Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE
EL ATLAS DE PANDORA
FERNANDO ZAMORA
IRENE VALLEJO
Joachim Trier: Amar a Oslo
Y en cambio tú... Foto: Oslo Pictures
SÁBADO 6 DE AGOSTO DE 2022 AÑO 19 - NÚMERO 999
Releer a César Vallejo: los cien años de Trilce Miguel Ángel Zapata, Carlos Aguirre y Bill Fisher/ FOTOARTE: LUIS. M. MORALES
Ilustración: Román
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ANTESALA
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LA GUARIDA DEL VIENTO
Una trinidad borgeana
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ALONSO CUETO
orges es el nombre que le hemos dado a un universo infinito, fragmentario, en movimiento. Como con el río de Heráclito, sus lectores hemos sido transformados varias veces por sus textos. Querencias (FCE), de Efraín Kristal, nos provoca una nueva inmersión en esta lectura. Para Kristal, la traducción, la guerra y la filosofía son tres sustentos en la vida y la obra de Borges. A propósito de la traducción, Kristal recoge una frase que aparece en el diccionario de Oxford. Borges dice allí que “el original es infiel a la traducción”. Habiendo vivido en diferentes lenguas (el inglés de su abuela Fanny, el francés de su educación en Ginebra, las lenguas antiguas de sus estudios y lecturas), Borges crea un castellano que en cierto modo viene de los muchos idiomas de su juventud. Sus obras son “traducciones” de sus muchas lecturas. La experiencia de la guerra también tiene una raíz biográfica. El padre de Borges, Jorge, había concebido un paseo familiar por Europa antes de perder la vista, por una enfermedad congénita. El viaje que hizo la familia en 1914 debía durar dos meses. Al estallar la Gran Guerra, la estancia se prolongó durante siete años. El escritor fue al colegio en Ginebra y aprendió el francés. Durante ese tiempo, Borges conoció y tradujo a poetas expresionistas alemanes con ideas pacifistas. Muchas ideas de la mitología borgeana, entre ellas el coraje, el honor y la lealtad, tienen un contexto de guerra. Me llamó particularmente la atención una cita de un ensayo de Borges de 1945 que podría aplicarse al mundo de hoy: “Las dos doctrinas por la que están muriendo los hombres del siglo XX —nazismo y comunismo— son invenciones del siglo XIX”. En la sección dedicada a la filosofía, Efraín Kristal nos recuerda que para Borges ésta no es un conocimiento “claro y preciso” sino un conjunto de “dudas y vacilaciones”. Los relatos de Borges parten de una experiencia filosófica, incluso de una filosofía con la que no está de acuerdo o de la que recela, para construir una obra de ficción. Schopenhauer y Berkeley, con su visión de la experiencia de la voluntad como creadora de la realidad, han significado puntos de partida fructíferos en los relatos del gran escritor argentino. La idea de Nietzsche según la cual el olvido es necesario para la abstracción permite a Borges imaginar a Funes el memorioso. El capítulo final de este libro revisa los últimos cuentos de Borges: “El libro de arena”, “La memoria de Shakespeare” y “La rosa de Paracelso”. Kristal asegura que, en esa etapa final, Borges ya no pretendía ser el artífice de “Ficciones”. Solo intentaba construir su imaginario con una sencillez digna de sus lectores. En una entrevista con Antonio Carrizo, Borges diría: “Si la imaginación lo acepta, qué importa lo que la mera lógica diga”. La guerra, la traducción y la filosofía son aspectos de una indagación esencial en Borges: la relatividad de la experiencia, la ambigüedad de la vida. Es difícil pensar en una incertidumbre tan actual como esa.
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La peor persona del mundo. Dirección: Joachim Trier. Noruega, 2021.
