquel que se atreva a ayudar a Buñuel. En una calle, sin embargo, el cineasta encuentra a Maurice Legendre quien, de modo providencial, le regala un libro sobre Las Hurdes,

la región más pobre de España. Y Buñuel, afligido por la necesidad de crear, ¿qué va a hacer? Pues producir este falso documental, esta película cuyo valor estriba sobre todo en que contiene los símbolos que terminarán por florecer en Los olvidados. Por ejemplo, la alusión a las gallinas que tanto odiaba Buñuel. Ahora bien, la película animada no está al nivel del cómic homónimo en el que se ha basado. De hecho, Simó no solo agrega escenas explicativas que trabajan en contra del tono onírico del material original; le ha dado, además, un estilo más próximo al anime japonés que al nuevo cómic español. Una lástima pues, con una animación basada en el genial mexicano Luis Buñuel (pues adquirió la nacionalidad mexicana en 1959), uno esperaría un trabajo al menos digno de ser comparado con la animación Loving Vincent de Kobiela y Welchman. Pero no, los productores y el director de Buñuel en el laberinto de las tortugas prefirieron seguir un tonito más pedagógico que, en efecto, cumple su

Los olvidados es famosa en México, pero pocos conocen a su antecesora: Las Hurdes

cometido. Como sea, la película, gracias a su tema, termina por ser fascinante. El conocedor se deleita con los guiños al surrealismo, la descarnada burla hacia Dalí cuando decide no dar dinero a su amigo Buñuel (de quien terminará definitivamente distanciado) y la intensa amistad con el escultor español Ramón Acín. Al no conocedor la película también le resulta fascinante, sobre todo porque su máximo acierto consiste en introducir de tanto en tanto secuencias completas de Las Hurdes. En ellas podemos admirar escenas salvajes y encantadoras; como cuando un hombre arranca la cabeza de un gallo, símbolo de todo lo que Buñuel odiaba: la opresión y la pobreza. Con estos símbolos, que manejaba ya desde 1933, Buñuel se permitió elaborar diversas escenas cumbres en Los olvidados: cuando el ciego se encuentra frente a una gallina negra, cuando El Jaibo mata a Julián después de la muerte de un gallo o cuando Pedro mata a tres gallinas blancas. En fin, que independientemente de lo convencional de la animación, Buñuel y el laberinto de las tortugas es una película que hay que ver pues toma como punto de partida el momento en que el artista maceraba la que terminaría por ser su mejor película y la más importante del cine nacional: Los olvidados.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

La Habana JORGE HUMBERTO CHÁVEZ

Esa noche el poeta víctor bebía un daikirí atento a la voz de su mujer mi esposa intentaba bailar creo una rumba frente a los tres músicos que amenizaban el bar entonces descubrí a ernesto hemingway observándome claramente ahí nada bueno que ernie te esté mirando sin disimulo de pronto estaba junto a mí y dijo: siento

la frialdad del cañón en el hueso de mi frente y la rememoración de la escopeta entre los ojos hurgando en el dolor desnuda como un hielo Este poema pertenece a Un rosario de huesos (Universidad Autónoma de Querétaro, México, 2020).

EX LIBRIS

El vicio de la inteligencia/ EKO

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Efusiones ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

