Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE
ENTREVISTA
FERNANDO ZAMORA
ÁNGEL SOTO
Sang-soo Hong: imaginación hipnótica
Nostalgias de Danubio Torres Fierro
Foto: Jeonwonsa Film
Foto: Ariana Pérez/ Milenio Diario
SÁBADO 17 DE JULIO DE 2021 AÑO 18 - NÚMERO 944
Rosa Beltrán: historias de mujeres insumisas Guadalupe Alonso Coratella/ FOTOGRAFÍA: ARACELI LÓPEZ/ MILENIO DIARIO
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ANTESALA
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EN EL BANQUILLO
Aprendizaje TEDI LÓPEZ MILLS
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e falta una pieza. Yo no es tú, no es ustedes, ni siquiera es nosotros. Según el texto que subrayo, los modos anticuados del ser son una estrategia de apropiación, si bien no queda claro quién es quién en la intriga: dónde me resbalo, dónde te refugio, dónde lo deponen. El texto añade que la identidad no se concibe correctamente porque insiste en seguir empleando las fórmulas caducas del nominativo. Al asunto difícil no le corresponden ejemplos. Solo se le sugiere al lector o lectora que haga hincapié en la “impersonalidad” para así incluir el total de las personas sin privilegiar a ninguna, y se le advierte que casi cualquier experiencia carece de valor si la cuenta un yo, digamos, “tradicional”, pues la trama de esa conciencia “en su primera declinación discurre en términos limitados y autoritarios: se mira a sí misma en todas partes cual si fuera omnisciente”. Las frases de los casos me confunden: “el árbol será en la montaña la cúspide a la que se refiere el valle”, “fluye el río bajo las dos manos que lo rozan desde un cuerpo encima de la sombra”, “son cinco los sentidos de la calle cuando es cruzada en múltiples direcciones”. Se indica que no hay punto de vista porque ese único ojo —“desértico ojo”— ha perdido la batalla en la trinchera de los nombres y, por fin, nadie ocupa el molde de alguien y viceversa, aunque no sea de manera simultánea y todavía se malentiendan la nueva regla y la nueva convención: no debe pensarse o sentirse desde un yo que no esté previamente marginado. A quien se atreve se le acusa “desde la plaza pública” de empoderarse por interpósita voz o, mínimo, de practicar la “autoficción en tiempos de infamia”. Busco asideros. Sin duda soy un yo “tradicional”. Quizá me protege, hasta cierto grado, lo que ahora se llama género y antes (ya aprendí) indebidamente sexo. Pero el tema definitivo de la raza y el relativo de la edad me colocan en un lugar común predecible: mírala, se quiere poner al tanto, usar las palabras de las designaciones recientes. Y ni mami es. ¡Payasa! Como si lo contemporáneo no fuera más o menos equivalente a la cronología y luego, con fortuna, a la historia. Y como si tal aclaración, me amonestan, no fuera ridícula y no demostrara que, en efecto, lo que soy predetermina lo que expreso o, más triste aún, lo que se expresa a través de mí. Dos veces subrayo “mirarse el ombligo desde la torre de marfil”, arranco la página 8 del texto y tomo un atajo. Mis letras son manchas estorbosas. Leo a Olvido García Valdés: “yo y no yo de pronto solos, aspereza no yo, eso era todo”, y a Natalie Díaz: “You ask, Who is they?” Aquí sería oportuno mencionar las vicisitudes del señor en los estados donde lo recibe la comunidad con banderines, collares de flores para rodearle el cuello en los caminos de la grava, llantas raspadas, sin agua en los pozos, ni asfalto para los pies. Pero entonces olvidaría mi propósito inicial de ir desarticulando lo que denomina el texto mi “estructura interna”
Quizá me protege lo que ahora se llama género y antes (ya aprendí) indebidamente sexo
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En otro país. Dirección: Sang-soo Hong. Corea del Sur, 2012.
HOMBRE DE CELULOIDE
Mentir para amar
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA JEONWONSA FILM
l cine de Sang-soo Hong exige de cierto esfuerzo. No el de una película de Godard, pero sí la que requiere, por ejemplo, ver llover hasta quedar hipnotizados. Esta es justamente la sensación que queda cuando uno ve alguna de las casi 30 películas de este prolífico director: la de estar hipnotizados. En otro país puede verse a través de Cinépolis Klic. Estuvo en competencia en Cannes en 2012. La obra se nos presenta como puesta en abismo, esto es, una ficción dentro de otra ficción… hasta el infinito. Wonju es una jovencita que come un pastel junto a su madre en un café al aire libre. Estamos en un pueblo costero y más allá de las mujeres hay una playa gris salpicada de embarcaciones. Ellas discuten en torno a un familiar que ha amenazado con suicidarse. Por culpa de él y, por razones que no se nos explican, madre e hija tendrán que quedarse dos o tres días, quizá algunas semanas, en este pueblo. ¿Algunas semanas?, pregunta Wonju. “Me estás diciendo que nos vamos a quedar a vivir aquí”. La madre apaga su cigarro y comienza a comer, culpable, el pastel. El diálogo ofrece claves para entender lo que estamos viendo porque resulta que la niña, en cuanto sabe que tendrá que vivir en provincia a causa del familiar incómodo, se pone
a escribir una película que vamos a ver, pero, más importante, gracias al diálogo introductorio sabemos que la chica conoce a su madre y sabe que miente. Wonju ha dejado de creer en ella y justamente por eso intuimos que ha llegado a la madurez. Aun así, las historias que estamos por ver son muy sencillas, como arte naif, y parecen, en efecto, escritas por una chica que apenas ha llegado a la pubertad. En ellas, Anne, una mujer francesa interpretada por Isabelle Huppert llega a este mismo pueblo costero, sale a dar un paseo para buscar un faro que le han dicho que es “chiquito pero muy hermoso” y se encuentra en cambio con un salvavidas que la hipnotiza. Las tres historias de En otro país son variaciones en torno a este mismo tema: el encuentro casual entre una hermosa extranjera ya mayor y un joven salvavidas coreano. Y es válido asumir que las tres historias son como el inicio de Manhattan, de Woody Allen: borradores creativos que, en la mente de Wonju, se van afinando.
