Laberinto No.988 (21/05/2022)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

ENTREVISTA

FERNANDO ZAMORA

ADRIANA CORTÉS KOLOFFON

Park Chan-wook: el director que perdió el alma

Suturas poéticas de Orlando Mondragón

Foto: Fox Searchlight

SÁBADO 21 DE MAYO DE 2022 AÑO 18 - NÚMERO 988

Cathy Fourez: mujeres y narrativas del crimen Begoña Pulido Herráez/ FOTOARTE: LUIS M. MORALES

Foto: Ariana Pérez


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ANTESALA

21 DE MAYO 2022

EN EL BANQUILLO

Nocturno

S

TEDI LÓPEZ MILLS

iempre he desconfiado de los sueños,” escribe Julian Barnes. Yo también, aunque solo de los míos; nunca de los ajenos. Anoche rompí mis lentes y no pude seguir leyendo la novela acerca de las múltiples versiones de la nieve en la historia de un crimen. Puse el despertador encima de un trapo en la mesa junto a la cama para amortiguar el sonido de las manecillas y apagué la luz. Volví a sentir las patas del insecto en mi cabeza. Él es tránsfuga –decido– y yo soy eremita. El cambio de velocidades y de tiempos sucede de manera natural. Las patas se convierten en palabras y yo las contemplo como si fueran esferas y ellas revolotean como si tuvieran alas. Aparece un bosque en la superficie: abetos, oyameles, encinos, y al fondo se ve un manantial cubierto de hojarasca. Una niña juega con una pelota. Yo me acerco y le toco el hombro y le pregunto por la casa donde suelo alojarme. La niña me escupe. Se levanta la falda: no trae calzones y está sucia. Le digo en voz baja, amenazante, que ningún cuerpo me distrae; ni el dolor de las rodillas dobladas contra mi panza ni la cadera hundida en la piel como una llanta sin remolque ni la mano enjuta en el hueso. La pelota termina rodando hacia su propio círculo mientras busco algún camino tras el manantial. Localizo una brecha, luego el principio de un desierto. Me atoro en la arena y se me tuerce un pie, pero logro distinguir el contorno de la casa en el horizonte bajo el sol que desciende. Cuando llego me anuncias con entusiasmo que acabas de adoptar a dos adolescentes. Están dormidos en el tapete de la sala. Hay basura en los rincones y una pila de trastes en el fregadero. No encuentro las llaves. Tu perfil se aproxima a mi cara. Creo que te estás riendo. Debo abrir los ojos. Debo voltearme de lado. En el Canto IX de mi Comedia apócrifa ya es la penúltima tarde. Estamos discutiendo animadamente acerca de los preparativos; yo tomo apuntes en mi cuaderno: el suéter negro, la camisa con las mancuernas, los zapatos Dockers, los calcetines de rayas. Hay códigos que no entiendo y te pido que me repitas los números y me aclares si las letras son mayúsculas o minúsculas. La tinta de mi pluma es roja. “No olvides los cepillos de dientes y las tijeras. Están en el cajón izquierdo, en el mueble del baño”. Tu voz coincide con el ruido metálico de las máquinas que filtran el aire. A cada hora le corresponde una textura. La de las cinco es áspera; la de las seis, afelpada. Alguien nos entrega las placas en una bolsa de lona. ¡Por fin nos vamos a enterar de lo que significan las imágenes borrosas! Las empiezo a revisar, te muestro una mancha: en ese instante me dejas hablando sola, con frases cortas. Según el manual los fragmentos son alusiones: hubo una persona, un espejo, una ventana, una tormenta, un golpe. Creo que las formas sueltas se irán juntando y regresaremos a ese domingo, a ese lunes, a ese martes. Prometo que no volveré a taparme con la sábana. Y tú me dirás otra vez el nombre del río.

Según el manual los fragmentos son alusiones: hubo una persona, un espejo

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Lazos perversos. Dirección: Park Chan-wook. Estados Unidos, 2013.

HOMBRE DE CELULOIDE

Perder el alma FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA FOX SEARCHLIGHT

Q

ue la belleza es trascendente lo sabe cualquier interesado en la filosofía. Esto significa que es difícil definirla. Hay, sin embargo, ciertos cuadros, combinaciones de colores, modales y atardeceres que en el cine se consideran “hermosos”. Los críticos le llaman “preciosismo”. De esta clase de imágenes, a menudo melosas y perecederas, está hecho cierto cine muy pernicioso. Como la película Lazos perversos (disponible en Star+), de Park Chan-wook, una obra de la que vale la pena hablar por dos motivos: porque estamos en mayo, mes de Cannes (y Park fue un consentido del festival), y porque Lazos perversos resulta ejemplo del modo en que un gran director puede ganar el mundo, pero perder el alma. “Crecer es hacerse libre”, suelta India Stoker (Mia Wasikowska). Lo dice con la afectación perversa que, en su momento, hizo famosa a Winona Ryder. Esta perla nos introduce en un guion repleto de lugares comunes. India perdió a su padre el día de su cumpleaños. Ahora vive con su madre, interpretada por Nicole Kidman en el papel de Nicole Kidman, esto es, una mujer fría, calculadora y masoquista que hace la vida imposible a todos los que se cruzan por su camino. Hasta aquí uno imagina que está por ver

