Laberinto No.968 (01/01/2022)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

CIENCIA

FERNANDO ZAMORA

GERARDO HERRERA CORRAL

Zola y cómo filmar 148 tuits

Lo que traerá el año 2022 Foto: Killer Films

Foto: Phys.com

SÁBADO 1 DE ENERO DE 2022 AÑO 18 - NÚMERO 968

El ingobernable corazón de José Alfredo Jiménez Juan Villoro/ FOTOARTE: LUIS M. MORALES


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ANTESALA

1 DE ENERO 2022

EN EL BANQUILLO

Viraje

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TEDI LÓPEZ MILLS

a velocidad no cuenta en el segundo piso. Aire, Fuego, Agua, Tierra se lee en la fachada del séptimo rascacielos. A cada elemento le corresponde un círculo y un color: el de él es turquesa, el mío rojo. Los gemelos se abrazan y crean un espacio entre sus cuerpos donde se coloca la melena hirsuta de las llamas. Algo así como la figura de una pasión sin anécdotas. Algo así como “el retorno a la pareja mística”. No somos culpables del azar; solo de sus definiciones a lo largo del camino por la vía rápida que nunca distingue entre un kilómetro fijo y otro móvil. La fila de coches a la altura de Barranca del Muerto me permite postular una hipótesis: alguien mete el freno porque supone que cambiará el rumbo de esta historia. Pero cómo decirle desde mi asiento en el taxi que he inventado las circunstancias de la trama y he roto los hilos y he tirado las fichas y he cortado los mapas y he perdido la brújula, mientras voy recitando a Viel Temperley con la ventana abierta: “Soy feliz. Me han sacado del mundo” o “¿Quién puso en mí esa misa a la que nunca llego?” y le tomo la mano a mi pareja mística y nuestros pulgares se cierran en un anillo de piel y de uñas y él me propone un juego: ¿el mar más blanco? Mar Fil; ¿el mar que golpea? Mar Tillo; ¿el mar ensimismado? Mar Ítimo; ¿el mar que corre? Mar Atón. Y de lejos, a la altura de San Jerónimo, nuestros mares contienen la cantidad justa de olas y de espuma que necesitan para cumplir con las características de un paisaje, aunque nadie divague en los bancos de arena que guardo en mi cabeza para borrar las conjeturas del miedo. ¿Oíste? Abajo se pudren las columnas con sus jardines verticales. Abajo el grafiti en los muros se escribe al revés: viento el trasciende las; destruir para libertad; tú soy. Abajo la peste de los motores entra por los ojos, como si los cuencos le pertenecieran desde alguna remota antigüedad: un puñado de humo para resucitar las visiones. Pero nosotros avanzamos arriba y nuestro taxista se persigna cuando rebasa, cuando toca el claxon, cuando nos mira por el espejo retrovisor. Tiene los brazos tatuados: el derecho dice RACISMO y se alinea con las cruces pequeñas que decoran la muñeca. Detrás de una oreja trae un cigarro. Creo que admiro su impaciencia. En el Canto II de mi Comedia apócrifa, un acompañante —como nos llaman los técnicos y las doctoras— se quita la mascarilla y vocifera acerca del aguinaldo de sus muchachos y las cuotas que debe pagar su esposa, y un niño sin zapatos ni calcetines se hurga entre los dedos de los pies y husmea, y yo me detengo en un verso de un poema de Rodolfo Hinostroza: “ahora todo resbala hacia Lo Real”. Me gustaría alterar las tácticas del tiempo para que dejen de parecerse a un destino. Me gustaría también que la palabra “esperanza” no estuviera trillada y pronunciarla cómodamente en voz alta: convencerme de que él y yo estamos en un carril paralelo vigilando la entrada del año nuevo a fin de que no se atore la máquina otra vez.

Me gustaría alterar las tácticas del tiempo para que dejen de parecerse a un destino

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Zola. Dirección: Janicza Bravo. Estados Unidos. 2020.

HOMBRE DE CELULOIDE

El tuit vuelto arte

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA KILLER FILMS

n tablillas, sobre arena, en papiro o en la pantalla de un computador, el ser humano necesita narrar. Y esto es lo primero que hay que reflexionar con respecto a la película Zola (disponible en Amazon Prime): esta historia dirigida por Janicza Bravo es ante todo un elogio de dicha necesidad, la de contar historias. El encanto de esta obra no estriba, como ha querido pensarse, en el hecho de que esté basada en 148 tuits que cuentan un viaje iniciático hacia el inframundo del deseo sexual. Nuestras protagonistas son bailarinas de tubo, se conocen en un Hooters y en pocas horas ya están camino de Florida con un proxeneta africano, una valkiria robusta y un chico tonto, pero de buen corazón. Pero, lo dicho, poco importa que esta historia la cuente una de ellas lanzando tuits; lo elogiable es que la directora consiga transformar un material más bien vulgar en una película interesante y a menudo entrañable. Interesante porque, en lugar de explotar las curvas de las prostitutas, Bravo gira la cámara y nos muestra las miserias de los clientes ganosos. Así, lo que pudiera ser un filme de explotación sexual femenina se transforma en el retrato que hacen dos mujeres entronas en contra del

