Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE
CIENCIA
FERNANDO ZAMORA
GERARDO HERRERA CORRAL
El gran regreso de Almodóvar
Computadoras cuánticas Foto: El Deseo
SÁBADO 26 DE FEBRERO DE 2022 AÑO 18 - NÚMERO 976
La aventura de dos mexicanos en Tonga Amelia Nava/ FOTOGRAFÍA: ARCHIVO ELISA NAVA, DAVID SANTILLÁN
Foto: IBM
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ANTESALA
26 DE FEBRERO 2022
EN EL BANQUILLO
Atrás TEDI LÓPEZ MILLS
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esviaron el río, me dice, y bajo por la escalera hacia la puerta y corro hacia la calle con las llaves en la mano y me detengo en la esquina y le propongo a él que me espere mientras busco el cauce del agua, aunque me lleve fuera del barrio, lejos del parque y la banca donde antes nos sentábamos a repartir migajas, un juego de cálculo para los pájaros, tres, cinco, siete, nueve, hasta vaciar la bolsa de plástico y ajustarnos al desenlace del resto del día, la noche en la casa, el humo cohibido de mi cigarro en el patio, la frazada en las rodillas, los gatos que nunca se repiten. “Apúrense, ya es hora”. Pero nunca llegamos a tiempo. En el Canto IV de mi Comedia apócrifa el río ya está roto, los huesos tirados en el surco, la tierra húmeda a punto de secarse cuando nos acercamos a tocarla. Y recuerdo que a ese recodo no le pusimos nombre porque nos distrajo el follaje encima y él se quiso recostar en la sombra y contar las hojas y yo fui trazando un diseño con las ramas en el aire y luego recogimos la basura dispersa en el pasto y caminamos rumbo a la avenida y él me habló de los “muñones marchitos” y las “garras raídas” de T. S. Eliot: su incongruencia dramática en medio de un paisaje construido por la sorna o el desapego. Le pregunto qué está pensando: “nunca me lo dices. Dímelo”. Ve su reloj, se acomoda los lentes. Me explica que las mentiras se adhieren a las palabras por costumbre; el silencio tiene al menos la ventaja de la ausencia, aunque también puede interpretarse, como un instrumento en sordina. Yo lo hago ahora: la luz en los cristales sucios se absorbe en su propio destello. ¿Cuánto falta para llegar? Si el río ya no existe, es posible inventar su historia, ponerle fecha a su extinción, presumir que estuvimos ahí, en el momento exacto en que la última gota se hundió en una grieta. Será noticia. El mes del río muerto. Habrá imágenes, frases, incluso poemas que evoquen la nostalgia, la melancolía; metáforas donde el polvo ocupa el lugar de la corriente y crea meandros, recovecos, cataratas que representan la antigua espuma en las piedras. “El pasado no se conoce a sí mismo”. Porque todavía no ocurre; siempre falta una curva más, un puente, un paso a desnivel, una hilera de topes, un bache. Nos acabamos perdiendo. Le pedimos instrucciones a una señora. Se ríe: “no entiendo a dónde quieren ir”. Antes no había tantas estructuras fijas en el miedo; podíamos desarmarlo fácilmente, tirar las piezas, deshacerlas con los pies, patearlas, ignorarlas, guardarlas en el tilichero con las botellas vacías y los ganchos. Hoy se han convertido en cuerpos infiltrados en los espejos. No sé quién respira cuando le digo a la señora que la casa a la que nos gustaría regresar está a unas cuantas cuadras, pero en otra época. Le muestro las llaves. La señora se ríe de nuevo y se cruza a la otra banqueta. Oigo tintineo de campanas. “Como si hubiera deidades”, comenta él de broma. El río se cae con la cortina tan pronto entramos al cuarto.
Antes no había tantas estructuras fijas en el miedo; podíamos desarmarlo
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Madres paralelas. Dirección: Pedro Almodóvar. España, 2021.
