Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE
NARRATIVA
FERNANDO ZAMORA
CRISTINA PERI ROSSI
La belleza según Wes Anderson
Primer amor Foto: American Empirical Pictures
SÁBADO 20 DE NOVIEMBRE DE 2021 AÑO 18 - NÚMERO 962
Preludio al centenario de José Saramago Víctor Núñez Jaime/ FOTOGRAFÍA: AFP
Foto: Shutterstock
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ANTESALA
20 DE NOVIEMBRE 2021
EN EL BANQUILLO
Detalles
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TEDI LÓPEZ MILLS
n el prólogo a su versión del Purgatorio de Dante publicada en 2021, la poeta estadunidense Mary Jo Bang señala que “el registro elevado” de la mayor parte de las traducciones de la Comedia es un aviso “continuo y perturbador… de que la obra se escribió en una era ya lejana”, y eso la convierte en un “artefacto literario” que opaca las sutiles diferencias entre las voces de los personajes: “elemento clave en cómo funciona el poema”. Para darle la vuelta a esta antigüedad estorbosa e inevitable, Bang decide traducir a Dante en “inglés hablado”: con alusiones a la cultura contemporánea que servirán, de modo enigmático, para extender los hilos que recorren el libro. En 2012 ya había hecho “una traducción coloquial” del Infierno: seis años enteros, explica, en compañía de Dante y Virgilio. Según creo colegir, el italiano de Bang se asemeja al griego de Alfonso Reyes: no lo lee, sino que tal vez apenas lo descifra; lo cual significa que interpreta y cambia el poema a partir de la lectura de numerosas traducciones que, de acuerdo con su propio señalamiento, son incómodas por antiguas, y elije una actualidad que acaba siendo tan elusiva o subjetiva como la de Dante; es decir, exclusivamente suya. A las múltiples notas que ya acompañan cualquier edición de la Comedia, Bang debe añadir las propias, pues no cualquiera capta el presente más o menos hipotético de sus intervenciones. En el primer verso del Canto I del Purgatorio , por ejemplo, el esquife o navecilla o barca del ingenio atraviesa aguas “getting better all the time”, cita directa de la célebre canción de los Beatles; en el sexto verso, donde otras traducciones convencionales ponen “que hacia el cielo es vía” o “se hace digno de subir al cielo”, entra en escena Led Zeppelin: “and made fit for the stairway to heaven”, y en el verso 26, en lugar de “oh, viudo Septentrión”, se lee “O sad-eyed lady of the North”, que apunta hacia una canción de Bob Dylan. Más adelante, en el verso 69 del Canto II, aparece Procol Harum: “the spirits… turned a whiter shade of pale” en vez de “y la gente… pálida de asombro se ponía” o “las almas… palidecieron de asombro”. ¿Por qué no? En una nueva reescritura que acaba de hacer Anne Carson del Heracles de Eurípides, Tebas es una casa ocupada por Lico, y Mégara y sus hijos viven en una caravana, a la espera de que el héroe termine sus doce trabajos y regrese para eliminar al usurpador. Parafraseando a Borges, no existen los traductores inocentes. En la salida del Infierno, Dante y Virgilio se hallan en un lugar donde las sombras cubiertas de hielo se transparentan como briznas de paja en el vidrio. Algunas están de pie, otras dobladas en forma de arco o invertidas: sus cabezas rozan una línea imaginaria. Debajo de cada uno de los tres rostros de Lucifer se distinguen dos alas de murciélago. Habrá que agarrarse de las velludas costillas del monstruo para ver por fin la luz de las estrellas. Yo le cederé el paso a mi Guía antes de cruzar la calle.
Según creo colegir, el italiano de Mary Jo Bang se asemeja al griego de Alfonso Reyes
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La crónica francesa. Dirección: Wes Anderson. Estados Unidos, 2021.
