Laberinto No.978 (12/03/2022)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

CIENCIA

FERNANDO ZAMORA

GERARDO HERRERA CORRAL

Los pecados de Spielberg

La más pequeña insolencia de la realidad

Foto: 20th Century Studios

SÁBADO 12 DE MARZO DE 2022 AÑO 18 - NÚMERO 978

Memoria y elogio de Álvaro Uribe Tedi López Mills, Luis Miguel Aguilar, Roberto Pliego/ FOTOGRAFÍA: VÍCTOR BENÍTEZ

Foto: SINC


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ANTESALA

12 DE MARZO 2022

EN EL BANQUILLO

Único

T

TEDI LÓPEZ MILLS

engo la historia, tengo los días, tengo el inicio, tengo el final, pero ya no tengo a Álvaro. Voy a suponer que la solución de continuidad consiste en no abandonar el presente que invento irremediablemente con el pasado. Del 23 de febrero al 2 de marzo, Álvaro y yo ocupamos la habitación 415 en el hospital —en lo que llaman “piso”— y después la 108, en Terapia Intermedia. En cada una ordenamos nuestras pertenencias de modo impecable; establecemos hábitos, celebramos mínimos rituales e intentamos equilibrar las dosis de consuelo con las noticias que nos transmiten en distintas ocasiones tres doctores: un oncólogo y un par de neumólogos. Su optimismo es extraño, como si la ciencia mezclada con una pizca de esperanza adquiriera poderes imbatibles ante un cáncer que se trasladó del pulmón izquierdo de Álvaro al derecho, y se desplaza o se esparce como una nube, un aire blanco que empuja las escasas zonas negras hacia las orillas. El viernes 25 me topo con el oncólogo en un pasillo. Me dice que le da gusto verme a solas: la situación es crítica; puede ocurrir cualquier cosa en cualquier momento, y debemos prepararnos. “Platiquen, platiquen mucho”. Vuelvo a la habitación. Álvaro y yo empezamos a platicar. Estoy segura de que al principio lo hacemos mal; demasiado literarios o cinematográficos, como si alguien nos estuviera leyendo, dirigiendo, mirando. Entran enfermeras, revisan las bombas de los medicamentos, el catéter, los tubos. Le preguntan a Álvaro cómo se siente y él siempre responde “bien”, sin entrar en detalles. Trae unas puntas de alto flujo en la nariz, gruesas e incómodas. La cantidad de oxígeno que recibe equivale, según uno de los neumólogos, a “sacar la cabeza por la ventana de un coche que avanza a 150 kilómetros por hora”. Y nunca es suficiente. Álvaro se acostumbra. No se queja. Desayuna, come y cena por disciplina. Se toma su té de manzanilla. “Hay que echarle ganas”, me comenta. “A fin de cuentas nada se pierde mientras no se pierda”. Seguimos platicando; apuntamos pendientes, frases, instrucciones en mi cuaderno gris. Nos contamos anécdotas que los dos conocemos de sobra. A veces los temas se nos escabullen. El último día me levanto muy temprano. Antes de ir por mi café, les digo a las enfermeras que bañen a Álvaro. Media hora después regreso y Álvaro sigue en la cama. Les ruego: “báñenlo”. Un enfermero y un camillero se encargan de la compleja operación y colocan a Álvaro en el reposet. Respira agitadamente. Me dice en voz baja que ya no quiere. Le hablo al oncólogo. Álvaro me sonríe: “no es tan difícil morir”. Pide que lo pasen del reposet a la cama. “Es mejor hacer esto acostado”. Se despierta a ratos, de buen humor: “los zapatos se desatoran”. Me dice que ya encontró el famoso túnel y la luz, pero a un lado, no en el centro. “Qué bola de lugares comunes…”. Me pregunta si la tierra sigue dando vueltas; si existen días libres en el paraíso. Luego se duerme. Con los “ojos del espíritu”, según sus propias palabras.

Álvaro me dice que ya encontró el famoso túnel y la luz, pero a un lado, no en el centro

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Amor sin barreras. Dirección: Steven Spielberg. Estados Unidos, 2021.

HOMBRE DE CELULOIDE

Si funciona, no lo compongas

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA 20TH CENTURY STUDIOS

o arregles lo que funciona. Así reza el sentido común. Pero el arte tiene poco de sentido común. Tal vez por eso Tony Kushner (ganador del Pulitzer por Ángeles en América) decidió involucrar a Steven Spielberg en el proyecto de adaptar Amor sin barreras, una película que en 1961 no pretendía otra cosa que usar el Romeo y Julieta de Shakespeare para crear una fantasía de música y baile. En poco más de dos horas asistíamos a espectaculares coreografías, canciones que terminaron por volverse clásicos pop y a un montaje que enchinaba la piel. La música de Bernstein ahondaba en la tradición de Aaron Copland y la historia tenía su dejo de actualidad. ¿Quieres iniciar la Tercera Guerra Mundial?, preguntaba Anita a María. Y sí. Nacida en Puerto Rico, María tendrá la mala fortuna de enamorarse del chico malo del barrio. Tony trabaja en una tienda de abarrotes y quiere portarse bien, pero sus viejos compinches harán todo para involucrarlo en la sucia tarea de limpiar el barrio de puertorriqueños. El amor entre Tony y María resulta imposible, lo cual, por supuesto, lo vuelve más atractivo. Y los jóvenes insensatos, ¿qué van a hacer? Él y ella se

