Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE
RELATO
FERNANDO ZAMORA
DANIELE DEL GIUDICE
La Segunda Guerra tuvo rostro de mujer
Misterios de la escritura Foto: FDR
SÁBADO 25 DE SEPTIEMBRE DE 2021 AÑO 18 - NÚMERO 954
Crónicas nómadas de la migración centroamericana Guadalupe Alonso Coratella/ FOTOGRAFÍA: OCTAVIO HOYOS
Foto: Twitter
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ANTESALA
25 DE SEPTIEMBRE 2021
EN EL BANQUILLO
Proyecto
C
TEDI LÓPEZ MILLS
ircunstancia de haber estado ausente en el lugar y el momento en que se perpetra un acto culposo” es la definición de coartada que me ofrece mi viejo diccionario sin lomo y con hojas sueltas en la sección de palabras que empiezan con C. Ha de haber algún truco. Están cerradas las puertas, selladas las ventanas, rotas las cortinas, destartalados los muebles; aun así me encuentro en una sala de espera. Mi silla es incómoda; los bordes metálicos se encajan en mis piernas y el respaldo tieso me provoca pequeños aguijones de dolor. Noto que la conciencia de mi cuerpo suele ser negativa. Me busco los pies con la cabeza y levanto el izquierdo, lo estiro y lo vuelvo a poner en el tapete; hago lo mismo con el derecho, pero antes de regresarlo a su sitio lo dejo unos instantes en el aire y recuerdo la canción del sábado acerca del sol que se oculta cuando “el amor se distrae con otra vida”. Hubo una cara en un cuadro; hubo seis caras frente a una pantalla; luego el repaso y el remordimiento alrededor de las nueve de la noche. Nada fuera de lo común. Un silencio no es mi silencio. Lo observo como si fuera un títere en la calle desierta. Lo veo moverse hacia la esquina donde el semáforo está en rojo. Es una persona con un paraguas y es una sombra debajo del poste. No debo exaltarme. En el borde inferior de mi libreta hay una consigna: keep it real, innecesaria en mi sala de espera. Tengo datos por si se ofrecen. Hoy me entero en el periódico de que Dante medía 1.65, que “persiste el periplo histórico de sus huesos” y sigue el pleito de su posesión entre Ravena y Florencia; también de que en una primaria de Azcapotzalco hay tal plaga de ratas que los padres de los niños temen que “estos acaben mordidos” y piden, por lo tanto, que continúen las clases virtuales. Advierto, quizá con lentitud, que se califica o descalifica al miedo ideológicamente. Alguna autoridad menor señala que, a fin de cuentas, las ratas establecerán sus propias costumbres y aprenderán a convivir en armonía con los niños, tal como ya sucede en los parques: “son amplias las zonas de convivencia en los rincones de la patria”. Escribo los sinónimos del caso: “país, cuna, pueblo”. Gruta, cueva, abismo. Sima, hoyo, pozo. Comienzo a armar mi serie de constelaciones. Coloco de un lado a José Juan Tablada (18711945): “los Cormoranes de la idea en las riberas de la meditación de los ríos Azules y Amarillos”; del otro, a Gertrude Stein (18741946): “water astonishing and difficult altogether makes a meadow and a stroke”. Me digo, solemne, que las vanguardias se cruzan con la cronología como las liebres con las luces de los coches en una carretera; o la luna con la tinta en un plato de jade. Según me informan en una grabación, un tribunal de especialistas juzgará si existe pertinencia en el asunto de “proponer tradiciones alternativas de parejas dispares”. Presiono la tecla gato en mi teléfono: una señorita repite mi nombre con voz compasiva. Seguramente es un error.
Alguna autoridad señala que las ratas aprenderán a convivir con los niños
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Beanpole: una gran mujer. Dirección: Kantemir Balágov. Rusia, 2019.
HOMBRE DE CELULOIDE
La ligereza del horror
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA FDR
ay en el mundo mucha mierda: ¡eso es verdad! ¡Mas no por ello es ya el mundo un monstruo merdoso!” Esto escribe Nietzsche en Así habló Zaratustra. Y tiene razón. Esta podría ser, además, una de las conclusiones de Beanpole (disponible en Mubi), conocida también como Una gran mujer. ¿Cómo no va a ser terrible el mundo en un hospital ruso cuando acaba de terminar la Segunda Guerra Mundial? Pero no por eso el mundo se ha contaminado en sí mismo. Aquí sigue el incesante deseo de felicidad y, detrás del velo de tanta muerte, el deseo de vivir. Iya es una enfermera en Leningrado, corre el año de 1945 y ella, sin querer, se ve involucrada en un nuevo horror. Lo primero que salta a la vista es que los personajes no parecen dar al asunto mucha importancia. Constatarlo nos mete de lleno en el espíritu de los protagonistas. Sobrevivir a la guerra que libró Alemania contra el pueblo ruso ha hecho que la muerte se mire con cierta ligereza. Hasta con un sentido del humor que, no por cruel, deja de ser hilarante. Luego del accidente terrible que sufre, Iya tiene que enfrentarse al deseo de una hermosa soldado que ha vuelto del frente. Y es que, si la muerte se toma en este hospital con tanta ligereza, la vida también.
