Laberinto No.983 (16/04/2022)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO LOS PAISAJES INVISIBLES

EL ATLAS DE PANDORA

IVÁN RÍOS GASCÓN

IRENE VALLEJO

Bernard Malamud y el infierno de Kiev

Hambre, sudor y lágrimas Foto: Pinterest

Ilustración: Román

SÁBADO 16 DE ABRIL DE 2022 AÑO 18 - NÚMERO 983

Una práctica “esotérica” de la poesía mexicana Evodio Escalante/ FOTOARTE: LUIS. M. MORALES


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ANTESALA

16 DE ABRIL 2022

LA GUARIDA DEL VIENTO

Las familias, ese misterio

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ALONSO CUETO

l misterio de las familias nunca ha dejado de seducirnos. En los mitos griegos, los personajes estaban definidos por su relación con una estructura familiar. Zeus estaba casado con su hermana Hera y sus hijos se dispersaban por el mundo. El más guerrero de ellos, Marte, tuvo una infinidad de amantes pero su preferida fue su hermana por parte de padre. Se trataba de Afrodita, la “surgida de la espuma”, quien a su vez estaba casada con Hefestos, hijo de Zeus y Hera. Ironías premeditadas, el dios cojo y feo estaba casado con la más sensual de las diosas. Todo ocurría al interior de las familias y la realidad dependía de los humores divinos. El mundo dependía del Olimpo, y el Olimpo era una orgía de pasiones incestuosas. Religiones como la cristiana también adoptaron la idea de la familia, aunque en ese caso los humores se purificaron para explicar la divinidad en su relación con los hombres. Cristo se refiere a Dios como el Padre, a quien encomienda su espíritu. La Virgen María es nuestra madre para todos los propósitos. Con frecuencia las familias forman parte del paraíso al que regresan los héroes. Incluso el Quijote se libera de sus ataduras confiándose a su sobrina para dar a entender que “no había sido mi vida tan mala”. Habría que buscar alguna novela moderna donde las relaciones familiares no tuvieran alguna importancia esencial. Gregorio Samsa teme enfrentarse a su familia, en especial a su padre. Su sufrimiento está ligado a su vergüenza frente a ellos. En cuanto a los autores recientes, quien ha tenido más éxito comercial mostrando las relaciones familiares es sin duda el noruego Karl Ove Knausgard que en 2009 publicó Mi lucha. La novela, si se la puede llamar así, es una saga de iniquidades familiares, incluyendo las de su exesposa. En un país de cinco millones de habitantes el libro vendió casi medio millón de ejemplares. Desde Nápoles, Elena Ferrante ha hurgado hace poco en los temas familiares en su La vida mentirosa de los adultos, donde una tía secreta viene a revelar los enigmas que unen a los personajes. Y ahora viene Jonathan Franzen con su sexta novela, Crossroads (Encrucijada), publicada a fines del año pasado, para insistir en aquello que hace con maestría: un retrato de la familia en descomposición. El pastor Russ Hildebrandt está a punto de separarse de su esposa, lo que no es el menor de sus problemas. Allí están sus cuatro hijos: Clem, Becky, Perry y Judsson. Franzen es un maestro en el retrato de personajes y en el desarrollo de la acción dramática. Cada uno de estos personajes aparece descrito con una vida propia. Cada uno tiene las aventuras que merecen sus personalidades ansiosas. Todas estas sin embargo se relacionan con su pertenencia a la familia Hildebrandt. La pregunta del libro es si la descomposición de las familias es una condición de su supervivencia. Zeus, el Quijote, Gregorio Samsa. Las familias se destruyen para recomponerse. ¿Es la misma vieja historia?

La pregunta de Encrucijada es si la descomposición es condición de supervivencia

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Así habló el cambista. Dirección: Federico Veiroj. Uruguay, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

Cuatro personajes de Veiroj

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA RIZOMA FILMS

l cine del uruguayo Federico Veiroj está lleno de imágenes entrañables, de esas que, conforme pasan los días, conmueven más. Admirador del portugués Manoel de Oliveira (reconocido por lo apacible de sus planos), Veiroj es como un dibujante que con pocos trazos consigue extraordinarios retratos, personajes que miran curiosos cómo transcurre la vida. La obra de Veiroj es accesible en diversos servicios de streaming y, toda vez que se presenta en la Muestra Internacional de la Cineteca, vale la pena verla completa. En 2018 Federico Veiroj dirigió Acné (disponible en Amazon Prime). En esta película, el cineasta se retrata a sí mismo. Rafael es un muchacho judío que, lleno de granos, despierta a la sexualidad y al mundo de los adultos. Habiendo tenido diversas experiencias sexuales, Rafa desea saber qué se siente besar en la boca. El clímax en la rambla de Montevideo es de un lirismo sosegado, como el cine de Oliveira, como un haikú. La película no sigue la estructura de tres actos propia de Hollywood por lo que puede parecer lenta, pero si uno se fija, el director necesita muy pocos recursos para construir un universo, el de este adolescente que tiene todo

