Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE
PENSAMIENTO
FERNANDO ZAMORA
JULIETA LOMELÍ
Jafar Panahi: una cumbre del cine iraní
El camino hacia Richard Bernstein
Foto: Jafar Panahi Films Productions
Foto: Círculo de Bellas Artes
SÁBADO 30 DE JULIO DE 2022 AÑO 19 - NÚMERO 998
Tomás Eloy Martínez y el mito de Santa Evita Carlos Puig/ FOTOGRAFÍA: AP
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ANTESALA
30 DE JULIO 2022
EN EL BANQUILLO
Pastiche
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TEDI LÓPEZ MILLS
n “La caleta”, poema que escribió Elizabeth Bishop por su cumpleaños 37 en 1948, el agua es tan diáfana, tan delgada cuando se retira la marea que sobresalen e incluso relumbran los filamentos blancos de marga, casi en migajas, y los barcos lucen secos, los pilotes áridos, como si fueran cerillos. Baldía, el agua no moja nada ni se deja absorber. Apenas existe en esa mordida de piedras y de espuma en la costa, como el color exiguo de la flama muy baja en el quemador del horno; azul y vacilante, a punto de apagarse. Quizá pronto se empiece a percibir un tufo a gas, la muerte lenta del fuego antes de la explosión. Aunque nunca ocurra y solo se imagine en este paisaje de arpones, garfios, anzuelos esparcidos en la arena, donde una “draga ocre” sigue laborando a solas, monótona —no sabe hacer otra cosa— y los pelícanos se estrellan como zapapicos en la superficie del mar gris sin ganancia alguna en sus sacos a la hora de reemerger, y las fragatas surcan “corrientes impalpables” con sus alas tensas, en forma de tijeras, y se elevan en sus propias espirales de velocidad y de altura. “La caleta está regada de viejas correspondencias”; glare rima con Baudelaire, y en el octavo verso del poema aparece una ominosa marimba. “Clic, clic”: suena la draga que extrae rocas del fondo. Pensar con los sentimientos es uno de los propósitos de la poesía, según Bishop; también abrir boquetes, dejarlos vacíos, decorar los bordes con encajes invisibles, discontinuos, una aguja en la mano izquierda y el hilo entre el pulgar y el índice de la mano derecha buscando el sitio preciso del ojo para insertarse y salir del otro lado, extenderse en un espacio diminuto con leves jaloneos hasta que las costuras se cierren en la tela nueva que cubre el hoyo y lo disimula. Bishop compara las lanchas pequeñas que se apilan unas contra otras después de la borrasca con sobres rasgados de cartas, aún sin respuesta. Según ella, la felicidad depende en gran parte de la suerte y, añadiría yo, de las expectativas, que deben mantenerse en un mínimo, no subir nunca más allá del nivel de burbuja, por decirlo de alguna manera que resulte al menos enigmática. Supongo que alguien acabará por recoger los escombros que se amontonan en la caleta y los echará en algún tiradero lejos de cualquier intrusión marítima. Los sentimientos, en cambio, se seguirán arrumbando, deformando, diluyendo en el mejor de los casos; o se convertirán en palabras, actitudes, gestos, ademanes seguramente ingratos para el prójimo. Tienen mala fama y rara vez son objetivos. Yo observo los míos con cuidado; cuánto medran, se atoran, se repiten. Son ruedas que se atascan en el lodo o láminas acanaladas, sueltas, que se azotan contra el muro de la última casa en la playa. El efecto es acumulativo; nunca absolutorio. Pasado mañana, en el Canto XIV de mi Comedia apócrifa, cerca de las ocho de la noche, pondré tu lugar en la mesa: la copa roja en una esquina del mantel verde, como siempre. Y una vela para mí.
Yo observo mis sentimientos con cuidado; cuánto medran, se atoran, se repiten
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Tres caras. Dirección: Jafar Panahi. Irán, 2018.
