Laberinto No.943 (10/07/2021)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

EL ATLAS DE PANDORA

FERNANDO ZAMORA

IRENE VALLEJO

Stephen Cone: derechos trans

El mapa de la imaginación Foto: Sunroom Pictures

Ilustración:Román

SÁBADO 10 DE JULIO DE 2021 AÑO 18 - NÚMERO 943

Edgar Morin: cien años pensando lo inesperado José Abdón Flores/ París/ FOTOGRAFÍA: AP


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ANTESALA

10 DE JULIO 2021

DOBLE FILO

De Mozart a Santa Sabina FERNANDO FIGUEROA

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odrigo Garibay estudió en la Escuela Nacional de Música de la UNAM. Formó parte del grupo Santa Sabina y ha musicalizado películas y cortometrajes. En 2020 grabó el álbum Conciertos para saxofón y orquesta, instrumento que toca con virtuosismo. Participa como solista invitado en la actual temporada de la Orquesta Sinfónica de Minería (OSM), que debido a la pandemia fue grabada y es transmitida vía streaming (10 y 11 de julio puede oírse a Garibay con la OSM en Fantasía para saxofón, de Villa-Lobos, y en Adiós Nonino, de Piazzolla, con arreglo de Ryszard Siwy). Hoy juega ping-pong con Laberinto. ¿Estás casado con el saxofón o con el clarinete? Con el saxofón, que es el amor de mi vida. El clarinete sería mi amante. ¿Qué se siente dialogar con una orquesta? Felicidad y un gran compromiso. ¿Qué tal la grabación con la OSM? Aunque sin público, fue muy emocionante volver a tocar juntos en un escenario. Adiós Nonino en una palabra. Amor. Heitor Villa-Lobos en una frase. El motivo por el que quiero ir a Brasil. Un compositor mexicano vivo. Hebert Vázquez. Un recuerdo de la Sala Nezahualcóyotl. Tocando Bolero, de Ravel, con la Orquesta Sinfónica de Minería, dirigida por Carlos Miguel Prieto. El mejor público frente al que has tocado fuera de México. El de Londres (con la Ofunam). Y el más extraño. El de Dublín. Una ópera mexicana y una extranjera. Aura, de Mario Lavista. La flauta mágica, de Mozart. Un grupo de rock. Los Beatles. Un gusto musical culposo. Dua Lipa. La verdad, ni tan culposo. Define a Rita Guerrero. Una artista congruente que amó a su país. Una canción de Santa Sabina. “Azul casi morado”. Del 1 al 10, Woody Allen en el clarinete. Le pongo 10, por divertido. ¿Y de cineasta? Que sea 11. Una película musicalizada por ti. Las paredes hablan, de Arturo Zavala. Dos películas con buena música. Revolutionary Road, de Sam Mendes, con música de Thomas Newman. Stranger than Paradise, de Jim Jarmusch, con música de John Lurie. Una pieza de Charlie Parker. “Confirmation”. Dexter Gordon o Coleman Hawkins ¡Ufff! Ni modo, que sea Dexter Gordon. El mejor saxofonista que has oído en vivo. Branford Marsalis, mi héroe. Café Tacvba o Caifanes. Café Tacvba. Música para tu última hora de vida. Gran partita, de Mozart. Tu epitafio. “Disfrutó de todo el bufet musical”.

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Princess Cyd. Dirección: Stephen Cone. Estados Unidos, 2013.

HOMBRE DE CELULOIDE

Dos burbujas

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA SUNROOM PICTURES

a premisa no ofrece mayor dificultad: una niña de 16 años no sabe qué hacer en este verano. Su padre le propone ir a Chicago donde vive una tía más o menos famosa como novelista. En el encuentro de ambas sucede lo de siempre: se enriquecen tanto que terminan por conocerse mejor a sí mismas. Princess Cyd, disponible en Mubi, fue escrita y dirigida por Stephen Cone, uno de los muchos que, en el país de la frivolidad del cine de acción, aún sigue luchando por hacer cine de arte. Pero la pregunta sigue en el aire: si la premisa es tan elemental, ¿por qué Princess Cyd resulta tan profunda? La clave está, primero, en el tratamiento, y, segundo, en un personaje que ha saltado directamente desde el escenario vanguardista de Chicago hasta el guion de Stephen Cone. En lo que se refiere al tratamiento, hay que decir que el encuentro entre la tía cincuentona y la sobrina adolescente sirve al director para reflexionar en torno a la transformación cultural que han vivido los países desarrollados en los últimos años. La libertad sexual es una realidad, cierto, pero hemos perdido algunas cosas por el camino. Por ejemplo: Cyd, nuestra heroína, no lee libros. Lo espeta con desparpajo. Y la tía ¿qué va a decir? “Bueno”, contesta, “por ahí hay

