Laberinto No.938 (05/06/2021)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

CIENCIA

FERNANDO ZAMORA

GERARDO HERRERA CORRAL

La locura razonable de Debra Granik

Dinosaurios, mosquitos y combate al cáncer

Foto: Bron Studios

SÁBADO 5 DE JUNIO DE 2021 AÑO 17 - NÚMERO 938

Aquellos años veinte: tan lejos, tan cerca Melina Balcázar/ París/ FOTO: PINTEREST

Foto: EFE


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ANTESALA

5 DE JUNIO 2021

EN EL BANQUILLO

Corte TEDI LÓPEZ MILLS

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e rompe el círculo: se rompe el corazón. Es una premisa que permite poner los sentimientos por delante, como un escudo o una bandera blanca o un pretexto o un chantaje para atraer la mirada de los dos o tres peatones que me observan mientras me opongo a la vitrina de los carteles y calculo los riesgos de la ruptura. ¿Se entiende? Hay mañas y hay impulsos y hay, sobre todo, consignas de obediencia. Despliego mis mapas secretos “como un cielo sobre la mesa”, pero no me sirven ahora que busco un escondite. Se dice fácil: las palabras deben ser útiles, mensajeras al menos, comprensibles cuando se trata de convocar espíritus lejos de la carne, en una sola voz, según clamaría el bromista con su carcajada al sesgo, la dentadura traqueteando en el viento como una matraca. ¡Ah, las delicias del terruño! Aquí espero en silencio, tras bambalinas supongo, y reparo las grietas de lo que podría denominarse introspección si no fuera más bien cobardía: no voy a entrometerme ni a divulgar la muerte pequeña de mis principios. Los escombros de una cara son la ciudad en mi conciencia. ¿Te gusta lo que hago? ¿Te gusta lo que pienso? Por desgracia estoy rodeada de personas maduras que jamás tienen tiempo para mis interrogatorios. Una me alecciona: no se trata de una estrategia sino de un acto de libertad: tú estás abajo y te quedas abajo. Me enseña su álbum de fotos: la mujer loca aprende a vivir frente a un espejo; la misma mujer se hinca en un alféizar; la misma mujer corre hacia la calle con los brazos en la cintura y la boca abierta. La serie se llama “Sin luz: sin sonido”. Me hace falta un interlocutor o una cómplice antes de pintar mi raya definitiva. Imagino fojas y luego más fojas y luego una franja de polvo que marcará el umbral para las huellas de los ciudadanos de esta patria que aspira a ser, al menos, adecuada. ¿Cómo se escribe “la poesía de la política”? Ha de unir sapiencia con astucia sin mezclar jamás las ofertas en curso. Ha de proceder con cautela: no vayan a acusarla de no apoyar la causa exactamente en el momento de su máxima demagogia. Manejo las opciones en mi cabeza como una baraja de naipes instantáneos: “espadas es picas, bastos es tréboles, oros es diamantes”. Quedan la superficie del piso y el comodín. Lanzo el juego. Al señor nadie lo engaña: basta con mirarle el colmillo. ¿Va usted a votar verdad?, me pregunta la vecina del departamento 1 mientras riega los geranios del pasillo con su botellita de agua. Sonrío. Será que lo haré con los ojos cerrados; será que llevaré una bolsa de plástico para mis desechos; será que el repudio mitigará la culpa. Igual que antes equivale a igual que siempre y por lo tanto peor. La vecina del 1 y la del 7 y la del 9 saldrán puntuales y maquilladas. Oiré el tintineo de sus llaves; sus tacones en las escaleras. Lo épico se convierte en farsa cuando decepciona. Reviso mis notas acerca del humanismo del señor. En cuanto a sus conceptos, la realidad inmediata nunca es demostrable.

¿Cómo se escribe “la poesía de la política”? Ha de unir sapiencia con astucia

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Sin rastro. Dirección: Debra Granik. Estados Unidos, 2018.

HOMBRE DE CELULOIDE

Dando razón a la locura

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA BRON STUDIOS

odo guionista profesional ha escuchado este consejo: “ten cuidado con los personajes locos porque pueden arrastrarte con ellos”. Es un consejo acertado. La locura permite tantas libertades que el narrador termina perdido. Will, protagonista de Sin rastro (que puede verse en Amazon y otras plataformas) está loco. Por más que la corrección política de hoy nos obligue a hablar más bien de un “estrés postraumático”. A causa de un evento en su pasado, el hipocampo de Will no deja de lanzar señales de terror. Ahora él vive con Tom, su hija, en un bosque. Alejados del mundo, vagan escondiéndose en un parque ecológico. Juegan al ajedrez y leen mucho. A veces van a la ciudad para conseguir medicinas que intercambian por el poco dinero que necesitan para vivir en este bosque: bebiendo agua de lluvia, recolectando hongos comestibles y aprendiendo a ser invisibles. Escrita y dirigida por la estadunidense Debra Granik, Sin rastro es la primera película en conseguir una calificación del cien por ciento en el sitio de crítica Rotten Tomatoes. Doscientos treinta y ocho escritores de cine coinciden con que es una obra maestra. Y puede que sí. La actuación es formidable. El padre y la hija se comunican con gestos, con la