la adaptación de Beetlejuice, hilarante película de Tim Burton, pero no, aparece en escena el galán. Matthew Goode interpreta a Charlie, el tío perverso de India. Como es de suponer, se suceden las escenas en que se mezcla un velado erotismo con la violencia explícita. Park Chan-wook pasa trabajos para hacer que el guion se mueva hacia alguna parte. Finalmente, uno descubre que quien se ha estancado es él. En efecto, el director sudcoreano tuvo un inicio espectacular con la película Sympathy for Mr. Vengeance, de 2002, thriller palomero muy bien filmado que nos mantenía al borde del asiento y, además, nos hacía pensar. Animado por el éxito, Park siguió el camino de quien desea complacer y culminó lo que se conoce entre los entusiastas del cine de culto como “La trilogía de la venganza”. Una de ellas, Oldboy, de 2003, resulta buen ejemplo del cine que fusiona perfectamente belleza y profundidad. Fue entonces que comenzaron a cantar las sirenas. El director sudcoreano recibió

El director sudcoreano recibió jugosas propuestas de los estudios californianos

jugosas propuestas de los estudios californianos y se dispuso a filmar un guion que le impusieron los productores: Lazos perversos. Aquí vale la pena recordar otra clase de cineastas, artistas como Bergman o Fellini, Almodóvar o Angelopoulos, quienes, a pesar de haber sido cortejados por el sistema de estudio, no accedieron nunca a abandonar la cinematografía como suerte de cura personal que forzosamente los mantiene atados a la tierra en la que nacieron, el lugar de su infancia y su juventud. Como en una buena película de mafiosos, Park Chan-wook cedió a la tentación. Y es que debe ser realmente difícil resistir semejantes presupuestos, semejante glamur. Filmar con Nicole Kidman, obligar a Mia Wasikowska a que se tiña el cabello. El resultado es éste: Lazos perversos es una obra que abrió el camino que terminó por conducir a Park Chan-wook a las series de televisión. Y no es que esté mal, todo mundo tiene derecho a escoger lo que hace con su talento. Lo único malo es que nosotros, agradecidos espectadores, nos quedamos con la sensación de haber perdido a un grande. Hoy por hoy Park Chanwook brinda con champaña en un restorán de Rodeo Drive. Ahí dice a la prensa que él hace “homenajes a Hitchcock”. Qué lástima. Perdimos a un autor que pudo ser inmortal.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

El poeta lamenta todo lo que ya no ignora LUIS AGUILAR

yo siempre estuve ahí. [hombre de incisivos y sin rezos] y ahora lo noto y tiemblo y me horroriza. porque la fe, esa pared tan blanca, no sirve ya cuando se sabe todo. Este poema forma parte de Qué bellos los ojos de este idiota, publicado por Vaso Roto (España, 2022).

EX LIBRIS

La rebelión de los ángeles/ EKO

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Huellas ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

H

@Sobreperdonar

uellas de David Farrier (Crítica, 2021) es un libro de especulación, con mucho de prospectiva científica e imaginación literaria, que se plantea la forma en que los sedimentos, fósiles y detritus de la civilización contemporánea serán recordados por la humanidad, o las especies que la sucedan, en los milenios futuros. Para Farrier, el ser humano, absorto en su propia finitud, piensa compulsivamente en el corto plazo y difícilmente alcanza a visualizar ese tiempo profundo, esas eras casi inconmensurables que ha vivido la Tierra. Debido a esta falta de perspectiva, sugiere el autor, en el poco tiempo que ha estado en el planeta la humanidad se ha dado el lujo de inaugurar y dar nombre a una nueva unidad de tiempo geológico, denominada antropoceno, que se caracteriza por la involución del conjunto de la naturaleza a causa de la acción humana. Por eso, dice, desde la perspectiva del futuro, la intervención humana, en particular la dinámica económica, los modelos de consumo y las rutinas destructivas de los últimos tres siglos, habrá sido escandalosamente nociva y habrá impuesto al planeta una ominosa cicatriz de mutaciones y extinciones. Ciertamente, muchas de las grandes hechuras humanas responden a una mezcla de desmesura y azar, acuñan paraísos que anidan infiernos y plantean severos problemas intergeneracionales de distribución de recursos y supervivencia. Hay un estrecho entrecruzamiento, como observa el autor, entre civilización y barbarie, entre grandeza y miseria, entre ambición y delirio que caracteriza las grandes edificaciones y proyectos como las ciudades, las carreteras, los complejos industriales o la manipulación de la energía nuclear (que en el curso de una generación puede alterar la historia planetaria de 4 mil 500 millones de años). El autor, con una escritura palpitante de poesía, superpone eras e imágenes lejanísimas, datos científicos y referencias literarias, imaginación apocalíptica y denuncia realista, y describe algunos de los saldos más peligrosos de la civilización industrial. Se solaza entonces en la biografía de una botella de plástico y su efecto devastador en el ambiente; en la descripción de las tan vulnerables como impresionantes megaurbes, edificadas sobre alfileres; en la crónica de la destrucción de los arrecifes y su belleza y biodiversidad o en la depredación del mundo animal, vegetal y hasta microbiano. Muy a menudo el autor transmite una sensación de vértigo e incertidumbre ante las consecuencias desconocidas de nuestros excesos; algunas veces, sin embargo, cae en un pesimismo abstracto que no discrimina entre beneficios y males del proceso civilizatorio y que parece criminalizar todo avance humano. Al final de cuentas, en sus mejores momentos, esta escritura tan bella como incómoda invita a cultivar la experiencia de lo sublime, esa sensación simultánea de horror y pertenencia a un todo más vasto; y, a partir de ahí, recuperar el sentido de las proporciones y apelar a la responsabilidad con el mundo.