sistema machista en que les tocó vivir. Y no nos equivoquemos, aquí no hay moralismos, al contrario, la película es simpática e irreverente; tanto que no es exagerado compararla con Petronio. Después de todo el Satiricón también se burla de la seriedad con la que sufren los amantes. Ahora bien, si se quiere, también podemos comparar Zola con El Decamerón. Después de todo, también Bravo retrata la decadencia de una sociedad ironizando en torno a la incapacidad para satisfacer el deseo sexual. Es este retrato y no los tuits lo que vale la pena recomendar. Porque mucho se ha subrayado la originalidad del material original, pero digámoslo de una vez: ¿Twitter a quién le importa? Si uno es sincero verá que esta y otras redes no tienen más importancia que un mural escolar, la escultura del Pasquino en que se denunciaban las injusticias políticas durante la Roma renacentista o la puerta arañada de un retrete público. Es necesario aceptar que la mayoría de lo que se

La película es irreverente; tanto que no es exagerado compararla con Petronio

publica en las redes sociales es frívolo y olvidable. Y aunque también es cierto que hay en estas letras virtuales chisme, retruécano y caricatura, también debemos aceptar que, arte, casi no hay. Así, si uno tiene la curiosidad y el tiempo para investigar los tuits en los que se ha basado Janicza Bravo podrá apreciar que no hay en ellos más valor que cualquier otro hilo abierto por cualquier otro influyente, esto es, uno de esos famosos que, con tal de ganar seguidores, inventa toda clase de truculencias. Ha sido Bravo, el montaje y, en fin, el lenguaje cinematográfico lo que ha conseguido que estos tuits banales y con tan poco valor como una pinta en un muro se transformen en una narración que consigue retratar la decadencia social de Occidente. Es justo en ello que Zola se equipara a los creadores de esos poemas picantes, como los que dieron fama a Antonio Beccadelli. Tanta que consiguió que lo persiguiera su lector más ferviente: la Inquisición. No son exageradas estas comparaciones, la prestigiada revista Rolling Stone compara Zola con una obra de Tarantino. Y tiene razón, siempre y cuando se dé su lugar a la directora, al arte con el que juega con el lenguaje de las redes sociales para insertarlo en el gran lenguaje del cine que es el montaje.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Amour JEANNETTE L. CLARIOND

El cielo va cayendo sobre mi cuerpo. ¿Por qué breve es la luz? No la del alba. Hablo del silencio que nace con la herida. Sello mis labios: todo se ha roto dentro. Hubiera preferido la vida en el jardín. ¿Es necesario estar solos en la dicha? Cae la noche. Quisiera que estuvieras aquí. Aprendí a imaginar tu rostro en tu presencia. Este poema forma parte de Sobre la fronda y la medida (Art-Sólido, 2021), libro ganador del II Premio Internacional de Poesía Juan Ramón Jiménez Coral Gables.

EX LIBRIS

Año nuevo, coiffure nuevo/ EKO

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Racionalidad ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

L

@Sobreperdonar

os lectores de literatura solemos sospechar del concepto de racionalidad. Cierto, la literatura nos enfrenta (y a menudo nos reconcilia) con el lado oscuro de lo humano, con sus instintos insondables e inasibles y nos sugiere que, tras el individuo aparentemente racional, se encuentra un animal impulsivo y lleno de apetitos. Sin embargo, más allá del indispensable escepticismo antropológico de la literatura, quedarse solo con el lado oscuro resulta esquemático y peligroso. La naturaleza humana se nutre de la ambivalencia y puede decirse que, al lado de la imperecedera barbarie, nunca deja de haber tenues luces de civilización. De hecho, autores nada ingenuos, desde Norbert Elias hasta Deirdre McCloskey o Gabriel Zaid, han mostrado que el progreso existe y puede documentarse de múltiples maneras (el desprestigio moral de la guerra, la mayor esperanza de vida, la disminución de la pobreza extrema, los consensos en favor de la igualdad de género y los derechos humanos) y que el llamado proceso de la civilización, aunque sujeto a dolorosos retrocesos, se construye trabajosa y gradualmente. Por eso, es saludable encontrarse, en las vísperas de un nuevo año, con un libro como Racionalidad de Steven Pinker (Paidós, 2020). Sin negar las inquietantes realidades (amenazas a la democracia, desprecio por la verdad, banalización de la vida pública), este célebre psicólogo cognitivo señala que el ser humano es dueño de los recursos intelectuales suficientes para revertirlas. Para Pinker, la racionalidad no se desarrolla exclusivamente en una época o en una región (Occidente), es una facultad humana que puede observarse tanto en las culturas primitivas como en el mundo contemporáneo. La racionalidad no es una facultad invariable que pertenezca a unas pocas mentes privilegiadas, sino una capacidad humana que requiere de condiciones favorables para desplegarse. Así, “la racionalidad emerge de una comunidad de razonadores que detectan mutuamente las falacias ajenas”. De ahí la importancia de un ambiente de apertura y libre deliberación que facilite el florecimiento de la racionalidad y sus instrumentos: la lógica, la inferencia, la prospectiva y el juicio crítico. Estos instrumentos son esenciales pues, en las disyuntivas morales, sociales y políticas, ayudan a clarificar los dilemas, a conciliar objetivos en conflicto y a tomar mejores decisiones. De este modo, el apelar a la razón no conlleva soberbia, al contrario, implica desconfianza de los dogmas infalibles, crítica y continua renovación. Cierto, muchos regímenes o individuos pueden ignorar, falsear o manipular los instrumentos de la razón e inducir auténticos delirios colectivos, pero nunca podrán anularlos por completo. La racionalidad, en suma, no se encarna en seres omniscientes, sino que surge de diálogos, disputas y consensos en torno a argumentos. Fresca y didáctica, frente a los múltiples signos de irracionalidad de la vida contemporánea, esta lectura aporta un poco de oxígeno y aliento.