Masha, la soldado, quiere tener un hijo. Y como en la guerra perdió la capacidad de embarazarse, es Iya la que va a tener que parir. El jovencísimo director Kantemir Balágov ha utilizado para este, su segundo largometraje, los testimonios reunidos en el libro La guerra no tiene rostro de mujer de la ganadora del Nobel de Literatura 2015 Svetlana Aleksiévich. Balágov se reconoce a sí mismo como pupilo de Aleksandr Sokúrov, gran maestro del cine ruso, en quienes muchos reconocen al auténtico heredero de Andrei Tarkovski, esto es, de la tradición de un arte que se remonta hasta Eisenstein y el descubrimiento de que con el cine puede hacerse poesía. Y efectivamente, en Beanpole, Balágov se une a la tradición poética de los cineastas que inventaron el realismo soviético y que enseñaron a mirar la tristeza con cierto aire de superioridad. Y es que la segunda conclusión que uno podría extraer de esta película es de Camus cuando escribe en El mito de Sísifo: “no hay destino que no se
El director ha utilizado los testimonios reunidos en La guerra no tiene rostro de mujer
venza con el desprecio”. En efecto, el contacto ruso con el horror debe estar relacionado con esos artistas excepcionales que son capaces de contar lo más horrible con la serenidad de un Sísifo que enfrenta su destino sin lloriquear. Es que, además de que la película es entretenida y por momentos hasta discretamente cómica, es muy hermosa. El director ha decidido que en el cuadro deben prevalecer los rojos y los verdes. Los primeros, adivinamos, en recuerdo de la sangre de trece millones de niños rusos asesinados por las huestes alemanas durante la Segunda Guerra Mundial; los verdes, en cambio, parecen simbolizar el deseo de estas dos mujeres por encontrar a alguien a quien cuidar… hasta que se encuentran frente a frente. Ellas mismas. Efectivamente, detrás de la extravagante lucha por hacer que una chica que no tiene ningún deseo erótico por el sexo masculino quede embarazada hay también una historia de amor: la de dos amigas capaces de sobrevivir a cualquier cosa. Tal vez el principal problema cuando uno se aproxima al arte contemporáneo sea la solemnidad. Obras de arte como Beanpole, sin embargo, la arrancan de un tajo. Ante cosas como aquella guerra uno solo puede ver la vida con reverencia, sí, pero también con ligereza y serenidad.
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ANTESALA
25 DE SEPTIEMBRE 2021
ESCOLIOS
POESÍA
El día que nací... NALLELY GUADALUPE TELLO MÉNDEZ
El día que nací estuvo lleno de muertes, de adioses. La lluvia fina acompaña los corazones de quienes me festejan y yo, después de sentirme tanto tiempo la heredera de sus tragedias, les planto mi lucha diaria por celebrar. Es mi cumpleaños: lo envuelvo en papel estraza. Es polvo. Preguntan: ¿cuántos años cumples? “Tantos desde que se fue tu tío por aquella desgracia”, responde alguien. También es polvo, pero tengo experiencia en amasar el barro. Recojo pasteles, los pocos regalos de infancia, mis pies descalzos y amistades de estos días; miradas de mi madre y hermano, y envuelvo todo en la propia sangre —resignificada y digna— para andar la vida. Nallely Guadalupe Tello Méndez. Originaria de Oaxaca, es activista, editora y poeta, integrante de Consorcio Oaxaca y del colectivo editorial Pez en el Árbol. Su poesía puede leerse en Como si estrechara tu cuerpo. Poetas nacidos entre 1970-1989 (Dilema Edicion-es, 2019) y La tierra que nos separa (Casa de las Preguntas, Dilema Edicion-es, Pez en el Árbol, 2020).
EX LIBRIS
Leer a León Felipe/ EKO
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Tres poetas católicos ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
Y
@Sobreperdonar
a se sabe que los rasgos que decimos detestar de nuestros ancestros están a menudo esculpidos en nuestros propios rostros y temperamentos. Lo mismo pasa con ciertas tradiciones culturales, como la católica, negadas en la vida moderna, que, sin embargo, en el caso de México, laten centralmente en su modernidad intelectual y literaria. Por eso, es buena noticia la reaparición de Tres poetas católicos. Ramón López Velarde, Carlos Pellicer, Manuel Ponce, de Gabriel Zaid (Debolsillo, 2021), que, al rescatar una herencia sepultada, ofrece también una visión de largo alcance de la cultura católica y una crítica de la recepción literaria basada en modas ideológicas. Como sugiere el autor, hace unos pocos siglos la cultura católica era indistinguible de la cultura en general; sin embargo, la intransigencia que el catolicismo llegó a ejercer mientras fue hegemónico se revirtió y el catolicismo acabó excomulgado y despojado de su centralidad cultural. Desde entonces, la cultura católica ha sido considerada antimoderna, y, pese a sus momentos de auge, relegada a lo anacrónico o pintoresco. En México, la trayectoria es similar: en los primeros siglos de la Colonia se creó una risueña Ilustración católica; sin embargo, tras la Independencia, las cruentas guerras civiles provocaron un malentendido histórico entre liberalismo y catolicismo, desangraron la cultura católica e impusieron el jacobinismo político e intelectual. En este contexto, de una cultura católica debajo de la alfombra, se sitúa la obra de tres pilares de la poesía moderna que analiza el libro de Zaid. A López Velarde, católico, demócrata y civilista, lo tocó la suerte de volverse emblema de un nacionalismo anticlerical y autoritario. Las múltiples aproximaciones de Zaid al enigma de López Velarde son señeras y se mantienen lozanas, pues se basan tanto en el sentido común y la perspectiva histórica, como en el dato duro. Sobre Pellicer, Zaid destaca la correspondencia de su carácter, naturalmente dichoso, con una época inaugural, esperanzada y colorida y, acaso por ello, con matices que oscilan entre la explosión de novedad y el recogimiento, su poesía es una perpetua celebración del mundo. En lo que atañe a Ponce, Zaid resalta su rara condición de sacerdote e innovador poético que enlaza la perfección formal, el juego y la iluminación. Gracias a su originalidad, afán de experimentación y complejidad humana estos tres poetas creyentes evaden tanto el lugar común confesional como el literario y son una jubilosa vanguardia en sí mismos. Además de sus hallazgos puntuales, sobresale en el libro la variedad de recursos críticos: prodigios de erudición y síntesis histórica, pesquisas detectivescas, análisis filológicos y auténticos momentos de epifanía (la descripción de los “nacimientos” de Pellicer). Por eso, son ensayos canónicos que se leen como recién salidos, que conservan su elasticidad y su filo y que interpelan alegremente nuestra historia literaria y nuestra forma de leer.