Las historias que estamos por ver parecen escritas por una chica que llega a la pubertad
Vale la pena notar, sin embargo, que estas tres variaciones sobre un mismo tema permiten al director explorar el tópico que debería atraer nuestra atención en esta película: el nacimiento del amor sexual. En muchos sentidos, el director coreano esta siguiendo aquí las huellas de Éric Rohmer quien, en Pauline en la playa de 1983, exploró también el nacimiento de la sexualidad (y la sensualidad) en una chica de 15 años. De acuerdo con ambos directores, para que nazca este deseo otra cosa tiene que morir, esto es, la inocencia infantil. En efecto, como Pauline en la playa, En otro país enfrenta a su protagonista con la hipocresía del mundo adulto como condición para que ellas mismas puedan crecer. Y aún más, el descubrimiento de la mentira que implica en esta película el descubrimiento de la sexualidad es justamente lo que permite a Wonju crear. Como vemos, la puesta en abismo no es solo un artificio. Es parte integral de este ensayo visual en torno a la inocencia, la mentira y el arte; un ensayo en que la forma y el fondo se complementan como en todas las obras de arte, produciendo cine que no necesita de grandes presupuestos, pero sí de los elementos más básicos del cine: imaginación, buena fotografía y una fabulosa actuación.
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ANTESALA
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ESCOLIOS
POESÍA
Qué importa... LIVIO RAMÍREZ
Qué importa Esta cara de mártir barato La inútil, personal, absurda muerte Huyo de mi posible santidad Quemo el templo Que mi propio dolor construye Corro sobre mis huesos Hasta llegar aquí Donde el dolor de todos Arde como fiera. Como mar brutalmente humano Livio Ramírez (Olanchito, Honduras, 1943) es poeta y ensayista. Entre muchos libros ha publicado Arde como fiera, del cual proviene el poema que aquí presentamos, y Descendientes del fuego. Fue miembro del Taller de Poesía de la UNAM dirigido por Juan Bañuelos. Recibió, entre otras distinciones, el Premio Internacional de Poesía Platero, Ginebra, 1981, y el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa, Honduras, 2000. Ediciones el Tucán de Virginia publicará próximamente su libro Palabra por palabra, con presentación de Marco Antonio Campos.
EX LIBRIS
Ganesh cuida a los autores/ EKO
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Encono creativo ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
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@Sobreperdonar
ste año se cumplen siete siglos del fallecimiento de Dante Alighieri (1265-1321). Acaso este derrochador de genio hubiera pasado a la historia con cualquiera de sus poemas o tratados anteriores a la Comedia; sin embargo, para asegurar su posteridad, se dio el lujo de forjar, consciente y desafiantemente, una obra maestra de la poesía, que, más que escrita, se pretende revelada. Aunque la Comedia representa los más altos ideales de la Edad Media es una obra paradójicamente concebida en la mayor amargura y encono mundano. Desde 1302, cuando la derrota de su facción política provoca que lo destierren de su Florencia natal, Dante transcurre una existencia nómada, a veces parasitaria, llena de nostalgias exaltadas. Los largos años de exilio constituyen una sucesión de gestiones, confabulaciones, alianzas imprevistas y todo tipo de intentos para regresar a Florencia. Pese a todo, nunca volverá a su patria. La Comedia es su autobiografía traducida en obra magna: con ella cumple la promesa que se había hecho de cantarle a Beatriz como nadie había cantado (ni cantará) a una mujer, pero, al mismo tiempo, destila sus antipatías políticas, sus ásperas cuitas y sus rencores. Se trata de un paradigma insuperable de la “invención acerbísima”, como la define Giovanni Boccaccio, y la imaginación vengativa. En este libro Dante no solo invierte su talento poético, sino mucha energía y enojo político. Si bien este poema expresa ambiciosamente los albores de una lengua, una cosmovisión filosófica y un profetismo político y religioso, también exuda un profundo resentimiento y animosidad, que se desahoga en los castigos imaginarios infligidos a sus olvidables enemigos. En ninguna otra obra literaria puede encontrarse un catálogo tan variado e imaginativo de penas y tormentos y una descripción tan realista del sufrimiento físico y espiritual de los supliciados. Por eso, ninguna generación de lectores ha sido ajena a ese horror sublime que provoca el tránsito por el infierno de Dante. Los escarmientos no solo duelen, sino que degradan y deshumanizan al traducirse en crueles y repugnantes trasmutaciones. Se castiga eternamente incluso a aquellos que pecaron por distracción, omisión o indiferencia, aunque los correctivos más duros están dirigidos contra los que dañaron intencionalmente, como los supremos traidores, Judas, Bruto y Casio, que son atormentados personalmente por Lucifer. Como dice George Santayana: “La precisión y el horror, la representación gráfica y la verdad moral no han estado nunca tan maravillosamente combinadas como en la descripción de este infierno”. Esta enciclopedia punitiva se funda en una convicción ética que deplora la hipocresía circundante, aboga por la reforma religiosa y social y promueve, con el ejemplo, la autenticidad y la virtud. Con todo, no es difícil imaginar que estas descripciones de los tormentos de sus contendientes supusieron, también, una pequeña pero curativa y divertida revancha para el agraviado Dante.