HOMBRE DE CELULOIDE
Almodóvar ha vuelto
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA EL DESEO
l de Almodóvar siempre ha sido un arte político. Sin embargo, desde que, creyéndose una suerte de Andy Warhol guarro, se inmortalizó defecando sobre la imagen de Nixon (en Film político de 1974), ha encontrado formas cada vez más refinadas para exponer una ideología que nunca dejó de ser contestataria. La mirada de Almodóvar siempre ha estado puesta en los más desprotegidos. En ellos encuentra el material para reírse no con burla, sino con solidaridad. Nos reímos con el mambo taxi, con el actor fracasado o con el idiota que solo desea ser amado. Auténtica caterva de adorables pícaros, los personajes de Almodóvar carecen de aquello que a él le sobra: futuro. Es de notar que hubo un momento (marcado por Amantes pasajeros de 2013) en que la chispa se agotó. El cineasta se volvió un remedo de sí mismo. Sus ideas políticas se habían reducido a una suerte de sketch televisivo. Poco después nos enteramos, gracias a Dolor y gloria (2019), que el cineasta manchego había sufrido una crisis de adicción a drogas duras. Ante semejante revelación, sus seguidores esperaban un regreso que anticipaban brillante y profundo; como el cine que filmó en las décadas de 1980 y 1990, cuando Almodóvar filmaba melodramas agudos, políticos y tan
coloridos por fuera como lo eran, por dentro, sus personajes. La espera cumplió. Madres paralelas (disponible en Netflix) cuenta la historia de dos mujeres de muy distintas generaciones que desarrollan una amistad entrañable mientras esperan en la sala de parto. Como sucede en el gran cine, la historia es un pretexto para hablar de cosas mayores, a saber: la verdad histórica. No se trata solo de que Janis (interpretada con sobriedad y acierto por Penélope Cruz) quiera saber dónde están enterrados sus antepasados muertos durante la Guerra Civil española; de lo que trata la película es de la necesidad de aprender la verdad por más que duela. Y, claro, la verdad se conoce para decirse, para honrarla. Poco importa que nos afecte. Si queremos ser realmente políticos, parece decir Almodóvar, necesitamos honestidad. En torno a este dilema (una honestidad dolorosa) emerge el conflicto entre estas mujeres. Milena Smith ofrece una actuación portentosa, sus ojos cambian ante Penélope Cruz, se
Nadie en el cine ha conseguido que un beso tenga semejante carga política y moral
llenan de la luz que le ofrece el cariño filial, la madre que encuentra por fin. Y, por supuesto, se politiza. Nadie en el cine ha conseguido, como Almodóvar, que un beso tenga semejante carga política y moral. Madres paralelas marca el regreso de un hombre que ha sabido pitorrearse de los problemas del mundo, pero que aquí se nos presenta, incluso, meditabundo. Uno agradece, sin embargo, que permanezcan los enredos extravagantes, el melodrama punzante que se mueve entre lo sublime, lo tierno y lo irreal. Porque, si bien el director resulta mucho más mesurado y contenido, sigue llenándonos con imágenes repletas de afecto, sensualidad y sentido del humor. Es cierto, Madres paralelas no va a producir en el espectador las carcajadas de Átame, de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón o de Mujeres al borde de un ataque de nervios. Todo esto ya quedó en el pasado, en el Almodóvar de la década de 1980. Siempre podemos volver a ese cine. Qué maravilla saber, sin embargo, que este director sigue encontrando las muchas caras que adquiere el deseo. Cuando Ana cruza el espacio entre su boca y la boca de la mujer que ama, uno exhala no solo por la hermosura del cuadro sino, sobre todo, porque se entiende que Almodóvar volvió.
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ANTESALA
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ESCOLIOS
POESÍA
Quizá la poesía... ALICIA GARCÍA BERGUA
Quizá la poesía sea una lengua única que se habla en cada idioma y sea la conciencia elemental del animal que somos, un animal que puede jugar con el lenguaje. Quizá la falta de poesía en cada uno sea también motivo de catástrofes, de frías decisiones de matar, de no ser semejantes, de no asumir el cuerpo como lugar común. Poema incluido en el libro Canciones en voz baja (Bonilla Artigas/ UACM, 2022).
EX LIBRIS
Vocación de esclavos/ EKO
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Las venas del dragón ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
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@Sobreperdonar
ntre los extremos de la especialización académica o la banalización y mercantilización tipo new age, la apreciación de las principales fuentes espirituales y morales de Oriente tiende a volverse borrosa. En las venas del dragón. Confucianismo, taoísmo y budismo (Galaxia Gutenberg, 2021), Chantal Maillard hace una estimulante lectura del fermento sapiencial y ascético de estas familias de pensamiento, que tanto influyeron en China, y sopesa su utilidad en la vida contemporánea. Maillard no es una sinóloga, sino una escritora omnívora e inclasificable y, por eso, su exposición no es la del erudito, ni la del reclutador de feligreses, sino la de la artista que ha incorporado en su existencia y su creación estas visiones. El confucianismo, el taoísmo y el budismo, aunque eventualmente han derivado en ortodoxias, son tradiciones abiertas, hechas de un complejo entramado de dichos, exégesis, paradojas y leyendas, que requieren ser complementadas por quien se acerca seriamente a ellas. Para Maillard, estas tradiciones tienen un mensaje perentorio en nuestros tiempos: el autodominio y la ecuanimidad como estilo de gobierno del confucianismo; la armonía con la naturaleza del taoísmo, o el sentimiento de renuncia, relatividad y bondad del budismo son valores cuya mayor asimilación y difusión podría mostrar un necesario matiz a los modelos de pensamiento que pueden conducir a la catástrofe política, bélica y ambiental. De Confucio, Maillard destaca su poética de la responsabilidad y la reciprocidad. Para el confucianismo, el conocimiento de sí mismo ayuda a estimular la prudencia, refrenar la ira y el orgullo y practicar el altruismo razonable, la parquedad en el hablar y la buena disposición. Además, el bien no se alcanza de manera aislada, sino en la interacción social y, por eso, el buen gobernante no es un santo o un mesías, sino alguien que sabe comportarse sensata y responsablemente y utilizar sus virtudes para promover la armonía. Del taoísmo, Maillard subraya su aguda conciencia de la sacralidad de la naturaleza y, también, su salida de la lógica para poder aprehender el cosmos en su carácter dinámico y cambiante. Del budismo, resalta su renuncia al amor propio y su práctica del desapego compasivo hacia todos los seres y las cosas. En las tres escuelas, el individuo debe actuar de acuerdo al modo del universo, pues la realidad nunca cesa de cambiar y es menester practicar un virtuoso equilibrismo. Si el confucianismo pone énfasis en el cuerpo social y el gobierno, el taoísmo lo hace en la naturaleza y el budismo en el vacío. Sin necesidad de coincidir con la desconfianza de Maillard al pensamiento filosófico de Occidente, es indudable el valor y la utilidad que pueden tener estas ancestrales sabidurías para construir, como sugiere la autora, una ethopolítica y una ecofilosofía que impidan el desastre. Con todo, lo más inmediato resulta el encanto, el entusiasmo y el contento que transmite la escritura de Maillard.
