Interno eccehomo para web

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El Monasterio del

Ecce-Homo Remanso de Paz fr. Luis Francisco TĂŠllez G., O.P. BogotĂĄ, D.C. 2011


ISBN:

Frailes de la Orden de Predicadores PROVINCIA DE SAN LUIS BERTRÁN DE COLOMBIA fr. Bruno CADORÉ, O.P. Maestro de la Orden fr. Orlando RUEDA ACEVEDO,O.P. Prior Provincial fr. Carlos Ariel BETANCOURTH OSPINA,O.P. Síndico de Provincia

CONSEJO DE PROVINCIA fr. Faustino CORCHUELO ALFARO, O.P. fr. Aldemar de Jesús GARCÍA CEBALLOS, O.P. fr. José Gabriel MESA ANGULO, O.P. fr. Omar Alberto SÁNCHEZ CUBILLOS, O.P. fr. Nelson MEDINA FERRER, O.P. fr. Rubén Dario LÓPEZ GARCÍA, O.P. fr. Jaime MONSALVE TRUJILLO,O.P. fr. Oscar Eduardo GUAYÁN PERDOMO, O.P.

fr. Carlos Arturo ORTIZ VARGAS, O.P. Promotor Provincial para Medios de Comunicación Archivero de Provincia

Editor © Derechos reservados FRAILES DOMINICOS Provincia de San Luis Bertrán de Colombia Promotoría Provincial para Medios de Comunicación Curia Provincial Convento San Alberto Magno Carrera 6a A No. 51A - 78 Teléfonos: (+571) 287 84 70 - 288 63 67 - 288 63 73 Fax: (+571) 288 63 52 http: //www.opcolombia.org Bogotá, D.C., Colombia, 2010

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Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la autorización del Autor. Reservados todos los derechos.

Corrección de texto fr. Carlos Arturo ORTIZ VARGAS, O.P. Diseño y diagramación D.G. Olga Lucía SOLANO AVELLANEDA Fotografía Archivo de Provincia fr. Vicente BECERRA REYES, O.P. Óscar CASTELLANOS RODRÍGUEZ César GIL

Impresión Distrigraf

Impreso en Colombia



4 Contenido

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Presentaci贸n

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1.

Ubicaci贸n

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2.

Fundaci贸n

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3.

Constructores

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4.

Descripci贸n

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5.

Apostolado

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6.

Hechos civiles

111

7.

Restauraciones

133

8.

Canto al monasterio

145

Adenda

155

Fuentes

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Fr. Bruno Cadore, O.P. Maestro de la Orden de Predicadores visita al Monasterio del Eccehomo Julio de 2011



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Santo ecce homo:

patrimonio cultural y espiritual de la orden dominicana en Colombia


“Lugar sagrado”, “Remanso de Paz”, “Monumento Nacional y Universal del Silencio”, son algunos de los hermosos calificativos obsequiados a esta hermosa reliquia arquitectónica y cultural dominicana de Colombia, que se avecina a sus 400 años de existencia sobre el desértico y majestuoso lugar ancestralmente denominado Pavachoque: “Lugar del Encuentro” en lengua Chibcha. La presente edición es un filial homenaje de los Dominicos de Colombia a nuestro bello y solemne monasterio de claustro colonial acordonado por sus 33 monolíticas columnas de tallado dórico-toscano y su hermoso templo artesonado de concepción mudéjar con esplendoroso retablo en pan de oro son un himno perenne de doctrineros, indígenas convertidos y mestizos aradores de su tierra cuyos rostros inmortalizados en las tallas del barroco tropical cantan con voz de tallador nativo a la gloria del varón de dolor y sufrimiento, vestido de carmesí y coronado de espinas, inmortalizado en el lienzo de supuesto origen italiano y atribuido al magistral pincel de Tiziano: El “Ecce-Homo” que Pilato mostrara cual trofeo escarlata a la muchedumbre enardecida que clamaba su crucifixión. La magistral pluma de fr. Luis Francisco Téllez Garzón, O.P. dibuja hoy con colores de tinta dominicana este hermoso claustro ubicado en valle apacible, solitario y semidesértico; tantas veces expropiado, saqueado y convertido en cuartel o pesebrera pero siempre renovado con la fuerza del fervor dominicano y el tesón de los hijos de Domingo de Guzmán que nunca se resistieron a ver reducido a ruinas el corazón de su Provincia Dominicana de Colombia. La fotografía de fr. Vicente Becerra Reyes, O.P., César Gil y Oscar Castellanos; el arte de la Diseñadora Gráfica Olga lucía Solano Avellaneda y la dirección de nuestro Promotor Provincial para los Medios de Comunicación, fr. Carlos Arturo Ortiz Vargas, O.P., son el mejor de los regalos a nuestro cuatricentenario claustro del Ecce Homo. Parafraseando la piedra que recibe al visitante a la entrada de nuestro monasterio del Ecce-Homo, te invitamos ahora, querido lector a que “Descalces tus pies y purifiques tus ojos porque el lugar que vas a contemplar es Sagrado”.