lo que Veiroj va a desarrollar en sus otras películas: la amistad, el deseo, el desamor, la familia disfuncional. El protagonista de La vida útil (de 2010 y disponible en Prime) es un amante del cine. El actor y sociólogo Jorge Jellinek se interpreta a sí mismo, un hombre que trabaja en la Cinemateca de Montevideo y que tiene que reinventarse cuando los inversionistas se encuentran con que promover el cine de arte resulta muy poco rentable. Filmada en blanco y negro, La vida útil es la más hermosa de las películas de Veiroj. En ella se ponen de manifiesto las búsquedas formales de un cineasta que vuelve a trabajar con actores no profesionales, que vuelve a explorar el deseo romántico y produce para ello el retrato de un hombre que no parece del todo cómodo con la vida. En El apóstata (de 2015 y disponible en Prime) el protagonista vive, también, un poco extraviado. Gonzalo es filósofo. Y cierto día decide emprender la cruzada de hacer que la Iglesia católica destruya su acta

Con pocos trazos, el director uruguayo consigue extraordinarios retratos

de bautismo. En esta película, Veiroj introduce dos temas que desarrollará a profundidad en su siguiente obra: la locura y la religiosidad. En efecto, si Gonzalo, el protagonista de El apóstata, cree estar ante una presencia sobrenatural con el monaguillo de catedral la inquietud crece en Javier, el personaje de Belmonte (de 2018, disponible en Netflix). El pintor Javier Belmonte está organizando una exposición retrospectiva. Estresado por la falta de amor de su exmujer, Belmonte encuentra un día al diablo subido en un árbol. La escena es apacible, sin sobresaltos. Porque Belmonte es, nuevamente, una obra lírica que sirve al director para explorar las sutilezas de la foto en color, del cine como arte visual. Así habló el cambista es la película más ambiciosa de Veiroj. En ella culminan las búsquedas de este joven autor; sus intereses estéticos, morales y políticos. Así, el cambista del título termina por encarnar a un capitalista voraz, injusto. Por ello Humberto se encuentra condenado a este infierno: el cambista ambicioso está recluido en una hermosa casa, llena de lujos. Y sin embargo en su existencia no hay sitio para el amor. Así habló el cambista se presenta en México como parte de la 71 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.

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ANTESALA

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POESÍA

Magnificat

LOS PAISAJES INVISIBLES

El calabozo de Yakov Bok

MARIO MONTALBETTI

Después del trabajo remunerado, inmune, casi municipal, y de cuidar al hijo que no caiga, y de hacer nocturno el amor, apago los megavatios y bebo alcohol hasta las puntas (alcohol munerado, mune, casi nupcial) y luego veo entre las costillas de las persianas el alba naranja como una papaya madura que cae del cielo y se hace añicos contra el pavimento. Este poema proviene de El lenguaje es un (re)vólver para uno, primer volumen de la colección Álbum del Universo Bakterial, publicado en Lima, Perú, en marzo de 2022.

EX LIBRIS

Leer/ EKO

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IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