El confucianismo, el taoísmo y el budismo son tradiciones abiertas
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DE PORTADA
26 DE FEBRERO 2022
Crónica de los días de zozobra que pasaron dos biólogos mexicanos tras la erupción de un volcán en el Pacífico Sur
Vivir y sobrevivir en la isla de Tonga
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AMELIA NAVA FOTOGRAFÍA LORENA LÓPEZ HERNÁNDEZ
l 15 de enero de 2022, el volcán submarino HungaTonga Hunga Ha’apai, cerca de Tonga, en el Pacífico Sur, hizo erupción y desató un poderoso tsunami; grandes olas embistieron a la isla de Tonga, cuya capital, Nuku’alofa, está a 65 kilómetros del volcán. La noticia quizá me habría resultado ajena, muy lejana; quizá no habría escuchado hablar sobre Tonga o me habría enterado de su existencia como se enteró la audiencia mundial de los Juegos Olímpicos Tokio 2020 al ver a Pita Taufatofua, el atleta abanderado de Tonga, quien causó furor en la ceremonia de inauguración por su cuerpo atlético, su brillante torso desnudo ungido con aceite de coco, como se acostumbra en la cultura tongana, vestido con un taobala, faldón hecho de corteza del árbol kiekie, una costosa prenda típica de la isla. Sin embargo, la noticia de la catástrofe natural y el video satelital de la erupción del volcán me dejaron helada. Supe de la existencia del conjunto de islas polinesias que conforman Tonga antes de ver al famoso atleta en la televisión, pues mi hermana Elisa vivía y trabajaba en Tongatapu, la isla principal de Tonga. Tras enterarme de la gran explosión del Hunga-Tonga Hunga Ha’apai intenté comunicarme con Elisa, pero la llamada no entró; tampoco recibió mis mensajes de WhatsApp. Comprendí entonces que el asunto era serio. Al pensar que podría estar muerta, sentí que se nublaba mi existencia. Elisa y su amigo y colega David Santillán, biólogos, especializados en buceo, habían viajado a Tonga tras recibir una oferta de trabajo que
consistía en la reproducción y conservación del arrecife de coral. La vida de mi hermana al otro lado del mundo me resultaba una aventura fascinante. Yo tenía muchas preguntas sobre Tonga: deseaba conocerla, al menos de forma virtual. Elisa me enviaba fotografías y videos y así fue como descubrí un archipiélago, una isla, el último reino de la Polinesia, una cultura y un idioma, de los cuales no sabía nada, y eso era maravilloso. Mi hermana me mostró los majestuosos corales en tonos pastel, almejas de color dorado y azul brillante. Me contó que los buzos tonganos son muy aguerridos, en especial Molo, un popular buzo que podía permanecer bajo el agua, a unos 30 metros de profundidad, durante 45 minutos, con un solo tanque (bucear en esas condiciones puede representar un peligro mortal). Me habló de sus viajes a otras islas cercanas, de que alguna vez vio a la reina de Tonga, de que es fácil ver a los reyes, a quienes, no obstante, las personas deben dirigirse empleando una especie de lengua tongana culta que se aprende en la infancia. Me platicó sobre su convivencia con familias tonganas y de su sentido de la hospitalidad; sobre la precariedad de los servicios de salud y de la labor de los dentistas, que se reduce a colocar incrustaciones de oro fundido en los dientes frontales como símbolo de riqueza y poder o a extraer piezas dañadas. Me habló de los perros hambrientos y olvidados que deambulan por las calles, pues no son considerados animales de compañía y la gente come su carne (si un perro muerde a una persona, el dueño del animal debe auxiliar al herido, sacrificar al perro y cocinarlo en el humu tangata, el mismo método tradicional de cocción que se utiliza en México, que consiste en hacer un horno excavando un pozo en el suelo). Me contó de una pequeña
isla que pertenece a dos personas. Aprendí que la moneda del Reino de Tonga es el pa’anga, que equivale a diez pesos mexicanos. Conocí algunas palabras y expresiones en idioma tongano como palangui (extranjero), malo ‘aupito (muchas gracias), toko (amigo), ofa atu (te amo). Vi espectáculos de música tradicional y supe que a los tonganos les gusta el idioma español, especialmente por las canciones de Selena y el reguetón, y que hay reguetón tongano y que la canción de moda es “Ue'i Ho Sino” de DJ Noiz's, y que si un tongano te da un codazo significa que le gustas. La estancia de mi hermana y su compañero en Tongatapu se complicó cuando terminó su contrato de trabajo por un año. A raíz de la pandemia de covid-19, la isla cerró sus fronteras y su aeropuerto. Los cargamentos con mercancía destinada para su venta debían permanecer un mes en cuarentena dentro de los barcos suspendidos en el océano antes de ingresar a la isla. Gracias a las estrictas medidas, hasta antes del tsunami, en Tonga no hubo un solo caso de covid-19. Así que en ese momento la movilidad en Tongatapu era mínima. Pese a que lo intentaron, Elisa y David no pudieron regresar a México. Pasaron un año más aislados del mundo pandémico. Los ciudadanos y residentes de las islas pudieron seguir con su vida normal sin protocolos de sanidad. En Tongatapu, la gente, en especial los niños y los enamorados, suelen pasar sus ratos libres en el Muelle Americano de Nuku’alofa. A la hora de la comida es común ver a los trabajadores en los pequeños locales chinos comiendo pollo frito con manioque cocido, raíz comestible que también
Elisa y David escucharon crujir la tierra y vieron el desplazamiento de la onda de choque
