Laberinto No.977 (05/03/2022)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

EL ATLAS DE PANDORA

FERNANDO ZAMORA

IRENE VALLEJO

Gagarine o un cuento de hadas

Anatomía de la quema Foto: Haut et Court

SÁBADO 5 DE MARZO DE 2022 AÑO 18 - NÚMERO 977

Feminismo: la revuelta contra el patriarcado Guadalupe Alonso Coratella/ FOTOGRAFÍA: OCTAVIO HOYOS

Ilustración: Román


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ANTESALA

5 DE MARZO 2022

LA GUARIDA DEL VIENTO

Ser diferentes

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ALONSO CUETO

n tiempos de guerra o de paz, de pandemia o de salud, la literatura siempre nos propone la misma aventura radical. Nos propone ser otros, para volver a ser nosotros mismos. No hay excepciones porque incluso las mentes más planas y aburridas sueñan. La única ilusión es cruzar fronteras. Imaginar es tan natural como respirar y comer. En la colección de ensayos Con total libertad (Salamandra), publicada el año pasado, la escritora inglesa Zadie Smith afirma: "Para mí, la ficción es una manera de preguntar: ¿y si las cosas fuesen de otra manera?, lo que inevitablemente lleva a plantearse otra pregunta: ¿y si yo fuese otra?” Al leer estas frases uno recuerda la historia de la autora, que saltó a la fama con su novela Dientes blancos, hace poco más de 20 años. Smith es hija de una inmigrante jamaiquina, Ivonne Bailey, que se estableció en Londres precisamente buscando ser otra. Fue allí donde se casó con un inglés, 30 años mayor que ella. De niña, Zadie también jugó con la idea de ser bailarina, percusionista y cantante de jazz antes de dedicarse a la literatura. Sin embargo, la música sigue siendo parte de su obra y de su vida. Las fronteras están hechas para cruzarse. A sus 46 años, Zadie ha vivido en Roma y en Nueva York, junto a su marido, el escritor irlandés Nick Laird, antes de volver a Londres. Leyendo este pasaje, recuerdo que la mayor parte de los escritores son también aficionados a los viajes. Viajar es entrar en un sueño. Irse a otro lugar es hacer caso de la promesa de ser otro en un lugar distinto, algo parecido a leer una novela. Es por eso que los libros de viajes abundan entre los escritores desde Las historias de Herodoto que en el siglo V antes de Cristo relata las Guerras Médicas y se detiene en regiones como Egipto. Joseph Conrad hizo de sus travesías la materia prima de su ficción. Lo mismo puede decirse de los expatriados de Henry James y de tantos escritores de todos los tiempos. Viajes, ficciones, revelaciones. Aprendemos de nosotros mismos cuando leemos un libro y cuando viajamos. Ambos forman parte del sueño donde la realidad y la ficción se funden. Un viaje es una ficción que se vuelve realidad. En otro pasaje Zadie Smith agrega: “La literatura, para mí, es precisamente el espacio ambiguo donde las identidades imposibles se hacen posibles tanto para los autores como para los personajes”. Esta idea de la identidad imposible como verdadera es crucial para entender lo que ocurre en una novela. Ser lo suficientemente concreto en las palabras para crear la ambigüedad es el sueño de cualquier libro. No se trata de huir de la vida sino poder volver a ella con las revelaciones que nos ha dado el espejo extraño de la ficción. El libro de Zadie Smith se concentra en el requisito de todo ello: la libertad, un músculo de la imaginación. Ese músculo hoy amenazado que sin embargo resistirá los tiempos oscuros de invasiones y autocracias en los que nos adentramos.

La identidad imposible como verdadera es crucial para entender lo que ocurre en una novela

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Gagarine. Dirección: Fanny Liatard, Jérémy Trouilh. Francia, 2020.

HOMBRE DE CELULOIDE

La soledad de los marginados

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA HAUT ET COURT

ultifamiliares. Suelen asociarse con pobreza y hacinamiento; con una modernidad que dejó atrás lo específicamente humano. ¿Puede haber belleza en esta suerte de conejeras? En películas como El odio, dirigida por Kassovitz en 1995, el multifamiliar es hermoso más bien por el drama humano que se cocina en él, por las relaciones improbables que terminan por establecer los muchachos sin futuro que vagan por estos edificios mal iluminados. ¿Será posible ir más allá? ¿Presentar al multifamiliar como el sitio de una nostalgia infantil? ¿Crear el sueño de un muchacho que mira en estos muros olorosos y despintados todo lo bello de esta vida? ¿Será posible comparar las vistas de un multifamiliar con el cosmos, lleno de estrellas y planetas de paisajes fantásticos? De este tamaño es el reto que se plantean los directores Fanny Liatard y Jérémy Trouilh en Gagarine, una entrañable película que se exhibe en Mubi. Para lograrlo ha sido necesario que los cineastas, con ayuda del guionista Benjamin Charbit, consigan transmitir el espíritu del complejo habitacional Gagarine (escrito así, con “e”, como se translitera en francés el apellido del cosmonauta ruso Yuri Gagarin). Y con la situación del mundo la cosa adquie-