HOMBRE DE CELULOIDE
¿A qué sabe el arte? FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA AMERICAN EMPIRICAL PICTURES
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rthur Howitzer nació en Kentucky y vive en Ennui-sur-Blasé o, mejor, vivía. En la película La crónica francesa de Wes Anderson, Howitzer está por morir. Es así como dará inicio una historia entrañable, hilarante e intensa. Y es que resulta que Howitzer, editor de la revista The French Dispatch, ha dejado la orden de que cuando muera, se interrumpa de inmediato la distribución de la revista, se devuelva a los abonados su dinero y se produzca un último número con tres artículos distintivos del trabajo que ha realizado como editor. En dichos artículos, producidos con el resplandor visual propio de Anderson, conocemos a un pintor mexicano, a un revolucionario parisino y a un cocinero japonés. La crónica francesa es una pieza riquísima, pero vale la pena moderar las ansias del fanático que busca guiños y datos curiosos. Como ante uno de los cuadros de Rosenthaler, es mejor suspender el juicio y permitir que el arte visual nos conduzca sin prejuicios por las páginas de esta revista hecha cine, una obra construida con emociones y no con discursos intelectuales. Porque, tanto se ha escrito en torno al “universo” de Anderson, sus obsesiones y guiños, que uno corre el riesgo de terminar como Carlos Boyero, crítico
de cine de El País, cuando afirma que los admiradores de Anderson lo tienen fastidiado. Pero con todo y sus fanáticos hay que recomendar esta película; decir que si a uno le gusta el arte del cine tiene que ver La crónica francesa, pero saborearla como quien saborea una obra de Fellini, atento más a lo que siente que a lo que piensa. Si alguien merece hoy el adjetivo de “felliniano” ese es Wes Anderson. Son muchas las afinidades entre Ennui-sur-Blasé y Amarcord, por ejemplo. Ambos son pueblos ficticios llenos de nostalgia y sentido del humor; ambos tienen la sensualidad de un chico llegado a la pubertad. “¿De qué color son tus ojos?”, pregunta el niño a la prostituta que lo ha secuestrado. Ella nos mira. Y sus ojos son tan azules que brillan en la pantalla. Es necesario verlos. La primera historia es una reflexión en torno a la locura y el arte. Anderson medita sobre el deseo de poseer la belleza. Pero no nos equivoquemos, este segmento no trata de cómo los marchantes inventan artistas para
Vale la pena moderar las ansias del fanático que busca guiños y datos curiosos
que todos quieran comprar un cuadro sino más bien de cómo un pintor se obsesiona y encuentra un único vehículo para poseer a su amada: el arte visual. La segunda historia es dulce como el aria en una sonata. Gira en torno al triángulo amoroso entre un revolucionario, su oponente política y la periodista que, fascinada por la belleza del sedicioso, lanza por la borda su objetividad como reportera. Este fragmento sirve para que Anderson se luzca como director de actores y, aunque es el más subestimado, resulta, en realidad, el más lírico y sugestivo. Ahora bien, el de mayor profundidad es sin duda el correspondiente a la última historia. En ella sabemos por qué Howitzer es tan respetado como editor. “Te pedí entrevistar a un cocinero, ¿por qué redactaste la historia de un secuestro?”, pregunta. El escritor, consternado, le enseña un boceto con partes tachadas. Arthur Howitzer lee atentamente. Piensa y exclama asombrado: “no puedes cortar este fragmento. Esta frase es la única razón por la que hay que publicar un artículo de nota roja en la sección gourmet”. Lo que le ha pasado al editor con esas líneas es lo que hay que permitir que nos suceda con esta película. Que nos envenene el sabor de lo eterno que, en cuanto es escrito, se va.
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ANTESALA
20 DE NOVIEMBRE 2021
ESCOLIOS
POESÍA
Cuando un caballo... ALINA DADAEVA
Cuando un caballo blanco sale a la orilla y llama a su señor, un viejo de Beirut, que murió de una misteriosa neumonía antes del tercer grito del gallo, afiebrado, tras orinarse en las sábanas sucias, el dieciocho del mes de muhárram, del siglo pasado, o alrededor de éste, susurras que no es el caballo, sino la niebla del mar; que mañana volverán las lluvias, y de nuevo en el mar se perderán los barcos. Pobres, pobres barcos. Siento deseos de calentar tus manos de cristal con las que acaricias el musculoso pecho del caballo blanco, que gime de tristeza como un asno ordinario de Beirut.
Traducido del ruso por la autora
Alina Dadaeva. Poeta rusa nacida en Uzbekistán, quien radica en México desde hace siete años.
EX LIBRIS
“Nueva Justicia”/ EKO
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Cosmopolitas ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
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@Sobreperdonar
n la literatura clásica, el individuo común tiende a ser desconfiado y medroso, concentra sus afectos, lealtades y certezas en un círculo muy pequeño y próximo, generalmente la propia familia, la tribu o la ciudad. También tiene la propensión a considerar al ajeno a este círculo como un intruso potencialmente subversivo. En la épica y la tragedia griega, a menudo la actitud de un extranjero que transgrede los principios de la hospitalidad constituye el resorte del conflicto y el comienzo de la desgracia. Sin embargo, desde la época helenística existe una tradición que, más allá de los apegos y arraigos locales, señala la relatividad del origen, exalta la dignidad intrínseca de lo humano, y proclama el universalismo. Estos primeros cosmopolitas, los cínicos, son unos provocadores recordados por los desplantes de Diógenes, quien se reputaba ciudadano del mundo rechazando las adscripciones griegas y esgrimía su desafiante autosuficiencia ante los poderosos como Alejandro Magno (“pídeme lo que quieras”, “no me tapes el sol”). El cosmopolitismo inicial de los cínicos, y luego de los estoicos, abstrae al individuo de sus circunstancias (nacionalidad, género, fortuna, rango social, poder) y lo asimila al concepto más amplio de la humanidad, asumiendo la posibilidad de ciertas obligaciones de reciprocidad y solidaridad, simplemente por compartir esa condición. La noción de los derechos humanos universales, las intervenciones humanitarias, la ayuda trasnacional ante desastres naturales y muy diversas formas de cooperación e interacción internacional están fundadas en estos remotos y excéntricos antecedentes. En su libro La tradición cosmopolita. Un noble e imperfecto ideal (Paidós, 2020), Martha Nussbaum rastrea, desde los filósofos grecorromanos hasta Hugo Grocio y Adam Smith, la historia de la aspiración cosmopolita y plantea los problemas recurrentes para definir y materializar derechos de justicia globales y obligaciones mutuas en materia internacional. Para Nussbaum, la idea de resistencia de la dignidad humana a cualquier circunstancia exterior (pobreza, esclavitud, enfermedad) en la que creían cínicos y estoicos llevó a descuidar las bases materiales que inciden en la capacidad del ser humano para desplegar sus virtudes. Porque, como se pregunta la autora, ¿hasta dónde se degrada el concepto de humanidad en circunstancias extremas de desigualdad, inseguridad, privación material, carencia educativa o desposesión política? Por eso, su pesquisa apunta hacia una visión realista de los límites y posibilidades de la tradición cosmopolita, que equilibre intereses nacionales y aspiraciones universales y mejore la cooperación global y el bienestar general. El atractivo moral de su postura se combina con la afable erudición y la claridad expositiva. Se trata de un oportuno seguimiento de las huellas de la noble tradición cosmopolita, más amenazada que nunca por el solipsismo, el aldeanismo y la beligerancia divisiva de la política contemporánea.