En la Comedia, Dante no solo invierte su talento poético, sino mucha energía
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Tres generaciones de mujeres celebran su independencia en la más reciente novela de Rosa Beltrán: Radicales libres
“Descubrimos que nuestro cuerpo es un arma poderosa”
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GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA ARACELI LÓPEZ/ MILENIO DIARIO
adicales libres (Alfaguara 2021), la novela más reciente de Rosa Beltrán, toma su título de las moléculas inestables, rebeldes, difíciles de asir, que dan cuenta del paso del tiempo. “Somos las mujeres quienes estamos más al tanto de esto”, comenta la autora, “porque los radicales libres causan los signos de la edad. En la novela hay un doble juego: son tres mujeres de distintas generaciones que han decidido vivir fuera de la caja, es decir, vidas no convencionales. Ese doble juego de palabras me llevó a elegir el título”. Beltrán, quien ha publicado cuento, ensayo y novela, entre estas La corte de los ilusos y El paraíso que fuimos, asegura que “Los cambios históricos no se dan en el vacío. La historia con H mayúscula siempre está ocurriendo en las vidas individuales, en personas con nombre y apellido”. En efecto, la novela hace un recorrido por seis décadas de la historia de México desde el microcosmos de una familia y es narrada en primera persona, a través de la mirada de una adolescente. “Es una historia que me persigue desde hace tiempo. La tenía bosquejada en notas, en algunos capítulos que no funcionaban y no sabía por qué. Creí entenderlo en la pandemia porque, entre otras cosas positivas que me dejó, fue la de darme el tono, un vocativo, un tú al que la narradora le está contando la historia para explicar qué fuimos, qué somos. Hablar en reuniones por Zoom, utilizar el Whatsapp, el teléfono móvil, todas estas herramientas digitales que hicieron más vivible la pandemia, nos enseñaron que nos
necesitamos unos a otros y, como la fantasía de Ray Bradbury de que la vida rodeada de pantallas es la felicidad, no es cierta. Todo esto que nos llena de vacío y nos da tristeza y nostalgia me hizo entender que estaba escribiendo una memoria hacia atrás, que tenía que empezar de esa forma porque la pandemia nos ha hecho ver qué perdimos, qué realidad se fue y no volverá. Cuando revisas el pasado, casi siempre lo ves como un paraíso perdido”. Se trata del libro más íntimo de la autora, un viaje retrospectivo e introspectivo al mismo tiempo. La historia da inicio con la imagen de una adolescente de 14 años que ve partir a su madre en una motocicleta Harley-Davidson abrazada de su amante. La hija, a la manera de Sherlock Holmes, va en busca de pistas que le permitan encontrarla. “La adolescencia es el momento en que piensas que todo va a ser mejor. Hay planes, vas a crecer, a conocer el amor, y la madre significa eso, una vida mucho mejor, llena de futuro, de posibilidades que encarnan la libertad. Cuando la madre se va, la protagonista piensa que si se convierte en ella —ahí está la idea del doble, del doppelganger que siempre me ha fascinado, del Dr. Jekill y Mr. Hyde— la vida será mejor, porque la de su madre es maravillosa. Esta niña que va siendo adolescente también descubre, a lo largo de su vida, que el lenguaje significa distintas cosas, que la literalidad de las palabras no significa transparencia, no sabemos qué es una metáfora; entonces, es un aprendizaje de la protagonista de la lectura, de la escritura. Esa Sherlock Holmes busca también qué significan las palabras, cómo solo empezamos a leer cuando descubrimos que la manera de hacerlo es leer entre líneas”. El relato arranca en 1968, “el año
en que el mundo nos cambió”, y hace un recorrido de seis décadas para aterrizar en el tiempo actual. ¿Cuál es tu lectura del país en este trayecto, qué te interesaba destacar? La novela parte de una pregunta: ¿qué nos pasó? He tenido muy presente que vivimos en un país que ya no es el de los años setenta, ochenta, noventa. Ese México se terminó y se llevó muchas formas de vida, de relación, que no pueden volver en las condiciones actuales. Por ejemplo, haber pasado una infancia en la calle, hacer vida de barrio, haber recorrido el país en un vochito, acampando en las playas. Sabíamos que había violencia, pero muy localizada, no incidía en los ciudadanos de a pie. El México que vivimos ahora, como dice la protagonista, “se fue a la mierda”, o al menos la idea de un futuro posible, de paz. Lo que no se fue es la memoria, la posibilidad de recordar lo que pasó y lo que sigue pasando, porque el presente, en el momento que se consigna, se vuelve memoria. Quería narrar estas seis décadas de cambios radicales que nos han hecho ser otros. La novela abre en el 68, un momento inédito en el país. Luego el 69, con la llegada del hombre a la Luna, y, después, las utopías socialistas que, de manera simbólica, terminan con la caída del muro de Berlín; los años de Margaret Thatcher, de Ronald Reagan y la revolución digital. Quería escribir sobre cómo la historia de afuera cambia tus relaciones personales, tu manera de ver a los otros, tus relaciones de pareja. También es una novela de iniciación, el despertar del deseo en la adolescente, los cambios que experimenta en su cuerpo. En tu escritura, el cuerpo y sus narrativas ha si-