re, poco a poco, su actualidad. Porque esta película se atreve a recordarnos el ideal soviético de una vida perfectamente planificada, una vida en que (según la utopía) nadie desearía más de lo que tiene y en la cual los obreros regresarían de sus fábricas a tiempo para jugar con sus niños en parques y guarderías. Todos sabemos en qué terminó aquel sueño. Hay en esta película un muchachito de 16 años. Desciende de emigrantes africanos y ha sido abandonado por una madre que le regala dinero para lavar su conciencia. Yuri ve en estos edificios maltrechos el punto de anclaje que le permite defenderse de la soledad y la locura. Con la esperanza de que algún día podrá reunificar a su familia en este edificio en el que Yuri, de niño, soñó con ser cosmonauta, él atisba con un telescopio. Y mira los edificios sórdidos con la curiosidad de un alienígena que descubre asombrado la existencia de seres humanos. Entre ellos hay, claro, un par de amigos y una hermosa muchacha

La película se atreve a recordarnos el ideal soviético de una vida planificada

romaní que termina por enamorarse de la fragilidad de este chico que por fuera parece tan recio y viril. Los marginados vuelven a las andadas. Y gracias a Gagarine conocemos el paisaje interior de estos emigrantes que a menudo la prensa occidental tacha de “salvajes” e “incivilizados”. Atisbamos el cosmos de estos que no son blancos, que vienen de países en los que no existe el “sueño democrático” con el que ganó la guerra el Tío Sam. Este hecho, explorar el mundo íntimo de semejantes desheredados no implica que de forma automática Gagarine consiga hacernos creer que el multifamiliar sea tan hermoso como lo ve su protagonista. Para ello es necesario algo más: el arte del cine. La película tiene un diseño sonoro espectacular, un montaje que aprendió bien los trucos de la escuela soviética y un uso del color que permite, en efecto, que el espectador mire estos edificios con curiosidad y afecto, como pedía Whitman, y no con el desprecio de quien ve en esta gente al futuro narco, al desempleado, a la chica que se hará prostituta. Sí, Gagarine lo consigue. Es hermosa. En esos pasillos sórdidos recrea un cuento de hadas en que se unen el espíritu hollywoodense de Steven Spielberg con el anhelo social de autores como Ken Loach o los hermanos Dardenne.

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ANTESALA

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POESÍA

Yo no sé rebelarme...

LOS PAISAJES INVISIBLES

Del exilio

NALLELY GUADALUPE TELLO MÉNDEZ

Yo no sé rebelarme, sigo los mandatos de mis mujeres madre: Refugio, Bertha, Felisa, Gloria; merecemos el gozo que nos negamos. Ana, Yesica, Elizabeth, Cristina: No bastan las alas. Hay que cavar muy hondo para encontrar el agua que orada las piedras que nos lanzan. Originaria de Oaxaca, Nallely Guadalupe Tello Méndez es activista, editora y poeta. Integrante de Consorcio Oaxaca y del colectivo editorial Pez en el Árbol. Su poesía puede leerse en Como si estrechara tu cuerpo. Poetas nacidos entre 1970-1989 (Dilema Edicion-es, 2019) y La tierra que nos separa (Casa de las Preguntas, Dilema Edicion-es, Pez en el Árbol, 2020), su primer poemario.

EX LIBRIS

Igualdad ya/ EKO

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IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

ándor Márai abandonó su patria en 1948. La ocupación rusa lo obligó a empacar y salir de Hungría sin volver la vista atrás. Deambuló entre Suiza, Estados Unidos e Italia, mientras el régimen invasor se ocupó de borrar su nombre y prohibir sus libros. Pasó sus últimos diez años en San Diego, California (vaya ciudad más impersonal para un escritor de genio). El 11 de abril de 1986, reveló en su Diario una fatiga irremediable: “Por la mañana el teléfono suena varias veces, durante largo rato. No cojo el auricular. Hay algo impertinente en vivir más de la cuenta. Es como cuando los anfitriones intercambian una mirada disimulada preguntándose cuándo se marcharán los invitados”. El 22 de febrero de 1989, Márai se curó el cansancio con un pistoletazo. Meses después, en noviembre, cayó el Muro de Berlín. La relación de Milan Kundera con el Partido Comunista Checo fue una especie de alianza tóxica, inestable. Se afilió al culminar la Segunda Guerra Mundial pero lo defenestraron en 1950. Seis años después, el Partido le devolvió la militancia, estatuto que volvería a perder en 1970. Sus actividades durante la Primavera de Praga, ese intento democratizador liderado por Alexander Dubcek que inquietó a los soviéticos y sus asociados del Pacto de Varsovia, lo convirtieron en un paria cuando Rusia invadió Checoslovaquia en agosto de 1968. Desterrado de los manuales de historia literaria, con sus libros fuera de las bibliotecas y en la lista negra de la burocracia, Kundera se ocupó en toda clase de tareas para sobrevivir. Inclusive, redactó horóscopos que publicaba con seudónimo, guiado por los tratados de André Barbault. En su ensayo Un encuentro, cuenta que en los “queridos años sesenta”, solía afirmar que “el régimen político ideal es una dictadura en descomposición; el aparato represivo funciona de una manera cada vez más defectuosa, pero sigue ahí para estimular el espíritu crítico y burlesco”. Sin embargo, el totalitarismo no admite ni la crítica ni la ironía, prefiere espíritus vacíos. Kundera salió de Praga en 1975 y no volvió la vista atrás. Nueve años después, La insoportable levedad del ser sería una especie de examen de conciencia, pero, también, la obra que más cuestionamientos despertó entre sus contemporáneos, los que eligieron quedarse a pesar de todo. Por ejemplo, Ivan Klíma, que al conversar con Philip Roth hizo una crítica severa del trabajo de Kundera en el exilio: relatos que no muestran la dureza real del totalitarismo, retratos de reportero occidental, cuentos de hadas del bien y el mal en los que “a la gente le parece una simplificación efectista el modo en que Kundera presenta su experiencia checa. Más aún: para muchos, la experiencia que presenta está en contradicción con el hecho de que Kundera fuese un hijo muy querido y muy mimado del régimen comunista hasta 1968”. ¿Reproche a su destierro voluntario, esa levedad tan cómoda, tan tolerable? Meditando sobre la novela El buen soldado Svejk, de otro de sus compatriotas, Jaroslav Hasek, Kundera escribe en El telón: “Desde todos los puntos de vista, político, jurídico, moral, el desertor se vuelve poco grato, condenable, emparentado con los cobardes y los traidores. La mirada del novelista lo ve de otro modo; el desertor es aquel que se niega a conceder un sentido a las luchas de sus contemporáneos. Que se niega a encontrar grandeza trágica en las masacres. Aquel a quien le repugna participar como un bufón en la comedia de la Historia. Su visión de las cosas es muchas veces lúcida, muy lúcida, pero hace que su posición sea difícil de sostener; lo desolidariza de los suyos; lo aleja de la humanidad”. El desplazado, por supuesto, no es un desertor. Tampoco el que prefiere el destierro a someterse al yugo de una o varias potencias invasoras, y mucho menos aquel que se niega a participar como bufón en la comedia bélica de un tirano.