HOMBRE DE CELULOIDE
Amar lo imperfecto
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA OSLO PICTURES
omo antes se viajaba en tranvía, comenta el personaje de Oslo, 31 de agosto (disponible en Mubi), todas sus calles están llenas de recuerdos. Otro dice en La peor persona del mundo (disponible en Amazon): ¿sabes?, te voy a confesar un sucio secreto: me gusta el proyecto de remodelación de Bjørvika. ¿Y por qué va a ser un sucio secreto?, pregunta ella. Porque todos creen que es horrible. En Reprise (disponible en Mubi), un joven escritor que ha comenzado a ganar fama descubre algo. Y escuchamos: una idea comenzó a tomar forma en su cabeza: tenía que dejar Oslo. En un par de secuencias lo vemos volver. Oslo en estas tres obras es como las mujeres del protagonista (siempre el mismo actor, aunque con historias distintas): ni demasiado hermosas ni demasiado talentosas, pero nos llenan de afecto. Reprise, Oslo, 31 de agosto, y La peor persona del mundo son como una enorme carta confesional. Un elogio a la nostalgia que produce en Joachim Trier, el director, esta ciudad a la que ama sin por qué. Y es que sin por qué se enamoran estos personajes. De mujeres que no son ni hermosas ni talentosas, pero producen en ellos el deseo de vivir en Oslo. Y morir. Juntas son una obra maestra, pero si uno
decidiese, por ejemplo, verlas a partir de La peor persona del mundo, podría confundirse. Creer que el tono aparentemente ligero está tratando de producir en el espectador ese engendro de cine comercial que llaman “comedia romántica”. En cambio, si uno ha tenido la fortuna de conocer las pretensiones literarias y afectivas de los protagonistas de Reprise sabrá que a veces el director tiene la elegancia de burlarse de sí mismo. Y eso que estamos hablando de uno de los autores más celebrados de la región. Y eso que, muy joven, llegó a ser sujeto de tesis doctorales con títulos rimbombantes: “Del tiempo en la obra de Joachim Trier”. El director toma distancia de sí mismo porque sabe que, ante Oslo, como ante cualquier amor auténtico, uno no tiene que explicar demasiado. Es suficiente con aferrarse al afecto sin buscar en lo poético de manual. Bastan ciertos paisajes urbanos, ciertos cafés y librerías. Las conversaciones que en ellos tienen lugar disuelven la contradicción de quien ama en
El director toma distancia porque sabe que, ante Oslo, uno no tiene que explicar demasiado
su ciudad ciertos lugares sorprendentes. El punto del eco, por ejemplo. Porque, claro, al mismo tiempo Trier debe reconocer que su ciudad está llena de hombres y mujeres frívolos, insensibles, clasistas y, en suma, ridículos. Nada que impida a un hombre sensible padecer eso que, en portugués, llaman saudade; la nostalgia que sentimos por un recuerdo inaprensible, un paisaje que conmueve u horroriza y que no podemos aprehender porque siempre es distinto, porque lo que nos hace sentir siempre se nos escapa. Si uno viera La peor persona del mundo sin conocer antes a los personajes que interpreta Anders Danielsen Lie en Reprise o en Oslo, 31 de agosto, uno podría pensar que está ante un trasnochado imitador de Woody Allen y no frente al artista nórdico que no tiene empacho en revelar sus influencias: Tor Ulven y la cantante de jazz Silje Nergaard unidos en un hipotético escritor que resulta incapaz de lidiar con la vida. Y no porque esta sea, como Oslo, especialmente hermosa sino porque es la suya, la de una infancia que ha dejado de existir, la de los amigos imperfectos y los amores avergonzados a los que uno quiere, sin embargo, volver para abrazarlos, olerlos y decir como dice Trier a esta ciudad: “eres hermosa”. Aunque sepa que miente.
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ANTESALA
6 DE AGOSTO 2022
POESÍA
Los perros EMILY ROBERTS
Los perros huelen la tristeza pero no se la comen a diferencia de cuando huelen el miedo y muerden quizá confundan miedo y tristeza, como yo: no saben a cuál hay que atacar. Este poema forma parte del libro Parliament Hill, publicado este año por Vaso Roto.
EX LIBRIS
El tormento del editor/ EKO
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LOS PAISAJES INVISIBLES
El verano del soul IVÁN RÍOS GASCÓN
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@IvanRiosGascon
n el verano de 1969, el Mount Morris Park de Harlem congregó a miles de asistentes a la fiesta de soul, funk, gospel, jazz y rythm & blues, organizada por y para la comunidad afroamericana de Nueva York, que estaba al borde del paroxismo por los turbulentos episodios sociopolíticos que amenazaban con resquebrajar al sistema yanqui. Entre los asesinatos de John F. Kennedy (1963) y de su hermano Robert (1968), de Malcolm X (1965) y de Martin Luther King (1968), la rebelión racial de Detroit (1967), la guerra de Vietnam y la pesadilla del gobierno de Richard Nixon, la población negra de la parte alta de Manhattan sorteaba una relación hostil con la policía y sostenía una lucha frontal con la miseria, el desempleo, la represión, el racismo y la drogadicción, porque esa zona marginal era el epicentro del tráfico y consumo de heroína de la isla. El Harlem Cultural Festival, como se llamó oficialmente a la serie de conciertos que sonaron en paralelo, y a 100 millas, de Woodstock, fue registrado en más de 40 horas de pietaje que, supuestamente, fue abandonado en un sótano durante cinco décadas, hasta que el dj, músico, productor y escritor Ahmir Khalib Thompson, conocido como Questlove, lo editó hasta reducirlo a solo dos horas, y bautizó como Summer of Soul (Or When The Revolution Could Not Be Televised), documental que obtuvo el Oscar. Tony Lawrence fue el productor y animador de las presentaciones de Stevie Wonder, B. B. King, Sly and The Family Stone, The 5th Dimension, The Chambers Brothers, Mahalia