Laberinto No.959 (29/10/2021)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

EL ATLAS DE PANDORA

FERNANDO ZAMORA

IRENE VALLEJO

El regreso de Terry Gilliam

Llevar el bosque contigo Foto: Netflix

SÁBADO 30 DE OCTUBRE DE 2021 AÑO 18 - NÚMERO 959

Matos Moctezuma: el sentido de la muerte Guadalupe Alonso Coratella/ FOTOGRAFÍA: NAOMI ANTONIO

Ilustración: Román


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ANTESALA

30 DE OCTUBRE 2021

DOBLE FILO

La religión del beisbol FERNANDO FIGUEROA

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a Serie Mundial entre Astros de Houston y Bravos de Atlanta me recuerda visitas a la casa en Lindavista de Pedro Mago Septién (1916-2013). Sus frases beisboleras, con aquella voz legendaria, resuenan en la memoria de los aficionados e impulsan a conocer más citas de peloteros y mánagers de Grandes Ligas, así como de escritores y otros artistas. Mago Septién (cronista): “Los números son profetas que miran hacia atrás”. “Para conocer al pelotero vivo, tienes que conocer al pelotero muerto”. “El futbol tiene 14 variantes; el beisbol, millones”. “Contra la base por bolas no hay defensa”. “El beisbol es demasiado negocio para ser un simple deporte y demasiado deporte para ser un simple negocio”. “El más grande pelotero de la historia ha sido Ty Cobb”. Gerardo de la Torre (escritor): “El beisbol fue el primer deporte del hombre, cuando se defendía con palos y piedras”. Sparky Anderson (infielder y mánager): “Si encuentro a un pítcher con velocidad, buena curva y slider, le pido matrimonio”. Ty Cobb (jardinero): “El beisbol es una guerra y los bateadores somos la artillería pesada”. Leo Durocher (infielder y mánager): “El beisbol es como la misa. Muchos van pero pocos entienden”. Leonardo Padura (escritor): “Siento nostalgia por el beisbol de hace 40 años, con jugadas inteligentes, toques de bola y gran estrategia”. Roy Campanella (cátcher): “Para vivir y jugar beisbol tienes que liberar a tu niño interior”. Woody Allen (cineasta): “Conozco la trayectoria de Willie Mays de la A a la Z”. Ernie Harwell (cronista): “El beisbol es un ballet sin música, un drama sin palabras”. Vicente Leñero (escritor): “Este deporte rey que nos ayuda a vivir”. Connie Mack (cátcher y mánager): “Luego de 50 años, empiezo a conocer el juego”. Philip Roth (escritor): “Quien inventó la geometría del diamante fue un genio a la altura de Newton y Copérnico”. Karl Yastremsky (jardinero y primera base): “Pienso en beisbol en la mañana, en la tarde y en la noche. Solo dejo de pensar en él cuando lo estoy jugando”. Paul Auster (escritor): “Me encanta la manera como habla la gente que ha pasado toda su vida inmiscuida en el beisbol”. Stephen King (escritor): “El beisbol siempre ha sido algo bueno y siempre lo será”. Bill Klem (ampáyer): “El beisbol es una religión”. Ted Williams ( jardinero): “La mayoría de los errores se cometen bateando”. Casey Stengel ( jardinero y mánager): “El secreto de dirigir está en mantener alejados a los peloteros que te odian de los que están a punto de hacerlo”. Bill Veeck (dueño de equipos): “El beisbol es la única cosa ordenada en el mundo. Si tienes tres strikes, ni el mejor abogado te salva”. Billy Martin (cátcher y mánager): “Cuando ganas, las chicas se ven más guapas, los árboles más verdes y los puros saben mejor”. Anónimo: “Las grandes tragedias inician con dos outs”. Yogi Berra (cátcher y mánager): “Esto no se acaba hasta que se acaba”.

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El hombre que mató a don Quijote. Dirección: Terry Gilliam. España, Gran Bretaña, 2018.

HOMBRE DE CELULOIDE

Las locuras de Terry Gilliam

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA NETFLIX

i bien es cierto que el humor de Terry Gilliam no es para todos, también lo es que se trata de uno de esos autores que hay que estudiar. Independientemente de la pesada etiqueta de “realizador de culto”, Gilliam resulta indispensable en la historia del cine por haberse mantenido fiel a un cine contestatario y con sentido del humor heredado de los hermanos Marx. El siglo XXI ha sido difícil para Gilliam. Su película sobre don Quijote tardó más de 25 años en concretarse y cuando, por fin, estaba por estrenarse, el mundo dio un revés y la historia alcanzó al director. La pandemia arruinó el anhelado estreno y cambió de una vez por todas el negocio de la distribución. En menos de un año el streaming se adueñó de lo que antes fuese el imperio de los exhibidores y Gilliam tuvo que ser rescatado por un aliado que él, comunista confeso, resultaba incapaz de prever: Netflix. Ahora, gracias a esta plataforma podemos ver la última gracejada del autor de Bandidos del tiempo (1981), El sentido de la vida (1983) y Brasil (1985). En El hombre que mató a don Quijote, Terry Gilliam realiza un estrambótico homenaje a la obra de Cervantes. La anécdota va así: Toby es un enloquecido director de cine que funge como alter ego del

