Laberinto 596/Especial Revueltas

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1914-1976 MILENIO


LABERINTO

Con esta entrega, celebramos a uno de los narradores mexicanos más auténticos del siglo XX. Pocos mundos escaparon a su mirada. Fatigó la novela, el cuento, el ensayo, el teatro, la crítica de arte, la crónica periodística, el guión cinematográfico. Fue un hombre de pasiones y angustias terrenales. Leerlo en estos días, cuando Ediciones ERA acaba de relanzar siete tomos de sus obras, es un acto de solidaridad con los humillados y ofendidos

El esteta y el crítico literario EVODIO ESCALANTE | PÁGINA 02

El tortuoso camino de la libertad FLORENCE OLIVIER | PÁGINA 04

Sin banderas ARMANDO GONZÁLEZ TORRES | PÁGINA 05

Narrativa extrema EDUARDO ANTONIO PARRA | PÁGINA 06

Entre Marx y una derecha desnuda HERIBERTO YÉPEZ | PÁGINA 07

La deshumanización que no cesa IGNACIO M. SÁNCHEZ PRADO | PÁGINA 08

El cine: otro campo de batalla IVÁN RÍOS GASCÓN | PÁGINA 08

Sentido del humor y depresión HÉCTOR XAVIER | PÁGINA 10

Música para dolor y rabia HUGO ROCA JOGLAR | PÁGINA 10

Los sin nombre BRAULIO PERALTA | PÁGINA 11

Sus niños desamparados

El esteta y el crítico literario ~ EVODIO ESCALANTE ~

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omienzo señalando lo que a primera vista podría considerarse una tara en la constitución anímica de José Revueltas: su incapacidad para responder de frente a las críticas, a veces no solo severas sino malintencionadas, que merecieron él y sus textos literarios. Esta es una constante que no lo abandona nunca. Su primera gran novela, El luto humano (1943), que le acababa de valer un Premio Nacional de Literatura, fue saludada con una reseña de Octavio Paz en la que no solo lo acusaba de torpeza para relatar, de recurrir a un lirismo sin empleo y de empantanar su texto con digresiones y personajes inconsistentes, sino que le negaba al libro su calidad genérica: no era una novela. Revueltas reaccionó, es cierto, pero de modo oblicuo y sin darse personalmente por aludido, con lo que, podría decirse, los ataques quedaron sin contestación. En los años cincuenta sucedió algo todavía peor. Los días terrenales (1949), su siguiente novela, aunque elogiada como una obra de arte por críticos de la talla de Salvador Novo y Alí Chumacero, fue condenada al infierno de la literatura degenerada que inspiraba el decadentismo existencialista por Enrique Ramírez y Ramírez, vocero

de la izquierda, quien consideró a su autor como un renegado ideológico que con esta obra filosofante y teñida de misticismo se hacía eco de la propaganda que los periódicos burgueses propalaban contra el sistema socialista. En ese caso, Revueltas no solo se quedó callado, sino que, cimbrado de seguro en lo más íntimo, acabó enviando a Lombardo Toledano y a Ramírez y Ramírez una carta en la que, como si retrocediera a los tiempos oscuros de la Edad Media, entonaba un patético mea culpa, agradecía la crítica científica (sic) que se le acababa de hacer, y se desdecía de tal forma de su novela que anunciaba que la retiraría de la circulación. ¡Tal cual! Por fortuna, esta carta, que exhibe a su autor en el trance de una abjuración lastimosa, no fue publicada en su momento. En franca actitud de repliegue, Revueltas no solo dejaba desamparada a su novela, sino que igualmente nos privó de lo que pudo haber sido un debate de significativas repercusiones dentro de la cultura de la izquierda de aquellos años, tan lastrada por el estalinismo vernáculo. Con su siguiente novela de madurez, Los errores (1964), sucedió algo semejante. Se la llegó a elogiar pero a menudo con reticencias: su lenguaje era demasiado espeso, la trama resultaba confusa, la

ROMÁN REVUELTAS | PÁGINA 12 Fotografía de portada: Rogelio Cuéllar

MILENIO ◆ LABERINTO ◆ DIRECCIÓN José Luis Martínez S. ◆ COEDICIÓN Roberto Pliego, Iván Ríos Gascón ◆ ARTE Y DISEÑO Salvador Vázquez Mejía


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Fotografía: Rogelio Cuéllar

caricatura predominaba sobre el retrato y campeaba en ella el resentimiento de alguien que había sido expulsado en dos ocasiones del Partido Comunista. La respuesta del autor, de nuevo muy indirecta, consistió en escribir un ensayo en el que postulaba el audaz concepto de autoanálisis literario. Es la novela misma la que, convertida en una entelequia en el genuino sentido aristotélico del término, se autoanaliza y se justifica a sí misma ante el público lector y la posteridad: José Revueltas como tal no es sino un testigo del que se puede prescindir. Esta extraña “desaparición” de la figura del autor, que se resuelve por la incapacidad de defender sus textos ante la crítica, y que podría explicarse por las lecturas “cristianas” de su adolescencia (“no respondas al mal con el mal”), en realidad embona muy bien con la compleja idea de despersonalización que parece ser típica de los personajes revueltianos y que el propio Revueltas llega a esgrimir en varios de sus textos. Es como si el autor estuviera convencido de que el individuo como tal es un guarismo insignificante, y que lo que importa no es el yo personal, efímero y falible, sino el destino de la humanidad como un todo. Es la impersonalidad asumida de modo consciente por José Revueltas y convertida, por decirlo así, en mantra existencial, la que deja a la deriva a El luto humano, Los días terrenales y Los errores, textos que, en dado caso, habrán de defenderse solos y sobrevivir si tienen méritos para ello. Por supuesto, han sobrevivido. La imposibilidad de entablar polémica, que podría parecer un defecto de carácter, se revela de algún modo como una convicción vinculada a la concepción marxista de la historia que sostiene Revueltas. Cuando en su reseña titulada “Una nueva novela mexicana” Paz rompe lanzas contra El luto humano, Revueltas se desentiende de sí mismo y de su novela pues no hay nada en ellos