Jackson, Mavis Staples, The Edwin Hawkins Singers y Nina Simone, entre otros músicos, que aprovecharon el escenario para lanzar proclamas y plegarias contra la violencia y la segregación, así como para reivindicar las raíces africanas, la fe, e incluso, el legítimo uso de la violencia para alcanzar la libertad. Gospel y conciencia política fueron los puntos en común en aquel parque custodiado por los Black Panthers, donde la insatisfacción y el odio hallaron una válvula de escape, al menos momentáneamente, porque, como muestra el epílogo Summer of Soul, el festival terminaría, al día siguiente del último concierto, en la desmemoria colectiva. Y es que, si bien Questlove complementó el pietaje con los testimonios de Jesse Jackson y de Al Sharpton, ministros y activistas por los derechos de la comunidad negra, y con otros alegatos sobre la terrible situación de las minorías en Estados Unidos (el Harlem Cultural Festival reunió también a los portorriqueños, asiáticos y mexicanos, con quienes no solo compartían el gueto sino que tenían agendas en común), como memoria fílmica queda en puntos suspensivos. En aquel verano de 1969, el Apollo 11 llegó a la Luna y los afroamericanos protestaron por el dispendio millonario del gobierno estadunidense en aras de una hazaña insignificante pues, a sus ojos, ese dinero pudo ser un alivio a la pobreza, la educación y el derecho a la salud de la comunidad; en aquel verano, también, se percibían como parias de una sociedad racista y xenófoba sin una sola alternativa de futuro, y descreían de un cambio verdadero. El hombre negro de Harlem, en 1969, era el perfecto personaje de las novelas de James Baldwin. El mismo que, décadas después, resurgiría en el movimiento Black Lives Matter y la memoria luctuosa de Eric Garner (2014) o de Ahmaud Aurbery (2020) y, sobre todo, de George Floyd, asesinado por un policía en Mineápolis en 2020 . Quienes escucharon a Nina Simone entonar “To Be Young, Gifted and Black” en aquel distante Mount Morris Park de Harlem (hoy llamado Marcus Garvey, en honor al activista, predicador y periodista jamaicano), sabían que la vida tiende a la circularidad, y lo único que ignoraban, porque ni siquiera tenían derecho a imaginarlo, era que cuarenta años después, un Barack Obama llegaría a la presidencia. Aunque el tiempo, también circular, en 2017 le daría el relevo al supremacista blanco Donald Trump.
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Celebramos cien años de la publicación d que César Vallejo tradujo el dolor en expe
Trilce: nada claro, nad
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MIGUEL ÁNGEL ZAPATA FOTOGRAFÍA AUTOR ANÓNIMO
esde Los heraldos negros (1918), hasta sus poemas póstumos, la poesía de César Vallejo está marcada por cesuras e incógnitas, por derrumbamientos y elevaciones. No hay gran poesía sin elevación y Vallejo llega hasta la cúspide. No podemos hablar de un solo libro de Vallejo, sino de la obra poética de Vallejo. En Trilce (1922) el poeta obstruye adrede el entendimiento de sonido y sentido, y lo vuelve a hacer con persistencia en sus poemas en prosa. Observamos que es un ejercicio de reiteración. Su obra poética apuesta por el hábito de asestar contra un significado inmediato, lo cual no implica una oscuridad innata. Trilce nada contra la corriente: recupera lo perdido, la ruina, el desorden silábico, todo lo retoma con un discreto asombro. Al leer la poesía de Vallejo descubrimos que no es solo la exploración de la conciencia del lenguaje, tampoco la práctica de un objective correlative como proponía Eliot: su poesía se acerca más a las experimentaciones de Joyce debido a que contiene una letanía de voces, una corrupción reticente a elegir una forma fija de expresión. El sonido de su voz no imita el objeto que representa, lo transfigura oponiéndose a la filosofía de Leibniz. El mundo que mira y siente no es el mejor, en cambio, es un mundo que busca su centro en el espíritu y la memoria. Vallejo prueba la filosofía de Pitágoras, en el sentido de que el número es el principio de todos los sucesos. Toda gira en torno a una respiración numérica, desde el arquetipo de sus poemas hasta los descontentos con el Uno y Trino, y su predilección por la cópula del nueve. Casi todo
Trilce es numeral. El efecto Vallejo crea un modelo de rigurosidad en el lenguaje poético. Vallejo no creó una poesía del “lenguaje” sino, más bien, una poesía de la vida y por la vida. Por eso Trilce es claro, es turbio en ocasiones, pero a través de la presencia de la niñez y del hogar recrea un espacio distinto y único. En Trilce se reinventa la voz de la niñez y de la incertidumbre que crea un sentimiento temporal de abandono: “No me vayan a haber dejado solo,/ y el único recluso sea yo”. Estos temas aparecen en su primer libro y retornan constantemente a lo largo de toda su obra poética. Si bien en cada libro se altera el lenguaje y su modo expresivo, la presencia de la madre, por ejemplo, va a ser perenne y fundamental. Vallejo acoge, a través de su poesía, lo que va perdiendo: la madre, el hermano, la casa de la infancia. Uno de los poemas de Trilce que llega directamente al corazón es sin duda el LXV: “Madre, me voy mañana a Santiago,/ a mojarme en tu bendición y en tu llanto./ Acomodando estoy mis desengaños y el rosado/ de llaga de mis falsos trajines”. Sin utilizar —en este caso particular— un lenguaje retorcido, el poema fluye creando un raro espesor. La madre es su arco de asombro, y lo espera en el patio, aun estando muerta: Así, muerta inmortal. Así, Inmortal como la poesía, el silencio emerge en una coma, recuperando no solo una palabra, sino el sentido contradictorio de la vida. Vallejo escribe sobre el dolor y lo oscuro de su tiempo. Va contra la corriente. Giorgio Agamben afirma: “El poeta —el contemporáneo— debe tener fija la mirada en su tiempo”, y agrega que “todos los tiempos son, para quien experimenta la contemporaneidad, oscuros”. Contemporáneo es, justamente, aquel que sabe ver esta oscuridad, y que es capaz de escribir mojando la