HOMBRE DE CELULOIDE
El otro Irán FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA JAFAR PANAHI FILMS PRODUCTIONS
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n el cine iraní la contención de recursos no debe pensarse como carencia. Todo lo contrario. Los recursos se contienen pues, aunque faltan grúas y máquinas para hacer llover, lo que sobra es imaginación. Tres caras de Jafar Panahi (disponible en Amazon Prime) no es la mejor película iraní, pero vale la pena de ver porque es profunda, imaginativa y, sobre todo, reflexiva en torno al sentido de hacer arte cuando en ello, en ser artista, uno se está jugando la vida. Como se sabe, Irán es uno de los países con mejor cine en el mundo. He aquí una buena razón para que todo cinéfilo ponga en duda la propaganda occidental que se nos espeta regularmente en torno a este país orgulloso. Es cierto: el gobierno ha prohibido filmar a uno de sus creadores más importantes: Jafar Panahi. Y también es cierto: censurar a un disidente resulta indefendible, tanto en Teherán como en Occidente, donde recientemente se boicoteó una película sobre Assange. Hablar de cine iraní es hablar de toda una tradición. Del tamaño de la que tuvo en su momento el cine francés o el cine soviético. Se trata de movimientos promovidos desde el gobierno que buscan mostrar al mundo que hay formas distintas de hacer arte. La película fundacional
sobre la que está basada la tradición del cine posrevolucionario iraní es ¿Dónde está la casa de mi amigo?, dirigida en 1987 por Abbas Kiarostami. Como se recordará, por aquellos años Estados Unidos y sus aliados occidentales organizaron una guerra fratricida entre Irán e Irak. ¿Dónde está la casa de mi amigo?, en modo inteligente y sin meterse en demasiadas honduras, tocaba de modo tangencial este conflicto que dejó millones de heridos y muertos con la finalidad de vender armas a uno y otro bandos. ¿Dónde está la casa de mi amigo? inaugura la contención de recursos que es desde entonces la signatura del cine de Irán, un país islámico y socialista. En este contexto, surge Jafar Panahi. Seguidor de Kiarostami por el amor a la humanidad y por una esperanza que parece más bien necedad, Panahi ha seguido el derrotero de muchas de las grandes revoluciones fílmicas en la historia del mundo. En efecto, si el realismo soviético llegó a un punto en que utilizó sus técnicas y temáticas para
Irán está lejos de ser todo aquello que los medios occidentales nos quieren vender
criticar al régimen, y si el propio Hollywood ha usado sus recursos para criticar al imperialismo (valga recordar quiénes son los malos en ese pastiche impresentable que los fanáticos llaman Star Wars), el cine emergido de la revolución iraní ha puesto en duda al movimiento que la puso en marcha. En el camino ha producido obras excepcionales desde todos los puntos de vista. En ellas hemos visto cómo viven y trabajan las mujeres de este país, cómo sobreviven los actores interpretando teatro clásico y el resquemor que, a la mayoría de la población, le produce el imperialismo estadunidense. Panahi es, sin embargo, uno de los autores más irritados. Habiendo participado en una manifestación contra el régimen, se le prohibió hacer cine. Y él ha seguido haciéndolo, pero cada vez con menos recursos. Tres caras cuenta una historia de viaje. Un director recorre Irán junto a cierta actriz vieja para investigar un suicidio. Y, en efecto, la película es claustrofóbica, pero vale la pena el esfuerzo de ver que Irán está lejos de ser todo aquello que los medios occidentales nos quieren vender. Es un país que quiere vivir en paz, un país en donde el arte impulsa la vida de hombres y mujeres y donde autores como Panahi siguen luchando por hacer que se escuche su voz.
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ANTESALA
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ESCOLIOS
POESÍA
Los pájaros del amanecer hacen tal algarabía
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Autofagia ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
VÍCTOR GAVIRIA
Los pájaros del amanecer hacen tal algarabía, como ahogados y emocionados por la luz del día, esa luz que es rosada en verano, y gritan y pían de una forma desordenada, fuerte, como enloquecidos por las ideas que el día les da de pronto. Hacen planes, dicen algo al volumen más alto, trazan rutas, se reparten los árboles, organizan los trabajos, hacen discursos para tomar ánimo, y de pronto viene un silencio largo, una hora después, cuando ya el día es un hecho y el sol comienza su baile lento a través del cielo. Esas alegrías locas tienen que ver con el amor, tienen que ver con los deseos de los que apenas se despiertan en sus camas, son deseos futuros de los que van a encontrarse, de los que no saben que van a desearse y conocerse en las calles. Son los pregones y los clarines de los amores del día, que se anuncian como bandos de guerra del amor. Además de crear películas emblemáticas del cine latinoamericano, como La vendedora de rosas y Rodrigo D. No futuro, Gaviria ha escrito a la par una obra poética que inicia en 1978 con el libro Con lo que viajo sueño, al que le sigue La luna y la ducha fría en 1983. Este poema pertenece a Toda historia es de amor, su título más reciente.
EX LIBRIS
El rey ciego/ EKO
L
@Sobreperdonar
as utopías totalitarias constituyeron un fenómeno de encantamiento colectivo, al que sucumbieron muchas de las mentes más brillantes de su época. En las primeras décadas del siglo pasado, estas utopías se encomendaron a sí mismas la tarea de aterrizar el paraíso y asumieron competencias universales, que acaparaban desde el dominio económico hasta el espiritual y estético. En efecto, el estalinismo, el fascismo y el nazismo buscaron, aparte de abrogarse las tareas habituales del Estado, inducir la ciencia, regir la cultura y, en general, abducir las almas para salvarlas. El síndrome de Caín y la autofagia estuvieron siempre presentes y los déspotas que administraban estas fábricas de la esperanza no solo eliminaron enemigos, sino que suprimieron a muchos de sus compañeros de ruta y partidarios más fervientes. En su monumental Terror y utopía. Moscú en 1937, el historiador alemán Karl Schlögel se enfoca en la capital rusa durante la conmemoración del vigésimo aniversario de la Revolución de Octubre. Esta efeméride se desarrolló entre acontecimientos polares: un crecimiento urbano espectacular; una vida cultural con grandes compositores, orquestas y compañías de danza; una imponente producción cinematográfica; un sorprendente auge del jazz; hazañas de aviación y un moderno transporte subterráneo y, al lado de esto, las hambrunas, el hacinamiento, la ineficacia productiva y, sobre todo, el “gran terror”, esa epidemia de represión que acabó con millones de vidas. A través de la agitada agenda de ese año en Moscú, el autor ofrece una visión de las contradicciones de esa modernidad forzada y una evaluación del costo humano que, hasta ese momento, implicó el sueño de perfeccionamiento material y moral. Para 1937, Moscú era una metrópoli modernizada de acuerdo a la megalomanía estalinista que buscaba representar una humanidad remozada; sin embargo, detrás de esa escenografía, y con el fin de asegurar lealtades en las elecciones de ese año, se llevaba a cabo una de las purgas políticas más vastas y sanguinarias que se recuerden. En ese lapso se aprisionaron más de 2 millones de personas, de las cuales unas 700 mil fueron asesinadas (lo que tuvo como consecuencia práctica dejar de publicar el directorio telefónico de la ciudad). Además de los espectaculares juicios públicos de conocidas figuras, la demencial purga incluyó una vasta y anónima tarea de exterminio. En esta circunstancia, las conexiones sociales se trastocaron, los ciudadanos se convirtieron en celadores y delatores y el clima de paranoia y simulación se generalizó. La perspectiva panorámica de las más diversas esferas, desde la oferta cultural, la propaganda, el arte y la vida cotidiana hasta el contexto geopolítico y las intrigas partidistas permite apreciar la complejidad de esa época de vértigo y pavor. Con pulso de novelista, el autor recrea ambientes y personajes, enlaza el detalle pintoresco con la pesadilla y une las vidas comunes con el doloroso bronce de la historia.
