Laberinto No.945 (24/07/2021)

Page 1

Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO DOBLE FILO

EL ATLAS DE PANDORA

FERNANDO FIGUEROA

IRENE VALLEJO

El horror bajo la alfombra de Andrés Kaiser

El fin del mundo, sin ir más lejos

Foto: Ítaca Films

Ilustración: Román

SÁBADO 24 DE JULIO DE 2021 AÑO 21 - NÚMERO 945

Mujeres y violencia: cine mexicano en Cannes Fernando Zamora/ FOTOGRAFÍA: MENUETTO FILM. ARCELIA RAMÍREZ EN LA CIVIL


-02-

ANTESALA

24 DE JULIO 2021

DOBLE FILO

Horror bajo la alfombra FERNANDO FIGUEROA

A

ndrés Kaiser nació en San Luis Potosí y estudió cine en Madrid. En 2018 dirigió Feral, película de “horror social” premiada en festivales y que por fin se proyecta en salas alternativas. Actualmente finiquita el documental La semilla invisible, que hizo a partir de filmaciones caseras de sus abuelos, y prepara Preciosísima sangre, con apoyo del extinto Fidecine. Kaiser, también autor del libro de cuentos La zarza ardiente (Atrasalante, 2017), juega ping-pong con Laberinto. ¿Qué es el cine para ti? Contar historias en la modernidad. ¿Para qué sirve? Para dotar de identidad al ser humano. ¿Qué significa ser cineasta en México? Estar muy motivado, con pasión para observar el mundo y preparado para decepciones. ¿Qué es el horror? Algo que habita dentro de nosotros y que casi siempre nos negamos a ver. ¿Por qué Feral y Preciosísima sangre tienen como protagonistas a sacerdotes? La religión por sí misma tiene gran vocación para contar historias. Tu película favorita de terror. The Innocents, de Jack Clayton. Una película de horror famosa que a ti te parezca pésima. A veces, ser tan malas las hace buenas. Tu película favorita en general. The Dark Crystal, de Jim Henson. Un director de cine mexicano. Carlos Enrique Taboada. Un director extranjero. Directora: Sofia Coppola. Tu maestro Leñero en tres palabras. Generosidad, talento, tenacidad. Tu peor travesura en España. Estar ahí tres años de ilegal. ¿Un editor en el cine es como un árbitro en el futbol? Más bien como un piloto militar de reconocimiento que vuela en tierra desconocida. ¿Qué es lo que más te gusta de Canoa? Sus múltiples lecturas dramáticas. ¿Conoces La línea paterna, de José Buil? Por supuesto, y es un referente para el documental que hago sobre mis abuelos. Un actor mexicano. Gastón Santos. Un recuerdo de José Ángel García. Cuando me pedía un güisqui para relajarse antes de la primera toma. Un libro en una isla desierta. Los cuentos completos de Truman Capote. Lo más difícil al escribir un cuento. Concentrar gran cantidad de energía en unas cuantas hojas. El libro que más te ha cambiado. El mono desnudo, de Desmond Morris. Un poeta mexicano. Iván Trejo. La virtud que más admiras. La honestidad. Una lección de la pandemia. Somos más frágiles de lo que creíamos. Música para tus últimos minutos de vida. De Vivaldi. Tu epitafio. “Hizo lo que pudo”.

_

Tiempo compartido. Dirección: Sebastián Hofmann. México, 2018.

HOMBRE DE CELULOIDE

El arte de producir

I

FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA CIRCE FILMS

ndependientemente de otros valores, Tiempo compartido (disponible en Netflix) puede verse como ejemplo del arte de producir. ¿Qué fue lo que vio el jurado del Festival Sundance en 2018 cuando otorgó a esta película su Premio Especial? Ante todo, un guion muy bien producido. Sebastián Hofmann y Julio Chavezmontes no solo compartieron créditos en el rubro de guion, también en el de producción, que es el área en que hoy son reconocidos internacionalmente. Para entender lo que hace un productor es necesario, primero, proscribir la idea de que “pone dinero”. Puede que lo haga, pero la mayoría más bien lo consigue y, eso sí, lo distribuye. Lo administra, pues. Tiempo compartido cuenta la historia de un hombre que va con su mujer y su hijo a un paraíso turístico para “sanar heridas”. Por un aparente error, a este hombre le meten en la misma habitación a otra familia con la que ahora tiene que convivir. Tiempo compartido es una crítica feroz contra la publicidad engañosa, los anuncios que buscan ser “aspiracionales” y esos gurús de la mercadotecnia que creen haber encontrado la fórmula perfecta para vender un engaño: el tiempo compartido del título. Ahora bien, para que una tragicomedia como esta pueda llegar

al nivel del arte, todos los esfuerzos creativos tienen que estar orientados en el mismo sentido. Y es aquí donde aparece el arte de producir, esto es, de conjugar las aportaciones de cada involucrado en un todo entrañable. El fotógrafo Matias Penachino, por ejemplo, tiene que recrear en Tiempo compartido dos planos de realidad contrastantes. En uno de ellos se nos presenta, como a los huéspedes del hotel, la ilusión de unas vacaciones perfectas. La luz debe brillar salpicada de amarillos y rosas, de rojos radiantes y un verde espectacular. Al otro lado del espectro, en las entrañas de ese mismo hotel, el fotógrafo debe recrear un sitio lúgubre. Ahí donde se lavan las toallas y las sábanas sucias, la luz debe recordar el tinte frío de una oficina de gobierno o de un hospital. Por estos pasillos vagan, enajenados, los empleados que conducen carritos con ropa que parece interminable. Igual que los pasillos que forman un laberinto. Para comenzar, el productor debe ofrecer al fotógrafo una locación en la que

