Laberinto No.955 (02/10/2021)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

EL ATLAS DE PANDORA

FERNANDO ZAMORA

IRENE VALLEJO

La Rusia que mira hacia Ucrania

Rebelde sin pausa Foto: Mosfilm

SÁBADO 2 DE OCTUBRE DE 2021 AÑO 18 - NÚMERO 955

La ciudad sostenible de Tatiana Bilbao Laura Cortés/ FOTOGRAFÍA: TATIANA BILBAO ESTUDIO/ VISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MONTERREY

Ilustración: Román


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ANTESALA

2 DE OCTUBRE 2021

DOBLE FILO

De Díaz Ordaz a Juan Orol

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FERNANDO FIGUEROA

ntegrante de una notable dinastía artística, Roberto Sosa ha participado en un centenar de películas, decenas de obras de teatro, series y telenovelas. Se ha puesto en los zapatos de personajes ficticios y “reales” como Gustavo Díaz Ordaz (Tlatelolco: Verano del 68), Juan Orol (El fantástico mundo de Juan Orol) y Agustín Lara (en la serie Silvia Pinal frente a ti ). Hoy juega ping pong con Laberinto. ¿Qué es el cine? Un reflejo de la vida. ¿Qué es actuar? Una expresión humana. ¿Qué aprendiste en la Escuela Nacional de Circo de París? Brincos, malabares, actuar en tres pistas. ¿Y en el Conservatorio de Arte Dramático? Trabajo de máscaras, esgrima, textos de Molière, Racine, etcétera. ¿Qué te enseñó Tony Scott? No sé si aprendí más de él en el rodaje (de Hombre en llamas) o cuando se suicidó. ¿Y Oliver Stone en Salvador? Que no debía fumar mota en los pasillos del hotel. Un recuerdo de John Huston. La entrañable intimidad para comunicarse con todos en el set (Bajo el volcán). Una película de Orol no tan mala. ¡Qué cruel eres! Gángsters contra Charros. ¿Qué se siente encarnar a Díaz Ordaz? Un vergonzoso empoderamiento. ¿2 de octubre no se olvida? No debería olvidarse. El teatro en una palabra. Pasión. ¿Shakespeare ya lo dijo todo? Lo dijeron antes autores griegos. Julio Castillo en tres palabras. Me hace falta. Susana Alexander en dos. Hermosa locura. ¿A qué se parece hacer un monólogo? Es como hablar con uno mismo. Un actor extranjero. Gary Oldman. Un consejo de tu padre y tocayo. Al preguntarme: ¿quieres fama o prestigio? Una actriz. Ofelia Medina. Una película de Gonzalo Martínez. Longitud de guerra. Un libro en una isla desierta. Las metamorfosis, de Ovidio. Ahora que se volvió trending topic, pensé que hablaban de él, pero era el hijo del Chapo. García Márquez o Vargas Llosa. García Márquez, sin duda. La mejor telenovela en que has actuado. Chispita. El mayor error en tu vida. Ofender a quienes tanto presumía amar. Una serie mexicana y otra extranjera. Tijuana y Chernobyl. Una canción de Agustín Lara. “Solamente una vez”. Música para tus últimos minutos de vida. De Mozart. Tu epitafio. “Yo solo pasaba por aquí”.

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Odessa. Dirección: Valery Todorovsky e Irina Tretyakova. Rusia, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

Anagnórisis

A

FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA MOSFILM

nagnórisis significa “reconocimiento”. Se trata de un concepto cardinal que se enseña muy de pasada en los cursos de guion, pero ¿reconocimiento de qué? Para entenderlo hay que ver Odessa, película que se presenta como parte del Festival de Cine Ruso y que puede verse gratuitamente en Filmin Latino. El protagonista es un atractivo periodista que en la década de 1970 llega al puerto de Ucrania con trajes occidentales, actitud de hombre de mundo y mirada a lo Gerard Philipe. Se llama Boris, es interpretado por el galán contemporáneo Evgeny Tsyganov y viene a Odessa para que su hijo visite a la familia. El niño se llama Valerik y, aunque su actuación es mediocre, no arruina, ni mucho menos, una obra que en realidad funciona bastante bien. Resulta que, como aparece un brote de cólera en Odessa, se cierra el aeropuerto y Boris y su hijo tienen que quedarse en la ciudad, gracias a lo cual pueden conocer la “Perla del Mar Negro” con sus edificios de diseño afrancesado, sus aguas color turquesa y ese sol rojizo que tantas veces hemos visto en la cinematografía rusa. Efectivamente, la fotografía es magnífica. Y sirve, además, para atrapar al espectador en un drama familiar que involucra a toda clase de curiosos personajes

a veces cómicos y a veces trágicos. Están, para comenzar, los abuelos. Ella es una mujer judía que ha terminado por adaptarse al sistema ruso mientras que él ha decidido olvidar sus orígenes hebreos para volverse patriota soviético de tiempo completo. No sucede lo mismo con su hija Mira, quien una tarde anuncia que ha decidido iniciar los trámites para irse a vivir a Israel. Semejante noticia produce en la familia una auténtica revolución. El abuelo y la otra hermana consideran a Mira y a su marido “traidores sionistas” que están dando la espalda a una patria que deberían defender. Boris, el protagonista, observa. Y poco a poco comienza a enamorarse de una vecina que tiene quince años. Con estas peripecias basta para argumentar en torno a los valores de esta película. Odessa adquiere especial relevancia en el contexto de la guerra civil que está teniendo lugar en Ucrania. La Guerra del Donbás se libra hoy entre quienes sienten, como el abuelo, nostalgia y gratitud hacia Rusia y los