que merezca defenderse en el plano burgués de la El conocimiento cinematográfico y sus problemas. individualidad. Asume el reto pero de una manera Todo lo que Revueltas sabe de cine —no se olvide sesgada e impersonal, como consta en “Réplica que escribió más de veinte guiones que llegaron a las sobre la novela: el cascabel al gato”, que se publica pantallas— pero igualmente de literatura, de teatro apenas una semana después de que apareciera el y de pintura, así como de filosofía, cristaliza en este texto de Paz. En este ensayo poco visible pues los libro que es en realidad una estética del autor. En la editores de las Obras Completas lo insertaron en edición original de este libro se incluyó, a manera un libro que se titula Visión del Paricutín (Y otras de apéndice, “El autoanálisis literario”, un texto crónicas y reseñas), Revueltas aporta su propio que postula sobre bases hegelianas la autonomía diagnóstico no solo sobre la novela sino sobre la del texto literario. Con la mediación del novelista, situación general de las letras en el país. En México pero en realidad prescindiendo de él, el autoanálise debatirían los siguientes grupos: los helenizantes sis no sería sino “la actitud objetiva que asume el que nunca arriesgan nada, encabezados por Alfonso pensamiento ante la tendencia o las tendencias del Reyes; los europeizantes puros que en el fondo nada trabajo que se propone”. El escritor no inventa su quieren saber de lo que sucede en este país, bajo la texto a partir de la nada, sino obedeciendo (y quizás jefatura de Xavier Villaurrutia; los “revolucionarios” hasta adivinando) la tendencia que está implícita oportunistas que viven a la sombra del presupuesto en sus materiales. Por ello continúa Revueltas: “El como Jorge Ferretis y Gregorio López y Fuentes; los autoanálisis literario es el método de que se sirve ministros y generales literatos, de los que no hace un escritor, consciente o espontáneamente, para falta hablar; y, por último, los descubrir la determinación de sus materiales, la escritores marxistas entre tendencia de los mismos, antes y en el quienes se encuentran Juan momento de organizarlo como de la Cabada, Ermilo Abreu novela, teatro, cinedrama o Gómez y su gran amigo, el poesía”. Al compenetrarse poeta Efraín Huerta. e interiorizarse de esta Revueltas pone por delante un manera con sus temas y su hecho histórico: la novela como lenguaje, la subjetividad género se forma en la época del escritor deja de ser tal en que surgen los Estados y llega a coincidir con el nacionales. La novela es la movimiento mismo de la manera en que la nación realidad objetiva, que es toma conciencia de sí y adonde se quiere llegar. se da una expresión No ignoro que hay un literaria. “La novecierto trasfondo metala en términos muy físico en esta postura. generales […] es un Según Revueltas la cosa fenómeno de madurez objetiva, la cosa real, se nacional”. Esta madurez, piensa a sí misma como como es obvio, no depende tal en el cerebro del hombre tanto de la persona del que la ha llegado a pensar, novelista como del mundo es decir, se piensa a través al que éste pertenece, el del cerebro del escritor. En mundo que está obligado consecuencia, es la realidad a reflejar. Por ello, las fuentes objetiva la que se autoanadel estilo hay que buscarlas en liza en el proceso mismo de el pueblo, no en la conciencia objetivarse como obra literaria. Dibujo: José Revueltas ilustrada de los presuntos escritores. De aquí que Revueltas concluya que la En este contexto, Revueltas deja caer una fórmula de obra terminada es una verdadera entelequia, oro: lo que debe importar no es “escribir bien”, sino esto es, un concepto que persigue sus propios fines. “expresarse bien” como de seguro hizo Cervantes. Por ello Revueltas no se siente en la obligación de Los exquisitos no entienden el problema del estilo responder a sus críticos. Él no ha hecho sino obeporque tienen la mira puesta en la eternidad, quieren decer la lógica interna de sus materiales de trabajo, ser clásicos desde ahora. ¿Qué es un escritor? Revuel- y es el propio autoanálisis de la obra la que habrá tas piensa que el escritor es un albañil que aspira a lo de contestar por él. Podemos compartir o no esta perenne. Por eso asegura: “Este es el mal de nuestros concepción de Revueltas, pero no se puede negar escritores, de todos nuestros escritores. En el fondo su fuerza y su originalidad. La obra literaria es una de cada sollozo de Octavio Paz o de cada lágrima de máquina que arrolla con todo, incluso con su autor. Neftalí [Beltrán] o de cada suspiro de Pellicer […], hay Lo único que lamento en este punto es que la finada una aspiración a la inmortalidad”. Si estos escritores Andrea Revueltas y Philippe Cheron, los editores se metieran de verdad en el movimiento dialéctico de las “Obras completas” de Revueltas, a quienes de la vida, se olvidarían de esta pretensión soberbia. tanto debemos, hayan “desmembrado” varios de los En El luto humano, parece dar a entender Revueltas libros que se encargaron de editar. De México: Una entre líneas: “yo quise atenerme a este movimiento democracia bárbara (1958), por ejemplo, excluyesin pensar en los preceptos de la academia ni en las ron “Posibilidades y limitaciones del mexicano” madréporas de la eternidad. Quise expresarme, y para agregar en su lugar varios textos en torno a me expresé”. Vicente Lombardo Toledano. De El conocimiento Habrá de transcurrir poco más de una década para cinematográfico y sus problemas, expurgaron los que Revueltas asimile las incriminaciones que se ensayos “El autoanálisis literario” y “Libertad del hicieron a Los días terrenales. En los sesenta, como arte y estética mediatizada”, con los que el libro si se recuperara de una larga depresión, Revueltas se consolidaba como un volumen que giraba publica el desafiante Ensayo sobre un proletariado todo él en torno a cuestiones de la estética consin cabeza (1962) y muy poco después en el Fondo temporánea. Como un libro que estaba pensado, de Cultura Económica Los errores (1963), la más para decirlo de otro modo, desde la perspectiva ambiciosa de sus novelas, en la que consolida y de una filosofía del arte. En su lugar, los editores universaliza su crítica al dogmatismo doctrinario de incluyeron diversos textos sobre cine y otros que Stalin y sus seguidores ya no solo en México sino en documentan de modo circunstancial la lucha que todo el mundo, con lo que da a entender que aquello el sindicalista Revueltas emprendió fallidamente que se desplegaba en Los días terrenales conservaba contra los detentadores del monopolio de las salas hoy en día toda su validez. Tiene cincuenta años y es, de exhibición en el país. Con ello, y lo lamento, la si se lo puede decir, un escritor consagrado. Recibe política desplazó al pensador. L en 1967 el Premio Xavier Villaurrutia. De la suerte variopinta de Los errores entre los Evodio Escalante (Durango, Durango, 1946), ensayista críticos mexicanos ya anticipé algo renglones atrás. y crítico literario. Su más reciente libro es Las sendas En 1965 Revueltas publica otro libro de madurez: perdidas de Octavio Paz.

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Lecumberri, septiembre de 1970. Fotografía: Rogelio Cuéllar

Con la publicación de Los errores en 1964 acaba la rehabilitación de Los días terrenales

El tortuoso camino de la libertad ~ FLORENCE OLIVIER ~

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i, como dijo Octavio Paz, José Revueltas es “una figura única y aparte en la literatura mexicana”, se debe a su perenne postura de creador indómito. Escritor y militante marxista a la par, Revueltas no privilegió ninguno de sus dos compromisos sino que los asumió plenamente y no dudó en ser autocrítico y heterodoxo tanto en la creación literaria como en la práctica y el pensamiento político. El ser militante comunista y escritor de ficción, fiel al partido, mientras pudo, y ambicioso en la verdad novelesca, le deparó no pocas penurias. En varias ocasiones, el camino del escritor tuvo que franquear una “puerta estrecha”, llevándolo a buscar nuevos equilibrios entre sus imperativos morales. Su obra aparece así como una empresa épica de conquista de la libertad frente a los dogmas o a la obligación de no traicionar las verdades impuestas por ideólogos y compañeros de militancia del PCM o del PP. Desde un inicio inserta a figuras de militantes comunistas en las tramas de sus novelas, confrontándolos

con personajes del lumpen o del mundo marginal de hampones y prostitutas. Crea así microcosmos que enseñan con aumento de lupa las lacras y contradicciones de la sociedad postrevolucionaria. En Los muros de agua (1941) unos comunistas presos en el penitenciario de las Islas Marías luchan por conservar una ética militante pese a verse sometidos a un sinfín de pruebas y degradaciones. Crudas escenas de sadismo y escatología muestran a los presos comunes en impotente rebelión. Asoma ya el realismo expresionista de Revueltas aunque se ve sojuzgado por una axiología que distingue entre valores positivos y negativos. El luto humano (1943) pudo leerse como una novela mexicanista, situada en el árido mundo rural donde fracasan la reforma agraria y el desarrollo técnico aportado por el gobierno postrevolucionario. A través del éxodo de nueve personajes que huyen de una inundación se rememoran los conflictos de cada cual, asociados a la revolución o a la guerra cristera. La larga noche de vana fuga se corresponde con los fracasos de la historia revolu-

cionaria y contrarrevolucionaria. Sin embargo, esta novela profusa e inspirada, que hurga en los lastres de la cultura mexicana, implosiona al contagiar la expresión del mito con el anuncio postergado de la historia prometida del comunismo. Pese al vislumbre de luchas futuras, los campesinos terminan en desamparada agonía, acechados por zopilotes. Con Los días terrenales (1949) estalla el conflicto entre el escritor y el militante. La novela denuncia las derivas autoritarias y el sacrificio de la libertad en el seno del PCM, incapaz de analizar la compleja realidad del México postrevolucionario con sus indígenas comunistas y católicos, con sus heroicos desempleados. Gregorio, comunista y artista, reclama ante el dogmático Fidel la posibilidad para el hombre de una conciencia de la libre desdicha gracias al futuro advenimiento del comunismo. Termina torturado en la cárcel tras su detención durante una manifestación suicida que le mandaron encabezar los dirigentes del Partido. A imitación de Cristo, Gregorio acepta su destino y hasta la ausencia de verdad. La novela le valió a Revueltas tal campaña de denigración por parte de sus compañeros del PP y ex compañeros del PCM que optó por retractarse y censurarse, obedeciendo a las “razones de partido”. En 1962, tras su segunda expulsión del Partido Comunista, persevera en la crítica al publicar Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, que expone los errores históricos del PCM, declarando su irrealidad. Con la publicación de Los errores en 1964 acaba la rehabilitación de Los días terrenales. Novela negra y urbana, la de 1964 aúna una trama política a una trama policial en el mundo del hampa según un sistema de vasos comunicantes que hace repercutir las fallas de los delincuentes en los errores de los militantes. El error y el horror supremos, sin embargo, proceden de la autotraición de los ideales comunistas por las desviaciones estalinistas en los partidos comunistas del mundo. Con este argumento truculento y filosófico la elección de Revueltas apunta a la recreación de la historia comunista en la década de 1930 como tragedia y como farsa. Negra novela de la alienación, que postula al hombre como ser erróneo, supuso no poco valor de Revueltas para desentrañar las oscuras aporías morales de sus camaradas, cuando no las suyas propias. En 1969, la publicación de El apando, novela breve y magistral, relato rítmico de un solo aliento, fábula sobre la alienación humana a partir de las tristes hazañas de unos apandados en Lecumberri, cuyos guardianes resultan ser no menos presos, confirma que Revueltas, el habitué de las cárceles, el curtido escritor de la empresa realista, expresionista, filosófica, por fin se halla libre. Ya fuera de la cárcel ideológica, fallece pocos años después, en 1976, joven aún. Tan libremente desdichado como Gregorio. L Florence Olivier, catedrática de Literatura Comparada en la Universidad de París III Sorbonne Nouvelle.