propio Gilliam. Interpretado por el extraordinario Adam Driver, Toby se encuentra en España filmando una versión comercial de don Quijote y aguanta con dificultad a sus productores rusos y japoneses (aprovecha el tiempo ligando a mujeres casadas). Descubrimos que Toby, a la manera de Gilliam, ha perdido “la chispa” del cine cuando un vendedor pirata le ofrece una vieja copia de arte filmado: “mi tesis de cine”, suspira Toby apasionado, “El hombre que mató a don Quijote”. Decidido a recuperar el salero que tenía cuando era joven, Toby busca a los actores con los que emprendió tantos años atrás aquella quijotesca aventura. Descubre que Dulcinea se ha vuelto modelo en Madrid, que el tipo que hizo a don Quijote enloqueció poseído por el espíritu del personaje literario y que Sancho Panza es él. Y, en efecto, como Sancho, Toby adopta su lugar a regañadientes y sigue al enloquecido caballero andante por los caminos de España hasta que, poco a poco, se transforma en “Don”.

Vale la pena seguirlo estudiando, por su sentido del humor contestatario, irreverente

Cuando Gilliam era tomado en serio por los críticos del mundo, ya era de esos que se identifican plenamente con la locura. Así lo demuestran las adaptaciones que realizó de otros famosos chiflados. Las aventuras del barón de Münchausen causó enorme entusiasmo en 1988, y en 1991 consiguió la única película que, en su filmografía, puede llamarse genial: El rey pescador. Es de notar que, en esta última, el guion no fue escrito por Gilliam, lo cual nos permite concluir que el director alcanza sus momentos más altos cuando tiene a su lado a un equipo capaz de contener un histrionismo que, cuando está desbocado, cae mal. Porque, aceptémoslo, salvo honrosas excepciones, el cine de Gilliam ha envejecido mal. Aun así, como autor, vale la pena seguirlo estudiando. Por su sentido del humor contestatario, irreverente y, a menudo, políticamente incorrecto, Terry Gilliam es ciertamente un loco lleno de claroscuros que ha conseguido navegar hasta las plataformas del cine de nuestro tiempo trayendo con él un espíritu viejo: el espíritu de un arte que murió en las décadas de 1970 y 1980. Un arte al que no le preocupaba ni ser ofensivo ni ser disparatado y que, en realidad, muy poco tiene que ver con la locura de don Quijote.

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ANTESALA

30 DE OCTUBRE 2021

POESÍA

Hallazgos

LOS PAISAJES INVISIBLES

Algo de Cazals

DULCE CHIANG

ATENCIÓN: Esta es la encontrada rubí reina que durmió por nosotros enmascarada en mineral y lenguas de infante. Durísima piedra de ojos tumefactos, intensamente cadáver estupendo. Atención: esta ES la encontrada. Un jade más prehistórico. Sagaz silente, espanto dulce. Insacular vigilante de un flujo que gotea. Inmoral devoradora de procedencia deliciosa, Madre bien sazonada y sacramento aracnoidal. Invitados al banquete, esta debió ser la palabra primera: la fosa mortuoria de la que hilvana, cripta profanada nunca, colisión de amurallados planetas, puerta a la dimensión de un sonado eclipse, alargamiento definitivo de la sombra. Ventana al reino que no ha de ser visto, de consagradas moscas antiguo panal, rama inadvertida de la nueva ciencia, seda tenaz de concha invisible. Insospechada fractura de lo conocido. Laberinto brutal e inverso. Así se llamaba La Ungida de prohibido nombre: Señora Uno Telaraña. Dulce Chiang (Ciudad de México). Edita la publicación electrónica www. revistaelgolem.com y coordina el festival internacional de poesía escrita por mujeres Vértice Violeta.

EX LIBRIS

Manifesto Futurista della Lussuria/ EKO

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IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