Al lado de la imperecedera barbarie, nunca deja de haber tenues luces de civilización

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DE PORTADA

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Con autorización de su autor, ofrecemos el prólogo al libro Cuando te hablen de amor y de ilusiones, “historia de una devoción”, de Paloma Jiménez Gálvez

El filósofo sabía silbar JUAN VILLORO FOTOGRAFÍA FOTOTECA MILENIO

I

nsuperable explorador del sentimentalismo, José Alfredo Jiménez descifró nuestros más íntimos anhelos y descalabros. En sus canciones, México pudo verse en el espejo. El rencor, el despecho, la nostalgia adolorida, el revanchismo, la idolatría romántica, la posesión machista, el generoso desprendimiento, la desaforada necesidad de querer, ¡las chingadas ganas de llorar a gusto!, no han tenido entre nosotros intérprete más profundo. José Alfredo alcanzó tal altura que hizo innecesario su apellido. Su nombre de pila se asocia en forma indeleble con el campo que salió de la Revolución para descubrir que no hay batalla más dura que el amor; las cantinas donde el tequila estimula la elocuencia sin aliviar las penas; la insospechada reserva de ternura y melancolía que habita a quienes pretenden ser bravíos. Filósofo popular, retrató la paradoja esencial del mexicano que aspira a la fiereza, pero se quiebra ante unos ojos displicentes. No es casual que muchas de sus canciones sean diálogos con el misterioso acompañante que llevamos en el pecho, el ingobernable corazón. A estas alturas de su leyenda, José Alfredo ya solo puede ser visto desde la predestinación. El destino trazó su vida como un guión para la “Época de Oro” del cine mexicano. Nació en 1926, en Dolores Hidalgo, cuna de la Independencia. Tenía once años cuando la muerte de su padre obligó a la familia a cerrar la farmacia de la que vivían para buscar suerte en la capital. Curtido en dificultades, fue mesero en el restaurante La Sirena de la colonia Santa María la Ribera y portero suplente del equipo Marte, cuyo titular era nada menos que Antonio “La

Tota” Carbajal, único mexicano que ha disputado cinco copas del mundo. Posible ídolo del deporte, el cantante eligió las aventuras de la noche. Su trayectoria fue idéntica a la de miles de personas que se desplazaban del campo a las ciudades. Entre ellas estaban los mariachis que llegaron al Distrito Federal armados de guitarras, violines y tololoches. Esa dotación instrumental requería de un complemento para destacar en un sitio donde rugían los motores y los automovilistas tocaban vorazmente el claxon. En la metrópoli, los mariachis se armaron de trompetas. La canción ranchera se consolidó como una peculiar mezcla de los ensambles de cuerdas surgidos en Cocula, Jalisco, y la música de vientos que le aportó la gran ciudad. José Alfredo tuvo un pie en ambos mundos. Pasó su infancia bajo el sol de Dolores Hidalgo y conoció los ritos de iniciación de la adolescencia en la capital. Conservó el recuerdo del campo del origen y mitigó su añoranza en un jardín rectangular, la cancha de futbol, hasta que descubrió un escenario donde la magia colindaba con la perdición. En el laberinto nocturno de la Ciudad de México, abrió la puerta que conducía al enrarecido paraíso de una cantina. En los años cuarenta, la cultura rural lucía mejor en el cine que en la realidad. Quienes emigraron a las ciudades añoraban las puestas de sol rasguñadas por los sembradíos de magueyes. Esa nostalgia coincidió con los nuevos gustos de la población urbana, que compensaba los excesos de la modernidad idealizando la pureza agraria, ese espacio donde no existen dobleces y la pasión es verdadera, la Milpa Ideal que nos pertenece sin haberla conocido, el “nosotros” que solo concede el sentimiento. Un público que jamás había montado a caballo ni deseaba prescindir de la luz eléctrica admiró el imaginario edén perdido, el México pueblerino que fracasó como realidad para triunfar como mitología.