esde que comenzó la invasión rusa a Ucrania, me ha dado por recordar el desánimo de Yakov Bok, el protagonista de El reparador, la subyugante novela de Bernard Malamud. Bok es un judío cuya mala estrella lo precipita a emigrar a Kiev (su esposa se fugó con un gentil, en su pueblo es imposible salir de la pobreza, y él anhela libertad, la emancipación de una comunidad que no comprende a los librepensadores. Su mentor y modelo existencial es Spinoza), donde vivirá el infierno mismo. Encarcelado por un asesinato que no cometió, Yakov Bok sufre indecibles tormentos que ponen a prueba su fe, su intelecto, su instinto de supervivencia, su dignidad y honorabilidad. Convertido lentamente en un despojo por los guardianes, el alcaide y el fiscal, Bok se niega a resignarse al sacrificio y en vez de mantener su cabeza en blanco, evoca las ideas de Spinoza, repasa el Antiguo y el Nuevo Testamento, los únicos textos a los que tiene acceso en la prisión, y medita, una y otra vez, ciertos capítulos de la historia rusa y la del pueblo judío, de los que se entera a través de sus abogados (son tiempos del zar Nicolás II, una época de feroz antisemitismo). Bibikov, su primer defensor, le habla de la inclemente situación de Ucrania como parte del imperio ruso, y sentencia: “Rusia es una nación atormentada, compleja, ignorante, impotente. En cierto sentido, todos estamos prisioneros”; la última frase es una forma de compensar, o de solidarizarse, con la congoja de Yakov Bok. Pero el reo sabe que “las heridas más hondas nunca mueren”, y aunque Ostrovsky, su segundo abogado, le explica ampliamente cómo fue que las Centurias Negras, la banda de grupos reaccionarios que aplastaba movimientos obreros y campesinos, que se oponía a todo tipo de reformas y, asociada con la autocracia zarista, depredaba a favor de sus negocios, se convirtió en el principal verdugo de las minorías, los judíos principalmente, Yakov nunca deja de rumiar y maldecir la extraña urdimbre del destino. Así expone Malamud, tal enredo del porvenir: “Cuando uno sale de casa, se encuentra al aire libre; llueve y nieva. Nieva historia. Lo cual significa que lo que le ocurre a alguien se inicia en una red de sucesos fuera de lo personal. Cuando uno llega, la cosa ha empezado ya. Todos estamos en la historia, esto es indudable, pero algunos están más que otros”. Seis semanas de destrucción y de asesinatos de civiles ucranianos a mansalva. Mes y medio de un abultado y ominoso expediente de crímenes de guerra por parte de las tropas rusas, es lo que va del saldo de la locura bélica de Vladimir Putin, quizá porque en su estrechez psicológica y moral, malinterpreta esa idea de Marx, “la guerra es la locomotora de la historia”, y prefiere desplazarse en el ferrocarril de Nicolás II, que en 1905 se enfrentó a Japón y terminó perdiendo en el estrecho de Tsushima. Hay quienes sostienen que Ucrania es el genuino ganador en lo que va de enfrentamiento. Difícil considerar tal conjetura, pues al momento de escribir este artículo, una bomba rusa cayó en la estación de tren de Kramatorsk, matando a 52 ciudadanos que intentaban salir del territorio; Volodimir Zelensky denuncia que Mariupol quedó en cenizas y con decenas de miles de cadáveres; la ciudad de Chernihiv podría ser uno de tantos museos de las atrocidades del ejército de Putin, y se espera un fuerte golpe ruso en Donetsk y Lugansk, como preludio al combate decisivo en el Donbás, bajo las órdenes del nuevo comandante, Alexander Dvornikov, considerado un carnicero de civiles por su intervención en Siria en 2015. Ahora, Ucrania entera es como el sórdido calabozo de Yakov Bok en Kiev. Ahí todos están presos, con la lluvia del peligro que les cae como la historia, con la muerte que les nieva por la historia, y les lacera el cuerpo y el espíritu dejando, desde ahora, esas hondas heridas que nunca mueren.

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DE PORTADA

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De Gutiérrez Nájera a ya avanzado el siglo XX que se presta al monólogo y a la reflexión es un

Breve historia del verso

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EVODIO ESCALANTE COMPOSICIÓN JOSÉ LUIS MEDINA G.

i, como sostuvo Xavier Villaurrutia en un artículo famoso, Ramón López Velarde y José Juan Tablada son el Adán y la Eva de la poesía mexicana, habría que añadir que el papel del Dios Padre en esta historia, aunque se antoje a primera vista una exageración, corresponde a Manuel Gutiérrez Nájera. Se nos olvida a menudo que él, en compañía de José Martí, fue el fundador del modernismo, base sobre la que crece todo lo que viene después. Polígrafo impresionante, articulista, crítico, ensayista, cuentista y poeta de gran nivel, él es también nuestro primer decadente, como lo demuestra su poema “To be”, que José Emilio Pacheco recogió en una de sus antologías. Este texto, de resonancias heréticas, y en el que se retoma la idea terrible de la “muerte de Dios”, no solo le sirve de acicate a César Vallejo para escribir “Los dados eternos”, de Los heraldos negros, sino que repercute en algunas de las prosas finales de El minutero de López Velarde. El poeta zacatecano, por cierto, nunca ocultó su devoción por el iniciador del modernismo. La dedicatoria de La sangre devota, como se recuerda, deja leer: “a los espíritus de Gutiérrez Nájera y Othón”. En uno de sus artículos de crítica literaria, por si hiciera falta añadir algo, López Velarde señala de manera explícita su deuda con Gutiérrez Nájera, cuando escribe, con no disimulado afecto: “a quien tanto debemos y a quien amamos más cada día”. A Manuel Gutiérrez Nájera debemos igual una primicia histórica. “To be” (1886) es, de manera significativa, el primer texto que obedece a la técnica esotérica del verso blanco en nuestra época moderna. ¿Qué entendemos por verso blanco? Una composición que se somete a la métrica convencional pero que evita a toda costa, y dentro del campo de lo posible, tanto