Evaden el lugar común confesional y son una vanguardia en sí mismos
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DE PORTADA
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Llega una nueva edición de Los migrantes que no importan, un libro desgarrador. Su autor, Óscar Martínez, habla de esta realidad con fuertes raíces históricas
“En México vivimos una brutal crisis humanitaria”
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GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA HÉCTOR TÉLLEZ
uando Óscar Martínez vino a México a trabajar como periodista freelance, en 2005, le llamó la atención el camino que tomaba la gente para salir de diversos lugares en Centroamérica. Recuerda que en ese periodo aumentaba la violencia en la región. “El verbo de mucha gente era huir y el verbo huir se mezclaba con el concepto de migrar para progresar. Cuando me asomé al flujo de la migración en México, fue inevitable quedarme y dedicar años a entenderlo”. Martínez se dio cuenta de que era un tema abandonado, se cubría esporádicamente, con poca profundidad, en los lugares clásicos, haciendo las mismas preguntas que buscan narrar una tragedia. “En ese momento el crimen organizado diversificaba sus delitos para construir el marco de crimen que tenemos ahora: redes de coyotaje dominadas, redes complejas de trata para explotación sexual, de secuestros masivos. Supe que era un tema con una complejidad que implicaba permanencia y desde ahí no dejé de intentar construirla hasta que junto con el periódico El Faro creamos un proyecto para dedicarnos solo a ese tema”. Con más de trece años cubriendo la violencia, el actual editor de El Faro afirma que en México presenció “la crisis humanitaria más brutal que haya visto en cualquier momento, una crisis que tenía características muy concretas: era ignorada por el Estado, era sistemática, no ocurría una vez, sino de forma continua, en
los mismos sitios, con los mismos actores, de la misma forma. Era un escándalo que le ocurría a cientos de miles de personas en México, pero de eso no se hablaba, parecía no importar. Las denuncias no llegaban, siguen sin llegar, porque los migrantes consideran, con justa razón, que las autoridades mexicanas son sus enemigos y así se han comportado durante décadas. La cantidad de delitos que ocurrían en México, y siguen ocurriendo, es enorme”. Al cabo de tres años viajando por territorio mexicano, Martínez publicó el libro Los migrantes que no importan, en 2011. Diez años después sus crónicas han sido reeditadas e incluyen materiales recientes sobre centroamericanos que llegaron a México para pedir refugio. En el prólogo a la nueva edición, el autor afirma que el problema del libro es que sigue vigente. “Han cambiado algunas cosas”, comenta, “la policía judicial que operaba los secuestros en Ixtepec, Oaxaca, ya no existe, ahora existe la Guardia Nacional. El Instituto Nacional de Migración tiene más gente y el cártel de los Zetas que dominaba en el sur, en la zona de Tabasco, no ha desaparecido del todo, pero ha amainado ese control y han llegado otros como el Cartel Jalisco Nueva Generación. El esquema sigue ahí, la migración obligada por los montes a la que este gobierno con su muro humano del sur ha condenado a los migrantes es el mismo peregrinar. Esa crisis humanitaria que presencié, sigue ocurriendo todos los días en el México actual”. Para comprender el problema hay que ir a sus raíces. “Centroamérica ha tenido un proceso de construcción de democracias débiles, nefastas,
democracias que hacen agua por todos lados”, dice Martínez. “La guerra civil en El Salvador terminó en 1992. Estados Unidos tuvo una injerencia enorme, financió al ejército asesino, el que cometió la masacre del Mozote en 1981, a militares que participaron en el asesinato de monseñor Romero en 1980, al ejército que participó en los asesinatos de los sacerdotes jesuitas en 1989. Llegó a financiar cerca de un millón de dólares al día porque temía que ahí se dirimiera la cola de la Guerra Fría y que el comunismo subiera en América, desde Nicaragua hasta El Salvador, y se expandiera. Esas guerras cruentas dejaron a una población dividida, una estructura social desenhebrada, no hubo un proceso de reconciliación real. Son sociedades que nunca transitaron hacia cualquier salud democrática, nunca olvidaron ese pasado de violencia y así empezó una construcción de democracias débiles con mucha pobreza, desigualdad, con una estructura política corrupta, y eso fue generando sociedades más y más violentas. A finales de la década de 1980, Estados Unidos deportó a 4 mil pandilleros, principalmente de la Mara Salvatrucha, al norte de Centroamérica, a sociedades destruidas por guerras que ellos promovieron y financiaron. Esos pandilleros ahora son 64 mil. El Estado sumiso, corrupto, preocupado por robar, no prestó atención a un fenómeno que se hubiera podido atajar. Se le fue de las manos porque esos pandilleros funcionaron como una especie de reclutadores en el paraíso de los niños perdidos. Ahí la guerra ha dejado en orfandad a
cientos de miles de niños y eso generó que estos ejércitos pandilleros crecieran y se convirtieran en un motor de la migración en Centroamérica. Mucha gente vive bajo el gobierno de las pandillas, en una especie de paraestados, en pedazos de un país que no pueden cruzar porque hay colonias dominadas por otras pandillas. Yo hice el viaje al revés, primero con los migrantes, para entender cómo huían, y luego volví a El Salvador para entender de qué huían, y huían de situaciones terroríficas, de democracias inexistentes, de vidas restringidas por la violencia”. El paso de quienes van en busca de una vida mejor al otro lado de la frontera ha cambiado. Si antes los “coyotes” dominaban el terreno, “ahora habitan un mundo donde ya no mandan: obedecen o pagan las consecuencias”, afirma Martínez en su libro. El crimen organizado tiene el control, pero ¿qué le pueden sacar los narcotraficantes a los pobres migrantes? “El crimen organizado mexicano comprendió que los migrantes tenían sentido por las características sociales de población por las que transitaban, un grupo al que el Estado mexicano prestaba poco interés, un grupo que no denunciaba porque comprendía que el Estado mexicano era enemigo. Entendió, sobre todo los Zetas, que cometer un delito financiero como el secuestro solo tiene sentido si lo haces de forma masiva. Cada migrante puede dejar 500 o hasta 3 mil dólares, entonces secuestrar en una sola tanda a 25, 30, 40 representaba una cuota significativa. También descubrió que lo