MOMENTOS EXTRAORDINARIOS

1914

Nace el 20 de noviembre en Santiago Papasquiaro, Durango.

1920

La familia Revueltas se traslada a la Ciudad de México. Habita una casa en la colonia Roma.

1923

José Revueltas Gutiérrez muere a causa de un padecimiento renal. La familia se muda al barrio de La Merced.

1929

José Revueltas es aprehendido por colocar una bandera del Partido Comunista en el asta del Zócalo (7 de noviembre). Seis meses en la correccional.

1930

Ingresa al Partido Comunista Mexicano, fundado en 1919.


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Fotografía: María García/ Fundación María y Héctor García

Sin banderas ~ ARMANDO GONZÁLEZ TORRES ~

H

ace algunas décadas, la posesión de un libro de José Revueltas, deshojado y obsesivamente subrayado, era un distintivo progresista. Hoy, ese carisma ya no funciona; sin embargo, basta hojear sus libros para constatar la elasticidad casi clásica que conserva su narrativa. Con poco más de una decena de novelas y libros de relatos, Revueltas asimiló como nadie las nociones de sufrimiento y expiación. Aunque sus tramas se insertan en las circunstancias de la Revolución mexicana, la guerra entre el poder civil y religioso, la vida obrera y campesina, la militancia comunista y el ámbito carcelario, en realidad constituyen una auténtica fenomenología del suplicio. Revueltas crea un universo literario original e irreductible que le permite rebasar la fecha de caducidad de los productos de una corriente literaria y adquirir una vigencia basada en el exceso virtuoso de su prosa y en la corporeidad escalofriante de sus personajes. Porque los hombres del subsuelo, los humillados y ofendidos, los endemoniados de Revueltas resultan seres profusamente reales, que protagonizan una narrativa de pasiones exaltadas y situaciones límite y que se plasman con una huella estrafalaria y violenta en la memoria. La presencia de los marginados, los parias, los freaks, más que un recurso literario, constituye una exploración de las agobiantes semejanzas entre la vida ordinaria y los extremos de fealdad, degradación e ignominia. No es sutileza narrativa o delectación con el estilo lo que se encuentra en las páginas de Revueltas, sino un naturalismo áspero, plagado de una violencia y una convulsión próximas a lo sublime. Por ejemplo, las peleas brutales, los empalamientos de cristeros, las torturas a los animales (la epifanía de un hombre ante su perro, al que ha castigado hasta arrancarle un ojo y romperle la espalda y que aun así se arrastra para lamer sus pies) o, en otro extremo, la impasibilidad de Fidel, el burócrata comunista, ante el cadáver de su hija Bandera son imágenes pavorosamente concretas que exaltan el sufrimiento físico y mental como una forma de la revelación. Revueltas crea, desde Los muros de agua hasta El apando, un universo carcelario que no se remite únicamente a la prisión, sino a la generación de paisajes opresivos y personajes cautivos, piezas inermes del destino que, sin la grandeza de los héroes, acuden a un sacrificio sin sentido. Desde el encierro vital, desde esa prisión metafísica en la que los hombres reptan en una caverna, Revueltas explora y revela que el hombre es el juguete de un Dios violento y caprichoso. ¿Cómo se concilian las perspectivas de un espíritu trágico y pesimista adscrito a una iglesia política, mesiánica y optimista? ¿Cómo evoluciona y se desenvuelve esta obra escrita entre el ritmo delirante de la militancia marxista, los frecuentes encarcelamientos y los padecimientos personales? Ya desde Los muros de agua, su primera novela publicada en 1941, Revueltas traza la índole de sus atmósferas y sus personajes dilectos: se trata de una novela sobre un grupo de presos políticos en las Islas Marías, en la que, más allá del testimonio descarnado de la vida en la prisión, se explora con agudeza psicológica los caracteres y motivos más profundos y ocultos de la militancia comunista. En 1943 aparece El luto humano, una novela de atroz belleza que narra la muerte por agua de un grupo de campesinos y en la que, desde la semiinconciencia de la agonía, se asiste al retrato de personajes memorables como Natividad, el reformista social; Úrsulo, el bastardo perplejo entre su incertidumbre y sus ideales; Adán, el asesino a sueldo; o el anónimo cura cristero, atormentado por la duda sobre su vocación y la realidad del pecado. En 1944, Revueltas publica Dios en la tierra, un libro de relatos oscuros y barrocos cuyo tono y características lo vuelven más un alegato metafísico y religioso que una denuncia política. Sin embargo, el desgarramiento más visible entre su credo político y la humanidad de sus personajes se presenta en Los días terrenales de 1949, esa radiografía del comunismo cuya crudeza le valió la crítica y el aislamiento y lo obligó a una retractación pública. Las novelas de enmienda de Revueltas, de 1956 y 1957, En algún valle de lágrimas y Los motivos de Caín, son más ceñidas a un realismo limpio,

1932

Cinco meses de cárcel en las Islas Marías, acusado de organizar una huelga de trabajadores de la cigarrera Buen Tono. Es el reo 1374.

1934

aunque, por supuesto, menos ricas y complejas. En 1960, Revueltas publica su libro de relatos más celebrado, Dormir en tierra, en el que depura y perfecciona su galería de personajes. Los errores, de 1964, es otra novela, quizá tardíamente herética, que aborda la vida comunista y los procesos de Moscú y en la que nuevamente la dimensión moral de sus personajes interroga a la profecía. Finalmente, en El apando se perfeccionan los temas revueltianos en una pieza de perfecta crueldad. No es extraño que en su tiempo esta narrativa de la angustia y el abatimiento, este realismo escasamente edificante (la ambigüedad de las situaciones, la complejidad de sus personajes no facilita la extracción de moralejas), resultara poco aceptable y útil para su militancia. Años después, la narrativa de Revueltas pero, sobre todo, su rebeldía heterodoxa, generaron una corriente de empatía con los protagonistas del 68 y se convirtieron en el emblema de toda una generación de izquierda. Sin embargo, hoy que las causas que hicieron a Revueltas un mito cívico son rebasadas por la realidad (el desencanto ideológico, la anorexia política), sus personajes y situaciones aún tienen el poder de conmover y estremecer pues, con una poesía sorda que resiste descuidos y digresiones, recrean la miseria, el sufrimiento, la pasión y la desesperanza. L Armando González Torres (Ciudad de México, 1964), poeta y ensayista. Su más reciente libro es Salvar al buitre.

Segunda estancia en las Islas Marías, acusado de organizar una huelga de trabajadores agrícolas en Ciudad Anáhuac, Nuevo León. Permanece nueve meses.

1935

Asiste al VII Congreso de la Internacional Comunista en Moscú (julio y noviembre).

1937

Matrimonio con Olivia Peralta (15 de mayo), con quien tiene cuatro hijos.

1938

Inicia su carrera en la prensa escrita en el periódico El Popular como reportero de nota roja.


