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La Piedra

Al aire libre

Por: Michelle T. Schärer Umpierre, PhD

La Piedra

A veces nos referimos a Isla de Mona como La Piedra, ya que es su esencia, además de que tiene muchas facetas rocosas. La piedra, en las costas rocosas de Isla de Mona, nos permite ver los restos de sus antepasados fósiles, así como los corales milenarios. Bajo las olas, la roca viva destella un sinfín de colores a través del tejido vivo del coral que, al crecer, y producir más piedra, alberga diversidad de organismos frágiles. Existen pedruscos dentro y fuera del agua que se disuelven constantemente por las fuerzas químicas y físicas o por el carcomer de peces loros que producen la materia prima para constituir playas con arena color de rosa. La acumulación de estos granitos en las dunas es esencial para incubar los nidos de

carey de concha con el calor del sol. La laja de piedra que recubre el fondo marino sirve como un tapete en donde se fijan y crecen las comunidades de organismos, que distraen a los aficionados del buceo que se zambullen en el medio ambiente subacuático. La piedra que antiguamente estaba a flor de agua, y hoy es un veril sumergido, provee un espacio magnético para los migrantes del Océano Atlántico. En el pasado, atrajo a reptiles náufragos que hoy son especies endémicas, como es la subespecie de iguana. Las jubartas o ballenas jorobadas llegan anualmente a reproducirse, a engendrar o parir. Para los navegantes modernos, la piedra sirve de escala que interrumpe sus travesías donde sus flotas de fibra de vidrio reposan en los anclajes protegidos por los peñones que acallan el efecto de la marejada en la orilla. La Mona y Monito también sirven de morada para los delfines que dormitan mientras nadan en aguas protegidas cercanas a la piedra. El evento más emblemático, por sus efectos especiales de sonido y su movimiento en masa, ocurre una vez al año. La cobada es una migración de todos los cangrejos hermitaños (cobos) de la isla que se dirigen hacia la playa más cercana a liberar sus huevos en el agua, en donde las futuras generaciones de cobitos emprenden su ciclo de vida. En las profundidades del mar, la piedra provee hábitat para especies que comúnmente degustamos en la gastronomía costera. Las aves migratorias aprovechan la constancia de la piedra para la época de procrear y luego regresar a las rutas de vuelos oceánicos.

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