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podía hacer de una forma que implicaba poca organización. Los secuestraban en las vías del tren, lo hacían a la luz del día, con hombres armados que los encerraban en casas a pocos metros de las vías y de la policía municipal. Es decir, no se necesitaba un operativo complejo. Al darse cuenta de que podían secuestrar hasta 2 mil personas en un mes, encerrar, como sucedió en Tenosique, a 200 personas en una casa, entonces el negocio adquirió pleno sentido”. Este año, a finales de agosto, el Tribunal Supremo de Estados Unidos pidió al Gobierno de Joe Biden reactivar el programa “Quédate en México”, implantado por Donald Trump, que obliga a solicitantes de asilo a esperar respuesta en las ciudades fronterizas mexicanas. Entretanto, el flujo de migrantes llegaba a sus máximas cifras y, en paralelo, se discutía una agenda para definir un plan en Centroamérica. ¿Qué hace falta para trazar una política consistente? “Hay ciertas cosas que han probado no funcionar. En la política internacional hay elementos que Estados Unidos nunca ha permitido negociar con el sur: la política de seguridad y la política migratoria. Cuando creen que empezamos a olvidarnos de lo que nos exigen sobre el narcotráfico y el crimen organizado, intervienen con mano fuerte. En este esquema de imponerse al sur, han logrado que México negocie como lo hizo con Trump: ‘Te pongo un arancel del 5 por ciento o construimos un muro humano en el sur’. México dice: ‘No, prefiero ayudarte’. Honduras creó un plan para detener a gente dentro de Guatemala, Honduras sacó a sus antimotines. El Salvador creó una patrulla fronteriza. Estados Unidos siempre ha logrado que el sur discuta solo, que el sur detenga al sur. No negocia con el sur como bloque, sino
por separado, lo cual nos hace una región débil. Pero esa fórmula ha fracasado. No porque México haya sido genuflexo Estados Unidos va a dejar de construir el muro en su frontera o va a proponer una reforma migratoria por la que México lleva décadas suplicando. El sur debe darse cuenta de que la fórmula impuesta por Estados Unidos no funciona. Entonces no tengo la respuesta, pero pienso que seguir haciendo esto sería de idiotas”. Entre los escenarios viables, Martínez plantea la creación de programas de trabajo o que las visas de refugio se conviertan en un proceso más expedito, una posibilidad real para la gente que debe huir de Centroamérica. “Si Estados Unidos creara una bolsa de trabajo para mexicanos y centroamericanos (al final los necesita para activar su economía) generaría más contención que cualquier muro de militares en la frontera. Por ejemplo, está el TPS (Estatus de Protección Temporal), una especie de amnistía migratoria que Estados Unidos otorga a países que han sufrido una catástrofe. Los tepesianos son ciudadanos ideales, no pueden cometer una fellony, como dicen, porque les quitan el TPS. Hay gente que nunca intentaría violar las normas a pesar de todo lo que eso conlleva. Son programas que generan a una ciudadanía consciente de que no quiere perder un privilegio. Eso sería un disuasivo enorme para la migración, aunque son programas para un sector mínimo de la población. Si lo hicieran de manera más extensa y articulada, funcionaría. Cuando el gobierno de López Obrador ofreció visas humanitarias expeditas, cientos de los que conformaron esa caravana terminaron recluidos en la estación Siglo XXI, engañados; se encerraron ahí por meses. Es decir, cuando escucharon
que había una oferta de pedir asilo por la vía formal y les prometieron un proceso que no iba a durar meses, como lo están padeciendo los haitianos en esa cárcel que ahora se llama Tapachula, dijeron sí queremos esto y eso disuadió a muchos de migrar en forma indocumentada. Si generas oportunidades en lugar de murallas, mucha gente no optaría por la vía clandestina, se saldría de ese flujo desesperado para integrarse a un procedimiento propuesto”. Hace unas semanas, en una reunión del canciller Marcelo Ebrard y Kamala Harris se tocó el tema de la necesidad de generar empleos. ¿Hay un avance ahí? “No hemos visto más señales de que eso vaya a concretarse más allá de la demagogia. En cambio, sí muchas señales de que es posible que lo prometido se revierta. A qué señales me refiero. Cuando en sus últimos días en la presidencia, Peña Nieto se desentendió de las caravanas y le dejó la crisis a López Obrador, lo que hizo fue abrir el puente que divide a Tecún Umán, de Ciudad Hidalgo, a Guatemala de Mérida. Permitió que la gente pasara y prometió visas humanitarias exprés para poder transitar dentro de México. Todo eso se vino abajo. Pocos Estados más represivos que México contra los migrantes. Lo hemos visto hace unas semanas: agentes de migración pateando en la cabeza a gente tumbada en el suelo o tirando por un desnivel a migrantes que iban cargando a sus bebés. No hay ninguna señal de que esas promesas estén cada vez más amarradas. Por otro lado, en México vi unas de las muestras más solidarias que he visto en mi vida. La lucha de los albergues como La 72, Hermanos en el camino, Las patronas, en Veracruz, la red dirigida por la hermana Leticia Gutiérrez, de albergues en situaciones terribles. En contraste, hay una ciudadanía que ve a los migrantes como mercancía,
Caravana guatemalteca cruzando el río Suchiate.