mirada transmiten miedo, descontento o pesar. Él es un cuarentón y ella una niña de trece. Y con ellos Granik tiene todo lo necesario para producir un drama en toda la extensión del término. Porque no solo las peripecias son inquietantes; sobre todo, Sin rastro es un drama porque se mueve. El espectador difícilmente adivina qué va a suceder. Y sin embargo la historia está tan bien escrita que poco a poco va develando la locura de Will, su origen, un posible futuro. Así vamos descubriendo también cómo es que dicha locura ha afectado a su querida Tom. Porque al inicio sería fácil confundirnos, pensar que Will es un fanático que ha escapado del mundo por credo político. Como en Capitán Fantástico de Matt Ross o en La costa de los mosquitos de Peter Weir. Conforme avanza el drama, y la relación del padre y la hija, uno adivina algo profundamente original. Porque Will está loco, sí, pero Tom lo quiere tanto que quiere salvarlo. Así, sus arcos dramáticos se

Con actores así son innecesarios los discursos políticos o explicaciones sumarias

enfrentan y oponen. Chocan el uno contra el otro. Él no va a ceder en su odio a la sociedad, es un Rousseau que solo desea volver al estado del buen salvaje. Ella, en cambio, ha llegado a ser una mujer. Comienza a interesarse en los chicos que aparecen por el camino y comienza a imaginar un futuro más allá del bosque. Otro logro del guion está en lo escueto de los diálogos. Con actores así resultan innecesarios los discursos políticos o explicaciones sumarias. Solo es necesario poner en un bosque a dos que se aman y que, sin embargo, tienen caminos distintos para encontrar que, en efecto, estamos ante una pequeña obra maestra. Hecha de hermosas imágenes, extraordinarias actuaciones y una dirección llena de detalles, Sin rastro nos obliga a mirar. Para disfrutar, por ejemplo, el hecho de que a lo largo de toda la película haya referencias a los caballitos de mar. En efecto, el hipocampo simboliza el lugar en el que, para Will, todo está mal, el sitio de la locura que lo está apartando de su hija para regresarlo siempre hasta un pasado que no puede digerir. Sin rastro es un magnífico ejemplo de cómo se debe lidiar con la locura, esto es, desde la razón. La razón del arte del cine, de la actuación, del movimiento que pone orden ahí donde, de otro modo, habría caos.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Mujer genovesa DINO CAMPANA

De alga marina me trajiste un poco En tus cabellos, y un olor de viento, Que de lejos corrió y llega grave De ardor, traía tu cuerpo bronceado: —Oh la divina Simplicidad de tus ágiles formas— Ni amor ni gran congoja, un fantasma, Una sombra de la necesidad que vaga Serena e ineluctable para el alma Y la deslíe en gozo, en encanto serena Para que al infinito el siroco Se la pueda llevar. ¡Qué pequeño es el mundo y ligero en tus manos! Este poema pertenece a Cantos órficos/ Canti orfici (Mantis Editores/ UACM, México, 2020), edición bilingüe preparada y traducida por Rodolfo Alonso.

EX LIBRIS

Los lectores votaron/ EKO

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Estética y política de la ira ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

a ira es una emoción ambivalente, que surge de la percepción de un daño, ultraje, injusticia o desdén, y que suele acompañarse con la expectativa de una venganza. La ira tiene un indudable prestigio literario e histórico. Muchos seres de ficción están moldeados por la ira y desde personajes clásicos, como Aquiles, Orestes, Hamlet o (a su manera) el Quijote hasta diversos personajes de la cultura popular actual, proliferan vengadores ejemplares, ansiosos de resarcir su afrenta. Igualmente, tiende a considerarse que las revoluciones, los movimientos de reivindicación de derechos y otras transformaciones sociales de largo alcance pueden ser impulsados, en principio, por la emoción retributiva de la ira. Por lo demás, la ira, como rasgo de temperamento, es considerada socialmente una característica encomiable, sobre todo entre varones. En los últimos decenios, azuzada por crisis económicas y pandemias, la ira se ha expandido en el tejido de las sociedades y en el discurso político. Un enojo ubicuo y un vago deseo de venganza parecen marcar las predilecciones políticas, la convivencia social y la disputa cultural contemporánea. Contra una desacreditada urbanidad política, los vengadores renuevan su carisma y el discurso más rudo y frontal gana adeptos y enciende la vida pública. Cierto, la ira puede ser una emoción motivante que ponga en movimiento otras reivindicaciones (el deseo de justicia, la dignidad de los sojuzgados); sin embargo, como sugiere Martha Nussbaum en La ira y el perdón. Resentimiento, generosidad, justicia (FCE, 2018), este sentimiento tiende a la generalización, la intransigencia y la desproporción. El gran problema de la ira consiste en que esta, por sí sola, difícilmente llega a ser constructiva y suele limitarse a las sacudidas de un amor propio lastimado. En la esfera política y social, más que a corregir un estado de cosas con visión de largo plazo, la ira conduce a la eternización del conflicto, a la institucionalización de la venganza y a la mímesis e idolatría del iracundo. Aun si la ira es el detonante de una historia paradigmática, en algún momento, este sentimiento debe ser refrenado y reencauzado. Por ejemplo, en la Ilíada, el hilo que unifica el abundante tejido de combates heroicos es la ira de Aquiles ante los sucesivos ultrajes y desgracias (la humillación que le inflige Agamenón al sustraerle su botín y la muerte de Patroclo a manos de Héctor); sin embargo, para restaurar el equilibrio, al final resulta preciso que el exasperado héroe deponga su coraje y se identifique y conmueva hasta las lágrimas ante la frágil figura del anciano Príamo, que suplica por el cadáver profanado de su hijo. Así, como sugiere Martha Nussbaum, si bien la ira puede ser un impulso inicial, los mayores avances en la lucha contra la injusticia no se logran dándole rienda suelta a esta emoción, sino tratando de transformarla en las virtudes antagónicas del autocontrol, la empatía y la generosidad.