Si se ha ido la paz, si se ha ido una posibilidad de futuro, nos queda la memoria
do un tema constante. ¿Desde qué ángulo lo revisas en esta novela? Me interesa la novela de crecimiento, el coming of age. Disfruté mucho, por ejemplo, Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco, sobre el despertar de la sexualidad, del erotismo. Sobre esto se ha escrito mucho desde la mirada de los hombres, pero no desde el punto de vista de las mujeres, no en español, no en nuestra cultura. Quería hablar de cómo descubrimos que nuestro cuerpo es un arma poderosa aunque no la esgrimamos, porque la primera vez que alguien nos ve con ojos de deseo, nos marca para siempre, nos cambia la identidad, ya no podemos ser las que fuimos. En los años setenta y ochenta esta sexualidad estaba llena de mitos. La píldora anticonceptiva, en los sesenta, hace que las mujeres vivan la primera revolución sobre sus cuerpos. Ya no están destinadas a vivir solo para la maternidad; sin embargo, aun para las mujeres que utilizaban anticonceptivos, había un estigma y creo que sigue existiendo incluso entre las más jóvenes. Hacer uso libre de tu cuerpo sigue siendo penado, tanto por los hombres como por las mujeres que estigmatizan a otras mujeres. Las chavas más jóvenes que pertenecen al movimiento Me Too y que han dicho “ni una más”, “basta ya”, “cero concesiones”, tienen toda la razón, porque la violencia ha ido a peor. El lenguaje cambió, también quería dejar eso asentado. Lo que antes se llamaba crimen pasional hoy es violencia de género y me parece muy bien porque solo hasta que empecemos a nombrar las cosas de manera distinta serán distintas; solo así se consignan, se hacen visibles. “Hay muchas formas de maternidad y lo que importa es cómo una hija la recibe y lo que es capaz de hacer con ella”, dice la protagonista en esta historia que se detiene
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La autora de La corte de los ilusos y Alta infidelidad, entre otros libros.
también en la relación madre-hija, acaso una forma de liberar a la maternidad de ciertos estigmas impuestos a través del tiempo. La publicidad, las instituciones patriarcales, ciertos discursos, habían abonado a hacernos pensar que solo había una forma de ser madre, que si no respondías a esa forma tenías que sentirte mal y ser culpable. No es cierto. Para mí, esto obedece a un discurso patriarcal y a un discurso impuesto por un hombre que se llamaba Sigmund Freud. La maternidad no se define a partir del trauma ni del complejo de Edipo ni de la falla o la falta. La maternidad se puede construir y reconstruir a partir de una decisión, de
la imaginación y del deseo de rescatar todo lo que significa ser madre en un sentido positivo. Quería escribir una novela que, lejos de partir del trauma, de la falta, lo hiciera desde lo que te da: la libertad, la posibilidad de decidir sobre tu vida, de saber que la vida es un juego de ajedrez donde las fichas ya están puestas y debes saber qué es lo mejor que puedes hacer con ese juego. Hay un deseo de conciliación a lo largo de esta novela, con uno mismo, con nuestras relaciones más cercanas, con el mundo que nos tocó vivir. ¿La ficción es una alternativa, un refugio? Ficcionalizar desde ese lugar es un
camino difícil, doloroso, que va a confrontar a quien te lea, pero que te confrontó a ti que lo escribiste. No es el lugar más amable, pero a veces es el único posible, porque para mí la literatura es un camino de descubrimiento. Alguien me preguntó por qué no seguí con la novela histórica y yo siempre he dicho que La corte de los ilusos no es novela histórica; más bien cuestiona que la historia se considere un ente que está allá afuera y no ocurra en el ámbito de la vida privada, que es lo que estoy haciendo aquí. Lo que pretendo en cada libro que escribo es experimentar algo distinto, otra manera de contar para descubrirme a mí, para descubrir el mundo. La ficción no es