algunos muy buenos, por si cambias de parecer”. Este pequeño diálogo ofrece el núcleo de una historia que, comenzamos a ver, toca otros temas que vale la pena explorar desde el cine. La obsesión de cierta gente por escribir, por ejemplo, la necesidad de trascender e incluso la paz que ofrece ir a misa o rezar, algo que hoy por hoy no está de moda. Se trata, en efecto, del enfrentamiento entre dos burbujas, la que se construyó una intelectual del siglo pasado y la que se está construyendo una muchachita de menos de veinte. El siguiente elemento que hace única esta película es Kate. Interpretada por Malic White, Kate es un chico trans que no sabe bien a bien qué hacer con su vida. No es que esté dispuesto a desperdiciar un romance veraniego con la heroína pero, más allá de lo que suceda estos meses, él no tiene plan. El papel parece escrito para White quien es, en efecto, un activista trans muy presente en la vida cultural de Chicago. Y el tema resulta importante pues muestra que

El director reflexiona en torno a la transformación cultural en los países desarrollados

el director y guionista de Princess Cyd está hablando de un universo que conoce bien y que, por tanto, se está exponiendo a sí mismo. Es auténticamente un artista. Está escribiendo de sus conocidos y, más importante, de sí mismo. Justamente por ello le creemos. Le creemos que le interesa explorar algo tan profundo como los cambios culturales que están teniendo lugar, le creemos que para él no es moda hablar de los derechos de las minorías ni de la libertad de todos para buscar, en su burbuja, la trascendencia. Stephen Cone se expone en esta película y el resultado es espectacular. Porque gracias a dicha exposición consigue que también a nosotros nos importen sus dudas existenciales, sus reflexiones en torno al futuro y el arte de escribir. Princess Cyd es una magnífica pieza construida con tan pocos elementos que bien le queda el adjetivo “minimalista”. Pero no nos equivoquemos, que la anécdota sea mínima no implica que la película valga poco. La obra de Cone termina por absorber el valor de todos estos hombres y mujeres llenos de amor y dudas porque resulta evidente que son reales. Están en las calles de Chicago y en el universo de la ficción desde donde nos cuentan la aventura de la lucha cotidiana por la felicidad.

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ANTESALA

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POESÍA

Furibundo DINO CAMPANA

La tenía abrazada. Mientras de ciegas ebriedades afanoso Sobre el umbral ciego tanteaba Y acelerados golpes replicaba Contra la puerta de eternas dulzuras: Sobre mi espalda de improviso Se alzó y volvió a caer golpeando sordo Y rítmico su pie. Fue el recuerdo Del huidizo instante, en la fantástica Plenitud el llamado de la muerte. Ardiendo desesperadamente entonces Mi esfuerzo redoblé a ese llamado Fatídico y jadeando la demora Atravesé la nada y la ebriedad, fiero Penetré, en el fervor alta la frente Asiendo a la mujer por la garganta. Victorioso en el místico castillo En mi gran patria antigua en la gran nada. Este poema pertenece a Cantos órficos / Canti orfici, edición bilingüe preparada y traducida por Rodolfo Alonso (Mantis Editores/ UACM, México, 2020).