La creatividad estriba en conseguir el equilibrio entre la imaginación y los recursos limitados

puedan recrearse ambos espacios. Suena fácil, pero, dependiendo del grado de complejidad en el contraste, sería posible, incluso, utilizar locaciones muy distantes y unirlas en el cuarto de edición. Ello requeriría, claro, de una serie de gastos en los recursos que el productor debe pensar. En Tiempo compartido cada uno de los protagonistas va acompañado de un color que marca su tono emocional, pero hay más: para conseguir el ambiente de extrañeza los guionistas han decidido que, de pronto, se aparezca en el pasillo un flamenco o un niño muy blanco que parece más bien un fantasma. Todo lo que aparece en pantalla se ha decidido, de una u otra forma, en la oficina de los productores. Y la creatividad de ellos estriba en conseguir el delicado equilibrio entre la imaginación, que mientras más vasta es mejor, y una serie de recursos que necesariamente están limitados. Se trata de una habilidad muy especial que consiste en maximizar lo que hay y obviar lo que no hay. En ello son expertos Sebastián Hofmann y Julio Chavezmontes, como puede verse en Tiempo compartido. Hofmann y Chavezmontes no solo escriben y dirigen; en un sentido amplio, son dos cineastas que, en tanto productores, fueron reconocidos en el pasado Festival de Cannes.

_


ANTESALA

24 DE JULIO 2021

PAISAJES INVISIBLES

POESÍA

Versia ALONSO ARREOLA

Quitarse la camisa Esquivar 33 animales feroces Perderse en el bosque Rasgarse los pantalones Dejar 33 huellas profundas Sumergirse en la laguna Volar desnudo Sentir 33 latigazos del sol Enredarse en el fondo Bajarse del taxi Pagar 33 pesos Olvidarlo todo Este poema forma parte de Relamparia (Attica Libros, México, 2021).

EX LIBRIS

Durga editora/ EKO

-03-

Teléfonos alados IVÁN RÍOS GASCÓN

S

@IvanRiosGascon

eptiembre, 2017. El celular vibra a las 3:30 AM. A esa hora solo puede ser algún amigo(a) en plena parranda o quizá otra emergencia por el estilo, pero caigo en la cuenta de que en México son seis menos, o sea, cuando yo dormía allá, aquí daban las tempraneras 9:30 PM, así que no era irregular que alguien me escribiera. Miro la pantalla. Es un SMS: “Estos son los integrantes. Conoce a la mafia del Senado”, y a continuación un link. No hago caso, vuelvo tiritando al edredón. El otoño en Edimburgo es como el invierno más crudo de Toluca. Al día siguiente releí el SMS, despachado por un incierto remitente de cuatro dígitos. Lo borro, no caigo en el link. Recordé la polémica de Pegasus, el software espía que adquirió el gobierno de Felipe Calderón para su fallida guerra contra el narco, affaire que en tiempos de Peña Nieto quedó hibernando en la memoria de la opinión pública pero, por si las moscas, al regresar del Reino Unido compré un nuevo aparato. En los meses ulteriores, ya 2018, volvieron los SMS: uno, en inglés, sobre un presunto escándalo de Donald Trump y el link; otro de una supuesta liga a CNN, uno más invitándome a “conocer” la mensajería de texto de WhatsApp con un click. Volví a ignorarlos, tal como hago con las llamadas spam que, al igual que millones de compatriotas, recibo cotidianamente (tarjetas, créditos, servicios varios, bufetes de picapleitos que reclaman deudas que no tienes, mudos y chillones). A la fecha no sé si aquellos SMS traían alguna sucia pluma de las alas del Pegasus (¿y yo por qué?, como implora la tristemente célebre y cándida pregunta que caracterizó a Vicente Fox y todo su sexenio, si solo soy un humilde columnista de cultura, un escritor aún más humilde, y únicamente me ocupé de política en la radio, en el extinto programa “Colección nocturna” que conducía mi amigo William Hiarmes), mas de lo que sí estoy seguro es que esos mensajes traían esporas de algún malware. Ahora, Pegasus vuelve a escena con la investigación de Forbidden Stories y Human Rights Watch (de 50 mil celulares espiados en el mundo por el sistema israelí, en México se hurgaron 15 mil y tal vez siga la mata dando), y con él vuelven, también, las maniobras turbias de personajes del sexenio anterior, de Peña Nieto a Osorio Chong y Tomás Zerón, aunque en lodazales de la misma ralea, no olvidemos que Javier Tejado Dondé denunció en un artículo que el espionaje sigue viento en popa en la administración actual, enfocado en los periodistas “adversarios” y los detractores de la peligrosa iniciativa de imponer que los usuarios de telefonía celular entreguen sus datos biométricos como dudosa estrategia de seguridad nacional, rubro cuya Ley carece de lagunas, es insuficiente y hasta omisa en aspectos delicados de garantías constitucionales y derechos humanos (¿no es una abominable paradoja que en un país asediado por el crimen organizado, se pretenda que la ciudadanía otorgue su identidad a “resguardo” de una oscura burocracia?) La reflexión es inevitable. En México, la enclenque democracia entra en shock a cada tanto, y quizá nunca salga de terapia intensiva. En el caso Pegasus, sistema de fisgoneo que llegó para quedarse, las herramientas de vigilancia del Estado se aplican con fines distintos e ilegítimos para las que se adquirieron, en tanto que la impunidad de los cárteles o de las policías campea a sus anchas. En manos equivocadas (¿hay o habrá manos correctas? Yo digo que no), ese software es como un auto tripulado por un borracho, aunque gobiernos vayan y vengan pregonando que no son iguales. Los hermana ese eslogan que Orwell adjudicó al Partido en 1984: “El que controla el pasado, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado”. Y qué mejor, sencillo y abusivo recurso de control que un celular, ese aparatejo que Julian Assange denomina “dispositivo de rastreo que permite también hacer llamadas”.