Más que corregir un estado de cosas, conduce a la eternización del conflicto

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DE PORTADA

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Su desencanto, sus vanguardias artísticas y movimientos feministas de liberación los vuelven un espejo de nuestros días

Aquellos fabulosos y locos años veinte

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MELINA BALCÁZAR/ PARÍS FOTOGRAFÍA PRENSA ASOCIADA

i 2020 marcó una pausa en nuestro ritmo globalizado, un siglo antes, los “felices años veinte” lo aceleraron frenéticamente. Tras el dolor de una guerra con más de diez millones de muertos y veinte millones de heridos, todo debía reinventarse: la humanidad, la vida cotidiana, el arte, la literatura, el amor. Surge una época que caracteriza la audacia de las vanguardias, de los movimientos feministas, de la reinvención del espacio imaginada por la arquitectura y el diseño. Pues se trata de romper, incluso destruir como lo exige Dada, con ese conformismo burgués que condujo a la guerra. Los diferentes nombres que los designan muestran esa ansia de vivir y liberarse, su pasión por el modernismo y la desconfianza hacia las normas: son años que rugen tanto en Estados Unidos y Gran Bretaña (Roaring Twenties) como en Italia (Ruggenti anni), años dorados en Alemania ( Goldenen Zwanziger Jahre) y locos en Francia (années folles). El gran escritor viajero Joseph Kessel los recuerda como “un paraíso violento, desenfrenado, casi demente”: “habíamos ganado la guerra y creíamos sería la última, sentíamos que la vida se abría ante nosotros”. El evocador cronónimo de “los años locos” recubre con un imaginario cultural y social una realidad histórica compleja. Así lo analiza Myriam Juan en el libro homónimo (Les Années folles, Presses Universitaires de France, París, 2021) que acaba de consagrarles a partir de la perspectiva de una historia social de las representaciones.

De ahí la importancia que otorga a las figuras de la garçonne y de Joséphine Baker, a la revista negra de los cabaretes, al jazz o al art déco. Como ocurre con todo periodo histórico, nos dice, resulta polémico establecer sus límites temporales. Existe, sin embargo, cierto consenso en situarlo entre 1919 y 1929, es decir, entre el difícil regreso de los soldados, en su mayoría desfigurados o mutilados, tras el armisticio de 1918, y la crisis económica y política que, en Europa, llevará al partido nazi al poder en 1933 y, en Estados Unidos, a la Gran Depresión. Durante ese periodo, una efervescencia se apodera de las grandes capitales de entonces —Nueva York, París, Berlín—, “una locura de lujo, derroche, desorden e internacionalismo”, como escribe Maurice Sachs, importante testigo de la época. Así, al ser sobre todo urbana, la historia de los años locos se limita solo a una parte de la sociedad —las elites privilegiadas y el medio artístico—. Sin embargo, el apogeo de la cultura de masas, que también la caracteriza, así como una aceleración de la mundialización, permiten difundir sus figuras icónicas cuyos rasgos se integran de modo profundo en la sociedad aun hasta nuestros días. Una nueva silueta Un nuevo ideal estético moldea el cuerpo femenino, que ocupa un lugar central en estos años. Durante la Gran Guerra, el trabajo femenino aumenta de manera considerable y las mujeres reclaman el abandono del uso del corsé, que denuncian como un instrumento de mutilación, inadecuado para la vida activa que deben y quieren llevar. La moda se adapta entonces a una época que erige velocidad y movimiento como valores. Una modificación radi-