Farrier transmite una sensación de vértigo ante las consecuencias de nuestros excesos

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DE PORTADA

21 DE MAYO 2022

Vidas de sangre, de Cathy Fourez, analiza y revalora el papel de las mujeres en la narrativa mexicana del siglo XXI

Víctimas, buchonas, sicarias y expresiones de la violencia

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BEGOÑA PULIDO HERRÁEZ FOTOGRAFÍA CORTESÍA UACM

idas de sangre. Mujeres en la narrativa mexicana del crimen (UACM/ Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2022), de la mexicanista francesa Cathy Fourez, es un ensayo que, como las obras literarias que se analizan en él, deja una honda huella; no se sale impune de él, como tampoco de la literatura a la que refiere y cuya lectura nos estruja porque nos revela la realidad del país en que vivimos. Es gran virtud de un libro, pero en particular de la crítica literaria, que logre afectar nuestra experiencia y nuestra percepción, y Vidas de sangre lo hace en torno a una intolerable realidad donde las mujeres son asesinadas por pertenecer a ese género sin que haya consecuencias, en el contexto de un país donde la violencia en todas sus formas ha escalado a límites inimaginables. Es un libro de fuerte actualidad, que toca y nos toca en heridas abiertas. Este libro es una obra necesaria que invita a enfrentar y participar en lo que sucede en nuestro entorno social. Cathy Fourez demuestra que la literatura no es un ejercicio frívolo, un divertimento o un pasatiempo, sino que reelabora nuestra relación con el mundo, la historia, la sociedad de la que formamos parte, y en esta reelaboración pretende afectar e involucrar al lector. La práctica que conlleva la lectura, como la de la crítica, que no es finalmente sino una lectura argumentada, no es una actividad decodificadora sino, como nos enseñó la teoría de la recepción, resultado del encuentro de dos mundos: el del texto y el del lector. Este interviene con su propia experiencia

de vida y de lectura y refigura los signos del texto. La lectura de Cathy de un conjunto de relatos del crimen y nuestra lectura de la obra de Cathy Fourez, Vidas de sangre, reduplican la necesidad de encarar y reflexionar sobre las formas de la violencia en nuestro entorno social. Una lectura no será nunca ni socialmente arbitraria ni carente de subjetividad. Vidas de sangre no elude, al contrario, desea hacer visible su lugar de enunciación, la inmersión y participación del sujeto que lee (su compenetración, su compromiso, su perspectiva, su valoración) en las obras analizadas y sus mundos narrados. La de Cathy Fourez es una lectura subjetiva aun cuando no impresionista, en buena medida porque en ella se acumulan las múltiples lecturas teóricas sobre la historia y las formas de la narración detectivesca (a las que dedica un largo primer capítulo), las teorías feministas, y otras que incluyen datos duros sobre la sociedad del crimen y el narcotráfico en las dos primeras décadas del siglo XXI en México (con el crecimiento exponencial de las acciones criminales), sin desdeñar por supuesto el amplio bagaje literario que pone a dialogar en su lectura de las mujeres en la narrativa mexicana del crimen. De hecho, no es solamente que no esconda su lugar (ideológico, valorativo) de enunciación, sino que devela los distintos lugares de enunciación (las formas diversas de subjetividad) en las obras de los autores masculinos que analiza, las novelas La noche oculta (1990) e Infecciosa (2010) de Sergio González Rodríguez, y las crónicas de Alejandro Almazán en Chicas Kaláshnikov (2013). Dos autores cuya participación y presencia en las historias que elaboran, ficcionales las de González Rodríguez, y periodísticas las de Almazán, son de un orden muy diferente entre ellas,

y quizá habría que preguntarse de qué forma la elección de un género ficcional o uno no ficcional, con sus diferentes pactos de lectura y de relación entre autor y enunciador, supone un modo de situarse frente a los hechos narrados y la elaboración de personajes. La ficción le permite a González Rodríguez dialogar de modo más complejo con voces diferentes acerca del machismo dominante o los feminicidios y sobre todo que no identifiquemos alguna de esas voces (la del narrador, por ejemplo, o la de algunos personajes) con el autor de la obra. La crónica periodística, aun cuando se enuncia como género documental, y por lo mismo como no ficción, no oculta la presencia del autor de la narración; así, Alejandro Almazán, en Chicas Kaláshnikov, se narra a sí mismo en la escena de varios encuentros-entrevistas con tres mujeres sicario, donde, dice Cathy Fourez, “por muy periodista profesional que sea […], se comporta como un hombre viril cuyas palabras delatan cierto sexismo. Su mirada de hombre mexicano no consigue apartarse de los tópicos a propósito de lo femenino”. Y en efecto, Almazán narrador dice: “La mujer era tan guapa que inspiraba pensamientos indebidos. Tal vez era cierta su leyenda: los hombres nacieron para adorarla”. Estas formas de la subjetividad, la de Cathy Fourez en su ensayo y la de los autores y sujetos de la enunciación en cada uno de los relatos de crimen que se analizan, son sin duda hilos importantes que evidencian no solo lo ambiguo y complejo del abordaje de la violencia y los feminicidios sino la necesidad de tomar partido, de participar. Vidas de sangre tiene como objetivo