conocen durante un fatídico baile y al son de un mambo (según la versión hollywoodense) ponen, el uno en la otra, su corazón. El desastre está servido pues el destino, auténtico motor de la tragedia, ha decidido que los amantes conozcan la muerte. La obra original parece escrita para que Spielberg se luzca. El director conoce cada célula de la sensibilidad estadunidense, tiene un amplísimo conocimiento de la técnica cinematográfica y es un maestro en aquello del montaje: la puesta en escena. Desde el guion hasta el cuarto de edición, Spielberg es uno de esos que se involucran tanto con sus proyectos que les inyecta vida. Y, efectivamente, la nueva versión de Amor sin barreras está llena de los guiños que han hecho grande al cine de Spielberg: aquí están las texturas, reflejos y charcos; las ventanas con espejos que se abren y cierran; las telas, colores y movimientos de cámara. Aquí está, en fin, todo aquello que confabula para

¿A quién le importa un Romeo y Julieta lleno de guiños a la situación política, la miseria y el racismo?

resultar atractivo en una película. Sin embargo, si uno tiene la curiosidad de revisar la primera película, encontrará un par de cosas. Primero, Steven Spielberg está más resuelto que Wise y Robbins (directores de la versión de 1961) a realizar una adaptación de Shakespeare. Para ello ha decidido acentuar un par de diálogos, quitar mucha música e, incluso, cambiar el orden de las escenas. En el balcón, por ejemplo. La versión de Spielberg hace hincapié en el hecho de que los amantes están saboreando sus nombres. Aquí resulta muy efectiva la adaptación. Pero no tanto en lo segundo que uno encuentra en la confrontación entre ambas versiones. Porque Spielberg ha decidido también producir con esta obra algo más político. El problema es que, al hacerlo, le está quitando la simplicidad que necesita una historia tan machacada. Y es que en el fondo ¿a quién le importa un Romeo y Julieta lleno de guiños a la situación política, la miseria y el racismo estadunidenses? Uno lo sabe. Y no necesita de Spielberg para educarse en esta clase de cosas. Lo que atrae de Hollywood es el fuego de artificio, la hermosura de la frivolidad. Pero Spielberg no parece haber escuchado aquello de que, cuando algo funciona, mejor no lo compongas.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Para nadie solo en ti VÍCTOR M. NAVARRO

No estoy para nadie nada más tus ojos y tus labios hoy son mis puntos cardinales y me doy cuenta ahora que tengo una puesta en escena con todos mis sentimientos actores de cinco pistas telón que da paso a la lluvia de mis besos y mis versos en toda tu existencia por eso nadie solo tú contigo. Poema incluido en el libro Sílabas detenidas (edición bilingüe, Darklight Publishing, Nueva York-México).

EX LIBRIS

Un día sin hombres/ EKO

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Devenir animal ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

E

@Sobreperdonar

l escritor estadunidense David Abram tiene un perfil poco convencional: ha ejercido como prestidigitador callejero, etnólogo amateur, explorador y filósofo. No es extraño que su libro Devenir animal, una cosmología terrestre (Sigilo, 2021), que transita entre el encomio de la naturaleza, la antropología, la exaltación animista y la literatura autobiográfica, resulte tan desconcertante como deslumbrante. La escritura de Abram tiene el encanto de la amalgama exótica de saberes, pero, sobre todo, la profundidad e intensidad del hallazgo poético. Lo que quiere hacer el autor en este conjunto de ensayos híbridos es incitar al lector a abrirse a los sentidos, pegar el lenguaje a la tierra y asumir plenamente la existencia corporal. Con inusual equilibrio y sobriedad, Abram invita a cuestionar algunas certezas e inercias de la moderna civilización y recuperar facultades atrofiadas. Abram reconoce, por ejemplo, las aportaciones positivas del lenguaje humano objetivo que posibilitan la ciencia y la tecnología, pero sugiere que, muy a menudo, hay que abandonarlo para fundirse más plenamente en el transcurso del mundo. El lenguaje es mucho más que aquello orientado a informar con precisión de temas prácticos, rebasa lo racional y tiene un componente animal, mineral y cosmológico por el que tanto cosas animadas como inanimadas se comunican entre sí. Abram convida a la aventura de reencontrar ese lenguaje cósmico, disolviendo esas artificiales fronteras entre mente, cuerpo y mundo y reconciliándose con nuestra animalidad y sus lazos con el resto de las cosas. Porque todo depende de todo y la humana no constituye una existencia aislada o privilegiada. La suerte de comunión universal que Abram preconiza está basada en nociones que comparten la física, la biología, la psicología, la astronomía y la poesía modernas, pero, sobre todo, en la propia experiencia del autor, que hace de sus exploraciones en las montañas, sus travesías en kayak o sus crónicas cotidianas, auténticas epopeyas de la percepción. Se trata de una invitación poética, más que programática, a ejercitar la atención más humilde y aguda a fin de constatar que en el mundo no hay nada mudo, ni inerte y que en todo lugar e instante se replica un proceso de cocreación y reciprocidad (la aparición de un ciervo, el susurro de un árbol, la sonrisa de una roca, la conversación con leones marinos y ballenas). Los rasgos fundamentales de la pedagogía sensible de Abram son la curiosidad, la simpatía y la compasión hacia todo aquello que vive de diversas maneras. Son muchas las influencias que se pueden rastrear en esta desafiante escritura: la magia arcaica, el pensamiento de Spinoza, los trascendentalistas americanos, sobre todo Thoreau, el mejor pensamiento ecológico o la fenomenología. Sin embargo, una afinidad entrañable que se me ocurre, y que no menciona el autor, es con otro enamorado del mundo, Francisco de Asís, y su extrema fraternidad con todo lo visible y lo invisible.