Adquiere especial relevancia en el contexto de la guerra civil que tiene lugar en Ucrania

que, como Mira, están convencidos de que podrían vivir mejor en cualquier otra parte. En este sentido es importante recordar que tanto el festival como Odessa han sido patrocinados por el gobierno ruso y son parte de un esfuerzo para dar a conocer la postura oficial de este país en el mundo. Sucede como con el Festival de Cine Francés: se trata de generar no tanto propaganda como posiciones favorables hacia el país que patrocina el festival. Y Moscú, en efecto, tiene razones para promover en América Latina la noción de que Ucrania tiene estrechos lazos con Rusia; lazos que no pueden disolverse solo porque a Estados Unidos le interesa un gasoducto o porque Europa quiera expandir su esfera de influencia aún más. La película deja claro que Ucrania comparte con Rusia una historia tan íntima como la que está a punto de surgir entre una niña de quince y este hombre casi treinta años mayor. Y es en este punto que aparece la anagnórisis, pues en una magnífica escena climática Boris reconoce lo que sucedería si se permite acostarse con esta niña. Odessa es una película hermosa. Tal vez demasiado larga, pero así es esta clase de cine, lleno de personajes y peripecias que demuestran que en el mundo todo cambia para seguir siempre igual.

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POESÍA

Vete sin decir nada

LOS PAISAJES INVISIBLES

Sabios, científicos y monstruos

ÁNGEL ORTUÑO

El movimiento hermoso es inevitable. No es que esté ocurriendo todo el tiempo sino que no es apenas. Ni la voz, ni los pasos. Las gotas de rocío en la hierba vistas bajo la luz de la neblina forman una tarántula dormida. Al fondo, blanco, quieto como un huevo cocido en aquella ensalada que recuerdas haber visto de niño, un débil sol deshace la mañana en avispas. Ángel Ortuño. Poeta, editor y profesor. Entre sus libros destacan Mecanismos discretos (2011) y Tu conducta infantil ya comienza a cansarnos (2017). El poema que publicamos es un guiño como homenaje al amigo que se fue el pasado 24 de septiembre.

EX LIBRIS

Kirtan Ganapati/ EKO

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ANTESALA

2 DE OCTUBRE 2021

IVÁN RÍOS GASCÓN

N

@IvanRiosGascon

ietzsche anotó en Más allá del bien y el mal: “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo”. Nietzsche y su clarividencia. El sabio que sucumbió, paradójicamente, a la locura. Su razonamiento tiene más de un significado: el que se asocia con un monstruo puede convertirse en otro. El que, por cuenta propia, ataca a los monstruos, se vuelve monstruo. El que combate a sus monstruos interiores puede transformarse en uno de ellos. El que ignora que es un monstruo, entabla una pelea desatinada porque el rival no existe, lucha contra un espejo. El portento docto, científico o ilustrado no está exento de la maldad que el poder despierta en el espíritu. Pensemos en Martin Heidegger, una de las mentes más prodigiosas de Occidente. Cuando se adhirió al nazismo y ocupó la rectoría en la Universidad de Friburgo (1933–1934), destruyó carreras y despeñó destinos, tan solo por saborear las delicias de la autoridad. Defenestró a sus alumnos Eduard Bumgarten (por su cercanía con el profesor judío Eduard Fränkel y, sobre todo, por su filiación con los intelectuales liberales) y Max Müller (por su afinidad con un grupo estudiantil católico). Con la misma saña, recomendó el despido del académico Hermann Staudinger por presunta traición a la patria, ya que este también tenía la nacionalidad suiza y, según Heidegger, manifestaba una firme oposición a las corrientes nacionales alemanas. Encima, declaraba que jamás empuñaría las armas por su país. A la postre, Staudinger recibiría el Premio Nobel de Química (1953). Pero el autor de El ser y el tiempo también separó a su mentor Edmund Husserl de las aulas de Friburgo, y no dudó en traicionar a Karl Jaspers. Guardó silencio cuando el Reich prohibió sus libros y lo echaron de la enseñanza: Jaspers no podía educar a las juventudes germanas por ser judío. El lado oscuro de Heidegger se había mostrado con anterioridad, siendo un joven e hipnótico maestro. Hannah Arendt lo percibió cuando fue su alumna y, no obstante, se enamoró de él; tildó a Husserl de pensador fuera de quicio en 1923, y Jaspers supo de las burlas que hacía de su trabajo, en concreto del ensayo La idea de universidad (1924). Elzbieta Ettinger describe su actitud: “No fueron su filosofía o su filiación política, sino sus principios y convicciones íntimas los que inspiraron sus acciones. Auténtico creyente en la misión espiritual de la superior raza aria germánica, se lanzó, como Adolf Hitler en Mein Kampf, a ‘recuperar’ lo que sus adversarios, con su ‘criminal estupidez’, habían echado a perder” (Hannah Arendt y Martin Heidegger). La inteligencia, cargada de enemistad, odio o egoísmo, e investida de poder, es perversa, es letal. Como rector, Heidegger se propuso abatir a quienes no pensaban como él (en lo político, ideológico, moral); fraguó la muerte intelectual de quienes consideraba enemigos del caudillaje y la reforma universitaria a modo con el nacionalsocialismo, desconociendo que la historia nunca olvida. Al final corrió con suerte. Jaspers y Arendt se ocuparon de exonerar al genio, culpando de esos errores a la nociva influencia de su esposa, Elfride Heidegger, supuesta responsable del delirio que lo poseyó en los convulsos tiempos de la locura nazi. Infamar al gremio, perseguir a los colegas, urdir el linchamiento y el asesinato moral por ambiciones personales o por pura malignidad, es un yerro que marca al insidioso de por vida. Para que el monstruo salve su prestigio o su pellejo al momento en que el poder se le vaya de las manos (el poder es transitorio, siempre se acaba: en 1945, Heidegger fue destituido de Friburgo y vetado de la enseñanza hasta 1951), no solo debe apostar a su buena estrella sino estar seguro de su intelecto. Cosa nada fácil. No cualquiera es un iluminado de la talla de aquel eximio maestro de Alemania.