El propio José Alfredo trasvasó con destreza sus experiencias urbanas en símbolos campiranos. Paloma Jiménez, hija del compositor, cuenta la historia detrás de “El caballo blanco”. La célebre canción describe una travesía de Guadalajara a Tijuana que hubiera matado al más afanoso de los corceles. La historia real ocurrió a bordo de un Chevrolet blanco con el que el compositor hizo una gira inolvidable. Según informa Juan Álvarez Coral en su libro Compositores mexicanos, “José Alfredo empeñó el coche en Los Mochis para pagar hospedaje y alimentación en el Hotel Santanita. Empezaron a trabajar en el Valle del Yaqui, reunió dinero suficiente y envió a Benjamín Rábago Lozano (el noble jinete), inseparable amigo, por el automóvil blanco con el que llegaron a Ensenada, Baja California, y regresaron felizmente a ciudad de México”. Maestro de la trasfiguración, el compositor hacía que la vida moderna adquiera la condición atemporal del mito. De 1910 a 1920, la Revolución desplegó una épica que posteriormente se convertiría en iconografía. La cinematografía y la canción ranchera crearon la nostalgia de lo que nunca había ocurrido. La alianza entre el terruño idílico y la modernidad se consolidó gracias a una nueva industria: la radiodifusión. En 1948, José Alfredo dispuso de un micrófono para oficiar como evangelista del amor atormentado en la estación XEX. Aunque murió en 1973, a los 47 años, el genio de Dolores dejó alrededor de 300 canciones. Paloma Jiménez advierte que solo 50 de ellas mencionan “la borrachera, la parranda y las bebidas alcohólicas”. De cualquier forma, esa porción de su obra habría bastado para considerarlo como uno de los cuatro grandes de la composición popular en México, junto a Agustín Lara, Armando Manzanero y Juan Gabriel.

Portada del volumen publicado por Ediciones La Rana (2021).

Carlos Monsiváis escribió acerca del ambiente etílico, estímulo real o imaginario del artista: “El escenario fundador (el primer latifundio espiritual) de José Alfredo es la Cantina de los orígenes, distante y próxima de la realidad cantinera. Se trata, sin equívocos, de un confesionario donde el penitente se desgañita y el confesor le hace segunda”. No hay letra de José Alfredo que no se convierta en refrán. Cuando el director de cine Billy Wilder vio Hamlet por primera vez exclamó con ironía: “¡Está llena de citas!” Lo mismo sucede con las canciones del pensador de Dolores. No podemos oírlas por primera vez porque ya forman parte del ADN nacional. ¿Quién, que haya sufrido lo suyo, no reconoce estas palabras?: “Yo sé bien que estoy afuera/ pero el día en que yo me muera/ sé que tendrás que llorar… Al sentirme un poquito tomado/ pensando en tus labios me puse a cantar… La vida no vale nada/ no vale nada la vida… Me cansé de rogarle/ me cansé de pedirle que yo sin ella/ de pena muero… Yo sentí que mi vida se perdía/ en un abismo profundo y negro como mi suerte… Amanecí otra vez entre tus brazos… Y me querías decir no sé qué cosa/ pero callé tu boca con mis besos… Te vas porque yo quiero que te vayas… Si encuentras un amor que te comprenda/ y sientas que te quiere más que nadie/ entonces yo daré la media vuelta/ y me iré con el sol cuando muera la tarde… Estoy en el rincón de una cantina… Que me sirvan de una vez pa’ todo el año… Tómate esta botella conmigo… Quiero ver a qué sabe tu olvido… Se me acabó la fuerza de mi mano izquierda/ voy a dejarte el mundo para ti solita… Qué bonita es la venganza/ cuando Dios nos la concede… Si te acuerdas de mí no me menciones/ porque vas a sentir amor del bueno/ Y si quieren saber de mi pasado/ es preciso decir una mentira/ di que vienes de allá/ de


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un mundo raro… Para de hoy en adelante/ el amor no me interesa… Ojalá que te vaya bonito… Porque estás que te vas y te vas y te vas y te vas y te vas y te vas/ y no te has ido…”. Ante esta radiografía del sentimiento dan ganas de pedir derechos de autor. ¿Cómo no sentir que hemos escrito eso con nuestras penas? La conexión (mejor: la simbiosis) entre el compositor y su público convirtió a sus canciones en mecanismos para consagrar intérpretes. Su repertorio fue idóneo para charros cantores como Jorge Negrete y Pedro Infante y para cantantes más recientes, como Alejandro Fernández o Luis Miguel. Además, ofreció notables oportunidades a las mujeres desafiantes, de Lucha Reyes a Lola Beltrán, pasando por Chavela Vargas y Lucha Villa. A diferencia de Lara, inexplicable sin la poesía modernista, José Alfredo no se apoyó en lecturas para perfeccionar un peculiar género literario: la autobiografía ajena. Cantaba lo que la gente sentía al oírlo. En su ensayo “José Alfredo Jiménez: ‘Les diré que llegué de un mundo raro’ ”, escrito para el Cancionero completo del compositor, Monsiváis supo decir a este respecto: “poesía popular es el acervo de frases con las cuales uno queda bien consigo mismo”. Paloma Jiménez se ha servido de otra frase indeleble de José Alfredo

para titular este libro: Cuando te hablen de amor y de ilusiones. La autora ofrece una semblanza de su padre que combina la cercanía del trato familiar con el distanciado análisis del especialista. El foco central de su trabajo son las letras de las canciones. En su condición de filóloga y crítica literaria, compara la vasta producción de su padre con la de otros poetas de la tradición popular y de la “alta cultura”. Su principal mérito consiste en explorar las honduras de lo que creemos comprender de inmediato. La canción, y especialmente la ranchera, golpea al corazón sin miramientos. Al compás de las guitarras, condensamos lo ocurrido: la afrenta de la ingrata, el arrepentimiento del cobarde que no supo amar, el fingido desdén ante el abandono. Pero esas reacciones instantáneas tienen causas ocultas y resonancias muy complejas. Para afianzar su identidad como Hijo del Pueblo, José Alfredo canta: “No sé escribir mi nombre/ yo no entiendo de letreros”. Escudado en su ignorancia, construye con eficacia la imagen de un hombre sin estudios pero cargado de experiencia, “un gallo muy jugado”, que tiene cosas duras que transmitir y no necesariamente quiere hacerlo. De pronto, humillado por el desamor, confiesa su peculiar sabiduría. De manera fascinante, oscila entre la entrega del que ama, el orgullo posesivo y la súplica del que teme