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como estorbo. Me parece normal, porque si tienes un Estado que en todos sus niveles construye la retórica de que los migrantes son delincuentes a los que hay que perseguir y lo repite una y otra vez en hechos concretos, termina calando en el imaginario de la ciudadanía”. El ejercicio del periodismo en una región tan complicada ha traído consecuencias para Martínez y otros periodistas de El Faro, desde amenazas de muerte hasta la necesidad de seguridad privada. De México tuvieron que huir cuando los Zetas detectaron su presencia. “En un sentido más personal”, comenta, “también tiene consecuencias. Me he vuelto más pesimista, quizá más malhumorado, pero esto es mínimo frente al privilegio de ver el mundo en primera fila, como decía Alma Guillermoprieto, aunque el espectáculo sea nefasto. La posibilidad de comprender ese mundo y entender más las vidas de las personas que lo padecen, es un privilegio que agradezco”. Distinguido con el Premio Maria Moors Cabot de Periodismo 2016 que otorga la Universidad de Columbia, Óscar Martínez trabaja en su próxima historia, “contar cómo se desmantela la democracia en El Salvador, cómo un autoritario, autócrata, aspirante a dictador, destruye esa enclenque democracia que nos costó tanta sangre durante la guerra civil”. Sobre la reedición de Los migrantes que no importan, celebra que se haya integrado a la narrativa de cómo es migrar por México. “Voy a seguir cubriendo las fronteras”, asegura, “a tomarme al menos un año para hacer el nuevo mapa de la migración, de las autoridades corruptas, de los nuevos cárteles que participan, las nuevas rutas, la situación de los albergues. Creo que dentro de poco voy a volver a caminar México con los migrantes”.
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LITERATURA
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RESEÑA
La luz crepuscular El siguiente texto es la puerta de entrada al libro de Alfredo Campos Villeda publicado recientemente por la Secretaría de Cultura de Coahuila JORDI SOLER
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or las páginas de Variantes del crepúsculo se entrecruza, todo el tiempo, esa fina línea que va de la literatura al periodismo y que termina definiendo la prosa de Alfredo Campos Villeda. A partir de esta línea, que es el motor de este libro estupendo, van creciendo una multitud de temas e intereses que alumbran al lector, precisamente, con una luz crepuscular, entendiendo por esa luz la atmósfera rica y generosa donde confluyen lecturas, ideas, información de toda índole, en un espacio tan amplio que incluye el día y la noche, ese arco que va del Sol a la Luna en el que cabe absolutamente todo. La multitud de intereses, la mirada poliédrica de Campos Villeda, está anclada, de manera inevitable, a las pasiones y pulsiones de su generación; en sus textos podemos leer al escritor que ausculta los misterios del siglo XXI con el instrumental que viene cargando desde el siglo XX, un instrumental que proviene, como decía al principio, de la literatura y el periodismo, aunque aquí ya quizá
habría que echar mano de la definición de Fernando Benítez: el periodismo es “literatura bajo presión”, una idea lúcida y puntiaguda que el mismo autor nos recuerda aquí, en sus propias páginas. Como dictan los cánones de su generación, del rock a Campos Villeda le interesa la guitarra eléctrica, le entusiasman los diarios de papel y la iconografía rubia, cuya santísima trinidad queda aquí debidamente establecida: la actriz Farrah Fawcett, la cantante de Blondie Debbie Harry y la chica que anunciaba la cerveza Superior y que era, según rezaba la publicidad, “la rubia que todos quieren”. Campos Villeda viene de una época en la que en México ni actuaban las estrellas importantes de rock, ni llegaban completas las colecciones de libros que venían de España y los discos eran metamorfoseados por la industria disquera nacional que, sin ningún criterio, ni misericordia para la clientela, jibarizaba un álbum doble
RESEÑA
Volver, siempre volver
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ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
egún cuenta en el primero de los doce ensayos que componen La majestad de lo mínimo (Bonilla Artigas Editores, México, 2021), prolongación y a la vez novedad frente a Ni sombra de disturbio (2014), Fernando Fernández tuvo su primer encuentro con Ramón López Velarde en la biblioteca de sus padres, un día de 1984. Ese encuentro ha cristalizado en una exuberante vocación alentada por la curiosidad, la imaginación y la vehemencia intelectual. La majestad de lo mínimo no es un trazo directo de López Velarde; no tiene un interés biográfico ni interpretativo; es, por encima de todo, un tapiz confeccionado por piezas en apariencia transversales, es decir, por testimonios o estudios
o acercamientos o trasuntos o visiones de otros velardianos, o de aquellos que no se sabían de esta manera pero lo eran, a quienes Fernando Fernández ha rastreado y encontrado en archivos, confidencias, intuiciones, charlas y bibliotecas. El ensayo inaugural, “De vuelta por el camino de la pasión”, funciona magníficamente de ejemplo. Un señalamiento de Octavio Paz, nada más que eso, conduce hacia Andrés González Blanco. De este modo, espoleado por esta súbita iluminación, Fernando Fernández se lanza en busca de este poeta, narrador y crítico asturiano
Consigue armonizar voces separadas en el espacio y en el tiempo, obtener una vasta polifonía
que retacaba, despiezado e incompleto, en un solo acetato. Variantes del crepúsculo es el libro de un lector múltiple y apasionado, todos sus textos tienen la literatura como centro de gravedad y están articulados a partir de una red de interconexiones donde abundan las referencias, las consonancias y las alusiones que, a veces, terminan desbordándose hacia otros artículos. En un ensayo que trata de los sicarios extrae la palabra “sica”, que es puñal, y la interconecta con el cantante Rubén Blades, cuyo apellido es “navajas” en inglés, y con su canción “Sicarios”, lo cual lo lleva hasta La virgen de los sicarios , la novela del escritor colombiano Fernando Vallejo, y de ahí continúa su periplo por el desierto de Afar, en Etiopía, donde hace más de tres millones de años un australopiteco ya andaba por la vida blandiendo un puñal. La multitud de lecturas que tiene Alfredo Campos Villeda y su amplia
visión de la realidad que nos rodea nos llevan de un cuento de Julio Cortázar al Avatar de la película de James Cameron, de Twitter a los WikiLeaks, de Claudio Magris a Umberto Eco pasando por Cleopatra; nos llevan a la obra, y a la vida, de Paz, Fuentes, Pacheco, Borges, Saramago, y también de Nabokov, Rilke, Goethe, Turguéniev, Tolstói y Dante. La zona francesa del libro es de una deliciosa espesura, va de Balzac a Le Clézio, de Sade a Yourcenar, de Verlaine a Baudelaire y llega hasta Kundera, ese ilustre escritor checo que acabó siendo francés. Y más adelante nos cuenta del cine, de Matrix y Baudrillard, de pintores, de vampiros, de restos fósiles, de unicornios, de mamuts, de velocirraptores. En Variantes del crepúsculo no encontramos más que cosas interesantes, es una suerte de museo, de casa de los espejos, es la chistera del mago de donde salen los prodigios, es un espléndido serial de artículos del que el lector sale enriquecido, agradecido, iluminado por esa luz crepuscular.