n la mitad de los años treinta del siglo pasado, José Bergamín, Pablo Neruda y Octavio Paz coincidieron en sus entusiasmos literarios y políticos y, por un tiempo, cultivaron una ferviente camaradería. Eran figuras de creciente influencia en la literatura hispanoamericana y los tres se identificaban con la izquierda. José Bergamín se había convertido en uno de los autores más representativos de la literatura española, esgrimía una compleja mezcla de catolicismo y comunismo y ejercía un liderazgo moral entre los partidarios de la República. Pablo Neruda era la voz poética americana más reconocida en el orbe del idioma y un activo y leal estalinista. Octavio Paz, el más joven de los tres, fungía como un incómodo compañero de ruta de la izquierda y buscaba reconciliar compromiso y autenticidad estética. Los tres tenían un ego robusto y un carácter inflamable y vivían con intensidad los dilemas estéticos, éticos y políticos de la época. Llena de notoriedad en su momento, la figura de Bergamín se eclipsó, mientras que Neruda y Paz ascendieron a la cima del canon. Pasiones, fracturas y rebeliones. Octavio Paz, Pablo Neruda y José Bergamín (Taurus, 2020), de Ángel Gilberto Adame, es una indagación minuciosa que explora los derroteros de esta amistad y reconstruye tres personalidades proteicas y su papel en una época de esperanzas, exaltaciones y fanatismos. El libro abre en el II Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura en España en 1937 que reúne a los tres escritores. Continúa con la derrota de la República y el exilio en México de una pléyade de intelectuales españoles y el tránsito simultáneo de Neruda como cónsul de Chile en nuestro país. En este entorno de efervescencia política comienzan los diferendos entre estos tres machos alfa de las letras: el noble pero conflictivo Bergamín se pelea con Neruda; Paz, entre dos fuegos, colabora con Bergamín en la antología Laurel de poesía hispanoamericana, a la que Neruda repudia. Entre rivalidades literarias y conflictos ideológicos (Paz comienza a distanciarse de la ortodoxia) las tensiones se exacerban y, en un famoso episodio en 1941, Paz y Neruda casi se trenzan a golpes, el alejamiento de Paz con Bergamín es más gradual, pero no menos amargo, mientras que, si bien Bergamín y Neruda vuelven eventualmente a coincidir, nunca restituyen su afecto. Más allá de la malograda relación entre esos tres amigos, el libro vuelve a la memoria los antagonismos ideológicos que se prolongaron por décadas, las guerras campales entre letrados y el carácter extremo de personajes adyacentes, como José Revueltas, José Ferrel, Tina Modotti o Margarita Nelken, entre muchos otros, que participan de ese desaforado tiovivo de efusiones humanas y políticas. La pasión ideológica, casi siempre, mata los afectos y la inteligencia y conduce a la intolerancia y la violencia. Por eso, vale la pena rememorar esa etapa tan vivificante como tortuosa del pensamiento y la literatura hispanoamericana.

En un famoso episodio en 1941, Octavio Paz y Pablo Neruda casi se trenzan a golpes

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DE PORTADA

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Celebramos cien años del nacimiento de la narradora que hizo de la realidad exterior una extensión de su vida interior

Clarice Lispector: dar la vida por la escritura

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CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID FOTOGRAFÍA SANAIDÉS KASDAN

a obra de la escritora Clarice Lispector (Tchetchelnik, Ucrania, 1920-Río de Janeiro, 1977) es tan personal e íntima que todos y cada uno de sus libros sirven para comprenderla. La muerte de su madre cuando era niña y el exilio de su familia, así como la publicación en 1944 de su primer libro, Cerca del corazón salvaje, en el que desarrollaba el tema del despertar de una adolescente, marcaron el comienzo de una vida literaria que de inmediato sorprendió a la intelectualidad brasileña y acabó convirtiéndose en una de las más singulares representantes de las letras brasileñas, a cuya renovación contribuyó con títulos tan significativos como La pasión según G. H., La hora de la estrella, Aprendizaje o el libro de los placeres o su obra póstuma Un soplo de vida. La escritora Cristina Sánchez Andrade, Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2004 y responsable de la traducción y edición de la gran biografía de Lispector, Por qué este mundo, de Benjamin Moser, expone en entrevista con Laberinto que la vida de Clarice Lispector —de cuyo nacimiento se cumplen cien años el 10 de diciembre— está marcada por una serie de hitos entre los que destacan la llegada de su familia a Brasil huyendo de la violencia, los progromos y el hambre. “Aunque escribía en portugués y nunca volvió a pisar el lugar en donde nació —dice Sánchez Andrade—, creo que su procedencia ucraniana y su origen judío son determinantes en su vida y obra. Luego se casó muy joven con un diplomático, hecho que hizo que viviera la mayor parte de su vida en la Europa de la posguerra y en

Estados Unidos, siempre añorando Brasil. Sobrevivió la rutina de la vida diplomática organizando cenas y visitas, pero en su escritura siempre transgredió el falso discurso de la mujer pasiva. Más tarde regresó a Brasil, pero murió relativamente joven de un cáncer —el 9 de diciembre de 1977, cuando contaba con 56 años—, cosa que nos hace pensar que podría haber escrito muchísimo más”. Sánchez Andrade agrega que el destierro y la soledad, sus insomnios, la dependencia emocional y el miedo a la soledad, así como la nostalgia de Brasil, marcan su vida, aunque quizá el mayor acontecimiento que la propia Clarice Lispector asumió como uno de los más importantes de su vida fue el nacimiento de sus dos hijos, hecho que incluso llega a anteponer a su escritura. Como recuerda Sánchez Andrade, ella misma, en un artículo publicado en el Jornal do Brasil en 1968, apunta: “Hay tres cosas por las que he nacido y por las que doy mi vida. Nací para amar a los demás, nací para escribir, y nací para criar a mis hijos”. Sánchez Andrade considera que las señales donde podríamos encontrar la huella de Lispector en la literatura actual están “en todo y en nada. Su universo es tan absolutamente personal que me resulta intransferible. La escritura es en ella pretexto para indagar en el mundo de las sensaciones y una angustia existencial muy propia. Es obvio que a muchos nos ha influido la lectura de su obra, pero es difícil encontrar su huella porque es única. Tratar de imitarla es imposible”. Para Elena Losada, traductora de más de una decena de obras de Lispector a nuestra lengua, capitales en el conjunto de su narrativa son todos sus cuentos, un corpus que no duda en calificar de “prodigioso”. En cuanto a las novelas, como máxima complejidad y profundidad la traductora menciona