El mundo que mira y siente no es el mejor, es un mundo que busca su centro en el espíritu
pluma en las tinieblas del presente. Para Agamben definitivamente es contemporáneo aquel que recibe en pleno rostro el haz de tinieblas que proviene de su tiempo. Vallejo, como un poeta contemporáneo, vio la oscuridad de su entorno, pero siempre alentando la esperanza a través de una ironía y crítica agudas. Muchos poetas han saboreado en vida la tiniebla, forman parte del arquetipo del dolor y el olvido. Sin embargo, no siempre centrándose en lo oscuro, la poesía avanza por su lado de sombra, pero también de luz. Trilce, nada claro, y nada turbio contra el tiempo. En poesía no todo es claro como el agua, lo sabemos. El lenguaje con su torre metálica de filtros se interpone con frecuencia en la sensibilidad y la elocución. Algunos poetas se quedan en la torre metálica echando solo humo, y buscando inútilmente la soledad del yermo. César Vallejo, en medio de la aparente dificultad de su discurso, con Trilce llega directo al corazón. Sabemos que contra viento y marea el gran poema contiene una belleza que nos paraliza, una emoción que nos hace dudar. Claro está, la belleza y su efecto de estremecimiento la producen el sonido y el sentido del poema. No es necesario perderse en un bosque sin salida: la literatura, la poesía, debe estar cargada de sentido, como pedía Pound, pero también de una compleja claridad. El gran poema guarda un equilibrio en todo su contexto. Lo claro no es fácil, lo transparente engaña como la luz de un árbol ciego. Entre la ceguera y la luz Trilce es la línea mortal del equilibrio. Hay una necesidad de desnivelar la comunicación, al mismo tiempo que la alcanza y la materializa. La poesía después de todo es un silencio que no reclama ninguna resolución. César Vallejo escribió desde el corazón con un lenguaje del tamaño de una montaña. Pocos poetas
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del libro con el eriencia poética
da turbio Imprenta de la penitenciaría de Lima (1927).
ENSAYO
De vuelta a la penitenciaría* nos conmueven. Vallejo es oscuro y conmueve. Vallejo es un bosque claro y conmueve. A veces es un río cristalino o un pozo oscuro como el de Goya. A veces pareciera un perro semihundido. ¿Se puede escribir desde el corazón siendo oscuro? Ahí Quevedo, Fray Luis, Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Vallejo nos asombra. El poema XXIII de Trilce dice: “Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos/ pura yema infantil innumerable, madre”. La ternura y la complejidad de su lenguaje marcan una forma distinta de escribir en el Perú, y en toda la poesía en lengua española. Tahona, en femenino, se refiere a un molino de harina, y estuosa (sofocante, caliente, enardecida) se une con la pura yema infantil innumerable, recreando la imagen de la madre a través de la harina o la vida misma. La palabra “madre” dota al poema de una ternura inusual. Vallejo, en su trayectoria verbal, a veces oscura, llega al territorio de la transparencia. Se ha hablado en demasía de la rotura del lenguaje en Trilce , pero más bien se trata de la rotura del lenguaje habitual, creando un decir distinto, y a la vez prístino. Trilce nada claro, nada turbio.
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Estos ensayos forman parte del libro ¿Quién tropieza por afuera? Trilce, cien años después, que muy pronto aparecerá en una coedición de la Universidad Autónoma de Querétaro y Ediciones el Tucán de Virginia.
CARLOS AGUIRRE Y BILL FISHER FOTOGRAFÍA CORTESÍA DE JORGE KISHIMOTO
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o que hace del taller de imprenta de la penitenciaría de Lima un caso particularmente notable es la producción, a partir de 1913, de una serie excepcional de libros de poesía y narrativa. ¿Cómo llegó Vallejo a esa imprenta? Trilce no fue el primer libro de poesía impreso en la penitenciaria, conocida como “el panóptico”; ese lugar le corresponde a La evocadora: divagación ideológica, un libro de Enrique Bustamante y Ballivián, impreso en 1913. Con él se inauguró una serie de notables obras de autores peruanos que vieron la luz en los talleres de la penitenciaría. Cuando en 1922 Vallejo escoge la penitenciaría para su nuevo libro, existía ya una vinculación muy cercana entre el mundo literario limeño y ese taller ubicado al interior del ya por entonces vetusto y repulsivo edificio del panóptico. Esa imprenta era una buena opción para cualquier autor, especialmente si era poeta. Se había hecho ya de cierto renombre por la calidad literaria de varios de los libros publicados y por su buena manufactura tipográfica y material. Otro de los atractivos era el nivel de participación que podía tener el autor para escoger tanto el papel —se usaba con más frecuencia uno hecho con pulpa de madera, aunque algunos autores elegían papel de hilo, normalmente verjurado—como el diseño gráfico, incluyendo las fuentes y los elementos decorativos disponibles como viñetas u orlas. Una vez elegidos estos elementos, el autor tenía oportunidad de incidir sobre la disposición tipográfica de los poemas, jugando con la distribución de letras, signos, líneas y espacios. Todo esto debió resultar estimulante para Vallejo. La flexibilidad del diseño permitió que la primera edición de Trilce fuera un producto visualmente muy atractivo. El formato era duodécimo, así que para imprimir sus 144 páginas se utilizaron seis pliegos que luego fueron doblados y cosidos. Se emplearon varias fuentes distintas, de las cuales la más inusual fue la que se usó para la palabra “Trilce” en la hoja que sigue a la portada, una suerte de shadow type (tipo con sombra). También se usaron varios adornos y orlas, desde el notable ángel con dos coronas de laurel que aparece en la portada hasta las orlas que se insertaron en esa misma página, debajo del nombre de Vallejo, y en la última página del libro. El taller del panóptico utilizaba mano de obra más barata. Cualquier autor podía imprimir su libro a un costo menor al de otras imprentas. De todas maneras, y aun contando con el dinero que obtuvo por un premio, Vallejo no pudo pagar el total de la edición y tuvo que conformarse con