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DE PORTADA

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Las luchas contra la violencia de género y el modelo patriarcal han cristalizado en una ola de reivindicaciones sin vuelta atrás

Feminismo: la más grande revolución

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GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA JORGE GONZÁLEZ

e acuerdo con la periodista Alma Guillermoprieto, “el feminismo es la revolución más grande que se ha dado desde que, en algún pasado remoto, una mitad de la humanidad fue sometida por la otra mitad”. En efecto, la igualdad de derechos, basada en la igualdad de los sexos, tiene precedentes en el siglo XVIII, cuando un puñado de filósofos ilustrados se preguntó por la naturaleza y el papel de la mujer en la sociedad. Para el siglo XIX, el movimiento de las sufragistas en Estados Unidos ganaba una de las grandes batallas: el derecho al voto. A esta se le denominó la primera ola del feminismo. La segunda se alzó ya entrado el siglo XX. Múltiples voces persistieron en la exigencia de los derechos de la mujer, entre otras la de Virginia Woolf, quien en su ensayo Una habitación propia (1929) manifestó la necesidad de una literatura escrita por mujeres. Para lograrlo, decía, era preciso contar con un cuarto propio y dinero para sobrevivir. En El segundo sexo (1949), Simone de Beauvoir destaca que la mujer es un ser definido por la sociedad, una sociedad patriarcal creada por hombres que ostentan la jerarquía y ven al sexo opuesto como objeto de placer, de trabajo, de reproducción. “Sin estas referencias, a las que se suman Andrea Dworkin —precursora del ‘no es no’ y ‘el violador eres tú’—, Germaine Greer y los colectivos feministas que en Inglaterra, Francia, Estados Unidos e Italia, intentaron definir qué es el machismo, qué es una

sociedad patriarcal, por qué surgieron las sociedades patriarcales, y por qué ya es inaceptable desde una perspectiva moral y práctica que sigamos viviendo en un universo patriarcal, no estaríamos donde estamos”, apunta Guillermoprieto en su libro ¿Será que soy feminista? (2020). En México, el movimiento feminista ha cambiado en paralelo a las distintas etapas u olas surgidas alrededor del planeta. Entre la primera y la tercera, cristalizaron demandas como la igualdad de derechos civiles, el salario y el derecho a los propios bienes, el control de la natalidad y el acceso a la educación superior. La emancipación de la mujer se vio reflejada también en el ámbito laboral: permisos de maternidad pagados y protección contra despidos injustos durante el embarazo. Se ventilaron temas como la protección frente a la violencia de los maridos y medidas contra la violación. La narrativa sobre “lo personal es político” puso en el centro la libertad individual de la mujer: nuestro cuerpo es nuestro, lo mismo que nuestro placer sexual. Esto derivó en la demanda del uso libre de anticonceptivos y la legalización del aborto. La filósofa y teórica de género Judith Butler se refiere a los avances del feminismo en Estados Unidos: “Veo que las mujeres han comenzado a cerrar la brecha salarial entre los sexos. Ya hay protección legal contra la discriminación. El acoso y la violación están considerados como crímenes. También veo cierto miedo de que el feminismo borre las diferencias entre hombres y mujeres o que ataque a la familia tradicional. Sin embargo, muchas mujeres, aun en familias heterosexuales, exigen más libertad e

