Laberinto No.931 (17/04/2021)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

EL ATLAS DE PANDORA

FERNANDO ZAMORA

IRENE VALLEJO

Una apología de los Panteras Negras

Épica del cuidado Foto: Bron Creative

Ilustración: Román

SÁBADO 17 DE ABRIL DE 2021 AÑO 17 - NÚMERO 931

Fernando del Paso: flirteos con la publicidad Rosa Beltrán/ FOTOGRAFÍA: ARCHIVO MILENIO


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ANTESALA

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DOBLE FILO

Cine, mota e injusticia FERNANDO FIGUEROA

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n 2015 el poblano Joshua Gil filmó La maldad, su ópera prima, y la estrenó ese año en el Festival de Berlín. Su segunda película, Sanctorum (2019), se presentó en Venecia y ha ganado varios premios nacionales y extranjeros, además de ser la única cinta mexicana de la 69 Muestra Internacional de la Cineteca Nacional; con tintes poéticos y apocalípticos, narra el drama real de campesinos mixes que siembran mariguana para subsistir. Hoy Gil juega ping-pong con Laberinto. ¿Qué es el cine? La vida mejorada. ¿Shakespeare ya lo dijo todo? Escribió casi todo, pero ahora tenemos que mostrar eso en la pantalla. ¿Cambiarías los festivales por un gran éxito en taquilla? Jamás. Mis dos primeras películas tenían que ser como son. ¿El esteticismo puede banalizar la cruda realidad? Más bien propone realidades alternas. ¿La 4T ya llegó al campo? Ni al campo ni a la cultura. ¿Qué sigue después de Sanctorum? Yūgen, una historia de amor entre padres e hijos. Un poeta extranjero y uno mexicano. Extranjero, William Blake. Mexicano, Juan Rulfo, porque lo suyo es poesía pura. ¿Sanctorum es Pedro Páramo en tiempos de narcotráfico? Sí es uno de mis referentes, igual que la obra de Leonora Carrington y de otros. Un poeta oriental. Bashō. ¿Qué aprendiste en Barcelona? A vivir y amar. ¿Y con Patricio Guzmán? La introspección, la espiritualidad. Una cinta de Robert Bresson. Mouchette. ¿Son mejores los actores no profesionales que aquellos que estudian diez años? Son universos diferentes. Hay que usar a los actores que necesite tu película. Reygadas o Iñárritu. Reygadas, mil veces. Ripstein en una palabra. Sensei. Roma del 1 al 10. Aunque el sonido es una chingonería: 3. Una buena escena de Del Toro. Cuando fallece la morra en El laberinto del fauno es magistral. La película que has visto más veces. Wall-e, de Disney. ¿En serio tu abuelo pidió apoyo al IMCINE para contar sus desamores? Totalmente cierto. Tengo sus cartas. Un libro en una isla desierta. El laberinto de la soledad. Tengo un tremendo amor-odio por Octavio Paz. ¿Qué estás leyendo? Una recopilación sobre cine negro. El día más triste de tu vida. No lo tengo claro. ¿La música de cuál compositor para el último día de tu vida? De Juan Gabriel, en una mega fiesta. Tu epitafio. “Hizo lo que quiso”.

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Judas y el mesías negro. Director: Shaka King. Estados Unidos, 2021. Puede verse en algunos cines.

HOMBRE DE CELULOIDE

El arte de crear un mito FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA BRON CREATIVE

¿

Por qué Judas y el mesías negro, a pesar de estar tan bien hecha, resulta tan aburrida? Nominada a seis premios Oscar, la película fue dirigida por Shaka King. Es el segundo largometraje de este cineasta de origen panameño quien, luego de graduarse en Ciencia Política, ingresó a la Universidad de Nueva York, donde fue discípulo de Spike Lee. King tiene, pues, todas las credenciales para conducir un proyecto de esta envergadura. Y sí, hace bien su trabajo. La cámara está en su lugar y los actores estuvieron bien dirigidos. Sobre todo, Judas y el mesías negro está bien editada de modo que, no, no es culpa del director que la película produzca sopor. ¿Será el guion? Es posible. Sobre todo, porque la fórmula está avejentada: hay una entrevista y el hombre cuestionado recuerda… Corte y nos vamos al pasado. Solo parece faltar la cortinilla que se usaba en televisión. Hay, sin embargo, un par de películas muy buenas que utilizan este recurso. El irlandés de Martin Scorsese, por ejemplo. En cuanto a las actuaciones, la verdad es que Daniel Kaluuya hace un trabajo estupendo. Merece sin duda haber ganado el Globo de Oro en la categoría de mejor actor. A pesar de su edad, Kaluuya encarna con toda energía al jovencísimo lí-

der del Partido de las Panteras Negras, una organización que en su tiempo llegó a ser considerada terrorista por el nefando FBI. Como se sabe, Judas y el mesías negro cuenta la historia de un líder social acosado por la policía de su país. Nada nuevo. Y es en esta sinopsis, de apariencia inocua, que podemos comenzar a evidenciar las fallas de la película. Pero, antes de ir a las conclusiones es necesario decir que las críticas por la edad de Kaluuya son injustas. Se ha dicho que el actor de 33 años es demasiado viejo como para encarnar a un líder de tan solo 21 años, pero no. No es este el problema ni tampoco lo es la actuación de Bill O’Neal, quien hace un papel del todo creíble. Incluso Jesse Plemons, quien hace al maquiavélico policía que infiltra a las Panteras Negras, está muy bien. Otro punto rescatable es la fotografía: una delicia. Aunque, tal vez, un poco melosa. Sean Bobbitt, el cinefotógrafo, ha trabajado con los

