Semanario El Siglo

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ELSIGLO 04 DE JUNIO DE 2012

Guillermo Teillier responde a las preguntas de este semanario para esta edición centenaria. El pasado como patrimonio valioso, el presente combativo y la certeza de que el pueblo avanzará en sus luchas y conquistas, es lo que marca las respuestas del dirigente comunista.

Guillermo Teillier, presidente del Partido Comunista

“Tenemos futuro y podemos cumplir otros 100 años”

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Cómo se siente el presidente de un partido que cumple 100 años? Es una responsabilidad muy grande. Desde luego, nunca imaginé que yo iba a ser presidente del partido del centenario, y puedo decir que en general estoy satisfecho, no por lo que a mí me corresponde como persona, sino fundamentalmente por lo que el partido ha sido capaz de hacer en el proceso revolucionario chileno y porque ha llegado a este momento siendo un protagonista del quehacer político. Después de muchas vicisitudes, de pasar la dictadura y una política prácticamente genocida contra los comunistas y luego de 20 años de exclusión, el Partido Comunista de Chile vuelve a reconstituirse, tanto política como orgánicamente. Y, sin falsa modestia, puedo decir que hoy es un partido que plantea rumbos concretos en la sociedad chilena, de salida a un sistema neoliberal impuesto por una dictadura, y también de salida de una institucionalidad que pretende ser democrática pero que en el fondo no lo es. Y todos sabemos que gran parte del descontento que los chilenos expresan contra el actual gobierno tiene que ver con que no pueden participar en la discusión y la resolución de los asuntos más importantes que tienen que ver con su vida.

El partido ha sido capaz de poner en la mesa de discusión del conjunto de la sociedad temas tan importantes como el cambio de la Constitución, del sistema binominal, la participación ciudadana; ha sido capaz de instalar las medidas económicas fundamentales que debe adoptar cualquier gobierno que quiera realmente representar a la mayoría de la sociedad chilena: soberanía económica, mayor igualdad, menor concentración de la riqueza, mayor salario, protección y derechos de los trabajadores. Son cuestiones que no se han logrado después de la caída de la dictadura. ¿Qué identifica al Partido Comunista? ¿Sigue siendo éste el partido que fundó Recabarren? Exactamente. Es claro que van cambiando las condiciones y efectivamente el partido puede actuar de una u otra manera, pero en el fondo lo que el partido sigue haciendo es poner en el centro de sus tareas, de sus obligaciones, la defensa de los intereses de los trabajadores y de la gran mayoría del pueblo chileno. En eso, creo que no ha cambiado en absoluto. El mundo de los trabajadores se ha ampliado, eso es indudable. Ya no es sólo la clase obrera ni los trabajadores manuales. Hay una diversidad de formas de desarrollarse en el campo laboral, que hace que el partido tenga que conocer esta nueva realidad y actuar acorde a ella. En Chile se ha querido denigrar al trabajador, al obrero, y por eso se inventan fábulas como ésta de que hoy día la mayoría de los chilenos son de “la cla-

se media”. Y cuando uno ve la reforma tributaria del gobierno, que dicen beneficiosa para esa “clase media”, se da cuenta que aquellos que ganan hasta un millón de pesos mensuales no se van a ver beneficiados. En realidad, lo único que hace el gobierno con ésta y otras medidas es darle mayores prebendas y facilidades al 10 ó 15% que acumula la riqueza en Chile; entregar algunas migajas a otros sectores y sacrificar al resto de la sociedad que vive endeudada, con bajos salarios y ve muy dificultado su futuro. ¿Cómo se combina esta posición que usted expone, con una política de alianzas que suscita suspicacias, críticas e incomprensiones, a lo que se agrega el anticomunismo larvado o manifiesto de parte de la burguesía y los medios de comunicación? Esos son elementos con los que hay que contar. Con el anticomunismo, toda la propaganda que se hace en contra, sobre todo la que viene de los sectores más poderosos y que tienen, además, todos los medios de comunicación a su entera disposición. Ellos pueden hacer todo tipo de campañas burdas, incluso influir en sectores que se llaman de izquierda pero que, desde el punto de vista de la conciencia político-social, no tienen la madurez suficiente para hacer un análisis más profundo de las cosas. Nosotros creemos que en Chile hay que conformar un nuevo sujeto político-social capaz de llevar adelante transformaciones profundas, y en eso estamos. Para eso se necesita una política de alianzas sin dejar de lado ni los principios ni los objetivos que nos hemos propuesto. Desde luego, no la vamos a hacer con la derecha, pero sí con sectores que de una u otra manera han estado en un programa de transformaciones profundas, como es el pueblo concertacionista. ¿Acaso no creyó que se le estaba presentando un programa de transformaciones profundas a la


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salida de la dictadura? Claro que sí: votó por ese programa. Hoy hay una gran decepción en ese pueblo concertacionista. Y una parte muy importante de esos sectores no quiere volver a tener gobiernos como los que conocieron de la Concertación, sino gobiernos que efectivamente tomen en cuenta las aspiraciones que han tenido desde hace mucho tiempo, que se han ido traspasando de generación en generación y que hoy los jóvenes toman en sus manos. -¿Existe el riesgo de que se repita un gobierno de la Concertación? Existe el riesgo, si es que no se da precisamente una convergencia de fuerzas dispuestas, primero, a contribuir a la construcción de un programa y después elegir el candidato presidencial. Existe el riesgo de que algunos quieran tomar el camino de decir “si hay un candidato o candidata que esté muy alto en las encuestas, éste es nuestro candidato, vamos a ganar las elecciones”, y se olviden del programa y de acoger las demandas populares. Ese riesgo existe, lo sabemos, porque hay fuerzas –desde el otro lado de la vereda, digamos, desde la derecha- que harán todo lo posible por neutralizar la conformación de una alianza de fuerzas como la que estamos planteando, porque saben que ellos tendrían que retroceder en cuanto a intereses que les son propios y que no son otros que las grandes utilidades y la apropiación de todo lo que es el proceso productivo en Chile. Esa es la confronta-

ción que se viene y por eso, cuando estamos en estos 100 años del partido, digo que el PC ha logrado ponerse en el centro de la discusión política y eso nos plantea la disyuntiva de si seremos o no capaces de tener un gobierno con un programa que realmente contenga las aspiraciones populares.

¿Cómo está el PC en sus relaciones internacionales? A través del Foro de Sao Paulo, del que es un partícipe regular. Allí tiene relación con muchísimos partidos de todo orden y mantenemos relaciones prácticamente con todos los PC del mundo y con muchos otros partidos. No tenemos una frontera ideológica en este sentido, es claro que no nos vamos a ligar con sectores de la derecha que hoy día sí tienen Internacional, nosotros no tenemos ninguna, como alguno pudiera creer. No hay un centro directriz, porque lo que se hace, por ejemplo en el Foro de Sao Paulo y en otros, son intercambios profundos acerca de la realidad latinoamericana, también la mundial, pero no se sacan resoluciones que cada partido deba cumplir. Se sacan algunas conclusiones generales y cada partido, de acuerdo a su realidad, ve cómo esas conclusiones, que son muy generales, las adopta para sus países. Nosotros abogamos por la integración latinoamericana. Latinoamérica es un continente que está luchando con fuerza, no sólo por los cambios políticos y sociales sino que también desde el punto de vista económico porque es un continente que está en desarrollo y que indudablemente podría mejorar mucho, sobre todo en la calidad de vida de los pueblos, si es que se adoptaran acuerdos de integración en energía y otros.

¿Cómo se inserta y de qué manera se expresa el PC en el movimiento social? El movimiento social es muy amplio, y no tiene fronteras políticas. Es muy transversal y en algunos casos vemos cómo en la base social, de alguna manera, coinciden en la protesta sectores de izquierda, de centro y de derecha. ¿Cómo está el PC relacionado con este movimiento social?: en la medida que el PC y sus militantes son capaces de representar a esos sectores, de participar en la conformación de movimiento, en la unidad del mismo, y dotarlo de un proyecto, de una base programática y de carácter político. Porque creo que ésa es la novedad que se presenta hoy: que los planteamientos del movimiento social son políticos, de cambios políticos para el país. El PC ha estado en eso y ha alcanzado un alto grado de reconocimiento respecto a algunos de sus dirigentas y dirigentes. Hay algunos que están muy connotados y otros que no son muy conocidos pero que, sin embargo, en su realidad social -¿Es el cobre un asunson absolutamente reconocidos. En eso, el PC to intransable en un protambién ha jugado un pa- grama del gobierno de nuevo tipo? pel importante.

Absolutamente: renacionalización, o una fórmula que haga que realmente el cobre sea recuperado para todos los chilenos. Es un elemento esencial y lo que corresponde es la renacionalización. Eso es muy difícil que podamos hacerlo de buenas a primeras, pero debe producirse un proceso que puede ser, por ejemplo, poner a Codelco como una empresa fundamental extractiva de cobre en Chile y darle todas las facilidades de parte del estado para que asuma los nuevos yacimientos. En segundo término, que se cobre un royalty –tal como lo hacen otros países- que deje los recursos suficientes al estado chileno. Y si es que están todas estas medidas cautelares de nuestras riquezas básicas o el uso y usufructo de nuestras riquezas, también el estado chileno podría asociarse, como lo hacen otros países, pero en condiciones en que el beneficio fundamental sea para el estado y el pueblo chilenos, no para la empresa privada como es ahora en que los beneficios netos son casi absolutos para la empresa privada o las grandes transnacionales. -¿Se ha producido un cambio importante desde el punto de vista generacional, sobre todo en la dirección del partido? ¿Hay un trasvasije de experiencias y la posibilidad de que más jóvenes vayan asumiendo tareas? Indudablemente, la vida nos pone en la situación de que los cuadros tienen que irse renovando por la edad, y el partido ha seguido esta

ley de la vida. No es un partido que se haya anquilosado desde el punto de vista generacional, en que los dirigentes sean de una edad extrema. Nosotros concebimos que todos, jóvenes, de mediana y más edad, pueden contribuir, unos con su experiencia de lucha, otros con el ímpetu que traen como jóvenes, con un conocimiento más exacto de las nuevas realidades. Y que se fundan en una dirección eficaz en el partido. Y, claro que sí, nosotros estamos en disposición y estaremos orgullosos de que nuevos cuadros vayan asumiendo las funciones que nosotros ya hemos cumplido o estamos cumpliendo pero que algún día vamos a dejar de cumplir. Eso está claro. Quiero recalcar que el partido, precisamente en estos 100 años, ha tenido un crecimiento muy grande entre los jóvenes y la Juventud Comunista ha logrado niveles de organización, de amplitud en su desarrollo que son muy importantes y nos dicen que tenemos futuro y que podemos cumplir otros 100 años tranquilamente.

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gos del neoliberalismo, que son los que dieron por muerto al marxismo, son los que están hoy día moribundos. No creo que estén superados todavía, o derrotados. Se ha demostrado históricamente que el capitalismo tiene muchas formas para revertir procesos de crisis, que a veces parecen terminales pero se las arreglan mediante distintas fórmulas para sobrevivir. Han inventado guerras mundiales, matanzas atroces, y son capaces de hacer cualquier cosa. Estos son procesos que no son cortos, pero si vemos -¿Puede asegurarse al neoliberalismo hoy día, la vigencia del marxis- la verdad es que está basmo y dar por superada o tante maltrecho. derrotada definitiva-¿El partido tiene una mente la ideología neopaciencia y optimismo de liberal? El marxismo, para mí, 100 años, o podría haestá completamente vigen- blarse de que mantiene te. Hay algunos que nos el ímpetu inicial? Creo que efectivamenhan dicho, incluso por la prensa, que el PC ha que- te si en el PC no existiera dado huérfano de ideolo- optimismo, si no creyéragía. No: nosotros segui- mos en nuestros ideales, mos siendo un partido no estaríamos, no tendríamarxista y nuestra ideolo- mos 100 años. Y los 100 gía, que se expresa a tra- años nos dicen que no sólo vés de nuestra política – tenemos optimismo, no como muchos partidos sólo que hemos superado comunistas en el mundo- incluso aquella crisis del está plenamente vigente. socialismo, la caída del Y hoy día, la ideología socialismo europeo, sino transformada en política que estamos por construir está en las calles en forma de nuevo e incluso analide postulados o de pro- zando aquello que fracayectos de distinto orden. só, porque creemos que Las ideologías tampo- hay que presentarlo o co han muerto, como al- construirlo de distinta maguien sentenció, y todo lo nera. Pero en eso estacontrario: hoy están más mos, y eso se hace solavigentes que nunca y pre- mente luchando y no de cisamente aquellos ideólo- otra manera.


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Lautaro Carmona, secretario general del PC

“El socialismo es la representación máxima de la democracia”

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100 años de la fundación del Partido Comunista de Chile, ¿cuál sigue siendo su característica particular, lo que lo distingue de otras formaciones políticas? Vamos a partir de una definición para destacar lo permanente, y es su condición de instrumento al servicio de la clase obrera, de los trabajadores, los explotados, para contribuir a la transformación de la realidad en que se desarrolla la vida en nuestra sociedad. El PC nace cinco años después de la matanza de la Escuela Santa María de Iquique, la manifestación más aguda de la lucha de clases, la expresión más profunda de la explotación del obrero pampino. En esa realidad se funda el Partido Obrero Socialista en Iquique, casi simultáneamente con su fundación en Magallanes, en Valparaíso. El pensamiento avanzado llegaba sobre todo a los puertos; y en el caso de Punta Arenas, de

la deportación de comuneros de París. Esto le da una raigambre muy fuerte en la clase obrera. Sin ninguna presunción, sino como un mero registro histórico: el PC chileno nace cinco años antes del triunfo de la primera revolución socialista, en la Rusia zarista. Su origen está en la propia realidad y crea en esas condiciones una intelectualidad, autodidacta pero no menos aguda que cualquiera intelectualidad académica. Eso le da una marca profundamente democratizadora de la sociedad chilena. De ahí parte una relación natural entre el partido político revolucionario y la lucha de los trabajadores. En la contribución al surgimiento de conciencia de clase, se entiende el aporte de Recabarren en particular, como de otros pensadores que fundan el partido, en la creación de periódicos, en el plano de la cultura y el arte a través de la poesía, la obra de teatro, la filarmónica; y la relación del partido con la organización sindical que brega por sus reivindica-

ciones legítimas, inmedia- incidencia política de los tas, urgentes. cambios registrados en ella en la política de su -¿Esta propuesta po- partido? dría encontrarse no sólo La gente actualmente entre los exponentes de rechaza reconocerse la clase obrera, sino tam- como asalariada –explotabién en otros sectores de dos, en fin-, lo que se llala sociedad? mó clase obrera en el paHay una máxima que sado. Hoy se habla mucho contribuye a comprender de las capas medias. lo que estoy diciendo, y ¿Dónde se define la que viene de los clásicos: condición de explotado?: mientras más cultos son en que el aporte que un los pueblos más próxi- trabajador hace a la ecomos están de ser libres. A nomía tiene una retribula inversa, pueblos igno- ción relativamente proporrantes son más fáciles de cionada a ese aporte. Toda someter. vez que ese aporte es maLa noción de emanci- yor –como lo es- y la retripación de que habla Reca- bución es menor, hay plusbarren tiene que ver con valía. Un trabajador prouna sociedad distinta. Está duce un valor por sobre el en la realización plena de que recibe. ¿Quién se quelos seres humanos en fun- da con este valor?: el dueción de sus capacidades, ño de los medios de provocaciones y aptitudes. No ducción, el capitalista que niego que otras postula- está explotando a ese traciones puedan tender a lo bajador. ¿Cómo se puede commismo, pero con una pequeña gran diferencia: di- prender una sociedad que ficulto que piensen en la –según datos oficialesliberación de todos los podría gozar de pleno emhombres en su condición pleo y sin embargo tiene que aprobar leyes para de libres e iguales. bonificaciones y subsidios -¿Podríamos hablar que logren mantener un de la composición del nivel de ingresos en una mundo laboral, y de la zona muy amplia de la po-

blación que vive en la extrema pobreza? Los que están en la extrema pobreza no son necesariamente cesantes: son trabajadores súper explotados, que tienen retribuciones muy por debajo no sólo de lo que aportan sino de lo que necesitan. No basta hablar de pleno empleo, hay que hablar de salario justo, de trato digno a los trabajadores. Más allá de quienes se autodefinen como no explotados -trabajador por cuenta propia y por consiguiente “no tengo patrón”, el dato objetivo es si esa persona recibe lo que está aportando a la actividad económica para que funcione la sociedad. Y debemos convenir en que, en la mayoría de los casos, recibe muy por debajo de lo que corresponde. -El partido ha procurado alianzas desde el proletariado industrial con el campesinado, y después se ha ido ampliando el panorama: ¿hay en esto un cambio de la sociedad, un cambio en la mirada del partido o tal vez las dos cosas juntas?