El libro exhibe una alta capacidad para “ver” los signos que remiten al complejo entramado social

el análisis, sobre todo desde el punto de vista de la estructura del contenido y centrado en la configuración de los personajes femeninos, de un conjunto de relatos del crimen que aparecieron en México en gran parte entre 2010 y 2016 (salvo La noche oculta, de 1990). La autora busca perfilar las dimensiones plurales de la violencia que vive México en lo que llevamos de este siglo XXI y cómo esta violencia creciente y brutal impacta en las mexicanas. Es por ello que elige un corpus variado de obras y también de géneros: novelas, cuentos, crónica periodística, con la intención de abrir lo más posible el cuerpo de la violencia social y diseccionar con cuidado las múltiples formas de las patologías. Aun cuando el análisis, extraordinariamente minucioso, se centra en las mujeres narradas (víctimas de feminicidios, “buchonas”, sicarias, prostitutas), la lectura desde las teorías de género permite entrabar estas violencias con estructuras patriarcales de profunda pervivencia, introyectadas y reproducidas también por las mismas mujeres, pero también muestra cómo se imbrican con las formas de violencia social (particularmente, pero no solo, criminal) de las últimas dos décadas. Es así como el examen patológico parte de las mujeres pero abarca el cuerpo todo de lo social, un cuerpo enfermo, con su componente de historia política del país. En relación con las mujeres representadas, me parece que Cathy Fourez quiere probar que todas son en último caso víctimas, pues las que se convierten en victimarias (sicarias) no logran zafarse de la reproducción de papeles y valores masculinos introyectados. Los relatos que se analizan son en su mayoría ficcionales: las novelas La noche oculta e Infecciosa (de Sergio González Rodríguez), centradas en los feminicidios; Perra brava (de


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DE PORTADA

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La académica y escritora francesa, especialista en literatura de América Latina.

Orfa Alarcón), enfocada en el poder de las mujeres dentro de los cárteles, y tres cuentos del libro colectivo El silencio de los cuerpos. Relatos sobre feminicidios, de 2015 (“Sin nombre” de Cristina Rivera Garza, “Estación Cora” de Ana Ivonne Reyes Chiquete, y “Consuelo de tontos” de Iris García Cuevas). Estos relatos elaboran historias que se orientan en un cotidiano donde las mujeres viven en una permanente amenaza de muerte, lo que genera una atmósfera tensa. La violencia (la muerte brutal) puede no ser explícita, de hecho no se “ve”, pero está ahí, y en “Estación Cora” es el siguiente acontecimiento que ya no se “cuenta”. Además de las ficciones, se incluye la crónica ya mencionada, Chicas Kaláshnikov, donde el objeto de representación son las mujeres sicarias y ya no las víctimas. La conclusión que desprende la autora de los relatos del corpus que elabora y decide analizar es, por un lado, la “continuidad de la ‘mujer-objeto’, de la mujer puesta a disposición,

de la ley del hombre sobre su cuerpo, de la mujer que nunca goza del mismo poder que el hombre, que nunca ejerce el poder supremo incluso cuando disfruta de cierta autoridad, siempre relativa o útil para los asuntos de relevancia masculina” (p. 287). En los retratos persiste la mujer objeto, la imposibilidad de emerger como sujeto; aun cuando se trate de mujeres con poder dentro de los cárteles (como sucede en Perra brava o en Chicas Kaláshnikov), ese poder está en íntima relación con el cuerpo físico, pues están “esculpidas a tono con las necesidades de la dominación masculina imperante” (p. 288) y, como las otras mujeres, “solo escapan de la dominación masculina de manera transitoria” (p. 289).

Por otro, en las novelas de Sergio González Rodríguez y los cuentos de Cristina Rivera Garza, Ana Ivonne Reyes Chiquete e Iris García Cuevas, donde se narran sobre todo las muertes inhumanas, los feminicidios, las escrituras devienen exhumaciones del anonimato y el olvido de múltiples cuerpos a menudo no registrados siquiera por el sistema policial y judicial; la escritura revierte la “imposible reconstrucción del relato ausente, el del criminal y su crimen” (p. 293); de ahí el alto valor de estos relatos como memoria del olvido o simplemente de aquello que no tiene testigo. El valor de la imaginación ficcional es invaluable, supone imprimir una huella para aquello que se quiere borrar, ocultar, enterrar,