La idea de producir una apología termina por ser pesada como cualquier hagiografía

mejores y en obras con moraleja similar. ¿Cómo olvidar los pausados movimientos de cámara y aquellos atardeceres que fotografió Bobbitt para la película 12 años de esclavitud? En fin, que el problema de Judas y el mesías negro no radica tampoco en la fotografía, por más que sea tan pomposa que a veces resulte evidente que Bobbitt está tratando de imitar de modo descarado a Christopher Doyle, fotógrafo de cabecera del mítico Won Kar-wai. Entonces ¿qué sucedió con esta película? La clave, decíamos, está en la sinopsis. Es un problema que se encuentra en los orígenes del proyecto, en su concepción: en la idea de producir una apología que termina por ser pesada como cualquier hagiografía. Se vuelve un panfleto. Un folletín. Con Judas y el mesías negro sucede lo que con Gandhi de Richard Attenborough: no basta la historia de un hombre, por importante que sea, para regalarnos un mito. Para ello es necesario más bien cierto arte, un oficio que solo tienen los autores más avezados. Como Carl Dreyer, creador de La pasión de Juana de Arco. Así que, aunque la película no está mal, resulta larga sobre todo porque quiere crear tensión cuando, si uno sabe un poco de historia, adivina el final.

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ANTESALA

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POESÍA

En inglés lo llaman...

LOS PAISAJES INVISIBLES

50 años de Los inquilinos

EDUARDO CHIRINOS

Para María Koutentaki y Carlos García Miranda

En inglés lo llaman Easter en honor a la diosa que nos trae por fin la primavera, el mismo sol que saluda y resplandece en mi ventana. Esta noche cenaré en casa de un amigo Su mujer ha preparado pan sin levadura, pepinos con salsa de yogurt y pierna de cordero. Los cretenses (la mujer de mi amigo es cretense) celebran la Pascua sacrificando un cordero, el que debe morir. En Salamanca un muchacho se gana la vida imitando a Cristo. El jueves sostenía una cruz en la Plaza Mayor, el viernes lo vi crucificado junto a la catedral. Los niños le arrojaban monedas, los mayores hacían un rodeo para no mirarlo, los turistas sonreían nerviosos y sacaban instantáneas con sus móviles. Anoche tuve un sueño. Cristo me preguntó si podía reemplazarlo en la cruz porque estaba cansado, porque tenía hambre y quería comer un bocadillo.

Este poema pertenece a Medicinas para quebrantamientos, de próxima aparición en UACM/ Mantis.

EX LIBRIS

El sueño de Medusa/ EKO

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IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

ay libros que merecen velas de cumpleaños. En 1971, Bernard Malamud publicó su novela Los inquilinos: el escritor judío Harry Lesser se niega a abandonar su apartamento de renta congelada en un edificio viejo y desolado pero no porque carezca de fondos para mudarse a otra ratonera semejante (Levenspiel, el casero, le gira cheques para poder desalojarlo, derribar el cascarón y aprovechar el predio en otro tipo de negocios), sino porque está a punto de terminar la novela que le ha costado diez años de su vida. La novela nació en ese apartamento cada vez más inhóspito y umbrío, donde las ratas corren a su antojo y los bichos han instaurado una colonia paralela, pero Lesser se empeña en poner punto final a su libro ahí, convencido de que “las palabras no se comen pero calman la sed” y, sobre todo, por una especie de fidelidad al escenario donde concibió la primera línea de lo que será su obra maestra. Lesser vive una especie de idílico ostracismo en su edificio para vagabundos, hasta que un día oye el tableteo de una máquina en el piso de arriba. Inquieto, sobrecogido, recorre cada puerta hasta descubrir al anónimo responsable de los ruidos. De espaldas a él, un negro aporrea la máquina con mucho más brío que el propio Harry y, contrario a lo que cualquiera pensaría, Lesser no se siente invadido sino en compañía, pues una especie de solidaridad le hace ponerse al servicio del colega. El escritor negro se llama Willie Spearmint y redacta su autobiografía. Poco a poco, ambos escritores forjarán una amistad basada en la mutua comprensión por lo difícil del trabajo (la frase perfecta, el párrafo impecable, los verbos y adjetivos como cuñas de la arquitectura argumental), y Harry adoptará el papel del mentor y el crítico de los textos de Spearmint, no sin antes ligarse a Irene Bell, la novia blanca y judía de su colega, y establecer un juego demencial de odios raciales y resentimientos literarios que lenta, pero firme, desembocarán en la locura. Esta novela no brilla tanto en la bibliografía de Malamud como, digamos, El natural, Retratos de Fiedelman, El barril mágico o Las vidas de Dubin y, mucho menos, como El reparador (Premio Pulitzer y adaptada al cine en 1968 bajo el título de El hombre de Kiev, con guion de Dalton Trumbo y dirigida por John Frankenheimer), pero es una obra maestra sobre la condición humana y el espíritu creador, dos entes que no se complementan sino que se contraponen e, inclusive, exacerban los defectos: Los inquilinos transcurre en la década de las sociopatías y reyertas culturales de un Nueva York que se reinventa una y otra vez: distritos como el East Village o la caótica Octava Avenida corrían el riesgo de convertirse en campo de batalla en manos de los proxenetas, las prostitutas, los ladronzuelos y todo tipo de lacras que debían gravitar y convivir en tan poco espacio, y donde las rencillas entre negros, blancos, latinos, italianos, judíos e irlandeses eran el pan de cada día. Esa es la misma atmósfera que comienza a enrarecer las paredes del ruinoso edificio en el que pronto la amistad se torna dinamita y estalla indefectiblemente, y no por la novia robada ni por el casero que se empeña en lanzar ahora a dos habitantes indeseables, sino porque las críticas de Lesser al libro de Spearmint se vuelven inflexibles y los convierte en enemigos. La astucia narrativa de Malamud hace de la última parte de Los inquilinos un prodigio de ironía: mientras Lesser escarba en los contenedores de basura para indagar el avance narrativo de su adversario, el negro asalta el departamento del judío en busca de sus detritos textuales. Ninguno descansará hasta destruir al otro con el filo de sus juicios lapidarios porque, sugirió Malamud en su novela hoy quincuagenaria, la crítica es la pistola y el veneno del artista.