Desde la época helenística existe una tradición que señala la relatividad del origen
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DE PORTADA
20 DE NOVIEMBRE 2021
A un año de la fecha puntual, Portugal y España iniciaron actividades para celebrar al autor de Memorial del convento
José Saramago, a las puertas del centenario
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VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA AP
lto, enjuto, serio y siempre calmado, José Saramago (1922-2010) parecía la mismísima encarnación de la saudade portuguesa. Albergaba en sus ojos miopes, sin embargo, una chispa de ironía. No hablaba, más bien susurraba. Quizá para sosegar a los desasosegados, que eran casi todos a su alrededor. También reía, a veces. Se daba tiempo, además, para oponerse a guerras e injusticias. Y con sus manos de obrero curtido escribía para encerrar el mundo en sus libros. Podía hacerlo en forma de utopía o de distopía o, mejor aún, completaba con ficción lo que se le escapaba a la “objetividad” de los historiadores. El mes pasado se publicó la primera novela que escribió (La viuda, aparecida en portugués en 1947 bajo el título Tierra de pecado), la cual no había sido traducida al español, y el acontecimiento se convirtió en el inicio de una serie de eventos para festejar el centenario del natalicio del autor, principalmente en Lisboa y en Lanzarote, pero que se irán extendiendo a lo largo de un año (noviembre de 2021 a noviembre de 2022) por varias ciudades del mundo. Eran las diez de la mañana del pasado martes 16 de noviembre, día en que Saramago hubiera cumplido 99 años de edad, cuando alumnos de varias escuelas primarias de Portugal y de las Islas Canarias llevaron a cabo una lectura simultánea de “La flor más grande del mundo”, un relato infantil cargado de energía y esperanza. Ese mismo día, a las seis de la tarde, en varias bibliotecas de Portugal se leyeron fragmentos de distintos libros de Saramago, y a las ocho de la noche la Orquesta Metropolitana de Lisboa
dio un concierto en el Teatro Municipal en honor al hijo de campesinos analfabetos de una aldea perdida en la punta de Europa, que en su adolescencia abandonó la escuela por falta de dinero, que pudo comprar libros hasta los 18 años (con dinero prestado) y que, a pesar de todo eso, pudo alcanzar la cima de la literatura. “El centenario de José es una buena excusa para avanzar en el conocimiento de nosotros mismos y de las posibilidades que cada ser humano tiene y aporta. Como él decía: debemos dejar de ser datos estadísticos y ser más seres humanos, con razón, conciencia y corazón. José Saramago lo consiguió y lo demostró compartiendo su vida y sus obras con mucha gente. Y eso es lo que queremos poner de manifiesto a lo largo de todo un año lleno de varios festejos que, por cierto, acabarán en México, en la FIL de Guadalajara de 2022”, cuenta Pilar del Río, su viuda y traductora al español. “Festejar a un escritor es promover su obra, reforzar los movimientos de recepción que enaltece, mirar y anticipar el futuro de su lectura”, agrega Carlos Reis, catedrático de literatura portuguesa contemporánea, experto en Eça de Queirós y en Saramago y comisario para el Centenario del Nobel de Literatura de 1998. “Ese futuro, perdonando la obviedad, está en los jóvenes, es decir, en los que ahora y en las próximas décadas son y serán lectores de Saramago. Por eso hemos comenzado en los colegios”. Reis y todo el equipo de la Fundación José Saramago, encabezado por la propia Pilar del Río, han preparado un programa de actividades dividido en cuatro ejes: biografía, lectura, publicaciones y encuentros académicos. De esta manera, esperan enfatizar la trayectoria formativa y cívica del escritor, su producción
literaria, la comprensión entre los añejos y nuevos lectores, así como el estudio y la discusión universitaria del legado del autor de El hombre duplicado. Para esto último, además, se creará la Cátedra Saramago en la Universidad de Tras-os-Montes y Alto Douro (UTAD), centrada en la docencia, la investigación y la acción cultural. Pero la efeméride también envolverá otras artes: tres producciones de danza elaboradas a partir de textos de Saramago, como Ensayo sobre la ceguera y Memorial del convento, adaptadas por la Compañía de Danza Contemporánea de Évora y el grupo Danza en Diálogos, respectivamente, y un ballet inspirado en el universo literario saramaguiano a cargo del Ballet de Paulo Ribeiro. “En estos espectáculos veremos cómo los gestos y movimientos corporales, la