Laberinto No.972 (29/01/2022)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

ENSAYO

FERNANDO ZAMORA

CARLOS ILLADES

El renacer del ciclo artúrico

Los universos paralelos de Blanqui

Foto: Sailor Bear

SÁBADO 29 DE ENERO DE 2022 AÑO 18 - NÚMERO 972

Cien años tras la estela del Ulises de Joyce Hernán Lara Zavala, Víctor Manuel Mendiola/ FOTOARTE: LUIS M. MORALES

Retrato: E. Appert


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ANTESALA

29 DE ENERO 2022

EN EL BANQUILLO

Sesión

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TEDI LÓPEZ MILLS

iempre escogemos el cubículo de en medio. Distribuimos nuestras pertenencias en el espacio blanco de una repisa, con un orden que yo llamo retrospectivo, aunque mi conciencia puntillosa me señala que se trata más bien de una serie de capas introspectivas con las que reconstruyo la misma historia para no perder de vista el principio. Ayer leí sobre el “instante en que el animal se rasca con sus pezuñas traseras, se agita y los cuernos se desprenden”. Le pido a mi conciencia que se trabe con la figura de las astas para que yo continúe con el Canto III de mi Comedia apócrifa. A los dos chalecos les toca colgar de una silla al lado del sillón reclinable donde él pone su cuerpo mientras yo espero la muestra de sangre y la hoja de papel que voy a bajar al laboratorio para que se otorgue el permiso correspondiente. A veces me quejo con las señoritas que tramitan los cobros; muevo los brazos en el aire, exijo explicaciones. Luego ofrezco disculpas y tomo el elevador al tercer piso y me digo una vez más que mi función es secundaria y debo asumirla con humildad. Entro al cubículo y saco de mi bolsa el libro que leeré en voz alta esa tarde. Examino las notas a pie de página por si hace falta dilucidar algún pasaje. Anu es el dios patrón de Uruk; Aruru, la diosa que con un puñado de barro crea a Enkidú en la estepa; Ishtar, la diosa del amor y de la guerra que Gilgamesh repudia en la Tablilla VI: “¡No, no te tomaré/ como mi esposa!/ ¡Eres un brasero que se enfría/ co mo hielo!/ ¡Eres portezuela que deja pasar/ vientos y corrientes!/ ¡Eres fortaleza que se desploma/ sobre sus soldados!” Ishtar le rompe el ala a un pájaro multicolor, cava trampas para el león, decreta el látigo, las riendas y las espuelas para el caballo. Es “la sandalia que lastima/ el pie de quien la calza”. Gilgamesh y Enkidú viajan al Bosque de los Cedros y matan al monstruo que lo habita. Le arrancan el corazón y una pata al Toro de los Cielos que suelta Anu para vengar a su hija Ishtar. Se lavan las manos en el Éufrates. Enkidú sueña que los dioses discuten acerca de su destino. Un pukku es un tambor o una pelota; un mekku, una baqueta o un bastón. Son insignias de realeza. A Gilgamesh se le caen al Infierno y Enkidú debe ir a rescatarlas; desobedece las reglas de los muertos y no se le permite regresar al mundo de los vivos. Gilgamesh se echa al polvo: “¡Ay de mí!” Pero el Infierno tiene orificios y el fantasma de Enkidú logra salir como un soplo. Los amigos se abrazan y se besan. Gilgamesh vuelve a Uruk; se pasea por sus murallas. Admira los cimientos: “¿no son acaso cocidos sus ladrillos?” Un Sar equivale a alrededor de 360 hectáreas. Uruk mide tres Sares. Gilgamesh es un héroe resignado: la Serpiente Primordial le robó la planta de la eterna juventud mientras él se bañaba en un pozo de agua fría. Alguien punza el catéter, inserta los tubos y anota las horas en las botellas de los líquidos. Las burbujas se irán acumulando cerca del final. ¿Quiénes fuimos antes del cubículo?

Entro al cubículo y saco de mi bolsa el libro que leeré. Examino las notas a pie de página

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El Caballero Verde. Dirección: David Lowery. Irlanda, Canadá, Estados Unidos, 2021.

HOMBRE DE CELULOIDE

Honor en el siglo XXI

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA SAILOR BEAR

l ciclo artúrico no ha corrido con mucha suerte en el cine. Si bien La espada en la piedra de los estudios Disney popularizó la historia en 1963, también la banalizó. No fue hasta 1981 que Boorman utilizó la materia de Bretaña con efectividad. Y si bien Excalibur hace hincapié en el chovinismo inglés, el director consigue mezclar, en torno al texto original (La muerte de Arturo de Malory), todo este universo que, en efecto, nació en Inglaterra, pero llegó a su esplendor en la corte provenzal. Desde Excalibur no aparecía en el cine una obra capaz de atrapar el espíritu de estos personajes creados con fe e imaginación; héroes que narran, en clave mítica, el proceso de cristianización de la Europa Occidental. El Caballero Verde (disponible en Amazon Prime) es un tapiz de historias legendarias que el director, David Lowery, ha tejido en modo soberbio en torno a una novela relativamente menor del ciclo artúrico. Si bien se dice que Sir Gawain y el Caballero Verde (el texto en el que se basó Lowery) fue la inspiración auténtica de la trilogía de El Señor de los Anillos, Tolkien se interesó en esta novela más por una cuestión de lenguaje. La lucha del bien contra el mal que la aparición del