LABERINTO

Narrativa extrema ~ EDUARDO ANTONIO PARRA ~

P

ara quienes nos consideramos sus lectores, acometer de nuevo cualquier título, o cualquier fragmento de la obra de José Revueltas representa no solo un gusto, sino una puesta al día en lo que se refiere a su pensamiento, a su visión sobre nuestro país y a ese irrepetible universo literario en el que el sufrimiento, la frustración y la injusticia parecen no dejar resquicio alguno a la esperanza que, no obstante, continúa palpitando en el interior de los hombres como una herida abierta. Es un autor cuyas historias duelen al mismo tiempo que deslumbran. El retrato del México subterráneo y marginal que consigue plasmar a través de las palabras con el fin de que sus personajes se desenvuelvan en él es inquietante e incómodo aun en estos días, por lo semejante que resulta con la realidad nacional del momento. Casi siempre, cuando se regresa a la narrativa del autor, se suelen releer algunos de sus cuentos o la novela El apando, relecturas que nos lo confirman como un indiscutible maestro de las formas breves, equiparable acaso tan solo a ese otro portento que fue Juan Rulfo. Sin embargo, igual que ocurre con otros, cuando un escritor alcanza el centenario de su natalicio muchos de sus seguidores consideramos que el mejor homenaje consiste en volver a sumergirnos en el caudal de sus palabras en una travesía que recorra su producción total. Con el Revueltas pensador, guionista de cine, dramaturgo, cronista de la vida pública, ensayista y teórico la empresa podría parecer imposible, pues los más de veinticinco tomos de sus Obras Completas podrían anular las mejores intenciones. Pero si reducimos el objetivo a sus novelas y relatos —aprovechando que la editorial Era acaba de sacar a la luz una edición conmemorativa de su Narrativa completa en tres volúmenes— el recorrido se vuelve menos largo. Menos largo, no menos arduo. Porque agotar de nuevo el universo novelístico y cuentístico de quien Octavio Paz calificó como “el más puro de los escritores mexicanos” no es un propósito cuyos resultados sean siempre placenteros. No. La intención de José Revueltas al escribir fue siempre la de sacudir conciencias, y sabía muy bien que para conseguirlo es preciso tocar el cieno con las manos; no el cielo, como otros intentan. Sus relatos cortos y largos están armados con aquello que la gente procura no ver en su vida cotidiana, con lo que hace cerrar los ojos a las buenas conciencias que tanto en su tiempo como en el nuestro abundan por todas partes. Quien abre un libro de narrativa de este autor sabe que se encontrará entre sus páginas con la miseria más desesperante, con la fealdad, con las actitudes humanas siempre reprobadas de labios para afuera pero practicadas de manera oculta por casi todos nosotros, con verdades desagradables, con el egoísmo absoluto de los hombres, con una violencia de tal intensidad que repercute en las entrañas de cualquier lector, con personajes (y narradores) expresando opiniones que la política correcta en boga no podría soportar, con escenas ofensivas para “el buen gusto”. Desde la ya legendaria guerra de mierda que protagonizan los condenados en el interior del barco que los conduce a las Islas Marías en Los muros de agua, hasta las ratas que atacan al preso que se fuga de la cárcel de Belén en Los errores, pasando por las muertes de los niños y el suicidio de una adolescente lesbiana para escapar del castigo en El luto humano y Los días terrenales, los maltratos a los enfermos, las golpizas a las mujeres, la suciedad, la enfermedad y la traición, recorrer estas páginas es semejante a internarse en los recovecos de un túnel lleno de sombras, a pasar revista a un catálogo de la desgracia mexicana; desgracia ubicua, eterna, antigua y actual. Pero no todo es oscuro. Si lo fuera, no seguiríamos leyendo a un narrador como Revueltas, quien sabía muy bien que para delinear un retrato fiel de los humanos es preciso establecer claroscuros, mostrar también lo luminoso con el fin de que el brillo haga que resalten las sombras. Por ello, desde su primera novela hasta su último libro de relatos nos encontramos asimismo con personajes que parecen ser la bondad encarnada, seres hechos de nobleza y buenas intenciones,

1940

Muere su hermano Silvestre (5 de octubre), víctima de bronconeumonía.

1941

Publica su primera novela, Los muros de agua, en edición casera que corre a cargo de la familia.

1943

ángeles caídos en la Tierra en busca del camino a ese paraíso adonde pretenden conducir a la humanidad. No importa si estos seres celestiales desempeñan actividades como la agitación comunista, la prostitución o incluso el terrorismo político, su objetivo principal es la redención de hombres y mujeres, la transformación del mundo en un lugar habitable y justo para todos. Es decir, en sus relatos José Revueltas pretendía establecer un equilibrio: mostraba lo abominable, sí, pero a la vez intentaba quitarle peso dejando entrever que el ser humano, además de vileza, es capaz de contener altas dosis de grandeza. Tal vez estos contrastes que imprimía a sus cuentos y novelas, tanto a las situaciones como a los personajes, no hayan sido sino un trasunto de la personalidad del autor y de la existencia que le tocó en suerte. Quienes lo trataron de manera personal afirman que José Revueltas era un hombre atormentado en grado sumo, pero también que su estado de ánimo habitual se decantaba por la alegría, que así como podía luchar sin descanso contra el poder en favor de los humillados y ofendidos sin perder la esperanza de redimirlos en ningún instante, también se dejaba llevar por la depresión y el alcoholismo por largos periodos, que estaba orgulloso de sus convicciones políticas comunistas y al mismo tiempo lo avergonzaba su incapacidad para cumplir como hombre de familia. No es extraño que de un ser humano así, paradójico hasta el extremo, hayan surgido unas piezas narrativas como las suyas: profundas como pocas se han escrito en este país, bellas y terribles, con una densidad de lenguaje que hace palidecer la obra de muchos poetas, a veces de una fealdad que raya en la hermosura, con personajes en verdad humanos. Piezas que merecen ser revisitadas ahora que existe la oportunidad. Habría que hacerlo. L Eduardo Antonio Parra (León, Guanajuato, 1965), ensayista y narrador. Su más reciente libro es Desterrados.

Su segunda novela, El luto humano, recibe el Premio Nacional de Literatura. Es expulsado del Partido Comunista Mexicano por “actividades fraccionales” junto a los miembros de la célula José Carlos Mariátegui.

1944

Inicia su carrera como guionista de cine con la adaptación de “El mexicano”, relato de Jack London, bajo la dirección de Agustín P. Delgado. Publica Dios en la tierra, un libro de cuentos.

1947

Se casa con María Teresa Retes.


sabado 15 de noviembre de 2014 b07 Los años setenta. Fotografía: María García/ Fundación María y Héctor García

Entre Marx y una derecha desnuda ~ HERIBERTO YÉPEZ ~

E

n su centenario, lo más vigente de José Revueltas es su posición política: ser una literatura de izquierda. Por ello la crítica literaria mexicana de derecha disimulada repite hasta el cansancio que lo que supuestamente ha envejecido más de Revueltas es su marxismo. Ese es el alegato del dossier que Letras Libres dedicó a Revueltas en su número pasado. Pero la revitalización del marxismo en la última década y su auge global muestran lo anacrónico de esa escuela de crítica literaria pacentrista. En Marx and Freud in Latin America, de Bruno Bosteels, publicado por la prestigiosa editorial Verso en 2012, se le dedican dos capítulos a Revueltas. Bosteels muestra lo vigente de las discusiones marxistas de Revueltas, y lo considera afín a Walter Benjamin. El libro de Bosteels no está exento de la idea de los años noventa del fin del marxismo. Pero, en lo general, el análisis de Bosteels facilita mostrar que en México la crítica literaria tipo Letras Libres sigue viviendo en 1993. Al pensar a Revueltas en este siglo, surge de inmediato la imposibilidad de separar lo literario de lo político. Revueltas elaboró la que quizá sea la literatura marxista más estéticamente lograda del continente americano en el siglo XX. Hoy es fácil que compañeros suyos que antes eran de izquierda y hoy son de derecha o, mejor dicho, de la derecha (y por eso ninguno admite jamás ser derechista), retraten a Revueltas como un “personaje” (o, peor aún, un “personajazo”), ya que esa táctica sirve para restar importancia a un autor como Revueltas. Entonces, ¿cómo leer a Revueltas? La siguiente generación de lectores tiene la oportunidad de leerlo como la represión gubernamental y luego la crítica de derecha (“liberal”) ha evitado: leerlo desde el nudo intenso entre la forma literaria y sus ideas políticas. Para evitar la lectura despolitizante que está tan instaurada en México, es recomendable que el nuevo lector primero se sumerja en Ensayo sobre un proletariado sin cabeza y Dialéctica de la conciencia y luego siga con la narrativa de Revueltas. Este orden de lectura hará posible no perder de vista la relación dialéctica —espiral— entre el marxismo y su narrativa. Conocer al Revueltas total y no solo al que la derecha reduce a una tendenciosa biografía krauzeana, en la que a cada supuesta exaltación de Revueltas le sigue alguien opinando de lo equivocado de ser un izquierdista como Revueltas. Ese nuevo lector seguramente escuchará que los ensayos de Revueltas son pesados o ilegibles; opiniones que, irremediablemente, provienen de críticos que no pueden entenderlos por su falta de lecturas teóricas, aquellas que precisamente Revueltas reelabora. Contra la tendencia de verlo como una “leyenda” o un anecdotario melodramático, Revueltas espera que se retome su lectura política. Los años noventa han terminado. Marx ha vuelto. Revueltas nunca se ha ido. L Fotografía: Renata von Hanffstengel

Heriberto Yépez (Tijuana, Baja California, 1974), académico y escritor. Su más reciente libro es The Empire of Neomemory.

1948

Se adhiere al Partido Popular, fundado por Vicente Lombardo Toledano.

1949

Publica su novela Los días terrenales, retrato de la izquierda sin rumbo. Es secretario general de la Sección de Autores y Adaptadores del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica.

1950

Estrena su obra teatral El cuadrante de la soledad que un sector de la izquierda descalifica por “pequeñoburguesa”. Semanas después abjura de ella y de Los días terrenales por considerarlos un llamado al nihilismo.

1956

Obtiene el perdón del PCM. Festeja en casa del secretario general, Dionisio Encina. Publica la novela En algún valle de lágrimas.