pero al decodificar la violencia feminicida se exhibe que la impunidad es aterradora, que los “culpables” son muchos y actúan a distintos niveles, no es solo el criminal sino una compleja espiral de vacío que se teje alrededor mediante el acceso difícil a la justicia para los familiares, la catastrófica gestión penal, la desidia en las investigaciones, la corrupción, la deficiente capacitación de los servidores públicos sobre violencia de género. “Solamente una contra-investigación realizada por las víctimas, sus prójimos, activistas, periodistas, trabajadores sociales, universitarios, y sostenida en los relatos de nuestro corpus por escrituras introspectivas, seudo-testimoniales y documentales se libra de este inmovilismo asesino; quizá para pensar en su engranaje y sus repercusiones en el conjunto de la sociedad mexicana, y contrabalancear las relaciones desiguales entre hombres y mujeres; quizá para impedir un total desamparo” (p. 294). Es decir, que las narraciones sobre la violencia que se ejerce sobre las mujeres por razón de género forman parte de estas contra-investigaciones necesarias ante el vacío legal que oculta también la dimensión social de esta violencia. Al mismo tiempo, ofrecerían ángulos diferentes de la problemática, aspectos difíciles de ver aparecer en los estudios sociológicos, por ejemplo (y de ahí la pregunta de qué “dice” la literatura que no se “dice” de otra forma), en la medida en que muestran la cotidianidad de las mujeres en el mundo del crimen y en general en lo cotidiano violento de México, y en la medida en que eligen contar desde la perspectiva de la víctima y en general de las mujeres (de su experiencia y su percepción). Desde los relatos que enfocan en las víctimas de los feminicidios hasta aquellos que eligen contar cómo las mujeres se convierten en victimarias, en todos es posible adentrarse en las complejidades, ambigüedades y contradicciones de las relaciones de género, sostenidas por una sociedad y una cultura que sigue dividiendo los papeles de manera brutal y continúa infantilizando o precarizando el lugar de las mujeres. El libro de Cathy Fourez abre un vasto panorama que sin duda puede y debe ser ampliado, y lo hace desde el lugar atípico de la crítica literaria, donde exhibe una alta capacidad para “ver”, más allá de la anécdota narrada, los signos que remiten al complejo entramado social. Esta capacidad parte del conocimiento de cómo funciona la forma artística, y cómo ésta vehicula los significados. La lectura, una buena lectura, abre la obra, es un ejercicio de relación, que Cathy Fourez practica con gran maestría y mediante un lenguaje, un discurso, rico y vasto.

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LITERATURA

21 DE MAYO 2022

ENTREVISTA

“En la magia convergen la poesía y la medicina” En Cuadernos de patología humana, Orlando Mondragón explora la relación entre el dolor y la sanación

O

rlando Mondragón lleva su poesía tatuada en el cuerpo: una mariposa negra; una planta de belladona; el Minotauro; una serpiente, símbolo de renovación cuando cambia de piel; el andrógino; uno de los primeros grabados de De Humani Corporis Fabrica de Vesalio, y la “flor y el canto” —la poesía para los nahuas—. Vida, muerte, medicina y homosexualidad en sus brazos. El médico, residente en el Hospital de Psiquiatría Fray Bernardino Álvarez, es a sus 29 años el poeta más joven en obtener el prestigioso Premio Loewe en su emisión XXXIV con Cuadernos de patología humana (Visor de Poesía, 2022), donde sutura con fineza los géneros de la poesía, la crónica y la autobiografía. Dos caras de una misma moneda son para él medicina y poesía en cuanto a “la búsqueda de la belleza”, sostiene. Apela tanto al poder

ADRIANA CORTÉS KOLOFFON FOTOGRAFÍA ARIANA PÉREZ

curativo—“es indagación, anamnesis, recordar”— como destructor de la palabra: “Una sola palabra puede derrumbar el mundo interno de alguien”. Orlando Mondragón es también autor de Epicedio al padre (IV Premio de Poesía Joven Alejandro Aura; Editorial Elefanta, 2017), donde alude a su homosexualidad, y que “nace con mucho enojo, con ganas de cierta revancha frente a la sociedad que me había tocado vivir”, afirma.

“Hipócrates decía que la tarea del médico era restaurar la belleza de las formas del cuerpo”

¿Con Epicedio… intentó tender un puente con su padre? Soy de un pueblito del estado de Guerrero. Quería plantarme frente a mi familia sobre mi condición de homosexual, de la que me di cuenta desde muy pequeño. La ficción del padre moribundo en Epicedio… no es ajena a mi biografía. Tuve un abuelo enfermo a quien cuidé en mi adolescencia. Sin embargo, mi padre sigue vivo. Ponerme frente a él muriendo era una manera de encontrar una vía en la cual la convivencia fuera ineludible para dialogar entre nosotros dos. No era la intención primera que sirviera para sanar esa relación, pero sí funcionó como un aliciente para conversar las cosas de manera distinta con mi familia. La relación con ella es más fluida, ya no se da con esos silencios condenatorios sobre mis preferencias sexuales. Fue un puente doloroso, un poemario muy narrativo, uno de los primeros que me planteé como un libro-proyecto cohesionado por una misma temática, lo que me facilitaría mucho la escritura de Cuadernos de patología humana.

El ganador del Premio Loewe en su emisión XXXIV.

¿La sombra de Apolo presente en su obra y en su trabajo como psiquiatra? Tiene mucho que ver porque justo en los templos de Apolo se daba esta danza muy inquieta, la propia catarsis, y se buscaba sanar a través de la palabra. Creo que es la convergencia entre la poesía y la medicina, ese primer germen que fue la magia. La palabra sanadora mediante la oración buscaba restaurar la desarmonía del cuerpo. Hipócrates decía que la enfermedad era una desarmonía que afeaba el cuerpo y que la tarea del médico era restaurar la belleza de las formas del cuerpo. En esa búsqueda de la belleza está la esperanza, acaso representable con la imagen de una sutura de un cuerpo que pasa por un momento doloroso con la esperanza de que va a restaurarse.

