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COLABORACIÓN

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EDITORIAL

EDITORIAL

JESÚS CAMINO, VERDAD Y VIDA... Y «LOS DISCÍPULOS DEL CAMINO»

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Aquilino, Card. Bocos Merino, cmf

La sinodalidad tiene raíces más profundas que cuanto pueda evocar la mera organización de reuniones internas de la Iglesia. Ante todo, es un modo de vivir y de obrar del Pueblo de Dios

Llevamos ya unos meses hablando de sinodalidad. Considero que nos conviene preguntarnos: ¿cómo hacer operativa esta sinodalidad en la que somos llamados a estar implicados como miembros del Pueblo de Dios?

Ante todo, hemos de creer firmemente que caminamos bajo la acción del Espíritu Santo, que es quien convoca, inspira, guía y sostiene su Iglesia. El pueblo de Israel, cuando caminaba por el desierto, sentía la presencia, la protección, la compañía de la nube, que era el símbolo del Espíritu sobre la Iglesia peregrina por este mundo. Nosotros caminamos en pos de Jesús hacia el Padre, bajo la presencia del Espíritu Santo. Solo se nos pide que discernamos y acojamos la voluntad divina que se nos muestra a través de los signos y acontecimientos que nos rodean y de los hermanos y hermanas que peregrinan como nosotros.

Ahora bien, si queremos hacer operativa la sinodalidad de la que hablamos, parece conveniente fijar la atención sobre algunos verbos que debemos conjugar en la primera persona del plural: “Nosotros”. Este “Nosotros” incluye: obispos, sacerdotes, consagrados y laicos. Todos los miembros del Pueblo de Dios que tenemos una misma vocación a la fe, a la fraternidad y a anunciar la Buena Nueva del Reino.

Enumero y comento estos verbos que ponen un correctivo a nuestro egocentrismo y a la indiferencia y promueven la concordia y el compromiso por la transformación del mundo según el designio de Dios.

Convivir

Estamos viviendo con otros, hombres y mujeres, que son amados por Dios, son nuestros hermanos en Cristo Jesús y son compañeros de camino. Existimos, coexistiendo, como vivimos conviviendo. No estamos solos, ni vivimos solos, como no nos salvaremos solos. En la vida nos hacemos responsables los unos de los otros, de ahí que la participación y la corresponsabilidad sean fuerzas motoras de la sinodalidad. ¡Cuidemos de que nadie sufra la soledad ni la marginación!

Agradecer

Cada uno de cuantos estamos caminando es un don y una oportunidad para conseguir la meta. La sinodalidad se hace operativa desde la gratitud a Dios y a cuantos caminan con nosotros. El agradecimiento es un ejercicio de memoria de dónde venimos y de todo lo que hemos recibido. A la vez, es un impulso que transforma nuestras actitudes y nos lanza hacia el futuro con esperanza. Vivir agradecidos implica que hemos comprendido el sentido profundo de estar vivos y de tener hermanos. El agradecimiento mantiene gozoso el fluir de la vida. La Iglesia es una gran comunidad de agraciados y agradecidos.

Amar

Este verbo es decisivo. ¿Qué sinodalidad puede haber sin la caridad, sin el amor fraterno? Sin amor, todo estaría vacío de contenido y sería una farsa. Se guardarían los modales o las relaciones serían meramente funcionales. Pero la caridad, el amor que nace del corazón traspasado de Cristo, es el alma de su Iglesia. Participamos en el amor que Dios nos tiene y que nos salva. Este amor es el impulso interior de nuestro caminar juntos hasta llegar a la plenitud en el designio de salvación. No podemos dejarnos de amar.

Incluir e integrar

El amor, lejos de excluir y marginar, es fuerza inclusiva e integradora. Caminamos no en paralelo, sino incluyendo e integrando diferencias de sexo, edad, cultura y raza; acogiendo y cuidando de todos, particularmente de los débiles y más necesitados de ayuda.

Escuchar

Escuchar a Dios, escuchar a los hermanos y hermanas, escuchar a la naturaleza y a los acontecimientos. Tener el oído atento nos permite caminar despiertos, intercambiar puntos de vista, acercarnos a la verdad y a la belleza y limar diferencias. En la escucha recíproca todos aprendemos, mejoramos, construimos. Cuando escuchamos, ejercitamos la reciprocidad en la información y en el contar con otros. Escuchar a todos significa que se tiene en cuenta al pobre, al marginado, al perseguido, al que no tiene techo.

Confesar

La fe es testimoniar que somos hijos del Padre, hermanos en Cristo, enviados por su Santo Espíritu. Porque creemos, celebramos el Misterio de la vida, de la muerte y de la resurrección del Señor hasta que vuelva. Así, renovamos nuestra condición de bautizados, de confirmados y de alimentados por la Eucaristía. Esta confesión nos urge a salir de nosotros mismos, nos hace libres y disponibles para pregonar en todas partes el Evangelio y para compartir la vida con los que necesitan nuestra ayuda.

