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Psycho Killer
Carlos Velázquez
@Charfornication
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Alguien tiene que pagar el precio
No existe mejor descripción del espíritu Ramone que un nombre hispano para una banda que usaba chaquetas las palabras que arroja Dee Dee en el documental End de cuero cuando eran asociadas solo a los forajidos motoriof the Century, cuando se le cuestiona su decisión de aban- zados. Lo de Linda no fue una simple competencia por una donar la banda. «Probablemente cualquier otra persona chica. Al final repercutió en el capítulo Spector. Que es deestaría feliz con lo que tenemos». De acuerdo. Pero un Ra- batible cien por ciento. Una fracción de críticos aseguran mone, no. Cuántos de nosotros no entregaríamos en ofren- que la cúspide de los Ramones es precisamente el producto da un riñón por intercambiar puesto con alguna leyenda. de su asociación con Spector: End of the Century. Sin embarPero para un Ramone la historia, la fama y todo lo que im- go, los fans consideramos a Rocket to Russia como su mejor plica, y por qué no, también la música, son álbum. una mierda. En la frase de Dee Dee se en- Johnny Ramone nació Lo que nos lleva a la cuestión de si capsula toda una filosofía. Y con el tiempo siendo Johnny Ramone. los Ramones eran una banda mal prose convertiría en la verdadera piedra angular para la gestación de la Generación X. Sin embargo, alguien tiene que pagar el precio, y existió un hombre que sí lo anhelaba todo, que luchaba por mantener unida No tuvo que luchar para convertirse en ello. Tuvo, sí, que batallar con un cuarteto de músicos que no estaducida. Probablemente sí. O no. Lo que es seguro es que no lo necesitaban. En una comparación nada amable con Metallica, que necesitaron de Bob Rock para encontrar un verdadero sonido, uno a su banda, que nació probablemente para ban a su altura en cuanto a propio, que no le debiera demasiado al dedicar el resto de su vida a vender tanques ambición pero sí en talento. trash, pero que al final disgustó a una de gas a domicilio pero que acabó redefi- parte de los fans, a los Ramones no les niendo el rumbo de la música: Johnny Ramone. Quien lo hacía falta la sofisticación de Spector. En Commando Johnny cuenta todo de primera mano en la autobio Commando. Un alude a un taponeo por parte del productor del sonido de chico de Queens fanático de los cómics que tuvo que lidiar su guitarra. Que de ser demostrable, y creo que lo es, resulcon un baterista miembro fundador que abandonó a sus ta una terrible irresponsabilidad por parte de Phil. Johnny secuaces, con un bajista, al que consideraba su alma geme- es uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos. Y a la, que se rehusaba a tocar, hasta finalmente desertar, con esta altura de la historia sería una pérdida de tiempo entrar un baterista que está considerado como el más rápido en la en debate. Johnny está a un lado de Lou Reed y de Cerati en historia de la música pero cuyo alcoholismo infernal estu- cuanto a la conformación de un sonido inconfundible. Y de vo a punto de hundirlos a todos, y con un vocalista que le lo que te produce escuchar ese sonido. El estilo único que retiró la palabra debido a líos de faldas. Pero sobre todo, y de él se desprende. Además la postura de Johnny sobre el he aquí la mayor proeza de Johnny, fue uno de los pocos en escenario, con las piernas en compás y desafiante, solo enesta vida que se ha atrevido a mostrarse en desacuerdo con cuentra equivalente en la postura de Hombre pájaro de Pete el productor Phil Spector. Otra leyenda del tamaño de los Townshend. Ramones. A quien The Beatles jamás se atrevieron a levan- La grabación de End of the Century representó para Jotarle la voz. La leyenda venerada por todos. Menos por un hnny un golpe bajo. En cierta medida es un poco incomRamone. prensible situar a Spector como un padrino del punk. Y el
Si el mito de los Ramones no es la más grande historia desconcierto de Johnny surgía porque no podía entender de la música, compite por serlo. Duplican la circunstancia cómo aquel hombre que portaba un par de révolveres ameBeatle. Pero fueron más allá que los ingleses. En los Ramo- nazantes en el estudio llevó a los Beatles, y a Lennon en nes también existió una Yoko. Lo de McCartney, Lennon y solitario, a la excelsitud. Ex jugador de la liga infantil de Ono no fue otra cosa que una cuestión de egos. Pero Joey y Johnny sí compitieron por Linda. Que al final se decidió por el guitarrista. Este triángulo amoroso melló la relación de los músicos al grado de que cuando debieron mantener un frente unido contra Phil Spector, el debilitado círculo permitió al productor manipular a los integrantes a su antojo y descafeinar un tanto la imagen Ramone. La que tantos años, sponsoreados por Arturo Vega, les costó forjarse. El desafío con más grado de temeridad de todos los tiempos: utilizar
beisbol, Johnny estaba habituado a escuchar al mánager, pero Spector se dedicó a alimentar el odio entre los integrantes de la banda. En los Ramones solo había lugar para un capo. Y ese capo era Johnny. El que hacía de Capone en el reparto. Una posición que nunca dejó vacante.