perder lo más querido. En una misma canción, celebra que la amada sea besada por otros labios y proclama con vencida arrogancia: “te vas porque yo quiero que te vayas”. Al decir “yo soy tu dueño” sabemos, sin necesidad de consultar a Freud, que pronuncia una mentira. En el diván de José Alfredo, se produce un singular cortocircuito entre la razón y la emoción; lo que el cantante afirma no es lo mismo que dice. Con frecuencia, la voz cantante se postula como indómita y afrentosa ante la batalla del amor, pero, como escribe con acierto Paloma Jiménez, el guerrero “entra en la batalla sin escudo, sin espada y a pie”. Sucumbe ante los ojos decisivos y tiene “el valor de no negarlo”. En José Alfredo, el sufrimiento, el abandono y el rechazo se convierten en la nobleza de quien sabe admitirlos. Desgarrado, el amante parece resignarse: “Que te den lo que no pude darte”, pero, siempre complejo, añade con recelo: “Aunque yo te haya dado de todo”. Las pasiones son contradictorias. Paloma Jiménez dedica especial atención a la letra de “El rey”, que en modo alguno es una canción triunfal. La hija del compositor señala que lo decisivo en la pieza es el lugar psicológico desde el que es cantada: “yo sé bien que estoy afuera”. El supuesto monarca se dirige a alguien que llorará su muerte. Derrocado por un amor

El cantautor guanajuatense, quien compuso cerca de 300 canciones.

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no correspondido, no dispone de más reino que el despecho. Y, sin embargo, en un intenso performance del patetismo, proclama: “pero sigo siendo el rey”. Esta elocuente confusión se traslada de la música a quienes la escuchan; en la confesional segunda voz, unos se desgañitan para sentirse monarcas y otros, resignados, abdican al trono que nunca fue suyo. El inventario que Ovidio levantó en El arte de amar y Remedios de amor aparece sin disminución en Cuando te hablen de amor y de ilusiones, cancionero con reflexiones de meritoria erudición. El poeta, novelista e investigador colombiano Darío Jaramillo Agudelo dedicó un libro imprescindible a la relación entre las letras y la música: Poesía en la canción popular latinoamericana. En su primera página, comenta acerca de las piezas que seleccionó para su análisis: “En estas canciones hay una poesía distinta de la poesía para leer en silencio. Con una estética y una retórica diferentes. Sí, hay una poesía para ver y hay una poesía para oír”. No se trata de que las letras de los corridos o los boleros se consideren equivalentes a la poesía de Octavio Paz o José Lezama Lima, sino de encontrar en ellas otra forma de la poesía, ajustada a la melodía y accesible a la inmediatez de la emoción. La oralidad reclama una respuesta distinta a la de la lectura. El juicio del oído es instantáneo, el del ojo tarda más y pasa por la reflexión. Paloma Jiménez cita con fortuna a Roland Barthes para explicar la fugacidad de la poesía hecha para ser oída: la declaración amorosa es “un proferimiento, es decir una llamada que solo tiene sentido en el momento en que se pronuncia ‘te quiero’ ”. Las canciones pueden tratar del pasado, pero siempre suceden en presente. José Alfredo representa un ejemplo superior del valor de la intuición en el arte. Cuando el compositor Ernesto Lecuona conoció al legendario bolerista Sindo Garay, se sorprendió de que no pudiera leer las notas de la música que contribuía a revolucionar. Lo mismo se puede decir del creador de “Un mundo raro”, que no tocaba instrumento alguno y desconocía las partituras. Sin otra enseñanza que su cuerpo, José Alfredo componía silbando. Cuando te hablen de amor y de ilusiones es la historia de una devoción. La autora rinde a su padre el tributo del cariño, pero también se sirve de un recurso que no siempre ejercemos ante un ser demasiado próximo: el entendimiento. A través de las letras de las canciones, descifra los claroscuros del compositor y traza sugerentes vínculos con autores de otras épocas y latitudes. Los argentinos suelen decir que Carlos Gardel cada vez canta mejor. En la misma tesitura, Carlos Monsiváis comentó: “no hay cómo envejecer a José Alfredo”. Siempre actual, el bardo de Dolores no deja de recibir el mayor homenaje que se concede a la música popular: somos nosotros quien le cantamos. Una nación que convierte la tragedia en sentimiento grita de pie: Cuántas luces dejaste encendidas Yo no sé cómo voy a apagarlas.