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DE PORTADA

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La reconocida arquitecta mexicana Tatiana Bilbao habla sobre su idea del espacio público y el privado como espejos de la conciencia ambiental y social

“La ciudad del futuro es la ciudad del cuidado”

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LAURA CORTÉS FOTOGRAFÍA LUIS GARVÁN

ago sueños para la gente”, dice Tatiana Bilbao (México, 1972), una de las arquitectas mexicanas con mayor proyección internacional. Esos sueños han incluido la construcción de viviendas para refugiados en los Países Bajos; casas de interés social en Lyon, Francia; una sala de exposiciones en el parque Jinhua (cerca de Shanghai), proyecto convocado por el artista chino Ai Weiwei, con quien ha colaborado en otros dos proyectos: unas villas en Ordos, Mongolia, y una serie de intervenciones en la Ruta del Peregrino, en Jalisco. Sin importar la ubicación geográfica, sus propuestas han contemplado el aspecto social y ambiental. Su visión humanista está presente lo mismo en Bioinnova, en Culiacán, considerado “uno de los edificios sustentables más bonitos del mundo”; en las casas Ajijic, en Jalisco; o en el prototipo de viviendas sustentables y de bajo costo para comunidades pobres en México. “Hacer espacios por personas y para personas” ha sido el lema de Bilbao, también catedrática en universidades como Yale y Harvard. “El arquitecto siempre ha sentido que tiene la solución de cómo debe vivir el otro. Para mí, nunca ha sido así. Nunca he sentido que tengo el conocimiento suficiente para decir cómo puede vivir alguien más. Para diseñar necesito del otro y por eso diseño con el otro”, dice la urbanista,

reconocida con el Global Award for Sustainable Architecture y con el Architizer Impact Award, entre otros premios. ¿Cuáles son los desafíos actuales del urbanismo? Me gustaría aclarar que hasta ahora el covid no ha cambiado nada; sin embargo, ha puesto al rojo vivo las problemáticas y las carencias que tenemos como sociedad. Nos las ha puesto en la cara para que nos demos cuenta de lo que tenemos que hacer. Para mí, la ciudad post-covid (de la que tanto se habla) debe ser la ciudad del cuidado. Es vital que entendamos que el centro de la vida no puede ser, como lo es ahora, la producción. Las ciudades no van a morir porque están dedicadas a la producción; los que vamos a morir somos los seres humanos si no le damos vuelta a eso. El cambio climático es uno de los temas fundamentales. La ciudad post-carbono tiene que imaginar cómo sustituir el uso de combustible de carbono para transformarse, pero esa no es la única transformación que se necesita porque, aunque eso sucediera, estaríamos en una relación omnipresente con la producción. Todas nuestras relaciones son a través de un intercambio monetario; para satisfacer nuestras necesidades básicas necesitamos dinero: para comer, dormir, beber, para tener acceso a los servicios de salud. Hoy, la ciudad se basa en una ficción: para existir necesitamos producir; la ficción está en el hecho de que para producir necesitamos existir. Si no existimos no somos productivos. Tenemos que revertir ese proceso y generar plataformas para que el ser humano exista y después pueda producir.