Fr. Orlando RUEDA ACEVEDO, O.P. Prior Provincial

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Presentación Apreciado lector: tiene usted en las manos una síntesis de la trayectoria de un monumento, muestra de una faceta del cultivo de la Vida Apostólica, y expresión de una cultura sólida y respetable. Esto es lo que indica y enseña a propios y extraños el añoso y amplio monasterio que tiene al frente, y que estas páginas intentan describir de manera rápida y en un lenguaje asequible al común de los mortales. A través del siglo dieciséis la Orden de Predicadores o Dominicana se dio a trasegar centenares y centenares de pueblos y naciones irrigando la luz del Evangelio y la cultura europea, hechos que como era apenas natural, al cabo debilita sus misioneros y en ocasiones hasta les lleva a perder autenticidad Entonces , entrado el siglo diecisiete, los superiores se dan a la tarea de buscar rincones sosegados en donde sentar moradas que permitan a sus misioneros y catedráticos recogeré de tarde en tarde a descansar y recobrar fuerzas para seguir luego en la brega. Es el caso de este “Remanso de Paz” . Denominado el ECCEHOMO. Por aquellos años la región era bastante desértica y aislada del mundanal ruido. Hoy ciertamente ya no lo es tanto, pero aún así continua siendo lugar que invita al recogimiento para reencontrarse consigo mismo y con los valores perennes, y siquiera sea por unos minutos, mirar más allá del tráfago comercial y bullanguero. Antiguamente las plantas medicinales y ornamentales que llenaban el patio, y las huertas que se extendían por los costados norte y oriental, invitaban a los frailes a distencionar el espíritu y cuerpo tomando a ratos el azadón y la guadaña para adentrarse con su cultivo y cuidado, proporcionándose de paso sabrosos frutos para el sustento necesario. Hoy las huertas han desaparecido, pero no el jardín y alguna que otra planta medicinal, que con su belleza y variedad de flores, a la vez que regocijan y perfuman el ambiente, también distencionan la mente y el corazón, brindan salud y juventud e invitan delicadamente a cantar las alabanzas del Creador. Bienvenidos que disfruten las maravillas!!!!!

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1. Ubicaci贸n





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Dentro de una especie de herradura formada por ramales de cordillera oriental, se halla comprendido un pedazo de terruño colombiano sembrado de piedras y de cardos, a la vez que cortado de sur a norte por el río Sutamarchán, afluente del Sarabita o Suárez. En el amplio espacio así enmarcado, con sus montículos y quebraduras, hasta ayer se hallaban esparcidos una docena de pueblos precolombinos, entre ellos Iguaque, Chíquiza y Sáchica al oriente; Suta, Tinjacá y Ráquira al sur; Gachantivá y Guatoque al norte; mientras al centro, buscando la pendiente occidental Saquencipá, Monquirá y Yuca; de los cuales ya han desaparecido cinco Pasando por algunos de ellos, en marzo de 1537 sube don Gonzalo Jiménez de Quesada en busca de la capital de los Muiscas, y en pos de él, otras y otras expediciones de europeos. Allí dentro, de lo que fue el vecindario de Yuca y en una estribación que lleva el nombre de Pavachoque, se halla enclavado el Monasterio que, a vuelo de pájaro, pretenden ahora historiar estas páginas.