Una política transformadora parte de la base de un conocimiento con la máxima profundidad de la realidad que hay que transformar. Y a medida que la realidad cambia, los desafíos son distintos, mayores, más específicos. Las demandas actuales de la sociedad chilena no son las mismas de un siglo atrás. La tarea de la transformación no es exclusiva ni excluyente de otros sectores que también, en grados y formas distintas, contribuyen a ella. -En estos 100 años de existencia, el PC ha postulado la unidad de la clase obrera y la “unidad obrero-campesina”. Después de la reforma agraria, ¿se puede hablar de un objetivo logrado, y cómo se manifiesta hoy esa política de alianzas? Se trataba de la profundización de políticas de estado que ayudaran a la dignidad y a la liberación en algún sentido del nivel de explotación del campesinado para su transformación en obrero agríco-


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Sin ninguna presunción, sino como un mero registro histórico: el PC chileno nace cinco años antes del triunfo de la primera revolución socialista, en la Rusia zarista.

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Elías Lafertte

la. Ahí está la clave de la reforma agraria: cambió su calidad de pertenencia de clase y hoy tenemos sindicatos industriales en las zonas agrarias. Tenemos una vida casi de urbe en las zonas agrarias, con centros productivos. Cada vez son menos las actividades típicamente campesinas. Obviamente, entonces, que la política agraria del partido ha cambiado. Debe contemplar los grandes focos agroindustriales y desde allí enfrentar la crisis alimentaria que tiene el mundo. En el plano de otra reforma que tiene que ver con la soberanía económica: se requiere que el estado tenga potestad sobre las riquezas naturales y que su explotación vaya en primer lugar a elevar la calidad de vida del país, y de la región en donde se producen. Aquí juega un papel clave la nacionalización del cobre. Codelco es una empresa estatal que sigue entregando el principal ingreso a nivel nacional, pero se ha remitido a un tercio su producción respecto a la minería privada y transnacional. -¿El PC necesita ampliarse a otros sectores, entrar en alianzas para realizar las transformaciones? Es evidente que la vigencia del partido reside en que está permanentemente actualizando los desafíos que surgen en la sociedad. El partido nunca ha postulado el unipartidismo. Siempre ha postulado la convergencia de distintas fuerzas políticas que coincidan en lo sustantivo en las tareas de transformación. Eso lo ha llevado a bregar por una política de alianzas que incorpore la mirada de otros sectores, incluso los que tienen políticas hacia las llamadas capas medias, aunque el propio partido también se plantea una política hacia esos sectores. Lo mismo ocurre en el plano del mundo propiamente social, con un eje que nos parece que debe ser mucho más fuerte en

el mundo de los trabajadores. Y ahí está la experiencia de la llamada Mesa Social, que reúne a estudiantes, profesores, pobladores, artistas, a expresiones sociales temáticas. Hay sectores que se organizan en función de subrayar sus temáticas, que no por eso dejan de ser transversales y objeto de preocupación, en primer lugar, de los trabajadores. Por ejemplo, en lo medioambiental, la palabra más autorizada la tienen los trabajadores. La crisis hídrica también es propia de los trabajadores. Todo lo que tiene que ver con lo que ocurre en la sociedad y que va a impactar sobre su calidad de vida, es un asunto propio de los trabajadores. -Hay contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas productivas – una hidroeléctrica, por ejemplo- y el cuidado de la naturaleza… La relación capital–trabajo en nuestra época contemporánea es una relación extrema que se denomina capitalismo neoliberal. Se agrega a esto el que sea globalizado, es decir que no tiene barreras de movimiento. No hay que olvidar que nosotros también concebimos al mundo como una unidad planetaria, y de ahí viene el concepto de internacionalismo, que concibe las luchas de los trabajadores como parte de una gran corriente mundial.

Hay dos cosas distintas: el trabajador que tiene un puesto en una actividad, como por ejemplo la forestal, la pesquera, con una explotación indiscriminada, y su condición de habitante de esa zona o del país en general. Por ejemplo, en la relación de la producción de energía y las termoeléctricas y el uso ilimitado de recursos hídricos, el gobierno no asume ninguna responsabilidad. Dicen: al final de cuentas, la gente necesita trabajar… Sí, pero no a cualquier costo. Entonces, ¿dónde está el punto aquí, ya que es sabido hace tiempo que los recursos naturales no son infinitos? Creo que afortunadamente, a partir de muchas tragedias, se va poniendo cada día más en la conciencia colectiva la necesidad de armonizar todos los elementos: el desarrollo de la economía, con la calidad de vida de las personas. -Se dice que caracteriza al Partido Comunista, también su aspiración a una sociedad distinta, opuesta al capitalismo… Nosotros estamos en este partido, y yo siempre uso la frase “con optimismo histórico”, porque reiteramos que hace falta aspirar a una sociedad distinta. Creo que no hay nada más próximo a postular el socialismo que vivir en proximidad a una situación

democrática. Y creo que a ratos la vida entrega posibilidades de saltos que ponen en el tapete posibilidades de avanzar más rápidamente. El camino para la construcción de socialismo pasa por la más profunda revolución democrática, entendiendo con esto que el socialismo es la representación máxima de la democracia, y la manifestación máxima de la democracia es el socialismo. Y esto supone democracia en todas partes: desde los puntos de vista económico, cultural, político, social. Lo que tenemos hoy es una dictadura económica, donde todo está restringido a un núcleo exageradamente pequeño. Una democracia social es la que pone las potencialidades del estado al servicio de la sociedad. Y ahí están las grandes demandas de la educación y la salud públicas, la vivienda social. El “estado benefactor” es manifestación de una elemental democracia social, siempre y cuando eso constituya derechos y no concesiones discrecionales de un gobierno. El estado benefactor o de bienestar se construyó pensando en la contraparte, los países socialistas. Lo que me importa es que eso sea con respeto a la dignidad, al legítimo derecho de los trabajadores. Para lograr todo esto de que estamos hablando, es necesario un protagonismo del pueblo, de los

trabajadores en primer lugar, respecto a sus derechos y respecto a la representación de sí mismo. Se hace un quiebre entre lo que algunos llaman la democracia de instituciones o representativa, y la democracia participativa. La pregunta sería: ¿qué significa el pueblo en el poder? Yo estoy hablando de la representación del mundo social, que va a canalizarse a través de pensamientos distintos. Y no hay una relación de divorcio entre los partidos y ese movimiento social. Y esto no es menor, porque hay prohibición de que los dirigentes sindicales sean candidatos a parlamentarios. -Postula el PC una alianza también con sectores o representantes independientes: ¿forma parte eso de su política de alianzas? La militancia no es lo que resuelve la condición política. La verdad es que nadie es independiente. Lo que tiene es una no militancia partidaria, pero tiene una mirada política comprometida. Y son miles los que se inscriben hoy en la gran corriente de movilizaciones. Pero, insisto, el actor y factor fundamental son los trabajadores. Y lo que hay hoy día, para alegría nuestra, es que el movimiento estudiantil está planteando exigencias que lo conectan con lo más avanzado de los trabajadores.


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Karol Cariola, secretaria general de las Juventudes Comunistas

“Nuestra contribución es la construcción de movimiento juvenil por transformaciones profundas”

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Cuál es la mirada de la secretaria general de la Jota sobre lo que hace esta organización que, junto al partido, está cumpliendo también 100 años? Estamos celebrando con mucho entusiasmo, alegría y rebeldía, que son características que sintetizan el sentimiento que tenemos los jóvenes comunistas. Celebramos el centenario de un partido lleno de historia, de mística, de momentos políticos que han marcado la historia de nuestro país y también de nuestra Juventud. Con menos años (la Jota cumple 80) para nosotros es muy importante la construcción que ha hecho el Partido Comunista, que ha logrado ser parte y también cambiar la historia de nuestro país en distintos momentos. Hoy día tenemos nuevamente la oportunidad histórica de cambiar la realidad de las cosas, que se impuso en un proceso muy triste de nuestra historia, que fue el momento de la dictadura militar, en que se nos impuso un modelo económico y político que lamentablemente hasta hoy pesa como una gran mochila sobre nuestras espaldas. Creemos que tenemos una oportunidad muy importante para avanzar en transformaciones reales para generar un país más democrático, justo, más igualitario, con mayores oportunidades, sobre todo para los sectores mas vulnerables, para la juventud, para los ancianos, las mu-

jeres. Para todos aquellos de ver el mundo; con disque por muchos años he- tintos movimientos dentro del mismo movimiento jumos sido excluidos. venil. Hoy día, los jóvenes -Y los jóvenes en ge- nos identificamos con posneral, ¿cómo se acercan turas a partir de la música, a la Jota, particularmen- de la cultura, del deporte, te en el marco del movi- de nuestra identidad de bamiento social que el año rrio, de los distintos espapasado surgió con tanta cios donde nos desarrollamos. También hay identifuerza? Creemos que “cuando dad estudiantil, y en ese los perros ladran…” es sentido la juventud tiene porque avanzamos, y he- una tremenda diversidad, mos escuchado muchos que es lo que la enriquece, perros ladrar a nuestro al- y hemos aprendido a ser rededor. La Juventud Co- parte de ella. Porque tammunista ha tenido un cre- bién la Juventud Comucimiento muy importante nista está plagada de dea raíz del movimiento so- portistas, de músicos, de cial, porque hemos for- jóvenes ligados a la cultumado parte del mismo. No ra, de otros que se vincunos hemos distanciado ni lan a cada uno de estos lo hemos mirado desde movimientos juveniles, de arriba, ni desde el lado, las tendencias que confisino que hemos sido parte guran este gran movimiende una construcción que to juvenil que nos hemos surge con mucha fuerza propuesto construir al cadesde el movimiento estu- lor de la necesidad de dediantil, en el cual hemos sarrollar un proyecto de tenido participación activa gobierno de nuevo tipo. Y durante muchos años. Y la contribución que quereeste último tiempo tam- mos hacer en ese nuevo bién ha generado que la proyecto es la construcJota se fortalezca y no sólo ción de movimiento juvecuantitativamente, sino que nil que busque las transtambién en su crecimiento formaciones profundas de cualitativo, en sus defini- nuestro país. ciones políticas, en sus -¿Qué le dice la Jota perspectivas, en su visión del movimiento político. a los jóvenes a los que no les interesa la política, -¿Cómo ven, ustedes, que le dan la espalda pero a otros actores del mun- a van a tener derecho a do juvenil que pertene- voto por la inscripción ciendo a una orgánica po- automática? Creemos que es muy lítica o no son partícipes importante que la juventud de las movilizaciones? Tenemos plena con- participe en los procesos ciencia que en el movi- eleccionarios, no solamenmiento social hay una gran te en sus procesos locales. diversidad y nos encon- Y eso hemos visto que ha tramos con distintas co- tomado un desarrollo marrientes de pensamiento, yor en el movimiento sovisiones, distintas formas cial, en que muchos más


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Creemos que “cuando los perros ladran…” es porque avanzamos, y hemos escuchado muchos perros ladrar a nuestro alrededor. Carlos Contreras Labarca

jóvenes participaron en las elecciones de federaciones universitarias el año pasado, muchos más jóvenes tienen interés en ser parte del debate político porque se dan cuenta… Y hemos despertado a una sociedad que por muchos años no ha querido ver las dificultades, las desigualdades y el problema de fondo que ha venido generando este modelo económico. Creemos que la juventud debe jugar un rol fundamental en esas transformaciones, no como meros espectadores, ni como personas mirando desde la vereda del frente, tirando piedras, sino que haciéndonos cargo de esa transformación. Y eso pasa por saber elegir a quienes van a representar nuestras ideas, incluso a nosotros mismos, a quienes representen esas ideas en espacios de disputa de poder político, de disputa institucional. -El partido cumple 100 años, la Jota 80: ¿cuál es la razón por la cual existen dos organizaciones, igualmente comunistas, qué los diferencia y qué es lo que ustedes, como Jota, le piden, reconocen y critican al partido? Los jóvenes comunistas somos la juventud del Partido Comunista y nos sentimos militantes también del Partido Comunista. De hecho, a pesar de tener orgánicas distintas y de tener nuestro propio comité central, el sentido de nuestras ideas, los valores de las JJCC, la política de las JJCC, es la política del partido. Sólo que nosotros, desde el área juvenil, construimos en un espacio donde el partido no tiene la posibilidad de llegar de manera más directa, como por ejemplo en el plano estudiantil, en los movimientos juveniles, como en las nuevas tendencias juveniles. Pero, sin duda, nos seguimos sintiendo la Juventud del PC. Somos la juventud que se identifica con la clase trabajadora y defiende sus intereses.

Entendemos que el partido tiene un rol mucho más profundo en el proceso de sindicalización, de la organización de los trabajadores, donde nosotros hoy tenemos más dificultades para llegar -a propósito de nuestra composición etárea- pero, sin embargo, entendemos cuál es nuestro rol en esta lucha que es de clase y donde los jóvenes comunistas vamos a contribuir y a poner en el centro el bienestar de los trabajadores, de los hijos de su clase y sobre todo de aquellos que han sido excluidos y oprimidos, despojados de sus derechos y de sus posibilidades de desarrollarse de manera plena. -Es una gran responsabilidad ser secretaria general de la Jota. Eres la segunda mujer que ocupa este cargo, y hay una “reducción”, ya que hubo un traspaso de cuadros importantes de la Jota al partido: ¿cómo te sientes en este cargo de exposición pública que te ha tocado, tanto en Chile como fuera? Llevo ocho meses. Tengo un tremendo orgullo al asumir las tareas que tanto el partido como la Juventud a la cual pertenezco me entregan, y ser secretaria general de las Juventudes Comunistas es lo más importante que me ha pasado en mis 25 años de vida. Es una tremenda responsabilidad porque no soy yo a quien represento, sino que a toda una organización que tiene una gran cantidad de militantes y sobre todo gran cantidad de sueños y esperanzas, no solamente para nuestro partido, también para todo un país. Nosotros, como Juventudes Comunistas, sentimos el peso de lo que significan las transformaciones profundas a favor de nuestro pueblo y creemos que la construcción de un gobierno de nuevo tipo, de un país distinto, la construcción de la democracia, del socialismo, no son una utopía sino un sueño que va a realizarse más temprano que tarde, que está mas cerca de lo que pensamos.

Editorial

Cien años de luchas y esperanzas colectivas Cumple 100 años el Partido Comunista de Chile. No es sólo el primer centenario de su fundación: son sus primeros 100 años de existencia. Excesivo y casi increíble de tratarse de la vida de una persona, incluso de más de una institución respetable y memorable, este centenario sólo se explica por el carácter colectivo de quien lo cumple. Por ello, pueden decir los que hoy reconocen filas en el Partido Comunista y sus Juventudes que todos juntos estamos de compartido aniversario. Y con ellos –nosotros, los actuales- siguen presentes todos aquellos, en su mayoría incógnitos aunque amparados en algún rincón de la memoria colectiva, que han sido y son quienes en palabras de Pablo Neruda en su discurso del Premio Nobel conforman este “considerable ejército que a trechos puede equivocarse, pero que camina sin descanso y avanza cada día enfrentándose tanto a los anacrónicos recalcitrantes como a los infatuados impacientes”. Cuando volvemos la vista al pasado de este partido, nos hallamos en un territorio fundacional en la pampa salitrera como en las estepas magallánicas, y en las incipientes concentraciones proletarias de los puertos y los talleres en las apenas urbes del Chile que amanecía al siglo XX. Allí estaban despertando los destacamentos obreros y populares que serían protagonistas esenciales de los tiempos venideros. Al viejo lugar común de que “nada de lo humano me es ajeno”, bien podría corresponder la historia de este partido. Entendiendo por “lo humano”, todo cuanto se sustente en los valores que surgen espontáneos y naturales de la identidad de pueblo y de clase: la solidaridad, el respeto ausente de cualquiera señal “protectora” o discriminatoria, por “positiva” de que se disfrace; el culto a la

verdad con desprecio de cualquier dogma o prejuicio, por prestigioso que parezca. Asumió este partido, desde su fundación, como la razón de su existencia y motor de su actividad cotidiana una responsabilidad que sobrepasa con mucho los intereses y reivindicaciones propias de la clase que lo compone y a la cual aspira a representar: una clase social que, en palabras del “Manifiesto del Partido Comunista”, de Carlos Marx y Federico Engels, “no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime (la burguesía), sin emancipar, al mismo tiempo y para siempre, a la sociedad entera de la explotación, la opresión y las luchas de clases”. Difícil, majestuosa tarea, que ha consumido los esfuerzos de la inteligencia y el valor de millones de hombres y mujeres en todo el mundo, y que ha tenido su expresión en Chile mucho más allá, ciertamente, de nuestras filas partidarias. A todas ellas y a todos ellos, nuestro homenaje en estos días de conmemoración. Sin ellos, nada habría sido escrito, sin ellos nada habría sido ni será conquistado. Es difícil, en tales ocasiones, sustraerse a la tentación de exhibir como propios méritos ajenos o, a lo más, compartidos. Pero de mayor gravedad sería la omisión por sectarismo, prejuicio o ignorancia. Sálvenos de aquel delito el nombrar en la panorámica de estos 100 años de la historia de nuestra patria a hombres y mujeres que, cercanos algunos a nuestras filas y ajenos o muy lejanos otros, han inspirado nuestro recorrido y compartido nuestros sueños y luchas. También con ellos nos encontramos al recorrer la senda de Recabarren: José Manuel Balmaceda, Pedro Aguirre Cerda, Gabriela Mistral, Raúl Silva Henríquez. Y en un sitial de honor, Salvador Allende.

