Laberinto No.942 (03/07/2021)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

CIENCIA

FERNANDO ZAMORA

GERARDO HERRERA CORRAL

La nota roja a los ojos de Jia Zhangke

Elecciones y la paradoja de Simpson

Foto: Xstream Pictures

Foto: Archivo Milenio

SÁBADO 3 DE JULIO DE 2021 AÑO 18 - NÚMERO 942

De paseo por las calles de París con Paul Celan Melina Balcázar/ París/ ILUSTRACIÓN: BOLIGÁN


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ANTESALA

3 DE JULIO 2021

EN EL BANQUILLO

Obra

C

TEDI LÓPEZ MILLS

uándo empieza el fracaso?, pregunta la protagonista. Justo ahora, declaran los siete miembros del coro antes de sentarse en sus bancos y abrir el libreto que les preparó el director en versiones individualizadas, con colores distintos para cada uno: verde, azul, amarillo, morado, ocre, rosa, anaranjado. El coro lee a manera de eco; comienza quien tiene el libreto verde y repiten lo mismo en cascada los otros seis participantes: 1) este es uno de los libros más pesados 2) que he leído en mucho tiempo 3) sus frases tienen estructuras tan complejas 4) sentía que perdía el ritmo o el sentido de la trama 5) supongo que siendo poeta sus objetivos en la escritura 6) están relacionados con lo estilístico 7) la verdad fue muy difícil de leer. El coro guarda silencio y luego clama al unísono: despliegue innecesario de ironía. ¡No fluye! ¡No es empático! El telón cae con un estruendo y rápidamente se levanta, pero ahora se oye un suave crujido, “como de ramas muy secas que alguien va a pisar”, anuncia el director tras bambalinas con voz entrecortada. El coro se coloca en la zona más oscura del escenario. Hay una mesa pequeña en medio. La protagonista se acerca con pasos lentos —“felinos”, le dijo el director— y se hinca frente a la mesa. Poco a poco baja sostenido por un hilo grueso el libro: un ejemplar hecho a modo, con cubiertas de cartón y páginas de estraza. La protagonista lo toma en sus manos, lo hojea y se pone a canturrear como si fuera una niña: pobres lectores, pobres lectores. El coro le avienta vasos de plástico, confeti y serpentinas. Bailotea y grita cuatro veces seguidas: arrogante, pedante: ¡sáquenla, sáquenla! Aplaude y lanza porras. Arroja los libretos hacia arriba; mágicamente van descendiendo “en forma de mariposas frágiles que se rompen contra el aire que las contiene y se dispersan en el suelo cual fina ceniza”, según indicaciones escritas en un margen del guion. Queda la memoria de los colores, queda el ruido del papel, le dice la protagonista al director que entra en escena con una escoba, trapos húmedos, un sombrero y unas tijeras: barremos, barremos, aprendemos, aprendemos. Nadie sabe. Nadie supo. Le ordena al coro que se ponga de espaldas al público, carraspee aparatosamente y se mueva “como si un solo viento atravesara sus siete cuerpos”. A la protagonista le da las tijeras: corta en trizas continuas cada línea transcrita. Ella se para con el libro en las manos y voltea hacia el coro: ¿dónde escondieron las caras? El coro deja de moverse: queremos la antigua claridad, queremos la alegría de antaño. La protagonista da un paso hacia adelante y va cortando el libro: ruta lisa viste cuán roja cuán triste ruta lisa cuán roja para nadie cuán triste. El coro le responde: por una cuenca blanca rodando en luz la rueda por una cuenca larga se extiende luz la cuerda por una cuenca llena no confluye la sombra en su embalse de piedra aunque sí cunde la hiedra aunque sí medra la hierba mala si se restriega. Y todo termina.

El coro deja de moverse: queremos la antigua claridad, queremos la alegría de antaño

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A Touch of Sin. Dirección: Jia Zhangke. China, Japón, 2013.

HOMBRE DE CELULOIDE

La sinrazón de la violencia

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA XSTREAM PICTURES

a nota roja es la única sección del noticiario en la que uno puede terminar sin saber con claridad qué fue lo que pasó. Tal vez sea por esta razón inquietante que a menudo los guionistas utilizan la nota roja para inspirarse. Y así lo ha hecho Jia Zhangke. Con base en la nota roja ha tejido cuatro historias en A Touch of Sin, ganadora del premio a mejor guion durante el Festival de Cannes de 2013. La obra tiene, en efecto, la calidad del gran cine, aunque, hay que decir también, no todas las historias que cuenta tienen el mismo rigor. Las dos primeras remiten al cine clásico del oeste en Estados Unidos. El segundo par tiene un carácter más específico de la nota roja que ha inspirado a Jia Zhangke y nos deja con el desasosiego de haber asistido a muertes sin sentido. Algo similar a lo que uno siente con No matarás de Kieślowski. Y es que, al menos en la primera historia, uno quiere suponer que el protagonista está buscando hacer justicia pues el acto de violencia que está por desatarse está relacionado con un jefe corrupto que se pasea de modo impune robando a los trabajadores en una fábrica que humea el campo gris. En esta historia hay referencias a Crimen y castigo; a saber: un caballo que es golpeado de modo cruel. Y uno imagina que el

