Laberinto No.958 (23/10/2021)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

ENTREVISTA

FERNANDO ZAMORA

GUADALUPE ALONSO CORATELLA

El mismo, el otro, Felipe Cazals

Arnoldo Kraus: las razones del suicidio

Foto: Universidad de Guadalajara

Foto: Naomi Antonio

SÁBADO 23 DE OCTUBRE DE 2021 AÑO 18 - NÚMERO 958

Terence Blanchard: cambio de rumbo en la MetOpera José Juan de Ávila/ FOTOGRAFÍA: HENRY ABENEJO


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ANTESALA

23 DE OCTUBRE 2021

EN EL BANQUILLO

Tiempos

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TEDI LÓPEZ MILLS

n el Canto II del Purgatorio más de cien almas en una barca descienden a la playa y se agolpan en torno a Dante. Una se acerca para estrecharlo y él intenta rodearla con sus brazos, pero solo envuelve a su propio cuerpo: las sombras son vanas salvo para la vista. El traductor de mi edición de la Comedia, Ángel Crespo, señala en una nota que el asunto de almas incorpóreas en el Purgatorio y de algunas tangibles y corpóreas en el Infierno puede sugerir contradicciones, “pero, en realidad, no las hay, pues todo depende de una razón puramente poética: la que deriva de la oportunidad… que es la que verdaderamente cuenta en un escrito poético”. En el Canto IV el sol ha ascendido “cincuenta grados sobre el horizonte”. Son alrededor de las nueve y media de la mañana; hace tres horas y veinte minutos que Dante y Virgilio salieron del Infierno. Deben subir por un camino angosto en el peñasco, entre rocas que los cercan de ambos lados. Cuando lleguen a un lugar descubierto, Dante le preguntará a Virgilio hacia dónde van a dirigirse. Están en la segunda terraza, la región de los indolentes. El carro de la luz los ilumina por la izquierda. Algunos espíritus reposan perezosos entre las piedras. Los poetas tienen que seguir escalando el monte. Son las doce en el Purgatorio. He leído alrededor de quinientos cincuenta y tres versos a lo largo de veintisiete páginas. Tomo notas para no perderme ninguno de los detalles que luego le contaré a mi interlocutor como si yo fuera una experta. Intento inútilmente deducir el español del italiano. Hay palabras inequívocas: montagna , aspetto , passaggio, matera. Cuando me topo con ellas me invade la súbita emoción de que en el fondo entiendo el idioma; solo me toca escarbar en mi lengua para que surja la otra como un palimpsesto blanco en una superficie oscura. Son las seis con cincuenta y cinco minutos de la mañana y aún no se oyen ruidos. Mis dos gatos ya dejaron de corretearse. Vivo en una zona de matices donde ciertos hechos a veces son legales, aunque también inmorales o incluso viceversa, según el día y los acontecimientos. No quiero perderme el hilo de la historia que siempre está a punto de comenzar. El señor anuncia que se ha demostrado científicamente que no existen las razas; por lo tanto, el racismo resulta inconcebible. “Lo que hay es culturas”. También alude a la desmemoria de los súbditos. El señor es muy listo y le complace mucho la ciencia. Sus dogmas me confunden; finjo que los comprendo para no llamar la atención de las numerosas autoridades explícitas e implícitas. Ahora exige que salgamos a revocarlo. En mis notas del Purgatorio dibujo una ruta muy simple que desemboca en un lago junto a una torre. Dos figuras de palo juegan a los dados en una orilla. Escriben frases en el lodo: si no tiene pies, no tiene cabeza, si no tiene ojos, no tiene boca, si no tiene miedo, no tiene corazón. Nada las inquieta todavía. Son como las palomas en la pastura: “tranquilas, sin orgullo y rebatiña”.

Hace tres horas y veinte minutos que Dante y Virgilio salieron del Infierno

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El apando. Dirección: Felipe Cazals. México, 1976.

HOMBRE DE CELULOIDE

Dos opiniones en torno a Felipe Cazals

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA CONACINE

n La aventura del cine mexicano y todas sus secuelas (esa auténtica librería indispensable para estudiar al cine nacional) el investigador Jorge Ayala Blanco expresa en torno a Felipe Cazals dos opiniones de muy distinta naturaleza. Por una parte, el crítico reconoce en el realizador a un autor cardinal, a un cineasta sin el cual el arte en nuestro país hubiese sido otro. Las primeras películas del realizador, las que produjo cuando volvió de estudiar en Francia, son para Jorge Ayala Blanco “una conquista”. El crítico atribuye a Cazals la introducción en México de una nueva forma de hacer cine que resulta, por fin, inteligente, moderna y personal. “Explora la forma”, dice. Y “la poesía en el cine”. Ayala Blanco lo compara con los autores del cinéma-vérité ni más ni menos. “Todo hablaba bien de Cazals”, afirma en La búsqueda del cine mexicano. Sobre la película Emiliano Zapata de 1970 escribe que en ella parece “haber reencarnado el espíritu del historiador John Womack”. En otra parte, tomando ideas de Ortega y Gasset, Ayala Blanco afirma que La manzana de la discordia, de 1968, es un filme irrepetible en el cual subyace una intuición predominante: “el espíritu de las formas ha muerto. Quedan los pliegues y las articulacio-

nes del lenguaje”. Sin embargo, conforme va avanzando en su minucioso análisis del cine mexicano, la imagen de Cazals comienza a cambiar. No deja de reconocer en él a un artista capital. Elogia siempre a uno de sus guionistas, Xavier Robles, quien en la oscuridad de los años de López Portillo consiguió sortear la censura con Bajo la metralla de 1983 y Los motivos de Luz de 1985. Aun así, en La disolvencia del cine mexicano, Jorge Ayala Blanco se lanza con toda violencia contra Felipe Cazals y espeta de modo despectivo que era una vaca sagrada del cine oficial. ¿En qué se basa el crítico de cine para lanzar una acusación tan seria contra un autor que en su obra produjo tanta crítica social? La respuesta está en otro libro importante en el estudio del cine nacional. En José Revueltas, obra cinematográfica, coordinado por Francisco Peredo y Carlos Narro, el mismo Peredo (en la sección “La dramática fílmica de José Revueltas”) cita una entrevista que hizo en 1994 Leonardo