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CIENCIA

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DESMETÁFORA

De qué hablar en 2022 Este año ofrece un despliegue de grandes proyectos y la conmemoración de ideas que impactaron al mundo GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA PHYS.COM

E

n 2019 la Unesco adoptó la resolución de proclamar al 2022 como Año Internacional de las Ciencias Básicas y el Desarrollo Sostenible. A la pregunta de ¿por qué un Año Internacional dedicado a las Ciencias Básicas?, la Unesco contesta en su portal: “Una comprensión básica de los fenómenos naturales, y de los generados por la imaginación y la organización humanas, es esencial para la aplicación de la Agenda 2030. El Año Internacional de las Ciencias Básicas para el Desarrollo Sostenible 2022 será un momento clave de movilización para convencer de ello a los líderes económicos y políticos, así como al público en general”. La agenda 2030 fue adoptada en 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas y se articula en diecisiete objetivos de desarrollo sostenible hacia los que debemos dirigir el esfuerzo colectivo. Entre estos se encuentran: el fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género. La Ciencia Básica es considerada por esta organización internacional como sine qua non para conseguir lo que se ha propuesto. De manera que comenzamos 2022 señalando esta importante resolución internacional en favor de la Ciencia Básica.

Representación de la nave Juice.

Por lo demás, este año será el escenario de una intensa actividad científica en todos los ámbitos. En mayo reiniciarán las operaciones del Gran Colisionador de Hadrones en el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN). El acelerador de partículas más grande del mundo había estado en labores de mantenimiento y adecuación de espacios desde diciembre de 2018. El Gran Colisionador de Hadrones regresa con más energía y las colisiones que producirá serán más frecuentes; de manera que se acumularán más eventos por segundo de lo que se venía registrando anteriormente. Con este nuevo periodo de toma de datos se profundizará en el estudio de fenómenos como la búsqueda de materia exótica, de dimensiones espacio-temporales más allá de los que conocemos, de la materia primordial de la que se originó el universo y otros muchos. En junio la Agencia Espacial Europea lanzará Juice al espacio. Nombrado por sus siglas en inglés, Jupiter Icy Moon Explorer, esta misión busca estudiar las lunas de Júpiter: Ganimedes, Calisto y Europa. En

Se cumplen 200 años del nacimiento del gran científico francés Louis Pasteur

estos satélites del gigantesco planeta podría existir una gran cantidad de agua bajo su superficie. La nave llegaría a Júpiter en 2029 para orbitar el planeta durante dos años y medio enviando información a los especialistas. Por su parte, el ahora llamado Rosalind Franklin y antes ExoMars Rover será enviado al planeta rojo en septiembre. Es también un proyecto de la Agencia Espacial Europea que estaba planeado para ser lanzado en julio de 2020, cuando la gran bióloga codescubridora de la estructura del ácido desoxirribonucleico cumpliría cien años, pero fue pospuesta para 2022. Entre otros, la misión continuará con el análisis de muestras de suelo en busca de vida. En septiembre se cumplirán 45 años del lanzamiento del satélite Voyager 1, el artefacto construido por la humanidad que más lejos ha llegado. Después de todo ese tiempo la misión se ha extendido para cumplir con el objetivo de localizar los límites del Sistema Solar, así como estudiar el espacio interestelar inmediato. Ahora se encuentra a casi 160 veces la distancia que existe entre nuestro planeta y el Sol; ha rebasado ya los confines de nuestro sistema planetario y reporta la existencia de un plasma electromagnético como burbuja que rodea a nuestro vecindario

solar. El suministro de energía debe ser suficiente para poder enviar señales hasta 2025. La dirección de vuelo lo lleva al centro de la galaxia. En noviembre se cumplirán 60 años de la muerte del físico Niels Bohr, quien hace 100 años ganó el Premio Nobel de Física y se convirtió en uno de los más influyentes pensadores modernos. Niels Bohr es uno de los arquitectos de la mecánica cuántica, teoría que explica al mundo microscópico. Su formulación interpretativa de esta teoría sigue siendo motivo de inquietudes, controversias y debates. La mecánica cuántica no solo ha sido exitosa al describir los fenómenos de la naturaleza, ofrece además una visión desconcertante de la realidad que ha dictado la agenda de investigación en el área por más de cien años. En 2022 se cumplen 200 años del nacimiento del gran científico francés Louis Pasteur cuyo legado es gigantesco. No solo es pionero de la microbiología, desarrollador de las vacunas, la pasteurización y muchas otras innovaciones de gran impacto científico y social; fue además un pensador completo, creador de una manera de ver y hacer ciencias biológicas. Estas son algunos de los temas que darán de qué hablar en el año que está comenzando.

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EN LIBRERÍAS

1 DE ENERO 2022

NARRATIVA, ENSAYO Rebelión en la granja

Falsa guerra

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A FUEGO LENTO Hablemos de ópera

Los hijos del volcán México, 2021

Carlos Manuel Álvarez Sexto Piso México, 2021 248 páginas

George Orwell Océano México, 2021 152 páginas

Gerardo Kleinburg Turner Mx México, 2021 320 páginas

Los personajes de esta novela han sido condenados a no pertenecer a ninguna parte. Quienes abandonaron Cuba son incapaces de adaptarse a su condición de exiliados, quienes permanecen desean salir a toda costa sin medios para conseguirlo. No hay futuro a la vista, ni hogar, solo una opresiva melancolía.

