Folleto peregrinacion

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Octubre 21 de 2012

GUÍA PARA ORAR CON EL ROSARIO MARIA, MUJER DE FE En el año de las dominicas y la evangelización, y a propósito del año de la fe proclamado por el Papa Benedicto XVI, que ha comenzado el pasado 11 de octubre de 2012, en el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, reflexionaremos en este rosario en torno a María, mujer de fe.


INVOCACIÓN INICIAL En el nombre del Padre… Credo.

ORACIÓN INICIAL María creyó. Ésta fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe. María se convierte en maestra de la fe. Por la fe aceptó cuanto se le anuncia de parte de Dios aunque ella no se pudiera explicar el modo como se realizaría aquel plan. Toda la vida de María se fundamenta en su fe. En María creer, tener fe es darme, dejarme llenar de Dios, para entregarme a mis hermanos. Para mí creer es dejarme conquistar por su amor para su causa. Para mí creer es caminar, sufrir, luchar, caer y levantarme, tratando de ser fiel a un Dios que desde dentro me crea. Para mí creer es lanzarme en la oscuridad de la noche, siguiendo una estrella que un día vi, aunque no sepa adónde me va a llevar. Para mí creer es sobrellevar con alegría las confusiones, las sorpresas, las fatigas y los sobresaltos de mi fidelidad. Para mí creer es fiarme de Dios y confiar en Él.

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PRIMER MISTERIO MARÍA, MUJER DE FE: HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA Dios ha revelado a María su palabra y luego queda en oración, mientras escucha: el mismo Dios orante aguarda la palabra de respuesta de María, allá en el centro de la historia. Cuando ha llegado el culmen de los tiempos (Gál 4,4), Dios se ha contentado con la gracia de María y su palabra. Por eso está esperando su respuesta, en el mismo corazón de nuestra historia. Dios espera con paciencia, al tiempo que María, la agraciada, le pregunta: ¿cómo será esto, pues no tengo varón? (Lc 1,34).

Sólo de esa forma su palabra puede presentarse como libre y creadora. Sobre el fondo de su pueblo, lleno de Dios en esperanza, se ha elevado la palabra de Dios que quiere una respuesta: ha colocado en manos de María el futuro de la historia y ella piensa, se cerciora, delibera. De esta forma descubrimos que oración es claridad. Dios no ha venido a destruir nuestras potencias: no maneja desde arriba nuestra vida, no nos ciega.

Está dispuesta a recibir sobre su espalda el peso de la historia, pero quiere hacerlo bien, reconociendo su tarea.

Su luz nos capacita para ver y su palabra nos ayuda para responderle de manera responsable. Por eso, el mismo Dios espera, en actitud de adviento respetuoso.

No resiste, no protesta, recibiendo el sello de Dios sobre su frente; pero quiere compartir y pronunciar de forma humana su respuesta.

Él ha creado a María en libertad y como libre tiene que dejarla, mientras deja que ella diga la palabra decisiva de la historia. 5


Ciertamente, Dios no quiere que María le responda en el vacío, a oscuras, sin razones. Por eso la ha ayudado a responder, haciendo que comprenda: el Espíritu santo vendrá sobre ti; la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, lo engendrado será Santo, Hijo de Dios. Y, mira, Isabel tu prima... (Lc 1,35-36). María no le pide más. No ha buscado el signo de Isabel, aunque lo acepta. Ha descubierto ya el camino del misterio y sabe que Dios mismo está implicado en su camino de mujer y de persona.

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es la primera liberada de la historia, la primera que realiza plenamente su existencia, haciéndose persona. Se presenta como esclava, pero el mismo Dios le pide su palabra. El mismo Dios que dijo hágase la tierra (Gén 1) necesita que María le responda. Esta es la oración suprema, allí donde la fe se ha convertido ya en encuentro (cf. Lc 1,45). Oración era tratar de amor con quien nos ama; en actitud de amor han dialogado Dios y la persona más perfecta de la historia, que es María.

Por eso ha confiado en Dios y dice: Hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38).