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La obra del autor de Palinuro se nutrió de la t y de ese oficio que construye espejismos y qu

Fernando del Paso el

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ROSA BELTRÁN ILUSTRACIÓN BOLIGÁN

xuberante, erudita, a ratos abrumadora, siempre excéntrica, empeñada en que las palabras se empujen, hagan saltar significados que rompen con la trama, insistan en decirlo todo (y lo digan) y en decir algo que parece que no venía al caso (pero viene); y siendo muy suya, barroca y audaz, como la moda con que vestía su dueño, así es la prosa de Fernando del Paso a quien me uno para rendirle un mínimo homenaje en tiempos del tuit, el “menos es más” y el fragmento, hablando de cómo el lenguaje de la publicidad, ese templo del eslógan y el juego de palabras libérrimo se inserta en su obra que es un monumento a lo solemne y lo absurdo, lo satírico y lo culterano, es decir, un monumento a todas las formas de nombrar de nuestra lengua a veces puntuando y otras sin puntuar, y menciono cómo muy de paso y a causa de la publicidad Fernando del Paso retrató también una época donde el mundo se anunciaba a través de eslóganes y jingles, que junto con todas las formas aprendidas de Joyce y de Swift, de Sterne y de Rulfo, pero también de la idea de Aldous Huxley sobre la publicidad, hizo que sus novelas nos dejaran, literalmente, oyendo voces. En los años sesenta y setenta, salvo en cierta literatura nadie había retorcido el lenguaje como lo empezó a hacer Fernando del Paso desde su primera novela. Cuando se publicó José Trigo y después Palinuro de México no había en la esfera pública quien usara la lengua como lo hacían el narrador y los personajes de sus obras. En las declaraciones de los políticos el uso de los tropos era previsible. No había disonancias ni incorrecciones ni juegos del lenguaje ni allí ni en los medios de comunicación. La radio tenía un código de utilización de la lengua más bien solemne, se cuidaba de no confundir el habla de la transmisión con la de la calle y la televisión, que era aún menos libre, combinaba la voz acartonada de las telenovelas y los programas cómicos con los doblajes de programas hechos en Estados Unidos. Lo más sorprendente estaba en la publicidad. Y aunque con fines espúreos, el medio de los jingles estuvo muchos años sembrado en un tiempo de nombres de poetas y narradores que usaron

los mantras, aforismos y epigramas, las aliteraciones y contagios sintácticos así como una extravagante metodología para persuadir y encantar, algo que la literatura también hacía. Gabriel García Márquez, Francisco Cervantes, Guillermo Fernández, Jomi García Ascot, Álvaro Mutis, Fernando del Paso, Eulalio Ferrer, José de la Colina, Juan Carlos Onetti, Xavier Villaurrutia y el gran Salvador Novo son algunos de los escritores con que contaron las agencias de publicidad en los sesenta y setenta en nuestro país. En Estados Unidos e Inglaterra los escritores estuvieron presentes también. Scott Fitzgerald fue famoso por su ingenio para formular frases escritas con las normas aforísticas del eslogan, frases que se citan aún en nuestros días: “Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”. “Los ricos tienen más dinero y los pobres, más niños” o “El dinero ha aniquilado más almas que el hierro cuerpos”. Pero el eslogan que hizo realmente rico antes de famoso a Fitzgerald fue: “We keep you clean in Muscatine”, esa

¿Y qué pasa con la canción suicida en que estaban los tomatitos muy contentitos? frase con que se anunciaron por años las tintorerías de vapor en Iowa. Dorothy Sayers fue famosa también en la publicidad a principios del siglo XX, cuando las mujeres aún no lo tenían permitido o no era usual, aunque la publicidad fue uno de los terrenos más abiertos a recibir en sus filas mujeres que no solo fueran secretarias o afanadoras. Trabajó para la agencia de publicidad londinense S H Bensons’s y llevó la marca de mostaza Colman’s y los anuncios del famoso tucán para la cerveza Guiness Zoo, que sigue vigente hasta nuestros días:

If he can say as you can Guiness is good for you How grand to be a Toucan Just think what Toucan do Por supuesto, los poetas y escritores hispanos que pasaron su juventud en agencias de publicidad no hablan en términos positivos de su experiencia. Por lo regular y salvo el hecho mismo de haber trabajado ahí se trata de un episodio en sus vidas que

muchos prefieren obviar. Salvo en raras ocasiones. A Salvador Novo se le adjudican los tres movimientos de Fab: Remoje, Exprima y Tienda; a Xavier Villaurrutia: Mejor mejora Mejoral, muy cerca de la construcción:

Y mi voz que madura Y mi voz quemadura Y mi bosque madura Y mi voz quema dura y a Gabriel García Márquez, a quien le fue tan mal en la agencia McCann de la que lo despedieron, se le atribuye el hitazo de “yo sin Kleenex no puedo vivir”, hecha para JW Thompson, frase de resonancia tal que hoy en México un pañuelo desechable es un kleenex. ¿Y qué pasa con la canción suicida en que estaban los tomatitos muy contentitos cuando llegó el verdugo a hacerlos jugo que se atribuyó por años a Fernando del Paso? Él declaró: “esa no es mía, pero me gusta su atribución, una especie de venganza de la historia: cuando era muy joven era muy tonto y me robaban las ideas o no me las atribuían y ahora resulta que soy creador de todas las grandes campañas publicitarias de una época”. Y continúa: “Muchos de los productos de los que escribí dejaron de existir como un tónico para personas de edad y el producto de un eslogan para una fibra artificial que competía con Dacrón. No le podía ganar el mercado hasta que se me ocurrió crear una ranita que fuera saltando y dijera ‘cro-cro, Crolán Crolán Crolán, Crolán que siempre queda bien’, producto que se popularizó en unos cuantos meses y ganó el mercado”. Yo, Rosa Beltrán, doy fe de haber usado esa ropa hecha con polímeros del plástico que tenía la facultad de que no se arrugaba nunca, igual que la de causarte una fuerte urticaria o de incendiarse si te acercabas mucho a un foco. Sigue Del Paso: “Usé un recurso mnemotécnico para que a la gente se le quedara un nombre. Y elaboré otro que dice; “pan para pan, pan Bimbo”. Bueno, pero, en 29 años de trabajo en agencias algún eslogan debió de ser el favorito. “La campaña que más satisfacciones me dio fue la de un tónico vitamínico para las personas de la tercera edad: Gerolán”, dice. Gerolán era un tónico hecho a base

de hierro, cafeína y extracto de hígado crudo, recomendado para personas de la tercera edad en vías de entrar en la cuarta y su eslogan fue: “Gerolán, la fórmula de una vida mejor”. Irónicamente, Raúl Castro narró en distintas ocasiones que en 1958, a punto de caer la dictadura del general Fulgencio Batista, junto al coronel Rego Rubido, jefe de la plaza militar de Santiago de Cuba, llegó al Cuartel Moncada para convencer a los soldados de la inutilidad de proseguir combatiendo en aquella guerra fratricida. Según Raúl Castro los soldados comenzaron a gritar: “Gerolán, gerolán, gerolán”. Aunque el tónico era famoso en Cuba en aquel entonces Raúl Castro no entendía por qué las tropas gritaban aquello de Gerolán. Un oficial le dijo que así llamaban los soldados a la prima o sobresueldo por participación en acciones combativas, dinero que no habían recibido durante meses de guerra. Según un historiador, Castro prometió que les pagarían asegurándoles que


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tradición literaria uimeras audaces

l publicista

ello no quita que el lenguaje esté hecho de la argamasa con que se construye la literatura: palinodias, tautologías, asociaciones homonímicas, homofónicas, antanaclasis, diáforas. Y una historia. Todos los anuncios cuentan una historia. De ese mundo impuro por sus fines del que Del Paso afirmó que José Trigo era una sutil venganza vinieron algunos momentos de su prosa, sumados a la oralidad, la poesía, la literatura del absurdo y los cadáveres exquisitos, las asociaciones libres, los juegos sintácticos y golpes de ingenio. Muchas veces Fernando del Paso sostendría que la publicidad era un mundo desdeñable por sus fines pero no por sus medios, y en literatura ¿no son finalmente todo los medios? Es decir: qué no en literatura la medida es el medio en vez de la media, la mass media, y no obstante, como decía el publicista que había en Felisberto Hernández forzado a hacer un eslogan sobre las Medias Ilusión: ¿quién no quiere en la vida aunque sea una media ilusión? En todos los libros de Fernando del Paso hay gags publicitarios o guiños pero en ningún otro como en Palinuro y nunca como en ese capítulo hecho ex profeso: “Viaje de Palinuro por las Agencias de Publicidad y otras islas imaginarias”. Construido con una abundancia de notas eruditas mezcladas con signos de la contemporaneidad, laberinto lingüístico que emula el laberinto de la memoria pero también el mundo donde conviven lo alto y lo bajo, lo puro y lo impuro, lo espléndido y lo siniestro, el pobre Palinuro a partir del 68 perdió toda posibilidad de relacionarse con el mundo de una forma total, todo abarcadora, y se ve sometido el viaje por las islas de la publicidad por las que ha de transitar para entrar al en boga capitalismo del Milagro Mexicano. Alienado no solo por los modos literarios sino por las modas literarias, no solo por los géneros sino en general por los deseos espontáneos que surgen a partir de la publicidad anda de aquí para allá dejándose embaucar, buscando quién sabe qué. Un día, caminaba por el Paseo de la Reforma, la zona de la Ciudad de México que entonces contaba con más agencias publicitarias que ninguna otra “Y de pronto se vio rodeado de mantequillas siniestras, de abrelatas amenazantes, de gatos de ojos de papel neón, y de gringas gigantescas de muslos gruesos y espumosos y pubis de tabaco rubio Lucky Strike. Entonces subió en el ascensor de cristal que lo dejó en medio del supermercado. El supermercado era la isla. La isla era la agencia. La agencia era la meta de Palinuro”. Y ahí vamos con él, pensando que ya llegó a su destino, sube y sube pisos cuando alto ahí, amigo. Porque, dice Del Paso, el mundo de la modernidad y sus productos sirve para traer a la civilización esa maravilla nunca antes vivida que se llama confort: “de la misma manera que los congeladores Frigidaire sirven para conservar a los niños ametrallados en las costas del Japón y las planchas Westinghouse para quemarle el vientre a los soldados norvietnamitas y los cigarrilllos Pall Mall para tostarle los pezones a sus mujeres”. Nada hay que se quede en la alegoría mística, en referencia culterana, en gracejo… el mundo de Del Paso es un mundo descentrado e infinito. Porque entrando

al universo de las Agencias de Publicidad como en el palacio fantástico de las mentiras el mundo seccionado en “islas” que son departamentos, cuartos, oficinas donde uno busca respuestas termina siempre por llegar al centro:

¡Ah, las agencias de publicidad que eran así: rosadas y con sillones verdes, con ventanas grandes como acuarios y con veinte pisos hacia arriba desde donde uno podía suicidarse sin salirse de su propio cuerpo… las Agencias de punta de rosa y amatista… las Agencias que viajaban a 60 millas por hora…: LAS AGENCIAS como las islas, en la realidad y en el sueño existen en número infinito… (238) Palinuro, como nosotros, es un Minotauro perdido en su propio laberinto. Además de académico, diplomático, locutor de radio y escritor, Del Paso trabajó en varias agencias publicitarias, entre ellas, Walter J. Thompson, Young & Rubicam, y llevó varias marcas: Kellog’s, Oso Negro y Procter & Gamble, compartiendo singularidades léxicas y lecturas literarias, mundos hechos de palabras para vender cosas en las que no creía con amigos escritores mientras comentaban Paradiso de Lezama Lima o hablaban sobre poesía portuguesa como decía Francisco Hernández que hacían combinando obsesiones literarias con la campaña en boga. “Guardo siempre un recuerdo de afecto y satisfacción por haber trabajado con Raúl Renán, Álvaro Mutis, Arturo Ripstein y Jorge Fons”, dice Del Paso. En la literatura aprendió cómo decirlo todo, cómo enumerarlo todo, aun lo indecible e innumerable para salir de cualquier límite siempre y cuando todo obedezca al mandato de la verosimilitud. Pero en publicidad en cambio aprendió “cómo usar el lenguaje de manera agresiva sin que lo parezca”, según dijo. Reconoció que tanto en literatura como en publicidad hay normas que comparten el poder de convicción y la virtud de persuadir. Y aun sabiendo que el lenguaje de la publicidad es menos honesto, en ambos casos se trata de un lenguaje especial: “La publicidad te lleva a un objetivo específico. El poema te lleva a una obsesión, pero la novela”, dijo Del Paso, “te lleva a ser un vagabundo”. Para concluir, retomo unas frases tomadas de la publicidad y reescritas por Del Paso, en Palinuro, para recordar al autor que supo que en literatura todo es apropiación siempre y cuando tras la apropiación se reescriba el mundo. Entre muchos juegos de refranes son suyos el de “al mejor cazador se le va una liendre” o el cambio de “To be or not to be” por “To beer or not to beer”, dilema al que en su juventud tantas veces se enfrentó Palinuro. Pero mi favorito, ante el “viaje ahora, pague después”, es el que hizo Del Paso: “muera ahora, viaje después”, que tiene un sentido irónico y tétrico, de acuerdo, pero acaso también esperanzador. Viaja, querido Fernando, ya en alguna ruta futura, mientras los que te leemos, siempre de Paso, hacemos con tus libros un presente perpetuo.

En la literatura aprendió cómo decirlo todo, cómo enumerarlo todo, aun lo indecible

la guerra entre cubanos había concluido. Pero ni la guerra concluyó ni el Gerolán se les pagó. A mí me extraña que teniendo este final Raúl Castro siguiera narrando la anécdota por muchos años. Pero a Del Paso el Gerolán y sus otras campañas exitosas le dieron buenos frutos y le supieron tan rico como un rico helado (de él es el eslogan: Holanda, la crema de los helados) aunque en muchas entrevistas desdeñara la influencia y buenos resultados de su trabajo en un sitio donde probó y corroboró su ingenio por tres décadas. Descreído de los fuegos fatuos de los comerciales, Del Paso decía: “Tuve una suerte muy grande en la publicidad, fui un hombre con suerte. ¿Por qué? No hice ninguna campaña buena y me pude mantener 29 años trabajando en eso. Cualquiera puede ser publicista siempre y cuando pueda

escribir correctamente su nombre y su dirección”. Pero no es tan así. Porque en otra ocasión dijo: “Es más fácil escribir diez sonetos pasables que un anuncio efectivo que lleve a miles de personas a comprar un producto”. Por aquellos entonces escribió los Sonetos del amor y de lo diario que primero publicó en Cuadernos del Unicornio de Juan José Arreola (1958) y que volvieron a circular gracias a El Colegio Nacional. Del Paso que ironiza sobre el poder literario de la publicidad quedó muy impresionado con las loas de Aldous Huxley a esta forma de construcción a la que llamó la poesía del siglo XX. Huxley se refirió a la publicidad como “la capacidad de sentir, interpretar […] y poner los latidos del corazón de un negocio en los medios de comunicación”. La finalidad del publicista es impura, mezquina, mentirosa pero

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LITERATURA

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Épica del cuidado No abundan los héroes, como Eneas, que vuelcan su energía hacia los otros en la vejez y la enfermedad