retirar ejemplares a medida que iba pagando. Pese a sus limitaciones económicas, escogió un papel verjurado y asumió el costo adicional que significó volver a imprimir el primer pliego cuando decidió cambiar el seudónimo “César Perú” por su verdadero nombre y el título de “Cráneos de bronce” por Trilce. El nexo entre Vallejo y los otros escritores cuyos libros fueron impresos en la penitenciaría presenta otra posible razón para que él decidiera imprimir Trilce allí. Esos nexos, sin embargo, ya existían cuando confió la impresión de Los heraldos negros a Souza Ferreyra en 1918. ¿Qué había ocurrido entre esa fecha y el momento en que Vallejo decidió llevar Trilce al taller de la penitenciaría? La respuesta es clara: Vallejo estuvo casi cuatro meses entre 1920 y 1921 injustamente encarcelado. Varios poemas escritos durante su encierro formaron parte de Trilce, y algunos de ellos hacen referencia explícita a la cárcel. Encargar la impresión de su libro a un taller que funcionaba en la prisión más importante del país puede ser interpretado como un acto de reivindicación: ahora podía ejercer su libertad (como ciudadano y como poeta) entrando y saliendo de la penitenciaría para supervisar la publicación de su libro. A la vez, puede ser visto como un acto de subversión; Vallejo hizo uso de la máquina carcelaria para hacer poesía, y no cualquier poesía, sino una que en cierto modo criticaba el sistema carcelario. Por último, se puede entender como un impulso de Vallejo querer interactuar con los detenidos, ser testigo de su sufrimiento y, a lo mejor, usar esa experiencia para procesar su propio encarcelamiento. Ese impulso queda en evidencia si consideramos Escalas, su libro de relatos impreso también en la penitenciaría al año siguiente. Escalas incluyó un cuento ambientado en los talleres tipográficos del panóptico, adonde ha ido el narrador para corregir las pruebas de su libro. Resulta imposible resistir la tentación de identificar al narrador con Vallejo. Trilce fue escrito parcialmente en prisión, algunos de sus poemas tienen referencias directas a la experiencia carcelaria y su primera edición se imprimió en los talleres tipográficos de la penitenciaría de Lima. Este ensayo ha querido insistir en el hecho de que esos tres aspectos del libro de Vallejo están íntimamente vinculados y que todos ellos son imprescindibles para evaluar la importancia y el impacto de Trilce como libro de poesía y como artefacto cultural.
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*Título de la Redacción. El lector puede encontrar la versión íntegra de este ensayo en www.milenio.com/cultura/laberinto.
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LITERATURA
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EL ATLAS DE PANDORA
Y en cambio tú... Las comparaciones son odiosas y su práctica se remonta hasta la Antigüedad clásica
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odavía duele aquel recuerdo de infancia, el escozor de las voces adultas: tu prima es más obediente, mira a ese niño que no llora, ojalá aprendas a comportarte como tu amiga o tu hermano, fíjate qué notas saca, es el mejor del equipo, la más simpática; en cambio tú... El alud de reproches te arrastraba a una competición sigilosa y hacía aflorar tus inseguridades, tu miedo, tu timidez. Lo peor de las comparaciones es que dañan por igual al perjudicado y al ensalzado: crean cuñas de aversión, enrarecen amistades, presionan a unos y menosprecian a otros. Ya en la mitología griega las comparaciones causaban terribles catástrofes colectivas. Tetis y Peleo, futuros padres de Aquiles, celebraron en el Olimpo la boda más sonada de la temporada pagana. Sin embargo, olvidaron invitar a Eris y, en venganza, esta divinidad de la discordia arrojó en medio del baile una manzana de oro “para la más bella”. Las tres celebridades de la fiesta, Hera, Atenea y Afrodita, codiciaban el premio del primer concurso de belleza conocido. Las candidatas exhibieron sus encantos ante el juez Paris y, a escondidas, le ofrecieron regalos a cambio de su voto —la corrupción es tan antigua como los dioses—. Ganó Afrodita, que lo sobornó con la promesa de conquistar a Helena, la mortal más hermosa del mundo, casada con el rey de Esparta. Así nació la larguísima guerra de Troya, que no se originó —como suele decirse— con la historia de amor, fuga y adulterio de Paris y Helena, sino con el juego sucio en las cloacas del certamen de Miss Olimpo. Este pasatiempo envenenado se practica aún en las galas mediáticas donde los famosos se
IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN
exhiben posando en alfombras rojas, otro invento de los griegos. La primera mención escrita de su uso como símbolo de poder aparece ya en Agamenón, de Esquilo. En esta tragedia, Clitemnestra ordena que su marido el rey sea recibido con una alfombra carmesí para guiarlo a casa, donde trama asesinarlo. Todavía hoy, en la mejor tradición, se hacen comentarios sangrantes al elaborar las listas de los mejores o peores cuerpos que desfilan por el tapete púrpura.