Es una obra que denuncia las injusticias que se cometían en los años de La Guerra Sucia

García Tsao a Felipe Cazals. En ella el cineasta afirma que El apando pudo filmarse gracias a que él aprovechó un auge, un espíritu, una franja de libertad de expresión que propició el sexenio de Luis Echeverría. Es decir, Felipe Cazals, quien a su muerte merece todos los elogios de un grande del arte mexicano, reconoce que pueda identificársele con un “alineado” con el régimen echeverrista si bien especifica que lo hizo para usar a su favor la intención gubernamental de curarse en salud luego de los excesos de 1968. Este pequeño contraste en torno a las opiniones que despertó Felipe Cazals permite apreciar la importancia de un artista cuyas obras principales hoy pueden verse de modo gratuito a través de la plataforma YouTube. Las Poquianchis, El apando y Canoa fueron, todas, estrenadas en 1976. Y de modo muy particular El apando resulta esencial si se quiere aprehender el modo en que Cazals se unió al Nuevo Periodismo para producir, con base en un riquísimo texto de José Revueltas y guion de José Agustín, una obra que denuncia las injusticias que se cometían en los años de La Guerra Sucia. El apando es una película cardinal si se quiere entender a Cazals, este artista que pudo usar al Estado para devolverle un retrato devastador.

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ANTESALA

23 DE OCTUBRE 2021

ESCOLIOS

POESÍA

Palabras LUCÍA RIVADENEYRA

Ramón: no nací en Jerez ni tengo una beata dentadura ni un temible luto ceremonioso ni dialogo con pájaros locuaces ni soy una efusiva penitente. Solo soy tu lectora y al ir tras tus palabras sospecho tus apuros que me causan calosfríos ignotos. Puedo decir, sin culpa, que conozco el mar y, sí, es menos grande y menos hondo que el pesar. A veces siento hormigas en la sangre, pero nunca rondo el confesionario. Me deshice de azahares y de lágrimas y descubrí la senda milagrosa. Ramón: si no te importa tanto viaje, ven. Ayúdame a regar palabras en mis plantas.

EX LIBRIS

Meditar/ EKO

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Provecho de Montaigne ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

l lenguaje estridente de la pugna política contemporánea contagia, pasa de la pantalla de la computadora a la comida familiar o a la alcoba, y uno se pregunta cómo amansar esa inflamable dictadura de la diatriba. En su libro La diplomacia del ingenio. De Montaigne a La Fontaine (Acantilado, 2011), Marc Fumaroli señala que, durante la época del clasicismo francés, los diversos géneros prosísticos, nuevos o menores, como el ensayo, los epistolarios, las memorias o el aforismo, se convirtieron en un modelo de conversación social. En efecto, este tipo de escritura no solo imitaba los giros de la charla entre personas honestas, sino que establecía patrones sociales para esa actividad. Como la buena conversación, la prosa debía ser clara, precisa y servir para orientar el buen uso de la lengua, socializar, negociar y llegar a acuerdos esenciales. Para Fumaroli, en un ambiente altamente polarizado, estas formas prosísticas abiertas sirvieron para promover el entendimiento y la civilidad y para hacer de una sociedad dividida por las guerras sucesorias y de religión un paradigma de universalidad. Los grandes prosistas crearon una manera de discutir y un arte de la conversación (al hablar es posible conocer y entender, no necesariamente avalar, distintos argumentos) que sería esencial para la vida civil francesa y europea. Con este termómetro estilístico y esta modalidad de charla, la nación francesa logró dirimir temporalmente sus diferencias y convertirse en una de las cunas de la Ilustración. Montaigne es definitivo en esta constelación de autores. Este hombre, aquejado por la muerte de su mejor amigo y único interlocutor, se refugia en la escritura y la vuelve un vehículo idóneo para proseguir la conversación. Inventa entonces un género curativo que evita el aislamiento enajenante, la melancolía destructora o el fanatismo furioso y que aspira a la comprensión del otro, mediante la observación de sí mismo y la confidencia de buena fe. El énfasis en el “yo” de Montaigne constituye, más que una expresión de egocentrismo, una apelación a la unidad de lo humano, una búsqueda de coincidencias en los terrenos poco explorados de la vida ordinaria y la conciencia, una urbanidad literaria y vital que busca evitar tanto el monólogo flamígero como el griterío ininteligible. Montaigne se vuelve empático mediante la más penetrante introspección y la más valiente (y elegante) confesión. Así, la prosa sociable, como el ensayo, cauteriza heridas, rehace tejidos y tiende puentes, al renunciar al soliloquio militante o pedagógico. “Yo no formo al hombre, yo lo cuento”. Al presentarse sin máscaras, de cuerpo entero, Montaigne trata de propiciar un encuentro que no se base en la creencia heredada o la opinión infundida, sino en la autenticidad y la libertad interior. Creo, acaso ingenuamente, que la mesura, ingenio y capacidad de apertura de Montaigne, en su tiempo y ahora, pueden ayudar a apaciguar ánimos y acercar voluntades e inteligencias.