interacción entre los bailarines y su relación con la música y con otros dispositivos escénicos son capaces de relatar los amores de Baltasar y Blimunda, y la construcción de la pasarela o el vagabundeo de los ciegos en un entorno duro y hostil. Tal vez bailar a Saramago será uno de los hechos más atrevidos, fructíferos y trascendentales del centenario”, subraya Carlos Reis. También se montarán óperas, conciertos y exposiciones, como Regreso a los pasos que se dieron, un “viaje” por los caminos recorridos por el autor, tanto en su vida como en su obra, o Escritores de la balsa de piedra, con fotos de Daniel Mordzinski. Y se plantarán 100 olivos, cada uno bautizado con el nombre de algunos de los personajes creados por Saramago. “Se murió José, Saramago está vivo”, apostilla Pilar del Río. “Los
Tras la Revolución de los Claveles, volvió a la literatura y encontró una voz propia
escritores viven con nosotros, los llevamos en el corazón y en nuestra capacidad de razonar. O simplemente los ignoramos, que también puede ocurrir. Pero José Saramago no es ignorado por cantidad de lectores que tiene en todo el mundo. Incluso hay gente que, no habiendo leído un libro de los que escribió, seguía sus intervenciones públicas y se sentía representada en lo que decía”. José Saramago fue un escritor “tardío” pero contundente. Creció en un austero hogar de campesinos de Azinhaga, una aldea a 120 kilómetros al noreste de la capital portuguesa, y comenzó a ganarse la vida desde la adolescencia. Primero como cerrajero, luego como mecánico, empleado administrativo, editor y columnista. Sus artículos en diarios y revistas, así como su militancia en el Partido Comunista, fueron objeto de censura y persecución, pero eso no impidió que la palabra escrita y hablada siguiese siendo su principal instrumento de trabajo. Después de la Revolución de los Claveles, que restauró la democracia en Portugal, volvió a dedicarse a la literatura y no tardó en encontrar una voz propia que comenzó a atraer lectores. Su estilo literario se basó en la eliminación de algunos signos de puntuación, la separación de frases por la forma en que son dichas o escuchadas (“para que sea el propio lector quien diga en su mente lo que ve al leer”) y en la integración plena de los diálogos en el flujo de la narración. Así, decía, “el autor no guía al lector. Lo deja en libertad para construir con los elementos proporcionados por él su propia novela o, dicho de otra manera, el autor obliga al lector a volverse activo e, incluso, a ser creador mediante la lectura”. En los próximos meses, como parte del Año Saramago, Alfaguara
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DE PORTADA
20 DE NOVIEMBRE 2021
Premio Nobel de Literatura, José Saramago nació el 16 de noviembre de 1922.
reeditará una veintena de sus libros, con nuevo diseño (“portadas con puertas y ventanas que ayuden a entrar a cada obra”), y publicará una edición especial de Viaje a Portugal, con fotografías inéditas tomadas por el escritor y encontradas recientemente por Pilar del Río en una maleta. El periodista y escritor Juan Cruz fue quien “fichó” a Saramago cuando ocupó la dirección de esa editorial en la década de 1990. “No fue a base de cheques con muchos ceros. Simplemente, Saramago sentía que su ciclo en Seix Barral se había terminado. En Alfaguara lo acercamos mucho a Latinoamérica
y quizá eso fue lo que más le gustó. A partir de 1993 me encargué de recuperar sus libros y de editar todos los nuevos. Lo recuerdo en Frankfurt, cuando le dieron el Nobel. Estaba a punto de subir al avión de vuelta a España y de pronto una azafata le dice: ‘señor Saramago, lo están buscando porque le han dado el Nobel y quieren que vuelva a la feria del libro’. Bueno, pues no se subió al avión y, al regresar a la feria, aquello era un hervidero de gente. Todo mundo excitado con la noticia y Saramago, en cambio, tenía una serenidad absoluta”, cuenta con media sonrisa Juan Cruz.
Esa serenidad es lo que más recuerda este exeditor de su amigo. “Saramago presidió manifestaciones, cartas de apoyo solidario, fue el adalid contra muchas penas que aún hoy laceran, como la situación palestina o lo que sucede en el Sahara, al que no pueden volver sus legítimos habitantes, y todo lo hizo con un sosiego que desarmaba a sus adversarios, a aquellos que entendieron sus posiciones y las respetaron y a los que, como el Vaticano, no le dieron tregua ni en el instante mismo de la muerte”, explica el también autor de libros como Vale la pena seguir en este oficio.