La pasión según G. H. “Pero no hablamos de una escritora monotemática ni muchísimo menos, aunque si hay algo que atraviesa sus narraciones es la sorpresa ante el mundo, la búsqueda de lo que ella llama it, lo neutro vivo, lo esencial, lo más profundo que está en el fondo de todo. Y más que temas, yo diría que hay miradas, formas de mirar la realidad, que son muy distintas de las comunes”. A Sánchez Andrade, por su parte, le gustan especialmente La manzana en la oscuridad y La pasión según G. H., ya que “hurgan y aguijonean en nosotros, proceden de un fondo algo turbio, prohibido, de la existencia humana. Son terriblemente perturbadoras”. Identidad femenina Desde una mirada contemporánea, la importancia de Lispector en la lucha por la igualdad de las mujeres en una sociedad impregnada de machismo como la actual radica en sus obras. Como se muestra con claridad en la biografía escrita por Benjamin Moser, Lispector transformó su lucha personal como mujer en un conjunto de obras literarias de resonancia universal. En ese sentido, Losada dice que la propia Clarice se pasó toda su vida diciendo que no era feminista. “Y no encontraremos en sus textos cosas de tipo reivindicativo. Lo que sí encontraremos es, en la propia actitud y extrañeza de sus personajes, en ese querer construirse un destino, de descubrirse, algo que es profundamente feminista, aunque no de manera canónica ni obvia”. Sánchez Andrade señala que, como a muchos lectores contemporáneos, siempre le ha llamado la atención que no se la incluyera entre los escritores del boom latinoamericano, cosa que ocurrió, recuerda, con escritoras

“Reivindicó el hecho de mirar y de ver de una manera no convencional”. Elena Losada

como Elena Garro o Elena Poniatowska. “Lo increíble hoy es que, aunque en vida Clarice Lispector nunca se declaró feminista y hasta criticó el movimiento, hay en su escritura una búsqueda y una defensa de la identidad femenina. El solo hecho de que se abriera camino como escritora en la sociedad brasileña de la época, y que se ganara, además, el respeto internacional, dice mucho del valor y la originalidad de su escritura”. Losada aclara que es muy probable que la obra de Lispector no se haya incluido en el boom latinoamericano porque le faltaba exotismo. “Si leemos a Clarice Lispector aislada, podría ser una escritora norteamericana o rusa; es decir, el elemento exótico, autóctono, de un García Márquez, de un Vargas Llosa, de un Carlos Fuentes, no existe en ella. Lo que pasa ocurre en Brasil y hay marcas de ello, pero es otro mundo. Y eso es lo que la hace tan moderna”. Como una de las principales traductoras de la obra de Lispector, Losada explica que su estilo literario lo define una cita de la propia autora, donde afirma que “escribir es como pescar”, y Clarice Lispector, señala, “lo que quiere es pescar la entrelínea, lo que está más allá del lenguaje, lo que está más allá de la palabra. La palabra es, para ella, como un cebo que se lanza, y si ha funcionado bien el procedimiento lo que se pesca es la entrelínea, y entonces la misma palabra ya no interesa porque se ha captado el misterio, lo que está más allá del lenguaje”. Un lenguaje simple El lenguaje de Lispector, dice Losada, “es aparentemente muy simple; un lenguaje que no tiene neologismos ni arcaísmos, que no usa palabras raras. Es un lenguaje muy poco exótico; es decir, solo muy de vez en cuando hay una referencia a una fruta tropical o


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La escritora nacida en Ucrania el 10 de diciembre de 1920, una estrella solitaria de las letras brasileñas.

a una planta o a un animal. Así como hay escritores que llenan de carácter brasileño y de terminología local sus obras, Clarice Lispector no. Tras esa simpleza, el lector se encuentra algo que, a falta de una palabra mejor, yo llamaría anacolutos conceptuales; es decir, saltos de sentido. Uno empieza a leer una frase y espera una cosa, instintivamente espera que continúe de una manera, y no; pega un sal-

to y obliga a establecer puentes entre una primera parte y lo que viene después. El problema de la traducción de Clarice Lispector no es un problema gramatical, no es un problema de lenguaje —yo he traducido a autores mucho más complejos en su lenguaje como Raduan Nasar—, sino un problema que plantea la sorpresa del interior, esa entrelínea, esa idea de que siempre hay algo que está más allá”.