La prosa sociable, como el ensayo, cauteriza heridas, rehace tejidos y tiende puentes

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DE PORTADA

23 DE OCTUBRE 2021

Terence Blanchard es el primer músico negro que escribe una obra para la MetOpera de Nueva York. Presentamos una entrevista exclusiva para México

“George Floyd fue el hombre que cambió todo en este país”

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JOSÉ JUAN DE ÁVILA FOTOGRAFÍA KEN HOWARD/ METOPERA

anador de cinco premios Grammy y autor de la música de casi todas las películas de Spike Lee, Terence Blanchard (Nueva Orleans, 1962) se convirtió el pasado 27 de septiembre en el primer compositor negro en llevar su obra al escenario de la Metropolitan Opera House de Nueva York: Fire Shut Up in My Bones, un drama basado en las memorias del periodista Charles W. Blow. Para él, “hacer historia” es un honor abrumador, pero aclara que solo buscó contar una historia universal desde el punto de vista de la comunidad negra, con el ADN del jazz. En entrevista exclusiva para Laberinto y América Latina, Blanchard considera que llegar al escenario de la MetOpera se debe a la muerte de George Floyd el 25 de mayo de 2020, como consecuencia de la brutalidad policiaca y el racismo, que cambió muchas mentalidades en Estados Unidos. Y, honesto, subraya que antes que él hubo otros compositores negros que merecían el honor. Fire Shut Up in My Bones, segunda ópera de Blanchard después de Champion (2013) y protagonizada por Will Liverman (Charles Blow adulto), Walter Russell III (niño), Angel Blue y Latonia Moore, bajo la batuta de Yannick Nézet-Séguin, se transmitirá este sábado 23 de octubre en la serie MetOpera Live in HD a más de 70 países, incluyendo México, donde podrá disfrutarse en el Auditorio Nacional. Desde su hotel frente a Central

Park, el jazzista y trompetista, cuya vida ha estado desde niño ligada a la música, pues su padre era tenor, dice tener más influencia de Giuseppe Verdi y Giacomo Puccini que de George Gershwin, quien estrenó Porgy and Bess un 30 de septiembre (1935), el mismo día que ocurrió esta conversación sobre su nueva obra comisionada en 2019 por la Opera Theatre of Saint Louis. Después de ganar cinco Grammy, de componer la música de casi todas las películas de Spike Lee, ¿qué significa para usted “hacer historia” al convertirse en el primer compositor negro en estrenar una ópera en la Metropolitan Opera House de Nueva York? Es un honor abrumador. Estoy lleno de sentimientos encontrados y muy emocionado con la idea de ser el primer compositor negro en hacerlo, aunque no me considero el más calificado. Hubo muchos compositores negros antes que yo que merecían este honor, como William Grant Still, Hale Smith, Roger Dickerson, Howard Swanson. Estoy contento de que la MetOpera esté revirtiendo esas omisiones al abrirse a otros compositores de color, a voces diferentes y a mujeres. Usted decía que Champion era “opera en jazz”, no “jazz opera”. ¿Qué pasa con Fire Shut Up in My Bones, su segunda ópera? ¿Es algo más, una evolución en la ópera estadunidense contemporánea? No. Supongo que es ópera en jazz. No uso ese término porque esté tratando de hacer lo que la mayoría de los compositores hacen al emplear el folclor y todo a su disposición para contar una historia. No hay momen-

tos con big band de jazz tocando durante First Shut Up in My Bones, sino que uso el fraseo, las progresiones armónicas y en algunas ocasiones los patrones rítmicos. Utilizo el ADN del jazz para contar una historia. Stravinski usa a veces canciones folclóricas y en otras las bases de estas ideas armónicas, pero va más allá con ellas. Así que yo trato de hacer lo mismo. El jazz es más que mi columna vertebral; es quien soy. Solo así tiene sentido para mí usar estos colores y tonos en mi composición. ¿Qué cree que haya cambiado en la MetOpera, que antes no abría sus puertas a compositores negros, como William Grant Still, o incluso a mujeres? Apenas hace un par de años encargó óperas a Missy Mazzoli y Jeanine Tesori. George Floyd fue el hombre que cambió todo en este país. Fue muerto mientras era grabado en video, y mostró a mucha gente lo que por generaciones ha pasado a la gente de color en este país: cómo hemos sido maltratados, incluso por las fuerzas de la ley. Así que pienso que eso abrió los corazones y las mentes de mucha gente, que ahora está tratando de hacer cambios sustanciales en sus organizaciones. Peter Gelb (director general de la MetOpera) reconoció lo que le ocurrió a George Floyd y está tratando de hacer lo correcto. Igual que Champion, Fire Shut Up in My Bones está basada en una persona afroestadunidense viva, el periodista Charles M. Blow. Champion, de 2013, seguía