Cuadernos… se divide en “Suturas” y capítulos. La idea inicial del libro nació desde el Programa de Apoyo Artístico de Guerrero (2018), que consistía en hacer un recorrido de una noche de guardia y después vinieron esta suerte de prosas poéticas. Les di el título de “Suturas” porque creo que es el hilo conductor que le da cohesión a todas las experiencias y reflexiones. “El mundo entero es nuestro hospital”. ¿Por qué el epígrafe? T. S. Eliot fue una gran influencia para escribir este libro. En sus Cuatro cuartetos escribe que el mundo es una entidad de dolor, pero también de sanación, y me encanta porque allí mismo tiene a cirujanos, y el microcosmos que es un hospital puede trasladarse más allá de sus paredes. Fue la piedra detonante para Cuadernos…, igual que Hospital británico de Héctor Viel Temperley, un libro más expansivo, muy experimental. Hay cierta tradición del relato clínico. Creo que la medicina se presta a este tipo de relatos porque el médico siempre está frente a un cuerpo vulnerable en ese hilo donde enfrenta a la muerte y a la vida.

¿Y los colores azul y rojo en Cuadernos…? En los hospitales prevalece el blanco asociado con lo puro, lo aséptico, y el contraste es el rojo. Siempre que hay un atisbo de rojo se trata de una urgencia: la sangre vinculada con la muerte, pero también la vida al momento de nacer o de suturar. El azul se asocia más con el cuerpo recién muerto. ¿Sutura los relatos de sus pacientes? Creo que no logro separar al médico del poeta. No es como si de noche fuera Mr. Hyde y me dedique a escribir y de día Dr. Jekyll y me dedique a sanar. Hay palabras que tienen una profunda humanidad y eso es lo que me orilla a escribir un poema. ¿La métrica? En Cuadernos… opté por el verso libre, un ritmo que surgió y que fue marcando al propio libro en el momento de la escritura. ¿Introduce también a los personajes secundarios de un hospital? Creo que tenemos la idea de que el médico es el principal protagonista del microcosmos que es un hospital, pero es una especie de enjambre, una sociedad muy estructurada donde cada elemento es irremplazable: los camilleros, los intendentes, los conductores de ambulancia, las enfermeras, tienen un propósito muy específico sin el cual todo lo demás se entorpece. ¿Cuál fue su experiencia como tallerista con los alumnos del sector salud de la UNAM, en 2021, quienes hacían sus prácticas médicas en hospitales durante el momento más crítico de la pandemia? Muy buena. La voluntad creadora está allí. Era un tema muy delimitado: estar frente a los pacientes en la pandemia. Avanzaban primero con mucha timidez y angustia, pero a través de los recursos propios de la poesía se hicieron textos muy bellos. Están reunidos en Primera línea. Crónicas y poemas escritos por el personal de salud.

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Y, además, en nuestra edición digital: Mauricio Montiel Figueiras: Mapa de un verano literario • José de la Colina: Carta de mi padre • Ángel Soto: Entrevista con Luis Estrada • José Juan de Ávila: Entrevista con Ofelia Medina • Aída López Sosa: Justo merecido • Víctor Manuel Mendiola: Ulises: el mito de la Obra • Sylvia Navarrete: Caradura


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NARRATIVA, ENSAYO El corredor o las almas que lleva el diablo

Los espejos venenosos

A FUEGO LENTO El mago Merlín y el poder del dragón

Ceniza en la boca México, 2022

Alejandro Vázquez Ortiz Literatura Random House México, 2022 299 páginas

Milorad Pavic Sexto Piso España, 2022 264 páginas

Álvaro Marcos RBA España, 2021 136 páginas

Pilotos que conducen tráileres cuyos motores se exponen como costillares, el rugir de las máquinas que parecen componer una balada heavy metal, chapas de acero combándose ante el roce con las paredes de concreto: estos son algunos de los fetiches que convoca esta novela donde solo hay lugar para el vértigo y la tentación de abismo.

El escritor serbio, quien murió hace once años y a quien debemos esa obra hipertextual que es Diccionario jázaro, cultivó el relato con paciente solvencia. Una muestra de ello es el presente volumen, que reúne sus mejores incursiones en este género. Son 26 y se caracterizan por su vocación para fundir fantasía y realidad, mito y verdad.

Uno de los ciclos más fascinantes de la literatura universal es el que tiene al rey Arturo como protagonista. La colección Las crónicas de Excalibur, planeada en 44 tomos, lo abarca en su totalidad: Arturo, el hada Morgana, Ginebra y Lanzarote no podían faltar. Merlín es una figura predominante en la empresa unificadora del rey Arturo.

Quemar libros

Golondrinas

Cuerpos disidentes y sus cartografías de protesta

Richard Ovenden Crítica México, 2022 368 páginas

Emiliano Ruiz Parra Debate México, 2022 292 páginas

Emanuel Rodríguez y Éricka López Gedisa/ UNAM México, 2022 352 páginas

La destrucción deliberada del conocimiento, es decir, la avanzada contra las bibliotecas, se remonta a la Antigüedad pero se ha acentuado en los tiempos modernos. Este es el hilo conductor de este ensayo apasionante que no escatima razones para explicar la quema de la biblioteca de Alejandría o de las memorias de Lord Byron.