LABERINTO José Revueltas, 1962. Ilustración: Héctor Xavier. Tomada del libro inédito Héctor Xavier: El trazo de la línea y los silencios

La deshumanización que no cesa ~ IGNACIO M. SÁNCHEZ PRADO ~

E

n los recientes homenajes dedicados al centenario de José Revueltas ha emergido una temática que muestra, al tratar de esconderla, el desafío que su obra constituye para los lectores mexicanos contemporáneos. Esta temática surge en buena medida como resultado de la paradójica coincidencia del centenario de Revueltas con el de Octavio Paz, quien ha sido ya objeto de una mayor (algunos dirían desmedida) serie de homenajes que han opacado a nuestro gran novelista de izquierda. Se trata de una retórica escéptica que descalifica la política de Revueltas como anacrónica: ensayos que ejercen diversos malabarismos retóricos para decirnos que su obra literaria es de gran potencia, pero informada por una forma de política radical que ha dejado de ser legítima. Podría argumentarse que si pensamos en Paz y Revueltas como constructores de dos imaginaciones del país en debate, el poeta salió más airoso del siglo XX: eso que llamamos “transición a la democracia” refleja los ideales que Paz expresó en su crítica política. Los movimientos que Revueltas apoyó —y que no siempre lo apoyaban como recuerdan algunos comentaristas no sin cierto goce revisionista— parecen

haberse disuelto y los déjà vu puestos sobre la mesa por situaciones como la masacre de los normalistas de Ayotzinapa (en la que resuenan tanto Tlatelolco como Lucio Cabañas) muestran que las batallas que libraba su obra fueron perdidas y deben dirimirse de nuevo. Resulta indiscutible que la ilegibilidad que la obra de Revueltas parece emanar en nuestros días, sobre todo aquella relacionada con la doctrina política, se debe en buena parte a que muchos de sus compañeros de armas en el comunismo fueron parte de una travesía ideológica en la cual los sobrevivientes de la izquierda militante de los setenta emigraron a la izquierda institucionalizada, al centro liberal o a la derecha. Es un proceso que explica esas lecturas cautelosas que vemos hoy de lectores que no pueden quedarse inermes ante el poder literario de El apando pero que interpretan los argumentos sobre el proletariado sin cabeza o la relación entre Marx y el humanismo como poco más que una jerga extemporánea informada por un sueño antiguo y derrotado. Estas lecturas ignoran la real importancia de Revueltas, autor que no puede ser revisitado con el entusiasmo nostálgico hacia una forma de la izquierda ya vencida, pero tampoco con el goce irredento de sentirse parte

El cine: otro campo de batalla

de su novela homónima junto con José Agustín y dirigida por Felipe Cazals, película que la muerte ya no le permitió ver realizada. Asimismo, de entre los trabajos que si llegaron a filmarse nunca se conocieron y otros apuntes que no trascendieron el destino del borrador, Revueltas dejó inconclusa la adaptación de su novela El luto humano, dirigida por él mismo y fotografiada por Manuel Álvarez Bravo, y el corto (recientemente encontrado) de Cuánta será la oscuridad, cuento incluido en Dios en la tierra, dirigido por él mismo y fotografiado, también, por Álvarez Bravo; 25 páginas de Pasión y sangre en la música, argumento original basado en la vida de su hermano, el músico Silvestre Revueltas; 32 páginas de lo que iba a ser la adaptación de El cadáver viviente, la obra que el propio Leon Tolstoi intentó filmar; siete páginas de la adaptación de Tirano Banderas, novela de Valle–Inclán; el tratamiento cinematográfico de Los albañiles, de Vicente Leñero, y que Fons realizó en 1976 pero apoyado en otro guión, y catorce páginas de lo que iba a ser El jardín de las delicias, basado en su cuento “La palabra sagrada” de Dormir en tierra, entre una ingente cantidad de textos más. Pero volviendo al punto de partida, aunque José Revueltas elaboró un aparato teórico que coincidía estrechamente con los preceptos de Sergei Eisenstein acerca del guión, el montaje, la construcción dramática y el análisis fílmico (compárense los hilos conductores de El sentido del cine y los ensayos de Revueltas agrupados en El conocimiento cinematográfico y sus problemas), la lógica de la industria le remitía a la idea de un oficio burdo, una ocupación que solo demandaba sentido común, ortografía y sintaxis. La verdadera obra de arte derivaba, según sus reflexiones iniciales, de una inspiración que funcionara como “un nuevo vehículo material para expresar al hombre y que el

~ IVÁN RÍOS GASCÓN ~

J

osé Revueltas comenzó su carrera en el cine nacional en 1944, con la adaptación del cuento “El mexicano”, de Jack London, que redactó junto con el propio director de la película, Agustín P. Delgado. En aquel entonces ya había publicado las novelas que le acarrearon la crítica demoledora de Octavio Paz (Los muros de agua, 1941; El luto humano, 1943) y un volumen de relatos (Dios en la tierra, 1944), y desde aquella primera incursión en una industria boyante en apariencia pero agobiada por múltiples problemas como la farragosa obtención de financiamiento; las pugnas gremiales; un star system henchido de vanidad que se inmiscuía en la elaboración de los proyectos, y el nocivo, impune monopolio de los exhibidores (Jenkins, Alarcón y Espinosa), Revueltas se perfilaba como un discípulo avezado de Sergei Eisenstein: los textos teóricos que escribió años después sobre el arte y la estética cinematográfica estaban más que en deuda con las ideas que el creador de El acorazado Potemkin y Octubre anotó en El sentido del cine, volumen esencial para afinar el instinto cinemático. De su infatigable colaboración en cine, una buena parte de sus créditos correspondieron a adaptaciones de piezas narrativas o a desarrollos de argumentos originales de sus colegas escrito-

1957

Publica Los motivos de Caín, novela que asocia al comunismo con el fin del sufrimiento humano. Viaja a Berlín —donde se reencuentra con su hermana Rosaura—, Budapest, Moscú y Trieste.

res. Algunos de éstos fueron La diosa arrodillada (1947), basada en un cuento de Ladislao Fodor, que redactó junto con Roberto Gavaldón, Alfredo B. Crevenna y Edmundo Báez, dirigida por Gavaldón y que, por cierto, le acarreó una escaramuza periodística por su hipotético favoritismo por Rosario Granados en perjuicio de María Félix y los “cambios” al original que, según Améndolla, director de la revista Cartel, harían al mismísimo Fodor desconocer su propio relato; Que Dios me perdone (1947), adaptación junto con el director Tito Davison de un argumento de Xavier Villaurrutia; La otra (1947), junto con Roberto Gavaldón, basado en un cuento de Ryan James y por el que obtuvo el Ariel a la mejor adaptación; En la palma de tu mano (1950), adaptación junto con Roberto Gavaldón de un argumento de Luis Spota y dirigido por Gavaldón; La noche avanza (1951), adaptación junto con Roberto Gavaldón y Jesús Cárdenas de un argumento de Luis Spota y dirigido por Gavaldón; La ilusión viaja en tranvía (1953), adaptación junto con Mauricio de la Serna, Luis Alcoriza y Juan de la Cabada de un argumento de De la Serna y dirigido por Luis Buñuel; Sonatas (1950), adaptación junto con Juan Antonio Bardem y Juan de la Cabada de la novela de Ramón María del Valle–Inclán y dirigido por Bardem, y El apando (1975), adaptación

1960

Expulsión definitiva del PCM por su “actividad divisionista y antipartido” (abril). Aparece la colección de cuentos Dormir en tierra.

1960

Funda la Liga Leninista Espartaco, de la que será expulsado en 1963 por sus tratos con el trotskismo.

1961

Viaja a Cuba, invitado para colaborar en proyectos cinematográficos.