“La inseguridad hace reaccionar a la gente contra aquellos que no lucen como ella”

al boxeador Emile Griffith, quien murió un mes después del estreno. ¿Por qué componer óperas sobre personas vivas? Siempre tratamos de admirar y honrar a personas que ya no están con nosotros. Pensé que al escribir cada ópera para honrar a alguien vivo tengo la oportunidad de llevarle flores y respeto mientras está aquí. En el caso de Charles Blow, su nivel de éxito es un testamento de cómo puedes superar todo. Me gusta la noción de que la gente joven que quizá atraviesa por una situación similar a la de Charles Blow puede venir a ver mi ópera y ver que todo es posible para revertirlo. ¿Cómo fue su colaboración con la cineasta Kasi Lemmons en la concepción del libreto? Fue asombrosa. Conozco a Kasi desde hace años y cuando nos encontramos la primera vez ella dijo que quería escribir el libreto de una ópera. Y cuando llegó el momento de conversar sobre Fire Shut Up in My Bones, la llamé y le pregunté si quería hacerlo y aceptó de inmediato. Nuestra relación de trabajo fue genial porque no me interpuse en su camino, simplemente dejé que escribiera el libreto y una vez terminado, hicimos cambios mínimos. En la mayor parte solo lo veía y escribía la ópera a partir de él. ¿Cómo fue su colaboración con James Robinson, quien con Fire Shut Up in My Bones es el primer director de escena negro a cargo de una gran producción en la MetOpera? Fue genial trabajar con Jim Robinson, también con Camille A. Brown, codirectora de la puesta en escena. Jim es el primer afroamericano a cargo de una producción en la MetOpe-


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ra. Fue asombroso atestiguar cómo trabajaban juntos, porque se complementan muy bien. Robinson es también coreógrafo. ¿Por qué la coreografía es tan importante para usted en sus óperas? Porque también tiene algo que decir en la historia. Quiero usar en el escenario todo lo que está a mi disposición. Así que la coreografía puede ayudarme a decir las cosas que la música no puede y el movimiento del cuerpo no es solo danza, sino cómo los actores se mueven para llegar a sus papeles. Este 23 de octubre, Fire Shut Up in My Bones podrá verse en vivo en 70 países, incluyendo México, gracias a la serie MetOpera Live in HD. ¿Siente mucha responsabilidad por eso? No siento mucha responsabilidad. Solo quiero contar una historia. Y creo que la mayoría de la gente que participa en esta producción quiere hacer lo mismo. Solo requieres una buena oportunidad para desplegar tus talentos. No siento presión porque sé que el talento en el escenario será increíble. El título del libro de Blow que retoma en su ópera, Fire Shut Up in My Bones, procede de la Biblia, del profeta Jeremías. El góspel también forma parte de la cultura negra. Para usted, ¿qué tan importante es la religión como artista y activista? Siempre ha sido parte de mi vida y la base de cómo he vivido. Así que supongo que es muy importante pero no es algo en lo que esté pensando. Lo más importante es que es una historia universal que pasa por ser contada a través de la óptica de nuestra comunidad, para gente de cualquier raza que lucha

con el hecho de sufrir abusos. Espero que sea una obra inspiradora para aquellos que luchan contra eso. Fire Shut Up in My Bones aborda la identidad sexual al igual que el racismo en Estados Unidos contra los afroamericanos. Dos grandes problemas al mismo tiempo. ¿Por qué son importantes para usted? Porque la intolerancia hacia personas que son diferentes es estúpida. En este mundo tenemos el debate intelectual sobre la aceptación y la tolerancia, pero la aplicación práctica no parece nunca existir porque la inseguridad hace reaccionar a la gente contra aquellos que no lucen como ella o no se escuchan como ella o no proceden de sus comunidades. Y pienso que hemos pasado mucho tiempo en eso y necesitamos un cambio. Así que si puedo ayudar a aquellos ciegos por sus prejuicios, en la medida de abrir sus mentes y corazones, que así sea. Entre arte y activismo, ¿cuál cree que sea el más eficiente para cambiar el mundo? No lo sé, porque no soy un político. Sé que las leyes ayudan a cambiar las cosas en el mundo. Y sé que el arte ayuda a cambiar mentes y corazones que quizá cambiarán las leyes. Así que creo que ambas son importantes porque tratan con diferentes aspectos de nuestra existencia diaria. Hace 15 años entrevisté a la Premio Nobel de Literatura Toni Morrison, quien afirmó que la cultura en Estados Unidos fue construida por la cultura negra y que todos los movimientos civiles pasan por la gente negra ¿Qué opina al respecto? Tiene razón. Hay muchas cosas en la

cultura de Estados Unidos que salieron de la comunidad negra. Pero estoy aquí para contar una historia sobre Charles Blow. Estoy aquí para mostrar a la gente lo que tenemos que soportar y superar y cómo con él todavía vivo puedes ver el nivel de éxito que ha obtenido y eso dice mucho por sí mismo. Se cumplen 86 años de la ópera de George Gershwin Porgy and Bess. ¿Gershwin y su obra influyeron en usted? No, Gershwin no tuvo influencia en mí. Puccini y Verdi fueron influencias en mis composiciones operísticas. Trabajó en las bandas sonoras de casi todas las películas de Spike Lee. ¿Cuál disfrutó más y por qué? Es difícil decir porque creo que todas son un momento en el tiempo de nuestro desarrollo como artistas. Malcolm X fue extremadamente importante. Pero veo todas como valiosas, porque todas tratan sobre la condición humana y cómo celebramos nuestras diferencias y cómo las apreciamos. En 2023, la MetOpera presentará otra ópera de un compositor negro, X: The Life and Times of Malcolm X, de Anthony Davis. ¿Qué le diría a Davis sobre su experiencia con Fire Shut Up in My Bones en la MetOpera? Todo el staff en la MetOpera ha sido increíble, todos han sido entusiastas y serviciales. Los mismos artistas han sido fenomenales. Pero lo más importante es que la gente ha venido a apoyar la ópera y de una forma que implica una declaración sobre hacia dónde debería ir la ópera. Algunos periodistas escribieron que quizá sea la más diversa audiencia que vieron en una producción de la MetOpera.

