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Respirar la vida. María Marta Liébana
Respirar la vida
María Marta Liébana
Primero, el desconcierto; luego, el desconocimiento, seguido del miedo. El diagnóstico de la hipertensión pulmonar generó una catarata de emociones que la dejó sin aliento, casi sin aire. Las preguntas sin respuesta envolvían su mente. La intriga, la avidez de información y el terror a perderlo todo se apoderaron de ella. Sus lágrimas se deslizaban entre sus arrugas, imaginando que tal vez un futuro no muy lejano la alejaría de sus seres queridos. Se reclamó el tiempo perdido en pequeñeces olvidando la paz y el amor con creces. Se preguntó por qué era ella y no alguien más. Se planteó qué camino seguir, a dónde se debía dirigir.
Los siguientes días no fueron fáciles. Trataba de ordenar sus ideas para así organizar el tiempo que, quizás, le quedaba de vida. Las noches sin dormir la atormentaban y los rayos de sol por la ventana cada mañana le recordaban que debía emprender un día más de lucha. Cansada, en medio de una pandemia que no daba tregua, tenía la mirada puesta en el posible fi nal. Así se perdían los minutos, las horas y las semanas, en medio de sus sombras de incertidumbre.
Un día se levantó con valentía, se lavó la cara, se miró al espejo y se dio cuenta que respirar era su prioridad. Respirar, respirar la vida, respirar el tiempo, respirar cada uno de los momentos. Ese fue su mejor regalo, levantarse cada día es una nueva oportunidad para continuar.