lirismo terminará por apoderarse de la película (o al menos del fragmento) pero no. La historia se mueve siempre en el plano de la nota roja. Durante esta primera narración el director visibiliza, eso sí, el modo en que la corrupción en China ha dado a personajes sin escrúpulos una riqueza que resulta escandalosa frente a la miseria del pueblo. Pero, más importante que esto, denuncia el desinterés de las mayorías, un desinterés que raya en la depresión. Por eso justamente resulta interesante la construcción del personaje de la segunda historia, un hombre que una noche comenta con su mujer que está aburrido. Lo único que no me aburre, confiesa, es disparar. Lo hemos visto hacerlo en la primera secuencia de la película y volveremos a verlo cuando irrumpa en un mercado y vivamos con él, de modo próximo, su modus operandi. La tercera y cuarta historias terminan por develar la intención del autor; la referencia a Dostoyevski ha sido solo una pincelada culta. Lo que Jia Zhangke quiere en realidad

No se trata de que el director ponga el ojo inquisidor sobre la China contemporánea

es hilvanar secuencias violentas en un todo que cuestione el estado de la sociedad contemporánea. Porque no nos equivoquemos, no se trata, como ha pensado la crítica occidental, de que el director esté lanzando el ojo inquisidor sobre la China contemporánea: lo está lanzando en realidad sobre todo el mundo. Estas cuatro historias pudieran suceder en París o en Nueva York, en la Ciudad de México o en Buenos Aires. Y la violencia del mundo, parece decir A Touch of Sin, nos seduce porque es irracional; porque se desencadena de modo repentino y soez. Esta intención queda clara, de modo muy evidente, en la tercera y cuarta historias, esto es, la de una prostituta que tiene que defenderse de un cliente y la de un chico que se ha enamorado de su compañera de trabajo. No parece haber en ellos ninguna auténtica razón para dejarse arrastrar de modo tan seductor por la violencia, que es el tema de esta película excepcional que se transmite por MUBI. Como el amor, el crimen aquí sucede sin un porqué. Y justamente en el paralelismo con el amor estriba el interés que causa esta película. Es el mismo interés que produce el diario cuando leemos la nota roja. Sin un porqué. Del amor o la violencia todos podemos ser víctimas un día como hoy.

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ANTESALA

3 DE JULIO 2021

ESCOLIOS

POESÍA

Rebelión ROBERTO MENDOZA AYALA

Un hombre de pie solitario en un bar me acaba de imaginar escribiendo esta página dictado por su mano temblorosa. Él está trayendo uno a uno a la vida algunos personajes imaginarios y ahora estoy aquí junto a él libre para decidir de qué lado de la historia me gustaría estar. El hombre de pie solitario en el bar pide otra bebida y comparte conmigo tristes pensamientos de rebelión pero en sus manos el vaso de cerveza se desvanece y la página se está convirtiendo en cenizas.

Este poema forma parte de Unknown Words/ Palabras desconocidas, edición bilingüe publicada por Darklight Publishing (Nueva York/ México).

EX LIBRIS

La lectura y el editor/ EKO

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Amar lo diverso ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

I

@Sobreperdonar

ris Murdoch fue una mujer libre, descollante, controvertida, que desató pasiones y admiraciones antagónicas. Esta autora, que cultivó con la misma deslumbrante inteligencia la filosofía y la literatura, entendía muy claramente los estrechos vínculos entre ambas disciplinas. Leyendo sus ensayos sobre el cruce de estas esferas se comprende mejor su método creativo y su reivindicación del arte como generador de libertad. Los textos reunidos en La salvación por las palabras. ¿Puede la literatura curarnos de los males de la filosofía? (Siruela, 2018), si bien escritos a lo largo de diversas décadas, tienen sentido de unidad y gran vigencia. Para Murdoch, la literatura es la más filosófica de las artes, pues la palabra constituye el instrumento por excelencia del discernimiento intelectual y moral. En particular, la novela es el género idóneo para indagar más profundamente en la moral, ya que su variedad de caracteres, situaciones y reacciones suele oponerse tanto el racionalismo mecánico a menudo dominante en la filosofía, como a la visión simplista y uniforme de la naturaleza humana que impulsan los autoritarismos y totalitarismos políticos. En efecto, la conducta y las decisiones de mujeres y hombres no responden a un modelo general y previsible, sino que constituyen un acertijo, en el que se mezclan azares, sinrazones y emociones. A decir de Murdoch, la moral y el arte tienen como elemento común al amor y el amor es, ante todo, el reconocimiento del otro, de su experiencia individual y distintiva. El amor implica el respeto y, también, el infinito asombro y tolerancia ante una otredad radical e irreductible. Por eso, adiestra el corazón y la mirada en la comprensión y la empatía con los demás. El gran arte, a través de la creación de personajes únicos, a menudo muy distintos del autor, enseña a valorar lo particular y lo diferente y, después de leer ciertas novelas, la vida se vuelve una red más densa, compleja y rica. En contraste, sugiere Murdoch, la maldad constituye una manifestación del solipsismo que, aterrado de la diferencia, la contingencia y el desorden de la realidad, quiere imponer a toda costa su visión única y frecuentemente fantasiosa del mundo. Por eso, como lo explica la misma Murdoch en El fuego y el sol. Por qué Platón desterró a los artistas (FCE, 1982), no es extraño que los fanáticos del orden y el pensamiento dirigido, como el propio Platón, expulsen a los peligrosos artistas de su ciudad ideal. De hecho, agrega Murdoch, el buen novelista, al recrear las más distintas psicologías y situaciones, “como si pudieran existir más allá del propio autor”, realiza una salida de sí, un despliegue estético de apertura y tolerancia. Este acto de reconocimiento del otro se contrapone a la inclinación de los tiranos de todos los tiempos, que abominan de la diversidad y el libre albedrío, desdeñan cualquier expectativa o proyecto de vida que difiera de los suyos y aspiran a tutelar una humanidad más simple y obediente.