se consume en México. Ya que hay una importante comunidad de emigrantes chinos, la isla está repleta de pequeños restaurantes y tiendas que venden un poco de todo, aun Pulparindos y Pelones, jabón Roma y Zote, y telas para que las tonganas confeccionen sus puletaha, vestidos que usan para los funerales y los días de fiesta. No hay cines, tampoco plazas comerciales ni grandes supermercados. Los viernes a las cinco de la tarde, después del trabajo, la gente se reúne a beber cerveza en los bares del centro de la ciudad. En Tonga, me cuenta mi hermana, hay cervezas locales como la Maui (en honor al héroe y semidiós de la mitología polinesia), Tangaloa y Tiki. Después de las cinco de la tarde la isla descansa, con excepción de las tiendas de chinos, cuya larga jornada de trabajo se prolonga hasta las diez de la noche. Los domingos son para ir a la iglesia y reunirse con la familia, pues trabajar en ese día es un delito que se paga con cárcel. Merece la pena destacar que la prisión en Tonga es una casa en medio de las plantaciones y que los presos que cometieron delitos menores pueden salir el séptimo día de la semana para ir a la iglesia y visitar a sus familias. Elisa y David gozaban de la vida tranquila en la isla hasta que el viernes 14 de enero ocurrió un primer tsunami, del que se enteraron gracias al reporte meteorológico en la página oficial de Tonga. Los habitantes pensaron que lo peor ya había pasado, pero la verdadera catástrofe ocurrió al día siguiente. El sábado 15, alrededor de las 17 horas, tiempo de Tonga, la erupción del volcán submarino y el posterior tsunami tomaron por sorpresa a los habitantes de las islas polinesias. Mi hermana y su colega me contaron que, pese a que Japón había colocado un sistema de alerta de tsunami
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en Tongatapu, la alerta no sonó por falta de mantenimiento. El oído humano resiente el cambio súbito de presión antes de una erupción. Elisa y David escucharon crujir la tierra (el sonido de la explosión fue registrado hasta a mil kilómetros de distancia), y pudieron ver el desplazamiento de la onda de choque y sentirla en su propio cuerpo como si se tratara de un ligero empujón. Entraron de inmediato a su casa por sus documentos y sus dos perros y condujeron hasta el aeropuerto, la zona más alta y más segura de la isla. Por desgracia, no todos los habitantes de Tonga pudieron salvarse. Uno de los casos más tristes fue el de Angela, una inglesa de 50 años. El mar invadió su casa de forma abrupta. Su esposo salió expulsado por la ventana, pero ella quedó atrapada dentro de su casa inundada, mientras intentaba salvar a sus mascotas. Angela era una mujer excepcional y su labor altruista era fundamental para la isla. Formaba parte de una sociedad protectora de animales y se encargaba de alimentar a los perros desamparados, de buscarles un hogar, los curaba cuando se encontraban enfermos o heridos, una tarea que resulta muy dura en un país en el que no existe la atención médica canina. Algunos habitantes de la isla Atatā
fueron arrastrados por el tsunami; tuvieron que nadar hasta Tongatapu para salvarse de la catástrofe. Uno de los sobrevivientes de Atatā fue Lisala Folau, conocido como el Aquaman de la vida real, quien, según su propio testimonio, logró nadar 7.5 kilómetros durante 27 horas. En ese momento, contó, “Lo que me vino a la mente es que en el mar hay vida y muerte. Una vez que llegas a la orilla, sabes si estás vivo o muerto”. Días después del tsunami, Tonga reportó tres muertes aunque, según me contó Elisa, no había una lista oficial de personas fallecidas. Al día siguiente de la erupción volcánica y del tsunami que sacudió a las islas (sábado 15 por la noche, hora de México, domingo por la mañana en Tonga), Elisa pudo comunicarse con nuestra madre a través de un teléfono satelital que le facilitó la embajada británica. Era la única manera de establecer contacto pues el cable submarino de telefonía e internet que conecta a Tonga desde Fiyi quedó totalmente destruido. A partir de ese momento, mi familia y la de David nos pusimos en contacto con la embajada de México en Nueva Zelanda (en Tonga no hay representación consular mexicana) y con los medios de comunicación. Queríamos dar a conocer la noticia de nuestros
familiares en Tongatapu. Además, yo deseaba hacerle llegar la noticia a la Secretaría de Relaciones Exteriores para que nos ayudara a que Elisa y David regresaran a México. Mientras manteníamos el contacto con la embajada, las comunicaciones comenzaron a restablecerse en la isla. Pude hacer una costosa llamada por cobrar vía Skype a mi hermana: fue la primera vez que la escuché después del tsunami. Temblé de emoción al oír su voz. Sabía que estaba bien pero me reconfortó hablar con ella aunque nuestra conversación no durara más de cinco minutos. Quise ponerla al tanto de la efervescencia de la noticia en México, pues los dos biólogos atrapados en Tonga estaban en boca de todos, en los medios de comunicación nacionales y algunos internacionales. Por fortuna, la embajada nos brindó su apoyo. Para reanudar operaciones en el aeropuerto de Tongatapu, fue necesario remover la gruesa capa de ceniza volcánica de la pista de aterrizaje, pues era urgente que llegaran aviones provenientes de Australia y Nueva Zelanda, principalmente, con ayuda humanitaria. El 26 de enero, once días después de la explosión y el tsunami, salió el primer vuelo comercial de Tonga. Elisa y David pudieron abordarlo. Emprendieron un
Superficie del Hunga-Tonga Hunga Ha’apai.