Sin ellos, no sería posible comprender la historia social y política de Chile; ni para nosotros, nuestro lugar en ella. Y es con ellos, hombres y mujeres de diversas condiciones sociales, oficios distintos, vocaciones infinitas, caracteres y rostros que expresan en su multiplicidad el cuerpo y el alma de Chile, que podemos decirnos sin soberbia pero seguros de nuestra verdad que estamos entre los más auténticos patriotas, los defensores sin ambages de nuestra soberanía que tantas veces han protagonizado ardientes movilizaciones por nuestro cobre y otras riquezas naturales, por la salud y la educación. En el Programa y Reglamento del Partido Obrero Socialista (1912), esa aspiración se expresaba: “…aboliendo las diferencias de clases y convirtiendo a todos en una sola clase de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes”. Hoy, enfrentamos un período difícil, marcado por la omnipotencia del dinero acumulado en cada vez más pocas manos. El imperialismo, viejo y “fiel” enemigo de los pueblos, somete a las naciones e impone su ley en desvergonzado contubernio con las otras potencias del capitalismo en su etapa neoliberal. No hay exageración cuando se afirma que el accionar sin trabas de las grandes corporaciones del capital transnacional está poniendo en peligro la existencia misma del planeta como hogar común de la especie humana. El hoy semanario El Siglo se une a esta celebración, como legítimo heredero de las tradiciones de la prensa fundada por Luis Emilio Recabarren y desplegada por centenares de trabajadores, como un deber ineludible por mantener vivos los rojos estandartes del comunismo.


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Camila Vallejo

Las ideas prevalecen

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ace 100 años Chile era distinto. Este fue un siglo atravesado por grandes transformaciones políticas y sociales, donde el papel protagónico de los trabajadores alcanzó su máxima expresión con el triunfo de la Unidad Popular. Y en el centro de esa efervescencia nació el Partido de Recabarren, como un cactus en plena pampa nortina. «Lo fundaron obreros chilenos y siempre han militado en él los mejores hijos de la clase obrera. Nuestras ideas germinaron en Chile, en la conciencia de los trabajadores, a medida que fue surgiendo el proletariado, y el hecho de que el comunismo sea una ideología universal no le resta carácter nacional a nuestro Partido. Al contrario, lo hace fiel a la tradición de todos los hombres preclaros de nuestra tierra, los que en beneficio de Chile recogieron siempre el pensamiento avanzado que a su hora surgía en toda la Humanidad», nos recuerda Ricardo Fonseca, sobre nuestro lugar y camino genuino.

Y hoy también nos atrevemos a decir que nuestro país es distinto al de hace un año. Chile cambió. Decimos esto no solo porque recordamos, también, un año desde la primera gran movilización convocada por los estudiantes el 2011, sino porque esta gran movilización es fruto de toda la fuerza acumulada, de un camino recorrido y una gran experiencia, que concertó al movimiento social en su conjunto con gran transversalidad, instalando una mesa social por la democracia, en la búsqueda de conformar una Asamblea Constituyente, de una reforma tributaria y al sistema electoral binominal, soberanía sobre nuestros recursos naturales, educación y salud gratuitas, de calidad y sin fines de lucro. Las demandas del movimiento estudiantil, contra la mercantilización de la vida y de nuestros derechos, por un estado que se haga responsable de educar a los suyos, van acompañadas de propuestas concretas desde el mundo estudiantil y social, y ninguna de estas aspiraciones podría ser un fin en sí mismo pues no tenemos propósitos tan mezquinos.

La conquista de un nuevo gobierno por parte de los trabajadores, dar los primeros pasos de la revolución chilena hacia el socialismo, son parte de nuestro horizonte. Pero el camino es largo, y sin esa fuerza asombrosa que estimula a luchar con alegría sería aun más duro. Por eso la utopía es gran compañera, por eso existimos después de 100 años. Hoy en las calles vuelven a concentrarse jóvenes y viejos jóvenes, llenos de alegre rebeldía. Y volvemos a marchar, volvemos a mirar a los ojos a la gente y decirles que levanten su mirada, que no es imposible alcanzar el futuro porque les pertenece, que podemos cambiar el mundo. Y ahí, obstinadamente, entre la gran masa, están los comunistas. A lo largo de su vida, este Partido Comunista de Chile ha sufrido persecución, encarcelamiento y las más atroces flagelaciones. Pero no hemos venido a estas páginas para acumular llanto, pues diremos como Voltaire que “las ideas no se matan”. Nuestra historia no es otra que la historia de la clase trabajadora, por eso le duele a la derecha cuan-

do Chile despierta, toma conciencia y se pone de pie. Sabemos cuáles son sus maniobras y oscuros métodos para traicionar y engañar al pueblo. Pero hemos demostrado que ya no somos ese pueblo adolorido que algunos creyeron domesticado. Nunca más. Nuestra historia no es solo pasado, sino también presente y futuro. Y con estos 100 años de juventud acumulada, hoy más jóvenes que nunca, invitamos a todos los chilenos y chilenas, a los trabajadores y estudiantes a construir un nuevo Chile. Con democracia plena, soberanía y justica social. Invitamos a realizar una tarea que ninguno de nosotros por separado sería capaz de lograr. Solo en la amplitud y transversalidad el pueblo de Chile podrá darse la tarea de forjar su propio destino. A cien años del nacimiento del Partido Comunista de Chile, el comunismo chileno rebosa en ideas jóvenes y se incorpora con fuerza al benévolo fantasma que vuelve a recorrer el mundo. “La estrella de la esperanza seguirá siendo nuestra”. ¡Al Partido, salud!


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Gladys Marín fue la primera mujer en ser secretaria general y presidenta del PC y, quizá, la primera dirigenta máxima de un partido político chileno. Desde su juventud tuvo la inquietud y la sensibilidad de abordar las problemáticas sociales, las cuales también le afectaban.

DANIEL GARRIDO Q.

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os 100 años del Partido Comunista de Chile son, en esencia, un centenario de la lucha de los trabajadores y trabajadoras, de los marginados y explotados; en definitiva, del pueblo chileno. En esta labor, son miles los que han sido parte, muchos anónimos, que con una calidad humana superior, desprendidos de la rutina y la modorra, de la apatía y el apoliticismo, se volcaron a hacer de su vida la lucha de muchos. Estos organizadores de cada época, y a prueba incluso del tiempo, han construido este partido. Los cien años son la historia de la organización de los trabajadores y del pueblo chileno, contando entre sus filas con destacados dirigentes. Tal es el caso del propio fundador, Luis Emilio Recabarren, obrero tipógrafo, de una visión adelantada de la organización de los asalariados y sus demandas. O el caso de Elías Lafertte, formado como dirigente en los rigores de la política y la lucha social. Asumiendo ese mismo compromiso, están también: Galo González, Luis Corvalán, Volodia Teitelboim y Gladys Marín, entre muchos otros. Gladys Marín fue la primera mujer en ser secretaria general y presidenta del PC y, quizá, la primera dirigenta máxima de un partido político chileno. Desde su juventud tuvo la inquietud y la sensibilidad de abordar las problemáticas sociales, las cuales también le afectaban. Fue partícipe activa de las comunidades cristianas, espacio natural de expresión organizada durante su juventud. Pero su inquietud personal por la justicia social y el contexto que se vivía en Chile, hicieron que se sintiera atraída por la actividad política, aquella que se planteaba servir al pueblo y construir una democracia más avanzada. Siendo estu-

El amplio legado de Gladys Marín diante de la Escuela Normal de Preceptores, instancia que formaba a los profesores de esa época, se incorpora a su federación de estudiantes. En 1958, el país vivía un contexto particular, y en especial para los comunistas. Hasta ese momento el Partido Comunista de Chile había sido ilegalizado y perseguidos sus militantes por disposición del presidente traidor, Gabriel González Videla, y la aplicación de la ley de Defensa de la Democracia, conocida como la Ley Maldita. El 6 de agosto, por la presión social y la alianza entre distintos sectores democráticos, se logra derogar esta ley y el PC puede asumir su legalidad. Este mismo año, se realiza la elección presidencial, eligiendo como presidente de

la república a Jorge Alessandri, representante de la derecha chilena, la oligarquía y el latifundio. Es en este contexto que Gladys decide su ingreso a las Juventudes Comunistas de Chile. Desde la legalización del PC comienza un proceso que había definido su política, que era la disputa directa por el poder, contra los sectores más retrógrados de la sociedad chilena: una alianza amplia de izquierda junto al movimiento social, con un énfasis en los trabajadores. Es en este proceso que Gladys es elegida en 1963 secretaria general de las Juventudes Comunistas de Chile. La Jota comienza un proceso acorde con la política del partido y se transforma en una juventud con activa

incidencia en la participación de los jóvenes en las decisiones y transformaciones del país. La consecuencia y valentía son características que Gladys representaba muy bien, de lo que es ser comunista. Su entrega plena y total a las luchas populares fue evidente. Su compromiso con Allende y el proyecto de la Unidad Popular caló en lo más hondo de su ser, tal como lo hizo en la sociedad chilena. Qué duda cabe del rol jugado por las JJCC en las tareas por avanzar en los compromisos adquiridos por el gobierno de la UP. La Jota era la primera en la calle para defender el gobierno popular, en los trabajos voluntarios y en todos los espacios donde la lucha demandaba estar. Es así que Gladys junto a

otros jóvenes comunistas fueron elegidos al parlamento, lugar donde se expresaban nítidas contradicciones en la lucha política y de clases. Gladys es parte del “adn” de la sociedad chilena. Es por esta misma razón que uno de los momentos más duros que le tocó vivir fue el golpe de estado de 1973 y el derrocamiento del gobierno constitucional del presidente Salvador Allende. En este mismo contexto, es asesinado y hecho desaparecer su compañero, Jorge Muñoz, quien era parte de la comisión política clandestina del PC. Gladys, entre las 100 personas más buscadas por la dictadura, debe irse al exilio, donde fue parte activa de la solidaridad internacional.

En plena represión desatada por la dictadura, el partido decide implementar la “operación retorno”, que no era otra cosa que los militantes del PC regresaran a Chile para encabezar la lucha contra la dictadura. Gladys ingresa clandestinamente al país el año 1977, asumiendo la conducción de la “dirección interior del partido”. Esta comunista de claras convicciones se entrega de lleno para derrocar a la junta militar. Con la misma entereza que asumía cada tarea que demandaba la lucha político-social, es activa promotora de la Política de Rebelión Popular de Masas. Como ella lo dijo el año 1990 en alusión a este periodo: “Teníamos que emplear la fuerza de la gente, poner al pueblo de pie, en la ofensiva, empleando todas las formas que fueran posibles para echar abajo la dictadura”. Ya en el proceso de transición democrática del país, y en representación del PC, presenta la primera querella contra Pinochet por violaciones a los derechos humanos. Con la misma convicción, asume ser candidata a la presidencia de la república, siendo la más clara palabra de los “sin voz”. Gladys nos deja un enorme legado, que no sólo se vincula al patrimonio de los comunistas sino, como son estos 100 años, a la lucha del pueblo chileno. Así como las grandes movilizaciones de hoy y la clara opinión crítica de los jóvenes frente al actual orden de cosas, Gladys desde el primer momento se preocupó de decirle a la democracia que no era suficiente, que debía deshacerse de las trabas impuestas por la dictadura; en concreto, que debe existir una nueva Constitución Política para el país, fruto de la participación y el debate ciudadano, tarea que hoy reivindican miles en las calles. En el año del centenario del Partido Comunista de Chile, vaya este homenaje a una de las imprescindibles, a la compañera Gladys Marín.


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En 1970, la batalla de ideas había sido ganada por los partidarios de la nacionalización. Allende y Tomic se comprometieron a llevarla a la práctica. Y así se cumplió el sueño de millones de chilenos.

El Partido Comunista y la Nacionalización del Cobre JOSÉ CADEMÁRTORI

la fecha de su fundación, año 1912, el entonces llamado Partido Obrero Socialista se guiaba por dos principios que estaban señalados en su propio nombre: la defensa de los obreros contra los abusos del capital, y el socialismo, doctrina que abogaba por una nueva sociedad, fraterna y solidaria.

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Luis Emilio Recabarren y los fundadores del partido sabían que en numerosos países, especialmente de Europa, las ideas socialistas iban ganando la conciencia de los trabajadores y habían inspirado la formación de partidos obreros que se aprestaban a disputar el poder político. Existía la Segunda Internacional, que agrupaba a no pocos de estos partidos, a la que Recabarren y los suyos veían con simpatía. A partir de la gran consigna proclamada por

Marx, “proletarios de todos los países uníos”, Recabarren se pronunciaba por la paz entre los pueblos y naciones y contra las guerras de conquista. Se consideraba un patriota y a la vez un internacionalista. Frente a las secuelas de la Guerra del Pacífico, propiciaba la fraternidad con los obreros peruanos y bolivianos que trabajaban en la industria salitrera y se manifestaba por el arreglo pacífico y consensuado de las diferencias pendientes con los países vecinos.

La Primera Guerra Mundial dividió a la Segunda Internacional entre partidarios de apoyar a sus burguesías y contrarios a la matanza mutua entre obreros de las diferentes naciones. El triunfo de la revolución socialista rusa confirmó la posición de Lenin de transformar la guerra en revolución y defender el derecho de autodeterminación de las naciones. En nuestra América, Recabarren y el Partido Obrero Socialista estuvieron entre los primeros en solidarizar con la Revolución de Octubre. De allí su adhesión a la Tercera Internacional y el cambio de nombre del partido,

adoptado después de dos congresos y por la unanimidad de las seccionales del país. La conocida obra de Lenin sobre el imperialismo, publicada en 1916, había definida a nuestra América, como una zona “dependiente” de las grandes potencias imperialistas, junto a otras regiones definidas, unas como colonias y otras como semi colonias. Pero el carácter breve del estudio de Lenin no le permitió profundizar el tema. Tampoco en nuestro país se había abordado a fondo el problema. Sin embargo, algunos estudios de diversa orientación, como Nuestra Inferioridad Económica, de Encina, Chuquicamata de Ricardo Latcham y artículos del propio Recabarren, habían comenzado a denunciar la penetración del capital extranjero. A la vez surgieron en las grandes minas las primeras luchas reivindicativas, impulsadas por comunistas como

Díaz Iturrieta (Chuqui) y Galo González, (El Teniente). Se trataba de un período de transición (19141930) en que una potencia imperialista -Gran Bretaña– disputaba con otras, particularmente EE.UU., Alemania y Francia, la hegemonía sobre nuestro país. Los centros de la disputa económica eran la industria salitrera, la minería, el mercado interno, la banca, la construcción y usufructo de la nueva infraestructura (transportes, energía, comunicaciones). La formación de nuestras FF.AA. y la orientación de la política exterior chilena era otro campo de la rivalidad ínter imperialista. Los capitalistas norteamericanos, encabezados por Guggenheim, aprovechando sus adelantos tecnológicos en la minería consiguieron apoderarse de las mayores explotaciones salitreras y de los más ricos yacimientos de cobre. En la infraestructu-


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La trascendente ley que creó la Corporación de Fomento de la Producción, impulsada por la izquierda y combatida por la derecha, estableció los primeros tributos especiales a las compañías norteamericanas que explotaban las grandes minas, impuestos que se destinaron a financiar el programa de industrialización que llevó adelante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda.