cuya influencia puede vislumbrarse en la temprana obra velardiana. Y solo para apuntalar: un sueño invoca a José Luis Martínez que a su vez invoca el retrato de López Velarde que Saturnino Herrán elaboró para el semanario Vida Moderna en 1916, y una curiosidad hemerográfica lleva a la primera novela de Artemio de Valle-Arizpe, Ejemplo, publicada en Madrid, en 1919, en la que uno de los personajes, Fray Ramón de la Penitencia, está inspirado en el poeta jerezano. Dos ensayos, sin embargo, despuntan en el conjunto: “Señorita con nombre de flor” y “Para seguir hablando de Montaigne”. El primero se echa a cuestas una tarea emocionante y casi imposible: capturar la vida de Margarita Quijano, la musa esquiva, a partir de las noticias y los recuerdos de sus contemporáneos, siempre escasos, nunca suficientes.
El segundo dialoga con la leyenda de acuerdo a la cual López Velarde contrajo la neumonía que provocaría su muerte durante una noche helada en la que alargó el regreso a su casa porque no quería otra cosa que seguir hablando de Montaigne. Fernando Fernández procede a la manera de un director de orquesta. Consigue armonizar voces separadas en el espacio y en el tiempo, obtener una escrupulosa polifonía, y aun escenificar los desplantes de algunos solistas, con el único y orgulloso propósito de presentar a López Velarde como una figura inagotable. Esa es la seña a la que no podemos resistirnos tras la lectura de La majestad de lo mínimo : resulta vano el intento de fijar la grandeza de una obra literaria cuando no sugiere otra cosa que volver una y otra vez a ella para seguir prolongando su vida.
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LITERATURA
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RELATO
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POESÍA EN SEGUNDOS
Apocalipsis Now: Bolaño y Rivera VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx
L El escritor italiano, quien murió en Venecia el pasado 2 de septiembre.
Esta luz Con este texto recordamos al autor de El estadio de Wimbledon
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DANIELE DEL GIUDICE FOTOGRAFÍA IL LIBRAIO
quí estoy, frente a la hoja en blanco. ¿Cuántas veces he estado así desde la primera vez? ¿Cuántas veces más lo estaré hasta que llegue la última? No son invenciones, escribir es difícil. Para todos. Después de las charlas, las discusiones, las reuniones, las presentaciones de libros, te quedas solo. Te quedas solo y es difícil. Siempre ha sido mi orgullo: sí, está bien, con gran disposición los demás te siguen para conversar, para reunirse, para perder el tiempo, Sin embargo, ¿cuántos de ellos pueden sentarse frente al teclado y expresarse? Es decir, reconstruir, sistematizar, intuir, analizar, sintetizar, encontrar una imagen que vuelva corpóreo el razonamiento, etcétera, etcétera. Te quedas solo. Es difícil y sientes miedo. Toma tiempo. A veces, de noche, me ponía a escribir hasta tarde un texto, una reseña o un artículo para la sección de cultura del periódico. Hacia las dos de la mañana, pensaba que ya tenía que irme a dormir y me iba a la cama. Subía y encontraba a mi esposa dormida. Quería abrazarla y protegerme. Entre más importante era el artículo más tenso me sentía. No lograba más que un angustioso duermevela, con el pensamiento fijo en que tenía que levantarme en un rato más, a las cinco o a las seis para terminar el artículo. Y cada tanto me despertaba,
perdido e indefenso. Y mientras rumiaba frases que recién había escrito me preguntaba: pero soy yo aquel que mañana en la mañana… No, no soy capaz. No soy yo. Era en verdad un momento de desestructuración y de miedo. Luego al amanecer: al abandonar la cama tibia, una última mirada a mi esposa todavía dormida. Un poco de envidia. La tentación de mandar todo a la mierda y abrazarme a ella. Al final, bajar al estudio. Retomar la fase suspendida pocas horas antes. Un instante de incertidumbre, como cuando el avión se despega de la tierra, una suspensión de nubes… y allá vamos, la escritura empuja hacia arriba, dentro del tren de aterrizaje. Una vez más se logró realizar. *** Quién sabe por qué te cuento estas cosas. No recuerdo si alguna vez te las dije. Cuántas cosas no te he dicho de mí. Y cuántas cosas no te he preguntado sobre ti. Hubiera querido decirte, por ejemplo, cuánto me gusta y disgusta este
Cada narración nos parece fundada e infundada. Este siglo nos ha educado en estas dos condiciones
oficio mío, que no es un oficio. Hablaremos de eso en otro amor. Mientras tanto, ¡qué alivio finalmente reconocerse frágiles! *** Las historias, los sentimientos, los personajes, la descripción: lograr que se tornen totalmente provisorios; quitarle a cada frase la tierra que pisa, quitarle el fundamento, con el mismo gesto con el que nos esforzamos en proporcionarle una estabilidad. Hoy, cada narración nos parece, a un tiempo, fundada e infundada. Este siglo nos ha educado en la memoria de estas dos condiciones. Este continuo y doble carácter de fundamento e invalidez de la narración es una dimensión de probabilidad, de pura probabilidad. Es lo que resuena hoy en el límite extremo de la escritura: un movimiento subterráneo y esencial de probabilidad e improbabilidad continuas. Tiene que ver, acaso, precisamente con la sombra, con la cantidad de sombra que el lenguaje lleva consigo, que cada palabra lleva consigo en su propia luz; de la sombra que cada uno de nosotros es capaz de contener, guardar y hacer hablar en el interior de la continua y probable, puramente probable, luz de las palabras.