La larguísima guerra de Troya no se originó con la historia de amor de Paris y Helena
Nos inculcan las comparaciones desde la más tierna infancia. En tu niñez los adultos solían preguntar, sonrientes, traviesos, ligeramente pérfidos, como jugando: ¿a quién quieres más, a mamá o a papá? Así aprendíamos a mirar midiéndonos con el prójimo. La serie Mad Men retrata a un equipo de prestigiosos creativos publicitarios que trabajan juntos, pero rivalizan ferozmente por los éxitos, el salario, los ascensos, los premios, el carisma. Como la madrastra de Blancanieves, tratan de anular a sus colegas con manzanas inyectadas de envidia. Exhiben ostentosamente el botín de sus coches y unas flamantes viviendas neoyorkinas, e incluso sus mujeres
aceptan formar parte del torneo en lucha por eclipsarse unas a otras. Estos comportamientos funcionan como metáfora de los anuncios que diseña la agencia: fabrican un mundo idealizado, un espejo donde los demás siempre son más felices, más atractivos, más triunfadores que nosotros. Un juicio de Paris donde siempre perdemos. Solo la posesión del producto promete calmar la ansiedad y colmar el deseo de ser otros. El filósofo Zygmunt Bauman escribió en Amor líquido que esta mentalidad erosiona nuestros afectos. En la época consumista, nos emparejamos mirando alrededor por si encontramos algo mejor, temerosos de perder quizá en otro lugar un premio más valioso: “Una relación, le dirán los expertos, es una adquisición como cualquier otra. Si no está completamente satisfecho, devuelva el producto”. Pero el miedo a ser abandonados por otra mercancía más prometedora —más joven, más bella— acrecienta nuestra inseguridad, nuestro sentirnos menos. Los antiguos nos advirtieron frente a las manzanas de la discordia y los espejitos mágicos. Entre las cosas que hacen que valga la pena vivir, el poeta romano Marcial enumeraba: “querer ser lo que eres y no preferir nada más”. Cuando intentamos imitar a otros, descubrimos la imposibilidad de la impostura, siembra de envidias y divisiones, engaños y daños. Los mitos enseñan que todas las comparaciones —incluso entre diosas— terminan por resultar odiosas.
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© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.
Y, además, en nuestra edición digital: Víctor Peláez Cuesta: A 80 años de la muerte de Jorge Cuesta • Avelina Lésper: Danzatlán: la gala • José Juan de Ávila: Antologías de poesía mexicana de Pacheco y Monsiváis • Liliana Chávez: Recomenzar • Andrea Serdio: Roma, una ciudad de película • Laura Cortés: Entrevista con Elisa Carrillo • Fernando Figueroa: Un lustro sin Rius • Carlos Illades: Ricardo Flores Magón, guerra y revolución
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NARRATIVA, ENSAYO Los eternos adioses
La facultad de sueños
A FUEGO LENTO Un puñado de anécdotas
Perras de reserva México, 2022
Beatriz Espejo Lectorum México, 2022 160 páginas
Sara Stridsberg Nórdica España, 2021 344 páginas
Hans Magnus Enzensberger Anagrama España, 2022 240 páginas
Novela centrada en Cornelia, hija de Escipión El Africano, héroe de las Guerras Púnicas: fue emblema de la matrona romana, aquella que antepone el amor a la familia por encima de las riquezas materiales. Sus hijos Tiberio y Cayo Graco defendieron a los soldados que participaron en las guerras contra los cartagineses.
A caballo entre el documento y la ficción, esta novela interroga a la cineasta y feminista Valerie Solanas, autora de un manifiesto que llamaba a suprimir a los hombres. Acusada de intentar asesinar a Andy Warhol, murió en la pobreza en su habitación de hotel en 1988. Stridsberg es una de las más aclamadas escritoras suecas.
Nacido en 1929, el pensador alemán recrea su infancia y juventud en un relato escrito en tercera persona. Se ocupa de la construcción de su personalidad, de sus antepasados y su familia cercana, de sus primeras impresiones intelectuales, pero sobre todo del ascenso del nazismo, la guerra, la barbarie y el Holocausto.
Ecos de Nueva España
Horizontes
Los papeles de Afganistán
Úrsula Camba Ludlow Grijalbo México, 2022 272 páginas
James Poskett Crítica México, 2022 512 páginas
Craig Whitlock Crítica México, 2022 424 páginas
Como recuerda la autora, la enseñanza que recibimos de la historia de nuestro país ha seguido el esquema maniqueísta de los “buenos” contra los “malos”. De manera particular, la vida colonial se ha dividido en aquellos que defienden la “leyenda rosa” en oposición a la “leyenda negra”. Es posible dejar atrás estos paradigmas.