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viaje que duró tres días, con escalas en Nueva Zelanda, Dubai y Barcelona. Mi hermana y David llegaron exhaustos, temerosos ante la idea de tener que enfrentarse por primera vez a la pandemia. Elisa tenía el semblante triste y la piel reseca, maltratada por la ceniza volcánica. La vi desempacar su maleta con melancolía, mientras me mostraba los recuerdos más preciados que pudo traer de la isla. Comprendí que atravesaba por un proceso de duelo. Aunque Elisa y David deseaban regresar a México, para ellos fue doloroso abandonar la isla de manera tan abrupta, perder un trabajo extraordinario, dejar su casa, a sus amigos, a su perrita Toña. Los mexicanos en Tonga dejaron un pedazo de su vida en la isla, pues eran parte de una comunidad de palanguis (extranjeros) y tonganos, una familia forjada por la amistad. Hay un brillo especial en los ojos de Elisa cada vez que me habla sobre Tonga. Los biólogos mexicanos aún se encuentran desempleados, tratando de reincorporarse al ritmo de una ciudad efervescente y caótica. Me contaron que han resentido el ruido y la contaminación de la Ciudad de México y que se sienten desganados, pero deseosos de trabajar de nuevo, de bucear y ofrecer sus conocimientos sobre la vida marina.
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CIENCIA
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DESMETÁFORA
Computadoras cuánticas: ¿realidad o ficción? Los procesadores que funcionan a nivel atómico están muy cerca de llegar a nuestras vidas
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l año pasado vimos la llegada tan sorprendente como incomprensible de las computadoras cuánticas. El anuncio nos hizo pensar que el impresionante potencial de la nueva tecnología podría ser realidad. Nos enteramos de que este nuevo instrumento alcanzaba el modesto número de 127 qubits y estamos convencidos de que pronto veremos la computadora que la supera con más de 400 qubits. La legendaria compañía International Business Machines Corporation, mejor conocida como IBM, promete tener el computador Condor que constará de 1121 qubits, para el año 2023. Los qubits son el equivalente cuántico de los clásicos bits con que trabajan las computadoras actuales que funcionan con un sencillo fenómeno eléctrico en el que un circuito puede encontrarse apagado o encendido. A cada una de las líneas que puede llevar carga eléctrica se le asigna un 0 o un 1, según sea el caso. Con esos dos estados los ingenieros han construido las computadoras que conocemos implementando sencillas operaciones lógicas como conjunciones, disyunciones, negaciones, etcétera. Las computadoras cuánticas, en cambio, usan sistemas microscópicos. Estos pueden ser algún defecto de tamaño atómico en un cristal, un átomo atrapado, electrones en semiconductores manipulables o corrientes circulando en materiales superconductores, para mencionar algunas de las muchas opciones que ahora se estudian. Cada uno de estos objetos diminutos es un qubit. Su operación descansa en el asombroso fenómeno de poder encontrar el sistema microscópico en dos estados al mismo tiempo. Son capaces de ser ambas cosas, de coexistir como gato vivo y muerto a la vez. ¿Quién se hubiera imaginado hace 100 años, cuando la mecánica cuántica comenzaba a ver la luz, que un día los debates filosóficos tendrían
GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA IBM
El procesador Condor diseñado por IBM.
una aplicación? Que el misterioso “colapso de la función de onda” según el cual un sistema decide en qué estado encontrarse al momento en que alguien lo observa y no antes, y el incomprensible “entrelazamiento cuántico” que nos dice que cuando dos partículas fueron parte del mismo evento seguirán siendo las caras de la misma moneda sin importar el tiempo y la distancia, que esos eventos tan extraños estarían un día en boca de ingenieros. Y quién iba a pensar que la gente que construye compuertas lógicas con esos fenómenos no está interesada en entender los problemas filosóficos que representan, que los desvelos de quien quiere entender al Universo serían la promesa financiera de ambiciosos empresarios.
¿Quién se hubiera imaginado hace 100 años que los debates filosóficos tendrían una aplicación?
