Cuentos con arena y una sirena
Cuentos con arena y una sirena
proyecto En Septiembre de 2014 la seño Florencia Echeverría me invitó a pasar una tarde en sala verde. Entre todos inventamos un cuento, y los chicos ilustraron la parte que más les gustó. Con ese material, invité a 10 escritores a crear un breve texto ... pero solo a dos de ellos les conté el cuento original. Cada cual se sumergió en ese mundo colorido y nos convidó el resultado de esa visita en un puñado letras. Espero que lo disfruten . Muriel Frega 2015
Los chicos
Luchi,Tobi, Iván, Fausto, Bauti, Yahir, Santi, Santino, Gabi, Benja, Bianca, Aiti, Maga, Alma, Mia, Alma, Tizi, Umma, Dami, Ludmi, Juana, María Luz, Celeste,Tati
Los grandes Alejandro Farías, Alejandra Erbiti, Melina Pogorelsky, Matías Santellán, Leo Batic, Mercedes Pérez Sabbi, Andrés Sobico, Marcela Melfi, Sheila Acosta Anzalone, Gustavo Dos Santos. Queda prohibida la reproducción total o parcial sin el permiso de los autores. Pueden comunicarse con ellos utilizando los datos de contacto al pie de la página correspondiente a cada cuento.
índice
-¿Cómo son las sirenas?- Le preguntó Lucio a Marco. -Pará que te las muestro-respondió, mientras buscaba sus fibras y crayones de todos los colores. Marcos dibujó y pintó muy entusiasmado. Cuando terminó su obra, se la mostró al amigo. -Son lindas-opinó Lucio y agregó, algo sorprendido-¿no se parecen mucho a nuestras compañeritas del jardín? Sheila Acosta
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Cuentos con arena y una sirena
7
Índice
9
Un cuento salado de mar
13
La primera vez
15
Distintos pero iguales (o al revés)
17
El mensaje del arco iris
19
El lobo y la sirena
23
¿Querés jugar a la mancha en la Villa Pancha?
27
Los guanacos intergalácticos
31
Sirena
33
Martina y los perros-tigre
35
Violeta y las uvas
37
El cuento original
39
¿Cómo sigue el proyecto?
Silencio 5
Un cuento salado de mar Melina Pogorelsky
Melina Pogorelsky es escritora y tiene publicados libros de cuentos, novelas y poesías; como “Los súper minis” y “Nada de mascotas”, por ejemplo. También coordina un espacio dedicado a la literatura infantil llamado Rato Libro en el que da talleres para chicos.
Había una vez… ¿Qué? Había una vez una nena. Había una nena y el mar.
Y cuando aquel nene se sentía solo… ¿sabés qué pasaba? ¡Él se hacía lobo!
Había una vez… ¿Qué? Había una vez un nene. (Y el nene sabía aullar)
Un día, ¡qué miedo! ¡qué susto! ¡un incendio! Y allí aullaba el nene, lobito entre el fuego.
Si una simple gota mojaba a la nena, ¿sabés qué pasaba? ¡Se hacía sirena!
La nena, valiente, correteó hasta el mar, su danza marina no se hizo esperar.
Un cuento salado de mar
Saltando entre peces con su enorme cola la nena/sirena dominó a las olas.
Y desde aquel día si quiere ser lobo es tan solo un juego, ¡ya nunca está solo!
Las olas saladas crecieron , CRECIERON… salpicando gotas callaron al fuego.
Había una vez… ¿Qué? Había una nena sirena y un nene que ríe al aullar.
El nene contento bajó hasta la arena y aullando entre risas abrazó a la nena.
Había una vez… ¿Qué? Había una vez dos nenes y un cuento salado de mar.