1962

Publica Ensayo sobre un proletariado sin cabeza bajo el sello de La Liga Leninista Espartaco.


sabado 15 de noviembre de 2014 b09

de una transición que convenientemente ignora a los desterrados de las fantasías desarrollistas del México actual. La obra de Revueltas sustenta lecciones críticas y políticas que superan los inevitables anacronismos de aquellas ideas que en sus años fueron dogmas, y cuyos estrictos límites ideológicos fueron frecuentemente superados por Revueltas mismo. Es claro que Revueltas excede por mucho los límites intelectuales de eso que se llamaba “marxismo vulgar” y que se fundaba en la repetición acrítica de un vocabulario filosófico cuya sofisticación se difuminaba burocráticamente. Si acaso, la pregunta real de Revueltas no era una cuestión de doxa terminológica, sino de la desesperada necesidad de una ideología y una militancia que dieran cuenta de la enorme deshumanización de la modernidad capitalista que, en el México que habitó entre los cuarenta y los setenta, bajo el nombre de “Revolución” sustentaba políticas basadas en el desarrollo desigual y la exclusión. Desde El luto humano hasta El apando, la narrativa revueltiana fue una puesta en escena de las subjetividades y afectos de aquellos que no pertenecían a los delirios modernizadores del medio siglo mexicano, confrontando ese llamado “milagro” con aquellos que se mantenían en el purgatorio de la inequidad. Esto fue acompañado por un pensamiento político, siempre sin tregua, que se preguntaba sobre las posibilidades de enunciar y de pelear por un humanismo, una dialéctica de la conciencia y un México cuya prueba fundamental era la inclusión precisamente de esos marginales: los presos brutalizados por el sistema penal, los campesinos atrapados por las llamas inclementes de la guerra cristera, los revolucionarios derrotados por el peso implacable de la historia. Ante el cinismo de aquellos que quisieran que Revueltas dejara de existir, y ante las fantasías de un

país para el cual las subjetividades capturadas por su obra son excedentes prescindibles en la vuelta al PRI, Revueltas sigue encontrando lectores que muestran su potencia. Vienen a la mente Bruno Bosteels, cuyo trabajo restituye a Revueltas en una tradición intelectual del marxismo del que parece siempre excluido; José Manuel Mateo y su cuidadoso estudio del mito de Antígona que aparece tanto en Revueltas como en muchas ideologías militantes; Rebecca Janzen y su agudo trabajo sobre la forma en que la religiosidad narrada por Revueltas imagina formas de resistencia a la homogeneización modernizante del Estado; Francisco Ramírez y su enfoque sobre la poderosa polifonía que permite a Revueltas dar voz a los marginados; Rodrigo García de la Sienra y su estudio sobre la cárcel y la distopía y, por supuesto, Evodio Escalante, el precursor de la lectura política de Revueltas. Revueltas no es estrictamente un “raro”, sino un escritor cuya inteligencia política y estética, identificada por todos estos críticos, ha dejado de resonar en el espacio público mexicano en parte porque la pregunta fundamental de Revueltas sobre aquellos sujetos sin representación política a los que buscó otorgar agencia simbólica se ha disuelto en el México de la supuesta transición. Leer a Revueltas en los días posteriores a Ayotzinapa, y hacerlo en diálogo con los críticos mencionados, es un triste recordatorio de que carecemos de esa literatura interesada en capturar a aquellos que viven en lo que la teoría política actual llama el “Estado de excepción”, despojados de identidad y ciudadanía. No dejo de pensar qué podría decirnos Revueltas o un escritor de su estirpe sobre los migrantes centroamericanos que son secuestrados, extorsionados y asesinados en una tierra sin ley, sobre los jóvenes normalistas que son desaparecidos y desollados ante los ojos de una

sociedad que los explica como delincuentes o carne de cañón, sobre los 130 mil muertos y desaparecidos que son números en la imaginación pública, o gente que “se lo buscó”, o cualquier cosa que le permita a nuestro país abdicar de su responsabilidad frente a los cadáveres y a los ausentes. No sé si Revueltas como escritor sería posible en la época actual, de literatura becada y corporativizada, de criminalización de la protesta pública; si sería posible en este país donde el dogma político ya no se llama proletariado o comunismo ni arriesga el equívoco en nombre de los que menos tienen, sino que recibe nombres como reformas estructurales, democracia electoral, neoliberalismo, y que se ejerce en nombre de la pauperización de los más vulnerables. Sin embargo, hay que decir que si algún sentido tiene leer a Revueltas hoy, recuperarlo, homenajearlo, a él puede accederse solamente a través de la pregunta sobre cómo humanizar a quienes han sido derrotados por la deshumanización neoliberal, cómo darles voz a aquellos que muchos en nuestro país perciben como revoltosos que “se buscaron” ser quemados vivos o a los que estorban con sus luchas y su existencia misma la comodidad de quienes viven obstinadamente en la fantasía de un país moderno que solo los beneficia a ellos. Esa es la pregunta incómoda que nuestra cultura actual es incapaz de contestar, y que hace que Revueltas, cuyo anacronismo es resultado del riesgo que nadie toma hoy de pensar una sociedad para los más excluidos, sea más vigente que cualquier otro escritor, cualquier otra prosa, cualquier otra inteligencia y cualquier otro homenaje. L Ignacio M. Sánchez Prado (Ciudad de México, 1979), ensayista y crítico literario. Su más reciente libro es Screening Neoliberalism: Transforming Mexican Cinema, 1988–2012. José Revueltas. EKO

hombre se encuentre”, pues el despropósito latente radicaba en que “el cine tiene que operar sobre una masa enferma, envenenada psicológicamente. Una masa nerviosa por la propaganda de los gobiernos, en tensión constante por los peligros que la acechan, y que va al cinematógrafo, no como una persona aislada puede leer un libro de Balzac, para disfrutar de un goce artístico, sino como un síntoma enfermizo, para liberarse por medio del olvido. Por eso el cinematógrafo capitalista es un compuesto tan banal, frívolo y estúpido” (“Cine y capitalismo”, publicado en El Popular, 11 de abril de 1940). Y sin embargo, desde aquella primera incursión de 1944 en El mexicano, José Revueltas ya no abandonó el quehacer cinematográfico. Afrontó altercados y caídas, como el célebre episodio en que como secretario general de la Sección de Autores y Adaptadores Cinematográficos impugnó las maniobras gangsteriles del monopolio de William Jenkins, Gabriel Alarcón (Asociación Nacional de Exhibidores) y Manuel Espinosa (Operadora de Teatros) desde las páginas de la revista Hoy, usos y costumbres político–empresariales de un México que no ha cambiado nada. Recordemos cómo operaba el monopolio: firma de contratos de explotación exclusiva con los distribuidores. El distribuidor no podía alquilar su película a los exhibidores que se encontraran en otras plazas no controladas por el monopolio. Sistema de porcentaje por cuatro días. Luego de este plazo, se establecía un precio fijo y la mayor ganancia era para el exhibidor, quien tenía el derecho de explotar y subdistribuir los filmes durante dieciocho meses. El distribuidor estaba impedido de recurrir a exhibidores independientes bajo amenaza de que las cintas no se “corrieran” en otras latitudes del país bajo control del monopolio. Ese affaire ocurrió en 1949, Miguel Alemán era presidente. El público prefería las cintas naciona-

1964

Publica Los errores, que caracteriza al Partido Comunista como la fuente que corrompe a los verdaderos comunistas.

les, lo que garantizaba un jugosísimo negocio en detrimento de las productoras y los distribuidores y aunque el conflicto se resolvió poco después, a Revueltas le costó la renuncia a la secretaría general de la Sección de Autores y Adaptadores

1966

Obtiene un empleo en la Secretaría de Educación Pública a la que renuncia en febrero de 1968.

Cinematográficos. El cine también fue uno de sus campos de batalla. L Iván Ríos Gascón (Ciudad de México, 1968), escritor y periodista. Su más reciente libro es Broadway Express.

1967

Gana el Premio Xavier Villaurrutia por trayectoria literaria.

1968

Es acusado de incitación a la rebelión, asociación delictuosa, daño en propiedad ajena, homicidio y lesiones. Reclusión en Lecumberri (18 de noviembre).


LABERINTO

Fotografía: Rogelio Cuéllar

Música para dolor y rabia

¿

SENTIDO DEL HUMOR Y DEPRESIÓN* ~ HÉCTOR XAVIER ~ CONOCÍ A JOSÉ REVUELTAS en la Casa de las Juventudes Socialistas Unificadas de México, fundada por Lázaro Cárdenas para ayudar a los estudiantes de provincia que venían a la capital. Yo ya conocía a su hermano Silvestre desde 1939, cuando ensayaba en la XEB, radiodifusora ubicada en la calle de Buen Tono. José y yo nos frecuentábamos esporádicamente hasta que en 1962 fuimos vecinos en el edificio Asís (en la calle de Holbein, en la colonia Nochebuena). Conforme la escribía, viví y leí su obra Los errores, que José mecanografiaba en las noches sobre una almohada para no molestar a los vecinos. Casi todas las tardes le mostraba mi trabajo y lo discutíamos. Independientemente de nuestra sensibilidad, nos unía la afición al toro, y que tiempo atrás ambos habíamos determinado ser toreros. Revueltas me decía: “El toro nos sacará del hambre”. Entrenábamos toreo de carretilla en unos corralones de Mixcoac. En esa época José empezaba a desarrollar un buen vientre que no le ayudaba a dar la figura de torero. En efecto: el miedo y la falta de figura aniquilaron nuestra afición. A Revueltas y a mí la realidad nos parecía demasiado violenta y tratábamos de escapar de ella a través de nuestra obra. Cuando no trabajábamos nos sentíamos muy mal, al extremo de sentir que no merecíamos la vida. Mucha de mi vida como hombre cambió gracias a él. Es el mejor ser humano que he conocido. Alternaba un gran sentido del humor con una apasionada depresión. Algo de eso sucede conmigo. L *Fragmento de la entrevista de Héctor Xavier (1921–1994) con Marco

Antonio Campos publicada con el título “Un espíritu marino”, en el suplemento sábado del periódico unomásuno, en 1988. Tomado del libro inédito Héctor Xavier: el trazo de la línea y los silencios.