Su palabra de oración y encuentro sigue siendo para todos nosotros salvadora.

María se presenta como esclava siendo libre:

Padre Nuestro, diez aves marías y Gloria.


SEGUNDO MISTERIO BENDITA TÚ ERES ENTRE LAS MUJERES Y BENDITO ES EL FRUTO DE TU VIENTRE.

Estas palabras inician la alabanza de Isabel (Lc 1,42-45). Como agraciada de Dios y reasumiendo en su persona al pueblo israelita, María viene a visitar a su parienta. Isabel, madre del profeta final y profetisa, condensando en su palabra toda la palabra del AT, proclama la grandeza de María, llamándola bendita. La Iglesia ha descubierto muy pronto el parentesco de esta palabra y el saludo del ángel que hemos visto. Por eso, muchos manuscritos primitivos ya las unifican. Antes era el ángel de Dios quien saludaba. Ahora es el mismo pueblo de Israel quien mira hacia María y la bendice por medio de Isabel, su prima.

Brevemente situamos los tres planos de esa bendición: en culto, historia y pacto. La bendición constituye un elemento primordial del culto. Los sacerdotes, hijos de Aarón, deben bendecir de esta manera: el Señor te bendiga y te guarde... (Núm 6,23s). Ahora, al final de la historia, no bendice el sacerdote, ni el templo es el lugar donde se invoca plenitud y vida para el pueblo. En el hogar de su vida ordinaria, Isabel ha recibido la fuerza del Espíritu, descubre la presencia de Dios en la persona de María y canta su grandeza. No le ofrece ya un deseo, no le augura plenitud para el futuro. Ve la mano de Dios en su camino y canta, transportada: tú eres la bendita.

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Así culmina la palabra del culto israelita. La bendición se relaciona con la historia. Allá al final, cuando Dios cumpla todas sus palabras, llegará su bendición hasta las gentes, a través del pueblo israelita (Gén 12,1-3). Pues bien, las palabras de Isabel suponen que ese tiempo final nos ha llegado: En María se ha cumplido la más honda bendición de la mujer que se explicita en forma de maternidad mesiánica. La vida de Dios llega a la entraña de este mundo: ha nacido el salvador entre los hombres. Por eso, María, junto con Jesús, no es simplemente bienaventurada, como son los pobres y pequeños de la tierra que confían en las manos de Dios como creyentes (Lc 1,45; 6,20-21). 8

Siendo culmen de la historia y transmisora de la salvación en la historia, María es la bendita: realiza así la acción de Dios, es transmisora de su vida entre los hombres. La bendición presenta, rasgos de pacto. Allí donde se acoge la presencia de Dios, se cultivan sus preceptos y se expande la gracia transformante de su amor, emerge bendición; por el contrario, allí donde los hombres rompen el pacto se destruyen a sí mismos, convirtiendo así la vida en maldición. Pues bien, María ha realizado el pacto (el Señor está contigo...), respondiendo con su vida a la palabra que Dios le ha dirigido. De esa forma su existencia se convierte en lugar de bendición: allá en el culmen de la historia,


ella, la bendita, se desvela como signo radical del pacto, campo en que se expresa el amor y bendición de Dios para los hombres. Aunque sea Isabel quien lo proclame, en estallido de júbilo, María es la bendita porque Dios así lo quiere. Es Dios quien la bendice. Isabel, como vidente final del AT, no hace más que explicitar ese designio de Dios y proclamarlo de una forma abierta. La palabra del ángel se ha expandido y los creyentes de Israel asumen la alabanza de María, llamándola bendita. No hemos distinguido los niveles a que alude nuestro texto. Diciendo que María es bendita entre las mujeres

presupone que lo es por excelencia: bendita como mujer, por su maternidad abierta hacia la vida; bendita como ser humano o mejor como persona fiel al gran misterio de la vida. En línea de realización histórica, la plenitud de bendición ha culminado en la persona de María, la mujer creyente. Frente a todas las posibles creaciones de soberbia de este mundo, que se expresan como triunfo material, María nos coloca ante el camino de la fe que se halla abierto hacia el misterio de Dios y de su vida. María es bendita porque ha creído en Dios, poniéndose al servicio de la Vida de Dios sobre la tierra. Padre Nuestro, diez aves marías, Gloria.