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os adultos solían decirte: sé buena. Nutrida por sus fábulas y moralejas, creíste que todas las personas mayores defendían, sin fisuras, la protección al frágil, las palabras amables, la buena voluntad. Tardarías años en percibir las ambigüedades prácticas del ideal bondadoso. Durante tu adolescencia contemplaste cómo tu madre y tu tía suavizaban el naufragio de tus abuelos en la vejez y la enfermedad. En sus ojos cansados adivinaste que por esa lealtad se paga un alto precio: descalabros salariales, sueños aplazados, aislamiento, vivir tensas y ojerosas. Más tarde, en el umbral de la vida adulta, te inculcaron la competición a ultranza, que exige triunfar. La bondad era propia de ingenuos, blandos y débiles en una sociedad que valora ante todo el poder, la dureza, la fuerza arrolladora. La delicadeza nos convierte en víctimas fáciles del abuso, blanco de aprovechados. O, peor aún, nos delata como perdedores que ocultan su falta de ambición bajo un disfraz de sentimientos fraternos. Y así empezaste a dudar si no será malo ser bueno. Algunos antropólogos plantean una curiosa paradoja: les va mejor a los individuos egoístas por separado, pero en conjunto son más eficaces las sociedades altruistas. La gran pregunta es cómo construir grupos colaboradores allí donde los individualistas conquistan mejores recompensas. Quienes desafían el evangelio de la competencia para cuidar a los suyos lo hacen callando, casi ajenos a su sigilosa revolución: abuelos a sus nietos, madres a sus madres, sanos a enfermos. Hablamos de la ética de los cuidados, pero falta por construir su épica. Carecemos de historias sobre héroes que cuidan, frente a la manida fábula de los campeones que derrotan y triunfan. Preferimos no fijarnos en las personas exhaustas que atienden a los suyos, porque desvelan nuestra fragilidad común. Nos recuerdan que todos somos dependientes,

IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN

hasta la médula. Que nadie es una isla. Que no existe la espléndida soledad del individuo, ni del empresario, ni del innovador. En algo se parecen todas las familias, felices y desgraciadas: siempre hay en ellas alguien que necesita ayuda —nacemos vulnerables, enfermamos, envejecemos—. Con frecuencia una misma persona debe cuidar a la vez a sus padres y a sus hijos. Quienes asumen esa doble responsabilidad, con jornadas partidas y cansancio multiplicado, divididos entre la fragilidad de los jóvenes y de los ancianos, descubren lo agotador que es ser la parte fuerte. Los romanos nos legaron una exhausta figura mítica del cuidado. El vencido Eneas huyó

Ocultamos entre sombras a quienes velan y acompañan, en la heroicidad del consuelo

del incendio de Troya para salvar a su viejo padre y a su hijo pequeño. A simple vista, Eneas parecería un perdedor, un fugitivo que abandona el campo de batalla cuando la derrota de su ciudad ya está escrita en trazos de humo y sangre. Pero el desertor nunca es tan leal como en ese preciso instante, cuando, con esfuerzo agónico, carga al anciano sobre sus hombros y acompasa sus zancadas a los pasos inseguros del niño que aferra su mano. Tiznados por el fuego que ha engullido su ciudad, los supervivientes tienen por delante una larga emigración, plagada de nuevas luchas y naufragios. Al final desembarcan en Italia, y Virgilio nos relata que, siglos después, serían los descendientes de Eneas quienes fundarían la ciudad de Roma y dibujarían las sendas del futuro. Quieren que cabalguemos en busca del éxito a lomos de nuestro

gen egoísta, obviando nuestros impulsos solidarios, que también son innatos. Incluso Darwin, al que debemos una cruda imagen de la vida como rivalidad, reconoció que existen instintos de generosidad hacia el prójimo tan poderosos como los del interés propio. Nos dicen que la competencia mueve la sociedad, pero en realidad la sostienen los cuidados. Reservamos la luz de los focos para los líderes triunfantes del deporte, la empresa o la política, ocultando entre sombras a quienes velan y acompañan, en la heroicidad del consuelo. Nunca olvides que los primeros pasos de nuestra civilización fueron los de un hombre a punto de derrumbarse, con un anciano a las espaldas y un niño de la mano. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO La claridad

Todo en su sitio

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A FUEGO LENTO Regreso a la jaula

Un perro rabioso México, 2021

Marcelo Luján Páginas de Espuma México, 2021 171 páginas

Oliver Sacks Anagrama España, 2021 303 páginas

Roger Bartra Debate México, 2021 199 páginas

Puede ser el aguijón envenenado de los celos, o la visión infantil de un cuerpo inmóvil en mitad de la noche, o un cielo negro de verano azuzado por las prisas, o el azar, o los vínculos quebradizos, o el deseo por una joven alistada en una banda de folk, o un rostro idéntico al de alguien querido, el caso es que los seis cuentos de este volumen, Premio Ribera del Duero 2020, comparten la atracción por la luz que proviene de la oscuridad y termina por enceguecernos.

Este volumen recoge más de treinta ensayos que condensan, y en algunos casos prefiguran, muchas de las preocupaciones del neurólogo y explorador de la mente humana. Sus intereses son múltiples: la pasión juvenil por la química, los primeros encuentros con la botánica, el mundo de los sueños, la casa familiar, los años universitarios, la natación, los jardines. Fueron publicados en revistas y publicaciones especializadas y exhiben una fascinante comunión con la tarea de vivir.

Cuando algunos sectores de la sociedad mexicana creían que los vientos del nacionalismo autoritario, largamente cultivados por el PRI, se habían ido para ya nunca más volver, vemos cómo soplan de nuevo con un optimismo inmoderado, dice Roger Bartra en este ensayo subtitulado El fracaso de López Obrador. No presenciamos, afirma, una dinámica de cambios sino una estrategia de restauración. El diagnóstico nace de la antropología y la filiación socialdemócrata.

Los pecados de la carne en el Nuevo Mundo

Blogger Fucker

Superheroínas

Marialba Pastor Crítica México, 2021 360 páginas

Antonio González de Cosío Océano México, 2021 356 páginas

Amaranta Leyva Alfaguara Infantil México, 2021 128 páginas

No es de extrañar que la España de Carlos V juzgara con severidad las costumbres de los pueblos conquistados. Había expulsado a moros y judíos e impuesto la religión católica. Además de la intolerancia religiosa, imperaba una moral que miraba con alarma el sexo sin fines de procreación, la embriaguez, los placeres de la mesa, aunque fueran moneda corriente entre villanos y cortesanos. Este ensayo indaga en esos modos que terminaron por imponerse y sepultar una visión de mundo.