cristianismo trajo a Europa sirvió al escritor más bien para narrar en clave simbólica la pugna de la OTAN contra el comunismo. Mordor era la URSS. El Caballero Verde no evade tampoco una lectura de este conflicto tan actual, pero hay en ella menos confianza en los gobiernos occidentales. Por eso Lowery contradice abiertamente a la novela original que describe a los reyes Arturo y Ginebra como hermosos y justos. Aquí se les interpreta decadentes, aun malévolos. “He querido narrar esta historia como si fuese una película de horror”, ha dicho el director. Y, en efecto, lo consigue. No por los golpes de teatro o el susto que consigue aumentar el ritmo cardiaco. El tono está al servicio de un espíritu que, a pesar de los cambios (o justamente por ellos), coincide con la energía original del ciclo artúrico. Y es que las gestas de los caballeros de la Mesa Redonda son, ante todo, una batalla interior. Eso es exactamente lo que sucede aquí. Y así hay que leer la película, abiertos a

Lowery contradice a la novela original que describe a Arturo y Ginebra como justos

la posibilidad que ofrece el arte de David Lowery: indagar en el corazón humano que, como el de Gawain, se ha acostumbrado demasiado a la comodidad y la desidia. Así que poco importa que el director y guionista haya tirado por la borda la historia original quedándose tan solo con la premisa. Lo que realmente tenemos que apreciar aquí es la capacidad de David Lowery para hacernos pensar, en estos tiempos, en el significado de una palabra de sabor anticuado: honor. Apoltronados como Gawain en placeres banales, los ciudadanos de los países que antaño fueron cristianos nos hemos acostumbrado a pensar que la honra, esto es, el actuar rectamente y alineados con valores de arriba y no con apetitos de abajo, es algo frívolo. “¿Acaso no basta con ser buenos?”, pregunta la novia a Gawain cuando está a punto de salir a enfrentar al Caballero Verde. No. David Lowery, y el autor de la novela original, saben que no. No es suficiente con ser buenos, hay que aspirar a algo mayor. Aspirar por ejemplo a una trascendencia que no está (como lo muestra el clímax de la película) en honores humanos, en la corona de Arturo. En su trono. Está en hacer lo correcto. El Caballero Verde es una de las más hermosas películas de 2021. Todo interesado en el arte debería verla.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Tarde fría... FRANCISCO HERNÁNDEZ

Tarde fría, con mucho viento. La voz del Espectro le confiesa a Salieri: “Extraño a Masterpig como a un respiro. Aunque no podía verme, al escucharme recitar poemas se paraba frente a mí. Risueña, dirigía su cabeza hacia lo alto; tal vez imaginaba que los versos habían sido pronunciados por el aire mismo. Después, cuando mi voz ya no se oía, Masterpig se iba luciendo su desnudez sin tocar el suelo”. Este poema forma parte del libro ¿Cerdo o no ser? (Más textos relegados a un segundo plano), publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro.

EX LIBRIS

Luchando contra mi ángel/ EKO

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Aporofobia ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

n la novela de Knut Hamsum, Hambre , a medida que el protagonista, un escritor pobre, experimenta mayor necesidad, se enfrenta a una mayor cerrazón editorial, al rechazo de sus amigos y a la sospecha de las autoridades por su aspecto. Si a ello se agrega su temperamento paranoico y su absurdo orgullo, se entiende que este individuo casi se consuma de inanición ante la indiferencia de todos. La literatura desde la picaresca española hasta Charles Dickens o, en el siglo XX, John Steinbeck, Roberto Arlt, George Orwell o Georges Bernanos ha logrado registros vívidos de la pobreza. Estos escritores se internan en la experiencia física y psicológica de la miseria, en el sufrimiento que implica la carencia de satisfactores elementales, en el sentimiento mezclado de desamparo, vergüenza y rabia que embarga al menesteroso. El pobre, en particular el indigente, afrenta la mirada y el olfato de los otros, recuerda la volubilidad de la fortuna y hace renacer los miedos más arcaicos de abandono y precariedad. Por eso, las penurias del pobre son magnificadas por el repudio social y por el propio juicio de su situación como una falla personal. Si bien se cuenta con estremecedores testimonios literarios de la satanización del pobre, aún falta mucho (sin olvidar obras como las de Pierre Bourdieu y Martín Caparrós) para hacer visible e inteligible este fenómeno desde las ciencias humanas. La filósofa española Adela Cortina concibió el término aporofobia para nombrar una de las formas más frecuentes, y poco conscientes, de exclusión, que es el rechazo al pobre. Este concepto se popularizó cuando Cortina publicó su exitoso libro Aporofobia (Paidós, 2017) y, después, cuando el neologismo se incluyó en el Diccionario de la lengua española. Aporofobia busca definir la especificidad de una de las muchas formas de discriminación. Basada principalmente en el contexto europeo de crisis migratorias, la autora señala que la xenofobia y la discriminación racial no explican totalmente el rechazo a los inmigrantes, pues se acoge a los turistas acomodados, se persigue ávidamente la inversión extranjera y se celebra a deportistas o artistas de la periferia. Por ende, la animadversión a los inmigrantes proviene, más que de su origen, de su situación de pobreza (y esta actitud se replica hacia los pobres locales). Para Cortina, esta reacción ante el pobre tiene añejas raíces culturales y hasta biológicas, aunque su ideología reduccionista puede desmontarse fácilmente con los instrumentos de la razón empática. Por eso, la autora enlista un conjunto de medidas jurídicas y de política social y educativa que pueden crear un entorno de igualdad de oportunidades y una conciencia más amplia de la dignidad de todos los individuos. Más allá de que sea posible, o no, compartir sus prescripciones y optimismo, se trata de un pensamiento original, y vigorosamente moral, que llama a reparar las capacidades de condolerse del otro y las virtudes de la solidaridad y la hospitalidad.