“Ahora que ya no está, se queda en mi memoria, entre tantas metáforas de su lucha por poner esa palabra en lo alto de la vida”, continúa Juan Cruz, “aquel día de 1993 cuando acababa de irse a Lanzarote, rabioso con el gobierno de su país, que le impidió presentarse a un premio europeo porque en El evangelio según Jesucristo podía ofender al Vaticano, que no a Dios. Me dijo: ‘Me podrán quitar todo, pero no me quitarán el aire’ ”. Mientras José Saramago apoyaba varios movimientos sociales en el mundo (como el EZLN chiapaneco o la oposición a la intervención militar en Irak), y tras la publicación de El evangelio según Jesucristo, su prestigio como escritor se volvió internacional. En 1998, la Academia sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura por “volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”, siendo el primer autor en lengua portuguesa en recibirlo (y el único hasta ahora). “De hoy en adelante habrá un mito Saramago, como existe en torno a Fernando Pessoa, que, como todos los mitos, no tiene tanto que ver con el valor de las respectivas obras como con el vacío que llenan en nuestro imaginario nacional, en busca del reconocimiento universal”, escribió entonces el filósofo portugués Eduardo Lourenço. La mañana del 18 de junio de 2010, José Saramago desayunó con tranquilidad en su casa de Lanzarote (Islas Canarias). Al terminar, conversó unos minutos con su mujer, pero luego dijo sentirse un poco débil y volvió a la cama. El escritor padecía leucemia y para entonces llevaba casi tres años luchando contra ella. Pasó los últimos días de 2007 y los primeros de 2008 internado en el hospital, temiendo lo peor, pero salió y sacó fuerzas para volver a escribir. Publicó (y presentó y promocionó) Caín en 2009 y enseguida comenzó Alabardas, una novela sobre los entresijos humanos y morales de la industria armamentística. Llevaba tres capítulos escritos pero, a eso de la una de la tarde de aquel día, alcanzó a despedirse de los seres queridos que tenía alrededor y se murió. Tenía 87 años. Antes de ser trasladado a Portugal para su funeral e incineración, el cuerpo sin vida de José Saramago fue velado en la biblioteca de su casa de Lanzarote. Sus cenizas fueron depositadas al pie de un olivo frente a la sede de la Fundación José Saramago en Lisboa. “Y ahí”, cuenta su compañera, Pilar del Río, “pusimos el epitafio que eligió él mismo: ‘No subió a las estrellas porque pertenecía a la Tierra’, una frase de su novela Memorial del convento”.
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LITERATURA
20 DE NOVIEMBRE 2021
NARRATIVA
Primer amor Con autorización de Menoscuarto Ediciones, publicamos el siguiente fragmento de La insumisa, la más reciente novela de la poeta, narradora y traductora uruguaya galardonada con el Premio Cervantes 2021
L
CRISTINA PERI ROSSI FOTOGRAFÍA SHUTTERSTOCK
a primera vez que me declaré a mi madre, tenía tres años (según los biólogos, los primeros años de nuestra vida son los más inteligentes. El resto es cultura, información, adiestramiento). Yo tenía propósitos serios: pretendía casarme con ella. El matrimonio de mi madre (del cual fui un fruto temprano) había sido un fracaso, y ella estaba triste y angustiada. Los animales domésticos comprenden instintivamente las emociones y los sentimientos de los seres y procuran acompañarlos, consolarlos: yo era un animal doméstico de tres años. El escaso tiempo que mi padre estaba en casa (aparecer y desaparecer sin aviso era una forma de poder) discutían, se hacían mutuos reproches y por el aire —como una nube negra, de tormenta— planeaba una oscura amenaza. En cambio, mi madre y yo éramos una pareja perfecta. Teníamos los mismos gustos (la música clásica, los cuentos tradicionales, la poesía y la ciencia), compartíamos los juegos, las emociones, las alegrías y los temores. ¿Qué más podría pedirse a una pareja? No éramos, por lo demás, completamente iguales. A los tres años yo tenía un agudo instinto de aventura, del que mi madre carecía (o el matrimonio lo había anulado), y un amor por la fauna y la flora que a mi madre le parecía un poco vulgar. Aun así, me permitió criar un zorro, un malhumorado avestruz y varios conejos. Pero a diferencia de mis progenitores, mi madre y yo, siempre que surgía un conflicto, sabíamos negociar. Cuando me encapriché con un bebé de elefante, en el zoo, y manifesté que no estaba dispuesta a regresar a casa sin él, mi madre me ofreció, a cambio, un pequeño ternero, que pude criar en el jardín trasero. (Sospecho que
mi padre se lo comió. Un día, cuando me desperté, el ternerito ya no estaba pastando en el césped. Mi padre, ese día, hizo asado.) Mi madre escuchó muy atentamente mi proposición. (Siempre me escuchaba muy atentamente, como debe hacerse con los niños.) Creo que se sintió halagada. El desgraciado matrimonio con mi padre la hacía sentirse muy desdichada, y necesitaba ser amada tiernamente, respetada, admirada; comprendió que todos esos
Nuestro matrimonio no podía celebrarse, por el momento, dado que yo todavía era muy pequeña