Novela que tiene como trasfondo el mundo de la moda y las redes sociales. Experimentada editora de revistas de moda, Helena Cortez es despedida de la que trabaja porque, le dicen, era necesaria una renovación. Mujer empeñosa, no se arredra y funda con una amiga otra revista y crea la columna “Blogger Fucker” para poner en evidencia a gente que solo quiere sacar provecho personal. Misteriosamente, a cada personalidad elegida le ocurre un accidente.

Además de narradora, Amaranta Leyva es dramaturga y titiritera; el público para el que trabaja son los niños y los jóvenes. Azul y Ali son un par de amigas que quieren romper con ciertas imágenes. Más que princesas, quieren ser superheroínas. Ellas tienen que rescatar al es-laim mágico, viajar a la Isla de los Unicornios y descubrir y dominar todos sus poderes. Subtitulada Las princesas se rebelan, la novela tiene maravillosas ilustraciones de Ilaria Ranauro.

Habitante de un pozo ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

Y

a William Styron, en Esa visible oscuridad, exploró esa modalidad de la autoficción ahora tan en boga: la crónica de las mentes y los cuerpos maltrechos. Por ese terreno se mueve Un perro rabioso (Turner), un testimonio fragmentario de la vida bajo el signo de la depresión. Fue escrito para el público tuitero y ahora se presenta en formato convencional, aunque acompañado de fotografías, reproducciones pictóricas, retratos e incluso anuncios publicitarios. Mauricio Montiel Figueiras escribe desde su marasmo depresivo, y se da tiempo para algunas confesiones, pero termina convirtiéndose en un personaje secundario frente a la avalancha de citas y referencias. Como si evitara mostrar porciones enteras de sí mismo, refiere, por ejemplo, una visita al psiquiatra en unas pocas líneas para de inmediato ensimismarse en los paisajes telúricos de Turner; o describir con trazos breves sus estados de ansiedad para abordar de inmediato la poesía deshabitada de Emily Dickinson. A medida que transcurre Un perro rabioso, uno va alimentando la impresión de que la persona importa menos que el aparato intelectual con el que se presenta. Es decir: por qué no abundar en la adicción al alprazolam, un medicamento contra el insomnio, y dejar en una nota al pie las invocaciones homéricas? Además del reconocimiento a la psiquiatría y el psicoanálisis, y a la olanzapina, la mirtazapina, la levomepromazina, la gabapentina, aliadas irrestrictas, Mauricio Montiel Figueiras es capaz de reflexionar sobre los síntomas, sensaciones y perturbaciones de la depresión. Son las mejores páginas que concede Un perro rabioso. Leemos: “se sabe tan poco de las creaturas abisales como de los pensamientos que surcan las sombras más profundas de la mente durante la enfermedad”; “imagino mi mente como una habitación a expensas de un vendaval que irrumpe por puertas y ventanas que no abrí y por tanto ignoro cómo cerrar”. De pronto, entre tantos viajes a la tradición literaria, pictórica, cinematográfica, reconocemos una espantosa sinceridad. Lo demás, que acaba conformando una abrumadora mayoría —las estancias en Europa, la exhibición detallada de las visitas a cines y museos, las venerables razones del suicidio—, es otra cosa.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

17 DE ABRIL 2021

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HUSOS Y COSTUMBRES

Reaccionar ANA GARCÍA BERGUA

¿

Y usted a qué se dedica?, yo me dedico a reaccionar. Digo si me gusta, me disgusta, me pone triste o lo que sea. La verdad, me siento muy orgulloso de mis reacciones. De hecho, reacciono antes de pensar. Ya puse que el desastre me enoja porque es culpa del señor Pachú; luego dije que me entristece porque no era el señor Pachú sino la señora Pochá, que me cae bien. Un resbalón lo da hasta el reaccionador más experimentado. ¿Y cuál es su reacción a mis palabras, mi estimado? ¿Lo han dejado frío?, esa reacción no aparece en la red. No, no hay una carita para “me deja frío” o “tendría que pensarlo”. ¿Esa noticia lo emociona, lo horroriza, lo asombra? Le falta a usted gesticular más, es una persona demasiado retraída, no se da cuenta de que mientras más reacciona usted, más cosas suceden. ¿O no? El mundo gira porque millones de corazones rojos apoyamos al bien.

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¿Le parece cursi? Bueno, también gira porque billones nos enojamos, es decir que ponemos carita enojada. ¿Esto le enoja? Eso es bueno porque ya está usted reaccionando. Reaccione, reaccione, así le darán nivel perro, como yo, y podrá ladrarle a la gente para liberar tensión. No es por presumir, pero ya ladro muy bien. O de perdida ponga puntitos para que los mensajes circulen y el mundo no se detenga. Hay nivel perro, nivel delfín porque son muy inteligentes, nivel mandril y nivel foca a los que siempre aplauden. El nivel mandril es Platino Súper Plus Diamante; pueden llegar a darle premios con sonidos muy bonitos. ¿No sabe qué es eso? Noto que le asombra, ponga la carita de la boca abierta como una “o”. Lo que me gusta es que usted ya reacciona más seguido, de eso se trata. Brincar alegremente de una reacción a otra. No, el sentimiento se lo guarda usted o solo siente poquito porque inmedia-