los once me colé a un reestreno de Canoa en el extinto Cine Regis. Me inquietaba la leyenda de que el filme se había basado en un hecho real, el linchamiento de cinco empleados de la Universidad de Puebla en el municipio de San Miguel Canoa (septiembre de 1968). Protagonizada por Arturo Alegro, Jaime Garza, Salvador Sánchez, Ernesto Gómez Cruz y Enrique Lucero, la cinta me pareció un espléndido relato que oscila entre ficción y documental, por sus flashbacks, la reflexión testimonial de los personajes, las metáforas con que Felipe Cazals da forma a su crítica implacable: el ambiente sociopolítico de la más ruda época priísta; la criminalización de los movimientos sociales; la satanización del “comunismo” y de los “estudiantes”; los sermones de odio que lanza el cura Enrique Meza, instigador del linchamiento, un individuo siniestro cuyos quevedos remiten a Gustavo Díaz Ordaz. Sin embargo, lo que me perturbó hasta lo indecible fue la recreación de la matanza, el pulso para caracterizar el delirio colectivo. Ese pueblo henchido de furia, esa masa incontrolable que halla en la brutalidad una catarsis, pintó de cuerpo entero al país que, a poco más de cinco décadas, prosigue inmerso en sus patologías. Con El apando y Las Poquianchis, Canoa conforma un tríptico del México salvaje (el crítico Jorge Ayala Blanco las etiquetó como “la trilogía Alarma!”, en referencia al semanario de nota roja que adornaba los puestos de periódicos). Ese México subyugado por la corrupción, la miseria moral, el encono y la perfidia, el reino perpetuo de la impunidad y los destinos fatales. Y es que Felipe Cazals conocía muy bien la genealogía de los canallas. El apando, adaptación de la novela de José Revueltas escrita por José Agustín, cuenta con una de las creaturas más deplorables del cine mexicano de los años 1970: El Carajo, interpretado por José Carlos Ruiz, un despojo humano que, al igual que las hermanas González Valenzuela de Las Poquianchis, no solo sabe que se encuentra en el averno sino que disfruta estar en él. Pero esas películas tuvieron un antecedente: La manzana de la discordia (1968), con la que Cazals exploró la maldad pura. Tres buscavidas emprenden una oscura travesía para robar y asesinar a un terrateniente. Al cumplir su cometido, se reparten las ganancias y vuelven, impasibles, a su espacio cotidiano, a la francachela interminable. Violencia y crueldad gratuita, sin sentido aparente, porque en el fondo, lo que hay en La manzana de la discordia es la inquina arraigada en el alma nacional. En Los muros de agua, José Revueltas lo explica así: “El odio del hombre, el odio de clase. Porque se odia históricamente, se odia como una función abstracta e impersonal, pero alguna vez este odio se vuelve concreto y encarna en seres vivos, que caminan y comen, que se vengan y torturan porque así se lo ordena la clase, así se lo ordena un dios misterioso que gobierna”. A pesar de otras cintas no menos importantes como El año de la peste (1978), Bajo la metralla (1982), Los motivos de Luz (1985) o Digna… hasta el último aliento (2004), el cine de Felipe Cazals será recordado, en esencia, por Canoa, El apando y Las Poquianchis. El impacto visual (una fotografía de sutil tono amarillento) y el tratamiento de sus personajes, les confieren una energía feroz que se propaga fuera de la pantalla y aturde al espectador. Aún recuerdo que al salir del Cine Regis no me dejaban en paz las imágenes de la carnicería de esos cinco jóvenes que solo querían escalar el volcán La Malinche pero que por un fatídico aguacero debieron quedarse en San Miguel Canoa y en las garras de Fuenteovejuna. El susto se exacerbó cuando el vagón del Metro abrió sus puertas y expulsó hacia mí una muchedumbre fiera, amenazante, que me hizo pensar que, en vez de mexicanos, se trataba de una tribu caníbal en ayunas.

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DE PORTADA

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Eduardo Matos Moctezuma describe los m asociados a las divinidades y potencias cre

El culto a la muerte y el sen GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA NAOMI ANTONIO

Uno de los temas que han apasionado al arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma ha sido el de la muerte en las culturas prehispánicas. Títulos como Muerte al filo de obsidiana, La muerte entre los mexicas o El rostro de la muerte, dan cuenta de este interés que, al lado de su práctica in situ, ha derivado en importantes aportaciones para comprender la cosmovisión, el pensamiento y los rituales de las culturas prehispánicas en torno a la muerte. Resulta de especial interés el paralelismo que traza sobre la creación de dioses y mitos, el sacrificio o la trascendencia del espíritu en diversas civilizaciones, una constante que apunta hacia un mismo propósito: comprender la presencia del ser humano en este mundo y su destino en el más allá. Enseguida, un recorrido por diversas concepciones del sentido de la vida y la muerte en nuestros antepasados, en las propias palabras de Matos Moctezuma. Dualidad vida-muerte

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l hombre es el gran creador de los dioses y de los mitos. Diversas religiones y filosofías tratan de dar respuesta al sentido de la vida y encontrarle un sentido a la muerte, evadirla a través de la creación de un más allá. De ahí la idea de la dualidad, presente, sobre todo, en religiones cíclicas. El mundo mesoamericano no fue ajeno a eso. La idea de vida o muerte es una llave que nos permite penetrar en el pensamiento antiguo. ¿Qué era lo que ellos observaban? Que a lo largo del año había una temporada de vida a través de las lluvias y una temporada de seca, de muerte. Esto influía en la concepción de vida y muerte que, por cierto, vemos en el Templo Mayor. En su parte alta figuran dos dioses: Tláloc, quien presidía los elementos relacionados con la lluvia y al que había que tener contento con una serie de ofrendas para que dotara a estos pueblos agrarios y guerreros de los frutos necesarios para