Después de 1984, esta es la novela más conocida de Orwell. Como cuenta en el prefacio, los problemas que tuvo para publicarla se debieron principalmente a su evidente tono antisoviético (en Inglaterra, según cuenta el autor, se permitía más criticar a Churchill). Su actualidad radica en que representa el ciclo del poder.

Las restricciones que impuso la pandemia están detrás de la factura de este libro. Con los teatros clausurados, los protagonistas de la escena operística tuvieron que hacer un alto en el camino. Kleinburg aprovechó esta pausa para conversar con muchos de ellos. El elenco es un abanico de estilos y personalidades.

Una luz abrasadora, el sol y todo lo demás

Contra el autoritarismo

¿Para qué sirve realmente la ética?

Jon Savage Sexto Piso España, 2021 382 páginas

José Woldenberg Cal y arena México, 2021 128 páginas

Adela Cortina Booket México, 2021 190 páginas

Una historia oral de Joy Division, que nació a mediados de la década de 1970 en el enclave industrial de Manchester y cuyo ascenso se vio interrumpido por el suicidio de su líder, Ian Curtis. Savage entreteje los testimonios de los miembros de la banda y de gente cercana a su entorno hasta producir una suerte de historia coral.

El sino de la democracia es la “crisis permanente”, recuerda Woldenberg. En tanto que es un régimen que genera “expectativas y esperanzas” difíciles de cumplir plenamente, “insatisfacción y democracia son una apareja inseparable”. Los textos reunidos en este volumen han sido escritos bajo el signo de la impaciencia.

Además de racional, el ser humano es en esencia moral. Partiendo de ese principio, Cortina explica que su propósito en este libro es mostrar de qué modo podemos “sacar partido” de esta cualidad. “La ética sirve para recordar que es una obligación ahorrar sufrimiento y gasto haciendo bien lo que está en nuestras manos”.

Y, además, en nuestra edición digital: Carlos Illades: Bertrand Russell en la Rusia soviética • Jennifer Clement: Mago (sobre la pintura de Guillermo Arreola • Pablo Raphael: El INER o cómo salir de Nunca Jamás • Luis Bernardo Pérez: Del mar (y sus pescaditos)

La voz de adentro ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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ué extraña y fascinante es la novela Los hijos del volcán (Alfaguara), de Jordi Soler: extraña por la justeza con la que el presente convive con un tiempo inmemorial, y fascinante por la andadura de su protagonista, Tikú, un indio totonaca investido como deidad por una tribu milenaria que habita las faldas de un volcán señorial. ¿Dónde estamos? En la selva y el bosque de Veracruz, y también en un pueblo gobernado por un cacique rubio. Salvo las acciones del narcotráfico y los fastos de algún presidente municipal, nada parece sugerir que esa zona pertenezca a México. Los personajes se mueven entre las brumas de la memoria y códigos tan rancios como el de ojo por ojo y diente por diente. Es cierto que a cada tramo salen a nuestro paso las miserables rutinas de trabajo, peones embrutecidos por el guarapo, mujeres condenadas a la sumisión, la batalla desigual entre los dueños de la tierra y los desheredados de siempre, pero Jordi Soler prescinde con tino de la moralina y la diatriba sociológica por las que ahora muchos autores se desviven. Ahí están esos espectros, con todo y su corte de agravios históricos, pero solo para enmarcar el drama de su protagonista: ¿qué significado tiene haber renunciado a las migajas de la civilización para volver al estado semisalvaje del trampero y recolector de raíces? El viaje de regreso a la naturaleza representa de igual modo el encuentro con las potencias destructoras que hacen posible el trato igualitario de la vida y la muerte. En Los hijos del volcán hay lugar para las verdades del mito y los demonios del progreso, para las armas de fuego y las lanzas con puntas talladas, para chamanas y gigantas que olfatean el futuro. Esta doble condición guía los pasos de Tikú, tal vez como recordatorio del “círculo perverso en el que le había tocado nacer”: a pesar de sus esfuerzos por seguir la vocación de maestro rural, no deja de oír a “la voz de adentro”, siempre necesitada de un crimen ritual. Me he negado a leer Los hijos del volcán desde la perspectiva de la conquista y el sometimiento de los pueblos originarios de Mesoamérica. El lector puede contradecirme. Prefiero considerarla a la sombra de los destinos individuales enfrentados al dictado ciego de la Historia.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

1 DE ENERO 2022

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TOSCANADAS

tenido bastante con olvidar tu condición de hombre. No eres en modo alguno el habitante de un planeta errante, no te planteas preguntas sin respuesta: eres tan solo un pequeño burgués de Toulouse. Nadie te sacudió por los hombros cuando aún era tiempo. Ahora, la arcilla de que estás formado se ha secado, se ha endurecido. Y nada, en adelante, será capaz de despertar al músico dormido, al poeta o al astrónomo que quizás habitaban en ti en un principio”. Les deseo un año tan mediocre como el que acaba de terminar, repleto de justificaciones, de olvido por lo que lucharon a los veinte años, de servilismo, de envidias, y de aquel fantasma que los visita cuando están borrachos para contarles la bonita fábula de que pudieron llegar a ser poetas.