Tenemos que cambiar profundamente la manera en cómo nos relacionamos. La arquitectura y el urbanismo por sí solos no pueden hacerlo, pero sí pueden ser la plataforma para lograr ese cambio. Actualmente, el urbanismo responde a la ciudad de carbono, diseñada para facilitar la producción. Todo se basa en producir más y mejor. ¿Cuál sería la estrategia para revertir ese proceso? El espacio doméstico es el centro de la transformación. El 70 por ciento del espacio construido en la ciudad corresponde al espacio doméstico. Es el corazón de la existencia del ser humano; por eso, de entrada, no debería tener etiquetas. Sin duda, el ser humano requiere de espacios íntimos, pero cada habitante debería ser capaz de determinar su propio espacio, con sus divisiones o no divisiones. Creo, como dice la escritora Silvia Federici, que la transformación no se va a lograr si no se empieza desde el punto cero y ese es la revolución doméstica. Para mí, reitero, la ciudad del futuro se llama la ciudad del cuidado y es aquella que pone el trabajo reproductivo y doméstico como el trabajo más importante y esencial en el planeta. Después, creo que debe haber un espacio que hemos perdido en las ciudades y es ese espacio vital donde se establece la comunidad, esos espacios comunes que la gente pueda utilizar para organizarse; espacios polivalentes, quizá un jardín, una

Me da mucho coraje pensar que en México se invierte en hidrocarburos

cocina, una biblioteca, un salón de clases, un taller. Hoy en día hablamos de espacios dicotómicos, completamente privados o completamente públicos. Nos falta entender cómo ir escalando espacios para ligarnos otra vez con el barrio y saber qué pasa en la cuadra, qué pasa en la colonia, y cómo esta nos conduce hacia ese nuevo orden social. Creo que las calles deberían volverse espacios para la gente. Ahora son cien por ciento para los coches. Toda la visión apunta hacia las banquetas, los pasos peatonales, la señalización. Cómo le hacemos al revés. No el coche; sí la gente. No estoy diciendo que vamos a regresar a la época de las cavernas y que ahora vamos a plantar huertos en las calles, pero sí creo que hay una nueva jerarquía que se vuelve más sustentable con el medio ambiente. ¿El coche va a desaparecer? Ojalá un día entendamos el daño que el coche le está haciendo al planeta. Sin ninguna duda, el coche debería desaparecer. Y va a desaparecer, pero no por una buena idea o por buenas intenciones. Va a desaparecer porque su uso se va a volver muy caro. En Europa ya es muy caro. Tiene muchos impuestos, la gasolina es carísima, estacionar el coche es imposible porque no hay estacionamientos y eso está desincentivando el uso del coche. Por desgracia, Estados Unidos no tiene esa misma filosofía, porque su economía está basada en el carbono. Veamos qué van a hacer para librar la contaminación y la relación con el medio ambiente. Si podemos generar estas ciudades entrelazadas con relaciones sociales,


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el coche se vuelve hasta un poco obsoleto. Lo vimos en la pandemia. Para los privilegiados que tenemos la oportunidad de trabajar en nuestra casa (no somos la mayoría de la población, ni de cerca, pero somos los que tenemos coches y contaminamos), el coche se volvió obsoleto. Por lo menos para mí. No lo necesito para ir a comprar el pan porque puedo ir en bicicleta, por ejemplo. Eso hizo que nos interesáramos más por nuestra localidad. ¿Cuál debería ser la estrategia de movilidad en las grandes ciudades? No veo el futuro si no se invierte en el transporte público y si no se apoya a los transportes más ligeros como la bicicleta, los patines, etcétera.

Me cuesta muchísimo trabajo entender cómo se piensa aún en hacer viaductos, ejes viales, en lugar de invertir en transporte público. Me da mucho coraje pensar que en México se invierte en hidrocarburos y en cosas que no apuntan al futuro, pero tampoco somos los únicos. El plan de infraestructura del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, por un lado, habla de volver al Acuerdo de París y de la reducción del carbono, pero por el otro lado plantea la ampliación de la infraestructura vial de forma muy importante. No sé a qué le está apostando. No hay camino al futuro si no se plantea una reducción del uso del carbono.

Eres pionera en proyectos de arquitectura sustentable. ¿Cuánto terreno ha ganado la sustentabilidad? En los últimos años se ha violentado el uso de la palabra sustentable. Es un término que se ha reducido a la relación con el medio ambiente, lo que veo como algo muy extraño, porque se nombra como si fuera algo ajeno a nosotros, cuando somos seres naturales, parte de la naturaleza. Un ejemplo claro son todos esos edificios calificados con certificaciones muy cuestionables (“el edificio más sustentable del mundo”), llenos de aire acondicionado, lejos de donde vive la mayoría de la gente que lo usa. Un edificio que no se engancha con la comunidad, que no aporta nada, no puede llamarse sustentable.

La ganadora del Premio Global de Arquitectura Sustentable en 2014.