tamente después de alegrarse puede que se tenga que enojar, asombrar, entristecer, o que le importe. O no le importe, no; eso no hay, no debería haber, ni que fuéramos de palo, oiga. De perdida ríase de una desgracia, eso lo hará parecer inteligente. Nivel gato montés no hay, no diga tonterías; sus tonterías me hacen reaccionar con caritas de enojo. ¿Mis caritas de enojo se podrían interpretar como que usted me disgusta, los gatos me disgustan o me disgusta que no haya nivel gato? Usted me sorprende. Las reacciones de los gatos son confusas; pero puede usted reaccionar a los videos de gatos, son muy divertidos. Por cierto, lo mejor es poner la reacción “muerto de la risa”; mire, no es que no haya variedad. Vea bien su red social, hay caritas muy expresivas, para llegar a perro, delfín o mandril. No, tampoco hay nivel ciervo libre de la pradera. ¿El cuerpo?, ¿qué es eso? Guau, guau.

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CAFÉ MADRID

Poesía y flamenco

H

ace más de un año que mi lugar favorito de Madrid está cerrado. En el Corral de la Morería, el mejor tablao flamenco del mundo, del que ya les he hablado otras veces en este espacio, la pandemia impuso el silencio. Ni hay cante ni toque ni baile ni ná porque el bullicioso público está ausente. Y no hay fecha para reabrirlo. De momento, por lo menos, no ha anunciado su cierre definitivo, como ya lo han hecho otros tablaos históricos en esta ciudad (el Villa Rosa o Casa Patas). El quejío bravío, sin embargo, va a ser revivido en los próximos días, no solo aquí sino a lo largo y ancho de cuatro continentes, gracias a que al Instituto Cervantes le ha dado por celebrar su 30 cumpleaños con palmas y oles. El otro día lo anunciaron, con aforo reducido, en el Salón de Actos de la institución que enseña y difunde nuestra lengua desde la céntrica calle Alcalá. Ahí estaban Rocío Márquez, Carmen Linares, Marina Heredia y Arcángel, estrellas y activistas del folclórico género musical. El programa del Congreso Mundial del Flamenco, que se extenderá hasta el próximo año, está inspirado en el célebre Concurso de Cante Jondo de Granada, en el que también participaron intelectuales como Federico García Lorca, Manuel de Falla y Albéniz y que en 2022 cumplirá 100 años de haberse llevado a cabo, y pretende erigirse como un espacio de reflexión a través de cinco líneas temáticas: la palabra, el cuerpo, la transformación y el futuro, el mestizaje y la diversidad, y las emociones. El objetivo es dejar claro en África, América, Asia y Europa que

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA WORDPRESS.COM

el flamenco (Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 2010) es “alta cultura con raíces populares” y, de paso, se le rendirá un magno homenaje al cantaor Enrique Morente (19422010) en Buenos Aires, “porque su figura representa la hermandad de los flamencos con los poetas”. Poesía y flamenco siempre han ido de la mano. Se atraen, entienden y se complementan. “Porque los dos se ocupan de lo que uno siente y de lo que uno vive”, apostilla Arcángel. “La unión de nuestra música con la

Era más apreciado en el extranjero que en España, donde solo se le ofrecía a los turistas

palabra es indisoluble”, ataja Rocío Márquez, “es una relación en la que han participado gente tan importante como García Lorca o Juan Ramón Jiménez”. Rocío y Arcángel encabezan la Unión Flamenca, una asociación de artistas profesionales del flamenco creada el año pasado, cuando la pandemia puso en jaque su arte y empezaron a desaparecer escenarios y festivales que solían acogerlos. Entre otras cosas, han recurrido al Cervantes para que el estudio, la enseñanza y la difusión del flamenco formen parte de las actividades del Instituto en sus diferentes sedes en el exterior. “Porque el flamenco es parte fundamental de la Marca España”, subraya Carmen Linares quien, por cierto, en su último disco ha “aflamencado” un puñado de poemas de Miguel Hernández.

La cantaora Carmen Linares.

Con la dictadura franquista, los intelectuales fueron alejándose del flamenco y comenzaron a considerarlo un mero “entretenimiento folclórico” o, incluso, parte de la propaganda del régimen. Así que empezó a ser más apreciado en el extranjero y no tanto en España, donde prácticamente solo se le ofrecía a los turistas. Luego, por fortuna, irrumpieron los ensayos de Félix Grande y los artículos de José Manuel Caballero Bonald, que reflejaban respeto y admiración por este añejo arte y recondujeron su percepción y prestigio. Pero sin la poesía esto no hubiese sido posible. Cuando José Menese cantó a Miguel Hernández y a Quevedo y cuando Enrique Morente recuperó a los poetas barrocos y renacentistas en su disco Misa flamenca, la dimensión del cante jondo se reafirmó y popularizó de manera definitiva. Hoy Rocío Márquez, Carmen Linares y Marina Heredia continúan recurriendo a los poetas, aunque dándole prioridad a la “poesía culta” y haciendo a un lado parte de lo popular. “Porque ahora hay que fijarse en la letra. Ahora no puedo cantar aquello de ‘mi marío me ha pegao/ porque no le hice patatas con bacalao./ ¡Ay que ver cómo me he malacostumbrao!’ Pues algo así, ya no”, explica Rocío Márquez. El Congreso Mundial del Flamenco comenzará en África, con el espectáculo Tiempo de luz, protagonizado por Arcángel, Carmen Linares y Marina Heredia. En el Salón de Actos del Cervantes, con voz mañanera, sin calentar, los tres cantaron a capella el fragmento de una de las canciones de ese Tiempo de luz y yo no pude evitar acordarme del Corral de la Morería. ¡Ole y ole, señora y señore!

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