Cómo definir a Ecatepec, ese barrio enclavado en el Estado de México. ¿Acaso como un infierno donde las mujeres no pueden salir a la calle? ¿Como el municipio donde se perciben los mayores índices de inseguridad? O, según la predicción del autor de esta crónica, ¿como el modelo urbanístico que se impondrá en el año 2050?

Desde las primeras marchas en las que se enfatizaba lo lésbico-gay, el cuerpo se volvió una especie de arma que se esgrimía contra el estatuto heterosexual dominante. Si bien la marcha que ocurre en la capital ha acaparado la atención, otras ocurren en México a lo largo del año. Este hecho se estudia con metodologías nuevas.

El placer de leer www.librotea.com

Panchitos en Madrid ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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s comprensible suponer que cualquier lugar es mejor al país de las desaparecidas, violadas o ejecutadas en una lonchería, el mismo donde los generales controlan el tráfico y la venta de drogas y vale más callar el dolor que pedir el auxilio de la policía. ¿O es que uno de los peores de los mundos posibles no despide ya el tufillo a carnitas y a cuerpos en descomposición que empieza a parecernos tan familiar? Esta es la sensación que abruma, y lleva a moverse en círculos, a la protagonista de Ceniza en la boca (Sexto Piso), la segunda novela de Brenda Navarro. Tal vez hay algo equiparable: ser mexicano —dominicano, boliviano, ecuatoriano…— en la España xenofóbica y racista que ejerce una violencia soterrada, pero efectiva, contra quienes han huido de los cadáveres colgando de los puentes para ganarse la vida fregando sus bañeras, cuidando a sus hijos y limpiándole el culo a sus ancianos. Mientras esta revelación se abre camino como un roedor por las cañerías de Madrid, esa joven sin ambiciones que es la protagonista trae de vuelta a su hermano menor, igualmente frágil como indomable, muerto después de saltar desde un quinto piso. Así que casi todo se va en recordar. No solo trazando en el desasosiego un cuadro de la orfandad y el abandono, tras la ventana del tiempo, sino condicionada por los fantasmas insidiosos del pasado y moviéndose por los bordes de una maraña de silencios culpables y recelos familiares, Ceniza en la boca expresa con cruda sinceridad el sentimiento de desarraigo existencial que conduce a la sospecha de que ninguna casa es en verdad nuestra casa, aunque carguemos con nosotros la llave de la puerta. Como leemos: “Tú eres panchita, me dijo una vez un tipo alto y grandote por la calle, y me escupió”. No ser nadie en ninguna parte, o nada más que un paria, es una condición no solo reservada para muchos inmigrantes o desarraigados, sugiere Brenda Navarro al contrastar el destino de esos hermanos: el que fue siempre un “contrabajo estorboso”, la que no deja de ser una “reprobada de la vida”. No ser nadie en ninguna parte define también a las mujeres que flotan sin aliento en el canal del desagüe o a los hijos estigmatizados por sus padres autoritarios o a todos esos tránsfugas de una realidad insostenible o escrita con sangre.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

21 DE MAYO 2022

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TOSCANADAS

uele decirse “In vino veritas”, mas lo cierto es que de un borracho podemos esperar espontaneidad y acaso sinceridad, lo cual no siempre va atado con la verdad. La borrachera suele despertar la fanfarronería, estado en el que alguien dice ser leal cuando no lo es, valiente cuando es cobarde, y hasta un patán se siente sabio. Las palabras de amor dichas en una borrachera quizá no sean válidas en la sobriedad. En El banquete de Platón, Alcibíades llega borracho y se nos hace creer que dice verdades. Se ocupa de enaltecer a su maestro y cuenta que años antes, cuando era un adolescente de lo más atractivo, “me levanté después de haber dormido con Sócrates no de otra manera que si me hubiera acostado con mi padre o mi hermano mayor”. ¿Verdad o mentira? ¿Miente él o miente Platón? Los persas sabían combinar las ventajas y menoscabos de borrachera y

In vino felicitas DAVID TOSCANA

sobriedad para sacar el mejor partido. Heródoto nos cuenta que “suelen discutir los asuntos más importantes cuando están embriagados; y las decisiones que resultan de sus discusiones las plantea al día siguiente, cuando están sobrios, el dueño de la casa en que estén discutiendo. Y si, cuando están sobrios, les sigue pareciendo acertado, lo ponen en práctica; y si no les parece acertado, renuncian a ello. Asimismo, lo que hayan podido decidir provisionalmente cuando están sobrios, lo vuelven a tratar en estado de embriaguez”. Aquí el consejo es que en la cámara de diputados se beba harto tequila mientras se discute una ley, se haga la votación y, al día siguiente, sobrios, los diputados habrán de reconsiderar su ebria decisión. Entre diputados sin duda son mejores las votaciones tomadas en borracheras, pues serían más genuinas y menos obedientes. Pero si han de aprender de los persas, tomen nota que ellos tenían una

regla rígidamente observada: “No les está permitido vomitar ni orinar en presencia de otro”, nos dice Heródoto. En los escritos de Ateneo me encuentro una frase gustosa: “Espejo de la imagen es el bronce, y de la mente, el vino”. Por eso el sabio Pítaco recomendaba que nadie se pasara de copas “para evitar que se te conozca por lo que realmente eres y no por lo que finges ser”. Esto último sí se emparenta con el In vino veritas. En cambio el poeta Teognis escribe que: “Quien, en cambio, sobrepasa la medida en el beber… profiere cosas sin pies ni cabeza, que al sobrio le resultan indecentes”. Si bien muchos profieren cosas sin pies ni cabeza estando perfectamente sobrios, y resultan indecentes. Tras sumas y restas, me quedo con la oración a Dioniso, dios del vino: “Danos larga vida, protector de las buenas obras, para beber, bromear y tener nobles pensamientos”. Y proclamo: In vino felicitas.