sentimientos (más un fuerte deseo de reparación) yo se los ofrecía de manera generosa y desprendida, como una trovadora medieval. Después de haber escuchado atentamente mi proposición, mi madre me dijo que ella también me quería mucho, que era la única alegría de su vida, más bien triste, y que agradecía mi afecto, mi comprensión y todo el amor que yo le proporcionaba. Me parecieron unas palabras muy justas, una adecuada descripción de nuestra relación. Ahora bien —me explicó mi madre—: nuestro matrimonio no podía celebrarse, por el momento, dado que yo todavía era muy pequeña. Era una razón que
yo podía comprender. Mi madre era una mujer bellísima (tenía unos enormes ojos “color del tiempo”. La descripción la encontré, años después, en una novela de Pierre Loti), inteligente, culta, aunque frágil y asustada. Yo estaba dispuesta a protegerla (algo que mi padre no había hecho), aunque yo misma estuviera asustada muchas veces: el amor es generoso. También estaba dispuesta a esperar todo el tiempo que hiciera falta para casarnos. Siempre le agradeceré a mi madre que me hubiera dado esa respuesta. No desestimó mi proposición, no me decepcionó, sino que estableció un motivo razonable y justo para posponer nuestra boda. Además, me estimuló a crecer. Desde ese día, intenté comer más (era bastante inapetente), acepté las vitaminas y el horroroso aceite de hígado de bacalao, con la esperanza de acelerar mi crecimiento, y alcanzar, por fin, el tamaño y la edad suficientes como para casarme con ella. Por entonces, los parientes, los vecinos y todos esos adultos tontos y fracasados tenían la fea costumbre de preguntar a los niños qué harían cuando fueran mayores. Yo, con absoluta convicción y seguridad, respondía: “Me casaré con mi madre”. Imaginaba un futuro celestial, lleno de paz y de armonía, de lecturas fabulosas, paseos apasionantes, veladas de ópera (mi madre tenía una maravillosa voz de soprano), ternura, complicidad y felicidad. ¿Qué más podía pedir una pareja? Mientras crecía (más lentamente de lo que yo hubiera deseado), renovaba, cada tanto, la promesa de matrimonio que le había hecho a mi madre. No sabía aún que los trovadores tenían una sola dama (lejana), pero intuía que debía ser así. Un amor eterno, delicado, fiel y cortés.
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Laberinto felicita a su colaborador y amigo Víctor Núñez Jaime por el Premio Paco Rabal de Periodismo Cultural, que otorga la Asociación de Artistas e Intérpretes de España, por su retrato de Juana Ginzo, publicado en este suplemento el pasado 3 de septiembre.
EN LIBRERÍAS
20 DE NOVIEMBRE 2021
NARRATIVA, ENSAYO Últimos días de Berlín
Los Terranautas
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A FUEGO LENTO Convergencias y divergencias
La piedra de las galaxias México, 2020
Paloma Sánchez-Garnica Planeta España, 2021 648 páginas
T. C. Boyle Impedimenta España, 2021 567 páginas
Camilo José Cela Dextra España, 2021 196 páginas
“A pesar del aire gélido de aquel atardecer, Yuri Santacruz decidió salir a la calle. Su casera, la señora Metzger, había oído la noticia en la radio: se había organizado un desfile de antorchas para celebrar el nombramiento de Adolf Hitler como nuevo canciller de Alemania”. Así arranca esta novela que confronta a su protagonista con el deber de rescatar a su madre y a su hermano, prisioneros en la Rusia de Stalin, o proteger a un joven comunista perseguido por los esbirros de Hitler.
Considerado como uno de los mejores escritores estadunidenses de nuestros días, el autor también ha estado ligado al rock (se recuerda un concierto al lado de Patti Smith). Esta novela se enmarca en un reality show de carácter científico en el que ocho participantes (cuatro varones y cuatro mujeres) vivirán varios meses en una cúpula de cristal llamada Ecosphere 2. A través de tres personajes el lector conocerá los antecedentes y el desarrollo del proyecto.
El Premio Nobel de Literatura mantuvo una relación cercana con el arte. Prueba de ello son sus textos y notas, seleccionados por Miguel Ángel Muñoz. Su mirada está puesta en los pintores españoles y, en menor pero no desinteresada medida, en las corrientes europeas. Por estas páginas desfilan la llamada de la tierra de Joan Miró, la amistad con Pablo Picasso, la huella de Antonio Gaudí, los caminos poéticos de Eduardo Vicente y un largo etcétera que da fe de una pasión.
Crónicas de los samuráis
Manipulados
Una habitación propia
R. Ibarzabal Satori España, 2020 360 páginas
Sheera Frenkel y Cecilia Kang Debate México, 2021 392 páginas
Virginia Woolf Austral México, 2021 158 páginas
Sin otro ánimo que el de trazar un recorrido ligero por el Japón feudal, el autor ha seleccionado 21 pasajes que pintan de cuerpo entero a la casta guerrera, sinónimo de valor y lealtad. Gracias a ellos conocemos las hazañas y desventuras de héroes y heroínas como Minamoto Yoshitsune, Oda Nobunaga o Miyamoto Musashi. Al fresco de caballeros, poetas, artistas, espadachines, se agrega un anexo gráfico que reproduce objetos, prendas y armas que contienen mil años de historia.
Luego de entrevistar a legisladores, inversionistas, ejecutivos y empleados de Facebook, las periodistas de The New York Times llegan a preocupantes conclusiones. La crisis del gigante de Silicon Valley, que ha puesto en entredicho su defensa de la libertad de expresión, no debe atribuirse a la falla de un algoritmo sino a una estrategia comercial que no duda en cultivar el secretismo, violar la privacidad de sus usuarios y alentar las ambiciones de grupos criminales y gobiernos corruptos.