Una escena de la ópera Fire Shut Up in My Bones, que se transmitirá este sábado en la serie MetOpera Live in HD.

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Cuando compuso Fire Shut Up in My Bones, ¿pensaba que era para una audiencia tan diversa, o para mostrar la cultura negra a la gente blanca, o para mostrar la cultura negra a los propios afroamericanos? Reitero: es una historia universal que puede contarse desde cualquier punto de vista. Estamos contándola desde el punto de vista de nuestra cultura. Crecí en Louisiana. A veces me ofendo cuando la gente trata de insinuar qué significa una ópera negra en el escenario porque no se da cuenta de lo que está diciendo. Me dicen que no debería ver a Verdi o a Puccini, y esa noción es lúdica. Todas sus historias pasaron la prueba del tiempo porque son universales y cada uno puede encontrar algo en esas historias que signifique algo en su vida. Y creo que eso pasa con Fire Shut Up in My Bones que, aunque es contada desde nuestra perspectiva, es para que cualquiera pueda experimentarla. Ramiro Peralta, gran fan de usted, me pidió que le preguntara qué opina sobre la evolución del jazz en el siglo XXI. Si le gusta el trabajo de Christian Scott, Kamasi Washington, Thundercat, Jon Battiste o Robert Glasper. Los tipos que me gustan son Walter Smith III, Ambrose Akinmusire, Fabián Almazán, John Clayton, Taylor Eigsti… Son los tipos que pienso que están diciendo algo y tienen muchísimo que ofrecer, extremadamente creativos y brillantes en sus acercamientos a la música. Así que si quieres comenzar a escuchar a estos tipos, vas a comenzar a comprender qué estoy tratando de decirte. Tienen muchas cosas que decir.

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BIOÉTICA

23 DE OCTUBRE 2021

ENTREVISTA

La máxima expresión de autonomía Arnoldo Kraus conversa sobre el suicidio y la libertad individual, ejes del libro que coordina

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e teje para vivir, se teje para morir; se deshilacha para morir, se deshilacha para vivir. ¿Por donde empezar?”, se pregunta Arnoldo Kraus en el exordio al libro Suicidio (Debate, 2021). Tomando como principio esta actividad ancestral del ser humano, la de tejer, el médico y escritor configura la trama de esta obra donde una veintena de voces reflexionan desde diversos ámbitos en torno al final de la vida. “El suicidio”, afirma, “reúne muchas ideas, razones, sinrazones, pensamientos filosóficos, sociales. Es un tema que le compete a todos, sin distingo de educación, nivel socioeconómico, religión, color o continente. Es un tema universal”. Sociólogos, médicos, psiquiatras, antropólogos, escritores, científicos, conforman esta urdimbre que abre espacios para ahondar en una realidad que en muchos ámbitos se ha evadido, que es tabú. La vida en general y, en este caso, el final de la vida, requiere del sustento de un marco bioético. Sin embargo, hay pocos avances, comenta Arnoldo Kraus, quien refiere que “el mundo está absolutamente enfermo, el mundo y la sociedad. Los modelos que conocemos han fracasado. Más de la mitad de la población vive en extrema pobreza. Si algo lo puede salvar es la bioética, la bioética laica. Cuando hablamos de éticas, por ejemplo, religiosas, se hacen separaciones entre judíos, católicos, musulmanes. Eso ha sembrado más problemas que beneficios. Conmino a los religiosos o fanáticos a que se mantengan en su posición y respeten, en temas tan ríspidos como el suicidio, a los que no somos religiosos”. En Modernidad líquida, Zygmunt Bauman asegura que el “corto plazo” ha reemplazado al “largo plazo” y ha convertido la inmediatez en ideal último. La mayoría de los hábitos aprendidos para enfrentar la vida han perdido toda utilidad y sentido. Para Kraus, “el individuo está sujeto a una gran desinformación o falta de información adecuada. Habita en ese mundo líquido que refiere Bauman, donde todo se escurre entre las manos y encuentra difícil colocarse en lugares adecuados”. Thomas Szasz, en Fatal Freedom, habla del suicidio como un aspecto de la condición humana, del derecho de las personas a elegir las circunstancias de su propia

GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA NAOMI ANTONIO

El médico y escritor. Miembro del Seminario de Cultura Mexicana.

muerte. Sostiene que la medicina ha enajenado la libertad y la voluntad de quien opta por el suicidio a través de la medicalización de la vida. Kraus explica: “Medicalizar la vida quiere decir convertir a la gente que no está enferma en un enfermo, hacer que un síntoma se convierta en enfermedad y medicar, medicar. Al hacerlo, la medicina tiene una gran ascendencia sobre la población. Cada vez hay más clínicas antienvejecimiento que ofrecen una serie de seguridades ante la vida con tratamientos no comprobados científicamente, pero con gran injerencia. La gente no acepta el caminar de la vida, el envejecimiento; no sabemos que la muerte es parte de la vida como sucede en otras culturas. Sería mejor medicalizar la muerte, ayudar a morir o entender el suicidio. Hay que darle a la persona su valor como individuo. El suicidio es la máxima expresión de autonomía.