ra, sobresalían sus monopolios sobre la industria eléctrica y la telefónica. En los años treinta, la hegemonía norteamericana se estaba consolidando y dejando en segundo plano a sus rivales. Durante y luego de la victoria de los aliados en la segunda guerra mundial, esa supremacía se intensificó. En esa época, en la discusión del programa del Frente Popular, comunistas y socialistas propusieron las primeras medidas sistemáticas de control público y de beneficio fiscal sobre las explotaciones yanquis de nuestras principales riquezas mineras, el cobre y el salitre. La trascendente ley que creó la Corporación de Fomento de la Producción, impulsada por la izquierda y combatida por la derecha, estableció los primeros tributos especiales a las compañías norteamericanas que explotaban las grandes minas, impuestos que se destinaron a financiar el programa de industrialización que llevó adelante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Con el pretexto de “contener al comunismo internacional” la entente anglosajona rompió la alianza antifascista y declaró la Guerra Fría. Su verdadero objetivo era asegurar el

dominio de EE.UU. en todos los órdenes, lo que comprendía en primer término el control sobre los recursos naturales del “mundo libre”. Durante la campaña presidencial de 1952, los senadores comunistas Elías Lafertte y Salvador Ocampo y, por su lado, Salvador Allende, presentaron los primeros proyectos de ley de nacionalización de los gigantescos yacimientos de Chuquicamata, El Salvador y El Teniente. Los socialistas populares y otras corrientes políticas que llevaron a la Moneda a Carlos Ibáñez también simpatizaban con la idea. Su gobierno, pese a su contradictoria evolución, estableció el Departamento del Cobre y el Ministerio de Minería, que permitieron fiscalizar la gestión de las compañías. En 1958, el Frente de Acción Popular estuvo a punto de ganar la presidencia, siendo la nacionalización del cobre un punto esencial de su programa. La recuperación de nuestra principal riqueza fue impulsada sin pausa por los comunistas en todo el país durante más de un decenio. En 1964 la confrontación no sólo era con la derecha, históricamente entregada a los designios de EE.UU., sino también

con la DC y otros sectores medios que propiciaban sociedades mixtas con las compañías norteamericanas. En 1970, la batalla de ideas había sido ganada por los partidarios de la nacionalización. Allende y Tomic, respaldados por los dos tercios del país, se comprometieron a llevarla a la práctica. Y así se cumplió el sueño de millones de chilenos. Pero la historia no terminó el 11 de Julio de 1971, el día que Allende firmó la nacionalización. Se inició otra aún más dura batalla para combatir el boicot norteamericano en el exterior, el sabotaje en las minas, o la división entre los trabajadores mineros por intereses subalternos. Profesionales, técnicos, dirigentes sindicales, obreros pertenecientes a los partidos de la UP y otros patriotas sin militancia dedicaron todas sus energías a sostener y asegurar “el sueldo de Chile”. En las minas, el Golpe del 11 de Septiembre se convirtió desde el comienzo en una persecución inhumana contra los cuadros comunistas, socialistas y allendistas que se habían destacado en la defensa de la nacionalización. “La caravana de la muerte” encabezada por el general golpista Arellano se encargó de asesinar o hacer des-

aparecer a valiosos dirigentes, entre ellos, comunistas como David Silberman, David Miranda, Carlos Berger y Benito Tapia; o socialistas como Ricardo García y Haroldo Cabrera. El terror implantado por Pinochet, los numerosos encarcelamientos, expulsiones al exilio, sometimiento de los sindicatos y pérdida de conquistas sociales, no impidieron que en las minas resurgiera la lucha por los derechos humanos y por la libre determinación de los sindicatos. Esa batalla que adquirió múltiples formas de expresión encontró a nuevos y antiguos militantes del Partido Comunista junto a dirigentes sindicales demócratas cristianos que venían de vuelta, después de haber comprobado su error al haber contribuido al clima favo-

rable al Golpe que creían sería pacífico y breve. Los mineros de Codelco, unidos en la batalla por reconquistar la democracia, cumplieron un papel destacado en las Jornadas Nacionales de Protesta y en las movilizaciones masivas que culminaron con la derrota de Pinochet. A más de 20 años del fin de la dictadura, la institucionalidad y las políticas heredadas en materia del cobre han significado un retroceso comparado con los años de Allende. Nacionalizar o renacionalizar el cobre se ha convertido de nuevo en un mandato que ha surgido de la lucha de veinte años por recuperar los yacimientos privatizados inconstitucionalmente por Pinochet y consentidos por los gobiernos de la Concertación.


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Galo González

ADEL CIPAGAUTA VALENZUELA INGENIERO AGRÓNOMO

100 años en las luchas agrarias en Chile

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urante el bajo y Libertad” y la La realidad chilena siglo XX, conducción de su ejéra lo menos cito de indígenas y En Chile, desde el últitres princampesinos empobre- mo tercio del siglo XIX y cipales cidos lideró Emiliano comienzos del XX se enaconteciZapata, remeció las es- tronizaron en las pampas mientos tructuras políticas y de salitreras poderosas comuniversales tuvieron una poder económico del pañías extranjeras, prinnotable influencia en el decontinente y el mundo. cipalmente inglesas, que sarrollo de la conciencia y b) La Revolución Socia- en alianza con las autoricompromiso de los trabalista de Octubre de dades burguesas -polítijadores chilenos en torno al 1917, que hizo posible cas y militares- estableproceso de despojo de la la creación del primer cieron enclaves de alta tenencia de la tierra y la estado obrero–campe- rentabilidad y generaron explotación de los trabajasino de la humanidad. condiciones extremas de dores del campo, iniciado c) En 1959, el triunfo re- explotación, represión laa partir de la invasión de la volucionario en Cuba boral y miseria. corona española. condujo a la creación Este complejo proceEn orden cronológico, del primer estado so- so imperialista de aproestos acontecimientos cocialista en América, piación de nuestros rerresponden a: proceso que desde sus cursos naturales, que se a) La revolución agrarisorígenes tuvo en el cen- iniciaba en el norte con el ta mexicana de 1910, tro de sus transforma- salitre, se enfrentó a la que inspirada en sus ciones la necesidad de necesidad de disponer de lemas de “Tierra, Traponer fin al latifundio. trabajadores capaces de

llevar adelante las faenas propias de esta industria extractiva, situación que obligó a estas empresas a desplegar en el centro y sur del país sostenidas campañas de reclutamiento de trabajadores dispuestos a dejar sus lugares de vida y sus familias para trasladarse a laborar en los centros de extracción del mineral. Luis Emilio Recabarren, en 1923, de regreso de su visita al naciente Estado Soviético, recorre las oficinas salitreras informando a los obreros acerca de la nueva situación favorable a los trabajadores del mundo. En su libro “Rusia Obrera y Campesina” relata sus sorprendentes impresiones y despliega un proceso de enseñanza dirigido a los trabajadores rurales “enganchados”, transmitiéndoles sus observaciones acerca de la conquista de los derechos a la tierra productiva y a justas relaciones de intercambio económico entre los campesinos en el naciente socialismo soviético. Desde ese entonces el Partido Comunista de Chile ha asumido las reivindicaciones agrarias y las luchas por los derechos de los campesinos y de los obreros agrícolas entre sus grandes objetivos. Años mas tarde, muchos de estos trabajadores del centro y sur del país, luego de la crisis mundial del salitre, regresaron a sus regiones y comunas rurales con un desarrollo de conciencia de clase y experiencias de lucha sindical que han contribuido en las posteriores generaciones a una mejor comprensión e integración a la lucha organizada por sus derechos a la tierra.


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En el Gobierno Popular de Salvador Allende destacados profesionales comunistas chilenos tuvieron un rol protagónico, correspondiendo entre éstos la conducción del proceso expropiatorio y de reorganización de la gestión campesina económico-productiva, el Ingeniero Agrónomo David Baytelman y el Médico Veterinario Hugo Díaz. Ricardo Fonseca

Durante el segundo gobierno de Arturo Alessandri, en la década de los años 30, en territorios del Alto Bío Bío se gesta el principal levantamiento obrero, campesino y pehuenche de la historia rural del país, conocida como la insurrección de Ranquil. Un profesor rural, José Segundo Leiva Tapia, es sindicado como el principal activista y promotor de la sublevación. En efecto, Leiva Tapia se entregó hasta su muerte, a la constitución de los “sindicatos rojos” y a la formación del Partido Comunista en la región del Bío Bío. Este hecho sin precedentes en las luchas populares conmueve a la región y al país. Gobierno, ejército y terratenientes inician una verdadera cacería, estimándose en alrededor de 400 los trabajadores asesinados en esos años. La oligarquía acusa a la Federación Obrera de Chile y al Partido Comunista de ser los principales instigadores. El gobierno desata una abierta represión a la actividad sindical en el país, y se persigue a Elías Lafertte como principal responsable político. Desde entonces, la Reforma Agraria y el derecho a la sindicalización campesina adquieren un mayor nivel de conciencia

en el movimiento obrero organizado. En el Informe del Comité Central al XI Congreso del Partido, en el año 1958, Luis Corvalán reiteraba: “La necesidad de terminar forzosamente con el gran latifundio, entregar la tierra a quienes la trabajan, abrir amplio cauce al desarrollo de las fuerzas

productivas del campo”. El PC, desde el seno de las organizaciones sociales y en el parlamento, contribuyó en forma determinante a desenmascarar la “ley del macetero”, impulsada por la derecha política y la oligarquía terrateniente durante el gobierno de Jorge Alessandri, en su afán de mante-

ner sus privilegios y frenar el proceso de transformaciones profundas que más tarde se abrieron paso durante los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende. Los años del gobierno de Frei Montalva fueron de intensa actividad política y sindical de los trabajadores en la búsqueda por aunar criterios mayoritarios para el despliegue de los cambios estructurales en el campo. El Partido Comunista de Chile, con su influencia en la Central Única de Trabajadores y en la naciente Confederación Nacional Campesina e Indígena Ranquil, fue activo y relevante actor de estas luchas, destacándose la figura dirigente de José Campusano como su presidente. Los acontecimientos políticos pronto cristalizaron en los acuerdos democráticos con la aprobación de las leyes de Reforma Agraria y de Sindicalización Campesina, en 1967, iniciándose un pro-

ceso de Reforma Agraria que por vez primera colocaba en primer orden de importancia la función social de la propiedad de la tierra, limitando el derecho de tenencia hasta una superficie máxima de 80 hás. o su equivalencia, según la calidad productiva de ésta; a la vez que establecía el derecho de los campesinos a constituir sus sindicatos comunales para la negociación colectiva. En el Gobierno Popular de Salvador Allende destacados profesionales comunistas chilenos tuvieron un rol protagónico, correspondiendo entre éstos la conducción del proceso expropiatorio y de reorganización de la gestión campesina económico-productiva, desde la Vice- Presidencia Ejecutiva de la Corporación de Reforma Agraria (CORA), primero al Ingeniero Agrónomo David Baytelman y más tarde al Médico Veterinario Hugo Díaz.

En esos años, la Confederación Campesina Ranquil llegó a contar con alrededor de 180.000 campesinos y obreros agrícolas afiliados y 7 escuelas regionales de formación de dirigentes. Tras el golpe militar de 1973, la dictadura puso en marcha un proceso de contra reforma agraria que desde su inicio implicó la desarticulación y aniquilamiento del movimiento campesino organizado: estableciendo el fin de la sindicalización campesina, declarando fuera de la ley a la Confederación Ranquil, persiguiendo y asesinando a muchos de sus dirigentes. La ley de Reforma Agraria fue derogada. Fueron duros años. En 1981 nace la Confederación Campesina e Indígena El Surco; para, en 2003, finalizada la dictadura militar, retomar la legalidad como Confederación Campesina Ranquil. Las transformaciones productivas, económicas y comerciales impuestas por la dictadura establecieron un enorme cambio en las relaciones laborales y la estructura del poder económico en el campo, abriendo todos los espacios a la penetración capitalista, despojando a los campesinos beneficiarios de la reforma agraria y transformando a numerosos pequeños productores en obreros agrícolas de trabajo ocasional y precarias condiciones de remuneración, generando la migración laboral, la destrucción de los núcleos familiares y obligando a las mujeres a integrarse a un asalariado temporal en condiciones de alta vulnerabilidad para sus familias. En 1998, se constituye la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri), como expresión organizada de las mujeres campesinas e indígenas por sus derechos económicos y sociales.


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FERNANDO QUILODRAN

El PC en la cultura y la identidad nacional o se puede hablar de la cultura artística del Chile del siglo XX, sin reservar más de una línea al aporte del Partido Comunista… Esto, que puede parecer una exageración y muestra de soberbia y chauvinismo partidario, se muestra, al contrario, cierto si lo enunciamos como “no se puede hablar de los 100 años del Partido Comunista de Chile sin dedicar más de una línea a su aporte a la cultura artística y a la ´lucha de ideas‘ en el siglo transcurrido desde su fundación”. Para fundamentar este aserto, nada mejor que remitirse a su fundación misma, desde el lejano 1912 del Partido Obrero Socialista (POS), pasando por 1922 con su nueva denominación como “Partido Comunista”, hasta el hoy más estricto. Ya son lugares comunes la preocupación del fundador Luis Emilio Recabarren, que sin “contradicción vital” de ninguna especie supo combinar su condición de dirigente obrero y político de clase con sus actividades como periodista, divulgador de

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las ideas y experiencias revolucionarias de otros lugares de la Tierra, incluyendo ciertamente la “comunicación” que le llegaba con los postulados de los forjadores de la ideología proletaria encarnada en el “Manifiesto del Partido Comunista”, de Marx y Engels, entre otros escritos teóricos de importancia capital. Pero fue más allá Recabarren: reconociendo en el arte un medio de la mayor eficacia para despertar la conciencia de los trabajadores, organizó y dirigió grupos de teatro, centros de estudios y debates. Para ello, junto a su incansable labor de propagandista -“conferencista profesional” lo llamó hace poco un individuo que oficia de renovador de la historiografía chilena, como una manera de reducirlo hasta su propio Liluputescribió obras de teatro e incluso se subió a los escenarios para participar en su representación. Es un lugar común el ligar el desarrollo de las luchas sociales con el surgimiento de corrientes y tendencias estéticas que postulan la representación de una sociedad real, con el amplio abanico de sus contradicciones y tendencias.

Asimismo, y sin que ello implique contradicción ni exclusividad, es un hecho también irrebatible que desde la creación artística -reproducción en más de un sentido del desarrollo de las confrontaciones y disputas ideológicas en los terrenos de la política en sus niveles de mayor exposición, así como de su reflejo en la cátedra- un selecto grupo de creadores e intérpretes de las más diversas manifestaciones artísticas influyeron de manera decisiva en la elevación de la conciencia popular hasta el altísimo grado de superar la condición de pueblo y clase “en sí” hasta el más alto nivel del “para sí”. Esto es, pueblo y clase con conciencia de su identidad y capacitados, por ello, para discernir en el amplio abanico social entre sus enemigos y sus adversarios, por un lado, y por el otro sus potenciales aliados y amigos. Como ya decía Arnold Hauser, historiador marxista de la cultura y el arte, con el sólo exponer las condiciones de existencia de una clase o sector social, se le presta el mayor de los servicios. Y no es casual que los periodos de mayor protagonismo de los trabajado-


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En el Teatro y en la Danza, en la Música “selecta” y popular, en la Plástica y en la Fotografía, en la Literatura y en el Folklore –su cultivo y su investigación-, así como en el debate por una interpretación más lúcida de nuestra historia, se reconocen y retroalimentan las corrientes sociales surgidas y radicadas tanto en la base popular como en los más altos niveles de la cultura, con el movimiento real de los trabajadores y el pueblo organizados sindical y territorialmente.

res, y más alto el nivel de su organización y la claridad de sus programas, coincidan o se correspondan con el surgimiento de los movimientos de mayor significación en el desarrollo de las artes y la cultura nacionales. Así ocurrió cuando una pléyade de creadores conforman desde la literatura la llamada “Generación del 38”, no siendo misterio alguno que ese año es tanto el del triunfo del Frente Popular, con Pedro Aguirre Cerda, como el del apoyo a la República Española y la posterior y emocionada solidaridad con sus perseguidos.

Y así ha ocurrido en cada momento de nuestra historia política y social. Y es que así y sólo así se pueden explicar fenómenos de una trascendencia que va más allá de su tiempo estricto y de nuestros fronteras, de manifestaciones, tanto “selectas” como de masas, como lo fueron y aun siguen vigentes la Nueva Canción Chilena, el Movimiento Muralista, la formación de instituciones pioneras en su campo como el Teatro Experimental de la Universidad de Chile, la Orquesta Sinfónica Nacional, la Reforma Universitaria.