En cuanto a la vigencia e importancia de la obra de Clarice Lispector, Cristina Sánchez Andrade sostiene que, “desde su realidad brasileña, tercermundista e iberoamericana, Lispector se abrió paso y supo hacerse hueco en un momento en que solo los hombres publicaban. Creo que su escritura alcanzó a mostrar la complejidad psicológica, la sensibilidad y la especial percepción de la

mujer. Hoy en día está reconocida a nivel mundial, a la altura de escritoras como Virginia Woolf; junto con ella, logró cambiar, al menos en parte, la visión maniquea y machista de la sociedad y el arte”. Por su parte, Elena Losada coloca la vigencia de Clarice Lispector “en esa forma de mirar el mundo; en esa idea de que el mundo es raro y necesita ser mirado con una atención peculiar a las pequeñas y grandes cosas. Es la reivindicación del hecho de mirar y de ver de una manera no convencional. Pero, sobre todo, la grandeza de Clarice Lispector es su lenguaje; esa extrañeza que crea en el lenguaje con unos materiales simples y naturales”. Ofelia Grande, directora editorial de Siruela, sello en el que se han publicado la mayor parte de las obras de Lispector, expone que la vigencia de la obra de Clarice Lispector radica “en su permanente modernidad. Parece un contrasentido pero creo que muestra en carne viva los sentimientos humanos, las contradicciones, las heridas, los impulsos, las ansias… Y estos son siempre los mismos, quizá con diferentes formas o manifestaciones, pero los mismos en su esencia, cuando Clarice Lispector los escribió, hoy y dentro de cien años”. Desde su posición como editora, Grande comenta que la obra de Clarice Lispector “está considerada por la crítica y los lectores al más alto nivel literario, no siempre fácil y asequible. Por eso quizá es una obra de nicho, aunque por fortuna ese nicho ha ido creciendo con el paso de los años y podríamos decir que tiene lectores crecientes y, sobre todo, muy entusiastas y muy fieles. Si algo caracteriza la obra de Clarice Lispector es que despierta en sus lectores un sentimiento de apego inquebrantable”. Sobre los avatares que ha vivido editando la obra de Clarice Lispector, ya que Siruela ha sido el sello que ha apostado totalmente por difundir su obra en lengua española, Ofelia Grande relata que desde que se incorporó a Siruela, hace ya casi 21 años, la editorial ya tenía publicados varios títulos de Clarice Lispector. “Con el apoyo y la complicidad del hijo de la autora, Paulo Gurgel Valente, y de su agente, Carina Pons de la Agencia Balcells, creamos hace ya unos años la biblioteca Clarice Lispector e incorporamos nuevos títulos a la misma. Después hemos seguido tratando de hacerla llegar a un número de lectores cada vez más grande con acuerdos de coedición en América donde los seguidores de Clarice Lispector son muchísimos”. Por último, la editora avanza que lo próximo de Clarice Lispector que publicará Siruela será un volumen de crónicas periodísticas, parte ya publicadas y otra parte inéditas.

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PENSAMIENTO

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ENSAYO

Perplejos ante la “Guía” El Estado puede fomentar valores cívicos, pero ¿acaso formular nociones morales de índole personal?

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l gobierno actual planteó desde un inicio la intención de impulsar la creación de una Constitución Moral. En una nota publicada en este mismo espacio hace un par de años, sostuve que, sin duda, viene al caso restituir la ética y la civilidad, el orden legal y la moral. La sociedad mexicana ha sido lastimada por la violencia y la criminalidad, por la injusticia y la corrupción.Sinembargo,tambiénenaquel entonces objeté la creación de aquel documento arguyendo que la función del Estado no es educarnos moralmente, sino garantizar el Estado de derecho, proteger y garantizar la libertad y seguridad de la ciudadanía, así como promulgar leyes justas para el bienestar social. Puede entenderse, sin embargo, que le preocupe al gobierno la educación ética de la ciudadanía. La Secretaría de Educación Pública casi siempre ha contemplado en los planes de estudio la formación ética y cívica de niños y jóvenes. Es preocupante detectar indicios de que quizá esos planes no han cumplido con su cometido entre la población escolarizada. La responsabilidad, sin embargo, no recae solo en los gobiernos sino también en la sociedad. ¿Será que existe alguna forma de enmendar ese fracaso? El gobierno actual cree que el discurso edificante y la incitación al bien transforman la moralidad de los ciudadanos. El problema es que, como argumenté hace dos años, son inabarcables las formas de moralidad de las personas. Entiendo que la recién publicada Guía ética para la transformación de México suple la idea original de la Constitución Moral. Se trata de una exhortación, no una coerción, a considerar una serie de valores y preceptos que contribuirían a que la convivencia nacional sea “pacífica, cívica, con libertad, paz, justicia, dignidad y seguridad”. Esta Guía se distribuirá entre la población, sobre todo entre adultos mayores, con la idea de que puedan transmitir “valores éticos” a la población más joven. Lo que no ha podido lograrse desde la escuela podría lograrse, o al menos esa parece ser la intención, si los adultos mayores asumen el papel de educadores. La idea no es del todo atroz: la familia —también exaltada en la Guía— influye a través del ejemplo, la convivencia y la conversación, en la moralidad de los ciudadanos. Lo debatible es que, con ese objeto, el gobierno introduzca “nociones morales que nos permitan resolver dilemas éticos”. El gobierno puede fomentar