_


-04-

DE PORTADA

24 DE JULIO 2021

Las películas de Teodora Mihai y Tatiana Huezo fueron reconocidas en el Festival de Cannes. ¿A qué se debe su impacto?

Miradas femeninas contra la violencia

Y

FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍAS MENUETTO FILM, PIMIENTA FILMS

a se ha dicho: es irresponsable retratar de modo heroico al narcotráfico. Y así, heroicamente, se le ha dibujado en toda clase de series y películas tanto nacionales como extranjeras. El mafioso mexicano ha terminado por volverse una suerte de “modelo de crecimiento” que se exhibe en las pantallas como inteligente y, a menudo, incluso justiciero. Pero, al otro lado del espectro, hay otra realidad que termina por ser igualmente inoportuna: el retrato morboso de quien busca notoriedad “visualizando” la desdicha. Estos son como quien mira un accidente de tránsito y en vez de ayudar saca su celular para grabarlo. Al justo medio entre estos extremos hay sitio para el arte; un arte que, en efecto, goza de un lugar y un espacio, de una voz que se materializa en personajes e historias capaces de generar empatía. Son un llamado legítimo a que el público se solidarice con las víctimas en un país arruinado por la violencia. Porque, nadie lo duda, la guerra que vive México tiene que ser contada, pero no para medrar ni para exaltar sino, más bien, para conjurar. Por eso valió la pena levantarse el pasado 12 de julio y aplaudir. La prensa y el público ovacionaron durante ocho minutos a la actriz Arcelia Ramírez por su participación en La civil de Teodora Mihai. En La civil se materializó por fin algo que no había encontrado su sitio en los muchos intentos fílmicos

Tres acercamientos Nunca el cine mexicano fue tan reconocido en Cannes. A las obras que han conseguido narrar el presente que vivimos es necesario añadir tres más que demuestran que la industria nacional tiene una voz propia. En ellas los productores Sebastián Hofmann y Julio Chavezmontes representan al arte mexicano. La Isla de Bergman cuenta la historia de una pareja que se

por aprehender el conflicto nacional. Arcelia Ramírez se abrió paso en la actuación desde que comenzó a ganar fama en La mujer de Benjamín, de Carlos Carrera, en 1991. Es un largo trayecto desde aquel entonces hasta estos ocho minutos que se le ofrecieron por haber dado voz a Miriam Rodríguez Martínez, la activista que, decidida a encontrar el paradero de su hija, finalmente encontró un lugar junto a ella, balaceada, un 10 de mayo del 2017. Pero ¿cuál es la diferencia entre la interpretación de Ramírez y el de tantos otros actores en películas que se han subido al tren de la moda o el morbo? La respuesta está en la mímesis, esa capacidad de retratar a un personaje como Cielo; está en el trabajo del equipo creativo que consiguió un retrato y no una caricatura; la respuesta está, en suma, en el cine. Y es que, para producir una obra como La civil, no basta ni siquiera el talento de Arcelia Ramírez. Es necesario el arte de la directora de origen rumano Teodora Mihai, de su guionista Habacuc Antonio de Rosario y del fotógrafo Marius Panduru. Ha sido necesaria también la

refugia en la locación que inspiró al director sueco; Memoria narra el viaje iniciático de una escocesa en Colombia y Annette es la comedia musical de un icónico director francés, Leos Carax. En todas ellas trabajaron Hofmann y Chavezmontes, todas ellas fueron nominadas a la Palma de Oro. Memoria ganó el Premio del Jurado y Annette el Premio a Mejor Director.