En el Teatro y en la Danza, en la Música “selecta” y popular, en la Plástica y en la Fotografía, en la Literatura y en el Folklore –su cultivo y su investigación-, así como en el debate por una interpretación más lúcida de nuestra historia, se reconocen y retroalimentan las corrientes sociales surgidas y radicadas tanto en la base popular como en los más altos niveles de la cultura, con el movimiento real de los trabajadores y el pueblo organizados sindical y territorialmente. En este camino, y no en balde es el destacamento de Recabarren, el Partido Comunista de Chile ha hecho una contribución del más alto valor tanto desde sus formulaciones políticas y sus esfuerzos orgánicos, como a través del protagonismo de una gran cantidad de sus militantes así como de su influencia e irradiación en otros sectores de la sociedad que, sin reconocer pertenencia a sus filas, compartieron sus ideas y contribuyeron desde sus particularidades a la formación de un instrumento ideológico que supo, y lo sabe hoy, presentar combate a la ideología dominante y rescatar para el futuro la certeza de una libertad y justicia social que llegarán “más temprano que tarde”. En este terreno, supo el Partido Comunista, en una trayectoria ciertamente no exenta de polémicas y aun de tensiones, sostener una línea si no de prescindencia sí de respeto por la libertad de creación, sin adherir a escuela o tendencia alguna en el ámbito de la creación artística. ¿Nombres? A riesgo de omisiones: Pablo Neruda, Jorge Teillier, Juvencio Valle, Francisco Coloane, Volodia Teitelboim, Luis Enrique Délano, Pedro Lobos, René Largo Farías, Jorge Soza Egaña, Sergio Villegas, Antonio Acevedo Hernández, Diego Mu-

ñoz, Rubé Azócar, José Miguel Varas, Alfredo Olivares, María Marchant, Olga Poblete, Margarita Aguirre, Enrique Bello, Pedro de la Barra, Rubén Sotoconil, Antonio Quintana, Armando Carvajal, Víctor Jara, Gabriela Pizarro, Ricardo García, Rolando Alarcón, Héctor Pavez, Juan Vera, Andrés Sabella, Yerko Moretic, Fernando Alegría, Manuel Astica Fuentes, Fernardo Gallardo, Juan de Luigi, Lola Falcón, Mario Bahamondes, Jorge Guerra, Reynaldo Bahamondes, Reynaldo Lomboy, Rolando Cárdenas, Salvatori Cóppola, Manuel Guerrero, Blanca Hauser, Isidora Aguirre, Roberto Parada, María Maluenda, Marés González, Patricio Bunster, Alejandro Lipschutz, Hernán Ramírez Necochea, Mario Céspedes, Fernando Ortiz, Roberto Falabella, Gustavo Becerra, Sergio Ortega, José Venturelli, Gustavo Poblete, Alberto Ludwig, Santos Chávez, Carlos Hermosilla Alvarez, David Baytelman, Héctor Pinochet, Luis Vulliamy, Víctor Franzani, Hernán Cañas, Fernando Lamberg, Tomás Lago. Ello, sin contar a los que siguen hoy aportando con su talento y su fidelidad a la realización de sus ideales.


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Víctor Díaz

FERNANDO BARRAZA

Compromiso internacionalista del comunismo chileno

l carácter internacionalista y antiimperialista siempre ha sido un sello en la vida del Partido Comunista chileno, ya que desde sus primeros pasos comprendió que la lucha del proletariado contra el gran capital trasciende las fronteras geográficas y que, con las características propias de cada región y de su historia, todos los pueblos coinciden en su combate por su liberación. Hay varios factores que inciden en el carácter internacionalista y antiimperialista del Partido Comunista, entre ellos su programa, basado en la ideología marxista, que se plantea como antagónica al sistema capitalista que predomina en gran parte del mundo, y la personalidad y el ideario de su fundador, Luis Emilio Recabarren, quien fue uno de los pocos líderes de la izquierda latinoamericana que

E ¡Para que flameen las banderas rojas!

trató de aplicar el marxismo a la realidad nacional y a la interpretación de su historia. En el primer centenario de la Independencia, en 1910, cuando se desataba el mayor de los chovinismos, escribió su famoso ensayo “Ricos y Pobres”, donde sostenía: “¿Quiénes dieron el grito de emancipación política en 1810? ¿Dónde estuvieron y quiénes fueron los personajes del pueblo trabajador que cooperaron a aquella jornada? La historia escrita no nos dice nada y los historiadores sólo buscaron las héroes, los personajes, entre familias de posición, entre la gente bien”. Cuando analiza los orígenes de la Independencia, Recabarren se pregunta: “¿Dónde está mi patria y dónde mi libertad? ¿La habré tenido allá en mi infancia, cuando en vez de ir a la escuela hube de entrar a vender al capitalista insaciable mis escasas fuerzas de niño? ¿La tendré

hoy cuando todo el producto de mi trabajo lo absorbe el capital sin que yo disfrute un átomo de mi producción? ¿Acaso los que vencieron al español en el campo de batalla pensaron alguna vez en la libertad del pueblo? Los que buscaron la nacionalidad propia, los que quisieron independizarse de la monarquía, buscaban para sí esa independencia, no la buscaron para el pueblo”. Recabarren fue uno de los primeros marxistas latinoamericanos que no se contentó con copiar el esquema político de la izquierda europea, sino que intentó un análisis de la realidad nacional a la luz del materialismo histórico y adaptó el programa del movimiento obrero internacional a las luchas concretas del proletariado chileno. Por lo demás, ya en 1908, en su salida a Europa, tomó contacto con importantes jefes del socialismo español, francés, belga, alemán, entre otros

adscritos a la Segunda Internacional. Poco después, encabezó la solidaridad con la revolución Rusa de 1917. Su posterior estadía en Buenos Aires, entre 1916 y 1918, afianzó la vinculación entre los socialismos de ambos lados de Los Andes e importó para nuestro dirigente obrero influencias decisivas en la fisonomía de su pensamiento político. A ello se agrega la presencia en Chile del socialista argentino Juan Greco y la invitación que el propio Recabarren cursara a Antonio Zacagnini, otro destacado líder socialista argentino, para viajar a Chile, lo que subraya el nivel intenso de contactos entre chilenos y argentinos. El sello internacionalista del Partido Comunista ha estado representado en la política chilena en forma más consistente que sus similares en cualquier otro país latinoamericano. Fundado en 1912 por Luis Emilio Recabarren como


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Partido Socialista Obrero, había ascendido a un lugar preferente en el movimiento sindical cuando, en 1921, se afilio a la Tercera Internacional y cambió su nombre por el de Partido Comunista de Chile.

Revolución mundial del proletariado Como la mayoría de los restantes partidos comunistas, la ideología del PC chileno tiene raíces en la ideología marxista-leninista. En consecuencia, el comunismo chileno considera su lucha por el poder como parte del desafío liberador de todos los pueblos del mundo. No es extraño, entonces, que el PC chileno se remeciera con la Guerra Civil Española, como recuerda el escritor Fernando Alegría en su obra “Una especie de memoria”: “Vivíamos la Guerra española con angustia y pasión. Veíamos las películas de Hemingway una y otra vez, las sabíamos de memoria. Los que partían a España, volvían llenos de vigor, pidiendo a voces ayuda para las milicias de la Re-

pública. Leían poemas, dictaban conferencias, organizaban colectas, nos levantaban el ánimo a nosotros que permanecíamos en la retaguardia”. El apoyo a los republicanos se extendió luego en la cruzada antifascista y la adhesión a los pueblos europeos y al ejército ruso en su lucha contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Terminado el conflicto bélico, el PC chileno se identificó en la Guerra Fría contra el imperialismo norteamericano, solidarizó con la Unión Soviética y el campo socialista, y con la lucha de

liberación de los pueblos africanos y asiáticos, la Revolución China, los pueblos coreano y vietnamita en su batalla contra la invasión norteamericana. La Guerra Fría tuvo particular influencia, ya que los acontecimientos vividos en otras partes del mundo, como la Unión Soviética y algunos países de Europa Oriental, causaron admiración a gran parte de intelectuales y artistas. En la década de los años 60, acontece en América un hecho que iba a trascender a casi todos los países del continente: la Revolución Cubana, que marcó el

triunfo sobre el capitalismo norteamericano, hecho que se transformó en un símbolo de alcance universal y que en Chile causó gran efecto, en especial en los sectores de jóvenes y trabajadores, lo que se vio afianzado más tarde con la muerte heroica de Ernesto Che Guevara. En el caso de América Latina, el PC chileno siempre estuvo al lado de los pueblos oprimidos por el imperialismo, ahora en jaque gracias a la Revolución Cubana. El programa político del partido chileno explicita su carácter anticapitalista y antiimperialista. En asuntos internacionales, ha denunciado la Carta de la Organización de los Estados Americanos, el Pacto de Bogota, el Tratado de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro y el Pacto de Asistencia Militar entre Chile y los Estados Unidos, ya que considera dichos acuerdos internacionales como instrumentos de sumisión a los Estados Unidos. El PC propugna una política exterior independiente basada en el mantenimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con todos los miembros de la comunidad de naciones, sin ninguna discriminación. Al presente, Chile está gobernado por una oligarquía aliada con el

En Vietnam en Agosto del 73 Gladys Marín cruzando en lanchón el rio Rojo.

imperialismo norteamericano, pero el país debe rebelarse contra estos dos enemigos. Por eso, la tarea principal del partido se enfoca a la formación de un frente unido de todas las fuerzas populares, que incluyan no sólo al proletariado sino también a sectores de las capas medias interesadas en el progreso del país. El frente amplio se considera la herramienta para contribuir a la creación de un país independiente, democrático y pacífico. La coalición de fuerzas populares desalojará a la minoría oligárquica del poder económico y político, reformando las estructuras sociales y políticas. Esta revolución democrática popular preparará el camino para una revolución socialista y la abolición del capitalismo. Pero ese proceso no es aislado, requiere un contexto internacional favorable que hermane las luchas de todos los pueblos del mundo. El PC chileno entiende que el éxito de la lucha en Chile está ligado indisolublemente al proceso emancipador de América Latina, que pasa por la revolución bolivariana, los cambios en Ecuador, Nicaragua y Bolivia, la consolidación de la revolución cubana, el rescate de las riquezas naturales, la preservación del medioambiente y la integración regional, afianzando el ALBA, UNASUR, un banco y una moneda común.


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JOSÉ LUIS CÓRDOVA

Los comunistas en el movimiento sindical

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a historia del movimiento obrero chileno prácticamente se inicia con el impulso de Luis Emilio Recabarren por organizar a los mineros salitreros, pero estudios de su pasado histórico incluyen pasajes trascendentes como el rol de la Sociedad de la Igualdad en 1850, y valora a Francisco Bilbao como el primer chileno en difundir “ideas igualitarias y que postuló reformas sociales tan liberales como podían serlo teniendo en cuenta el ambiente de la época”. Recabarren también menciona las protestas violentas del 29 de abril de 1888 como parte de la lucha del pueblo contra el alza al transporte, y su importancia en el crecimiento del partido. Durante el incendio de los tranvías hubo enfrentamientos entre el pueblo y el ejército junto a la poli-

cía con un gran número de personas heridas. El mutualismo fue la principal forma de organización de los artesanos a fines del siglo XIX y principios del XX. En 1880 existían 39 de estas instituciones en todo Chile. Su objetivo era el mejoramiento material e intelectual del, obrero sobre la base de la ayuda mutua. Los integrantes de la directiva se preocupaban de la recreación y la formación de pequeñas bibliotecas. También trabajaban en torno a la previsión, la vivienda y el ahorro de sus afiliados. La principal diferencia de una mutual con el sindicato o cooperativa es que se interesan en la situación del obrero sin referirla a su relación con el patrón o con el estado. En esa perspectiva, no se relacionaba con luchas reivindicatorias o enfrentamientos con las figuras de poder. Las mancomunales fueron las organizaciones

populares más significativas de la primera década del siglo XX. Nacieron y se consolidaron en las minas y puertos nortinos a comienzos de 1900. Los objetivos en sus inicios no se diferenciaron mayormente de las sociedades de socorros mutuos o de las mutuales, pero su originalidad estuvo en que más adelante asumieron características de centros de vida social y cultural. La mancomunal no se salió de los marcos del sistema establecido, pero luchó en contra del sector patronal y postuló la transformación de las relaciones productivas. También tuvieron la particularidad de ser organizaciones típicamente chilenas. En Iquique se fundaron varias organizaciones mutualistas. Las que lograron trascender fueron la Sociedad de Artesanos y Socorros Mutuos, fundada el 16 de noviembre de 1889; Sociedad Obrera Sudamericana de Señoras, fundada el 1° de enero de 1893; Sociedad Internacional Protectora de Señoras, fundada el 16 de julio de 1893; Sociedad Auxiliadora Chilena de Señoras, fundada el 10 de octubre de 1900; Sociedad Unión San Gerardo de Señoras, fundada el 16 de noviembre de 1913; Sociedad Orden Social de Señoras, fundada el 17 de agosto de 1938; Sociedad Arturo Alessandri Palma, fundada de septiembre de 1942, y Sociedad Unión y Cultura de Señoras, fundada el 18 de enero de 1946. La mayoría de ellas fueron aglutinadas en marzo de 1939 cuando se creó la Federación Provincial Mutualista de Tarapacá. Las Mancomunales fueron las primeras organizaciones de resistencia obrera del salitre de carác-


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ter territorial, que agruparon trabajadores por comuna y provincias, llegando a establecer una embrionaria central obrera nacional, que agudizó la lucha de clases en Chile durante el gobierno de Germán Riesco (1901-1906). La primera Mancomunal se creó el 1º de mayo de 1900 en Iquique. Dos años después contaba con 6.000 afiliados, extendiéndose su influencia por todo el Norte Grande. En 1902, la Mancomunal, presidida por Gregorio Trincado, convocó a una huelga que duró varios días en Iquique. En 1903 se fundaron nuevas mancomunales: en Antofagasta, Copiapó, Lota y Coronel, donde estalló una combativa huelga de los obreros del carbón. El periódico “El Trabajo”, de Iquique, del 23 de febrero de 1903, informaba: “Como vieron los mineros que no se les hacía justicia a ellos solos, invitaron a los compañeros del mar para protestar juntos”. La organización se consolidó con la primera Convención Nacional de las Mancomunales el 15 de mayo de 1904, con 15 delegados representantes de 20.000 afiliados, calificada después por Humberto Valenzuela como “el Primer Congreso Nacional del proletariado chileno y primer intento de creación de una Central Sindical Nacional”. Recabarren manifestó en 1906: “La Mancomunal es la organización más poderosa y mejor organizada”. A comienzos del siglo XX, Recabarren desarrolla sus actividades en Buenos Aires y luego en Europa. En el viejo continente, establece contacto con miembros de la Internacional Socialista e incluso redacta un Informe que entrega al Bureau de esta organización. Recabarren reconoce el atraso del movimiento obrero chileno y compren-

de que la lucha contra el oportunismo de derecha encabezado por Malaquías Concha es esencial para avanzar hacia una completa definición como partido proletario. En un informe al Bureau de la Primera Internacional Comunista, Recabarren reconoce el atraso del Partido Demócrata respecto a su programa. Revela que sólo se tiene conocimiento de la I. S. desde hace pocos años y solicita información sobre las bases y condiciones para afiliarse a la Internacional Socialista. En este Informe, también escribe: “En el partido se ha formado, 6 a 8 años atrás, un grupo que lucha por un cambio en su denominación y por la adopción oficial de la táctica y los principios socialistas. Este grupo gana importancia día a día y todo indica que impondrá sus puntos de vista en breve plazo”. La lucha de dos líneas se fue agudizando con el correr de los años y llevó en 1912 a la formación en Iquique del Partido Socialista Obrero. Actos políticos similares se efectuaron en Valparaíso y Punta Arenas para llegar, 10 años más tarde en el Segundo Congreso del POSCH a la creación del Partido Comunista de Chile, que se afilió a la Internacional. En este mismo afán, Recabarren siguió trabajando incansablemente en la formación de mancomunales, sindicatos, federaciones y confederaciones de trabajadores en todo Chile. La estrecha relación de la clase obrera con el movimiento social y político en general, es un hecho histórico indiscutible desde los primeros años de la organización de los comunistas chilenos. Entre 1902 y 1908, hubo alrededor de doscientas huelgas y la falta de respuestas positivas por parte de las autoridades

provocó una escalada de movilizaciones sociales. La huelga portuaria de Valparaíso, en 1903, la huelga de la carne en Santiago el año 1905 y la masacre de la escuela Santa María de Iquique, en 1907, son ejemplos de las primeras gestas reivindicativas del movimiento social chileno. En ellas hubo participación no sólo de obreros y artesanos, sino también de sus mujeres e hijos. En 1909, se fundó la Federación Obrera de Chile y tres años después el POSCh, con lo que el movimiento social adquirió mayor consistencia ideológica. Las primeras reivindicaciones logradas por el movimiento social fueron: el derecho al descanso dominical, mejoras en las viviendas obreras y la Ley de Accidentes del Trabajo. Más tarde, el alto costo de la vida motivó la organización de la Asamblea Obrera de la Alimentación, que convocó a las marchas del hambre en Santiago en los años 1918 y 1919. Después de 1917 y el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre en la Rusia zarista, los sindicatos obreros chilenos gozaron de un rápido crecimiento, registrándose unas ciento treinta huelgas entre 1917 y 1920 a lo largo de todo Chile. En la región de Magallanes se produjo una gran huelga y los estudiantes universitarios, a través de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), asumieron un rol activo, desde 1920, en las luchas reivindicativas de la clase trabajadora. Por esos años también comienza la incorporación del campesinado en el movimiento social chileno, que llegó en la década de 1930 a sus años de esplendor. La Federación Obrera de Chile (FOCH) comenzó como una agrupación de obreros de ferrocarri-

Luis Figueroa presidente de la CUT y ministro del trabajo de Salvador Allende.

les, con una orientación mutualista ligada al Partido Demócrata. A mediados de la década de 1910, comenzaron a integrarse los trabajadores del salitre y adquirió un carácter nacional. Posteriormente, la promulgación de las leyes sociales y el Código del Trabajo, entre 1925 y 1931, cambió radicalmente la conformación del movimiento obrero y las organizaciones de trabajadores. A partir de entonces los sindicatos y sus federaciones se debatieron entre asumir la nueva legislación y someterse a sus reglas, como fue el caso de los obreros y empleados del sector estatal y las grandes empresas, o continuar con el discurso clasista y revolucionario. La dirección del movimiento obrero que adhirió esta última línea se dividió entre tres grandes organizaciones: la FOCH, ligada al Partido Comunista; la CGT (Confederación Nacional de Trabajadores), de inspiración anarquista; y la CNS (Confederación Nacional de Sindicatos), de origen socialista.

