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La Cultura en México Director: Ignacio Solares Jefe de redacción: José Gordon Coordinación: Ricardo Muñoz Munguía Correspondencia: laculturaenmexico@yahoo.com.mx No. 3214 18 de enero de 2015
BELLAS ARTES
Mil veces buenas noches, del cineasta Erik Poppe
Imágenes al
DESNUDO MARIO SAAVEDRA
Fotografía: golem.es/milvecesbuenasnoches
El cine de guerra o sobre tema bélico es desde hace muchos años uno de los géneros más socorridos del séptimo arte, con producciones de toda índole, buenas, regulares o malas, las más de ellas, eso sí, con el denominador común de explotar un maniqueísmo que sólo revela o manipula ciertos ángulos o perspectivas de un hecho todas las veces terrible, porque implica destrucción, dolor, ruptura. Al margen de estas desavenencias, de posibles distancias de calidad en su manufactura o ejecución, de mayores o menores recursos invertidos, de una más o menos visible parafernalia, de ciertas diferencias ideológicas y de planteamiento del conflicto, lo cierto es que esta vertiente ha contribuido en mucho a enriquecer una industria cinematográfica que las más de las veces apuesta sobre todo por el entretenimiento, dentro de una época que Vargas Llosa bien ha atinado en denominar como “civilización del espectáculo”. Ése no es el caso, en cambio, como una de esas escasas excepciones, de la hermosa y conmovedora coproducción nórdica Mil veces buenas noches (A Thousand Times Goodnight, Noruega-Irlanda-Suecia, 2013), del talentoso y notable realizador noruego Erik Poppe. Con un inicio que
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resulta verdaderamente prodigioso, el también director de Troubled Water empieza por profundizar y reflexionar en la implacable crisis existencial y emocional a la que él mismo muchas veces se enfrentó como fotógrafo de guerra. A caballo entre el drama ficcional y el documental periodístico, Mil veces buenas noches se diferencia de otras cintas sobre el tema en que lo embiste desde el enfoque personal e intimista de quien cotidianamente tiene que enfrentar su propia vocación con el instinto de sobrevivencia, el oficio al que ha sido llamado con la necesidad de afecto de quienes lo aman y se resisten a verlo partir sin certeza alguna de que retorne. UN GUIÓN IMPECABLE Coautor también del extraordinario e impecable guión en donde transcribe sin dilaciones ni eufemismos su propia experiencia como fotoperiodista de guerra, Poppe consigue una verdadera obra maestra conforme combina emociones y estados de ánimo, circunstancias contrastantes, en una línea además poética que por otra parte bien se traduce y refuerza en las distintas tonalidades empleadas y un no menos emblemático entrecruce de sonidos y silencios que de seguro resultarán igualmente aterradores en medio de una conflagración armada. La atmósfera de guerra lo domina todo, incluso aquellos momentos de supuesta calma en que el alter ego del director y otrora fotógrafo —en la piel de una Juliette Binoche (Rebecca) que siempre se supera a sí misma y aquí alcanza la nobleza de una interpretación que asume en cuerpo y alma, con las entrañas a flor de piel— retorna al bálsamo de una familia que todas las veces lo recibe y acoge como si renaciera en cada vuelta al hogar. Hecha con plenas convicción y honestidad, en una especie de acto de contrición por el profundo sufrimiento que a sus seres queridos impone una vocación que como instinto lo impulsa a buscar en la muerte algún indicio de vida, porque los seres humanos somos
eros y tanatos, como bien nos lo revela la historia, Mil veces buenas noches es a la vez la revelación fidedigna de una condición humana tan contradictoria como inexplicable. En otras palabras, como escribió Freud, el instinto de vida, que es sinónimo de creación, no se puede entender al margen del instinto de muerte, que es sinónimo de destrucción, es decir, día y noche, luz y oscuridad, el big bang. APUESTA POR EL CINE DE AUTOR Con bellos recursos visuales y una potente historia por delante, y un reparto de extraordinarios actores que dos poderosas personalidades como las de Juliette Binoche y Nikolaj CosterWaldaw encabezan, Erik Poppe nos recuerda que el buen cine europeo apuesta más por una sólida concepción estética y un claro compromiso por aquel llamado quehacer fílmico de autor donde el realizador se expresa a través de consistentes ejercicios que dan voz a sus inquietudes y preocupaciones tanto existenciales como estéticas. No se trata de responder a los beneficios de un mercado o industria a como dé lugar, sino más bien de que el arte —en este caso, el cinematográfico— sirva de conducto para expresar ideas y emociones que como seres humanos nos identifican, por la vía de un canal que por otra parte exige el empleo eficiente y decantado de ciertos recursos que en el uso que el realizador y su equipo hacen de ellos revelan además una personalidad, una estética, un estilo. Se trata de una película nostálgica y conmovedora, de reconciliación con la vida y lo que ésta implica, pero también con un oficio sumamente peligroso, que se asume como una vocación inaplazable que da testimonio de que al ser humano también lo llama un instinto de muerte y de destrucción. Y es constancia también de la barbarie, de la sinrazón, del oscurantismo, ahora que se ha puesto otra vez sobre relieve cómo la libertad de expresión suele ser víctima de la ignorancia y el fanatismo extremo…
Mil veces buenas noches es la revelación de una condición humana tan contradictoria como inexplicable.
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CHARLAS DE CAFÉ