El estalinismo, el fascismo y el nazismo buscaron abducir las almas para salvarlas
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DE PORTADA
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Ante el estreno de la serie de televisión insp cadáver de Eva Perón, recuperamos una cha Martínez realizada en 1995 tras la publicación
“Argentina necesitaba que le dev CARLOS PUIG FOTOGRAFÍA AP El escritor y periodista, autor de El vuelo de la reina.
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escritor, per dictadura a ta introduc tos Oficios a escribir e 1961 y lo te tardé tres a de 1961, un en 1966. De ese cuento r rico que tod ban y que la ducía era, en El episod cadáver em escondido p militares ar a Juan Dom conversació cuenta a Wa el cadáver d cuencias En bres r supo q Koenig mi m h d su con pos e Déc ginas de Santa Ev más traduc en español toria con m ejemplares dice: “A Rod en el camin lugares don cuerpo) y m Santa Evita Tomás E Tucumán y ratura y el p con excepc países, incl dor de múlt
pirada en el destino del arla con Tomás Eloy n de su novela Santa Evita
volvieran un mito”
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odolfo Walsh, eriodista, asesinado por la argentina, contó en la noctoria de su libro de relaterrestres que comenzó el cuento “Esa mujer “en erminó en 1964 “pero no años, sino dos días: un día n día de 1964”. Lo publicó ecía también Walsh que refería un episodio histódos en Argentina recordaa conversación que reproen lo esencial, verdadera. dio era el deambular del mbalsamado de Eva Perón por muchos años por los rgentinos que derrocaron mingo Perón en 1955. La ón es con el coronel que le alsh que él fue quien sacó de Argentina y las conses que eso tuvo en su vida. el cuento no hay nomreales pero después se que el militar era Moori g, jefe de la inteligencia ilitar argentina, el primero al que se le ordenó hacer desaparecer el cadáver y quien al final de u vida estuvo obsesionado n el cuerpo… o los cuerembalsamados. cadas después, en las páe “reconocimientos” de vita, la novela argentina cida y una de las novelas l más vendidas de la hismás de diez millones de s, Tomás Eloy Martínez dolfo Walsh, que me guio no hacia Bonn (uno de los nde estuvo escondido el me inició en el culto de a”. Eloy Martínez nació en y dedicó su vida a la liteperiodismo, que ejerció cional talento en varios luido México. Fue ganatiples premios, profesor
y visitante de varias universidades del continente. Murió en Buenos Aires en 2010 a los 75 años. En 1985 Tomás Eloy Martínez había publicado La novela de Perón, que contaba la historia del líder argentino y ahí había hecho referencia a la versión que contaba Walsh de su conversación con Koenig. Pero en junio de 1989 dos oficiales del Servicio de Inteligencia del Ejército y un exembajador militar en España lo citaron en un café de Buenos Aires. Querían “corregir”, dijeron, algunos datos de La novela de Perón relacionados con el cadáver de Evita. Los oficiales del Servicio le contaron que habían formado parte del grupo que secuestró y ocultó el cadáver durante 16 años. De esa conversación nació la idea de escribir Santa Evita, según me lo contó Tomás Eloy Martínez en una entrevista para la revista Proceso en 1995. “Ese diálogo que se narra (con todas las libertades que suelen tomarse en las novelas) en el último capítulo de Santa Evita fue el origen del libro. Lo demás es recreación del mito, reconstrucción de leyendas sueltas. Voy a dar un ejemplo. Según los oficiales del Servicio, jamás se hicieron copias del cadáver de Evita. Pero cuando el cuerpo estaba enterrado, en Milán, la viuda del coronel Moori Koenig vio el cadáver en Bonn. ¿Cómo conciliar esas versiones contradictorias? En Santa Evita elegí una de las dos, la de la viuda, a tientas, por instinto. Los oficiales del Servicio, que leyeron la novela, me dijeron: ‘Su relato es verosímil, pero no es verdadero. Jamás se hicieron copias del cuerpo. La viuda de Moori Koenig jamás pudo haber visto un cadáver que ya estaba enterrado’. “Sin embargo, durante una de las presentaciones del libro en Buenos Aires, un escultor se puso de pie y contó, con lujo de detalles, cómo había colaborado en la ejecución de las copias con un artista italiano, cuyo nombre dio. Lo que hice fue imaginar un dato que luego, según otros, coincidía con la verdad. Esa es, quizá, una de las mejores gratificaciones de la ficción
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Su muerte fue una tragedia colectiva. Entre mayo y julio de 1952 hubo misas a diario histórica: que sigue reescribiéndose en la realidad. En Santa Evita, a la inversa de La novela de Perón, no tengo el menor interés en respetar los documentos. Lo que hago es crearlos”. Aquel dialogo que inspiró la novela está narrado en el último capítulo de Santa Evita. El autor cuenta que estuvo tres años rumiando aquello que le habían contado en oposición a lo que ya sabía y había investigado hasta que “Hubo un momento que me dije: si no la escribo, voy a asfixiarme. Si no trato de conocerla escribiéndola, jamás voy a conocerme”. ¿Por qué si tenía toda la investigación periodística había decidido hacerla una novela?, le pregunté a Tomás Eloy Martínez hace 27 años. “Soy un novelista —me dijo—. Soy un periodista. Hace más de 30 años que navego en esas dos disciplinas, sin haber traicionado jamás ninguno de los dos lenguajes. Santa Evita se declara como novela porque es una novela, con todo lo que eso significa. A fines de los años cincuenta y a comienzos de los sesenta, tanto en Estados Unidos como en América Latina, cobró fuerza —en textos como Cuando era feliz e indocumentado de Gabriel García Márquez, El combate de Norman Mailer y A sangre fría de Truman Capote— una corriente narrativa que aplicaba las técnicas de la novela a los relatos periodísticos. Santa Evita trata de invertir esa ecuación: aplicar a la novela las técnicas del periodismo. No trabaja sobre la verdad, sino sobre lo verosímil, o, si prefieres, establece una verdad que está, solo, dentro del texto. Es el lector quien supone que la narración es verdadera”. La novela cuenta los 22 años que el cuerpo de Evita estuvo oculto y al mismo tiempo cuenta su historia y