Los ladrillos de las computadoras cuánticas más comunes ahora son llamados “transmon”, acrónimo que designa una región superconductora en un material. Los Squid —por sus siglas en inglés: Superconducting Quantum Interference Device— son un tipo de qubit superconductor de este tipo. Se los hace en la forma de pequeños anillos por los cuales circula una corriente eléctrica en ambas direcciones al mismo tiempo, es decir, dos estados que se superponen de acuerdo con las reglas de la mecánica cuántica. Sin embargo, para que estos dispositivos funcionen, deben estar a muy baja temperatura y en un ambiente sin vibraciones, aislado del ruido electromagnético, en el silencio y la oscuridad total. La menor perturbación cambiaría el delicado estado de cosas haciendo imposible el control necesario para ser útil. Es por eso por lo que las computadoras cuánticas son verdaderos portentos de la arquitectura
criogénica. Los circuitos que las hacen posibles trabajan a una temperatura de 15 milikelvin, es decir, muy cerca del 0 absoluto que se encuentra en -273.15⁰C. Para lograr este ambiente frío se recurre a refrigeradores de dilución que mezclan dos tipos de helio extrayendo calor en etapas sucesivas hasta alcanzar las temperaturas más bajas del Universo. El procesador cuántico Eagle, que contiene 127 qubits, fue y será la apuesta de IBM para su próxima computadora cuántica. Hace uso de una tecnología tridimensional en la que los qubits basados en transmon están en un plano mientras los accesos de control están colocados en planos distintos, como si fuera un edificio en que un piso es usado para implementar el sistema cuántico y los otros —arriba y abajo— para proporcionar los servicios. Este es el hito que hará posible, en unos meses, una computadora cuántica con 433 qubits, el próximo chip se llama Osprey, y cuando aparezca este año en la nueva computadora de IBM será anunciado amplia y festivamente. Richard Feynman fue uno de los primeros en hacer notar el potencial de las computadoras cuánticas. El gran físico consideró siempre que nadie entiende la mecánica cuántica y los fenómenos contraintuitivos que surgen de ella; en ese sentido, las nuevas computadoras también son desconcertantes. Feynman decía: “Es lo de siempre, cada nueva idea toma una generación o dos hasta que se vuelve obvio que no hay un problema real. Todavía no se ha vuelto obvio para mí que no hay un problema real. No puedo definir el problema real, por lo tanto, sospecho que no hay un problema real, pero no estoy seguro de que no haya un problema real”. Los avances recientes en computación cuántica parecen indicar que, por lo menos tecnológicamente hablando, no hay un problema real y que en unos años estaremos viviendo en un mundo de computadoras cuánticas.
Y, además, en nuestra edición digital: Carlos Illades y Rodolfo Suárez: Patricios y plebeyos • Carlos Chimal: François Jacob: hacer ciencia “a la Camus” • José de la Colina: Recuerdos de mi padre/ I • Alberto Blanco: Meditaciones: Ciencia • Danubio Torres Fierro: Graham Greene, el mapa de una mitología • José Juan de Ávila: entrevista con Natalia López Gallardo • Ángel Soto: entrevista con Ulises de la Rosa
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NARRATIVA, ENSAYO El azul es sueño; el verde, imaginario
Empezamos por el final
POESÍA EN SEGUNDOS La isla del laberinto
Zapata: el estilo casual VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx
L Gerardo Villadelángel La Jaula Abierta/ Fonca México, 2021 112 páginas
Chris Whitaker Salamandra España, 2022 432 páginas
Robert Lazu Kmita The Scholastics Estados Unidos, 2021 257 páginas
El subtítulo revela el propósito de este ensayo: Pequeña historia espiritual de los colores. A partir de la mística hindú, la filosofía clásica, la antigua tradición china, las fuentes bíblicas, el autor introduce al lector en una dimensión que sobrepasa los campos de la física y la química. Persigue, ante todo, la impronta de los mitos.
Con la forma de un thriller policiaco, salpicada de infamias, esta novela sigue la huella de una niña de 13 años que debe encargarse de su hermano de 5 años y de su madre, incapaz de ver incluso por sí misma. El cuadro se completa con el comisario local, quien enfrentará la venganza de su mejor amigo, libre después de pasar 30 años en prisión.
El escritor y filósofo rumano ofrece una novela que va tras la noticia que Platón difunde en uno de sus diálogos: la existencia y posterior hundimiento de la Atlántida. Su protagonista, especialista en la Grecia clásica, emprende un viaje en busca de esa leyenda solo para vislumbrar que la infinitud es una extraña biblioteca.
El cuaderno de Timisoara
Nihonjin
El arcoíris invisible
Germán A. de la Reza Textofilia México, 2021 229 páginas
Oscar Nakasato Textofilia México, 2021 136 páginas
Arthur Firstenberg Atalanta España, 2021 592 páginas
Siguiendo el esquema de un informe personal, esta novela recrea la caída del régimen comunista en Rumania que provocaron la caída del Muro de Berlín y las revueltas populares. Por momentos tiene la forma de una historia de amor, y, por otros, el de una crónica que retrata los métodos de la policía política, sinónimo del terror.
La palabra que da título a esta novela significa “japonés” y lo que se cuenta son las vicisitudes de algunos emigrantes del país del Sol Naciente en Brasil. Como es de esperar entre ellos, hay una cuestión de honor en la partida. A un emigrante que se queja del viaje, otro le responde que lamentarse “es una falta de respeto al Emperador”.
Historia original sobre la luz pues no se le aborda desde un punto de vista físico, sino en cuanto “ciencia biológica”, como lo precisa el autor. Enfermedades que aparecen asociadas a la electricidad son la ansiedad, la gripe “en su forma actual”, la diabetes, la cardiopatía y el cáncer. “Son enfermedades de la civilización”.
