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René Esteves: Académico y atleta a tiempo completo.
Deportista Ilustrado
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Era diciembre de 2006 en una ciudad a las afueras de Tokio en Japón. El equipo de voleibol de la Selección Nacional de Puerto Rico había llegado a la tercera ronda en el Campeonato Mundial, luego de haberse encontrado en la lista de los menos favorecidos en estas competencias. Pocos esperaban que los boricuas pasaran de la primera ronda.
Allí estaba René Francisco Esteves Amador enfrentándose al equipo alemán. Había sido una temporada de grandes triunfos. Llevaba consigo la satisfacción de haber derrotado a Argentina—uno de los favoritos—en la primera ronda. Un bloqueo de Esteves, al final del quinto parcial de aquel partido, condujo a Puerto Rico a la victoria frente a los argentinos.
Sin embargo, al pasar los días, se había sentido cada vez más débil y cansado. Cuando se levantó para prepararse para el partido contra Alemania y se puso los tenis, no sentía los pies. A pesar de tan extraño síntoma, decidió jugar. Ya en la cancha, luego de servir, se acercó al dirigente y le comentó que no se sentía bien para continuar. Ésa fue su última jugada antes de volver a Puerto Rico.
En la Isla, Esteves fue diagnosticado con el Síndrome de Guillain-Barré, un síndrome autoinmune, es decir, que ataca el propio sistema nervioso periferal del cuerpo humano. Recluido en el hospital, en el área de intensivo, René se hallaba acostado, sin poder moverse. Su enfermedad se convirtió en un asunto público. Constantemente, los medios narraban noticias sobre su estado de salud, mientras muchísimas personas en Puerto Rico se desbordaban en oraciones. Su vida, su carrera y su cuerpo corrían peligro.
No obstante, el joven voleibolista no dudó que se iba a recuperar. Aplicó la misma receta que había usado para todo en la vida: disciplina, sacrificio, esfuerzo, dedicación y visualización positiva de sí mismo. En once días, Esteves estaba saliendo de la clínica… caminando; actividad que se supone que realizara nuevamente después de un año. Con la ayuda de las terapias, de los tratamientos, de la medicina alternativa, de su familia y de su fe, salió adelante.
La receta mencionada anteriormente lo acompaña desde la adolescencia, cuando dio sus primeros pasos en el deporte del voleibol. Los valores adquiridos a través de los años, en los que combinó el juego y los estudios, lo han llevado a alcanzar sus metas. “El sacrificio y la disciplina son partes fundamentales, sino necesarias, para tú alcanzar tus metas. Vivir una vida sin metas es vivir una vida vacía. El hecho de que te estés sacrificando por algo que te apasiona hace que el sacrificio sea más tolerable. Por ende, puedes sacrificar más y el resultado final termina siendo uno mejor,” expresa el atleta con la madurez que lo caracteriza.
René, para quien “el deporte es la vida en miniatura,” jugó en el equipo de su escuela, en selecciones juveniles, durante los veranos… Su familia corrió con él por todas las canchas de Puerto Rico, reconoce el joven, quien comenzó jugando tenis, ya que era el deporte que su papá, René Esteves Tristani, practicaba.
Como durante el verano era que se realizaban los viajes para jugar fuera de Puerto Rico, René tenía el compromiso de mantener buenas notas y aprobar todas sus clases. Ocurría lo mismo con su hermana Irene, quien también sobresalió en deportes como el voleibol, el sofball y el tenis, entre otros. Con frecuencia, René comenta que su hermana fue quien lo enseñó a jugar.
“El deporte fue un instrumento para que él saliera bien en los estudios,” señaló Teresita Amador, madre del deportista.
Los estudios siempre fueron parte de la vida de René. Hijo de una profesora de Administración de
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Oficinas y de un abogado, vivió rodeado por los libros y por académicos. Además, se crió en la residencia de la facultad de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Río Piedras. Para Esteves, quien hoy día es estudiante de doctorado en el Departamento de Ciencias Marinas de la UPR, Recinto de Mayagüez, el ambiente académico es una continuidad de la casa y de la vida misma. En 1996, Esteves fue admitido y becado por deportes en Ohio State University. Allí completó un bachillerato en Biología general, siguiendo las recomendaciones que le hicieron los doctores Hernández Ávila (qepd) y Vance Vicente, cuando aún era un adolescente. En Ohio, se destacó como capitán del equipo de voleibol de la institución.