máscara, es el único recurso para narrarnos. Esta novela también fue un intento de salirme de una narrativa. Es muy difícil, casi imposible, vivir en un país donde la narrativa es la misma, donde todo se ha vuelto tan violento que se ha apoderado de los medios de comunicación, de las instituciones, de todo tipo de discursos. Se habla siempre de violencia, muerte, terror, palabras incluso que nombran realidades que solo suceden en México: “levantamientos”, cuando se habla de “desapariciones”. Entonces, tiene que haber una explicación para aquellos que no nos hemos ido, algo que le dé sentido a quedarnos. Eso también tenía que caber en una narrativa, me lo tenía que contestar. Está claro por qué algunos se van; en cambio, los que nos quedamos la tenemos más difícil. El libro concluye con una reflexión sobre la memoria, esa memoria única que cada quien tiene. Céline, el escritor francés, decía que la gran derrota de todo es olvidar y, sobre todo, es lo que te mata. Si se ha ido la paz, si se ha ido una posibilidad de futuro y muchas otras cosas que se fueron de este país, nos queda la memoria, la capacidad de reinventar esa memoria, porque Radicales libres es una novela de conciliación con el pasado. Escribir desde el trauma —lo cual no quiere decir que no sepa que la literatura parte siempre de una grieta—, hacerlo exclusivamente desde esa caja, me limitaba, me obligaba a contar las cosas desde una narrativa que viene de fuera, que me es impuesta. Quienes hemos estado en psicoanálisis nos damos cuenta de que el aparato mismo también es un grillete, una correa que te ata. Tienes que pensarte fuera de todo eso porque casi nada viene de nosotros; hasta nuestros deseos son impuestos por alguien. Hacer esta reflexión implica experimentar la libertad de manera más amplia. También la conciliación con un discurso que ocurre en la realidad, pero poco en los libros: el de las sororidades. Cómo pudimos sobrevivir entre mujeres cuando estamos siendo afectadas por el discurso machista, que también tenemos. Empezar a escribirnos desde nosotras, desde otro lugar, puede enseñarnos otras maneras posibles de explicarnos. Creo que en el fondo hay una esperanza. La novela habla de eso al referirse a los feminismos. Si no se han logrado todos los cambios, sí hemos avanzado y existe la esperanza de que se logren más. Si no hemos logrado cambiar al mundo, el mundo tampoco nos ha arrebatado la esperanza de querer transformarlo. Radicales libres es una novela de pérdidas, una novela sobre el país que perdimos y que quise rescatar. Vendrá otro libro que empezaremos a escribir después de la pandemia.
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LITERATURA
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ENTREVISTA
“En el arte, las medias tintas no sirven” En Fin de ciclo, Danubio Torres Fierro reúne 39 de sus mejores retratos y ensayos ÁNGEL SOTO FOTOGRAFÍA ARIANA PÉREZ/ MILENIO DIARIO
E
s inevitable advertir una nostalgia sosegada, un resignado anhelo por la gloria de un tiempo extinto, en las palabras de Danubio Torres Fierro. “¿En qué momento reparamos en que la parte y el todo marchan unidos, y que la culminación de una etapa de la vida lleva consigo la culminación de la propia vida? ¿Cuándo nos damos cuenta de que la vida que se nos asignó es ya pasado y que cuanto más es pasado menos permanece?”, se pregunta en el prólogo de su libro más reciente, Fin de ciclo (Taurus, 2021). Veterano del periodismo cultural, Torres Fierro se sabe perteneciente a una generación casi extinta, cuyo esplendor reverbera todavía en el medio literario hispanoamericano, pero pierde ímpetu a medida que se consolidan las transformaciones del siglo XXI. “En el mundo de estos días”, escribe, “la crítica literaria y el análisis cultural pierden espacio y se evaporan”. La afirmación es particularmente severa porque surge de la pluma de uno de los testigos capitales de la bonanza literaria durante la segunda mitad del siglo XX, que miró con lupa los pasos del boom latinoamericano desde su estallido y rastreó las huellas de quienes lo precedieron. Dueño de una voz afable que emana simpatía desde la primera interlocución, entabló amistad con algunos protagonistas de la literatura hispanófona (a quienes, no obstante, nunca consideró “monstruos sagrados, sino ciudadanos de a pie”): Jorge Luis Borges, las hermanas Silvina y Victoria Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Guillermo Cabrera Infante, Eduardo Galeano, José de la Colina y Octavio Paz, por mencionar apenas a un puñado. Son precisamente las querencias el otro agobio que merma su ánimo: “los amigos se van y uno se queda solo, sin su compañía, sin su ejemplo, sin su ayuda”. La suma de estas certezas, junto a la irrupción de la pandemia de covid-19, detonó el deseo de reunir en un libro 39 de sus mejores textos. En ellos hace desfilar a un elenco de virtuosos de la palabra (entre otros, Julio Cortázar, Ida Vitale, Juan Carlos Onetti, Carlos Fuentes, Elizabeth Bishop o Ezra Pound, además de los mencionados
El ensayista y traductor uruguayo.