La conducta y las decisiones de mujeres y hombres no responden a un modelo previsible

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DE PORTADA

3 DE JULIO 2021

Sus paseos por París son el testimonio con el que Jean Daive rinde tributo a su amistad con el atormentado poeta rumano

Paul Celan: el hombre roto que llegó del este

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MELINA BALCÁZAR/ PARÍS FOTOGRAFÍA LÜFTI ÖZKÖK

n 1965, nadie en París conocía ni respetaba a Paul Celan. Uno de los escritores que junto a él se reunía en torno a la revista L’Éphémère, Pascal Quignard, lo recuerda hoy así, como “un simple desconocido”: En aquella época, se le veía sobre todo como traductor. Mi viejo amigo y condiscípulo Jean-Luc Marion escribe con remordimiento en sus memorias: “En la Escuela Normal había un profesor asistente para los alumnos que eran malos en alemán. Abucheaban sin piedad sus clases, las abucheaba yo también. Pues bien, ese hombre menospreciado por todos era Paul Celan”.

Sin embargo, para el joven poeta que era Jean Daive ese año cambiaría su vida al conocerlo y entablar una amistad marcada por una comprensión mutua del silencio doloroso que los habitaba: una relación incestuosa en la familia de Daive que lo sume en el mutismo; la muerte de los padres de Celan en los campos de exterminio y sus años de cautiverio en un campo de trabajos forzados en Moldavia. Celan era para Daive ese “hombre llegado del este” con quien recorría la ciudad: el Barrio Latino, los alrededores de la antigua Biblioteca Nacional, las orillas del Sena, la avenida Emile Zola donde vivía. A esos paseos dedica Bajo la cúpula (La Uña Rota), libro de memorias que ahonda en la imposibilidad de decir, origen y fin de la poesía de Celan. Su suicidio en 1970 pondrá fin a su diálogo poético que cobró forma en la traducción: Daive llevará al francés su “reja de lenguaje” y Celan

traducirá al alemán su primer libro de poemas, Décimale blanche (Blanco decimal). En ambos la narración imposible atormenta la sintaxis. Recuerda Daive: “La imposibilidad de hablar me hacía la vida imposible desde hacía mucho tiempo cuando conocí a Paul Celan, que había escrito Sprachgitter (1959): reja, el lenguaje. Nada de palabras o imágenes, sino que reducía el mundo a una reja para dilucidarlo. ¿Cómo debe una reja contener la demencia?” Este libro de memorias nos ofrece un retrato íntimo del poeta judío, alemán, parisino, apátrida. Es un testimonio único y delicado de sus momentos de fragilidad mental, de sus iluminaciones reflexivas y poéticas, de su relación atormentada y amorosa con la lengua. Balbucear y tartamudear ¿Cómo retomar la palabra después de la barbarie? ¿Cómo seguir confiando en la lengua después de que se vació de sentido y se hizo orden de exterminio en los campos de concentración? Pese a todo, quizá pese a sí mismo, Paul Celan siguió escribiendo en alemán. No adoptó ni el hebreo o el yiddish de su infancia ni el rumano de sus años en Bucarest, tampoco el francés aun cuando vivía desde 1948 en París. Esa “herida intermitente del mundo” que hizo suya hasta sus últimas consecuencias no podía decirse sino en alemán, lengua de Heidegger cuya posición ante el nazismo lo obsesionaba, pero también de Ingeborg Bachmann, con quien sostuvo una relación amorosa. Pero, ante todo, lengua de su madre. A la pregunta recurrente sobre la razón de seguir escribiendo en la lengua de los asesinos de sus padres, Celan solía responder: “no podemos decir nuestra verdad sino en la lengua materna; en una lengua extranjera, el poeta miente”. Sin embargo, el alemán no podía salir

indemne. Se vuelve balbuceo, tartamudeo:

Decir titubeando, pero con el ánimo de entender, incluso elucidar y, al mismo tiempo, decir afrontando el riesgo de la afasia, la pérdida dolorosa, doliente, de la palabra. Tal parece ser la lección que Jean Daive recibe del poeta:

nard al desplegar uno de los sentidos que revela el francés: Celan celant, Celan cifrando, ocultando, pues la “t” es aquí muda al pronunciar y hace desaparecer la diferencia entre nombre y secreto. De ahí tal vez el malentendido en torno al supuesto hermetismo de su poesía. Textos suyos como El meridiano o el Discurso de Bremen muestran, al contrario, la urgente necesidad de dirigirse al otro, como quien lanza una botella al mar: “La botella que se lanzó al mar y que contiene algo escrito con tinta en un pedazo de papel debe por fuerza cerrarse herméticamente. […] Hay que cifrar su vida, tapar de nuevo la botella pues se trata de enviarla muy lejos, más allá de la muerte, a quienes perdimos”. Protegido del agua, de las lágrimas, el poema puede seguir llamando. Y es la concepción misma de la lengua la que se pone en juego en tal gesto. Una concepción que lo opuso a ese otro gran sobreviviente que a su vez intentó encontrar refugio en la lengua, como lo recuerda Pascal Quignard:

Cuando no se puede enunciar se encripta. La palaba se hace entonces “piedra que se lanza o se planta”. Así hizo el poeta con su nombre, confiado al azar del anagrama: Antschel en alemán, Ancel en rumano que deviene Celan en 1947. En su nombre resuena el secreto, como lo hace notar Quig-

De ahí su obsesión por el diálogo y la herida punzante que produjo en él la negativa de Heidegger de entablarlo. En uno de sus paseos con Jean Daive, así se lo confía:

El balbuceo introduce nuestra asimetría del mundo y al mundo. Es la marca de nacimiento en la mejilla rosa de quien duerme. El balbuceo es la oportunidad de la palabra, una oportunidad diría jugada, realmente jugada a los dados por el instante de la palabra. Hay… ¿cómo decirlo? Una interrupción… o una… conmutación… conmutación de un conmutador… La muletación interrumpe la corriente… ausenta la vida corriente. El balbuceo corta y puede restablecer la corriente y es para sí una toma de corriente pero también una corriente de aire en nuestra vida corriente.

—He ocultado la sangre. Mi poema oculta la sangre. ¿Qué piensa? He pagado… He pagado —dice. La lluvia salpica el aire, que golpea las ventanas plateadas. Hoy por ayer. Hoy por una palabra anterior que aún no tenía su estructura pensada, quizá… —He ocultado la locura… Mi poema oculta la locura.

Primo Levi atacó una vez con violencia a Paul Celan. “Escribir es transmitir, dijo, no cifrar el mensaje y tirar la llave en los arbustos”. Pero Primo Levi se equivocaba. Escribir no es transmitir. Es llamar. Tirar la llave es todavía otra forma de invitar a una mano que busque después de nosotros, que excave entre las piedras y las zarzas y los dolores y las hojas mojadas. […] Y cifrar el mensaje es todavía llamar a la vista, requerir un saber que transmita lo que se ha perdido.


DE PORTADA

3 DE JULIO 2021

—Mire, la demencia, la única demencia, no desemboca en la absorción de la muerte. Desemboca en el rechazo del diálogo. Sonríe. Prosigue: —Me hice ilusiones. Esperaba convencer a Heidegger. Quería que me hablara. Quería perdonar. Esperaba lo siguiente: que él encontrase las palabras de mi clemencia. Pero mantuvo su postura. Alemania es extraña… otra piedra… indivisible. —Y sin embargo dividida. —La división es invisible… Lo creo profundamente… Y ello se traslada a la obra de Heidegger y quizá a su pensamiento… una división invisible cuyo vocabulario escapa… a toda Alemania. ¿De qué está hecha esa división? ¿De qué llenarla? ¿Plegaria? ¿Espera?

La imposible traducción Callar, ocultar(se) también es traducir. Un vínculo persiste entre ellos, más allá de la muerte de Celan: la palabra énoncé en Décimale blanche que el poeta nunca pudo traducir. “Paul tal vez evitó traducirla voluntariamente y es lo mejor que podía hacer por ambos (Paul y yo): dejar la última palabra para el final y el final aquí es la enunciación de la muerte… El enunciado… sin subtítulo, muerte enunciada, pero no subtitulada…”. Jean Daive nos ofrece un valioso testimonio de la práctica y concepción de la traducción de Celan. Su manera de indicar, sin colmar, lo imposible de articular:

Hablamos. Habla: —Utilice los dos puntos. Sincopan. —No solo los dos puntos salvan… —¿Salvan? —El sentido, por ejemplo. Ponga dos puntos en la segunda línea: ahorrará un entonces. —Dos puntos no… Hay que traducirlo. —Y cuando no hay que traducir, usted pone dos puntos… Sonríe.