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BICHOS Y PARIENTES

Escohotado y muy incómodo

A

lgo de juguetón, desafiante y estimulante hay en el modo con que Antonio Escohotado enfrenta la metafísica hegeliana y la dialéctica amo-esclavo: “El señor requiere cosas del mundo, pero no entra en relación con sus penurias sino a través del siervo, que se ocupa de transformarlo antes. El psiquismo humano depende de aportaciones externas, pero no toca esas materias sino a través del cuerpo, que las metaboliza previamente…”. Desde aquí, es decir, la Introducción a la Historia de las drogas (Alianza, Madrid, 1989), con Hegel y repitiendo la pregunta milesia sobre la sustancia (ese garlito filosófico, quizás el primero y original de la filosofía), Escohotado va a topar el nudo entre realidad y conocimiento: justo en la sustancia que altera la percepción. Anómalo, raro, pero algo de genial: su exploración erudita y experta de las drogas tiene semejanza con otros métodos científicos: las afasias abren las ventanas a la investigación neurológica; el crimen exhibe a la norma jurídica; la anomalía ilumina al orden, y las drogas abren puertas entre la conciencia de sí y la del mundo. Y del mismo modo explican, o al menos dejan ver, una matriz generadora de mitologías (y sus exploraciones suelen ser mejores que las de Robert Gordon Wasson, Albert Hofmann o Thomas Szasz), de recursos de autoconocimiento (sin las ficciones de William Burroughs o los fraudes de Carlos Castaneda), de las dinámicas económicas, desde los pueblos antiguos hasta la era de los sucedáneos. Una obra maestra bajo una guía libertaria: la radical oposición de concederle al Estado la facultad de prohibir

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA EFE

o permitir que el sujeto se relacione según su propio arbitrio con su cuerpo y las sustancias que ingiere. Y con la misma afinación en la rareza, la última obra de Antonio Escohotado es Los enemigos del comercio. Una historia moral de la propiedad (Espasa, Madrid). Dos mil páginas, en tres nutridos tomos. Lejos de ser su treno de cisne, estos libros parecen otra cosa, casi absurda de enunciar: la arenga de un liberal. Es una obra tan ambiciosa como la de las drogas y alcanzo

En sus libros siempre halló que la libertad era hermana siamesa de la responsabilidad

a columbrar algo que se repite, según se han ido publicando los libros: el lector común abandona y olvida una propuesta tan desmedida, mientras los académicos recargan y agrian su crítica con cargadas, no contra lo que dice sino contra lo que no dice. En su alegato libertario por las drogas, su estrategia es invencible; frente a los enemigos del comercio, sin embargo, ofrece flancos vulnerables. Muchos. Su defensa y elogio del mercado libre y el comercio sin restricciones ideológicas suele ser de sentido común, adobado con suficiente calidad intelectual y estrategia literaria; y en mayor medida, sus diatribas contra quienes restringen y quieren controlar al comercio son estupendas, divertidas y convincentes. Pero parece tundir enemigos ya

El autor de Historia de las drogas.

vencidos desde el prólogo y se extiende apaleando cadáveres, dejando una sensación de maniqueísmo en su lector. Se entiende: la historia es larga y atestada de instancias enemigas del mercado. Las drogas fueron su investigación sobre el cuerpo y la sustancia, y el comercio es el estudio de la actividad humana con sustancias de dos tipos: objetos y una clase de símbolo: el dinero. Sus críticos insisten en dos puntos: uno, que no hace la crítica moral de las sociedades favorables al comercio, y que éstas han sido muchas veces crueles. Dos, que deja sin investigar y apenas menciona otros periodos de la historia. Cierto y cierto. La segunda se contesta sola: no hay libro que lo explique todo. La primera, sin embargo, es falaz. Es verdad completa que las sociedades liberales y las afectas a la libertad de mercado pueden, como han solido, ser crueles, injustas, horrendas. Pero también han podido no serlo. Del otro lado, todas las sociedades que han hecho la guerra al comercio también han sido injustas, crueles y horrendas. Mejor el camino arriesgado que el camino imposible. Escohotado no ha escrito un manual de santidad. Y aquí concurre un punto determinante de todos sus libros: siempre halló que la libertad era hermana siamesa de la responsabilidad, y es el punto también de su alegato por las drogas: el yonqui no es aquel a quien las drogas le quitaron la libertad, sino aquel que se asió de la sustancia para rehuir la libertad y la responsabilidad. Y lo mismo dice respecto del comercio. Antonio Escohotado murió hace seis meses. Ojalá nos siga incomodando durante décadas.

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