la de aquellos tiempos argentinos. Cuenta la historia de la maldición que cae sobre aquellos que se dedicaron a esconderla y de un misterioso comando que aterroriza a los militares que se la han llevado. Es la historia también del embalsamador obsesionado con el cuerpo porque está convencido que ha creado una obra maestra por órdenes de Perón y por supuesto de Moori Koenig que, si creemos a Rodolfo Walsh, y no encuentro por qué no, le habría dicho: “Es mía…Esa mujer es mía”. Pero es, sobre todo, la historia de un pueblo que, confundido después de la muerte de su benefactora, su heroína, casi su diosa, camina sin esperanza bajo la bota de una dictadura. Para Tomas Eloy Martínez, el periodista, la novela también era un mensaje para una Argentina que en 1995 vivía una recesión económica con niveles de desempleo enormes bajo el segundo mandato de Carlos Menem. Eva Perón —me dijo Tomás Eloy Martínez aquel año— es un mito que puede ser leído mucho mejor que Gardel, que Perón y que Maradona, como la metáfora de un país que soñó con la grandeza hace más de medio siglo y que ahora está lamiéndose las heridas de la corrupción, de la frivolidad, de la opresión, de la injusticia. “La suerte de mi país me produjo indignación durante mucho tiempo, y sobre esa suma de desgracias escribí; contra ellas luché. Ahora me da tristeza. Estamos en el centro de un pantano, y cuanto más tratamos de acercarnos a la orilla, más nos hundimos. Argentina hoy (1995) es un país tan desilusionado, que pensé que era necesario devolverle algún mito, alguna ilusión, alguna esperanza; de ahí salió Santa Evita”. Eva Duarte conoció a Juan Domingo Perón en 1944, cuando tenía 25 años, en Buenos Aires, a donde había llegado diez años antes para ser actriz. Perón tenía exactamente el doble de años que ella. Se casaron un año después. Eva Perón continuó actuando y apareciendo en el teatro, el cine y la radio. En 1946 Perón llegaría a la presidencia después de una campaña electoral en la que Evita fue figura principal en un país donde las mujeres no tenían derechos políticos. En los años siguientes el trabajo político de Evita fue fundamental para lograr que las mujeres argentinas votaran y tuvieran derechos, fundó un partido solo de mujeres y se metió en la lucha sindical. En el mundo era recibida como una estrella. Pero pocos años después, apenas a los 33 años, moriría víctima de cáncer cervical. Recuerda Tomás Eloy en Santa Evita que Gardel murió a los 44 años y el Che Guevara cuando no había cumplido los 40. Y escribió: “Pero a diferencia de Gardel y del Che, la agonía de Evita fue seguida paso a paso por las multitudes. Su muerte fue una tragedia colectiva. Entre mayo y julio de 1952 hubo a diario centenares de misas y procesiones para implorar a Dios por una salud insalvable. Mucha gente creía estar presenciando los
primeros anuncios del Apocalipsis. Sin la dama de la esperanza, no podía haber esperanza. Sin la jefa espiritual de la nación, la nación se acababa. Evita y la Argentina pasaron más de cien días muriéndose. En todo el país se alzaron altares de luto, donde los retratos de la difunta sonreían bajo una orla de crespones” (Capítulo 8). En Santa Evita, el personaje real (e histórico) de Eva Perón recoge todos los mitos que su cuerpo, su historia, fueron inscribiendo en la imaginación popular de Argentina, como un tatuaje. Es —y la novela lo dice más de una vez— un proceso de reconstrucción del mito. Dijo el novelista: “Santa Evita intenta responder a preguntas que la gente común de Argentina se formuló durante mucho tiempo. ¿Perón quería a Evita? ¿Evita amaba a Perón? ¿Fue el cantor Agustín Magaldi quien llevó a Evita a Buenos Aires, cuando ella tenía 15 años, o ella viajó sola? ¿Por qué, luego de reunir a casi dos millones de personas en una concentración popular para ser proclamada candidata a la vicepresidencia de la República, Evita no apareció durante más de media hora y luego, cuando apareció, dijo que no podía aceptar la candidatura por la cual había luchado más de seis meses? Las respuestas que ofrece Santa Evita son dibujadas, escritas, como respuestas verdaderas. Pero no siempre lo son. O no lo son en el sentido en el que un historiador convencional entiende la verdad”. Ahora todo esto es una serie de televisión. Desde hace 27 años, cuando una tarde Julio Scherer me llamó a su oficina para entregarme la novela y me apuró a que la leyera para entrevistar a su autor, la tengo como una de esas que vuelvo a releer. Mi hábito de regalarla se ha interrumpido porque desde hace mucho tiempo no hay ejemplares en México. La que considero una de las mejores novelas en español en las últimas décadas no puede leerse. No he visto la serie. No sé cómo habrá resuelto tanta magia, tanta literatura en unos cuantos episodios. No sé aún si me atreveré a verla. Me digo que la serie y su vasta promoción son una especie de tardío reconocimiento a una gran novela. Aquellos no eran tiempos de tantos premios y Santa Evita no obtuvo ninguno, solo millones de lectores. Tomás Eloy Martínez ganaría el Premio Alfaguara seis años después con El vuelo de la reina. No tengo claro qué pensaría el autor al que en 1995 le pregunté qué pensaba del temprano éxito de Santa Evita: 55 mil ejemplares en unos meses. Me dijo que no le gustaba hablar de eso. “Soy provinciano —respondió—, del norte de la Argentina, donde la modestia es un rasgo de buena educación”.