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Traducción de María Teresa Meneses. Texto tomado del libro de Daniele Del Giudice In questa luce (Einaudi, 2013).
a iniciativa de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México de exigir la reparación de daños sociales y económicos a diez empresas norteamericanas productoras de armas es un acto trascendente. Todos saben que Estados Unidos es el principal consumidor de drogas del mundo y que las más importantes organizaciones criminales del planeta trafican en este enorme mercado. Todos saben también que este “comercio” está íntimamente ligado con otros “giros” (tráfico de armas, compra-venta de personas, prostitución, lavado de dinero...), tan funestos como el consumo de estupefacientes. Pero lo que quizá no ha sido dicho con toda la claridad necesaria es que el tráfico de narcóticos y la venta de armas en Estados Unidos forman un binomio siniestro: el drogadicto que vende armas. Esta entidad maligna impulsa operaciones financieras formidables y contamina y disloca la vida social como ninguna otra actividad. México es un caso de este efecto. Con la expansión del uso de las drogas en Estados Unidos y la instalación de miles de armerías en la frontera sur de ese país, hemos visto surgir, primero, temibles bandas; y ahora, bajo una política mexicana de seguridad equivocada e insensata, pujantes ejércitos de criminales. Como nunca, la existencia de nuestra república puede estar en peligro. Ya ocurrió en Colombia y ocurre hoy en Venezuela. Esta gangrena ha propiciado una literatura diversa, dispareja y, en muchas ocasiones, obnubilada por lo que supuestamente denuncia. Sin embargo, hay textos insólitos e insoslayables: “De los crímenes”, el capítulo cuarto de la novela 2666 de Roberto Bolaño, y el poema “Los muertos”, de María Rivera, son dos ejemplos. Estos textos muestran de manera eficaz e impresionante la magnitud de la violencia que hay en México por la venta y compra de drogas y armas. A pesar de la diferencia evidente de género, ambas obras son caras del mismo poliedro y revelan, con figuras de acumulación, la retórica del mal en nuestra vida civil. El texto de Bolaño es la novela y el memorial de las muertas de Juárez; el poema de Rivera, una elegía, una rapsodia devastadora de las decapitaciones inenarrables. Estupros y mutilaciones producen los tropos sangrientos del discurso de la realidad. Bolaño y Rivera los exhiben sin el apuro de crear historias de acción o relatos sentimentales. No hay personajes. No hay trama. No hay complacencia. Solo la repetición, aquí y ahora, del apocalipsis. Cualquier otra clase de acercamiento llevaría y, en la práctica ha llevado, a la banalización. En medio de la política errónea, descalabazada y tétrica —por necedad casi cómplice— del actual gobierno, la idea de atacar a fondo el problema del tráfico de armas y, por tanto, la violencia incontrolable del tráfico de drogas surge como un momento de lucidez inesperado. Ojalá esto sea la señal de una rectificación en la política de seguridad. Si no hay un cambio, continuaremos a merced del mundo desgraciado que han pintado, de modo auténtico y atroz, Roberto Bolaño y María Rivera.
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.
25 DE SEPTIEMBRE 2021
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TOSCANADAS
Bellas DAVID TOSCANA
H
oy sabemos que todas las mujeres son igualmente bellas. Pero esto no fue siempre así. En las novelas del siglo XIX, sobre todo en las rusas, se puede leer mucho sobre la dote de las muchachas casaderas, ricas o campesinas. Las mujeres que se ajustaban a aquellos modelos de belleza, hoy caducados, requerían menor dote para hallar marido; las que no, más, pues, como decían entonces: “A un caramelo no hace falta endulzarlo”. Esos usos son muy antiguos. Hace dos mil quinientos años, cuando Heródoto habla de las costumbres babilónicas, señala una que le parece “la más acertada”, y pasa a describir una subasta de doncellas núbiles. “El pregonero las iba poniendo en venta; empezaba por la más agraciada y, una vez adjudicada a alto precio, subastaba a la que seguía a aquella en hermosura”. Deja en claro que la
BABILONIA
El antiguo mercado de esposas.
compra-venta tenía fines exclusivamente matrimoniales. Los más ricos “se hacían con las más bonitas; en cambio todos los plebeyos en edad casadera… recibían por su parte a las doncellas más feas”, acompañadas de ciertas sumas. El dinero que el licitador había recaudado por “las doncellas más agraciadas”, ahora lo utilizaba como dote de las que se iban rezagando. “Y así, las hermosas casaban a las feas y lisiadas”. Heródoto concluye: “Esta era, pues, la acertadísima costumbre que tenían”. Edwin Long pintó un cuadro sobre este mercado de casaderas en 1875. La escena muestra el momento en que están subastando a una mujer, mientras otras doce esperan en la fila que, según Heródoto, iría de la más bella a la menos agraciada. Hoy ya no contamos con las tasaciones estéticas del pasado, por lo que no sabemos si la fila avanza de derecha a izquierda o en sentido contrario.