Commando es breve como una canción de los Ramones. En ciento cuarenta y cuatro páginas Johnny cuenta su versión de los hechos. Y no, el texto no revela que detrás de ese hombre violento, dictador, admirador de la disciplina nazi, existe un muchacho sensible. Johnny Ramone nació siendo Johnny Ramone. No tuvo que luchar para convertirse en ello. Tuvo, sí, que batallar con un cuarteto de músicos que no estaban a su altura en cuanto a ambición pero sí en talento. Pero debajo de toda esa actitud se revela un hecho innegable. Nada le dolió tanto a Johnny, ni el episodio con Spector, ni enemistarse con Joey, ni darle la espalda a Mark, ni perder a Tommy, como que Dee Dee renunciara. Solo él supo, bueno, quizá todos lo sabían, pero solo él valoró el enorme talento de Dee Dee. Como amigo, como compañero de banda y como músico.
En todos estos años que llevo escuchando a los Ramones he decidido cuál es mi canción favorita de la banda. Me ha costado. Además es una trivia que nadie me obligó a realizarme. Pero quién no se ha preguntado dentro de tanta genialidad cuál es el momento más elevado. Para mí lo es «53rd & 3rd». Específicamente en los versos que canta Dee Dee: «Then I took out my razor blade / Then I did what God forbade / Now the cops are after me /But I proved that I’m no sissy». En este extracto está condensado todo el espíritu de una época. Qué Sloterdijk, qué Žižek, la verdadera revolución del pensamiento en Occidente corresponde a Dee Dee Ramone. Y qué mejor que Dee Dee mismo para cantarla. Puesto que él la compuso. La entonación de su voz es tan hiriente, tan desoladora. Y es la encarnación directa de la trama. Que para nada revela el glamour de un estilo de vida. Si algo es seguro es que los punks de boutique están a años luz de los Ramones. Es más bien una enseñanza de vida. No importa que tu destino sea convertirte en un Ramone. Nadie está a salvo del lado salvaje. De la prostitución masculina. Ni siquiera un Ramone. Y que fue esa experiencia la que le otorgó la dureza para componer uno de los himnos más perdurables del siglo xx.
No sólo «53rd & 3rd» propone una enseñanza moral, toda la obra de los Ramones la plantea. Ese callejón sin salida que retratan en sus canciones fue lo que me hizo en primera instancia conectar con ellos. Yo no deseaba convertirme en escritor. Mi ambición consistía en ser crítico de rock. Porque yo no aspiraba a que me leyeran las señoras de Inter-
lomas. Lo que yo perseguía era conectar con los fans de los Ramones. Con aquellos con los que compartía obsesiones. Y si me mantuve alejado de la literatura durante un tiempo fue sobre todo porque me parecía improcedente que un adolescente que aspiraba pintura en aerosol tuviera objetivos. Pero aferrarme a la lata, mi favorita era el color oro rico, pegaba más duro, fue una enseñanza que pude cotejar con la obra de los Ramones. Si ellos comenzaron aspirando pegamento por qué yo no podría iniciar una carrera en las letras. Y si no me aficioné al pegamento fue un poco por pudor. Su olor te delataba. Y quería ahorrarle a mi madre ese bochorno. Lo cual no la exentó de la mota, las pastillas, mis caídas en la cárcel, la coca y aquel enfado digno de ingresar a los récord Guinness de las madres de hijos problema cuando descubrió en nuestra cocina veinte cabezas de peyote hirviendo. Por ello, además de a resistir, la música de los Ramones te enseña a vivir.