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PENSAMIENTO
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RETRATO
Richard Bernstein: un camino y no un puente Recordamos al filósofo estadunidense, figura clave del pragmatismo, quien murió el pasado 4 de julio
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ichard Bernstein ha muerto y, como todo sol que brilla demasiado en la actual constelación —a mi gustomuyopaca—del pensamiento contemporáneo, habría de cumplir su ciclo, fundiéndose para siempre, pero dejando tras su paso una estela de ideas filosóficas que podemos recuperar para conmemorarlo. Pero no consideremos la filosofía de Bernstein como esas teorías inalcanzables, de raíces sepultadas en lo profundo del oscurantismo académico. La obra de Bernstein es una filosofía viva, incluso cuando él interpreta a los clásicos o a los filósofos modernos. Bernstein hace magia, y su diálogo es con la realidad. Escapando del anacronismo, renueva a su manera a los autores con los que ha decidido dibujar algún tópico, incluso si eso significa cortar el follaje marchito que ha dejado el dogmatismo de la filosofía continental y analítica. Pero, aunque el multiverso bernsteniano abra la posibilidad de incluir dentro de su propio sistema a múltiples pensadores, teorías y tradiciones, eso no significa que nuestro autor sea —como se ha referido en tantas ocasiones a él mismo— un “filósofo puente”. Dicha acepción me parece reduccionista ante la vastedad y originalidad de su obra. No estoy de acuerdo con eso que Santiago Rey, uno de sus alumnos cercanos, ha publicado al respecto. No es que “los puentes de Bernstein conecten pensadores y tradiciones distantes, regiones, sentimientos y experiencias”, ni tampoco me parece que su labor intelectual tenga como propósito principal —como escribe Rey— tejer “relaciones entre la filosofía analítica y la continental, entre el norte y el sur, entre disciplinas académicas distantes, entre el pasado, el presente y el futuro”. Su meta no era la de volverse un relacionista o publicista intelectual de ideas ajenas, sino ser el representante de una tradición. Bernstein se mueve en la dirección del pragmatismo filosófico que asume de manera original como un “pragmatismo falibilista”. Esto significa que su filosofía no es un circuito cerrado que no pueda convivir con la diferencia o la incertidumbre de ser superada por otros. Al mismo
JULIETA LOMELÍ @julietabalver FOTOGRAFÍA CÍRCULO DE BELLAS ARTES
El autor de El mal radical y Freud y el legado de Moisés.