cal se produce así: faldas y vestidos se acortan y dejan ver las rodillas, se busca ocultar las curvas femeninas para esculpir una silueta longilínea, el bronceado se pone de moda y el cabello corto se impone. Cada uno de estos rasgos promueve un nuevo modo de vida: “lo hacen con tanta eficacia que prevalece la idea de que esta moda acompaña el advenimiento de una mujer moderna liberada de los lastres tradicionales. La realidad era distinta pues la liberación distaba mucho de ser total. Las exigencias para conformarse a un ideal de belleza nunca habían sido tan fuertes y dicho ideal era aún más tiránico al presentarse como natural”. Se afirma una silueta perfecta, que resume la revista Vogue en 1927 con una frase: “Una mujer es igual a su línea”. Así, nuevas coerciones se imponen, en particular el dictado de la delgadez que pasa tanto por las fajas y bandas que atenúan las caderas y aplanan los pechos como por la práctica asidua de ejercicios que, junto a una dieta estricta, deben esculpir un “corsé muscular”. Sin embargo, no todo es imposición social en esta aspiración a una apariencia andrógina. La garçonne, figura emblemática de la época, encarna ese modo individual de reivindicar su independencia y de emanciparse que pasa por el rechazo de la feminidad tradicional. Se imponen en la sociedad mujeres que se niegan a plegarse a las exigencias de la familia y la maternidad. Su posición y las reacciones que suscitan ilustran la división existente en los

Debe combatirse la solemnidad, la gravedad que trajo la hecatombe de la guerra

movimientos feministas, ya muy activos entonces. En efecto, una parte de las feministas defienden visiones conservadoras de la sociedad y tienden a condenar a aquellas que ignoran sus lineamientos. Intentan así tranquilizar dándoles garantías a quienes temen que la obtención de nuevos derechos por las mujeres desestabilice el orden moral. “La garçonne, esta mujer nueva y liberada aparece”, señala Myriam Juan, “a la vez como un emblema y un fantasma, una construcción cultural en la que se manifiestan las aspiraciones y los miedos de una época. De la joven casi ordinaria que mezcla afirmación de sí misma y seducción, según un modelo ampliamente difundido por el cine, a la mujer vestida de hombre y que cuestiona los fundamentos de la dominación masculina, la paleta de realidades sociales que cubre la garçonne se revela en extremo diversa. Las confusiones de/ en el género sin embargo tienen su origen en una crisis de la virilidad que la guerra exacerbó”. El declive de Occidente A la par de la creciente influencia occidental que se extiende principalmente a través del cine, esa tentación de Occidente que el joven André Malraux denuncia desde 1926, cobra auge el combate anticolonial. En efecto, la guerra aceleró el deseo de los pueblos colonizados de disponer de mayores derechos e incluso de aspirar a una verdadera independencia. El desencanto por la cultura occidental conduce también en el ámbito de las artes y la literatura a una crítica del colonialismo, de su ánimo de conquista y la supuesta


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superioridad de su civilización. De ahí la búsqueda de otras inspiraciones que llevan a las vanguardias, en particular al surrealismo, a interesarse por el arte africano. La guerra trajo también consigo el jazz, que los artistas afroamericanos enrolados en el ejército dieron a conocer en Europa. Una vez que el conflicto terminó, estos artistas

se instalan en el viejo continente o realizan giras por él con regularidad. Personalidades como Jean Cocteau identifican en ese nuevo ritmo la expresión misma de la modernidad. Pero será en las noches de los teatros y cabaretes que el jazz triunfa, no sin provocar un gran escándalo al explotar las fantasías ligadas a la “raza negra”, mezcla de

exotismo, exuberancia y erotismo. Tal es el caso de la Revista negra, creada en 1925 en el teatro de los Campos Elíseos, que debe tanto su éxito como los álgidos debates a la presencia de un elenco en su totalidad afroamericano. Con este espectáculo, el público francés descubre también el charlestón, indisociable de la figura de la bailarina

Joséphine Baker bailando “La Conga” en un teatro de Nueva York.