la vida; del otro lado, está el santuario de Huitzilopochtli, el dios solar y dios de la guerra. Estas dos deidades nos hablan de la dualidad vida-muerte, muerte a través de la guerra, de la imposición, del sacrificio. Un diálogo en el cual esta dualidad cobra presencia. Variantes del sacrificio El sacrificio ha estado presente en sus diferentes variantes a lo largo de la historia de la humanidad. Lo practicaron los griegos, los romanos, las antiguas culturas chinas, entre otros. Juega un papel importante en varias religiones. En el cristianismo, el sacrificio y la muerte de Jesucristo van a tener un carácter de redención para el género humano. De igual manera en los pueblos mesoamericanos, obviamente con sus particularidades. El sacrificio humano de guerreros variaba según la festividad. En el caso del sacrificio a Huitzilopochtli, a través de la muerte del individuo se alimentaba al Sol para que no detuviera su andar en el firmamento. Se trataba de dar vida al universo, que continuara su movimiento para que el hombre también se preservara en la tierra y con ello todo lo que significaba la tierra misma. Había una variedad de sacrificios conforme a las festividades y a los dioses a quienes estaban destinados. Desde esa perspectiva, vemos el sacrificio por decapitación o por fuego. Un aspecto importante era que una vez sacrificado el prisionero en la parte alta del Templo Mayor, en honor a Huitzilopochtli, se le extraía el corazón y el cuerpo era arrojado desde lo alto del templo. Seguramente caía sobre la escultura de Coyolxauhqui, la deidad que estaba en la parte baja. El lado de Huitzilopochtli tenía un simbolismo. En el cerro de Coatepec tuvo lugar el combate entre el Sol y la Luna: Huitzilopochtli y Coyolxauhqui. Esta había sido vencida, decapitada por el dios y arrojado el cuerpo por el cerro. Relata el mito que al caer se iba desmembrando hasta llegar a la parte baja. Entonces, se

El director y fundador del Proyecto Templo Mayor.

A fines de octubre, los primeros en recibir las ofrendas son los niños

trata de la repetición de un hecho importante para el pueblo mexica, el triunfo de su dios Huitzilopochtli. En la fiesta del Panketzaliztli se repite todo lo que había ocurrido en la peregrinación mexica que culminaba con el sacrificio. Una vez sacrificado el individuo, se arrojaba el cuerpo. Al llegar abajo, era

desmembrado y quienes habían participado en la captura del guerrero tomaban partes del cuerpo. Aquí hay un aspecto que debemos aclarar. Algún investigador gringo decía que eran antropófagos. ¡No! Al ser sacrificado, el individuo adquiría un carácter de deidad. Tomaban el cuerpo, pero ya sacralizado, pues


mitos y rituales mexicas eadoras y destructoras

ntido de la vida

era una deidad. Era una especie de comunión. Lo vemos presente en muchas religiones. En el catolicismo, tomas el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Es un fenómeno importante y es necesario hablar de él, ya que muchas sociedades a lo largo de la historia han tenido prácticas de este tipo.

Trascendencia del alma o el espíritu Había entidades anímicas: la tona, que radicaba en la cabeza; el tonalli, en el corazón; y el ihiyotl, en el hígado. El tonalli se desprendía al momento de la muerte para ir al lugar que se le deparaba según la manera de morir. En el cristianismo te condenas o vas al cielo según tu

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comportamiento en la tierra; es un concepto moral. Entre los mexicas no; más bien era la manera en que morías lo que determinaba el destino después de la muerte. Había varios viajes también. El destino de un guerrero muerto en guerra o en sacrificio era acompañar al Sol en la primera parte de su recorrido. Esa esencia, a los cuatro años, se convertía en un ave de bello plumaje o en mariposas que libaban las flores. Quienes morían de alguna enfermedad relacionada con el agua, ahogados o por algún rayo que mandaba Tláloc, iban a la casa de Tláloc, el tlalocan, un lugar de constante verano. Si morías de cualquier otra manera ibas al Mictlán, un viaje en el que debían atravesarse ocho niveles hacia el inframundo para llegar al noveno, el Mictlán. Era un viaje lleno de peligros, acechanzas, peripecias. Se menciona, por ejemplo, que había que cruzar por dos montañas que se atravesaban entre sí. Yo he identificado que ese lugar es el Templo Mayor con sus dos montañas sagradas, la de Tláloc y la de Huitzilopochtli. Además, jugaba el papel del centro del universo, desde el cual subías a los niveles celestes o bajabas al inframundo. Había que atravesar también por el lugar que cuidaba la serpiente, el lugar de la lagartija verde, donde soplaba un viento frío de navajas, hasta llegar a un río previo al Mictlán. Ahí era necesaria la ayuda de un perrito de color bermejo. Habiendo logrado esto, estabas en presencia de la pareja del inframundo, Mictlantecuhtli y su mujer Mictecacíhuatl. Esto resulta de interés porque Dante Alighieri, en la Comedia, cuando hace el viaje acompañado de Virgilio al inframundo cristiano, describe nueve círculos del infierno. Hay infiernos fríos igual que en la concepción náhuatl. Hay una presencia del perro, el Can Cerbero, aunque en la versión de Dante juega un papel terrible. En cambio, en el mundo mesoamericano ayuda a atravesar el río final. Así, vemos varias similitudes presentes tanto en el pensamiento occidental como en estas sociedades prehispánicas. El retorno del héroe En todas las sociedades vemos también la presencia de héroes: Ulises, Heracles... En Egipto, Osiris va a jugar un papel interesante, lo mismo que Gilgamesh, el héroe mesopotámico. Estos héroes pueden llegar al mundo de los muertos y regresar de él. En la tradición prehispánica vemos similitudes en la figura de Quetzalcóatl, que baja al inframundo acompañado de su perro, el Xólotl, para llegar ante los dioses de la muerte y regresar, como Cristo regresó de los infiernos en la concepción del inframundo cristiano. Son características en relación a la muerte que los seres humanos colocamos como propias de los dioses y los héroes. Conquista y evangelización Al momento de la Conquista se da un enfrentamiento. Para los frailes del siglo XVI todo lo que encontraban en Mesoamérica era obra del demonio, cultos paganos. Trataron de desarraigarlos a través de la destrucción de templos y una serie de