Como el espacio vacante —a veces dos puntos, otras blanco de la página o puntos suspensivos— que se dedica al otro, volatilizado en el aire en los campos de exterminio, pues nada remplaza al ausente. ¿Cómo reparar la lengua tras la mentira de la que fue víctima? Celan responde distorsionándola, obligándola a significar de otro modo, escribiendo a contracorriente. En ello, la traducción desempeñó un papel fundamental para encontrar esa “detonación”, ese “juego de la lengua con la muerte”, que la obligaría a recomponerse: Pienso a menudo en la vigilancia cuyo lugar absoluto sería la cerradura: el agujero como medida de toda la vigilancia. Pero escribir la vigilancia supone lo neutro, la distancia, la máscara, que solo el verso puede traicionar… Lo comprendí al traducir “El barco ebrio”… Rimbaud me vigilaba… el poema me vigilaba… y verso tras verso… durante un largo rato de gracia completamente inolvidable… entreveía la exacta

traición que me permitía encontrar una equivalencia en términos de traición… Traicionar articula cada verso… Realmente me regocijaba… y me gusta esa traición, que pasó por completo desapercibida…

El puente Mirabeau La línea de escritura terminará por romperse en ese puente que asediaba su escritura, el que Apollinaire celebró tristemente en Alcoholes, también traducido por Celan. En La rosa de nadie, hace alusión a ese gran poema elegiaco: Del sillar del puente, de donde se estrelló en la vida, en vuelo de herida, del puente Mirabeau. Entre las páginas más conmovedoras de este testimonio de amistad se encuentran las que Daive dedica a la muerte de Celan. Con tacto, pero con la voluntad de confrontarse a su suicidio e incluso de tratar de entenderlo, relata algunos detalles que precedieron a su desaparición. Las últimas palabras intercambiadas: la “voz sombría, desgarrada, cavernosa” con la que le pregunta por teléfono: “Jean Daive, ya no lo veo. ¿Por qué?”; la angustia de su mujer Gisèle Lestrange al descubrir en la mesa de noche su reloj de pulsera del que solo se separaría —según le había dicho— cuando decidiera morir; sus llamadas desesperadas en busca de un indicio para encontrarlo. Un mes de vacío absoluto.

El escritor y traductor, cuya Obra completa en español fue publicada por Editorial Trotta.

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Línea ininterrumpida que nos atraviesa y nos divide, escribe, línea de escritura que anticipa nuestro final. Final de Paul Celan en París, en el Sena. Final de Ingeborg Bachmann tres años más tarde, en Roma, hallada muerta en su cama, quemada. ¿Cómo? Puedo imaginar la noche, el Sena, el puente Mirabeau quizá, seguramente (nombrado ya en sus poemas). Un domingo. Y Gisèle. Día tras día durante la desaparición, la fuga, el alejamiento, la falta de signos. Día tras día. El rostro en lágrimas, el día de mi cumpleaños. En el restaurante Vagenende. Allí y en otros sitios. Extraviada en la muerte de Paul. Una tarde, Gisèle: —Voy a la morgue para reconocer a Paul. A la tarde siguiente, Gisèle: —Estaba irreconocible. La cara hinchada y negra. Y poco antes, Gisèle: —Jean, han rescatado el cuerpo de Paul en el Sena. En la última esclusa.

Después de la pérdida del mentor —involuntario— y amigo, imposible ligar las frases. Por siempre diseminadas, fragmentadas, estrelladas al contacto con la realidad de la muerte. “Siento su muerte en mí como una ruptura con el mundo. Con el lenguaje”. Gran mérito la de la traducción de Mateo Pierre Avit Ferrero en así haberlas conservado, bellamente.

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CIENCIA

3 DE JULIO 2021

DESMETÁFORA

La paradoja de Simpson en Ciudad de México En la lectura de datos surgen a veces sutilezas contraintuitivas, como en las pasadas elecciones

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l fenómeno fue reportado por primera vez en 1951 por el británico Edward H. Simpson quien falleció hace dos años, después de hacer grandes contribuciones al estudio de los datos estadísticos, la encriptación y el análisis de sistemas de información. Sin duda Simpson fue más conocido por haber hecho el atinado señalamiento: “cuidar con detalle la interpretación de los datos”. La paradoja de Simpson se da cuando los datos estadísticos se agregan sin el debido cuidado. La tendencia aparente puede ser la contraria por no considerar variables que desaparecen en la suma de datos. ¿Un cambio de color político en Ciudad de México? “Los números redondos son siempre falsos”, decía el escritor inglés Samuel Johnson. Ahora es una de las frases favoritas de los analistas de datos y puede ser bien citada por los que escuchan con recelo a quien dice que Ciudad de México ha cambiado de color político. En Ciudad de México nueve de las dieciséis alcaldías cambiarán de administración y solo siete seguirán pintando del color marrón que tenían antes, de manera que los números redondos parecen decirnos que Ciudad de México ha dejado de ser el bastión de izquierda que solía ser. Sin embargo, en esta, como en otras ocasiones, “los números redondos son falsos”. La estadística es una herramienta poderosa en la toma de decisiones, pero es un arma de doble filo que puede causar daño si se usa del lado incorrecto. El pasado 6 de junio se celebraron las elecciones más grandes en la historia de nuestro país y aunque la base electoral fue de 93 millones y medio, solo la mitad salió a ejercer su voto. La participación puede ser crucial en los resultados y hay que recordarla cuando se quiere leer correctamente el mensaje de los números que se generan en un ejercicio cívico electoral. Es importante tomar en cuenta que la participación por alcaldía fue muy desigual y curiosamente fue mayor en aquellas en que Morena-PT perdió liderazgo. ¿Qué pasaría si la participación fuera igual en todas? ¿Cómo se vería el panorama si la participación hubiese sido del cien por ciento?

GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA ARCHIVO MILENIO

Tenemos la información necesaria para calcular los resultados en este caso. La paradoja de Simpson aparece en las elecciones de Ciudad de México porque al sumar votos con la participación obtenida, se puede ver una ligera ventaja de 51 mil 218 votos para los opositores. Sin embargo, cuando escalamos las fracciones obtenidas al cien por ciento de la votación nos percatamos de que MorenaPT se queda con 3 millones 211 mil 733 mientras que los opositores obtienen 3 millones 161 mil 161, es decir, la tendencia se invierte. Morena-PT ganaría por 50 mil 572 votos. Si la participación de 63.7% en la alcaldía Benito Juárez hubiera sido la de Iztapalapa, en donde se contó solo 45.3%, y si Iztapalapa hubiese

Hay que decir que los inconformes con la administración actual fueron los más interesados en votar

tenido la participación de Benito Juárez, entonces la ventaja de Morena-PT sería de más de 150 mil votos. En otras palabras, la participación en determinadas regiones de la ciudad confabuló para dar la apariencia de que la preferencia política había cambiado. La variable oculta es la participación y la desagregación que clarifica las aguas por regiones. Cuando se la toma en cuenta se observa la tendencia contraria de lo que se obtiene con la participación que se dio ese día por las razones que fueran. Es importante señalar que localmente no cambia nada porque el ejercicio que hacemos es de escalamiento. En ese proceso las alcaldías quedan con la misma ventaja o desventaja que tienen con la participación correspondiente pero la eliminación de diferencias en participación marca la diferencia del total. Esto nos permite afirmar que Ciudad de México sigue siendo una ciudad de izquierda pero que se puede

elegir una participación ciudadana específica para dar la impresión contraria, tal como ocurrió en el proceso electoral. Por supuesto, deberíamos considerar que los inconformes con la administración actual son los más interesados en votar y que son ellos los que se levantan temprano para expresar su incomodidad. También podríamos anotar que en Ciudad de México Morena-PT fue sin alianza con otros partidos o que el PRI y el PAN se separaron en un par de alcaldías, de tal suerte que aún sería necesario hacer correcciones adicionales de tipo político electoral. Aquí solo queremos señalar la presencia de una paradoja estadística que por sí misma resulta interesante y nos advierte sobre las sutilezas que pueden existir en la lectura de datos. Queda claro que obtener el verdadero pulso de Ciudad de México debe pasar por un análisis cuidadoso de las variables ocultas que en esta ocasión están en la participación ciudadana.

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EN LIBRERÍAS

3 DE JULIO 2021

NARRATIVA, ENSAYO La memoria vegetal

La anomalía

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A FUEGO LENTO Basilisco

Suelten a los perros México, 2021

Umberto Eco Lumen México, 2021 272 páginas

Hervé Le Tellier Seix Barral México, 2021 363 páginas

Jon Bilbao Impedimenta España, 2020 290 páginas

No se trata de un ensayo dedicado a la conservación de la biodiversidad, ni de un llamado a reencontrarnos con la naturaleza, sino de una apología de la pasión bibliófila. “El humanista integral”, como lo llamó Fernando Savater, explora los vestigios de la memoria impresa en papiros y telas que habría de evolucionar hacia el libro impreso en papel que hoy conocemos, objeto de culto y pasaje sin regreso a los mundos de la imaginación y el conocimiento.

Premio Goncourt 2020 y aclamada en Europa, esta novela combina la ciencia ficción, el ingenio literario y la especulación filosófica. Su materia es de lo más desconcertante: un avión con 243 tripulantes a bordo se estrella antes de aterrizar en Nueva York e, inexplicablemente, no hay víctimas. Tres meses después, ese mismo avión, con la misma tripulación y los mismos pasajeros aparece en el cielo neoyorquino. ¿Qué fenómeno es ese, capaz de superar nuestra inteligencia y comprensión?

Un viaje a Nevada para celebrar el 4 de julio en compañía de unos amigos de su esposa trastorna la vida de un ingeniero convertido en escritor. Sin esperarlo, descubre la figura de un antiguo pistolero, uno de esos buscadores de oro que empeñaron sus ilusiones en las tierras baldías de Estados Unidos durante el siglo XIX. A partir de ese momento, la narración se convierte en un ir y venir del pasado hacia el presente hasta borrar las fronteras entre realidad y ficción.

El mexicano de Buchenwald

El cerebro

El Rey. Diario de un Latin King

Julio Godínez Planeta México, 2021 309 páginas

José Viosca RBA España, 2020 144 páginas

Carles Feixa y César Andrade NED España, 2020 479 páginas

Esta novela es fruto de cinco años de investigación en archivos y bibliotecas y rescata del olvido a una figura de carne y hueso, José Luis Salazar, quien después de participar en las Brigadas Republicanas y en la Resistencia francesa fue hecho preso por los nazis. Su reclusión en el campo de exterminio se empareja sorprendentemente con la suerte de otro mexicano, Juan Rodrigo del Fierro, detenido “por error” en París en 1943. La literatura expande la realidad.