líneas arriba). En entrevista vía telefónica, Torres Fierro lo sintetiza en una frase: “es una reunión de familia”. Con el subtítulo Testamentos literarios, el libro de quien fuera secretario de redacción de la Revista de la Universidad de México y de Plural, además de uno de los fundadores —con Octavio Paz— de Vuelta, deja entrever su forma personal de concebir la crítica literaria. “Siempre me ha interesado practicar una escritura donde la vida y la literatura estén reunidas, donde se conjuguen una a la otra. Uno descubre que la literatura y la escritura son compromisos fundamentales que tienen que apelar a los extremos; las medias tintas en el arte y en la literatura no sirven”. Por eso reconoce que el paso del tiempo le provoca melancolía y que, de hecho, es la nostalgia el “halo común” que envuelve a las 39
estampas incluidas en Fin de ciclo. El sentido del título, por cierto, apunta en varias direcciones: tiene, por una parte, el empeño íntimo de condensar en una frase la voluntad de retratar una época; al mismo tiempo, es “un fin de ciclo multiplicado, acentuado por el desencadenamiento de la pandemia, donde se juntan lo personal, lo colectivo y lo universal”. “En el siglo XXI”, agrega, “todo tenía un aura de ya conocido, visto o experimentado, y la reacción a esa pequeña pesadilla es que se está abriendo algo nuevo. Desconocemos el futuro, pero ahí está una posibilidad”. El crepúsculo de la cultura En la celebración de los 90 años del editor Richard Baron, su amigo E. L. Doctorow se refirió a la década de 1960 como “una época terrible pero también maravillosa”. Torres Fierro coincide, a su modo, con el autor de Ragtime. El anterior “fue un siglo de gran explosión literaria, un momento de gran eferves-
cencia. No solo por el boom; si pensamos en los 50 años finales de la literatura en Estados Unidos, o de Europa en general, vemos que era una época floreciente de las letras, una gran fiesta literaria. Eso también empezó a modificarse con el inicio de este siglo. Aquella expresión exuberante ya no está animada por el mismo ímpetu”. Hay una analogía, a decir de Torres Fierro, entre el ocaso de la literatura como él la conoció y el declive de la prensa cultural. “La crítica literaria ocupó un lugar importante en el siglo pasado. Los suplementos y las revistas en casi todo el mundo tuvieron un momento de gran auge. Eso ahora se está diluyendo. Otra de las líneas que conforman este siglo XXI es una cierta irresponsabilidad frente al arte. Se entra de manera muy alegre en el mundo de la cultura, pero sin respetar sus dimensiones más profundas”. La literatura tiene de origen un carácter universal, una aspiración unificadora. Sin embargo, como sugirió Baudrillard en El paroxista indiferente, “globalización y universalidad no van de la mano, son más bien excluyentes”. De ahí que Danubio Torres Fierro lamente el curso que ha tomado la historia en años recientes. “La globalización nos está llevando de regreso a una estrechez pueblerina. Es un curioso fenómeno ecuménico: lo mundial nos está devolviendo al laberinto del nacionalismo. Durante la última mitad del siglo pasado era todo lo contrario: había una actitud de apertura y una mirada crítica sobre el mundo que buscaba aprender de esa experiencia”. ¿Será cierto, entonces, que todo tiempo pasado fue mejor? ¿La literatura de nuestros días no tiene nada que ofrecernos? “Cada vez que visito el presente”, dice, “suelo salir decepcionado, porque hoy se pone la calidad extraliteraria antes que la responsabilidad artística. Eso me molesta. Primero debe existir la fortuna del arte y después los mensajes. Los movimientos reivindicativos no constituyen el centro irradiador del arte”. A pesar de todo, el escritor conserva el optimismo. Se rehúsa a sostener que toda esperanza se perdió en el tránsito entre siglos. Con elocuencia, afirma: “A lo mejor siempre ganamos… Sabiendo leer, siempre ganamos”.
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EN LIBRERÍAS
17 DE JULIO 2021
NARRATIVA, ENSAYO El Club de los 27
El hijo perdido
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A FUEGO LENTO El secreto de los huevos Fabergé
Esbirros México, 2021
Miriam Mabel Martínez Madre Editorial México, 2021 96 páginas
Marghanita Laski Nórdica España, 2020 257 páginas
Charles Belfoure Planeta México, 2021 386 páginas
Para los rocanroleros de 1960 llegar a los 30 años parecía una prohibición. Varios hicieron suya esta idea y se entregaron a un suicidio paulatino autodestruyéndose, pero hay que decir que la presión de ser superestrellas también jugó un papel importante. Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Brian Jones, Kurt Cobain y Amy Winehouse se hacen presentes. Encabeza la lista Robert Johnson, el creador del blues moderno, quien sería el arquetipo de todos.
La Segunda Guerra Mundial continúa siendo fuente de inspiración literaria. En esta novela (1949), la escritora inglesa, quien además brilló en el periodismo cultural, pone al soldado Hilary Wainwright en la difícil tarea de hallar a su hijo, quien desaparece en la Navidad de 1943. Su búsqueda la lleva a Francia, evocada de manera fantástica y al mismo tiempo pavorosa, un país que no ha superado su colaboracionismo con los nazis y que parece sumido en un enorme letargo.
El especialista en preservación histórica traza una novela ambientada en los albores del siglo XX y en la cual se entrelazan la intriga política y el romance. La recreación de la corte de Nicolás II, zar de Rusia, se contrapone con las miserables condiciones en las que vive el pueblo, harto de la miseria y la injusticia social. Una intriga orquestada desde el palacio mismo del zar, y que utiliza a los huevos Fabergé como vehículo de información, enciende la trama.
Cuéntalo
En las montañas de la locura
Los viajes más increíbles
Robyn Gigl Motus México, 2021 381 páginas
H. P. Lovecraft Austral México, 2021 190 páginas
David Barrie Crítica México, 2020 334 páginas
En un hotel de mala muerte, un joven muere asesinado por una prostituta trans que ha sido arrestada suficientes veces como para estar en la mira de la policía. Así da inicio este thriller político y policiaco en el que destaca la intervención de una abogada que le ha ocultado a familia y amigos su condición igualmente trans. Entre abogados corruptos, amenazas de muerte y las influencias de un senador republicano, la trama exhibe la parcialidad del aparato de justicia.