El pobre hace renacer los miedos más arcaicos de abandono y precariedad

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DE PORTADA

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A cien años de su publicación, el 2 de febrero de 1922, el libro que cambió el derrotero de la novela moderna continúa maravillando

Ulises: ¿carcajada de Joyce al mundo?

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HÉRNÁN LARA ZAVALA FOTOGRAFÍA CULTURE CLUB

a aparición de Ulises, de James Joyce, en 1922 significó un punto de inflexión en la historia de la novela contemporánea. Ninguna otra obra narrativa había causado tal conmoción, no solo por lo intrincado de la anécdota y su compleja construcción sino porque en esencia se trataba de una “revolución de la palabra literaria” que mostraba cómo la mente humana elabora el proceso lingüístico antes de ser articulado. A esto hay que añadir la singular estructura de la novela que ocurre en 18 capítulos, cada uno de una hora, pues inicia un 16 de junio a las 8 de la mañana y culmina al día siguiente a las 2 de la madrugada. Y para mayor dificultad la anécdota que relata Joyce intenta hacer un parangón o paralelismo con la Odisea de Homero adecuada a un solo día en la ciudad de Dublín. Estos retos han propiciado que la novela goce de una excelente fama pero también ha limitado de manera muy severa la accesibilidad de la obra al lector común. Tal vez debido a lo anterior mi maestro Colin White solía decir, en su clásico tono escéptico e irónico, que Ulises había sido la gran carcajada de Joyce al mundo, es decir, una gran tomada de pelo. Pero detengámonos un momento a reflexionar sobre cuáles fueron las aportaciones de Joyce a la novela, cómo fue su desarrollo y también, si acaso, que se excedió en su titánica labor para revolucionar el mundo de la ficción.

La producción literaria de Joyce fue relativamente exigua y hasta podríamos decir limitada a una suerte de “autoficción” (lo que Joyce llamaba “autobiografía fantaseada”), aunque no por ello sencilla ni mucho menos banal. Se inicia escribiendo un volumen titulado Dublineses que contiene quince cuentos sobre diversos personajes de la sociedad de la capital de Irlanda pertenecientes a diferentes estratos y edades y que de alguna manera preludia los dos libros subsecuentes. Su publicación no resultó, en modo alguno, sencilla pues tardó más de siete años en ver la luz por los prejuicios morales de los editores. El propósito de Joyce se enfocó, según sus propias palabras, en escribir “un capítulo de la historia moral de mi país y elegí Dublín como escenario porque la ciudad me parece el centro de la parálisis”. Dublineses y su siguiente libro, la novela Retrato del artista adolescente, se publicaron simultáneamente en 1914, aunque en ambas obras ya había invertido varios años de trabajo. Como el título indica, Retrato… es una alusión a la obra de múltiples pintores que en algún momento de su vida realizaron autorretratos para reflejar la imagen del artista en sus mocedades. El tema de la novela se ha convertido en un clásico en cuanto a que revela las inquietudes y aspiraciones del joven escritor. Precisamente ese año Joyce abandona Irlanda para no volver e inicia la escritura de Ulises en Italia. Ya antes Joyce había descubierto dos importantes recursos. Uno es de origen “artístico-religioso”, que se le reveló durante la escritura de Dublineses: “epifanía”, que para Joyce significaba “revelación íntima”, asociada

con la estrella de Belén que les señaló a los Reyes Magos la presencia divina de Jesucristo. La interpretación estética de Joyce fue convertir ese importante momento religioso en una verdad ineludible, en un giro que no se hace evidente a simple vista sino que puede ocurrir, o bien en alguno de los personajes o, simplemente, en la conciencia del lector cuya sutil cualidad es la de entender la paradoja que plantea la anécdota para iluminar el sentido del relato. Tal vez ese recurso ya se advertía en autores como Chéjov pero fue Joyce quien lo bautizó narrativamente para convertirlo en un recurso intrínseco al género cuentístico y novelístico, explotado después por escritores como Hemingway, Babel, Updike, Carver... Su otra enorme aportación fue la utilización de lo que se ha dado por llamar “la corriente de conciencia” o “monólogo interior”, que permite que el autor se adentre en la psique de sus personajes para describir, en el pensamiento —y en ocasiones también con palabras—, sus motivaciones, dudas, deseos, traslapes, frustraciones, lapsus, juegos verbales —conscientes o inconscientes—, incluyendo equívocos, retruécanos y obscenidades, es decir, los más íntimos orígenes del pensamiento sin censura y sin mayor rigor que la fuerza del inconsciente. Pero Joyce no fue realmente el creador de ese recurso que ya tenía antecedentes en Flaubert, Tolstói, Dostoievski y Proust. Joyce lo aprendió a través del autor francés y contemporáneo suyo Edouard Dujardin, cuya novela

El escritor irlandés, también autor de Retrato del artista adolescente y Dublineses.