Abram invita a cuestionar algunas certezas e inercias de la moderna civilización

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DE PORTADA

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Ofrecemos dos acercamientos a la obra y a la contar lo que vivió, lo que pudo haber vivido

Álvaro Uribe: el mismo

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ROBERTO PLIEGO FOTOGRAFÍA VÍCTOR BENÍTEZ

uchos son los escritores a quienes Álvaro Uribe encarnó desde la publicación de Topos (1980), un ceñido libro de cuentos, hasta Los que no (2021), quizá su novela más autobiográfica. Son tantos como los tiempos, estilos y tradiciones a los cuales se consagró y supo reanimar con voluntad artesanal. Hay entonces un Álvaro Uribe que, con paciente naturalidad, sabe entretejer el saber libresco y el arte de contar; se trata, ni más ni menos, del dueño de la palabra y de la linterna que la alumbra de Historia de historias. Hay un Álvaro Uribe que imagina el testimonio de Arnulfo Arroyo, el fallido asesino de Porfirio Díaz cuyo paso por la historia nacional es arrancada del olvido gracias a los oficios de un tal F. G., el demiurgo tras la maquinaria narrativa de Expediente del atentado. Muy distinto es el indiscreto relator de los infiernos domésticos que atiza a sus semejantes en Autorretrato de familia con perro, como lo es el narrador y protagonista de Morir más de una vez, el mismo que se oculta detrás de la memoria paradójica de quien fue y también de “quien estuvo a punto de ser”. Otro es el moralista de nuestros días, al que no debemos confundir con los lanzadores de anatemas sino el descendiente aventajado de Teofastro y Jean de La Bruyère que fustiga a la fauna académica y cultural en Caracteres. Y diverso es el Álvaro Uribe convertido en biógrafo de Federico Gamboa o el ensayista de La parte ideal, capaz de urdir la libre exploración de las ideas con los recuerdos personales. Solo así, siendo muchos, Álvaro Uribe pudo erigir una obra polifónica y polimorfa desde la cual sospechamos que “todo en el fondo nos ocurre a todos”. Observo esta personalidad —o vocación— múltiple en Expediente del atentado con mayor intensidad que en otros de sus libros. Vamos del pastiche a la parodia de la minuta oficial, del informe policiaco a la confesión, del diario al intercambio epistolar y a la crónica de sucesos. Géneros tan disímiles como incompatibles conviven hasta dar la visión total de un

fresco creado por varios ejecutantes. No es un asunto menor que, a la par de la composición narrativa, la novela consiga elevar a una figura insignificante —por el resultado final de su empresa— a la altura de personaje. Dice Arnulfo Arroyo durante uno de los interrogatorios: “De haber ajusticiado a Porfirio Díaz, como era sin duda mi intención, yo reclamaría ahora para mí toda la gloria. Con igual egoísmo asumo plenamente la ignominia del fracaso”. Unas páginas después de esta declaración, leemos: “Quedo impuesto del contenido de la amable misiva que acaba de traerme su mensajero”. No es asunto menor hacer convivir la prosa de ocasión con la vitalidad expresiva de un “escritor indecente”. Esta irresistible estructura fragmentaria parece la razón de ser de la obra de Álvaro Uribe. Pienso en esa otra novela de espíritu nostálgico y movida por el presentimiento de que el cáncer no concede una segunda oportunidad: Morir más de una vez. Es el recuerdo —o el recuerdo ya menos parecido al modelo original— de un tiempo evocado treinta años después de los hechos contados. El narrador escribe desde 2009 —o asegura que desearía escribir la novela que estamos leyendo en el año futuro de 2009 mientras yace en la cama de un hospital— con la necesidad de traer de vuelta sus tratos profesionales, intelectuales y amorosos con París. Frente a nosotros se extiende una ancha galería habitada por personajes —como en Los que no— encumbrados por la pluma del narrador pero al final casi siempre derrotados por sus ambiciones. Lo importante, o lo que debería serlo cuando hablamos de audacia formal, es cómo esos personajes ofrecen algunos pedazos de sus vidas: a la manera de los protagonistas de un cuento, con las dosis justas de premios, desgracias y revelaciones súbitas para desaparecer poco después sin olvidar imprimir su huella. El novelista Álvaro Uribe procura los registros fragmentarios, las brevedades contenidas en la vastedad, porque, como declaró en 2015 tras la recepción del Premio Xavier Villaurrutia por Autorretrato de familia con perro, “Soy un cuentista exiliado en el territorio extraño de la novela”.