LUIS XAVIER LÓPEZ FARJEAT FOTOGRAFÍA GOBIERNO DE MÉXICO

valores cívicos como la cultura de la legalidad, pero formular nociones morales de índole personal es delicado y cuestionable sobre todo cuando se hace con un sesgo ideológico. El documento achaca a los gobernantes y empresarios “neoliberales” el que los valores éticos hayan sido demolidos. Es una hipérbole, por supuesto. Hay algo ingenuo en creer que el neoliberalismo destruyó por completo la moral de la ciudadanía y que en la supuesta era “posneoliberal” el Estado será capaz de restituirla. Afortunadamente, la ciudadanía no es una entidad homogénea meramente pasiva y receptiva dispuesta a actuar y proceder conforme a lo que dicta el Estado, sea o no neoliberal. El declive de la moral en nuestra sociedad es multifactorial y revertirlo requiere abarcar muchos frentes, comenzando por el restablecimiento de la justicia y el Estado de derecho. No es viable transformar nuestra realidad con un breve manual repleto de buenas intenciones. La Guía ya ha sido criticada. Julio Hubard ha hecho notar el tono paternalista del documento, como si estuviese dirigido a un pueblo ignorante, incapaz de pensar por sí mismo (Letras Libres, 1 de diciembre de 2020). Otros han criticado la “ensalada de

En un país con un alto índice de homicidios, la “doctrina” del perdón es poco viable

valores” que los autores han preparado. Ese ha sido el caso de Guillermo Hurtado, quien ha propuesto que la Guía es una mezcolanza entre cristianismo laicizado, comunitarismo, ética de la diferencia y ecologismo (La Razón, 28 de noviembre de 2020). Algunos han percibido ese dejo dizque cristiano como algo riesgoso para el laicismo mexicano. Pero quizá lo que más ha inconformado es el llamado a otorgar perdón “si fuiste víctima de maltrato, agresión, abuso o violencia”, puesto que “así permitirás la liberación de la culpa de quien te ofendió”. En un país con un altísimo índice de feminicidios, homicidios, violaciones y desapariciones, en donde las víctimas han sido ignoradas y despreciadas cuando han exigido justicia, la “doctrina” del perdón es poco viable. Quien otorga el perdón es capaz de suprimir los resabios de resentimiento y, en consecuencia, puede transformar internamente la ira o el rechazo experimentado hacia su agresor en sentimientos más positivos. Hay casos, sin embargo, en los que, dado el carácter irreversible del daño, es muy difícil —quizás imposible— condonar las acciones del agresor. La remisión de los sentimientos negativos hacia un agresor implica un esfuerzo personal y voluntario, propio del fuero íntimo de las víctimas y, como tal, es algo inaccesible y privado. Si alguien llegase a perdonar a su agresor, ello no elimina de ninguna

manera el carácter objetivo de la ofensa. Si bien es cierto que, como lo han visto varias religiones —sobre todo el cristianismo—, el perdón conduce a un proceso de sanación interna, lo que verdaderamente compete al gobierno no es motivar la transformación interna de las víctimas, sino fortalecer los cimientos necesarios para la justicia. Sin justicia es imposible plantearse el perdón. La Guía incluye, sí, un apartado dedicado a la justicia. Se habla ahí de eliminar leyes que no son justas, de hacer que las instituciones estén apegadas a la legalidad y que las leyes no se apliquen de forma “facciosa, discrecional y arbitraria”. Es difícil no estar de acuerdo. Sin embargo, cierra el apartado con una exhortación en donde la justicia se describe como algo subjetivo, a la vez apegado a las leyes, pero a fin de cuentas dependiente de la conciencia de un sujeto: “Si la justicia depende de ti, procura ponerte en el lugar de quienes la reclaman y de actuar apegado a leyes y reglamentos y de acuerdo con tu conciencia”. Por lo visto, esta extraña fórmula no es la que aplica siempre. Los representantes de las víctimas del crimen, las colectivas representantes de las víctimas de feminicidio, los padres de niños con cáncer, entre otros ciudadanos, no han encontrado ni justicia ni empatía. Y es que a veces el trecho entre el discurso y la acción está plagado de obstáculos.