Orar juntos

La sinodalidad se mantiene viva y crece en la incesante oración. Orar como Jesús nos enseñó: Padre Nuestro que estás en el cielo. Esta oración es adoración, es mirada a nuestro alrededor, es acogida de todos sin excepción, despierta humildad, estrecha vínculos, mantiene viva la esperanza y aumenta la perseverancia ante las dificultades en el caminar. Tenemos a María, la madre de Jesús y de la Iglesia al alcance de nuestra plegaria. Ella es la Madre de los vivientes, la nueva Eva, que cuida de sus hijos.

Perdonar

Como indica el Padre Nuestro: pedimos perdón y nos perdonamos. Este ejercicio de reconciliación es inherente a la sinodalidad. Supone humildad y generosidad. Son muchas las heridas que sanar y muchas las grietas que reparar. Si nos perdonamos, crece en nosotros la libertad y el bienestar. Los que se resisten al perdón son esclavos de sus resentimientos y son víctimas de sus desavenencias. No hacen camino, se entretienen en dar codazos, en dispersar y en alejar a los “discípulos del camino”.

Ayudar-nos

En el camino unos se cansan, otros tropiezan, otros caen, otros tienen la tentación de abandonar, otros muestran su disgusto y oposición a la trayectoria seguida… Toda ayuda es poca. Es verdad que el auxilio nos viene del Señor, pero quiere contar con la aportación de cada uno de nosotros estando atentos, tendiendo una mano, cargando en las espaldas y, sobre todo, compartiendo la fe y ayudando a ponderar, a discernir y a elegir. Quizá hoy la mayor pobreza sea la carencia de sentido de la vida y de comprensión de lo que realmente nos está pasando. Caminar juntos adquiere validez y autenticidad en la proximidad y en la solidaridad. Siendo verdaderos samaritanos.

Comprometer-nos

No vamos caminando por inercia, empujados, obligados. Ejercemos libremente nuestro compromiso por la verdad, la justicia y la paz, que son los valores del Reino. Mientras caminamos intentamos hacer realidad las Bienaventuranzas y las obras de misericordia. La Iglesia crece desde la sobreabundancia del bien que nos llega y lo convertimos en servicio para que “crezca el número de los que dan gracias.

Sor Belén Serrano Hilario, nacida en Cádiz, es Hija de la Caridad, destinada actualmente en el “Centro Rural de Servicios Sociales” de Temara (Marruecos). Entró en la Compañía en el año 2010 y en su recorrido vocacional ha prestado servicio con niños, primero en la Residencia Infantil “San Carlos” de Chipiona y después en el Colegio “Huerta de la Cruz” de Algeciras. En el curso pasado se le preguntó si estaba dispuesta a tener una experiencia de un año en la misión de Marruecos y aceptó ilusionada el reto. Finalizado el curso, ha expresado su deseo de continuar en la misión, y desde este Informativo le proponemos que comparta con nosotras su vivencia durante este curso.

1. Cuando se te pidió ir a la misión ad gentes por un año ¿qué sentimientos, emociones afloraron en ti?

En un primer momento se mezclaron muchos sentimientos y, la mayoría, hasta contradictorios: nervios, miedo, ilusión, esperanza por la oportunidad, alegría, desconcierto,... Por un lado quería decir que sí rápidamente y me alegraba por dentro, por otro, me asaltaba la duda de cómo se me proponía a mi tal cambio cuando nunca había pedido ir a la misión, y me decía a mi misma que aquello no era verdad. Tengo que decir que con estas mismas impresiones estuve prácticamente hasta que se hizo el envío en la Casa Provincial.

Aquellos fueron unos segundos de pasar ideas rápidas por la cabeza hasta que pronuncié el Sí. El Sí pequeño y temeroso de quien no sabe qué es lo que se va a encontrar, pues un año puede llegar a hacerse muy largo, y lo único que le queda es confiar en los planes de Dios.

2. ¿Cómo te preparaste para afrontar este desafío?

Pasé bastantes días preguntándole a Dios en la oración si aquella conversación con la Visitadora había sido real, así que, en parte, fue un trabajo de auto-convencimiento de que lo que vivía era cierto, que los días pasaban y me estaba preparando para algo completamente distinto. Pero, a la vez, era un trabajo espiritual para abrirme a lo nuevo y desconocido, a una cultura distinta a lo vivido hasta ese momento y, sobre todo, a las expresiones religiosas y lo que esto suponían en la presencia diaria entre el pueblo marroquí. Además, constantemente me asaltaba la idea de que en España también hay mucho por hacer, por evangelizar pero, quizás, aún no conocía la necesidad extrema, la humildad de quien no teniendo comparte lo poco que tiene con alegría y admiración y

es feliz, porque no se siente juzgado ni apartado, sino acogido con cariño y en familia. Hasta que no presencié esto varias veces y entendí su profundidad no le vi el sentido a haber salido de mi tierra.

3. ¿En qué consiste el servicio que estás prestando allí?

