Crónica de un cierre anunciado

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Se bajan las persianas del Cine Arteplex Belgrano

Crónica de un cierre anunciado Alquileres impagables, poca inversión y falta de interés, son los males que azotan al circuito del cine arte en la Ciudad de Buenos Aires. Esta vez fue el turno del complejo Arteplex Belgrano, que bajó las persianas el 2 de mayo de 2012. Una crisis difícil de resolver, que va dejando pocas salas disponibles para los amantes del cine de autor.

Lo que queda del Cine Arteplex: en la fachada aún pueden verse los estrenos que estaban en cartelera.

Parece algo extraño hablar de una crisis del circuito independiente cuando el BAFICI, o el Festival de Cine de Mar del Plata, arrasan en convocatoria. Lo que ocurre, es que estos festivales no muestran una tendencia realista de los gustos del público. Son indicadores más bien, de que el cine independiente sólo vende si se lo promociona con bombos y platillos en el marco de eventos donde la gente puede hace algo más que ver cine. Basta con mencionar que el ahora inexistente complejo Arteplex Belgrano, tuvo que cerrar dos semanas después de funcionar a pleno como sede del BAFICI. No es un hecho aislado. Se trata de una tendencia que viene dándose en el circuito del cine arte donde cada personaje pone una piedra más sobre un barco que se hunde. Los dueños de los cines invierten muy poco en el confort y calidad de las salas, excusándose en los magros márgenes de ganancia. Los distribuidores tardan demasiado en traer las películas y los públicos quieren proyecciones de calidad por un costo casi nulo. En el medio de esta crisis, la burbuja especulativa inmobiliaria catapulta los alquileres hacia arriba junto con los delirios de riquezas rápidas de los propietarios, alcanzando a las salas del cine independiente. Aumentan los costos de inversión y el dinero huye hacía mercados m á s rentables.

Lo que fue, ya no será En noviembre de 2010, la cadena Arteplex cerró sus salas en Caballito por las mismas razones que las de Belgrano: alquileres altos (se estima que en Belgrano alcanzaba los 20.000 dólares) y bajos ingresos en las ventas de entradas. Actualmente mantiene en funcionamiento dos complejos (Arteplex Centro y Villa del Parque) que recaudan poco en relación a las ganancias esperadas por los empresarios. Esto se traduce en poca inversión en las salas en cuanto a comodidad y calidad de las proyecciones. Además, sus dueños han incursionado en el negocio del cine comercial 3D, operando con un nombre distinto (CPM Cinemas) y construyendo un complejo de seis salas en el Centro Comercial Nordelta (Tigre). Próximamente, construirán otro en Gonzalez Catán, en el futuro shopping que se construirá en esa zona (Catán Shopping). Frente a este panorama, en internet corre el rumor de que la cadena Arteplex está a la venta desde hace un tiempo, y considerando la falta de motivación de la inversión empresarial y los bajos ingresos, los dos complejos restantes podrían tener los días contados. Hay otros dos ejemplos claros. En abril del 2009, Constitución fue el barrio sede de una experiencia llamada Art Cinema, que involucraba un complejo


con tres salas exclusivas para la proyección de cine arte. Era una apuesta independiente interesante, en manos de directores como Daniel Burman y productores cinematográficos como Fernando Sokolowicz. Contaban con el apoyo del INCAA y de la Ciudad de Buenos Aires, y la propuesta consistía en proyectar cine arte en salas de calidad. El complejo operó hasta julio del 2011, cuando se anunció que pasaría a manos del INCAA, inaugurándose allí el Espacio Incaa km3 Artecinema. Las razones del salvataje son obvias. Si bien no se conocen los márgenes de las ventas, es evidente que eran pobres.

Era común asistir a una función y ser el único espectador en toda la sala, o contar con la grata compañía de dos o tres personas más. Se estima que entre las probables causas del fracaso de esta iniciativa, la locación no es un dato menor. No acercó a la gente de una zona, donde existían problemáticas sociales, al cine arte como querían sus promotores, pero sí logró alejar a muchos de sus consumidores habituales que no querían andar por el barrio en horas nocturnas. El otro caso es el del cine Gaumont. Desde el año 2003, el INCAA alquiló la locación y fundó el Espacio Km 0 para el cine nacional. Pero el año que viene termina el contrato de alquiler y como se sabe, la empresa que alquila el lugar al INCAA, es la misma que no le renovó los contratos al Atlas Santa Fe, Lavalle y General Paz. Ante la segura posibilidad de que tampoco renueve contrato para el cine Gaumont, hay un proyecto de ley impulsado por legisladores porteños que intenta salvaguardar el edificio como patrimonio cultural histórico. Será cuestión de esperar

para ver si el Gaumont entra en la historia como patrimonio o como recuerdo de lo que alguna vez fue una sala de cine arte nacional. Hacer visible lo visible Las salas del circuito independiente van desapareciendo poco a poco mientras todos se rasgan las vestiduras, pero nadie quiere invertir en un negocio que da perdidas. Habrá que contemplar el abismo, como profesaba el surrealismo, para ver que nos deparará él futuro. Por supuesto, hablamos de sostener un circuito que también es comercial, pero de productos estéticamente distintos. El cine arte seguirá existiendo mientras haya gente que quiera hacer las cosas de manera alternativa y se las arregle para conseguir una cámara. A lo mencionado anteriormente, hay que sumarle una cuestión que afecta al circuito comercial independiente: internet y las tecnologías caseras, de muy sencillo manejo, acercaron la música, los libros, y el cine a los públicos masivos, pero alejaron la ganancia de los productores, distribuidores y salas. Esto no es en esencia un problema para la supervivencia del cine arte, pero si es para el circuito comercial independiente. La pregunta sería qué impacto tendría en la sociedad argentina una propuesta comercial de cine arte en base a salas de calidad, precios accesibles, tecnología de punta, e inversión en publicidad, que bajo la tutela del Estado saliera con los tapones de punta a posicionar un producto de calidad. Soñar no cuesta nada, pero la realidad es compleja. Al menos, si tomamos como base los ejemplos actuales, sabemos que las


soluciones no deben ser ingenuas. Los públicos del cine arte no son esencialmente masivos, eso lo enseña la experiencia del Art Cinema, y pueden comportarse de manera caprichosa. No es menos cierto que tampoco se puede dejar en manos de la actividad privada (al menos no exclusivamente) una empresa que tiene como norte difundir un cine con contenidos, porque la maximización de las ganancias es siempre su meta. En cuanto no se cumplen los objetivos comerciales, no dudan en bajar las persianas de las salas y dedicarse a otra empresa más lucrativa. Es cuestión de diagramar un proyecto que contemple dos aspectos esenciales: que el cine arte es patrimonio cultural en tanto arte, no por la historia de las salas, y que merece ser salvado por lo que representa: una lenguaje expresivo distinto, menos superficial, y en potencia, útil para todos. Sebastian Borreani Director general de Sentido Creativo www.sentidocreativo.com.ar para Revista Industria Argentina, Nº 41. Julio 2012 www.larevistadesaavedra.com.ar www.revistasdebuenosaires.blogspot.com Fotos: Revista Industria Argentina.

“El artista”: una película que busca sala...

La protesta: carteles de vecinos organizados contra el cierre del complejo. Acompañan este espacio


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