tiempo que construye sus postulados y reflexiones desde la apertura y la tolerancia al escrutinio de quienes lo estudian, y por lo tanto que no tema a la posibilidad de que sus tesis puedan ser contradichas. Para Bernstein, la apertura al falibilismo debería de ser la actitud que todo intelectual o filósofo habría de cultivar como condición primera para el desarrollo de su pensamiento. Un falibilismo pragmático significa ir contra la ambición de construir valores y verdades dogmáticas e inalcanzables, que han sido el germen de las grandes catástrofes del pasado. El falibilismo nos ayudaría a deconstruir esas certezas que han violentado la pluralidad humana. Mientras que el pragmatismo nos hará enfrentar los conflictos actuales sin acudir a la repetición del pasado, entreverando alternativas viables y aterrizadas al contexto práctico y presente en el cual se anuncian nuevos retos. Sobre ello, escribe Bernstein
Su meta no era la de volverse un relacionista sino el representante de una tradición
en Filosofía y democracia, refiriéndose a las ideas de John Dewey, quien pensaba que “la inteligencia no es una facultad: es un conjunto de disposiciones que implican imaginación, sensibilidad ante la complejidad de las situaciones concretas, conciencia de sus consecuencias, capacidad de escuchar y aprender de las opiniones de otros, así como una actitud experimental falibilista a la hora de intentar resolver problemas”. En este sentido, la sugerencia de Bernstein podría dar paso a un ejercicio crítico y antidogmático de la labor intelectual, pero también de las prácticas políticas que, al estar moldeadas a partir de una actitud falibilista, tendrían que sostenerse en una ética compasiva, que entienda que no somos iguales a los demás y que, a pesar de ello, logremos construir un Estado común, fundado en la empatía, la tolerancia y la igualdad. Comenta Bernstein en Encuentros pragmáticos que el pragmatismo “sostiene que todas las pretensiones de conocimiento son falibles y corregibles”. Esto que entendemos como falibilismo también puede ser tomado como “una actitud ética y política”, como
esa posibilidad de cultivar el criterio para comprender que hay personas e ideas que son “radicalmente diferentes a nosotros, y aun así tener el coraje y la humildad para ampliar nuestros horizontes a la luz de nueva evidencia y nuevos encuentros con otros”. Es así como más me gusta recordar a Richard Bernstein, como un filósofo que encontró en el desarrollo teórico de un pragmatismo falibilista la construcción realista de una ética práctica, una que atiende a las particularidades de los problemas concretos. Esa misma actitud pragmática y de autenticidad ético-política fue la que llevó al joven Bernstein, siendo aún estudiante de Yale, a unirse al Freedom Summer Project o al Mississippi Summer Project en 1964, para defender el derecho al voto registrando la mayor cantidad de votantes de la comunidad afroamericana, que entonces tenía prohibido votar. Bernstein no deja de narrar en reiteradas ocasiones la experiencia que tuvo en una de las reuniones convocadas para que los afroamericanos locales eligieran a sus delegados en el Freedom Democraty Party. Era esa primera “asamblea política, una asamblea abierta a todos los que quisieran asistir”, una que, como escribe el filósofo, recordaría toda su vida, “cuando en el futuro piense en lo que la democracia puede llegar a ser en concreto”. Bernstein no puede ser un “filósofo puente”, él mismo es el camino en el que otros habrán de construir puentes. Su pensamiento es la fundación de una tradición, de un falibilismo pragmático que se auxiliará del acervo necesario para dicho mérito. Bernstein mismo muestra su inconformidad en una conferencia reciente: “Algunos de los comentaristas de mi obra han caracterizado mi trabajo filosófico en términos de construir puentes entre la filosofía angloamericana y la filosofía continental, pero la verdad es que nunca he concebido el trabajo filosófico en estos términos. Ninguna orientación o estilo tiene el monopolio sobre el entendimiento filosófico. No había puentes por construir. Solo hay buena y mala filosofía, y hay bastante de ambas a ambos lados del Atlántico”.
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Y, además, en nuestra edición digital: Silvia Cherem: Olvidarás el fuego • Carlos Rubio Rosell: Hijos perdidos • Alfredo Cabildo: Nahui Olin de cuerpo entero • Silvia Herrera: Entrevista con Gonzalo Martré • Ángel Soto: Entrevista con Dahlia de la Cerda • José Juan de Ávila: Entrevista con Víctor Gaviria
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NARRATIVA, ENSAYO El enigma de las arenas
El caso de Alaska Sanders
POESÍA EN SEGUNDOS El parque de los perros
El rey Arturo VÍCTOR MANUEL MENDIOLA rmendiola54@yahoo.com.mx
E Robert Erskine Childers Zenda Edhasa/ Madre Editorial México, 2022 442 páginas
Joël Dicker Alfaguara México, 2022 496 páginas
Sofi Oksanen Salamandra España, 2022 416 páginas
Para un amante del mar como Arturo Pérez-Reverte, esta novela es “extraña, original y prodigiosa”, como anota en el prólogo. Si bien se le considera la primera novela de espías (y un aviso de la Primera Guerra Mundial), Pérez-Reverte ve este dato como algo secundario y valora a los jóvenes protagonistas de la historia.
El consagrado autor de thrillers entrega un nuevo enigma policial aderezado con numerosas vueltas de tuerca. El cadáver de una joven vuelve a reunir al escritor Marcus Goldman y al sargento Perry Gahalowood. La trama oculta de secretos y pistas falsas atrae también a una agente, empeñada en hurgar en el pasado de esa joven asesinada.
La conocimos por Purga y ahora entrega esta novela ambientada en la Ucrania empobrecida tras la extinción de la Unión Soviética. Sus protagonistas son dos mujeres que se enfrentan a la decisión de seguir rentando sus vientres para parejas que no pueden procrear. Con un realismo crudo, echa un desolador vistazo a la historia reciente de Europa.
Luna llena
Cien años de espías y drogas
Desigualdades sociales en México
Aki Shimazaki Tusquets México, 2022 176 páginas
Carlos A. Pérez Ricart Debate México, 2022 376 páginas
Juana Juárez y Antonio Zirión (coord.) Gedisa/ UAM México, 2022 232 páginas
La escritora japonesa ofrece una estampa acerca del amor que se redefine a sí mismo después de muchos años de camino. El escenario es un asilo adonde una pareja llega para disfrutar su vejez. El problema es que Fujiko sufre alzheimer y Tetsuo, su esposo, de pronto debe asumir la actitud de un joven enamorado para hacerla vivir su primer amor.
Un estudio ampliamente documentado sobre la intervención de algunas agencias estadunidenses en la lucha contra el narcotráfico en territorio mexicano. ¿Cómo operan? ¿De dónde provienen sus recursos y a quién rinden cuentas? Pérez Ricart no solo responde estas preguntas sino que traza una historia llena de claroscuros.