EX LIBRIS

El lector y su palimpsesto/ EKO

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LOS PAISAJES INVISIBLES

Batalla desigual IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

a convivencia entre gobierno y prensa no ha sido cordial en ninguna época ni en ningún país, eso nadie lo ignora, como tampoco nadie tiene tanta fe como para poner en duda que a los gobiernos les irrita la denuncia, la discrepancia o la crítica, y que detestan a la caprichosa, elástica opinión pública. Eso en cuanto a regímenes moderados; los fascismos, las dictaduras no lidian con empresas ni periodistas, los aniquilan. No obstante, en ocasiones un gobierno también puede enfrentar los embates del Cuarto poder cuando se colude o está al servicio de ciertos intereses, o bien, el propio gobierno puede representar esos intereses y seducir a la prensa con prebendas, y lo que hoy se tilda como fake news consigue opacar los genuinos logros o avances de una administración, en el primero de los casos, o pulimentar, enmascarar sus deficiencias y fracasos, en el segundo. Entonces surge esa curiosa patología bipolar del Cuarto poder: entre la prensa oficialista y la prensa antagónica, se torna complicado distinguir con exactitud a cuál de las dos le queda la etiqueta de “prensa vendida”, pues lo que se empaña es la información veraz en la lucha mediática por difundir un relato cierto o falso del régimen en turno. Sin embargo, al que menos le corresponde esa tarea es al gobierno. La narrativa de sus éxitos, el cumplimiento de promesas, la eficacia de sus decisiones o los engaños, chascos y desastres se exponen por sí solos, día con día los percibe el ciudadano en carne propia. En México, la relación gobierno-prensa es de intolerancia mutua, aunque quien siempre gana es el primero. A los segundos, solo les queda convertirse en mártires o vendedores de silencio (esa estirpe fundada por Carlos Denegri, al principio en forma de sobornos, como recrea la espléndida novela de Enrique Serna, y después como beneficios o canonjías que la vox populi refiere con los pintorescos epítetos de embute y chayote). Del “no pago para que me peguen” que espetó José López–Portillo, cuando alardeó del manejo discrecional de los dineros para propaganda gubernamental, a la fórmula de la felicidad de Vicente Fox (no leer periódicos), o el “ya sé que ustedes no aplauden” con que Enrique Peña Nieto reprochó a los reporteros, la sección “¿Quién es quién en las mentiras?” en la mañanera de Palacio Nacional, no solo confirma la acritud del trato entre los dos poderes y lo irreconciliable de sus narrativas, sino lo vano de una batalla desigual: si la 4T ha aprovechado, como ningún otro gobierno, plataformas como Notimex y las televisoras culturales del Estado para apuntalar sus acciones y discurso o contrarrestar a los que considera los adversarios (para muestra, está la emisión paradójicamente llamada “De buena fe”, diseñada y conducida por militantes y ex militantes de Morena que transmite Canal 11), y si la mañanera se presume un ejercicio informativo cotidiano en cadena nacional, ¿es necesario escarnecer, que no exhibir, e incriminar, que no desmentir, a periodistas que disienten de las verdades oficiales? No todos atienden los noticieros de Carlos Loret de Mola, Joaquín López–Doriga o de Ciro Gómez Leyva, no todos leen a Héctor de Mauleón o a Raymundo Riva Palacio, esos bribones según Palacio Nacional, pero de la mañanera todos se enteran: lo que ahí se dice queda registrado y se difunde a través del Cuarto poder. Quizá, los asesores del Presidente creen que los periodistas y los medios son los causantes del descalabro electoral, digamos, en la Ciudad de México. Su cortedad de miras les nubló el recuerdo del apoyo ciudadano en el lamentable episodio del desafuero (a pesar de los embates de los Pinos y, sí, los golpes en algunos medios), y sobre todo, les borró aquella memorable despedida de López Obrador como Jefe de Gobierno en un Zócalo atestado, curiosamente, por chilangos de clase media. Pero la culpa es de los otros, por eso hay que vilipendiar a los bellacos del Cuarto poder.

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El pensamiento planetario de Edgar Morin g cotidiana y nace de su trato con los hechos m

“Mi vida ha consistido en ver

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JOSÉ ABDÓN FLORES/ PARÍS FOTOGRAFÍA AFP

os 100 años de un intelectual por excelencia como Edgar Morin (1921) no podían pasar desapercibidos en Francia. La Grande Librairie, uno de los programas literarios emblemáticos hoy en día, dedicó su emisión del 9 de junio a entrevistar al sociólogo francés. Las inquisitivas preguntas de François Busnel, animador del programa y director de la revista America, buscaron obtener los aspectos fundamentales de la obra inmensa de un fiel testigo del siglo XX. Edgar Morin es doctor Honoris causa por 38 universidades en el mundo. En los años cincuenta, junto con Georges Bataille, Raymond Queneau, René Clément, entre otros, formó parte del grupo de la rue Saint Benoît que se reunía en el Café de Flore, para escuchar a Boris Vian y a Juliette Gréco. Autor de más de 60 libros, sigue activo pues su última obra, Lecciones de un siglo de vida, acaba de ser publicada por la editorial Denoël. El temple y el vigor al hablar no muestran la verdadera edad de Morin. Mascada de seda al cuello, anillos varios, mocasines borgoña…, en la conversación con Busnel el casi centenario no vacila al referirse a su niñez ni abordar otros temas que tienen que ver con su formación y desarrollo intelectual. “Los hechos más determinantes en mi vida fueron la muerte de mi madre a la edad de diez años, y un sentimiento de exclusión familiar, el no haber recibido ninguna ayuda, ninguna cultura por parte de mi familia. Yo mismo debí construirme una cultura primero en los libros, en las novelas, luego en el cine. Me parece que los determinantes de mi vida acontecieron en la adolescencia. Haciendo a un lado, claro, los grandes errores que cometí, como haber ignorado que el nazismo comportaba en sí una noción de superioridad aria y una voluntad de colonizar o esclavizar, de dominar Europa y el mundo. Pero si no, lo esencial de mi pensamiento se formó en ese entonces, una época en la que experimentaba contradicciones. Había crisis económica. Así