Roger Bartra reflexiona sobre la moral del suicidio, sus aspectos sociales. ¿Podría afirmarse que el temperamento de un pueblo, las pasiones colectivas y las energías morales, son causa de la decadencia de las sociedades? No, no es que la sociedad te orille a suicidarte, pero la sociedad contemporánea es poco amigable, poco presente en cuanto a abrazar a las personas. Con el covid-19, los suicidios se han disparado porque se incrementó la soledad, las deudas económicas, la incertidumbre ante el futuro. No diré que la sociedad te invita a suicidarte, pero una sociedad tan enferma desatiende a su gente, no le ofrece lo que necesita. Por supuesto, los culpables son los jerarcas de los Estados, los dueños del poder. Si hay otra enfermedad en el mundo son los políticos. La Organización Mundial de la Salud reporta al suicidio como una de las cinco causas de mortalidad y la segunda entre personas jóvenes, con 800 mil muertes a nivel mun-

dial. Esto nos habla de un problema complejo en distintos niveles. ¿Qué dilemas enfrentamos? Cada quien es dueño de su vida y la decisión más complicada es la de quitarte la vida. Hay quien dice que es un acto de cobardía, hay quien dice que es un acto de valentía. Es un problema real y cotidiano. La parte moral y filosófica es inagotable; tendríamos que dividir a la población entre librepensadores y personas con raigambre religiosa. El mundo siempre va a estar dividido en estos dos grandes bloques. ¿El suicidio es un derecho humano? A mí me pertenece mi vida. Tenemos que quitarnos la idea de que solo Dios tiene derechos ante eso. Habría que modificar nuestras ideas, sobre todo en cuanto al derecho a la eutanasia, porque muchas veces los médicos prolongamos la muerte, no prolongamos la vida. Hay que permitir que la persona se exprese. Tener derecho a decidir sobre cómo morir es un acto de inmensa libertad e inmensa dignidad, como dijo Bruno Bettelheim. Libertad, dignidad y valentía. Sí, es un derecho. En el libro, Laura Emilia Pacheco se pregunta si tenemos derecho a no salvar a un suicida. ¿Cuál sería tu opinión? Me ha tocado platicar con gente que intentó suicidarse y la salvaron. Creo que no tenemos derecho de interrumpir un suicidio. A quien intenta quitarse la vida por un problema agudo, momentáneo, se le puede ayudar, orillarlo a pensar de otra forma. En ese caso, vale la pena intentar. Sin embargo, hay quien lo viene fraguando durante mucho tiempo. Hay quien intenta varias veces y fracasa, pero cuando finalmente lo logra, la familia no lo condena, al contrario, se da cuenta que tanto ella como el suicida van a descansar. ¿Cómo ha cambiado nuestra visión del suicidio? Al igual que otros temas, ¿comenzará a ventilarse? Muy poco a poco. En Estados Unidos se practica el suicidio asistido, lo mismo en Austria, pero son pocos países. En México la discusión es nula. Incluso al que está muy enfermo no le es fácil morir, es terrible, lo digo como persona primero y como médico después. De que se hace eutanasia en México sotto voce, sí; de que se haya discutido ampliamente, como debería de ser, no.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Las cuatro esquinas del corazón

Los nombres propios

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A FUEGO LENTO Los alcatraces

El día que aprendí que no sé amar Mexico, 2021

Françoise Sagan Lumen México, 2021 160 páginas

Marta Jiménez Serrano Sexto Piso España, 2021 236 páginas

Anne Hébert Impedimenta España, 2021 248 páginas

Algunos lectores la conocieron por Buenos días, tristeza, publicada en 1954. A 17 años de su muerte, reaparece con esta novela inédita, rescatada y prologada por su hijo Denis Westhoff. La trama no puede ser más sugestiva: tras dos años de convalecencia en un hospital luego de un accidente automovilístico, Ludovic vuelve a la casa familiar para enfrentar la indiferencia de sus padres y el desprecio de su esposa hasta que recibe la inesperada visita de su suegra, una mujer encantadora.

En su primera novela, la poeta española traza el camino que va de la infancia a la juventud temprana. Se trata, pues, de una indagación sobre cómo llegamos a ser lo que somos y aprendemos a relacionarnos con el mundo que nos rodea: nombrando aquello que nos importa. La protagonista es Marta, quien como compañía solo tiene a Belaundia Fu, su amiga imaginaria, suerte de conciencia alerta que aparece siempre que las cosas tuercen su auténtico camino.

La autora, de origen francocanadiense, obtuvo con esta novela el Prix Femina 1982. Un entusiasta lector la ha comparado con William Faulkner. La acción ocurre en 1936 en el pueblo canadiense de Griffin Creek, en el que la oscuridad es un rasgo constante. Las bellas hermanas Olivia y Nora Atkins han desaparecido; la tragedia no ocurrió de repente, sino que se fue gestando tiempo atrás. Los hechos serán contados por diversas voces, como la del predicador del pueblo.

Las amigas

Mujeres tan divinas

Richard Dawkins contra Stephen Jay Gould

Aurora Venturini Tusquets México, 2021 188 páginas

Alicia Garza Martínez UANL México, 2021 162 páginas

Kim Sterelny Arpa Editores España, 2021 248 páginas

En 2007, la escritora y docente argentina ganó fama tras la publicación de Las primas. Dos años después inició la escritura de esta novela en la cual reaparece uno de sus personajes emblemáticos, Yuna Riglos, ya una mujer de casi 80 años que habita un departamento en La Plata, “instalada en el éxito que no lo es todo y en una soledad interrumpida por una serie de desencuentros que insiste en calificar como amistad”, escribe Liliana Viola en el prólogo.