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TERCER MISTERIO MARÍA PROFETISA DE DIOS. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón: derribó del trono a los potentados y exaltó a los oprimidos, a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos. (Lc 1,51-53)

para suscitar entre los hombres una forma de existencia liberada. María es portavoz de Dios para anunciar esta inversión cuando, en funciones de Madre del Señor, visita a Isabel, madre de Juan, que salta ya de gozo cuando siente la presencia salvadora del Mesías.

Estas palabras que la tradición evangélica coloca en labios de María, madre gestante de Jesús, despliegan y anuncian el sentido de la historia.

Estrictamente hablando, esta palabra tendría que cantarse en tono de resurrección, como voz del ángel que, elevado ante la tumba abierta, anuncia el nuevo nacimiento de la pascua:

Ellas definen el camino de los hombres como expansión de la soberbia, deseo de auto seguridad e idolatría, que se expresa en dos grandes pecados: dominio impositivo de los potentados y enriquecimiento económico de aquellos que acumulan y disfrutan a costa de los pobres.

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En contra de esta soberbia se despliega la fuerza creadora de Dios que, en actitud de brazo tenso, invierte el orden del pecado actual

el Cristo victorioso, triunfador de la muerte, ha destronado a los poderes del pecado y opresión, elevando a los hambrientos y humillados de la tierra. Pues bien, de una manera muy significativa, ese mensaje de victoria se proyecta hacia el origen de Jesús: María, madre gestante y profetisa de la nueva humanidad, puede cantar ya el nacimiento de la obra de Dios sobre la tierra.


Los poderes opresores, que la apocalíptica entendía como fuerzas diabólicas, se muestran ahora en clave económico-social:

María habla primero en nombre de Israel. En un sentido estricto, ella es aún israelita y así lleva en sus entrañas de mujer y madre toda la historia de su pueson los soberbios (potentados, ricos) blo, que destruyen el camino del amor con sus sombras, dolores y transparencia de Dios y esperanzas. en nuestra historia. El nacimiento de Dios No tiene que hacerse judía: es judía. significa su derrota. Por eso, su palabra ha reasumido la palabra israelita, Ya no es el ángel todo el camino del AT. quien canta esa victoria. Tampoco hallamos un apóstol Tan fuerte es ese rasgo que extiende ese mensaje que muchos exegetas han pensado hacia los pueblos. que estos versos del Magnificat no son más que un retal En lugar de ángel y apóstol de citas del AT aparece aquí María: introducidas ya en el evangelio. sólo ella puede cantar y canta eI misterio de la redención Pero María canta, que ha comenzado a realizarse al mismo tiempo, en nombre cuando Dios madura en sus entra- de la primera comunidad cristiana. ñas. Lucas sabe que ha sido un miembro de la Iglesia Significativamente, y allí ofrece su palabra de victoria la palabra de juicio y salvación de Dios y creatividad humana. para la historia la pronuncia una mujer gestante, Significativamente, en actitud de creación universal muchos exegetas han pensado y nuevo nacimiento. que el Magnificat contiene el mensaje más antiguo 11 de la Iglesia palestina:


el gozo y esperanza de los anawim, aquellos pobres que han creído en Jesús y por Jesús empiezan a trazar un nuevo tipo de existencia en comunión, superando con su fe las viejas luchas de la historia.

Finalmente, el Magnificat es palabra actual. Su mensaje de inversión de la historia nos lleva ante el misterio y exigencia de una Iglesia que debe actualizar el testimonio de reconciliación de Jesús sobre la tierra.

En tercer lugar, María es una persona individual y el Magnificat su canto.

Por eso, el canto de María no se puede interpretar sólo a nivel de reflexión, teoría y canto.

El Magnificat ofrece una visión distinta de solidaridad universal y cambio humano.