pues, ¿era necesario cambiar el capitalismo? Pero también había crisis política. Luego entonces, ¿eran el socialismo y el comunismo los responsables? Existía la oposición entre el fascismo y el estalinismo. La guerra que amenazaba ¿era necesario hacerla o no? “Durante ese tiempo me alimenté de contradicciones. También creo que un aporte decisivo fue el de un amigo, discípulo de un profesor marxista, que me dijo: para comprender el mundo, para comprender la humanidad y su historia, hay que rehacer el camino de Marx; es decir, hay que saber unir el hombre biológico y el hombre cultural, buscar en el conocimiento humano para encontrar las respuestas a las grandes preguntas: ¿qué puedo saber?, ¿qué puedo creer?, ¿qué puedo esperar? Y para ello hay que saber lo que es el hombre. Por eso, cuando me inscribí en la universidad, lo hice en la Facultad de Filosofía, donde había Sociología, Psicología; pero también me inscribí en Ciencias Económicas, en la Facultad de Derecho, en Historia…, es decir, desde el principio quise hacer una formación multidisciplinaria. Creo que mi camino se definió entre los 13 y los 20 años. “Fue a través de Hegel que vi que era necesario el pensamiento para confrontar la contradicción. Hegel piensa que podemos superarla mediante una síntesis. Yo comprendí de inmediato que finalmente hay contradicciones que no solo no podemos dejar atrás sino que es necesario vivir. Heráclito fue muy importante para mí porque es el pensador de la unidad de los contrarios y de la complementariedad de los antagonistas y eso yo lo experimento sin cesar. Este antagonismo entre el escepticismo y la fe, no la fe religiosa sino una fe en la fraternidad humana, esa es mi religión. Viví mi contradicción entre la razón y la religión, religión en el sentido de la “tierra patria”, que trato de abordar en uno de mis libros. Siempre hay un problema importante. Vemos que hay contradicciones que es necesario vivir, que hay que superar o asumir. Creo que mis contradicciones interiores me han ayudado más que dañado. El pensamiento no puede escapar. Sea que nos preguntemos sobre el origen del universo, sobre la microfísica, no

podemos evitar hacernos preguntas o enfrentarnos a contradicciones”. Hijo de un judío sefardita de Salónica y de una mujer italiana, su verdadero nombre es Edgar Nahoum. Fue durante los años de la Resistencia cuando adoptó el apellido Magnin, del personaje de una novela de Malraux, L’espoir, y que mal entendido por sus camaradas se convirtió en Morin. “Al principio estaba molesto, pero debí aceptar este hecho consumado. Estaba muy unido a este Magnin, héroe de España y de la resistencia miliciana. Tuve que adaptarme a este Morin que entró en mí, que comenzó a formar parte de mi identidad. Lo que hizo que, cuando llegó la liberación, retomara mi estado civil (Edgar Nahoum). Habría podido cambiarlo como muchos otros. Pero como había comenzado a existir para mis amigos y a escribir con el apellido Morin, lo conservé como personaje público. Yo era alguien a la vez hijo de mis obras e hijo de mi padre”. En cuanto a sus años en la Resistencia, Edgar Morin confiesa su indecisión y conflicto. “Tenía 20 años, y quería vivir. Tenía miedo de que si entraba a la Resistencia mi vida se arruinaría demasiado pronto. Pero al mismo tiempo me decía que si me escondía para proteger mi vida solo iba a sobrevivir y no a vivir. Comprendí que era necesario, tarde o temprano, aceptar vivir —aunque esa época conllevara el riesgo de la muerte— en lugar de sobrevivir. Digamos que la idea de la importancia de vivir en comparación con la de sobrevivir se quedó conmigo. A mis 20 años, lo que en verdad despertó en mí este deseo fue la audición en la radio de El buque fantasma de Wagner. De forma indirecta, claro, pero los llamados que hay en esa obertura… son como en Chateaubriand: ‘Orage desirée, levez-vous!’ Es un poco la idea de la aventura; claro está, era una aventura arriesgada. Al final, de todo eso me quedó que toda vida humana es una aventura, lo sepamos o no”. Esta idea de la vida como aventura es recurrente en su pensamiento, el llamado pensamiento complejo

Marx fue el último profeta crítico del mesianismo judeo-cristiano secularizado

por el cual es conocido. “Mi experiencia personal ha sido ver llegar lo inesperado, ver cómo lo increíble se convierte en real. Increíble el pacto germano-soviético, cuando eran dos enemigos mortales que se asociaron para repartirse Polonia. El desastre


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guarda una estrecha relación con la ética más violentos y convulsos del siglo XX

er cómo llega lo inesperado”

de Francia, el éxodo de millones de franceses, una visión casi apocalíptica que era algo impensable. Increíble la manera en la que estos franceses se las arreglaron no solo en el éxodo sino durante la ocupación. Todo lo que he vivido, lo inesperado, lo

aparentemente imposible, es enseñanza. Cuando sobrevino este otro suceso increíble que es la pandemia, sabía que estaba armado para afrontarlo, no solo porque siempre espero lo inesperado sino porque tenía las herramientas de un pensamiento

El filósofo y sociólogo francés, quien cumplió 100 años el pasado 8 de julio.