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EN LIBRERÍAS

5 DE DICIEMBRE 2020

NARRATIVA, CRÓNICA, ENSAYO A su imagen

Agnes Grey

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A FUEGO LENTO

Prosas y mitos

Plagio México, 2020

Jérôme Ferrari Libros del Asteroide España, 2020 215 páginas

Anne Brontë Alianza Editorial México, 2020 270 páginas

Pierre Michon Jus España, 2020 171 páginas

Una cámara fotográfica que recibe como regalo el día en que cumple 14 años marca el destino de la protagonista de esta novela en la cual el Premio Goncourt en 2012 se sirve de las relaciones entre la realidad y la imagen para abordar algunos hechos que marcaron a Europa durante los años últimos del siglo XX: la guerra en Yugoslavia y la crisis política en Córcega, por ejemplo. Las nobles aspiraciones se expresan en el deseo de ponerle rostro a quienes permanecen anónimos.

Comparada con la de sus hermanas Emily y Charlotte, la obra de la menor de las Brontë acaso no posee su intensidad pero los estudiosos no han dudado en reivindicar su talento. En el bicentenario de su nacimiento, se publica esta novela que puede ser considerada de formación. Su protagonista, como ella, es la menor de una familia con dificultades económicas. Agnes quiere ayudarla y decide ser institutriz. Una difícil primera experiencia no le impide cumplir su vocación.

Una selección de relatos provenientes de cinco volúmenes: Mitologías de invierno, Nueve pasajes del causse, El emperador de Occidente, El rey del bosque, Abades. La riqueza evocadora y lírica del estilo de Michon, uno de los grandes escritores franceses de la actualidad, explota aquí con toda su fuerza. Los escenarios parecen sacados de la tradición medieval; los personajes se enfrentan al poder, la belleza o la muerte; y el mundo está lleno de países y lenguas desconocidos.

Mantén la música maldita

Ää: manifiestos sobre la diversidad lingüística

El Criticón: sabiduría práctica

Carlos Velázquez Sexto piso México, 2020 168 páginas

Yásnaya Elena A. Gil Almadía México, 2020 199 páginas

Baltazar Gracián Ariel México, 2020 242 páginas

Marky Ramone, Sonic Youth, Iggy Pop, Lou Reed, Soda Stereo, Billy Idol, The Who, Nick Cave, son algunos de los invitados a estas páginas por donde avanzan, sin tropiezos, los excesos y las ganas de estirar la noche. Los escenarios se levantan por igual en la Ciudad de México que en Tijuana, en Torreón o Monterrey. Las crónicas se remiten desde una juventud vivida a lomos de un perro callejero hasta los días previos a la cancelación de toda posibilidad de concierto.

Este volumen reúne los artículos publicados por la estudiosa, investigadora y activista en la revista Este País entre 2011 y 2015. Se concentra en las lenguas indígenas, algunos hábitos del habla, la supervivencia lingüística, los significados del dolor, la nueva Babel, el discurso como acto de resistencia… La compilación estuvo a cargo de Ana Aguilar Guevara, Julia Bravo Varela, Gustavo Ogarrio Badillo y Valentina Quaresma Rodríguez. El prólogo es de Federico Navarrete.

Por algunos de los lectores que ha tenido esta obra —Kant, Schopenhauer, Nietzsche—, su autor merecería tener más fama. Gracián pertenece a la gran pléyade de pensadores del Siglo de Oro español y se cuenta entre sus miembros más refinados. El Criticón se distingue de otras obras suyas, como Agudeza y arte del ingenio, en que se aleja del tratado y asume la forma de una novela de carácter alegórico. Los especialistas le encuentran similitudes con El Quijote.