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En 1934, la violenta represión del gobierno de Arturo Alessandri a una huelga ferroviaria de carácter nacional, tuvo como reacción la unidad de las distintas organizaciones que agrupaban a los trabajadores. De este modo, el Comando Único que se gestó en la huelga se transformó en un Frente de Unidad Sindical, que organizó un Congreso de Unidad Sindical en diciembre de 1936, surgiendo la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH). La fuerza que adquirió la nueva organización de trabajadores le permitió formar parte de la alianza política que apoyó la candidatura del radical Pedro Aguirre Cerda en la elección presidencial de 1938. El triunfo del Frente Popular facilitó a la CTCH una vinculación directa con el nuevo gobierno, lo cual le permitió crecer como organización. A fines de la década de 1940, el movimiento obrero, que estuvo fuertemente ligado al Partido Comunista a través de la Confederación de Trabajadores de Chile, fue fuertemente reprimido y debilitado por el gobierno de Gabriel González Videla al promulgar la Ley de Defensa de la Democracia o “Ley Maldita”. En consecuencia, la conducción del movimiento de trabajadores fue asumido por las organizaciones de empleados, especialmente del sector público, los que a través del liderazgo de Clotario Blest lograron organizar una nueva confederación de trabajadores en 1953: la Central Unica de Trabajadores (CUT).


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SERGIO REYES

La política justa en cada etapa histórica

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os 100 años de historia del Partido Comunista no se pueden entender si no se tiene en cuenta la historia de lucha, de movilización y de avances del pueblo. Cada alegría y sufrimiento del pueblo en la búsqueda y exigencia de sus derechos, han sido compartidos en carne propia por cada militante del PC. Las vicisitudes y los momentos aciagos que ha vivido el pueblo son a su vez la historia del Partido Comunista.

La historia de Chile, de martirio y persecución en contra del pueblo es la historia de este partido, a cuyos militantes, simpatizantes y amigos también –y se podría decir que “de manera preferente”- se les persiguió, relegó y asesinó. En estos 100 años de vida y lucha ha sido imposible para el represor reducir al pueblo, y tampoco ha podido destruir al PC. El Partido Comunista de Chile es un partido revolucionario, no reformista, y que hace suyo el clamor del pueblo en la política de Rebelión Popular de masas y en la defensa

de los derechos humanos. Han sido 100 años de lucha, avances y conquistas tras la transformación del país, y en estos 100 años el PC ha buscado el beneficio de todos sus habitantes.

Conflicto Durante los 17 años de dictadura, se trató por todos los medios de destruir la organización social, la lucha popular, la conciencia que emanaba a borbotones del pueblo, pero no lo lograron. Tras la salida pactada, nuevamente se trató de suprimir la parti-

y continuó con su trabajo político, impulsando las jornadas de las protestas nacionales.

La Rebelión Popular de Masas

cipación, y esa democracia dio vuelta la espalda al pueblo. Los gobiernos que siguen tras la dictadura ahondan la brecha entre ricos y pobres, y en esos momentos el Partido Comunista sigue su lucha junto a su pueblo. La dictadura declara la guerra al pueblo, que es declarado “enemigo interno”. El dictador decía que estaba en guerra, la guerra de la clase dominante que con la vía armada trata de detener los avances populares. Con todo, y en plena dictadura, el PC siguió abogando por la unidad de las fuerzas democráticas

El 3 de septiembre de 1980, a través de un discurso transmitido por Radio Moscú, Luis Corvalán anunciaba al país y al mundo que el Partido Comunista de Chile adoptaría una estrategia combativa hacia la dictadura. El anuncio se hizo en el marco de un acto del PC en conmemoración de los diez años del triunfo de la Unidad Popular. Este anuncio se realizaba en otra fecha simbólica, justo a una semana que la dictadura civil-militar realizara el plebiscito para aprobar la Constitución de 1980. Algunos planteamientos de este discurso fueron: “Se hacen humo las ilusiones respecto de una presunta liberalización del


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régimen. Se cierran los caminos para la evolución gradual con que algunos han soñado. En estas circunstancias, no tenemos dudas de que el pueblo chileno sabrá encontrar el modo de sacudirse del yugo de la tiranía. Las masas irrumpirán de una u otra manera hasta echar abajo el fascismo. Pinochet no podrá mantenerse en el poder por el tiempo que pretende. El derecho del pueblo a la rebelión pasa a ser cada vez más indiscutible. (…) El pueblo sabrá descubrir en la lucha las formas específicas de expresión de su proceso democrático y revolucionario, dando paso, seguramente, a los más variados métodos que ayuden a desarrollar el movimiento de masas, aislar a la tiranía, aunar fuerzas, abrir perspectivas de victoria. Es el fascismo el que crea una situación frente a la cual el pueblo no tendrá otro camino que recurrir a todos los medios a su alcance, a todas las formas de combate que lo ayuden, incluso a la violencia aguda, para defender su derecho al pan, a la libertad y a la vida”. Esta iniciativa fue el

Todas las formas de lucha

gran movimiento de protestas nacionales, resultado de una política destinada a resolver el problema del poder. El pueblo necesitaba tener de guía una política que le entregará oxígeno y herramientas para combatir la dictadura. Se exigía, en la ocasión, hacer lo necesario para combatir a la dictadura que masacraba al pueblo. Una política que se basó en la realidad de una época de horror y crímenes y que era muy necesaria. Por ello, la políti-

ca de rebelión fue acogida por miles de chilenos que la hicieron suya. La política de la Rebelión Popular de Masas buscaba una salida democrática popular a la dictadura, y se explicaba que no era sólo terminar con la dictadura y seguir con el mismo modelo: había que recuperar una democracia avanzada, y no de consensos. En ese sentido, la Rebelión Popular de Masas reflejaba los intereses de la mayoría de los chilenos, que querían una democracia de verdad.

La política de Rebelión Popular de Masas buscaba aplicar todas las formas de lucha para obtener una participación activa del pueblo. Involucraba todas las formas de lucha, incluida la lucha armada, y tenía como objetivo final la derrota de la dictadura pinochetista. De esta forma, se comprometieron amplios sectores sociales bajo el alero de esta política de rebelión, para crear grandes mayorías. Y al crearse estas inmensas mayorías, se buscaba con aquella fuerza del pueblo alcanzar una sublevación nacional que permitiera acabar con los horrores del tirano. Pero para esto se requería el poder que entregan las

mayorías movilizadas en las calles, en los centros de trabajo, y ese poder se manifestó con mucha fuerza entre los estudiantes, los pobladores, los trabajadores, entre los mineros, en los centros culturales y muchas veces en las iglesias, donde los curas populares jugaron un papel muy importante. La política de Rebelión Popular de Masas facilitaba a todos participar, desde los rayados, los cortes de luz, los panfletos donde la mayoría del pueblo por fin se expresaba y participaba. El pueblo no buscaba reformas, sino cambios revolucionarios que le permitieran ser parte del poder. Ya por el mes de mayo de 1983 existe un gran movimiento de protesta nacional, y para un pueblo y para un partido político que habían sufrido los mayores horrores de la dictadura la lucha que se estaba dando era una enorme hazaña, una proeza. Muchas y muchos combatientes cayeron heroicamente en la lucha, sufrieron cárcel y torturas, contribuyeron anónimamente a fomentar el espíritu de la rebeldía popular. ¡Honor y gloria a ellas y a ellos!

El primer paso El terror se apoderaba del pueblo cuando la dictadura arreciaba inmisericorde frente a gente desarmada, pero eso debía quedar atrás. El 19 de agosto de 1982 tuvo lugar la primera gran marcha del hambre, y en pleno centro de Santiago. En aquella ocasión, vencer el miedo era lo fundamental, y por supuesto crear un hecho político de proporciones para que la

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acción se repitiera en distintas regiones del país. Mientras tanto, el PC comenzaba a concretar su estrategia más combativa hacia la dictadura, y es así cómo se decide crear una estructura para concretar las acciones que llevaran a la práctica los anuncios de 1980 referentes al uso de todas las formas de lucha. Y en esta instancia se inscribe el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). Más allá del factor militar, apunta a romper el terror que la dictadura sembró cada día y cada noche de su accionar. La principal práctica y el gran aporte del FPMR fue romper el inmovilismo en el que la dictadura aprisionaba y estrangulaba al pueblo de Chile. En un artículo de la revista Qué Pasa de fines de agosto de 1981, titulado “Partido Comunista: ¿Vivito y coleando?”, se comentaba entre otras cosas la reaparición de El Siglo y se señalaba: “Sus máximos organismos de poder han sido descabezados dos veces por fuerzas de Seguridad, pero hoy día parecen estar nuevamente estructurados”. Los cambios en el estado de ánimo de millones y millones se vieron reflejados en las distintas acciones que se percibían como una demostración de conciencia popular, una acción política de frente a la dictadura. La lucha era posible, el pueblo se movilizaba. De esta forma se concibe la reconstrucción del movimiento social destruido, desmantelado por la dictadura. Se ve en las calles la influencia del pueblo movilizado.


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EDUARDO CONTRERAS

El partido y los Derechos Humanos

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or su ideología y por su historia, el Partido Comunista de Chile nace y crece con una identidad esencial: la defensa a ultranza de los derechos fundamentales del ser humano; en primer término el derecho a la vida y luego al trabajo, a un trato digno, a la vivienda, la salud, la educación y la cultura.. Es así que Recabarren escribe en “La Voz del Obrero”, de Taltal, el 12 de noviembre de 1904: “Esclavizados durante una cadena de más de veinte siglos consecutivos, todas las generaciones nos han negado el derecho a la vida, y la tierra está toda entera manchada de sangre proletaria sacrificada en holocausto a los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, trilogía libertaria que encarna en toda su gran concepción la sola expresión de ¡Justicia! No queremos otra cosa sino justicia. Ese es todo el ideal presentado bajo diversos ropajes”. Constituido el partido en junio de 1912, su accionar estuvo encaminado a la defensa de los derechos del pueblo, a la denuncia

de cada abuso patronal, de cada represión del estado. Cuando la dictadura de González Videla, el PC asumió en condiciones en extremo difíciles la defensa de los perseguidos. Ya entonces, abogados comunistas se destacaron por su capacidad y valentía, entre ellos Graciela Alvarez, Jorge Jiles, Sergio Insunza, Fernando Ostornol. Tras el golpe del 73 ha sido fundamental la participación de los comunistas en la defensa de los DDHH, organización de las víctimas y sus familiares así como en las acciones de protesta y en la búsqueda casi imposible pero nunca abandonada de las víctimas. Fue al comienzo el encadenamiento a las rejas del edificio del Congreso Nacional, y luego nació la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, que ha escrito tantas páginas de lucha heroica, en la que se levantó el liderazgo de Sola Sierra y que hoy preside su hija Lorena Pizarro. Una agrupación que ha contado con valiosas compañeras, como Carmen Vivanco y Viviana Díaz y compañeras socialistas como Rosa Silva y Mireya García; así

como la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, que preside Alicia Lira. En 1998 el PC decidió presentar una querella directamente contra Pinochet, senador vitalicio para vergüenza de Chile. En enero de ese año, Gladys Marín presentaba esa querella que cambió de modo definitivo la historia. No es que antes no se hubiera intentado enjuiciar a los criminales. Los familiares y los abogados de DDHH libraron heroicas batallas judiciales en plena dictadura, y de ellos es el mérito principal por haber alzado sus voces en el tiempo oportuno. Pero, por complicidad o cobardía los tribunales eludían sus responsabilidades y algo parecido comenzaba a vivirse en el comienzo de la transición. La querella del 98 abrió paso a otras acciones penales que a fines de ese año eran ya cerca de 500. Así fue como, desde enero del 98, se organizaron diversos expedientes por casos emblemáticos de violaciones a los DDHH, como “Calle Conferencia”, “Operación Cóndor”, “Caravana de la muerte” y otros que hasta hoy continúan. En varios de ellos, Pinochet fue desaforado, procesado y hasta tuvo detención domiciliaria en Chile. Y fueron procesa-

dos, detenidos y condenados los miembros de la plana mayor de la policía secreta de la dictadura. En la actualidad los tribunales conocen unos 1.500 casos de crímenes de la dictadura. En ellos hay 568 procesados o condenados ya con sentencia definitiva, 147 condenados que están libres ya sea porque cumplieron la pena o porque se les concedió beneficios, y 71 condenados que cumplen prisión efectiva. El mérito principal de la querella del 98 fue haber valorado correctamente la situación política, el estado de ánimo del pueblo y los cambios en la correlación de fuerzas al interior del propio sistema judicial. Eso fue determinante para que esa acción penal no corriera la suerte de las anteriores. Pero el peso de la noche impuesto por Pinochet todavía perdura. Hasta hoy rige la Constitución Política que impuso a punta de bayonetas, la llamada Ley de Seguridad Interior del Estado o la Ley Antiterrorista, que no son sino un intento de dar un barniz de legalidad a la represión. Se reprime a los estudiantes, a los pueblos indígenas, a los trabajadores que luchan por mejores condiciones de vida o en defensa del medioambiente, amenazado por la codicia

de las corporaciones transnacionales. Los avances registrados durante la interminable transición a la democracia no son mérito de ninguno de los gobiernos: son fruto exclusivo de la lucha heroica de las víctimas sobrevivientes, de los familiares de las víctimas, ya sean ejecutados o detenidos desaparecidos, de las organizaciones de ese ámbito y de un pequeño grupo de abogados de DDHH. Así es como, a pesar de las dificultades, se ha creado un nuevo escenario judicial. Poco a poco se impone el respeto a los tratados y a los principios del Derecho Penal Internacional y se reconoce la jurisdicción universal y la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad. Se ha logrado influir positivamente en la jurisprudencia de la Corte Suprema al punto de establecer que no es aplicable el decreto de autoamnistía de 1978. Del mismo modo, hoy se acepta que las sentencias de los tribunales militares de tiempos de la dictadura no producen el efecto de cosa juzgada y que esos casos pueden ser reabiertos y conocidos por los tribunales civiles. Es claro, los nostálgicos de la dictadura no descansan y obtienen pequeños logros. Entre ellos, que se acepte la media

prescripción, un embuste jurídico en que a pesar de que estos delitos sean imprescriptibles, si ha pasado la mitad del tiempo para que si se tratase de otro tipo de delitos operara la prescripción, se aplique a los delincuentes determinados beneficios. Hace un par de años sucedió algo muy importante: tanto el poder judicial como la PDI y las organizaciones de DDHH coincidieron en que había un número aproximado de 1.300 casos de delitos de lesa humanidad que, por diversas razones, nunca habían sido investigados. Nadie reclamaba por ellos y fue entonces cuando la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos decidió iniciar esas querellas a fin de impedir la impunidad. Un reducido grupo de abogados y de estudiantes de Derecho solidarizaron con la Afep y esas querellas están en desarrollo. En diversos casos hay detenidos y procesados que, de otro modo, habrían eludido el justo castigo por sus crímenes. Los comunistas chilenos no sólo son objetivamente los más firmes defensores de los DDHH y de la democracia, sino que jamás han formado parte de un gobierno autoritario, no han llamado a un golpe de estado ni apoyado a una dictadura.


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esde la llegada de los españoles a los territorios de los pueblos originarios, la vida ha sido una constante lucha y batalla de resistencia a los embates, que una y otra vez cometen los que quieren apoderarse de las riquezas, de la cultura, y destruir la cosmovisión de los pueblos que viven al sur del mundo. Pero aseguran desde el mismo pueblo mapuche, desde las entrañas de la tierra, que en los últimos 100 años de batalla en contra del invasor se ha podido contar con un muy buen aliado, fiel a las causas nobles y justas: el Partido Comunista de Chile. Así lo

reconocen desde el pueblo mapuche. En este sentido, la comprensión de las exigencias históricas, de los atropellos que ha vivido el pueblo mapuche, entre otras comunidades originarias del territorio, los ha encarnado también el Partido Comunista, y es por eso que en estos 100 años de vida muchos lonkos y autoridades mapuches han sido parte de la militancia de la colectividad tradicional de izquierda: Lorenzo Carilao, de la comunidad de Choque en Arauco. El comprendió y conjugó, desde el punto de vista mapuche, la importancia del Partido Comunista en su vida y en su lucha diaria, porque fue el Partido Comunista la fiel expresión de la organiza-

ción para luchar contra el invasor. Supo, al fin, conjugar un pensamiento no mapuche y mapuche en la política diaria del comunismo, levantando las banderas de la Reforma Agraria, entre otras. Al igual que Juan Pichún Catalán, de Lautaro, otro dirigente mapuche de los 100 años del Partido Comunista; Domingo Piñaleo, en Alto Bío-Bío; Arturo Curín, gran luchador en la Cooperativa de Lumaco; Domingo Blanco en Chol Chol; Martín Painemal, Desiderio Millanao y también el diputado mapuche comunista Rosendo Huenumán, quien participó activamente en la sindicalización de los campesinos bajo el gobierno de Frei Montalva, transformándose en un carismático y respetado dirigente de su pueblo. Y así otros cientos de dirigentes de toda la historia mapuchecomunista de 100 años.