“Me siento más cerca de lo que es mi hogar en el ambiente académico que en el deporte,” admite.
Y es que René siempre supo que asistiría a la universidad. El voleibolista reconoce que le apasiona la cancha pero que, aunque muchos de sus compañeros tenían como meta ser entrenadores o dirigentes de algún equipo, él nunca se visualizó en el deporte toda su vida. A la edad de 16 años, comentó que deseaba ser biólogo marino, carrera que requiere largos años de estudio y dedicación. Su deseo de aprender y su habilidad para escuchar sólo se verían satisfechos si balanceaba su vida entre los estudios y el deporte.
“Me fascina jugar voleibol. El hecho de seguir haciéndolo me llena muchísimo. Pero yo siempre me vi siendo algo más que un voleibolista. Como profesión, siempre me vi como científico.” De regreso a Puerto Rico, en el año 2000, comenzó la maestría en Ciencias Marinas al mismo tiempo que se destacaba como jugador. Durante los años que René lleva cursando sus estudios graduados, ha sido parte de los equipos de Lares, Adjuntas y Carolina.
Además, Esteves tiene en su haber tres medallas de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe (2002, 2006 y 2010), la última obtenida en suelo boricua, en el Palacio de Recreación y Deportes de la ciudad de Mayagüez. También, gracias al deporte y a su talento, ha podido representar a Puerto Rico en numerosos países de Centro y Sur América, del Caribe y de Europa. Incluso, ha jugado en el Medio Oriente y en Asia.
Aunque siempre ha combinado los estudios con el deporte, Esteves admite que no ha sido fácil.
Dr. Jorge García Sais, René Esteves Amador, Milton Carlo y Jorge Sabater.
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René Esteves Amador bajo el agua y ejecutando un remate.
Actualmente, trabaja en su tesis doctoral acerca de las comunidades de peces arrecifales en las reservas naturales de Puerto Rico, con especial énfasis en el suroeste del archipiélago. Para realizar su investigación, cuenta con la mentoría del doctor Jorge García Sais, quien es su director de tesis y compañero de trabajo.
“René es un estudiante responsable. Ha sido una ayuda significativa en el equipo de trabajo,” indica García Sais.
En el mar, René ha encontrado su otra pasión y su fuente de trabajo y de estudio. No obstante, su relación con el mar comenzó mucho antes de que aprendiera a caminar.
“Yo me acuerdo cuando fue el primer baño de mar de René. Fue en Boquerón, en febrero, tenía tres meses de edad,” comentó con alegría su mamá, con quien René mantiene una estrecha relación.
“Somos muy unidos,” dice ella, al tiempo en que cuenta que, recientemente, fue junto a su hijo a hacer snorkeling en La Parguera. Fueron a bordo de una yola aguadillana que adquirió René durante sus años de estudios graduados.
Teresita Amador describe a su hijo como una persona muy intensa en sus sentimientos y en sus expresiones. Así es René con todo lo que le apasiona. Así vibra René con el deporte y con el mar. “Estoy cada vez más fascinado por la naturaleza de su medio, de lo que es el agua y por la inmensidad, desde su tamaño hasta las condiciones en las que está, cómo cambia, por la gama de sentimientos que despierta en la gente, gente que lo ama, gente que le quiere dar la vuelta al mundo, gente que le tiene miedo. Es mi imán.”
René sigue trazándose planes y saboreando triunfos. Su enfermedad le ha servido para ayudar a alentar y animar a otros que se encuentran en condiciones iguales o similares a las que él estuvo. En muchas ocasiones, le piden que cuente su experiencia y él lo hace. Acerca de esas veces dice:
“Es un ejercicio bien lindo porque tengo que estar repasando. A medida que pasa el tiempo, le voy sacando más enseñanzas.”
Y estas enseñanzas, al igual que las transmitidas por su familia, núcleo que le brindó mucho amor y seguridad, según lo narrado por el atleta, lo han llevado a ser lo que es hoy: un deportista y un científico que se ha destacado y que continúa aprendiendo. René está experimentando su propio sueño. Vive aferrado a sus metas, y sus estudios y el mar ocupan una parte sumamente importante de su vida.
“Es una pasión que nunca se me va a acabar. Siempre es una nueva aventura, siempre va a haber algo nuevo que conocer.”