Hijo legítimo de Balzac ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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os habitantes y seguidores de la vida cultural y literaria en México reconocerán sin dificultad los hechos y a los actores de Plagio. Una novela (Literatura Random House) a pesar de que las circunstancias y los nombres han sido juguetonamente modificados. Podrán reconocerlos pero deberán aceptar que pisamos los terrenos de la ficción. La ambigüedad gobierna la lógica del relato y se ríe, a cada cambio de timón, de nuestras sospechas. De qué se trata. De la ruina del flamante Premio Martín Luis Guzmán, “de escritores para escritores”, coordinador de asesores y de extensión cultural de la UNAM, acusado de plagio por un enemigo genial y obligado a renunciar a sus privilegios (cualquier semejanza con la realidad es obra de la imaginación literaria). Plagio es la novela de Héctor Aguilar Camín y también la novela que el plagiador, siempre innombrado, escribe como acto de penitencia aunque no de arrepentimiento. Leemos entonces a Aguilar Camín dándole voz a un pícaro que se presenta de la siguiente manera: “Empecé a escribir llevado por la envidia de lo que leía, sabiendo desde el principio que no podía escribir nada igual”. Como muñeca rusa, Plagio envuelve a otra realidad, la de las confesiones a cuenta de la vanidad, los celos amorosos y profesionales, y la impostura. Como en Morir en el golfo, La guerra de Galio y algunos relatos de Historias conversadas, Aguilar Camín se muestra fascinado por las miserias y los esplendores atribuidos al poder. Ese plagiador de estilo untuoso, cínico y emblemático de las relaciones concebidas mediante la concesión y el pago de favores, no duda en confesar sus buenos oficios para la simulación, el cortejo burocrático o la cortesía a cambio de la rendición erótica; siente incluso un orgullo desdeñoso cuando refiere su liderazgo en la red de espionaje en la UNAM. Es, trasplantado y remasterizado, un hijo legítimo de Balzac, vestido a la moda y cenando tres veces por semana en los mejores restaurantes de la ciudad. Quienes pretendan leer Plagio con solo el prisma de la memoria periodística y el cotilleo de nuestra vida cultural se perderán muchos de sus encantadores atributos: la ironía, por ejemplo, y, sobre todo, el vértigo con el que describe los reveses y las resurrecciones de su personaje.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

5 DE DICIEMBRE 2020

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

TOSCANADAS

Necrofilia DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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uve un amigo argentino al que el futbol le importaba poco y los libros mucho. Se le ocurrió pasar el 25 de junio de 1978 en la Biblioteca Nacional en Buenos Aires, esa misma que había dirigido Borges, con la certeza de que la encontraría vacía. Ya en la tarde, cuando salía del recinto muy contento como colegial con libros bajo el brazo, fue divisado por un grupo de personas que celebraban el triunfo de Argentina sobre Holanda. Los orates no lo pudieron tolerar. ¿Cómo era posible que alguien se interesara por la literatura, por la filosofía, por lo más sublime del pensamiento humano cuando lo correcto era festejar el vaivén de una pelota? Se lanzaron sobre él y comenzaron a golpearlo. Uno de ellos, entre puñetazo y puñetazo, de pronto dijo: “Charlie, ¿eres tú?” Se trataba de un compañero del servicio militar. El

BIBLIOTECA NACIONAL

El recinto bonaerense que Borges dirigió alguna vez.

joven trocó su rol de verdugo por el de protector. “Gracias a eso me salvé”, me contó Charlie. ¿En qué consistió la provocación del buen Charlie? En contar el dinero delante de los pobres. Y es que la erudición tiene algunos paralelos con el dinero. Es algo que se desea, pero que se critica cuando no se tiene. Con la salvedad de que la primera es mucho más ambigua que el segundo. Alguien con los bolsillos vacíos puede tener deseos específicos: quisiera un millón de pesos. Pero alguien con la cabeza vacía, difícilmente puede articular su apetencia: quisiera comprender el argumento ontológico de la existencia de Dios. Aquel día los argentinos avanzaban como en procesión religiosa para la que Charlie era un ateo y había que castigarlo. Por eso hoy se dice con razón que Dios es redondo. Pero unos cuantos se echan a cuestas

otra religión, la que dice que en el principio era la palabra, y la palabra era con Dios, y la palabra era Dios. Eso mero: la palabra, el verbo, el logos es Dios. Y la redondez de Dios solo se encuentra en la O. Hace un par de días alguien me preguntó si pensaba que el libro podría llegar a tener en el futuro el papel cardinal que tuvo todavía hasta los años setenta. Por alguna razón, mientras meditaba la respuesta me vino el recuerdo de la golpiza que sufrió Charlie. Respondí que no. Nunca más. Había que inventarse una fecha en la que el barco comenzó a hundirse sin remedio, ¿y por qué no elegir ese 25 de junio de 1978? La música había muerto el 3 de febrero de 1959. En cierta fecha el video había matado a la estrella de radio. También la literatura sufrió su agonía hasta volverse un cadáver exquisito. Ah, qué bonita es la necrofilia.