Ha de expresarse como praxis, en el mismo compromiso de la Iglesia, en la exigencia de transformación social abierta al mundo entero.

María, la madre gestante de Jesús, no anuncia el nacimiento aislado de su hijo: ella proclama el nacimiento mesiánico Padre Nuestro, diez aves marías, de la nueva humanidad reconciliada. Gloria.

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CUARTO MISTERIO MARÍA LLEVA DENTRO LA PALABRA DE LA FE

Una interpretación moderna, discutible en sus aspectos más concretos, interpreta la figura de María como personificación de Israel: ella es la doncella de Sión, nueva Jerusalén, arca de la alianza, templo o tabernáculo en que Dios viene a expresarse entre los hombres. El texto del Magnificat ha presentado a María como portavoz del pueblo israelita. Por eso, ella asume la palabra de los sabios, profetas y videntes del AT.

ha cantado la nueva bienaventuranza mesiánica. No ha nacido todavía el Salvador, pero ya vive en sus entrañas. No ha expresado todavía su misterio total, pero ya actúa de manera misteriosa a través de ella. Desde la hondura de ese niño que se gesta en sus entrañas, María ha penetrado en la verdad de Dios (cf. Lc 2,19.51) y viene a explicitarla como canto de victoria escatológica.

Volvamos a la escena. Desde el fondo del AT, Isabel se ha dirigido hacia María: bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (Lc 1,42).

Ese canto de María es pensamiento de gozo jubiloso y transformante que surge de su entraña de madre que se ha puesto en el lugar originario donde emerge la verdad para los hombres.

Como bendita de Dios ha respondido María. Lleva dentro la palabra de la fe y desde la hondura de esa fe (Lc 1,45)

Ordinariamente razonamos desde un plano de seguridad, defendiendo nuestras propias ventajas materiales y sociales. 13


Así expresamos nuestro orgullo con razonamientos: pensamos desde el interés de nuestros propios privilegios.

La gestación no es tiempo de vergüenza, ni de olvido de los hombres. Al contrario, el hijo de su seno la ha impulsado a desvelar los temas profundos que han tratado los sabios, profetas y videntes de su pueblo.

María, en cambio, piensa desde su interior de madre al servicio de la vida. Ella es mujer frágil y fuerte. Es frágil en su pequeñez de gestante. Su palabra de inversión (Lc 1,5153) ha explicitado antes que nada Pero es fuerte un tema sapiencial pues la vida que lleva que los doctores y letrados en sus entrañas le da fuerza planteaban desde tiempos muy para proclamar el triunfo antiguos. de la Vida sobre el mundo. De esta forma ha reasumido los caminos de la historia. En su seno de mujer gestante emergen todos los problemas: brotan con fuerza inigualada las contradicciones que oscurecen la vida de los hombres. Ella, pobre sierva, es la que puede ver más claro, sin ideologías ni racionalismos falsos, pues el mismo Dios la ha iluminado.

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¿Por qué muda la fortuna? ¿Por qué ascienden y descienden los caminos de los hombres? Esta experiencia de los cambios de la vida lleva a Dios o nos conduce a la desesperanza de un destino que parece burlarse de nosotros, sin que nada le interese nuestra vida. Aquí puede surgir la fe como equilibrio ante el misterio. Padre Nuestro, diez aves marías, Gloria.


QUINTO MISTERIO MARÍA, MADRE CREYENTE

Cinco son los elementos fundantes del camino de María en Lucas y Hechos de los Apóstoles. Ellos forman eso que podríamos llamar itinerario espiritual y humano de su vida.

Ella pregunta, dialoga con su Dios y se presenta como virgen desposada... que no conoce varón (Lc 1,26.34).

No han de interpretarse en forma psicológica, a manera de etapas de un proceso; en ese aspecto debemos renunciar a todo intento de escribir la biografía de María.

Está disponible, pero sólo a condición de mantenerse en libertad, como responsable de sí misma. Así llega hasta la hondura de su vida donde escucha la palabra: el Espíritu santo vendrá sobre tí... (Lc 1,34).