producción a cargo de los hermanos Dardenne con participación del afamado Michel Franco. Como se sabe, los Dardenne son conocidos en Cannes por su interés en personajes de apariencia pequeña; seres humanos oprimidos por circunstancias que superan con mucho su vida cotidiana. El nombre de los Dardenne en la pantalla debería bastarnos para confirmar que esta historia no llegó al cine con el propósito de medrar pues Luc y Jean-Pierre Dardenne tienen un compromiso auténtico con los desprotegidos: los inmigrantes, los desempleados, los alocados. Todos los que pudiesen convertirse en una estadística son para este equipo creativo seres humanos que, como Cielo en La civil, luchan no solo contra lo más evidente, esto es, la injusticia, sino contra el machismo de un marido que no sabe ayudar pero sabe culpar. Y desde que aparece en pantalla la fuerza

Las directoras han conseguido personajes a la altura del gran cine italiano de la posguerra

de Arcelia Ramírez va en aumento. Hasta el clímax que merece, sin duda, ocho minutos de aplausos.

***

Cuando terminó la presentación de la película Noche de fuego de Tatiana Huezo, el público también se levantó para ovacionar al equipo creativo. ¿Qué tienen en común Noche de fuego y La civil? ¿Por qué, a pesar del horror, producen tanto entusiasmo? Una mujer y una niña cavan un agujero. ¿Es acaso una tumba? Tatiana Huezo domina tan bien el arte de la ambivalencia que uno no alcanza a saberlo bien a bien ni siquiera cuando el guion, más adelante, nos lo dice explícitamente. Pero, cuidado, ambivalencia no es lo mismo que ambigüedad. La primera se presta al simbolismo, la segunda a la caricatura. Y ya ha quedado dicho: lo único que no necesita este país es otra caricatura del narco, de mujeres prostituidas, de estudiantes asesinados. Tatiana Huezo sabe evadir el cliché previamente anunciado y nos involucra con esta mujer y esta niña que cavan, tal vez, su tumba. Ana es una niña que ha nacido entre amapolas y narcotraficantes. Podría ser una muchachita cualquiera, que juega junto a Paula y María, sus amigas, imaginando un futuro en el paisaje idílico de estas montañas. Basada en la novela de Jennifer Clement, Ladydi (que se publicó en 2014), Tatiana Huezo ha conseguido una fabulosa adaptación de esta historia que buscaba contrastar un cuento de hadas con la realidad de un pueblo azotado por el narco; un pueblo donde Ana quiere sobrevivir. Y para ello tiene que renunciar a su feminidad.


DE PORTADA

24 DE JULIO 2021

-05-

de imitar a la naturaleza que, en el caso del cine, es la naturaleza emocional de estas heroínas que padecen la violencia de un país enfermo del cáncer del narcotráfico. Es gracias a dicha mímesis que a estos personajes podemos conocerlos tan bien que agradecemos incluso que nos permitan amarlos. Esto es cine de sentimientos, no de sentimentalismos; es ficción que ofrece el reto de imaginarnos en la piel de la niña de Tatiana Huezo o en la de la luchadora social de Teodora Mihai. Ambas directoras han conseguido personajes a la altura del gran cine italiano de la posguerra. Han dado al cine de México a personajes dignos de la tradición de Vittorio De Sica o Roberto Rossellini. Por eso los aplausos.

***

En trabajos anteriores la directora ha explorado la violencia. En 2011 filmó El lugar más pequeño, sobre la guerra civil de El Salvador. En 2014 documentó, en La tempestad, lo perverso del tráfico de personas, y en este 2021 cuenta la historia de Ladydi, la “antiprincesa” que inventó Jennifer Clement. Pero esta historia novelesca termina por volverse más real llevada a la pantalla. Ha ganado fuerza simbólica. Como en muchas fábulas viejas, para llegar a ser quien es, Ana tiene que ocultarse. Por ello resulta tan importante la secuencia en que la niña es obligada a parecer un niño. Pero a la mafia no se le engaña tan fácilmente, ¿o sí? Es necesario saber que el interés de los narcos por estas niñas tiene un propósito

doble. A la perversión pedófila es necesario añadir el deseo de aterrorizar a la población. Porque, en efecto, a una población aterrada es más fácil manipularla. Es aquí donde comenzamos a entrever el valor de dos películas que, de modo providencial, se presentan el mismo año en el mismo foro: la narración tiene el poder de exorcizar, de conjurar a los monstruos que habitan más allá, en las montañas, entre las amapolas. Y todos, como Ana, sabemos quiénes son. Pero la infancia sigue, porque la vida cotidiana no se detiene. La secuencia en que una mujer y una niña cavan un hoyo sirve de bisagra para volvernos a reunir con Ana cuando ya ha pasado la pubertad. La antiprincesa se ha transformado en una

mujer que, cada vez más lejos de la caricatura, resulta capaz de tomar sus propias determinaciones. Y busca salir adelante en un pueblo donde la justicia quedó enterrada. Entonces, de las montañas que rodean a su caserío, desciende poco a poco el auténtico drama. Y la directora lo narra tan bien que ha querido encontrarse una explicación a su talento en el hecho de que antes de lanzarse a la ficción fue documentalista. Pero no. Tatiana Huezo sabe contar una película porque, sea para hacer ficción o para hacer documentales, es claro que nació para narrar. Por eso crea personajes tan entrañables. Como en el caso de Teodora Mihai, el arte de Tatiana Huezo se resume en esta palabra: mímesis, la capacidad

Arriba: una escena de La civil. Abajo: una escena de Noche de fuego. Ambas obtuvieron Mención Especial del Jurado en la categoría Una Cierta Mirada.