las estrofas canónicas (liras, cuartetas, décimas) como las consonancias y las asonancias de la rima al final de los versos. Lograr esta “ausencia” es tarea endemoniada, pues la mente del hombre, como ya lo observaba Aristóteles, tiene una predisposición por lo semejante. El gusto por las analogías, no atañe solo a los objetos y las ideas, alcanza también a la constitución fónica de las palabras: nos gusta que un mismo sonido se reitere una y otra vez dentro de la secuencia de un poema. Esta es, al menos, la tradición castellana y de las lenguas modernas que conocemos. El verso blanco, por lo general, parece ceñirse a una intención grave y cavilosa. Se presta para el monólogo y la reflexión. Lo que importa en él es el hilo de las ideas o de los razonamientos, que exigen protagonismo, y que por lo mismo desdeñan los esquemas estróficos fijos y la retórica de la rima, que acabaría jugando un papel distractor. O bien, embelleciendo lo que no quiere afeites ni añadidos cosméticos. “To be” es un poema de la desgarradura. El autor se da cuenta que vivimos en un universo caótico, carente de razón, dominado por un dolor que no tiene remedio ni punto final. Que un Demiurgo perverso, como piensan los gnósticos, ha suplantado al Dios creador, convirtiéndolo en su esclavo y su marioneta. No hay por tanto esperanza ni salvación en este mundo para la especie humana. Reproduzco una sección del poema de Gutiérrez Nájera:

Lo que importa en él es el hilo de las ideas o de los razonamientos, que exigen protagonismo

¡En ti somos, Dolor, en ti vivimos! La suprema ambición de cuanto existe Es perderse en la nada, aniquilarse, Dormir sin sueños… ¡Y la vida sigue Tras las heladas lindes de la tumba! No hay muerte. En vano la llamáis a voces ¡almas sin esperanza! (…) ¡No hay descanso! Queremos reposar un solo instante Y una voz en la sombra dice: ¡Anda!

Sí, ¡la vida es el mal! Pero la vida No concluye jamás. El dios que crea, Es un esclavo de otro dios terrible Que se llama el Dolor. El clamor del poeta, desesperado, transido de angustia, concluye con una suprema invocación de nihilismo que no tiene antecedentes dentro de nuestra historia literaria: ¡Perdón, oh Dios, perdón para la nada! Sáciate ya. ¡Que la matriz eterna, Engendradora del linaje humano, Se torne estéril… que la vida pare…! ¡Y ruede el mundo cual planeta muerto Por los mares sin olas del vacío! Aunque empapado hasta los tuétanos de la poesía francesa de los simbolistas, Gutiérrez Nájera conocía los textos de Jean Paul Richter. Cristo mismo estaría desolado y de luto, al darse cuenta que carece de Padre. Esta es la raíz teológica del decadentismo que inicia con los modernistas. La historia del verso blanco continúa con otro modernista, Luis G. Urbina, quien escribe un poema titulado “En memoria de mi perro Baudelaire” (1902), texto sentimental y más bien intrascendente inspirado en la muerte de una mascota familiar. No se trata, como podría pensarse, de una burla a costa del gran poeta francés. Quien retoma con vigor esta línea del verso blanco es Ramón López Velarde. Ya en la sección de “Primeras poesías”, en la edición de las Obras del poeta compiladas por José Luis Martínez en el FCE, encontramos un texto escrito con esta técnica: “Del suelo nativo” (1907). Es una sentida rememoración de Jerez, “tierra bendecida” que el poeta idolatra. ¿Proviene este poema de su conocimiento de Gutiérrez Nájera? No es fácil discernirlo, pues López Velarde había estudiado latín en el Seminario y él mismo no tiene reparo en indicar que ha escuchado en su entorno una “música de acentos virgilianos”. La poesía latina, por lo demás, no conocía la rima. Cuento tres poemas en verso blanco en La sangre devota (1916), otros tres en Zozobra (1919) y uno más en El son del corazón (1932,


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DE PORTADA

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X, el ejercicio de una técnica poética n ave rara en nuestra tradición

o blanco en México Manuel Gutiérrez Nájera, Octavio Paz y Alí Chumacero

libro póstumo); los menciono en ese orden: “En las tinieblas húmedas”, “Por este sobrio estilo” y “A la Patrona de mi pueblo”; les siguen “Para el zenzontle impávido”, “Día 13” y “Humildemente”; por último, “El sueño de la inocencia”, lo que da un total de siete textos. En un agudo ensayo cuya lectura recomiendo, Vicente de Aguinaga añade uno más de La sangre devota: “Ser una casta pequeñez”. Con perspicaz mirada sostiene De Aguinaga: “Los poemas en los que López Velarde se aleja de la rima suponen una transición pero no solo para él, sino para la poesía mexicana en su conjunto”. ¿Por qué? Porque son un anuncio o un presentimiento de lo que llamamos verso libre.1 El siguiente eslabón dentro de esta cadena corresponde a un prominente escritor del grupo de los Contemporáneos, fallecido de forma prematura: Enrique González Rojo. Siguiendo muy de cerca las enseñanzas de la “poesía pura” en la versión difundida por Valéry, el sinaloense escribió lo que yo considero una obra maestra ignorada de este grupo, el “Estudio en cristal” (1939), composición que consta de 43 versos endecasílabos, muchos de ellos heterotónicos, escritos en riguroso verso blanco. Solo hay una rima al final, que cierra la composición de altos vuelos intelectuales: el antepenúltimo y el último verso riman entre sí. Recomiendo con énfasis la versión depurada que recoge Salvador Elizondo en su Museo poético. La versión que ofrecen Jaime Labastida y Guillermo Rousset Banda en su edición de Enrique González Rojo, Obra completa: versos y prosa (Siglo XXI), es más extensa y no se trata en realidad sino de un “borrador” que el autor desechó. También Octavio Paz, a principios de los años cuarenta, cuando vivía en Estados Unidos y se encontraba fuertemente influido por la poesía norteamericana, escribió al menos un par de poemas que se sujetan al rigor del verso blanco; se trata de “Virgen” y de “Conscriptos USA”, ambos