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y cantante Joséphine Baker, célebre por su cinturón de plátanos sobre su cuerpo semidesnudo. El carácter único de su personaje de tintes burlescos, aunado a su dinamismo y gran erotismo, hacen de ella un icono de los años veinte. Con ella, con la bohemia artística y literaria, la fiesta se reinventa. Pues debe combatirse ante todo la solemnidad, la seriedad, la gravedad que produjo la hecatombe de la guerra. De ahí la voluntad de comenzar desde cero de movimientos como Dada, que Philippe Soupault definía como una forma de tabula rasa: “debíamos suprimirlo todo, por ello rechazábamos a todos, no importaba si había que sacrificar a una generación entera de valiosos poetas, como Apollinaire, Reverdy o Cendrars. La vida consiste más en destruir que en construir. Espero a mi vez que venga una generación que me sacrifique y me borre del mapa”. Una década enferma La idea de locura empleada para caracterizar estos años hace patente sus significaciones contradictorias. “Para muchos de los que la vivieron”, escribe Myriam Juan, “la época incubaba un profundo malestar, resultado de sus excesos y una pérdida de puntos de referencia, principalmente en el plano moral. Una visión negativa que no solo expresan los conservadores que sin cesar denunciaron su peligroso desenfreno, sino también sus propios protagonistas”. Así ocurre con F. Scott Fitzgerald, uno de sus escritores más emblemáticos, quien desde 1922 señala sus ambigüedades en Hermosos y malditos (The Beautiful and Damned). Ahí describe la otra cara del paraíso, el abismo que esconde la aparente frivolidad de ese ambiente que vivió intensamente y en el cual el frenesí no es sino melancolía. En sus memorias sobre el mítico cabaret Le boeuf sur le toît, frecuentado por un público homosexual y por la elite intelectual parisina, Maurice Sachs escribe en 1939: “Tantos años han pasado ya desde que terminó la maldita guerra, pero persiste en nuestra boca un sabor de ceniza que no es el de las cenizas del pasado. Es más bien el de algo que no comprendemos: las cenizas por venir de un incendio que todavía no ha comenzado”. La locura hace referencia así simultáneamente a la expresión de una despreocupada alegría de vivir y al síntoma de una enfermedad mortífera. De ahí que el cronónimo que designa a esta época haya emergido en la década de 1960: “A esa generación optimista y mimada, en plena liberación moral, los años locos le presentan su espejo precursor, donde descubren el reflejo de su gusto por la fiesta, la música americana y las audacias sexuales, que halaga a esos hijos del rock y de la píldora anticonceptiva. El siglo mismo vivía su juventud, sus veinte años, edad de todas las posibilidades”. Si bien los años locos están lejos de nosotros, ciertas de sus aspiraciones y de sus inquietudes permanecen, entre sueño y pesadilla, entre promesa y advertencia.

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CIENCIA

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DESMETÁFORA

A mitad de 2021 Hallazgos de la ciencia y la tecnología que estimulan la conversación GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA EFE

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l ultrasonido en las frecuencias que se usan para obtener imágenes médicas podría dañar al virus sars-Cov-2 ocasionando que la cápside o cubierta del virus, así como sus espigas, colapsen. De esa manera se rompería la estructura molecular inactivando al virus. Los primeros estudios parecen mostrar que la aplicación de ondas de sonido por fracciones de milisegundo a virus que se encuentran en aire o agua en densidades similares a la del cuerpo humano puede dañar su estructura mecánica y eventualmente su ARN. Las investigaciones continúan, pero los especialistas ya se imaginan dispositivos modulares colocados en los teléfonos celulares que puedan generar y aplicar ultrasonido de manera local. Así se podría eliminar el virus en forma parecida a como lo hace el alcohol, aunque el ultrasonido tiene mayor penetración y probablemente más efectividad que los químicos que estamos usando para desinfectar.

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La formación de metástasis o propagación del cáncer está presente en el 90 por ciento de los pacientes que mueren por esta enfermedad. Hoy se sabe que las células cancerígenas se ablandan al momento de producir metástasis. El descubrimiento permite imaginar que los medicamentos División de que previenen el reblandecimiento células celular podrían impedir la capacidad cancerígenas. de propagación de los tumores. Cuando las células se diseminan de una parte del cuerpo a otra, viajan por el torrente sanguíneo para asentarse y formar tumores secundarios en otras partes del cuerpo. En ese proceso, las células deben escurrirse por la pared de los vasos sanguíneos, cosa que las células cancerígenas logran reblandeciéndose. Este gran hallazgo fue publicado recientemente por investigadores norteamericanos. Las células se ablandan dos o tres horas después de comenzar a migrar y continúan así 24 horas después. Esto abre muchas posibilidades de combate a la dispersión del cáncer en el organismo pues, además del uso de fármacos que eviten el reblandecimiento celular para evitar que estas células prosperen, se piensa estudiar a nivel molecular lo que hace la célula en su interior para cambiar la resistencia de sus tejidos. Eso arrojará más y nuevas maneras de atacar al cáncer.

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El primer mosquito genéticamente modificado ha sido liberado en Florida. El experimento hace que el mosquito transgénico Aedes Aegypti sea una mala opción al momento de aparearse con mosquitos hembra pues reducirá la población de este insecto que propaga el dengue y el zika. El mosquito de nuevo diseño producirá larvas de mosquitos hembra incapaces de sobrevivir hasta la adultez. En cambio, los mosquitos macho del padre modificado pueden reproducirse para dar nuevas generaciones que engañarán a más mosquitos hembra incapaces de ver que su decisión de apareo es equivocada. De manera que la estrategia es: hijos-vivos/ hijas-muertas. Con esto se pone en juego una tecnología de control de plagas que evita el uso de insecticidas y otros contaminantes con una técnica mejor para el control de plagas.

Sin el colesterol, y su capacidad para bloquear arterias, el virus no podría colarse en las células

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Una nueva especie de dinosaurio es identificada en México por paleontólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. La nueva especie ha sido llamada Tlatolophus galorum y debió existir 72 millones de años atrás en el estado de Coahuila. El hallazgo fue publicado en la revista Cretaceous Research. El nombre que se la asigna se deriva de tlatolli, que en náhuatl significa “palabra”. Esto porque se considera que el animal tenía la capacidad de emitir sonidos para comunicarse con otros de su especie.

