5 minute read
Tras de las huellas de Annemarie Schwarzenbach
S. Juliana Granados
Andrógina, inestable, dulce, depresiva, extraña, honesta, la mujer a quien Thomas Mann llamó«ángel devastado». Pero más bien era un ángel caído, que desobedeciendo la ley divina, se lanza a la oscuridad mientras huye del incómodo destello de la pureza. Annemarie Schwarzenbach, poco conocida, poco leída, poco comentada; así pasa a veces con personajes cuyo valor está destinado a trascender su propia época. Escritora, filósofa, fotógrafa, periodista y arqueóloga, una mujer singular.
Advertisement
Criada en un ambiente de opulencia, a Annemarie desde muy joven le diagnosticaron esquizofrenia por ser una niña
Fotografía tomada de Muerte en Persia (2003), editorial minúscula. rara, extraña; o quizás mejor, extraordinaria. Jamás se identificó con los valores aristocráticos de su familia, mucho menos con las expectativas de su madre. De rostro angélico, pero embargado por la enorme tristeza que revela su pena por una realidad que jamás logró comprender: el ascenso del nacionalsocialismo y su familia como fiel partidaria. Conmovida por la guerra y agotada de las normativas conservadoras de su casa, Anniemarie encontró un segundo hogar en la amistad que tejió con Klaus y Erika Mann, una íntima relación marcada por el amor que sentía por ambos.
Una de sus fascinaciones fue viajar, una pasión liberadora que la llevó a alejarse de ese origen que la asediaba. Mientras viaja de un país a otro, conoce rostros igual de devastados que el suyo. Era una viajera triste y solitaria, pero en 1939, luego de un periodo de reposo en Sils, Suiza (curiosamente, fue el único lugar de paz que Nietzsche encontró), emprende un viaje en compañía de Ella Maillart, cuyo destino fue Afganistán. Ya en el viaje terminan separando sus caminos, pues, en palabras de Maillart, Annemarie eligió una vía cruel hacia el infierno, un camino que ella no podía seguir. De nuevo se encuentra acompañada por la soledad y huyendo de una Europa en guerra. Los relatos de ese viaje, conmovedores, curiosos y penetrantes tanto como fascinantes, se encuentran en Todos los caminos están abiertos.
Del mismo modo en que Gustav von Aschenbach se enloquece de amor homosexual ante la fulgurante belleza del joven Tadzio en un encuentro fortuito en un hotel de Venecia, la autora de Ver a una mujer experimenta un ferviente éxtasis al cruzar miradas con otra mujer mientras coinciden en un hotel en Suiza. El profundo frenesí por esa otra mujer lo relata con una sensible y apasionada descripción. Pero Annemarie siempre aparece como extranjera, peregrina de los mundos, caminante de rutas no transitadas. Como resultado de esos intensos peregrinajes que tanto la cautivaban se en-
cuentra Muerte en Persia, una especie de diario autobiográfico en el que deja ver su feminidad y masculinidad al mismo tiempo, así como el naciente deseo por una joven turca.
Un compendio de relatos que datan de 1935, de los cuales algunos, con el tiempo, se han perdido, componen Con esta lluvia. Las historias se nutren de sus diarios de viaje por Asia y sus largas travesías por Siria, Irak, Palestina y países vecinos; temáticas que resultaban difíciles de vender en el mercado europeo, por lo que muchos editores consideraron que no era prudente la publicación de este libro, no solo por lo ajenas que podían resultar las historias peregrinas y orientales en Europa, sino por la grave situación económica en Suiza y la política en Alemania. Los textos eran una clara amenaza al Tercer Reich. Ningún editor los aceptó y Annemarie no pudo verlos publicados en vida.
Esa frágil persona autodestructiva que era, adicta a la morfina, con varios intentos de suicidio frustrados, temporadas en clínicas de rehabilitación y con desdichas emocionales que la hacían ser ese «ángel devastado», es también la escritora por excelencia de relatos de viaje por el Medio Oriente y toda Asia. Esa errancia fue el motor que le permitió describir con sus letras los sinsabores de la existencia.
A los seres atrapados por la verdad de su tiempo y excesivamente conscientes de su entorno se les dificulta la vida,
Schwarzenbach no se creía digna de merecer una sola gota de felicidad; creía, más bien, que su único lugar en el mundo era uno forrado por el dolor y el sufrimiento. Y es que ¿quién puede gozar mientras otro llora? Su inmensa solidaridad la obligaba a adoptar un sentido trágico sobre la existencia, a tal punto de declarar que «sigo creyendo que el dolor recurrente, la lucha, la
tensión, el conflicto, la conmo- el vivir como ejercicio cotidiano. Esta condena de la que no puede ción interior es la vida misma». escapar Annemarie se la hereda Nietzsche. En el caso de la suiza, ¿cómo con-vivir con el nazismo de su familia? ¿Cómo entender su propio ser partido por identidades confusas? ¿Cómo vivir luego de ver la desgracia del prójimo? En el caso del filósofo, ¿cómo vivir en medio de la enfermedad y un mundo enfermo?, ¿cómo dar un paso adelante? Quizás a través de la angustia. Schwarzenbach no se creía digna de merecer una sola gota de felicidad; creía, más bien, que su único lugar en el mundo era uno forrado por el dolor y el sufrimiento. Y es que ¿quién puede gozar mientras otro llora? Su inmensa solidaridad la obligaba a adoptar un sentido trágico sobre la existencia, a tal punto de declarar que «sigo creyendo que el dolor recurrente, la lucha, la tensión, el conflicto, la conmoción interior es la vida misma». Muerte en Persia Annemarie Scharzenbach Se cuenta que Nietzsche perdió la cordura el día que vio cómo azotaban a un caballo derrumbado por el cansancio en plena calle. Los latigazos sobre el cuerpo inocente trastornaTraducción de Richard Gross ron a Nietzsche. El episodio, además de ser muy simbólico y y María Esperanza Romero polisémico, recuerda la enorme pérdida que trajo consigo la editorial minúscula aclamada conquista de eso que Kant llamó «humanidad»: el 2003 • 184 páginas olvido premeditado de la animalidad. Y Annemarie atestigua esa omisión al preguntarse ¿es acaso justo ir en busca de la Otros títulos de la autora: felicidad cuando inocentes mueren sin nombre? Si «humani· Con esta lluvia dad» significa guerra, violencia, azotar a un caballo, ser feliz · Todos los caminos están abiertos mientras otro llora; mejor asumir la tragedia como único modo de existencia, o recordar la animalidad. Annemarie comparte con Nietzsche la extraña amargura de vivir. Quizás la esquizofrenia diagnosticada en ambos no era más que una extrema sensibilidad insoportable en un mundo abiertamente violento. Ambos trastornados por su existencia, pero también presos de sus adicciones, dolores, crisis nerviosas y episodios depresivos. Al final, los dos encontraron en Sils lo que buscaban, el filósofo, un rincón de paz; Annemarie, una muerte prematura. •