los colegas escritores y demás artistas que se acomodaron en la burocracia, que a cambio de un salario adormecieron sus ideas para acabar sometiéndolas, les obsequio este fin de año una cita del buen Antoine de Saint-Exupéry, de su libro Terre des hommes. “Viejo burócrata, compañero mío aquí presente, nadie te ha permitido escapar y tú no eres responsable de ello. Has construido tu paz a fuerza de bloquear con cemento, como lo hacen las termitas, todas las salidas hacia la luz. Te has enroscado en tu seguridad burguesa, en tus rutinas, en los ritos sofocantes de tu vida provinciana. Has levantado tu humilde muralla contra los vientos y las mareas y las estrellas. No le hallas sentido a inquietarte por los grandes problemas. Ya has

Termitas DAVID TOSCANA

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BICHOS Y PARIENTES

Ranas de sátira o comedia

H

ace poco nos acosaba el runrún de una leyenda espeluznante: que se puede poner ranas en una olla, prender el fuego y cocinarlas sin que se acusen cambio ni intenten escapar. Los animales que no regulan internamente su propia temperatura se llaman poiquilotermos. Para jugar al griego: poiquílos significa “de colores variados, moteado... variable, cambiante...”. Y en efecto, parecemos de juicios que cambian con la temperatura: muchos que denostaban el bajo crecimiento económico, la violencia criminal, la impunidad, la corrupción, ahora croan y aplauden a una administración que no hizo sino incrementar esos mismos problemas, bajo un presidente berrinchudo e incapaz, pero dispuesto a acumular todo el poder. El chiste cruel parecía dispuesto a cumplirse... solo cabía esperar que fuera comedia y no sátira. La comedia comparte con los profetas el carácter admonitorio, pero su advertencia siempre es reversible y su mordacidad es precautoria. Se da cuando las cosas, principalmente las cosas políticas, tienen enmienda y es posible corregir el rumbo. La comedia solo halla lugar en una sociedad dispuesta a compartir una cultura y a limitar el poder; el del gobernante y del de las masas o mayorías, y solo es verosímil en temperaturas medias: ni en el hielo de la sátira, ni en el fuego del predicador. Ni Petronio ni Savonarola. Puede verse a lo largo de la historia: la comedia florece en las sociedades políticas, y desaparece con tiranías, demagogias, gobiernos criminales. Cuando el discurso público ha sido envilecido y roto, no queda lugar

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA AFORO LIBRE

para el gran discurso de los trágicos. Demóstenes es obsesivo y sus discursos no parecen dichos sino rugidos. Ya no hallaba otro modo de hacerse escuchar. La seriedad de las cosas no se puede reparar: el énfasis las rompe, las vuelve ridículas o mudas. Por el otro lado, los recursos picantes de la crítica —la ironía, la reducción al absurdo— requieren una posición de semejanza entre quien habla y quien escucha. Y esto, a su vez, requiere que la calidad de la conversación (sin la cual el debate solo son muecas) sea

Cuando el discurso público ha sido roto, no queda lugar para el discurso de los trágicos

vista como un patrimonio común, más allá de acuerdos y discordias. Perdida la capacidad de conversar, quedan el denuesto y el rugido. En los tiempos sin conversación sobreviven los extremos: por un lado, el croar de masas; por el otro, la sátira, la farsa. Muecas y gestos. Cuando el acuerdo político se ha caído deja una forma del poder, pero no del Estado. Ya no es la polis: es el gobernante y su poder (y lo mismo para Saúl que Filipo o Nerón). La concentración de poder implica una disminución del diálogo político. Mayor poder, menor política. La razón deja de ser dialéctica y se abandona al énfasis y a la aclamación del populacho. Gana siempre el demagogo. El sujeto que elige razonar produce un sonido leve, el habla, inaudible en la plaza. Queda solo la sátira, ya

Una escena de Las ranas, de Aristófanes.

no la crítica. Ridiculizar al poderoso es un intento de supervivencia política y, a su vez, cuando el poderoso es ridículo la elocuencia misma se vuelve su propia farsa. Los políticos experimentados se burlaban de los discursos de Nerón, aunque se los hubiera escrito Séneca. Y es que, desde Aristófanes, la comedia añade un elemento fundamental: pone al público ante el espejo. La jugada de Aristófanes siempre tiene una tercera banda: el coro representa al ciudadano común, lo integra y lo vuelve risible ante sí mismo. Es común que las obras de Aristófanes reciban su título según la función del coro en cada obra: aves, avispas, nubes, ranas... Que la comedia sea precisamente sobre gente como uno es lo que permite colocar el espejo ante los ojos: los del público. La sátira ignora las semejanzas y concentra su violencia contra un objeto irredimible. Hay que temer a los tiempos sin comediógrafos. Quedan algunos, por fortuna, y hay que celebrarlos: por la risa y la sonrisa reviven el valor de las palabras. Cuando la conversación ha dejado de ser lugar de entendimiento y cede a los discursos sordos, se instalan no solo el desprecio y la revancha contra el otro, sino contra la elocuencia. Aristófanes, en Las ranas, pone a Dioniso como un diosecillo cobarde, solapado e hipócrita, que entra en competencia con el coro de las ranas: a ver quién grita más fuerte. Y todavía creo, sobre aquella analogía horrible, que las ranas de la ciudadanía resultaron peludas; no saben croar al unísono, y por eso las detesta el diosecillo cobarde, y resultaron sensibles a la temperatura y no están dispuestas a dejarse cocer.

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