1969

Pablo Neruda envía una carta a Gustavo Díaz Ordaz exigiendo la liberación de José Revueltas porque “tiene la genialidad de los Revueltas y también, lo que es muy importante, porque lo queremos muchísimo”.

1969

~ HUGO ROCA JOGLAR ~

Qué tipo de sonidos hay en la literatura de José Revueltas, cuya vena es aún más cruda que la de su hermano Silvestre? Desde el primer párrafo de El luto humano surgen músicas de siniestra belleza. MÚSICA DE LA NIÑA MUERTA. La muerte está en la silla y “el aire de campanas con fiebre” se mueve con los golpes de la respiración última de Chonita (mediecitas rosas, vestido amarillo) que se oye “como un péndulo” oscilando fuera del tiempo. MÚSICA DE UN RÍO DE TIERRA. Masas negras se mueven espesamente en un cielo sin luces, “nubes o piedras gigantescas, o nubes de piedra”. Úrsulo busca el río. Debe avisarle al cura que “A Cecilia se le murió la niña”, como si aquella niña no fuera también suya. También debe comprar mezcal. Está perdido. Llega a la casa del asesino de cristeros Adán (“descendiente de las iguanas tristísimas y pétreas”), quien le presta su barca (“La Cautivadora”). Los dos hombres se odian pero reman juntos. Y los remos se escuchan con claridad en mitad de la tormenta, “como si el río fuera de tierra y los remos paletadas sobre el vacío de otra tierra, mortuoria y sin consuelo”. Y más campanas (“notas trémulas y angustiosas”, “un lamento de auxilio en mitad de la noche turbia”): las del pueblo que ya se divisa desde el agua que parece tierra. “Un río de tierra. Mañana Chonita (flor de raíces podridas) estaría bajo la tierra”. MÚSICA DE DOS ÁNGELES SIN LUZ. Adán y Úrsulo. El cura (que alguna vez apretó loco de deseo el seno de una moribunda hasta hacerlo sangrar) los ve y piensa en dos “ángeles indios, torvos ángeles con las camisas raídas y una nostalgia infinita y un pavor”. Los ve como “un ruido con forma humana, lleno de tristeza y de rencor”. Un ruido, “un simple entrechocar de cosas sin luz”. MÚSICA DE LA MAÑANA. “Tiene su sangre luminosa que desparrama dulcemente por atmosférica, angélica escala, y valles y colinas y barrancas llénanse de su acontecer sonoro, de su múltiple fuego”. MÚSICA DEL VELORIO. Ruido con sueño. “Ruido como de mariposa a causa del viento”. Ojos pesados; las mismas palabras: “Ruega por nosotros los pecadores, ruega, ruega”. Gente flaca, gente fea. Nadie llevó flores. Hablan, y sus voces son “un modo de silencio”. Cantan “Perdón, oh dios mío” y su canto es “pavoroso y sin solemnidad, lleno de terror ante Dios”. Jerónimo balbucea borracho “Cecilia, lo sentimos mucho”, y repite mucho, mucho “en tres tonos diferentes de voz”. MÚSICA DEL CURA CRISTERO QUE RECUERDA SU PASADO CON EL AGUA AL CUELLO TRAS HABER ASESINADO A ADÁN. Oaxaca, el templo de Santo Domingo. Un canto extraño,

“en falsete, roto por continuas desarmonías, bárbaro. Extendíanse las notas a ras de tierra, cual si la voz partiese de una inconcebible garganta vegetal, con espinas y agrio zumo”. Voz desafinada y monorrítmica, “triste como el silbar de una flauta de barro. Pero no era un canto”. Un hombre que reza “en su lengua zapoteca lágrimas viejísimas”. Dice: “Yo estoy llorando para que tú me veas”. “Y súplicas, lágrimas, tristeza, desesperación, soledad absoluta, sentido de lo miserable, todo eso reunía como si tuviese a la vez algo de animal que llorara”. MÚSICA PARA CUATRO NÁUFRAGOS HERIDOS A UN MISMO TIEMPO POR EL RENCOR Y LA ESPERANZA. Úrsulo, Cecilia, Marcela, Calixto —subteniente villista— y el cadáver

chiquito de la niña. Zopilotes sobrevolándolos con sus atentos ojos de serpiente. Y una canción “escéptica, humilde paráfrasis bárbara de aquel polvo eres y en polvo te convertirás”: Hacíamos de cuenta que fuimos basura y que un remolino nos alevantó, y el mismo viento, allá en las alturas, allá en las alturas nos aseparó MÚSICA NOCTURNA DE EXTRAÑOS HUELGUISTAS QUE VIERON PASAR A ADÁN URDIENDO MUERTE (MATAR A TRAICIÓN AL LÍDER SINDICAL NATIVIDAD). “Cantaban una quejum-

brosa melodía, y sin advertir el viraje súbito de Adán, apenas a unos cuantos metros, continuaron con el arrastrar nostálgico de las notas que el dulce viento de la tarde hacía más largas y tristes”.

Publica El apando. Inicia una huelga de hambre en el Palacio de Lecumberri junto a 80 presos (10 de diciembre).

1970

Es condenado a dieciséis años de cárcel (12 de noviembre).

1971

Abandona Lecumberri (13 de mayo) sin que se retiren los cargos en su contra.


sabado 15 de noviembre de 2014 b11 En compañía de Agustín Yáñez. Fotografía: María García/ Fundación María y Héctor García

Los sin nombre ~ BRAULIO PERALTA ~

E

MÚSICA DE SOLDADOS ATERRADOS QUE COMBATEN A UN EJÉRCITO DE FANTASMAS. “Por la noche hubo corridos de guerra, de amor,

En su celda de Lecumberri. Fotografía: Julio Pliego

de inundaciones, de aparecidos, de crímenes, de prisioneros”. Alrededor de quien cantaba se formó un corro silencioso y atento “que parecía ensimismarse en recuerdos muy simples pero a la vez llenos de profundidad y emoción”. ¿POR QUÉ EL MEXICANO CANTA? “Tiene un sentido muy devoto, muy hondo y respetuoso de su origen. Hay en esto algo de oscuro atavismo inconsciente. Como ignora su referencia primera y tan solo de ella guarda un presentimiento confuso, padece siempre de incurable y pertinaz nostalgia. Entonces bebe, o bebe y canta, en medio de los más contradictorios sentimientos, rabiosos en ocasiones o tristísimos”. L

Braulio Peralta (Tuxpan, Veracruz, 1953), periodista y editor. Su más reciente libro es El poeta en su tierra. Conversaciones con Octavio Paz.

Hugo Roca Joglar (Ciudad de México, 1986), crítico musical.

1973

Matrimonio con Ema Barrón Licona.

1974

Publica su último libro, Material de los sueños, relatos con una clara dirección autobiográfica.

l cuadrante de la soledad, de José Revueltas, fue la primera obra en el teatro mexicano que alcanzó las 100 representaciones, en 1953. Bajo la dirección de Ignacio Retes, con escenografía de Diego Rivera y las actuaciones de los jovencitos Silvia Pinal y José Solé —los únicos sobrevivientes de aquel acontecimiento—, hoy, en el centenario del nacimiento del escritor al que todos los críticos comparan narrativamente con Dostoievski pero que en la escena estaría a la altura de Bertolt Brecht, la Compañía Nacional de Teatro de Luis de Tavira ni siquiera se acordó de que en México tenemos un dramaturgo de primerísimo nivel. Así de lamentable es el teatro oficial que desprecia a sus autores nacionales. Años después, en 1980, pude ver por primera vez esta obra dirigida por Lola Bravo con la nueva Compañía Titular de Teatro del Instituto Politécnico Nacional, hoy extinta. Escribí el 14 de diciembre de 1980 en el suplemento cultural El gallo ilustrado del periódico El Día: “La historia de una huelga camionera, de unos trabajadores que luchan contra su patrón, apoyado por la política y gente coludida con ella; la historia de la importancia de los medios de comunicación como difusores de patrones de conducta a seguir por las masas, creadores de estereotipos, de normas, pero nunca difusores de cultura, de información esclarecedora, la corrupción, el machismo, las relaciones humanas y las preferencias sexuales son, entre otros tópicos, los temas que trata la historia de Revueltas y que conformarán la idiosincrasia del mexicano con la pérdida de sus raíces culturales” (lo sé: es horrible la redacción). Me quedé corto en aquel entonces (fue mi primera crítica teatral). Hay un tema nodal en el desenlace de El cuadrante de la soledad: la corrupción y las drogas. Colombina, una puta anciana, con sus declaraciones a la policía como testigo privilegiada del crimen, por primera vez aparecerá ante el mundo con su nombre: “Mi nombre verdadero es Enriqueta Suárez Méndez. De la familia Méndez Suárez, los famosos joyeros”. Los sin nombre en la obra de Revueltas. Como los asesinos de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, porque los verdaderos apellidos de los narcotraficantes aun no los conocemos. Así de vigente es José Revueltas, desdeñado por la Compañía Nacional de Teatro de Luis de Tavira para hacerle el Homenaje Nacional que se le debe. Aún es tiempo. Ojalá. Revueltas no pedía aplausos para esta obra. Escribió: “perturbar y desazonar a los otros como él lo está; desnudo y sin espalda, dispuesto a combatir”. Y ya, me callo. Espero que no pasen otros cien años de soledad y olvido. L

1975

Escribe su última adaptación cinematográfica, El apando, que dirige Felipe Cazals.