Saliendo de Villa de Leiva al oeste, se llega a él tras un recorrido de ocho kilómetros, que son menos si se parte del punto medio de la vía que une las ciudades de Tunja y Chiquinquirá. La carretera, luego de breve trayecto por la vega apellidada del Cárcamo y del extinto Monquirá, se trepa por la ladera de la serranía, yéndose en busca de la población de Guatoque, o su moderno reemplazo, de nombre Santa Sofía, pero dejando antes a mano izquierda el venerable monasterio La entrada áspera y destapada hasta hace pocos años, hoy ya es camino debidamente pavimentado, pero continua como ayer bordeado de cardos y dividivis (a ratos bellamente florecidos), matorrales y espinos y alguna que otra huerta de variada índole y colorido. Ambiente sano de día y de noche, clima seco y templado, grato y saludable todo el tiempo. El sentido percibe que muchos siglos atrás la región estuvo cubierta de pinos y canelos, de cedros y otras especies de árboles que proporcionaron excelentes maderas a los primeros constructores; pero hoy nada de ello existe, y es grave el deterioro de los suelos.








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Ya al poco tiempo de la incursión europea por las montañas andinas, los ojos de los estudiosos comienzan a fijarse en las múltiples e interesantes muestras de épocas remotas: fósiles de índole variada; piedras oblongas y esféricas con núcleos a veces de arena fina, a veces con restos de semillas y de animales; columnas de piedra semi-talladas; sin duda vestigios de algún templo o palacio; y restos y más restos de lo que parece haber sido un antiguo lago. También, e hilvanando paso a paso lo que perciben de las creencias y cultura de los nativos, pronto se dan cuenta de que entre ellos circula una historia de la creación con ribetes de valía y de belleza, cuya parte substancial dice: Así como apareció la luz y fueron creadas todas las cosas, salió de la Laguna de Iguaque, que se esconde allá al nororiente entre los cerros del mismo nombre, una hermosa mujer que traía de la mano un niño, como de tres años de edad. La mujer se llamaba ‘Bachué’ o ‘Furachoque’, que quiere decir, ‘mujer buena”. Bajando al sitio en donde está el pueblo de Iguaque, se fabricó una casa donde vivió hasta que el muchacho tuvo edad de casarse, y se casó con él. Tuvo muchos hijos; cada vez cuatro o seis, con lo que se vino a poblar toda la tierra. Estando ya viejos llamaron a mucha gente que los acompañaran, y subiendo a la orilla de la laguna, Bachué les hizo una sentida plática, exhortándolos a guardar los preceptos que les había dado para venerar a los dioses, ser buenos y evitar el mal. Enseguida se despidieron, con grandes clamores y llanto de los dos padres de la humanidad, al igual que de todos los asistentes. Y se convirtieron, marido y mujer, en dos grandes serpientes que se sumergieron en la laguna. Y los pueblos, hijos todos de esta pareja, los veneraron y contaron entre sus dioses, y la laguna de Iguaque fue sagrada desde entonces. En homenaje a los padres del género humano, los indígenas arrojaron a la laguna una estatua de oro de veinte arrobas de peso, que representa al primer hombre”.


A caminar sin ti, Señor, no acierto; tu palabra de fuego es mi sendero; me encontraste cansado y peregrino del desierto, del cardo y del espino.

Descansa aquí conmigo del camino, que en Emaús hay trigo en el granero, hay un poco de vino y un alero que cobije tu sueño, peregrino.

Yo contigo, Señor, herido y ciego; tu conmigo, Señor, enfebrecido, El aire quieto, el corazón en fuego.

Y en diálogo sediento y torturado se encontrará en un solo latido, cara a cara, tu amor y mi pecado



2. Fundaci贸n







Motivaciones A principios del siglo diecisiete surgió en el mundo cristiano un movimiento de reforma religiosa, que también tocó a las puertas de las comunidades ya entonces existentes en Nueva Granada. Como expresión de ello, en 1609 algunos frailes de la Orden de Predicadores se dirigen al Cabildo de Tunja, suplicándole les conceda la capilla de San Laureano para organizar en ella una “recoleta”, esto es, un convento de estricta observancia. Entre tanto, con el mismo objetivo y por los mismos días, otros frailes se mueven en la organización del convento de San Vicente Ferrer, en el noroccidente de Santafé de Bogotá. Dos lustros pasan, y si bien los intentos de Santafé y de Tunja no prosperan, con el advenimiento del año veinte aparece un nuevo proyecto por el lado de Vélez, con perspectivas bastante halagüeñas. ¿Cuál es la finalidad concreta de este nuevo intento?... Como en los anteriores, “la vuelta a las fuentes de la vida religiosa Dominicana”, a la vez que la creación de un centro para el descanso y la recuperación de los frailes.