Melina Pogorelsky
La primera vez cuento de Alejandro Farías para el dibujo de Gabriel
Todos los habitantes del pueblo nos habían advertido de la tormenta. Pero mi Papá siempre fue terco y alquiló el bote igual. A media tarde, el cielo estaba gris y las olas nos sacudían con violencia. Decidimos volver. La lluvia nos agarró en la mitad del trayecto. Mi papá quería llegar a una pequeña isla que teníamos cerca. Lo más probable, sin embargo, era que chocáramos contra las rocas y nos hundiéramos. A través de la lluvia, vimos la casa en la cima y al hombre en la orilla. Nos arrojó una cuerda y, con gran habilidad, nos sacó del agua. Nos instalamos en el cuarto de invitados hasta que el clima mejorara. La tormenta duró dos días más. Su hija se llamaba Laura. Al igual que yo, tenía doce años y era hermosa. Jugamos con cartas, dibujamos en papeles amarillentos y a la noche, encerrados en un armario, nos dimos un beso en la boca. Mi primer beso. Cuando llegó la hora de irnos, tuve que mantenerme callado para no soltar un llanto que me apretaba la garganta. En el pueblo nos habían dado por desaparecidos. La alegría de nuestro regreso se desvaneció por completo cuando escucharon nuestro relato. La casa de la isla está deshabitada hace años, nos dijeron. Después, nos trataron con tanta frialdad e indiferencia que decidimos seguir viaje al día siguiente. Mi primer amor fue un fantasma. Después crecí, tuve otros romances y descubrí que el amor, al fin de cuentas, es eso; una fábrica de fantasmas.
Alejandro Farías es escritor y guionista, podés conocer más sobre él en este link: www. tengolospiesfrios.blogspot.com
Distintos pero iguales (o al revés) Alejandra Erbiti
Una tarde, me di cuenta de que el mar y el cielo son la misma cosa. Sí, son distintos, pero iguales. Lo entendí cuando jugaba con ellos y flotaba entre los dos. Y como los dos se volvían un rato verdes y un rato azules; un poco turquesa, un poco celeste ¡y tan profundos! me pareció que nadar era lo mismo que volar (o al revés). Y ya no sabía si estaba en el agua o en el aire. Pero ¿qué me importaba? ¡Si nadaba y volaba en un lugar todo enrulado de brisas y de olas, con olor a gaviotas y a focas! Y había dos soles, el de arriba y el de abajo, y los dos brillaban mientras pasaban las nubes y los pájaros; mientras los peces y los delfines me acariciaban los pies y se escapaban ¡ellos también jugaban! Y estuve tanto tiempo en esa mezcla de mar y cielo, que me salió cola de pez y me crecieron alas de plumas livianas. Al anochecer, cuando ya tenía la cara rosa de camarón y el cuerpo cubierto de escamas, volví a la playa y les expliqué todo a todos. Pero, me parece que casi nadie entendió nada.
Alejandra Erbiti es escritora, vive en la ciudad de Buenos Aires. Escribe cuento, teatro, novela, poesía, guión y otros textos. Muchos de éstos forman parte de numerosas antologías y colecciones, en diversas editoriales. Blog: www.aleerbiti.blogspot.com
El mensaje del arco iris cuento de Matías Santellán para el dibujo de Alma
Había una vez en Pinamar, una gata tan bella como temerosa llamada Blanca. Como a la mayoría de los felinos a Blanca le daba miedo el agua, y mucho más la del mar. Cada vez que se acercaba a la playa, las enormes y frías olas la hacían caminar solitaria, cabizbaja y con la cola entre las patas. Un día de verano llovió con sol y un maravilloso arco iris se reflejó en el mar. Al pasar por la orilla Blanca levanto la cabeza, y por primera vez, pudo mirar la inmensa masa de agua salada sin que le diera escalofríos. Así se animó a zambullirse y se paso toda la tarde sumergida. Tanto le gustó, que chapoteó hasta convertirse en Sirena. En la profundidad del mar, rodeada de peces y plantas de múltiples colores, Blanca comprendió el mensaje del arco iris... Nunca más estaría sola, ni tendría miedo y sería feliz para siempre.