igualdad y no necesariamente quieren alejarse de la tradición. Por ejemplo, cuando hablamos de las mujeres y el islam o de feminismo e islam, hay un movimiento importante”. La activista libanesa Joumana Haddad ve en el machismo una enfermedad que debe erradicarse y advierte que la política, la religión y el sexo conforman una barrera para la libertad de la mujer. “Lo llamo el Triángulo de las Bermudas de la discriminación contra la mujer. Si tuviera que elegir un elemento para empezar a destruir ese triángulo sería la religión. No hablo de la fe, respeto el derecho a tener convicciones propias, pero éstas no deberían influir en el modo como es tratado el ser humano. Hablo, sobre todo, de las tres religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam porque vienen de la misma fuente y del mismo sistema patriarcal. La religión ha sido cómplice de la política y de la frustración sexual. Es un sistema que debemos desmantelar”. Para la segunda década del siglo XXI revienta la llamada cuarta ola. Las posturas se radicalizan consiguiendo alcance internacional a través de las redes sociales. El movimiento #MeToo, en 2017, que desenmascaró las denuncias de abuso sexual y violaciones por un grupo de actrices en Estados Unidos, se hizo viral y sacudió no solo a la comunidad cinematográfica sino a la industria editorial, la academia y los medios de comunicación, entre otros gremios. Las consecuencias de esta alianza entre

Pintas con los nombres de las víctimas de feminicidio en el muro de contención de Palacio Nacional.

En todo el país está despenalizado el aborto; sin embargo, solo en seis estados es legal

mujeres y la conciencia de haber sido víctimas y no culpables cimbró a las estructuras patriarcales. Dos años después, en diciembre de 2019, bajo la consigna “el violador eres tú”, un grupo de feministas chilenas se manifestó contra la violencia de género. Un pañuelo verde alrededor del cuello o del brazo fue acogido en todo el mundo como símbolo para reivindicar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, una postura política a favor del aborto seguro, legal y gratuito. “El aborto legal —dice Guillermoprieto— significó el reconocimiento del derecho de las mujeres a gobernar su propio cuerpo. Una podría pensar que el movimiento antiaborto es cuestión de la derecha, pero no, es cuestión del patriarcado, un sistema que no distingue entre ideologías. Una mujer que es dueña de su decisión de gestar o no llevar el embarazo a término es peligrosamente libre”. Hoy en toda la República Mexicana está despenalizado el aborto; sin embargo, solo en seis estados es legal. Desde su curul, la presidenta


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de la Comisión para la Igualdad de Género de la Cámara de Senadores, Martha Lucía Micher, quien trabaja en una iniciativa de reformas sobre salud sexual y reproductiva, derecho a decidir, objeción de conciencia, salud materna y otros temas relacionados, declaró: “Vamos a aprobar algunas reformas a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y a la Ley General de Salud, en materia de derechos sexuales y reproductivos”. “Ni una menos, ni una más”, fue el grito que resonó el 8 de marzo de 2020 cuando una ola púrpura —símbolo del repudio a cualquier tipo de violencia contra las mujeres— inundó las calles del centro de la Ciudad de México. El gobierno reportó más de 80 mil asistentes. El 8M marcaría un hito en la historia de la lucha por los derechos de la mujer en un país donde solo ese año la cifra de muertes violentas de mujeres fue de 3723. Entre estas, 969 feminicidios. Para Judith Butler, “con ‘ni una menos’ y las grandes movilizaciones contra la violencia hacia las mujeres y personas trans, hay una nueva pasión

política, una nueva conciencia. Lo más importante es construir una sociedad en la que estos crímenes no se encubran porque, de no ser así, más hombres se sentirán libres para matar. Entre ellos se crean fraternidades terribles, con leyes no habladas: saben que pueden matar sin ser perseguidos. Es una suerte de estructura social que debe ser desmantelada”. La historia oficial destacó del 8M, ante todo, el saldo de violencia: pintas en bardas y monumentos, cristales rotos, un explosivo contra la policía que resguardaba la puerta de Palacio Nacional. “Quizá esta revolución —afirma Alma Guillermoprieto— se puede dar el lujo de privilegiar la ética y el pacifismo puesto que ha sido incomparablemente menos violenta que las anteriores. O digan, si no, los que se quejan: ¿cuántos despidos masivos de hombres llevamos por faltas a un código feminista? ¿Cuántos hombres castrados por rabiosas hordas feministas como consecuencia del #MeToo? ¿Cuántos juicios sumarios y guillotina para los violadores?