Interpretaciones del arte prehispánico en torno a la muerte se plasmaron en la cerámica, en la escultura en piedra; en la representación de figuras como Mictlantecuhtli, señor del inframundo, y de cráneos descarnados o semidescarnados. En la arquitectura destaca el tzompantli, asociado al juego de pelota y la decapitación. Por lo que toca a la poesía, la muerte se menciona en el 80 por ciento de los cantos, según lo consigna el padre Ángel Ma. Garibay. Mañana o pasado, como lo quiera el corazón de aquel por quien todo vive, nos hemos de ir a su casa, ¿oh, amigos, démonos gusto! Por eso ya se fueron, se fueron, los príncipes chichimecas. El rey Motecuzama, Chahuacueye, Cuayatzin, ellos, que al colibrí se hicieron semejantes. ¡Esmeraldas, oro tus flores, oh dios! Solo tu riqueza, oh por quien se vive, la muerte al filo de la obsidiana, la muerte en guerra. Con muerte en guerra os daréis a conocer. Al borde de la guerra, cerca de la hoguera os dais a conocer.

acontecimientos cuyo propósito era eliminar estas creencias e imponer el catolicismo. Hay un ejemplo interesante: el calendario católico marca un día para celebrar a los fieles difuntos, el 2 de noviembre. El día 1 es el de todos los santos. En el caso de Mesoamérica, había un culto a los muertos más prolongado, dos meses y dos festividades, una dedicada a los niños muertos y otra a los adultos fallecidos. Cuando viene este choque, se impone el pensamiento cristiano y marcan el calendario católico con ese día de los fieles difuntos, pero actualmente en varios pueblos indígenas y mestizos podemos observar cómo se guarda cierta presencia de aquel pensamiento prehispánico. En varios estudios se hace ver que, a finales de octubre, los primeros que reciben las ofrendas son los niños muertos y después, el día 2, los adultos. En otras latitudes existía la presencia de altares de muerto, también en el mundo prehispánico. Hoy continúa esta práctica en muchos pueblos. Luego pasó de una manera más significativa a los medios urbanos y, desde luego, ahí se pierde mucho del contenido original. Vemos altares de muerto con flores de cempasúchil, pero ya hay una mezcla. Se ponen calabazas —en ocasiones de plástico— pero mezcladas con otras prácticas como el Halloween. Existen, pues, estas presencias no puramente prehispánicas. Hay una mezcla con el catolicismo, aunque en nuestro medio rural aún podemos ver estos altares.

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LITERATURA

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EL ATLAS DE PANDORA

Llevar el bosque contigo Es probable que el arte de narrar haya nacido de la necesidad de transportar los alimentos

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aseando entre los árboles, tu hijo aprieta contra el pecho su juguete más valioso. Los mayores —simples e infantiles— deseamos impactarle con regalos de luces parpadeantes, sofisticados y ruidosos, pero él prefiere cosas minúsculas y sencillas. En su caja de lata guarda un tesoro incalculable de plumas de pájaro, guijarros, bellotas, tuercas, lazos y fragmentos de objetos rotos salvados al borde mismo de naufragar en el basurero. Hay un placer ancestral en poseer un cofre propio, y la aspiración a una habitación propia quizá sea solo su versión adulta. Probablemente, la primera herramienta no fue un cuchillo de piedra o una lanza, sino un recipiente para atesorar cosas. Frente a la tradicional teoría belicosa y cinegética, la arqueóloga Elisabeth Fisher propuso en 1975 una hipótesis más práctica y vital. En el principio habrían sido más bien la concha, la calabaza, la vasija, el saco en bandolera, el receptáculo y la palabra. Algunos años después, Ursula K. Le Guin imaginó en The Carrier Bag Theory of Fiction que la pulsión narrativa habría nacido cuando los humanos colocamos algo en una cesta para engullirlo o compartirlo después. Al transportar alimentos en un saco, nuestros antepasados podían saciar su hambre allá donde eligieran. Ya no necesitaban buscar el río para beber o los frutales para comer; podían llevar el río o el bosque con ellos. Al cargar más de lo que cabe en las manos, estas primitivas mochilas nos permitieron emprender largas jornadas a la caza de grandes presas. De esas aventuras surgieron las historias, que son —a su vez— vasijas de conocimiento. Antes del recipiente, solo existía el presente y lo que se tenía a mano. Cuando empezamos a narrar, dilatamos el tiempo e inventamos el futuro. Un bolso fue el preludio de la cultura. No es casual que una de las leyendas griegas fundacionales gire en torno a una caja. Según el mito, cuando Prometeo robó a los dioses

IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN

el secreto del fuego para la humanidad, Zeus tramó un furibundo castigo. Entre malévolas carcajadas, ordenó al dios herrero crear un autómata en forma de mujer seductora. Pandora era una criatura modelada, en griego plastés, de donde procede la palabra plástico, o sea, lo que se puede moldear —de ahí la cirugía plástica—. Aquella joven, precedente del robot de Metrópolis y de las bellas replicantes de Blade Runner, traía como dote un ánfora sellada. Los dioses se la ofrecieron a Epimeteo —“el que actúa antes de pensar”— quien, sin intuir la trampa, aceptó el regalo envenenado. Cuando fue consciente del error, era demasiado tarde. Pandora, ignorante de su fatal destino,