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Me preocupa mucho el uso de la palabra “sustentable”. Me gusta más “sostenible”. Es lo mismo, pero la prefiero porque no se ha violentado tanto. Se refiere al uso eficiente de los recursos económicos, políticos, sociales y medioambientales, sin poner en riesgo nuestro futuro. Has dicho que la preponderancia del mundo financiero en la arquitectura ha tenido “resultados diabólicos”. ¿Cómo escapar de ese sistema? Yo no he escapado. Soy parte de ese sistema diabólico y soy esa que ha permitido perpetuarlo; lo vivo, lo establezco y, a veces, hasta lo celebro. No es posible desconectarse de él. Sin embargo, creo que la forma no es rechazar el sistema sino entenderlo, estar dentro de él y proponer una alternativa a través de la plataforma del mismo sistema. Eso es lo que estoy tratando de hacer. No tengo la respuesta, no creo encontrarla, pero voy a buscarla toda mi vida. Sin duda, podemos establecer plataformas para ir generando ese cambio. Crear una arquitectura que sea la plataforma para que cada uno pueda generar su existencia. ¿Cómo? Es la pregunta que me hago todos los días. Por eso he buscado aperturas en los sistemas económicos para ampliar la posibilidad de la gente a acceder a la vivienda; ampliar los sistemas de construcción para que la gente pueda relacionarse mejor con el medio ambiente; ampliar las posibilidades dentro de la construcción del espacio doméstico para que también existan esos espacios comunes que nos permitan existir. ¿Cuál es el papel de los ciudadanos en la reconfiguración de las ciudades? Hemos perdido la noción de ciudadanía. Tenemos el gobierno que tenemos porque no somos los ciudadanos que debemos ser. Así de fácil. Somos víctimas y victimarios. No hemos sabido reengancharnos con el concepto de que el gobierno es una representación de la sociedad. No es la clase política y la sociedad, como algo separado. Es igual que con la naturaleza cuando decimos: “estamos haciendo daño a la naturaleza”. ¡Bienvenidos! ¡Somos seres naturales! Hemos perdido la noción de representación y tampoco hemos sabido ser esos ciudadanos responsables que quieren un lugar mejor. Estamos sentados esperando, viendo qué hace el otro y creemos que nuestro único deber ciudadano es votar. Ser ciudadano es saber lo que necesitas, entender cómo gestionarlo, hablarlo con el representante que puede facilitarlo. Las democracias que funcionan son las que establecen como principio la participación y la representación. Es una necesidad urgente regresar a entendernos como ciudadanos. ¿Qué tan lejos estamos de lograr esa “ciudad del cuidado”? Mi Tatiana idealista dice que vamos para allá, mi Tatiana optimista dice que estamos en pausa, y mi Tatiana realista dice que no, que nunca vamos a llegar a ese camino.

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LITERATURA

2 DE OCTUBRE 2021

EL ATLAS DE PANDORA

Rebelde sin pausa Convertida en marca o mercancía, la subversión pierde toda fuerza moral

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ifícil olvidar aquel miedo, las miradas despectivas desde los pupitres, los temblores de pánico en el patio, las burlas, la vergüenza. Quieres pensar que resististe, que no cediste a las presiones de la jauría, que mantuviste tu criterio propio. Pero aún te quedan cicatrices de aquel ahogo en el cuello: el terror a no ser aceptada. En grupos numerosos te asusta nadar a contracorriente. Todavía luchas contra esa inercia que te empuja a callar tu desacuerdo, a disolverte, a no chirriar. La estridencia asusta cuando el consenso de la calle y los aquelarres virtuales amenazan a los disidentes del rebaño. Es duro mostrar oposición ante un grupo de personas coincidentes: de pronto surge un muro de aislamiento hostil y desmoralizador. Sin embargo, sabes que la unanimidad es solo aparente, el resultado de una serie de tensiones silenciosas que ocultan sin anularlas las diferencias íntimas. El psicólogo estadunidense Solomon Asch demostró en 1951 que los seres humanos nos sentimos frágiles frente a toda opinión abrumadoramente mayoritaria y tendemos a sumarnos a ella. En el experimento de Asch, unos estudiantes universitarios debían comparar la longitud de unas líneas rectas dibujadas en la pizarra. Todos en el grupo excepto uno eran cómplices del organizador y, por turno, señalaban sin dudar la respuesta equivocada. Por último intervenía el único observador inocente. Una y otra vez, el ensayo probó que las personas están dispuestas a contradecir lo que ven si quienes les rodean afirman lo contrario. Como decía provocativamente Chico Marx —disfrazado de Groucho— en Sopa de ganso: “¿A quién va a creer usted, a mí o a sus propios ojos?” Décadas después, nosotros, aparentemente iconoclastas y mordaces en las redes sociales, seguimos adictos al conformismo. Al leer ciertas bravuconadas virales, añoras el genuino desafío a las convenciones de los pensadores de la escuela cínica, como la griega Hiparquia, una de las primeras mujeres filósofas conocidas. Cuentan que en cierto banquete debatió con un hombre que, al quedarse sin argumentos, incapaz de replicar a sus palabras, le arrancó con rabia el vestido. Ella no perdió los nervios y miraba sin ningún rubor, desnuda, a los comensales. “¿Esta es la desvergonzada mujer que abandonó la lanzadera del telar?”, rugió su

IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN

oponente. “Yo soy —respondió Hiparquia—. ¿Crees que me equivoqué al dedicar mi tiempo no al telar sino a mi educación?” Los cínicos —en griego, los “caninos”— mendigaban para comer, dormían a la intemperie y hacían compañía a los perros de la calle. Era su forma de rechazar la propiedad, pues creían que la obsesión por poseer nos hace desgraciados. El secreto de la felicidad residía en necesitar poco. Sostenían que la riqueza se paga demasiado cara, con la moneda de nuestra libertad. “Mi patria es el anonimato y la

Los cínicos eran graciosos deslenguados, siempre dispuestos a sembrar dudas

pobreza”, escribió Crates, amante de Hiparquia. Menospreciaban aquello que la mayoría anhelaba, por eso escandalizaban a todos. Eran graciosos deslenguados, siempre dispuestos a sembrar dudas en sus contemporáneos con piruetas lógicas e ingeniosas audacias. Sus discursos se convirtieron en una auténtica diversión para los transeúntes atenienses. La suya era una filosofía humorística y descarnada; frente a la seriedad pomposa de los convencidos —con sus certezas grabadas a fuego—, ellos oponían el juego, el chiste y la ironía. En la monótona uniformidad de la globalización, vivimos paradójicamente cautivados por la figura del rebelde. Las pantallas hacen desfilar ante nuestros ojos un santoral de iconos subversivos, pero incluso ese culto al

inconformismo tiene una dimensión gregaria: políticos cuidadosamente díscolos para conseguir votos, mensajes publicitarios que transforman la revolución en un cliché para hacer caja, escándalos prefabricados para ganar audiencia, camisetas estampadas en serie con frases desafiantes y recetas de transgresión envasada. No nos dejemos engañar: la subversión no puede ejercerse desde el poder, ni convertirse en marca o mercancía. Cuando la irreverencia se ha vuelto irrelevante, debemos desconfiar de quienes pretenden que seamos dócilmente rebeldes.

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© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.


EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Camino a Macondo

Las primas

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A FUEGO LENTO Delparaíso

Doctor Jekyll nunca fumó piedra México, 2021

Gabriel García Márquez Diana México, 2021 541 páginas

Aurora Venturini Tusquets México, 2021 216 páginas

Juan del Val Planeta México, 2021 311 páginas

Cuál fue el camino que el escritor colombiano recorrió hasta llegar a Cien años de soledad, la novela que inauguró una era en las letras hispanoamericanas. Esta antología intenta ofrecer una respuesta no del todo categórica. Convoca así a los libros y relatos escritos entre 1950 y 1966: La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, Los funerales de la Mamá Grande, La mala hora y un puñado de ficciones en los que Macondo empieza a adquirir forma y consistencia.

Ambientada en la década de 1940, en la ciudad de La Plata, esta novela es el retrato de una familia disfuncional conformada por mujeres deformes, minusválidas o con discapacidad mental. La voz narrativa pertenece a una de ellas, convertida en una pintora exitosa luego de sortear la discriminación y el ostracismo. Sus palabras suenan como golpes de martillo, a ratos ensimismadas y en otras demoledoras, y no pasan por alto la sexualidad, las mitologías del barrio y las trampas del ascenso social.

Delparaíso es un lujoso fraccionamiento donde se levantan setenta viviendas, todas iguales, aunque lujosas y provistas de jardín y piscina. Es un sitio inexpugnable, vigilado por cámaras de seguridad durante las 24 horas del día, sinónimo de éxito social y financiero. Su aparente estabilidad oculta, sin embargo, a parejas y familias asaltadas por la tristeza, el miedo, la muerte y la inseguridad frente a los vaivenes de la vida. Una metáfora del aislamiento.

El gran Gatsby

No me tapes el sol

Valientes mujeres que abrieron brecha

F. Scott Fitzgerald Austral México, 2021 224 páginas

Eduardo Infante Ariel México, 2021 237 páginas

Varios autores Aguilar México, 2021 200 páginas

Obra maestra del escritor estadunidense, con Hemingway de los narradores más destacados de la “Generación perdida”, como la llamó Gertrude Stein. Ambientada en los “fabulosos años veinte”, de los que Fitzgerald fue una especie de cronista, cuenta el romance de Jay Gatsby por Daisy, su amor juvenil. Gatsby, un self made man, hizo una fortuna de modos poco claros; aunque Daisy ya está casada, acepta el cortejo de Gatsby. Ha sido llevada dos veces a la pantalla.

Cuando decimos cínico en el sentido original de la palabra nos referimos al filósofo que no admitía más potestad sobre su persona que la de la búsqueda de la felicidad. A su fundador, Antístenes, solo le movía la virtud, la verdad y la libertad. Este es el sentido que este volumen intenta explorar y, por qué no, hacer valer en una época en la que cínico es aquel que solo se deja llevar por una conducta inescrupulosa y despiadada, como el famoso lobo de Wall Street.