Pero ¡ay de la que se atreva a pintar un grafiti durante alguna manifestación! Será denunciada de inmediato como violenta”. De ahí que al año siguiente, la víspera del 8 de marzo de 2021, para evitar cualquier tipo de agresión en la marcha del Día Internacional de la Mujer, se resguardara, a todo lo largo, la fachada de Palacio Nacional con una valla metálica. A la postre, la barrera sirvió a las manifestantes como lienzo y fue intervenida por algunos grupos con los nombres de las víctimas. La estructura se registró, fue digitalizada y se puede consultar en la edición especial de Cuadernos Cátedras de la UNAM: 8M-21. Del muro al memorial. Anaí Tirado Miranda describe su experiencia: “El registro del ‘muro de paz’, como cínicamente el gobierno federal se refirió a él, lo hice fotografiando cada valla de forma individual. No quería registrar solo la totalidad de

La gesta de las mujeres ha generado una profusa obra literaria en los últimos años

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víctimas sino el nombre de cada una de ellas. Esta combinación es lo que hizo que la intervención de las vallas tuviera la importancia que tuvo: une lo colectivo con lo individual. Las vallas intervenidas se convirtieron en un monumento efímero que permanecerá en la memoria colectiva como un testimonio gráfico de las demandas y la lucha del movimiento feminista”. La gesta de las mujeres ha generado una profusa obra literaria en los últimos años. Cito algunos títulos tanto de autoras de las nuevas generaciones como de las nacidas en la segunda mitad del siglo XX. La escritora Gabriela Jauregui coordinó las antologías Tsunami (2018) y Tsunami 2 (2020), una serie de textos enfocados en la pregunta ¿qué es ser mujer en México? En el prólogo escribe: “Guardo el dolor clavado en los huesos, la rabia en la tripa, al leer sobre tantas niñas y mujeres con cuerpos diversos […], mutiladas, encajueladas, tiradas a orillas de las carreteras, las vidas destruidas, presentes sin futuro, y en mis oídos retumba el eco de esos versos del himno de Vivir Quintana: ‘Si tocan a una, respondemos todas’ ”. Luego se pregunta: “¿Cómo respondemos? ¿Con la voz entrecortada? ¿Con el cuerpo? ¿Con la lata de aerosol? ¿Con un coctel molotov? ¿Con toda nuestra rabia? […]. ¿Cuántas formas posibles de respuesta hay?”. El invencible verano de Liliana (2021), de Cristina Rivera Garza, es un libro estrujante donde la autora narra el feminicidio de su hermana: “Hay un feminicida suelto que no ha pagado por su crimen. Estos asesinos andan por ahí porque hay un círculo que los protege. Estamos en un contexto que ha forzado una conversación urgente sobre violencia de género. Me parece que es una de las batallas más importantes que tenemos que dar. Si queremos construir un mejor futuro, tendrá que ser con base en la justicia”. En el contexto de su novela Radicales libres (2021), Rosa Beltrán reconoce que “las chavas más jóvenes pertenecientes al movimiento #MeToo que han dicho ‘ni una más’, ‘basta ya’, ‘cero concesiones’, y que piensan ‘o llegamos todas o no llega ninguna viva’, tienen toda la razón, sufren de estos estigmas cuando no de otros peores, porque esta violencia ha ido a más y porque también el lenguaje ha cambiado. Lo que antes se llamaba crimen pasional hoy es violencia de género. Me parece bien que el lenguaje cambie porque solo al nombrar las cosas de manera distinta se convierten en distintas, se consignan, se visibilizan”. Sobre El libro de Eva (2020), Carmen Boullosa dice: “Fue un regalo que me dieron las jóvenes de la nueva ola del feminismo. En México tenemos un enorme ejército de Antígonas marchando, exigiendo el cuerpo de los suyos. A este coro se han sumado madres, hermanas, hijas. Así como el Estado ha decidido militarizar al país, también el mundo civil, las mujeres, han formado su coro. En este México de Antígonas es donde el reclamo de justicia puede cobrar forma y cuerpo social. Estamos viviendo algo muy doloroso”.

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LITERATURA

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EL ATLAS DE PANDORA

Anatomía de la quema Imitando a las máquinas, actuamos sin pausa y renunciamos a la intimidad y el sosiego

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eprisa, deprisa. Un caballo al galope puede superar los límites de su organismo. Si lo fuerzas, irá más aprisa de lo que su corazón es capaz de resistir. En los hipódromos, los purasangres de las carreras no se detienen, antes caen fulminados, muertos por la velocidad. “Fatiga” en latín significaba “estar a punto de estallar”; en origen, el término se aplicaba a los caballos, adiestrados por sus jinetes para cabalgar hasta reventar. Aquella fatiga se volvió contra nosotros y los seres humanos hemos heredado la prohibición de frenar, el cansancio galopante. El frenesí de la vida exhausta no es un invento moderno. Hace veinte siglos, Plutarco vislumbraba ya las jornadas interminables y las maratonianas extraescolares de nuestros niños: “Algunos padres, esforzándose para que los hijos sean los primeros rápidamente en todo, les imponen unos trabajos excesivos, con los cuales caen desfallecidos”. Las plantas crecen — nos dice— cuando las regamos con moderación, pero se ahogan con mucha agua. Así, también los hijos necesitan treguas en sus tareas: sin el descanso languidecerán la energía y la ilusión. Como escribe el historiador griego, las cuerdas de los arcos y las liras deben aflojarse para recuperar después su tensión. En nuestro mundo interconectado, la ansiedad por las tareas excesivas ha invadido todas las esferas de la vida. El desgaste —técnicamente conocido como síndrome del burnout— puede afectar a casi todos, pero ciertos rasgos del carácter nos vuelven más vulnerables: las personas más implicadas —vocacionales, sensibles y eficientes, es decir, verdaderos látigos para sí mismas— tienen más posibilidades de sufrir esta implosión extenuante. El perfeccionismo causa sus desperfectos. Cuando el cansancio cala hasta los huesos, se convierte

IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN

en enfermedad. Indiferentes y maquinales, cometemos errores que deberemos arreglar a fuerza de más esfuerzo. Aunque resulte paradójico, para avanzar es preciso saber parar. Las máquinas, nacidas para relevarnos en las tareas más duras, han acentuado —inesperadamente— nuestra condición exhausta. En Tiempos modernos, de Charles Chaplin, los seres humanos son mudos y solo las tecnologías toman la palabra. Charlot es sometido a un pérfido artefacto concebido para alimentar a los operarios mientras continúan rindiendo bajo la divisa: “Elimine la hora del descanso, ya no la necesitará”. Mientras el conmovedor vagabundo se fuma un indolente pitillo en los lavabos

En nuestro mundo, la ansiedad por las tareas excesivas ha invadido todas las esferas de la vida

de la fábrica, el directivo aparece en un enorme monitor para ordenarle que regrese a la cadena de montaje. Aunque la película se estrenó en 1936, retrata con lucidez nuestro presente plagado de videoconferencias, aplicaciones de seguimiento de trabajadores y móviles al asalto. Noventa años después, aquella escena del baño resulta menos distópica que en su época. Hoy la tecnología engulle nuestras vidas como un engranaje voraz, una maquinaria caníbal que se alimenta de nuestro tiempo. En los felices años veinte, el cineasta Fritz Lang ya había denunciado el oscuro y cruel subsuelo que sostenía la aparente prosperidad. En el subterráneo de Metrópolis, la ciudad perfecta, hay una enorme máquina industrial que, llevada al límite, se transforma en un monstruo bíblico —Moloch— y termina engullendo a los agotados trabajadores con sus

fauces de fuego. Según la tradición rabínica, Moloch era una estatua de bronce en cuyo interior ardía una hoguera perpetua a la que arrojaban víctimas en sacrificio. Simbólicamente, Lang profetizó nuestro actual burnout, que significa precisamente estar quemado. Las tecnologías portátiles nos sujetan y nos atrapan en sus redes de asfixia. No logramos relajarnos porque su omnipresencia ha invadido incluso nuestros espacios de pausa. La vida transcurre con el latido y el ritmo de la máquina, hasta borrar la antigua frontera entre lo profesional y lo personal. Aunque hace falta ser muy fuertes para vivir tan cansados, seguimos en carrera, como caballos con el corazón desbocado. En estos tiempos galopantes, cuando cuesta tanto esfuerzo descansar, la intimidad y la siesta se han convertido en gestos de resistencia: cierra los ojos y verás.

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Y, además, en nuestra edición digital: José Juan de Ávila: Una lectura de War Horse • Andrea Serdio: Ricardo Garibay en el cine • Fernando Figueroa: María Hanneman: de Mozart a Camarena y Luis Miguel • Avelina Lésper: Tenochtitlandia • Alberto Blanco: Meditaciones: Química • Juan Manuel García Belmonte: entrevista con Gabriela Halac • Liliana Chávez: Libertad • Verónica Nájera: Putin se comporta como Hitler, afirma Paul Auster • Patricia Curiel: entrevista con Eufrosina Cruz • Miriam Mabel Martínez: Arte textil


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NARRATIVA, ENSAYO Napalm en el corazón

Bologna Boogie

A FUEGO LENTO Pechos y huevos

Tu lengua en mi boca México, 2021

Pol Guasch Anagrama España, 2021 236 páginas

Justo Navarro Anagrama España, 2021 280 páginas

Mieko Kawakami Seix Barral México, 2022 496 páginas

La primera novela del joven poeta español tiene el encanto de aquellas historias que ocurrían en un tiempo inmemorial. Es sobre todo la crónica de una huida hacia un sitio ajeno a la desesperanza y el olvido de todo. La sensación de que los protagonistas se mueven en una realidad postapocalíptica invade al lector de principio a fin.

El autor español retoma a su personaje, el comisario Polo, a quien esta nueva entrega lo lleva a la ciudad italiana de Bolonia para investigar la desaparición de su compatriota Guillermo Sola Bosch. La acción ocurre en 1947, cuando Europa se está recuperando de la Segunda Guerra Mundial. Se siente la huella del cine noir.

La pobreza une a tres mujeres en esta novela apadrinada por Haruki Murakami: están inconformes con su feminidad, lo mismo por la falta de perspectiva amorosa que por los estropicios de un cuerpo que ha dado a luz o por la entrada a la pubertad. Kawakami retrata lo que significa ser mujer en la sociedad actual.

Diarios

El fuego de la libertad

El ajolote

Rafael Chirbes Anagrama España, 2021 456 páginas

Wolfram Eilenberger Taurus México, 2022 384 páginas

Andrés Cota Hiriart Elefanta México, 2022 64 páginas

“La literatura, como criada que te ordena la casa”, es la divisa de este libro que deja al escritor español al descubierto. Inicia en 1984, en Madrid, y concluye en 2005, en Florencia, con un Chirbes cansado y “harto de gintonics”, con ganas apenas de levantarse al día siguiente. Una fina sensibilidad campea a sus anchas.