En épocas remotas, la invención de las bolsas nos hizo libres para recorrer el mundo

sintió curiosidad por el contenido de la vasija, abrió la caja de los truenos, y se extendieron por el mundo la muerte, la enfermedad, el dolor y todas las desgracias. A partir de la teoría de la bolsa, David Farrier explica en su deslumbrante ensayo Huellas que el plástico ha invadido desde hace un siglo nuestros hogares y nuestra vida cotidiana. Los alquimistas medievales soñaban con fabricar metales preciosos a partir de materiales cotidianos, pero el plástico ha logrado encarnar la idea misma de la transformación infinita, un prodigio capaz de convertirse en el asa de una cazuela, la alcachofa de la ducha, un flotador o una joya. Es la primera sustancia mágica que consiente en ser prosaica. Tan cotidiana que cada año se desechan un billón de bolsas de plástico, y la inmensa mayoría acaba en los océanos, ahogando con sus redes

viscosas las vidas de algas, corales y toda clase de especies marinas. A finales del siglo pasado, cuando la sociedad vivía hechizada por el brillo colorista de una engañosa prosperidad, la banda británica Radiohead denunció en “Fake Plastic Tree” la falsedad de un mundo postizo, donde se riegan plantas artificiales y donde los seres humanos viven obsesionados por la cirugía plástica —aunque, como dice la canción, la gravedad siempre vence—. En épocas remotas, la invención de las bolsas nos hizo libres para recorrer el mundo: no permitamos que hoy sus herederas asfixien nuestras aguas y nuestros árboles. Lo propio de las antiguas leyendas es el bosque encantado, no envasado.

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© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.


EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO El artista de la cuchilla

Lo pasado no es un sueño

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POESÍA EN SEGUNDOS Las crónicas de Narnia 1

Emilio Uranga: ¿poesía o política? VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

L Irvine Welsh Anagrama España, 2021 264 páginas

Theodor Kallifatides Galaxia Gutenberg España, 2021 192 páginas

C. S. Lewis Austral México, 2021 256 páginas

James Begbie, el personaje con rasgos psicópatas que animaba a la pandilla que protagonizó Trainspotting, vuelve después de mudar de nombre, formar una familia y adquirir prestigio como escultor en California. Parece un hombre reformado pero el asesinato de uno de sus hijos lo lleva de regreso a Edimburgo.

“Tenía ocho años cuando mi abuelo me tomó de la mano y no la soltó hasta que encontramos a mis padres en Atenas. Quién sabe qué podría haber pasado si me hubiera quedado en el pueblo”. Así empieza la novela más autobiográfica de Kallifatides, quien narra su vida desde que abandona su pueblo natal hasta que retorna a él.

Amigo de J. R. R. Tolkien, como él con la Tierra Media, Lewis creó con Narnia un lugar en el que se desarrolla la sempiterna lucha entre el bien y el mal. El león, la bruja y el armario es el primero de los siete volúmenes de la serie. Narnia es un mundo congelado que aguarda su liberación. Los protagonistas son los hermanos Pevensie.

Filósofos de paseo

El terror en la literatura

Free Play

Ramón del Castillo Turner España, 2021 296 páginas

H. P. Lovecraft Austral México, 2021 167 páginas

Stephen Nachmanovitch Paidós México, 2021 240 páginas

Pasear y pensar son actividades complementarias, o quizá una sola, propone el autor en este ensayo provocativo. En otras palabras, hay una relación entre el paisaje y las ideas que, entre otros, produjeron Kant, Hegel, Sartre, Heidegger, Wittgenstein. Si algo los unía, era su pasión por las caminatas y el libre vagar del pensamiento.

El creador de Los mitos de Cthulhu, entre otras visiones alucinantes, traza una genealogía del género dedicado a explorar los miedos más ancestrales y profundos. Inicia con los relatos populares para instalarse después en la novela gótica y esa obra precursora que es El monje de Matthew Gregory Lewis, en Hawthorne y Poe.

El autor del libro es músico (toca el violín y la viola), pero, como anuncia el subtítulo, La improvisación en la vida y el arte, su objetivo trasciende este universo. El pianista Keith Jarret, quien sabe algo del tema, ha señalado que se trata del “libro sobre la improvisación más importante que yo haya leído hasta ahora”.

Laberinto Felicita a Tedi López Mills, colaboradora y amiga, por el Premio Bellas Artes de Literatura Inés Arredondo 2021