Sin embargo, su perfil teológico (radicalmente evangélico) de mujer y madre creyente se ha fijado para siempre en la conciencia de la Iglesia.

Sólo entonces puede volverse transparente ante su Dios, para decirle: hágase en mí conforme a lo que has dicho (Lc 1,38).

1. En primer lugar, la fe supone hallarse disponible.

Esto es la fe: diálogo con Dios y apertura a su presencia.

Apoyándose en la historia de su pueblo, la madre de Jesús sabe escuchar al ángel que le dice: concebirás... (Lc 1,31).

Voluntariamente inserta en el misterio, María ha querido que Dios mismo configure su existencia.

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2. En segundo lugar, la fe implica también utopía liberadora.

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Los aspectos anteriores se podían entender como evasión: María ha puesto su existencia en manos del Padre-engendrador No ha nacido Jesús, (anunciación) va recibiendo en ella forma humana. y de esa forma ha descubierto y canta a la nueva María, la creyente (Lc 1,45), humanidad (Magnificat). portadora de la bendición de Dios (Lc 1,42), Pues bien, esos aspectos traduce en fe el sentido de búsqueda creyente y utopía y el alcance de esa bendición han de fundarse en la experiencia por el Magnificat (Lc 1,46-55). concreta de su historia: ha de aprender Así dice su palabra radical: en el camino de Jesús, desde el útero materno conservando en su corazón donde actúa la esperanza lo que percibe (cf. 2,19.51). que Dios mismo ha sembrado en nuestra historia (cf. Lc 1,31.42). La historia le sorprende y no la entiende ya a partir Ciertamente, ella es madre: de sus principios anteriores. está al servicio de la vida que se acoge desde dentro Todas sus certezas y utopías ceden para cultivarla con cariño ante el dato del Jesús pequeño, y darla luego a luz sobre la tierra. recostado en un pesebre, perdido en el templo. Lo más débil y escondido es lo más grande: Aquí la fe supone María, la mujer gestante, estar abierta a lo nuevo de la histopiensa desde el fondo ria: de su seno maternal ensanchar el corazón, y de esa forma, recibir lo no entendido hablando al niño que vendrá, en el espacio más extenso canta el misterio de la nueva de su comprensión creyente. humanidad reconciliada. 3. En tercer lugar, 4. En cuarto lugar, la fe implica encuentro con la histo- la fe supone, entrega de la propia ria. vida, en gesto de fidelidad pascual,


Así lo viene a desvelar de forma implícita el mensaje del vidente Simeón: y a ti misma una espada te atravesará el alma (Lc 2,35). Alma es la vida, el camino de la entrega de María que, conforme a lo indicado, se ha puesto totalmente en manos de Dios (1,38), cantando ya la nueva libertad para los hombres (1,46-55). Pues bien, Dios la introduce ahora en el campo de Jesús, haciendo que ella participe de su pascua. Sólo así, la fe se vuelve ya transformadora: María asume la cruz y en esa cruz padece, madurando en un proceso de humanización creyente, en medio de una vida que se viene a desvelar como pequeña y conflictiva. Este elemento de fe-pasión hace a María signo de Jesús sobre la tierra: ella misma participa de la gran contradicción

donde se gesta el nuevo nacimiento de la historia. 5. Por último, la fe aparece, finalmente, como unidad y comunión cristiana (Hech 1,14). Todo el camino anterior ha culminado: acompañando a Jesús hasta el final, María viene a recibir la vida de su Espíritu en la Iglesia, en unidad con los apóstoles, parientes y mujeres, como don de fe colmada. Ha surgido la nueva comunión de los creyentes. Dentro de ella, María puede recibir en plenitud aquello que antes tuvo en forma introductoria: el misterio del Espíritu. La anunciación (Lc 1,35) se convierte así en Pentecostés (Hech 2): el antiguo se hace nuevo testamento, el judaísmo Iglesia. Padre Nuestro, diez aves marías, Gloria. Dios te salve, Reina y Madre…

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ORAR JUNTOS EL MAGNIFICAT Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padresen favor de Abrahám y su descendencia por siempre. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen.

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