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BICHOS Y PARIENTES

De Quincey: el tedio y la conversación

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a grandeza o pequeñez de los hombres depende de su capacidad para soñar, dijo Thomas De Quincey (1785-1859): “Quien habla de bueyes soñará probablemente con bueyes, y la condición de la vida humana, que impone a la enorme mayoría el yugo de una existencia cotidiana incompatible con una noble elevación de ideas, neutraliza a menudo el tono de grandeza de la facultad reproductiva del soñar, aun en mentes populosas con solemnes imaginerías. Para que sea frecuente soñar con magnificencia hay que hallarse predispuesto por naturaleza al ensueño. Esto para empezar y, aun cuando exista una fuerte predisposición, es muy probable que venga a perturbarla la agitación cada vez mayor de nuestra moderna vida inglesa” (Suspiria de profundis. Hay una buena traducción de Luis Loayza en Alianza Editorial). Tras la muerte de su hermana, Thomas de Quincey cayó en una grave depresión y se retiró al campo, para descansar y pensar. Lo rejuvenecerían la soledad y el aire fresco, las caminatas, la comida sencilla y campestre. Idea bucólica y apacible que, después de unas semanas, se convirtió en un hondo desasosiego, peor que el duelo. Sufre su soledad por la falta, no de gente en torno, sino de conversación importante. ¿Con quién hablar entre palurdos? Él también padece su propio intelectualismo, pero en este caso, tiene razón: quien habla de bueyes, sueña con bueyes. Y la conversación puede solo alzarse hasta la altura de sus propios sueños. A los boyeros les aran los sueños sus propios bueyes; son incapaces de imaginarlos alados, o de oro, o profiriendo oráculos. No son

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA HISTORIC UK

sino bueyes. Los palurdos —y conste que los hay igual en oficinas que en las universidades o en el campo— componen un limbo de la inteligencia y la imaginación. En el siglo de Coleridge y Wordsworth, De Quincey fue el mejor escritor de esa mezcla de ensayo y poema, un nuevo género, híbrido: el poema en prosa. Autor con una cultura amplísima y una imaginación poderosa, pero tímido, frecuentemente solitario y secuestrado periódicamente por una melancolía maligna, aprendió a

Fue un autor con una cultura amplísima y una imaginación poderosa, pero tímido

redimir sus horas negras con opio. Es un error pensar que el riesgo de los arrieros nos es ajeno. El de lector puede volverse un oficio tan tedioso como el del arriero o del obrero porque, en un descuido, los libros se vuelven, igual, solo libros. Y los peores descuidos son los que cometen los “expertos”, los que han juzgado que ya saben… porque ahí se agazapan las entidades diabólicas y meten ruidos en la cabeza. El peligro de la estupidez, dice De Quincey, no está en el oficio mismo. El mundo de quienes se dedican a los libros parece estar hecho de libros que hablan de libros. Una recua de libros. O peor: de textos. Pero sin mundo. Mientras solo se hable de los trastos que cotidianamente nos afectan, seguiremos soñando eriales y cosechando arena. La peor depauperación de

El escritor y periodista británico, a quien debemos Suspiria de profundis.

una sociedad no es de dineros sino de conversación: cada vez menos ganas, menos proyectos, más borra y miedo. El tedio, ese monstruo que, según Baudelaire, en medio de un bostezo se tragaría al mundo, eclosiona en la conciencia cuando el oficio pierde su ritualidad para convertirse en una operación mecánica y el ritmo deja lugar solo a la repetición. El sueño, si bien conduce a un sentido más amplio de vida, resulta de poca impronta si no halla zonas, espacios, vías para reproducirse en otras conciencias. De Quincey, antes que Baudelaire, descubrió el Tedio de la vida moderna, enemiga del sueño y de la memoria; y luego el opio, antes que los otros poetas y que Marx. En su época y en esta, el problema más severo proviene de la histérica agitación del progreso y sus falsas y solemnes imaginerías, que convierten los espacios del sueño en pesadilla y la memoria en insomnio. Solemos creer que la sola producción de las cosas es suficiente para acceder al beneficio que proponen. Y esto es falso. Los libros, los medios en general, carecen de sentido si no son leídos, compartidos, comentados. Hoy por hoy, vivimos en medio de una duermevela que puede cifrar nuestra vitalidad o confirmar nuestra decadencia. Es triste, pero De Quincey puso su mano varias veces sobre el asunto central, pero creyó que era solamente un barandal: su melancolía y desesperación no vienen de los muchos libros ni los muchos bueyes; no es la acumulación y ni siquiera el acceso a la cultura lo que hace deseable o habitable una sociedad sino la capacidad de conversar y compartir la memoria y los sueños.

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