El profesor en los conventos, colegios y universidades; el misionero en el duro trajinar por los míseros rancheríos de los indios; el anciano y el enfermo; el decaído en su primitivo fervor; todos necesitan de vez en cuando una estadía en alguna casa que, por su clima y tranquilidad, pueda proporcionar salud al alma y también al cuerpo. Y estas son las inquietudes que ahora abrigan los promotores de la presente fundación. Sentida la necesidad, era lógico que buscasen los medios tendientes a la solución; entre estos, avistar algún lugar apropiado, y este lo depara el cielo en una de las encomiendas de los señores Mayorga Casalla.

Fundadores ¿Quién es la familia Mayorga Casalla? Dejando de lado las raíces remotas, comencemos fijándonos en la persona del capitán Juan Mayorga Salazar: Es éste un caballero español que, sirviendo en las guerras de Carlos V, hacia 1527 se halló en el tristemente célebre saqueo de Roma, ocasión en la cual se hizo a una pintura del Santo Ecce Homo, de notable valía.

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Dicho caballero pasa luego al Nuevo Mundo, deteniéndose algunos años en la isla de la Española o Santo Domingo, en donde contrae matrimonio con doña María de Casalla y Tello. De allí pasa luego al Cabo de la Vela con el adelantado don Alonso Luis de Lugo, para seguir al año siguiente hacia el centro del Nuevo Reino, año 1543, instalándose ahora con su familia en Vélez, la ciudad recientemente fundada por Galeano. Ya instalado en ésta y debido a su prestancia, al poco tiempo obtiene las encomiendas de Ubazá, Chirmute, Mocara, Monquirá y Yuca, por títulos que aparecen refrendados el 8 de diciembre de 1547 y el 14 de diciembre de 1554. Tras estas concesiones, y conforme a la legislación para el manejo de las encomiendas, por lo que toca a la zona de Yuca y sus inmediaciones, nuestro capitán pasa a levantar los aposentos o casa de hacienda en una pequeña planicie de nombre Pavachoque; y en la imprescindible capilla que tales aposentos conllevan, coloca la imagen del Ecce Homo, que, desde el año veintisiete, le viene acompañando en sus viajes y peripecias. Del matrimonio con Doña María Casalla le nacen ocho hijos: siete mujeres y un hombre. El varón retoma el nombre de su padre (Juan) y a su tiempo contrae nupcias con Doña María Jerónima Ramí-

rez, año de 1604, trayendo al mundo a Francisco, Juan y Agustina, a quienes apellidan Téllez Mayorga, en orden a conservar la memoria del viejo tronco, y dando origen a los Téllez de la Provincia de Vélez. Corren entonces los años reformistas y los intentos de fundar “recoletas”, y ahora doña Catalina, una de las siete hijas del matrimonio Mayorga Casalla, distinguida por su piedad y apoyo a las obras benéficas, aparece animando a su hermano Juan, en orden a obsequiar los aposentos y estancias de Pavachoque a los dominicos, con destino al monasterio que estos se encuentran proyectando. Con base en el rico Archivo de Vélez, algunas versiones del Padre Enrique BÁEZ, 0.P.,1 dan a entender que tal sugerencia y donación tuvo lugar por los años de 1610 a 1611, mientras otras dicen que en el año de 1620. El hecho es que los frailes sólo entran en posesión del fundo en esta última fecha. Los documentos más explícitos dicen:

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BAEZ, O.P., Fray Enrique. La Orden Dominicana en Colombia. Tomo VI. (s. I.), 1 ¿1950? Inédito. ( Archivo de la Provincia de San Luis Bertrán de Colombia, Dond San Antonino, Seccion Colecciones- Baeza VI).