Este libro forma parte de la colección Los Secretos del Cerebro de National Geographic. Como señala el autor, si el mapeo del genoma humano definió el siglo XX, el reto del XXI es cartografiar el cerebro. El avance de las neurociencias es un buen augurio. El conocimiento biológico del cerebro es necesario, pues como señala Francis Crick: “Tú, tus recuerdos y ambiciones, no son más que el comportamiento de un vasto ensamblaje de neuronas y sus moléculas”.

Los Latin King son una banda (gang) surgida en Chicago que, como indica el nombre, agrupa gente latinoamericana. Se ha extendido a países de América Latina y ha llegado a España; su intención ha sido alejarse de la ilegalidad y fomentar proyectos culturales. Este libro es fruto de una promesa que el sociólogo catalán Carlos Feixa (alias King Book) le hizo a Andrade (alias King Manaba), de origen ecuatoriano, de presentar las diversas etapas de su vida.

Infierno en miniatura ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

N

o hace falta un adjetivo para definir el realismo que Luis Jorge Boone ejerce con precisión estilística y escrupulosidad psicológica en Suelten a los perros (ERA), cinco relatos en los que no hay nada más definitivo que la constatación de la derrota. O como expresa el protagonista de “Las glorias del cine al alcance de todos” tras concluir su periplo actoral: “había gente que nomás se aparecía en tu vida no para chingarte a ti sino para chingarse algo tuyo o para enseñarte que eso que necesitas con desesperación jamás te pertenecerá”. Cada relato contiene entonces la misma verdad esencial y sus personajes, en contra de las apariencias, trascienden lo ordinario: parecen menores y, sin embargo, o quizá por ello, son capaces de llevar hasta el límite sus aptitudes inconscientes para la comedia. Sus bancarrotas sentimentales, familiares o vocacionales son el combustible que alimenta el escarnio y la ironía; no se antojan insuperables, mucho menos devastadoras, pero tienen la forma de un estigma. ¿O qué revela “El club de salir a correr los viernes”, en el que un redactor obeso y empleado en casa practica el fatigoso deporte de perseguir durante la noche a los niños que desvalijan los automóviles estacionados frente a su casa, sino la insoportable cotidianidad de quienes carecen por igual de amigos y enemigos? ¿O ese otro relato, “Quimeras por la mañana”, una puesta en escena donde un padre con escasos beneficios filiales debe pasar la velada de año nuevo en la mansión del novio de su exesposa, sino la disposición largamente cultivada para pasar por un mamarracho al que nadie paga por ver? Creo que ninguno de los momentos fugaces que contiene Suelten a los perros podría generar tantos apetitos insatisfechos si no ocurrieran en ese lugar al que Luis Jorge Boone le ha dado la consistencia y la respiración de una ciudad imaginaria. Monclova es la madre ingrata de esas creaturas sin otro oficio que el de arrastrar los pies, Monclova, el enorme protagonista, donde “nada dura, ni las cosas buenas ni las malas: se las lleva el viento, les da una arrastrada por el polvo y no las avienta hasta que las suelta allá por…”. Como todo infierno a pequeña escala, es un revoltijo de afanes inservibles y tiempos de indigencia.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

3 DE JULIO 2021

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TOSCANADAS

Lectores de nivel DAVID TOSCANA

U

n escritor publicó un texto titulado Una modesta propuesta para evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o su país, y para hacerlos útiles al público. Habla del triste espectáculo que da la gran cantidad de niños en harapos pidiendo limosna. Considera la posibilidad de vender esos críos, pero él mismo rechaza la idea, ya que “nuestros comerciantes me aseguran que un muchacho o una muchacha menor de doce años no es mercancía vendible”. Entonces pasa a sugerir algo más categórico. “Un niño sano y bien nutrido es, al año de edad, manjar delicioso, nutritivo y completo, ya se lo haga estofado, asado, al horno o hervido; y no me cabe duda de que igualmente servirá para fricasé o como guisado”. Sugiere dejar veinte mil niños para la crianza y vender cien mil al año, para lo

cual “pueden contratarse mataderos con este fin en las partes más convenientes de la ciudad, y puede asegurarse a los carniceros que no habrá escasez; aunque más bien recomiendo comprar los niños vivos y aderezarlos cuando todavía están calientes del cuchillo, como hacemos con los lechones asados”. Según sus observaciones: “Un niño servirá para dos platos en un convite para amigos, y cuando la familia coma sola, el cuarto delantero o trasero bastará para hacer un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta y sal, y hervido, quedará muy bien al cuarto día”. Hace notar que instaurar en las mesas de los ricos esta delicadeza culinaria, a la larga reduciría el número de católicos, pues esta gente suele reproducirse con más ahínco. Cuando leí el texto, supuse que habría una lapidación digital, un linchamiento en redes y el mentado

rito de la cancelación. Estaba esperando que la Sedesol se apuntara a la reprimenda: “Reprobamos tajantemente cualquier comentario que agravie a los grupos más vulnerables”. Supuse que su casa editora se deslindaría con eso de “las opiniones del autor no son las nuestras”. Mas nada de eso ocurrió. El gobierno le respondió que apreciaba el humor y disfrutaba la broma. La crítica lo aplaudió, encontró referencias en literaturas clásicas y dijo que el texto habría de perdurar. Los pobres no se indignaron. Los ricos tampoco. Los lectores supieron ver que más allá de la sátira había una crítica profunda. Y lo más sobresaliente: se captó la ironía sin que el autor la declarara, sin que tuviese que pintar emoticonos ni rematar cada frase con un impertinente jajaja. A ese autor hay que envidiarle el nivel de sus lectores.