Cuatro figuras centrales de la filosofía europea se dan cita en este ensayo que combina la biografía y el análisis de las ideas: Simone de Beauvoir, Ayn Rand, Simone Weil y Hannah Arendt. El saldo arroja cuatro obras que exploraron las relaciones entre individuo y sociedad, sexo y género, y libertad y cualquier forma de totalitarismo.

Junto con la salamandra gigante de Japón y la rana dardo del Amazonas, el ajolote es de los anfibios más sobresalientes del mundo. Por su aspecto físico parece no poseer cualidades para ocupar el puesto de honor, pero en este delgado volumen el biólogo mexicano demuestra con sólidos argumentos lo contrario.

El placer de leer www.librotea.com

Brujitas de imitación ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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ué podemos esperar de una novela como Tu lengua en mi boca (Literatura Random House), que ya desde sus primeras páginas muestra un remedo de escritura, la versión más convencional de esa creatura con la que tan bien se lleva una buena parte de la nueva narrativa mexicana: el redactañol. Qué podemos esperar: una mirada cándida y sobreprotectora —que hace décadas estaba reservada a esas damas de sociedad que se creían destinadas a enderezar las vidas maltrechas con disciplina casi militar— hacia las mujeres condenadas a elegir entre la sumisión a los códigos de la violencia narco-machista o la solidaridad de grupo a través de la poesía en voz alta. Veamos si no a la protagonista. Berta tiene 51 años, padeció el terremoto de 1985 y tras consagrarse a la soltería debe viajar a la Zona del Silencio para esparcir las cenizas de su tía, último representante de lo que significaba una familia. Los motivos por los cuales termina rentando un cuarto de hotel en Torreón importan muy poco. Lo que de verdad importa, o significa mucho para el curso de Tu lengua en mi boca, es que desde su ventana observa cada noche a cuatro muchachitas —a quienes intenta hacer pasar por brujas, existencias proscritas, aunque sean fieles a la estulticia digital— reunidas alrededor de una fogata mientras leen poesía, toman cerveza y maldicen sus vidas. Lo demás se resuelve en su deseo de convertirse en institutriz —porque también adora la poesía— y madre sustituta, y en el enfrentamiento entre las buenas intenciones y un recelo que confía sobradamente en sí mismo. Con frases del tipo “En el insomnio veía la maleta escurrir por las esquinas un líquido negro y espeso”, Luisa Reyes Retana se suma a esa corriente para la cual escribir una novela representa, y sobre todo en estos años de puños en alto y reivindicaciones, más un mensaje que una voluntad de estilo, la repetición de todo ese catálogo de consignas cuyo lenguaje proviene de la cháchara militante. Las buenas intenciones si acaso dan para no confundir un andén del metro con una alcantarilla. Son, por naturaleza, enemigas de la literatura, cuyas mejores expresiones han procurado el veneno metódico, la savia mefistofélica o la lluvia radioactiva, y no un vaso de leche tibia.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

5 DE MARZO 2022

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HUSOS Y COSTUMBRES

Lecciones de lo imprevisible ANA GARCÍA BERGUA

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ntre los narradores mexicanos que recuperan el espíritu de Kafka en sus relatos se encuentra Pedro F. Miret. Español de origen, arquitecto, escenógrafo, guionista y narrador de lo extraño, vivió en México desde 1939 hasta su fallecimiento en 1988. La narrativa de Miret, tan poco leído al punto de que es casi imposible conseguir sus libros sin pagar una fortuna, es muy inquietante; está ritmada siempre por unos puntos suspensivos que, a decir de José de la Colina, es posible que hayan sido los responsables de su reclusión perpetua en el cajón de los “raros”, esa manera de catalogar escritores que mezcla la admiración con la resignación porque serán muy poco leídos, mucho menos comprendidos. Los personajes de Miret no amanecen convertidos en escarabajos, pero el azar de lo inmediato imprevisible, que el narrador sigue hasta en sus más mínimos movimientos como si fuera una cáma-

PEDRO F. MIRET

El escritor de origen español, quien murió en México en 1988.

ra, los conduce a verdaderas pesadillas. El cuento “Incursión”, que viene en su libro Esta noche vienen rojos y azules, siempre me ha encantado: un hombre acaba de tomar un baño, mirando por la ventana descubre un nuevo anuncio luminoso que le llama la atención y para verlo bien sale por la escalera de servicio. La puerta se le cierra y no puede volver a entrar; así termina caminando desnudo por las azoteas de la ciudad sin poder regresar a su casa. O aquel cuento en el que un hombre entra al cine a ver una película y se le pide que dibuje a un león: de su destreza para el dibujo dependerá su vida. El azar juega contra nuestras previsiones más sencillas, aquellas que escribimos en la agenda de la semana sin saber en qué se convertirán esa comida, la función de teatro, aquella cita médica, posibles puertas de lo extraño. Planes sencillos cuya trama se puede desviar por pequeñas cosas, como en el cuento de Miret,

o por cambios impensables, como amanecer convertido en escarabajo y no poder ir a trabajar. Desde la pandemia, los posibles escollos me asustan cada vez más: ¿será nuestra época tan contingente, o a fin de cuentas la vida humana siempre ha sido así, una gran agenda de piedra que se tacha constantemente? Extraño esa cotidianidad concentrada en su pequeñez, un orden de planes grandes o sencillos como ir a la peluquería sin el temor de que no se puedan cumplir; la tragedia y el destino ciego deben ser lo excepcional. A diferencia de los griegos, nuestra humanidad posmoderna no busca evadir su destino trágico como Edipo, sino ir a entregar sus muestras de tela, bañarse o mirar un anuncio. Quizá el personaje de Miret sigue vagando por las azoteas, ya enredado en las sábanas de los tendederos. O quizá, sin darnos cuenta, quedamos cada día más desnudos.