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quia era del difunto marido y la dimos a los padres de Santo Domingo, con cargo de que fundasen convento en el dicho sitio, que hoy está; y para que se sustentasen les dimos y señalamos las tierras de pan que allí teníamos, cabras y ovejas, y lo demás como parecerá en la dicha fundación y escrituras que a este respecto se hicieron”.2

“1620, enero nueve: a instancias de doña Catalina de Mayorga, su hermano don Juan, entonces Alcalde Ordinario de Vélez, ante Diego Téllez, escribano del Cabildo de Tunja, dona en la ciudad de Vélez, por escritura pública a los padres dominicos la imagen del Santo Ecce Homo, con su capilla y aposentos de Pavachoque, para la fundación del Monasterio”. En otro lugar y dentro del testamento de don Juan: “Primeramente encomiendo mi alma a Dios Nuestro Señor, que la creó y la redimió con su Sangre Santísima, y el cuerpo a la tierra de que fue formado; y mando que cuando Nuestro Señor fuere servido llevarme de esta presente vida, mi cuerpo sea enterrado en la iglesia parroquial de la ciudad de Vélez, y se amortaje con el hábito del Señor Santo Domingo”. Ítem: declaro que soy patrono de la casa y Convento del Santísimo Ecce Horno, que está en términos de esta ciudad, del Orden de Predicadores, y allí están enterrados mis padres...”. A su vez, en el testamento de su esposa, doña María Jerónima, aparece esta otra declaración: “Junto con mi marido, fundé una capellanía de cuarenta misas anuales en la iglesia del Santo Ecce-Homo, cuyo retrato y reli-

En lo tocante a los frailes, los datos plenamente constatados son: el 14 de marzo de 1620, que fue sábado de Pasión, con las licencias del Provincial fr. Leandro de Garfias o García, del Arzobispo don Hernando Arias de Ugarte y del Presidente don Juan de Borja, llegan a Pavachoque fr. Francisco de León, fr. Miguel García, fr. Diego de Valderas y fr. Juan del Rosario, quienes al día siguiente, con la solemnidad litúrgica de los ramos, proceden a la fundación legal del Monasterio con el nombre de Santo Ecce Homo, y el patrocinio de San Bartolomé Apóstol, el santo de las predilecciones de doña Catalina Mayorga y Casalla. La imagen en mención y para sécula titular del Convento, es una pintura en tabla, de medianas proporciones, que representa a Cristo Jesús sangrante, coronado de espinas, soga al cuello y una caña en la mano derecha; pasaje del Evangelio alusivo al momento en el cual Pilatos presenta a Jesús al pueblo vociferante, diciéndole “Ecce Homo”, esto es: “He aquí al hombre” (Jn, 19,1-6).

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Archivo de Vélez.


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“Llevaba roja la túnica Y enrojecido el cabello. De dónde, con los pies sangrantes, Avanzas tú, lagarero? Del monte de la batalla y de la victoria vengo; rojo fue mi atardecer, blanco será mi lucero. También de blanco le vi el vestido y el aliento; bello como las estrellas como flor de cardo bello. Rojo como la amapola y blanco como un cordero: Carmesíes sus heridas y blancos sus pensamientos. Por toda la negra tierra el chorro de sus veneros: Sangre preciosa su sangre que hace blanco al sufrimiento. ¡Oh, Cristo, de sangre roja! ¡Oh Cristo, dolor supremo! A ti el clamor de los hombres, en ti nuestros clavos fieros Llevaba roja la túnica, ¡Roja de sangre y fuego!”.



3. Constructores




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Constructores Con el decreto de fundación que los padres fr. León y compañeros reciben en 1620, también son autorizados para proceder cuanto antes a iniciar las labores de construcción, pero esto ciertamente no les resultó tan fácil como algunos imaginaron, pues para ello se necesitaban abundantes recursos, que no hallaron a la mano. Por los mismos días de la fundación, las autoridades competentes (el presidente y el arzobispo) crean la Doctrina de Guavatá, allá lejos a la vera del camino que conduce a Vélez, con vistas a que los religiosos del monasterio en ciernes, la organicen y administren, y tras ello aprovechen sus frutos; pero en tal caso primero hay que sembrar; y de todas maneras es poca cosa ante la magnitud de las construcciones amplias y sólidas deseadas. Ocho años aproximadamente se observa que demoran en decidirse a comenzar las obras, pero al fin para el año de 1630 ya se ve que están levantando un tramo por el costado occidental, al igual que una Capilla más amplia, pues la liturgia conventual y la atención pastoral del vecindario lo requieren.