Matías Santellán: Guionista y escritor. Autor de la novela gráfica “Reparador de Sueños” editada por Ediciones De La Flor y ganadora del Premio Ñ de Historieta en 2012. Blog: http://santellanmatias.blogspot.com.ar/ correo: elaliadoazul@hotmail.com
El lobo y la sirena Leo Batic
Leo Batic ecribe y dibuja cosas fantásticas, podés conocer más sobre él en este link: www.leonardobatic.blogspot.com
Marina vivía en la playa y cuando sus pies tocaban el mar se convertía en sirena. Lorenzo vivía en el bosque, junto al acantilado, y cuando salía la luna enorme y redonda se convertía en lobo. Se conocieron una tarde en que el sol jugaba con los reflejos de las olas. Marina juntaba caracoles para hacerse un collar y Lorenzo elegía las piedras más lisas para hacerlas rebotar contra el agua. Ella aprendió de Lorenzo a trenzar raíces para hacer su collar, y él descubrió que Marina conocía juegos muy divertidos y era una maestra lanzando piedras a la superficie del mar. Se hicieron amigos, aunque ella se cuidaba de no tocar el agua mientras estaban juntos, y él se iba más temprano los días en que la luna emergía como un globo por el cielo detrás de las olas. Una tarde de invierno jugaron tanto entre las dunas desiertas que se olvidaron del tiempo. Lorenzo se despidió de Marina apurado cuando vio a la luna guiñarle un ojo, asomando desde el mar. Había olvidado que era su noche en el bosque. El pelaje negro de lobo comenzó a cubrir su cuerpo antes que sus pies dejaran la arena y sus ojos se volvieron amarillos antes que los primeros troncos ocultaran su figura cambiada. Se sentía avergonzado porque suponía que Marina no querría ser amiga de alguien que corría en cuatro patas aullando a las estrellas. Pensó tanto en su amiga que no se dio cuenta de la tormenta hasta muy entrada la noche. Antes que pudiera resguardarse en la cabaña, la lluvia interpretaba una melodía entre las hojas, mientras El lobo y la sirena
los rayos iluminaban el bosque con redobles de tambor que contaban historias de gigantes y dioses olvidados. Lorenzo corrió feliz hacia la cabaña, imaginando un rincón seco donde descansar de la lluvia. Pero a veces las tormentas saben de miedos y vergüenzas; y no se quedan calladas esperando. Un rayo se abrió paso entre los árboles y golpeó la pared de troncos de la cabaña. En seguida el fuego iluminó los ojos amarillos del lobo y le prometió devorarse su hogar antes que la lluvia pudiera apagar las llamas. Lorenzo aulló desesperado, sin saber que hacer. Como respuesta, un rugido nuevo le llegó desde el acantilado. Cuando se dio vuelta, vio una hermosa sirena montada en una ola, alzándose tan alto como era posible, para caer con toda su agua sobre el incendio. El lobo reconoció a su amiga y reconoció en sus rostro la misma vergüenza por ser diferente y no poder ocultarlo. El fuego enmudeció como la tormenta y la lluvia se fue a contar al mundo que la luna había emergido entre las nubes para ver al lobo lamiendo la mano de la sirena, para agradecerle. Ahora se puede ver en la playa a un niño y una niña jugando hasta que la noche convierte la espuma en puntillas, esperando que bostece la luna llena. Entonces los niños desaparecen para que el lobo se bañe junto a la sirena. Felices por ser diferentes. Y agradecidos por no tener que ocultarlo. Leo Batic
¿Querés jugar a la mancha en la Villa Pancha? cuento de Mercedes Pérez Sabbi, para el dibujo de Bianca
A Mercedes le gusta hacer cosas divertidas, interesantes, por eso escribió un montón de libros para chicos. Aquí van algunos: Sopa de estrellas; Florinda no tiene coronita; Mi insecto interesante; Manuela en el umbral; El puma de Luca. Correo: mercedespsabbi@yahoo.com.ar / Facebook: Mercedes Pérez Sabbi
Cuando todos dormían la siesta en la Villa Pancha, Bianca, Bruno, Zoe y Ailín jugaban a la mancha. --–¡Mancha!– gritó Zoe cuando palmoteó sobre la remera amarilla de Ailín, y ¡plaf…! la manchó de azul a la remera. Ailín salió corriendo para seguir el juego, y ¡plaf…! manchó de violeta el vestido de Bianca. Y Bianca ¡plaf...! manchó de verde el pantalón de Bruno. Y Bruno ¡plaf…! manchó de turquesa el pelo de Zoe. Y Zoe ¡plaf…! manchó de amarillo la pollera de Ailín. Y Ailín ¡plaf…! manchó de colorado la cabeza de Bianca… Y tal fue el salpicón de manchas, que hasta un pajarito amarillo que volaba distraído se manchó de rosa, azul y verde. Y remontó vuelo desparramando colores con las alas. Y ¡plaf, plaf, plaf…! hicieron las alas del pajarito, y una nube se tiñó de naranja… Y el cielo, todo todito, se fue coloreando de verde, azul y rosa... Hermosas quedaron unas motitas negras y verdosas que parece que el pajarito las pintó con el pico.
¿Querés jugar a la mancha en la Villa Pancha?