En muchos sentidos, el esquema narrativo de La civil corresponde al de otras magníficas películas de secuestros. Y hay que decirlo porque la película no deja nunca de mantenernos al borde del asiento. De igual modo, Noche de fuego tiene un aire que trasciende a la nostalgia y nos sitúa en algo que parece más bien una historia de horror. Y lo es, pero el horror que viene de más allá del pueblo de Ana parece salido de un cuento medieval. También por eso nos mantiene interesados. Nos da nuestro lugar como espectadores, esto es, nos mantiene expectantes. En ello estriba lo que une a estas dos películas. No solo tratan temas similares; además, son gran cine por el interés que producen. Y sí, resulta importante que ambas hayan sido producidas por voces femeninas y que den voz a personajes femeninos en un país que se ha ensañado de forma tan especial con las mujeres. El arte de Huezo y de Mihai tiene algo que hipnotiza: sus diálogos, los movimientos de cámara, su forma de dirigir actores. Como en un cuento antiguo, uno agradece la narrativa porque el horror se compensa con belleza, con el arte del cine que es justamente lo que nos permite identificar nuestra vida con la de estas heroínas atribuladas. Y hay también, en ambas, sabiduría, la de quien parangona esta guerra con la tragedia griega. Porque, en efecto, lo que hacen estas artistas es tan importante como el respeto que ofrecía Antígona por sus antepasados muertos. Tatiana Hueso y Teodora Mihai han conseguido sobrepasar tanto el estúpido elogio del narco como la visión miserable de la violencia. Porque ni una ni otra visión le hacen bien a nadie, pero mucho menos a las víctimas. Gracias a estas directoras la historia parece, por fin, haber alcanzado al arte. En primer lugar, porque ambas han trabajado mucho para conseguir la mímesis necesaria para que podamos identificarnos. Pero, además, han levantado estos proyectos con paciencia y han dirigido con arte; meditando la puesta en escena, el movimiento de cámara, la voz de sus actrices. Gracias a ello trascienden el peor de los horrores, la muerte sin sentido. En efecto, Tatiana Huezo y Theodora Mihai han encontrado un sentido ahí donde, en la vida real, solo reinaba el caos.

_


-06-

LITERATURA

24 DE JULIO 2021

EL ATLAS DE PANDORA

El fin del mundo, sin ir más lejos El futuro dependerá del uso que demos hoy a nuestra libertad, sin importar los anuncios catastróficos

E

l número favorito de tu hijo es “más”. Por las mañanas, cuando entras en su dormitorio y rompes la oscuridad al levantar las persianas, se niega a despertar del sueño. Si ha llegado la hora de interrumpir los juegos que inventa en voz alta, absorto, resiste irreductible en su aldea imaginaria. Se aferra con uñas y dientes a los instantes felices, implorando siempre “un poquito más”. Quiere vivir en un mundo sin fin, una y otra vez se rebela ante lo efímero. También tú has sentido ese miedo a los finales que impone vivir: mudanzas de casas vacías, trabajos perdidos, orfandades y ausencias repentinas, amores exhaustos. En épocas tempestuosas, entre cambios drásticos y bruscas destrucciones, el terror nos zarandea y los cielos amenazan con desplomarse sobre nuestras cabezas. Desde el principio de los tiempos, casi todos los pueblos han albergado su idea del fin del mundo. Las historias son muchas y variadas. Se diría que, en una temprana descentralización, las competencias apocalípticas fueron transferidas a cada cultura: nos extinguiremos juntos, pero cada uno a nuestra manera. La creatividad humana desplegó un inacabable arsenal de batallas, armagedones, ragnaröks, libros de siete sellos, plagas y dragones. Guillermo Fatás cuenta en El fin del mundo que los habitantes de las Islas Andamán, en el Golfo de Bengala, creen que un gran terremoto destruirá la Tierra y el puente hacia el Cielo; entonces, las almas se congregarán y vivirán sin sus principales azotes: la enfermedad, la muerte y —llamativamente— el matrimonio. Por su parte, los pigmeos semang de Malasia pronostican que la diosa Yapudeu escupirá grandes tormentas hasta provocar un diluvio que juntará los huesos de los muertos, y un batallón de zombis embadurnados de fango abandonará sus tumbas. En las tradiciones mediterráneas, los antiguos egipcios describieron con pavor un desastre cósmico: un abismo engullirá el mundo, el sol dejará de brillar. Ese día, los dioses colocarán el corazón de cada difunto en una balanza y, en el otro platillo, una pluma de avestruz. Si el corazón es justo, pesará menos que la pluma. Quienes hayan lastrado sus

IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN

actos con codicia o abusos, sufrirán la aniquilación. Los más etéreos habitarán para siempre en el reino de Osiris, allí donde la Vía Láctea se convierte en el Nilo celestial. Las distopías ciberpunk de nuestra ciencia ficción son, en realidad, jóvenes herederas de aquellas ancestrales mitologías del porvenir. Unas y otras emergen en momentos de crisis, cuando el miedo nos atenaza, dibujando un mañana asolado por terribles calamidades. Todos los relatos escatológicos, desde el Juicio Final en una portada románica esculpida con perversos demonios al cataclismo nuclear de una película

Bajo el despliegue de hecatombes, en toda leyenda profética late un mensaje optimista

postapocalíptica, son advertencias sobre los dilemas del presente. Anuncian esas debacles como el resultado catastrófico de nuestras decisiones erróneas: morales, ambientales, científicas, políticas, bélicas. Bajo el despliegue de hecatombes, en toda leyenda profética late un mensaje optimista. Somos el pasado de ese porvenir, y todavía estamos a tiempo de impedir que los desastres arruinen el mundo. No es casual que la estatua de la Libertad se haya convertido en un icono del género. Su silueta, semienterrada al final del clásico El planeta de los simios, de Franklin J. Schaffner, o sumergida en Inteligencia artificial, de Steven Spielberg, subraya la moraleja de las fábulas milenaristas: la posteridad dependerá del uso que demos hoy a nuestra libertad. El

auténtico cataclismo —y su posible solución— somos nosotros. Anubis, el dios chacal que extrae los corazones aún palpitantes de los muertos para pesarlos, y las mujeres cabizbajas de El cuento de la criada, de Margaret Atwood, nos susurran en distintas lenguas el mismo secreto: ciertos disparates de nuestro albedrío producen monstruos. Las catástrofes venideras son pesadillas de las que aún podemos despertar. Desde los albores del miedo —tan viejo como la infancia—, desde las primeras civilizaciones, siempre hemos deseado mirar más allá. El futuro es nuestro sueño más antiguo.

_

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.


EN LIBRERÍAS

24 DE JULIO 2021

NARRATIVA, ENSAYO El día que apagaron la luz

El código de la vida

-07-

A FUEGO LENTO El oráculo de la noche

HDP México, 2021

Camila Fabbri Almadía México, 2021 143 páginas

Walter Isaacson Debate México, 2021 576 páginas

Sidarta Ribeiro Debate México, 2021 529 páginas

El jueves 30 de diciembre de 2004, el boliche República Cromañón ardió en llamas junto a numerosos espectadores que presenciaban la actuación de Callejeros, una banda rockanrolera. Este hecho calamitoso acciona la memoria de Camila Fabbri, quien construye una novela que es ante todo un testimonio y el retrato de una época en la cual el espíritu de clan era una insignia de la juventud argentina. El miedo y el sentimiento de vulnerabilidad pasean a sus anchas.

Autor de las biografías de Eisenstein, Da Vinci y Steve Jobs, en esta ocasión Isaacson emprende un amplio y minucioso recorrido por la vida de Jennifer Doudna, ganadora del Premio Nobel de Química en 2020 por su trabajo en la tecnología de modificación genética que en varios sentidos determinará el futuro de la especie humana. Al contar la vida de una de sus protagonistas, el autor pondera los hallazgos y dilemas de la ciencia en nuestros días.

Con las herramientas de la biología molecular, la neurofisiología, la medicina y la antropología, este ensayo intenta dar respuestas a las muchas interrogantes que plantean los sueños: Da inicio con un breve repaso cultural para detenerse en el psicoanálisis y de ahí continuar hacia la genética y la llamada “reverberación de los recuerdos”. Las ideas expuestas se ven enriquecidas por la experiencia del propio Ribeiro, quien ha sido miembro de equipos destacados de investigación.

El libro de la Luna

León Trostsky

Charles Manson. Una secta siniestra

Fatoumata Kébé Blackie Books España, 2020 184 páginas

Israel Morales Saavedra Madreditorial México, 2021 96 páginas

María Rosas Madreditorial México, 2021 94 páginas

De raíces africanas, la autora es una astrónoma, astrofísica y educadora francesa que además es una luchadora social. Para Kébé, el libro es una especie de novela que no solo se centra en la cuestión astronómica y habla de otros aspectos de nuestro satélite, como lo anuncia el subtítulo: Historia, mitos y leyendas. Como el Sol, la Luna siempre ha estado presente para el hombre. Un detalle curioso es que algunas culturas antiguas le atribuyeron sexo masculino.

Como la de todos los líderes revolucionarios de la ex Unión Soviética, la vida de Trotsky tiene claroscuros. No se puede negar sin embargo su papel fundamental en la lucha contra el zarismo como jefe del Ejército Rojo. Tras la muerte de Lenin, se consideraba que él lo sucedería, pero Stalin tomó la delantera. Callar a un revolucionario reza el subtítulo, y quien dio la orden de hacerlo fue Stalin. La violenta muerte de Trotsky ha inspirado novelas y películas.