El servicio que presta la Comunidad es amplio, como centro rural de servicios sociales que es. Por tanto, se apoya a los niños en la etapa de escolarización obligatoria hasta acabar la Primaria, se ofrecen clases de costura y alfabetización para las mujeres, se atiende y hace seguimiento a niños en desnutrición y a niños con enfermedades psiquiátricas en cuanto a la administración de su medicación y, progresivamente, se realizan las visitas a domicilio que nos aportan datos muy importantes para entender las situaciones a las cuales ayudamos. Pero mi servicio directo está en el dispensario, concretamente con la fisioterapia. En un primer momento colaboré en el apoyo escolar de infantil y, a ratos, apoyaba a las curas de las personas quemadas. Pero, como decía, las visitas y el estar con el pueblo hace ver nuevas necesidades y entregar lo mejor que se tiene. Y así comienza el nuevo servicio de fisioterapia que, sin haberlo previsto ni preparado, y con los materiales más rudimentarios, está intentando dar respuesta a varios niños del campo y que, por ser pobres y no tener recursos, quedan excluidos del sistema sanitario estatal.

4. Cuéntanos una experiencia en la que hayas aprendido algo especial.

Cada día aprendo cosas nuevas, simplemente porque todo me es diferente pero aquí se aprende a valorar lo que se tiene, y entre el pueblo se ve cómo nos hemos dejado llevar, en ese supuesto 1º mundo, por tantas cosas que no llevan a nada, por un reloj que lo único que nos hace es acelerarnos la vida, pero no disfrutarla, por responsabilidades que nos hacen vivir a medio gas pasando por alto el encuentro con las personas porque hay que llegar, hay que rendir, hay que ser efectivo. Dios me ha dado la oportunidad de saborear el sentido del encuentro, del tiempo, el valor de las palabras y los gestos cuando la persona es lo primero y, por tanto, me ha enseñado que se puede servir de otra manera encontrándose con Él en el pobre cuando se deja espacio para ello y, con esto, a ser feliz.

5. ¿Has sido testigo de algún milagro cotidiano?

Cada día tengo la suerte de percibir los milagros que Dios hace en las personas, muchos de ellos en las cosas más sencillas y cotidianas. De hecho, empiezo cada mañana con la inclinación a dejarme sorprender por cada uno de los regalos que ese día van a venir al Centro. Pero el mayor milagro en todo esto se traduce en el lenguaje del amor, la comunión con el pueblo, el entendimiento mutuo aún sin saber el idioma, la acogida que percibimos las Hermanas o las mujeres de Dios como ellos nos llaman.

6. ¿Qué ha aportado a tu vocación de Hija de la Caridad esta experiencia? (a nivel espiritual, comunitario y de servicio).

Creo que podría decir, el vislumbrar el sentido profundo del Ser. Ser comunidad enviada a una misión concreta donde la fraternidad, el apoyo y sentido comunitario es muy importante en un país donde eres, por mucho que intentes cambiarlo, el extranjero, y en el que te encuentras y sientes distinto y solo en muchos momentos. Ser oración viva para que cada gesto, palabra, sentimiento, mirada, mueva al pobre al acercamiento a alguien que está aquí porque Dios así lo ha querido e intenta ser capaz de transmitir que solo Dios está en el centro de su ser. Pues, si no es así, si aquí te dejas llevar por otros intereses, inclinaciones, deseos... y la vocación se desvirtúa es muy difícil continuar. Si se pierde el sentido de fraternidad, comunidad, el sentido de Iglesia y comunión entre las congregaciones y los cristianos que aquí residen, siendo extranjero y sin el objetivo claro... ¿quién puede continuar? A nivel de servicio se puede dar de manera material, puedo ayudar a promocionar a quienes lo necesitan desde la fisioterapia, pero lo más importante es ser manos y corazón que sea capaz de acoger desde el sentido de ser hermanos bajo un mismo Dios para sanar las heridas producidas por la vida.

7. En medio del mundo musulmán ¿ha cambiado tu percepción de la Iglesia y de la importancia del diálogo inter-religioso?

Cambia la percepción en cuanto se es consciente de que Dios es realmente uno y el mismo para ambos y que la fe, aunque con doctrina distinta, es la misma, pues se mueve en la confianza, en el amor y el servicio al hermano. Al final, todos somos hijos de un mismo Padre, aunque cada uno le demos un nombre distinto y tengamos creencias paralelas. Aquí te das cuenta de que todos buscamos el bien del otro y rezamos en comunión unos por otros para que seamos felices a la manera que Dios nos lo da a entender a cada confesión.

8. ¿Qué te mueve a pedir continuar más tiempo en la Misión?

Tengo que decir que, la experiencia con el pobre y el palpar el carisma en primera mano desde esta parte de la película, me ha hecho ver cuál es el sentido más profundo de la palabra misión y entender que, como Hija de la Caridad, mi vida entera es misión. Por lo tanto, da igual dónde esté sirviendo si mi convencimiento y vivencia está en entregar mi vida allí donde me encuentre. Y si esto es así... ¿Por qué no seguir en Marruecos?. ¿Quién soy yo para ponerle límites y condiciones a Dios para servir si mi vida ya se la di y cada año le repito donde quieras, cuanto quieras y como quieras?

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