El historiador fr. Alberto E. Ariza, O.P., acota que son obras con carácter provisional, pero así y todo se demoran en llegar a término, como lo demuestra el hecho de que apenas el 7 de octubre de 1645 se esté firmando en Vélez, por parte de don Marcos Gil Barba, la obligación de cortar y sacar la madera necesaria para cubrir y acabar el tramo en construcción. Igualmente, que fr. León, sólo “por esos mismos días esté colocando la Sagrada Imagen del Santo Ecce Homo en la Capilla que le ha construido, la cual ocupaba el sitio del actual presbiterio”. No obstante, se observa que al año siguiente (1646), se inician los preparativos en grande para la construcción del Monasterio definitivo, obra que, a pesar de su magnitud, va a crecer rápido. Efectivamente: en abril de 1650, celebrada la fiesta de la Santísima Corona del Señor, se da principio a la obra, con planos dibujados por los padres fr. Juan de Castro y fr. Esteban Santos. De entrada, señalan los entendidos, se advierte que por encima del rigor de las matemáticas y de la si-

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metría, está el sentido funcional, animado por el cariño a una obra que todos esperan con afán, y que desde ya adivinan habrá de ser ampliamente beneficiosa. Como prueba de lo anotado, obsérvese el curioso detalle de que el claustro norte tiene un módulo más que los otros, y que en vez de ocho columnas, en él existen nueve.

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asalariados, a quienes se les pagaba un real diario 3, en tanto que a las indias, encargadas de preparar los alimentos y recoger leña, les pagaban solamente medio real. Ocho de los cuales formaban un patacón o peso.

Así, el fr. Juan Bautista recolecta en Vélez conservas, miel, algodón y azúcar. El fr. Antonio Ayala, doctrinero de Suta, envía trigo. El hermano Manuel del Rosario trae del pueblo de Boyacá 140 borregos. Fr. Andrés Jurado envía dinero desde Santafé; y el fr. Tomás Navarro objetos para el culto religioso.

Las maderas finas (cedro, pino y amarillo) las proporcionaron los caciques de Yuca, Turca y Gachantivá, destacándose don Alonso Letrado, don Domingo de Suta, don Antonio Rodríguez, don Francisco de Pineda, don Gaspar de Turca y don Mateo Rodríguez. También señalan las crónicas que la trocha o camino para el acarreo entre Gachantivá y el monasterio la construyó un tal Maldonado, y que fueron acarreadores señalados Pascual Echaflor, Vicente Parada, Cristóbal Malagón y su hijo Agustín. Que se emplearon treinta y ocho yuntas de bueyes, así: diez pertenecientes a los indios de Suta, ocho a los gachantivás y veinte a don Pedro Merchán, encomendero de Suta.

Para las obras, los frailes hacen venir de Cartagena cuatro negros esclavos de nombres Antonio, Pedro, Josefa y Juan Angola; y uno más procedente de Chiquinquirá, de nombre Manuel. Que sepa estos fueron los primeros y más constantes obreros, tanto en la preparación de los materiales (ladrillo, teja y cal) como en la construcción misma. También vinieron varios indios en calidad de

La madera ordinaria para los andamios, techos y vigas rollizas, lo mismo que el maguey para los techos, fueron comprados a los caciques de Yuca, Pavachoque y Turca. Como proveedores de estos materiales aparecen relacionados Juan de León, Salvador Rodríguez, Francisco Serrato, Guevara de Suta y Alonso Bernal de Pava. El chusque lo proporcionó Antonio de Basto.

Los directores, padres Castro y Santos, llaman a labores a todos los religiosos, tanto de casa como de los otros conventos de la Provincia, y se echa de ver que gran número de ellos contestaron de alguna manera.


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Entre los varios maestros que allí trabajaron, se numeran como los más destacados a Cristóbal de Morales, Simón de la Cruz, Nicolás García, Lorenzo Rodríguez, Juan de la Reja, Luis de Valenzuela, Antonio Machado, Nicolás Núñez y un tal Juan Moreno, procedente de Guane, de la Provincia del Socorro. Como doradores, la crónica señala a Francisco Núñez de Galarza, Juan de Virbiescas y Francisco Alvarado.

Cronología de la Obra El orden y los años en los cuales fue levantado el Monasterio aproximadamente es el siguiente: •

1626-1647: capilla y tramo provisionales

1650-1652: tramo oeste definitivo.