La historia de la ciencia moderna suele privilegiar las aportaciones europeas y olvidar las de América, Asia y África, sostiene Poskett en este ensayo que, sin desdeñar a Copérnico, Newton o Einstein, vuelve los ojos hacia, por ejemplo, los conocimientos matemáticos de árabes y persas, las universidades chinas o los jardines aztecas.
Echando mano de una avalancha de informes, entrevistas e indiscreciones vertidas en el Pentágono, este volumen señala los errores que la administración de George W. Bush cometió luego de la invasión a Afganistán. La misión se desvió de su objetivo original y la estrategia militar y política derivó en un desastre colosal.
El placer de leer www.librotea.com
Machismo al revés ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
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Cómo definir Perras de reserva (Sexto Piso)? Es un producto a la medida de una clientela habituada a ese tipo de clichés que llevan a igualar todos los sentimientos, incluso un estandarte del feminismo que marcha con botas militares. Pero no es literatura. A pesar de las voces que con resuelta ingenuidad proclaman que cualquiera puede escribir una novela o un libro de relatos (el ensayo nunca está en su horizonte), siempre y cuando disponga de un poco de tiempo, la literatura no es una linda aspiración democrática; es cuestión de talento. Y ya que se alimenta de prejuicios socialmente aceptados, de susceptibilidades aprobadas en asamblea y ansiedades provenientes de la militancia política, es decir, de la opinión generalizada, Perras de reserva exhibe lo que sus seguidores quieran proyectar, o alentar con ilusión, menos talento. Bajo la forma de un monólogo, sus trece relatos —algunos de los cuales crean vasos comunicantes— son la caricatura de la caricatura que el criterio nivelador ha dado en popularizar. Veamos, por ejemplo, “Constanza”, el autorretrato de una “Cero Angela Merkel, muy Michelle Obama”. Estamos frente a la esposa de un aspirante a la Presidencia de México y, porque hay que satisfacer el apetito de los fanáticos del lugar común, es rubia “en un país de prietos”, inescrupulosa pero “supercool”. Esos relatos funcionan más bien como expedientes de caso y sus protagonistas tienen la consistencia de un pálido arquetipo: la hija de un poderoso narcotraficante (que dice “apá” pues debe hacernos creer que viene del norte), la pueblerina que se monta a la Bestia en busca del sueño americano y termina violada y asesinada en un paraje de Ciudad Juárez, la aprendiz de buchona, la curandera salida de una historieta, la joven que abandona una fiesta y se encamina hacia su muerte a manos de tres feminicidas… Son rastros del horror al que las mujeres se enfrentan en México pero no son literatura. Son, en todo caso, una expresión del machismo al revés: ostentan la misma bravuconería, el mismo aire de superioridad, los mismos desplantes de vulgaridad. Ah, y el estilo… La oralidad (porque la narración se mueve por los terrenos de la declaración) es de tan pobre factura, tan de barra de comediantes, tan cerveza caliente, tan “mi jefecita”, tan “amigui, superteta”...
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.
6 DE AGOSTO 2022
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HUSOS Y COSTUMBRES
Jardines ANA GARCÍA BERGUA
D
Siento mucha alegría después de la visita y me pregunto si alguna vez seré capaz de sembrar algo en nuestro terrenito cercano al suyo en el que de momento solo vive una jacaranda: las seis o siete macetas que alegran nuestro departamento citadino más bien sufren mis cuidados, obtenidos mediante consultas contradictorias y confusas al Wikihow. Y no debería ser así: mi madre provenía del campo y tenía manos mágicas para las plantas, lo que sembraba crecía prodigiosamente. Me recuerdo incluso acompañándola en la infancia por nuestro barrio de la Condesa, encargada de echar aguas porque mamá se estaba robando un trozo de planta de alguna casa para reproducirla en sus macetas. Era, por decirlo así, su piratería, y gracias a ella teníamos un balcón variado, aunque los claveles y, en sus últimos años, las violetas africanas, eran sus flores preferidas. Una vez vimos un capítulo de La dimensión
oña Rosa me muestra su huerto. Aquí me pierdo horas y horas, me dice. En medio del vasto campo xalapeño, no es un espacio demasiado grande atrás de su casita, y sin embargo ahí cultiva muchas clases de flores y frutos —limas, aguacates, guayabas, rosas, guajes, calabazas— que nos convida con generosidad. Y nos presenta también a sus dos gatos blancos, uno de ojos azules; el otro, amarillos, amarraditos porque no quiere que los niños los toquen a la hora de comer. Llevamos varios años ya de conocernos, pero esta vez siento que me está mostrando su faceta más personal y auténtica, este gozo por perderse entre las hojas de los limones y las mandarinas, sembrar las semillas en botellones de agua cortados a la mitad muy ecológicamente, el orgullo de que retoñen. El pequeño jardín es su laboratorio, el lienzo donde se expresa y vive; de alguna manera estos tallos y estas hojas son su escritura.