1976

Muere el 14 de abril. Homenaje de cuerpo presente en la UNAM. Al día siguiente, es enterrado en el Panteón Francés. Roberto Pliego


Sus niños desamparados ~ ROMÁN REVUELTAS RETES ~

U

n padre está ahí, primeramente, como una presencia. Luego, al pasar de los años, se vuelve un recuerdo. O un anhelo. O muchas otras cosas. El mío, como llevaba varias existencias paralelas de luchador social, de escritor furioso, de gran bebedor, de amador de mujeres y de rebelde indomable, se aparecía episódicamente en casa cuando yo era niño. Esa fugacidad suya esculpió una figura que me resulta, hasta estos días, un tanto distante pero con la que me puedo hermanar, por así decirlo, a través de una visión compartida de algunas cosas y, creo, de cierta sensibilidad. Digo esto para dejar más o menos claro que ser hijo de un personaje como José Revueltas no da pie, en manera alguna, a una historia familiar en la que se consagren los papeles tradicionalmente adscritos a los padres (y, bueno, a los hijos) de siempre. No fuimos, pues, una familia como las otras o como se supondría que fueran (tampoco es enteramente cierta esta suposición porque, como bien decía mi psicoanalista de cabecera en sus días de talante subversivo: “en el origen de cada familia hay un hecho de sangre”) y, de tal manera, la escena hogareña que más me viene a la memoria, a estas alturas de la vida todavía, es la de mi padre cuando volvía a casa, se sentaba a la mesa del comedor, se ponía a beber y comenzaba a contar sus historias. Yo no era tampoco, por lo tanto, un hijo típico —tendría unos diez o doce años en aquel entonces— sino un simple espectador. Un atento —aparte de fascinado— oyente de cuentos tan fantásticos como tremendos. Y algunas de esas fábulas —implacablemente reales todas— dejaron una marca indeleble en mi persona aunque apenas he venido a darme cuenta de ello en tiempos recientes. Hay un suceso, sobre todo, que me impresionaba grandemente porque, al terminarlo de relatar, en el rostro de mi padre se advertía una expresión de desolado abatimiento y parecía que le caía encima todo el dolor del mundo: contaba que, cuando estuvo preso en las Islas Marías, tenía lugar una obligada comparecencia diaria de reclusos —una suerte de ceremonia estúpida y humillante en la que el jefecillo de turno debía recordarles a todos su condición de vasallos sometidos— y que, en una de esas sesiones, un perro no dejaba de ladrar (en este país, siempre hay perros por ahí); el milico, encolerizado porque el chucho empañaba el rígido protocolo de su labrada solemnidad, mandó que atraparan al animal y lo ahorcó ahí, delante de todos. El horror, pues. La brutalidad desembarcada, de pronto, en la mesa familiar. Y consignada, de manera punzante, por un hombre que parecía deshacerse al reconstruir sus memorias, así fuere para aliviar un poco la carga que le oprimía el corazón, ahí, delante de la mujer y de un hijo que lo miraba (creo) con unos ojos desmesuradamente abiertos. Hasta aquí, un mero episodio, una simple remembranza de una escena en el comedor de la casa de Cuernavaca, ha muchos años ya. Pero resulta que existe también la literatura de mi padre. Y, por poco que me haya yo aventurado a recorrer sus novelas y (sobre todo) sus cuentos, ese ser atormentado y lleno de angustia que conocí de pequeño ha vuelto a surgir casi en cada párrafo y en cada página, describiendo de manera implacable —aparte de intensa y tremenda— el dolor de los hombres simples. Hay algo más, sin embargo. Y, aquí, me permito registrar ante ustedes el permanente y perturbador desasosiego que tengo, en 9 de marzo de 1975. Fotografía: María García/ Fundación María y Héctor García

lo personal, ante el hecho, terrible, de que algunos niños se encuentren en una situación de absoluto desamparo ante sus maltratadores, sean éstos quienes puedan ser. Pues bien, este sentimiento de desaliento que experimento en mi condición de simple espectador (horrorizado) de la realidad lo encuentro, una y otra vez, en unos relatos de mi padre que consignan despiadadamente el sufrimiento de los pequeños como si el mundo entero no fuera otra cosa que eso, a saber, un escenario donde se perpetran inexplicables maldades contra los inocentes. No puedo, en este sentido, imaginar relato más estremecedor que “Dormir en tierra”, un cuento donde a una prostituta, afincada en un puerto del Golfo, le es devuelto de pronto un hijo que ella había enviado a Veracruz con gente que ahora ya no puede ocuparse de él. Trata entonces la mujer de colocarlo en la tripulación de un remolcador, comandada por un capitán que sabemos bondadoso pero que no puede dejar que aflore la piedad que trae dentro. Al chaval lo lleva ella al muelle, todos los días, a que convenza al hombre de que lo acepte. Y ahí está el chico, al rayo del sol, horas durante, esperando como una piedra a que ocurra el milagro de ser el grumete encargado de las tareas más ingratas o de que le concedan el uso del camarote más roñoso del barco desvencijado. Ha dejado las cosas bien claras desde un principio: ha avisado, al rudo marino, de que “mi mamá me pide por favor que me lleve con usted porque dice que ella no me puede tener porque soy hijo de puta” (la que viene siendo una de las declaraciones más desgarradoras de toda la literatura). Llega el momento en que el tal capitán, enfrentado a la imposibilidad de contar con los servicios del muchacho y llevado, paralelamente, por un sentimiento encontrado de compasión y rechazo, decide disuadir al aspirante

rociándolo con los desperdicios e inmundicias del barco: le avienta una cubeta de porquerías que lo cubren de pies a cabeza. Pero, ni así: sigue el niño en el muelle, salpicado de desechos malolientes, estoico e imperturbable. Luego, llega la madre, que intenta negociar: pide, ruega, suplica. Nada que hacer, sin embargo. No hay manera. Su hijo no subirá al barco. Y, ahí, ese chico que parecía inmune a todas las durezas y que aparentaba la solidez de un insensible mineral, comienza a llorar. O sea, que se rompe por dentro. Es el instante, digo yo, de la suprema debilidad de los humanos cuando nos enfrentamos a lo incomprensible, a lo injusto y a lo abominable. Y ese momento, como tantos otros en diversos relatos y episodios de su obra escrita, mi padre lo plasmó de manera tan intensa como descorazonadora. Y así aparecen, de forma recurrente, los niños indefensos y las víctimas candorosas, en una galería de individuos prematuramente despedazados que José Revueltas exhibe, muy seguramente, como una auténtica declaración de inconformidad con la realidad de las cosas, una especie de protesta formulada desde las entrañas —aderezada, hay que decirlo, de un lenguaje excesivo y tremendo— pero que, después de todo, viene siendo también un escrupuloso recuento de nuestros horrores, nuestras miserias y nuestros infiernos. Resultó de tal manera que aquel señor, el padre que caía abatido luego de relatar sucesos atroces en la mesa familiar, deseaba también comunicar su desesperación al mundo entero contando historias de niñas que se suicidan, de chicos torpes que no advierten la prometedora luminosidad del sol o de pequeños que mueren porque alguien olvidó darles de comer. El suyo es el duro testimonio, pensaría yo, de la inocencia cuando desembarca en un universo sin piedad; y es, también, el llamamiento impotente de un hombre que quiere darle una voz al más inexplicable de los dolores: el que sufren los niños, seres fatal e irremediablemente desamparados. Hoy, recordando todavía la imagen del perro ahorcado que me vino a la mente aquella tarde, viviendo ese horror ya no como un espectador sacudido sino desde la precaria seguridad que te ofrece el tiempo ido, me reencuentro con mi padre precisamente ahí, en las más terribles de sus escenas literarias. E, impregnado de su angustia y su desaliento, me digo que el único posible beneficio del negro vacío de la muerte será ya no saber más de estos infiernos terrenales. L Román Revueltas Retes (Ciudad de México, 1958), músico, escritor y periodista. Su más reciente libro es La insidiosa fatalidad de las cosas.


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