Pueblos originarios, la eterna batalla

El ayer y el hoy El sistema político-social contra el que ha luchado el pueblo mapuche en estos más de 500 años, ha tenido infinidad de rostros. Hoy es el capitalismo en su etapa neoliberal, el que sigue buscando cómo destruir y avasallar a los pueblos originarios. Este sistema depredador contradice la filosofía de vida del pueblo mapuche, su naturaleza, y por eso hoy continúan levantándose otros

Alex Lemún, otros Matías Catrileo, otros Jaime Mendoza Collío. Son los rostros de la resistencia de la juventud mapuche. Y ahí está la implacable tenacidad de los viejos lonkos, como Emilio Colliguín, quien recibió en su cuerpo y en su casa las balas del sistema, las balas del crimen que quedó en impunidad una vez más. Las muestras de injusticia están presentes hoy en día, y la batalla no cesa, y el compañero del pueblo mapuche está ahí, al igual que en estos 100 años.

El día de la primavera El período en que los mapuches conocieron la justicia, esquiva por siglos, fue en el gobierno de Salvador Allende. En la ocasión, se recibió con mucha esperanza el programa de gobierno, que dignificaba las demandas del pueblo mapuche y las hacía suyas. Fue el momento en

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que comenzó la implementación de una ley en beneficio de los pueblos originarios, una legislación indígena, la número 7729, que no pudo concretarse en su extensión. La lucha que queda por delante es sin descanso para quienes son mapuches y comunistas. Ahora, cuando ha fracasado la Concertación, y más aún cuando sólo en dos años se demostró la esencia de un gobierno de derecha, los mapuches dicen que sólo les satisface un proyecto político antineoliberal, anticapitalista y que integre los sueños de los pueblos originarios. Una propuesta económica solidaria, y que redistribuya realmente los ingresos. La lucha continúa por 100 años más. ¡Marrichi Weu!


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MARTA GODOY-CLAUDIA PASCUAL

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lo largo de estos 100 años de una vida partidaria marcada por la perseverancia en la lucha por la liberación del ser humano de la explotación , los hombres y mujeres, militantes, simpatizantes y amigos han vivido campañas épicas, con grandes triunfos, y también derrotas en que ambos han compartido penas y alegrías. A lo largo de estos años el partido en su conjunto ha desarrollado, con mayor o menor intensidad, acciones sociales y políticas orientadas hacia la incorporación de la mujer a la vida social y política del país. Como en otros aspectos de nuestro accionar, es Luis Emilio Recabarren quien desde principios del siglo XX en sus discursos y escritos pone de manifiesto las condiciones de sometimiento, opresión, ignorancia en que son mantenidas las mujeres en la sociedad capitalista chilena. Por ello, Recabarren al trabajar por la emancipación y organización de los trabajadores, tendrá como preocupación fundamental la inclusión de las mujeres, estimulando acciones especialmente dirigidas a ellas. En esto tendrá la gran colaboración de su compañera, Teresa Flores. Recabarren y Teresa Flores recorrían las oficinas salitreras, estimulando la incorporación de las mujeres a los sindicatos, a las actividades culturales y artísticas así como a las charlas de divulgación política. Un acontecimiento importante en este sentido fue la gira realizada por la librepensadora española Belén de Zárraga, cuya semilla llevó a la creación de centros femeninos que llevaron su nombre en Iquique, Antofagasta y algunos centros mineros. Con el estímulo del partido a la organización obrera de las mujeres, se llegó a que en 1924 de 121 Consejos Federados de la FOCH, 16 eran femeninos y varios mixtos.

Por otra parte, entregando elementos de formación ideológica a las mujeres, éstas podrían constituir una enorme fuerza social por su propia emancipación y la de la sociedad toda. En las Resoluciones del II Congreso del Partido en 1923, se consigna la lucha por igualdad de salarios para hombres y mujeres; por la licencia maternal pagada un mes antes y un mes después del parto. Asimismo, en el Programa del Partido aprobado en el V Congreso (1927) se propone trabajar por: - La igualdad de derechos civiles, políticos y sociales para ambos sexos - La creación de clubes de madres y obras de educación femenina subvencionadas por el estado y bajo el control del sindicato. - La organización de las mujeres en los sindicatos. - Una severa represión al abuso patronal y la trata de mujeres. - La organización de grupos de mujeres comunistas para luchar por reivindicaciones obreras. En 1926, el PC constituye una comisión especial del Comité Ejecutivo Nacional para ocuparse de los temas de las mujeres, que se llamará posteriormente Comisión Femenina. Entre sus encargadas se puede mencionar a María Ramírez, Julieta Campusano, Elena González Mireya Baltra, María Maluenda. En los años 30, al calor de la constitución del Frente Popular como una organización amplia para cruzarse en el camino del fascismo, nace el Movimiento por la Emancipación de la Mujer (MEMCH), creado en 1935 y que por cerca de 20 años será actor en la vida social y política nacional. El MEMCH se proponía luchar contra la discriminación y opresión en que se mantenía a la mujer en la familia, el trabajo y la vida social, económica y política. Esta organización, en que participaban muchas comunistas, desarrolló una gran labor de agitación y

Los 100 años del partido y las mujeres organización, llegando a contar con 40 comités de base. Entre sus dirigentes más conocidas están Elena Caffarena, Olga Poblete, Eulogia Román, María Ramírez. Una de sus campañas fue por lograr el derecho a voto para la mujer, lo que se logró en 1949. El PC impulsaba la movilización amplia de mujeres por sus derechos, incluyendo junto a las obreras a las profesionales e intelectuales. Fruto de ello es la realización en 1944 del Primer Congreso de Mujeres, que dará origen a la Federación Chilena de instituciones Femeninas (FECHIF). Su presidenta fue Amanda Labarca y su secretaria Elena Caffarena, integrando también la directiva la compañera Julieta Campusano. En los años 50 se da un importante desarrollo de dirigentas sindicales en

los sectores textil, del cuero y calzado, salud y profesoras. Entre ellas podemos destacar a Graciela Trujillo, Teresa Carvajal, Elena Pedraza, Eliana Fernández. En la gestación y durante el gobierno de la Unidad Popular, las mujeres comunistas se la jugaron en los centros de madres, en las JAP y en la lucha ideológica diaria. El gobierno tomó una serie de medidas para mejorar la condición de la mujer en su rol de madre y trabajadora, y se creó la Secretaría de la Mujer. En las elecciones de marzo del 73, el Partido Comunista obtuvo 22 parlamentarios y de ellos un tercio eran mujeres: senadora Julieta Campusano y diputadas Vilma Rojas, Amanda Altamirano, Silvia Acosta, Eliana Araníbar, Gladys Marín y Mireya Baltra.

Miles de mujeres comunistas, junto al pueblo de Chile, fueron víctimas de la dictadura. Y miles serán las que salen a las calles a buscar a los detenidos desaparecidos, a organizar la Primera Huelga de Hambre en la CEPAL (1976), a crear la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Entre ellas destacan Sola Sierra y Carmen Vivanco. Durante la dictadura militar, las mujeres conforman el movimiento de denuncia a las violaciones de los derechos humanos, exigen la devolución de sus seres queridos con vida, y son las primeras en manifestarse contra la dictadura. Las mujeres también son las que promovieron las organizaciones de sobrevivencia económica, como los talleres de arpillera, las ollas comunes, comedores populares, “comprando juntos”, en-

tre otras. Pero también comenzarán a exigir el retorno a la democracia en el país. En esos tiempos se constituye la Coordinadora Metropolitana de Pobladores y luego el Comando Unitario de Pobladores, encabezados por Claudina Núñez. Paralelamente, las militantes del partido, simpatizantes y amigas trabajarán junto a miles de mujeres en estas organizaciones y más adelante en las acciones de la Rebelión Popular de Masas. En el XXII Congreso del PC, en 2002, se constituye una Comisión de Mujeres y una Comisión de Género, levantando las propuestas de restablecimiento de las leyes de aborto terapéutico y de divorcio, por la prevención del SIDA, la exigencia de Jardines Infantiles para las alumnas madres, la ley antidiscriminación. Las mujeres hemos estado presentes en las luchas de nuestro pueblo y hoy estamos desafiadas a seguir luchando por el derecho al trabajo, el salario y las pensiones dignas, por “igual trabajo igual salario”, mayor participación y reconocimiento en la política, los derechos sexuales y reproductivos, educación y salud pública gratuita, el derecho a la vivienda, la defensa de nuestros recursos naturales.


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ROLANDO ALVAREZ

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l movimiento de pobladores hunde sus raíces cuando a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, producto de la progresiva oleada migratoria campo-ciudad, el problema de la vivienda comenzó a desbordar a la autoridad. Al contrario de lo esperable, ésta tomó medidas que acentuaron la naciente crisis habitacional, cuando el Consejo de la Habitación Obrera, creado en 1906, se dedicó a derribar conventi-

llos por problemas de salubridad sin entregar alternativas habitacionales a sus moradores. De esta manera, hace casi cien años, en 1914, se formaron las primeras Ligas de Arrendatarios, en donde la influencia de las ideologías dominantes en el movimiento obrero de la época –anarquistas y socialistas- marcaron importante presencia. Un hito lo marcó la huelga de arrendatarios de 1925 en Valparaíso, provocada por un alza desmesurada de los arriendos, implementada

por los propietarios como protesta a la aprobación de la primera Ley de Impuesto a la Renta en Chile. En las décadas de los 40 y 50, de la mano del proceso industrializador de los gobiernos radicales, se aceleró el proceso de migración campo-ciudad. Las medidas estatales para paliar el creciente déficit habitacional fueron insuficientes. De esta manera, se comenzó a masificar la instalación de facto de pobladores en terrenos baldíos, originando los entonces famosos “loteos brujos” y “poblaciones callampas”. Hacia fines de la década de los 50, el principal asentamiento en Santiago se ubicaba en las

La larga saga de los pobladores

inmediaciones del Zanjón de la Aguada, en la zona sur de la ciudad. Este dio origen en octubre de 1957 a la primera toma de terrenos de la historia de Chile, orgullosamente llamada “La Victoria”. La participación de casi 15.000 personas en este inédito movimiento poblacional, impidió que la represión policial pudiera desalojarlos. Junto a la participación activa de los partidos de izquierda, especialmente la del Partido Comunista y como señal de los vientos de cambio que soplaban en Chile, los pobladores recibieron el apoyo de la Iglesia Católica, que también colaboró para impedir el desalojo de la toma. Así, a partir de la década de los 60 se articuló un movimiento de poblado-

res que tuvo como principales hitos la toma de Santa Adriana en 1962 y, a partir especialmente del gobierno de Eduardo Frei Montalva, un sinnúmeros de tomas de terrenos que extendieron explosiva e inorgánicamente las fronteras del Gran Santiago. Como respuesta a las activas organizaciones poblacionales, el estado tomó medidas paliativas, como erradicaciones masivas, la creación de la CORVI y más tarde el ministerio de la Vivienda (1967). Asimismo, bajo el influjo del gobierno de Frei Montalva, se da estatuto legal a las Juntas de Vecinos, como instancias de participación a nivel territorial. En dura pugna con los intentos cooptadores de la DC, los partidos de izquierda tuvieron gran influencia al interior de las organizaciones poblacionales. Cuando se produjo el triunfo de Salva-

dor Allende, las poblaciones se convirtieron en bastiones de apoyo al gobierno, y cuando la crisis económica arreciaba dieron vida a las Juntas de Abastecimiento y Precios (JAP), que tuvieron un gran papel para combatir los objetivos de los opositores al gobierno popular. Con la dictadura militar, el movimiento de pobladores fue brutalmente reprimido. Las poblaciones se convirtieron en campos sitiados, en donde el régimen militar sistematizó la represión contra sus habitantes y sus organizaciones territoriales. Sin embargo, fueron los pobladores los primeros en enfrentarse orgánicamente a las devastadoras consecuencias sociales de las medidas neoliberales. Estas gatillaron, en distintos períodos, altas tasas de cesantía, pérdida de poder adquisitivo y un profundo déficit habitacional. Por ello, no fue extraño que entre 1983 y 1986 los pobladores y pobladoras protagonizaran el ciclo de las Protestas Nacionales, enormes movilizaciones de masas que se levantaron contra la dictadura, reclamando “pan, trabajo, justicia y libertad”. Surge en esta etapa el Comando Unitario de Pobladores, que coordinó a las organizaciones políticas presentes en las organizaciones territoriales. Un hecho que marcó al movimiento poblacional de los años 80 fue la toma “Cardenal Silva Henríquez”, que fue capaz de doblarle la mano a la feroz represión dictatorial. Con la recuperación de la democracia, el movimiento poblacional ha permanecido activo con intermitencias, irrumpiendo en distintos momentos con nuevas tomas de terrenos, como las ocurridas en la década de los 90 en la comuna de Peñalolén, ubicada al sur-oriente de Santiago.


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JORGE INSUNZA BECKER

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os partidos comunistas emergen como fuerzas autónomas en las sociedades capitalistas, sociedades donde la contradicción fundamental de las clases sociales está expresada en la confrontación de los capitalistas y los trabajadores, clases de intereses antagónicos en razón del modo de producción y de la apropiación desigual del valor generado por el trabajo: la clase capitalista toma para sí la parte sustancial. La lucha de clases entre esos polos, en múltiples formas, determina en lo esencial el curso de desarrollo de las luchas sociales, económicas, políticas, ideológicas en esas sociedades. Nuestro partido emergió con el nombre de Partido Obrero Socialista, bajo la dirección de Luis Emilio Recabarren en 1912, esto es 5 años antes de la Revolución de Octubre. Fue desde el inicio clara y definidamente un partido de los trabajadores. Recabarren era miembro del Partido Democrático, el partido más de izquierda de esos años. Su estrecha relación con centros decisivos del proletariado en formación, especialmente salitrero, lo llevó a la convicción de la necesidad de un partido de la clase obrera como condición de éxito para alcanzar trasformaciones sociales de fondo. No lo hizo en posturas aislacionistas sino en una definición de autonomía del proletariado que no excluía la unidad de acción con otras fuerzas políticas y sociales. La adopción del internacionalismo como componente de nuestra política significa asumir el hecho que un factor decisivo del dominio capitalista en nuestra sociedad es la presencia del imperialismo como un componente no solo externo sino activamente interno, que interviene pesada y muchas veces decisivamente en nuestra vida social y política en connivencia constante con la oligarquía y otros sectores del capital interno.

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Capitalistas y trabajadores no son las únicas clases componentes de la comunidad nacional. En el polo de los dominados hay un espectro numeroso de sectores intermedios, como pequeños y medianos empresarios, profesionales asalariados que no se sienten parte del proletariado, un incidente sector de intelectuales y artistas, profesionales y otros trabajadores independientes, comuneros agrícolas y otras categorías. Todos ellos son afectados en grados diferentes por el dominio impuesto. Siendo el partido de los trabajadores, el PC no limita su accionar a la lucha por los intereses sólo de estos. Desde los tiempos de Recabarren su mirada fue siempre más abierta, asumiendo la defensa de todos los sectores afectados por la dominación oligárquica e imperial. Lo esencial de nuestra política de alianzas se ha determinado históricamente por el análisis de las contradicciones sociales existentes en cada período histórico, y como resultado de tal análisis definiendo la contradicción principal del período. Esta es la que confronta, de una parte, a los componentes decisivos de la dominación de clase y, de la otra, a las clases y capas sociales agredidas por el sistema. Sobre esa base actuamos para hacer converger en un frente común al máximo de esas clases y capas, tanto sus organizaciones como sus expresiones políticas, en pro de la acumulación de fuerzas para derrotar al enemigo principal, exponiendo nuestra perspectiva de construcción de una sociedad de nuevo tipo en la perspectiva del socialismo. Esa orientación de lucha y trabajo unitario tuvo una primera formulación en la Conferencia Nacional de nuestro partido en 1933. Se definió el carácter de la revolución chilena en esa fase como “antiimperialista, antioligárquica y democrática, ligada a la lucha por el socialismo”. Se abrió entonces un proceso de significativas proyecciones. Un primer resultado fue la formación de una central unitaria de los trabaja-

Una vocación unitaria

emergió desde la entonces U. Técnica del Estado el poderoso movimiento estudiantil que se extendería a todas las universidades por la reforma educacional con la consigna de “Universidad para todos”. Simultáneamente se fue abriendo camino la organización del campesinado.