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El sars-Cov-2 necesita del colesterol para invadir las células. Sin este conocido compuesto, tristemente célebre por su capacidad para bloquear arterias, el virus no podría colarse al interior de las células. Eso es lo que parece indicar la investigación que se reporta recientemente. Entender a detalle cómo es que el mecanismo molecular funciona, puede ayudar a diseñar nuevas terapias. Es muy posible que fármacos reductores de colesterol ayu-

den en el tratamiento o prevención, pero es necesario continuar las investigaciones a profundidad.

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La revista Science reporta el descubrimiento de pequeñas trazas de plutonio 244 junto con hierro 60 en el fondo de los océanos. Estos dos isótopos son evidencia de eventos cósmicos violentos en la vecindad de nuestro planeta hace millones de años. Sabemos que muchos de los elementos pesados de la tabla periódica son producidos en la explosión de estrellas y que los elementos más pesados podrían ser el resultado de la fusión de dos estrellas de neutrones. Hay razones para pensar que el plutonio 244 y el hierro 60 que existían después de la formación de nuestro planeta desaparecieron con el tiempo por desintegración natural, es decir: radiactividad. De manera que las trazas encontradas de estos elementos deben tener un origen mas reciente. Es posible que una supernova haya explotado cerca de la Tierra en fechas relativamente recientes.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Una dulce venganza

La encargada de vestuario

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A FUEGO LENTO García Márquez: historia de un deicidio

Aviones sobrevolando un monstruo España, 2021

Jonas Jonasson Salamandra España, 2021 384 páginas

Patrick McGrath Literatura Random House México, 2021 288 páginas

Mario Vargas Llosa Alfaguara México, 2021 672 páginas

El autor de El abuelo que saltó por la ventana y se largó no ceja en su empeño de arrojar una mirada sardónica sobre nuestra realidad política y social. En esta ocasión, sus dardos apuntan hacia el mercado del arte y los resortes de la venganza. El protagonista es un mediocre consumado que adquiere el puesto de gerente de una galería de Estocolmo con el propósito de conquistar a la hija del propietario. A partir de ahí, la trama se convierte en un hilarante carrusel.

Los espectros shakespeareanos y los rescoldos del fascismo se reúnen en esta novela de uno de los mayores exponentes de la actual narrativa en lengua inglesa. Estamos en 1947, en una ciudad de Londres en ruinas, poblada por grandes masas menesterosas. También estamos frente a la muerte de un célebre actor y frente al desconsuelo de su viuda, que intenta en vano recuperarlo mediante el trato con su antiguo vestuario hasta que cree vislumbrar su espíritu reencarnado en la figura de otro actor.

La esperada reaparición del ensayo en el cual el escritor peruano descifró las claves de la obra temprana del autor de Cien años de soledad. Su tesis central sostiene que “Un escritor no elige sus temas, los temas lo eligen a él. García Márquez no decidió, mediante un movimiento libre de su conciencia, escribir ficciones a partir de sus recuerdos de Aracataca. Ocurrió lo contrario: sus experiencias de Aracataca lo eligieron a él como escritor. Un hombre no elige sus demonios”.

El amor y la libertad

Los viajes de Ulises

2030

Gérard de Cortanze Planeta México, 2021 312 páginas

Marcos Jaén Sánchez Gredos España, 2020 128 páginas

Mauro F. Guillén Océano México, 2021 354 páginas

Nuevo acercamiento a la figura de Tina Modotti, ahora por parte del también autor de biografías sobre Frida Kahlo, Paul Auster y Jorge Semprún. Convencional en su sentido narrativo, habla de la circunstancia italiana en la época en la que nació la fotógrafa y militante; se detiene en la vida de su padre, de quien heredó la parte combativa, y en sus penurias. El resto es conocido: su llegada a Estados Unidos, su encuentro con Edward Weston, su llegada a México…

Como Héctor, el defensor de Troya, Ulises destaca como el héroe griego más humano. Su nombre nativo, Odiseo, le da nombre a la segunda gran obra de Homero, la Odisea, que narra el retorno tras la guerra de Troya. La huella de su periplo para regresar a Ítaca, a causa de la ira divina, como lo dan a conocer los editores en el capítulo dedicado a su herencia, lo encontramos en obras tan antiguas como el Poema de Gilgamesh, pero también en la pintura y la música.

La pandemia de Covid-19 ha acentuado la sospecha de que habitamos un mundo frágil donde las reglas del juego se vuelven cada vez más obsoletas. Esta es la premisa inicial de este volumen de aliento profético que, a partir de la observación del presente económico, demográfico y tecnológico, y de las tendencias que dan forma a nuestra conciencia, prevé una transformación radical de las sociedades occidentales. En pocas palabras, el mundo que conocemos habrá desaparecido en 2030.