Artistas, científicas, mujeres de acción pasan por estas páginas. He aquí algunas de ellas: Sor Juana Inés de la Cruz (escritora), Amelia Earhart (piloto), Isadora Duncan (bailarina), Marie Curie (científica), Maria Callas (soprano), Mercedes Sosa (intérprete de folclor latinoamericano), Chimamanda Ngozi Adichie (escritora). Sus vidas son contadas en estas páginas por otras destacadas mujeres. Las ganancias del libro apoyarán a la fundación Save The Children.

Viajes subterráneos ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

L

a hoy llamada Ciudad de México no deja de excitar nuestra curiosidad con sus personajes truculentos y sus zonas llenas de vicios y costumbres infames. Esa es la mayor impresión que obtenemos después de la lectura de Doctor Jekyll nunca fumó piedra (Salario del Miedo), un libro que aprovecha la libertad de la crónica para explotar la veta documental del relato. Mario Panyagua procede a la vez como testigo y narrador, y aun como protagonista, de un tiempo que corre entre la década final del siglo XX y la Era del Bicho, apenas vislumbrada. Pero su mirada no se concentra en los cambios experimentados por una ciudad que devora a sus hijos sino en ciertas figuras que alguna vez ocuparon o cruzaron por su vida. En este sentido, Doctor Jekyll nunca fumó piedra es una galería de tipos humanos, generalmente reconocibles en los márgenes de la prosperidad económica: curas exorcistas acusados de asesinato, jóvenes con insólitos métodos suicidas, profesionales de las huelgas estudiantiles, parientes acosados por fantasmas salidos de un espejo, abogados marrulleros, ancianas que habitan paraísos artificiales, ladrones y asesinos a la caza de turistas, consumidores de crack habitando un barrio en el que cada día parece un viaje subterráneo… No ya con nostalgia o desazón sino recordando con una especie de sabiduría estoica a tales esperpentos —en el trono de los cuales debería hallarse un inmigrante haitiano a quien la discriminación racial y religiosa, y a quien seguimos a través de “Un demonio venido de África”, consigue transformar en un vendedor de drogas después de probar como cocinero en un tianguis—, así nos habla Mario Panyagua desde un escenario que ya no es el de la Raza, Cuitláhuac y sus alrededores pero del que conserva sus buenas y malas enseñanzas. En otro orden de cosas, Doctor Jekyll nunca fumó piedra traza una línea autobiográfica que podría calificarse como la carrera de un pícaro. Experimentando los oficios más diversos —lo mismo despachador de farmacia que aprendiz en un taller mecánico o ayudante de abogado—, a la manera del Augie March de Saul Bellow, y con un amplio historial de bueno-para-nada, Mario Panyagua encuentra al fin su vocación en la escritura. Atrás quedó, como él mismo escribe en “Una de vaqueros y de escarabajos”, la cauda de “rotundos fracasos y redondas vergüenzas”.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

2 DE OCTUBRE 2021

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

HUSOS Y COSTUMBRES

Aquellos años veinte ANA GARCÍA BERGUA

E

n los últimos meses hemos estado encandilados en la casa con una serie alemana que han pasado por cable: Babylon Berlin. Aborda con una especie de sabia desvergüenza el ambiente berlinés durante la República de Weimar en los años veinte, la década previa al surgimiento del nazismo. Es una serie policial pero también política. Un homenaje al teatro de Brecht, a Kafka, el cine de Murnau y de Fritz Lang, con todo y sus personajes atormentados, donde no hay puros: los comunistas arman desmanes y la policía de la ciudad los reprime y asesina, pero a su vez lucha contra la amenaza de la rebelión de un grupo de militares nacionalistas que odian a los judíos. Hay periodistas que publican los planes del ejército y nacionalsocialistas que destruyen periódicos, grupos de gángsters que se matan entre sí y financian películas —además de dirigir un cabaret, el

BABYLON BERLIN

Fotograma de la serie producida por Sky Cinema.

célebre Moka Efty—, hay nobles rusos exiliados y millonarios que especularán con la bolsa, e historias de amor conmovedoras. Junto a la alegría desbordada del baile y el arte vanguardista, la pobreza de la ciudad es atroz: las mujeres se venden y los niños padecen una miseria inhumana; la sordidez está retratada sin cortapisas ni melodrama, y también la solidaridad. Se vive el auge del psicoanálisis, la hipnosis y las drogas para aliviar los traumas de los soldados vencidos y muchos de ellos mutilados en la Primera Guerra Mundial, el rencor de la derrota, la aspiración nacionalista surgida del resentimiento y la sombra ominosa del nazismo llenando los huecos, el huevo de la serpiente de que hablaba Bergman en su película de 1977. Lo más impresionante es cómo toda esta complejidad se alcanza a observar en un tapiz sabiamente dosificado por la trama policiaca. Las actuaciones y en especial el trabajo de arte son magistrales; la música, las

películas escenificadas, todo remite a ese arte expresionista extraordinario con vueltas de tuerca muy inteligentes. Las plataformas no la pasan en México, es una desgracia, pero mientras pasó por cable estuvimos encandilados. ¿Cuándo podremos ver nuestra historia representada así, sin concesiones al melodrama y con atrevimiento estético? ¿Qué productor se lanzará a conseguir muchos fondos para realizar unos años veinte mexicanos con su banda del automóvil gris, con guerra cristera, obregonistas, callistas y asesinatos de Huitzilac, una Ciudad de México que despierta al nuevo siglo con la radio y el cine, artistas vanguardistas y nacionalistas, y facciones poniéndose de acuerdo para formar aquel partido único con rey sexenal? ¿Se imaginan? Sería realmente apasionante, pero solo bien hecho, desde luego, no solo con dinero sino muchísimo talento e intuición.