“La epifanía” y el “monólogo interior” son dos de sus grandes aportaciones a las letras

Han cortado los laureles lo inspiró a llevar “la corriente de conciencia” a su pináculo y excelsitud. “La epifanía” y el “monólogo interior” son, pues, dos de las grandes aportaciones de Joyce a las letras. Existe otra muy importante que no se puede soslayar: su nacionalidad irlandesa, de la que siempre abjuró, pero que constituyó parte fundamental de su temperamento, imaginación, religión, amores y odios, aunque haya elegido conscientemente “el exilio, el silencio y la astucia” como destino literario. Aquí vale la pena hacer una breve digresión: Irlanda tiene una de las historias más ricas y violentas del orbe. A los irlandeses, sometidos por el imperio británico, intentaron coartarles su nacionalidad, su lengua, su religión y su identidad. Lograron restarles fuerza pero no derrotarlos


DE PORTADA

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ENSAYO

1922: Ulises y La tierra baldía VÍCTOR MANUEL MENDIOLA

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y prueba de ello fue su independencia. Tampoco pudieron doblegar su carácter, su fantasía, su fe y su talento y patriotismo. Dentro de la literatura inglesa existen grandes escritores de origen irlandés pero inevitablemente se dividen en dos grupos: de origen protestante o católico romano. La mayoría (Swift, Sterne, Wilde, Yeats, Shaw, Beckett, William Trevor y Brian Friel) fueron protestantes, en contraste con Joyce y algunos pocos de estirpe católica. Sin embargo, Joyce, el gran anatema de la religión católica a través de su alter ego Stephen Dedalus, se atreve a señalarle a uno de los profesores en Retrato del artista adolescente que la lengua inglesa es de quien la trabaja y no de quien la hereda. Y los irlandeses, tanto protestantes como católicos, han dado una extraordinaria literatura.

Joyce lleva la novela a una especie de callejón sin salida en tanto que, por su carácter experimental, varios capítulos de Ulises resultan farragosos, pretenciosos y algunas veces hasta impenetrables. La idea de hacer un paralelismo entre la Odisea y un día en la vida de Dublín tiene algo de soberbia y de fallido. De acuerdo con el proyecto general de Joyce, cada capítulo se centraría en algún personaje de la Odisea correspondiente a una cierta hora, a un escenario, a un órgano humano, a un color, a una disciplina, a un símbolo y a una técnica literaria. Esto permitió que algunos capítulos resulten brillantes y, en ocasiones, de un gran virtuosismo, como Telémaco (I), Proteo (III), Sirenas (XI), Nausica (XIII), Circe (XV), Itaca (XVII) y finalmente Penélope (XVIII), acaso

el más interesante e innovador, narrado desde la mente de Molly Bloom a través de un monólogo interior que evoca el regreso de Ulises a los brazos de su esposa después de una prolongada ausencia. No obstante, otros capítulos pueden resultar densos, farragosos, pretenciosos y, en ocasiones, francamente aburridos. Imagino que a eso se refería Colin White cuando hablaba de “la gran carcajada de Joyce al mundo”. No obstante, Ulises se mantiene como una de las grandes obras de todos los tiempos. Como Cervantes, Joyce logró cambiar el derrotero de la novela. Influyó para hacerla más compleja, más profunda, más personal, al tender un puente entre consciente e inconsciente, entre mente y lenguaje. Eso lo justifica y merece que lo sigamos leyendo y admirando.