Para Borges, Lovecraft fue un parodista involuntario de Poe, pero sus obras son diferentes. La fama del nativo de Providence ha crecido con el tiempo y su horror cósmico ahora lo han acercado al pop. Esta novela se presenta como el informe de un geólogo sobre una expedición a la Antártida; en las montañas, encuentran los restos de seres extraterrestres. Lovecraft explora los terrores humanos más soterrados. La traducción es del escritor cubano Calvert Casey.
Este ensayo condensa una vida entregada al antiquísimo arte de la navegación. Su autor parte de la pregunta “¿cómo se orientan y navegan los animales, incluidos los hombres?” Es posible, dice, utilizar un mapa o simplemente dejarse guiar por la intuición. A estas dos técnicas se atienen los protagonistas de esta aventura singular: la mariposa monarca, las abejas, el cascanueces americano, las hormigas del desierto, la aguja colipinta, las golondrinas, las tortugas…
La picaresca ante todo ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
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na delegación china se encuentra en Oaxaca para firmar un acuerdo comercial con funcionarios del gobierno mexicano. Después de cantidades pantagruélicas de mezcal, corren los abrazos, algunas propuestas sexuales y un espíritu desbordado de cooperación internacional. Mientras tanto, y a paso lento, el narrador va introduciendo un veneno en la crónica de sucesos cuyos efectos no inmovilizan, como ingenuamente podríamos esperar, las voluntades de esos hombres protocolarios y elegantes sino la de un modesto ingeniero, víctima ya, en la calurosa madrugada, de una parálisis vergonzante. Se trata del argumento de “Gusano”, una de las once historias pasadas, presentes y futuras, reunidas en Esbirros (Páginas de Espuma). Contiene, si acaso una nuez puede hospedar a un dilatado universo, la estética guasona de Antonio Ortuño: un personaje animado por una perspectiva esperanzadora, un ligero golpe de timón y un saldo final de plegarias inatendidas o, en el peor de los casos, ridículas. Esbirros contiene una gama nutrida de registros. Puede parodiar a Sheherezade y su don para encadenar nuevas vicisitudes, más jugosas que las precedentes; retratar con inquina a los escribanos que consignan los caprichos de su señor a cambio de un trozo de carne; volverse el registro pavoroso, con tintes de nota roja, de las calles solitarias que las obreras recorren de noche para desaparecer sin dejar rastro o de una casa tomada por un ladrón muerto de miedo; alcanzar el tono de quienes solo pueden aspirar a la paz hogareña si se deshacen a la mala de sus vecinos pendejos y “pesadones”, de esos que en México salen cuando levantas una piedra; transformar un reality show protagonizado por mancos, esquizofrénicos y consumidores de litio en un esperpento sexual… Suceden con tal complejidad vivencial y estilística que valen como un gesto deliberado de suficiencia narrativa. Aunque múltiples en tonos, tramas y caracteres humanos, las historias de Esbirros tienen a un poderoso y único protagonista: el sentido picaresco del mundo, siempre atento a los cambios de humor y temperatura social, irónico, sobreviviente de las más cruentas mudanzas de fortuna y capaz de reconocer el momento en el cual el mundo como lo conocemos, o creemos conocer, se ha volatilizado.
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.
17 DE JULIO 2021
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TOSCANADAS
Poesía y bollos DAVID TOSCANA
V
ine a vivir a la sierra de Guadarrama, junto a un pueblo donde casi nadie vive. El cementerio está más poblado. La comunicación es precaria; la señal de internet hay que cazarla según corra el viento. El cartero no sube a mi casa. He de bajar al Excelentísimo Ayuntamiento a preguntar si me ha llegado algo. Vuelvo con quinientas calorías menos. La mitad de las casas tienen un letrero de “se vende”, pero ya sin fe; algunas perdieron el techo en espera de ser vendidas. Los fines de semana resucita el pueblo, pues los paisajes son excelentes y el clima muy benigno. Suben coches, motocicletas y bicicletas. La altura y el aire limpio lo han convertido en refugio de un puñado de deportistas. El verdulero es un maratonista etíope retirado. Con él hablo de Abebe Bikila y de aguacates. Tomé el camino a la plaza, iglesia y ayuntamiento. Como diría Rulfo en
una ocurrencia que pudo evitar: “El camino subía y bajaba: ‘Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja’ ”. En el ayuntamiento me entregaron dos paquetes. La forma planirrectangular de uno evidenciaba un libro. Lo desenvolví ilusionado y más ilusión me dio la lectura cuando vi de qué se trataba: Libro albedrío, de Eduardo Espina. El índice marcaba un ensayo titulado “Soy mi poeta favorito” y yo pensé: “Es mi ensayista favorito”. Su escritura hace que cualquier tema que trate se vuelva también una reflexión sobre el lenguaje; y mucho más cuando el tema es precisamente el lenguaje, asunto religioso para Espina: “A la manera de quien entra a una iglesia… entro a la casa del lenguaje para orar”. Es un cazador de “estructuras gramaticales que desconocía o había pasado por alto”. Confiesa que prefiere “hablar del imperfecto de subjuntivo que de la labor del presidente del país” y tan solo
sobre la coma asegura que “me pasé la vida aprendiendo variaciones sobre el uso de la pausa y la cancelación de esta”. En fin, uno de esos libros en los que tanto se paladea el qué como el cómo. Si yo fuera poeta quisiera ser como Espina. También si yo fuera narrador. En el segundo paquete hallé unos deliciosos bollos que me envió el embajador Ricardo Villanueva. Estamos en plena canícula, pero amanezco y el termómetro anuncia ocho grados. Veo por el ventanal las mariposas papalotear, esas que Espina considera “un homenaje a la finitud”. Me preparo un espresso séxtuple, me sirvo un par de bollos, y continúo leyendo Libro albedrío. “Lo ideal sería… que la poesía tuviera más estatus social que los deportes y los juegos de naipes, que la gente gritara ‘¡gol!’ cada vez que encuentre una buena metáfora o el adjetivo apropiado…”. Iba a hacerlo; pero es mala educación gritar ¡gol! con la boca llena de bollo.