Hijo de una joven que a los 16 años huyó de casa y de un coronel sin interés en la paternidad, Charles Manson es una de las mentes criminales más fascinantes para la psicología y la sociología. Esta biografía profusamente documentada profundiza en su vida, una estela de rechazo, descuido y abandono, y en sus años más oscuros: aquellos en los que, a la sombra del movimiento jipi, creó una comuna que habría de transformarse en una máquina de asesinatos a sangre fría.

Propaganda al mayoreo ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

N

ada más pueril y escalofriante para la creación literaria que la de convertirse en foro de la militancia política o las inquinas personales. Es claro que no debemos exigirle una conducta inmaculada, lejos de la cada vez más incorregible vida pública, pero ¿es que en verdad la queremos haciendo las veces de picota y panfleto? Hago la pregunta después de la lectura de HDP (Planeta), abundante en diálogos con una franca intención caricaturesca o populachera —según la procedencia social del personaje— y en dosis contraindicadas de amarillismo. HDP es Hugo David Prado, uno de los hombres más ricos del país, dueño de mineras, un banco, tiendas de electrodomésticos... y una televisora, y es también, a los ojos de las multitudes coléricas, “Hijo de Puta”, el hombre que mejor practica el egoísmo y la bajeza. Representa, frente al Presidente que encabeza un “gobierno de izquierda” y cuya fidelidad está “primero con el pueblo”, a la voracidad capitalista como credo infalible de nuestros tiempos. Colocadas las piezas sobre el tablero, ingresamos a una realidad —esta realidad— amenazada por un virus altamente contagioso. ¿Qué podría esperarse entonces de un empresario que desprecia a sus semejantes?: desoír la prohibición de abrir los centros de trabajo para enviar de esta manera a sus empleados al matadero, y de paso aventajar a sus competidores. En este punto de la novela (sí, de la novela), ya no hay duda de que nos encontramos ante la imaginación sin propósitos estéticos, que no conduce más allá de los graneros de la propaganda. Bienvenidos a la perspectiva en blanco y negro, sin más patrocinador que la simpatía incondicional hacia un Presidente que, en cobertura nacional, propone “buscar una utopía” como protección contra el virus. La receta empleada por Sabina Berman es tan silvestre como la admiración de la narradora por las feministas de rostro cubierto, botas militares, armadas con chacos y bombas molotov, encarnaciones de una furia ancestral transformada en acción directa. HDP carece de aquellos atributos que definen a la literatura: una visión engañosa y compleja del mundo. Tiene, por tanto, la forma única de un garabato en un muro. La autora de HDP no es la misma que escribió La mujer que buceó dentro del corazón del mundo. No habita ya la casa de la literatura. ¿Así de vaporoso es este Nuevo Mundo?

_


LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

24 DE JULIO 2021

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

HUSOS Y COSTUMBRES

La oreja aleatoria ANA GARCÍA BERGUA

L

era en blanco y negro: los Daleks habían atrapado al Doctor —el actor en esa época tenía el pelo blanco— y le leían el pensamiento a través de una pantalla para adivinar un secreto muy importante, pero Who se burlaba de ellos evocando monociclos y objetos absurdos que aparecían en la pantalla de los malos como esos grabados publicitarios del siglo XIX. Me pareció cómico y fabuloso, un escape genial. Así es un poco con el algoritmo: no creo que quiera saber exactamente nuestros secretos más complejos; tal vez nuestros deseos, en su pantalla, se ven como el monociclo del doctor Who, o si vamos más lejos, como el urinario de Marcel Duchamp. Por ejemplo, hace tiempo que el algoritmo piensa que me interesa mucho el problema de la cera en los oídos. En todas las publicaciones que leo, incluso unas muy serias, me aparece una oreja a la que le echan sustancias distintas; no imagino cosa más desagradable

os anuncios de la página son aleatorios, pensé decirle a un lector que me los señalaba como una contradicción a lo que yo había escrito; usted ve unos, yo otros. En realidad, usted ve lo que el algoritmo cree que son sus intereses, si es que el algoritmo pudiera creer algo; lo mismo me ocurre a mí. Después olvidé responderle y pasaron meses, pero me dejó pensando. Las noticias muchas veces son aleatorias. Y la música, las películas o las series. Hay un mecanismo que nos busca todo el tiempo, nos espía de mil maneras y adivina lo que podríamos desear, un mecanismo algo torpe, si lo pensamos bien, a veces astuto en sus intentos y sus intereses: piensa uno en una palabra y aparece en el buscador sin haberla dicho siquiera, por asociación quizá. Me acuerdo de uno de los primeros capítulos del Doctor Who de los años sesenta, la corta temporada en que pasó en México, cuando la tele

(bueno, sí, hay cosas mucho más desagradables pero esa no quiero verla). Es fácil acudir a la perversidad, es cierto, lo primero que se nos ocurre es eso, pero nunca pensamos en lo que pensamos. No para arrepentirnos, por supuesto, sino al contrario, con cierto interés: cómo pasa nuestra mente de una cosa a la otra, cómo pespunteamos las ideas y los deseos con los recuerdos, con las tristezas. Quizá el algoritmo nos diga algunas cosas sobre nosotros mismos; quizá tengo una preocupación secreta por la cera en los oídos y no lo quiero admitir. Es tarde para responder a aquel lector que, como me ha pasado otras veces, me sugería que utilizara mi humor ácido —mi arma secreta del Doctor Who— en lo que a él le interesaba. Nunca he estado más feliz, le respondería, con todo y el anuncio de la cera; el mundo, si lo vemos con cierto ánimo, es siempre un misterio interesante.