El narrador, ensayista, biógrafo y traductor, quien murió el pasado 2 de marzo.

Un cuentista exiliado… ¿es el mismo detrás de Los que no, el canto elegiaco por una generación? Como en tantas ocasiones, Álvaro Uribe —es decir, la escritura personificada que ocupa la página— se confiesa predispuesto a “las admirables y temibles narraciones no ficticias, o casi no ficticias”. Los

Pudo erigir una obra desde la cual sospechamos que “todo en el fondo nos ocurre a todos”

tanteos de la memoria, y aun sus extravíos, son, contradiciendo a la historia, una verdad literaria. La fórmula “Rigurosamente cierto”, admite el fabulador que ha sido incluido “en el bando de los que no vivieron todo lo que habrían podido vivir”, proviene también “del arsenal de mañas de la literatura”. De modo que, a pesar de los esfuerzos por dar fe cierta de un pasado, todo termina convertido en ficción narrativa, y lo hace con una de las estrategias menos recurrentes


DE PORTADA

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a figura del escritor que supo o y lo que nunca quiso vivir

y muchos otros De sus libros El sueño buscado es un parsimonioso tigre que merodea la vigilia. Topos En literatura lo que pasa una vez pasa siempre. Los que no Como las asíntotas de la perpleja trigonometría, la exposición de ideas más o menos personales y el relato autobiográfico son líneas paralelas que tienden a juntarse en el infinito. La parte ideal Cuando la crítica se demora en ponderar el estilo de un autor es para sugerir o de plano afirmar que éste no tiene nada que decir. Morir más de una vez Cada quien es responsable del disfraz que asume el demonio para tentarlo. Recordatorio de Federico Gamboa Cualquiera que analice la conducta del prójimo en sociedad se interna en los vericuetos de la moral y me declaro extraviado en ellos. Caracteres Todos los hombres a lo largo de una vida son capaces de alzarse al menos una vez hasta el heroísmo y de rebajarse al menos otra hasta la abyección. Expediente del atentado

en el cuento: la exposición del “yo” como trasunto de los otros. Veo al autor de Los que no ocultando al cuentista que siempre dijo ser pero no encuentro desliz alguno en este acto postrero. Ahora que he releído algunos de sus libros fabulosos, con su extraña mezcla de formalidad y desparpajo, de máximas elegantes y opiniones contundentes, he creído descubrir el eslabón que hermana a los muchos Álvaro Uribe fertilizando la imaginación de

Álvaro Uribe. He reconocido la ironía, esa juguetona y a ratos estricta manera de juzgarnos a nosotros mismos, que nos hace descreer “de las respuestas elementales”. Solo bajo este signo es posible firmar esta declaración de principios, supongo, su carta de navegación: “narrar acontecimientos semejantes a los que viví, a los que pude haber vivido, a los que me gustaría no vivir y a los que ha vivido la gente que voy conociendo”.

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Diré, por presentarme de alguna manera, que parezco un sacerdote. Eso suele pensar, me aseguran, quien entra por primera vez en esta habitación, mezcla de biblioteca y de oficina, donde ahora escribo. La linterna de los muertos (y otros cuentos fantásticos) Aprendí, por la recta vía de la catástrofe, que lo verdaderamente misterioso, en los otros y para los otros, es la enfermedad. Morir más de una vez

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RETRATO

En elogio de Álvaro Uribe LUIS MIGUEL AGUILAR

(No creo que a Álvaro, felinópata si alguno, le hubiera molestado mi elección para este “textículo” —como le divertía decirles a los artículos breves— del formato que empleó Christopher Smart para hacer el elogio de su gato Jeoffrey.)