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BICHOS Y PARIENTES

Diderot y su lector

S

i Italo Calvino confiesa su admiración, deuda y hasta envidia, Milan Kundera tuvo que ir un paso más allá: en vez de solamente escribir sobre Diderot, se vio compelido a reescribir Jacques el fatalista, pero no como narrativa, sino para las tablas y la escena. Y es que no queda sino imaginar el dilema para un narrador contemporáneo cuando de pronto se topa con ese Diderot desparpajado y dueño de todos los recursos que hubieran inventado Cervantes o Laurence Sterne; por ejemplo, interpelar al lector y poner palabras en su boca sin dejarlo protestar. Y Diderot ni siquiera vio publicadas sus novelas. Lo habían metido a la cárcel en 1748, por su Carta sobre los ciegos, y fue liberado en unos pocos meses, pero bajo amenaza: no podía publicar nada personal ni acerca de filosofía; solamente asuntos estrictamente científicos. El único autor ilustrado que entiende al lector y puede jugar con él como si su lectura le perteneciera era justo aquel que no podía publicar su obra... Más sorprendente: ese lector que hace aparecer tanto en Jacques el fatalista como en Esto no es un cuento funciona mejor en los siguientes siglos que en el suyo propio. El público parisino del siglo XVIII es un acertijo extraño en la historia: acechante, suspicaz, a la caza de toda creatividad que no cumpla todas las reglas, escritas o supuestas, para caerle encima a mordiscos; públicos que esperan sorprenderse pero gruñen a toda violación de sus reglas y denuncian como falta o vileza toda osadía del autor que no obedezca. Reacciona ahí y ahí regaña, muy airado, porque de

JULIO HUBARD RETRATO LOUIS-MICHEL VAN LOO (1767)

eso sabe y entiende. Señalar el mal y error en el otro, sobre todo si es un autor importante, le produce un goce sustancial: al mismo tiempo ejerce su superioridad moral y cultural. No tiene nada de extraño que la poesía y la narrativa de la Ilustración resultaran tan pobres en comparación con los periodos anterior y siguiente: la buena educación estaba atrapada en la resolana del iluminismo. Que Diderot tuviera prohibido publicar casi todo, excepto ciencia, le ahorró los engorros de lidiar con la

El público parisino del siglo XVIII es un acertijo extraño en la historia: acechante, suspicaz

censura doble: por un lado, el Estado; por el otro, un público como jauría de erinias. Algo como lo que hoy vuelve a suceder, que no hay quien publique en medios tradicionales, o en redes, sin hallarse en algún punto intimidado por las mismas erinias de la corrección política. Curiosamente, las transgresiones de Diderot son la imagen invertida de las actuales. Para escándalo de sus contemporáneos, ignoró diferencias entre los sexos, las razas, las clases y las religiones; exhibió ateos supersticiosos y religiosos ateos; era demócrata, tomaba perfectamente en serio a los ciegos, los sordos, los locos... y los hallaba igualmente risibles, igualmente libres, limitados y mortales. Incapaz de obedecer las diferencias sociales, siempre fue un parvenu al que le importaban un cuerno la jerarquía y

El escritor francés, autor de Jacques el fatalista.

los prejuicios morales. Al grado de que Catalina la Grande —quien lo salvó de la pobreza, comprándole su biblioteca y contratándolo como bibliotecario y custodio— tuvo que interponer una mesa que la separara de Diderot porque en los encuentros anteriores ella llevaba la peor parte: conforme la conversación daba en entusiasmo, Diderot comenzaba por golpearle suavemente las rodillas, pero luego le palmeaba los muslos hasta hacerle moretones —según cuenta Andrew Curran, Diderot and the Art of Thinking Freely, que debiera traducirse al español, luego de que algún editor repare la ausencia, al menos, de las tres novelas: La religiosa, El sobrino de Rameau y Jacques el fatalista—. Ya hubo una excelente edición, con traducciones de Félix de Azúa y prólogo de Pierre Chartier, en Alfaguara, por allá de 1979. Poner en circulación de nuevo esas novelas sería agua fresca para una sed apremiante. Entre sus contemporáneos se cocinaba una abrasiva rispidez entre clases. Ya no era la risa de Molière sino algo más oscuro y torvo, como en Beaumarchais, u ominoso, como en Rousseau. Toda aquella literatura parecía advertir, todavía con sonrisas, una incomprensión que derivaría en odios y cadáveres. En cambio, si Diderot hubiera circulado, quizá los revolucionarios y los luchadores sociales del siglo siguiente habrían comprendido el punto central de las relaciones entre amo y siervo, entre pobres, clasemedieros y aristócratas: no son sino accidentes que pueden cambiar. ¿Lo más sorprendente? Marx, que tenía una idea casi esencialista de las clases sociales, dijo que Diderot era su autor favorito.

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