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CAFÉ MADRID

La feria que no es

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esparramados en un chester rojo, el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince y el expresidente español Felipe González charlan ensimismados, mientras la gente que pasa a su alrededor los mira de reojo o les toma fotos. No es, por el momento, una conversación pública. La están videograbando para luego difundirla en las redes sociales de una revista de libros. Más allá, encerrada en una caseta, una autora de bestsellers firma sin parar ejemplares de sus voluminosos libros a sus decenas de admiradores que aguardan su turno en una larga cola. En el pabellón del país invitado, decorado con una ristra de clichés folclóricos de colores chillones, cuatro autores desconocidos (dos hombres y dos mujeres, porque la paridad manda en estos tiempos) explican a un público desnutrido lo que, según ellos, es la “nueva literatura” de su país. A diferencia de los grandes grupos, las editoriales independientes comparten casetas y en una sola llegan a “convivir” cuatro sellos literarios. El precio de los libros es apenas unos centavos menor que en las librerías de barrio o en las grandes superficies. Y, para colmo, el cielo amenaza con dejar caer un chubasco. Desde hace 80 años la llaman Feria del Libro de Madrid, pero en realidad no es más que un mercadillo de libros al aire libre, en medio de un parque urbano. España es la primera potencia editorial del mundo hispano y, sin embargo, no posee ni una sola (¡ni una sola!) feria del libro a la altura de las grandes del mundo (Frankfurt y Guadalajara). Madrid cuenta con un recinto ferial

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA EFE

enorme y bien equipado, donde cada año se dan cita la industria de la moda, la gastronomía o hasta la de la construcción, pero nunca se llena de libros, editores, autores y lectores. ¿Para qué? Total: a ellos, ya sea en la capital o en cualquier provincia de este país, solo les gusta recorrer un puñado de puestos amontonados en una plaza pública, un parque o una calle. ¿Hacer presentaciones de libros, mesas redondas, debates, homenajes, entregas de premios, congresos? Qué va: lo importante es vender algunos

No es más que un mercadillo de libros al aire libre, en medio de un parque urbano

ejemplares o, bueno, alguna cosilla de esas puede hacerse, en formato cutre y a medio gas, adentro de una carpa. Y si hace mucho calor o si llueve, pues.., ¡ya estará de Dios! El año pasado, como tantas otras en todo el mundo, la Feria (que no es) del Libro de Madrid se canceló debido a la pandemia. ¿Se aprovechó la “oportunidad” para reinventarse? Solo para reducirse y hacer desfiguros. El Paseo de Coches, donde se instalan las casetas, es una arteria que atraviesa todo el ancho del Parque del Retiro. Pues bien, este año se decidió ocupar únicamente la mitad del espacio, dejando fuera a algunas editoriales y librerías. Como la de 2021 es una edición redonda (la número 80) se pensó que el invitado debía ser “un país hermano”. Colombia aceptó y optó por traer una

Aspecto de la Feria del Libro de Madrid 2021.

delegación de escritores “neutros” (y casi desconocidos). Claro, muchos declinaron la invitación porque un autor y su obra se distinguen, precisamente, por no ser neutros (y si quieren criticar a su actual gobierno, tienen todo el derecho de hacerlo). Por si todo esto fuera poco, también se decidió vallar el Paseo de Coches, dizque para controlar el aforo de gente y mantener la “distancia de seguridad”. De manera que, si las colas para las firmas de los bestsellers eran enormes, el espacio se saturaba de inmediato y quien quisiera acceder tenía que formarse durante varios minutos (incluso horas, si era sábado o domingo). Las cámaras de televisión de los noticiarios grababan esas largas filas y sus reporteros se jactaban: “miles de personas abarrotan la Feria del Libro de Madrid”. Pero, ¿si hay mucha gente, hay muchas ventas? Las cifras dicen que no. Según el balance oficial de los 17 días de mercadillo librero, este año se vendió 10 por ciento menos que en 2019. Lo bueno es que, también según las cifras oficiales, durante la pandemia (y, sobre todo, durante el confinamiento), aumentó la venta de libros y el tiempo de lectura y, gracias a eso, el sector editorial no se ha visto tan perjudicado durante esta crisis sanitaria. Y, por fortuna, en los últimos meses han surgido nuevas librerías independientes por toda España. En fin, siempre nos quedarán los festivales literarios. O no. ¡La erupción de un volcán ha impedido la realización del Festival Hispanoamericano de Escritores (con México como país invitado)! Bueno, ante la adversidad: los escritores a escribir y los lectores a leer.

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