P

orque ahora voy en elogio de Álvaro Uribe. Porque gustaba de Los Beatles con la misma naturalidad con que en cada cumpleaños oía para sí y como autorregalo la Séptima de Beethoven. Porque su afición al “rectángulo de sombras que fueron” (para citar a su inseparable Borges) le valió entre un grupo de comensales de los días miércoles el apodo de Don Álvaro o la fuerza del cine. Porque le decía al mesero: “¿Nos puede traer (mostrándola) esta botella de vino; pero llena?” Porque de joven vio a toda mota en el Cine Latino el estreno de 2001: Odisea en el espacio y sin embargo sacó de ahí una de las experiencias más perdurables y lúcidas de su vida, y para sus lectores, en un texto que concluye: “Prefiero creer que, aun si la evolución se da por saltos cualitativos, quien brinca es solo un ser tan frágil como yo. Prefiero creer que (Stanley) Kubrick y (Arthur C.) Clarke y yo y todos los hombres y mujeres que nos precedieron en la Tierra y todos los que nos sucederán aquí hasta el fin de los siglos estamos aislados en el universo. Prefiero creer que lo que hagamos o dejemos de hacer no depende sino de nosotros y de tantos otros semejantes a nosotros. Prefiero creer que, incluso si nuestra libertad es una falacia, no fuimos creados o impulsados por nadie ni nada mejor que la terca necesidad o el indiferente azar”. Porque en este “el indiferente azar” logró algo tan difícil como sonar a Borges sin al fin sonar a Borges sino a él mismo, y sus libros abundan en tales destrezas. Porque era una shulada (como él mismo hacía el elogio de terceros ausentes) digamos al explicar los conceptos del filósofo John Locke respecto a la tolerancia, pese a las interrupciones de plano antilockianas de la H. Mesa. Porque inventó, o les dio el alto honor de la tipografía, a las siglas JPP: Jodidos Pero (en) París. Porque en su última novela Los que no el narrador tiene la intuición definitiva, o para mí ya inamovible, de que el cáncer no es algo que “va devorando”; no es carcoma. Es un árbol adentro. En extensión. Y hoy, completo: da frutos malditos. Porque veo el “va devorando” y recuerdo cómo él en mil palabras hizo una obra maestra sobre el uso de las comillas en México. Porque la traducción de uno de sus mejores títulos (en ambos sentidos) en español: El taller del tiempo, recibió en portugués el inolvidable: A oficina do tempo. Y hubo harto contento ese miércoles. Porque ya no podré regresar a “Near Perigord” de Ezra Pound sobre el trovador Bertran de Born sin recordarlo a él. Porque ya era hora: por fin alguien perfecto en el mundillo de las letras mexicanas: Álvaro —me pongo de pie; oíd la Voz del Azteca—; Álvaro —en la Á tildada de su nombre, el Águila—; Álvaro —por si algo faltara—; Álvaro le iba al América.

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CIENCIA

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DESMETÁFORA

La porción más pequeña de la realidad El misterioso neutrino dejó de ser invisible y ya puede observarse con ojos artificiales

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GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA SINC

lguien dijo que los neutrinos son “la más pequeña cantidad de realidad imaginada por el ser humano”. Esta partícula apareció hace mucho tiempo como una idea, una entidad fantasmal que podría explicar la energía faltante en la desintegración de los neutrones a través de un fenómeno natural que es conocido por todos: la radiactividad natural. Ocurre a nuestro derredor sin que debamos intervenir para que suceda, pero tuvieron que pasar 26 años para que la existencia del abstracto corpúsculo dejara de ser solo una hipótesis y fuera observado en la radiación que provenía de un reactor nuclear en la posguerra. Los neutrinos interaccionan muy poco con la materia. Se necesitaría una pared de plomo con un espesor de 15 billones de kilómetros para impedir que la mitad de los neutrinos la atravesaran. Estas elusivas partículas forman parte de la tabla periódica de los elementos que hoy cuenta con doce: seis quarks y seis leptones. Los neutrinos pertenecen al grupo de leptones, donde se encuentra también el electrón y sus hermanos más pesados: el muon y el taón. Cada uno de ellos aparece siempre acompañado de su propio neutrino, de manera que ahora conocemos tres de naturaleza distinta: uno del electrón, otro del muón y el neutrino del taón, observado hace apenas 22 años. Los neutrinos sí que hacen honor a su nombre. El vocablo que los describe, “leptón”, tiene su raíz etimológica en el griego; significa delgado, fino, menudo, débil, flaco y, sobre todo, ligero. Hace unos años, en 2015, se reconocía con el Premio Nobel al japonés Takaaki Kajita y al canadiense Arthur McDonald por la conducción de los equipos experimentales que descubrieron, uno en Japón y el otro en Canadá, el extraño mecanismo que hace que los neutrinos “oscilen”, es decir, que se conviertan en neutrinos de otro tipo para volver luego a ser lo que eran. En el fondo de este singular comportamiento se encuentra la propiedad que hoy sigue sobre la mesa en espera de más

Espectrómetro principal del experimento Katrin.

información: los neutrinos tienen masa. No se transformarían en vuelo dejando de ser neutrinos del electrón en una metamorfosis extraordinaria que los muta en neutrinos de muón para luego recuperar su identidad, si no fuera porque tienen masa. Los neutrinos pueden ser muy ligeros, pero no son etéreos. Katrin es el nombre de un experimento. Está montado en el suroeste de Alemania, muy cerca de la frontera con Francia, pero es reconocido como experimento del Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN) que se encuentra en Ginebra. Este experimento acaba de publicar en la prestigiosa revista Nature la medición directa de la masa de esta escurridiza partícula. Para hacerlo, los físicos se han hecho de una muy intensa fuente radiactiva de tritio. El elemento ligero, isótopo