recogidos en Libertad bajo palabra (1949). Asombroso, por un audaz coloquialismo que no rehúye la grosería, aunque lo entreteje con pasajes de lírica sublimidad, “Conscriptos USA” atisba el camino que puedo haber continuado Paz si unos amigos de su padre no lo convidan a unirse al cuerpo diplomático y acaban ubicándolo en el París de la posguerra, donde su brújula cambia. Reproduzco un fragmento de este poema que, por lo demás, consta de dos secciones, la última de ellas dividida en tres partes: —Éramostres:unnegro,unmexicano Y yo. Nos arrastramos por el campo, Pero al llegar al muro, una linterna… (—En la ciudad de piedra La nieve es una cólera de plumas.) —Nos encerraron en la cárcel. Yo le menté la madre al cabo. Al rato las mangueras de agua fría. Nos quitamos la ropa, tiritando. Muy tarde ya, nos dieron sábanas. Alí Chumacero corona su producción con una obra maestra titulada “Responso del peregrino” (1956), poema de inspiración nupcial que consta de tres secciones. Hay una edición de lujo reciente publicada por la Academia Mexicana de la Lengua (Alí Chumacero, Miro nacer la tempestad. Archivo genético de “Responso del peregrino”), pero no hay una sola mención al verso blanco en los eruditos trabajos de los especialistas que ahí se recogen. Mi intuición me lleva a pensar que, al igual que en el caso de Paz, pudo haber pesado mucho en su factura el conocimiento de T. S. Eliot, y en particular de su poema “Miércoles de ceniza”. Es solo una hipótesis que valdría la pena explorar. La última estación de esta secuencia la encuentro en un poema de Marco Antonio Campos. Es muy probable que Campos tenga otros textos escritos bajo esta tónica, pero el que yo juzgo redondo e imprescindible se titula “Un recuerdo en la bandera de utopía”, de su libro La ceniza en la frente (1989). En efecto, se trata de una rememoración de los días gloriosos pero a la vez aciagos de 1968. Lo abominable: “Y los viejos más viejos, con sus caras/ de piedras desgastadas, aplaudían/ a la Bestia, y afilaban un grito/ que el placer alargaba —el más abyecto”. Complementado con lo que ya no alcanza a tener nombre: …Y en el patio De los sacrificios, soberbios jóvenes, Que en los combates diarios encarnaron La búsqueda del sueño y lo imposible Fueron ametrallados sin saberlo.

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De seguro hay otros textos y otros poetas que lograron abordar el difícil carruaje del verso blanco. Estos son los que yo he podido detectar. 1 Luis Vicente de Aguinaga, “López Velarde sin rima”, en Gaceta de la Universidad de Guadalajara, 7 de junio de 2021 (consultado en la red).


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LITERATURA

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EL ATLAS DE PANDORA

Hambre, sudor y lágrimas Las promesas de éxito y perfección a ultranza olvidan la acción de la solidaridad y la alegría

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na y otra vez, aquí y allá, escuchamos el dogma del credo motivador: si quieres, puedes. La frase llega revestida de optimismo, dispuesta a inyectarnos energías y furia luchadora. Esta oda universal a la fuerza del esfuerzo promete abrir las puertas del dinero, los logros, el cuerpo perfecto, el reconocimiento de los demás. A condición de perseverar, haremos realidad nuestros deseos. Y sin embargo… Basta mirar alrededor para comprobar que las consignas del pensamiento positivo cierran los ojos a muchas realidades inquietantes. Que no siempre el empeño recibe su recompensa. Que la precariedad nos aleja de nuestros sueños. Que en ocasiones los vientos del azar o la salud soplan en contra. Que a veces chocamos contra muros más altos que nuestras fuerzas. Que no somos culpables de todos nuestros tropiezos. Homero describe en la Ilíada el derrumbamiento de Aquiles, el más valioso y esforzado de todos los guerreros griegos. Furioso por las ofensas del general Agamenón y hundido en el desánimo, el hijo de la diosa Tetis se retira del combate. Nadie discute que es el mejor de todos los combatientes. Ha sacrificado nueve años de su juventud en una guerra interminable, sin escaquearse jamás de los jamases. En ese instante, frustrado y desfondado, entre lágrimas, se ve a sí mismo “como un peso inútil sobre la tierra”. Quien no se haya sentido así alguna vez en la vida que arroje el primer libro de autoayuda. Toda la parafernalia del optimismo mágico coloca la responsabilidad en los hombros de cada cual, y es poco comprensiva con quien lo intenta pero fracasa. Aquel que no alcanza la meta no se ha esforzado lo suficiente. Mientras tanto, sube enteros el prestigio del sacrificio, la espiral obsesiva y la autoexplotación. Escuchamos la melodía huidiza del éxito, nos dejan entrever la tierra prometida del triunfo, pero antes —nos dicen— hay que atravesar los desiertos de la presión y la exigencia extrema. La película Whiplash, dirigida por Damian Chazelle,

IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN

explora la obstinación malsana en este enfermizo culto por la superación. El joven Andrew quiere destacar en un elitista conservatorio de música. El profesor que dirige la mejor banda de jazz del centro somete a sus alumnos a una catarata de insultos, lanzamiento libre de objetos contra sus cabezas, ataques de furia y patadas al mobiliario, con el supuesto fin de extraer lo mejor de sus estudiantes. Allí todos asumen que la gloria exige soportar dolorosas privaciones e incluso la humillación más degradante. Como repetían en aquella icónica serie de los ochenta: queréis la fama y este será el lugar donde empezaréis a pagar por ella.

Las nuevas formas de ascetismo y penitencia provocan patologías de la voluntad

En sudor, como la maldición bíblica. Hoy, sus herederas contemporáneas, las academias televisivas de talentos, reclutan a jurados cuya misión es recitar los mismos estribillos con actitudes asombrosamente denigrantes. Hay que darlo todo, triunfar a cualquier precio, luchar hasta la extenuación. Esas nuevas formas de ascetismo y penitencia provocan patologías de la voluntad —la vigorexia, la anorexia o la bulimia— que abrazan cada vez más jóvenes con la esperanza de conquistar esa promesa de perfección. Y en nombre de esta competición solipsista se olvidan otras motivaciones poderosas como la alegría y la colaboración que —oh, sorpresa— suelen ofrecer mejores resultados. En la mitología griega, el rey Erisictión cometió uno de los más antiguos delitos ecológicos al talar unos árboles sagrados. Los dioses le castigaron

con un apetito insaciable. Nada calmaba su ansiedad por comer: dedicaba todas las horas del día a tragar todo lo que encontraba en su camino. Atormentado, acabó devorándose a sí mismo. El desorden del hambre es una metáfora de la desazón que nos corroe. Si dedicamos demasiadas energías a imponernos una disciplina despiadada, nos convertimos en el mayor obstáculo para mirar más allá de nosotros mismos, respirar, aprender y disfrutar. Ninguna persona debería estar dispuesta a morir por la perfección o desvivirse hasta olvidar la vida. Quien se deja engullir por las obsesiones, no tiene energías para salir a comerse el mundo. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.

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Y, además, en nuestra edición digital: Avelina Lésper: Crónica de Oaxaca • Liliana Chávez Díaz: Refugios • Gara Castro: Strike Back • Andrea Serdio: Fiebre de sábado… • José Juan de Ávila: entrevista con Jorge Ayala Blanco • Fernando Figueroa: La historia de amor de una soprano y un pianista • Mijaíl Bulgákov: Las aventuras de Chíchikov • Adrián Acosta: Moral de guerra


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NARRATIVA, ENSAYO La muerte contada por un sapiens a un neandertal

La poda

A FUEGO LENTO Ayer

Tiempos de fuego México, 2021

Juan José Millás, Juan Luis Arsuaga Alfaguara México, 2022 306 páginas

Laura Beatty Impedimenta España, 2021 320 páginas

Agota Kristof Impedimenta España, 2021 112 páginas

El paleontólogo y el narrador vuelven a las andadas, ahora para dilucidar lo que son la supervivencia, la longevidad, la enfermedad y la selección natural. El libro sigue el esquema del fantástico La vida contada por un sapiens a un neandertal, es decir, entreteje el arte de la conversación, el humor y la observación minuciosa.

Harta de la “civilización”, la protagonista de esta novela abandona su casa y se instala en un bosque de Inglaterra. No solo prescinde de todo apoyo tecnológico sino que aprende a cazar, a cultivar y a comunicarse con la naturaleza salvaje que la rodea. Pero lo que parece una nueva existencia armónica no tarda en romperse.

Aunque se concentra en los amoríos de un hombre maduro y una mujer joven, esta novela también reflexiona sobre asuntos tales como la migración, la identidad, la figura paterna, el desarraigo. Sándor Lester es una suerte de proyección de la escritora húngara: vive en el exilio y dedica sus ratos libres a la confección de un libro.

Profetas menores

Madrid me mata

Gatopardismo mexicano

Gabriel Schutz Nieve de chamoy México, 2021 302 páginas

Elvira Sastre Seix Barral México, 2022 304 páginas

Juan Antonio Cepeda Debate México, 2021 222 páginas

El ambiente de la música clásica ocupa un sitio central en esta novela del escritor uruguayo. Un autoritario director de orquesta provoca que uno de los instrumentistas renuncie a pocos días de una importante presentación. El azar lo lleva a una cantina, en la que el encargado ha provocado encuentros determinantes entre los parroquianos.