complejo capaz de abarcar los múltiples aspectos de esta crisis que era multidimensional y que iba desde el individuo en su vida biológica hasta la humanidad. Es una lección: espera lo inesperado. “En lo que concierne a la incertidumbre, vuelvo a una cosa banal. Cuando alguien nace no sabe nada de cómo será su vida, su destino, sus amores, sus enfermedades, la hora de su muerte, e incluso mientras crece su futuro es incierto. Repito, cada ser humano vive una aventura. El fenómeno extraordinario es que esta aventura no se sitúa ya en una aventura nacional sino mundial. Hoy en día toda la humanidad está implicada en una misma aventura”. Consecuencia de esto mismo, para Morin es el momento crítico de la humanidad, del cual no parece darse cuenta del todo. “Es necesario tomar conciencia. Hay una gran dispersión al respecto, pero hay que tomar conciencia sobre la gravedad de este problema. La humanidad ha emprendido una aventura de la que no conocemos el fin a no ser por la muerte del Sol. El objetivo del camino es continuar el camino. No debemos pensar en un modelo de sociedad ideal al cual llegar. Hay que pensar en una mejora permanente. Mi máxima favorita es de Machado: ‘Caminante no hay camino, se hace camino al andar’. Lo que hago en mi libro Changeons de voie es mostrar que hay posibilidades de otra política, lo mismo en economía, ecología, la vida cotidiana, la alimentación, que en el consumo. Para mí, la libertad sería que todos los movimientos solidarios de toma de conciencia no se dispersen en la enorme crisis política que existe, pues hay un vacío político colosal. Que todos estos movimientos puedan reunirse. Trato de trabajar mediante una vía marxista. En mí, de Marx hay esta idea de hacer converger todos los conocimientos en lugar de separarlos. Pero, sobre todo, una idea crítica. “Marx fue el último profeta crítico —laico, más bien— del mesianismo judeo-cristiano secularizado bajo la forma del comunismo. Marx fue el símbolo de esta promesa, cuya teoría fue puesta en práctica de manera enérgica por Lenin, y esta concretización del mesianismo judeo-cristianismo secularizado se

derrumbó en la contradicción entre la realidad que la creó y el ideal que la impulsó. Fue uno de los fracasos más rotundos de la historia. Creo que si hay que retomar el camino de Marx no hay que llegar a las mismas conclusiones de Marx; hay que comprender que el devenir no está escrito como él lo creía sino que se construirá. Hay que cambiar la perspectiva. Mi maestro es más Heráclito que Marx”. Escritor multidisciplinario, pese a haber estado siempre cerca de la literatura y la poesía, nunca se estrenó como novelista o poeta, pero siempre ha sido un lector notable. “Dostoievski es uno de los autores que me han acompañado en mi vida porque no solo tiene un sentido de la complejidad humana; sus personajes son uno y múltiples. Los hermanos Karamazov es una obra monumental. Recientemente acabo de terminar el único libro suyo que no había leído: El adolescente. Un libro muy interesante sobre lo que hoy llamamos maniaco-depresivos o bipolares, ¡algo que somos todos! Todos somos muy diferentes en el amor, en la cólera, en lo cotidiano. En esta novela existe el sentido de esta complejidad; en sus personajes extraordinarios hay ese paroxismo. Y, sobre todo, una compasión por los humillados. Es una lección inolvidable, algo que guardaré por siempre. Por eso Dostoievski me resulta muy importante. Diría que todos los grandes escritores rusos me complacen: Tolstoi, Chejov… Pero también Balzac, quien fue un aprendizaje sobre la vida social, todo Balzac, y Alphonse Daudet, Roger Martin du Gard, Proust, por supuesto, un autor de la complejidad en los puntos finos de la psicología y las relaciones, complementario a Dostoievski. Mi adolescencia estuvo marcada por Malraux, quien encarnaba la condición humana, la aventura política, la guerra de España. Para mí, la narrativa es más importante que las humanidades. No fui novelista porque me dije que para serlo había que tener genio, en tanto que para las humanidades bastaba ser banalmente inteligente. La narrativa siempre me nutrió y me sigue nutriendo: todas las noches, en cama, leo un poco antes de dormir”.

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LITERATURA

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EL ATLAS DE PANDORA

El mapa de la imaginación El legado de la Biblioteca de Alejandría es tan brillante como los trazos de su leyenda

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n joven rey conquistó el milenario Egipto y decidió fundar una ciudad nueva en el delta del Nilo, allí donde se rozan la inmensidad del mar y del desierto. Su nombre era Alejandro y, en un despliegue de vanidad cartográfica, llamó a su ciudad Alejandría. El general veinteañero abrigaba por entonces el discreto propósito de conquistar y unificar el mundo. Pese a sus fulgurantes victorias, fracasó en el intento: murió con 33 años de unas fiebres que pusieron fin a una vida febril. Sería uno de sus generales, Ptolomeo, convertido en el nuevo faraón e g i p c i o, q u i e n fundaría a finales del siglo III antes de Cristo en la Alejandría helenística el enclave que hizo realidad el sueño universal de Alejandro: la biblioteca más ambiciosa jamás conocida. Nacía con el propósito de reunir todos los libros del mundo, sin lagunas ni ausencias. Aspiraba a ser el mapa completo de las ideas, el saber, la poesía, la fe y las ficciones: la cartografía definitiva de nuestra imaginación. Al fin y al cabo, congregar todos los libros existentes era otra forma —simbólica, mental, pacífica— de poseer el mundo. La dinastía de los ptolomeos no escatimó medios: enviaron a sus agentes a los cuatro puntos cardinales en busca de libros; pidieron a sus colegas de trono en otros reinos que les enviasen las obras de sus escritores, científicos y médicos; encargaron traducciones al griego de textos hebreos, indios, persas y africanos; ordenaron registrar cada barco que llegaba a puerto y requisar los libros que allí encontrasen. Nutrieron los fondos de su rutilante biblioteca con inmenso gasto, pero también con el fruto de expolios y atropellos incontables. Reclutaron un grupo de laboriosos bibliotecarios, sabios griegos preocupados por

IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN

la conservación de ese tesoro de palabras, inventores de la filología. Al abrigo de la Biblioteca, se gestó un centro de investigación —el Museo— que atrajo a las mejores mentes de la época: Arquímedes, Euclides, Aristarco, Eratóstenes, Apolonio, entre otros. La Gran Biblioteca quedó reservada a los estudiosos, pero su filial, el Serapeo, abría sus puertas a ciudadanos y extranjeros.

Nació con el propósito de reunir todos los libros del mundo, sin lagunas ni ausencias

Tras una larga época dorada, la Biblioteca entró en decadencia. Tumultos, incendios y saqueos fueron las razones más visibles y dramáticas de su destrucción, junto a las agresiones de sucesivos fanáticos religiosos. Pero década a década, siglo a siglo, una erosión sigilosa causó daños aún más graves a la colección: la desidia de los emperadores romanos que, tras anexionarse Egipto, se desentendieron de la deslumbrante joya de los ptolomeos. Las bibliotecas son frágiles espacios de cultura y descubrimiento, y solo respiran con la brisa a favor del apoyo público. La indiferencia de los gobernantes y los

arrebatos de violencia destructora aniquilaron el antiguo sueño alejandrino de custodiar las palabras valiosas. Pero no todo fue ruina: la Gran Biblioteca bombeó libros y conocimiento durante siglos, construyendo los cimientos de nuevas sociedades cosmopolitas, traductoras y memoriosas. Aunque fue atacada con saña y destruida sin rastro, dejó un legado real tan brillante como su leyenda.

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© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.


EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Dos soledades

Un corazón adicto

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A FUEGO LENTO La puerta del círculo polar ártico

Los días animales México, 2020

García Márquez, Vargas Llosa Alfaguara México, 2021 168 páginas

Guillermo Sheridan Tusquets México, 2021 416 páginas

Juvenal Acosta Planeta México, 2021 340 páginas

Con textos de Juan Gabriel Vásquez, Luis Rodríguez Pastor y José Miguel Oviedo (1934-2019), este libro, que lleva como subtítulo “Un diálogo sobre la novela en América Latina”, recupera un encuentro en la ciudad de Lima, en 1963, durante el cual García Márquez y Vargas Llosa, entre otras cosas, debaten sobre sus libros y los de sus contemporáneos, hablan de sus técnicas narrativas, de sus influencias y de las relaciones entre literatura y política.

Publicado originalmente en 2002, este libro es un paseo por la vida de Ramón López Velarde, el poeta zacatecano muerto hace un siglo a los 33 años, considerado el “iniciador de la vanguardia en México”. Recrea su mundo, “quebrado por la Revolución mexicana y por la separación sibilina entre la provincia y la metrópoli…”, refiere sus amores, siempre fallidos, e indaga en su estilo, en sus temas poéticos y en sus intereses religiosos y políticos.

Tras varios contratiempos y golpes de fortuna, la desilusionada Valeria y el errante Anders, dos almas gemelas de países muy diferentes, se conocen en San Francisco e inician un romance que no se anda con tientos. Lo que a primera vista parece una historia de amor es en realidad un retrato novelesco de nuestro tiempo presente, amenazado por el cambio climático y la rebelión de la naturaleza. Como proponen los protagonistas, es hora de parar, de pisar el freno.

El matrimonio de los peces rojos

El placer de quemar

Leonardo da Vinci

Guadalupe Nettel Páginas de Espuma España, 2021 128 páginas

Ray Bradbury Minotauro España, 2021 334 páginas

Gabriel Bernal Granados Turner México, 2021 198 páginas

Cinco relatos en los que la conducta humana encuentra similitudes con la de los animales. Comparten, con soltura filosófica, algunos temas universales: la maternidad deseada y no deseada, el amor, las crisis existenciales durante la adolescencia. Lo menos visible se da la mano con la anomalía y los secretos inconfesables; es decir, traza una línea que proyecta las decisiones que marcan una vida. Libro ganador del III Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero.

Subtitulada Historias de Fahrenheit 451, esta antología de textos gira alrededor de uno de los libros clave de Bradbury. Incluye la novela corta, como la denominan los editores, “El bombero”, su antecedente inmediato; un cuento que se relaciona directamente con su tema central es “La biblioteca”, en el cual el protagonista, responsable del espacio, pide que no se quemen los libros. El elemento persecutorio de “El peatón”, uno de sus relatos más conocidos, armoniza bien.

