Parroquial Hoja
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N.º 15 • Domingo III de Pascua / Ciclo C
• 14 de Abril de 2013 • Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106
Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Jesús es el Señor
n el Evangelio de este día hay una breve exclamación de Juan a Pedro que define la fe de los primeros cristianos. Juan reconoce al aparecido y dice a Pedro: «ES EL SEÑOR». Estas palabras son el núcleo de la fe de los apóstoles, de la fe de la Iglesia en el siglo I y en nuestro siglo. Pero, ¿qué quiere decir que Jesús es el Señor? La respuesta de Pedro y los apóstoles, cuando son interrogados por el Sumo sacerdote, nos ayuda a entender el sentido que tenía para ellos. Dicen: «Dios resucitó a Jesús a quien ustedes mataron colgándolo de un madero. La mano de Dios [es decir, el poder de Dios] lo exaltó, haciéndole Jefe y Salvador». Es lo mismo que hemos escuchado en la lectura del Apocalipsis: «Digno es el Cordero degollado [Jesús] de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza». Pero es necesario que realicemos un esfuerzo por comprender mejor QUÉ SIGNIFICA esta afirmación de que «Jesús es el Señor». No basta con repetirlo: es preciso comprender lo que decimos, porque sólo así nuestra fe podrá estar presente en nuestra vida. Sólo así nosotros –como los apóstoles– podremos ser “testigos” del Señor. Afirmar que Jesucristo es el Señor significa que nosotros creemos que Él es el criterio, la norma, el camino de estos valores. Más aún, que en Él se realizan. El cristiano no lucha por unos valores teóricos,
por unas ideas que no se sabe exactamente qué significan, qué contenido tienen. No nos basamos en una sabiduría, en una filosofía o en una ideología –aunque todo esto pueda ser de añadidura–, sino en un hombre, crucificado, a quien Dios Padre «exaltó haciéndole JEFE». Él es nuestro líder, nuestro guía, nuestro criterio, quien da contenido y fuerza a aquellas palabras. Nuestra verdad nos viene de Jesucristo, nuestro amor es el que vive Jesucristo, nuestra justicia es aquella por la que luchó Jesucristo... Pero es preciso dar un paso más para comprender debidamente la afirmación «Jesús es Señor». Porque Jesús no es sólo guía y camino, sino también realidad de salvación. Es decir, es por Él que nosotros creemos que la verdad, el amor, la justicia... son ABSOLUTOS que conseguirán su plena realización. Creemos que Jesucristo Resucitado es la plena realización del Reino de Dios –de la vida de Dios–, y que de su plenitud participamos ahora inicialmente, luego totalmente. Creer que Jesús es Señor significa que creemos que el anuncio de Jesucristo, su Evangelio, es una realidad presente ya en el mundo y que llegará a su mayor realización en la Vida eterna. Por eso Él es Salvador: nos salva de la muerte, porque la vida de Dios que hay en Él, Hijo de Dios, es más fuerte que la muerte. Y de esta vida, vivimos nosotros.
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ORACIÓN COLECTA Señor, Tú que nos has renovado en el espíritu al devolvernos la dignidad de hijos tuyos, concédenos aguardar, llenos de júbilo y esperanza, el día glorioso de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
SALMO RESPONSORIAL Sal 29, 2 y 2 4. 5 y 6. 11 y 12a y 13b
R. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya. Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste. R. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya. Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo. R. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya. Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. R. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO R. Aleluya, aleluya. Ha resucitado Cristo, que creó todas las cosas y se compadeció de todos los hombres. R. Aleluya, aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Mira, Señor, con bondad a estos hijos tuyos que has renovado por medio de los sacramentos, y condúcelos al gozo eterno de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 5, 27-32. 40-41 En aquellos días, el sumo sacerdote reprendió a los apóstoles y les dijo: “Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre”. Pedro y los otros apóstoles replicaron: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho jefe y salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen”. Los miembros del sanedrín mandaron azotar a los apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús. Palabra de Dios. Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 5, 11-14 Yo, Juan, tuve una visión, en la cual oí alrededor del trono de los vivientes y los ancianos, la voz de millones y millones de ángeles, que cantaban con voz potente: “Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza”. Oí a todas las creaturas que hay en el Cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar –todo cuanto existe–, que decían: “Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos”. Y los cuatro vivientes respondían: “Amén”. Los veinticuatro ancianos se postraron en tierra y adoraron al que vive por los siglos de los siglos. Palabra de Dios.