1651 y siguientes: claustro norte y escalera del coro.

1652-1658: claustro sur.

1658-1660: capilla mayor o presbiterio actual.

1660 y siguientes: iglesia desde el arco toral hasta el portón.

1670-1672: claustro oriental, cocina, refectorio, sala capitular y sacristía.

1695 y siguientes: capilla de Nuestra Señora del Rosario.

En lo pertinente a gastos, entre los años 1650 y 1682 los libros registran un total de 12.194 patacones; pero fácilmente se observa que el costo fue muy superior, pues allí no aparece registrada la labor de los religiosos y se sabe que algunos maestros y obreros en ocasiones trabajaron o colaboraron en forma gratuita. Otro hecho importante es que desde los primeros años del Monasterio se observa que sus promotores ven conveniente instalar allí un noviciado, que sea el centro único de formación de la Provincia; y con vistas a él levantan un tramo anexo al claustro sur, cuyas fechas exactas, sin embargo, no hemos podido precisar. El dato más cercano que poseemos nos dice:


“El 20 de agosto de 1654, la Congregación Provincial reunida en Santafé, declara en sus actas que en nuestro Convento de Santo Ecce Homo ha sido erigida la Casa de Novicios para su óptima formación, de acuerdo con nuestras constituciones, a donde los priores de Santafé, Cartagena y Tunja deben enviar en el término de un mes a los jóvenes que hayan recibido el hábito. Y como esta casa es muy escasa en réditos para el sustento de los religiosos, ordenamos a los padres priores dichos, que antes de dar el hábito exijan al postulante para su sustento y vestido, durante el año de probación, cien patacones”. La doble autoridad a que se debía acudir en aquellos tiempos (el Rey como Patrono y el Maestro General como Superior de los religiosos) retardaba bastante la legalización de las fundaciones, pero el diez de abril de 1658 aparece el concepto favorable del Rey, unido por lo demás a la aprobación del Convento dominicano de Chiquinquirá: Dice al respecto el fiscal, don Gonzalo Suárez, encargado de contestar a los frailes “Consta de la voluntad de su Majestad que en ninguna parte se pueden ejecutar

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con mayor utilidad y decencia el culto y la predicación y sin perjuicio de tercero, que en la Doctrina de Nuestra Señora de Chiquinquirá y del Santo Ecce Homo, así por la devoción que los fieles tienen en estos santuarios, como por el fruto que se hace en ellos...”. El noviciado, sin embargo, no logró la aprobación en razón de la falta de recursos propios. En la ornamentación de la Capilla del Rosario, encontramos que sólo llega a término en 1759, bajo la dirección del fr. Revilla, promotor y capellán entonces de la Cofradía del Rosario en la localidad, pero para tales días ya son centenares los frailes que se han beneficiado de la reparadora sombra del Monasterio. Desde ahora pues y para siglos, en la planicie de Pavachoque, a 2.350 metros sobre el nivel del mar, se yergue solemne e impertérrita totalmente concluida aquella mansión de vida, con su fachada al occidente, frente a un rellano o plazuela algo más elevada que su propio piso; una corriente de agua sombreada por eucaliptos y guamos al sur; una surtida y perfumada huerta al oriente; en tanto que por el norte la arrullan algunos panales de abejas y el rumor de los olivos que sombrean el cementerio.


“¡Venid, venid a meditar, creyentes! los que a la luz que en vuestros pechos arde de aquella patria mística, remota vislumbres veis en moribunda tarde... ¡Oh, que esa luz de áspero sendero de la existencia a iluminaros viva!... el ánima sedienta de emociones, que a vuestras almas fatigadas trae memorias de la paz del paraíso! José Joaquín Casas



4. Descripci贸n




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Para el siguiente aparte dejo la palabra al Dr. Carlos Arbeláez, experto en arquitectura y disciplinas afines, quien hace algunos días, hizo un ponderado análisis al respecto, con destino al libro de fr. Alberto Ariza, O.P., sobre ese mismo monumento.