Y antes de que el reloj Cu-cú diera las cinco de la tarde, se largó una gran lluvia en la Villa Pancha. Llovió mucho y raro, más bien rarísimo. Gotas verdes, rojas, amarillas, azules… Bien colorida fue la lluvia. Enormes de asombro habían quedado los ojos de sus habitantes, que no paraban de preguntarse por el origen de semejante fenómeno. Y si bien Bianca, Bruno, Zoe y Ailín sabían cuál había sido el motivo de la lluvia de colores, no pudieron convencer a nadie sobre la mágica mancha de aquella siesta; tampoco del ¡plaf! azul en la remera de Ailín, ni del ¡plaf! violeta en el vestido de Bianca, ni del ¡plaf! verde en el pantalón de Bruno, ni del ¡plaf! turquesa en el pelo de Zoe… Y mucho menos de todo lo que hizo aquel pajarito amarillo que supo jugar a la mancha en la Villa Pancha. Y colorín colorado este cuento verde, azul, amarillo, violeta y naranja…, se ha terminado.
Mercedes Pérez Sabbi
Los Guanacos intergalácticos cuento de Andrés Sobico para el dibujo de Tobías
Andrés Sobico es escritor y fotógrafo, podés conocer más sobre él en este link: www.sobico.blogspot.com
Había una vez, y otra vez, y otra, porque hacían mucho que existían en su planeta, unos guanacos intergalácticos, era como nosotros los humanos, pero guanacos. Bueno, no igual a nosotros, porque ellos eran un poco más buenos. Tampoco que fueran taan buenos como un Bambi, porque eso es ya ser medio boludo. En fin, la cuestión es que viajaron al espacio; su planeta era medio desértico, había siempre viento y el agua no era fácil de conseguir, pero eso era lo que tenía de bueno para ellos, sino fíjense dónde es que viven los guanacos acá en la Argentina. Pero a no confundirse amigo lector, los guanacos de nuestro planeta son simples animales que lo único que saben es escupir cuando se enojan. En cambio esta raza de guanacos intergalácticos escupen cuando se enojan, pero también para saludarse, o cuando se necesita para algo, como por ejemplo apagar un incendio. Pero todavía falta saber algo. ¿Por qué si estos guanacos adoraban a su planeta semidesértico hicieron sus naves espaciales y se convirtieron en guanacos intergalácticos? No se sabe.
Los guanacos intergalácticos
Algunos dicen que todo bien con el planeta, pero que era bastante aburrido, de vez en cuando pasaba algún arbusto medio seco rodando nomás, de esos que empuja el viento. Otros dicen que en el planeta había aparecido una especie de Gozilla que sabía escupir, y que no pudieron con él ni un ejército de guanacos buscados entre los mejores escupidores pudieron contra él y sus superescupidas babosas, y que fue por eso que dejaron su planeta. Pero a mí me parece que fue por otra razón que salieron de su planeta, para mí que ellos estaban infestados de un virus, el virus de la curiosidad. Así que, si alguna vez se cruzan con un grupo de guanacos intergaláticos, la mejor manera de quedar bien con ellos es darle una escupida de bienvenida (es una pequeña y un poco emboquillada) y después enseguida hay que decirles: -¡Sabían que…!- y ahí les cuentan algo interesante. A mí me funcionó.
Andrés Sobico
La sirenita que llegó de visita Sheila Acosta
Era muy temprano. La hora en que los nenes del turno mañana entran a los jardines en Pinamar. El mar estaba muy calmo y se veía como todos los días antes de la temporada, con las carpas y sombrillas de lonas de colores. Pero en un momento, algo distinto sucedió. Una sirena surgió de entre las olas y observó el lugar pensando que era muy hermoso. De pronto, un ruido ensordecedor la obligó a sumergirse antes de la rompiente. -¿Qué es eso?-pregunto muy asustada a unas corvinas que andaban por ahí. -Son cuatriciclos y camionetas cuatro por cuatro-respondieron con naturalidad-siempre andan por la playa y perjudican a todas las especies que vivimos aquí. -Pero qué noticia tan triste-dijo la sirenita-con lo lindo que es este lugar, es una pena que no lo cuiden. -Hay una esperanza-dijo un cangrejo que se sumó a la reunión-una pariente que tiene tratos con las gaviotas, me contó que los chicos de un jardín de infantes van a hacer una campaña junto a sus señoritas. Con unos dibujos y frases, les pedirán a los vecinos y turistas que unidos cuiden las lindas playas pinamareses, y a todas las especies que vivimos aquí.