Solipsismo a la moda ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

A

lgo de crónica, una pizca de ensayo y grandesdosisdeautobiografía:esaes la fórmula que sigue Aviones sobrevolando un monstruo (Anagrama), nueve textos concebidos para mayor satisfacción del autor que de sus probables lectores. Adelanto un ejemplo: “La orgía nefasta”. Después de referir su admiración por Georges Bataille en la época temprana en que estudiaba en la Universidad Complutense, Daniel Saldaña París trae de vuelta “una historia que he contado demasiadas veces […], y ya no tengo ánimos para regodearme en ella”. Muy bien, algunos estamos hartos del regodeo… y, sin embargo, y como si respondiera a una personalidad dividida, ofrece su historia, sin dejar de regodearse ni de ofrecer detalles, los mismos en los que, por cierto, no se quería “detener”. Curiosa manera de presentarse como un escritor impaciente por recrearse a sí mismo, una vez que descubrió que la ficción puede quedarse corta frente a la realidad. Así que, a excepción de “Un invierno bajo tierra”, el relato camaleónico —y, en más de un sentido, aterrador— del descenso a los paraísos artificiales prometidos por la morfina, combinado con el trazo de Montreal como santuario de quienes perdieron la batalla contra la adicción, todo en Aviones sobrevolando un monstruo se reduce a un Yo perplejo, e incluso receloso de sus propias vivencias, aunque, y sobre todo, con demasiada inclinación a mirarse en el espejo. Vemos entonces a Saldaña París sufriendo el paso cercano de los aviones en un departamento de la colonia Narvarte, practicando la cetrería al lado de un extraño oficiante, ascendiendo el cerro de Tepeite, envuelto en el silencio de una ciudad donde todo es nieve y gente acolchada, volviendo a su infancia en Cuernavaca o narrando los vaivenes de su biblioteca personal, y, muy a cuentagotas, teniendo iluminaciones como esta: “conversión y conversación confluyen ahí donde los peregrinos se sientan a compartir el agua”. ¿Por qué Saldaña París, un escritor con no pocos dones ensayísticos, ha entregado un libro en el que se complace únicamente en mirar absorto su propio ombligo? ¿Por qué ha dado la espalda a sus iluminaciones? Más que una respuesta, arriesgo una sospecha: es otra víctima de esa moda infame que celebra las experiencias íntimas y desdeña las vidas ajenas.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

5 DE JUNIO 2021

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

TOSCANADAS

Mesa de noche DAVID TOSCANA

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ra común en años pasados tener un libro en la mesa de noche, al que se le leían unas páginas antes de caer dormidos. Esta costumbre ha sido mayormente sustituida por la televisión. Todavía en los años sesenta, había apenas un puñado de canales, que comenzaban sus transmisiones al mediodía y las terminaban antes de la medianoche. Luego se inventarían los infomerciales para demostrar la facultad del ser humano de entretenerse con el vacío mental; y ya después llegaría la multiplicidad de canales con programación de veinticuatro horas tan edificante como un infomercial. No sé si en la maternidad en que nací tenían televisores, pero de ser así, mi madre habría podido ver las telenovelas Divorciadas y No basta ser médico. Como programación ya nocturna estaba Tiro Loco McGraw, Rin Tin Tin y Dimensión desconocida. Seguramente no vio la lucha libre a control remoto desde la Arena Coliseo. Y habrá tenido

TIRO LOCO MCGRAW

El protagonista de la serie televisiva..

dificultad para decidir entre las tres películas con las que el trío de canales cerraba su programación: Tengo derecho al amor, con Ronald Colman y Vanessa Brown; Carnaval de invierno, con Richard Carlson y Ann Sheridan; o la comedia argentina Alejandra, con Delia Garcés y Jorge Rivier. Solía ocurrir en aquel entonces que las películas tardaban años en pasar a la pantalla chica. Para esas fechas ya tenía tres años de muerto el galán de Tengo derecho al amor, que en inglés se llamaba The Late George Apley. Carnaval de invierno era un filme de 1939; Alejandra se había estrenado en 1956, y Delia Garcés habría de morir exactamente en mi cumpleaños cuarenta; el galán Jorge Rivier era un francés llamado Georges Rivière, y no sé cómo pronunciaba el español argentino. Mi primer succión de pezón me vino con una de esas tres películas; ahora entiendo por qué no tengo paciencia para el cine.

Pero también ocurre que si ese día, en vez de ver televisión, mi madre hubiese leído el periódico, habría dado con un artículo que hacía un repaso de Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, El idiota y El adolescente, explicando a través de Dostoyevski por qué el comunismo había triunfado en uno de los países menos industrializados del mundo. Tal parece que, entre lácteas libaciones, yo tuve mi amor a primera vista con las letras. Luego de la maternidad, llegué a una casa donde el centro de la vida era la televisión. Durante mi infancia hubo solo una novela en el estante de un mueble que llamábamos “el librero”: Salamandra, de Morris West. Nunca la leí. Había aceptado mi destino televisivo, hasta que un buen día llegó Crimen y castigo, editado por Bruguera, y eso transfiguró mi vida. Pasaron los años y mi madre siempre tuvo un libro en su mesa de noche. Siempre el mismo.

