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Los balcones del agradecimiento. Félix Quirós Martínez

Los balcones del agradecimiento

Félix Quirós Martínez

Las 20:00 h, era el momento esperado.

Un impulso de agradecimiento y necesidad nos llevaba a asomarnos a nuestros balcones. Algo desconocido impregnado de emoción y cargado de sensaciones. Ahí estábamos en los balcones del agradecimiento, gratitud en forma de aplauso para ese colectivo de personas tan involucrado que se estaba literalmente “dejando el pellejo”. Resistiré, resistirán, resistiremos.

Ese aire que respiramos nos lo estaban viciando, envenenando con un virus mortal. Este momento sería histórico, perduraría en los códices de medicina y en las crónicas históricas por su devastación e involucración de sectores imprescindibles, en especial el sanitario.

En esta situación, mi timidez no me impidió sumarme a los reconocimientos sonoros. Allí le vi, curiosamente apenas nos conocíamos, y le escuché con esa impresionante voz de tenor que me cautivó. Cada tarde preparaba su escenario con dispositivos sonoros, micrófonos y amplifi cadores, se convirtió en todo un ritual, allí a las 20:00 h en los balcones del agradecimiento. Cada tarde cruzábamos nuestras miradas de aprobación, admiración y apoyo. El tenor del barrio aportaba distinción al singular homenaje, fue un gran valor añadido.

Avanzaba la reclusión, datos devastadores, incertidumbre. Reconocimiento al personal sanitario y en especial a los neumólogos por su inevitable implicación y dedicación.

Una mañana de obligado abastecimiento en el mercado, me crucé con él, un reconocimiento implícito en el rastreo de miradas así como agradecimiento de quién escucha, tengo una hija implicada de lleno en el ámbito sanitario, y de quien se deja escuchar. Me atrevo a manifestar mi admiración y recibo una respuesta de silencio por imposición. El tenor del barrio no podía expresarse con la sufi ciente elocuencia, padecía EPOC, una

difi cultad respiratoria que le impedía realizar con normalidad sus actividades cotidianas manifestando su fatiga y sibilancias.

Aquella tarde, una vez más, a las 20:00 h, en los balcones escucharíamos su prodigiosa voz, una voz emulada por artilugios tecnológicos de los que solo ambos sabíamos la verdad. Complicidad en las miradas y admiración en la valentía del tenor en apoyar a los que un día le ayudaron, sus médicos neumólogos, a buscar el reconocimiento social a pesar de su merma de vida.

Esta confi dencia no contada formaría parte de esos secretos jamás desvelados en esos balcones del agradecimiento a las 20:00 h de cada día.

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