Generalidades “Los volúmenes -escribe- que aún de lejos atraen la inquieta y curiosa mirada del observador, se componen de tres elementos principales: el templo, el monasterio y el cementerio. Los tres se agrupan en una masa que no tiene ni principio ni fin, con lo cual se hace presente un franco planteamiento orgánico en el diseño arquitectónico. Aún más: gracias a esa disposición, ninguno de los componentes podría aislarse del conjunto, so pena de hacerlo desaparecer. Sería algo así como la desintegración de la unidad, tan exitosamente lograda. En medio de la plenitud que es característica fundamental de la fábrica, tendencia que por otra parte es de origen hispano, o más precisamente, andaluz, se hace visible la mayor importancia dada al templo, mediante la aparición de la clásica antecapilla en el acceso a la nave única del recinto sagrado... ...Este elemento no es otra cosa que una capilla abierta, dispuesta a manera de escenario ante la plaza natural que allí existe, y que los frailes dominicos utilizaron para enseñar la doctrina. Las multitudes indígenas que allí acudían, no cabían en el ámbito del templo; por ende el Santo Sacrificio debía realizarse al aire libre en ocasiones especiales. Ningún espacio mejor que la antecapilla para enmarcar adecuadamente la ceremonia religiosa.

...Las otras dos portadas (diseñadas en un tono más bajo), la correspondiente al acceso al monasterio y la que da entrada al cementerio, son distintas entre sí, como que cumplen funciones muy diferentes. La última, más austera que su compañera, quizá por su delicioso dintel, nos permite llegar al lugar en el cual terminan las vanidades del mundo. La otra, en cambio, mediante un arco peraltado y un sobradillo que descansa sobre el entablamento, parece invitar al recién llegado a compartir la vida recoleta, sencilla y santificante de sus moradores. A su vez, el largo muro que conforma el volumen correspondiente al Monasterio propiamente dicho, es a mi juicio, una solución llena de un sabor español tan marcado, que de no conocer la realidad de nuestra historia, las raíces fundamentales que le dieron sabor, y las fuentes de las cuales provinieron las diversas expresiones que son comunes en la arquitectura neogranadina, podría jurar que, por arte de birlibirloque, un geniecillo zumbón nos trasladó a cualquier región de la árida y hermosa meseta castellana. Existe un evidente juego armónico en dicho paramento, ya que en él se contraponen el ritmo de las ventanas (cubiertas todas por su correspondiente sobradillo), con el sentimiento de peso y horizontalidad que producen los llenos. El, todo se siente amarrado al suelo desde el cual se yergue, con una expresión de virilidad y de amor por los volúmenes claros, característica que, entre otras cosas, es profundamente española. Si entramos al convento, nos detendremos unos instantes ante la leyenda que, inscrita en un canto natural, explica sintéticamente el inicio del Monasterio:

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El claustro Y estamos ante el bellísimo claustro (de cuatro galerías) que debe considerarse también como una exquisita muestra del lenguaje arquitectónico español. Por ser de un solo piso se hace más visible aún la sensación de espacio etéreo y sutil, en contraste con la horizontalidad propia de la forma del volumen arquitectónico. La grácil arquería, dentro de su austeridad típicamente neogranadina, recuerda insistentemente los modelos platerescos del gran arquitecto toledano Alonso de Cobarrubias. (...) La arquitectura de este claustro, ya en plan de encontrarle filiaciones no tan remotas, se halla directamente relacionada con los modelos tunjanos, que para ese entonces se estaban levantando en la ciudad de Suárez Rendón. Los soportes toscanos labrados en piedra, la solución de los empates a cuatro que aparecen en las esquinas, sin contar con los arcos fajones que ayudan a conformar dichas esquinas, son visibles en el casi difunto claustro de San Francisco de Tunja, y el no menos infamado de San Agustín de la misma ciudad. Además, la solución de los ángulos es idéntica a la utilizada en el claustro dominicano tunjano. (...) Otra característica que acusa el decidido espíritu hispano que intervino en el diseño arquitectónico del Ecce Homo la hemos de hallar en su estupenda escalera claustral, que si en este caso no sirve para llegar a la inexistente galería alta, sí ha de conducir al coro de la Iglesia y al campanario.

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La escalera claustral del Santo Ecce Homo, pequeña si se quiere, repite en su propia escala el modelo español, sin que por ello pierda ni el diseño ni la armonía de su composición, ni tampoco en la grandeza inherente a su típica solución, en la cual el espacio se define, se acentúa, e inevitablemente adquiere un sentido ascensional.


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