La revista Nature dio a conocer la medición directa de la masa de esta escurridiza partícula

del hidrógeno, que contiene en su núcleo un protón y dos neutrones, produce neutrinos al desintegrarse. El tritio es raro en la naturaleza, pero se lo puede producir artificialmente irradiando litio. La fuente utilizada por el experimento Katrin es un gas de tritio molecular que produce 100 mil millones de decaimientos por segundo. Uno de los neutrones en su núcleo se desintegra dejando tras de sí un núcleo de helio mientras emite un electrón y un antineutrino. Para observar lo que ocurre se ha construido un detector que mide con gran precisión la energía de los electrones. Con esto, es posible derivar cuál es la masa que se llevó el neutrino al escapar sin ser visto. El experimento Katrin acaba de publicar los resultados después de tomar datos con la fuente radiactiva a toda su capacidad. La masa de los neutrinos del electrón debe ser menor a 1 electrón Volt, es decir que sería 100 mil veces más ligera que la más ligera de las partículas elementales. Los eV son una unidad muy usada por los físicos; 1 eV equivale

a 5x10¯21 miligramos y hoy sabemos que el neutrino pesa menos que eso. Considerando los datos anteriores, Katrin concluye que esta pequeña cantidad de masa es menor a 0.8 eV y espera que en 2024 podrá bajar el límite a tan solo 0.2 eV, es decir que podrá decirnos si el neutrino tiene una masa aún menor. Si la masa es mayor que 0.2 eV el experimento Katrin será capaz de anunciarlo pronto. Por ahora, la masa sigue siendo consistente con cero, aunque las conclusiones derivadas de la teoría y las observaciones descartan que la masa sea nula. En 1960 el escritor norteamericano John Updike escribió un poema a los neutrinos que lleva por título “Cosmic Gall”. El nombre podría ser traducido como “Insolencia Cósmica”. El tiempo pasó y la segunda línea de su breve poema ha perdido vigencia. Hoy sabemos que los neutrinos tienen masa, pero la manera como el poeta define a la más displicente de las partículas elementales es quizá la mejor entre las muchas que tenemos: “insolencia cósmica”.

Y, además, en nuestra edición digital: Evgueni Evtushenko: La pérdida • Alberto Blanco: Meditaciones: Talento • José de la Colina: Recuerdos de mi padre/ II • Carlos Illades: La culpa la tiene Lenin • José Juan de Ávila: entrevista con el contratenor Héctor Sosa

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NARRATIVA, ENSAYO La diagonal Alekhine

En los bordes de la visión

A FUEGO LENTO Cuentas pendientes

El mismo silencio México, 2021

Arthut Larrue Alfaguara México, 2022 320 páginas

Helen McClory Textofilia México, 2021 152 páginas

Vivian Gornick Sexto Piso México, 2022 160 páginas

Aleksandr Alehkine fue el ajedrecista que mejor ha representado la naturaleza bélica del juego. Este es el principio que sigue esta novela biográfica ambientada en la Segunda Guerra Mundial, una apasionante partida en la que los personajes son piezas del tablero de la historia y sus imprevistos cambios de rumbo.

Como “dulces, líricos y góticos” califica Margaret Atwood los cuentos de la escritora escocesa reunidos en este libro. Lo de gótico se entiende por la presencia de personajes de la tradición: vampiros y demonios. Pero igualmente cabe el calificativo borgeseano de “fantásticos”. Además de terror, hay ironía en estas pequeñas piezas.

Dos pasiones se dan la mano en este libro: la crítica literaria y la evocación autobiográfica. Al tiempo que regresa a los libros que marcaron su vida, la escritora neoyorquina ofrece un amplio catálogo de sus experiencias vitales y de sus grandes apegos e influencias: D. H. Lawrence, Colette, Marguerite Duras, Natalia Ginzburg...

Una historia política de la rueda

Ver no es creer

Gobernar la migración en tiempos de pandemia

Raphaël Meltz Turner México, 2022 232 páginas

Francisco Pereira Gedisa México, 2021 272 páginas

Doncel, Gabarrot, Irazuzta (eds.) Gedisa España, 2021 387 páginas

Tuvieron que pasar miles de años para que la humanidad diseñara la rueda, un objeto que cambiaría la dinámica de las sociedades y el curso de la economía. Sin embargo, a pesar de su importancia, sostiene el autor de este ensayo, no estuvo presente en todas las civilizaciones. ¿Existían acaso razones políticas?

Este volumen Sobre el rol de los conceptos en la experiencia visual, como completa el subtítulo, se centra en el “debate filosófico entre conceptualistas y no-conceptualistas, acerca del contenido de nuestras experiencias perceptuales”. El meollo radica en que “el contenido de una experiencia no solo está constituido por conceptos”.