El regreso de los dioses paganos completa el título de esta especie de biografía intelectual del genio italiano. Como apunta el ensayista mexicano, en él no trata de dar soluciones a misterios que aún lo rodean, sino sugerir aspectos que no se habían considerado en la elaboración de ciertas obras. El Renacimiento, se sabe, retomó aspectos de la antigüedad clásica grecolatina; para Leonardo el círculo neoplatónico que Marsilio Ficino creó en Florencia fue esencial.

Largas listas de agravios ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

A

Jorge Zúñiga, quien había debutado con una novela negra, le bastaron cuatro relatos para componer un libro vertiginoso y autosuficiente: Los días animales (Paraíso Perdido). Puede decirse que todo su interés está puesto en la familia y en las pulsiones autodestructivas de sus miembros, una pequeña corte de inadaptados a pesar, o quizá por eso mismo, de la irrelevancia de sus vidas. Suelen presentarse sin motivos para amargarse la existencia, y la de los otros, pero a medida que toman forma ante nuestros ojos van mostrando las heridas y cicatrices a las cuales se sienten malsanamente unidos. Como mandaría el canon, los relatos exhiben un temperamento común, tanto que el segundo y el que da título al libro son piezas complementarias que se ajustan para llevar aún más lejos su propósito: mostrar la expansión de los pequeños rencores acumulados a lo largo de los años. Si “Nómadas” se mueve en la rutina del marido abandonado que vuelve a su departamento solo para recoger sus escasas posesiones, “Los días animales” transcurre en los años previos a la ruptura, cuando aún no han estallado las crueles batallas que pondrán fin a los vínculos amorosos. Son, ya decía, relatos complementarios, pero defienden su carácter independiente, sobre todo porque el narrador no solo es otro sino uno muy distinto en el tiempo. La simpleza de la escritura no debería llamarnos a engaño. Jorge Zúñiga está más preocupado por el ritmo de las emociones, por los impulsos oscuros y opuestos abriéndose paso en la conducta y las palabras de los personajes, una ola in crescendo que termina por estallar en un final del que no podemos esperar ninguna respuesta. Nada parece ocurrir mientras iniciamos la lectura de cada relato hasta que un giro sutil anuncia una nueva perspectiva, ya sin contención válida, y las acciones se precipitan a gran velocidad, como en “Tripulantes”, cuando la paz entre hermanas concluye después de que intercambian una larga lista de agravios. Los días animales es un libro triste y extremo, marcado por una desilusión intransigente. Ahí todo se desarrolla en ese punto de tensión entre dos seres ahora extraños, antes solidarios, resueltos a cobrar una deuda cuyo monto ha crecido a la par de su invalidez sentimental.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

10 DE JULIO 2021

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

HUSOS Y COSTUMBRES

Un vicio ANA GARCÍA BERGUA

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un contundente expreso o un americano de paso veloz. Como Lieschen, la hija del palurdo Schlendrian en la divertida Cantata del café de Bach, si no puedo “saborear mi taza habitual voy a quedar, para mi desgracia, tan seca como un asado de cabrito”. Como vicio, el café no es especialmente seductor; le faltan la magia del ajenjo y su tinte verdoso, el azul del humo de los cigarros, la transparencia de los licores, la parafernalia de jeringas, cucharas y lujo malhabido. Por más que se hermoseen tazas y cafeteras, lo tenemos adherido al trabajo y la concentración. Lejos de ser una puerta de escape, el café es una puerta de entrada a nuestras mentes y sus pasillos. Es, a final de cuentas, un vicio democrático y racional: nos despierta la lengua sin provocar exaltaciones exageradas, si acaso pálpitos cardiacos como de enamorados, manos temblorosas y gastritis crónica. El aroma del café se expande y forma

os abuelos maternos nos visitaban siempre, cuando éramos niños, después de la comida. Mi abuelo Martín, con gran ceremonia, mojaba una cucharadita de azúcar en su café y nos la daba de golosina. Era nuestra comunión, la manera en que los niños entrábamos de la mano de los viejos a las delicias de ser mayor. Me encantaba ese óbolo aromático y dulce; por eso, en cuanto pude me tiré de cabeza en el café y desde adolescente el cigarro me rodeaba de niebla. En la primera obra de teatro que escribí, el protagonista era un gato con zapatillas y la escenografía, una enorme taza de café. La obra contaba los delirios que el café produce. Y ya desde entonces asociaba la inspiración y la buena compañía a la mágica taza, a cualquier hora. Admito que, como muchos, pasé por algunos vicios y para esta edad el único que permanece, poso de mi identidad, es el brebaje, en

un techo cálido encima de nuestras cabezas. Pienso en los cafés ruidosos, en la alegría de los contertulios sobre la música de tazas y cucharillas, en los parroquianos que entran a repostar un momento entre los afanes del día, y me entristezco: ¿cuándo renovaremos nuestras tertulias? Decía Gómez de la Serna: “El café es la enfermería del escritor”, y los escritores vivimos enfermos de palabrería. Nada más despertar pienso en él y solo en él, en su mirada oscura sonriéndome desde la taza, abriendo poco a poco en mi conciencia el telón del día. “El café del desayuno es inimitable y de sustancia más optimista que todos los cafés del resto del día”, dijo también el greguerista madrileño. Si el tiempo enloqueciera y quedáramos condenados a revivir eternamente el mismo instante, yo elegiría esa hora en que la ciudad duerme tras el ronroneo de la cafetera, ese momento de la promesa.