Los Ramones eran furia. Pero poseían un sentido del humor que ninguna banda ostentaba. Ni siquiera Frank Zappa. A quien la parodia constante restaba frescura. El humor de los Ramones se combinaba con ira. Una postal inolvidable de los anaqueles del rock es la fotografía de un Johnny Ramone bebiendo Pepsi junto a Johnny Rotten que despacha una chela. ¿Existe imagen más atípica que la de un Ramone con un refresco? La razón es que la bienvenida de los newyorkinos a los Sex Pistols incluía orina en la cerveza. Los Ramones también eran la fiesta pura. Ejemplos sobran: «Surfin’ Bird» y «California Sun» para empezar. Pero sin bajar la guardia. Aunque las faltas de respeto tenían límites para Johnny. Una figura a la que apreciaba y consideraba su igual era Johnny Thunders. Lo que habla, sí, de la gran generación de músicos a su alrededor, pero también del profundo celo norteamericano que Johnny, de orientación política de derecha, ostentaba. Que al final tuvo el coraje para reconocer que dejar ir a Dee Dee fue lo peor. Y de que era insustituible.
Los Ramones hubieran podido sobrevivir a la cuarta guerra mundial. Joey se tragó su orgullo y continúo en la banda. Todo lo resistieron, menos la demencia de Dee Dee, pues después de su marcha, no volvieron a ser los mismos. Aunque el bajista no murió, su ausencia solo es comparable a la baja de Bonzo de Led Zeppelin o a la de Keith Moon de The Who. A los Ramones los derrotó la edad. Y se retiraron durante los noventa. Si hubieran resistido un poco más habrían sido los próximos Rolling Stones, con todo el éxito que les auguraba ser los padres del grunge. No lo consiguieron porque eran una banda de rápida combustión. Y si resistieron tanto fue por la tenacidad de Johnny. Quien sufría un trastorno obsesivo-compulsivo. Y anotaba en libretitas negras sus tops de todo. Los mejores beisbolistas, guitarristas, películas de terror y discos de rock. Coleccionista de entradas de conciertos. Comportamiento que trasladó a la banda y que le ganó un aura de capataz. Pero como ya sabemos, solo los locos de esta naturaleza son los que llegan, los que lo consiguen. Y Johnny logró mantener no unidos a los Ramones, pero sí en pie. Sin que se tornaran una parodia de sí mismos.
En Commando se deja traslucir cierta antipatía hacia Mark. Johnny terminó odiándolo. Aunque al final volvió a aceptarlo en la banda. Cuando se regeneró de su adicción al alcohol. Pero aunque nadie lo confiesa, la verdadera debacle del grupo comenzó con las fallas de Mark. Porque con Mark fueron más Ramones que nunca. No es una casualidad que en la portada de Hey, Ho, Let’s Go: Anthology quien aparece es Mark y no Tommy. Si bien es cierto que Tommy siempre aspiró a estar detrás de la consola, no es el hecho de que no quisiera ser un Ramone lo que no lo hace meritorio a aparecer en la portada. La cuestión es que con Mark los Ramones alcanzaron niveles musicales de máquina de matar. Después de leer Commando no piensa uno en otra cosa que en viajar a Santa Monica para ir a visitar la tumba de Johnny, que encima soporta una estatua de bronce de dos metros de él con su guitarra. Es tan poderosa la sensación que deja en la psique la lectura del libro que siempre que regreso de madrugada y sorprendo al velador de mi edifico leyendo la Biblia creo que en realidad está leyendo Commando y que lo único que desea es aspirar algo de pegamento.
No importa cuánto envejezcamos, jamás vamos a reponernos a la desfachatez de las palabras de Dee Dee con las que abre End of the Century. En dicha aseveración radica el alto grado de identificación que experimentamos hacia los Ramones. Lo que les otorga su carácter de universalidad. Todos llevamos algo de Ramone en las venas. La idea del quinto Beatle fue destronada por la idea del quinto Ramone. Todos, en algún momento de nuestra existencia hemos poseído algo que otros codician, y al final lo hemos dejado ir. •