desconocida en el que una mujer sembraba uno de sus dedos antes de morir y, por supuesto, cuando la asesinaban resurgía de la tierra cubierta de una sustancia verde (quizá Brian de Palma tomó esa escena para el final aterrador de Carrie). A mamá, por supuesto, le encantó. Una historia así se ligaba con las manos mágicas a las que la tierra concede cualquier fruto que deseen. Pero yo, decía, nací sin esos dones que se atribuyen tanto a la mujer; tampoco el de la cocina se me da especialmente: mi papel en la cadena alimenticia se limita al de admiradora extasiada y comensal, soy parte de la fauna que no sobrevive a los cataclismos. Solo puedo decir que la relación entre las mujeres y las plantas no siempre es buena, cosa de recordar los años que perdió la Bella Durmiente, o a la pobre hija del doctor Rapaccini en el relato de Hawthorne: aquello no acabó bien.
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CAFÉ MADRID
Confusiones de California
P
oco después de que se mudara a Nueva York para trabajar en la revista Vogue, Joan Didion empezó a sentir una intensa nostalgia por su California natal. El clima, los ríos, las camelias, la historia de sus antepasados y, por supuesto, su infancia en Sacramento, se apoderaban de la mente de la única mujer que, años después, sería admitida en el muy masculino club del Nuevo Periodismo. Así que, para apaciguar ese torrente de recuerdos, y para atraparlos, cada noche se sentaba a teclear un rato en su Olivetti. Con el paso del tiempo y desde la distancia, la añoranza dio paso al registro de los cambios y las contradicciones de esa geografía idealizada hasta que, entre una cosa y otra, la constancia en la escritura dio como resultado su primera novela, Río revuelto. Cuarenta años después de haberla publicado, la autora fallecida el pasado 23 de diciembre releyó el libro varias veces y llegó a la conclusión de que en esas páginas había plasmado “una deformación que había omitido una serie de cambios traídos por la Segunda Guerra Mundial a California”, quizá porque la educaron “para admirar una vida que era cien por cien fruto de un aislamiento, infinitamente romántico pero sumido en una especie de vacío”. Desde finales de los años cuarenta del siglo pasado su paraíso, en efecto, había sido sustituido por un montón de autopistas, empresas aeroespaciales y armamentísticas venidas a menos, una burbuja llamada Silicon Valley, presas irregulares, centros comerciales, inmigrantes tan explotados como discriminados, escuelas y universidades
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA AP
devaluadas, la vulgar frivolidad de la industria del espectáculo, una clase media artificial y, por si fuera poco, un nuevo pilar económico: las cárceles estatales. “Corría 1995 cuando por primera vez California gastó más en sus prisiones que en sus universidades”, se lamenta Didion en De donde soy (Literatura Random House), las memorias que escribió en 2003 y que acaban de ser publicadas en español. La escritora de cuerpo frágil y
La cotidianidad del lugar que nos toca se impregna en nuestra forma de ver el mundo
diminuto creció escuchando que sus antepasados habían formado parte de la denominada “Expedición Donner” emprendida por un grupo de personas que, en 1846, de camino a California por una “nueva ruta” o un “camino más corto” para llegar al Oeste, se vio envuelto en una serie de contratiempos y errores que los llevaron a modificar su trayecto y a quedarse atrapados durante el crudo invierno en las montañas del estado de Nevada. Mientras esperaban ser rescatados, más de la mitad de los 87 integrantes de la caravana fallecieron y el resto sobrevivió comiéndose a sus compañeros muertos. Los familiares de Didion se libraron de la tragedia al negarse a seguir el supuesto atajo e irse por su cuenta por la ruta prevista. Así llegaron a Sacramento
La escritora estadunidense Joan Didion.
y ahí, en ese poblado que más tarde se convertiría en la capital de California, se quedaron a vivir. “Este libro representa una exploración de mis propias confusiones acerca del lugar y la forma en que crecí, unas confusiones tanto acerca de América como de California, unos malentendidos y malinterpretaciones que forman parte de quien soy en tanta medida que todavía hoy solo les hago frente de refilón”, escribe la autora antes de contar, echando mano de libros, cartas y fotos, la historia de las distintas generaciones de su familia, llena de “mujeres pragmáticas y fríamente radicales en sus instintos más profundos, dadas a cortar por lo sano con todo el mundo y con todo lo que conocían”, que se esforzaron por empujar la frontera americana (en detrimento territorial de México) para darle sentido y hacer prosperar a California. ¿El lugar donde uno nace determina lo que somos? Sin duda, dice Joan Didion después de trazar su mapa histórico, personal e íntimo de California. El paisaje y la cotidianidad del lugar que nos toca a cada uno se impregnan en nuestra forma de ser y de ver el mundo, aunque uno luego migre hacia otra ciudad del mismo país o se mude a otra parte del planeta. Uno carga, incluso, con sus contradicciones y confusiones identitarias (que a veces producen choques culturales) y con los misterios de nuestro origen. Pero, al final de cuentas, como afirma Didion cuando acaba su viaje reflexivo: “el lugar donde uno nace y crece sigue siendo siempre impenetrable, un enigma agotador. Para uno y también para mucha gente que es de ahí”.
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