a editorial Bonilla-Artigas ha celebrado los cien años de “La suave Patria” con la publicación de dos libros relevantes: La majestad de lo mínimo de Fernando Fernández y La exquisita dolencia, selección de ensayos de Emilio Uranga realizada por Manuel Cuéllar. Las dos ediciones se completan de manera feliz. La primera, el texto de Fernández, es una revisión inteligente de la nueva crítica en torno al autor de “El minuto cobarde”. En ella destacan el artículo sobre gazapos, errores y erratas insospechadas (por ejemplo, las de José Luis Martínez, descubiertas por el cuidadoso lector Carlos Ulises Mata); la atingente consideración del Diccionario lopezvelardiano de Marco Antonio Campos; y la crítica elegante de varias de las “hipótesis” inciertas del Acueducto infinitesimal de Ernesto Lumbreras. La segunda edición recupera varios ensayos de carácter filosófico —hoy olvidados— sobre el poeta de Jerez, escritos por el controvertido y demonizado Emilio Uranga. La exquisita dolencia tiene un carácter apasionante y polémico. El libro, además de permitirnos repensar la vieja discusión alrededor de lo mexicano —habría que replantear si este es un tópico impertinente o no—, recoge la idea de Uranga de que ¨La suave Patria” elaboró estéticamente, en las intuiciones puras de la sensibilidad, la noción de intimidad y comprendió así a la Revolución mexicana. Ciertamente, para el poeta zacatecano, Madero le devolvió la dignidad a la vida civil. ¿Pero de aquí podemos deducir la idea de que él pensaba que lo mejor de México —“tu ánima y tu estilo”— transformaba en “universal” y “cósmica” a la guerra fratricida de la Revolución?; o, por el contrario, ¿no será el célebre poema un cuestionamiento no solo de la pérdida de espíritu que vino después de Madero sino una oposición, desde la épica hacia adentro y la miniatura, a la violencia, a los hombres “fuertes” y al culto a lo monumental? Después de crear un autorretrato de él mismo como un chuan —en el proemio—, de enumerar las riquezas adánicas del país —en el primer acto— y de pintar el retrato de Cuauhtémoc como un mártir —en el intermedio—, López Velarde nos entrega un paisaje dominado por la segunda Eva —en el acto final— y la clave de la dicha de la patria: “sé siempre igual”. ¿Y que significa este “igual” para López Velarde? La metafísica de la vida diaria, el Ave taladrada, cincuenta veces, en el hilo del rosario. En el discurso civil del poema, el poeta introduce, sin zozobra y de un modo secreto, el discurso de “la sangre devota”. No es extraño. Esa es la música de su Idea. Así, pues, “La suave Patria”, aunque la celebraron el revolucionario Obregón y, después, el caudillismo institucionalizado, no es un canto al mito de la violencia y la transformación social. Es su dura crítica. No obstante, la aproximación de Uranga tiene un interés no pequeño porque nos muestra el rango no solo poético sino intelectual —Fernández Ledesma lo llama la poética y prosas equiláteras— de López Velarde.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

30 DE OCTUBRE 2021

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HUSOS Y COSTUMBRES

De santos, muertos y altares ANA GARCÍA BERGUA

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Por qué en esta época se empeñan los de mi barrio y las colonias aledañas en lanzar cohetes? Quién sabe a cuántos santos circundantes celebran, incluso de día, cuando nadie ve su luz. Con tantos de ellos protegiéndonos a cambio de tronidos en las nubes y olor a pólvora, deberíamos ser inmunes a cualquier desgracia, pero no es así, al punto de que ya sentimos temor de que las jubilosas explosiones sean otra cosa. Ya va a empezar la guerra, dice mi esposo en cuanto empieza a sonar la retahíla. Ya estallaron veinte tanques de gas al mismo tiempo, pienso yo, o algún cártel de nombre colorido se adueñó de Coyoacán. En los últimos años me pregunto si San Lucas, San Francisco, el Carmen y la llamada Concepción, entre tantos otros, se alegrarán con este pedorreo celestial o si nada más se despiertan igual de espantados que nosotros. Ya sabemos lo difícil que es hacer planes

OFRENDA DE DÍA DE MUERTOS

en esta época; cualquier ruido podría ser el lindero con una nueva catástrofe, una plaga, una erupción volcánica, un temblor. Así que, como los perros, nada más escuchamos explosiones y agachamos las orejas. Y más ahora que se acerca el Día de Muertos: ¿cuántos altares llenarán la ciudad y el país después de tantos fallecidos?, ¿se convertirá la pirámide del zócalo en una ofrenda enorme con panes de muerto y cempasúchil escalonados? El gigantesco tzompantli lo habrán puesto la pandemia y la violencia que no cesa. Los sacrificios se seguirán ofrendando simbólicamente cada mañana desde el altar televisivo, aderezados con el azúcar de las promesas y el noticiero de Canal 11 en el que todo siempre va bien —en su humilde casa lo vemos para ahorrar en Rivotril—, junto con el ácido de los ataques contra todo lo que se mueve. ¿Será el desfile de disfraces una danza macabra sin

cubrebocas? Quizá el 2 de noviembre el presidente tache a los muertos de neoliberales y egoístas, por no acompañarlo en sus grandes planes. ¿Y qué podríamos poner en nuestro humilde altar casero, amén de la tristeza por tanta gente ida y querida? Desde los más cercanos, pasando por aquellos que tanto quisimos y admiramos, hasta todas las víctimas de este país caníbal, el muro no alcanzaría para tanta foto. A mis cercanos, les pondré muchas flores, no solo de cempasúchil, y algunas cosas dulces que les gustaban. A los escritores, algunos libros, sus bebidas correspondientes y quizá papel y pluma por si quieren dejar algún mensaje. A todos los demás, quizá, la vacuna o el medicamento que no alcanzaron, el aviso que no pudieron recibir y alguna esperanza. Lo que no sé es si las calaveras de azúcar resulten a estas alturas un mal chiste, si acaso muchos prefieran nomás no regresar.