Como “hecho social total”, la pandemia ha trastocado todo orden. Uno de esos ámbitos ha sido el del fenómeno migratorio. ¿Cómo ha resentido México esta nueva realidad, es decir, la del control del espacio nacional? Dirigido a especialistas, miembros de la academia y actores interesados, este libro busca aportar un diagnóstico.

El placer de leer www.librotea.com

¿Socialismo en Yucatán? ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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echa de momentos breves, de retazos confeccionados por un coro polimorfo, El mismo silencio (Nitro/Press) alienta una interrogante que, a estas alturas de nuestra historia literaria, parecería ociosa: ¿la revolución mexicana puede ser todavía una fuente argumental de la novela? Respuesta: por qué no, por qué negarle otra oportunidad, sobre todo después de tantos Cortés, Moctezuma y Malinche que la conmemoración del quinto centenario de la caída de Tenochtitlan trajo al mundo. Adolfo Calderón Sabido narra la incursión militar y política del general Salvador Alvarado —nacido en Culiacán y aspirante a estadista y escritor— a Yucatán durante los años en que Venustiano Carranza encabezaba a las fuerzas revolucionarias. No fue solo una ocupación; fue el choque de los antiguos privilegios de “casta” y los vientos renovadores que algunos ideólogos llamaban “socialismo”. Esa es, al menos, la visión general porque Calderón Sabido procede como novelista, es decir, con la intuición de que tratándose de la historia no hay solo líderes que habrán de terminar convertidos en estatuas sino figuras pequeñas y medianas capaces de alcanzar la dimensión de personajes. De ahí las muchas voces en juego, que contradicen, alimentan o protegen cierta versión de los hechos, tan diversas en sus orígenes y ambiciones que producen un efecto de conspirativa ambigüedad. Narra el teniente arrastrado a la “bola” y la india, “una pieza más del inventario”; narra el anticlerical Salvador Alvarado y “el titiritero mayor de Yucatán”, ya lastimero y exiliado en Cuba; narra la rica hacendada que ha sabido obtener provecho de las nuevas circunstancias y el oficioso defensor de las tiendas de raya y el derecho de pernada; narra el santero cubano y… Felizmente, el autor ha dejado todo en boca de sus marionetas. Si alguna conjetura barruntamos es la de las rancias aspiraciones centralistas por someter a las provincias. ¿Así que la novela de la revolución mexicana no es cosa del pasado, una memoriosa antigualla? No, mientras renuncie a servir como excusa de proyectos políticos o del criterio pueril de un caudillo. El pasado es, según inferimos de la lectura de El mismo silencio, también un hecho literario.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

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TOSCANADAS

Esperando a los bárbaros DAVID TOSCANA

H

ace treintaitrés años, la actriz varsoviana Joanna Szczepkowska, mientras le hacían una entrevista en la televisión oficial polaca, tan frívola como suelen ser las entrevistas a las actrices, se salió del guion para proclamar: “Proszę Państwa, 4 czerwca 1989 roku skończył się w Polsce komunizm”, lo cual significa: “Damas y caballeros, el 4 de junio de 1989, se acabó el comunismo en Polonia”. La televisora cortó la imagen de inmediato, pero el aviso ya se había pronunciado. Así, con su bello rostro, de manera casi ingenua, pero con toda la legitimidad de la historia, Joanna Szczepkowska acabó de abrir la puerta de la libertad para los polacos que tenían ya cincuenta años luchando contra la ocupación rusa. El día en que, una vez más, se quitaron a los rosjanie de encima,

JOANNA SZCZEPKOWSKA

La actriz que en 1989 anunció el fin del comunismo en Polonia.

fue fecha de grande felicidad para los polacos. Sin embargo, no son ingenuos, saben que Rusia siempre intentará venir “a por” ellos, saben que los gobiernos y el pueblo ruso no conciben que sus vecinos sean libres, pues ellos no conocen el significado de “democracia”; son gente tosca que jamás en su historia ha conocido la libertad y, en vez de construirse una nación, andan viendo cuál atropellan. Verdad es que los rusos tuvieron la mejor literatura en el siglo XIX y primera mitad del XX, pero cada gran escritor fue perseguido, desterrado, censurado, arrestado, gulagueado o asesinado. Asesinado fue Isaak Bábel, que en su Caballería roja contó episodios de la invasión rusa a Polonia en 1920, en la cual, dicho con todo respeto, los polacos le partieron su madre a los rusos. Yo me fui a vivir a Polonia en 2007.

Ahí aprendí mucho sobre la libertad y la dignidad. Mi familia polaca tiene una larga tradición de lucha contra los rusos, desde la insurrección de 1863. Muchos miembros han muerto en campos de trabajos forzados en Siberia, o lucharon en la Primera o Segunda Guerra, y luego picaron piedra durante el comunismo, publicaron textos prohibidos y participaron activamente con el sindicato Solidaridad. Y, por supuesto, entre los que sufrieron el comunismo, no hay nostalgia por el comunismo. Esa nostalgia apenas la experimenta el vulgo libre que suspira por la opresión de otros. Hoy los polacos gozan de su libertad bien ganada, al tiempo que la siguen construyendo, lidiando contra el autoritarismo estatal y eclesiástico; pero no son camarón que se duerme. Siempre están esperando a los bárbaros.