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l azar, pero también la implacable necesidad, crearon de forma simultánea la inmensa novela de un día y el poema del instante múltiple. Tanto Ulises de James Joyce como La tierra baldía de T. S. Eliot son obras de una magnitud enorme y única. Sin embargo, en ambas composiciones hay muchas cosas en común. Más de las que uno puede apreciar a primera vista. En los dos libros, la desgracia acecha al hombre común; en los dos libros, la sexualidad es el escenario de una comedia; en ambos, lo efímero —las horas de la vigilia o unos cuantos minutos vertiginosos— tiene un rango inmortal; y en los dos, el retrato de dos ciudades, Dublín y Londres, es el retrato de la ciudad moderna. Pero las semejanzas son aún más grandes. En uno y otro texto, las mitologías paganas y el cristianismo crean el denso tejido del nuevo mundo secular y, en uno y otro, el simbolismo oculta las observaciones finas de una dura mirada realista —inopinada, infinitesimal y llena de ecuaciones psicológicas—. Todavía más: en estas escrituras paradigmáticas, la obscenidad y la prostitución son un ingrediente decisivo y ocurren en los espacios sórdidos de un burdel dublinés o en las orillas arriesgadas del Támesis. Asimismo, estas composiciones nos ofrecen, cada una a su modo, referencias eruditas a la épica medieval y a una o varias interpretaciones sobre Shakespeare. La presencia del cisne de Avon, como lo llamó originalmente Jonson, es una verdadera fuente brotante en el argumento de estas dos construcciones poéticas. En las dos, los arquetipos griegos dirigen la trama. En una, el astuto Odiseo; en la otra, el proteico Tiresias. No deja de sorprender que tanto en Ulises como en La tierra baldía aparezca la escena del ahogado. Un accidente de paso en la primera y todo un evento en la segunda. Además, para definir y completar el círculo de las coincidencias o las afinidades, Joyce y Eliot concibieron en el exilio —en un anhelo por escapar del origen y de pensarlo— su visión y el desarrollo de su singularidad. Y para decir lo último, pero no lo menos importante, el novelista irlandés y el poeta de origen norteamericano trabajaron impulsados bajo el ojo crítico de Ezra Pound y ambos, con el apoyo de éste, publicaron adelantos de sus libros en revistas y sufrieron, uno muchísimo y el otro un poco, los efectos de la incomprensión y de la mojigatería puritana. En otro plano —el del lector—, estas obras siempre representan una dificultad y un reto. La lectura de Ulises no es sólo ardua por su dimensión cuantitativa. También lo es por la transformación de la narrativa realista en una progresión digresiva, fragmentaria, que detiene el tiempo efectivo de la lectura y recompone los valores de la escritura. Así, el texto muestra, de modo deliberado, el carácter oscuro y poliédrico del lenguaje y, en consonancia con él, de la realidad. De la misma forma, la lectura de La tierra baldía exige una atención ducha e informada y puede ser fatigosa porque demanda un alto grado de concentración. Los saltos en la sintaxis de la composición producen una síntesis compleja y provocadora. De esta forma, nos podemos preguntar: Ulises y La tierra baldía ¿son dos galaxias en fusión o una que se parte?

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SOCIEDAD

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ENSAYO

Los replicantes de Blanqui La hipótesis cósmica del utopista francés plantea la existencia de mundos iguales al nuestro CARLOS ILLADES FOTOGRAFÍA ARCHIVO PÈRE-LACHAISE

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Para Rafael Mondragón

l utopismo socialista es afín con la ciencia ficción. Fourier pensaba que si los cuerpos celestes se alineaban de determinada manera mejoraría la vida en la Tierra, y nuestros cuerpos en el más allá pasarían de terro-acuosos a éteraromales. Blanqui creía en la existencia de mundos paralelos al nuestro en otros astros. Ursula K. Le Guin elaboró una utopía cósmica que interrelacionaba los planetas gemelos (Urras y Anarres), el uno donde imperaba el “propietariado” y, el otro, una comunidad de inmigrantes de Urras, quienes, siguiendo la doctrina de Odo (figura femenina visionaria), se sobreponían en Anarres a una naturaleza hostil con las herramientas societarias del anarquismo colectivista. Empero, Louis-Auguste Blanqui (1805-1881) no fue ni un novelista ni un teórico social, sino un hombre de acción. Revolucionario siempre, abstemio y vegetariano, la rebelión popular contra el régimen de los Borbones de julio de 1830 le permitió afinar sus tesis acerca del combate callejero. En adelante, el socialista francés participaría en todas las insurrecciones posibles. Si él no estaba al frente de la rebelión, era porque purgaba alguna condena en la cárcel, confinamiento que aprovechaba para fraguar nuevas conspiraciones. La bella tumba de Blanqui en PèreLachaise, con un relieve de cuerpo entero, todavía recibe flores. La última estadía carcelaria del Viejo, como le conocían sus seguidores, inició en la víspera de la proclamación de la Comuna de París en marzo de 1871, abandonando la prisión en junio de 1879, tras una intensa campaña por la amnistía del Comité pro-Blanqui. Garibaldi llamó a excarcelar al “heroico mártir de la libertad humana”, mientras que en la Asamblea Nacional Clémenceau dijo que Blanqui había sacrificado 36 años de su vida en prisión por defender la república. En la soledad de la prisión política del Fuerte de Taureau, el Viejo divagaría acerca del mundo celeste en La eternidad a través de los astros. Hipótesis

Tumba del autor de La eternidad a través de los astros en el cementerio de PèreLachaise.

astronómica (Librairie Germer Bailliére, París, 1872; Siglo XXI, México, 2000, traducción y nota preliminar de Lisa Block de Behar). “Me refugio en los astros donde uno puede pasearse sin límites”, escribió a su hermana el revolucionario enclaustrado, quien a lo largo de su vida pública había sido sentenciado tres veces a muerte. La hipótesis astronómica de Blanqui era en sí misma perturbadora: nuestro mundo tendría cientos o miles de réplicas en el Universo. La razón subyacente a esta presunción era que los elementos constitutivos de la Tierra eran limitados (habla de cien “cuerpos simples”). Por extensión, todos los cuerpos celestes, cuyos elementos son “idénticos en todas partes”, al agotarse todas las combinaciones posibles —múltiples, aunque limitadas—, produciría réplicas o copias (“Tierra-sosias”) de cada uno de los tipos particulares, la única manera posible de “poblar el infinito”. Esto conllevaría la repetición de la historia humana en espacios y tiempos distintos, si bien idéntica o