Novela que tiene como personajes a familiares de la autora. A pesar de ello, no todo lo escrito se apega a la realidad y Garza Martínez se permite inventar algunos pasajes. Su madre, tías, primas y ella misma son las protagonistas. Como observa Thomas Dydek en el prólogo, una parte se trata de “una crónica de lugares y eventos” y otra de “los sentimientos y motivaciones de los miembros de su familia”. Política, muerte, crueldad y espiritismo se hallan presentes.

El filósofo australiano propone una guía para adentrarnos en el pensamiento de dos gigantes de la biología evolutiva. De un lado, Richard Dawkins, autor de El gen egoísta, sostenía que la evolución es una lucha entre linajes genéticos. Del otro lado, Stephen Jay Gould, autor de La falsa medida del hombre, la juzga como una lucha entre organismos. La polémica se mantuvo encendida durante dos décadas y marcó un hito en el campo de la ciencia y la sociobiología.

La felicidad, esa patraña ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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El amor romántico es una quimera que se levanta sobre la esperanza de que lo verdadero sobrevive a la muerte? ¿El cortejo amoroso no es otra cosa que la victoria del más fuerte sobre el presuntamente más débil? ¿La pasión es solo concebible en el universo femenino? ¿El ligue se sustenta en las mil y una técnicas del engaño? ¿Hay sitio para las relaciones abiertas a estas alturas de la civilización occidental y de la conciencia líquida? ¿Es más fácil pasar a un camello por el ojo de una aguja que un macho se convierta al feminismo? ¿La belleza ideal debe proscribirse de cualquier anhelo de vida? ¿La pornografía heterosexual seguirá involucrando “una cantidad grotesca de deshumanización”? ¿El hombre infiel gozará a pesar de todo de la benevolencia social? Estas —y muchas más— preguntas nacen de la lectura de El día que aprendí que no sé amar (Seix Barral). De la confesión a la erudición y la cita oportuna, y de ahí a un paseo por las redes sociales y sus engendros, Aura García-Junco hilvana un ensayo tan lleno de frescura como de ánimo provocador. Prefiere el ritmo de la conversación al ruido de la diatriba, y gracias a tal elección sus ideas y observaciones consiguen ganarse la atención del lector, cualquiera que sea, quiero imaginar, su filiación. Por otro lado, la contundencia de su autorretrato —que anima y colorea cada tramo de El día que aprendí que no sé amar— es proporcional a los pasos sutiles de la escritura, que oscilan entre las delicias probables —otro mundo y otras reglas para las mujeres— y los tormentos. Ya sea a través de los clásicos griegos y latinos o de las revistas del corazón, del cine de Hollywood o de Freud, de los cuentos populares o de las frías estadísticas, Aura García-Junco consigue desarmar algunas de las estructuras sociales, religiosas y económicas que han hecho posible el triunfo del patriarcado sobre la mujer. Pero no vaya a creerse que la nueva oleada feminista viene revestida con los atributos de un hada madrina. Si alguna certeza deja El día que aprendí que no sé amar es que no hay certeza alguna frente a la embestida del amor, que la mejor manera de sortear los fracasos es renunciando a la felicidad, que lo perfecto es siempre enemigo de lo bueno y que en el caso de la pareja uno más uno siempre es igual a uno.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

23 DE OCTUBRE 2021

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TOSCANADAS

Toscana Nobel DAVID TOSCANA

E

l año en que nací, Ivo Andrić recibió el Premio Nobel, pese a que la Academia Sueca nunca ha tenido la cortesía de escribir su nombre correctamente. En aquel entonces, se podía imaginar a esos estudiosos suecos leyendo apasionadamente la literatura del mundo, dejando que su alma, cerebro y corazón se dejaran seducir por lo más grande del ser humano, porque en verdad nada es tan grande como la gran literatura. La redacción de los motivos por los que se concede el magno laurel suele tener un toque délfico. A Ivo Andrić se lo dieron “for the epic force with which he has traced themes and depicted human destinies drawn from the history of his country”. Suena bien eso de la “fuerza épica” y de “trazar los destinos humanos”. Lo confuso es “traced themes”, pero quienes lo hemos leído suponemos que se refiere al modo en que Andrić abrevó en las

ACADEMIA SUECA

leyendas y la tradición oral de su tierra para crear y recrear sus personajes y episodios llenos de humanidad. Más complejo de entender y traducir es el motivo por el que premiaron al nuevo premiado. Algún medio lo tradujo como “por la penetración intransigente y compasiva en los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes”; otro como “por su escritura empática y sin compromisos de los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados atrapados entre culturas y continentes”. Yo lo traduciría como “por su inflexible y compasiva lucidez al mostrar los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes”, pero tampoco acierto, porque el original es un tanto serpentino. Ocurre que leyendo el texto, original o traducido, me pareció que trataba sobre el ganador del Premio Nobel de la Paz. Dicen que no hay que decir “de esta agua no beberé”, pero lo digo. Hace

tiempo que no tomo en serio a la Svenska Akademien. Su porcentaje de bateo es para bajarlos a ligas menores. Sin embargo, pocos personajes despiertan tantas pasiones secretas en el mundo de las letras como esos académicos. ¡Cuántos escritores pierden el sueño, las formas, la entereza y hasta la vida por ese galardón! Ambiciones grandes, pero casi siempre de clóset. Como los que anhelan ser presidentes pero dicen que no. El pequeño nobelista que llevo dentro me impulsa a pedirle a esos académicos que, cuando me otorguen el premio, no redacten galimatías y lo hagan por los mismos motivos que se lo dieron a Rudyard Kipling en 1907: “En consideración al poder de observación, originalidad de imaginación, virilidad de ideas y sobresaliente talento narrativo que caracterizan a este autor mundialmente famoso”. Tack, responderé, pues así se dan las gracias en sueco.