El placer de leer www.librotea.com
a lectura de La iguana de Casandra, poesía selecta (FCE, 2021) de Miguel Ángel Zapata provoca, a pesar de su carácter diáfano y fresco, un deja vu. A lo largo de las últimas décadas del siglo XX, cuando el lector se aproximaba a la nueva poesía peruana, era frecuente escuchar que algunos de sus jóvenes poetas más representativos habían asumido en su escritura un gesto, si no provocador, sí seguro y desenvuelto: el británico modo. En varios autores saltaba a la vista una forma de creación sostenida en una “claridad furiosa” —como escribió Gabriel Zaid— y con el mandato de la aceptación directa de todas las cosas, sobre todo de aquellas provenientes del cambiante mundo inmediato del tiempo actual. Rodolfo Hinostroza y Antonio Cisneros, aunque también habría que agregar a Luis Hernández y, de forma menos obvia —pero notable—, a José Watanabe, sobresalían en este estilo de concebir la escritura. Cisneros causaba asombro y simpatía cuando pronunciaba, con un humor elegante y desdeñoso, su poema sobre los corredores, calzados en blancas zapatillas de tenis, en Innsbrucker Strasse. Y lo mismo ocurría con Rodolfo Hinostroza cuando decía su texto sobre una partida de ajedrez, “Gambito de rey”, como si lanzara al azar unos dados. En ambos, el lector disfrutaba un realismo sin ceremonias y dogmas, pero rebelde y vivo. Nada de barroquismo, rizos o abstracciones. Todo hecho de un lenguaje coloquial, muy imagista, y en un tono espontáneo, a lo beat o hippie. Por eso, cuando leemos en Zapata “al aire levantar la raqueta y volar hacia las mallas”, nos atrapa un sentimiento de vuelta inesperada a una expresión que fue característica de una parte de la mejor poesía joven de hace 40 años en “Lima la horrible”, panza de burro. La ciudad más triste, según Herman Melville. En La iguana de Casandra vemos revivir una naturalidad desusada y observamos, en casi todos los poemas, un andar y permanecer en el doméstico ambiente de la casa o en el paso público de una calle o en la velocidad airada y deportiva del viaje en una bicicleta. En esta sorprendente habla lírica, lo común y corriente está embrujado y, desde ahí, el sujeto del poema salta a las nubes, la nieve, los árboles hasta llegar al “cielo que me escribe”. Vuelan o caen los pájaros —y las palabras— en un jardín que está aquí en el hogar entrañable o en la ciudad conocida que se eleva en la comezón de los rascacielos. En el jardín de Zapata podemos adivinar el jardín de William Carlos Williams; también podemos permanecer silenciosos en el patio trasero y adivinar las faldas de los montes Apalaquia de Charles Wright. Quizá, asimismo, podríamos pensar que aquí están, además, los campos húmedos y fríos de los cuervos de Ted Hughes. Pero no. Sería un error. El cuervo de Zapata no es mítico ni trágico. Solo es “un pájaro anacoreta, canario esculpido con carbón”. Si La iguana de Casandra no revive ni está escrito en “el británico modo”, sí posee —en su culto a la prosa— una simplicidad extraordinaria, un estilo casual, y una extraña compasión feliz que lo vuelve un libro insoslayable.
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.
26 DE FEBRERO 2022
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J
TOSCANADAS
uan 14:2 dice: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”. Hace más de cuarenta años le pregunté a un cura del Opus Dei qué significaba tal cosa. Me explicó que allá arriba no había igualdad. Hay niveles así en la tierra como en el cielo. No era lo mismo llegar al paraíso tras una vida de santidad, que entrar de panzazo, por extremaunción. “La mejor morada”, me dijo, “la ocupa nuestro señor Jesucristo, a la derecha del Padre”. Yo le pregunté que si Dios estaba en todas partes, ¿dónde quedaba su derecha? Comprendí que el cielo era un hotel que tenía desde suites presidenciales hasta alcobas de media estrella; las más lujosas tienen sauna, room service, cava repleta de Château Christus y pantalla gigante que nunca puede apagarse y solo transmite la imagen de Dios veinticuatro horas al día durante toda la eternidad. También hay hostales con cuartos como los
Muchas moradas DAVID TOSCANA
FRANCISCO DE SALES
El patrono de los escritores, editores y periodistas.
de nuestro cuasi danés IMSS, con catres, suelos pringados y teles Telefunken en blanco y negro con la feliz transmisión diferida del mismo Dios. No le pregunté a mi amigo del Opus si todas las moradas eran individuales, y en aquel tiempo quién habría tenido dudas sobre la cuota de género; mas, aceptada su explicación, hay que pensar que el cielo es como el hotel infinito de Hilbert, en el que cada muerto ha de desplazar hacia las habitaciones inferiores a quienes fueron menos santos que él. Seguramente a Pedro nadie lo sacará del penthouse que ocupa desde hace dos mil años, pero a San Juan Pablo II lo han ido degradando de habitación y de piso según les llegan nuevas noticias de allá donde los mortales, y a estas alturas ocupa alguna covachuela del sótano; ahí extraña a su amigo Marcial y contempla un grafiti de Dios, que él llama Bóg. Tampoco es que los santos tengan asegurado su sitio, pues no todos gozan
de la misma popularidad con el paso del tiempo. Algunos suben su cotización, otros la bajan. San Homobono, como santo patrono de los sastres, tenía muchos seguidores antes de que la ropa se hiciera de úsese y tírese con mano de obra esclava en China, India y Pakistán. Como patrono de los campaneros, San Paulino de Nola también tiene cada día menos seguidores. Es natural que estos dos santos pierdan prestaciones. Yo le rezo con mucha fe a San Francisco de Sales y voto por su ascenso de nivel, pero él no me escucha. Los banqueros le rezan a San Carlos Borromeo, y él les ha sabido recompensar; pues el cielo entiende de dineros desde siempre, sobre todo a partir de León X, el verdadero santo sin santidad de los banqueros. Entretanto, en México, siempre fiel, se coordinan esfuerzos para apoyar el ascenso de San Francisco de Asís, santo patrono de los pobres.