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BICHOS Y PARIENTES
La culpa de Prometeo
E
s culpa de Prometeo, que independizó a la especie humana de la gracia o desgracia de los dioses, pero a cambio de otra dependencia: la técnica. Según Esquilo, no solo fue el fuego sino prácticamente todo: “Los transformé —dice Prometeo— de niños tiernos en seres racionales. Veían sin ver, oían sin oír; ignoraban las casas de ladrillos, la carpintería, no adivinaban las estaciones. Yo les enseñé a usar el criterio y a prever los tiempos, les enseñé los números y las letras, y desde entonces se entienden con las musas...”. El recuento de Prometeo no es solamente la constatación del pobre animal humano en estado de naturaleza. Esquilo ha dejado una oración ritual: aquello que nos hace humanos no nos viene de naturaleza sino de oficio y artificio. La especie no habría sobrevivido sin alguna intervención externa y artificial. Aquello que nos hace humanos nos separa también del mundo, de modo irreversible. La conciencia es de suyo una separación respecto del acto: “si los hombres fueran hombres como las lagartijas, lagartijas/ merecerían ser mirados”, se lamenta D. H. Lawrence. Y es que no es lo mismo simplemente actuar que tener conciencia del acto que se lleva a cabo. Las lagartijas no pierden ni tiempo, ni ser, siendo lagartijas. A nosotros nos retrasa la conciencia. Leibniz dice que no existe el mal en los animales porque carecen de conciencia, pero en nosotros es constante: pensar y actuar no pueden ser simultáneos. La conciencia nos retrasa de nuestro estar en el mundo: el mal es un retraso del ser. Muchos filósofos y hombres de ideas
JULIO HUBARD MURAL JOSÉ CLEMENTE OROZCO
han creído sinceramente que podemos habitar el mundo bajo la sola especie del pensar. Falso: existe el acto puro —por ejemplo, en esas reacciones de emergencia, cuando el cuerpo actúa como lagartija y esquiva el daño, o se cubre órganos vitales sin que el pensamiento haya deliberado nada, o en algunos deportes, como el box, en que pensar es perder— pero no el pensamiento puro. Y existe una mezcla muy difícil de describir, pero que
Aquello que nos hace humanos nos separa también del mundo, de modo irreversible
todos habitamos: dos formas distintas del conocimiento que concurren a un tiempo, como cuando picamos cebolla mientras conversamos sobre cualquier asunto abstracto (una divergencia) o, más peculiarmente, cuando necesitamos que coincidan dos distintos sistemas de conocer, como sucede en los oficios. Todo carpintero reconoce que, al resolver un problema, recurre a una forma de saber que imagina cosas y se ve precisado a hacerlo coincidir con una información que solo puede provenir de las manos. Entre uno y otro hay un puente de solución que se organiza por pasos, o no funciona. La elucubración mental puede poner dos tablas en ángulo y supone que ha resuelto el problema; las manos saben que esa unión no funciona,
El Prometeo que se encuentra en el Pomona College de Claremont, California.
que requiere otras medidas y muchos cortes porque tiene que hacerse con caja y espiga. Que el artefacto quede bien depende mucho más de la destreza y los secretos que hayan aprendido las manos que del recto e ingenioso pensar. Hay “maestros” artesanos, albañiles, herreros, que ni siquiera requieren el concurso del pensamiento ni imaginativo ni analítico: saben. Y hacen. Y de este saber productivo, mucho más que de la ciencia, han surgido las grandes transformaciones e innovaciones del progreso. Entre la pura acción y la deliberación hay un desfasamiento. Aristóteles (Ética a Nicómaco, VI, 1440a-b) explicó los dos modos y, con explicarlos, dejó fuera la perplejidad y la ruptura entre actos y pensamientos: “lo que sabemos con ciencia no admite ser de otra manera”, pero “de las cosas que pueden ser de otra manera, unas son del dominio del hacer, otras del obrar” —es decir, unas son trabajo productivo y, otras, comportamiento—. Algunos de nuestros actos, los deliberados, son el objeto de la ética, pero la otra forma de acto, el hacer, la producción técnica, nuestro legado de Prometeo, en tanto produce riquezas y progresos, se convierte necesariamente en política de Estado. Y la fractura se vuelve a abrir: también hay una línea de sombra, una disociación irreparable entre la ética y la política y siempre quedarán zonas indecidibles. Simplemente, no se puede construir una desde la otra. Queda siempre una disociación y la herencia de Prometeo es nuestra parte maldita: no podemos dejar de innovar, inventar, transformar, y nunca lograremos empatar una ética con una política. El mal es nuestro compañero de viaje.
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