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BICHOS Y PARIENTES

Mirar de oídas

N

o es posible amar y ser justo más que si se conoce el imperio de la fuerza y se sabe no respetarlo”, dice Simone Weil en el ensayo sobre “la Ilíada o el poema de la fuerza” (La fuente griega, Trotta, Madrid, 2005). Según Albert Camus, Simone Weil fue “el único gran espíritu de nuestro tiempo”. No hace falta otra suasoria para leerla. No solo como filósofa, o pensadora política o ensayista literaria, sino por su expresión rara, como si descubriera en la sintaxis el modo en que una idea se vuelve verdadera. Léase de nuevo la primera oración citada: el verbo saber carga con la negación: “saber no respetar” como un solo sintagma... De otro modo, estaría diciendo mentiras o simplezas. Un poeta como Quevedo tiene otros recursos: “nadar sabe mi llama el agua fría/ y perder el respeto a ley severa”, pero Weil no es poeta sino obrera del sentido y la verdad. Notable entonces que tenga el oído dispuesto del poeta y no la dureza de quien pepena palabras como si fueran utensilios. El ensayo sobre la Ilíada comienza dando de bruces con la portentosa capacidad de Homero para crear imágenes auditivas. Lo común es que la relatoría de imágenes despliegue seres dados a la vista, cosas que la imaginación vuelve visibles, pero Weil se conmueve con estos versos (Canto XI, 159-162): “los caballos/ haciendo resonar los carros vacíos por los caminos de la guerra,/ en duelo de sus conductores sin reproche. Ellos sobre la tierra/ yacían, de los buitres más queridos que de sus esposas”. Simone Weil tradujo: “haciendo resonar los carros vacíos por los

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA MUSEO DEL LOUVRE

caminos de la guerra”. El verbo griego es krotalidzo, en inglés usan rattle. Quienes escuchaban aquellas versiones orales de la Ilíada con seguridad reconocían sonidos semejantes. Nosotros no, pero la imagen sonora sigue siendo directa: somos capaces de imaginar el sonido de un carro hecho a mano con maderas, bronce y hierro, armado con clavos y remaches primitivos, brea, lubricado con grasas animales. ¿Cómo era ese ruido? No sabemos y, sin embargo, lo escuchamos. Ni siquiera es necesario un

Las imágenes visuales suelen quedar fuera del tiempo, cristalizadas

esfuerzo consciente: el sonido surge como si se recordara: complejo, pero no construible; se puede analizar, pero no armar; surge armado y además imbuido de acción y movimiento: de tiempo. Hay muchos versos en la Ilíada que hacen chocar escudos, espadas, relinchos, gritos, rugidos, gemidos. No hay sorpresa. Pero de pronto, el carro es igual: lo escuchamos con claridad; distinguimos incluso que su ruido es distinto del sonido que haría ese mismo carro con un auriga en control y erguido, cuyo peso corporal sofoca el traqueteo; sin el peso del guerrero, el carro hace un ruido diferente, y por el ruido sabemos — sin saber cómo— que el carro va vacío. José Molina Ayala... nuestro querido José, siempre admiró la calidad homérica de las imágenes sonoras y

Crises ofrece rescate por Criseida.

nos lo hacía notar justo con ese verso y con otro, al inicio de la Ilíada. Agamemnón, cara de perro, amenaza y humilla a Crises: “que no te vea entre mis naves porque te mato. Lárgate. Y tu hija se queda, es mi botín y la estoy usando”. Crises se aleja en silencio. Lo que hubiera podido decir, gritar, sería nada junto al estruendo del “mar multibramante”. ¿Hay modo mejor de mostrar la impotencia, la rabia de no poder, que las pobres imprecaciones de un hombre frente al inmenso mar y su estruendo indiferente? Por más que Crises gritara... El mar multibramante es conocido, el oleaje que rompe nunca es igual y nunca distinto. Imaginarlo es también recordar una percepción que casi todos hemos tenido. No se trata de la musicalidad, ni de la calidad sonora: se trata de generar la imagen completa de algo en el mundo refiriendo su sonoridad. Las imágenes visuales suelen quedar fuera del tiempo, cristalizadas. Homero añade otra dimensión: el mar, el carro, su recreación por el sonido no puede separarse del tiempo: solo existen como imágenes en un curso o en la repetición de sucesos. Solo mientras Crises camina y las olas lo silencian, solo mientras los caballos arrastran los carros vacíos. ¿Cómo explicar la fuerza, la dynamis, si no es bajo el signo del tiempo y la acción; cómo, la impotencia y la injusticia? El sonido tiene esa característica de la presencia, del espacio, y el tiempo en movimiento. Las palabras escritas siguen siendo realidad sonora. Por eso escuchamos el mar y, abrumada, la ira de Crises; el carro sin su auriga; y a Simone Weil o a José Molina hablando de Homero.

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