No fue un novelista ni un teórico social, sino un hombre de acción. Revolucionario siempre

semejante en sus diferentes vertientes de acuerdo con cada uno de los tipos. Blanqui no contempla la extinción, pero esa podría ser una posibilidad de su hipótesis cósmica; en esa dirección podrían avanzar algunos de los tipos originales con sus réplicas respectivas. El perpetuo recomienzo en cada una de estas réplicas, procedentes cada una de una matriz original o tipo, significaría la eternidad: “el Universo es eterno, los astros son perecederos y, como forman toda la materia, cada uno ha pasado por miles de millones de existencias”. Todos proceden de la misma materia, “cada pulgada de terreno que pisamos formó parte del Universo entero”, recompuesta incesantemente por los accidentes y las colisiones cósmicas. La hipótesis cósmica incluye también a la sociedad humana. “Cada uno de nosotros —señala Blanqui— ha vivido, vive y vivirá sin fin, bajo la forma de miles de millones de alter ego”. Sin embargo, las historias particulares no son sincrónicas, dado que no comenzaron simultáneamente, pero de todas formas el devenir será el mismo para cada uno de los tipos originales y sus respectivas “sosias”. Los distintos cuadros de una película. No obstante, la variedad es amplia: “una Tierra nace

con nuestra humanidad, que desarrolla sus razas, sus migraciones, sus luchas, sus imperios, sus catástrofes”. Cada hito da ocasión al desvío, “a derecha o izquierda”, altera la ruta, abre posibilidades múltiples, “modifica a los individuos, la historia”, ofrece direcciones diferentes “a este género humano, a cada minuto, a cada segundo”. Toda opción supone abandonar “para siempre todas las demás”. Ahora bien, un mismo individuo puede vivir en copias distintas, por el cambio de itinerario, provocando “cambios que desdoblan la vida, sin tocar la personalidad”. De esta manera, “no hay un ser humano que no haya figurado en miles de millones de globos y no haya entrado en el crisol de refundiciones desde hace mucho tiempo”. En la sombría perspectiva de Walter Benjamin, La eternidad a través de los astros condenaba la historia a la clausura, a la imposibilidad del progreso, al eterno retorno, a copiarse a sí misma. Antes bien, las diferentes combinaciones, los diversos tipos, las rutas alternas posibilitadas por el desvío podrían considerarse también parte de una historia abierta, la oportunidad perpetuamente renovada de un mundo distinto y mejor, de la Tierra-sosia donde habita la utopía.

Y, además, en nuestra edición digital Alberto Blanco: Meditaciones: Silencio • Carlos Chimal: J. M. Coetzee: literatura y matemáticas • Adrián Acosta: Graneros, balcones y nostalgias • José Juan de Ávila: Entrevista a Gerardo Kleinburg • El Ulises según grandes autores

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NARRATIVA, ENSAYO El baile y el incendio

Miss Merkel. El caso de la canciller jubilada

POESÍA EN SEGUNDOS La comunidad

Sobre el sacrificio: Raúl Zurita VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

E Daniel Saldaña París Anagrama España, 2021 241 páginas

David Safier Seix Barral México, 2021 339 páginas

Helene Flood Planeta México, 2021 416 páginas

Cuernavaca es el lugar en llamas donde transcurre esta novela sobre el paso de la juventud a la edad adulta, los amores difíciles y el poder transformador de la danza. Tres personajes se rencuentran después de muchos años para confrontar sus éxitos y fracasos, y hacer un balance de sus oscilantes vidas creadoras.

A partir de una mezcla insólita de realidad política y ficción pura, el escritor alemán consigue una novela que rinde homenaje a Agatha Christie. Angela Merkel ha concluido su mandato y se ha retirado a una finca rural. Pero lo que parece un retiro apacible se ve ensombrecido por el crimen de un hombre notable.

Segunda novela de la autora de La psicóloga; se trata de un thriller que gira alrededor de un asesinato. Rikke y su familia —su esposo y sus hijos— se mudan a un tranquilo vecindario cerca de la ciudad, en el que habitan profesionistas y artistas. La aparente calma se ve trastocada por el asesinato de Jørgen, vecino de Rikke.

Algo que quería contarte

Dignos de ser humanos

La regresión educativa

Alice Munro Lumen México, 2021 298 páginas

Rutger Bregman Anagrama España, 2021 519 páginas

Gilberto Guevara Niebla (coord.) Grijalbo México, 2021 464 páginas

Por primera vez en español, este volumen, que reúne trece relatos, exhibe los mayores dones de la Premio Nobel de Literatura. En palabras de Margaret Atwood: “Disección es la palabra que mejor describe la obra de Munro. Cómo deberíamos llamar si no a la combinación de escrutinio psicológico y obsesión por el detalle más sórdido?”

A partir de revelaciones y hechos tomados de la psicología, la política, la economía…, este ensayo parte de la noción de que la civilización no es una fina capa que se diluye con facilidad cuando hay una amenaza o la vida está en peligro. Es firme y duradera. Así, Bregman sostiene que “la gran mayoría de la gente es buena”.

Guevara Niebla participó activamente en el movimiento estudiantil de 1968 y es una incuestionable figura crítica. Como lo expresa en la presentación del libro, fue funcionario de la SEP poco más de seis meses en esta administración, pero renunció pues la educación no es un tema prioritario para el gobierno de López Obrador.