Para los responsables de este volumen, la desigualdad “no puede abordarse como un objeto de estudio convencional” ya que no es un objeto concreto, sino “una categoría de análisis capaz de establecer un orden relacional entre dos o más elementos”. La desigualdad social es el tema y se ha convocado a especialistas de diferentes disciplinas:
El placer de leer www.librotea.com
n tanto que la mayor parte de las publicaciones literarias prefieren, arrastradas por los medios, obras de carácter actual, patético y más o menos realista, otras pocas intentan hacer de lo quimérico y del pasado un punto de apoyo para intentar crear un espacio distinto de relectura y reflexión. Quizá por un efecto contradictorio, las sombras del tiempo pasado iluminan con más claridad que la luz del presente. Lo remoto puede mostrar, por comparación y en un salto epistemológico, lo auténtico. Así, en la recuperación de mitos o leyendas surge un poder comprensivo que nos abre los ojos. Una leyenda recurrente es la saga del rey Arturo, que ha vuelto a reaparecer bajo el nombre de Las crónicas de Excalibur (RBA, 2022). Este pequeño o enorme cuento no deja de ir y venir, en buenas o malas versiones. ¿Qué tiene de extraordinario? Su flagrante violencia física, sexual y familiar, ¿nos atrapa? Aunque esto es importante, quizá su atractivo radique en otra cosa: la experiencia de la búsqueda, presente en todo el ciclo de la leyenda, pero sobre todo en Lancelot del lago y, en especial, en La demanda del Grial. En la zaga artúrica hay, tanto en los versos de los romances de Chrétien de Troyes como en la minuciosa narrativa de la Vulgata, un ralentizar que nos sumerge en nosotros mismos y nos hace querer lo perdido e inalcanzable. Tal vez la razón por la que De Troyes ha sido considerado el primer novelista, siendo más que nada un poeta, provenga de esta búsqueda ralentizada en múltiples combates y en la servidumbre a carismáticas Damas. Con De Troyes no hallamos la puesta en escena de un fin trágico bien conocido. El enigma reside en la constante postergación de un anhelo, que además nunca es claro del todo, porque siempre es simbólico. Eliot echó mano del método mitológico y por eso entrelazó la leyenda artúrica con su poema La tierra baldía. En la introducción a las notas sobre el poema, T. S. Eliot declara que el título y el plan general de la composición “fueron sugerencia del libro de la Srta. Jessie L. Weston sobre la leyenda del Grial: From Ritual to Romance (Cambridge)”. De este modo, Eliot convirtió la seductora obra de la erudita inglesa y, con ella, el complejo e inmemorial origen de la leyenda normanda, griega y, tal vez, aria, en las claves de la comprensión de su poema. Las referencias al rey pescador, al soneto “Parzifal” de Verlaine y a los Upanishads no son alusiones gratuitas sino claves esenciales que transforman la esterilidad, la frivolidad sexual y la impotencia en un eje de la composición. A principios del siglo XX, Joyce y Eliot escribieron, en claroscuro, dos obras fundamentales de la modernidad, donde la gastada estética realista (a la que hemos regresado) cobraba nueva vida bajo la fuerza de la erudición y las analogías. Así, al volver a leer, en este método de superposiciones simbólicas e inversiones, el ciclo del rey Arturo y los complejos encerrados en él (la generosidad fruto de la maldad: Merlín; la pureza del adulterio: Lancelot y Ginebra; los hermanos incestuosos: Morgana y Arturo; la intensa pasión no sexual: Lancelot y Galahot; la impotencia y el reino devastado: el rey Pelés), ¿viajamos hacia atrás o hacia delante? ¿Corremos a un pasado primitivo e inverosímil o hacia a nosotros mismos?
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.
30 DE JULIO 2022
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TOSCANADAS
Sed DAVID TOSCANA
A
horaqueleonoticiasdemi regia ciudad sin agua me puse a pensar en la sed. La sed es siempre más apremiante que el hambre; entonces supongo que la sed de venganza será más intensa que el hambre de venganza. Una huelga de hambre se puede prolongar hasta dos meses; una de sed dura tres días, o menos, en la canícula. En mis caminatas bajo el sol en torno a los cuarenta grados, pocas imágenes me parecen tan atractivas como un grifo sirviendo una cerveza espumosa y bien helada en un vaso. Por eso suelo darle la espalda a las recomendaciones de expertos cerveceros sobre la temperatura ideal a la que debe beberse una cerveza. Primero, porque esas teorías vienen de mundos fríos, y no toman en cuenta que en tierra caliente el placer de la heladez supera al del aroma; segundo, porque tales consejos valen para una cerveza de monje trapista, pero parecen excesivos cuando bebemos
una estandarizada y desangelada cerveza industrial de las omnipresentes Heineken o Carlsberg. En las antiguas crónicas militares, con frecuencia se hace referencia a la necesidad del agua para proveer a los ejércitos. Las rutas debían estar bien planeadas, no para llegar antes, sino para poder beber en el camino. Había que sopesar bien el riesgo de un atajo desértico. Heródoto cuenta que las huestes de Jerjes eran tan numerosas, que en su camino hacia Grecia secaban los ríos a su paso. Apiano escribe que los enemigos de Escipión bloquearon un paso al río y éste hubo de tomar una “ruta más larga y menos propicia para las emboscadas, haciendo el viaje de noche a causa del calor y la sed, y cavando pozos, la mayoría de los cuales resultaron ser de agua amarga. Logró salvar a sus hombres con extrema dificultad, pero algunos de los caballos y bestias de carga murieron de sed”. En las narraciones de Flavio Josefo,
la falta de agua es un elemento que con frecuencia decide el resultado de una batalla. “Cuando los samaritanos ya no tenían agua, sobrevino un terrible calor... Algunos murieron de sed ese mismo día y muchos prefirieron la esclavitud a esta forma de muerte y se entregaron a los romanos”. Muy famosa es la escena en la que Alejandro Magno avanza con su sediento ejército. A él le ofrecen un casco lleno de agua, pero la rechaza. “Si bebo yo solo, éstos flaquearán”. Ante tal muestra de entereza, sus soldados dijeron que no podían estar fatigados ni sedientos, pues no iban a considerarse simples mortales al tener un rey como Alejandro. Pero sin duda el pasaje más dramático sobre los efectos de la sed podemos leerlo en… Ahora yo tengo sed de espacio, porque el tema es amplio, intenso y bello en su horror, pero tengo los caracteres racionados, como a veces ocurre con el agua.