EVANGELIO Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 1-19
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n aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada. Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?”. Ellos contestaron: “No”. Entonces Él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados. Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros. Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Él le contestó: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Él le respondió: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo; “Pastorea mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, Tú lo sabes todo; Tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”. Palabra del Señor.
En este Año de la Fe, aprendamos de memoria el Credo y recitémoslo como oración todos los días
Credo
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por Quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del Cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras; y subió al Cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Gloria a Dios en el Cielo, y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos; te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial,
A
La Confesión, ¿directo con Dios o con el Sacerdote?
lgunos católicos y sectas cuestionan el Sacramento de la Confesión: "¿Por qué nos confesamos con el sacerdote?". Argumentan que es un hombre pecador, que la Biblia lo prohíbe y que es mejor confesarse directo con Dios. Lo que dice la Biblia sobre este Sacramento, es: «Jesucristo dio este poder a los Apóstoles». Esta es la principal razón por la que nos confesamos con el hombre de Dios. Somos discípulos de Jesucristo y lo estamos obedeciendo. Él da este poder a los hombres para que lo hagan en su nombre. «Reciban el Espíritu Santo: a quienes ustedes perdonen sus pecados, queden perdonados, y a quienes se los retengan, queden retenidos» (Jn 20,22-23). «Todo lo que aten en la tierra, será atado en el Cielo, y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el Cielo» (Mt 18,18). Estos pasajes están en todas las Biblias del mundo, incluyendo las que usan los hermanos separados. Así que nada de que la Iglesia "inventó" este sacramento ni de que la Biblia "lo prohíbe", pues quien lo instituyó fue Jesucristo. Nuestro Señor Jesucristo es muy claro. Aquí está hablando del poder de perdonar y de no perdonar los pecados. No está hablando de que nos perdonemos cuando nos ofenda-
Gloria
Dios Padre todopoderoso. Señor Hijo único, Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
mos, sino que "algunos" (los apóstoles y sus sucesores) tienen el poder de perdonar los pecados. Por supuesto que Jesucristo sabía que ellos eran hombres pecadores y, aun así, les dió este poder. Los obispos son sucesores de los Apóstoles y los sacerdotes sus colaboradores. Cuando las sectas usan el pasaje de Jeremías 17 para decir que es malo confiar en un hombre, cometen el error de no leer el versículo completo, pues dice: «...y que aparta su corazón de Yahvé». Eso es lo que la Biblia prohíbe. En este caso, la confesión no es para apartarnos de Dios, sino al contrario: para acercarnos y unirnos más a Él. Sin duda que este texto, sin el contexto, es un pretexto más de las sectas y católicos desorientados.
Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo Tú eres santo, sólo Tú, Señor, sólo Tú, Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre. Amén.
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Oración de los Padres por sus Hijos Señor, Padre todopoderoso, te damos gracias por habernos dado estos hijos. Es una alegría para nosotros, y las preocupaciones, temores y fatigas que nos cuestan, las aceptamos con serenidad. Ayúdanos a amarlos sinceramente. A través nuestro has hecho surgir vida; desde toda la eternidad Tú los conocías y amabas. Danos sabiduría para guiarlos, paciencia para instruirlos, vigilancia para acostumbrarlos al bien mediante nuestro ejemplo. Fortaleces nuestro amor para corregirlos y hacerlos más buenos. Es tan difícil a veces comprenderlos, ser como ellos nos desean, ayudarlos a hacer su camino. Enséñanos Tú, Padre bueno, por los méritos de Jesús, tu Hijo y Señor nuestro. Amén.
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18, 19 y 20: Jueves, Viernes y Sábado El Espíritu Santo, Col. Los Cajetes Ntra. Sra. de Fátima San Pedro Tlaquepaque La Cruz de la Familia María Reina de los Mártires La Purísima Concepción, Etzatlán Inmaculada Concepción, Huaxtla Sagrado Corazón, Col. Las Esmeraldas
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