El FRAP dores. Las 3 centrales existentes: la FOCH, comunista; CNT, anarquista y la CNS, socialista, decidieron unirse en una única central, la CTCH (1936). Esta resolvió apoyar la formación del Frente Popular (FP), la primera experiencia exitosa de construcción de alianzas. En ese cuadro, con una actividad intensa del PC de promoción de luchas sociales y de propuestas unitarias amplias para unir el máximo de fuerzas frente al enemigo principal del período (la oligarquía y los poderes imperiales, y de modo preeminente el fascismo alemán) se abrió paso la convergencia de los partidos Radical, Democrático, Socialista y Comunista en el Frente Popular, del que formaron parte también la CTCH, el movimiento femenino MEMCH y el Frente Unico Araucano. El Frente confrontó al gobierno de derecha de Arturo Alessandri, audaz demagogo representante de la oligarquía y se propuso la conquista de la Presidencia. Alessandri instaló como candidato a Gustavo Ross, integrante directo de la oligarquía. El FP levantó la candidatura de Pedro Aguirre Cerda, militante radical. A ese proyecto se sumó la juventud del partido oligárquico por excelencia, el Partido Conservador, cuyos líderes jóvenes, encabezados por Bernardo Leighton y Eduardo Frei Montalva, decidieron abandonar ese partido al no ser acogido su rechazo a apoyar la candidatura oligárquica de Ross. Así surgió la Falange Nacional, posterior Democracia Cristiana. La amplitud del campo de fuerzas reunido abrió paso a una gran victoria. El gobierno del FP significó un punto de inflexión desde el punto de vista de

la estrategia de desarrollo y sobre todo de las políticas sociales. Dejadas de lado las políticas de la oligarquía, se desplegó una estrategia de industrialización del país creando la CORFO y sucesivamente otras empresas estatales, instalando una visión de desarrollo nacional con una decisiva participación del Estado que pasaba a actuar como Estado Desarrollista de Bienestar Social, para usar un término del economista Manuel Riesco. A la muerte del presidente Aguirre Cerda, el Frente llevó a la presidencia a Juan Antonio Ríos, y a la desaparición de éste conquistó de nuevo la victoria con Gabriel González Videla, que se presentaba como el más izquierdista de los radicales, que eran el partido más fuerte de la coalición. Estas victorias sucesivas dan cuenta de la audiencia popular del Frente Popular. El imperialismo norteamericano, cuya hegemonía se impuso con la derrota del fascismo, ocupaba un espacio central en los componentes del enemigo principal. Comenzaba la Guerra Fría y el anticomunismo se desplegó implacablemente. González Videla se sometió servilmente a los dictados del imperio. Traicionó sus compromisos, expulsó a los comunistas del gobierno y con el apoyo de la derecha ilegalizó a nuestro partido ante la “inminencia” de una tercera guerra mundial. Es hasta hoy el símbolo por excelencia del político traidor. La ruptura del Frente Popular significó un retroceso para el pueblo. Se instaló en la presidencia Carlos Ibáñez del Campo, con una no despreciable votación popular. La representación de las fuerzas de izquierda la asumió

Salvador Allende, con el apoyo comunista y de un sector minoritario de su partido: obtuvo una modesta votación. No obstante, durante el gobierno de Ibáñez se reconstituyó la unidad sindical en la CUT, rota en 1946, y hacia el fin de su gobierno fue derogada la Ley de Defensa de la Democracia que había ilegalizado al Partido Comunista que ya desde años imponía su accionar abierto en las batallas políticas y sociales. No obstante, la regresión que significó la desarticulación del Frente Popular culminó con el retorno de la derecha al gobierno del país luego de 20 años, con la elección de Jorge Alessandri con un 31% de los votos, superando escasamente a Salvador Allende. Sin embargo, ese gobierno no pudo hacer retroceder aspectos esenciales de las políticas desarrollistas instaladas por el Frente Popular. Se impuso la tarea de recomponer una nueva unidad de fuerzas transformadoras en confrontación clara y resuelta con los sectores dominantes. Para ello había que asumir el fortalecimiento de la izquierda, dar un relieve mayor a la unidad de los partidos con presencia en el proletariado y dar un salto cualitativo en la atención al campesinado y los sectores medios. La convicción de que el país requería cambios fue asumida también por fuerzas reformistas que proponían cambios graduales y limitados, a la vez que desestimaban la superación del capitalismo en la perspectiva del socialismo. Durante el gobierno de Alessandri se realizaron potentes acciones del movimiento obrero: paros nacionales en 1960, 1962 y dos en 1964. En 1961

Esta fase culminó con la creación de Frente de Acción Popular, unidad de socialistas y comunistas y otras fuerzas menores. Adelantó la capacidad de la izquierda hasta el punto de hacer previsible la conquista de la Presidencia. Esto alarmó a los poderes fácticos y la derecha resolvió abandonar su candidato (Julio Durán) y volcar su votación a Eduardo Frei, como mal menor. Lo propio hizo el imperialismo, que financió copiosamente la campaña de Frei. La maniobra tuvo éxito en cuanto a conseguir derrotar a la izquierda, calificada por ellos como enemigo principal. Ante el gobierno reformista, la izquierda no tuvo una posición única. Hubo quienes plantearon negar todo. El PC decidió, como fuerza de oposición clara, apoyar aquello que fueran cambios progresistas. Así, con observaciones y propuestas se apoyó la Ley de Reforma Agraria, la de sindicalización campesina, pero no se hizo lo mismo con la llamada chilenización del cobre que mantenía la presencia imperialista. La movilización social se mantuvo sólida. La CUT realizó 4 paros nacionales en el período. Con el paro nacional de 1969 se logró establecer la ley de reajuste anual de los salarios, que rigió hasta 1973. El movimiento estudiantil desplegó también sus luchas. La sindicalización de los campesinos experimentó un alza considerable. Lo propio se dio en los pobladores y las mujeres. Se crearon así las condiciones para la superación positiva del FRAP y la emergencia de una unidad más amplia, que se expresó en la Unidad Popular en diciembre de 1969, conformada con una matriz comparable a la del Frente


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Para ello, las experiencias de políticas de alianza y unidad de los períodos del FO y de la UP deben estar presentes con clara conciencia de que no habrá calco ni copia, sino creación acorde con las condiciones del presente. Aprender no es copiar. Esas experiencias vividas son, sí, la prueba de que romper el dominio del capital financiero, centro de la oligarquía, y del imperialismo, es una tarea posible y necesaria.

Popular e integrada por el Partido Socialista, Partido Comunista, Partido Radical, el MAPU, el Partido de Izquierda Radical, la Acción Popular Independiente. La presencia del sector cristiano estuvo a través del Mapu, incorporándose mas tarde la Izquierda Cristiana que se separaró de la Democracia Cristiana. Impulsando la movilización social y consolidando el frente de izquierda, se logró conquistar la victoria. Las fuerzas reformistas levantaron la candidatura de Radomiro Tomic, del sector mas progresista, la derecha reinstaló a Jorge Alessandri pero Salvador Allende ganó la primera mayoría y se convirtió en el primer presidente revolucionario que asume el gobierno por vía electoral al ser ratificado por el Congreso Pleno, donde el centro votó por respetar la primera mayoría ante el candidato de la derecha con acuerdos de profundización de la democracia que la izquierda asumió en tanto se correspondían a sus concepciones. En ello, Tomic jugó un rol relevante. Una vez asumido el cargo, Allende comenzó rápidamente a cumplir sus promesas electorales, orientando al país hacia el socialismo. Se nacionalizaron las grandes empresas mineras, los bancos extranjeros y empresas monopolistas. Se aceleró la reforma agraria: en un año se traspasó más tierras que en todo el gobierno anterior, y una parte importante de ellas a los pueblos originarios. Se puso en acción un plan de redistribución de ingresos, aumentó los salarios y se impuso un control sobre los precios. La oposición de los poderes fácticos al proceso en curso, con una intensa intervención del imperialismo con acciones abiertas y encubiertas, fue frenética desde el principio y hacia 1972 había logrado producir una grave crisis económica: centrada en el desabastecimiento y la pro-

moción del mercado negro, consiguieron generar una fuerte polarización de la ciudadanía. Las fuerzas de izquierda no tuvimos las capacidades de generar los medios para la defensa del gobierno popular en diversos planos, incluyendo el de la confrontación de las acciones de fuerza que promovían la oligarquía y el imperialismo Una mayoría de los dirigentes del centro político se hizo parte, por acción u omisión, de la línea de acción de esos poderes rechazando los esfuerzos del la UP y el gobierno de alcanzar acuerdos, usando como pretexto posiciones y acciones extremistas de minorías. En ello, visiones como las que ha repetido en estos días Patricio Aylwin facilitaron la puesta en marcha del golpe de estado pinochetista. La contradicción principal cambió de carácter: pasó a ser “dictadura o democracia”. Hizo indispensable la introducción de otras formas de lucha, las armadas, que fueron asumidas por una parte de la izquierda, en particular nuestro partido, aunque de modo insuficiente. Sin embargo, su contribución al despliegue de la movilización social, siempre determinante, es innegable. La dictadura hizo trizas el proyecto de desarrollo con bienestar social que el gobierno popular había fortalecido, e instaló, obediente al imperialismo y la oligarquía, la privatización máxima posible con la excepción de las grandes minas. Significó un cambio radical del papel del Estado de un rol productor e interventor, a uno de tipo subsidiario, inspirado en las doctrinas económicas neoliberales. En lo social significó el dominio sin contrapeso de los sectores empresariales, el aumento sostenido de la desigualdad de los ingresos, junto con un incremento en la precariedad e inestabilidad laboral de

los sectores asalariados. En lo cultural, dio lugar al denominado «apagón cultural», caracterizado por la represión y autorrepresión de ciertas manifestaciones culturales consideradas contrarias a la línea oficial. Desplazada la dictadura y recuperados derechos democráticos, 20 años de gobiernos de la Concertación fueron incapaces de crear instituciones democráticas, permaneciendo la constitución dictatorial con afeites menores y manteniendo la desigualdad heredada. Se crearon así las condiciones para el retorno de la derecha al gobierno. La batalla por producir cambios de fondo es tarea pendiente. El desplazamiento de la derecha es una necesidad. Pero ello no significa la instalación de un nuevo gobierno de la Concertación, que ha demostrado incapacidad que los condujo a su derrota. Se requiere un gobierno de nuevo tipo capaz de realizar una política que remueva el peso de los poderes fácticos y sus políticas neoliberales que Pinochet comenzó a instalar y que han persistido. Para ello, las experiencias de políticas de alianza y unidad de los períodos del FO y de la UP deben estar presentes con clara conciencia de que no habrá calco ni copia, sino creación acorde con las condiciones del presente. Aprender no es copiar. Esas experiencias vividas son, sí, la prueba de que romper el dominio del capital financiero, centro de la oligarquía, y del imperialismo, es una tarea posible y necesaria. Los recursos nos los enseña la historia: unidad y lucha, movilización social y construcción de alianzas que unan a la mayoría inmensa de los chilenos y chilenas para sacudirse de la dominación existente, tras la bandera de la alternativa que la vida nos ha impuesto: neoliberalismo o democracia, contradicción principal del período.


El factor objetivo Esta prehistoria se inició en los años 20 del siglo XIX, con el surgimiento de los primeros destacamentos obreros. Estos nacieron en la Región de Atacama, al aparecer formas capitalistas de producción en las faenas mineras y otras actividades, como obras públicas, fundiciones, fábricas, transporte. La clase trabajadora nació combatiendo. Ya en el año 1834 estalló la primera huelga obrera de la historia de Chile, en el mineral de plata de Chañarcillo, ubicado cerca de Copiapó, en la provincia de Atacama. En el siglo XIX contabilizamos 110 huelgas obreras en Chile. En 1883 finalizó la Guerra del Salitre, que Recabarren, con toda razón, llamó “guerra de conquista de 1879, en que la clase gobernante de Chile se anexó la región salitrera”. A partir de ese momento fueron incorporadas al territorio nacional las provincias de Tarapacá y Antofagasta, pasando a formar parte del proletariado chileno los trabajadores que laboraban en ellas. En 1890, asalariados de la provincia de Tarapacá fundaron la primera organización obrera, llamada “La Unión es Fuerza”.

El factor subjetivo En 1882 llegaron a Chile las ideas revolucionarias del “Manifiesto del Partido Comunista”, escrito por Carlos Marx y Federico Engels en 1848. En 1894, Luis Emilio Recabarren, el más grande líder de los trabajadores y la más importante personalidad de la historia de Chile, se inició en la lucha social. Por entonces tenía 18 años de edad y se incorporó al Partido Demócrata. Recabarren había nacido en Valparaíso, el 6 de julio 1876.

Surgen las secciones socialistas En la edición del 21 de mayo de 1912 de El Despertar de los Trabajadores, de Iquique, escribió Recabarren un artículo titulado “Vamos al Socialismo”, donde relata: “Desde que se inició la reorganización del Partido Demócrata en esta provincia, se inició también una tendencia bien marcada para que nuestra organización fuera envuelta en la idea socialista y tomando su propio nombre. Tan es así que un buen número de las nuevas agrupaciones de la pampa tomaron el nombre de socialistas, manifestando con ello querer avanzar en las ideas y en la acción”. Recabarren finalizaba su artículo diciendo: “Alcemos bien nuestra frente y sin vacilaciones fundemos aquí el formidable pedestal del Partido Socialista de Chile”.

También en Magallanes El Despertar de los Trabajadores publicó el 27 de agosto de 1912 una carta enviada por el Partido Socialista chileno de Punta Arenas, de fecha 11 de julio de 1912, donde se decía: “Señores Miembros del Partido Socialista Obrero Iquique Apreciados compañeros: Por el importante órgano del proletariado de esa ciudad, El Despertar, hemos podido informarnos que con fecha 23 de mayo del año en curso se ha formado en esa el Partido Socialista. El 21 de ese mismo mes quedaba organizado en este otro extremo de la República ese mismo gran partido que esperamos y deseamos eche hondas raíces en nuestra nación y sea el salvador de nuestra patria. Cúmplenos, pues, ofrecerles nuestra más franca adhesión... Por los compañeros, Luis E. Mart” En el extremo sur del país había surgido la clase obrera en las faenas de la

ganadería e industrias derivadas de ella, en los años 80 del siglo XIX. En 1896 se fundó la primera organización obrera y el 17 de abril de 1897 estalló la primera huelga de trabajadores.

La fundación Así se fueron creando las condiciones para la fundación del Partido Comunista de Chile. Era la época de oro del salitre. Funcionaban 170 oficinas salitreras, en las que laboraban cerca de 50 mil pampinos. La provincia de Tarapacá bullía en actividad. En Iquique, corazón palpitante de esa región, treinta revolucionarios, encabezados por Recabarren, se reunieron el 4 de junio de 1912 en una casona ubicada en calle Barros Arana Nº9. Otros participantes en esa sesión fueron Elías Lafertte; Teresa Flores, única mujer fundadora de un partido en Chile; el ecuatoriano David Barnes, el español Nicolás Aguirre Bretón, Néstor Recabarren, Ruperto Gil, Enrique Salas, Salvador Barra Woll. Allí se fundó el Partido Comunista de Chile. Nació con el nombre de Partido Obrero Socialista, porque en esa época todos los partidos revolucionarios de la tierra se llamaban socialista o socialdemócrata. Durante casi tres años el partido careció de una estructura nacional. Las diversas secciones del país tenían por centro de orientación e información a Recabarren.

Con estructura nacional Esta situación se superó con la realización del Primer Congreso, el 1 y 2 de mayo de 1915. Lo presidió Recabarren, quien con fecha 26 de mayo de 1915 escribió en El Despertar de los Trabajadores de Iquique: “Con la realización del Congreso el naciente Partido Socialista, que sólo cuenta con 18 secciones desde Pisagua a Punta Arenas, ha afirmado su unidad nacional, porque todas las secciones se han dado un programa y un reglamento general, por el cual se regirán en el desarrollo de su labor interna. El Congreso ha creado también el Comité Ejecutivo Nacional del Partido, que residirá en Valparaíso hasta septiembre de 1916”. La Internacional Comunista Los días 25 y 26 de diciembre de 1920 se realizó en Valparaíso el Tercer Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile. Este evento aprobó la proposición de Recabarren de adherirse a la Internacional Comunista, luego que todas las secciones del país aprobaran este importante paso. El debate en las secciones tuvo lugar en 1921. Todas estuvieron de acuerdo con incorporarse a la Internacional. El Cuarto Congreso Nacional, efectuado en Rancagua el 1 y 2 de enero de 1922, ratificó la adhesión a la Internacional Comunista. Y, cumpliendo con una de las 21 condiciones para ingresar a ella, cambió el nombre por el de Partido Comunista de Chile. Cambió sólo el nombre, pues se mantuvieron los dos mil militantes, siguieron los mismos dirigentes, el Programa, los Estatutos y una estructura orgánica en base a secciones que funcionaban como asambleas y un débil Comité Ejecutivo Nacional.

Iván Ljubetic Vargas


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