Este ensayo tiene como base dos conferencias, cuyo tema es las mujeres y la novela. Se trata de un libro esencial para el feminismo en general y la situación de las escritoras en Inglaterra en particular, que debería ser más conocido. La frase que le sirve de fundamento es contundente: “una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”. En aquella época, recuerda Woolf, las mujeres no podían hacerse de una fortuna propia.
La luz más quemante ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
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ontra todo pronóstico, una novela sobre la adicción a las drogas no es para talentos menores. La mayoría termina emitiendo una sarta de balbuceos semejantes a los de un yonqui abandonado a sus delirios o confiando en que el relato de su experiencia señale el punto donde inicia el camino de redención. Muy pocos pueden transformar las muecas de la vida en literatura. Con La piedra de las galaxias (Moho), Adrián Román ha conseguido materializar esta pretensión alquímica. No solo exhibe grandes recursos de ingenio y estilo; también sabe asestar el golpe en el momento indicado y aun convertirse en el único objetivo de su sarcasmo. Y no es que el mundo circundante carezca de atractivo frente a la sensación de habitar “entre los hielos de la última cuba de la noche”, como confiesa el narrador, un malandro que malvive de la generosidad de sus compañeros de ruta y aspira a escribir una novela; es que nada importa más que consumir una piedra tras otra hasta descubrir que “El placer cobra a cambio de su presencia, y no es barato”. Si hemos de hablar de un argumento estaríamos obligados a decir que La piedra de las galaxias se compone tan solo de jornadas interminables de encuentros con la piedra, seguidas de otras no menos interminables batallas contra la abstinencia. Puede parecer monótono, a no ser por todas esas frases que duelen como aforismos envenenados y que Adrián Román deja caer a medida que el protagonista ve cómo ingresa en una espiral de indigencia física, ruina emocional y recuerdos incompletos de la envenenada figura de su padre. El humo quemante arrulla, y actúa “Como si dios pusiera su mano donde me duele”, y, sobre todo, exige sumisión absoluta. Así, con solidario estupor, atestiguamos que esa sumisión es la razón de todo el dolor y el naufragio existencial del protagonista, quizá su verdadera amiga. Una de las delicias más gratas de La piedra de las galaxias es el poderío de sus imágenes. De principio a fin, mantiene un tono que oscila entre la lucidez y un desvarío bien temperado, como si los efectos de la droga variaran conforme pasamos del optimismo a la amargura. Consigue que el lector comparta otro inusitado placer, el que proviene de iluminaciones como esta: “De un tiempo a la fecha, me he montado en ese caballito mecánico de farmacia que es la ansiedad”.
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.
20 DE NOVIEMBRE 2021
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TOSCANADAS
Lista negra DAVID TOSCANA
H
ace unos días, el crítico de arte Andrew Graham-Dixon, de quien disfruté su libro sobre Caravaggio, se presentó ante un grupo de debate en la universidad de Cambridge. El tema era el buen o mal gusto en el arte. Como parte de su argumento, habló de la estética nazi y parodió a Hitler. En inglés, con acento alemán, pronunció palabras textuales del fiúrer: “Este arte moderno, horrible, promovido por los judíos… y el cubismo, inspirado en el arte de los negros… este arte tribal es en verdad horroroso”. Cualquier persona sin escuela entiende el argumento; no así los estudiantes de Cambridge, que se vieron infectados por una histeria colectiva. El presidente de la sociedad de debates dijo con deshonrosa incoherencia que “ante todo defendía la libertad de expresión” pero iba a poner a Graham-Dixon en una lista negra para que nunca más hablara en Cambridge ni en ninguna otra universidad, pues la
ANDREW GRAHAMDIXON
Historiador, periodista y crítico de arte.
parodia de marras “había incomodado a algunas personas”. Uno de los actores de Monty Python estaba invitado a hablar en Cambridge, pero decidió autoapuntarse en la lista negra, ya que él mismo había hecho una parodia de Hitler décadas antes. Lo mismo hizo el escritor Louis de Bernières. Que los alumnos se comporten así, se entiende, pues es parte del timoratismo contemporáneo. Que dos hombres con convicciones se hayan apuntado a sí mismos en la lista negra es ejemplar. Extraño es que no lo hayan hecho muchos más, y que los poco a poco capados profesores de universidad no se hayan pronunciado. Lo más lamentable vino después. Cuando algunos esperábamos que Graham-Dixon defendiera su derecho a expresarse, él hizo lo que ahora se acostumbra: “Pido sinceras disculpas a quien se haya sentido lastimado por mis tácticas de debate y por el empleo de las propias palabras de Hitler. Al
reflexionar, puedo ver que algunas de las palabras que empleé, aunque como citas, son inherentemente ofensivas”. Graham-Dixon era la víctima y se volvió cómplice. En el Prometeo encadenado de Esquilo, Hefesto sabe que comete una injusticia al encadenar a Prometeo. Se lamenta diciendo “gimo por tu desgracia”, pero hace su trabajo porque él solo sigue órdenes. Luego viene Océano a hablar con Prometeo: “¿Es que no sabes perfectamente, poseyendo como posees una gran inteligencia, que la lengua temeraria recibe castigo?”. Le advierte que “si sigues profiriendo palabras duras y mordaces… te llegará un castigo tal que tus actuales sufrimientos parezcan un pasatiempo”. Durante dos mil quinientos años esta tragedia de Esquilo había inspirado solidaridad con el rebelde Prometeo y ganas de rebelarse como él. Pero hoy corren tiempos en que los héroes son Hefesto y Océano.