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CAFÉ MADRID

La situación es grave pero no es seria

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nas horas antes de que los primeros misiles cayeran sobre Ucrania, en España nos habíamos ido a dormir después de ver un nuevo capítulo del bochornoso desastre de la derecha y esperando, ¡oh mafiosa casualidad!, el reestreno de El padrino en los cines. ¿Es mejor que los reaccionarios se destruyan entre ellos? Ojalá las cosas fueran así de fáciles. El problema es que los ciudadanos desencantados con esa parte del espectro político pueden “mudarse” al radicalismo y encumbrar, con sus votos, a la ultraderecha. Mascullando ese panorama, en fin, tuvimos que esforzarnos por conciliar el sueño pero, justo cuando lo estábamos logrando, sonó el despertador. Tanto en la radio como en la tele, las musiquitas estridentes arropaban a sus locutores: “El mundo acaba de empezar a cambiar. Rusia ataca a Ucrania y la guerra ensombrece a toda Europa”. Durante todo el día (pero todo, eh) las tropas rusas y la histeria ucraniana se exhibieron sin ningún pudor. Ahí estaban los enviados especiales, en vivo desde el balcón de sus hoteles, repitiendo sin cesar los dos o tres datos que tenían en su poder. Como dice Arturo Pérez Reverte, “si los reporteros están todo el tiempo haciendo conexiones en directo, ¿a qué hora salen a buscar historias, que es para lo que fueron enviados?” Pues parece que ni ellos ni sus jefes se preocupan por eso. Reproducen videos que los ucranianos cuelgan en Twitter o en Instagram y así presumen de tener testimonios. Meten eso, claro, entre tertulia y tertulia. Porque aquí es lo que hay a todas horas: tertulias maratónicas en las

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA EFE

que un mismo puñado de periodistas y analistas les sirve para todo: lo mismo hablan del elevado precio de la luz o del coronavirus, que de los corruptos o el suicidio de la derecha, o de Vladimir Putin y su guerra. Todavía no salimos completamente de la pandemia y ahora tenemos una guerra. Bueno, piensa uno, pues que la Unión Europea se encargue. Un rato después salió el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad que, cómo no, es español y, con su inglés

Hay que hacer a un lado la estridencia mediática y esforzarse por entender los hechos

rudimentario y todo su poderío, intentó zanjar el asunto: “sacaremos a Rusia del festival de Eurovisión. Y la final de la Champions League no se llevará a cabo en San Petersburgo. Y también hemos cancelado su Gran Premio de la Fórmula Uno. Y Rusia tampoco va a participar en el Mundial de futbol”. Ese es el nivel de la diplomacia europea. Pero, por si esto fuera poco, saltó una noticia de última hora desde Mallorca, donde viven algunos magnates originarios de la patria de Tolstói: “para desquitarse, un marinero ucraniano intenta hundir el lujoso yate de su jefe ruso”. Un día le preguntaron por la situación política de Italia a Ennio Flaiano, guionista de joyas cinematográficas como La dolce vita y 8½. Él se atusó entre los labios su pipa retacada de tabaco y dijo: “la situación

Tropas ucranianas en la región de Lugansk.

es grave, pero no es seria”. La frase se aplica a lo que ocurre estos días en el Viejo Continente. No es serio lo que hace Putin, no es seria la respuesta internacional y ambas cosas son graves. Un sátrapa se escuda en una serie de mentiras para invadir a un país por el que siente nostalgia y así pretende revivir el imperialismo soviético y revertir el orden y los derechos conquistados en los últimos años. No es cualquier cosa. Por eso toca ser serios. Hay que hacer a un lado la estridencia mediática y esforzarse por entender los acontecimientos para tomar decisiones como miembros del conjunto social. Ahí tenemos como herramientas los libros magistrales de Anna Politkóvskaya sobre Putin y sobre lo ocurrido en Chechenia para comprender quién y por qué ataca. O los entrañables testimonios recogidos por Svetlana Alexiévich para sumergirnos en el ámbito postsoviético. O las rigurosas investigaciones de Anne Applebaum (quien, por cierto, le acaba de decir al diario chileno La Tercera que “ha llegado el momento de que Europa y Estados Unidos reconsideren por completo la estrategia hacia Rusia”). Y también los monumentales ensayos de Margaret MacMillan, cuyo último libro se titula, precisamente, La guerra. Cómo nos han marcado los conflictos (Turner). Ahí la historiadora canadiense advierte: “después de 1945, los europeos reconocieron que habían estado a punto de destruir su propia cultura, su civilización y sus estructuras políticas y sociales. Y se dijeron que no debían hacerse eso a sí mismos nunca más. Pero no siempre aprendemos las lecciones”.

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