El placer de leer www.librotea.com

n “Lenguaje y nuevo mundo”, Raúl Zurita planteó que la poesía de Pablo Neruda había logrado, con la creación de una lengua feliz, una vida nueva. El texto fue escrito para el encuentro La Palabra Poética, organizado por Horácio Costa en el Memorial de América Latina en 1992, en la ciudad de San Pablo, y en donde participaron, entre otros, Néstor Perlongher, Manuel Ulacia, Federico Barbosa, Orlando González Esteva, Juan Malpartida, Eduardo Milán y Arturo Carrera. El poeta concretista, Haroldo de Campos, siguió atentamente la reunión, tanto en el foro como en las reuniones privadas. El planteamiento de Zurita tenía un interés particular: comprendía la relación de extrañeza que tenemos los americanos con nuestras lenguas y reivindicaba, en contra del discurso “lingüístico” y “neobarroco”, la plenitud y actualidad del sentido trágico de la épica y, por tanto, no solo aceptaba la referencia viva sino el testimonio sustancial de la condición extraordinaria del hombre en la naturaleza. De manera honda, afirmaba una acción en contacto con lo sublime. En su explicación, ponía el acento en Edipo en Colona y en La divina comedia como extremos de un camino en el que nada más cabe la purificación —la poda— y un acercamiento limitado al esplendor del cielo. No en balde, Purgatorio y Anteparaíso son los nombres de sus dos primeros libros Ahora, en una especie de suma total y anagnórisis, Sobre la noche el cielo y al final el mar (Random House, 2021), Zurita ha dado el salto al desocultamiento biográfico e histórico. Con un texto híbrido de vigilia y sueño —invoca el Finnegans Wake—, nos expone la dura experiencia de su propia purgación en el dolor amoroso y en el sufrimiento físico por tortura. El libro despliega, en la corriente simultánea y alógica de la conciencia, la contranarración exhaustiva de cuatro acontecimientos: la separación desgarradora de una pareja, la represión brutal del gobierno de Pinochet, las acciones colectivas y monumentales de un arte contestatario y, lo que le da a todo un carácter estremecedor y religioso, las automutilaciones. De hecho, podríamos decir, el texto de Zurita está escrito desde un cristianismo profundo y disidente, casi un catarismo (él se quemó la cara y se arrojó acido a los ojos), insólito en el mundo cobarde y opaco de nuestra sociedad. En el lado opuesto, este vehemente soliloquio, que podría parecer la justificación del abandono del oficio de la poesía por la defensa del performance poético, es la reivindicación de la escritura misma. Su prosa insomne nos muestra que nada nos hace ver con más claridad que el lenguaje y, en particular, la palabra deslumbrante de la poesía. De esta experiencia tremenda deducimos, me atrevo a pensar, que nuestros ojos ven más gracias al lenguaje. Este es nuestro lente más poderoso. Como quiera que sea, la poesía de Zurita es, en este libro de dolor y tortura, una exhibición verbal de la grandeza de la cordillera de los Andes, del mar del Pacífico Sur y de los glaciares antárticos. Nubes, azul, blancura, orcas, Dios. No sé si este libro es una novela, pero no me cabe duda de que es una consagración de la visión poliédrica y siempre reveladora de la poesía.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

29 DE ENERO 2022

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TOSCANADAS

l odio es una pasión natural, pero condenada por portavoces de las buenas costumbres y la pertinente moral. Sin embargo, la gente más buena es la que mejor sabe odiar. Lo vemos en la política, la religión, los activismos y las relaciones de pareja. Así, el poco hombre que no se supo ganar el apego de una mujer puede dedicar una ristra de insultos y malos deseos. “Ojalá que te mueras, que se abra la tierra y te hundas en ella, que todos te olviden”, cantan mis paisanos. Y, aunque muchos lo creímos un odio político, lo cierto es que también Silvio Rodríguez le canta a una mujer: “Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, ojalá pase algo que te borre de pronto”. Porque el que ama es bueno, y quien no corresponde es ruin. Tolstói moralizaba a granel en sus textos de senectud, y entre más bueno se sentía, más hostil se volvía. Tan

Odio DAVID TOSCANA

EL FIN DE LOS TIEMPOS SEGÚN EL GRECO

buen corazón lo convirtió en un ser que emponzoñaba a sus allegados, sobre todo a la mujer, a quien sí le dedicó incontables palabras de aborrecimiento. Los antiguos griegos admiraban la ira de Aquiles y tomaban ejemplo de ella porque aún no venían los teólogos a contaminarlos con bondades celestiales. “Dios es amor”, dicen. Por eso tiene derecho de ser el más brutal de los enemigos. La segunda venida de Cristo es un acto de venganza. “Porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación”. Y todo porque él es bueno, y quienes no correspondemos a su amor debemos ser torturados eternamente. Se aparecerá en las nubes con un aria de Verdi: “Sì, vendetta, tremenda vendetta, di quest’anima è solo desio”. Ay, Jesús, ya no me quieras tanto. Y el bueno de San Juan Evangelista en su Revelación tampoco está lleno de buenos deseos. El odio racial y religioso parte de

sentirse que uno juega en el equipo de los buenos. Algo parecido a Juan Bautista, que desprecia a otros desde sus axiomas: “¡Generación de víboras!… ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”. Christopher Hitchens habló de toda la perversidad que había detrás del amor de la madre Teresa mientras se fingía la persona más bondadosa del mundo. Certeramente dijo que ella “no era amiga de los pobres; era amiga de la pobreza”. Decía San Pablo que “el amor no se goza de la injusticia”. Suena bien, salvo porque el amor establece muy a su conveniencia los parámetros de la justicia e injusticia. He visto que el sentimiento de odio se nos pasa pronto a los malvados que odiamos por odiar. En cambio es una pasión muy duradera, inclinada a la venganza, en los bondadosos que odian por amor.