Sheila es escritora, comunicadora y docente uruguayo-argentina. Tiene cinco hijos y dos nietos. Vive en Pinamar. Obtuvo los primeros premios de dos concursos internacionales en homenaje a Machado y Neruda, y resultó finalista en varios. Publicó cinco libros. E-mail: sheila_acosta@telpin.com.ar
Martina y los perros-tigre Gustavo Dos Santos
Casi todas las noches, la pequeña Martina sueña con dos animales que vienen a morderla. Uno está rodeado de fuego. El otro tiene estrellas sobre su lomo y también quema. Parecen perros malos, o tigres locos, seres que muerden y lastiman. Casi todas las noches, con los ojos cerrados, Martina los ve venir y se larga a correr muy asustada. Tanto corre en sus sueños que amanece cansada. Un día, oye en la televisión que los hombres de las cavernas, los primeros hombres, dibujaban inmensos animales salvajes en las paredes de piedra para no tenerles miedo cuando salían a cazarlos. Martina, como puede, dibuja dos perros-tigre y al acostarse los esconde bajo la almohada. Esa misma noche, cuando sueña, los animales se vuelven tan buenos que le lamen los pies y le piden mimos. Y hasta la llevan de paseo por increíbles paisajes que no existen en el mundo de los ojos abiertos. Por la mañana, al despertar, sus dibujos no aparecen por ninguna parte pero a Martina no le importa: ha perdido el miedo a soñar y está feliz.
Gustavo es escritor, recopilador y docente. Fotógrafo y artista de ideas. Vive en Madariaga. Ganó algunos premios. Tiene un nieto. Email: gus2s@hotmail.com
Violeta y las uvas Marcela Melfi
Aquella niña chilena se llamaba Violeta. Le decían Violeta Parra, porque pasaba todo el día debajo de la parra de uva chinche, en el fondo de su casa. Era una niña muy divertida: bailaba, cantaba, dibujaba, escribía poemas y jugaba al teatro. Allí, justamente a la sombrita de la parra, hacía sus interpretaciones, y se llenaba la barriga de deliciosas uvas maduras. Una noche calurosa, Violeta no paraba de comer y comer uvas dulzonas… mientras recitaba sus hermosos versos acostada bajo el cielo de marzo: Cuando me pierdo en la viña armando mis jugarretas yo soy la feliz Violeta: el viento me desaliña.*
Y luego este otro:
De la flor de la amapola, Seré su mejor amiga, La pondré bajo la almohada, Para dormirme tranquila.*
Al escuchar esa hermosa voz, el Zorrito Culpeo que siempre rondaba esos pagos, se acercó para espiarla. ¡Qué sorpresa se llevó! A la niña Violeta Parra las manitos se le habían convertido en uvas! Enormes y redondos racimos de uvas! Entonces el Zorrito, también poeta, se animó y le dijo: Violeta, niña bonita, te miraste en el espejo? Más despacio con las uvas! Te daré un sabio consejo: Aléjate de la parra y sigue escribiendo versos! *de LA INFANCIA - cancionero de Violeta Parra Marcela Melfi es teatrista, poeta. Habitante de las artes y Asistente en un pequeño Universo Creativo. Desde 1990 en Pinamar. Facebook: Taller El rinconcillo - Teatro del Mar - Ceremonia de los Afectos.
Agradecimientos JardĂn 902 Florencia EcheverrĂa Alejandra Cornide Andrea Domenech
El cuento original
Había una vez una nena, que vivía a la orilla del mar, y que, cada vez que sus pies tocaban el agua, paf! se transformaba en sirena. También había un nene, que vivía en el bosque atrás de la playa, y que cuando estaba solo, aullaba y se convertía en lobo. Un día al nene... se le incendió la casa! La nena los ecuchó aullar y vió las llamas del fuego. Rápidamente se metió en el agua, se transformó en sirena y con enormes coletazos hizo olas gigantescas, de mil metros, que llegaron a apagar el fuego de la casa del nene. Y entonces se hicieron amigos. Y ya está.
Cómo sigue el proyecto: Durante el 2015, con el material de esta publicación, los chicos del Jardín 904 El Suri y el Jardín 902, van a elegir dos cuentos y trabajar con ellos para crear algún elemento visual que complemente al cuento ilustrado. ¿Harán títeres? ¿Fabricarán un juego? Habrá que esperar para verlo... Se sumarán también los chicos de la Escuela N1 Constancio Vigil y los alumnos del taller de historieta y dibujo de Pinamar. Algunos de los cuentos serán publicados en la edición impresa de Silencio en la Costa, durante el 2015 y 2016. Enterate de las novedades en la página de facebook o blog de Silencio en la costa: www.silencioenlacosta.blogspot.com
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