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BICHOS Y PARIENTES
Victor Hugo como profeta
E
n 1859, Victor Hugo escribe una carta “A los Estados Unidos de América”, una defensa de John Brown, precursor del bando antiesclavista de la Guerra de Secesión y condenado a muerte por traición. La carta se publicó el 2 de diciembre, el mismo día de la ejecución, pero el poeta quedó persuadido de que, si su carta se hubiera publicado antes, Brown habría sido perdonado. Hugo glosaba a Whitman, sin mencionarlo (“En cuanto a mí, que soy solo un átomo, pero que, como todos los hombres, tengo en mí toda la conciencia humana...”) y termina con una de esas cosas que lo hacen un genio insoportable: “Sí, que América lo sepa y piense en ello: si hay algo más aterrador que Caín matando a Abel, es Washington matando a Espartaco”. En Hugo no hay una idea de grandeza sino de inmensidad. Vivió convencido de que su influencia era irresistible, un signo de los tiempos, resumen de la historia y anuncio del porvenir. En 1847, había empujado la idea de unos “Estados Unidos de Europa”: “Un día llegará en que no habrá más campos de batalla, en que los mercados se abran al comercio y las mentes a las ideas”. Aunque Mazzini había propuesto una federación de repúblicas europeas en 1843, Hugo habría creído que su discurso hizo posible la Unión Europea. Tomaba cosas de Whitman, de Shakespeare o de Homero, sin importarle la precisión ni la cortesía. Vivió casi 18 años en Inglaterra y logró no aprender inglés, y tampoco importa: terminó escribiendo un libro estupendo sobre Shakespeare en el que demuestra, casi, que Shakespeare vino para anunciarlo a él.
JULIO HUBARD RETRATO LÉON BONNAT
¿por qué unas arriba y otras abajo? Y sobre los batallones de alejandrinos cuadrados hice soplar un viento revolucionario. Yo le puse un gorro frigio al viejo diccionario. Hice una tempestad en el fondo del tintero, y la silepsis, la hipálage, la lítote se estremecieron; me encaramé sobre Aristóteles y declaré las palabras iguales, libres..., salté fuera del círculo y quebré el compás. Nombré al cerdo por su nombre; le quité al perro estupefacto su collar de epítetos y bailábamos Ça ira. Las nueve musas, los pechos desnudos, cantaban la Carmañola.
Influye en la obra de Delacroix, y éste mismo lo reconoce en sus Diarios, pero Hugo quedó convencido de que La libertad guiando al pueblo era una genial representación de sus ideas y se deja, digamos, reinfluir por ese mismo cuadro. Concibe Los miserables (Gavroche es ese muchacho junto al brazo izquierdo de la Libertad), pero los suyos no eran plagios. Simplemente asumía que todo el arte, la literatura y la poesía le pertenecían o lo representaban. Graham Robb dice que Hugo veía la historia de Francia como una parábola de su propia vida. Como si él fuera el artífice del mundo, o
como si el mundo lo eligiera para darse sentido. Lo dijo perfectamente Jean Cocteau: “Victor Hugo era un loco que creía ser Victor Hugo”. Más allá de sus profecías políticas e históricas, también dejó vaticinios y amenazas respecto de la lengua, las palabras y el público. Cuando en 1830 se puso en escena su Hernani, el público cultísimo de París enfureció: alejandrinos con acentos fuera de lugar, palabras malsonantes, vulgaridad extrema. Y Hugo respondió con un poema formidable: “Rèponse a un acte d’accusation”, que gloso parcialmente:
Más allá de sus profecías políticas, dejó vaticinios respecto de la lengua y el público
La lengua era el Estado antes del 89; las palabras eran bien o mal nacidas, vivían en sus castas: unas nobles, que montan en caballo o carroza, y otras plebeyas y mendigas, en andrajos, sin peluca: vocablos de la prosa y la farsa. Pero llegué yo y exclamé:
El autor de Los miserables.
No es el mejor de los poemas de Las contemplaciones, pero es un engolamiento genial, una bravata narcisista, una retahíla que insulta al léxico correcto, a los expertos de poética y retórica y, sobre todo, a un público que no disfruta la literatura sino comprobar cuánto sabe y darse el gusto de censurar al autor por todo lo que juzga yerros. Las formas democráticas, y mucho más con los nuevos medios de comunicación, han esparcido, como gotas de tinta en un vaso de agua, una serie de cambios léxicos cuya huella apenas sospechamos. La presencia de vocablos vulgares, apuesto, será salutífera; pero veo con horror la velocidad con que se ha generado un nuevo público lleno de sí, que asume su autoridad para censurar y perseguir formas de habla, ideas e ideologías. Creen que, habiendo advenido ellos, todo debe ser dicho con su eufemismo respectivo y nadie tiene derecho al antiguo léxico y a la sintaxis. Pero de ellos nos habrá de salvar de nuevo el espíritu de Victor Hugo.
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