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BICHOS Y PARIENTES

Viejas y nuevas estrategias informativas

A

lfred Lord Tennyson abrió el periódico del 12 de noviembre de 1854 y leyó la crónica de la batalla de Balaclava, en plena Guerra de Crimea. Un error de información llevó a un pequeño batallón de caballería, 620 soldados, a embestir de frente a una línea de artillería. No fue un desastre total por la sorpresa, el arrojo y la valentía de los jinetes. Tennyson se puso a escribir uno de los poemas más reconocidos de la lengua inglesa: “Media legua, media legua/ media legua enfrente/ Por el Valle de la Muerte/ cabalgaron los seiscientos... Honremos su cargada/ honremos a la brigada ligera,/ a los nobles seiscientos” (en YouTube está en voz del propio Tennyson). Desde entonces existe el reportero de guerra y aquel reportaje todavía pudo despertar fervores bélicos, elogiar el arrojo, celebrar a los héroes... El poema se publica el 9 de diciembre en The Examiner, un mes después del reportaje, y muchos ejemplares fueron a dar a las tropas inglesas. El reportaje inspiró a Tennyson y Tennyson inspiró a las tropas británicas. El ciclo heroico, alimentándose de relatos, imaginación y poemas, pero con algo más: información. La presencia de civiles cuya profesión es informar no solo ha acompañado y seguido a los acontecimientos; pronto era ya influencia y participación. Pancho Villa firmó un contrato con Mutual Film Company para grabar sus batallas. No fue solamente testigo sino influencia: “No se preocupe, don Raúl [el director, Raoul Walsh]. Si cree que la luz de las cuatro de la mañana no es adecuada para su

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA EFE

maquinita, no hay problema. Haremos las ejecuciones a las seis”. Dos años después, Lawrence de Arabia cambia de día una batalla “para satisfacer el morbo del público británico”. La Primera Guerra fue fotografiada; la Segunda, filmada. El 2 de agosto de 1990, la Guerra del Golfo inició sus transmisiones al mismo tiempo que los ataques. Por televisión vimos aquellos estallidos nocturnos mientras escuchábamos las comunicaciones entre los aviones y el centro de mando. Imposible dejar de ver, oír, ser público. El horror como espectáculo y la total impotencia de los civiles… aplastados y excluidos.

La información en general es un jugador tan grande como los poderes de las repúblicas

Durante dos décadas, Putin hizo la guerra a la información. Iba ganando. Y su estrategia ha sido, literalmente, diabólica: en griego, diabolós es “murmurar, esparcir mentiras, calumniar, dividir”. Pero ahora estamos en otra dimensión. No hay retorno ni sabemos hasta dónde pueda llegar. La información en general, no solo el periodismo, es un jugador tan grande como los poderes de las repúblicas, y a veces mayor. Un breve artículo de C. Cadwalladr, en The Guardian, llama a Putin “el amo del pasado” y muestra razones para creer que Putin libra una guerra vieja contra una dinámica del siglo XXI: la información generada por cualquier persona, en tiempo real, sin los retrasos ni de la burocracia ni de la transmisión jerárquica. Mientras Putin ordena la operación de miles de toneladas de fierros, Volodymyr Zelensky “no solo comanda sus fuerzas militares: TikTok, Instagram, Twitter, Telegram”.

El presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky.

Y más allá se suman los recursos de Open Source: los ucranianos averiguan y comunican, en tiempo real, los movimientos, estrategia y dimensión de las avanzadas rusas, de modo que están mucho mejor preparados para resistir o incluso sabotear a las fuerzas rusas. No se trata de recursos militares sino civiles, muchísimo más veloces que la transmisión jerárquica de órdenes y obediencias. En un orden distinto: Airbnb informa que, en las últimas 48 horas, se han contratado 61 mil noches de habitación en Ucrania. No: por supuesto que nadie quiere hacer turismo allá, pero mucha gente renta esos espacios solamente para pagarlos. La idea ya se contagió a Polonia. Y quienes reciben ese pago suelen corresponder alojando en esos lugares a personas desplazadas por el conflicto. Imposible suponer que este pequeño recurso de subversión y solidaridad pudiera resolver un problema gigante. Es otra escala, pero estas iniciativas no pueden ser despreciadas. Además, refutan viejos conceptos inservibles, provenientes de los nacionalismos y de la superchería con que la izquierda no liberal ha demonizado al mercado. En medio de una batahola informativa se han abierto modos de participación. No tengo idea de qué vaya a suceder, ni puedo analizar logísticas ni estrategias; tampoco puedo imaginar los derroteros de la economía, ni rusa, ni ucraniana, ni mundial. Pero puedo ver un dilema, que propongo de modo tentativo: las democracias luchan contra la información falsa; los autócratas, contra la información verdadera.

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