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BICHOS Y PARIENTES

La peculiar sensatez de Herzen

H

ijo ilegítimo de un terrateniente ruso y una madre alemana, Alexander Ivanovich Herzen (Moscú, 1812-París, 1870) creció sin impedimentos económicos; estudió en la Universidad de Moscú y se involucró en las tertulias literarias y políticas de aquellas notables generaciones de escritores y pensadores rusos, y justo en una reunión de “subversivos”, se vio envuelto en una redada policiaca y preso. Al poco, su prisión cambió por la detención en Siberia. Huyó en 1847, vivió en Italia, Suiza, Inglaterra y Francia. No volvió a Rusia, pero siempre conservó lectores, aunque estuvieran prohibidos sus libros y la revista Kolkol (Campana, 1857-1867). Lo llaman “padre del socialismo ruso”, aunque el suyo no se parece al socialismo del siglo XX. Herzen apoyaba una revolución campesina; su objetivo no era el de construir un Estado sino una sociedad universalmente libre. Detestaba a la burguesía, pero su peor enemigo no era el capital sino el poder. Eso lo convierte en un liberal. Isaiah Berlin aboga también por esta lectura, en Pensadores rusos y en Contra la corriente (ambos en FCE) y subraya la insistencia de Herzen: las personas son fines en sí, no medios para llegar a ningún futuro, ni se puede construir justicia utilizando personas, ni limitando su libertad. Fue el más notable de aquella extraordinaria generación rusa, llena de imaginación, voluntad de construir en libertad, desperdiciada por un zarismo incapaz de ver que la transformación era a su favor. Sofocarlos, mandarlos al subsuelo, no solo les envenenó

JULIO HUBARD RETRATO AUTOR ANÓNIMO

el alma: apartó a Rusia de la evolución política. Hay dos posibles consecuencias de sofocar la expresión de las ideas: la amargura de quienes saben que las cosas podrían haber sido distintas, o la radicalización y la violencia. Cuando Herzen y Ogariev comienzan a publicar la revista Kolkol, en Londres, Dostoievski y Bakunin están en Siberia. Herzen resistió a la amargura y al odio, una de sus características más notables, y salta a cada página a lo largo de Pasado y pensamientos, su autobiografía (hay dos ediciones españolas, Akal y Tecnos, pero ya

Detestaba a la burguesía, pero su peor enemigo no era el capital sino el poder

son inconseguibles, por desgracia). Mientras sus amigos y colegas rusos se repliegan en oscuros escondrijos, dolidos contra el mundo y contra sí mismos, Herzen halla siempre una luz medular en cada persona. Y recuerda la impresión que le produjo el doctor Haas, un verdadero excéntrico. No tengo sino mi intuición para imaginar que Dostoievski, amigo y lector de Herzen, obtuvo de esas páginas a su doctor Herzenstube, el personaje de los Karamázov. Ambos hablan notablemente mal el ruso, visten de modo anticuado, son estrafalariamente generosos, visitan a los miserables y a los presos por simple altruismo y, al examinar a sus pacientes, repiten: “no se entiende nada”. Pero es dato que imagino: no está en la enorme biografía de Joseph Frank, ni lo mencionan otros autores. El caso es que Herzen recuerda su propio arresto,

El pensador ruso Alexander Herzen.

que comenzó con la detención de su amigo, el poeta Sokolovsky: “llevaba con él dos o tres camisas y nada más. Si el doctor Haas no le hubiera enviado un bulto de su propia ropa, lo habrían invadido las alimañas... La memoria de este hombre ‘orate y loco’ no debe ser sepultada por la paja de los obituarios oficiales”. En él descubrió una rara luz para mirar a las personas. Al examinar a los convictos, “Haas llevaba una canasta llena de todo tipo de antojos y muchos dulces: nueces, pan de jengibre, naranjas y manzanas. Esto excitaba la ira y la indignación de las damas benefactoras, que tenían miedo de agradar haciendo el bien, y tenían aún más miedo de hacer más de lo indispensable para salvar a la gente de la muerte por inanición o por el frío cruel. Pero Haas no se molestaba. Después de escuchar los reproches que se le dirigían por su ‘estúpida manera de estropear criminales’, se frotó las manos y respondió: “—Mire usted, graciosa señora, un trozo de pan, unas migajas, todos les dan, pero un dulce, una naranja, nadie les da, por lo mismo que usted dice. ¡Y si yo doy este placer es porque no lo verán en mucho tiempo!” Por más que admirara la gracia loca del doctor Haas, la suya no era menor, solo más sensata: “Sokolovsky había sido detenido en Petersburgo y, sin decirle a dónde lo iban a llevar, lo habían llevado a Moscú. Con nosotros, la policía hace estos chistes a menudo, y bastante innecesariamente. Es su poesía. No hay ocupación tan prosaica en el mundo, por repugnante que sea, que no necesite del arte”.

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