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CAFÉ MADRID

La cultura y la libertad de los 400

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ajo la sombra de un frondoso árbol, Pilar Sanz Briz, Chata López Sáez y Pirucha Cano, las tres amigas que Isabel Preysler conserva desde que llegó a España a los 18 años, se sorprenden ante la polvareda que levanta el viento. “¡Oy, oy, oy, pero qué desagradable!”, arguye Pirucha en tono aflautado, mientras se acicala su cardada cabellera rubia y se pone sus enormes gafas de sol. “¡Tranquila, no pasa nada!”, le dice la Chata López, serenamente embutida en un traje de pantalón y chaqueta color beige. Quizá las tres señoronas, infaltables en las grandes fiestas de la jet set madrileña, hubieran preferido que esta celebración de la cultura y la libertad se hubiese llevado a cabo en Villa Meona, la mansión de la ex de Julio Iglesias, conocida así por la exagerada cantidad de baños que posee, y muy frecuentada por ellas, pero resulta que a don Mario le ha dado por realizar un encuentro campero. Y aquí estamos: en una apacible finca de El Escorial, cercana al tan franquista Valle de los Caídos, que los fines de semana suele albergar bodas vips, pero que hoy recibe a 400 políticos, artistas, periodistas, editores, empresarios y amigos varios de la pareja anfitriona, formada por un Premio Nobel de Literatura y una Reina de Corazones. Es casi mediodía y la afluencia de sendos cochazos parece interminable. Todos pisan el suelo terregoso, arreglados pero informales (¡que es viernes, coño!), y, apenas se identifican como amigos o conocidos, se saludan con abrazos o apretones de manos o dos besos o un simple “¿qué tal, querido?” Eso sí: para los 400, sin excepción, las mascarillas y la distancia de

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA EFE

seguridad es tan solo un mal recuerdo. ¿Pandemia? ¡Cuál pandemia! Ahí viene José María Aznar acompañado por su esposa, Ana Botella. Aquel es el Cholo Simeone, entrenador del Atleti. Por el photocall pasan la diputada Cayetana Álvarez de Toledo, la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre, el líder defenestrado de Ciudadanos Albert Rivera, el dueto sevillano Los del Río, el tenista Fernando Verdasco (yerno de la Preysler), el académico de la RAE Luis María Ansón, el alcalde de Madrid José Luis Martínez y una ristra de beautiful people. El ambiente es muy campechano y está lleno de sonrisas. Nadie habla de

El ambiente es muy campechano y está lleno de sonrisas. Nadie habla de los Papeles de Pandora

los Papeles de Pandora, donde aparece don Mario (y algún otro que anda por aquí) y, mucho menos, del revuelo que hace unos días causó el escritor al señalar que hay gente que no vota bien y que por eso se pervierten las democracias. No, hoy hemos venido a celebrar “la cultura y la libertad” en esta región de derechas, remanso de la España crispada, donde cada tanto hay que hacer eventos “bonitos” para inmortalizarlos, cómo no, en el papel couché de ¡Hola! En lo que llegan todos los invitados, unas lonchas de jamón y un vinito de Jerez. A la media hora, todos al tentadero, donde Andrés Roca Rey, uno de los toreros favoritos de don Mario Vargas, se vistió para la ocasión con un traje de alpaca de los Andes y brindó la faena a gritos: “Va por usted, sus invitados, España, el Perú y la libertad de las culturas”, dijo el joven diestro, que enseguida lidió el toro con elegancia y valor y… al final lo indultó. Menos mal que enseguida empezó a sonar “Entre

Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa.

dos aguas”, de Paco de Lucía, porque el gruñimiento de tripas ya era un coro. La comida, preparada por el chef español Mario Sandoval (dos estrellas Michelin) y el peruano José Olave (emisario de Gastón Acurio, que no pudo ir) incluyó frambuesas de foie, tiradito Nikkei de atún con leche de tigre, patatas wasabi con huevas de tobiko, cochinillo asado, lomo de vaca rubia gallea a la brasa y calçot con salsa romescu. Todo regado con vinos de Marqués del Riscal y champán Mum. Como cada año, Isabel y Mario pasaron el verano en la Clínica Buchinger de Marbella, donde la estancia consiste en ayunar con resignación para mejorar la figura, la piel, el cabello y el organismo en general, y quizá por eso los dos comieron con ganas. Lo notaron, sobre todo, quienes se sentaron en las “Mesas VIP”, donde el cubierto costó mil euros (porque esto también iba de recaudar fondos para la Fundación Internacional para la Libertad y la Cátedra Vargas Llosa, que planean dar becas y premios a escritores, periodistas, filósofos y universidades y echarle la mano a los partidos de derecha en las Américas, que últimamente parecen tener serias posibilidades de dominar la región). Don Mario hizo a un lado su bastón (que comenzó a usar desde poco antes de la pandemia) y se sinceró ante el micrófono: “pretendemos crear nuevas generaciones de intelectuales y agitar la vida cultural de los países de habla hispana”. Cuatrocientos pares de manos le aplaudieron y, picaronas, doña Pirucha Cano y la Chata López se guiñaron un ojo. Porque supieron que ya tenían la libertad para chismorrear todo lo que vieron y escucharon durante siete horas de celebración.

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