A manera de un diario y recurriendo a la fotografía y a la poesía, este libro recoge algunas de las columnas publicadas por la escritora segoviana en el diario El País entre septiembre de 2018 y noviembre de 2020. Es un registro personal, de una intimidad perturbadora, que rinde culto a los barrios más emblemáticos de Madrid..

La divisa de la novela El gatopardo, de Lampedusa, “Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie” para Cepeda es lo que en México obstaculiza la lucha contra la corrupción. No hay iniciativa que valga, mientras en el poder político se utilice demagógicamente la noción de “cambio” y no se castigue a los abusivos.

El placer de leer www.librotea.com

Los setentas revolucionarios ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

L

ucha sin cuartel contra la burguesía, movimiento radical, línea gruesa del partido, células de la insurrección urbana, agitación social, doctrina marxista-leninista, acción directa, organizaciones radicales, atomización de las fuerzas de izquierda, enemigos de clase, son algunos de los conceptos sobre los cuales se erige Tiempos de fuego (FCE), de Rodrigo Gonzales, quien, según la cuarta de forros, “Huyó de las escuelas y leyó aún más”. El lector merece una aclaración. No estamos en presencia de un libelo político sino de una novela, o, mejor dicho, de un potaje ideológico disfrazado de género narrativo, un producto al gusto y a la medida del nuevo Estado editor. Tiempos de fuego nos lleva de vuelta a la década de 1970, conducidos por la memoria del protagonista, quien desde el presente mira sus años juveniles en las filas revolucionarias. Hay de esta manera espacio para la matanza del Jueves de Corpus, las escaramuzas en la Facultad de Filosofía y Letras, la utopía campesina en Morelos, la guerrilla, los cálculos fríos de Luis Echeverría, la Liga Comunista 23 de Septiembre, la guerra sucia…, y. sobre todo, para la nostalgia llamando a la puerta de la cursilería. Y es que todo suena tan… grandilocuente, tan… sobrado de buenas intenciones, tan de charango y quena en un sótano de Tlatelolco, que en un descuido uno podría levantarle un monumento al mimeógrafo con el que se imprimió un pasquín troskista o al volkswagen con el que cuatro muchachitos jugaban a ser el Che Guevara, o, ya indefenso y con demasiadas ilusiones, alzar un puño mientras canta la Internacional. En Tiempos de fuego cualquier acto es clandestino. Sus personajes —peones de fuerzas innombrables— creen servir a una causa más importante que su vida y por eso no dejan de transformar cualquier ceremonia social o amorosa en una asamblea en casas de seguridad o en un parque oscuro. Veamos a su protagonista —Rodrigo, como el autor—: sin experiencia para valorar su papel en ese juego de simpatizantes de los movimientos populares, activistas entrenados en el uso de metralletas y granadas, y operadores de la policía y el ejército. Apenas y puede reconocerse a sí mismo si no es en el espejo de un alto ideal… como todos aquellos que ahora hacen la revolución en Coyoacán, los sábados a mediodía y con chofer.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

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HUSOS Y COSTUMBRES

Greguerías dictadas por un gato ANA GARCÍA BERGUA

E

n las pupilas del gato vive otro gato más pequeño y flexible que al saltar le dicta sus secretos.

A un acuarelista chino y distraído se le derramó el agua sobre el dibujo e inventó al gato siamés.

ta bondad humana, esa suavidad encantadora que en el momento menos pensado puede sacar las garras.

Veo a mi pequeño gato siamés y me parece un dios antiguo, una figurilla a venerar que, cínicamente, lo sabe.

El arreglo con la fiera es necesario y cuidadoso: yo te alimento y tú no me devoras.

Todos los gatos se parecen un poco a Marcel Proust.

Por el sueño del gato desfilan pájaros y ratoncitos como en un caleidoscopio.

De noche, el perro dormido a un lado evoca la fogata y la cueva; el gato acurrucado en su rincón, la antorcha y el templo.

La mano se arriesga a cruzar el puente que va de la cabeza a la cola; en sentido inverso, el cruce puede ser mortal.

Los escritores necesitan contemplar a los gatos mientras escriben, pero los gatos también necesitan a los escritores para que los contemplen mientras duermen.

El maullido es una canción larga, melancólica y engañosa, una versión distorsionada del canto de las sirenas para convertirnos en esclavos de los gatos.

Los gatos leen la escritura del vuelo de los insectos; a veces de un zarpazo les corrigen la ortografía.

El gato del teatro dirige con la cola su orquesta invisible.

La pata del gato es como la supues-

Los ojos verdes de los gatos, recuerdos de un árbol antiguo y mágico cuyas hojas se dispersaron entre las fieras. Pájaro y roedor, en el murciélago vive el imposible deseo del gato. En los bigotes de los gatos tañen sus canciones los fantasmas. En la oscuridad todos los gatos son pardos, excepto los gatos negros que salen a fundirse con la noche.