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BICHOS Y PARIENTES
Ciencia ficticia
L
a verdad es un orden de símbolos; la realidad, un estado de cosas, o hechos. La ciencia primero fue perfectamente descriptiva. Por eso, el esclavo de Menón pudo reconstruir el teorema de Pitágoras por sí solo y con las preguntas de Sócrates. Todos los números eran construibles: con una regla y un compás, cualquiera puede entender matemáticas y geometría. De ahí, Platón concluye que el alma no solo es inmortal sino que sabe todas las cosas y, más que aprender, recuerda, se deshace de su olvido. Lo sencillo era la ciencia; lo arduo, proponer la inmortalidad del alma. En rasgos toscos, el Renacimiento trajo, además de traducciones asequibles de Platón, una nueva relación con el conocimiento y las ciencias: la experimentación como recurso doble: descubrir y demostrar. El alma seguía siendo eterna, pero ya no sabía todo; tenía que aprender arrancándole el conocimiento a las cosas y mostrándolo a otros. La Humani corporis fabrica, de Vesalio, tiene una portada narcisista y genial: él mismo, diseccionando un cuerpo humano, en el centro de un anfiteatro repleto. Hasta el siglo XVII, las disecciones fueron una suerte de espectáculo público que llegó a rivalizar con el teatro. Galileo y la Academia de los Linces popularizan unos telescopios rudimentarios. Las muestras y demostraciones científicas se vuelven parte de la vida pública y, el conocimiento, espectáculo. Rembrandt pinta la lección de anatomía del Dr. Tulp; la geometría de Descartes recurre a los mismos cortes y demostraciones. El mundo se acostumbró al concebir el
JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA NASA
conocimiento como asunto visible. La evidencia, lo puesto ante los ojos, es la prueba directa; las matemáticas o la lógica, indirectas. Newton y Leibniz inventan el cálculo, que puede producir un tipo de conocimiento verdadero incluso sin objetos directos que mostrar en el mundo. A partir de ahí, la inteligencia se adelanta a la realidad: la predice. Mendeléyev deja escaques vacíos en la tabla periódica de elementos: que nadie hubiera hallado un elemento era un accidente; la existencia de ese elemento, necesaria. La
En rasgos toscos, el Renacimiento trajo una nueva relación con el conocimiento y las ciencias
tabla se fue poblando y desde 1937 incluye al tecnecio, que solo se produce artificialmente... Matemáticas que producen datos; verdades que pueden ser intangibles y no depender de objetos: podemos tener datos reales acerca de cosas que nadie ha visto. Los circuitos electrónicos se calculan con números imaginarios. Goethe, por ejemplo, había descubierto el os intermaxillare, o “hueso de Goethe”. ¿Cuántos maxilares pudo haber visto directamente? Unos pocos, pero tenía acceso a cientos de dibujos, y dedujo que un mamífero, el Homo sapiens, debía tener las mismas estructuras y elementos de los demás. Es una deducción narrativa. Poco después comienza la literatura policiaca: perseguir sospechas y hallar verdades. Desde un orden específico de objetos hay que dar con la verdad, que es narrativa.
Imagen de un agujero negro.
Pero en 2017 apareció por todos lados la formidable imagen de un agujero negro. La primera. El azoro y el asombro. Las revistas de divulgación científica alzaron banderas para celebrar la imagen y los ignorantes supusimos que se trataba de una fotografía. Ni un electrón ni un Hoyo Negro pueden ser vistos con los ojos ni con herramientas directas. (Lo mismo sucede con las operaciones de Blockchain, la nanotecnología.) Son millones de imágenes. Los telescopios de México, Chile, Arizona, Hawaii, Francia, España y el Polo Sur, por sus datos reunidos y recombinados, construyen un súper telescopio computacional: el Event Horizon Telescope... cuyo funcionamiento responde a la idea de una verdad indubitable, pero imposible de abordar con la sola mente humana. De la galaxia M87, a una distancia de 55 millones de años luz, y en cuyo centro hay un gran Hoyo Negro, se han obtenido unos pocos millones de imágenes. Indicios, entre mucho ruido. Lo emocionante es esa convergencia en la generación de dos verdades sin realidad mostrable todavía: una narración que explica el fenómeno, y un montón de datos que no habían podido generar una imagen. La doctora Katie Bouman ha contado la historia de esa imagen, que resulta tan conjetural como verdadera. No es a medias invento y a medias descripción sino algo más allá: son imágenes ficticias, pero verdaderas. Como un personaje de Dostoievski o de Flaubert: un ser inventado, cuya consistencia es su invención, no su descripción. Existe, como la eterna alma del esclavo de Menón. Es una imagen verdadera, pero no sabemos qué tan real.
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