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CAFÉ MADRID

Berlanga: espejo de España

U

n acaudalado empresario catalán quiso codearse en Madrid con la “gente de bien”, es decir, con otros empresarios, y por eso organizó una cacería en la sierra. Ahí, entre los matorrales, no tardó en aflorar la verdadera cara de las clases altas en el tardofranquismo español. O sea: la mediocridad, la mezquindad y el desgaste, que se consolidarían con la muerte del dictador. Más de una década después, a la corrupción y el tráfico de influencias les dio por desfilar dentro de una cárcel valenciana que celebraba su Día de Puertas Abiertas con invitados de excepción que, al final, ejem, se vieron obligados a quedarse encerrados ahí. Estos son los argumentos de La escopeta nacional y de Todos a la cárcel, dos de las películas del director Luis García Berlanga, pero bien podrían ser el resumen de la España contemporánea. La verdad es que a Berlanga se le daban bien dos cosas: exhibir y criticar con humor a la sociedad de su país y torear con elegancia a la censura franquista (que intentó limitarlo durante buena parte de su carrera). Era un experto en armar tragicomedias, sainetes y esperpentos audiovisuales, en tono jocoserio o lúgubre o delirante, para reflejar lo real e hiperreal, lo agridulce y lo conmovedor, la miseria y la ternura de la perra vida cotidiana o lo cruel y divertido de la dictadura chapucera o de la democracia corrompida. Lo compruebo mientras me adentro en la exposición que, con motivo del centenario de su natalicio, recorre su trayectoria en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en el achicharrante centro de Madrid

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA EFE

(¡Ay, qué caló, quillo! ¡Ay, la caló!). Berlanguiano. Luis García Berlanga (1921-2021) reúne videos, fotografías, guiones, carteles y planes de rodaje del cineasta valenciano, alternados con instantáneas de la España del siglo XX, captadas por fotógrafos nacionales e internacionales. Es, en efecto, la fiel representación del mundillo berlanguiano (término que la RAE incluyó en el diccionario el pasado mes de noviembre, pues

Era un experto en armar tragicomedias, sainetes y esperpentos

lleva años utilizándose para hablar del comportamiento pícaro, ventajista y malogrado, siempre apoyado en el humor, del típico ciudadano español que se ve envuelto en situaciones absurdas, cáusticas o grotescas). No obstante, todo hay que decirlo, a la muestra le hace falta ahondar más en la afición erotómana del también creador del premio La Sonrisa Vertical de la editorial Tusquets. Cuentan quienes lo conocieron que era poseedor de una voluminosa colección de películas y revistas porno y un militante entusiasta del fetichismo y del sadomasoquismo. En este ilustre edificio, francamente esperaba ver en abundancia lo que tan bien describe Guillermina Royo-Villanova en Tamaño natural. El erotismo berlanguiano

El director y guionista de cine (1921-2010).

(Renacimiento): “Por el cosmos fetichista del director desfilan medias, ligueros, sedas, zapatos o lencería, un universo donde sin duda el tacón de aguja es el rey. La fama de fetichista que le persigue es enriquecida por sus comentarios públicos en una época en la que estos temas eran tabú. […] En concreto admira el bondage y la inmovilización, ese virtuoso arte de atar a la mujer y esposarla sin hacerle daño”. Bueno, pues aquí poco hay de eso. ¡Y yo con estos calores, carajo! Confieso que no había oído hablar de Berlanga hasta que llegué a España (no sé por qué en México no es tan popular o por qué mi grado de ignorancia era extremo). Acababa de empezar las clases del máster de radio que me trajo aquí, en el otoño de 2010, cuando irrumpió la noticia de su muerte y se desataron los elogios a su obra. Entonces comencé a adéntrarme en sus películas. Primero vi Plácido, la síntesis de la hipocresía de una campaña franquista (“Esta Nochebuena siente un pobre a su mesa”), y enseguida Bienvenido, Mister Marshall, el reflejo de la España hambrienta que los gringos ignoraron (hasta que, claro, muchos años después, Mamá Unión Europea la hizo prosperar). Fue muy fácil convertirme en un admirador de Berlanga. Porque con cada una de sus películas me contó la historia reciente de este país y, sobre todo, la esencia de su gente. Y porque la estructura de su manera de narrar cada una de sus historias (casi siempre en complicidad con el guionista Rafael Azcona, no hay que olvidarlo) te zarandea y abofetea sin pudor con la puta realidad, pero al final te conmueve y te divierte.

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