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En un principio, la fiera perezosa quiere asesinar con la pura admiración; solo cuando no lo logra saca dientes y garras.

CAFÉ MADRID

Los opacados por el ruido del Boom

C

lara Obligado, escritora argentina afincada en Madrid desde 1976, reconoce que es imposible representar todo un territorio. No obstante, durante los últimos tres años se propuso concentrar en unas páginas a un puñado de autores latinoamericanos que ejemplificaran las cualidades de las letras contemporáneas de la región. En el subtítulo de su Atlas de literatura latinoamericana, publicado por la editorial Nórdica, reside la clave: Arquitectura inestable. “Es que este es un libro experimental. Es una construcción que se nos puede caer en cualquier momento y somos muy conscientes de ello. Hablo en plural, además, porque decidí implicar muchos ojos para hacer un atlas que tuviera miradas cruzadas”, explica la mujer que convocó a 47 reseñistas para que pusieran en primer plano la producción literaria que durante varias décadas ha estado opacada por el ruido del Boom. Durante más de medio siglo, el canon latinoamericano estuvo determinado por algunos catedráticos universitarios. En España, el historiador y crítico literario José Carlos Mainer publicó en 1967 su Atlas de literatura latinoamericana del siglo XX (Ediciones Jover), que empezaba con Rubén Darío y concluía con el entonces recién surgido fenómeno del Boom, encabezado por Gabriel García Márquez. Eran autores, subrayó el académico zaragozano en el prólogo de su libro, cuyas obras se caracterizaban por “la tendencia al autoanálisis como fruto de la marginación del intelectual, la preocupación por un instrumento lingüístico propio y original, la simultaneidad

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA EFE

de una tentación americanista y otra europea y la conjunción de literatura y política”. Esos rasgos formales se establecieron para guiar, sobre todo, a los especialistas. El atlas coordinado por Clara Obligado, en cambio, propone una cartografía “alternativa” y subjetiva para cualquier lector. “O sea: es, más bien, un libro juguetón. Apasionado, eso sí. Intergeneracional. Hecho desde otra perspectiva, en donde el Boom está pero no está. Está en la formación de muchos, pero como

El atlas propone una cartografía “alternativa” y subjetiva para cualquier lector

ha sido ampliamente reseñado, aquí no lo abordamos. Además, aquí hay muchas mujeres tomadas en cuenta. No obstante, por eso mismo tenemos bien asumido que es algo inexacto, incompleto e injusto”, me dijo la también autora de La biblioteca de agua (Páginas de Espuma) antes de presentar el volumen en una librería del centro de Madrid. Son 50 los autores seleccionados, de Antonio Di Benedetto a Elizabeth Schön, pasando por Silvina Ocampo, Manuel Puig, Adela Zamudio, Clarice Lispector, Gabriela Mistral, Fernando Molano, Virgilio Piñera, Elena Garro, Jorge Ibargüengoitia, Julio Ramón Ribeyro o Mario Levrero. “Todos hacen una literatura muy mestiza, que no es nacional en el sentido de que es cerrada, que abordan los exilios, la violencia, el viaje

La escritora argentina Clara Obligado.

e, incluso, la irrupción de internet. Y, entre todos ellos, el verdadero pope es Roberto Bolaño”, añadió Clara Obligado. De cada autor de la lista se ocupan otros tantos que en los últimos años no han dejado de estar presentes en las mesas de novedades de las librerías como Mariana Enríquez, Edmundo Paz Soldán, Liliana Colanzi, Julio Prieto, Héctor Abad Faciolince, Eduardo Becerra, Mónica Ojeda, Socorro Venegas, Antonio Ortuño, Marcelo Luján o Fernanda Trías. “A algunos les dije que eligieran a su autor y respeté su decisión y a otros se los encargué directamente”, explica la coordinadora del libro que cuenta con ilustraciones del también argentino Agustín Comotto. Agrupar autores para alejarse de la sombra alargada del Boom es un ejercicio que se intensificó a finales del siglo pasado, cuando algunas generaciones de escritores se agruparon con la intención de “matar al padre”, y reivindicar que ellos hacían algo distinto al realismo mágico, en torno a nombres como McOndo, en Chile, el Crack, en México, o Generación Nocilla, en España. “Oponerse es parecerse. Cuando uno se opone mucho a su padre, termina siendo idéntico. Y esos grupos, masculinos sobre todo, buscaron también canonizar. Lo intentaron, fueron graciosos, divertidos, pero tal vez sus nombres solo pretendían ser otra etiqueta comercial para vender, como lo fue el Boom, o no lo sé”, sintetizó Clara Obligado, que espera que su trabajo suscite algún debate y a quien en su atlas ilustrado le hubiese gustado incluir a Horacio Quiroga o a Alfonsina Storni.

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