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BICHOS Y PARIENTES
La actualidad de Nerón
E
n las redes puede hallarse un cuento brevísimo y perfecto de Robert Graves: “La epopeya ya no está de moda” (originalmente publicado en The Shout and Other Stories). Interpreta las complejísimas y peligrosas relaciones de Nerón con Petronio y Lucano, pero, sobre todo, consigo mismo: “sus bromas sin gracia, su forma disparatada y divagante de hablar, su gusto tan tremendamente vulgar, su enternecedora compasión de sí mismo”. A Nerón lo gobernaban el resentimiento, la envidia, la presunción y ese inmenso y romo narcisismo que hicieron del emperador un vulgar, aunque eficaz, histrión, un rápsoda mediocre y un gobernante que prefería destruir aquello que debió admirar, solo por ser factura de otros. Este rasgo suyo se halla presente hasta en en esa boba acusación, falsísima, que lo coloca tocando su cítara (hay quien dice violín) mientras observa a Roma arder. Es calumnia respecto de los hechos, pero verdad por lo que hace a su carácter. Nerón no estaba en Roma durante aquel terrible incendio y la acusación se debe, probablemente, a un emplaste: había compuesto una epopeya sobre la devastación de Troya, que él mismo calificaba de “inmortal”. Es la sombra siniestra de la mitología: lo que hace el poder con sus acólitos. Y eso justamente es lo que anima a un libro sabroso de leer, como Nerón, de Edward Champlin (TurnerFCE, 2008): “Para Nerón no se trataba del arte por el arte. Utilizaba el escenario —no podría haber evitado hacerlo— como una plataforma para sus puntos de vista, presentados en
JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA MUSEO NACIONAL DEL PRADO
atuendo mitológico… El hilo conductor de los relatos representados por Nerón en el escenario, a veces cubierto con una máscara que exhibía sus propios rasgos, era la justificación de actos esencialmente injustificables. Nerón decía que, en un nivel más profundo, era inocente”. Curaba su popularidad entre la plebe ignorante, mientras se desvanecía su prestigio ante las milicias, el senado y los ciudadanos. Las situaciones apremiantes lo transformaban en un histrión cada vez más disparatado.
Lo gobernaban el resentimiento, la envidia, la presunción y un inmenso narcisismo
Revisar la historia es indispensable, pero igual lo es criticar al revisor. Tanto Champlin como, varias veces, Mary Beard interpretan de modo equívoco la conducción política de las ocasiones emergentes. Coinciden en señalar que, ante las crisis (que, por cierto, él mismo provocaba), la actitud de Nerón fue siempre un arrebato ridículo y una salida de la escena teatral más bien barata. Ya luego se resolvían las cosas según el orden impuesto por la ejecución o la burocracia imperial. Pero ambos historiadores titubean. A veces atribuyen a Nerón el talento político, y tienden a dejar de lado la estructura institucional de Roma. Como si dudaran de Suetonio o, peor, de Tácito: queda claro, según los grandes historiadores romanos, que Nerón era solo un vulgar ornato, capaz de
Efigie del emperador Nerón, de autor anónimo (siglo XVII).
escándalo, pero la resolución de entuertos era acción de las instituciones: el ejército, el senado, la administración. Son pocas las críticas que se pueden hacer a Champlin o Beard, pero la de atribuir al emperador las virtudes de las instituciones es la más notoria. Curioso sesgo, para autores que han atestiguado, en nuestra propia época, cómo la institucionalidad sirve, aunque sea un poco, para reparar los excesos del uso del poder. Por eso, por escueto y preciso, Suetonio sigue y seguirá siendo insuperable. En unos rasgos, relata a Nerón frente a la sublevación de Víndex, el jefe de la banda de los galos: “Dícese que al primer rumor de la sublevación concibió muchos proyectos atroces, enteramente conformes con su carácter… Pero abandonó estos proyectos, menos por arrepentimiento de haberlos concebido que por la imposibilidad de ejecutarlos. Creyendo al fin necesaria una expedición, destituyó a los cónsules y tomó él solo la autoridad de los dos, so pretexto de que era destino de las Galias el que nadie las sometiese sino él, con tal de que estuviese revestido del consulado. Haciendo, pues, que le trajesen los fasces, salió de la sala apoyado en los hombros de sus amigos, y diciendo ‘que en cuanto se encontrase en la Galia se presentaría sin armas ante las legiones rebeldes; que se limitaría a llorar delante de ellas; que un inmediato arrepentimiento le atraería a los sediciosos, y que a la mañana siguiente, en medio de la alegría general, entonaría un canto de victoria, que iba a componer en el momento’ ”. Tal cual, los antecedentes clásicos, que dijéramos: “abrazos, no espadazos”.
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