_

CAFÉ MADRID

Hay que joderse

N

i yo era un toro ni ella una banderillera, ni estábamos en el ruedo de la Plaza de las Ventas, pero la enfermera me susurró un pendenciero “relájate” y enseguida clavó con fuerza la aguja en mi hombro. “Listo”, me dijo guiñándome un ojo, y la dosis del señor Pfizer ya estaba en mi organismo. Luego me entregó mi correspondiente certificado de vacunación y me mandó a una sala de espera. “Quince minutos, cariño, por si tienes alguna reacción. Y si no, a casa. Tranquilamente, ¿vale?” La mujer era andaluza, claro, por eso tanta cortesía. A mí ni se me pasó por la mente que me tomaran una foto, como hacen los narcisos posmodernos, y obedecí la indicación enfermeril. Me había ido al Vacunódromo después del teatro (sí, hay quien al salir de una función se va a tomar una cerveza y hay quienes nos vamos a vacunar. Es la pandemia, muchachos. Y en esta Villa y Corte, por fortuna, ya vacunan las 24 horas de los siete días de la semana, porque el camino hacia la inmunidad es largo y, después de una ristra de críticas por la lentitud en la inoculación, el gobierno ha decidido redoblar esfuerzos para quedar bien con el populacho y asegurarse así un buen puñado de votos para las próximas elecciones. Ya saben: es lo que de verdad les importa). Por cierto, vi La pasión de Yerma, una nueva versión de la obra de Federico García Lorca, “con abundante deseo y moralidad, maternidad y muerte, feminismo y libertad”, tal y como prometía el programa de mano. Sabrá Dios qué habría opinado el poeta granadino fusilado (cuyos restos siguen sin aparecer) al ver cómo

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA EFE

remasterizan (“contemporizan”, dicen los que saben) sus obras, pero pienso que al pobre hombre le habría dado el patatús. Él, como todos los dramaturgos (y los creadores en general), deja a través de su arte, entre otras cosas, testimonio del tiempo que le tocó vivir. Y el también autor de Poeta en Nueva York no se enteró del empoderamiento de la mujer, simplemente porque no lo vio. Y mucho menos en la España rural, donde se desarrolla

En esta Villa y Corte, por fortuna, ya vacunan las 24 horas de los siete días de la semana

la historia de Yerma. Aunque, bueno, pensándolo bien: una mujer que acaba matando a su marido es poseedora de un poderío especial, ¿no creen? El caso es que ese día, bien apoltronado en mi butaca, me distraje un rato (cumpliendo las medidas de seguridad que, en efecto, impiden que la cultura sea un foco de contagio) y luego me fui caminando sosegadamente a mí cita con la ciencia. El sol ya se había ocultado, pero el calor, ¡ay el calor!, ese no se había aplacado. Iba por la céntrica glorieta de Quevedo, cuando me di cuenta de que en un bar seguían “despidiendo”, varios días después de su muerte (tiene mérito la cosa), a Raffaella Carrà. A ver: en el fondo algo así se comprende porque esta actriz, cantante y presentadora,

Centro de vacunación en Cataluña.

era la italiana más española. Ahí estaba un grupúsculo de insensatos (sin mascarilla, sin distancia de seguridad) vociferando sin pudor “¡para hacer bien el amor hay que venir al sur!” y aquello de “¡explota, expló, explota, explota mi corazón!”, con el correspondiente cabezazo que daba la diva para rematar su pegadizo estribillo. La cifra de contagios sigue siendo obscena pero, oigan, a la gente le da igual. Se supone que las vacunas van a erradicar la pandemia. Pero quién sabe. Últimamente hay mucha gente vacunada que se ha contagiado. Eso sí: con síntomas leves y sin necesidad de hospitalización. Bueno, de todas formas hay que joderse. La verdad es que a mí me habría gustado vacunarme desde hace mucho, pero aquí uno tiene que esperar a que le toque su franja de edad y, además de esa espera, que nos recuerda que por no vivir en el Primer Mundo hay más obstáculos (¡si es que yo tenía que haber emigrado a Estados Unidos, no aquí!), uno tiene que aburrirse y atormentarse durante un cuarto de hora después del pinchazo. Me han dicho que en México, por lo menos, les ponen música y hasta se arrancan a bailar. Yo, en cambio, permanecí sentado en una incómoda silla, encomendándome al Altísimo para no tener ninguna reacción y, justo entonces, las alertas noticiosas en el celular empezaron a enturbiar el panorama: “Pfizer plantea que es necesaria una tercera dosis de su vacuna”. Y, como para apuntalar mi paranoia, enviaron un nuevo mensaje al grupo de amigos de WhatsApp: “que sepáis que si os han puesto la de Pfizer, ¡dentro de poco tendréis las tetas como las dos pelotas del MasterCard!” Hay que joderse.

_


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.