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BICHOS Y PARIENTES

La ciudadanía que no cuenta

N

o respondemos igual a algo como “¿cuántas galletas tiene esta caja?”, que a la pregunta: “¿cuántos son en tu familia?” Ambas tienen una respuesta cuantitativa precisa, pero cuando a uno le preguntan por algo cuya cuenta lo incluye a uno mismo, es raro que alguien diga un número y ya: “Somos dos hermanas y yo”. No es que la pregunta sea imprecisa; es que uno es impreciso. Sucede que el que cuenta olvida contarse. Hace años escuché al analista Rodolfo Marcos (autor de Oscar Wilde, el amor de lo imposible, Me cayó el veinte, México, 2013) contar la expedición de Ernest Shackleton, que cruzó de costa a costa el Polo Sur (en Gutenberg.org está el relato del propio Ernest Shackleton). La expedición se organizó con un anuncio en el periódico, que decía: “Se buscan hombres para viaje peligroso, poco salario, fríos extremos, largos meses de total oscuridad, peligro constante, regreso dudoso, honor y reconocimiento en caso de éxito”. Hubo más de 5 mil solicitudes. Ya en medio de las tormentas atroces, los exploradores ni siquiera podían saber cuántos de ellos quedaban vivos. Intentaban contarse, atados a una soga, pero se confundían en el último número. ¿Seguía otro? Para saber, inventaron una fórmula: se enumeraban uno a uno y el último, en vez de agregar un número, gritaba “¡más uno!” Una mnemotecnia para contarse a sí mismo. Curiosamente, es un mecanismo parecido al conteo familiar: “dos hermanas y yo”. La conscripción de participantes en la expedición de Shakleton tiene otros parecidos con organizaciones de la sociedad civil. Entre muchos, el

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA AUTOR ANÓNIMO

ejemplo de Wikipedia: quienes la hacen, trabajan gratis, regalan su capital (el conocimiento) y su trabajo a cambio de nada, solo porque vale la pena. En una conversación de amigos, soltamos la masticada especie de subvaluar la importancia de la sociedad civil. El filósofo Julio Beltrán nos puso la cabeza en orden: “Difiero. Creamos la CNDH, el Inegi, el IFE, el Trife, el Instituto de Transparencia, las Comisiones de Competencia y de Regulación, tenemos una amplia variedad de medios y de periodistas investigando, y bastantes

Si algo ha mostrado la ciudadanía mexicana es que ni es, ni podría organizarse como fuerza violenta

Organizaciones Civiles No Gubernamentales especializadas en distintas áreas de gobierno. ¡Claro que sabemos organizarnos para supervisar y pedir cuentas!”. Tiene razón. Y lo puso magníficamente Gabriel Zaid, hace una semana, en su artículo “La respuesta ciudadana” (publicado en Reforma y Letras Libres). De hecho, desde los terremotos de 1985, quedó perfectamente claro que las autoridades gubernamentales no podían nada; lo hicimos entre los ciudadanos. Ahora, durante la pandemia, ante la atronadora incapacidad oficial, fue el ciudadano de a pie quien insistió en el cubrebocas, la distancia, las medidas que sí sirvieron. Las redes, después de mil errores, fueron entendiendo y pronto se redujo la llovizna de falsedades para dar pie a organizaciones reales de apoyo mutuo y distribución de datos confiables, cosa

La expedición al Polo Sur encabezada por Ernest Shackleton.

que no puede presumir el gobierno, que quedó exhibido en sus mentiras. Y no sé usted, pero yo no conozco a nadie que hubiera acechado un lucro propio en medio de la crisis de salud; al contrario, sé de muchos que hicieron esfuerzos por ayudar a personas y pequeños negocios, olvidados y despreciados por las instancias públicas y el gobierno. Hay una característica más de esta sociedad civil que sí sabe organizarse pero olvida contarse: ni es violenta, ni podría serlo. En estos tiempos parece que los enconos y las polarizaciones podrían derivar en una guerra civil, pero sería muy anómala: si algo ha mostrado la ciudadanía mexicana es que ni es, ni podría organizarse como fuerza violenta. Y resulta a la vez intimidante y alentadora la lectura de un magnífico libro de Hans Magnus Enzensberger: Ensayos sobre las discordias (Anagrama, Barcelona, 2016), donde está “Perspectivas de guerra civil”, y con este epígrafe de Nietzsche: “Solo los bárbaros pueden defenderse”. El presidente no es un hombre que comprenda ideas, ni entiende de cuentas (algún cronista futuro la va a pasar bomba cuando analice las relaciones de este gobierno con los números y las matemáticas, en general), pero es intuitivo respecto del poder. Por eso ha tenido prisa y urgencia de dinamitar todo lo que tenga autonomía y todo lo que suene a ciudadanía; le urge dividirlo todo en pueblo y gobierno. No puede llevar a cabo su verdadero proyecto en una sociedad diversa, que se organiza sin permisos y construye instituciones necesarias para la vida republicana y democrática.

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