Heródoto también cuenta sobre otra usanza babilónica que le parece ignominiosa. “Toda mujer del país debe, una vez en su vida, ir a sentarse a un santuario de Afrodita y yacer con un extranjero”. Ellas deben permanecer en el templo hasta que “algún extranjero le echa dinero en el regazo y yace con ella en el interior del santuario”. Entonces la mujer puede volver a casa y “por mucho que le des no podrás conseguir sus favores”. Heródoto remata con una aclaración inquietante: “Como es lógico, todas las mujeres que están dotadas de belleza y buen tipo se van pronto, pero aquellas que son poco agraciadas esperan mucho tiempo sin poder cumplir la ley; algunas llegan a esperar tres y cuatro años”. De esta escena no conozco ningún cuadro. Si algún artista quisiera pintarla, ¿cómo haría para distinguir entre las que se van de inmediato y las que duran ahí varios años? No tengo la menor idea.
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BICHOS Y PARIENTES
Tres poetas católicos
U
na nueva edición de Tres poetas católicos (Debolsillo, México 2021). Ya era hora. La anterior, de Océano, estaba agotada y no es fácil dar con la del Colegio Nacional, que la tiene junto con los muchos otros Ensayos sobre poesía. Y era importante que se publicara como libro adrede, independiente. Es, por decirlo musicalmente, el libro cromático de Gabriel Zaid: no fija los semitonos y produce series que no se avienen a una línea tonal. Claro que el centro es la poesía, pero pasa por la historia y las vicisitudes de una cultura católica que está y desaparece, a veces al mismo tiempo, y enhebra la obra de López Velarde, Pellicer y Manuel Ponce, a la vez que recorre la historia por una médula inadvertida. Es un libro extraño porque no tiene un perímetro claro. La claridad es interna, su coherencia se distingue leyéndola, no observándola desde fuera y hasta al mismo Zaid le costó distinguirla. Después de escribir mucho sobre poetas, poemas, poesía, sus ensayos se reúnen principalmente en otro libro: Leer poesía. Pero tres poetas desequilibraban el conjunto. “Barajando solitarios que no salían, vi que el problema estaba en Ramón López Velarde, Carlos Pellicer y Manuel Ponce”. Las coincidencias son muchas; muchas las diferencias, “pero su verdadera afinidad era otra, y nuevamente negativa: no encajaban en los clichés de la cultura católica”. Había que darle sentido a una sospecha y el resultado fue formidable: “Muerte y resurrección de la cultura católica”, el ensayo más amplio en la obra zaidiana, no es crónica, ni explicación secuencial, ni un trabajo de archivonomía ni sigue métodos estadísticos…, describe una entidad
JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA ROGELIO CUÉLLAR
que estuvo siempre ante los ojos y no veíamos. Eminente y transparente. Y de pronto aquellos tres poetas dejaban de estar colgados de entelequias y quedaban firmes, de pie. Con ellos, nuestro modo de pensar quedaba incumbido por realidades que veíamos sin ver. Desde que se publicó en Vuelta, allá por 1989, el ensayo produjo entusiasmo en muchos y enojo entre los jacobinismos de oficina. Con el tiempo, queda como ejemplo de historia
Sin conclusiones, Gabriel Zaid no se hallaba cómodo con este libro, pero ese es un valor
de las ideas y como interrogante ante la cultura que decimos mexicana. Es el ensayo raro de Zaid, exótico pero central; esa misma paradoja de ser una digresión a la vez que precisa. Junto con los ensayos sobre los poetas, estos se transforman; dejan de ser particulares, crecen, apelan a la cultura que los produjo a ellos y a nosotros. López Velarde tiene una gran compañía de lectores inteligentes. Con todo, las lecturas zaidianas afinan, mejor que todas, su costado espiritual. Pellicer no es un olvidado, pero no es popular, pese a que tal vez sea el poeta más hospitalario de la generación de los Contemporáneos. Y Ponce, en cambio, es un desconocido. Ni los católicos lo tuvieron en cuenta, pero le tenía sin cuidado figurar, y sus poemas, “hay que decirlo: producen
El escritor y museógrafo Carlos Pellicer.
un efecto raro. Pero ese es uno de sus atractivos. Leerlos es como ver ciertos cuadros, o escuchar ciertas obras, que (al menos la primera vez) defraudan nuestras expectativas y al mismo tiempo las atraen”. El caso es que Zaid, y nosotros, nos las vimos con una "tribu cuyo contexto se perdió: los poetas y artistas que creyeron que era posible ser católicos y modernos. [...] El sueño de crear una cultura católica moderna fracasó hasta el punto de que ni siquiera es historiado, de que la tradición crítica recibida no conserva siquiera una precaución que diga: hay cosas de la cultura mexicana que nunca entenderás, si ignoras que el catolicismo mexicano soñó con la modernidad". Parece claro que nuestras versiones de la historia reciente requieren repararse, si no rehacerse. La oficialidad ya venía desvencijada desde hace décadas; la historia de lo sabido y callado, las hilas soterradas o aquello que había que callar se quedaron sin guardianes. No se trata de construir una nueva (y menos con la cómica impericia de un régimen resentido), sino de observar con inteligencia la complejidad que nos trajo hasta acá. Sin conclusiones. Zaid no se hallaba cómodo con este libro, pero ese es un valor: es una ventana a una historia no escrita, un acercamiento a esa afinación inasible que hace viable, o no, una cultura que se rompe y se rehace, invisible y eminente, a veces de modo simultáneo. Un poco como el calor: no tiene sustancia, pero aparece cada vez que hay movimiento y fricción. Queda abierta la bifurcación, y tanto la historia como la literatura ganan territorios con este libro extraño y preciso.
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